Sufrimiento y redención El quinto film del realizador argentino Hernán Findling, responsable de obras como Breaking Nikki (2009) y Director’s Cut (2006), es un thriller de terror psicológico/ religioso alrededor de un policía y una monja cuyas vidas y visiones están interconectadas. El guión de Nora Leticia Sarti crea dos mundos por los que se mueve Lorenzo “Lolo” Brandoni (Federico Bal), un escritor que se toma unos días de vacaciones junto a su familia y también un policía que intenta resolver crímenes inexplicables, dualismo difícil de sostener. Tras la muerte de su hermana menor debido a una enfermedad, Lorenzo emprende unas vacaciones con su familia, a la que viene descuidando debido a su concentración en la novela que está escribiendo. Tras un accidente en la ruta Lorenzo despierta en otro mundo, un lugar extraño en el pasado donde las conversaciones son demasiado rebuscadas, él es un policía dedicado y rudo que resuelve muchos casos difíciles y recibe una nueva asignación que involucra a una joven monja, Caterina (Sofía del Tuffo), que cree estar asesinando personas en sus sueños en un raro caso de posesión demoníaca. Traumado por la pérdida de su hermana, su pareja e hijo, Lorenzo descree de la religión pero la situación que vive cambiará su perspectiva sobre la temática. El film construye diálogos caricaturescos y una trama completamente obvia que sigue la línea narrativa intrínseca entre lo onírico y lo real. A pesar de que el guión parece dirigirse hacia la tensión entre la razón y la fe, la película no aprovecha las posibilidades de esta contradicción y todo se inclina hacia la aceptación de lo místico sin demasiado preámbulo, tan solo resaltando el extraño vínculo de la monja y el policía con la muerte. Dentro de esta lógica religiosa, Crímenes Imposibles (2019) nunca abandona el tono de terror psicológico y de thriller, no abusa de los efectos sonoros y tiene una excelente dirección de cámara. El problema principal de la propuesta es que lo formal opaca completamente el contenido. Las actuaciones son muy desparejas. Sofía del Tuffo realiza un buen trabajo demostrando soltura y flexibilidad, pero Federico Bal, en cambio, no desempeña una labor convincente en su papel dual antes y después del accidente. El resto del elenco secundario cumple aunque no se destaca. La música de suspenso de Gustavo Pomeranec agrega tensión a las escenas y es claramente de lo mejor de un film errático que parece conformarse con el tono exagerado e irreal que el guión y la actuación de Bal le imprimen. Debido a la previsibilidad general y a la construcción de escenas prácticamente desconectadas entre sí, que podrían ser tranquilamente rearmadas con distinto orden sin alterar el sentido, la película del codirector de Fermín, Glorias del Tango (2014) carece de tensión narrativa y se pierde en detalles irrelevantes para la trama, incluso utilizando el latiguillo hoy de moda en el género y en muchas otras películas de la repetición de escenas como flashbacks para recordarle al espectador menos avezado que todo siempre esta interconectado. La decisión final de proponer un camino de redención a través del sufrimiento le garantiza coherencia a la película y explica muchas elecciones narrativas pero no convence ni construye dramatismo, suspenso o nerviosismo. Crímenes Imposibles tan solo ofrece una historia opaca que tiene un cierre relativamente aceptable aunque también decepcionante, sin sorprender ni generar agitación o ansiedad en el espectador.
CRÍMENES IMPOSIBLES: Los misterios de la fé La película que tiene como protagonista a Federico Bal, ganadora como mejor guión y dirección, es un thriller psicológico que mantiene en vilo al espectador, porque no todo es lo que parece. (Por: Andrea Reyes) “Crímenes Imposibles”, la película dirigida por Hernán Findling, cuenta con un gran elenco que incluye a Federico Bal, Sofía del Tuffo, Carla Quevedo, Guido G’arbo y Marcelo Sein. Narra una historia de misterios donde se plantean cuestiones que parecen inconexas pero que finalmente revelarán su sentido, porque no todo es lo que parece. Reúne los elementos que caracterizan al subgénero de suspenso, el “Suspenso Psicológico o Thriller Psicológico”, ya que toma como eje central la lucha entre los personajes, en el que los aspectos mentales tienen gran relevancia. Federico Bal interpreta a Lorenzo Brandoni, un experimentado detective que pierde a su mujer e hijo en un accidente automovilístico. A partir de la muerte de su familia, Brandoni se convierte en un hombre solitario y un tanto hosco, que atormentado por lo ocurrido no puede escapar de sus propios demonios. Lorenzo debe ocuparse de investigar una serie de crímenes de aparentemente imposible solución; pero el asombro y la confusión se desatan, cuando una joven monja, Caterina (Sofía del Tuffo), conocida por su vida dedicada al servicio y a quien todos consideran Santa, se presenta ante él creyendo ser la responsable de todos los crímenes que vienen sucediéndose de manera inexplicable. La investigación de estas muertes hará que Lorenzo tenga que superar sus más profundos miedos de una única forma: ligándose a su fe para llegar a la dura realidad y resolver estos crímenes imposibles. El reconocido productor y realizador Hernán Findling, ganador como mejor director a película extranjera, ha demostrado claridad en el mensaje del film, el tipo de final y el tipo de sentimiento que se pretende despertar en los espectadores: esperanza y fe. El guión fue escrito a partir de la idea original de Nora Sarti. En el film se incorporaron varios mensajes y situaciones que se quisieron comunicar, como así también ciertas dosis de humor a través de la actuación de Marcelo Sein, haciendo que el espectador se relaje y baje la tensión que produce la historia. En “Crímenes Imposibles” todas las miradas estaban puestas en el rol jugado que debía interpretar Federico Bal. A pesar de su perfil mediático del cual –poco a poco- intenta desprenderse, el papel dramático que llevó adelante el actor, permitió descubrir su talento y potencialidad para la industria cinematográfica; habiéndose mostrado a la altura de un director que parece tener todo detalle bajo la lupa. En definitiva, “Crímenes Imposibles” es una historia de suspenso psicológico bien resuelta y con logradas actuaciones, que viene cosechando elogios en festivales nacionales e internacionales: “Ganador Mejor Guión BARS” (Buenos Aires, 2015); “Selección WIP. BLOOD WINDOW” (Buenos Aires, 2018); “Selección Oficial. BIFFF (Brussels); Selección Oficial FRIGHTFEST (London, 2019); Mejor Non – Eurasian Director. ECG Film Festival (London 2019) y Selección Panorama. SITGES Fantastic Filmfest (Sitges, España, 2019). La película, apta para mayores de 13 años, espera su estreno nacional el 31 de octubre, en más de cien salas de cine en todo el país. Puntaje: 80 puntos
