La mujer bicentenaria Adaline (Blake Lively) tiene un secreto, y para evitar entrar en detalles, vamos solo a decir que por un milagro “natural” ella quedó tal cual a sus 25 años y nunca más envejeció. Pero en realidad, Adaline en la actualidad es una mujer de casi 100 años, que sigue desandando sus pasos para evitar ser descubierta por la gente que la rodea y ser tratada como un fenómeno de feria. Este es el plot de El secreto de Adaline (The Age of Adaline, 2015), de Lee Toland Krieger, un film romántico que explota su lado fantasioso para llegar a un público más amplio, y que se regodea con las peripecias de su protagonista por seguir manteniendo oculto el misterio que la ha mantenido intacta físicamente a pesar del paso del tiempo. “Tenés que decirle a la gente”, “tenés que amar a alguien nuevamente”, son algunas de las frases que llamado tras llamado de su hija (Ellen Burstyn) se reiteran en los oídos de Adaline, pero ella está cansada, tal vez ese detalle por el que miles de mujeres pagarían millones de dólares la retrae y angustia cada vez más. El secreto de Adaline es una película correcta, bien actuada y filmada con sobriedad y estilo (tomas aéreas, planos generales, etc.) que pudiendo potenciar el “realismo mágico” que la funda (como lo hizo, por ejemplo El curioso caso de Benjamin Button), decide transitar seguro por el camino del drama romántico, deteniéndose en aquellos detalles más ricos y perturbadores sobre el pasado de la muchacha y no sobre su extraño padecer. Historia que bucea en los giros del destino y las decisiones que marcan a fuego la supervivencia de los más débiles (inteligente la explicación de la fortuna de Adaline como inversora), El secreto de Adaline es una intensa historia que narra las desventuras de una mujer que sólo intenta superar un misterio que la envuelve y que la obliga a ser una prófuga pese a su deseos de amar y mostrarse tal cual es al mundo entero.
Amada inmortal Un bienvenido drama romántico con toques fantásticos es el que impulsa Blake Lively como una mujer que nace en 1908 y queda joven para siempre luego de sufrir un accidente. También trabaja Harrison Ford. La sola idea de la inmortalidad suena, a priori, tentadora y atrapante, pero también tiene un costado oscuro que altera los vínculos y las relaciones en este bienvenido drama romántico con toques fantásticos. La actriz Blake Lively asume su primer protagónico en cine luego de aparecer en Salvajes, de Oliver Stone, y encarna a Adaline, que nace en 1908 y queda exactamente igual con el paso del tiempo luego de sufrir un accidente automovilístico. Ella está condenada y debe asumir falsas identidades y cambios de domicilio a lo largo de los años para no ser considerada un "extraño fenómeno" de la ciencia. La compañía de su hija -Ellen Burstyn en el papel de una anciana- y la aparición de Ellis -Michiel Huisman-, el hombre de su vida, pueden sacarla de esa existencia de escapes permanentes, pero al conocer al Sr.Jones -Harrison Ford-, el padre de su novio, las cosas cambian para siempre. La película atrapa gracias a la elección del elenco, a una historia que fluye y emociona en la que su protagonista va atravesando diferentes momentos históricos, y que agrega además una "narración en off" que brinda datos científicos a un hecho que no parece destinado a los simples mortales, convirtiendo a Adaline en una mujer que sufre, ama y ve como el resto envejece sin remedio. Harrison Ford, el respetado hombre de ciencia, y Kathy Baker, su esposa, se sacan chispas luego de la llegada de la prometida de su hijo y encuentran los mejores momentos en la película dirigida con buenos recursos por Lee Toland Krieger -The Vicious Kind-. Las tomas cenitales y vertiginosas, los cambios de vestuario acordes a las épocas, la inversión del paso del tiempo, la familia alterada por el pasado y los detalles que develan un misterio se acentúan gracias a la encantadora actuación de Lively, una amada inmortal, un pequeño punto en el cosmos.
Blake Lively (“Gossip Girl”) le da vida a Adaline Bowman, una mujer que a los veintinueve años, luego de un accidente, al que sobrevivió milagrosamente, dejó de envejecer. La película se sitúa en la actualidad, nos cuenta cómo ella logró vivir sin levantar sospechas, nos muestra como tuvo que alejar a casi todas las personas que le importaban, compartiendo su vida con su perro, bah, varios perros, dependiendo de qué década de su larga vida estés viendo, sabiendo que su fiel amigo en algún momento iba a ser víctima del paso del tiempo. Adaline se pasó ochenta años mudándose de un país al otro o de una ciudad a otra cada diez años, por miedo a que la descubran, por miedo a que el mundo se entere de su secreto. La película dirigida por Lee Toland Krieger (“The Vicious Kind”) está muy bien contada, alternando por momentos con algunas imágenes del pasado para entender un poco más a nuestra protagonista. Pero hay algo que deben saber, la película no va tanto del peligro que puede desatarse si alguien se entera de este secreto ya que estamos frente a una película romántica en la que, obvio que “el secreto” pesa, pero es más que nada una muy buena excusa para que Adaline no se quiera enamorar, haciendo que solo quiera escapar. Como toda fórmula en una película de este género necesitamos de alguien que pueda hacer que ella se arriesgue a amar y aparece Ellis Jones (Michiel Huisman, “Game Of Thrones”) que es un carismático filántropo que logra hacerla dudar y ella deberá elegir, mudarse o contar su secreto y permitirse amar. Cuando llegan los momentos de “flash-back” se logran situar muy bien las distintas épocas, la actuación de Blake Lively es impecable, te deja ver con claridad todas sus emociones, su tristeza y soledad, Michiel Huisman como en “Game Of Thrones” haciendo del galán de “Daario Naharis” demuestra que puede y tiene con qué. También aparece Harrison Ford (No hay necesidad de aclarar quién es), haciendo de padre de Ellis, siendo un gran personaje secundario en esta historia de amor. En conclusión, “El secreto de Adaline” está bien, siento que el guión podría estar mejor, ya que todo parece muy conveniente para el guionista que necesitaba una manera fácil para solucionar la historia, pero no se la pasa mal, es una película en la que cualquier enamorado o enamorada sonreiría más de una vez.
