Más que una función Dirigida por Alexis Roitman, Ensayo de una nación (2014) es un documental que muestra los entretelones de “Argentina canta por la Paz”, uno de los eventos que se desarrolló durante los festejos del Bicentenario argentino. La idea de juntar a 1800 chicos de distintas escuelas, religiones y clases sociales para armar un espectáculo musical es sólo el comienzo. Todo evento de gran magnitud requiere de una ardua organización. Esa es una premisa que no está en discusión, pero que muchas veces es difícil de concretar. Y mucho más aún cuando están en juego sentimientos y emociones. Ensayo de una nación refleja las idas y vueltas a las que tienen que sobreponerse Diego y Muriel, dos jóvenes que lideran un grupo de trabajo dedicado a un proyecto común: formar un coro con 1800 alumnos provenientes de colegios de diferentes comunidades, creencias y clases sociales. Una obra musical compuesta por varias canciones con coreografías, es la excusa para que las numerosas voces se transformen en una sola. Meses de ensayo y dedicación por parte de profesores, chicos y organizadores, son retratados en la película de Roitman. Además de los múltiples cambios de planes que debe superar este espectáculo que formó parte de los festejos del Bicentenario, bajo el lema “Argentina canta por la Paz”. Una de las mayores dificultades es determinar dónde se desarrollará. La ciudad de Luján y la Avenida de Mayo son dos de las opciones posibles, pero no la definitiva. También es un interrogante la forma en la que van a reaccionar los chicos, tanto al momento de subirse al escenario como en el primer acercamiento con los alumnos de otras escuelas. Allí radica uno de los aspectos más importantes de esta película, ya que el proyecto intenta lograr integración y compromiso con el otro. Ensayo de una nación es un reflejo de lo que une y separa a la Argentina como país. Y es un claro ejemplo de que los propósitos se pueden hacer realidad. Quizás no es sencillo, pero hay que intentarlo porque el resultado vale la pena.
El año del Bicentenario (y los que lo precedieron) fueron muy activos para las comunidades educativas. Como docente, recuerdo la infinidad de actos y eventos especiales que conmemoraban el Cumpleaños de la Patria allá por 2010. Este documental de Alexis Roitman se ocupa de un recorte particular, el de la creación de un coro de 1800 chicos (increíble) de todas las religiones, comunidades y clases sociales para ejecutar un repertorio que homenajea a la Patria en su año y que además incluye el movimiento para potenciar el mensaje. ¿Cuánta organización y disciplina es necesaria para llevar a cabo este proyecto, llamado “Argentina Canta Por la Paz”? ¿Cómo se articulan los esfuerzos individuales en pos de un objetivo colectivo? ¿Cuál es la disposición de los integrantes del coro al encontrarse con otro que no forma parte de su micromundo social y con el que tiene que acordar? La propuesta de armar esta increíble estructura y actuar en diferentes escenarios del país, es una pequeña muestra que se puede soñar en grande, aunque el camino para materializarlo, esté plagado de pequeñas y cotidianas dificultades. Este, hay que decirlo, es un documental de tranquila observación. No pasiva, pero formal, conserva distancia con su objeto de análisis y se detiene lo necesario (y a veces un poco más) en el retrato de la red de vínculos que un grupo de personas utiliza para motorizar semejante coro. Dentro de ese universo, Rotiman deja planteadas algunas preguntas, cuando escuchamos a los chicos opinar sobre su actividad. Cuando exploramos que sienten y cómo ven la realidad. Cada pequeño ruido que ellos individualmente traen, produce fricción (aunque a veces puede ser provechosa ya que desata también estrategias para superar un conflicto) a la hora del gran acuerdo. Podemos tener distintas opiniones, pero la idea que debe prevalecer es la de integrarse, ofreciendo lo mejor que uno tiene y teniendo en cuenta que el resultado es mucho más que la suma de sus partes. “Ensayo de una nación” es un registro sobre este complejo proceso, sus avances y dificultades. Una mirada que puede servir de reflexión para pensar procesos más grandes y comprometidos. Quizás, hasta uno en el que todos, podamos ser parte. Intensa y movilizante y a pesar de sonar a veces demasiado institucional, un documental que ostenta valores para discutir y compartir.
