Viviendo el sueño que nunca llega El mayor logro de El otro Maradona (2013) de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, es poder plasmar finalmente en la pantalla grande un homenaje a Goyo Carrizo, conocido como el segundo Maradona dentro del ambiente futbolístico, y desarrollar temáticamente la pasión por el fútbol. De origen humilde, como Diego, ambos se desempeñaron en ese semillero que fue Cebollitas y luego por algunos giros del destino Carrizo terminó siendo el que desde la TV vio cómo su compañero de equipo llegó al estrellato. Pero Goyo Carrizo nunca bajó los brazos, y a pesar que la suerte le robó la oportunidad que se merecía, la siguió peleando construyendo una estrategia en la que sobrevive buscando talentos futbolísticos y sosteniendo a la familia que armó. En El otro Maradona el anhelo de una persona es expresado con primeros planos de un rostro que sigue soñando, y en el detalle de ojos que miran lo que podría haber sido su vida pero no lo fue. Si bien en el arranque algunos clichés, como musicalizar el lugar en donde habita Carrizo con cumbia, pueden alejar al espectador, a medida que la narración avanza, y en primera persona, con el off de anécdotas y vivencias, todo cambia. En el film hay valores presentes que intentan pintar de cuerpo entero a Carrizo. Los tópicos como amistad, familia, religión, reunión, trabajo en equipo, liderazgo, luchar por lo sueños, son encarnados en cada una de las imágenes que los directores muestran. Esto se potencia con el relato nostálgico que el protagonista del documental realiza, y que en cada recorte de revista y diario que es guardado como un tesoro, y repasado por la cámara con pasión, hay una puesta en escena que intenta desentrañar algo más, el poder intentar, al menos, determinar si su carrera no logró despegar sólo por una cuestión médica (lesión en los meniscos) o si hubo algo más. Acompañando a Goyo Carrizo en cada una de sus acciones diarias es imposible que Ezequiel Luka y Gabriel Amiel no logren transmitir una pasión tan entrañable y popular como el amor por el fútbol. Carrizo vive para él y en cada gesto y tarea que emprende también se despliega otra historia dentro del documental: la de los sueños de miles de niños que intentarán lograr movilidad social con sus habilidades futbolísticas. Entonces El otro Maradona puede ser vista como un díptico, que por un lado muestra la vida y presente de un personaje que no pudo lograr su meta en el deporte y por otro la de miles de niños y jóvenes que intentarán meterse de lleno en el negocio del fútbol. Son pocos los “iluminados” con la habilidad de manejar la pelota como un Dios, pero esta historia demuestra que no sólo basta esa “virtud” para poder encarar una carrera futbolística dentro de las grandes ligas. Detrás de la historia de Carrizo hay millones de sueños, no sólo el suyo, de poder alcanzar objetivos, sea con la pelota, las artes, los cálculos y cualquier disciplina. En el añorar el progreso por encima de todo hace de El otro Maradona una historia universal, nostálgica y melancólica, que cala hondo principalmente por la profundidad de un relato entrañable por parte de su protagonista con el trasfondo de la pasión irracional e incondicional por el fútbol. Para ver antes del mundial.