Detenida en el tiempo Adaline Bowman (Blake Lively) nace a principios del siglo XX, se casa, tiene una hija, pero un accidente provoca que su cuerpo ya no envejezca, y Adaline queda detenida en una eterna juventud. Por supuesto esto le impide llevar una vida normal, con el tiempo Adaline luce tan joven como su hija, y le resulta imposible justificar su edad, por lo que luego de detenerla por una infracción de transito la policía cree que miente sobre su identidad y se ve obligada a huir. Así, cada diez años Adaline se muda, cambia su aspecto, y consigue nuevos papeles para justificar su identidad. Llevando una vida solitaria, sin poder echar raíces, tener amigos, y mucho menos una familia, ya que le sería imposible envejecer al lado de alguien. Pero como sucede en todas las películas románticas, aunque tengan un toque de ciencia ficción, siempre aparece alguien que cambia todo, en este caso es Ellis Jones (Michiel Huisman) un filántropo atractivo e insistente que termina ganando el corazón de Adaline, y poniéndola en una encrucijada sobre su vida, en la que deberá decidir entre seguir huyendo o enfrentar su realidad, para poder vivir al lado de quien ama. Con una combinación de romance, drama y elementos fantásticos, la película construye una trama interesante que engancha en el comienzo, y va y viene por distintas etapas de la historia, que la protagonista ha recorrido siempre envuelta en un halo de misterio y a punto de salir corriendo, donde sea que se encuentre. La película tiene una cuidada estética, que incluye reconstrucciones de diferentes épocas, y en todas el vestuario de la protagonista es exquisito. Blake Lively, da hermosa en cámara, pero por momentos es tan poco expresiva, que tantos cambios de ropa, todos tan lindos, la hacen verse más como una modelo que como una actriz. La química entre los protagonistas funciona muy bien y Harrison Ford en un rol secundario, es quien compone el mejor personaje de la historia, al igual que la experimentada Ellen Burstyn. Si bien por momentos nos deja con las ganas, y lo que comienza como una gran misterio, desaparece en una historia romántica mas accesible para el público, "El Secreto de Adaline" no es una típica película de amor, y tanto su estética como el misterio de su protagonista la convierten en algo más que eso.
Todo para una trama cursi No es Christopher Lambert como Highlander ni tampoco Orlando, un film inglés de inicios de los '90 con Tilda Swinton. Tampoco los personajes de Crepúsculo ni algún otro vampiro con varios años encima. Es la eternamente joven Adaline Bowman (Blake Lively, seductora como un témpano), nacida en 1908, que a los 29 años sufre un tremendo accidente automovilístico, logrando sobrevivir pero con una yapa impensada para ella: será la misma de siempre hasta que aparezca Ellis Jones (Michiel Huisman, ídem que la primera actriz) y así intentar acabar por las suyas con la maldición. Sí, El secreto de Adaline reúne el total de ingredientes de una historia cursi: romance mezclado con ciencia ficción revestida de aforismos new age, luz blanquecina ideal para escenas de parejas de enamorados, alguna lágrima que trata de explicar el porqué de la maldición, secuencias en blanco y negro que rememoran el pasado de la protagonista (allí se hace hincapié en la Segunda Guerra Mundial) y encuentros con gente mayor que aconseja y sentencia sobre cómo se debería seguir con una extensa vida. Parece mentira pero no es así: el cine mainstream norteamericano, por lo menos una parte de su cuantiosa producción anual, se ve reflejado en esta clase de historias con personajes que traspasan décadas y no envejecen ni un poco. En El secreto de Adaline, como sucedía en Un cuento de invierno (con Colin Farrell) y aquella historia con caballos alados y amores a través de siglos, se apunta a un espectador "joven" y "soñador" adicto a las noches crepusculares. La gran pena es ver a Ellen Burstyn (El exorcista) en un papel menor y a años luz de su calidad como actriz.
