Fábula (des)animada con moraleja ecologista Sin llegar a ser una gran película, el Martín Fierro en versión Fontanarrosa que en 2007 presentaron Norman Ruiz y Liliana Romero tenía varios aspectos narrativos y visuales interesantes por lo que podía esperarse un nuevo paso adelante con esta transposición de otro clásico, en este caso el de Horacio Quiroga. Con la experiencia adquirida y con los tres años de distancia (una eternidad en cuanto a desarrollo tecnológico dentro del campo de la animación), casi no había dudas de que nos íbamos a encontrar con un film mejor. Lamentablemente, no fue así y lo digo con absoluta decepción. Estos Cuentos de la selva resultan precarios (por ser generosos) en el terreno artístico y decididamente aburridos en cuanto a su historia y su narración. Quienes me leen saben que no soy patriotero ni pro-Hollywood, pero si esta es la gran apuesta nacional para enfrentar en estas vacaciones de invierno a la notable Toy Story 3 y a la mediocre Shrek para siempre, la batalla está perdida de antemano. La película está mucho mejor dibujada y coloreada que animada. Me explico: las figuras de lo animales son atractivas, pero sus movimientos lucen toscos, sus rostros carecen de expresividad y así la cosa se hace muy cuesta arriba. Para colmo, el tratamiento carece del humor, de la empatía y de la chispa que un producto infantil (familiar) exige a gritos. Hay cosas básicas, imperdonables a esta altura: dentro de una misma escena, por ejemplo, se alternan fondos fijos y otros en movimiento (como si el viento o el agua de golpe se detuvieran por completo y a los pocos segundos todo volviera a seguir su curso). Tampoco hay demasiados hallazgos en cuanto al trabajo con las voces, las canciones ni las coreografías. Lo que queda, entones, es una obvia fábula ecologista sobre los peligros del desmonte indiscriminado en la Mesopotamia que genera sequía, contaminación y falta de comida para los animales. Las especies locales -en peligro de extinción- se rebelerán contra "La Bestia" (léase los insensibles humanos con sus arrasadoras maquinarias), mientras que un niño será el despertar de las conciencias. Poco, muy poco (increíblemente poco) para esta (des)animada versión de la obra maestra de Quiroga, que merecía mucha mejor suerte en el cine.
Conciencia ecológica Una historia clásica con un claro mensaje ecologista es la propuesta del binomio de directores compuesto por Liliana Romero y Norman Ruiz en Cuentos de la selva (2010). El film, basado muy libremente en el clásico literario de Horacio Quiroga, por momentos peca de una incredulidad demasiado naif para los tiempos que corren. En la selva todo se desarrolla con normalidad. Pero ese día no será un día cualquiera sino que tal vez sea el fin de años de libertad. La mano del hombre va a terminar con todo lo que se le cruce por el camino para saciar su ambición y así construir un imperio. Sin importarle nada, “La bestia” arrasará con años de forestación y los animales ya no tendrán dónde vivir. Pero si se unen, tal vez logren cambiar las cosas o al menos la mentalidad de algunos. Con una línea ideológica bastante clara, cuyo lema es el de sembrar conciencia ecologista, Cuentos de la selva no se permite desviarse de lo políticamente correcto para ironizar sobre la temática planteada y que esto se entienda como un doble discurso. Co lo políticamente correcto es subrayado a rajatabla, el film pierde a la hora de ironizar sobre los planteos ecologistas lo que lo vuelve demasiado formal. Ante un planteo tan esquemático y sin lugar a la utilización del humor, la trama demasiado básica y elemental va destinada a un público demasiado pequeño en edad, un error que le puede llegar a costar caro ya que es muy difícil que el público adulto llegue a disfrutar del film debido a la falta de patrones identificatorios. La animación mantiene el carácter autóctono de los personajes creados por Quiroga y eso le da cierta libertad para evitar la típica y molesta comparación que indudablemente se va a realizar con otros productos en cartel como Shrek para siempre (Shrek Forever After, 2010). Queda en claro que por costos y niveles de producción comparar no sería justo, pero hay que decir que si bien Cuentos de la selva no sorprende, sale airoso en el tratamiento estético de la imagen como en el diseño sonoro, con el agregado de una correcta y pegadiza banda musical. En momentos en donde el 3D y la animación de los grandes estudios como Disney - Pixar baten récords de taquilla, Cuentos de la selva es un producto menor realizado con buenas intenciones, pero nada más que eso. De haberse corrido un poco de la corrección política y jugado un poco más con el humor, el resultado hubiera sido otro. La crítica de quien escribe estas líneas, también.
