La cocina de la tradición. El segundo opus de Alejandro Magnone (Subte-Polska, 2015) marca el retorno de Norma Aleandro a la pantalla grande, teniendo en cuenta que su última aparición fuera en el film La valija de Benavidez (2016), a eso se suma un elenco afiatado donde se lucen Lidia Catalano, Manuel Callau, entre otros. La historia es simple: Maró, Julia y Rita se encargan de la cocina en un Centro Armenio en Buenos Aires. Ese lugar es sagrado para ellas y desde el menú, que recoge los manjares de la tradicional cocina armenia, expanden la memoria y refuerzan la identidad como idea para transmitir generacionalmente entre los socios, sus hijos, nietos y allegados quedesconocen la historia armenia. Sin embargo, el Centro atraviesa problemas económicos y eso hace que se deba anteponer el presente con oportunidades de negocios o reducción de presupuestos frente a la necesidad de dejar todo librado al pasado y a la historia del genocidio armenio, punta de lanza que la protagonista no pretende abandonar, así como tampoco su lugar principal en la cocina y en las decisiones culinarias que debate con sus co-equipers. La idea de comedia costumbrista con dosis de melodrama intimista son los elementos constitutivos de esta película que se vale de la ductilidad de su elenco y principalmente del talento compositivo de Norma Aleandro, con un personaje sensible y que transmite tanto el dolor como la esperanza en el presente, a pesar de su ancla afectiva con un pasado borroso y roto que la memoria se encarga de reparar.
EL DESAFÍO DE SOBREVIVIR El secreto de Maró, segundo largometraje de Alejando Magnone (Subte Polska) marca el regreso -al menos en narrativa ficcional- de Norma Aleandro a la pantalla grande. En 2020 tuvo su estreno el documental Norma Aleandro, vuelo de la mariposa, sobre la actriz y directora, quien nos invitaba a descubrir el papel imprescindible que tiene el arte en muchas de sus expresiones, dentro de su vida. Subte Polska contaba la historia de un inmigrante polaco, quien encontraba refugio en un trabajo bajo tierra, para huir de los recuerdos de la guerra y de las pérdidas pasadas y presentes. En esta segunda propuesta, Magnone vuelve a introducirse en el mundo de los inmigrantes, esta vez dentro de la comunidad armenia, contando la historia de Maró (Aleandro), una mujer de noventa años, cocinera en el restaurante de un club armenio que batalla con sobrevivir las deudas y la poca clientela que asiste, aun cuando Maró y sus dos amigas ofrezcan platos que conectan de inmediato con la tierra natal. En el contexto de esa puja por mantener a flote el local, con la intención del presidente del club de cambiar platos típicos por minutas, llega a la vida de Maró una noticia que traerá aromas del pasado y cambiaría todo. ¿Quedará algo por decir de las interpretaciones que Norma Aleandro ofrece en cada obra que participa? Desde ya. Si bien conocemos en plenitud varios de sus artilugios mágicos a la hora de componer un personaje, pareciera que la actriz siempre tiene una receta nueva para sazonar y acercarnos la intimidad plena de lo que se cuenta. Maró, carácter fuerte, alguien que aunque quiera no puede llorar, con unos modos bastante viscerales, encuentra en el club, y en la cocina del restaurante un refugio que le fue negado desde muy chica. Al ser separada de su familia desde pequeña, no volvió a saber de ninguno de sus familiares, pero eso está por cambiar así como la esencia que realmente lleva dentro, un alma llena de dolor, que finalmente terminará llorando de alegría. Llenar espacios, dejar espacios; Maró recorre cada lugar del club y de su casa con un peso propio, ya sea a los tumbos con su chango de compras, o con los momentos donde pareciera detener el tiempo en el jardín sagrado con hierbas que ha cosechado desde que llegó al país, una de ellas en especial: eneldo, la planta de la felicidad, la misma que Maró luego de una espera de muchísimos años, podrá finalmente experimentar su fruto. Sensible propuesta del director, quien encuentra en las interpretaciones de todo el elenco una respuesta notable, para llevar a cabo una historia de amor, de reencuentro y de segundas oportunidades.
