Esta vez no puedo evitar que mi comentario sea completamente subjetivo, pero realmente creo que este film es totalmente innecesario. Realmente es una pena el tema central que eligieron, que es lo que malogra el producto, Si bien han mantenido la esencia y voz de los personajes, la historia que han elegido es malisima: no tiene...
Eternas estrellas animadas Los famosos personajes creados por Hanna-Barbera cobran vida una vez más en esta coproducción mexicano-argentina que llega de la mano del realizador Alberto Mar, responsable de la serie animada de El Chavo. Recordamos que Don Gato y su pandilla (Top Cat en el original) fue una serie animada integrada por 30 episodios en 1961 y emitida por la cadena ABC de los Estados Unidos. Respetando la estética y los personajes (con contorno negro en las figuras) que animaron las vidas de varias generaciones, la película goza (y no abusa) de los beneficios del 3D y ambienta su acción en Manhattan, en el callejón habitado por Don Gato y su pandilla de felinos holgazanes: Panza, Espanto, Demóstenes, Cucho y Benito, uno de los más recordados de la serie por sus comentarios inoportunos. Y, por supuesto, Matute, el policía de barrio que siempre está metido en problemas por hacer respetar la ley y, que ahora, quiere un tranquilo retiro. El film incluye la presencia del desagradable villano Buenrostro (Strictland), quien desea apoderarse de la ciudad gracias a la ayuda de robots programados para cumplir sus ambiciones. Entre marajás, adecuados toques de humor, persecuciones y una fuga de la cárcel, el relato hace gala de sus estrellas animadas sin traicionar el espíritu original de la serie y resulta recomendable para chicos de corta edad.
Hola Don Gato, tanto tiempo Como esta de moda, aquellos dibujitos clásicos con los que toda una generación creció (crecimos), tienen una nueva vida en la actualidad. Ya paso con Los Pitufos, luego el clásico de Disney El Rey León con su reestreno en 3D. Ahora, a más de 50 años desde su creación, finalmente le toca a Don Gato y su Pandilla, también en tres dimensiones. Al igual que lo sucedido con los pequeñines azules, la película del gato más famoso —junto con Félix y Garfield— apunta a los más chicos. Con un humor que huele a rancio, los gags se reparten entre caídas, situaciones ridículas y algún comentario lanzado generalmente por Don Gato. La comicidad del film se siente vieja. Seguramente los menores del hogar responderán con risas, pero quienes ya estén acostumbrados a otros dibujos más actuales, seguramente se decepcionaran, y para quienes ya somos bastante grandes, preferiremos recordar con nostalgia algo que claramente envejeció bastante mal. Pero donde el humor falla, la historia suma, no sólo limitándose a ser una sucesión de gags, sino también al intentar dejarles un mensaje a los niños. Como se comento inicialmente en la crítica, mucho tiempo paso desde el nacimiento del dibujo original hasta el día de hoy, muchas cosas cambiaron. Entre ellas, la tecnología. Si bien la película está hecha con los nuevos medios de animación, la historia le enseña a los chicos que no siempre lo más avanzado es lo mejor, y sobretodo, que nunca nada superará al toque humano (o felino) a la hora de hacer las cosas. Este punto merece un aplauso para los guionistas Tim McKeon y Kevin Seccia. Otro punto a favor es la animación propiamente dicha, a cargo de Anima Estudios. Si bien se nota la digitalización en los personajes (recordemos que estamos ante otro film en 3D), la sensación de 2D, de dibujo clásico pasado a la tercera dimensión, logra mantener el espíritu original de la serie. Pero más allá de los apartados técnicos y el análisis de la historia, estamos ante un caso sumamente curioso. Seguramente pocos saben que Don Gato en USA fue un total fracaso en la década del 60, llegando a emitirse pocos capítulos (algunos dicen 29, otros que fueron 31 episodio). Pero fue en Latinoamérica donde realmente el felino triunfó. Por eso la gente de Hanna Barbera le cedió el armado de la animación a Anima Estudios, y solamente se quedaron con el rol de productores. Se apuesta a que la película triunfe en México y Sudamérica, algo que seguramente sucederá, aunque habrá que ver si las nuevas generaciones se enganchan con las travesuras de Don Gato y su Pandilla. Mientras tanto, los más grandes recordaremos nuestra infancia, aunque la película huela a viejo.
Don gato desde más cerca Con la misma pandilla, mismos amigos y problemas similares con los que lidiar, vuelve Don Gato, el protagonista de la popular serie televisiva, que ahora podrá ser visto por sus espectadores incluso desde más cerca, gracias a los efectos 3D.En esta oportunidad, el grupo de gatos debe enfrentarse con el nuevo jefe de la policía, Lucas Buen Rostro, quien le tiende una trampa a Don Gato y termina encerrándolo en la cárcel de perros. El villano, además, es una amenaza para todos los habitantes de la ciudad, ya que utiliza la tecnología más novedosa, incluyendo enormes robots, para controlar cada uno de sus pasos y multarlos por acciones sumamente ridículas. Además del callejón donde vive la pandilla, que resulta familiar a aquellos que hayan sido seguidores de la serie, también hay varios personajes que regresan con la pantalla grande. Uno de ellos es el oficial Matute, que tiene una relación de amor-odio con los gatos, e intenta en múltiples ocasiones atraparlos y meterlos presos por los problemas que le causan. Pero esta vez, los animales intentarán ayudar al uniformado, quién también es víctima de Buen Rostro, que lo dejó sin empleo. El más compinche de Don Gato, Benito, aparece idéntico a cómo se veía hace años en la televisión, no sólo con la misma ingenuidad que enternece sino incluso doblado por el mismo actor, Jorge Arvizu. Al igual que en el producto creado por la compañía estadounidense Hanna-Barbera en 1961, en el film se aprecia la faceta enamoradiza de Don Gato. En este caso el objeto de su deseo es Trixie, pero lo que el felino ignora es que ella trabaja para Buen Rostro, e incluso coopera con él en varias de sus maldades. Don gato y su pandilla vuelven a hacer de las suyas, y no sólo se agrandan al pasar de la pantalla chica al cine, sino que además lo hacen en tres dimensiones.