Un cuento en 3D Con un enfoque puramente ecologista los directores se sumergen a contar una historia ineludible, pero sin un considerable gancho como para atraer al público. La cinta basa su narración en el clásico literario de Horacio Quiroga, con alguna que otra modificación, poniendo al espectador como testigo de los crímenes que el hombre ocasiona al planeta. La escena transcurre en la tranquila selva americana, donde todo cambia con la llegada de unos barcos llenos de camiones y máquinas. Oncade, es un hombre obsesionado con su trabajo, que está en la selva con su hijo, Tomy, de 8 años y presta servicios para el millonario señor Davius, que está a punto destruir la selva tropical. El Yaguareté es el que advierte a los demás animales del peligro por venir. Y mientras la mayoría no creen lo que dice, el coatí, que ha visto las maquinas, tiene miedo pero hará algo para evitar la extinción de todo y todos. Tomy, no muy convencido con los planes de su padre, decidirá ayudar a los animales. Esto dará inicio a una lucha, donde algunos animales resisten y otros tratan de escapar. Mientras el coatí tratará de convencer a todos para que se queden y peleen por lo que les pertenece. Podría decirse que es un clásico cuento que, como tantos, es llevado al cine. Lo que da pena es la falta de dinamismo en los diálogos y hasta la poca (o nula) crítica política sobre la desforestación. Incluso, como lo ocurrido en Plumíferos, no siempre es interesante escuchar voces que no provengan de los profesionales del doblaje, ya que el color y la entonación en la voz de los encargados de esa tarea, es otra y se nota claramente. Los efectos visuales, si bien se sabe que no se está hablando de una súper producción de Disney o Pixar, es pobre. Y en los tiempos que corren no es una condición sine qua non el realizar un film en animado en 3D. Se puede realizar simplemente en 2D y dar más hincapié a los detalles y diseños para que los chicos vean y se sientan atraídos por el film. No, como en este caso, que solo los más menudos pueden sentirse cómodos con la propuesta. Cuentos de la selva no es más ni menos que un cuento animado que tal vez en un mañana pueda ser proyectado en los colegios y jardines, pero por ahora: solo en cines.
Chicos y bichos, para salvar los bosques Cuentos de la selva, la película animada argentina, adapta varios de los conocidos cuentos de Horacio Quiroga Con indudable pericia, Jorge Maestro, Horacio Grinberg y Axel Nacher adaptaron algunos de los cuentos de Horacio Quiroga que hablan de la relación del hombre con el medio ambiente, del respeto por la vida, de la destrucción y de la preservación de la naturaleza. Aquí, los animales que habitan la selva observan que llegan enormes camiones y grúas para convertir a ese lugar paradisíaco en un moderno espacio turístico. Los árboles son derribados y todo amenaza con transformarse en un infierno para la fauna que vive allí. Oncade, un hombre obsesionado con su trabajo de peón, lleva a su tarea cotidiana a Tomy, su hijo de ocho años, quien ve con enorme desesperación la forma en que el millonario empresario Davius planifica la destrucción de la selva tropical. Un yaguareté toma conciencia de esta amenaza y advierte a los demás animales sobre lo que ocurrirá cuando no haya más árboles, más sombra, más agua y, en definitiva, más vida. Esto dará comienzo a una gran lucha. Sin embargo, finalmente toda esa gran fauna se dará cuenta de que sólo luchando juntos podrán ganar la batalla contra sus enemigos humanos. Los guionistas lograron adaptar en forma amena y didáctica los cuentos de Quiroga, y así este dibujo animado, con fondos realizados a mano, se convierte en un entretenido pasatiempo. Las voces del cantante folklórico Abel Pintos como el coatí Ku; de Rubén Stella como el yaguareté que se transforma en capitán de los animales en rebelión; de Santiago Rovito, que presta su verbo al pequeño Tomy; de Cristina Murta, que otorga sus palabras a una simpática lechuza, y del resto del elenco supieron dar con indudable simpatía la forma en palabras que necesitaba ese grupo de seres de la fauna amenazada por la codicia y por la necedad de los humanos.