El film de Hernán Findling protagonizado por Federico Bal y Sofía del Tuffo es una suerte de thriller, género que no acostumbramos a ver en nuestro cine nacional. La historia comienza cuando Lorenzo Brandoni (Federico Bal) acompaña a su hermana, enferma de cáncer y sufre su partida. Cuando está intentando escribir, cosa que lo apasiona, y recuperarse de su pérdida, sufre un accidente cuando viajaba en plan de descanso junto a su mujer Viviana (Carla Quevedo) y su pequeño hijo. El mismo ocurre por su distracción, lo que lo hace sentirse culpable, situación que lo lleva a abocarse por completo a su trabajo de detective. Antipático, siempre medicado, triste y hosco son sus características, aún con su compañero de trabajo, Julio (Marcelo Sein). Su vida se trastoca cuando aparece en su vida Caterina (Sofía del Tuffo) una monja que se adjudica los “crímenes imposibles” del título. Lorenzo intenta dilucidar que sucedió con una serie de muertes que no tienen mucha lógica, y para eso deberá acompañar a la “autora” de los mismos en su proceso. No lo hace solo, hay un sacerdote que cree en ella fervientemente e intenta convencer a todos acerca de la idea de una posesión demoníaca. El guión de Nora Leticia Sarti no genera suspenso ni terror, pero sí incertidumbre acerca de lo que va a suceder. Bal apuesta por un rol alejado de todo lo que le vimos hacer hasta ahora, aunque su personaje no genera empatía con el espectador por su excesiva dureza. Caterina es angelical a veces, otras sombría, por lo que la actriz ofrece un buen trabajo, igual que Carla Quevedo. En los giros del guión puede radicar algo de interés, aunque no es una película redonda. El director y su equipo técnico supieron armar un clima interesante y buenas locaciones , aunque hay dudas que no puedo exponer aquí porque arruinaría la trama. ---> https://www.youtube.com/watch?v=pClL-AZgTfg ACTORES: Federico Bal, Carla Quevedo, Sofia del Tuffo. GENERO: Thriller . DIRECCION: Hernán Findling. ORIGEN: Argentina. DURACION: No informada CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 31 de Octubre de 2019 FORMATOS: 2D.
Crímenes Imposibles: La historia con un final más imposible. Una monja poseída por un ente diabólico y un policía que trata de resolver este misterio en forma de puzzle. Esto es «Crímenes Imposibles (2019)». El director Hernán Findling y la guionista Nora Leticia Sarti nos demostraron con este filme que el cine nacional es un mercado con capacidad de ofrecer películas de terror cuyo impacto no tiene nada que envidiarle a Hollywood. Decir que Crímenes Imposibles (2019) es sólo una película de terror sería quedarse corto pues mezcla el noir, el thriller psicológico, el suspenso y el horror en 90 minutos de duración. Para no lanzar ningún spoiler antes de lo debido, nos limitaremos a decir que Lorenzo Brandoni (Federico Bal) es un detective de la Policía Federal Argentina que se cruza con una monja de nombre Caterina (Sofía del Tuffo) que dice matar a personas mientras duerme por medio de poderes sobrenaturales. No obstante, antes de caer en esta parte de la historia, la pantalla nos bombardea con una tragedia tras otra, vitales para comprender al personaje de Lorenzo y cuyos elementos cobran sentido absoluto al final del largometraje. Esta forma de armar piezas en el último momento de la cinta, junto a una historia que cobra vida dentro de otra —más adelante se dirá por qué— , hace que la película sea tanto un cubo rubick como un juego de mamushkas que además reproducen screamers. Y es aquí donde descansa el método empleado en el filme para inducir terror: los screamers. No son escenas explícitas, ni tampoco maquillajes extra verosímiles, sino planos “tranquilos” de algo (como una fotografía) acompañados de un movimiento con sonido estridente que, si bien no es un grito en el rigor de la palabra, produce el mismo efecto. Dichos momentos terroríficos suceden de manera intercalada pero no dejan de lado el aire policial del asunto, ya que la investigación deductiva, la figura del detective y una estética muy vintage, donde el mismo Lorenzo usa teléfonos de rueda y una máquina de escribir, hacen que no se olvide ni por un segundo que se trata de una investigación donde el bien busca cazar al mal y no un simple demonio abusivo atormentando inocentes. Sí, la que funge como instrumento del mal es la monja: Sofía del Tuffo lo hace de manera tal que nos creemos por completo el relato de ser una buena persona en manos del maligno. Junto a ella, la actuación de Federico Bal resulta más predecible al saltar de un hombre un tanto distraído a policía excesivamente rudo y luego a un tipo duro que es capaz de llorar. Por otra parte, la música de Gustavo Pomeranec es el estandarte máximo de esta película, la melodía además de pegajosa acompaña a los actores en los momentos más emotivos creando una sincronía perfecta entre actuaciones y contextos. Además, las piezas están tan bien montadas que se pasa de la cortina musical de misterio a la de melodrama sin dar saltos abruptos, cuidado si se trata de la misma partitura, dado que resultó imposible separar las piezas musicales en un solo visionado. ¡Alerta de Spoilers! Ahora bien, el giro de tuerca del final es algo digno de M. Night Shyamalan, pues en este punto se nos demuestra que nada pasó en realidad, el protagonista vivió la trama de la novela que estaba escribiendo luego del coma en el que estaba tras sufrir un accidente de tránsito. Esto tiene dos formas de verse: la primera es el deguste de dos historias presentadas como muñecas rusas y la otra es el mal sabor de boca que deja el hecho de saber que no había ninguna maldición, demonio o cosas por el estilo. Lo anterior vendría siendo la razón de por qué no se escogió el final alternativo de Breaking Bad para cerrar dicha serie, ya que decepciona que todo lo emocionante fuese ficticio en lo que respecta a la “realidad” que constituye el film como tal.
