Detrás de la imagen Damiana Kryygi (2015) nos presenta un hecho aberrante del pasado relacionado con una niña del pueblo Aché del Paraguay. Su rostro en la fotografía tomada por antropólogos hace más de cien años (imagen del afiche de la película), sorprende por la humillación que esconde. Tras esas pistas, el director Alejandro Fernández Mouján (Los resistentes) indaga en la investigación del caso, tratando de esclarecer la humanidad olvidada detrás de la persona. La historia comienza en 1896, cuando la niña Aché de tres años sobrevive a una masacre perpetuada por colonos blancos y es secuestrada y rebautizada por ellos como Damiana. A la edad de catorce años es internada en una institución neuropsiquiátrica y obligada a ser fotografiada desnuda para experimentos antropológicos en 1907. Al poco tiempo muere de tuberculosis y su cadáver es enviado al Museo de Berlín para ser analizado como objeto de estudio, tras considerar a la comunidad de la cual proviene, como el eslabón perdido con la edad de piedra. Su pueblo busca repatriar sus restos hasta nuestros días. El documental plantea varias vertientes mientras reconstruye el caso mediante datos oficiales, recuerdos y pistas faltantes. Por un lado la idiosincrasia de la época en el marco de la dictadura paraguaya que masacraba comunidades con el lema civilización versus barbarie (que explica el por qué jamás de le prestó atención a la expresividad de la fotografía). Por otro, la necesidad y el dolor de la comunidad Aché de recuperar a uno de sus tantos miembros muertos/desaparecidos. Subsanar una herida, el trabajo sobre la memoria y el reconocimiento del otro con sus particularidades y diferencias. Mouján oficia de narrador en el relato para estructurar una historia diseccionada, tanto por el tiempo transcurrido desde entonces, como por la poca repercusión que tuvo el destino de los pueblos originarios en toda América. Su fin es articular pasado y presente para armar su discurso: Desde el presente poder reconstruir el pasado, reflexionar sobre él y generar consciencia sobre la naturalización social de las aberraciones cometidas. El recorrido del documental es un acercamiento a los varios puntos de vista y cosmovisiones sobre el caso, con más preguntas que respuestas, rodeando la angustia que la imagen de Damiana sugiere. En esta interesante indagación están las bases de este profundo trabajo de investigación, crudo y filosófico sobre los motivos aún desconocidos, ya no de la expresión de Damiana, sino del comportamiento humano.
Testimonios de una masacre A partir de una fotografía de una adolescente aborigen desnuda, Alejandro Fernandez Mouján reconstruye la historia de Damiana, cuyo grupo familiar guayaquí, hoy llamados aché, fue masacrado en Paraguay, junto a la frontera con Argentina, por los colonos blancos, en uno de sus enfrentamientos ancestrales que todavía perduran hoy. La niña sobreviviente moriría en 1907, pero antes, en su pubertad, vivió en casa del Dr. Alejandro Korn, director del neuropsiquiátrico Melchor Romero. Damiana fue internada allí a los 14 años por su liberalidad sexual y falleció poco después, de tuberculosis. Sus restos fueron trasladados al Museo de La Plata para su estudio racial, práctica que era habitual y considerada normal en la época. En 2010, más de 100 años después de esas muertes, el Museo restituye a la comunidad aché los restos de la niña –hoy denominada Kryygi, casi todos los apellidos alché terminan con la misma sílaba- y los objetos que pertenecieron a ese grupo humano masacrado, para ser repatriados. Otro detalle macabro de esa historia dolorosa es que al cuerpo de Damiana le faltaba la cabeza, ya que pasó a formar parte de “la colección” de un hospital de Berlín que deseaba estudiar sus rasgos antropológicos. Para ello se envió allí el cráneo, el cerebro, la lengua, y su cabellera, que despertaba peculiar interés para el estudio de sus características raciales. Tal la historia de una niña “cuyo destino de cautiva fue solamente ser material antropológico”. El documental de Fernández Mouján, realizado con sensibilidad y respeto y también en un tono solemne, constituye una denuncia sobre los abusos a que son sometidos aun hoy los pueblos originarios, obligados a incorporarse a culturas ajenas, sin preparación ni transición alguna, de manera autoritaria. Y la de Damiana es la historia de los vejámenes sucesivos que sufrió un individuo que puede encarnar a toda una comunidad. La repatriación de los restos se realiza en una ceremonia que lleva a cabo un pueblo conmovido por la significación del acto, que busca concientizar el uso abusivo de restos mortales que realizan las instituciones, con fines científicos. Y ellos por su parte, intentan la reparación de su memoria, con la veneración de la tierra donde está enterrada. El documental es también el testimonio de otro exterminio: el de los bosques y montes paraguayos, que desde aquellos sucesos hasta hoy han casi desaparecido, dejando lugar a la agricultura mecanizada.
