La reciprocidad del dolor El mainstream actual suele concentrarse en el cine de género más aparatoso y hueco, ese que en promedio es el único que aún sigue llegando a las salas tradicionales de exhibición, y le deja los opus experimentales/ inconformistas/ aguerridos -los poquísimos que todavía subsisten- a los festivales de cine de todo el globo y los dramas y comedias clasicistas al streaming, un emporio cada día más saturado de publicidad y productos intercambiables -y cada día más parecido a la televisión por cable de las décadas del 80 y 90- que tampoco demuestra demasiado interés, algo muy evidente debido al paupérrimo nivel de calidad en general de las propuestas ofrecidas. En este contexto no hace mucho tuvimos una anomalía dramática, inteligente y de base teatral que llegó a estrenarse en todo el planeta en salas, El Padre (The Father, 2020), ópera prima del dramaturgo francés Florian Zeller que adaptaba su obra homónima del 2012 junto a Christopher Hampton y de paso generaba dos Oscars, el del Mejor Guión para él y su colega británico y el del Mejor Actor Protagónico para el enorme Anthony Hopkins, señor que en gran medida justificaba la existencia de la película mediante su estupendo desempeño como un anciano de 83 años que sufría los problemas con la memoria y los mecanismos asociativos paradigmáticos de la demencia, Anthony, así su desorientación era permanente durante la trama y cubría rostros, recuerdos y latiguillos. La puesta teatral que inspiró el film forma parte de una Trilogía Familiar de Zeller que se completa con La Madre (La Mère, 2010) y El Hijo (Le Fils, 2018), por ello salta a la luz que el amigo Florian quiso reproducir el tríptico en el séptimo arte y se propuso encarar un segundo eslabón que en realidad funciona como una precuela semi colateral de El Padre, hablamos de la obra de temática filial del 2018 cuyo resultado en pantalla es El Hijo (The Son, 2022), lamentablemente una película inferior con respecto al trabajo previo centrado casi exclusivamente en Hopkins: Peter (Hugh Jackman) es un abogado corporativo que está a punto de entrar en política al servicio de un prominente senador pero sus planes se caen a pedazos cuando aparece su ex esposa, Kate (Laura Dern), afirmando que el vástago púber de ambos, Nicholas (Zen McGrath), está deprimido, se muestra agresivo y lleva un mes faltando al colegio, lo que eventualmente provoca que el adolescente se mude al hogar del padre y su nueva esposa, Beth (Vanessa Kirby), con la que tiene un mocoso recién nacido, Theo (Félix y Max Goddard), no obstante el asunto no mejora porque a la tendencia de cortarse los brazos con cuchillos se suman los raudos impulsos suicidas de un Nicholas que continúa ausentándose de la escuela, aislándose de todos a su alrededor y sumergiéndose en la anhedonia y una angustia que parece estar enraizada en el divorcio de sus progenitores. Desde ya que las actuaciones de Jackman y Dern son magníficas, en esencia dos veteranos del rubro que se pasearon por todos los recovecos de la industria audiovisual de las últimas décadas, no obstante el resto del elenco los sigue muy de lejos y en especial se nota lo poco que tienen para ofrecer Kirby y McGrath, la primera apenas una cara bonita y el segundo cayendo por debajo de lo que su personaje reclamaba en tanto “nene rico y tristón por la separación de sus padres”, sin embargo es posible toparse con un par de sorpresas más que agradables como ese Hugh Quarshie que compone al psiquiatra del muchacho después del primer intento de suicidio, el Doctor Harris, y el mismo Hopkins que aporta un cuasi cameo como el mencionado Anthony, padre entre sincero, abandónico y cruel de Peter y su trauma personal ya que ante el púber se ve obligado a reproducir algunas de las frases apocalípticas que su propio progenitor le dijo a la edad de Nicholas para que escarmiente. Por cada punto en contra el convite ofrece un punto a favor, pensemos por ejemplo que el metraje de más de dos horas resulta muy excesivo y contrasta con la gloriosa brevedad de El Padre, aún así la fotografía de Ben Smithard y toda la puesta en escena en general de Zeller, quien además inspiró opus mediocres de Patrice Leconte, Philippe Le Guay y Daniel Auteuil, evitan los clichés claustrofóbicos del teatro filmado y permiten que el relato respire con gran astucia. La propuesta explora tópicos candentes que se corresponden con la crisis terminal de la familia estándar de antaño desde fines del Siglo XX hasta el presente por la hipocresía que la susodicha generó a lo largo de las centurias previas y por el ensalzamiento monotemático del capitalismo para con el egoísmo más superficial y hedonista, lo que por supuesto genera un hastío mucho más temprano en lo que respecta a las obligaciones