La vida es redonda "Me enamoré y me quedé en Suecia" asegura el doctor Henry Engler, un dirigente tupamaro, rehén de la dictadura militar uruguaya durante trece años y quien luego se transformara en un médico reconocido por su investigación sobre el mal de Alzheimer. El documental sigue los pasos del hombre que sufrió el encierro, a través de cartas y testimonios y material de archivo, en un recorrido que hace surgir el recuerdo nefasto del pasado. Su testimonio es valioso y su travesía por Uruguay lo reencuentra con sus raíces y compañeros. Lo interesante de la propuesta, además de aleccionar sobre el personaje central, es el conocimiento que despliega en forma didáctica sobre la enfermedad que estudia incansablemente: el Alzheimer. "El cerebro está limpiando permanentemente, pero cuando se acumula una sustancia, empiezan los problemas. Es un defecto que viene de la herencia familiar y, en otros casos, no. No se sabe bien el origen", explica Henry. En el 2004, Klunk, Engler, Nordberg y colaboradores publican el resultado final de su estudio sobre detección de la enfermedad de Alzheimer en Annals of Neurology, que tuvo una impresionante repercusión internacional. La historia de El Círculo, al igual que el cerebro humano, vuelve donde empezó para poder comprender el origen de muchas situaciones, pero no descuida el costado romántico (la relación con su mujer) y el valor de los amigos, "El miedo produce un dolor casi mortal. Son como voces internas de una agresividad enorme. Mi primer pensamiento era un círculo para poder detenerlos". Una historia que fusiona la política y la ciencia, entre el pasado que vuelve y un presente de mayor luminosidad.
Construir la Historia El documental de José Pedro Charlo y Aldo Garay se puede apreciar principalmente por su carácter testimonial, pero es a su vez un interesante film sobre la memoria. No casualmente los directores muestran que el médico Henry Engler, protagonista del film, ex rehén de la dictadura uruguaya, dedica actualmente su vida a la investigación sobre el Mal de Alzheimer. La mente tiene en El círculo un lugar altamente simbólico que determina una lectura para el film. Los directores deciden otorgarle la voz principal del documental a Henry Engler, dirigente tupamaro y ex rehén de la dictadura militar uruguaya, quien estuvo preso trece años padeciendo aislamiento y torturas de toda clase. Es a partir de él, de sus espacios, que se articulan las secuencias del film: su llegada a Uruguay desde Suecia, donde reside actualmente; su reencuentro con lugares y con viejos conocidos, ex compañeros de militancia; sus recorridos por los cuarteles en los que estuvo detenido; y, por último, su testimonio a cámara sobre su lucha por mantener la cordura cuando comienza a sentir los primeros síntomas de locura tras ser torturado y encerrado en condiciones infrahumanas. Las voces se van diversificando a lo largo del documental, pues son varios los ex rehenes que aparecen recordando aquellos años de terror y tortura. Incluso hay una breve visita al actual Presidente uruguayo José Mujica, ex compañero de militancia de Engler, quien también estuvo más de diez años como rehén de los dictadores. El choque del pasado y el presente se produce constantemente, pero a pesar de lo traumático de las vivencias, es el propio Engler el que pareciera querer revivir los hechos. Los relatos generan la idea de que un pasado como el vivido por estas personas nunca es totalmente pasado. Y allí está el testimonio del médico en el que cuenta de qué forma trataba de manejar su mente para evitar enloquecer por completo: lecturas, ejercicios de concentración e incluso dibujos que hoy testimonian las alucinaciones que padecía en la época. El círculo es un film que privilegia las voces, los relatos, los gestos. Porque es allí adónde pretende llegar: a una historia, o tal vez, a la Historia. Porque es innegable que en el film resuenan hechos de toda Latinoamérica e historias de vida que se repiten en varios países de la región. Historias que permiten seguir construyendo la Historia.