Hechizo del tiempo Un guión con demasiadas piruetas logra sin embargo tocar las fibras íntimas de una vieja pregunta. -Es una historia de hadas. -Sólo por ahora, ¿no? Es lo bueno de asistir a una premiere del Cine Club Núcleo, inevitablemente, aparecen los comentarios al final de la proyección de este público maduro, fogueado en la pantalla del Gaumont. La historia de hadas a la que refieren dos espectadoras es El secreto de Adaline, una película amparada en el viejo recurso de la juventud eterna, pero con giros y actuaciones sensibles que la salvan del abismo. No buscaba la eternidad Adaline Bowman (Blake Lively) cuando un rayo le devolvió la vida tras un accidente y la conminó a tener para siempre 29 años. El sueño de cualquiera, el cuento de hadas, se convirtió aquí en un karma para la bella Adaline, que guardó el secreto y mantuvo un estricto plan de mudanzas durante 8 décadas para amortiguar el sufrimiento, para evitar los vínculos avasallados por su inmunidad. Sólo su hija conocía la historia, y envejecía. Pero claro, aparece Ellis (Michiel Huisman) y con él la historia de amor. Y uno se pregunta si es necesario semejante contexto para contar otra historia de amor. Y encima surgen las teorías astronómicas, los cometas, sabiendo que ya teníamos el rayo de la vida eterna. Pero la historia tiene una carta guardada que no vamos a revelar aquí, y esa carta es el pase a la redención, a la salvación del bluff absoluto, algo que tal vez no hubiera percibido de no estar en una sala repleta. El mérito de Adaline también revela un problema del cine. Hay que crear un clima para volver a las preguntas de siempre. La vida eterna, el amor después del amor, la conciencia de la muerte. Y ya no sabemos si es un problema del cine o de los espectadores esa necesidad de construir atmósferas cada vez más artificiales para llegar a lo básico. Y Adaline llega, con su sabiduría, su pasado atravesando momentos clave de nuestra historia, a imponer su historia. Otro punto de vista para el deseo de la juventud eterna, una respuesta azarosa al empecinamiento de la ciencia, un encantamiento que no es tal. Adaline quiere envejecer, quiere construir un amor recíproco, quiere romper ese hechizo que la hace distinta. Y el camino es una metáfora obvia, la salvación del amor. Una salvación curiosa, porque no implicaría otra cosa que la muerte. Pero ya lo dijeron las espectadoras del Gaumont, es un cuento de hadas, es ficción, y tal vez sea sólo por ahora y pese al esfuerzo de muchos que no exista la juventud eterna. ¿Una vida con juventud eterna? ¿A dónde irían los secretos?
Me gustó mucho esta película por varios motivos, pero destaco que la protagonista sea una mujer y eso es símbolo de que algo está cambiando, porque unos años atrás la historia hubiese sido la misma solo que protagonizada por un hombre. Amén de ello, también hay que destacar que un film puede tener una protagonista femenina que no sea ni Angelina Jolie ni Scarlett Johansson como figura fuerte. Y está perfecto que el farol aquí se encuentre apuntado hacia Blake Lively no por la obviedad de su belleza sino por como trabaja. Lo ha demostrado en The Town (2010) y Salvajes (2012), y aquí logra que el espectador realmente sienta su historia. A priori muchos pueden decir de forma coloquial que este estreno es “una película de mina” y probablemente lo sea. El punto es que es buena. Tiene todos los (buenos y ninguno malos) condimentos de película romántica y si bien cae en clichés los mismos no molestan e incluso están bien colocados. Aparte de Lively, el resto del elenco cumple con creces. Tiene un muy buen co-protagonista (Michiel Huisman, conocido por la serie Game of Thrones) y a un Harrison Ford que legitima de manera clave su importantísimo personaje. La bella fotografía junto con las muy buenas adaptaciones de época en lo que refiere locaciones y vestuario hacen que se disfrute mucho más de la vida de la hermosa Adaline. Una gran película con claro hincapié hacia el público femenino pero que los novios/maridos que acompañen disfrutarán aún cuando no se animen a admitirlo.
Zonceras románticas bien fotografiadas Este secreto se puede explicar en pocas palabras: fantasía romántica melodramática y ñoña. Adaline, también conocida como Jenny, es una mujer con un pasado. Un vasto pasado, debido a que, aunque aparenta 20 años, en realidad hace rato cumplió los 100. A diferencia de Dorian Gray, la juventud eterna de esta beldad no tiene una explicación sobrenatural que sirva de relieve al conflicto moral que planteaba Oscar Wilde en su maravillosa novela. Aquí en cambio hay un absurdo resorte argumental acompañado por un desarrollo no menos absurdo. Por momentos el asunto se vuelve involuntariamente divertido cuando la incoherencia se aplica más a las situaciones realistas, con diálogos que parecen salidos de algunas de esas escenas de relleno escritas demasiado rápido de alguna tira de Suar. En este sentido, la actuación del galán Michiel Huisman (de "Game of Thrones") es tan minimalista en su caricaturesco papel de joven millonario dedicado a causas nobles como para acentuar la sensación de telenovela folletinesca, en este caso con pretensiones de fábula existencialista, Es que la idea sería que Adaline, dado que sabe que sobrevivirá a cualquier compañero incluyendo su perrito- huye de todo compromiso y termina viviendo una existencia vacía sin animarse a vivir en serio. Como una esfinge a veces realmente inexpresiva Blake Lively escucha este consejo de gente como el lunático astrónomo Harrison Ford, cuyo personaje hace que Indiana Jones parezca shakespeareano. Sin embargo es la aparición del personaje de Ford el resorte para que el folletín, narrado hasta ese punto con un tibio pulso narrativo, termine tomando ritmo e intensificando sus retontos conflictos pasionales. Formalmente la película es mucho mejor que en lo narrativo, argumental y actoral, y sin la formidable fotografia de David Lanzenberg, las casi dos horas de ñoñerías serían insoportables.