Don Gato es una de las creaciones más brillantes de esos genios de la animación que fueron William Hanna y Joseph Barbera. Sin embargo, en los Estados Unidos este personaje nunca tuvo mucha repercusión, a tal punto que la serie original fue cancelada en 1962 luego de sietes meses en el aire y 30 episodios realizados porque los índices de audiencia no fueron auspiciosos. Don Gato, Benito y el resto de la pandilla quedaron literalmente en el olvido y el protagonista obtuvo más tarde un rol secundario en otras series del estudio como Las olimpíadas de la risa. Lo loco de esto es que el mismo dibujo animado que en la televisión yankee pasó sin pena ni gloria en Latinoamérica se convirtió en un enorme e importantísimo fenómeno de culto. Muy especialmente en México donde Don Gato fue un furor impresionante a tal punto que el personaje siempre tuvo la misma popularidad que El Chavo. En Argentina ocurrió lo mismo y es notable porque estos personajes pegaron en la gente mucho más que cualquiera de las otras creaciones de Hanna-Barbera. Creo que este fenómeno tiene que ver con la idiosincrasia de los países latinos. Es decir, me parece que para el público latino es mucho más fácil conectarse con Don Gato que con Los Picapiedra o Los Supersónicos que eran personajes muy estadounidenses. Don Gato, en cambio, podría haber sido un típico chanta porteño que inclusive tenía puntos en común con Isidoro Cañones y si nos ponemos a hilar fino los episodios de la serie vamos a descubrir cosas de Cantiflas en sus reacciones y actitudes. En consecuencia, era natural que si estos felinos callejeros de Nueva York alguna vez conseguían llegar a la pantalla grande la película fuera una co producción entre México y Argentina. Este estreno fue realizado por las productoras Ánima (México) e Illusion (Argentina) que el año pasado brindaron el film de Gaturro. Ambas productoras suelen ser bastante castigadas por la calidad de sus animaciones, pero la verdad es que en este caso presentaron un muy buen trabajo que se destaca principalmente por el cariño y el respeto que tuvieron los realizadores hacia la obra original. El film es claramente superior a Gaturro y creo gran parte de esto tuvo que ver con que el guión presenta una historia mucho más entretenida y fluida, que además está plagada de referencias a los capítulos de la serie de los años ´60. No es sencillo sostener un largometraje con personajes que solían ser explotados en cortos de 20 minutos y si bien por momentos el film cae en algunos baches narrativos, donde la trama se alarga sin sentido, en general hicieron un muy buen trabajo y tiene momentos graciosos. Está bueno también que adaptaron los personajes al mundo de hoy, pero sin distorsionar la esencia del trabajo de Hanna- Barbera. En ese sentido Anima e Illusion fueron muchos más cuidadosos que los grandes estudios hollywoondenses, que en más de una ocasión arruinaron clásicos animados. La reciente película de Los Pitufos es un ejemplo de ello. Lo mejor de este estreno es por lejos el trabajo de las voces que contó con la participación de dos monstruos legendarios del mundo del doblaje. Un enorme lujo. La dirección de voces corrió por cuenta del Gran Maestro Francisco Colmenero, la histórica voz de los dibujos de Disney, además de haber sido el narrador de los Super Amigos (“mientras tanto en el Salón de la Justicia”) Los Dukes de Hazzard y Papá Pitufo entre cientos de personajes queridos y populares. En la película Francisco además interpreta al Alcalde de Nueva York. El único artista de la serie original de Don Gato que regresó para este film es el legendario Jorge “Tata” Arvizú, quien le dio vida a Benito Bodoque y Cucho. El Tata Arvizú es un prócer en este arte y además fue responsable de las voces de otros personajes queridos como Pedro Picapiedra, El Pájaro Loco, Bugs Bunny, El Pato Lucas y El Super Agente 86. Cuando lo escuchás en esta película en el rol de Benito automáticamente te roba una sonrisa. La voz original de Don Gato en la serie estuvo a cargo de Julio Lucena, quien junto a Arvizú y Colmenero, fue uno de los grandes pilares del mundo del doblaje latino. Lamentablemente falleció en 1985 y en este film el personaje estuvo a cargo de Raúl Ayana, quien capturó muy bien el estilo de voz que tenía Don Gato y que todos recordamos de los dibujos. Dentro de las producciones que brindaron Illusión y Ánima en el último tiempo esta es la mejor película que hicieron. Una muy buena propuesta para los nostálgicos de la animación y las nuevas generaciones de chicos que pueden descubrir a estos maravillosos personajes.