Muchas vidas en una sola Henry Engler nació en Uruguay, hijo de inmigrantes, estudió medicina y durante sus años universitarios comenzó a militar políticamente, cada vez más comprometido con la lucha llegó a ser dirigente tupamaro. El documental narra la historia de Henry Engler, una vida digna de ser contada. Durante la dictadura fue capturado, torturado y encerrado durante trece años, en los que el aislamiento y las condiciones inhumanas en las que vivió, lo llevaron a la locura. Una vez liberado le ofrecieron asilo político en Suecia, donde retomó la carrera de medicina a los 42 años. Se especializó en neurología, y hoy es reconocido internacionalmente por su investigación sobre el Alzheimer. El documental muestra a Henry hoy, y lo acompaña durante un viaje a Uruguay en el que recorre los lugares donde estuvo cautivo, se reencuentra con sus amigos de militancia, con su familia y con otras personas y lugares que fueron parte de su vida. En ese recorrido geográfico e histórico, Henry cuenta detalladamente las razones que lo llevaron a militar, el encierro que padeció, y su paso por la locura. Lo hace en primera persona, con una naturalidad que nos atraviesa. Es estremecedora la claridad con la que describe sus años de encierro e insanía. En parte como protagonista, y en parte como el neurólogo que es ahora, hace una descripción detallada de la locura, del miedo, y de los mecanismos que desarrolló durante el encierro para poder sobrevivir, y luego del encierro para convertirse en quien es ahora. El filme tiene la estructura del documental clásico; ordenado, prolijo, aporta la información necesaria para contextualizar al personaje. La fotografía es excelente, y es un placer ver un documental que no esté filmado con cámara en mano, ni exagere en anécdotas ni detalles pintorescos. Mas allá de ser técnicamente tan prolijo, logra acercarse al protagonista con una gran sensibilidad, y mostrarlo de forma humana, sin necesidad de sacralizarlo ni mostrarlo como a un héroe. Henry Engler es un hombre que parece haber vivido muchas vidas en una sola. Y en este documental logra cerrar el círculo, en el que comenzó como un joven idealista, que vivió lo peor de la represión y la injusticia, que atravesó la locura y que sobrevivió para convertirse en un científico que, según sus propias palabras, y en base a las experiencias vividas, sostiene que la ética y los valores deben estar por encima de la ciencia.
Memorias del subsuelo El círculo es más que un documental sobre las consecuencias de las dictaduras latinoamericanas. Mucho más que un testimonio sobre el horror y los flexibles límites de la resistencia humana. Es, entre muchas otras cosas, un tratado en primera persona sobre la locura: hecho por alguien que la padeció y que ahora puede reconocerla y enfrentarla y abordarla desde otra orilla. Una película que si fuera ficcional resultaría inverosímil: la historia de Henry Engler, ex líder tupamaro que sufrió trece años de cárcel -con incomunicación total-, varios de ellos con delirios místicos. Y que, tras una lucha larga y tenaz, se convirtió en un prestigioso neurólogo radicado en Suecia. Los realizadores José Pedro Charlo y Aldo Garay sabían que un personaje formidable no asegura una película formidable. Entonces, construyeron en torno de Engler una estructura cinematográfica sólida y a la vez espontánea, que nos revela la subjetividad y los procesos interiores -restitutivos- del protagonista. El círculo funciona como un viaje -geográfico y temporal; emocional y analítico- desde la actualidad de Engler en Upsala hasta su atroz cautiverio en distintos presidios durante la última dictadura uruguaya. En su camino hacia el pasado, va reencontrándose con ex compañeros de lucha y padecimientos, con penales en los que estuvo detenido -a los que no había visto desde afuera- e incluso con algún guardiacárcel que a escondidas de sus superiores tuvo contacto con él y hoy es su amigo. La película juega, permanentemente, con la esencia del recuerdo: con los agujeros del olvido y las transformaciones de la memoria. No es un dato menor que Engler, un hombre que en medio de la película recupera imágenes y sensaciones perdidas, se dedique a estudiar el Mal de Alzheimer. La película, oscura y luminosa al mismo tiempo, aprovecha todo tipo de contrastes. En los pasajes de mayor dramatismo, cuando los personajes recuerdan hechos traumáticos, la cámara se remite a tomar sus rostros. Cabezas parlantes justificadas, porque en cada gesto hay una enorme carga de información, y ningún artificio visual. Al final del filme nos queda la certeza de que recuperar la memoria es el único medio de mitigar lo irreparable.