La búsqueda de la propia identidad, la memoria y los lugares de pertenencia son protagonistas en El Secreto de Maró. Bajo la dirección de Alejandro Magnone, un gran elenco se encarga de contar la historia de una mujer de noventa años que es responsable del restaurant del club armenio en Buenos Aires. Pero no llegó allí por pura casualidad: sobrevivió al genocidio armenio, escapó a Argentina y perdió contacto con todos sus familiares desde que era una niña. No es novedad que Norma Aleandro tiene una vasta trayectoria cinematográfica producto de su evidente talento. No obstante, no deja de sorprender la composición exquisita de su personaje en el que cada palabra, mirada o movimiento fluyen con una naturalidad y precisión cargada de virtuosismo. Acompañada por César Bordón, Lidia Catalano, Florencia Raggi, Héctor Bidonde, Manuel Callau y Analía Malvido, este drama presenta una historia donde los detalles, la puesta intimista y los elementos de la cotidianeidad funcionan con mucha sensibilidad. Y, posiblemente, todos aquellos que hayan vivido en carne propia algo similar o sean descendientes de inmigrantes se sientan especialmente identificados. Vale la pena escuchar las experiencias de Maró, aquella señora de carácter tan fuerte que –a pesar de ser de pocas palabras- tiene mucho para más de lo que cree para decir. Una historia de vida en comunidad tan real que conmueve.
La calidez de una cocina es el escenario propicio para alimentar de historias reales a los comensales y mantener, en cada plato, la memoria viva de las tradiciones culturales armenias. Historias colectivas de inmigrantes, de sobrevivientes a la feroz deportación ocasionada por el genocidio armenio, donde fueron asesinados entre un millón y medio y dos millones de personas por el entonces Imperio Ottomano, entre 1915-1923. Escrita y dirigida por el cineasta Alejandro Magnone (Subte-Polska, 2015) El secreto de Maró está protagonizada por la gran Norma Aleandro, acompañada por la talentosa Lidia Catalano, junto a un gran elenco compuesto por Manuel Callau, Analía Malvido y Héctor Bidonde, entre otros. Maró (Aleandro) es una rigurosa y exigente cocinera de más de noventa años que prepara platos exquisitos. La acompaña su amiga y cocinera armenia Luisa (Catalano) y Rita (Malvido) quienes tratan de preservar el restaurante frente al inminente cierre que quiere darle Jorge (Callau) el presidente del club, a fin de alquilarlo y obtener más ganancia. En medio de esa interna que transcurre en el 2005, una representante de la embajada armenia en Buenos Aires (Florencia Raggi) realiza un censo en la biblioteca del club, destinado a los sobrevivientes del genocidio que deseen buscar y averiguar sobre el destino de sus familiares. Maró se resiste a hurgar en su pasado doloroso, pero el acercarse a la verdad le dará un giro inesperado y necesario para su vida. La composición del personaje protagónico tiene la simpleza y espesura necesaria para dar cuenta de la fortaleza y carácter concentrado en una mujer atravesada por el desarraigo de su tierra y despojada de su familia, quien llegó a un país que le dio una segunda oportunidad, como a tantos otros inmigrantes. Detrás de esa coraza envuelta en frialdad y malhumor hacia los demás, la sensibilidad y calidez de Maró se demuestran en los pequeños actos cotidianos: la caja donde guarda sus pocas pertenencias y secretos, el cuidado de sus plantas de eneldo, la forma en que cocina, como los dibujos que realiza sobre su historia, a falta de fotos que preserven la memoria de lo que fue. Junto a Maró, la fusión con los personajes de Luisa y Rita forman un triángulo compacto de amistad, solidaridad y compañerismo tal, que funciona para darle matices a un relato emotivo, de tono intimista y nostálgico. A la calidad interpretativa de sus actrices y a la adecuada ambientación, el guion de Magnone se orienta a reivindicar la importancia del testimonio sobre el pasado como la importancia