Mi tierra En el documental El impenetrable (2012), sus directores retratan el viaje de uno de ellos al Paraguay, país en donde busca tomar contacto con las tierras que heredó de su padre para donarla a los nativos. Las cosas no le resultarán nada fáciles. Daniele Incalcaterra dice en el comienzo de El impenetrable que su trabajo es “hacer películas”. Junto a Fausta Quattrini dirigió este registro de su viaje, en el que la recuperación de las tierras que compró su padre y que tanto él como su hermano heredaron se torna un tanto densa. Como todo buen trabajo documental, lo que su peripecia pone en evidencia es mucho más que eso. Es un viaje que pone en vidriera a los efectos de la dictadura de Stroessner, un panorama del penoso trato que reciben los pueblos originarios y el triste estado de la fauna y la flora local. Daniele llega con las escrituras y lo primero que comprendemos junto a él es que el calificativo “impenetrable” tiene su razón de ser. Que más allá del asfalto se extiende un camino de tierra que desemboca en un territorio tan frondoso como rico, a los que un puñado de poderosos (no tantos) aspiran a explotar perpetuamente. Es por eso que, además de conmovernos, su intención por devolver las tierras “a la tierra”, como dice en determinado momento, nos puede resultar un propósito casi de otro mundo. A través de una serie de encuentros con abogados, políticos, un hombre que –aseguran- “es el más rico del país”, el mismísimo ex Presidente Lugo y varias personas más, el director y protagonista de esta historia nos atrapa con una película que, de convertirse en ficción, no debiera desdeñar nada de lo que la realidad le provee. En poco más de una hora y media, el documental despliega secuencias que desnudan la desidia burocrática y el sistema cuasi feudal que aún sigue vigente en América Latina. Por fortuna, los realizadores se han cuidado de no hacer de este panorama un motivo para caer en golpes bajos, poniendo el foco en la cuestión legal sin dejar de perder de vista el drama (social, histórico, natural) que funciona como contexto de la búsqueda por el reconocimiento de las tierras. Si bien en determinado momento es un tanto abrumadora la cantidad de información legal que el espectador recibe, no menos cierto es que los realizadores se las han ingeniado bastante para que el relato fluya. Tal vez, no está bien apuntado cuánto tiempo ha pasado desde la llegada hasta el destino final de Incalcaterra, o es un poco cuestionable la no aparición de habitantes aborígenes (que, por otra parte, son nombrados casi por todos), pero nada de esto le quita a El impenetrable sus méritos. Aquí, lo informativo y lo dramático (al fin de cuentas, en el documental también hay drama) están muy bien dosificados, en un trabajo que parte de lo personal para ampliarse y fundirse en lo comunitario.
Tierra sublevada Los directores de Contr@site (y colaboradores en otras películas como Tierra de Avellaneda y La nación mapuche) cuentan en este documental el viaje de Daniele a El Impenetrable en el Chaco paraguayo, donde él y su hermano heredaron de su padre una enorme parcela de tierra. Su intención es donarla, devolverla a los pueblos originarios, convertirla tal vez en una reserva ecológica. Pero una vez allí descubre que no es tan sencillo: que sus tierras están encerradas dentro de un gigantesco latifundio y no puede siquiera acercarse, que puede haber otras personas con títulos de propiedad sobre su misma tierra, y que resolver ese entramado legal es una tarea complicadísima que involucrará al mismísimo presidente Fernando Lugo, que poco tiempo después sería removido de su cargo por una situación con muchas similitudes a ésta (el film no hace referencia a ese tema, directamente). Más allá de ciertos excesivos enredos legalistas que se vuelven algo confusos de seguir, El Impenetrable presenta su caso de una manera informativa y subjetiva, sin sobrecargar las tintas. La voz en off de Incalcaterra, que protagoniza la película como dueño/observador, va en ese sentido: es menos un furioso Michael Moore que un curioso y sorprendido hombre que descubre (al parecer, casi sin quererlo) una oscura historia política que se extiende por décadas.