laborales, educativas, románticas y familiares de siempre, en este sentido El Hijo sopesa la ansiedad posmoderna, las múltiples tareas en simultáneo, el miedo extremo al fracaso, la falta de comunicación en la parentela, la propensión a encerrarse en burbujas, la paranoia, los clanes compuestos o de orígenes heterogéneos, la derrota tácita de la monogamia, la inoperancia total del sistema escolar, los prejuicios sociales, la solidaridad y el cariño que no bastan contra la depresión, la canalización del sufrimiento en otros sufrimientos y finalmente el patetismo de la alta burguesía o los sectores pudientes en general, cuyos dilemas parecen ridículos vistos desde el exterior de clase. Como estudio sobre la reciprocidad del dolor en un ambiente afectivo algo caníbal o de codependencia, léase ese ida y vuelta del martirio forzado por parte de aquellos que supuestamente se quieren, El Hijo está relativamente bien aunque podría haber sido un film mucho mejor con un guión menos redundante y más ambicioso y/ o valiente…
Otra de las grandes olvidadas de la temporada de premios. Un doloroso retrato de cómo una familia desmembrada intenta comprender qué pasa con su hijo, un joven que, agobiado por la vida, no encuentra su rumbo. Una indagación sobre la salud mental que dispara profundas reflexiones. Hugh Jackman, Laura Dern y Vanessa Kirby, descomunales.
En 2020 se estrenó en Estados Unidos «The Father», película protagonizada por Anthony Hopkins (quien ganó un Oscar por su interpretación) y Olivia Colman, donde se muestran las consecuencias del Alzheimer en una persona de una manera tan creativa como conmovedora. La forma de contar la historia involucró directamente al espectador, con una experiencia totalmente inmersiva y desgarradora. Este año el mismo director volvió a adaptar una de sus obras teatrales a la pantalla grande con «El Hijo», la cual es considerada una precuela de su film anterior. En ella se cuenta la vida de Peter, un abogado de renombre que está pensando en entrar en política. Luego de un matrimonio previo rehizo su vida junto a Beth y fue padre nuevamente. Sin embargo, todo cambiará cuando su ex esposa Kate reaparece con su hijo adolescente, Nicholas, un chico que está teniendo problemas en la escuela y con el que es difícil comunicarse. Es así como se verá obligado a hacerse cargo de su paternidad para poder ayudar a su hijo. «El Hijo» es una película que nos mantiene en un clima de tensión y suspenso constante, aunque existen algunas situaciones que son un tanto previsibles y que desde el comienzo sabemos que en algún momento del film van a suceder. Por otro lado, si bien esa sensación va aumentando con el correr del metraje, haciendo que la trama avance, algunas escenas se tornan un poco repetitivas. Está bien mostrar ciertas cuestiones para plasmar el carácter del hijo, pero otras ya resultan un poco innecesarias. Tenemos buenas actuaciones por parte de un elenco lleno de estrellas, como Hugh Jackman, que a diferencia de otros roles similares de padre ocupado por el trabajo también demuestra interés en su hijo, se preocupa y busca la manera de ayudarlo, a pesar de que también lo presiona y delimita. En este sentido se ahonda en las expectativas que tienen los padres sobre los hijos, los roles que pretenden que asuman y las dificultades que existen cuando los deseos y la realidad no van de la mano. Laura Dern y Vanessa Kirby como la ex esposa y la actual mujer de Peter, respectivamente, también hacen un buen trabajo para plasmar sus reacciones y emociones. Dern se enfoca más en transmitir preocupación hacia su hijo y tratar de dejar de lado los dolores de la separación, mientras que Kirby debe afrontar una situación que no pidió pero que se le impuso. El vínculo que construye con el adolescente es bastante tenso y pasivo-agresivo. Y sin dudas la labor de Zen McGrath como Nicholas es digna de destacar, componiendo a un adolescente con depresión, confusión y pensamientos oscuros; emociones que no logra entender ni controlar. La relación entre McGrath, Jackman y Dern también está bien elaborada y es bastante cambiante: por momentos todo es confianza y afecto y por otros es falta de comunicación, dudas y desesperación. La puesta en escena es bastante sencilla pero efectiva, y a pesar de ser una adaptación de una obra de teatro y no utilizar demasiadas locaciones para desarrollar la historia, esta no se siente monótona ni teatral. En síntesis, a comparación con «El Padre», «El Hijo» está en un escalón por debajo, en cuanto a su historia y la forma de contarla, pero sí logra ahondar en temas familiares importantes como también en la salud mental que no se suele tratar tanto en el cine. Con buenas actuaciones por parte de un elenco de lujo, la película cumple, entretiene y permite hacernos reflexionar.