Una fábula ecologista El filme nacional animado, que va el jueves, recrea personajes del libro de Horacio Quiroga. Cuentos de la selva , filme animado de Liliana Romero y Norman Ruiz que se estrena el jueves, no adapta a la animación a cada uno de los relatos de este libro de Horacio Quiroga. Toma y transforma a ciertos personajes, intenta capturar el ambiente vívido y sensorial del escritor uruguayo, y los utiliza en una suerte de fábula ecologista para chicos, que, en el plano visual, combina técnicas de 2D y 3D. Romero y Ruiz conocen el ida y vuelta entre literatura y cine de animación: su anterior trabajo fue Martín Fierro , que contaba con dibujos originales de Roberto Fontanarrosa. “En el caso de Cuentos... recibimos el guión terminado de manos de Jorge Maestro. Se trata de una historia particular con nudos basados en las historias de Quiroga. Pero la animación es muy dinámica y todo fue modificándose, tomando otra dimensión, a medida que avanzaba la producción de la película. A veces por un actor que encontraba un tono propicio para un personaje; a veces por el hallazgo de un dibujante. Armamos este filme como a un verdadero rompecabezas”, explica Romero, licenciada en artes plásticas. Para diseñar a cada animalito de animación, los directores se basaron en máscaras guaraníes. “De ahí tomamos a representaciones autóctonas, como la del yaguareté -agrega Ruiz-. Pero, nobleza obliga, los diseños respondieron sobre todo a nuestro presupuesto, que no era precisamente holgado para una estética 3D. No podíamos, por ejemplo, hacer animales con pelaje ni plumas. No podíamos intentar parecernos a Pixar. Así fue como trabajamos las texturas con pinturas, lápices y pinceles. Le dimos el perfil estético de esas artesanías misioneras. Trabajamos combinando óleo, para representar el paisaje selvático, y animeé: como en Martín Fierro ”. Cuando se les pregunta con qué armas piensan competir contra los tanques extranjeros animados en cartel, Romero apela a la honestidad brutal: “Sobre todo, rezamos mucho. No dejamos un solo Dios del Olimpo afuera. Y, en lo cinematográfico, tuvimos claro lo que queríamos contar y confiamos en nuestra línea de producción, digamos, más artesanal, aunque la palabra artesanal puede sonar despectiva. Lo claro es que no tenía sentido intentar imita a Pixar o a Disney. Ellos trabajan en un nivel que no se puede superar en países como la Argentina. Lo mejor es mirar sus productos comiendo pochoclo y apostar a una alternativa que nos representara más”. En la película, los animales -algunos desde este mundo y otros, de especies extinguidas, desde el más allá- se muestran temerosos o indignados con “La Bestia”. Acertó: el hombre destruyendo su habitat. Pero los seres humanos no son mostrados de un modo plano: algunos son brutales y materialistas; otros ingenuos o genuflexos; otros (otro) bondadosos y comprensivos: es el caso de Tomy, un chico de 8 años, hijo de un trabajador. Una rareza: hasta la hora de película -a quince minutos del final- no aparecen los rostros de los humanos adultos. Dice Ruiz: “Decidimos no mostrar a los humanos hasta que tomaran la decisión de desforestar. Acomodamos la línea de producción a mover cuerpos y no mostrar los gestos. La cámara encuadra a la altura del nene y de los animalitos”. Algunos de los principales, un coatí, su pareja (heterosexual) y un yaguareté son interpretados -vocalmente- por Abel Pintos, Eugenia Tobal y Rubén Stella. “Ese trabajo es muy complejo porque tienen que grabar cuando todavía no vieron nada. Gabriel Rovito le puso la voz a un personaje muy simpático, el loro que habla con acento paraguayo, y también a los flamencos. Para encontrar estas voces se puso broches en la nariz”, cuenta Romero, quien ya está trabajando en su próxima película, Anida
La revuelta de la selva Los mismos directores de Martín Fierro, la película optaron esta vez por una historia basada en los cuentos de Horacio Quiroga, con sus personajes y lugares típicos. En la selva misionera vive una comunidad de animales variados que corre peligro porque “la bestia”, como ellos llaman al Hombre, está terminando con los árboles y la comida. El yaguareté y los cocodrilos son los primeros en darse cuenta de la situación; pero mientras el felino trata de advertir a los demás, los otros trabajan por su lado. Pronto el resto de los animales toma conciencia y tratan de detener juntos al destructor. El film se centra en un mensaje claro y explícito: es necesario respetar y cuidar la