Con guion y dirección de Alejandro Fernández Moujan, éste es un documental notable: el minucioso itinerario de la restitución de los huesos de una adolescente de la etnia ache para darles sepultura en la tierra de sus ancestros. Secuestrada a los 3 años, en 1896, fotografiada desnuda a los 14 años, sus huesos repartidos entre la Plata y Berlin. Un rastreo impresionante.
El sostén de una cultura que resiste Tomando como centro de irradiación la historia de la protagonista, una adolescente de la tribu de los aché apropiada a principios del siglo pasado, el director expone la clase de relación que el conquistador sostuvo con los pueblos originarios del Cono Sur. La chica mira a la lente con la clase de mirada de quienes no se sienten amados por ella. En la foto está desnuda, en el plano no. Damiana Kryygi se niega a exponer a Damiana Kryygi a la misma humillación a la que la sometió el antropólogo alemán que le tomó la foto, con la intención de estudiar rasgos y características de los aché, a quienes el hombre blanco llamaba guayaquíes. En el momento de la placa, tomada en el frío mes de mayo en 1907, Damiana Kryygi tenía catorce años y sufría de tuberculosis. Dos meses más tarde murió. Haber posado desnuda, en un exterior, no debe haber colaborado con su restablecimiento. Tomando como centro de irradiación la historia de la protagonista, en Damiana Kryygi, Alejandro Fernández Mouján expone la clase de relación que el conquistador sostuvo con los pueblos originarios del Cono Sur. Yendo y viniendo desde fines del siglo XIX al presente, el documental revela sorprendentes continuidades y esperanzadores signos de ruptura.“Cuando miro esta foto me pregunto si es posible reconstruir su historia”, piensa Fernández Mouján, incluyéndose más que nunca en el relato. En la maravillosa Pulqui, un instante en la patria de la felicidad (2007), el realizador de Las Palmas, Chaco (2002) aparecía en cámara, porque ésa era la consigna. Aquí la narración en primera persona presupone un gesto más fuerte, una voluntad de implicación no sólo con el material, sino con el destino mismo de los protagonistas. Teniendo en cuenta el carácter protagónico que el realizador asigna a los aché, Damiana Kryygi también podría llamarse Los resistentes, su producción para televisión de 2010, que tenía por protagonistas a héroes y heroínas de la Resistencia Peronista.En Damiana Kryygi la relación entre contenidos y herramientas cinematográficas es tan meditada que la placa del comienzo la identifica sólo como Damiana, reservándose el Kryygi para el cierre. Sentido que la forma da: Damiana es el nombre que los blancos pusieron a la muchacha, Kryygi el apellido que los suyos le asignaron. El que va de la apropiación a la recuperación de la identidad es el recorrido histórico que los aché, pueblo de cazadores-recolectores del Paraguay oriental, hicieron desde tiempos de la conquista hasta hoy. Arco dramático que la película reproduce, imponiendo, en lugar de la linealidad histórica, una circularidad en la que pasado y presente tienden a replicarse.Damiana fue apropiada en 1896, a los cinco años, luego de que el grupo con el que se hallaba resultó masacrado por unos colonos, en punición por el carneo de un caballo. Llevada a casa de una familia blanca (así como casi un siglo más tarde los aché serían trasladados del bosque a la pradera), fue puesta como parte del servicio. Práctica conocida como “criadazgo”, vigente hasta hace muy poco tiempo. Tan poco que un hombre de menos de 50 años cuenta, en un dificultoso castellano –sometimiento al idioma dominante que no termina