Para sobrevivir en el callejón Como tantos otros cartoons clásicos de la factoría comandada por William Hanna y Joseph Barbera, Don Gato y su Pandilla (Top Cat en la versión original estadounidense) duró muy poco tiempo al aire, apenas 30 episodios emitidos por la ABC entre 1961 y 1962, pero su fama y aceptación posterior trepó hasta niveles insospechados sobre todo en geografías lejanas que progresivamente adoptaron como propia a la extraordinaria colección de personajes que ofrecía la serie televisiva. De hecho, Latinoamérica no fue la excepción y por estos rumbos también hemos amado a estos mininos buscavidas de ideario anarquista. Así las cosas, si queremos comprender los pormenores de un proyecto tan singular como el presente hay que tener en cuenta lo anterior y simplemente señalar que esta adaptación cinematográfica es una coproducción entre Ánima Estudios de México e Illusion Studios de Argentina: la obra en cuestión supera a desastres mayúsculos recientes como El Oso Yogi (Yogi Bear, 2010) o Los Pitufos (The Smurfs, 2011) y vuelve a poner de manifiesto que el éxito artístico debe ir de la mano de una historia coherente con una mínima densidad conceptual, gags simpáticos y un respeto real por una tira que está celebrando sus 50 años. La película no sólo nos restituye la esencia de los gloriosos Don Gato, Benito, Cucho, Demóstenes, Espanto, Panza y el Oficial Matute, sino que además sale bien parada de la difícil aventura de aggiornar la propuesta a los tiempos que corren, en esta ocasión introduciendo la figura de un villano tecnócrata llamado Lucas Buenrostro que se parece muchísimo a los políticos new age basados en estereotipos publicitarios, preceptos ombliguistas y populismo de plástico. Hoy se hace hincapié en las típicas estrategias de control posmodernas orientadas a destruir el espacio público y demonizar a los homeless. Mientras que el susodicho jefe de la policía de New York dispara criterios eficientistas y se la pasa enrejando la ciudad, instalando miles de cámaras de seguridad y reemplazando a los seres humanos por computadoras y robots varios, Matute se transformará prácticamente en su criado y Don Gato padecerá una temporada en prisión por inmiscuirse en sus planes. Más allá de la buena labor del equipo técnico -especializado en 3D- responsable de Gaturro (2010) y la traslación animada de El Chavo del Ocho, aquí se destacan la profesionalidad del director Alberto Mar y el talento del elenco encargado de las voces de los protagonistas. A pesar de que en parte está compensado por la puesta en escena y la amplitud cromática del convite, el guión de Tim McKeon y Kevin Seccia a la larga resulta algo limitado y recurre a demasiados clichés para avanzar en términos narrativos. Sin embargo el film conserva aquel encanto cómplice de antaño a través de todo ese catálogo de actividades delictivas destinadas a garantizar la supervivencia de la fauna del callejón: Don Gato y su Pandilla (2011) llega hasta al extremo de justificar explícitamente y con gran valentía el robarle a los ricos y/ o burgueses en general, por cierto una empresa siempre bienvenida…
Uno de los personajes clave de la dupla Hanna-Barbera llega a la pantalla grande, y en manos de mexicanos y argentinos. Pasaron cincuenta años desde que Don Gato pisó por primera vez el callejón. Cincuenta años, conformados por varias generaciones que pasaron tardes enteras mirando en qué problemas se metía el felino esta semana. La serialización terminó y se repitió incontables veces, hasta que medio siglo después, y por primera vez, Don Gato y su pandilla llega a la pantalla grande y desde afuera de Hollywood. Para esta adaptación, los estudios Ánima de México e Illusion de Argentina unieron fuerzas para crear una nueva aventura, aggiornada a nuestros tiempos, en donde este carismático felino pueda protagonizar sin quedar obsoleto, y el resultado, hay que admitirlo, fue positivo. La historia nos cuenta cómo Don Gato se ve envuelto en una trampa impuesta por el nuevo jefe de policía, Lucas Buenrostro, un tipejo horrible con ínfulas de galán que despide a toda la fuerza, incluído Matute, para reemplazarlos por infalibles robots. Así, Don Gato irá a parar a la prisión, pero no cualquier cárcel, sino a una donde exclusivamente se alojan a los perros más sanguinarios de la ciudad. Por suerte, el ingenioso gato logra que todos lo confundan con un perro, lo que le salva la vida de momento, pero no podrá pasar toda su vida así, y lo sabe. Por suerte, Matute y la pandilla de Don Gato, desde el exterior, comienza a planear la forma de que su amigo pueda escapar. Pero, claro, piensen en lo torpes que son todos, y podrán llegar a la conclusión de que cada idea terminará en un delirio. El mayor problema que tiene la película es de una subjetividad tan impresionante que hasta me averguenzo de escribirla, y es que prácticamente no tiene chistes adultos. Claro, en algún u otro momento algo se desliza que nos hace reír, pero va más por el lado del absurdo que por la broma pensada. La mayoría de la película está dedicada para los más chicos, que se reirán a carcajadas con las boberías de Benito, con la tartamudez de Demóstenes y con el magnetismo de Don Gato. Mención aparte merece el villano, Lucas Buenrostro, un tipo tan desagradable que irrita. La animación, mezcla de dibujo tradicional y paisajes 3D, está bien realizada. Es una lástima que los decorados hayan quedado tan “artificiales”, pero como puntapié inicial en una industria nada explotada en Latinoamérica cumple su cometido. Don Gato y su pandilla 3D llamará más la atención del público nuevo que de aquellos cuarentones y treintañeros que busquen un golpe de nostalgia. Lamento decirles que eso no es algo que inunde la película, ya que-más allá de algún guiño, como la clásica presentación del show-todo evolucionó. Y está bien que lo haga.
Eficaz resurrección de los personajes televisivos en formato 3D A cincuenta años de la creación de los personajes de Don Gato y su pandilla por parte de Hanna y Barbera, estos personajes que protagonizaron una larga serie televisiva que se emitió con gran éxito desde las pantallas de los Estados Unidos hasta Europa e Hispanoamérica, ahora llegan al cine en una coproducción entre la Argentina y México. Esta vez la aventura de estos simpáticos animalitos que sobreviven a duras penas en un desaseado callejón neoyorquino siempre perseguidos por el policía Matute, se centra en la llegada a la ciudad del marajá de Pocajú, famoso por regalar rubíes como propina. Cuando Don Gato y sus amigos se enteran de que ese dadivoso multimillonario asistirá a un concierto en el Carnegie Hall trazan un plan para dejar atrás sus días de hambre y pobreza. Pero como es costumbre para esta banda gatuna, siempre hay algo que sale mal. Pronto descubrirán que el oficial Matute podría ser ascendido a jefe de la policía aunque, sin embargo, Lucas Buenrostro, un nuevo candidato para ese puesto, hace su aparición con intenciones muy distintas de las de poner orden y ayudar a los ciudadanos. Don Gato, siempre acompañado por sus fieles Benito, Cucho, Espanto, Demóstenes y Panza, deciden enfrentarse con ese enemigo que poco a poco logra el control de toda Nueva York. El film contiene todos los elementos que, desde los inicios de la serie, hicieron de ella una de las preferidas de los niños y también de los mayores. Los dibujos son animados con gran calidad. El director Alberto Mar, a la cabeza de un equipo técnico que supo apoyar con eficacia este renacer de Don Gato y su pandilla, logró un film que une a un guión elaborado con indudable gracia una pátina de calidez y de cierta ternura.