De regreso a la vida El uruguayo Henry Engler vive desde hace un cuarto de siglo en Suecia, donde encontró al amor de su vida y se especializó en medicina nuclear hasta convertirse en una eminencia internacional en la investigación sobre el mal de Alzheimer. Pero Engler también tiene un pasado que le ha dejado heridas demasiado profundas, de esas que nunca dejarán de sangrar: fue uno de los líderes del grupo guerrillero Tupamaros y, tras ser baleado y detenido, pasó 13 años como "rehén" (así se lo conocía) de la dictadura militar en condiciones infrahumanas (torturado y sin ver la luz del día). Lo que los directores José Pedro Charlo y Aldo Garay hacen con esta historia de vida es un trabajo admirable. Cuando estaba todo servido para un obvio documental politizado que exaltara la heroicidad y la redención del protagonista, los cineastas apuntan -en cambio- a un registro íntimo, tierno y pudoroso a la vez, que resulta profundamente maduro y humano (humanista) en su exposición de los mecanismos internos a los que debe apelar alguien para sobrevivir en condiciones extremas. Ensayo sobre la locura, la amistad, la religión y la memoria, El círculo arranca y termina en el bucólico pueblito de Uppsala y -en el núcleo del relato- sigue el viaje de regreso de Engler a Uruguay, en el que recorrerá las distintas cárceles en las que estuvo detenido y se reencontrará con sus viejos compañeros de lucha y cautiverio: desde el actual presidente José Mujica hasta Mauricio Rosencof. Todos aparecen en pantalla con un discurso inteligente y alejado por completo de cualquier dosis de victimización o revanchismo. Que la película haya apostado por esa austeridad y esa simpleza tan uruguayas no quiere decir que eluda los rigores físicos y, sobre todo, los psíquicos que sufrió Engler. Los testimonios del protagonista son impactantes, conmovedores, pero alejados de cualquier tipo de especulación. Y los directores -que además registran todo el viaje con una precisión y un talento asombrosos- vinculan con acierto aquel pasado lleno de alucinaciones y paranoias con la actualidad de un Engler que -no por casualidad- se convirtió en un emblema mundial en el estudio del cerebro humano.
Valiosa exposición de la mente humana Hace diez años, un equipo del Centro de Tomografía de Emisión de Positrones de la Universidad de Uppsala, Suecia, encabezado por el doctor Henry Engler, logró registrar las placas de amiloide que evidencian cómo trabaja el Alzheimer en el cerebro humano. Los primeros resultados fueron expuestos ese mismo año, difundidos por la prensa científica mundial, y recompensados con altos premios. Incluso se habló de una nominación al Nobel de medicina. Especialista en medicina nuclear, Engler fue durante largo tiempo director médico del referido Centro, hoy es médico de consulta en el Hospital Universitario de Uppsala, y director académico de un proyecto para instalar algo similar en el Uruguay. Engler es uruguayo, nativo de Paysandú. Hay algo más. Hace cuarenta años, Engler encabezaba otra clase de equipo. Era uno de los principales comandantes militares del grupo Tupamaros. Hasta que lo detuvieron y encerraron, no como preso, sino como uno de los diez rehenes que el ejército paseó «en negro» por diversas unidades militares en condiciones espeluznantes. Lo que ocurrió en esa época es notable, y también ejemplar: una larga lucha dentro de sí mismo para evitar las crecientes alucinaciones y mantener la cordura. Eso explica aquí, mientras recorre los lugares de su juventud, entre ellos el cuartel de Durazno donde un psiquiatra militar ordenó que lo pusieran a descansar un rato cada día frente a un pozo de agua, para no perderlo del todo. También otros rehenes famosos explican los métodos de autocontrol que fueron desarrollando para sobrevivir, entre ellos el hoy presidente uruguayo José Mugica, que dice, de paso, algo muy interesante sobre la resistencia de los militantes de los 70: «Hay que quitarle la poesía, la heroicidad a todo eso». Interesante, también, el trato piadoso brindado por algunos militares a espaldas de sus superiores. Entre esas almas limpias, Eduardo Solari, hoy jefe de bomberos en Ushuaia. Solari en el lejano sur, Engler allá en el norte, cada uno a su manera hoy ayuda a la humanidad, y los dos se encuentran y se abrazan bajo el sol de un pueblito oriental. Autores de esta valiosa exposición sobre la mente humana, José Pedro Charlo, que acaba de presentar en el DocBsAs un trabajo sobre otro preso que durante años logró ejercitar su memoria cotidiana contra todo pronóstico, y Aldo Garay. Vale la pena.