de consumarse–, su propia experiencia al servicio de una familia de hacendados. Una mujer más joven recuerda, entre lágrimas, la de su madre, cambiada en su juventud por una yunta de vacas.Tras su internación en el “manicomio” Melchor Romero –castigo a una sexualidad que se expresaba sin ataduras–, los restos serían estudiados y catalogados por el antropólogo alemán Robert Lehmann-Nitsche, que terminó seccionando y enviando su cabeza a Berlín en 1907, para el examen de sus “caracteres raciales”. El relato no sólo hiela la sangre, sino que testimonia la clase de relación que el conquistador estableció con el conquistado, presentando a la vez una obsesión que es imposible no ver como huevo de la serpiente nazi. De modo imprevisto, la Historia se ocuparía de dar un par de vueltas de tuerca reparadoras a la historia de Damiana. En consecuencia, a la de los aché en su conjunto, en tanto éstos tienen a la muchacha por icono del destino de su pueblo.Teniendo en cuenta el respeto que Damiana Kryygi guarda con la dosificación dramática y narrativa, esas vueltas de tuerca no deben ser contadas. Con una estructura pensada pieza a pieza –el pozo que se cava en las primeras escenas adquiere sentido en las últimas– y un tratamiento del espacio dirigido a envolver al espectador occidental y urbano en la espesura del que fue alguna vez hábitat de los aché (la soja se ocupó de que ya no lo sea), la técnica visual que Fernández Mouján impone con ayuda de Diego Mendizábal es de exquisitez infrecuente. Pero siempre al servicio de un sentido. Un travelling que asciende por el tronco de un árbol no representa un mero paseo decorativo, sino una lenta forma de inmersión en el sostén de una cultura que resiste.
La barbarie de la civilización En 1896 Damiana era Kryygi, el nombre que habían elegido sus padres, habitantes de la selva paraguaya de la etnia Aché. La niña había vivido en esa comunidad apenas tres años hasta que unos colonos masacraron a todos los que conocía y se la llevaron, la bautizaron como Damiana y la prepararon para que preste servicio como sirvienta, aunque las pésimas condiciones a las que se la sometió hicieron que terminara internada en un psiquiátrico, en donde la llegaron a fotografiar desnuda para documentar un estudio racial, dos meses antes de que muriera por tuberculosis. Su cuerpo fue mutilado en pos de esos bárbaros intereses científicos y mientras que la cabeza fue enviada a un hospital universitario en Berlín, el resto quedó olvidado en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. El documentalista Alejandro Fernández Mouján (Los resistentes, Pulqui, un instante en la patria de la felicidad, Espejo para cuando me pruebe el smoking) realiza una exhaustiva investigación que como todo buen thriller, va revelando el crimen que lo ocupa, en este caso un hecho que sucedió hace más de un siglo pero que en el relato no pierde la magnitud del horror a la que fue sometida una niña y su pueblo por el hombre blanco. Con la voz del propio Mouján que va hilando la búsqueda pero que también transmite un genuino horror por lo sucedido, la película tiene como centro la foto de la cautiva, la inenarrable tristeza de su mirada y desde allí, con el testimonio de miembros de los Aché, de los antropólogos, o en el acto de devolución del cráneo de la chica, hasta el entierro en el lugar que fue su tierra –ahora cercada por los cultivos de soja y mostrando las pésimas condiciones en que vive su pueblo en el presente–-, la investigación intenta y consigue devolverle una porción de dignidad a Damiana, que nunca dejó de llamarse Kryygi.