Gran película tanto desde lo narrativo (un documental de autor de una solidez apabullante) como desde la denuncia (nunca caprichosa, demagógica ni antojadiza). El film es didáctico, sí, pero al mismo tiempo muy personal (sin narcisismo); también es complejo y abarcativo pero nunca deja de fascinar, de conmover (y, digámoslo, de indignar). El impenetrable tiene algo de detectivesco y de viaje de aventuras, pero expone en toda su dimensión cuestiones como la corrupción y la destrucción del medio ambiente sin jamás caer en los lugares comunes de la corrección política ni en la mirada indignada (Incalcaterra tiene algo de un Michael Moore pero -afortunadamente- mucho más asordinado). Lo hace, en cambio, con recursos nobles y contundentes: los del buen cine (político). En el arte el término “necesario” ha sido muchas veces mal utilizado, vaciado de sentido, pero sinceramente creo que El impenetrable es una película necesaria. Merecida ganadora del premio del público en el reciente Festival de Mar del Plata.
La burocracia y la impunidad a la paraguaya El padre de Daniele Incalcaterra y su hermano recibieron como herencia de su padre dos terrenos de 5.000 Hectáreas en total en el impenetrable chaco paraguayo. Allí, en 1983, se lo había comprado al mismísimo gobierno de Stroessner. Incalcaterra viendo que esas tierras alrededor de sus terrenos estaban siendo desbastadas por el hombre, decide donárselas a los pueblos originarios del lugar, los Guarani-Ñandeva. Cuando vio que le era imposible ir a ver sus terrenos por los caminos públicos ya que estos estaban vallados por los propietarios de ambos lados de los mismos, y que sus terrenos quedaban en el medio de terrenos de grandes hacendados, es que decide emprender una épica tarea para poder llegar a conocer sus terrenos y poder hacer algo para que no se siga desmontando el lugar, para que no se pierdan la flora y fauna autóctona en riesgo de extinción por tamaña de forestación y dárselas a los Guaraníes-Ñandeva. Todo el trabajo que le llevo a Daniele Incalcaterra para poder llegar a su cometido y ver que hacer con sus terrenos, que incluso lo llevaron hasta estar frente al Presidente Fernando Lugo, es lo que narra este excelente documental. Una historia que uno podría pensar que sucede en la Argentina, pero que sin embargo es en Paraguay. La burocracia y la corrupción de un gobierno de facto como fue el de Stroessner contra, incluso, la propia naturaleza del lugar. Es raro ver en competencia oficial un documental, pero este vale la pena. “El impenetrable” es para ver, para pensar, para tomar conciencia y también, porque no, para emprender un camino en pos de la defensa de las culturas de los pueblos originarios y del medio ambiente y de nuestro país.
Propiedad reservada Indignación y confusión, saber que se es el titular de unas tierras que uno no eligió ni compró y, a su vez, no poder visitarlas porque el dueño ¡es otro! ¿Cómo? Sí, el realizador ítalo-argentino Daniele Incalcaterra heredó de su padre 2.500 hectáreas en el chaco paraguayo (otras 2.500 fueron para su hermano) y se llevó una sorpresa: fueron vendidas por duplicado a un ex diputado uruguayo, meses antes que a su progenitor, allá por 1983. Por este chiste, Daniele no podía acceder a su terreno y declararlo reserva natural, un sueño pendiente que tenía desde que codirigió La nación mapuche junto a su pareja, Fausta Quattrini. Incalcaterra documenta con gran rigor el paso a paso de su periplo por la selva chaqueña desde donde filma el pulso de la naturaleza (con excelente planos detalle) y además recorre el ríspido espinel de la burocracia paraguaya. El realizador entrevista a funcionarios, un poderoso empresario que tiene de vecino y hasta al mismísimo ex presidente Lugo, quien firmó un decreto de preservación natural con el que Daniele pudo nombrar al terreno como reserva. ¿Es suyo? Esa es otra historia.