La memoria de un ex tupamaro El médico Henry Engler, nació en Paysandú, en 1946. Es descendiente de alemanes y sus abuelos rusos fundaron, en 1913, la colonia San Javier, de Uruguay. En la actualidad Engler vive en Upsala, Suecia, con su mujer, donde integra el equipo del Centro de Tomografía de Emisión de Positrones (PET), de la universidad de esa ciudad. El y su grupo se convirtieron en una noticia que recorrió el mundo, a partir de poder tomar las primeras fotos, en las que se muestra en un cerebro humano viviente, la enfermedad de Alzheimer, lo que provocó un profundo cambio en el campo de la ciencia. LOS INICIOS El doctor Henry Engler tiene un pasado que dejó en su tierra natal Uruguay, pero que jamás olvidará. Durante la dictadura, en la década de 1970, fue dirigente tupamaro y por su apoyo médico a grupos en extrema pobreza, se lo puso preso y fue torturado, en una cárcel de Montevideo y luego en un destacamento militar, hasta que emigró a Suecia, como lo comenta el protagonista. EL CIENTIFICO ‘El círculo’ de los cineastas uruguayos José Pedro Charlo Filipovich y Aldo Garay, invita al científico a viajar a Uruguay y a recorrer aquel pasado, en el que coinciden los años de sufrimiento y los recuerdos felices de la infancia. Henry Engler es un hombre muy comunicativo y de una gran capacidad de síntesis para explicar lo que es su trabajo con el Alzheimer, a un grupo de trabajadores uruguayos que se desempeñan en el campo. Frente a la cámara explica que desde muy joven cuando comenzó a estudiar en la universidad, tenía claro que si no se cambiaba la situación social no se podía ejercer la medicina. El documental de Filipovich y Garay escapa al registro de un hombre que sufrió los años más difíciles de su vida, para contar la historia de un protagonista que supo reinventarse a sí mismo. Uno de los hechos que llama la atención, es cómo el médico va contando que para escapar de la locura debido al encierro, comenzó a dibujar y hacer ejercicios para dominar aquellos pensamientos que lo ligaban a la posibilidad inmediata de perder la vida. Pasado y presente de un Uruguay en el que también aparece el presidente José Mujica, preso como Engler por aquellos años en su país, se fusionan en este documental de admirable vigencia.
A través de la epopeya del doctor Henry Engler, ex dirigente tupamaro y actual médico reconocido por su investigación sobre el mal de Alzheimer, El Círculo establece una estremecedora semblanza del padecimiento de un preso político, y a la vez redimensiona la lucha armada en los desoladores años dictatoriales latinoamericanos. Documental uruguayo con aportes de Alemania, Argentina y Chile, transcurre en distintas localidades de Uruguay y también de Suecia, donde Engler reside actualmente, ya que tras una invitación pasajera, no esperaba enamorarse y echar raíces afectivas y profesionales allí. Un país escandinavo, lejano y frío, donde acaso este hombre lacerado haya encontrado un refugio que cicatrice heridas y apacigüe dolores de un alma mancillada. A través del testimonio esencial de Engler, el lúcido film de José Pedro Charlo y Aldo Garay va determinando un itinerario de vida que lo involucra junto a otros compañeros de militancia armada con los que se irá encontrando, incluyendo al actual Presidente uruguayo José Mujica, cuya breve aparición ilumina la pantalla y endulza los oídos. Estableciendo sutiles paralelismos entre las palabras meditadas de este hombre de origen germánico, algunas referidas a su especialidad en medicina neuronal, y sus duras experiencias de vida, El Círculo justifica su título, reivindica la memoria y ofrece un testimonio notable que desde el Uruguay resuena en toda la región.