Buscando desesperadamente a Shyamalan En Crímenes Imposibles (2019) el realizador Hernán Findling (Fermín) toma el guion de Nora Leticia Sarti y lo reescribe junto a ella construyendo un universo cinematográfico de misterio, con toques de thriller, que posibilitan el crecimiento del elenco protagónico, encabezado por Federico Bal, Carla Quevedo y Sofía del Tuffo, en una historia en la que nada ni nadie es quien parece y que se atreve a algunas decisiones que potencian sus premisas. A la sucesión de una serie de crímenes inexplicables, un investigador (Bal) intentará desentrañar los extraños sucesos acontecidos que involucran muertes y en donde la religión tiene importancia, pero también la iconografía que el cine de género local y foráneo ha construido hasta el momento sobre ella. Desde tiempos inimaginables, la lucha entre el bien y el mal y su constante transformación de seres y personajes, ha posibilitado que clásicos como El exorcista (The Exorcist, 1973) y La profecía (The Omen, 1976) establecieran las bases de producciones posteriores enmarcadas en un terror espiritual, o místico, y que desentrañara detalles religiosos como punto de partida. La muerte como castigo, el rezo como expiación y como salvoconducto para ganarse un lugar en el paraíso, contradecía la insistencia por reforzar o subrayar detalles que luego en películas como La monja (The Nun, 2018) o Estigma (1999) dispararon ideas más universales sobre estos puntos y su posibilidad de generar terror y miedo. Hernán Findling es un conocedor del terror, clave para desarrollar una producción que, primero, escapara a ciertos cánones del registro local, y, segundo, desarrollara la tragedia sin la necesidad de respetar el camino del héroe, ni mucho menos, una transformación diegética del protagonista. Al personaje central le suceden y sucedieron cosas, las que han disparado una realidad presente que dialoga con el pasado pero sin una conexión aparente. Entre los dos universos que Crímenes Imposibles decide narrar su cuento se configura el lienzo en el cual el pasado y el presente confluyen como parte identitaria de los actores, y, desde allí, se permite jugar con tiempos de la historia, no tiempos del relato, que a lo M. Night Shyamalan, traerán consigo una sorpresa final. La película, al igual que algunas recientes producciones locales, como Aterrados (2017) o Luciferina (La bautizada por el demonio) (2018), prefiere constituir atmósferas, jugar con el género, y reivindicar la tensión sobre la sangre sin explicaciones, pero con índices de aquello que en el fuera de campo acecha y amenaza a todos. A las potentes ideas que transita el relato, algunas endebles interpretaciones resienten su propuesta, la que, más allá de esto, sin dudas, abre nuevas posibilidades para el cine industrial de género, pero sobre las que habrá que repensar si queremos que el cine local pueda competir con producciones foráneas más allá de la cantidad de salas en las que se la proyecte, ajustando todos los rubros que configuran la propuesta cinematográfica.
Dentro del cine de género argentino de los últimos años, el thriller psicológico se hizo un lugar pequeño pero más que digno. El exponente insuperable sigue siendo El aura, de Fabián Bielinski. La cordillera, dirigida por Santiago Mitre, y El hijo, a cargo de Sebastián Schindel, también pueden ser incluidas. Por el lado de las producciones independientes hay casos decididamente extravagantes, que juegan aun más con la concepción de los personajes gracias a la utilización de elementos fantásticos, como Presagio. Es por este camino que transita Crímenes imposibles. El detective Lorenzo Brandoni (Federico Bal) es un individuo quebrado por la vida. Un trágico accidente lo dejó sin su esposa (Carla Quevedo) y sin el hijo de ambos. Y antes de eso, su hermana murió tras una penosa enfermedad. En ese contexto, debe investigar una serie de asesinatos tan misteriosos como brutales. La pista más inesperada llega por el lado de Caterina (Sofía del Tuffo), una joven monja que afirma ser la responsable de las muertes. Lorenzo no tardará en descubrir que la chica está bajo el influjo de fuerzas oscuras, y que él mismo deberá enfrentar a sus propios demonios. El director Hernán Findling cuenta con amplia experiencia como director y productor de películas de terror y suspenso. Crímenes imposibles deja en claro su conocimiento de la materia, y se nota en la ambientación lúgubre -digna de Pecados capitales– y en las escenas escalofriantes. De hecho, la trama deriva en el subgénero del horror religioso, con posesiones demoníacas y un héroe que debe recobrar la fe para combatir el Mal. Pero la historia es parte de un mecanismo de relojería que exige prestar atención a los detalles para comprender la vuelta de tuerca del final. Un recurso específico posibilita atisbar el giro, aunque no resulta tan subrayado como para estropear la sorpresa. Federico Bal tiene la responsabilidad de sostener la película, ya que la historia está contada desde su punto de vista. Pese a su poca experiencia en el cine (también protagoniza la todavía no estrenada Rumbo al mar), consigue salir airoso. Le sienta mejor la faceta más dura del personaje, la de detective recio, y hace pensar que sería interesante verlo interpretando más roles de ese estilo. Sin embargo, es menos convincente en los momentos dramáticos. Sí es más destacable la participación de Sofía Del Tuffo (vista en Luciferina, estupendo film de terror nacional) y Carla Quevedo, en un papel secundario aunque importante. A Crímenes imposibles le alcanza con sus méritos para entretener y atrapar, lo que no es poco.