Las pesadillas de la ciencia En 1896, en la selva paraguaya, una niña de tres años de la etnia aché sobrevive a una masacre perpetrada por colonos blancos. Sus captores la bautizan con el nombre de Damiana y con el paso de los años, antropólogos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata convierten a la pequeña en objeto de interés científico en el marco de sus estudios. Damiana, a los catorce años, termina sus días internada en una institución psiquiátrica, donde sus autoridades la fotografiaron desnuda, antes de su muerte por tuberculosis, continuando con los análisis raciales que llevaban a cabo los investigadores. Luego de más de cien años, otro antropólogo identifica sus restos en el museo, aunque comprueba que falta su cabeza. Alejandro Fernández Mouján viajó con su cámara a la selva paraguaya, y allí, en largas conversaciones con descendientes de su etnia, hilvanan juntos su historia e intentan darle sepultura en la tierra de sus ancestros, aunque para ello deben recuperar su cabeza. hallada finalmente en el hospital Charité de Berlín. Una impecable fotografía, un excelente montaje y una música que va pautando con suaves acordes la historia hacen de este film un sincero homenaje a Damiana y su breve y trágica vida, devolviéndole la dignidad y la humanidad perdidas.
Documental respaldado por una buena investigación Selva paraguaya, primavera de 1896. Un colono descubre que los indios le mataron y comieron un caballo. A tiros y machetazos, él y sus hijos matan a tres infelices y alejan al resto, que deja una nena olvidada. Los blancos la criarán como sirvienta. Enterados del hecho, dos antropólogos llegan al lugar y se llevan para posterior estudio utensilios abandonados, el cuerpo de una de las víctimas, y la nena, que con el tiempo termina en San Vicente. Según reseñas, ella trabaja en un hogar, incluso aprende a hablar en alemán, hasta que inicia su vida sexual con tanto entusiasmo que llega a matar al perro de las casas para que no la descubra cuando hace entrar algún hombre a su habitación. Así las cosas, la internan en el Melchor Romero, donde pronto muere víctima de una tisis galopante. Tal es la historia de una indiecita que sólo alcanzó a vivir 14 años. Otra historia, de 116 años, es la de sus restos, catalogados, seccionados, repartidos, encajonados y resguardados en el Museo de la Plata y la UniversitTMtsmedizin de Berlín, hasta que fueron devueltos a su comunidad de origen, los aché de Ypetimí, que los recibió emocionada con particulares ceremonias, entremezclando cánticos indígenas y evangélicos en su lengua. Varias cosas cambiaron durante su larga ausencia. Gran parte de la selva hoy es campo de cultivo. Pero ellos, antigüos dueños de la tierra, siguen siendo despreciados y exterminados. Interesante, muy informativa, respaldada por una buena investigación y una producción que abarca desde la selva sudamericana hasta la vieja Europa, "Damiana-Kryygi", del veterano documentalista Alejandro Fernández Mouján, también encierra (pese a sí misma) otra historia: la de los estudiosos que recorrieron estas lejanías, comprobando científicamente que los indios no eran el eslabón perdido, sino personas similares a las de otras sociedades más avanzadas. Hoy sus métodos de investigación se denuncian como denigrantes, racistas, etc., pero entonces eran un parámetro normal. Y sus apuntes, leídos por el relator, dejan percibir el humanismo que los impulsaba. Un acierto, haber incluido en la narración obras como "Anales del Museo de La Plata, 1896", de Charles de La Hitte, "Relevamiento antropológico de una india guayaquí, de Lehman-Nitsche, a quien además debemos gran cantidad de recopilaciones folklóricas y lingüísticas, "Por tierras y mares. Paraguay 1896-1897", del holandés Hermán Frederik ten Kate, que ya venía estudiando huesos humanos de pueblos europeos, había convivido con pieles rojas y nativos del Orinoco, y después se fue al Extremo Oriente, toda gente traida por el perito Francisco P. Moreno, y que bien se merece una película propia.