El caza talentos El título de este documental dirigido por Ezequiel Luka y Gabriel Amiel es lo suficientemente sugerente para sintetizar dos ideas que se ven plasmadas en el film: la que expresa el anhelo de todo padre que ve una chance en el hijo cuando demuestra ciertas habilidades en el futbol de que allí se geste el proyecto de otro número 10 como el que naciera en villa Fiorito y por otro el que resume -quizás con poca justicia- el destino de Goyo Carrizo, amigo de la infancia del astro futbolístico pero a quien las malas decisiones y también la mala suerte le condicionaron el futuro como futbolista profesional pero nunca desalentaron esa pasión inexplicable por el deporte y como él mismo define por el arte del movimiento de las piernas. Las anécdotas que conectan a Goyo con Diego Armando Maradona son tantas que el documental de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel le reservan un espacio desde la voz en off del protagonista para ir contrastando ese pasado con su presente y siempre apelando a un registro nostálgico que se complementa eficazmente con el uso de imágenes o recortes de diarios funcionales desde el punto de vista narrativo y dramático. En ese sentido es notoria la presencia de un guión sólido que traza las directrices de la historia para abarcar a conciencia ciertos aspectos puntuales sin perder el hilo conductor, que no es otro que el mismo Goyo Carrizo y su cotidianeidad. Los primeros planos contribuyen para retratarlo tal cual es sin máscaras o poses ante una cámara que registra a la vez que narra desde sus propias búsquedas estéticas en cada encuadre o armado de la puesta en escena. Desde la armazón y la estructura empleada, los directores logran entablar nexos en pequeñas subtramas que se intercalan, como por ejemplo la familia, el barrio, el trabajo de buscador de talentos futbolísticos y la intimidad con los amigos o el trato amable con los vecinos. El otro Maradona es un buen referente de los documentales que explotan los recursos cinematográficos para crear pequeños universos con su lógica interna y desde una coherencia narrativa que se sostiene hasta el final porque tiene muy en claro el camino por el que busca transitar y habilita el espacio cinematográfico adecuado para recorrerlo desde la sensibilidad y el respeto por el personaje, que no es tal sino una persona con sus matices, contradicciones y virtudes a cara lavada.
El dolor de ya no ser La exhibición de cine nacional alcanza uno de sus puntos más conflictivos este jueves 24/4, con el estreno de ¡siete! películas. Mal lanzadas en pocas salas -eso en el mejor de los casos, ya que muchas de ellas irán sólo al Gaumont- y casi sin difusión, la mayoría de ellas nacerá condenada al olvido y a la invisibilidad. Olvido e invisibilidad que, en caso de cumplirse con El otro Maradona, sería injustificado. Dirigido por Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, el film es una aproximación sentida, respetuosa pero nunca condescendiente ni paternalista, a la figura de Goyo Carrizo, amigo y compañero de Maradona durante la época de los Cebollitas al que muchos catalogaban como un jugador tanto o más talentoso que el mismísimo Diego. Pero el destino le jugó una mala pasada y una lesión le truncó una carrera de proyección internacional, convirtiéndose entonces en uno de los mejores cazatalentos del país. El otro Maradona sigue a Goyo durante varias jornadas de su trabajo, mostrándolo en su cotidianeidad y tomándose el tiempo necesario para que se exprese, dejando entrever así que su corazón palpita al ritmo de la redonda, viviendo para y por el fútbol, con el recuerdo latente de su pasado frustrado, pero con el piadoso consuelo de recorrer los potreros del país en búsqueda de aquel jugador distinto. Pero el film no sólo es un retrato personal, sino que adquiere un gramaje aún mayor cuando aprehende la pulsión futbolera del país, encarnando en su protagonista una figura representativa de todos aquellos deportistas que en algún momento amenazaron con ser, pero que una realidad adversa los empujó a no serlo.