Perdiendo mi religión. Crímenes imposibles es una película argentina dirigida por Hernán Findling, quien vuelve a incursionar en el cine de género con este thriller paranormal protagonizado por Federico Bal, que interpreta a un inspector de policía. Y lo acompañan Sofía del Tuffo, Daniel Alvaredo, Guido D'Albo y Carla Quevedo, entre otros. Con un guion escrito por Noelia Leticia Sarti, cuenta la historia del inspector Lorenzo Brandoni (Federico Bal), un inspector de policía que debe resolver una serie de crímenes que carecen de una posible explicación lógica. Pero el asunto se complica más aun cuando conoce a Caterina (Sofía del Tuffo), una monja que dice estar poseída por un demonio que la lleva a cometer esos asesinatos en sueños, haciendo que este escéptico investigador cuestione sus creencias religiosas. El principal problema de esta película es que Federico Bal, a pesar de estar bien caracterizado para interpretar a este detective incrédulo y solitario, propio de la novela negra, no termina de convencer por su juventud, y falta de rudeza. Todo lo contrario ocurre con el personaje interpretado por Sofia del Tuffo, cuya inocencia aparente genera un misterio mayor respecto de su vinculación con esta serie de crímenes inexplicables. Y el resto del elenco cumple bien su papel, con personajes que responden a estereotipos del género, cumpliendo así su función de permitir que la trama fluya con naturalidad. Desde el punto de vista técnico vale la pena destacar el muy buen trabajo de cámara de Eric Elizondo, por el muy buen uso narrativo de los planos secuencia en la construcción de climas oníricos con imágenes de tonos fríos, acompañados por música de tango compuesta por Gustavo Pomenarec. Pero estos climas tan bien construidos no encuentran un remate adecuado, por lo que los jump scares no resultan efectivos, desaprovechando así las ingeniosas escenas de violencia surrealista con asesinatos que recuerdan a los de la saga de Destino final. En conclusión, Crímenes imposibles es otra película que forma parte de este cine de género independiente argentino, con un thriller cuyo argumento original se ve deslucido por su protagonista. Pero es también una demostración de que el cine de género argentino tiene muchas historias interesantes para contar, y la mejor forma de hacerlo es aprendiendo de sus errores.
Allá por los años ’80, una profesora de literatura prohibía a sus alumnos del colegio secundario que resolvieran sus composiciones apelando, en el último párrafo, al recurso de que todo lo narrado anteriormente había sido un sueño. Porque, además de un lugar común, se trata de una triquiñuela facilista, una suerte de ruptura unilateral del contrato de lectura. Pero todavía se la sigue utilizando. De todos modos, el desenlace es sólo un eslabón más de la cadena de desaciertos que es Crímenes imposibles. Los clichés más esquemáticos del policial se suman a algunos de los elementos más remanidos del terror para dar como resultado esta película que en ningún momento asusta, intriga ni es creíble. Actuaciones flojas, un guion -de Nora Leticia Sarti- elaborado siguiendo fórmulas vistas una y otra vez, una producción que no logra disimular la escasez de presupuesto: cuesta encontrar algún punto que se salve del naufragio. Federico Bal es un escritor que sufre la muerte de su hermana y, años después, protagoniza un accidente de tránsito en el que mueren su mujer y su hijo. Tras un nuevo salto temporal lo vemos convertido en un duro detective de novela negra, solitario y amargo, que investiga una serie de asesinatos extraños. No hay pistas, hasta que una monja se presenta en la comisaría diciendo que cree haber cometido los crímenes, y proporciona datos que sólo alguien que hubiera estado presente podría tener. Todo se torna aún peor cuando una pátina religiosa y de presunta trascendencia espiritual tiñe esta historia en la que, ay, “nada es lo que parece”. Más que asombro, el giro final provoca la desagradable sensación de haber visto una película imposible.
Ya desde el titulo está hecha la invitación para ver como se resuelven esos caso que parecen no tener explicación. En el guión de este thriller psicológico con elementos religiosos, escrito por Nora Leticia Sarti se ubica en el centro del escena a un detective robótico, minucioso, la encarnación de la razón. Pero el está abrumado por tres perdidas personales irreparables (una enfermedad le quitó a su hermana, un accidente automovilístico del que se siente culpable, a su mujer y a su hijo) y un con un caso que sacude sus convicciones. Quiere aliviar sus dolores personales con el trabajo pero tropieza con una joven monja que cree ser la culpable de tanta muerte, pero en sus sueños, como si sufriera una extraña posesión demoníaca. Con esos elementos el director Hernan Findling filma muy bien cada escena, con un muy buen equipo técnico y aprovecha los giros y sorpresas de la historia. Cuenta con un elenco donde Federico Bal se pone al hombro un personaje marcado como de movimientos mecánicos, un ser torturado con el que es difícil en principio tener alguna empatía, y cumple muy bien su labor. Algo similar ocurre con Sofía del Tuffo. Un entretenimiento intrincado que deleitara a los que amen los horrores y el policial oscuro.
Crítica emitida al aire en Zensitive Radio
Crímenes Imposibles cuenta la historia de Brandoni, un detective con un pasado trágico y, por coincidencia, un caso que lo lleva a revolver un misterio personal. Protagonizada por Federico Bal, Carla Quevedo y Sofía Del Tuffo y dirigida por Hernán Findling este supuesto “thriller psicológico” es un recorrido confuso que no encuentra su camino en ningún momento. Hay que destacar que Federico Bal da un esfuerzo digno a reconocer en su interpretación como el detective Brandoni, no obstante es un rol que no puede dominar por el hecho de que está en sus primeros pasos serios como actor; es demasiado temprano para que Bal se asocie a un rol de este calibre pero hay que destacar que se arriesgó y bueno… por algo se empieza ¿no?. De todas formas sus co-protagonistas tampoco logran acertar en sus respectivos roles y se observa como este error de casting en realidad no es un error de casting, sino una clara falla en la dirección de actores por parte de Findling; lo peor es que la situación se agrava con el pasar de los minutos transformando el film en un vuelterio de inconsistencias en el apartado de dirección. Tampoco ayuda un guión absurdo por parte de Nora Leticia Sarti. Un guión que se encarga de desequilibrar la película constantemente pasando por varios géneros y no conseguir una autonomía. Crímenes imposibles se vende como un thriller psicológico, bordea elementos del género terror y en su final se revela como una película cristiana oculta. Un plus y joyita desastrosa a desatacar: los absurdos diálogos entre los personajes. Crímenes Imposibles es un desafortunado intento que demuestra que si se busca un berenjenal y no se posee una idea clara, el proyecto termina a medias quedando como un paso fallido para replantearse hacia donde se busca ir. Valoración: Regular.