El dramaturgo y director Florian Zeller continúa con su trilogía sobre la salud mental. Pero así como en “El padre” existían escenas estremecedoras pero cohabitaban con un humor que permitían cierto escape al drama, aquí en el tema de la depresión profunda de un adolescente, eso no ocurre. Se repite el efecto demoledor en la estructura familiar cuando un miembro padece un mal casi sin remedio. En este caso un hombre divorciado, en la cumbre de su carrera profesional, casado por segunda vez, con un bebe recién nacido, debe afrontar lo que le ocurre a su hijo adolescente. Primero con la ilusión de ayudarlo fácilmente, y luego con un terrible camino de recuerdos que le hacen transitar dolores y recuerdos que permanecía tapados con tanto éxito laboral. Aunque no se lleva el título el mejor personaje por su complejidad y el talento que despliega Hugh Jackman es el más rico y conmovedor. Interpretar el derrumbe de un mundo perfecto- codearse con el poder, el amor por su joven mujer y pequeño niño, su aparente optimismo a toda prueba, es disfrutable. Con un personaje con pocos matices el joven Zen McGrath no le saca provecho a su rol, un chico desenganchado de la realidad y alejado de la emoción. Anthony Hopkins, encarna a un ser brutal y brilla en su pequeña interversion como lo hacen los grandes.
Proveniente del ámbito teatral, el francés Florian Zeller ideó hace unos años una trilogía de películas basada en sus obras sobre diferentes aristas de la salud mental. La primera fue El padre, que le valió un nuevo Oscar a Anthony Hopkins, centrada en el progresivo e inevitable deterioro de un hombre mayor. Ahora llega el turno de la segunda, El hijo, que corre el foco de la trama hacia el complicado vínculo de un adolescente depresivo con sus padres divorciados. Esos padres son Peter (Hugh Jackman) y Kate (Laura Dern), quienes están separados hace un buen tiempo. Mientras él rehízo su vida junto a una nueva pareja llamada Beth (Vanessa Kirby), con quien acaba de ser padre por su segunda vez, Kate sigue sumida en un duelo acrecentado por los problemas de su hijo Nicholas (Zen McGrath), quien hace un mes no concurre al colegio. Cuando le preguntan por qué no va, su respuesta es “no sé”. Ante esta situación, y para intentar darle nuevos aires a una vida que para él no tiene sentido, Nicholas pide mudarse junto a su padre y su nueva familia, una decisión difícil de digerir para Peter y sobre todo para su joven esposa, que de repente debe convivir con un adolescente siempre dispuesto a reprocharle su responsabilidad en la separación. Cuando todo parece enderezarse, Nicholas recae en una depresión que obliga a sus padres a aunar esfuerzos para intentar sacarlo adelante. A diferencia de El padre, que al utilizar como punto de vista al personaje de Hopkins transmitía muy bien el desasosiego y la impotencia ante el avance del problema, El hijo está contada desde los ojos del padre, lo que impone una distancia emotiva sobre los sucesos que Zeller no parece saber muy bien cómo sortear. A fin de cuentas, ningún personaje es lo suficientemente interesante para despertar la empatía ni la piedad, así como tampoco las situaciones trascienden los lugares comunes. El resultado es una película fría y desangelada que observa cómo una situación familiar se desmorona sin preocuparse demasiado.