El lado oscuro de la estrella Cualquier futbolero -lo recuerde o no- vio alguna vez a Goyo Carrizo. Cada tanto lo llevan a algún medio para que hable de la niñez de Maradona. Y Goyo, que ganó todo junto a Diego en Los Cebollitas, pero que no conoció otra gloria, habla con infinita admiración, dice que fue un milagro haber jugado con el más grande, cuenta viejas anécdotas y después vuelve al olvido, en su precaria casa de Villa Fiorito. El gran acierto de este documental es hacer foco en su vida, la vida de uno de los tantos que no llegaron, y transformar a Maradona en un personaje secundario, ausente, difuso, ambiguo. Goyo sigue elogiándolo, pero a través de su mirada triste, de sus palabras angustiadas, cargadas de culpa por no haber salvado a sus hijos (uno se llama Diego Armando) de un destino pobre, entendemos que la inmensidad maradoniana lo aplasta y seguirá aplastándolo. ¿Fue un milagro haber formado dupla con El Diez o un trauma que nunca se sacará de encima? El otro... se limita a mostrar a Goyo en su hábitat: buscando algún crack incipiente en canchitas polvorientas del Interior, un toque de suerte tardía. Por ahora, vive en la villa, vende fuegos artificiales, tiene bajo perfil, párpados caídos, poco pelo, pocos dientes, familiares místicos que le sugieren que una maldición cayó sobre él. Cuenta que una tarde estuvo por jugar en la primera de Argentinos con Maradona, que al final no entró, que se rompió los ligamentos de la rodilla en un partido de reserva, que creyó que seguiría los pasos del Diego pero no. En una charla para chicos que sueñan con ser futbolistas profesionales dice: “Le agradezco a Dios por todo lo que le dio a él”. Doce palabras que hablan más que mil imágenes. En algún momento, vemos imágenes borrosas de Los Cebollitas en acción. Diego no sólo era un pequeño genio: ya tenía esa cierta forma -que luego le conoceríamos- de inflar el pecho, de alzar el mentón, de amagar con llevarse el mundo por delante. Goyo, Goyito, no. Su destino sería convertirse en el negativo del otro, nada menos que de Diego Maradona.
Villa Fiorito es un lugar conocido por todos desde que allí nació Diego Armando Maradona. Pero nueve días antes que él, nació en el mismo barrio Goyo Carrizo. Desde pequeños comenzaron una amistad que fue creciendo con los años, cimentada por el fútbol que comenzaron a practicar en improvisadas canchas y perfeccionaron en las divisiones inferiores de Argentinos Juniors. Desde allí cada uno de ellos tomó distintos rumbos: Diego alcanzó la cumbre del éxito y de la fortuna a nivel mundial, mientas que Goyo se dedicó a entrenar a los jóvenes que llegaban hasta él con ansias de triunfo. Los directores Ezequiel Luka y Gabriel Amiel reconstruyeron en este documental la trayectoria de ese Goyo simpático y locuaz que, poco a poco, y frente a cámara o en reuniones de amigos, recuerda la nostalgia de no haber podido triunfar con Diego en la cancha sin rencor ni envidia. Film cálido y emotivo, El otro Maradona muestra esa amistad desconocida para el gran público.
Los dobleces de la vida Gregorio Carrizo, Goyo, amigo de la infancia de Diego Maradona y fallida estrella de fútbol, es el protagonista de este excelente documental que trabaja sobre el tema del doble, un desconocido capaz de iluminar la película con su propia luz. Doppelgänger. Esa es la palabra alemana que utiliza Sigmund Freud en su texto acerca de Lo siniestro para empezar a definir el objeto de su ensayo. Se trata de la idea del doble, que el padre del psicoanálisis toma de varios relatos del escritor romántico E. T. A. Hoffmann, quien solía utilizar el asunto como tema recurrente en sus relatos, al punto de bautizar una de sus nouvelles con el nombre de Los dobles. Si hubiera que condensar la trama de esa breve novela, podría decirse que se trata de la historia de un hombre que es confundido con otro hasta que ambas vidas se ven enmarañadas en una sola madeja de acontecimientos. De algún modo extraño, ese también es el tema de El otro Maradona, documental dirigido por Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, cuyo protagonista es Gregorio Carrizo, Goyo, amigo de la infancia de Diego Maradona y fallida estrella de fútbol. La historia de Goyo Carrizo es muy conocida en el ambiente futbolero. Nacidos