Retrato de un sobreviviente El Círculo, más que un documental sobre la lucha y resistencia de un preso político uruguayo, Henri Engler, quien estuvo privado de su libertad por la dictadura militar desde el año 1972 cuando fuera herido y capturado hasta 1985 en que junto a otros compañeros denominados rehenes recuperó su libertad, es un testimonio de vida conmovedor, que gracias al excelente trabajo de los realizadores José Pedro Charlo y Aldo Garay se despoja rápidamente de la coyuntura política para trascender hacia aspectos de la condición humana que afloran en situaciones extremas y transforman a las personas. El aislamiento y el encierro son dos acciones humanas que destruyen la individualidad; quebrantan la voluntad y en definitiva anulan todo rasgo de personalidad. Sin embargo, hay quienes como Henri Engler logran vencer los propios fantasmas y encontrar un propósito para continuar tras atravesar atrocidades como las vividas en una cárcel durante tanto tiempo. Ese es el relato que va emergiendo desde la voz del protagonista, quien rápidamente se apodera de la historia al reencontrarse con su pasado en un viaje de regreso a Uruguay desde Suecia, lugar donde decidió radicarse al haber encontrado el amor y la vocación en la medicina nuclear. Paso por paso, la cámara acompaña el derrotero de Engler desde sus orígenes en Paysandú, pasando por el reencuentro con ex rehenes y repasando su historia de militancia estudiantil y luego como parte activa del movimiento de liberación tupamaro, que tuvo también entre sus cuadros al actual presidente de Uruguay Mujica. Las palabras de Engler se incrustan en la imagen con la misma fuerza que su ejemplo de resistencia sin que los realizadores apelen a recursos de postproducción más que esos momentos únicos de verdad transmitida desde los ojos o desde los sonidos del dolor en primera persona. El Círculo, desde su título hace referencia por un lado a la experiencia mística que fue el salvataje de Engler para no dejarse atrapar por las alucinaciones o la locura que en un momento de su estadía en la cárcel lo acompañó minuto a minuto, pero por otro alude a un punto de partida y otro de llegada que se resume en la trayectoria de una vida intensa, genuina, que no olvidó en ningún momento los principios morales y éticos por los cuales peleó y seguirá peleando.
Como sucede a menudo dentro de la programación del Festival Internacional de Cine y Video de Derechos Humanos, la singular historia de vida que cuenta El Círculo es más importante que la película misma. Henry Eagle es un ex líder Tupamaro que permaneció trece años preso como rehén de la dictadura militar uruguaya. Como consecuencia del terrible aislamiento al que fue sometido en los distintos centros clandestinos de detención, su salud mental sufrió un importante deterioro. El relato, que hasta aquí es similar al de gran parte de sus compañeros de lucha, deviene extraordinario cuando el propio Eagle cuenta que en determinado momento pudo tomar conciencia de su locura y, mediante un procedimiento que consistía en concentrar su mirada en un círculo en la pared, logró poner su mente en blanco y detener a las voces interiores que lo torturaban. Lo más sorprendente es que a raíz de aquella experiencia límite, Henry Eagle es hoy un neurólogo de renombre que vive en Suecia y estuvo postulado al premio novel por sus descubrimientos acerca de posibles curas para el Alzheimer. De todas maneras, los directores no profundizan este aspecto y concentran su mirada en los años de encierro mediante el testimonio del propio Eagle y varios de sus compañeros. En este punto la película se resiente y se torna fatigosa, debido a la reiteración de un recurso de puesta en escena convencional que coloca a los protagonistas frente a cámara para que relaten su experiencia y luego intercala escenas cotidianas de cada narrador o imágenes del retorno a alguno de los lugares de detención. La película respira, sin embargo, cuando aparece algún testimonio inusual, como el del carcelero que se emociona al recordar que hizo la vista gorda frente al rigor de las órdenes de sus superiores y ayudó a la recuperación de Henry Eagle.