La regla dice que las segundas partes no son tan buenas, excepto en un par de situaciones. Lamentablemente, este no es el caso. El Hijo es un drama de Florian Zeller que se estrena en cines el jueves 23 de marzo.
Un padre negador, un hijo conflictuado y una madre detenida en el pasado. También hay una nueva esposa con bebe y un conflicto -nunca del todo especificado- que sacude el presente de todos. Con estos elementos, Florian Zeller (El padre) se mueve bastante esquemáticamente, mostrando un estado de situación que rebota entre la previsibilidad, los lugares comunes y alguna que otra trampa efectista. No hace falta decir aquí cómo termina la película para saber cómo termina la película. Peter (Hugh Jackman) recibe la visita desesperada de su exesposa (Laura Dern) en el hogar que comparte con su segunda mujer, Beth (Vanessa Kirby) y el bebe de ambos. La presencia no es para remover heridas del pasado sino un pedido de auxilio: ella ya no sabe qué hacer con el hijo adolescente de ambos, Nicholas (Zen McGrath), un pibe desanimado e introspectivo. Culposo por sentir que le soltó la mano en virtud de su nuevo esquema familiar, Peter se lo lleva a vivir con él para intentar recuperar el vínculo que los unía en el pasado. Lo que parece funcionar al principio termina siendo contraproducente para todos. El amor no siempre es más fuerte. A favor de la realidad que propone Zeller sobre las relaciones familiares, el planteo de El hijo es verosímil. No cuesta nada ponerse en el lugar de los padres de Nicolas, desesperados ante una situación límite de la que no saben cómo reaccionar. Tanto Jackman como Dern están a la altura del conflicto, demostrando que son mejores que muchos de los proyectos que aceptan. En contra cabe señalar el desarrollo y conclusión de la historia, con vaivenes más cercanos a la telenovela o, en el mejor de los casos, a un capítulo de La rosa de Guadalupe. Luego de El padre -que llegó a llevarse el Oscar al Guion Adaptado- muchos creyeron ver en el director un nombre a tener en cuenta. Lamentablemente, con El hijo demuestra que el juicio fue apresurado. A pesar de que hay unas pocas escenas de mucha potencia (lo que es de esperar considerando que Zeller es dramaturgo, y el guion es una adaptación de una de sus obras de teatro), no alcanzan para salvar una progresión visual rutinaria y sin matices, con personajes desdibujados y un conflicto que se enuncia, vuela bajo, amaga pero nunca llega a su pico dramático. El hijo es un esbozo incómodo sobre las relaciones familiares en el siglo XXI, con mejores intenciones que resultados.
El hijo (The Son, 2022) es una precuela de El padre (The Father, 2020) dos películas dirigidas por Florian Zeller, basadas en sus propias obras de teatro. Aquí Peter Miller (Hugh Jackman) es un hombre muy ocupado que se ha casado con su segunda esposa, Beth (Vanessa Kirby), con la que tiene un hijo recién nacido. Su ex esposa, Kate (Laura Dern), aparece inesperadamente y dice que su hijo de diecisiete años, Nicholas (Zen McGrath), está deprimido y ha dejado la escuela. Peter acepta que el joven se quede en su casa, aunque han tenido una relación distante parecida a la que él a su vez ha tenido con su propio progenitor, Anthony (Anthony Hopkins). Las conductas depresivas del adolescente angustian a todos y no saben cómo resolver el tema. La película es un intenso drama realista, lleno de tensión, con la amenaza permanente de la tragedia desde el comienzo. Los actores están correctos, aunque les gana en ese aspecto la breve aparición de Anthony Hopkins, que interpreta a un personaje siniestro con absoluta maestría. Cómo en El padre el director demuestra un amor por el teatro mayor que el que experimenta por el cine, pero mientras que allí lograba aprovechar los recursos del medio, aquí no aparece ni una sola idea visual aceptable. Todo el realismo del cual se jacta se rompe con la resolución, un truco que produce más enojo que emoción.