de transmitir el legado cultural a las nuevas generaciones para que conozcan la verdadera historia y preserven la cultura de su pueblo. En palabras del director: “Elijo a través de la ficción un mundo posible y esperanzado, que anhelo trascienda hacia la realidad. La identidad de nuestro país está atravesada por muchas de estas historias de inmigrantes que escaparon de guerras, hambrunas, persecuciones y llegaron aquí, y pudieron abrirse camino. Hablar de Armenia es hablar de Argentina, de nosotros, de nuestros antepasados, es hablar de nuestra historia, de lo que somos.” El secreto de Maró que, tuvo su premiere mundial en el 18º Golden Apricot Yerevan International Film Festival de Armenia, formando parte del Programa Especial Yerevan Premieres, llega a la cartelera comercial para acercarnos a un tema aún pendiente de ser reconocido como genocido. Sin duda, las huellas indelebles que dejó en las vidas de tantos hombres y mujeres permite, como en el tatuaje que lleva Maró en su brazo, reafirmar la identidad de nuestros orígenes para saber quienes somos y de dónde venimos. EL SECRETO DE MARÓ El secreto de Maró. Argentina, 2021. Guion y dirección: Alejandro Magnone. Intérpretes: Norma Aleandro, Lidia Catalano, Analía Malvido, Manuel Callau, César Bordón, Florencia Raggi y Héctor Bidonde. Fotografía: Sebastián Aramayo. Música: Pablo Bronzini. Distribuidora: Cinetren. Duración: 86 minutos.
Maró (Norma Aleandro, en su regreso al cine después de cinco años) es una cocinera nonagenaria que lidera un restaurante de comidas típicas de un club armenio en el que la acompañan Luisa (Lidia Catalano) y Rita (Analía Malvido). Algo malhumorada y despótica, pero también incansable y dedicada, la protagonista hace cada día las compras de las materias primas y elige con sumo cuidado hasta el último de los condimentos. Pese a la indudable calidad de los platos, los comensales son cada vez menos y Jorge (Manuel Callau), presidente de la institución, les informa que en poco tiempo más deberán cerrar la fonda. Sobreviviente del genocidio armenio y radicada desde niña en la Argentina, Maró ha escondido desde siempre el dolor por haberse separado de su familia y por no conocer el destino de sus seres queridos. La irrupción de Dina (Florencia Raggi), empleada de la embajada de Armenia que está haciendo un relevamiento, podría darle indicios respecto de qué fue lo que realmente ocurrió en ese traumático pasado. Este segundo largometraje del director de Subte-Polska aborda, entonces, una doble búsqueda: la de mantener abierto el restaurante (hay algo del espíritu del Juan José Campanella de Luna de Avellaneda y del Marcos Carnevale de Elsa & Fred con el reencuentro de Maró con Minassian, un amor de juventud interpretado por Héctor Bidonde) y la de reconstruir una historia dominada por la violencia, el resentimiento y la angustia. Esta película sobre la identidad, la memoria y las segundas oportunidades está dominada por un tono entre inocente y optimista (aquello de que “nunca es tarde para...”), pero al mismo tiempo resulta demasiado explícita, subrayada, obvia. Solo con buenas intenciones no alcanza.
Texto publicado en edición impresa.
Alejandro Magnone escibio y dirigió este film que descubre la dimensión del genocidio armenio pero extiende su mirada sobre otras atrocidades que ocurrieron en nuestro país. La exquisita Norma Aleandro, con una intensidad contenida compone a una mujer que debe enfrentar una terrible verdad venciendo un mandato que marcó su vida. De ahí ese secreto que por distintas circunstancias se quiebra para que renazca. La afinidad, la complicidad que logra Aleandro con Lidia Catalano y Analia Maldivo ilumina el film del principio al fin. El elenco reúne nombres notables como Manuel Callau, Cesar Bordon, Héctor Bidonde, Florencia Raggi. Como define el realizador una receta que se cocina a fuego lento, con quince mil kilómetros de distancia, ochenta años de espera y una esperanza.