Generalmente, cuando un fenómeno inexplicable hace de las suyas sin respetar las leyes de la ciencia, se lo llama magia. Hollywood tiene mucho de eso, y ya nos acostumbramos a aceptarlo en pos del entretenimiento. Pero cuando trata de explicar esa “magia” con leyes científicas de un futuro desconocido, o estamos viendo una de ciencia ficción o estamos viendo algo muy bizarro. Este último es el caso de “El Secreto de Adaline”, una película romántica que echa mano a recursos de otros géneros para contar una historia cuyo resultado final no conmueve y apenas entretiene, si bien parte de una base prometedora. La premisa tiene mucho potencial: Adaline es una joven de 29 años que sufre un accidente que le deja como consecuencia uno de esos dones que bien podrían ser considerados maldiciones: no puede envejecer. A raíz de esto, debe ocultarse y cambiar de identidad cada tanto. Pero todas las decisiones que toma parecen arrebatadas y no hay profundidad de conflicto, no somos testigos de la evolución de Adaline ni de las complejas consecuencias que podría tener este estilo de vida en su psiquis. Por el contrario, la protagonista (encarnada por una insulsa Blake Lively) parece extremadamente cómoda y resignada a su destino, hasta que un buen día conoce a un joven encantador que eventualmente la hará cambiar de parecer a fuerza de voluntad. Entre el tiempo que la película pierde tratando de explicar lo inexplicable y el abuso del narrador en off, que no deja nada a la imaginación o entendimiento del espectador, llegamos al verdadero nudo de esta historia casi al final de su duración. El conflicto principal es bastante retorcido para una película que venía llena de clichés, y el desenlace se vuelve tan abrupto como previsible. Mientras tanto, el tibio romance de los protagonistas no alcanza a convencernos de que algo de todo esto tenga sentido. Desperdiciando una historia que podría haber sido explotada como un gran relato de épocas y naturaleza humana, “El Secreto de Adaline” no es más que una peli melosa con momentos extraños, que ni siquiera su bella cinematografía o la presencia del gran Harrison Ford pueden rescatar.
Romántica historia, con elementos fantásticos y hasta de ciencia ficción, cuyo director salta los conceptos del melodrama tradicional, para confeccionar un filme original y contundente. Visualmente poderoso, cuenta con una gran reconstrucción de época, momentos de pura magia cinematográfica y un elenco tan atractivo como efectivo. A diferencia de otras cintas que abordan el tema del paso del tiempo y el amor, como la sobrevalorada BENJAMÍN BUTTON, esta no resulta ni forzada ni grotesca. Todo esta narrado con tanta naturalidad que resulta imposible no empatizar con su personaje central, ADALINE, una heroina humana en un mundo de fantasía.
Líos de la eterna juventud Por obra y gracia de un rayo que tiene mucho de capricho de guión, la protagonista de esta extraña cruza entre melodrama y fantasía aparenta 29 años en lugar de los 108 que cuenta el almanaque. Y las cuestiones del corazón se le complican. No está demasiado bien guardado el secreto de Adaline. Al menos no para los espectadores, ya que se evidencia justo ahí, en el título original, a la vista de quien quiera verlo. La cuestión es que la señorita del título tiene unos cuantos pirulos más que los que el cuerpazo de la actriz Blake Lively (Gossip Girl) haría suponer. Más precisamente, 108. Si todo esto suena absurdo se debe a que simplemente lo es: Adaline andaba por los 29 años a mediados de la década del ’30 del siglo pasado cuando un accidente la hizo ver la luz blanca de Víctor Sueiro. Y, tal como ocurrió con el periodista, volvió al mundo de los vivos, en este caso por obra y gracia de un rayo que de yapa alteró sus genes impidiéndole la posibilidad de envejecer. Así, atravesó los últimos ochenta años ocultándose de todos, cambiando de identidad, siempre joven y lozana, encontrándose esporádicamente con una hija que ahora, pleno siglo XXI, parece su abuela (Ellen Burstyn), con la única compañía de un perro y la firme convicción de no caer en las redes del amor, tal como ilustran todos y cada uno de los flashbacks puestos más por una norma tácita de este tipo de historias de largo aliento temporal que por pertinencia narrativa.Hasta que finalmente cae. El culpable es un matemático devenido filántropo después de pegarla con un algoritmo capaz de predecir comportamientos financieros. Los jueguitos de seducción dan sus resultados y la muchacha, que en realidad no lo es, se rinde a sus pies. Pero habrá algunas cuestiones pendientes que se materializarán cuando promedie el metraje y que para creerlas se debe suspender cualquier atisbo de incredulidad. Si es que no se hizo antes, claro. El secreto de Adaline es una suerte de derivado de El curioso caso de Benjamin Button, que encuentra un extraño mérito en la mesura y circunspección con que se aproxima a su disparatado argumento. Todo lo contrario a la gravedad impostada del punto negro en la filmografía de David Fincher. Con una idea central de amores fulgurantes pero imposibilitados por el contexto, el opus cuatro de Lee Toland Krieger es el opuesto de su película anterior: si el intento de amistad posseparación de los protagonistas de Celeste & Jesse Forever, editada aquí en DVD como Esposos, amantes y amigos, buscaba nutrirse de situaciones cotidianas y de empatía fácil, aquí, en cambio, se apuesta por la distancia sobrecargada de un melodrama clásico punteado con recurrencias del cine fantástico.El problema es que esa distancia se confunde con frialdad y fantasía con arbitrio, moviendo la lógica del guión según la conveniencia del relato y no al revés. Así, entonces, queda la sensación de que la protagonista es menos una criatura penitente y atravesada por una cualidad ajena a su control que una muñequita destinada a moverse en los límites predeterminados de un film cuyo objetivo máximo es trazar un paralelismo astronómico de calidad cuanto menos dudosa, convirtiendo a El secreto de Adaline en una de esas ideas con algunas líneas de potencial interés que, vaya uno a saber por qué, terminaron desechadas durante las reuniones de preproducción.