Del mismo director y con guion de su autoría más la mano de Christopher Hampton, Florian Zeller presenta otra historia relacionada con los vínculos familiares que se ligan con un problema de salud mental, igual que con “El Padre”, su anterior película. Peter (Hugh Jackman) está casado en segundas nupcias con Beth (Vanessa Kitty) con quien tiene al pequeño Theo. Pero Peter antes tuvo otra familia, su ex mujer Kate (Laura Dern) y su hijo Nicholas (Zen McGrath), ahora adolescente. Nicholas está faltando al colegio y está infeliz, nada lo satisface y piensa que viviendo en un lujoso piso en Manhattan con su padre, su situación puede revertirse. No es que se lleve mal con su madre, sino que internamente tiene la esperanza de encontrar lugares o momentos que lo salven, de lo que luego sabremos, es una depresión profunda. Los adultos están preocupados y a su manera, intentan sacarlo de ese estado. El joven tiene altos y bajos pero el divorcio de sus padres, el abandono de su padre por empezar una nueva familia junto a Beth, dejó una huella profunda de un dolor que no se va. Al principio Nicholas hace el esfuerzo, pero no consigue mejoría. Va al colegio por un tiempo y vuelve a faltar. Peter se acerca a su padre (el gran Anthony Hopkins) pero sólo logra lo que obtuvo siempre, frialdad y poca empatía. Lo que recuerda de su niñez es lo que él no quiere ser como padre. "El Hijo" es un drama que cala hondo, con un guion inteligente y sólidas actuaciones de todo el cast que nos recuerdan cuán atentos tenemos que estar ante señales muy específicas.
Luego del éxito de «The Father» (2020), el dramaturgo Florian Zeller continúa con su trilogía sobre roles familiares en situaciones de stress emocional y problemas de salud mental. En esta oportunidad, tenemos una precuela de la anterior (protagonizada por el extraordinario Anthony Hopkins, trabajo que le valió ser premiado por la Academia a los 83 años, nada menos) en la cual la atención estará puesta en Hugh Jackman y Zen McGrath, los puntos altos de este intenso drama. La historia nos presenta a Jackman (Peter), empresario exitoso, divorciado y en pareja con una bella y joven mujer, Beth (Vanessa Kirby) y con un recién llegado bebé a su vida. Todo va bien hasta que se presenta su ex exposa, Kate (Laura Dern), quien lo busca para pedirle ayuda, porque el hijo que tienen en común, Nicholas (McGrath), no está yendo a la escuela y posee actitudes que implican que algo no anda bien. Peter accede a hablar con el adolescente y no le gusta lo que ve. Para peor, él pide ir a vivir con su papá y esa demanda de cuidado generará un grave conflicto con su familia actual. Nicholas, tiene problemas. Y que su papá empiece a ver lo que sucede, disparará mucha culpa y emociones encontradas en Peter. Por momentos su hijo parece conectar con lo que sucede y con el amor que siente por su padre, en otros, no y el clima se va enrareciendo peligrosamente, sin solución a la vista. Peter intenta equilibrar muchas cosas y reveer su pasado, para rescatar a este chico de su complejo brote pero los resultados que logra, a veces son auspiciosos, a veces no. La presión vía Beth también se incrementa hasta límites insospechados dentro de la forzada convivencia. Para variar, conoceremos al papá de Peter, el viejo Anthony (Hopkins) quien mostrará su cinismo con desparpajo al recibir a su hijo y listar prolijamente los problemas que se desprenden de la actitud de su hijo. «The son» es un drama fuerte, crudo, pero previsible. No verán aqui demasiada sorpresa en el sendero que toma la historia, pero si podrán ver un clima gélido, inquietante, pero muy teatral. No es que sea un valor negativo, pero sí el encuadre cinematográfico no luce, a pesar de la destacable labor de los intérpretes. Se entiende que quiere mostrar Zeller, y la calidad de los actores y actrices que tiene a su disposición, pero el relato no es empático ni conmueve al espectador como «El Padre». Quizás esto sea porque a pesar del noble esfuerzo de Jackman, la estructura de su personaje nunca termina de transmitir esa desesperación incontrolada que la situación podría presentar. Coquetea con ella, pero su contraparte (el hijo) tiene un rol lleno de claroscuros, que no se afirma con el paso de los minutos. Las mujeres del elenco hacen su aporte pero las luces se centran en el protagonista y su vástago adolescente, con lo cual la posibilidad de enriquecer ese vínculo desde lo dramático, son menores. Creo que esta es una película aceptable, bien actuada y quizás, con un guión más discutible y más alejada del lenguaje teatral, podría acercarse más al trabajo anterior de este director.