El capo Hubo una época en la que simplemente te sentabas a ver los dibujitos, sin el riesgo que apareciera una desubicada alertándote sobre el calentamiento global o tratando de explicarte lo que ya habías visto en la escuela. Solo te sentabas a disfrutar de tu rato libre viendo la tele, ni más ni menos. Uno de esos dibus era "Don Gato y su Pandilla", serie de media hora creada por la dupla Hanna-Barbera, quienes también nos ofrecían con el mismo formato a "Los Picapiedras" o "Los Supersónicos". A cincuenta años de la primera aparición televisiva de "Top Cat", tal su nombre en inglés, se estrena este filme producido por México y Argentina que combina animación tradicional con gráficos en 3D. El resultado es ver a los personajes bidimensionales sobre fondos 3D que los hacen parecer figuritas flotando en el aire, algo tolerable con tal de poder ver a los personajes sin mayores cambios que alguna sombra agregada para dar un mínimo relieve. Al margen de lo técnico, la película ofrece una aventura típica que busca divertir sin moralina. El conflicto inicia cuando Lucas Buenrostro se convierte en jefe de la policía, quita al oficial Matute de su lugar en el callejón donde vive Don gato y su pandilla, y comienza a implantar leyes absurdas en la ciudad que motivan al siempre rebelde Don Gato a luchar contra ellas, y contra los robots que Buenrostro puso en servicio en reemplazo de los policías. Los conocedores de la serie estarán de parabienes al ver nada menos que al violinista Lazlo Lozla en acción y al Marajá que regala rubíes como propina. Pero lo mejor es poder escuchar las voces de Benito y Cucho tal como en la serie original y eso es porque afortunadamente los productores contrataron a Jorge "Tata" Arvizu, quien dobló a esos personajes en los sesentas, cuando también ponía su voz a Maxwell Smart. El trabajo de Raúl Anaya como Don Gato, en lugar del fallecido Julio Lucena, es muy bueno, mientras el argentino Sebastián Llapur compone bien al oficial Matute. Hacemos hincapié en las voces porque son las que han dado identidad a estas series animadas, al punto de hacerlas hasta más cómicas que las originales, y que en el caso de "Top Cat" la hizo más exitosa en latinoamérica que en los EE.UU. Para disfrutar sin culpa, como antes, cuando solo queríamos divertirnos.
La vuelta de los gaturros Cumplidos los 50 años de vida, el dibujo salta al cine, sin perder su absurdo, y en 3D. Una película de Don Gato y su pandilla , aquel dibujito animado de Hanna-Barbera alguna vez tatuado en ciertas memorias desde sus pasadas en el Canal 13, es hoy un filme en 3D realizado gracias a una coproducción mexicano-argentina? Suena raro, sí, pero es verdad: en la era donde formatear franquicias a lo máquina saca-chorizos se acerca a ser un deporte en Hollywood, la Warner Bros. (propietaria de los derechos de las creaciones de Hanna-Barbera) decidió responder a la pasión mexicana de Anima Studios (a quien se le sumaría la local Illusion Studios, realizadores de Gaturro y Boogie el Aceitoso ) y ceder los derechos para que Don Gato, Benito, Cucho, Panzas, Espanto y Démosteles volvieran a vaguear al mejor estilo buscavidas por Manhattan. Pasaditos hace días su 50° aniversario, los gaturros vuelven. La historia es simple: Don Gato y pandilla hacen de las suyas (es decir, le queman la gorra policial a Matute, planean avivadas tamaño y carisma Cary Grant para cualquier actividad diaria, jamás trabajan y, obvio, viven en su callejón), hasta la llegada de Lucas Buenrostro, el nuevo jefe de policía que pondrá a Don Gato no solo en prisión sino contra sus amigos. Un acierto de tamaño e inteligencia Don Gato del director Alberto Mar es mantener a Don Gato como caricatura 2D: el CGI utilizado es para crear fondos que permitan diferentes posiciones de cámara (y sí, es un poco torpe, demasiado cuadrado, pero la lógica del filme hará de ese límite algo funcional al relato). El principal milagro de Don Gato y su pandilla en la era donde la autoconciencia domina a casi toda la producción infantil –desde la hoy viejuna Shrek al reciente Oso Yogui , pasando si quieren por la última y hermosa Winnie the Pooh o los azules y también paseadores de Nueva York de Los Pitufos - es respetar cierta inocencia. Mar, basado en un guión escrito en los Estados Unidos, está más cerca de una historieta infantil de la edad dorada en su creación cálida del sinsentido jamás justificado. Sí, hay momentos donde la búsqueda de un desarrollo narrativo le quita alguna que otra vida al relato, pero cuando Don Gato y su pandilla se pasea y se relame en el absurdo es donde se honra la tradición del original. Sin un solo guiño al mundo adulto (sólo quizás en la reaparición de personajes clásicos de la serie como el violinista Laslo Losla, o de imágenes icónicas de la presentación y la clausura del show), el humor absurdo, amable y salvaje de Don Gato, su jugar a lo felino diabólico con los parámetros de un relato infantil y su aprovechar que todavía algunas voces originales del doblaje de antaño están vivas la hacen una feliz e increíble sorpresa, digna de fanáticos del falsete de Benito como de los que tienen remeras de Ben 10.