Una valiosa épica personal El Impenetrable es la historia de una pesada herencia y de aquello que se puede conseguir cuando hay voluntad de transformación. A mediados de los 90, Daniele Incalcaterra y su hermano Amerigo heredaron 5000 hectáreas de selva virgen en el Chaco paraguayo que un hombre de negocios francés le había vendido a su padre, agregado comercial de la embajada italiana en Paraguay, tentándolo con el negocio del cultivo de jojoba, un vegetal usado generalmente para producir cera líquida. El padre de Incalcaterra compró la tierra, pero no llegó a conocerla, el negocio del cultivo de jojoba se desplomó en un santiamén y Daniele decidió entonces visitar aquel lugar del que sabía poco y nada. Se encontró con un territorio hostil y severamente vigilado por gente armada que protegía -y protege- los intereses de un millonario empresario brasileño, Tranquilo Favero, acusado en más de una oportunidad de usurpación de tierras. La zona está tomada desde hace años por petroleros, reyes de la soja y estancieros dedicados a la ganadería a los que no les ha temblado el pulso cuando hubo que desalojar a los indígenas que les resultaron molestos para sus negocios. Incalcaterra tomó la decisión de devolver esas tierras a su nombre a los propietarios originales, los guaraníes ñandevas, y para eso viajó con su mujer, Fausta Quattrini. Pero se encontró con algunas sorpresas: cadenas, candados, alambrados y carteles de propiedad privada que impedían la normal circulación, además de guardias armados y completamente ajenos a la cortesía. Las 5000 hectáreas de los Incalcaterra estaban rodeadas por las 320.000 de Favero, rigurosamente deforestadas para ser reaprovechadas como tierras de cultivo y pastoreo de ganado. Cineasta comprometido que en 1995 debutó con el documental Tierra de Avellaneda , centrado en el notable trabajo del Equipo de Antropología Forense para identificar restos de personas desaparecidas durante la última dictadura en la Argentina, Incalcaterra decidió finalmente convertir esa propiedad heredada en una reserva natural privada a perpetuidad que gestionará junto a los guaraníes ñandevas. Y documentar esa valiosa épica personal en un film emotivo y movilizador que incluye un encuentro del cineasta con Fernando Lugo, el presidente paraguayo que terminó con 60 años de hegemonía del Partido Colorado en su país y fue destituido con un discutido juicio político. A la vez que denuncia la brutal impunidad con la que se manejan los poderosos, El Impenetrable invita a pensar sobre las razones más profundas de ese ingrato destino de Lugo. Es una película valiente sobre una rebelión pacífica que a primera vista puede parecer pequeña pero en verdad es enorme.
Columbo en el monte paraguayo El film de Incalcaterra y Quattrini es un diario de viaje, un thriller, una de aventuras, un film político, un cuento de Kafka en Paraguay, un drama de familia disfuncional, una comedia de equivocaciones y una versión del Quijote, entre muchas otras cosas. El documental contemporáneo se expande y diversifica hasta tal punto que obliga a una permanente red de redefiniciones. Hasta hace poco, la categoría “documentales en primera persona” permitía definir más o menos claramente de qué se hablaba. Pero en algunos de ellos la primera persona del narrador se limita al off, mientras que en otros el realizador interviene de cuerpo presente. Podría darse entonces el nombre de “documentales de cuerpo presente” a los de Michael Moore, Andrés Di Tella, Yo no sé qué me han hecho tus ojos, en cierta medida M, de Nicolás Prividera, y la recién estrenada El rascacielos latino. A ellas se les suma ahora El Impenetrable, de Daniele Incalcaterra y Fausta Quatrini, que el sábado pasado ganó el Premio del Público en la última edición del Festival de Mar del Plata. Premio rarísimo si los hay: casi no hay antecedentes de que un documental (género que la mayor parte del público sigue suponiendo aburrido, escolar, meramente informativo) gane esa clase de tributo. Pero claro: como casi todos los documentales que importan, El Impenetrable es mucho más que un documental. El film del romano Daniele Incalcaterra y la suiza Fausta Quattrini (radicados medio año en Buenos Aires y el otro medio en París) es un diario de viaje, un thriller, una de aventuras, un film político, un cuento de Kafka en Paraguay, un drama de familia disfuncional, una comedia de equivocaciones y una versión del Quijote, entre muchas otras cosas que seguramente será y al crítico se le escapan. Si el título es el mejor posible (no cualquier título puede leerse al mismo tiempo de modo literal y metafórico, con semejante poder de síntesis), lo primero que se oye en El Impenetrable es para una antología de la destilación de bilis cinematográfica. “Hace veinte años mi padre envenenó mi vida por última vez”, dice Incalcaterra en off, mientras conduce su camioneta rumbo a la frontera argentino-paraguaya. El último veneno inoculado por il signore Incalcaterra mide 5000 hectáreas y está ubicado en pleno Chaco paraguayo. El monte al que llaman Impenetrable, y que tal vez lo sea no sólo por su abigarrada, espinosa flora. Funcionario de la Embajada de Italia en Paraguay, en los ’80 Incalcaterra