Este filme vio postergado su estreno a partir de no tener una sola nominación a los premios de la academia, en rigor de verdad solo podría haber sido nominado Hugh Jackman como actor protagónico, de hecho estuvo nominado en los Globos de Oro. El filme es manipulador desde la primera imagen, en la que vemos a Beth (Vanessa Kirby) jugando con su bebe de meses, hace su entrada en la escena Peter (Hugh Jackman), el padre de la criatura. Cuando recibe
"El hijo", de Florian Zeller: manipuladora y estructuralmente endeble La historia está llena de situaciones en apariencia mal resueltas, pero que en realidad son funcionales al objetivo final: crear el caldo de cultivo para una tragedia anunciada con bombos y platillos. Tras el éxito que significó su trabajo anterior y ópera prima El padre, por la que Anthony Hopkins recibió su segundo Oscar en 2022 a los 83 años (el ganador más longevo en la categoría de Mejor Actor), el director francés Florian Zeller decidió que su segundo largometraje continuara explorando la senda de los vínculos familiares atravesados por el drama. Y eso es lo que vuelve a hacer en El hijo. Ambas películas podrían guardar alguna relación argumental. Como si formaran parte de una proto saga minimalista en la que las historias apenas se entrecruzan en la superficie del relato, pero que le permiten al espectador forjar sus propias teorías más allá de lo que estrictamente se ve en la pantalla. Zeller vuelve a proponer un film de cámara, muy atento a los detalles íntimos, a la forma en que los personajes se relacionan y a las redes emotivas que estos tejen entre sí. En este punto se puede pensar que el relato se articula a partir de una suerte de efecto mariposa emocional, en el que las decisiones que toma cada uno de ellos de forma inevitable acaban por impactar y determinar las acciones de los otros. Un movimiento que en principio parece fluir en dirección descendente, de padres a hijos, pero que acabará por adquirir la forma circular de un sistema de retroalimentación, en el que cada uno recibirá lo que dio, una fórmula que acá solo es entendida en su variante más negativa y fatal. Peter es un empresario exitoso, divorciado y vuelto a casar, que tiene un hijo adolescente con su primera mujer y otro recién nacido con la segunda. Pero la separación afectó mucho a Nicholas, el mayor, quien más o menos desde el nacimiento de su hermanito comenzó a manifestar cierta inestabilidad emocional. Para estar más atento, Peter trae a Nicholas a vivir a su casa, lo cual dará pie a una serie de situaciones que los obligan, en especial al padre, a revisar el vínculo y el lugar que ocupan en él. Zeller vuelve a incluir una afección mental ligada al período vital que atraviesan sus protagonistas como parte de la ecuación narrativa. De esta forma, si en El padre al personaje de Hopkins lo aquejaba la demencia senil, en El hijo Nicholas padece de una severa depresión adolescente que le impide establecer relaciones saludables con su familia y con el mundo. El problema de El hijo surge de su guion, de la forma inverosímil en que construye a los personajes, que no solo deben lidiar con sus problemas cotidianos sino con su propia ineptitud. La historia está llena de situaciones en apariencia mal resueltas, pero que en realidad son funcionales al objetivo final: crear el caldo de cultivo para una tragedia anunciada con bombos y platillos. Si a eso se le suman algunas actuaciones signadas por el exceso y se le resta cierto componente fantástico que Zeller había usado con buen pulso en El padre, el resultado es una película tan manipuladora como estructuralmente endeble.