EL CALLEJÓN SIN LOS MILAGROS México y Argentina producen la versión cinematográfica del clásico dibujo animado creado por William Hanna y Joseph Barbera en la década del sesenta. El resultado es muy pobre y bastante decepcionante. El aburrimiento no es en sí mismo una categoría estética. Es decir que no puede ser una herramienta de evaluación o interpretación de un film a nivel académico. Aun así, cuando los espectadores estamos frente a una obra que nos resulta aburrida, sabemos que hay algo en nuestra conexión con la obra que está fallando. No podemos decir que es aburrido como única evaluación del texto, pero sí tomar este síntoma como emblemático de las fallas que una película tiene. Esto, claro, es el comienzo de la crítica a Don Gato y su pandilla, film co-producido por México y Argentina y basado en la famosa serie del mismo nombre. Dicha serie de televisión, creada por Hanna-Barbera en 1961 y de la cual se realizaron treinta episodios, no fue un particular éxito en Estados Unidos. Top Cat, tal era su nombre original, se convertiría en un fenómeno de culto fronteras afuera, en particular en todos los países de habla hispana, siendo en México –lugar del doblaje- el espacio de mayor veneración de la serie. Pero también en Argentina la serie, que como decíamos sólo tuvo treinta capítulos, gozó de un gran éxito y es recordada por los espectadores de televisión. Debido a esto es que insólitamente Warner Bros. decidió ceder un personaje, del cual poseía los derechos, a otra compañía. Todo lo dicho, claro esta, pasa por afuera del film, porque en definitiva lo único que importa son los méritos o la ausencia de los mismos que este largometraje tiene. Y poco bueno hay para decir de esta película, cuya morosidad y falta de ritmo y encanto son particularmente llamativos. Más estáticos que los ya de por sí algo estáticos personajes de Hanna-Barbera, los dibujos se quedan petrificados y los gags pierden todo timing, generando no sólo aburrimiento, sino incluso impaciencia. Sin embargo, una mirada más atenta, develará que lo que realmente falla de Don Gato y su pandilla es el guión. Las resoluciones son poco rigurosas, los giros de la trama son forzados y hay que dotarse de una imaginación superlativa para creer que uno está viendo un largometraje bueno. Entre la animación y el guión –tal vez el segundo se haya visto afectado por el primero- la experiencia de ver Don Gato se vuelve muy poco placentera. Tan solo el primer minuto, con el tema original de la serie, funciona al nivel del material original. El resto es un largo recorrido por una película que falla, que realmente no funciona y que no necesita que seamos paternalistas porque es una co-producción fuera de Estados Unidos. Se puede hacer mejor, no hay que conformarse con esto.
Don Gato es vinilo de los 60, no iTune digital El origen de esta película tiene tantos cruces como un gato de callejón. El cartoon original, surgido del arte de Hanna y Barbera y bajo el paraguas de distribución de la Warner, fue un éxito en la TV de los 60. A cincuenta años de su debut, el largometraje, sin embargo, no tiene producción norteamericana, ya que nació de la iniciativa de los mexicanos de Ánima («Top Cat», como se llama en inglés el personaje, fue siempre éxito resonante en México), que más tarde hizo alianza con los argentinos de Illusion Studios, estudio de aún breve historia pero ya sólido en animación y gatos (son los productores de «Gaturro»). Sin embargo, la Warner no cedió sin condiciones los derechos sobre la tira (que nadie en Hollywood, en apariencia, tuvo mayor deseo de resucitar), sino que exigió a dos guionistas norteamericanos que garantizaran, al menos, una cierta identidad de origen para un film que estaría hablado en ese español llamado «neutro», es decir, ni mexicano ni argentino. Ni español. En definitiva, si bien el nuevo Don Gato no es gaucho ni azteca, al menos no disgusta tanto como un gato puramente yanqui por las 77 salas que ocupa en su exhibición, Esa mestizaje de producción, en cambio, no los mismos resultados en el mestizaje histórico: la necesidad de transformar a la pandilla de Don Gato en una banda del siglo XXI choca a cada paso con un dibujo que respira, casi inalienablemente, años 60. A riesgo de dañar su identidad, era imposible, por ejemplo, suprimir el teléfono de poste enclavado en el callejón de los gatos desde el que el policía Matute conversa con su superior. Pero allí está, y como no funciona Matute recurre al celular: la salida fue la más elegante, pero no termina de ser satisfactoria. El diseño de los gatos, desde el líder de la pandilla al famoso Benito Bodoque, produce la misma impresión que el del sonido digital en relación al de un buen vinilo, y Don Gato es vinilo puro, no es iTune. El 3D es satisfactorio, salvo en aquellas escenas donde los planos están demasiado marcados, y los objetos se deslizan en esas tres dimensiones como las franjas escenográficas móviles de un teatro. Los más chicos, que no conocieron (más que en YouTube) esta gozosa tira que nunca volvió a ser programada por la televisión, disfrutarán de la historia del enfrentamiento de los gatos al malvado de turno, Lucas Buenrostro, bien definido como villano, ignorando sanamente cualquier minucia estética.
Creí amando "Top cat", de hecho, mi gatito (que cumple un año de vida en estas horas), se llama "Benito", en homenaje al inocente compañero de Don Gato en aquellos días donde Hanna -Barbera dominaban al mundo desde sus cartoons. Si, ya se. Esta serie nunca fue un éxito en Estados Unidos (creo que a esta altura deben saberlo), y después de unos pocos capítulos, perdió fuerza y fue archivada (creo que sólo se hicieron 30) en el gran país del norte. Sin embargo, México (especialmente) la adoptó y la hizo propia, repitiéndola muchas veces y generando un extraño fenómeno de popularidad que los volvió masivos en esas tierras. Después hubo algunas historietas (del 61 al 73, en inglés y algunas menos en castellano) pero la verdad es que se transformaron en objeto de culto. Hay que tener en cuenta que el país azteca es la cuna de los doblajes para América Latina, así que esa base jugaría a la hora de pensar en reflotarla.