y criados en Villa Fiorito, Diego y él eran dos de los cientos de chicos del barrio que jugaban a la pelota en el potrero que el padre de Goyo había convertido en canchita de fútbol justo frente a su casa. Cuando un cazador de talentos deslumbrado por su habilidad se lo lleva a jugar a Argentinos Juniors, Goyo le dice que en el barrio hay uno que juega todavía mejor. El resto es historia oficial. Sin embargo, aunque dicha historia se empecine en recordar sólo el nombre de Maradona, aquellos fantásticos Cebollitas tuvieron dos niños prodigio: el otro era Goyo Carrizo. La película de Lukas y Amiel se sostiene en esa dualidad, jugando con planos narrativos superpuestos. En la superficie está Carrizo, el hombre cuya carrera y éxito quedaron truncos, un poco por una complicada lesión en la rodilla y otro poco por algunas decisiones de esas que se lamentan cuando los años pasaron sin remedio. Por detrás, el espíritu de Maradona se empecina en habitar una omnipresencia que no tiene nada de caprichosa. “¿Por qué tengo que vivir así –recuerda haberle dicho alguna vez Goyo a su esposa en su casa de Fiorito– si yo hice feliz a la mayoría del mundo?” Y es cierto: sin ese hombre hoy pelado y anónimo, sin ese crack roto y abandonado prematuramente, sin su amistad generosa de nene que sólo quería jugar si era con su amigo, sin Goyo no habría Diego. O, tal vez, en el mejor de los casos, habría un Diego distinto. Otro Maradona. Construido con profundo respeto por su protagonista, el documental pone las vidas de los dos amiguitos del barrio una encima de la otra, como diapositivas que al proyectarse juntas revelan una imagen nueva e impensada. El resultado de esa operación es al mismo tiempo vital y conmovedor. Porque Goyo, ese hombre de 50 años que aprendió a convivir con su fracaso, no envidia la gloria del otro, el doble, sino que se alegra por él. Y es que tal vez Maradona y Goyo, sin decírselo a nadie, se repartieron la suerte para que al menos uno de ellos pudiera cumplir los sueños compartidos en nombre de los dos. Entonces, como le ocurría a Dorian Gray, uno debió quedarse acá en Fiorito y cargar estoicamente con las lesiones, con las decisiones incorrectas, con el olvido, con el dolor de ver a sus hijos todos los días con la misma ropa, a veces sin zapatos, para que el otro (que en realidad podría ser él mismo) pudiera convertirse en el mejor jugador de fútbol de la historia. Cuando parece que el relato va a estancarse en la morosidad de la oda a la dignidad del fracaso, El otro Maradona se permite un giro casi imperceptible en el que revela su verdadera maravilla. Lejos de perderse solamente en el ejercicio repetido de ver a Goyo Carrizo como “el Maradona que no fue”, contentándose con el juego fácil de imaginar qué hubiera pasado si las cosas le hubieran salido bien, el documental elige creer que en realidad las cosas están bien así como están. Es entonces cuando ese hombre abrumado por un destino que nunca llegó revela una grandeza de otro orden, una que no es ni mejor ni peor que la ajena, pero que al fin le confiere su propia identidad más allá de los dobleces y le permite apartarse de la sombra del otro para iluminar al menos esta película con su propia luz.
El Otro Maradona, dirigido por Ezequiel Luka y Gabriel Amiel y producido por Habitación 1520 (Infancia Clandestina), es un documental sobre Goyo Carrizo, compañero inseparable de Maradona en los años del potrero. Diego y Goyo Goyo Carrizo nació en Villa Fiorito, tan sólo nueve días antes que Diego Maradona. El potrero fue el escenario donde forjaron su amistad, con sólo siete años se hicieron compañeros inseparables. Los dos se destacaban jugando a la pelota. Goyo se prueba en Argentinos Juniors y lleva a Diego con él. Ambos quedan en el club y Diego comienza la carrera repleta de éxitos que todos conocemos, pero Goyo se rompe los ligamentos cruzados (una de las peores lesiones que puede sufrir un futbolista) y su vida emprende un camino totalmente distinto. ¿Qué hubiera pasado? es la pregunta que acecha a Goyo día a día. No obstante, siguió un camino más que interesante, exitoso a su manera y muy gratificante. Así lo quiso el destino, le dirán otras personas. La nostalgia atraviesa la vida de Goyo, así como también este documental. Lo