padre resultó beneficiado, como tantos, por su buena relación con el dictador Stroessner, comprando por dos pesos un terreno que hoy vale millones de dólares. Cuando les legó el terreno a los hijos, Daniele le quitó el saludo: no quería ni oír hablar de ese negocito. Ahora lo pensó mejor y decidió tomar posesión, junto a su hermano, para devolvérselo a los propietarios originales: los indios guaraníes de la tribu de los ñandevas. Piensa ponerle de nombre Reserva Arcadia y dárselo a quienes aún resisten, en puñados, la completa deforestación de una reserva natural cuyo valor se estima en 600 mil millones de dólares. Para poder tomar posesión de su franja de tierra, Daniele Incalcaterra deberá vérselas primero con el llamado Rey del Ganado (ex Rey de la Soja), además de afrontar la corrupción y desidia oficiales, los propietarios armados, los laberintos burocráticos, los rumores de ejecuciones sumarias. La ley de la selva, en suma. Cultivando un personaje que tiene algo de Columbo, Incalcaterra irá sorteando esa maraña Impenetrable con gesto de buen chico y ayuda de ambientalistas y militantes de ONG, hasta lograr una reunión con el mismísimo presidente de la nación. Con el presidente Lugo, claro, que tal vez haya sido destituido justamente por prestarle oídos a gente como Incalcaterra. Cine directo en estado puro, El Impenetrable –producida por la compañía francesa Les Films d’Ici, la más consecuente sostenedora del documental de creación en el mundo entero– es un film en presente, en el que daría la sensación (la sensación es lo que importa en cine, esa verdad que la película construye, en paralelo con la “verdad verdadera”) de que todo lo que sucede tiene lugar ante los ojos del espectador. Un señor muy amable, pero que calza sobaquera; un cuidador que invita a derribar una tranquera, por cuenta y riesgo de los forasteros; las maratónicas consultas a funcionarios; los encuentros con propietarios, abogados, jueces y agrimensores; las propias dificultades del terreno: un árbol caído que impide el paso, caminos enlodados o un GPS que desorienta. El tereré que convida un ornitólogo que lo sabe todo sobre la fauna local, la clase magistral sobre apropiación de la tierra que da un ambientalista peruano. Fotografiado en parte por Cobi Migliora, DF de confianza de Lisandro Alonso, como todo gran documental El Impenetrable se interesa tanto por el gran cuadro de situación como por el detalle aparentemente insignificante. La línea del relato y sus digresiones, el dato duro y la nota al pie, la elocuencia y duración del plano antes que la bajada de línea en off.
El registro de una pesada herencia Contado en primera persona, el documental narra los caminos que tuvo que recorrer Daniele Incalcaterra para devolver una enorme porción de terreno de los pueblos originarios. El intento de cierre de un conflicto. Veinte años después de su muerte, mi padre sigue envenenándome la vida." La declaración del comienzo de El impenetrable corresponde a Daniele Incalcaterra (Fasinpat. Fábrica sin patrón, Contr@site, Tierra de Avellaneda), director del film e hijo de Ángel Incalcaterra, un diplomático italiano que durante la dictadura de Alfredo Stroessner compró a precio vil 5000 hectáreas de tierra en el Chaco paraguayo. El documental es entonces el registro de la odisea de Incalcaterra de devolver esa enorme porción de terreno a los pueblos originarios, pero además, la constatación de que las herencias no sólo comprenden aspectos materiales, sino que, por sobre todo, son un fuerte legado moral. Incluido en la Competencia Oficial del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata que finalizó el domingo pasado y ganador del premio del público, El impenetrable es un documental contado en primera persona sobre la intención de ceder esas tierras, pero pronto se convierte ahí, sobre el terreno, en un registro de la corrupción, el poder de los latifundistas, las empresas petroleras y los intereses cruzados para que la donación no se produzca. Acompañado por Jota, un ornitólogo que conoce la región como pocos, Incalcaterra intenta llegar a sus tierras, echarle un vistazo. Nunca lo logra. Lo primero que constata es que los caminos de acceso a la propiedad están cerrados: guardias armados y tranqueras con candado tienen una contundencia real por sobre cualquier título de propiedad. Lo que sigue es un recorrido por los laberintos de la justicia, por los registros catastrales antiguos, actuales, falsificaciones, ventas dobles, una tarea detectivesca que le da al relato un ritmo de amarga película de aventuras sobre el estado de un país o al menos de una región, dominada por el poder de las corporaciones. Pero además, la película siempre sostiene la carga del propio Incalcaterra sobre quién fue su padre. Sin dar detalles sobre el pasado familiar, su pelea para primero donar las tierras a sus habitantes y luego decidiéndose por la creación de Arcadia, una reserva natural –el ex presidente Fernando Lugo firma el decreto–, el cansancio, el rictus amargo que muestra en pantalla el protagonista-director, es en definitiva el intento de desprenderse o al menos dar un cierre a una relación conflictiva, qué sin dudas, lo persigue desde hace décadas.
