¿Qué tendrá el petiso? A simple vista El secreto de Lucía (2013) parece ser del tipo de estreno argentino del montón, hecho con buenas intenciones pero sin la calidad de otras producciones nacionales, de esos que pasan desapercibidos por la cartelera comercial. Pero vale la pena –nunca mejor dicho “la pena”- echarle un vistazo y descubrir que no es un film intrascendente. Arriesga tanto en sus pretensiones que muestra las grietas de su producción dejando al descubierto carencias que podrían haberse evitado. A saber: la película cuenta con un gran elenco compuesto por Carlos Belloso, Emilia Attias, Adrián Navarro, Tomás Pozzi, Roberto Carnaghi, Manuel Vicente, Naím Sibara y Arturo Bonín. Narra la historia de un ventrílocuo (Belloso) que convoca para su gira por el interior de la provincia de Buenos Aires a un petiso (Pozzi) para hacerlo pasar por muñeco corriendo el riesgo de ser desenmascarados. En su camino ambos personajes se cruzan con Lucía (Attias) una atractiva cantante que será objeto de deseo de más de un hombre: los citados y el periodista que comienza a relatar la historia (Navarro). El mayor problema de la película es la debilidad de su conflicto, que no alcanza para mantener ni justificar ninguna de las acciones que vemos a continuación. Sin embargo el relato comienza correctamente planteando un cuadro de situación costumbrista en la argentina de 1969, con algunos estereotipos –el pobre, el chanta- que no desentonan. Pero la película no se conforma con sutilezas y va por más, como un equipo fútbol dispuesto al ataque que lejos de ser vencedor termina desnudando sus fallas defensivas. El secreto de Lucía padece algo similar a lo señalado por cronistas deportivos: la falta de argumentos sólidos. Luego de este comienzo trillado pero prometedor, la historia se interna en el melodrama. El film comete el pecado de tomarse demasiado en serio premisas narrativas banales: que el hombre de baja estatura esté ahorrando para operar a su hermanito con el fin de hacerlo crecer y no se convierta en objeto de burlas como él; la anécdota de cómo murió su padre -que no mencionaremos aquí- es ridícula como metáfora y peor si se toma en serio; el drama de Lucía de no poder regresar a su pueblo –Chacabuco- porque el dueño del periódico del lugar (Vicente) no quiere que novie con su hijo (Navarro); y más aún si tales líneas argumentales se mencionan entre llantos descarnados. La película continúa su rumbo ya no dudoso sino incontable cuando cae de lleno en el policial pasional. Las pistas y el supuesto misterio que construye la trama son tan débiles como el incomprensible desenfreno sexual que provoca su protagonista. Y no porque Emilia Attias no sea hermosa –de hecho lo es- sino porque no hay motivos para que produzca la pasión que causa en los hombres de su alrededor (el petiso inclusive). Hay problemas en la película para pasar de un tono de relato a otro, para trasmitir emociones –con hacer primeros planos de actores llorando que recitan diálogos trágicos no es suficiente-, y sobre todo para resolver algunas escenas, como el final de la película por ejemplo. Es en este tramo final que se pierde absolutamente toda sutilidad narrativa, se expresa todo de manera frontal y tajante, y el film falla, causando gracia donde correspondería emocionar, y generando un distanciamiento donde debería capturar la atención. Queda mencionar el tema de la carencia de altura (el personaje ni siquiera es enano, simplemente petiso). ¿Por qué plantearlo desde el drama tan obvio, con asunto discriminatorio en el medio? ¿No era esperable cualquier línea de diálogo relacionada a su estatura? Quizás si El secreto de Lucía hubiese tomado el tema sin la seriedad discursiva que lo toma, sería más digerible, más objetable. Pero no, es en su afán de ir en busca de efectismos dramáticos fáciles termina errando feo. Eso si, cualquiera que diga que es una película más del montón, estará equivocado. Por las mismas razones que es condenada será recordada en el tiempo. Al menos por quienes la vimos.