“Even if the person photographed was today completely forgotten, even if their name had been erased forever from the memory of men — and in spite of this, or actually precisely because of this — that person, that face demanded a name, they would demand not to be forgotten,” says renowned Italian philosopher Giorgio Agamben in his book Profanations, and these words are ably quoted by Argentine filmmaker Alejandro Fernández Mouján to express the goal of his new documentary Damiana Kryygi, the infamous story of an Aché girl who, after surviving her family’s being massacred by colonists, was doomed to become, over the years, an object of scientific study for anthropologists from the Museum of Natural Science of La Plata. The Aché people are a traditional nomadic hunter-gatherer tribe living in small groups and completely reliant on the resources of the wild forest in eastern Paraguay. From the conquest period to the 20th century, the Aché, like so many other tribes, suffered ongoing abuses by rural Paraguayan settlers, ranchers, and landowners. In the early 20th century, the Northern Aché were the sole inhabitants of nearly 20,000 sq km, but in time they ended up confined on a couple of reservations with barely more than 50 sq km. Not only that, they were also decimated and enslaved as to remove them from their ancestral homeland so that multinational investors could develop the lands for their own profit. Of course, you’ve heard this kind of story before. However, there’s something quite unique about the story of Damiana Kryygi, which is very well told in Fernández Mouján’s inspired documentary. First, the facts: it’s 1896 and in the thick Paraguayan jungle, a three-year-old Aché girl survives the massacre of her family at the hands of white settlers. Their captors call her Damiana, and anthropologists of the Museum of Natural Science of La Plata, Argentina, turn her into an object of study for their racial research. When she turns 14, after showing a very natural, healthy and uninhibited sexual behaviour, she’s locked in a mental asylum. And as to continue with the racial studies, she is photographed naked by anthropologist Robert Lehmann Nitsche in 1907. Two months later, she dies of tuberculosis, which inconceivably (or not) none of the professionals surrounding her had paid attention to. From then on, another long and more uplifting story begins to unfold, one that has to do with finding and repatriating her remains — but this story is for you to learn while enjoying Damiana Kryygi, the film. With nearly perfect editing, carefully-designed photography, the right narrative tempo, and telling testimonies that are never anecdotic, but instead go for the most visible issues as well as those that lie underneath, Fernández Mouján’s new film is a valuable document, both emotionally-moving and intellectually-stimulating, that pays respectful tribute to a story filled with pain — but also with hope. In fact, it’s quite hard to strike the right balance between emotions and intellect, and the truth is that both are somehow necessary to deliver a compelling documentary that deals with such a humanistic subject. Let alone not being exploitative and falling into cliché, which Damiana Kryygi, the film, never does. And in telling this particular story, Fernández Mouján also depicts the many shades in the complex story of the Aché people with strong commitment and profound empathy.
Una profanación y la ciencia El documental sigue el derrotero del cadáver de una aborigen, que era objeto de estudio aún antes de morir. ¿Dónde empieza esta historia? ¿En el genocidio perpetuado por la colonia?¿En esa matanza de aborígenes en territorio ancestral Aché, en Paraguay? ¿En la naturalización de la supremacía cultural de Occidente? Damiana Kryygi, el documental de Alejandro Fernández Mouján, es película y es símbolo de una humillación que persiste. Sigue el rastro de Damiana, cruel representación de esta historia. Y tiene una foto como origen, tomada una fría mañana de 1907, con Damiana obligada a posar desnuda para los estudios del antropólogo alemán Robert Lehmann Nitsche. Tenía 14 años, y estaba ya recluida en el hospital Melchor Romero, despojada de su historia, convertida en objeto de estudio. Tomada de rehén en el medio de la selva, con su madre asesinada a machetazos, tuvo destinos varios, hasta su muerte, ocurrida dos meses después de la foto en cuestión. Mouján propone con acierto varios caminos a seguir. El de la investigación antropológica con datos impactantes. Muerta Damiana, llevaron su cuerpo al Museo de La Plata, separaron su cabeza y la enviaron a Berlín. Profanación y ciencia, lo que llaman un caso de museo. El de la bestialidad de la colonia, que diezmó a los guayaquíes como a tantas otras tribus, en cacerías mortales, esclavización, chicos cambiados por ganado, siembra directa. Y el de una actualidad de restitución tardía, una lucha que continúa con rituales y memoria en parajes hoy cubiertos por el agua o las plantaciones de soja. Varias ópticas para recuperar una historia, aunque los antropólogos los sigan estudiando, y todavía hoy vengan a medir sus cabezas. ¿Quién dicta esos cánones de estudio? Una foto, unos cuantos huesos, un cráneo sobre un escritorio en Berlín con un científico alemán contando su derrotero. Y exquisitas imágenes de la selva, los pozos, las chozas y los rostros marcados por la barbarie real. Violencia inclasificable la de la matanza y la del despojo cultural, de este antiguo pueblo nómade de cazadores en Paraguay, en la historia, la sangre y los ojos de Damiana, que todos deberíamos mirar.