Una rara alquimia cuyo misterio sólo podrá ser descifrado en 2035, según nos anticipa el verborrágico relator que domina los primeros tramos del film, se ha producido en el origen de esta ambiciosa historia que reflexiona sobre la inmortalidad y pretende contarnos un caso romántico que trasciende los tiempos. Varios factores se combinan para que, como consecuencia de un espantoso accidente de auto, una joven y bella viuda con look de antigua estrella de Hollywood (Blake Lively) se vuelva inmune al paso del tiempo. El film, que bien pudo haberse titulado El curioso caso de Adaline Bowman y aborda esta variación de la fuente de Juvencia, espera ser entendido como un cuento de hadas, pero la historia de la heroína que nació en 1908 y permanecerá para siempre estancada en los 29 años transcurre en este mundo, más precisamente en San Francisco, donde se sucederán después otros hechos inexplicables. Haber sido la beneficiaria de ese fenómeno, que tantos envidiarían, sin embargo le trae infinidad de inconvenientes, y no es el menor de ellos la soledad (impuesta por ella misma para evitar ser considerada un fenómeno circense), la forzosa falta de futuro y, por ende, la imposibilidad de vivir un amor. También la condena a mudar de domicilio y de identidad cada diez años y la de tener como mamá a su hija, que hasta la actualidad (2014) ha seguido envejeciendo como cualquier humano normal. Y a portar eternamente ese aire melancólico que en el caso de Blake Lively puede parecerse muchas veces a la languidez o la inexpresividad. De todas maneras, cabe suponer que no deben de ser ésas las consecuencias más perturbadoras de la inmortalidad. Demasiado tema para un tratamiento tan hueco. Que lo que se cuenta resulte poco creíble es lo de menos, si hasta pueden perdonarse, por inevitables, los tramos finales tan próximos al ridículo. El tema, convengamos, bien pudo haber disparado otras reflexiones, no todas vinculadas con el enredo melodramático que interesó a los guionistas y cuyo único mérito parece ser haberle dado a Harrison Ford un papel bastante más sólido que los que le han tocado en los últimos años. Él y Ellen Burstyn, al menos, supieron dotar de alguna convicción a sus personajes, los más convincentes de la rebuscada historia.
El irregular viaje de Adaline No dejan de llamar la atención un conjunto de decisiones en El secreto de Adaline, que terminan distinguiéndolas de otros exponentes del cine romántico más actual: en una época donde parece alternarse entre dos extremos, con algunos films apostando por un romanticismo tan edulcorado que termina siendo artificial e inverosímil -ver la idea que han construido sobre el amor films como Crepúsculo y Cincuenta sombras de Grey-; y otros deconstruyendo la concepción del romance y la pareja desde el cinismo -Perdida es un ejemplo extremo en cuanto al análisis del discurso, mientras que la argentina El crítico también tiene una visión bastante retorcida para aportar-, lo que hace la cinta de Lee Toland Krieger (tomando cierta distancia de su anterior obra, Esposos, amantes y amigos) es elegir un tono medido y pausado, sin exageraciones y hasta distanciado, como si no estuviera tan preocupada por interpelar al público joven contemporáneo. Esto se nota principalmente en la interpretación de Blake Lively, quien encarna a la mujer del título que nace a principios del Siglo XX y que luego de un extraño accidente deja de envejecer, con lo que teniendo más de cien años de vida sigue pareciendo alguien de veintipico, con todos las pérdidas familiares y personales de diverso tipo que eso acarrea. Su actuación es muy medida, con gestos sutiles, casi rozando la frialdad, como si buscara recuperar ciertos modales femeninos de los treinta, a lo que se suma un elaborado trabajo con su vestuario y maquillaje, que intenta interpelar al cine clásico, resaltando cómo su personaje conserva una apariencia exterior que va a contramano de su mirada sobre el mundo. En verdad, en todo el relato -incluso en una voz en off narrativa que rara vez se permite utilizar un tono épico- hay una notoria preocupación por no caer en los desbordes, por ir construyendo la rutina de una mujer que quiere transitar el mundo de la manera más invisible posible, cambiando cada cierto tiempo de identidad, aunque inevitablemente termine topándose con el amor. Pero claro, ahí es cuando aparece el primer gran problema: cuando hace acto de presencia la figura masculina, poco tiene para aportar, no sólo porque el personaje de Ellis Jones es sumamente esquemático sino porque Michiel Huisman carece de carisma y no está a la altura de lo que exige Lively como contraparte, con lo cual es difícil entender por qué Adaline se enamora de él. A continuación, vienen las vacilaciones, no sólo en la protagonista, sino también en la película, que durante unos cuantos minutos pierde fluidez, no termina de encontrar el rumbo y cae en un profundo pozo, siempre girando en el vacío y sin generar empatía en el espectador. Es cuando entra en juego Harrison Ford -cuándo no-, como un personaje decisivo en el pasado de Adaline, que el film recobra el brío necesario, encarrilando definitivamente para el lado del drama romántico pero con una personalidad distintiva en su mesura y alimentándose de la clásica personalidad del actor. Aún así, con sus méritos y riesgos, El secreto de Adaline se queda un poco a mitad de camino: no es mala y posee unos cuántos puntos de interés, pero a la vez da la impresión de perderse la chance de ser un film memorable. Con todo, gracias a su algo esquemática pero firme mirada sobre la vejez, la pérdida y la posibilidad del amor, está unos cuantos escalones por encima de la media actual en el género romántico.