REVIEW: El Círculo -Las Vidas De Henry Engler- Una película uruguaya con Tupamaros de varios países sobre la identidad. El círculo se describe desde el comienzo hasta el final. Sin cerrarse deja las bases de una idea netamente socialista como su personaje principal, el doctor Henry Engler –Neurólogo uruguayo oriundo de Paysandú que vive en Suecia- quien viaja de vuelta a Uruguay y recorre, casi treinta años después de su liberación, los lugares por donde estuvo recluso por trece años entre el ’72 y el ’85 aislado del mundo. El plano que más llama la atención de la peli es al comienzo cuando en Uppsala, Engler va a buscar el correo a su buzón en donde está su nombre inscrito. El buzón funciona como un símbolo, significa que reconoce a la persona y la ubica en espacio y tiempo accesible para todos. A partir de ahí comienza el viaje de El Círculo y la reclusión que encuentra parecidos con muchas otras. Engler inició su militancia, pacífica al comienzo, en Paysandú durante sus estudios secundarios, liceo para los orientales, debido al maltrato que veía en los cañeros del norte. Luego en Montevideo mientras estudiaba medicina su carrera militante fue fortaleciéndose. ”¿Cómo puedo ejercer en el futuro mi profesión de médico cuando en el país no hay medicamentos para brindarle a la gente?” – Engler El período pacifista –llamémosle- culmina ante la muerte de algunos estudiantes en las protestas. Allí Engler piensa que si por las buenas no mejora la cosa lo hará por las malas. Al volver a Uruguay se va encontrando con muchas personas. Aparece el apodo que le daban a él y su hermano por su herencia alemana, El Nazi , en su caso era el Nazi Chico -un panchero en Montevideo se encuentra y lo saluda como “Eh… Nazi querido ¿Cómo andas?”-. La película ensaya sobre la identidad –el subtítulo: Las vidas de Henry Engler – en este encuentro del Neurólogo erradicado en Uppsala con su vida cuando niño, sus recuerdos más felices, su vida como Tupamaro en el Movimiento Nacional de Liberación y su vida como rehén de la dictadura. ”Estar vivo acá después de lo que pasó es algo casi inexplicable” –Engler Conclusión Su etapa en la cárcel refleja una voluntad increíble como la de todos aquellos quienes a pesar de las torturas psíquicas y físicas lograron sobrevivir enteros y seguir adelante con sus vidas. La peli está lejos de caer en el golpe bajo o la sobriedad sobre la dictadura. Es como dije antes, un ensayo muy interesante sobre la identidad, el cual a pesar de llamarse El Círculo no se cierra al final sino que sigue, no sé a dónde pero parecido a una espiral como esa idea que tenía un tal Karl sobre la historia. “La técnica tiene que estar dirigida por la ética y ahí va a estar al servicio del hombre. Sino es algo muy peligroso y puede hundir al mundo” -Engler El Dr. Henry Engler trabaja hoy en Uppsala contra el Alzeimer, lucha contra el olvido.
Desgarradora historia narrada con mesura que exalta el espíritu humano Fuerte, comprometido, claro y conciso. Tales son las características fundamentales de “El círculo”. Este documental de José Pedro Charlo y Aldo Garay se destaca porque sus máximos responsables tienen muy en claro tanto sus objetivos como la realización sustentados en qué y cómo narrar los acontecimientos y quienes los han vivido. Henry Engler vive en Suecia. Se nos va presentando como una eminencia en el campo de la neurología, algo que como noticia de color sería motivo de orgullo para cualquier país, en este caso Uruguay. Lenta y contundentemente iremos conociendo la ruta que lo llevó a tierras tan lejanas, nada agradable por cierto. Henry fue uno de los integrantes de la cúpula del Movimiento Tupamaro, capturado por la dictadura, puesto preso, torturado e incomunicado, utilizado como rehén durante los 13 años de su cautiverio En ese período este hombre atraviesa distintos grados de alienación y locura que son descriptos sin eufemismos. Sin embargo, lo que podría caer fácilmente en el golpe de efecto es aislado por un guión que va encauzando la historia hasta meternos en el alma de éste ser humano. Un juego introspectivo en el que mantener el equilibrio psicológico resulta vital para contarlo hoy. Lateralmente iremos conociendo mucho más del contexto socio político de la época, sin apartarnos nunca de la idea del triunfo del espíritu. Hay mucho más material que no conviene revelar, dejando que los valla descubriendo el espectado Acaso la compaginación y la dosificación de información es la manera que encuentran los realizadores para mantener una tensa calma con la que se atraviesa esta tremenda historia de vida.