que no fue y lo que pudo haber sido El Otro Maradona es un retrato de la humildad y la nostalgia. El documental se desarrolla en torno al punto de inflexión de la vida de Goyo. Ese momento que podría haber cambiado su vida por completo, como pasó con la de Diego Maradona. En cambio, Goyo Carrizo nunca se fue de Villa Fiorito, vive de manera humilde y se desempeña como busca-talentos y representante de futbolistas jóvenes. Goyo se la rebusca y vive para darle a estos chicos la oportunidad que él vio frustrada. Espiamos de cerca la vida cotidiana de este personaje, constantemente asediado por la pregunta “¿qué hubiera pasado si…?”, algo realmente agotador, una carga difícil de llevar para Goyo (como para cualquier mortal). Allí radica lo mejor de El Otro Maradona, de cómo se sobrepuso a semejante mala pata (en todo sentido), de las tinieblas que tuvo que atravesar para llegar a donde está hoy en día. Conclusión El Otro Maradona es un documental sencillo y sincero, que reivindica a un personaje digno de ser conocido, un hombre que vive para darle a los chicos la oportunidad que no pudo ser para él. Austero como Goyo Carrizo, este documental nos deja entrever el día a día de el otro Maradona (¿otro porque es el Maradona que no fue? ¿O porque es el Maradona en lo que él hace?). Una historia de vida ejemplar, sin sentimentalismos ni golpes bajos, atravesada por el fútbol y el barrio.
Pensar al otro siempre es un problema. Por empezar, el otro se define por la diferencia,. Ni por la igualdad ni por la similitud, por la diferencia, cosa que explica, de algún modo, al propio sujeto que somos. ”Cada conciencia persigue la muerte del otro” dice Hegel, una intención que nunca encuentra final. A Goyo Carrizo, sujeto de este documental virtuoso, se lo conoce como el amigo de Diego Maradona, el que jugó en el equipo Los Cebollitas, el que lo descubrió y lo llevó a Argentinos Juniors: “en el barrio hay un pibe que la rompe”, dice. Entonces le piden que traiga al pibito. Tal vez por primera vez se lo piensa a Goyo objetivamente, como el Maradona que no fue, el segundo Maradona, el “otro fenómeno de jugador ” tocado por la vara de un destino extraño. Sin embargo, aquello que parecía solo cuestión de destino el documental se encarga de subvertirlo: un contexto, un momento, una familia, una sociedad, una elección. Está claro, nadie estaba preparado para que hubiera dos Maradonas. Si el documental de Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, ópera prima, de lo mejor que se pudo ver últimamente, en lugar de pensar la categoría del otro desde el presente, lo hubiera hecho desde el pasado hubiera perdido tal vez el brillo de lo mejor que tiene que es el propio Goyo, por una vez protagonista de alguna historia. El ambiente es el del fútbol juvenil e infantil a través del cual Goyo se mueve buscando nuevos talentos para ofrecer a los clubes de Capital. Canchas de barro en clubes de provincia, lejos del glamour de los clubes de primera, ni hablar de los de Europa, canchitas de barrios pobres, inundadas u ocupadas en los que, ausente, Maradona siempre está. Nombrado, deseado, admirado, en posters, banderines… Las imágenes de archivo, inéditas, del Maradona de Los Cebollitas en color aportan la cuota al documental de investigación. Interesante el juego cuando Goyo coloca en los datos del hotel en San Juan el nombre de su hijo: Diego Armando. Raramente nuestro protagonista habla a cámara, y cuando lo hace, confiesa un pasado oscuro, la rotura de ligamentos que no pudo superar, y la descripción de una situación de contexto que fue la que hizo en definitiva que llegue donde está, cuando recae toda la ternura del tipo que llora y no puede dejar de llorar. Lo demás es un encuentro permanente con viejos amigos, admiradores, amigos del fútbol, todos aquellos que lo miran con un resquicio de admiración. En la elección oportuna de la observación, la cámara no irrumpe, ni opina, ni reflexiona, sino asiste en su invisibilidad a un mundo al que sería imposible entrar de otra manera: el del fútbol de todos los días en todos los potreros y canchas del pais. Ahí el film exhibe en todo su optimismo: entre la voz interna de tal vez el admirador numero 1 del mejor jugador de todos el tiempos, el otro, Diego Maradona.