EL DESCANSO EN EL ORIGEN “Hasta hoy lloramos por ella porque, aunque no la conocimos, ella es nuestra hermana”. Y ese respecto y cariño se refleja aún más tanto en el recibimiento de los restos de Damiana Kryggi, en la observación de toda la comunicad hacia esos huesos que una vez pertenecieron a la joven y luego fueron exhibidos en el Museo de La Plata, tras su muerte en 1907, como en el acto del entierro propiamente dicho. Para los aché, un pueblo cazador y recolector de Paraguay, la recuperación de dichos restos – no sólo los de Damiana, sino también el cráneo de un niño – no se limita a darles la correspondiente sepultura. Por el contrario, la importancia radica en la restitución de la memoria del pueblo y en un intento de concientización hacia la diversidad de costumbres y culturas. En consecuencia, el planteo emitido al inicio del documental por el narrador y director Alejandro Fernández Mouján se vuelve central: reconstruir la historia de Damiana no sólo implica una especie de reivindicación hacia ella, sino también una forma de evidenciar la necesidad de la conservación de las costumbres de los diferentes pueblos y una crítica hacia el hostigamiento de las culturas originarias. En 1896, una niña de tres años sobrevive a una masacre realizada por conquistadores blancos como una represalia hacia la tribu por haber matado a su caballo. La pequeña es llevada por éstos y bautizada como Damiana ya que el día de la matanza era San Damián. En su corta vida, la joven fue sirvienta y a causa de su gran deseo sexual fue internada en el hospital psiquiátrico dirigido por el médico y filósofo argentino Alejandro Korn, donde falleció en 1907 de una tuberculosis meníngea, a los 14 años. El director, que se introduce en Damiana Kryygi no sólo como narrador sino también como parte del equipo, realiza un vasto trabajo de investigación de varios años, donde, por un lado, se apoya con el material de archivo como estudios antropológicos o fotografías de la época, de la filmación de ciertos espacios como el Museo de La Plata o el ahora denominado Hospital Dr. Alejandro Korn; por otro, de los testimonios de la comunidad aché, de algunos especialistas y del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social (GUIAS), que halló un catálogo que se creía perdido con la descripción de los restos de Damiana. Esa articulación se percibe de forma constante en el documental como un juego temporal entre el pasado y el presente; de la misma manera que el contraste de los espacios, entre la exuberancia de la selva paraguaya y el cemento de la ciudad. Además, Fernández Mouján incorpora las grabaciones de las restituciones de los restos de Damiana puesto que, por un lado, el Museo de La Plata entrega el cuerpo de la adolescente y, por otro, el Hospital Charité, en Berlín, envía el cráneo y restos de cabello que habían sido mandados al anatomista alemán Hans Virchow para sus investigaciones. Sin embargo, ciertas pausas generadas en Damiana Kryygi más que contribuir al desarrollo de la película le quitan intensidad o quedan como momentos detenidos e inconexos. Varias manos acarician la tierra donde fue sepultada Damiana, como símbolo ritual y de depuración, mientras un hombre canta en la lengua autóctona. La ceremonia finaliza, la comunidad se aleja y después de tanto tiempo, más de un siglo, Damiana al fin descansa en su lugar de pertenencia. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