naturaleza, ya que sin ella la vida es imposible. Habla de las especies en extinción, de las que están ya extintas, pero también de la posibilidad de frenar este mal y de las bondades del trabajo en equipo. Mediante cuidadosas y artesanales técnicas de animación y pintura, se plasma en la pantalla una diversidad de plantas, árboles y cursos de agua característicos de la zona recreada. Entre los protagonistas de la historia hay una pareja de coatíes, monos, una lechuza, un loro, flamencos, serpientes, un oso hormiguero, el yaguareté y cocodrilos. Hay además un grupo de hombres que desforestan la selva, entre los cuales están el señor Oncade (trabajador obsesivo que responde al inescrupuloso Davius) y su hijo Tomy. El niño tiene ocho años y se hace amigo de los animales; representa la esperanza y el futuro, significados que se transfieren a la historia para llegar a un final feliz. Cuentos de la selva habla de manera muy simple de temas importantes que necesariamente despiertan la necesidad de tomar conciencia. Pero no logra despertar mayor interés –quizás sí lo haga en niños muy pequeños, que estén en edad preescolar-, por varios motivos. Por un lado, los personajes parecen haber sido realizados hace muchos años atrás, cuando no se contaba con las actuales técnicas que otorgan dinamismo y posibilidades de creación de movimientos gráciles. Se eligió en este caso para su diseño las máscaras con las que los pueblos originarios representan a los animales autóctonos; una idea valiosa pero poco atractiva para niños que están acostumbrados a las animaciones del estilo de las de Disney. Sumado a ello, Oncade y su hijo se parecen mucho a los play mobil, muñecos rígidos, sin forma ni gracia. Quienes dieron sus voces a los protagonistas, por otra parte, no logran una composición unificada. Tobal pone la voz a la coatí Ki y transmite euforia y optimismo continuamente; pero Abel Pintos (el coatí Ku) no acompaña y parece siempre deprimido y sin fuerzas. El guión, además, no ayuda; es débil y varias líneas de texto parecen caprichosas. Se transforma así en un relato que aburre. A pesar de los errores y decisiones poco acertadas, seguramente el mensaje llegará al corazón de todos los niños; quizás también puedan, en el futuro, verse los resultados.
Palitos de la jungla Esta película coproducida por argentinos y uruguayos está inspirada en un libro que es considerado un clásico de las letras latinoamericanas, Cuentos de la selva, conformado por nueve narraciones cortas escritas por un escritor “oriental”, pero afincado en nuestro Litoral, llamado Horacio Quiroga, y publicado en 1918, algunos años antes de su trágico y célebre deceso. El autor de esta adaptación verdaderamente “libre” de aquellos relatos es Jorge Maestro, un conocido guionista televisivo porteño. Los encargados de llevarlos a la pantalla grande, un dúo de cineastas llamados Liliana Romero y Norman Ruiz, los mismos que después de años de labor silenciosa se dejaron ver en primeros planos cuando recayó en ellos la interpretación gráfica de ese símbolo de la tradición histórica y cultural argentina que es el Martín Fierro y que el humorista, escritor y dibujante Roberto Fontanarrosa impulsó en sus últimos años. Cuentos de la selva se anuncia como una película de “acción y aventura” para chicos y eso precisamente es lo que ofrece. Un grupos de animales con nombres guaraníes como el coatí, el yaguareté y el yacaré, participan de la resistencia que la naturaleza le opone al progreso en esta historia. Las topadoras están destrozando la selva para convertirla en zonas de mayor rentabilidad, la supervivencia del ecosistema está en peligro, y los bichitos encuentran el modo de infiltrarse en las filas enemigas por el buen corazón de un niño, hijo de uno de los empleados, que ve el peligro acechante detrás de la civilización desbocada y decide actuar contra éste. Esta fábula del progreso versus ecología peca en el diseño de algunos personajes y en ciertos clichés del guión. Gráficamente, lo más logrado sea tal vez la representación del contexto vegetal, en primer lugar; y en segundo, el diseño de los personajes de la fauna, donde sobresalen algunos sobre otros. Las palmas, helechos, enredaderas, junto al resto de la flora verde, más la portentosa y colorida flora de la jungla, colaboran fundamentalmente con el costado sensorial del espectáculo, y aunque su protagonismo no esté resaltado en la historia, se los disfruta aun cuando nunca salgan del supuesto segundo plano.