No tiene ni un destino en común ni el apellido pero Goyo Carrizo fue vecino y amigo de Diego Armando y lo hizo entrar a los “cebollitas”. Lo del diez ya se sabe, lo de Goyo nunca prosperó y le quedó la depresión, rozar el delito y renacer buscando talentos. Un documental discreto.
Emotivo documental sobre “El otro Maradona” La gente conoce una parte de la historia. En Villa Fiorito hubo dos pibes, amigos toda la infancia. El día en que uno fue seleccionado para jugar como cebollita de Argentinos Juniors, fue tan compañero que soltó aquella frase hoy famosa entre la gente del fútbol: "En mi barrio hay uno que la rompe". No quería jugar sin su amigo. Así, jugando de 9 y 10, ganaron decenas de partidos. Ya iban para primera división. Hasta que una fractura separó sus destinos. ¿Cómo fue, a partir de entonces, la vida de Goyo Carrizo? ¿Cómo es? ¿Quién le tendió una mano? Esta es la otra parte de la historia. Ezequiel Luka y el rosarino Gabriel Amiel nos muestran a este hombre ya cincuentón, de alma noble y corazón generoso, que en sociedad con Guillermo Peloche hoy orienta a los chicos de las inferiores de todo el país, les busca alguna ubicación a los más prometedores, recibe el homenaje de muchachos que disfrutaron sus enseñanzas cuando pequeños, y el agradecimiento de los padres de los chicos. En cierto momento, una madre le explica cómo ella ve la razón de su destino. Y es una hermosa explicación. Y un consuelo. Porque Goyo Carrizo se quedó en Villa Fiorito, en una casa a medio hacer con su familia, frente a lo que él define como su Tierra Santa: el espacio de la canchita donde jugaba de niño con el Diego, y que ahora ya ni existe, porque se la fueron ocupando. Y así el documental es también como su vida, con momentos de alegría, de bajoneo, de aceptación, de seguir adelante. Jamás un reproche. Siempre un buen ejemplo. Para interesados, hay también un plus invalorable: unas cuantas tomas de los dos chicos luciéndose en pleno partido, conservadas por un aficionado y especialmente restauradas para la película.
Probablemente si son futboleros, alguna vez hayan escuchado hablar del "Goyo" Carrizo. El hombre en cuestión es citado, (nada menos), en alguna bibliografía, como "el segundo Maradona". Sabemos que se crió junto a Diego en Fiorito y jugó con él en los famosos "Cebollitas" (aquella increíble clase 60' que ganó todo desde infantiles hasta octava y novena división), compartiendo una dupla tremenda (el goleador y el volante con llegada, 9 y 10, respectivamente) para los que tuvieron la suerte de verla. Es más, en el predio de Argentinos Jrs. hay un cartel donde nos enteramos que Diego, llegó a ese equipo, recomendado por el Goyo. Todos conocen la frase de Carrizo a su entrenador (Francis) de las divisiones infantiles (a poco de haber sido elegido entre más de 40 pibes que luchaban por ingresar a ese plantel): "En mi barrio, hay un pibe que la rompe". Hay un antes y un después de ese momento en la vida de los fanáticos de los bichos colorados y también de todos los amantes del buen fútbol. Diego Armando Maradona comenzaba su camino a convertirse en el mejor futbolista argentino de la historia. Y sin que se enoje Messi, en tanto éste último no gane alguna Copa del Mundo, seguramente el trono le seguirá pertenenciendo al ex jugador de Argentinos y Boca por algún tiempo más. Volviendo a Goyo, el destino hizo que su carrera quedara trunca sin llegar a primera división, una lesión lo marginó de coronar su carrera en la máxima división, pero sin embargo, ha logrado mantenerse en el mundo del fútbol, desde otro lugar: cazatalentos. La cuestión es cómo vive esta realidad, alguien que, aparentemente, estaba destinado a triunfar. Aún viviendo en el barrio donde nació y con una situación económica donde