Joven por siempre Mezcla géneros y arruina lo que podría haber sido una simple y buena historia de amor. Después de ver El secreto de Adaline probablemente no se sepa si se trata de una tomada de pelo, de una comedia para pocos o de un verdadero desastre. Adaline Bowman (la hermosa Blake Lively) nació en 1908 y en 1937 sufre un accidente automovilístico que casi le cuesta la vida, si no fuera por un rayo que le cae para revivirla y dotarla de una cualidad imposible: la juventud eterna. Su belleza se mantendrá intacta con el paso de los años y el milagroso atributo será explicado en el año 2035, según nos adelanta una voz en off. Conocerá al primer hombre de su vida, se casará y tendrá a su única hija. Luego el destino se llevará a su marido en otro accidente y ella continuará con su lozanía perenne durante todo el siglo 20. Por supuesto, Adaline levanta sospecha, a su alrededor todos envejecen y ella sigue joven y bonita. Es por esto que se ve obligada a cambiar de identidad cada tanto, a huir a otros lugares y a empezar una nueva vida bajo un nombre falso. Así llega hasta el presente, donde conoce al muchacho del que se volverá a enamorar, Ellis Jones (Michiel Huisman). Pero si todo esto parece demasiado, lo peor viene a la mitad del filme, con la aparición del padre de Ellis, William Jones, interpretado por un lamentable Harrison Ford. El secreto de Adaline, dirigida por un ignoto Lee Toland Krieger, está en la misma sintonía que Un cuento de invierno (con Colin Farrell) o que algunos dramas románticos basados en novelas de Nicholas Sparks. Sin embargo, la mezcolanza de géneros (película de fenómenos, ciencia ficción, romance, drama) y la trama ambiciosa arruinan lo que podría haber sido una simple y conmovedora historia de amor. En El lado luminoso de la vida (2012), por ejemplo, funcionan todos los lugares comunes. Su director David O. Russell comprende el género que aborda y lo demuestra contando una historia perfecta. Incluso hasta la maltratada 50 sombras de Grey maneja los estereotipos y la cursilería de una manera que es consecuente con la historia. Aquí no sucede nada de esto y Lee Toland Krieger hasta atenta contra lo que podría haber tenido de honesta e inteligente: cree que envejecer es lo que vale la pena. La explicación de la Luna y su influencia sobre la conducta de los humanos podría ser el indicador de que se trata de una joda. Pero no, la cosa va en serio y eso es lo más terrible. El secreto de Adaline es una película que subestima al espectador y le falta el respeto, en el peor sentido, al cine.
MORIR POR AMOR Otra comedia romántica. Esta vez el enredo es más complejo: Adaline se ha vuelo inmortal. Adquirió esa condición por culpa de un choque. Y no envejecerá más. No es mala idea, sobre todo porque queda eternamente detenida en los 25 años, que siempre es una buena edad para estacionarse. Pero ser inmortal no es gratis. Tiene que huir de un lado a otro. Conoce gente, se enamora, pero tiene que huir si quiere guardar su secreto. Pero un día aparece el hombre. Le rehuye, pero al final cede. ¿Qué hacer? ¿Huir o contarle? Y allí empieza la otra parte de esta historia, de buen planteo, que podía haber aprovechado mejor el tema del paso del tiempo en el amor. El filme en cambio se conforma con un par de enredos extras. Al final el amor triunfa, incluso sobre la muerte. Porque Adaline un día se alegrará al saber que ella es mortal, que no necesita seguir huyendo y que podrá envejecer junto al hombre de sus sueños. El amor y el ser humano –nos dice- no son inmortales. Por eso hay que vivir intensamente, porque nadie sabe cuándo se acaba el juego.