Hernán Findling, director de “Fermín” (2013), protagonizada por Héctor Alterio y Gastón Pauls, cambia completamente de registro para adentrarse en una historia que juega con lo sobrenatural, el mundo onírico, coqueteando también con el thriller y el terror. El cóctel propuesto en “CRIMENES IMPOSIBLES” realmente pretender mezclar varias recetas que por un lado la hacen sumamente previsible pero, por el otro, deja una sensación de trabajo de “cortar y pegar” diversas situaciones que en su organización presentan algunos saltos narrativos y ciertas decisiones del guion que orillan lo incomprensible. En un primer momento, la historia se presenta como la de un escritor (Federico Bal) que ha acompañado a su hermana en un proceso de enfermedad terminal aparentemente prolongado, que ha desembocado en su muerte, la que todavía lo afecta profundamente. Al poco tiempo, y decidiendo hacer un descanso, emprende un viaje familiar con su esposa e hijo, que finaliza en un accidente fatal en donde solamente él será quien sobreviva. Manejando un abrupto salto temporal, veremos al propio protagonista cumpliendo su rol de investigador, un raro detective que se verá involucrado en la investigación de una extraña serie de asesinatos –nunca se logra determinar si la rareza del personaje es por la dudosa actuación de Bal, si responde a exigencias del guion o si es el director quien no ha podido dar una clara marcación de lo que se esperaba de su protagonista-. A estos crímenes imposibles del título no se les encuentra ninguna causa aparente ni una explicación. Seguiremos entonces lo más atentamente posible las vicisitudes de esta monja que se entrecruza en el camino del investigador, inculpándose a sí misma, aportando datos de las escenas del crimen que sólo podrían ofrecerlas aquellos que hayan estado presentes en el lugar y en ese momento. En la figura de esta secular (encarnada por Sofía del Tuffo) aparece la presencia de la religión dentro de la trama criminal, emparentando automáticamente su figura de inocencia ambigua, con los grandes clásicos del cine del terror en los que la religión se ha hecho presente y más aun subrayando este vínculo en la figura de la religiosa que es la víctima icónica dentro de cine de género. De todos modos, aun cuando se ampara dentro de ese cliché, este personaje es casi lo único que medianamente funciona dentro de la película que toma giros, marchas y contramarchas, queriendo sorprender al espectador, pero generando en realidad más confusión que sorpresa. Giros que se tornan demasiado abusivos y que, en muchas ocasiones, pierden el verosímil muy rápidamente. Findling no logra tampoco una coherencia en la puesta en escena o en el diseño de arte y veremos, por ejemplo al personaje de Bal en su oficina de investigador, rodeado de algunos objetos tecnológicos modernos cuando de repente, suena un teléfono y es uno de esos a botonera o aquellos otros que tenían la rueda/ dial para discar. Es inevitable sentir un cierto desconcierto provocado por lo que pretende ser una “matrix” en donde no hay tiempo ni espacio, pero que con el tono narrativo que presenta el filme se convierte en un territorio desordenado y caótico. Permanentemente, un enorme signo de pregunta azota al espectador que intenta atar cabos: al mismo tiempo que “CRIMENES IMPOSIBLES” es un enorme patchwork de cosas ya vistas, mezcla todas las ideas, apostando todas sus fichas al efecto sorpresa que nos reserva para el final. Así, con este formato, el guion de Nora Sarti apunta a ese final que nos premita redefinir, en cierto modo, la lectura general de todo lo ocurrido en el filme: un juego que ya fue mostrado en el cine en reiteradas ocasiones, con resultados dispares ya que sabemos que es un mecanismo que representa un arma de doble filo. En ciertas ocasiones -siendo icónico el ejemplo de “Sexto Sentido” de Syamalan pero también utilizado por Brian de Palma, emulando al gran Alfred Hitchcock- el efecto que producen este tipo de “sorpresas” sobre el final del filme, deja al espectador en un estado de admiración tal como quienes se paran frente al mago a observar su truco de magia sorprendidos y por lo tanto ese “truco” se lo recuerda como algo sumamente positivo. Pero poco de esto sucede en “CRIMENES IMPOSIBLES” que termina resolviéndolo todo con trazo demasiado grueso, quebrando cualquier mínima lógica. Pasado y presente fluctúan en un no tiempo narrativo que en principio le da un cierto aire de intriga a la trama, pero que luego no puede sostenerlo, cayendo en situaciones de trazo grueso que se potencian con algunas actuaciones completamente fuera de registro. Más allá de las nobles intenciones, esta nueva obra de Fieldling respira un aire fallido y de copia burda de cosas ya vistas dentro del género, intentando “refritar” ideas, sin lograrlo bajo ningún punto de vista.
En ‘Crímenes Imposibles’ -su inserción en el formato cinematográfico- Federico Bal interpreta a Lorenzo, un detective esencialista que, en su afán por resolver casos mediante el sustento de argumentos lógicos, deberá lidiar con una serie situaciones -en apariencia inconexas- que pondrían en jaque a todo su conjunto de creencias a menos que imponga resistencia de la manera más profesionalmente posible. En el transcurso, Sofía del Tuffo encarna a Caterina (y/o Lucía), una compañera/testigo poco confiable que echará tantas luces como sombras en las pesquisas de Lorenzo. Hernán Findling toma distancia con el género melodramático anteriormente abordado en su primer largometraje y busca sumergirse en el thriller. Si bien en términos tradicionales son sinónimos, el director tiene la intención de realizar un relato más próximo al terror, algo que, además de la intriga y las pinceladas del policial y criminal, asuste y estremezca. Esto se logra por momentos, pero lamentablemente tienden a ser los menos recordados y diremos por qué y cómo se ven obstaculizados.