Una película hecha con el corazón Con su debut como director, Becky Garello nos brindó un gran film retro, que tardó siete años en realizarse entre idas y vueltas de ideas. La labor del director no se limitó a la dirección, sino que también se involucró en el guión. Lo bueno de esta película, El secreto de Lucía, es que al ser de un director nuevo, éste tuvo más libertades de hacer la película que quiso y eso se refleja en el film. Además de contar con un trabajo sincero donde parece que nadie pensó en aquello que pudiera generar más o menos marketing para así conseguir un producto honesto. El trabajo de realización me pareció impecable, de principio a fin y fue una buena elección haber escogido a Chacabuco como locación para recrear la década de los 60, donde todo era prácticamente campo y apenas se podían ver las típicas casas antiguas que caracterizan a pueblos como este. En cuanto al casting, hay que destacar a Tomás Pozzi, quien interpreta al enano, un actor argentino casi desconocido, que vivió gran parte de su vida en España, tuvo su lucimiento, acompañado por el experimentado Carlos Belloso, quien combinó la bondad extrema de sus personajes previos, así como la maldad de ellos. El resultado es a simple vista espectacular, siendo el personaje más interesante del film, con lo que el espectador verá tanto su ascenso como caída. Claro que también en su debut cinematográfico lo acompañó Emilia Attias, quien con su belleza brindó una actuación decente que enamoraría a cualquier espectador y además las mejores escenas fueron las que compartió con Pozzi, las cuales le dan romanticismo y toques de comedia de a ratos. Lo bueno de esta película es que todos los personajes pudieron lucirse por igual ya que parecía que el protagónico era una antorcha en una carrera de postas, pues en 94 minutos se iban alternando entre Belloso, Attias y Tozzi. El resto de los personajes sumó mucho, como la participación de Roberto Carnaghi, Adrian Navarro como narrador y parte de la historia, quien tuvo más relevancia en su rol como narrador que como actor ya que el personaje era el típico ex novio que quería recuperar a su amada haciéndose el buenito. Por otro lado, lo del Turco Nahim fue discreto, salvo por un detalle. El encuentro de Nahim y Attias es el único cabo suelto que queda en la película, cuando la vean y observen el diálogo sabrán a lo que me refiero. Sin embargo, como anteriormente cité, este film refleja el compromiso, la buena onda y entretenimiento desinteresado que nos brindaron. Sin dudas, una película recomendable. Gracias Becky por esta joyita que nos ofreciste.
El secreto de Lucía es una de esas propuestas un tanto raras porque no logra definir bien su género. Por momentos parece que estamos viendo un drama, por otros una comedia negra e incluso tiene escenas y conceptos que rozan con lo bizarro. La idea de hacer pasar a un enano (u hombre pequeño) por un muñeco de ventrílocuo claramente no es seria y ese no es el problema, el problema es la solemnidad con la que el film aborda ese elemento de un guión muy trastabillado por los conflictos muy desmedidos de sus personajes. Pese a esto, el elenco está impecable, sobretodo el trío protagónico compuesto por Carlos Belloso (sólido como siempre), Tomás Pozzi (una grata sorpresa), y una Emilia Attías que se adueña del protagónico y brilla. Luego de analizar su papel, que puede gustar más o menos, se llega fácil a la conclusión de que en cine esta actriz funciona muy bien y que la cámara verdaderamente la ama. Ahora bien, no por ello se tiene que caer en esa vieja usanza (más que nada hollywoodense) de mostrar los pechos desnudos de la actriz principal solamente porque es muy linda y sin justificación alguna. Algo que sucede cuando uno ve la escena en la que Attías aparece con su torso descubierto… El director Becky Garello logra dar con una armonía en el cast pero no con el ritmo de su ópera prima, que encima no llega a definir ni identidad ni género, y eso es algo que le pesa a este estreno.
La bella y el muñeco El secreto de Lucía (breve digresión: después de la Campanella , ¿no habría que evitar el título El secreto de...por unos cuantos años?) transcurre en una atmósfera siempre atractiva: la de los charlatanes de feria, estafadores de poca monta, esos personajes que pueden ser más o menos simpáticos pero siempre son fascinantes. En este caso, el pillo es Juan (Carlos Belloso), un falso ventrílocuo que se presenta con su muñeco Juanito, que en realidad es un enano disfrazado. Al modo de los antiguos artistas trashumantes, recorren juntos los pueblos de la provincia de Buenos Aires a bordo de su propio colectivo, embaucando a los escasos espectadores que se dignan a asistir a sus funciones. En una de sus andanzas conocen a Lucía (Emilia Attias), una cantora tan hermosa como desamparada, dueña de un misterioso pasado, y la suman como una atracción más de su pobre espectáculo. Lo mejor de la película son las actuaciones del dúo protagónico masculino. No es una sorpresa que Belloso sea solvente en su papel, el de un villano que inspira más lástima que odio o temor. Sí resulta toda una revelación Tomás Pozzi, un actor argentino que desarrolló la mayor parte de su carrera en España, país al que emigró en 2001. No sólo es creíble dramáticamente, sino que cumple a la perfección, con gran plasticidad, el papel de muñeco. A Emilia Attias también le caben elogios, pero por su voz: la ex Casi ángeles sorprende al interpretar con gran encanto y destreza las bellas canciones originales de la película, escritas por el director, Becky Garello, con música del talentoso Iván Wyszogrod (uno de los compositores más requeridos del cine nacional). Y hasta ahí llegan los puntos altos de El secreto de Lucía. Porque el guión de Graciela Maglie y el propio Garello -ésta es su opera prima- da giros forzados; los personajes toman decisiones inexplicables y, como resultado, todo carece de verosimilitud.