los lujos no abundan, Carrizo se presta generoso a traer anécdotas de sus días de gloria junto a Diego. Pero eso no es todo lo que llega a la superficie en este registro, Ezequiel Luka y Gabriel Amiel, los directores, lograron captar otra faceta de este singular personaje: el dolor por no haber sido, las facturas que se hace por no haber resuelto bien algunas situaciones desde lo económico y el hecho de no haber tenido constancia y voluntad para volver de la lesión que lo alejaría definitivamente de las canchas (incluso con Maradona aportando a su rehabilitación). Eso va construyendo un relato de claroscuros muy particular. Por momentos, hay mucha luz y alegría en Goyo por haber sido parte de un hecho histórico, en otros, hay una infinita tristeza por saber que la gloria estaba a pasos de su camino y se desvaneció, transformándose en una pesadilla recurrente que cada tanto, amenaza su centro. Hay aquí entrevistas, recorridos públicos (programas de radio y tevé) y la actividad del buscador de cracks in situ, para traernos un recorrido que hace foco en la supervivencia de aquellos sujetos destinados a la gloria, cuando algo detiene abruptamente esa proyección. No vamos a negar el sabor agridulce al final del documental, en cierta manera, las dos fuerzas que atraviesan la vida de Goyo (Eros y Tanatos, por traer la primera asociación que viene a mi cabeza) nos tocan de cerca y esa sensación, es mérito del registro que Luka y Amiel han logrado. Ellos han sabido capturar esas emociones encontradas en la vida de Carrizo y reflejar las contradicciones más profundas de un hombre que en cierta manera, vivió y vive a la sombra del recuerdo que compartió con un gigante del fútbol, agradecido y a la vez atormentado por el tiempo que compartieron. "El otro Maradona" es un testimonio válido sobre el poder de la resilencia en el mundo del deporte. Vale la pena adentrarse en él.
“El otro Maradona” se inscribe dentro de los documentales que intentan con los minutos realizar una suerte de retrato humano. Puede o no ser sobre una persona famosa, porque en definitiva, se trata de llegar, por un lado, a través de las imágenes, y de lo que el personaje en cuestión dice por el otro, a un fondo de cuya base nace la empatía por parte del espectador. En éste sentido Goyo Carrizo es un perfecto ejemplo del lado B del éxito. Para no entrar en polémicas, es el éxito entendido como la fama, el reconocimiento por algún talento, y por supuesto el dinero en cantidad suficiente como para modificar sustancialmente la calidad de vida en términos de posesiones terrenales. El hombre de Villa Fiorito nació nueve días antes que Diego Maradona, y durante la infancia compartieron potrero con los “cebollitas” al punto de poder compararse al transcurrir del tiempo. Ezequiel Luka y Gabriel Amiel logran un producto sólido que marca claramente los sueños y frustraciones que se dan a partir de circunstancias determinadas. Poco a poco el espectador ira conociendo las particularidades de éste hombre hecho a pulmón. El fútbol, la familia, el barrio, todo su entorno está presente para construir el contexto en el cual se mueve Goyo, otorgándole al espectador la posibilidad de conocer bien a flor de piel como es llegar hasta allí. El “casi” de una vida llena de proyectos fundados en una posibilidad, en este caso la del fútbol. Los directores van a fondo con su propuesta tomándose el tiempo para seguir esta vida llena de lecturas constructivas. En este sentido es el propio retratado el que colabora con su transparencia. Desde el arranque podemos ver a un personaje reconocido por la juventud de una banda de rock que le dedica la letra de un tema. Es, acaso, una forma de reconocimiento a otro tipo de trayectoria. Ese que está más cerca de lo terrenal.