Hernán Findling es un viejo lobo de mar del género en Argentina, productor de primeras películas de muchos directores consagrados, siempre anda buscando nuevos guiones, historias… se lo ve siempre en los pasillos a fin de año del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, y de allí surge el germen de lo que es su nueva película, esta vez como director. Estamos hablando de Crímenes Imposibles. Durante 2015 se realizó un concurso de guión en el BARS (las siglas del festival en cuestión) en donde el premio era dinero y la posibilidad de ver la película en cines comerciales, algo casi imposible para cualquiera que quiera dar ese paso. Este premio lo gano Nora Leticia Sarti, y su guión que se centraba en una monja que asesinaba gente de maneras improbables fue modificado por Findling para adaptarse a algo que estaba buscando, y así nació el proceso que dio inicio a lo que hoy vemos en pantallas de todo el país. ¿La historia? Lorenzo Brandoni (Federico Bal), un hombre con una pérdida en el pasado y una familia feliz ve su mundo derrumbarse tras un accidente automovilístico. Mucho tiempo después, y siendo detective en un extraño mundo anacrónico, da con el caso de una monja de nombre Caterina (Sofía del Tuffo, que vimos en Luciferina) que jura ser la asesina de una mujer pero que el homicidio lo cometió desde la distancia, con una maldición. Al principio todo es incredulidad, pero luego cuando otros cuerpos aparecen y la información coincide, Lorenzo comenzará a creer que algo singular está sucediendo. La aparición de un cura exorcista (el padre Miguel, interpretado por Guido D´Albo) pondrá el elemento sobrenatural que falta para ir acomodando el relato que se va volviendo más y más exótico hasta un final con una vuelta de tuerca un poco predecible para aquellos y aquellas que estamos atentxs. La factura técnica de la película no puede criticarse, se ve y escucha muy profesional y no teme en ofrecer movimientos de cámara jugados y constantes, conformando una suerte de montaje interno que se agradece mucho en épocas (justificadas por poco tiempo de rodaje) de puestas más televisivas y conformadas por un plano y su contraplano. Los efectos visuales son muy buenos, al igual que algunas ideas gráficas como la de la sobre-exposición de la luz. El centro de todas las miradas está puesto en la participación de Federico Bal como protagonista, y a pesar de cierta predisposición negativa, su actuación (que a veces se va un poco del tono) se ve muy cuidada y cercada tanto por su co-protagonista Sofía (con más experiencia, y también en el género) cómo por su compañero de armas Julito (interpretado por Marcelo Sein y que aporta una muy agradecida cuota de humor). Habrá que ver como avanza su carrera y si estamos frente a un actor completo de cine, ya sabiendo que se viene una nueva película producida por Findling que también lo tiene como protagonista… La película comienza como una de terror, se convierte en un thriller de suspenso y luego va mutando en una suerte de película de auto-ayuda new age que juega todo el tiempo con el concepto de la fe y la redención a pesar de todo. ¿Sos de las personas que disfrutaron consumiendo best-sellers como La décima revelación de James Redfield? Sin dudas, esta puede ser tu tipo de película. El cine argentino no está en su mejor momento, la falta de presupuesto, de estrenos constantes… sumado al problema de la distribución y que el público siempre mira de costado cuando llegan productos diferentes al “costumbrismo realista” (discutamos este concepto en otro momento), un proyecto como Crímenes imposibles busca romper ese preconcepto, con un trailer con gancho, un cartel atrayente, una figura de la farándula y una película que se ve y oye bien. Nada mal para arrancar el camino…
Crímenes Imposibles, una propuesta de nobles intenciones y fallidos resultados. El terror religioso tiene la capacidad de darle una dimensión dramáticamente contundente a un tema tan poco tangible –pero no por ello menos relevante– como es el de la fe. Si bien el atractivo sobrenatural inherente a una premisa de dicha naturaleza es lo que lo hace atractivo, no pocas veces se pierde en la vorágine de los efectos especiales y de maquillaje que pueden apreciarse en su contemplación pero no necesariamente sentirse: eso se debe a que muchas veces el desarrollo de personajes no está alineado con los valores de producción y son ellos quienes ganan la pulseada. Estas son las aguas que surca el cine de género en cualquier país del mundo, y Argentina no es la excepción. Crímenes Imposibles es un ejemplo de esta ecuación desfavorable. Crímenes Imposibles, materializar lo imposible El guion parte de una premisa atractiva: una serie de asesinatos con un perpetrador claro, pero del que no hay evidencia que haya estado ahí. Por otro lado, más que plantear una debate entre la creencia y el escepticismo, es principalmente una reflexión sobre la culpa que está atravesando el protagonista. Sin embargo, aunque sus intenciones son nobles y su premisa atractiva, los resultados tristemente son otra cosa. El desarrollo es predecible. El espectador puede anticipar tranquilamente el giro sorpresivo del final con la información de un solo plano detalle. Otro punto a señalar son los endebles diálogos, casi sin subtexto alguno y que no pocas veces entorpecen acciones que la imagen podría desplegar por sí sola. El nivel técnico de Crímenes Imposibles tiene ideas interesantes en materia cámara, con apuestas destacables en cuanto a movimientos, pero sobre todo en su iluminación (no pocas veces evocando a lo religioso de su contexto) y su uso de las lentes. Todo esto complementado por una dirección de arte que oscila entre los colores otoñales y los colores fríos bordeando en la palidez, recordando mucho a El Exorcista. El nivel interpretativo es, en términos generales, prolijo, sin mucho que destacar. Hacen lo que pueden con el guion y los personajes que recibieron. Es necesario separar cuando hay una interpretación poco lograda de cuando hay un buen intérprete al servicio de un guion que no lo ayuda. Traído esto a colación, lo que muchos lectores se estarán preguntando a esta altura de la reseña es ¿qué tal la actuación de Federico Bal? Esta crítica no va a tomar el camino fácil y sensacionalista de comparar lo hecho en esta película con su incuestionable presencia mediática, pero por otro lado estamos en la obligación de decir la verdad sobre lo que vimos. No una verdad absoluta, sino de sinceridad con nuestro punto de vista sobre lo que realmente nos pareció su labor: el joven intérprete le pone su mejor esfuerzo, dedicación y pasión a la hora de interpretar a un tradicional personaje de película de género, pero los resultados que produce no son buenos. Tampoco estamos hablando de algo que no se pueda mejorar en futuras producciones.