Año 1969. Un chantún llamado Juan Benedetti -que dice varias veces su nombre a lo largo de la película, como si fuera importante o una gran creación del mundo de los nombres- le propone al bueno de Mario -al que le dicen "enano", pero nada más es muy petiso- abandonar su mundo de changas esforzadas por "el mundo del espectáculo", para así ganar dinero a mayor velocidad: el hombre bajito se hará pasar por el muñeco del hombre más alto, que se hará pasar por ventrílocuo. Con este punto de partida, es necesario aclarar que cualquier semejanza con la obra maestra de Leonardo Favio Soñar, soñar es solamente un sueño. En El secreto de Lucía -título curioso o más bien poco dscriptivo-, hombre y pretendido muñeco emprenden una gira por rutas de pueblo o por pueblos que apenas empiezan y terminan en rutas. En un parador de mala muerte conocen a Lucía, que canta un extraño flamenco que parece más bien rock indie sensible contemporáneo. Lucía es Emilia Attias, de una belleza refulgente, absoluta, difícil de exagerar. Lucía tiene problemas con el dueño del parador de mala muerte -Roberto Carnaghi en versión desagradable, en consonancia con otros personajes de esta película- y una historia previa de poco interés (para el espectador) en Chacabuco. La película es de una enorme elementalidad -chatura- en todos sus aspectos: situaciones, diálogos, gestos, actuaciones, tristezas, revelaciones, esa voz en off que no se necesitaba. Nada desentona si uno acepta un devenir torpe, pero no tanto, todo se mantiene en un nivel de blandura alarmante, no levanta el menor vuelo, no ofrece la menor intensidad ni la menor fluidez: éste es un film de notas inexactas, una tras otra, pero que tampoco llegan a la disonancia. Y cuando quiere volverse intenso -policial pero sin sorpresa alguna, porque lo anuncia la voz en off al principio- es de una falsedad evidente. Todo es precario, pero sin llegar a ser bochornoso. La posibilidad de ese tipo de desvío, que sería una salida al sopor, tampoco está: El secreto de Lucía es una película que carece de cualquier tipo de vitalidad (y que, extrañamente, a pesar de ser demasiado explicativa todo el resto del tiempo, carece del contraplano de Benedetti/Belloso cuando llega y descubre a los otros dos en el colectivo). Si estos "artistas ambulantes" del relato tenían éxito era tal vez porque no había mucho más para entretenerse en esos años en los pueblos. Hoy en día -en que lo principal es elegir qué ver, qué escuchar, qué leer entre una sobreabundancia de opciones, entre una disponibilidad enorme e inmediata-, una película como ésta se estrena un jueves de siete lanzamientos argentinos. Siete. El disparate no aparece en la película, pero continúa con buena salud en la política cinematográfica local.
Costumbrista, un poco melodramática, heredera del SOÑAR,SOÑAR de Favio, es una cinta nacional osada, que pierde cierta fuerza y gracia cuando a mediado del metraje intenta virar hacia el policial más tradicional. El elenco variopinto, no mantiene un mismo registro de actuación, y ciertas escenas y muchos diálogos parecen forzados. Bizarra y con cierto tono surrealista, es una experiencia fílmica que exige de un espectador "open mind"
De pueblo en pueblo Una voz en off narra la película desde el comienzo, se presenta como periodista y luego pasará a ser parte de esta historia. Nos anuncia que lo que parecía ser una noticia de la sección de espectáculos, terminó siendo la tapa de policiales. Desde ese momento sabemos que al final de la historia algo va a explotar, algo que se viene conteniendo, y por lo que han anunciado, el desenlace no será bueno. Juan (Carlos Bellosso) y Mario (Tomás Pozzi) son dos artistas que recorren los pueblos en una casa rodante, buscando algún lugar donde hacer su show, y así ganarse el día. En un bar donde actúan una noche conocen a Lucía (Emilia Attias), y por cosas del destino ella también se sube a la desvencijada casa rodante, para girar por los pueblos, y sumar así su voz y sus canciones al show. Desde el principio sabemos que los personajes principales guardan un secreto, y están cometiendo un fraude. Pero a medida que la historia avanza, Lucia se convierte en el objeto de deseo de sus compañeros, y al volver a su pueblo -Chacabuco- donde presentan su show, un ex novio (Adrián Navarro), se suma también a la historia, para complicar aún más las cosas. El trío protagónico funciona bien, pero los vínculos entre ellos no son lo suficientemente creíbles como para sostener la historia. El suspenso y la expectativa construyen un buen comienzo, pero la historia parece haber equivocado el rumbo y hace demasiado hincapié en el drama, con largos diálogos que carecen de contenido, restándole lugar al humor negro, o la sátira que en algunas escenas demuestran funcionar mejor que el melodrama, y ciertos lugares comunes. Es una historia con muchos condimentos interesantes, tal vez demasiados, por eso parece quedarse a mitad de camino y cuando llega el final no logra convencer demasiado.