Las aventuras de un felino audaz El filme tiene encanto para los más chiquitos. Su comicidad es directa, los personajes ya conocidos por los pequeños televidentes, tienen figuras atractivas y las aventuras son sencillas y fáciles de comprender para el pequeño público. Don Gato vive en un callejón barrial rodeado de sus amigos. Le gusta divertirse con Panza, Espanto, Benito, Demóstenes, Cucho. No se puede dudar que sea el más astuto del barrio y es capaz de organizar "imposibles" para lograr lo que desea, o lo que sus amigos quieren. Muy querido por sus vecinos, sabe ganarse a los desconocidos con su picardía e inteligencia. En este momento, hay problemas. Su amado oficial Matute, policía de la zona, que tantas veces lo apoyó en sus recorridos ha sido desplazado por un malo, muy malo, llamado Lucas Buen Rostro, que lo hizo a un lado y Don Gato deberá recurrir a sus mejores planes para lograr, con sus contactos, revertir el asunto. LAS MULTAS Pero la cuestión es que la última travesura del felino, que le permitió ir al teatro con su amiga, no tuvo buena publicidad y todo se le está complicando. Pero él no puede aceptar que el tal Buen Rostro muestre sus ambiciones, robe a los vecinos con multas de tránsito imposibles y muestre un autoritarismo impensable. Don Gato está en problemas, pero no es un gato conformista y comodón. Se rebelará. "Don Gato y su pandilla" es una serie de televisión ideada por el dúo Hanna-Barbera hace medio siglo y que estuvo en cartelera siete meses. Sin embargo fue exitosa en todo el mundo y se ha elegido para producirla uniendo dos países, Mexico y Argentina. El filme tiene encanto para los más chiquitos. Su comicidad es directa, los personajes ya conocidos por los pequeños televidentes, tienen figuras atractivas y las aventuras son sencillas y fáciles de comprender para el pequeño público. La película fue rodada con el grupo de Illusion Studios que también filmara "Patoruzito: La gran aventura" y "Chiquititas".
Manual del sabandija Un gato sabandija, una pandilla de seguidores, y un policía que los vigila de cerca. Una chica atractiva y un jefe dispuesto a todo con tal de dominar la ciudad. Muy recomendable opción para ofrecer a los niños esta traslación modernizada a la pantalla grande de una serie de la televisión con más de 50 años sobre sus espaldas, pero que venía siendo un clásico entre sus seguidores. Don Gato y su pandilla fue un dibujo animado creado por una productora norteamericana y consistió en tan sólo 30 capítulos que fueron emitidos entre 1961 y 1962. Sin embargo, esos fueron suficientes para configurar un hecho curioso. Si bien el argumento de la tira es sobre un grupo de gatos de las calles de Manhattan y el astuto e ingenioso jefe que los ayuda a ganarse “las siete vidas”, Don Gato, ésta no tuvo tanta repercusión dentro de los EE.UU. como si en varios países de habla hispana. Uno de ellos fue México, donde Top cat (tal su nombre original) siguió exhibiéndose por todos estos años y se convirtió en un referente del público. Esto es lo que le contagió el coraje a una empresa azteca, Ánima Studios, la misma que le dio trazo y movimiento al Chavo, a encarar este primer largometraje y además en doble formato porque incluye también el de 3D. ¿Por qué se habla de un estudio mejicano? Pues es un caso pionero en la industria de las relaciones comerciales de los estudios de Hollywood. Siendo los derechos de Don Gato propiedad de Warner Brothers, la compañía los cedió por primera vez a una colega extranjera para que haga uso de sus personajes. Valió la pena porque el filme producido es una pinturita a nivel animación y con un contenido divertido. Un estilo de dibujos bonito, sencillo (pero no simple) aireado, con muchos colores, y un estupendo manejo de los efectos de tres dimensiones, de los mejores que haya traído el cine animado extranjero a Córdoba, encontrarán los espectadores. En el plano argumental, una historia que si bien ha sido muchas veces contada ya, se las arreglaron para adornarla con personajes muy simpáticos, con personalidad, y con ocurrentes situaciones y diálogos, algunos de los cuales recuerdan a la vieja y buena escuela de los dibujitos animados.
En esta época donde toda película se promociona en 3D, todavía hay algunas que no entienden que el cine es en 3D sin necesidad de anteojitos. Que haya que trabajar la profundidad en 2D es otra cosa. El problema es cuando, aún con los anteojos puestos (o sin ellos, es lo mismo), ni siquiera se logra un mínimo de profundidad de campo. No digo que las caricaturas en pantalla parezca realizadas en el Antiguo Egipto -sólo porque no están de perfil todo el tiempo- sino que nunca logran "despegarse" del fondo. Esta es una producción argentina-mexicana, pero el resultado es muy pobre. No sólo porque la animación es fea (escenarios pixelados, mandíbulas mal "recortadas") sino porque "lo demás" (hablando de una película animada, no es poco) es catastrófico. Una secuencia involucra una persecución entre Matute (el oficial de policía degradado por el villano de turno, que vigila la ciudad con cámaras de vigilancia y robots) y Don Gato (el gato que con mucho ingenio se las arregla para conseguir lo que quiere): termina en un choque múltiple con un violinista, gente despavorida huyendo de un teatro, y una lluvia artificial de extintores activados por accidente. Nada de lo que sucede en pantalla resulta gracioso (el slapstick es muy básico) y los remates o one-liners no ayudan en nada, incluso resultan un poco ofensivos (uno de los gatos de la banda, Demóstenes, decide crear una distracción vendiendo caramelos y anuncia a los gritos: "La gorda da 10 pesos por un chocolate: ¿quién da más?". Más tarde habrá perros metálicos, perros que se creen gatos, gorilas con moños (en una de las secuencias más increíbles, en el peor de los sentidos, de la película), mafiosos, caballos elegantes, y villanos feos que se creen lindos. Es una mezcla que nunca se siente orgánica, como si por poner todos esos elementos que distan de ser originales, el producto fuera gracioso per se. La sensación que deja Don Gato y su Pandilla es que los gags que realmente funcionan son los que eran parte de la serie (los de la secuencia de introducción y algunos más) pero el resto es silencio. Hablando de una película que apunta a divertir a los más chicos, es un silencio inquietante y molesto.