"Crímenes imposibles": un detective en apuros Una producción de suspenso y terror por momentos absurda, por otros inverosímil, siempre solemne como misa católica. El arquetipo de los detectives en el cine marca que deben ser, casi sin excepción, hombres serios y adustos, con mil y un demonios internos, solitarios, adictos (preferentemente al alcohol, pero cualquier sustancia natural o química es válida) y una larga cadena de malas experiencias a cuestas. Lorenzo Brandoni no encaja en ese molde no porque no cumpla con esos requisitos; más bien por lo contrario: los excede por amplio, amplísimo margen, haciendo de la suya una de las vidas más desgraciadas y tortuosas que se recuerden en el cine argentino contemporáneo. A falta de una, de arranque el protagonista de Crímenes imposibles sufre dos hechos traumáticos. El primero está relacionado con su joven hermana, quien muere de cáncer en la primera secuencia. Apenas después, con el cuerpo de ella todavía caliente, una escapada vacacional junto a la familia termina con su mujer e hijo muertos en un accidente automovilístico filmado en una cámara lenta digna de una publicidad de Luchemos por la vida. Si todo esto ocurre en los diez minutos iniciales, es evidente que lo que sigue para él será peor. Dirigida por Hernán Findling, Crímenes imposibles es un thriller psicológico con elementos de suspenso y terror por momentos absurdo, por otros inverosímil, siempre solemne como misa católica. La referencia al credo de la cruz no es casual, en tanto la película lo abraza -con perdón de la obviedad- con fe ciega, utilizando toda su iconografía para metáforas obvias y adhiriendo férreamente a sus mandatos, sobre todo en una última parte en la que alguna página de la Biblia parece haberse traspapelado en el guion. Pero para eso falta bastante. Antes, a Lorenzo (Federico Bal) le llega un caso que su fiel ladero no puede resolver: un hombre atado en la cama de un hospital termina muerto a cuchillazos, pero las cámaras de seguridad no detectaron ni la entrada ni la salida de su potencial victimario. Las cosas continúan enrareciéndose cuando aparece el cadáver de una mujer adentro de un ropero. Lo particular es que murió ahogada y allí no hay vestigio de agua ni de que alguien haya dejado el cuerpo. La cereza del postre es el llamado de una monjita que dice haber tenido sueños muy vívidos que podrían aportar datos clave para la investigación. Descreído, como todo buen detective noir, de todo aquello que no pueda probarse, Lorenzo no la toma muy en serio, hasta que las coincidencias entre lo que ella afirma y las evidencias lo obligarán a revertir su posición aun cuando esto implique aceptar eventos de toda índole. Habrá algunos sobrenaturales, con posesiones, exorcismos y el mismísimo Satán a la cabeza. Y otros regidos por el azar de un guion de plomo, más preocupado por acumular situaciones que por enhebrarlas con coherencia. El que es coherente es Federico Bal, cuyo rostro se mantiene imperturbable suceda lo que suceda ante sus ojos: como actor, queda claro, es un gran bailarín de Showmatch.
El guion de Nora Leticia Sarti acumula tragedias familiares, personajes torturados, visiones, explosiones sangrientas, dimensiones paralelas, imágenes pesadillescas, asesinatos seriales que en principio no tienen la más mínima lógica, dilemas éticos, morales y religiosos, estigmas, culpas, bloqueos creativos, adicciones a las pastillas y varias vueltas de tuerca finales que intentan explicar de maneras no siempre convincentes los múltiples misterios y enigmas que se van planteando. Findling hace gala de un indudable talento formal (hay muchas imágenes construidas con virtuosismo y un buen uso de los efectos visuales), pero la narración luce en varios pasajes algo caótica, sin fluidez, con evidentes desniveles actorales y con unos cuantos diálogos forzados que los actores parecen “recitar”. Una pena porque esta historia sobre personajes en busca de la redención, de exorcizar sus demonios interiores y de rehacer sus vidas en busca de segundas oportunidades, tenía en principio unas cuantas ideas inquietantes y prometedoras.
Un salto de fe “Crímenes imposibles” (2019) es un thriller policial nacional dirigido por Hernán Findling y escrito por Nora Leticia Sarti. Protagonizado por Federico Bal, el reparto se completa con Sofía Del Tuffo (Luciferina), Daniel Alvaredo, Gustavo Pardi, Carla Quevedo, Daniel Alvaredo, Marcelo Sein, entre otros. El filme se presentó en el Festival de Cannes dentro de la gala del Blood Window; también se proyectó en el Buenos Aires Rojo Sangre, el Frightfest de Londres y el BIFFF (Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas). La historia gira en torno a Lorenzo Brandoni (Federico Bal), un investigador de homicidios que cuenta con un trágico pasado familiar. Determinado y serio, Lorenzo debe resolver un par de muertes que no parecen tener una resolución lógica. Cuando la monja Caterina (Sofía Del Tuffo) se comunica con él para confesar que ella es la culpable de estos asesinatos, lo que primero cree Brandoni es que la joven está loca. Sin embargo, los datos que otorga coinciden con los análisis que se hicieron de los diversos cadáveres. Así es como Lorenzo, por más que desde hace un tiempo no cree ni en Dios ni en el demonio, deberá enfocarse en cuidar que Caterina no vuelva a cometer otro acto atroz estando poseída al dormir. Gente que muere de manera inexplicable, exorcismos, un neuropsiquiátrico extraño, un sacerdote y una muchacha que luce inocente pero tiene al mal en su interior… los clichés están a la vista desde el vamos. No obstante, la película funciona en su mayor parte gracias al misterio que se le transmite al espectador sobre las víctimas, las cuales tienen dos aspectos en común: todas ellas fueron bautizadas de grandes y comparten un pasado lleno de sufrimiento. Por otro lado, que la monja afirme ser la artífice de los crímenes y que después también tenga el poder de convencer a una persona para que se mate (sin estar ella presente en la habitación) genera que la historia no pierda el ritmo ni el interés. Las locaciones elegidas, los efectos y la dirección no son el problema de esta producción que en muchas ocasiones parece querer copiarse de otras películas norteamericanas del género. El error aquí pasa por el guión, que presenta agujeros por todos lados. De un thriller policial se pasa a alguna que otra escena de terror muy bien ambientada para luego desencadenar en un drama aleccionador sobre el poder de la fe. Así es como el giro narrativo que se da en los últimos minutos del filme termina arruinando todo lo construido anteriormente, dejando bronca y decepción porque el misterio al final se resuelve de una forma cero convincente. En cuanto a la labor de los actores, Federico Bal hace lo que puede con las precarias líneas de diálogo que le tocaron. Lo mismo sucede con Sofía Del Tuffo, que en “Luciferina” (2018) salía mucho mejor parada. Carla Quevedo tiene una participación tan corta como en “El secreto de sus ojos” (2009), por lo que ni siquiera se puede armar una opinión. Marcelo Sein sí funciona al dar vida a Julio, compañero de trabajo de Lorenzo que por lo menos consigue sacar un par de risas. Con una música súper fuerte que llega a aturdir y no encajar, “Crímenes imposibles” termina echando a la basura, por culpa de su patético desenlace, la poca originalidad con la que contaba. Una lástima porque en un principio, a pesar de sus clichés, la historia resultaba atrapante.