"El Secreto de Lucia" es el debut en la dirección de Becky Garello, tras siete años de idas y vueltas, pero lo logró, y lo hizo con una película decente. Todo transcurre en Chacabuco de los 60´s, cuenta con un elenco más que interesante encabezado por Carlos Belloso, Tomás Pozzi y Emilia Attias y durante la hora y media te vas a sumergir en una historia interesante y bien resuelta. Por momentos se le escapa el volante pero igualmente uno, intrigado, se queda viendo que es lo que va a pasar, o como van a resolver lo planteado. Attias me sorprendió en pantalla grande, mientras que Belloso y Pozzi son joyitas. Roberto Carnaghi, Adrian Navarro, Arturo Bonín y algunos más, caritas más que conocidas, van desfilando en esta peli nacional que como dije antes, hay que ver.
Sobre un secreto, con la precisión de un cuento Un buen cuento debe tener un comienzo atractivo, causar intriga, envolver a quien lo sigue, llevarlo a aceptar por unos momentos la lógica de su mundo, y rematar todo con una sola frase, una sorpresa, bien contundente. Y que además, si es posible, produzca regocijo y satisfacción. "El secreto de Lucía" cumple con esas pautas, y con varias otras. Buenos Aires, capital y provincia, y ciudad de Chacabuco, hace menos de medio siglo. Ya alguien nos introducirá en el asunto. Digamos que, básicamente, intervienen un falso ventrílocuo, su falso muñeco, y una mujercita, cantante de cierto mérito, que no será falsa pero algo esconde. Participan también algunos dueños de salas, un antiguo enamorado (buen partido) con su empleado cómplice, un padre vigilante, público de diversos niveles. A partir de toda esta gente, la cosa se va complicando y tensando. Hasta que al final, en apenas cuatro palabras y una linda escena, se nos revele lo que más queremos saber, precisamente para nuestro regocijo, aunque quizás algunos personajes no compartan igual sentimiento. No corresponde contar más. Becky Garello, experto en servicio de cámaras y trabajos en alta definición con años de experiencia, para probarse como director decidió tener buenos respaldos. Primero y principal, una buena historia y un libreto sin fisuras. Pocas personas más indicadas para eso que Graciela Maglie, que fue coguionista de "Nueve lunas", "El viento", y varias otras piezas de Mignogna, Jusid, Bauer, el sello Aries. Y así cada rubro, con Ivan Wyszogrod en la música, Eugenia Levin como directora de casting, etcétera. Del buen ojo de esta última salió la fórmula del elenco, donde destacan, por justas razones, Emilia Attias y un muchacho que trabaja mayormente en España y, de seguir así, va para Actor con mayúsculas: Tomás Pozzi. Podría objetarse, seguramente, la altura del muñeco, la contradicción entre el flojo repertorio del ventrilocuo y su inesperado éxito, y alguna otra cosita, pero cabe recordar que estamos frente a un cuento que tiene su propia lógica, nos intriga, nos envuelve, y termina como debe. Vale la pena.