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La unión hace la fuerza. En la obra de Horacio Quiroga la naturaleza juega un rol protagónico. No es mero paisaje. En sus historias, el ensañamiento del hombre con el medio ambiente se paga caro. El precio es la vida. En la versión para niños de sus cuentos que llega a la pantalla grande de la mano de los realizadores de “Martín Fierro”, Liliana Romero y Norman Ruiz, y el guionista de TV Jorge Maestro su mirada feroz aparece atenuda. Amenazada por la tala indiscriminada del hombre, flora y fauna de un paraje paradisíaco se ven amenazadas y deciden hacer lo que sea necesario para salvar su hogar. Un niño, hijo de uno de los peones que trabaja en el obraje, los ayuda. La unión, claro está, hace la fuerza. La batalla es ardua, pero, como mandan las reglas del cine, el final es feliz. Esperanzador. Y eso es lo que importa.
Puro cuento Ante la pregunta de si es por falta de tecnología o de talento, la respuesta se complica. Un guión -incapaz de generar empatía o un atisbo de sonrisa- de Jorge Maestro (El sodero de mi vida) sumado a una animación –créase o no- poco animada, convierten está fábula ecologista en un verdadero bodrio. Y es probable que no se cuente con la tecnología de Pixar o Dreamworks, pero eso no justifica la seguidilla de imágenes lavadas y estáticas que conforman Cuentos de la selva. Este es el caso de una película que carece de virtudes. La Tobal -con una vocecita aguda y unos diálogos aggiornados - en su papel de coatí concheta hace lo que puede, y eso es muy poco. Ni ella ni Abel Pintos, ni ninguno de los actores que dan voz a estos personajes logran darle expresividad a esos bichos impávidos, a excepción del lorito paraguayo que probablemente sea lo más destacable. La banda de sonido sufre las mismas vicisitudes que el guión, carece de eso que llamamos onda, por no decir que parece un revival de lo peor de Lerner en los ochenta. Basada en los Cuentos de la Selva de Horacio Quiroga, toma y transforma a ciertos personajes – tortuga salvadora, flamencos con medias de víboras, etc.- que se dan cita en la selva misionera para enfrentarse a los humanos y salvar su hábitat. Se sabe que varias organizaciones ecologistas apoyaron esta película por su mensaje conservacionista y que los productores se comprometieron con esa causa al punto de donar lo recaudado en la avant premiere a la Fundación Vida Silvestre. Para hacerle justicia, alguien debería inventar un Save The Quiroga para que no sigan pasando estas cosas.
Otra muestra de lo pobre que puede ser la animación nacional. Hay algo contradictorio y que molesta en Cuentos de la selva, nueva obra animada de la dupla Liliana Romero y Norman Ruiz, y que molesta mucho más en el contexto de una película que -valga la paradoja- no molesta: no es un film invasivo desde el marketing como ocurre con el cine de animación actual, no es prepotente, es bondadosa y hasta está hecha por causas nobles, como que los chicos aprendan a cuidar y proteger lo natural y, más aún, lo propio. Claro está, esto último es positivo si suspendemos el discurso crítico y dejamos pasar la bajada de línea y la manera poco sutil en que el mensaje está insertado en el guión. Pero hay otra cosa para rescatar: que sus autores hayan adaptado a Horacio Quiroga y, lejos de cualquier pose, esto sirva para apuntalar la necesidad de atesorar lo nuestro. Fundamentalmente nuestra cultura. Aquello que molesta soberanamente en Cuentos de la selva es un mal del cine animado nacional de Patoruzito a la fecha: la mezcla de animación digital (que se utiliza en los personajes) con tradicional (que se utiliza para los fondos y paisajes) da por resultado un cambalache visual, escasamente satisfactorio y que atenta contra la plasticidad que debe tener el relato. Y, mucho peor, en este caso contradice flagrantemente lo discursivo del film. Si la película contrapone la naturaleza con lo humano, como la invasión de lo nuevo y la modernidad sobre valores que la naturaleza parece representar y mantener; entonces la presencia de lo digital corrompe soberanamente la placidez de cada plano del film. En Cuentos de la selva vemos, entonces, cómo hermosos fondos en tono pastel se ven violentados por personajes digitales que pecan de artificiosos, por no hablar de una animación rudimentaria y que en tiempos de Pixar y Dreamworks no hace más que -lamentablemente- dar vergüenza. Y decimos esto no sin pesar, porque una película noble como esta se merece un mejor resultado. Que los chicos elijan ver Shrek y no Cuentos de la selva ya no nos habla de una intromisión del marketing, sino simple y sencillamente de diferencias que saltan a la vista. Lo digital en Cuentos de la selva afecta la narración, ralentiza cada instancia en la que aparecen los personajes y le resta movimiento a una película que, apelando a la aventura, es profundamente estática. Creemos que es válido el debate, porque ya ha pasado en otras películas nacionales mejores en resultados como Boogie el aceitoso, por ejemplo, donde la convivencia de estéticas no se da plácidamente, sino por medio del choque. Decimos, un debate en el que se plantee que por correr detrás de lo que el mercado parece reclamar terminamos apostando a cambalaches como este. Uno que se sincere y reconozca que hoy por hoy no se cuenta con la tecnología o los autores adecuados como para hacer un cine digital de calidad. Y, claro está, que tome conciencia de que la animación tradicional es todavía posible y que una obra como la de Miyazaki se vale de las ideas por sobre la técnica. Mientras no tomemos conciencia de clase seguirá pasando esto con el cine animado argentino: películas feas, pobres y destinadas al olvido inmediato.