Curioso documental de Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini sobre un caso personal de uno de los directores, sobre los problemas legales que inesperadamente aparecen en cierto acontecimiento, con muy buena fotografía y con un relato en off de Danielle que se guarda sus objeciones y expresa las sorpresas al ir descubriendo cada una de las situaciones que envuelven su peculiar caso.
Una herencia algo compleja Filme de rutas, de soledades, de la imposibilidad de cerrar ciclos, de permanentes vueltas de llaves impidiendo la realidad. Un intento de utopía que puede llegar a concretarse. Es como meterse en un laberinto del que la única forma de salir es por arriba, porque los accesos están blqueados. Esa es la sensación que debió tener la figura central del documental, Daniele Incalcaterra, ante los obstáculos que debió superar para acceder a las cinco mil hectáreas que le legó su padre en la zona del Impenetrable, en Chaco. Cuando Incalcaterra decidió entregar esas tierras para la construcción de una reserva natural, no imaginó el desbarajuste que provocaría. Porque a medida que se desplaza por el Chaco Paraguayo, ve que sus tierras, ésas que quiere dejar para los que siempre la habitaron, los guaraníes, forman parte de extensiones mayores y monopólicas, que la tala de árboles es una realidad, que la burocracia domina todas las oficinas que visita, que el contrato de propiedad es doble y que sus tierras fueron vendidas dos veces a diferentes personas. ARDUA DONACION Daniele quiere esas tierras para los indígenas, pero llega a la conclusión de que lo único que puede preservarlas, e impedir que la donación sea anulada es que sean consideradas reserva nacional. Y eso es un largo camino. Camino en que nombres como Tranquilo Favero, o un tal Romero, sean tan poderosos como para poder detener la investigación. El viaje de Daniele Incalcaterra por las rutas rojizas, con un ornitólogo de acompañante, parecerá no querer acabar, e ir derribando una a una las barreras que la burocracia mantiene. Viaje hacia lo que el destino reservó para uno. Viaje con algo de zonas prohibidas, donde un candado aisla una estancia de la realidad, o la memoria no deja paso a la nostalgia. Cuando finalice el viaje, y no revelamos el final, la realidad parecerá imposible, las trabas resultaron inútiles y el hijo que está por nacer de Incalcaterra no tendrá ya tantos problemas para considerar su herencia. Filme de rutas, de soledades, de la imposibilidad de cerrar ciclos, de permanentes vueltas de llaves impidiendo la realidad. Un intento de utopía que puede llegar a concretarse.