La primera película de Attiasxploitation Las películas con enanos parecen estar volviéndose un inesperado subgénero del cine argentino. Está bien: es una exageración. No alcanza con que Francella haya hecho de petiso en Corazón de León y que ahora El secreto de Lucía, de Becky Garello, tenga otro protagonista diminuto como para hablar de tendencia. La exageración es doble, porque en realidad en ninguno de los dos casos se trata de enanos en el sentido estricto. Más allá del tecnicismo, las dos películas insisten en definirlos como tales, y ese detalle se vuelve esencial, brindando una excusa dramática. O una de las excusas. En este caso la otra, no menos importante, es la presencia de Emilia Attias, para cuyo “lucimiento” (en todos los sentidos de la palabra) parece pensada esta historia con enano incluido. A diferencia de Corazón de León, el film de Garello no se presenta en forma de comedia, aunque a veces ensaye algunos pasos para ese lado (algunos de ellos involuntarios), sino como un drama de época. Ubicado entre los ’60 y los ’70, el relato comienza con Mario, el enano, trabajando para juntar plata. Su madre espera otro hijo y él no quiere que su hermano sufra las secuelas de la enfermedad que lo afecta. Entonces aparece Juan (Carlos Belloso), típico chanta porteño que le propone montar un show de varieté para salir de gira por los pueblitos de provincia. Un número de falsa ventriloquía en el cual el petiso deberá fingirse muñeco. En definitiva, le propone una estafa y él acepta. La película recién acaba de plantear sus conflictos y los problemas empiezan a amontonarse. El primero es el uso de una voz en off que busca emparentar el relato con la serie negra, pero sin peso propio más allá de adelantar, completar o redondear algunas ideas cuando la acción no alcanza. El segundo es un problema de casting: la madre del petiso no parece su madre, volviendo risible las escenas en que uno le dice “mamá” a la otra, cuando en realidad parece la esposa. Tercero, es inverosímil que nadie, ni siquiera apelando a los más burdos estereotipos del provinciano inocente, se creyera que el petiso es un muñeco. El último problema lo marca la entrada en escena de Attias. Ahí la película quiere convertirse en drama musical estilo Las cosas del querer, donde los números musicales a cargo de la actriz pretenden aportar detalles dramáticos. Es cierto que Attias, como el resto del elenco, realiza un trabajo actoral aceptable y tampoco canta mal. Pero tampoco lo hace del todo bien y todo aquello que su voz no aporta naturalmente debe rellenarse con efectos de postproducción que la vuelven artificial. Decisión que equivale a maquillar en exceso el rostro defectuoso de un actor para que se vea mejor, causando el efecto contrario. Un fugaz pero significativo (e innecesario) desnudo de la actriz sobre el final redondean la sensación de que en realidad se trata de la primera película de Attiasxploitation. A pesar de las objeciones, El secreto de Lucía avanza con cierta dignidad hasta un giro final que busca aplicar un golpe de tragedia, pero que no hace sino acentuar los puntos flojos.
Historia de amores encontrados poco creíbles y un actor – Carlos Belloso, muy bien en su papel- que consuma el engaño de ser un ventrílocuo con un aliado pequeño y humano. Pasiones de folletín que acumulan situaciones y vueltas de tuerca.
Pareja despareja El secreto de Lucía propone, como primera medida, el aporte de una trama inusual, que no se asemeja a ninguna ofrecida por el cine nacional en los últimos tiempos. Un mérito que, de todos modos, no es suficiente como para redondear un gran film, pero igualmente Becky Garello alcanza momentos interesantes en su ópera prima, desarrollada en gran parte en un viejo colectivo fileteado, que le otorga al film un toque de road movie. Una idea extravagante, arriesgada y aparentemente redituable moviliza a uno de los protagonistas, un porteño bohemio con inclinaciones artísticas no muy definidas que desea llegar a la calle Corrientes a como dé lugar. Para ello aprovecha las características físicas de un hombre que, sin tener los rasgos faciales clásicos de un enano, posee su altura. Así formarán un dúo con el que viajarán por el interior del país haciendo un peculiar show que alcanza relativo éxito. La protagonista que le da título al film interactuará con ellos artística y afectivamente, en situaciones en las que también intervendrá otro hombre, en ambos planos. Con alguna amplificación forzada de conflictos amorosos, el film prosigue su marcha al igual que esa suerte de teatro ambulante, conformando una apuesta aceptable. La interesante dualidad del rol de Carlos Belloso está acompañada por correctas actuaciones de la bella Emilia Attias, Tomás Pozzi y Adrián Navarro, también como narrador de la historia