Peter Miller (Hugh Jackman) lleva la vida que deseó junto a Beth (Vanessa Kirby) y su hijo menor recién nacido, mientras en su trabajo está por dar el paso hacia el logro laboral que esperó por mucho tiempo. En este contexto es que aparece Kate (Laura Dern), su ex esposa, con la noticia de que Nicholas, el hijo de ambos, ha dejado el colegio después de un mes sin que nadie supiera en dónde pasaba esas horas. Este hijo descarriado está representado por Zen McGrath y es un adolescente melancólico, problemático en ese sentido, no habla mucho, está resentido por la separación de sus padres y, por momentos, es bastante aterrador. Cuando Peter intenta hablar con el chico sobre el asunto de la escuela, éste le pide ir a vivir con él para poder estar cerca también de su hermano menor. Peter acepta movido por la culpa y la distancia que se generó a raíz de que él dejara a Kate para estar con Beth. A su vez, Beth no está del todo convencida de que Nicholas y sus problemas arriben al nuevo hogar y cohabiten con su bebé recién nacido; sin embargo, no le quedará otra que aceptar y en esa convivencia comenzarán a entenderse y desentenderse también. Este drama analiza los deseos, las separaciones y sus consecuencias, así como también profundiza en las relaciones padres/madres e hijos y la convivencia con problemas de salud mental. Sigue la línea de su predecesora El Padre (2021) protagonizada por Anthony Hopkins y Olivia Colman, con dos premios Oscar en su haber: mejor actor para Hopkins y mejor guion adaptado para Christopher Hampton y Florian Zeller, quienes también estuvieron a cargo de la adaptación de El Hijo. Además, Zeller es el creador y director de ambas historias, lanzadas primero como obras de teatro y desde esa plataforma adaptadas para cine. El Hijo, como vemos, cuenta con un elenco de actores tremendo, pero es, sin dudar, Hugh Jackman de quién no se puede apartar la mirada. Por otro lado, Zen McGrath, en su papel de adolescente atormentado no logra convencer del todo, pero sí sostiene, excelentemente respaldado por las escenas complementarias y el trabajo de edición, el suspenso y la tensión en niveles altos. Lo que baja el punto es la comparación con respecto a El Padre, aquella dejó una vara muy alta que El Hijo, con una trama más lineal y menos rebuscada, algunos golpes bajos, e incluso con excelentes actuaciones, no llega a alcanzar. En fin, cosas que pasan en la vida real y también en el cine. La conclusión es que El Hijo se trata de una muy buena película con una temática complicada de abordar. Recomendada, pero no apta para personas demasiado sensibles.
Hace un par de años recibimos una película llamada El padre, donde se nos mostraba una desgarradora historia protagonizada por Anthony Hopkins, en un rol que le valió su segundo premio Oscar. Ahora llega a nuestros cines El hijo, una secuela espiritual de dicho film, esta vez con Hugh Jackman en el rol principal. Veamos si estuvo a la altura. Esta vez se nos muestra como Peter, un hombre separado que formó una nueva familia con otra mujer, debe hacerse cargo de su hijo adolescente, quien empieza a mostrar síntomas de tendencias suicidas. A lo largo de dos horas, veremos cómo este hombre va a hacer lo imposible para ayudar a su atormentado hijo, mientras intenta no descuidar su nuevo matrimonio.
El pasado jueves se estrenó en las salas nacionales “El hijo”, la nueva película del director y guionista Florian Zeller. En este film, la estrella del cine Hugh Jackman interpreta a un exitoso abogado que formó una nueva familia y disfruta de su idilio en el centro de la ciudad. Sin embargo, su presente de felicidad se vuelve amargo cuando su ex mujer le pide que cuide de su hijo adolescente, quien tiene un comportamiento manipulador, y este acepta.