Se les escapó la tortuga La frase “el fin justifica los medios” no siempre se cumple. Muchas veces un objetivo digno y valorable no autoriza al uso de maneras o formas desleales, pobres o frágiles. Este es el caso de Cuentos de la selva, film de animación nacional dirigido por Liliana Romero y Norman Ruiz, que por expresar un loable mensaje ecologista utiliza un flojo trabajo cinematográfico. La película, basada muy libremente en el clásico literario de Horacio Quiroga, se inicia en un día normal en la selva. Cerca de allí, hay un puerto donde los barcos están llegando llenos de camiones y máquinas. El yaguareté advierte a los demás del peligro por venir. Los animales no creen lo que dice, pero el coatí, que ha visto las máquinas, tiene miedo. Esto dará inicio a una lucha muy grande: algunos animales resistirán el avance del hombre en la selva. La película desde su inicio plantea un pobre trabajo visual, mezclando animación digital (que se utiliza en los personajes) con tradicional (que se utiliza para los fondos y paisajes) que provoca confusión y extrañez en el espectador. La combinación crea una sensación de artificialidad que lleva a que nunca resulte creíble lo que se está narrando, por muy poco verosímil. A esto se suma el pésimo trabajo de las voces de los personajes que en ninguna oportunidad interpretan los textos sino los leen directamente, sin matices ni colores en su relato, como para generar algún tipo de empatía con los animales que están representando. Y a su vez, un guión muy flojo que en ningún momento genera tensión o atractivo, siendo previsible, aburrido y sin sentido, terminan de componer un producto que parece haberse realizado hace muchos años cuando el género de animación recién comenzaba y era bastante difuso. Pero en tiempos de Pixar, Dreamworks, entre otros, se espera por lo menos la explotación de los elementos y se adapten a lo que se quiere hacer localmente, más allá de la gran diferencia de dinero y posibilidades que hay entre ambos “mundos”. Solamente la búsqueda de brindar un mensaje ecologista (incluido de una manera demasiado subrayada, burda y agobiante, que sólo genera irritación en vez de conciencia) es el único punto aceptable de Cuentos de la selva, que para quien escribe es más un insulto que un homenaje para un reconocido escritor como lo fue Horacio Quiroga.
SOS: peligro de extinción Cuentos de la selva es un film de animación nacional basado en los relatos de Horacio Quiroga. Con un fuerte mensaje ecologista que se repite de forma insistente, la película presenta a un grupo de animales que resisten contra el embate del ser humano que pretende destruir la selva donde habitan. No hay duda de que hacer cine de animación es difícil y costoso, y desde ya, el trabajo de quien encare esta forma de cine es muy grande. También queda claro que la propuesta del film no es la misma de las grandes películas de animación estadounidenses. Pero la realidad es que, más allá del esfuerzo y del deseo de generar una alternativa, Cuentos de la selva es una película que falla por todos lados. Algunos escenarios interesantes y el concepto por detrás del diseño de los animales son el bosquejo de una propuesta que no llega a desarrollarse. Ni siquiera en televisión y con una duración más breve funcionaría la muy primitiva animación que aquí se ve. Desde el punto de vista técnico, se trata de un film muy difícil de aceptar. No sólo queda mal parado si se lo mide con los parámetros del cine de animación industrial, sino también en comparación con films artesanales como los de japonés Hayao Miyazaki (El viaje de Chihiro), que demostró hace tiempo que no hace falta ser hollywoodense para brillar en este género. Pero tampoco ayuda un guión torpe y básico hasta superar los límites de lo tolerable, ni un doblaje de voces que jamás logra ser efectivo. Visualmente, la narración no funciona y la película se convierte así en una experiencia no sólo fallida, sino también muy aburrida.