Un deshilachado cruce de géneros La ópera prima de Becky Garello ensaya una despareja mixtura de estilos, entre la comicidad y el drama, eligiendo el riesgoso camino de romper con el verosímil. Con Carlos Belloso, Emilia Attías y un destacado trabajo de Tomás Pozzi. Una nueva ópera prima del cine argentino (y van…) y otra película donde las carencias y los problemas ganan la partida. Resulta curioso el inicio de El secreto de Lucía donde el relato se vale de una voz en off descriptiva y un tono costumbrista con personajes extraños y perdedores que se acercan a los de Soñar, soñar (1976) del gran Leonardo Favio. Garello presenta a sus particulares criaturas, ubicadas a fines de los '60, bien lejos de la ciudad y viviendo el día a día. Un ventrílocuo (Belloso), una cantante (Attías), un sujeto de baja estatura utilizado como muñeco por el primero (Pozzi) y un periodista (Navarro), son los cuatro vértices que desovillan una trama repleta de diferentes cambios de tono, géneros, estereotipos varios y una acumulación de acciones que pocas veces encuentra su centro y su justificación dramática (realista, psicológica, metafórica). En el desarrollo de El secreto de Lucía pasan muchas cosas, situaciones con picos de tensión, cruces genéricos (melodrama, policial), pasiones escondidas desde el pasado, explosiones catárticas que llevan a la tragedia. No está mal que así suceda y se celebra que una película argentina de corte industrial explore al género desde una zona periférica, sin necesidad de inclinarse por sus códigos de mayor transparencia. Pero el problema grave del film es su débil construcción para que la historia alcance un mínimo verosímil que jamás logra debido a la ambición por cruzar géneros y tonos dramáticos con desigual intensidad. En esa decisión de la puesta en escena por agolpar escenas y situaciones que oscilan entre la comicidad (inconsciente) y el drama, la película elige el camino más riesgoso: romper con el verosímil y jugarse por cierto tono ridículo, con actuaciones impostadas y excedidas en su euforia (en contraste, vale rescatar el trabajo de Tomás Pozzi como el petiso usado como muñeco), donde el subrayado termina ganándole la pulseada a la sutileza y el perfil bajo. Cuando el argumento de la película, ya en su segunda mitad y totalmente sumergido en el caos del inverosímil, empieza a revelar los secretos escondidos tiempo atrás, la formulación estética elige el camino más trillado: el relato a cámara, a moco tendido, a puro plano televisivo de corte confesional. En esos minutos finales de El secreto de Lucía, la rémora alude al cine argentino de los años '80, en especial a aquel que ya manifestaba una serie de vicios narrativos y estéticos que venían de tiempo atrás, tal vez, desde la época en que transcurre esta deshilachada ópera prima.
Esta semana sucedió el lamentable fallecimiento de Gabriel García Marquez; y como esas tretas del destino o locuras de la (des)gracia, el estreno (local, en el interior del país se estrenó la semana anterior) de El secreto de Lucía parece ser de lo más oportuno para evocar aquella invención literaria del “realismo mágico”. No es que en la ópera prima de Becky Garello abunden los elementos propios de la fantasía; pero aquella atmósfera de pintoresquismo y situaciones bordeando lo increíble, que tan bien plasmaba el colombiano en sus textos, encuentra en este film una de sus formas. En El secreto de Lucía son cuatro los personajes centrales, o tres y un objeto de deseo irrefrenable. Juan (Carlos Belloso) es un hombre ambicioso aunque no tiene bien claro qué es lo suyo. Quiere triunfar y para eso contrata a un hombre bajito, un petiso, Mario (Tomás Pozzi) al que llamará Juanito y armarán un espectáculo de ventriloquismo (obviamente, el bajito se hará pasar por muñeco). En un viaje arriba de su colectivo preparado para las giras, conocen a Lucía (Emilia Attias), una bailaora y cantante de flamenco, que parece despierta pasiones a su paso. Ambos caen rendidos a sus pies, y como si fuese poco, reaparece Pedro (Adrián Navarro), un antiguo interés romántico de Lucía dispuesto a reconquistarla. Los tres pelearan por el amor de Lucía, aunque Mario/Juanito parece correr con desventaja porque ni uno ni otro creen que la chica pueda enamorarse de él. Garello toma una premisa que, leída, pareciera escapada de telenovelas, pero en los hechos funciona con cierto interés. El principal inconveniente es que ese primer planteo se diluye más rápido de lo que debería, por lo que comienzan a acumularse vueltas de rosca e historia paralelas o antiguas que, aunque eran previsibles desde un comienzo, poco ayudan a que el espectador focalice en el nudo central. A estos cuatro protagonistas, se le debe sumar un importante elenco de secundarios que incluye a Manuel Vicente, Roberto Carnaghi, Arturo Bonín, el debut del “Turco” Naim (pareja de Attias), entre varios más. Si estamos frente a un cuadrado amoroso, lo cierto es que, tanto desde el guión como desde la puesta en escena se plagó al ambiente de un aire de “falsa fantasía” por llamarlo de algún modo. No sólo el hecho de una persona haciéndose pasar por muñeco (otra vez el mismo problema de Corazón de León confundiendo bajitos con enanos), el hecho de tres personas peleando por una mujer, y todo el aire artístico artesanal; la construcción de diálogos y el hábitat del film parecieran extraídos del mundo onírico. Los cambios de registro entre el drama, lo pintoresco, lo trágico, y lo policial tampoco ayudan en esta cuestión. El numeroso elenco pareciera poner empeño en lograr buenas performances, pero tropiezan con textos faltos de carnadura y real emoción. El secreto de Lucía es a primera vista un film de buenas e interesantes intenciones, pero de resultado fallido y confuso. Aquí también parece una adaptación de una novela del boricua, sino recuerden la gran mayoría de las adaptaciones cinematográficas de sus obras.