La historia de Goyo Carrizo, el jugador de fútbol que fue vecino, amigo y compañero de los “Cebollitas” (el equipo juvenil de Argentinos Juniors) de Diego Maradona, y cuya carrera no se desarrolló con la misma suerte que la del mejor futbolista de todos los tiempos, es la que cuenta esta película biográfica documental que sigue los curiosos desarrollos que tuvo la vida y la carrera de Goyo hasta la actualidad. Con entrevistas, material de archivo y muchas escenas en las que la realidad cotidiana de Goyo cobra vida en la pantalla –la familia, su trabajo actual–, la película de Luka y Amiel no solo logra realizar un extraordinario retrato de este personaje sino plantear como una casualidad o un golpe de (mala) suerte puede cambiar por completo la vida de una persona.
Los amantes del fútbol ya tienen la excusa de un buen título para acercarse a sala, llega "el otro Maradona" a sala y vale la pena hablar de su protagonista. Esta no es la historia de dos amigos que van a jugar al fútbol (aunque así lo parezca), sino cómo el fútbol convierte a dos desconocidos en compinches inseparables, al menos en aquella época donde el fútbol era la vida misma para un par de pibes de Fiorito. Corrían los 60 y esta es la historia que nos trae a los míticos delanteros de los Cebollitas, Goyo Carrizo y Diego Armando Maradona, 9 y 10 de un equipo legendario de infantiles en Argentinos Jrs. Ellos comenzaron una carrera promisoria en las inferiores del club de la Paternal, haciendo historia por haber permanecido gran cantidad de partidos invictos en su tiempo y a lo largo de diferentes categorías. Ambos grabaron sus primeras huellas hacia el éxito en Villa Fiorito, pero sólo uno de ellos consiguió la gloria y el reconocimiento del mundo. Ezequiel Luka y Gabriel Amiel en este documental, tratan la vida de Goyo Carrizo, a quien el azaroso camino le hizo una gambeta y lo dejó fuera de carrera. Una grave lesión afectó para siempre al amigo de Diego. Ya lejos del centro de la escena futbolística, el ex jugador se transforma en un 'buscador de talentos' en el interior del país y una vez que los halla, los envía a clubes de Buenos Aires para probarse. Los ojos de los directores se enfocan en ese hecho que marca, que define y redirecciona la vida de una persona que tenía en la punta de los dedos, una realidad que se le esfumó. No será difícil encontrarle el nexo con lo cotidiano, ya que un sinfín de historias presurosas relatadas al pasar a diario, demuestran y confirman que la fortuna es más esquiva de lo que uno imagina. Dos caras antagónicas universales, el éxito y el fracaso; parecieran ser cuestiones que quedan en el tapete, a la hora de reflexionar, desde una mirada profesional, la jugada del destino para cada uno de estos dos compañeros que desde pequeños compartieron sueños y pases de pelota. El relato alude indirectamente a la incipiente trayectoria de Maradona, sin embargo, la lente nunca corre su foco del personaje principal, Goyo. Si bien desde el encuadre y de los elementos característicos se puede definir a "El otro Maradona" como un documental, en ciertos momentos, las emociones que trascienden la narración, le dan una veta de ficción que atrae. Nunca se pierde la mirada, ambos realizadores entienden (y atienden) los detalles,y eso se agradece. La emoción ante el hecho histórico vivido por Goyo está bien contada y no exenta de decepción y drama, al enfrentar esos dolorosos recuerdos. Carrizo, acepta y vive su destino, entiende que uno no solo debe prepararse para el éxito, sino también para el fracaso y sobreponerse, seguir y reconstituirse (más allá de que se quiebre en algún momento de la cinta). "El otro Maradona" nos transmite un mensaje con claridad, todos podemos sobreponernos a la tragedia y esto seguramente, podrá motivar a muchos, seas o no futbolero. Hay que sentir que se puede superar cualquier suceso adverso, si el Goyo Carrizo lo logró (y piensen en todo lo que eso significó), por qué no enfrentarse a los desafíos que la vida te tiene preparado a la vuelta de la esquina? Hay entereza aquí. A tomar ejemplo, con o sin redonda entre los pies!