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Uno de los grandes documentales del 2015 Con todos los temas pueden hacerse documentales. Obras que pongan blanco sobre negro en algunos temas, aunque a veces queden parcializados porque no hay “derecho a réplica”. Es más, se podría decir que hasta no hace poco la palabra documental estaba bañada por un halo de solemnidad indiscutible. Probablemente sea, por el deseo de registrar la realidad, uno de los géneros cuyo contenido pocos perderían el tiempo en cuestionar. Por esta y otras razones, los documentalistas realizan una tarea doble a la hora de abordar sus proyectos: satisfacer su curiosidad y abrazar la idea de tener un disparador que puede derivar en cualquier otra cosa. Con esta última premisa, Alejandro Fernández Mouján, antropólogo y director de ésta realización, tiene en sus manos una preciosa propuesta intrínseca en las imágenes de “Damiana Kryygi”: No quedarse quieto frente a las varias preguntas que surgieron al descubrir en un museo los restos de Damiana, una chiquita nacida a fines del siglo XIX (así la llamaron en ese tiempo) en la comunidad Aché, la que fue trasladada de su lugar de origen a Buenos Aires y, posterior a su muerte, se convirtió en objeto de estudio antropológico (vaya paradoja que deja instalada éste estreno), por gente de acá y de Alemania. Cuerpo en un país, cabeza en el otro. La riqueza del documental en cuestión deja ver, es cierto, la historia per sé. Cada uno puede suponer, por intuición, que los jefes de las comunidades originarias de cualquier lugar del mundo, todavía mantienen en sus tradiciones ancestrales el conocimiento necesario para ser enciclopedias vivas de la historia de su pueblo. Y allí va Alejandro Fernández Mouján con su cámara, su enorme sensibilidad por lo que cuentan las imágenes, y un inextricable deseo de balancear las cosas. Reivindicar, reparar, dignificar, honrar y respetar al otro. ¿Hacer justicia? Puede ser también. Veremos entonces un gran recorrido supra significado desde el punto de vista de la obra, porque la idea es ver cómo y cuál es el camino del regreso de esos restos a su lugar de pertenencia. Los encuadres (en especial los de exteriores) cuentan, la música está elegida, y también cuenta, la fotografía abraza un concepto hegemónico con buena claridad de las limitaciones de los planos. Por eso es menester que el espectador se deje llevar por el recorrido; porque es la esencia misma de la inquietud de indagar más allá de lo que propone la vista y el conocimiento previo. En este sentido, la película parecería ser un spin off (film o serie que se desprende de su núcleo original) de “El Etnógrafo” (2013). Hemos dicho varias veces esta frase cambiando el año y el título, pero resume bien la intención de este comentario. “Damiana Kryygi” es uno de los grandes documentales de 2015.