A ventriloquist, a dummy, and a risky secret Juan (Carlos Belloso) is man in his early fifties that has certainly not found his calling. He is, in fact, a wannabe con artist at best. Deep down, he hopes to become a renowned artist, so he thinks of a somewhat effective scheme: he will be a ventriloquist and he will have the best dummies there are, with the kind of show that will blow the audience’s mind. He wants to be a regular star at the many theatres on the legendary Corrientes Avenue. But how is he going to do that? Well, the dummy is no dummy, to begin with. He is Mario (Tomás Pozzi), a young man like any other except for his diminutive height. His features don’t resemble those of a dwarf at all — he’s even kind of boyish looking. It’s his height, make-up, and dummy training that will hopefully do the trick. So Juan indeed becomes the ventriloquist and Juanito (Mario), the fake dummy. Together, they tour the province of Buenos Aires in an old bus painted in vivid colours, which is in fact their itinerant stage for their show. Soon enough, they meet Lucía (Emilia Attias), a gorgeous flamenco dancer they both fall in love with. She is not only beautiful — she’s also kind and caring. On the not so bright side, she keeps a secret regarding a love affair gone awry. There’s something in her past still haunting her; something that will prove to be dangerous not only for her, but also for Juan and Mario. Something that will surface only in the very end. Give or take, that’s a possible synopsis for Argentine filmmaker Becky Garello’s debut feature El secreto de Lucía, which portrays a small universe of somewhat bizarre beings, lonely souls in search of love and recognition, lovable losers with unexpected dark sides. As far as the characters go, El secreto de Lucía offers originality and the kind of tenderness you only find in films that care for antiheroes that have nothing to lose. Moreover, it’s a film with an atmosphere all of its own thanks to an expressive use of cinematography and enticing art direction. You can feel the characters’ moods and the feel of the places, as well as sense their pulse and see their many shades. So far, so good. However, there’s an unsolvable problem, and it’s the film’s genre, and its tone. Leaving aside the fact that the secret Lucía holds turns out to be not that interesting at all — and so her character immediately becomes less intriguing — the filmmaker has opted to tell this story in the vein of a rather realistic drama. But the offbeat nature of the characters and their universe would have been much better examined under the prism of sheer melodrama with hints of the grotesque. Exaggeration was the real key here. That was the way to go. Instead, when treated with the naturalism of a regular drama and with so much seriousness, the whole affair turns into little credible stuff. It feels forced and contrived and the fun and excitement wears thin too soon. El secreto de Lucía had good potential, but has been wrongly developed and conventionally executed. Too bad because the performances of the ventriloquist, the fake dummy, and the real beauty are as appealing as they are heart rendering.