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Logrado documental sobre arduo trámite Autores de «Tierra de Avellaneda», «Fasinpat. Fábrica sin patrón», «La nación mapuce» (sin hache) y otros títulos, el matrimonio de Daniele Incalcaterra y Fausta Quatrini hace aquí un documental bastante arriesgado, no porque corran mucho peligro, sino por el desafío que implica contar de modo entretenido las alternativas de un trámite de propiedad de tierras. Claro, no son tierras comunes. Están en pleno Chaco Paraguayo. Peor aún, están en medio de un latifundio del mayor empresario agroexportador del Paraguay. Otra cosa: esas mismas tierras han sido vendidas más de una vez, así que tendrían más de un dueño para reclamar por sus derechos reales o supuestos. Cuánta molestia, y todo eso sin contar los mosquitos, jejenes, bichos colorados y otros habitantes naturales de esos campos perdidos. Y lo más raro, los dueños de esas posesiones no las quieren. Se trata de dos hermanos, Amerigo y Daniele Incalcaterra. El padre las compró para ellos, pero Daniele cree que las consiguió gracias a su posible amistad con el finado general Stroessner, aunque eso el film no lo demuestra. Entonces, viene tan sólo a corroborar su dominio, y donarlo para reserva natural. Y que dicha reserva sea administrada por los indios ñandevas de la región. Eso se dice fácil, y suena noble y desprendido. El detalle es que para desprenderse debidamente nuestro director y protagonista debe vérselas con administradores, fiscales, secretarios, abogados, topógrafos de parte, consejeros, funcionarios de Catastro, etcétera. Y con el susodicho gran empresario, el brasileño Tranquilo Favero, alias El rey de la soja. La escena en que ambos conversan inclinados sobre los mapas no tiene desperdicio. ¿Favero envuelve maravillosamente al recién llegado para justificar ciertos usos de campos ajenos, o es un productor sinceramente convencido de su misión en la Tierra, o sea, proveer alimentos a la creciente población del planeta? Otras escenas aportan pintoresquismo, asombro, medida gracia. Hay diversos animales, voces diversas (se habla mucho el yopará, o jopará, equivalente al portuñol de otras regiones), y, ofreciendo algo de claridad, también hay algunos biólogos, caciques, y expertos en medio ambiente. Y también está Fernando Lugo, entonces presidente del Paraguay. Esa parte es medio aburrida, pero redondea la película y hace culminar debidamente los esfuerzos del referido donante y protagonista. Puede advertirse alguna breve pérdida de ritmo, alguna pequeña puesta en escena, pero es un documental realmente logrado, entretenido, e instructivo. En ciertas partes también da miedo.
Una de las primeras sensaciones que me atravesó mientras bajaba las escaleras de la sala donde la ví, fue pensar que América Latina, está hermanada por todo tipo de vínculos, y el de la corrupción y el manejo latifundista, sigue con mucha fuerza la tradición establecida por defecto: los ricos tienen mucho y quienes respetan la ley, en muchas oportunidades no tienen nada y aunque sus derechos sean legítimos, rara vez conseguirán ser respetados. De eso habla “El impenetrable”. Documental del italiano Daniele Incalcaterra y Fausta Quattrini. Aquí tendremos un viaje al Chaco paraguayo, donde el director y su hermano intentarán donar unas tierras heredadas a los pueblos originarios del lugar. Claro, fácil no será. El relato nos transportará a través de la titánica tarea de ubicar el terreno, entender su geografía, asombrarse con la frondosidad de los vericuetos legales necesarios para hacerse del espacio y los manejos turbios que flotan en el ambiente todo el tiempo… Asombra y preocupa lo que vemos. Ya con el tema del acceso nos preocupamos, imagínense el resto! Incalcaterra usa el off para contar su historia y el relato es intenso aunque un poco intrincado desde los papeles. De a ratos cuesta seguirlo, aunque hay que reconocer que la documentación es precisa y está bien presentada. A ver, para que entiendan, las tierras en cuestión están en el medio de otras que tienen otros dueños y cuya delimitación es confusa. Sumado a que se nota que no hay mucho respeto dentro de los dirigentes locales por atender cuestiones sensibles como la protección ambiental y las demandas de la población aborigen. En líneas generales, la cinta hace un recorrido metódico por las acciones del cineasta y protagonista de la historia en pos de su objetivo, con un resultado que no anticiparemos aquí, pero que llama a la reflexión. Un documental bien estructurado, serio, profundo, sobre un tema complejo que al que la sociedad debería prestar más atención, sobre todo en los centros urbanos, donde estamos alejados de esta realidad. Muy prolijo e interesante.