En la era de los efectos especiales y las animaciones en varias dimensiones, la película parece un filme en blanco y negro. Si bien es una trama rica de aventuras y metáforas —más para los adultos que para el público infantil—, no tiene demasiadas estridencias. “Don Gato y su pandilla” es la historia de un grupo de felinos de la calle con su propia versión sobre el bien y el mal. Tienen a Don Gato como líder y a Buen Rostro como el villano con delirios de poder. Aparece la tecnología como elemento central en esta coproducción argentina-mexicana que después de cuatro décadas llega en 35 mm y 3D. En la historia no sólo tendrán que vencer al villano sino ayudar al oficial Matute quien fue destituido por orden del malo. Se trata, finalmente, de un juego de historias cruzadas que asemejan a la realidad, pero en su forma animada.
La gran mayoria de los que fuimos chicos en la década del 60 o en los años posteriores recordamos con afecto la famosa serie animada de Hanna y Barbera “Don Gato y su pandilla” que veíamos en Argentina en nuestra “tele”en blanco y negro. Los creadores de “Tom y Jerry”, William Hanna que escribía las historias y Joseph Barbera que hacía los dibujos, desde finales del 50 en adelante crearon infinidad de “dibujos animados” como “Los supersónicos”, “Los picapiedras”, “El osos Yogui”, “El lagarto Juancho”, “La tortuga Dartañan” y tantos otros que junto a Don Gato acompañaron a los chicos al volver del colegio o mientras tomaban la leche, en épocas donde aún la tecnología no había inventado los celulares, las consolas ni las computadoras. Los 30 episodios que se realizaron de Don Gato en 1961 en los Estados Unidos fueron un éxito en América latina y en especial en México y Argentina. Los más jóvenes lo han visto por primera vez a través del canal Cartoon Network en la década de los 90. Hoy en coproducción argentina-mexicana vuelve para el cine la pandilla de los callejones urbanos a hacer de las suyas. La estructura general y los gags son similares a la original, lógicamente adaptados a los cambios tecnológicos y estéticos producidos a 50 años de la creación original. Don Gato puede darse el lujo de vivir en la calle entre tachos de basura y junto a sus amigos procurarse todo lo necesario, incluso chicas (gatitas) y divertirse a lo loco (la ficción, lejos de la UCEP y otras no tan divertidas realidades, permite esas cosas). Don Gato siempre provocará sonrisas al igual que sus singulares amigos (Demóstenes, Cucho, Panza, Espanta, Benito Bodoque) y tendrá que vérselas con la policía (vuelve el inocente Matute) y los malos de turno. Notables dibujos con mucha acción y color acompañados con el toque musical jazzístico característico de la serie original. El doblaje de las voces contó con el trabajo del reconocido artísta mexicano Jorge “Tata” Arvizú que ya lo hiciera en el 61 dándole voz a Benito y Cucho, y el de Raúl Ayana en el caso de Don Gato (en la serie a cargo de Julio Lucena fallecido en el 85). La película se extrenó en México en el mes de setiembre con gran afluencia de público y en nuestro país el jueves 13 de octubre. Sin duda que presenta diferencias con la serie de los 60, realizada para 30 minutos de televisión, tanto en la historia y en el ritmo como en la contundencia de algunos remates de humor. No obstante, es una gran oportunidad para los grandes de reencontrarse con uno de los recordados “dibujos” de la infancia y compartir la diversión con los más chicos y todos saldrán del cine más que felices. Una producción de calidad y un género en el que, al revés que en otras películas, los pochoclos y las gaseosas son bienvenidos. En Argentina contamos con gran cantidad de profesionales con talento que trabajan en animación y que periódicamente presentan sus creaciones de calidad pero no en la cantidad deseada. Es esperable que en los próximos años, ley de medios mediante y muchos más “Pakapakas” en el aire, se potencie la actividad y se abran mayores espacios de producción y exhibición de un género y de un público que se lo merece.
Fantasías desanimadas de ayer y hoy Vengo a descubrir con el estreno de Don Gato y su pandilla que la serie que veía en mi infancia tuvo una vida bastante corta: nada más que una treintena de capítulos allá en los comienzos de la década de 1960 (aclaro que yo la vi en los ochentas). De ahí que uno pueda suponer que no había un universo demasiado rico para explorar y que su traspaso a la pantalla grande haya tenido que ver exclusivamente con un fin económico, de seguir explotando estos personajes del pasado para erosionar la nostalgia de padres y agudizar el deseo de los niños por nuevos personajes animados. Sin embargo, de cuestiones mínimas como un juego de parque de diversiones o un libro de lectura escolar, salieron cosas muy interesantes como Piratas del Caribe o Lluvia de hamburguesas, por lo que ya es tiempo de dejar de lado el prejuicio con estas cosas y más allá de cuál haya sido el material de base, adjudicar los malos resultados a la pésima reelaboración del original. Don Gato y su pandilla es por mucho uno de los peores films animados del año, y no deja de ser una pena debido a algunas particularidades de su producción. Don Gato pertenecía a la escudería de Hanna-Barbera. Sin embargo cuenta la leyenda que en los Estados Unidos no tuvo demasiado éxito, aunque su figura quedó impresa en la memoria colectiva de los televidentes de América Latina, vaya uno a saber por qué. Fue entonces que en el medio de un revival de todo tipo, Hanna-Barbera cedió los derechos de su personaje (del que no tenían ni ganas de hacer una película en los Estados Unidos) para que una compañía mexicana en coproducción con la Argentina haga un film destinado, fundamentalmente, a la audiencia de habla hispana. Es por este motivo, por el esfuerzo de producción evidente (buen trabajo de voces, un aspecto visual que recrea aquellos dibujos de manera precisa, una esforzada banda sonora que no deja de lado el histórico y pegadizo leit motiv musical), que uno desearía que Don Gato y su pandilla sea un film mucho mejor de lo que es. O aunque sea, un poco mejor. Porque salvo los primero minutos, esos en los que suena el viejo tema de presentación, y algún que otro chiste aislado, Don Gato y su pandilla es un film verdaderamente pobre, que intenta aggionar los personajes, involucrando una subtrama algo pesada sobre control policial y poder, pero que resulta demasiado enredada para los chicos y sumamente infantil para los grandes. Por otra parte, se hace demasiado evidente el estiramiento del cartoon habitual a una historia de 80 minutos, y una recurrencia a todos los clichés del cine animado que vende hoy, desde el interés romántico hasta los chistes “adultos”, pero todo sin demasiada convicción ni esfuerzo. Don Gato y su pandilla confunde y nunca entiende a su original: las tropelías del protagonista y sus amigos contra el oficial Matute, que recordaban a ese humor del cine mudo donde el poder era representado por el agente policial callejero, son puestas aquí bajo otra perspectiva. Así, Matute gana en protagonismo y Don Gato pierde espacio, perdiéndose el norte del original y volviéndose demasiado condescendiente con aquel personaje que causaba tanta antipatía cuando éramos niños (grosero error: hay una presentación de personajes bastante torpe y ligera, como dando por hecho que el espectador ya conoce a los protagonistas). La película de Alberto Mar sólo luce su calidad de imagen y sonido digital (igualmente su 3D es inexistente), pero se olvida de que las tecnologías sirven nada más en lo superficial. A los guiones (aunque a veces, como en este caso, no lo parezca) los siguen escribiendo los seres humanos.