El secreto de Maró Nunca pierde el rumbo la nueva película de Alejandro Magnone, quien tiene el doble mérito de hacer regresar a la pantalla a Norma Aleandro, emblemática actriz del cine argentino, sin remarcar la carga emotiva que tiene este regreso para el cine nacional. El director se podría haber enamorado de su criatura, haciéndola sobrectuar tal vez, pero la historia fluye por sus personajes, sin caer en lugares comunes, como el choque generacional, o el encuentro entre lo nuevo y lo viejo, o las lamentaciones efectivas del genocidio armenio (o de ninguno). De todas maneras, más allá del aporte de la realización, Aleandro es grande. La pelicula se ocupa respetuosamente de un tema tan doloroso. Hasta la decada del ´30 del siglo XX al menos, muchas familias armenias llegaron de aquel país escapando de las matanzas y persecusiones que los turcos ejecutaron entre 1915 y 1923. Argentina es el tercer pais con la comunidad mas numerosa de armenios. Conocemos sus barrios, sus comidas, sus costumbres y su insercion cultural. Tambien conocemos de su insistencia en que aquello no quede nunca fuera de la memoria. Bajo la dulce imagen de Maró, asoma la historia terrible. El momento en que lo narra, como si contara la confeccion de una receta, es loble. Ella es una anciana “chef” que está a cargo de un restaurante venido a menos, en un club tambien venido a menos. El club debe generar estrategias para atraer a los socios, provocar nuevos ingresos. La cocina es el lugar de las amigas y de la tradicio, su amiga Luisa, y una asistente, Rita, forman parte de ese círculo. Maró va y viene con su carro de compras en el rito del recomienzo cotidiano. Aleandro entra y sale de Maró sin titubeos. Tiene 85 años. Es verdad que todo ocurre en el diálogo, es una película franca con la imagen y la palabra, en ese sentido. Expresa la pugna entre la intención de modernización y el peso de la tradición. Y aunque Maró tiene sus secretos, la pelicula no, y no tiene por qué tenerlos.
Un personaje, una actriz. Una pequeña gran historia, una gran actriz, una pequeña película. Así podría definirse El secreto de Maró, en la que el personaje del título es vehículo para recordar el genocidio armenio de un siglo atrás, reflejar algo de la vida de quienes llegaron a Argentina huyendo de esa tragedia, y también, en buena medida, poner como centro algunas circunstancias propias de una persona adulta mayor. Que dicho personaje sea una mujer de carácter fuerte que le escapa a la sensiblería es un acierto, tanto como el hecho de suavizar sus recuerdos dolorosos con una afición por las plantas y la comida: de hecho, Maró es cocinera en un club armenio en la ciudad de Buenos Aires, cuya vida parece transcurrir sin demasiados sobresaltos hasta que la estabilidad laboral y las tradiciones comienzan a estar en peligro. Como transcurre en 2003, el film juega con la posibilidad del reencuentro de la nonagenaria mujer con algún familiar (internet comenzó a facilitar la investigación), o al menos soñar con esa contingencia. Manejando con precisión sus recursos de actriz, Norma Aleandro logra que esa anciana malhumorada y testaruda (“Si yo digo que está mal, está mal” grita en un momento) resulte finalmente querible. Se agradecen sus esfuerzos por no hacer de Maró una macchietta, en tanto tienen gracia y espontaneidad las conversaciones con sus compañeras de trabajo encarnadas por Lidia Catalano (con quien Aleandro compartía algunas escenas en La historia oficial) y Analía Malvido, sin caer en gritos o excesos. Más subrayados son los rasgos con los que se define al personaje de Manuel Callau y las situaciones en las que interviene Héctor Bidonde. La casi ausencia de exteriores y el tono aniñado de algunos diálogos hacen que El secreto de Maró pase, de a ratos, de la comedia dramática contenida con aliento testimonial al raso entretenimiento de estética televisiva. Si el lema que la protagonista repite (“Preservar la memoria”) es tan loable como cierta idea de empoderamiento que representa junto a sus amigas, resultan objetables la blandura y el paternalismo que terminan diluyendo la fuerza de la película.
Norma Aleandro le pone el cuerpo a esta película, que recuerda a la reciente Planta Permanente, en donde dos mujeres resisten por continuar preparando delicias en un lugar que el tiempo pide un cambio urgente, o al menos eso lo creen algunos. La actriz se ofrece a la pantalla como siempre, y su director captura la entrañable interpretación que logra, en su fuerza, hacer olvidar cualquier reclamo que se le pueda hacer al guion y al desarrollo narrativo.