Publicada en la edición digital #245 de la revista.
Este excelente documental es mucho más que la historia de Henry Engler, dirigente Tupamaro rehén de la dictadura militar uruguaya durante trece años, quien fue además uno más de los tantos torturados sin piedad en la historia de Uruguay y del mundo. Sus directores trazan un recorrido circular, donde Henry Engler, hoy un científico reconocido dedicado a la investigación del mal de Alzheimer y ciudadano sueco, regresa al entorno donde creció, donde estudió, donde lucho por sus ideales. Y en su retorno visitará todos los amigos que quedan vivos, su familia, la que siempre lo acompañó, y hasta uno de los militares que lo custodiaron. Ese que logró sentir compasión y ser diferente, porque esto además demuestra que se puede, cuando se tiene piedad por un semejante. Y por qué digo que es mucho más? Porque en este relato no hay un solo golpe bajo y tenemos la inmensa posibilidad de aprender del dolor. Porque el verdadero viaje de Henry es el que realiza acompañando al espectador con una voz el off – que se entrecruza con otras- hacia el interior del horror, pero sin mostrarlo. A lo que accedemos con esta elección narrativa es a la posibilidad de aprender, al asomarnos al mundo del prisionero y comprobar la eficacia de las innumerables estrategias de la mente y su control –el cerebro, hoy su objeto de estudio- acompañado de la grandeza del espíritu, y de un inmenso deseo de vivir. Secreto, dominio, fortaleza que puede hacer que los hombres sobrevivan a instancias profunda humillación y dolor. De sus luchas, de su fortaleza, de su inmensa sabiduría, palpadas en este discurso, podemos deducir y reflexionar de que con sólo en control de la mente y con la elección de nuestros pensamientos podemos hacerlo todo… Porque cuando escuchamos estos relatos y vemos la paz en su rostro, podemos a llegar a sentir vergüenza, de lo hacemos con tanto cada día, al alcance de nuestras manos. Frenar los pensamientos, apagar las voces, imaginar la casa de nuestros padres, centrarnos en un punto, vivir el ahora aferrándonos a la fé y a la vez descubriendo a Dios, con todo lo que la mística puede ofrecernos, o mirar las hormigas y escuchar que pueden hablar, son modos de aferrarnos a la vida, al instante que la vida nos ofrece en esta inmensa paradoja que es la rueda en que se mueve y nos transporta algunas veces al horror y otra al paraíso. Sobrevivir a una cárcel es brutal y siempre será en algún sentido un milagro personal, pero que dentro de lo intransferible que puede parecernos- sobre todo cuando las circunstancias nos hacen bordear la frontera entre la locura y la cordura, frágil en extremo. Siempre habrá más instancias para reflexionar sobre la maravilla que abriga la mente de un hombre, que pinto dentro de ella muchos paisajes anhelados, que estaban en la única revista a la que tuvo a su alcance en esos años. Y que tiempo después sería el paisaje del contexto de su vida actual, un círculo perfecto, uno de los tantísimos milagros de la vida. Todo esto unido a una excelente fotografía y sin duda a haber tenido la habilidad de ofrecer el deseo de un testimonio desde una entrega total de su protagonista, sin golpes bajos y con la vivencia del misterio que acompaña la vida. Un testimonio de la fuerza interior de los hombres.