Busca contar un cuento por el solo hecho de hacerlo, un arte bastante olvidado en el cine de hoy. No vamos a mentirle: la película tiene defectos. Hay crímenes difíciles de resolver, un investigador con un trauma, un ambiente clerical y una monja joven quizás poseída. La ensalada no siempre funciona, pero busca contar un cuento por el solo hecho de hacerlo, un arte bastante olvidado en el cine de hoy. Eso es un logro no menor, incluso si la factura final es menos de lo que se busca.
Parece ser que, tras un accidente de tránsito, Lorenzo (Federico Bal) deja su vocación de escritor para convertirse en detective. Investiga, sin mucha suerte al principio, una serie de crímenes. El destino cambia cuando conoce a Caterina, una monja que se adjudica los asesinatos, dándole información que sólo alguien que estuvo en el momento en que se perpetraban podría tener. Empiezo la reseña con “parece ser que” porque en Crimenes imposibles las apariencias no son de fiar. Empezando por su protagonista. Fede Bal logra despegarse por completo del personaje mediático y componer un detective sólido y creíble, incluso con cambios a su look habitual. Lo apuntala en ese sentido la ya experimentada en cine de género Sofia del Tuffo (Luciferina), que le da cuerpo a la misteriosa y por momentos ambigua monja. El argumento tiene un par de vueltas de tuerca que, como siempre, resultan más o menos sorpresivos de acuerdo al bagaje que tenga el espectador. En este caso, cuanto menos sepas de cine mejor, porque algunas fórmulas pueden identificarse enseguida y reducir el impacto del final. A pesar de ser una producción que contó con cierto presupuesto, quiero decir que no es autogestionada, por momentos algunas ambientaciones se ven despojadas, quizás improvisadas o resueltas con desgano. Entonces, determinados elementos que vaticinan qué es lo que está pasando en realidad quedan demasiado en evidencia, y como decía antes, si lo que se plantea es un final sorpresivo y el espectador puede deducirlo por anticipado gran parte de la construcción general pierde efecto. Sin embargo, esto no repercute en gran escala en el apartado visual, que se construye con mesura y sobriedad, sin abusar de efectos generados en post producción. Y ya que vengo repasando los puntos flojos, podemos sumar en la balanza algunas líneas de diálogos que se notan muy acartonadas, y son una pena porque hay un delineado de personajes interesante, que desarrollaré luego, pero que se resiente un poco ante algunas frases poco naturales. Pero, que el árbol no tape al bosque: el regreso de Hernan Flinding a la dirección supone una película que genera ambientes de ensoñación y confusión muy interesantes, además de tener la capacidad de poner en boca de los personajes una serie de dilemas éticos y morales que son un plus. No hay que menospreciar cuando nos proponen pensar en algo más grande que la trama, y aquí se da una linda posibilidad. La película es más que una historia sobre posesiones, visiones y crímenes inexplicables, y lo logra gracias a la profundidad de sus personajes. Tanto Lorenzo como Caterina son criaturas ambiguas, con contradicciones, que muchas veces están perdidos y no tienen en claro dónde depositar su fe, pero estos grises son lo suficientemente sutiles como para mantener su construcción dentro de lo que podemos denominar como personajes clásicos. No hay buenos, no hay malos, hay seres complejos que se asemejan mucho a la realidad. Y es en este sentido que quizás estamos más cerca de un drama que una producción anclada firmemente en el género: más allá de la extrañeza del ambiente general y el terror psicológico que genera por momentos, falla cuando se propone de modo deliberado asustar. Y falla porque recurre al jumpscare. Sin embargo, hay tantas películas que abusan de este recurso y ni siquiera esbozan una historia, esta es también una falla que podemos pasar por alto. Crímenes imposibles es un poco como sus propios personajes: a priori y por prejuicio uno puede ubicarla dentro de las películas que no vería. Pero, si se entra en clima y se sumerge de lleno en el universo, el resultado es satisfactorio.
Hernán Findling (“Breaking Nikki”, 2009) llega a los cines con “Crímenes imposibles” su quinta película, con guion de Nora Leticia Sarti. En 90 minutos de duración el film recorre varios géneros y arma el relato como las piezas de un rompecabezas. Federico Bal protagoniza éste thriller psicológico sobrenatural, con mezcla de policial y noir, donde nada es lo que parece y vemos a un policía y a una monja involucrados en una historia llena de giros, dentro de un dualismo casi onírico. Tras la muerte de su hermana menor debido a una enfermedad, Lorenzo (Federico Bal) se va de vacaciones con su familia, a la que deja relegada por la novela que está escribiendo. Ocurre un accidente y Lorenzo despierta en un mundo distinto, sin su familia, donde es un duro policía que investiga el caso de Caterina (Sofía del Tuffo), una monja con visiones demoníacas, quien parece ser responsable de muchos crímenes acontecidos en los últimos tiempos. Así, se suceden eventos sangrientos donde Lorenzo intenta descifrar el mal que acecha a la joven religiosa. Desde el primer avance de la película, todas las miradas se centraron en Federico Bal y su protagónico. El actor se supo separar del costado hiper mediático y demuestra su talento y su posibilidad de crecimiento en la interpretación dramática. Además, Sofía del Tuffo (“Luciferina”, 2018) de a ratos se roba la pantalla con el personaje de la monja poseída. Acompañan de manera correcta Carla Quevedo, Guido D’Albo, Daniel Alvaredo y Marcelo Sein. El guion de Sarti está bien, si pasamos por alto la descripción excesiva del protagonista y los saltos, en la primera parte, que no se sabe qué es lo que deparará el relato. Aunque inverosímil, la manera de narrar los cambios de personalidad que atraviesa el personaje principal de un mundo a otro es llamativa. Es una historia que necesita tiempo, vale la pena ver hasta el final inesperado. Además, la música de Gustavo Pomeranec llena algunos baches agregando buena dosis de tensión a ciertas escenas. Con algunos diálogos rozando lo ridículo, la historia se debate entre lo real y lo onírico, siendo entretenida la mayor parte del tiempo. Quizás está desaprovechada la pelea entre lo racional y lo místico, pero igualmente el thriller psicológico siempre está presente, así sea como forma de mostrar el camino a la redención del protagonista. “Crímenes imposibles” se instala como una nueva obra de género de nuestro país, y eso ya es motivo para ir a verla.