Recetas sabrosas para honrar a la Memoria Norma Aleandro se carga al hombre una película dulce y un tanto naif, que no cae en golpes bajos. Se disfruta por la gracia de sus intérpretes. Maró (Norma Aleandro) es una cocinera de 90 años que lidera un restaurante de comidas típicas de la comunidad armenia. Las delicias de su cocina, sabrosas en especias y aromas, no alcanzan para llenar los baches monetarios del club que las emplea, que pronto comunica (a Maró y sus ayudantas en la cocina, a cargo de las actrices Lidia Catalano y Analía Malvido) que en poco tiempo habrá que cerrar. La historia de El secreto de Maró es dulce -un tanto naif- pero con objetivos nobles que se ven plasmados en pantalla: concientizar sobre el genocidio armenio y por qué es importante mantener viva la Memoria. Los problemas en la cocina son solo el inicio del trayecto personal de Maró y su historia de origen. El filme de Alejandro Magnone no cae en golpes bajos y no se enfoca en los horrores del genocidio armenio; en cambio, sí está inundada de personajes optimistas, de buen corazón. Una radiografía ideal de las cosas, bastante edulcorada. La gracia de sus intérpretes, con una siempre impecable Norma Aleandro (quien el año que viene prepara su vuelta a los escenarios, dirigida por Claudio Tolcachi en Mi abuela la loca), da el toque de gracia para hacer de El secreto de Maró una historia agradable. Un plus a destacar: la complicidad que logran Aleandro y Lidia Catalano basta y sobra para sacar la entrada de cine. Son naturales, funcionan muy bien como dupla, fluye la química. El secreto de Maró se cuece a fuego lento, como una receta familiar en la que no falta amor y esperanza.
“El Secreto de Maró”: Cuando los traumas del pasado hacen eco en el presente El largometraje de Alejandro Magnone marca el regreso de Norma Aleandro. El drama de Alejandro Magnone nos interpela haciendo que nos preguntemos por cómo experimentamos nuestros traumas y cómo la necesidad de intentar olvidar el pasado muchas veces repercute en lo que hacemos en nuestro presente y en nuestra vida cotidiana. Al mismo tiempo, el film nos recuerda que todos los genocidios y procesos de exilios son un problema social de todos y de todas y una constante en la historia de la humanidad haciendo eco en nuestra historia reciente y en el presente de nuestro país.
La segunda película de Alejandro Magnone nos habla de una inmigrante armenia, en la piel de Norma Aleandro, quien sufrió, vio y atravesó de pequeña el genocidio armenio. Emplazándose en el año 2005, la génesis del film indaga en los conflictos y las problemáticas existentes en vida de personas de una generación hermanada por el sufrimiento y el desarraigo familiar. Producto de una ficción con fuerte anclaje en los hechos históricos que sirven de inspiración, el relato vertebra la universalidad, también siendo lo suficientemente sensible como para instalarse en la particularidad de las experiencias de su núcleo protagonista. No es mérito menor encontrar amabilidad en medio de un panorama tan desolador. Allí reside el acierto de un director, lo suficientemente curioso como para inspeccionar en lo pintoresco de la cultura y gastronomía autóctona, aspectos, tramando lazos afectivos evidentes. Su intención radica en rescatar historias coincidentes con aquel hecho atroz, con miras a la búsqueda de la comprensión acerca de lo sucedido. En 2015 se cumplieron cien años del genocidio armenio; también hemos sufrido nuestros terremotos por estas latitudes. Reinterpretar el sufrimiento de un pueblo, bajo nuestras coordenadas sociales, es sinónimo de memoria, madurez, autocrítica, independencia y evolución. Aspecto a destacar, el film nos convida del regreso al cine de nuestra gran Norma Aleandro, en conmovedor retrato, luego de varios años alejada de la gran pantalla. Acompañan a Norma brillantes intérpretes como Lidia Catalano, Manuel Callau, Héctor Bidonde y Florencia Raggi. “El Secreto de Máro” es un loable hallazgo de la reciente cosecha cinematográfica nacional.