Esta es uno de esas producciones que logra demostrar que se puede hacer buen cine, siempre y cuando haga de la economía de recursos un valor agregado y no una excusa para los errores. La historia se centra en tres personajes, casi, casi más que triangulo amoroso, sino un cuarteto, contextualizado a finales de los años ‘60, situación que favorece a la credibilidad del relato por la temporalidad elegida y no por el discurrir de la historia o por los actos que generan la progresión del mismo. Una voz en off, luego devenido personaje lateral importante, nos presenta a Juan, un clásico porteño canchero, de dudosa profesión pero ligado al entretenimiento, quien planea un espectáculo basado en el engaño cuya meta final es la de llegar a la calle Corrientes. Su compañero es Mario, un joven de rasgos comunes, pero con la altura casi de un enano, sin serlo, que necesita hacer dinero de manera urgente por una cuestión familiar. Su madre esta embarazada y él no quiere que ese futuro ser pase sus penurias por la enfermedad atrófica que lo condena. Se constituyen en una pareja de ventrílocuo y muñeco, ambos falsos, “Juan y Juanito”, y parten hacia el interior del país en un viejo colectivo fileteado y adaptado como teatro ambulante., Se presentan con su show en el Bar Imperial donde conocen a la hermosa Lucía, cantante y bailarina, que impacta en el corazón de ambos por su belleza y los conmueve por presentarse como víctima del desamparo en que derivo su vida. Ella descubre el engaño. Juan y Mario le proponen salir juntos de gira, ellos con su show, ella con sus talentos, hasta arribar a la ciudad de Chacabuco, donde ella tiene una historia con heridas que no terminan de cerrar, lo que justificaría el titulo de la película, y ese es el punto más débil de la producción instalado desde el guión en el que la sumatoria de conflictos iniciativos se tornan pueriles, casi inverosímiles por su desarrollo. Lo que no permite que todo derrape son las actuaciones, desde el oficio y recursos histriónicos de Carlos Belloso, cuyo personaje por la gran pericia del actor mueve tanto al odio como a la condescendencia sin sobresaltos, muy bien acompañado, quien casi lo ensombrece, por Tomas Pozzi, un actor argentino formado en España, que demuestra no haber sido elegido sólo por ser perfecto desde el “fisic du rol”, sino por sus cualidades artísticas, a los que se les suma, en su primer papel protagónico, Emilia Attias que cumple con creces y demuestra que es algo más que una cara bonita o una diosa del olimpo, Por supuesto que se presentan como un valor agregado de importancia el banco de suplentes, o sea los actores secundarios con peso especifico, como Roberto Carnaghi y Arturo Bonin. La realización tiene otros puntos altos en la dirección de arte, la recreación de época específica, la fotografía y la banda sonora. Una película en la cual circulan secretos y mentiras, donde todos los héroes encubren debilidades que los hace más humanos y que maneja la empatia con los espectadores hasta casi convertirlos en partícipes necesarios, sólo que por momentos le gana lo inverosímil y el conflicto principal termina por no ser el que grita el titulo.
Los tres protagonistas tienen buena química, le dan a la trama suspenso, misterio y un giro al policial. Todo gira en torno a dos estafadores de poca monta, la película se encuentra ambientada en 1969. Juan (Carlos Belloso), conoce a Mario (Tomás Pozzi, actor argentino que se luce trabajando en España, “Torrente 4”, "Manolete") y piensa en un show engañando a los espectadores, haciendo pasar a su compañero que es pequeño de estatura como un muñeco (este acepta porque necesita el dinero para algo muy especial), siendo un falso ventrílocuo y en los momentos comprometidos lo mete en una valija. Juntos con un colectivo totalmente equipado y adaptado también como un teatro ambulante, recorren los pueblos de Buenos Aires con la idea de algún día realizar algún show en la Avenida Corrientes. Durante su recorrido por los distintos lugares donde brindan sus exhibiciones conocen a Lucía (Emilia Attias), con una vida dura a los 14 años, llega a Chacabuco, al poco tiempo su madre fallece, no conoce a su padre, queda totalmente desamparada, es una hermosa cantante y bailarina de flamenco. Este personaje pone todo su encanto y sensualidad, interpreta con gran ductilidad las canciones escritas por el director, Becky Garello, con música del talentoso Iván Wyszogrod. Con el correr del tiempo el espectador conocerá su misterioso pasado, como así también el de cada uno de los intérpretes. Los protagonistas realizan una muy buena composición de personajes con gran maestría, Carlos Belloso (sobresaliente, soberbio e inteligente), Tomás Pozzi (perspicaz y sagas), y Emilia Attías se destaca es su primer protagónico en cine y tiene un papel para lucirse, los tres logran tener mucha química en ese triángulo amoroso. El resto del elenco secundario muestra que algunos logran sus interpretaciones más que otros: Adrián Navarro, Roberto Carnaghi, Arturo Bonín, Naim Sibara, Manuel Vicente, entre otros. La historia muestra a estos seres con sus necesidades económicas y sus propósitos, cuando las personas tiene que vivir a la sombra de otra, el amor prohibido, los sueños, el deseo, los secretos, mentiras, los ocultamientos, los momentos más oscuros que puede tener un ser humano, con toques bohemios y la melancolía del teatro ambulante. Buena fotografía y banda sonora, y con una vuelta de tuerca, pero uno de los problemas que tiene el film es que el conflicto no logra tener la fuerza, el argumento no es sólido, le falta mayor tensión, y la voz en off no aporta demasiado.