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Esta es una historia sobre búsquedas. De un pueblo, tratando de repatriar los restos de un integrante de su comunidad, de un cineasta, tratando de mostrar a través de una cuidadosa reconstrucción el sentido de un olvido, doloroso y cruel. Alejandro Fernández Mouján accede a una historia fuerte, en el marco de una foto extraña, de una niña de 14 años posando desnuda en el patio de una institución neuropsiquiátrica. ¿Cuál era el sentido de esa imagen? Sabemos que la antropología de fines de siglo buscaba un eslabón perdido. Creyó Robert Lehmann Nitsche que había encontrado uno, en la figura de una nativa de la tribu Aché, sobreviviente de una masacre en el territorio paraguayo donde vivía, hacia 1907. Ella había sido capturada por los blancos y sometida a esa observación fría y amarga, en el marco de una investigación antropológica hecha por equipos extranjeros... Pero a los dos meses, esa joven (que ya había sido nombrada, "Damiana" por quienes atacaron y masacraron a su pueblo) murió de tuberculosis en el mayor de los silencios. Sus restos se encuentran en dos museos (La Plata y Berlín) y ante el reclamo de su pueblo, se buscará restituirlos para un descanso necesario en su tierra, que repare el dolor de su muerte en las circunstancias en que se dieran hace más de cien años ya. Fernández Mouján hace una cuidadísima investigación del caso. Se interna en la selva guaraní y registra testimonios de ese pueblo originario, castigado y perseguido en su tiempo, y dejado de lado en la actualidad. Pasa por la capital de Buenos Aires y escucha a los antropólogos hablar, nada está fuera de lugar. Hay una mirada descriptiva precisa que recorre fotos y material etnográfico de estudio sin pausa y con un lento y claro devenir. Los relatos que se escuchan en off siempre son interesantes y permiten que el espectador integre todos los aspectos que la trama presenta: aquí se habla de discriminación, aniquilación y desidia del hombre blanco con los aché. "Damiana Kryggi" apela a un prolijo cuadro donde cada elemento aporta al entendimiento de esta lucha silenciosa de este pueblo aborigen por salir de esa "otredad" y llegar a ser respetado y considerado en su propio país. Muy interesante de principio a fin. Recomendado.
El régimen del (cine de) terror es constante y proviene cinematográficamente casi siempre de una misma región simbólica; no tanto de Hollywood como del imaginario mismo del hombre blanco, que allí escribe y proyecta sus fantasías más oscuras, de las que surgen psicópatas diversos y encuentros con monstruos que remiten a distorsiones del orden de la naturaleza en clave de mitos y fenómenos sobrenaturales. Cine de terror, un género conocido, consumido, a veces clarividente, a menudo condescendiente. Pero he aquí una película de terror que se mete a fondo con el terror en sí, que nada tiene que ver con el género cinematográfico, pero que en también gira en torno a cadáveres y al costado ominoso de las prácticas humanas, materia constitutiva de las películas de ese género. No estaría mal que el público preferencial del género de terror dé un vistazo a Damiana Kriigy. La “protagonista” de este nuevo filme de Alejandro Fernández Mouján tenía 14 cuando en 1907 fue fotografiada desnuda por un antropólogo alemán con fines científicos. Dos meses después murió de tuberculosis, y si bien la razón de su capitulación no indica terror y masacre, el contexto de su muerte temprana sí lo hace. Terror caucásico, de los blancos. Fernández Mouján le dedica una película a la triste y desconocida historia de los aché, pueblo nómade del Paraguay que para los antropólogos del viejo continente de fines del siglo XIX representaba un acceso a la Edad de Piedra. Para el cineasta argentino, en las antípodas de los aventureros decimonónicos, el filme posibilita darle visibilidad a las crónicas de un pueblo hostigado por la prepotencia de una cultura avasallante. El centro de la resistencia y del relato estriba en revisar qué sucedió con la joven de la foto, de lo que se predica filmar una breve contrahistoria (y una genealogía), acaso la inversión del funesto libro del antropólogo Robert Lehnman Nitsche, Una india guayaquí. Esto llevará a Mouján al Museo de La Plata, a un neuropsiquiátrico y a un hospital en Berlín para poder seguir las huellas de los restos de Damiana. Recolectar archivos, buscar testimonios, cuestionar las certezas del positivismo de antaño, escuchar a los sobrevivientes de hoy. Honrar a Damiana requiere rigor, y en esto también está comprometida la composición de los planos. Huesos por un lado, cráneo por el otro, la evidencia física de la existencia de la joven volverá íntegramente a reunirse con los 2.000 aché que aún viven en una reserva. La lucha continúa, como se constata frente al cambio del régimen de cultivos y la posesión de las tierras. La infinita historia de explotación es siempre una amenaza. Pero los aché no se rinden ante la supremacía blanca. Siguen en pie y mantienen distancia.