Una pausa El secreto de Adaline es lo primero que nos cuenta el film. Adaline (Blake Lively), es viuda y madre de una niña. Una insólita nevada en el invierno californiano provoca que tenga un accidente, su auto cae en un lago y muere. Al instante un rayo origina una reacción que la revive y la vuelve “inmune al paso del tiempo”. Esto la obligará a huir y cambiar de identidades a lo largo de los años para evitar ser descubierta pero el conocer a Ellis (Michiel Huisman) y encontrarse con William (Harrison Ford) replanteará su forma de vida. La película es básicamente eso: por qué huye, cuándo huyó, y cómo decide dejar de huir, porque más que eso no sabemos de los personajes. Son momentos puntuales, una sucesión de acontecimientos sin mucho detalle. El film pasa rápido, es entretenido y su final llega cuando uno lo necesita, sin embargo se siente la falta de aquello que no se nos cuenta. Su director Lee Toland Krieger (Celeste & Jesse Forever) se aleja de las “frescura” que lo ha caracterizado y nos trae una película que amplía su público a un target más maduro que el de sus producciones anteriores. No decepciona pero tampoco arriesga, es una película correcta. La fotografía David Lanzenberg acompaña muy bien y es un punto a destacar, al igual que el arte aunque a su pastiche temporal pareciera que le falta una vuelta de tuerca más. En fin, El secreto de Adaline es un film visualmente bello con personajes a los cuales no llegamos a conocer en profundidad y elementos que, por su tratamiento, no suman ni restan, es una buena compañía para pasar el rato. Si te gusta el tráiler mirala pero no te dejará más que una pausa en el día:
El secreto de Adaline es una historia que encantará a unos, pero que desconcertará a otros, sobre todo por lo que ocurre en la segunda parte. El poco convencional guión puede llegar a dividirse en dos en cuanto a la esencia de la historia ya que la primer parte es más convencional y parecida a sus..
Una historia sencilla y romántica con toques fantásticos. Este es un drama romántico con un corte de fantasía que te invita a soñar. La idea no es mala pero resulta para los corazones más románticos y aquellos que quieran hacer volar su imaginación. Cuenta la vida de mujer que no se anima a vivir porque esconde un asombroso secreto. Lo que voy a comentar ya se ve en el tráiler. Una mujer hermosa Adaline Bowman (actriz y modelo Blake Lively, “New York, I Love You”), trabaja en San Francisco y tiene como tarea ordenar unos archivos en una gran oficina, se encuentra con un noticiero del cine mudo y una voz en off comienza a relatar la vida de ella. Adaline nació en 1908 asistió al terremoto de San Francisco, vio la construcción del Puente Golden Gate, entre otras situaciones y con el tiempo encuentra el amor de su vida, se casan y al tiempo tienen una hija pero el destino la pone a prueba :su marido muere y una noche de 1930 va manejando por la ruta muy angustiada pierde el control de vehículo y cae al río, queda inconsciente, a punto de morir, los astros se conjuran, un rayo que cae le da una segunda oportunidad y recobra la vida. Pero luego se da cuenta que algo raro sucede en su cuerpo y después de esa noche nunca más envejece. Van pasando los años y se ve en la obligación de ir cambiando su identidad y de mudarse para que nadie descubra su secreto, ni convertirse en una especie de laboratorio. Tiene una vida solitaria, cada tanto se va reencontrando con su hija, quien conoce su secreto y que si envejece. Flemming (Ellen Burstyn, "El exorcista" era Chris MacNeil), en un momento le pide que se anime a amar pero Adaline se niega porque todos envejecen a su alrededor. Una noche durante la celebración de fin de año en el 2014 conoce a un carismático filántropo llamado Ellis Jones (Michiel Huisman, “Alma salvaje”) que despierta su pasión por la vida y el amor. Su hija cuando se entera le pide que se anime a amar. Pero un fin de semana con los padres de Jones (Harrison Ford y Kathy Baker) pone en riesgo su secreto y deberá tomar una decisión que cambiará su vida para siempre. En este film hay que relajarse, no pensar demasiado, disfrutar y saber ingresar en la fantasía ya que los conflictos tienen cierto toque de cuento de hadas. Contiene enredos, varios toques melodramáticos, muy buena fotografía de David Lanzenberg, además habla del amor de madre e hija, de darse la oportunidad de vivir una nueva vida y del amor. Y plantea algo interesante: ¿estás dispuesto a no envejecer?