Escritor y director de la impresionante pieza “El Padre” (2021), Florian Zeller concibe en esta ocasión un previsible panfleto fílmico acerca del suicidio. Autor de la trilogía teatral conformada por las obras “El Padre”, “La Madre” y “El Hijo”, no alcanza el presente film el superlativo nivel de aquel que le valiera al gran Anthony Hopkins su segundo Premio Oscar, convirtiéndose oficialmente en su precuela. Un abordaje extremadamente difícil y delicado de afrontar es al que Zeller se apunta aquí. La ignorancia y la falta de empatía a la hora de la crianza describen una relación paterno filial resquebrajada, Lejos de la maestría del citado largometraje, moldes y estereotipos retratan la depresión y los alarmantes indicios de la autodestrucción. Un elenco de ilustres, liderado por Hugh Jackman, Laura Dern y Vanessa Kirby, encabezan el reparto. El reconocido dramaturgo hace de la exageración su mayor aliada. El punto de vista del padre nos intenta hacer entender la clase de perturbación que atormenta al joven. Con parsimonia y lentitud, “El Padre” repite conceptos en desmesurado lastre, que refieren al traspaso de los traumas de modo generacional y prefiere la contemplación a la tensión. En un drama que tiene como centro la salud mental, lo desgarrador debe lucir natural, pero aquí, se ve forzado. Contrastan de modo evidente los cinco minutos de masterclass actoral brindada por Anthony Hopkins, en una breve pero potente aparición, con la irregularidad en el abordaje al conflictivo personaje adolescente que encarna el novel Zen McGrath.
LA PELÍCULA DE LA SEMANA Florian Zeller parece dedicarse a eso que en el pasado conocíamos en la televisión como “la película de la semana”, un tipo de historia que navegaba sobre las olas seguras del drama efectista, donde una enfermedad siempre nos terminaba sacudiendo y sacando algunas lágrimas. En El padre abordaba la demencia senil de un anciano y en esta, El hijo -segunda parte de una prometida trilogía-, se mete con la depresión adolescente. La diferencia entre el director y otros que han recurrido al subgénero para manipular nuestras emociones, es que se nota una preocupación por no caer en excesos, donde las emociones luzcan contenidas y el morbo se ponga a un costado para centrarse en los personajes y en el impacto que genera la experiencia que atraviesan. Se podría decir que es la vertiente más honesta de un tipo de cine que gusta más cuando más ahonda en la intensidad. Otra particularidad del cine de Zeller es que se trata de adaptaciones de sus propias obras de teatro. Por lo tanto nos enfrentamos a una puesta que apuesta todo -o casi todo- al texto, dramas de cámaras en los que el cambio de escenario es casi una excusa para darle aire al relato y que se siente más cómodo cuando encierra a sus personajes entre las paredes de un único espacio. Aquí tenemos a un padre divorciado, que comenzó una nueva familia junto a otra mujer, quien recibe la visita de su ex para comentarle que ya no sabe qué hacer con el hijo adolescente de ambos, atravesado por una depresión que huele más a tragedia existencialista que a otra cosa. Zeller, entonces, acompaña a esos padres, sostiene sus puntos de vista, lo que vuelve al personaje del hijo un verdadero enigma. El drama pasa por ver de qué forma esos adultos lidian con algo que no pueden, ni saben, manejar. Y se ha dicho, las acciones transcurren la mayor parte del tiempo en el amplio espacio del departamento del padre. A diferencia de El padre, Zeller no logra aquí darle aire a la narración por medio de la puesta en escena. En aquel film protagonizado por Anthony Hopkins -que aquí se reserva una pequeña participación- la demencia senil del personaje se representaba a partir de un espacio que mutaba, de personajes duplicados y diálogos repetidos y alterados que modificaban su sentido en una segunda visión. Todo esto confluía en una representación acabada de la mente perturbada de su protagonista, una suerte de rompecabezas que se armaba recién sobre el final. Ausente ese sofisticado apartado narrativo, El hijo es un drama mucho más simple y directo, lo que es igual a decir que resulta menos interesante. Un poco porque lo expuesto carece de novedad, pero también porque resulta previsible en su búsqueda trágica del drama aleccionador hacia sus personajes, especialmente el padre interpretado con solvencia por Hugh Jackman. Porque en El hijo la enfermedad es, en verdad, una excusa para repensarse acerca de las decisiones del pasado que afectan en el presente y de lo que hacemos con aquello que hicieron con nosotros. No obstante Zeller tiene, como autor, el talento suficiente como para encontrar algunas verdades que vibran en el espectador incluso un rato después que cayeron los títulos del final y para construir momentos verdaderamente perturbadores, como el que desencadena el clímax de la película.
Reseña emitida al aire en la radio.