Documental, road movie y denuncia Ya desde su aparentemente denotativo pero ampliamente polisémico título, El Impenetrable, el documental del experimentado realizador italiano Daniele Incalcaterra, codirigido con su esposa Fausta Quattrini, de origen suizo, se constituye no sólo en referencia geográfica sino que deviene sinónimo de imposibilidad, y de la necesidad imperiosa de derribar esta barrera. Ganadora del Premio del Público como Mejor Película en el recientemente finalizado Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, El Impenetrable, desde la lógica interna del documental, se adentra en un tema del cual se pretende brindar testimonio. En este caso, la denuncia, reiterada e infructuosa, de la explotación de tierras mal habidas, en El Impenetrable paraguayo, durante la dictadura de Stroessner. Uno de los puntos más fuertes del documental de Incalcaterra y Quattrini es la historia personal del director, heredero de unas 500 hectáreas de ese territorio explotado y dominado por latifundistas beneficiarios de una medida de Stroessner, que les permitió comprar inmensos territorios a precios irrisorios y que hoy se cotizan en millones de dólares. La narrativa de Incalcaterra y Quattrini, aparentemente expositiva, se despacha desde el comienzo con una revelación angustiante: la preocupación personal de Incalcaterra por esas tierras mal habidas que ha heredado produjeron la ruptura con su padre, que aún le duele en lo más profundo y que ha venido a reparar. Luego de reflexionar qué hacer con ese legado inmoral, con consecuencias nefastas sobre el medio ambiente y el injusto desplazamiento de pueblos originarios, Daniele y Faustina deciden que la reparación histórica y la sanación personal es viajar al Impenetrable e intentar la restitución de las tierras que, después de todo, no le pertenecen, porque fueron adquiridas ilegalmente. Daniele y Faustina cuentan a su favor con su experiencia como documentalistas y su determinación personal de corregir injusticias y prevenir mayores daños al medio ambiente. Los principales obstáculos parecen salidos de un western, género que creíamos ficticio pero que se encarna en los latifundistas, que evitan intrusiones construyendo caminos privados y contratando guardias armados para impedir el acceso. Incalcaterra y Quattrini vienen del primer mundo y se internan en un infierno colonialista casi digno del Coronel Kurtz retratado por Joseh Conrad en “El corazón de las tinieblas” y en “Una avanzada del progreso”. En El Impenetrable paraguayo habitan la ambición asesina, la impunidad y la locura, todo digno del mejor Herzog. Incalcaterra y Quattrini, con un equipamiento fílmico minimalista pero con una gran capacidad narrativa, demuestran que el documental no tiene por qué ser sinónimo de una tediosa sucesión de testimonios. El Impenetrable es un docudrama y un biodrama al mismo tiempo, ya que se interna en las profundidades de complicidades criminales y bucea en la psiquis de un hombre perseguido por un legado que habla de injusticia, crueldad e irresponsabilidad criminal. En éste ultimo sentido, El Impenetrable es un magnífico thriller psicológico, y la travesía de los realizadores en busca de la reparación material y moral adquiere el formato de las mejores road movies. Incalcaterra y Quattrini, plenamente conscientes de ambos planos -el histórico-ambientalista y el personal- construyen una historia que va mucho, mucho más allá de la recopilación de testimonios filmados. Con 135 minutos de duración -casi el doble de un documental estándar- El Impenetrable no es una película panfletaria ni unilateral, y nunca es aburrida o poco llevadera. Muy por el contrario, su combinación de denuncia y de transformadora experiencia personal la convierten en un documento necesario, acuciante.
Territorios impenetrables Visto recientemente en la Competencia Internacional del 27° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el documental El impenetrable, de Danielle Incaltaterra y Franca Quattrini, llega a los cines argentinos. El trabajo de la dupla arranca de un hecho privado (el director recibió en herencia unas tierras en Paraguay) y se convierte en una mirada muy profunda sobre el poder que controla las tierras contra los intereses de la sociedad en aquel país, especialmente las comunidades aborígenes. La película comienza como un viaje y en el devenir del mismo todo cambia, partiendo de la intención inicial del director -heredero de 5.000 hectáreas en el chaco paraguayo- de donar sus campos a los habitantes originarios del lugar. Lo que en la trama se revela es la realidad del modelo económico injusto, aniquilador y ambientalmente devastador que modela el régimen de tenencia de la tierra en Paraguay. Incalcaterra debe enfrentarse no sólo a la burocracia, capaz de otorgar el mismo terreno a dos personas diferentes, sino también con el poder paraestatal de los dueños de la tierra. La película da cuenta de un modo sintético, sencillo y extendido del modo en que las prácticas cotidianas (ocupación de tierras, judicialización, sometimiento de los pueblos originarios) reproducen un régimen económicamente injusto: Paraguay es el país con peor distribución de la riqueza en la región más desigual del mundo.