El tiempo no es oro En algún lugar de “El secreto de Adaline” habita una gran película. De hecho, contiene todos los componentes para serlo: actores sólidos, una premisa que mezcla con inteligencia, aunque sin creatividad, el drama sentimental con lo fantástico y la chance de ahondar en temáticas como el paso del tiempo, la soledad, el amor. Pero se agota en una mirada liviana, que pone todo el acento en los giros dramáticos rebuscados, y deja de lado necesarios espacios para la reflexión y sobre todo para la profundización psicológica de los personajes, un aspecto muy desaprovechado. El arranque es interesante, inclusive cautivador. Vemos retazos de la vida cotidiana de una mujer, su soledad voluntaria, sus metódicos intentos de mantener distancia. Es evidente que arrastra un secreto. Pronto sabremos que a partir de un extraño accidente, su cuerpo dejó de envejecer. Posee la juventud eterna. Adaline -ése es su nombre- vive esto como una maldición. Incluso investiga su caso, pero no halla explicación. El narrador en off, omnisciente, advierte que hasta 2035 la humanidad no la descubrirá. En un breve prólogo, se nos revela que la mujer vivió más de 80 años bajo diversas identidades y sólo mantuvo contacto con una hija, ya octogenaria. La complicación emerge cuando conoce a un hombre encantador, del cual se enamora a pesar de su estratégico alejamiento de sus semejantes, que en definitiva lo son pero no del todo. Igual que en la más inquisitiva “El curioso caso de Benjamin Button”, en la divertida “Hechizo de tiempo” (que aborda una problemática similar, pero desde el cristal del humor) e incluso en determinadas partes de la primera parte de la saga de “Highlander”, la protagonista sufre su circunstancia y convive sobre todo con temor el posible oprobio de convertirse en un caso de laboratorio, en un “fenómeno”. Eso le impide forjar relaciones duraderas y mide sus reacciones, trata de mostrarse serena. “¿De qué sirve el amor si no se puede envejecer juntos?”, se interroga con dolor. Además, tiene que tejer un complicado castillo de naipes cimentado en mentiras, renovadas identidades, distintas residencias y supuestas relaciones parentales para evitar que se devele su secreto. Su dilema es claro: quiere cambiar, pero no sabe cómo. Del oficio al desinterés A pesar de sus momentos encantadores (almibarados, pero así y todo bien logrados) al promediar el metraje la historia naufraga, cuando abandona la firmeza de los tramos iniciales, se deja llevar por los clichés, se regodea en los giros efectistas, deja definitivamente a un lado toda posible pretensión de profundidad, se torna complaciente y trata de resolver todo a través de brochazos gruesos. Todo se vuelve previsible y artificioso. Los actores poco pueden hacer al respecto. Blake Lively asume el rol protagónico y lo resuelve con mesura. Su belleza y frialdad cuajan con el personaje, pero la actriz no le otorga la convicción necesaria. Lo mismo ocurre con el Michiel Huisman que interpreta a Ellis, el hombre que despierta su interés romántico. En cambio, son los veteranos Harrison Ford y Ellen Burstyn, actores curtidos, quienes con oficio aportan al filme los momentos de mayor autenticidad. Las limitaciones, de todas maneras, no están en los intérpretes, ni siquiera en la resolusión visual, que es esmerada, sino en su escasa inquietud para tratar los temas interesantes, que apenas están esbozados al principio, en la excesiva corrección (hay una secuencia gratuita sobre el final, que trata de concluir en un instante el dilema de cuatro décadas de un personaje) y en su epílogo poco imaginativo, apresurado. El intento de conmover al espectador decae en morosidad y desinterés. “El secreto de Adaline” podría haber sido, con un director algo más osado, un gran trabajo. Pero se queda en un módico intento.
El amor prevalece "El secreto de Adaline" es una película romántica con toques de ciencia ficción que aborda el tema de la inmortalidad y su indefectible choque con las relaciones amorosas. Adaline Bowman (Blake Lively) es una joven mujer, viuda y con una pequeña hija, nacida a principios del siglo XXI que a los 27 sufre un accidente que le cambia la vida para siempre. Al caer en un lago helado durante una tormenta y un rayo alcanzarla justo en ese momento, se produce en su cuerpo un extraño efecto que la preserva físicamente a través de los años tal como se veía en ese momento. Se vuelve inmortal digamos. Los problemas se empiezan a manifestar cuando sus conocidos comienzan a notar que su hija envejece y Adaline se mantiene intacta. Cuando debía parecer de 45 años y es detenida por un oficial de policía, se da cuenta de que debe abandonar su vida actual y comenzar a cambiar de identidad mudándose de un estado a otro para no levantar sospechas. En sus viajes conoce a un chico del cual se enamora profundamente, pero decide abandonarlo para no sufrir y hacerlo sufrir a él cuando se percaten de la dura realidad; que ella tendrá siempre apariencia de una chica de 27 años mientras que él envejecerá como cualquier persona normal hasta morir. El destino la llevará varios años más adelante a enamorarse de otro hombre, por lo que deberá luchar internamente con su conflicto. Los guionistas construyen una historia interesante que, más allá de algunas cuestiones inverosímiles y hasta infantiles, como la resolución final al problema de nuestra protagonista, logra dotar al film de una buena dosis de drama y romanticismo. "El secreto de Adaline" no es una película de ciencia ficción, es una historia romántica con un toque de fantasía, y el que no entienda esto se está rebuscando demasiado. El director por su lado, se encarga de mostrarnos acompañado por un muy buen trabajo de producción el viaje de Adaline a través de las distintas décadas. Buena fotografía y se notó también que hubo un trabajo serio detrás de las escenografías y el vestuario. Los inconvenientes de la trama se presentan sobretodo en algunas resoluciones a los problemas que van surgiendo. Por ejemplo, cuando la protagonista decide contarle la verdad a su actual pareja, éste se toma la noticia con demasiada tranquilidad, lo que le quita fuerza a todo el drama creado anteriormente en torno a este tema. Uno llega a pensar, "¿para qué tanto lío si el flaco se tomó la cuestión de la inmortalidad sin ningún drama?". Por otro lado, como es de esperarse en estos relatos, la historia se va acomodando para que nuestros amantes terminen juntos. El problema es que la resolución de deciden darle al inconveniente de la inmortalidad es un tanto absurda y tirada de los pelos. Lo mismo sucede con la tensa interacción entre Adaline y el padre de su novio actual, que se termina resolviendo de manera muy rápida y superficial, como para que no haya demasiada vuelta de tuerca. En conclusión, "El secreto de Adaline" es un buen entretenimiento del género romance, que ofrece una historia relativamente original para lo que se ha venido viendo en los últimos 10 años. Tiene algunos problemas para cerrar las subtramas presentadas pero se las arregla para mantener interesado al espectador. Recomendada a los románticos incansables.