A finales de la década de los ´50 los programas exitosos de la televisión estadounidense eran las series policiales y de gangsters con argumentos que tenían un desarrollo muy crudo para la época, y en contrapartida existían series de dibujos animados con temas para todas las edades. A pesar de ser contrapuestos, ambos estilos compartían el alto rating del prime time. En 1961 la cadena ABC puso en el aire a “Don Gato y su pandilla”, una producción de los estudios Hanna-Barbera que, en un intento de fusionar a las dos temáticas que lideraban la audiencia, parodiaba las series policiales y de gangstgers mediante dibujos animados. La propuesta era original y divertida pero, sin embargo, no tuvo éxito y luego de una temporada en el aire se dio por finalizada su producción. Los telespectadores latinos y los análisis de un éxito La televisión de los Estados Unidos, en plena época de exportación de sus producciones, distribuyó internacionalmente a “Don Gato y su pandilla”, que inesperadamente obtuvo un rotundo éxito en toda Latinoamérica y España. Los 30 capítulos que se hicieron para la serie resultan escasos para las continuas reposiciones que se efectúan desde la década de los ´70 en toda América latina. Los investigadores televisivos, al contrario de los teatrales y cinematográficos, realizan sus análisis partiendo desde el marketing, por lo tanto al analizar el rechazo que sufrió “Don Gato” en EE.UU. observan que la pandilla de gatos callejeros pudo ser asociada con las pandillas de latinos que proliferaban en esa época en Nueva York, y por el contrario el éxito llegó cuando los sudamericanos encontraron identificación con los personajes animados. De hecho, Don Gato con su chaleco y su sombrero, tiene como referente directo a los gangsters de origen italiano, y Cucho, su incondicional amigo, es un gato nacido en México, precisamente en Mérida (en el doblaje al español neutro se nota claramente el acento yucatano). El doblaje también ha tenido gran influencia en la aceptación de los espectadores latinos, especialmente los de México, donde se lo realizó, ya que para trabajar las voces no se utilizó como base ni las inflexiones ni las coloraturas ni los timbres utilizados en inglés, sino que los actores buscaron desde el dibujo del personaje y los textos que perfilaban las personalidades, a las voces que utilizaron para doblar. En este rubro merece párrafo aparte el queridísimo actor Tata Arvizu que hace cincuenta años dobló (y sobre todo creó) las voces latinas de Benito y Cucho, y en 2011, con 80 años de edad, volvió a doblarlos con el mismo estilo y calidad que lo hiciera en 1961. Llega la película Porque a cincuenta años del estreno televisivo en EE.UU. Anima Estudios, de México, e Illusions Studios, de la Argentina, se asociaron para llevar al cine a los personajes de “Don Gato y su pandilla” con una película que en su estreno mexicano arrasó con la taquilla y dejó en el camino a los “supertanques” de Hollywood estrenados en la misma semana marcando un récord en toda la historia del cine de ese país. La historia que se cuenta no está alejada de las de televisión y comienza cuando la pandilla, que está en el callejón donde se reúne, se entera que llegó a la ciudad de Nueva York el Maharaja Picajú, que regala diamantes como propina a quien lo atiende. La pandilla idea un plan para acercarse al dadivoso millonario para así obtener un diamante y están tranquilos, ya que el oficial Matute no los vigilará porque está muy ocupado tratando que lo asciendan de rango. Todo marcha bien en los planes de la pandilla y el oficial, hasta que se interpone en el camino de todos el siniestro Buenrostro que, convertido en jefe de policía, implementa un sistema de vigilancia que resulta asfixiante para todos los habitantes de la ciudad. Análisis y crítica de la película La historia, como ya se comentó, no está alejada de las que se desarrollaron en los treinta capítulos de la serie, incluso en algunas subtramas puede apreciarse una fusión temática de los mismos. Los personajes conservan la empatía de los de la televisión y los mensajes siguen siendo los relativos al valor de la amistad, a las consecuencias de infligir la ley, la ambición desmedida y lo cercano al delito que conducen los senderos que se transitan para lograr beneficios sin esfuerzos. En cuanto a la vigencia, puede señalarse que los jóvenes del tercer milenio también se reúnen en grupos porque es importante “pertenecer” y con el incremento, en todo el mundo, de la inseguridad personal, puede encontrarse en la película una alusión al debate sobre el riesgo de que la instalación de cámaras de vigilancia hasta en la vía pública, se convierta en la implementación de un panóptico que llegue a anular la privacidad de las personas. Esta película seguramente será disfrutada al máximo por los espectadores que rondan los cuarenta años, y el agregado del sistema 3D hará que los niños, a partir de los cinco años, estén atentos a los efectos visuales que con el mismo se obtienen.