Brillante documental testigo de una gesta, casi una quijotada contra la burocracia Este es uno de esos casos en los que poco importan los antecedentes. Los artistas son seres en constante búsqueda, y en ese camino van ampliando sus horizontes expresivos recorriendo otros andariveles en pos de un resultado. Dos casos emblemáticos, en comparación con sus filmografías anteriores, estrenados este año, serían Wim Wenders con “Pina 3D” y Werner Herzog con “La cueva de los sueños olvidados” (también en 3D). Ambos se abocaron al género documental (aunque éste último ya viene haciéndolo hace algún tiempo), pero con una profunda concepción e implementación de los nuevos elementos del cine. El día que Hollywood aprenda a usar el 3D así estaremos ante un nuevo paso a nivel industrial. Perdón, me fui por las ramas, pero viene bien para hablar de “El impenetrable”. Así se denominaba a la extensa y frondosa vegetación que abarcaba en tiempos inmemoriales a toda la zona que hoy va desde Chaco al Paraguay, conocida como Chaco Paraguayo. Si esa zona estuviera ahora como hace 500 años, pocos seres humanos se animarían a internarse allí. Quizás en esto resida su nombre y su leyenda. El cineasta Danièle Incalcaterra debe conocer muy bien esa parte de la historia y a lo mejor, sin querer queriendo, ha logrado un gran documental trazando un paralelo entre el mito creado por la propia naturaleza y el inventado por el hombre. El bosque casi no existe. Hoy, ese lugar devastado a fuerza de topadoras por los "grandes" terratenientes, es invulnerable para el hombre, pero no por su ya casi inexistente naturaleza sino por la burocracia y la corrupción del país vecino (algo parecido a lo que sucede con nuestra Patagonia). En el comienzo nos enteramos de todo. Danièle y su hermano son poseedores de una herencia no deseada de la que ellos mismos reniegan. Cinco mil hectáreas compradas por su padre en la época de la dictadura de Stroesner, cuando el Estado paraguayo remataba tierras al mejor postor. Cualquiera se hacía agropecuario en esa época. Ese pasado, contado en dos frases en off arriba del auto, se vuelve presente para que el espectador sienta en carne propia los avatares que sufre el protagonista para poder disponer de su propiedad. Incalcaterra se ha referido a este hecho expresando que su intención primera “era devolver esa tierra al pueblo Guaraní-Ñandeva, habitantes originarios de la llamada selva Impenetrable. Prontamente descubriría que mi propio espacio era inaccesible, impenetrable, debido al negocio de los latifundistas que habían revendido no sólo mi tierra heredada, sino miles y miles de quilómetros de monte virgen para su sobreexplotación. Casi, sin quererlo, me ví en medio de una cruzada contra grandes capitalistas, políticos y burócratas para tratar no sólo de recuperar lo que por derecho era mío, sino también para poder fundar “Arcadia” una reserva protegida para el futuro. Esta es la crónica de esa lucha. Esta es la crónica de una lucha por el futuro nuestro. En un sistema dominado por la economía, descubrí un espacio para una idea diferente de aquella que ve la tierra como un bien que se posee y se explota, donde las vidas humanas ya no tienen valor.” Aquí está la clave genial de “El impenetrable”. La espada y la pared. Danièle no quiere estas tierras, pero son suyas, y tampoco las quiere regalar. Todo lo que sucede a continuación, brillantemente documentado, es convidar a ser testigo de una gesta. Casi una quijotada contra los molinos de la burocracia. Es poco frecuente ver una obra autoreferencial que genere estos climas. Usualmente uno imagina un documental como algo con lo que se cruza haciendo zapping televisivo un domingo a la tarde, cuando ya no hay nada para ver. Lograr un interés inmediato por lo que sucede está más allá del tema per sé. Se impone entonces la forma, virtud fundamental de esta película, que por más de un motivo genera tensión, impotencia y repulsión por los aparatos prehistóricos (pero aún vigentes) del Estado. El realizador logra hacer del pasado un sufrido presente. Bien vale la pena buscarla el en cine. No se la pierda.