Muchos fueron los festejos que se dieron en el marco del festejo por el Bicentenario de la Revolución de Mayo. En variados ámbitos, formatos y locaciones. No solamente ese descomunal desfile de varios días en la plaza frente a la Casa Rosada. Quizás uno de los más significativos, y que debió contar con una mayor difusión fue el proyecto Argentina Canta por la Paz. Enorme reunión de chicos de distintas procedencias formando un coro de 1810 integrantes para entonar canciones relacionadas con la búsqueda de la unión y por ende la paz definitiva. El realizador Alexis Roitman documentó el proceso de creación de este coro multitudinario, y el resultado es un bellísimo canto a la armonía titulado Ensayo de una Nación. Roitman apuesta a una suerte de minimalismo, no hay grandilocuencia, no hay superioridad de la forma por sobre el contenido. Técnicamente estamos frente a un documental formal, de cámara posada dejando que las cosas fluyan por sí. Y en ese aspecto gana, porque lo expuesto no necesita de adornos. La iniciativa muestra a los líderes del grupo coordinando todo, tomando las decisiones difíciles, logrando que nada se les escape de las manos y ultimando los detalles para que todo salga perfecto. Argentina Canta por la Paz consiste en un gran número musical, con canto y baile, varios artistas involucrados acompañando el evento, y como figura principal estos chicos, todos del quinto grado escolar, pero de disímiles puntos de nuestro país; y esto es lo que expone en primer plano el documental. Los hay de escuelas privadas y escuelas públicas, de clases más acomodadas y de pueblos y barrios carenciadas, de distintas razas, de diferentes orígenes. Pero todos se involucran en una masa en el que las diferencias desaparecen y no importa brillar por individual sino crear lo mejor para el conjunto. Sí, alguno puede decir que Ensayo de una Nación es un documental institucional, y no se equivocaría, pero estaría yendo por el camino contrario a lo que quiere dar por mensaje este film. No importa su procedencia, importa lo expuesto, el logro de ese evento único y ojalá que no irrepetible. Estos chicos crean un micromundo, esa es la idea principal, como esos simulacros de las reuniones de ONU que se hacen entre los colegios. Si estos chicos pueden hacerlo ¿por qué no podemos hacerlo nosotros? Como si fuese una suerte de botón de muestra del potencial que tenemos como país. De un lado y del otro se necesita olvidar las diferencias y unirse para tirar por un mismo lado… ya lo decía nuestra obra cumbre el Martín Fierro “…Los hermanos sean unidos porque ésa es la ley primera; tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de ajuera…
Un emotivo documental de Alexis Roitman. La concreción de un sueño, un coro de 1800 chicos. Para festejar el Bicentenario. Emotivo.
Historia ejemplar que merecía más difusión Del 2012, es este documental sobre sucesos desarrollados en el 2010. ¿Por qué la demora en estrenarlo? ¿Quizá porque sólo tiene buenas noticias, o noticias más o menos buenas, o como se quiera, total igual no se entiende la demora? A lo largo del 2010 Alexis Roitman fue registrando el trabajo de varios maestros de música, decididos a organizar un coro de 1.800 chicos representantes de 20 escuelas públicas y otros tantos establecimientos privados, de diversas religiones, ascendencias y clases sociales, para cantar todos juntos por el sueño argentino de una tierra de paz. Buenos maestros Esto se lo explican a los escolares, y es gracioso cuando una maestra dice que vendrán niños ricos y una nena pregunta "¿cómo, ricos?", porque espera que sean lindos. Algún atisbo de seducción se alcanza a ver entre criaturas de distinto grado, y también algún intercambio de información entre ellos acerca de judíos y musulmanes, pero no mucho más. Las cámaras no siguen tanto a los educandos sino a los educadores. Algunos se nota que son excelentes. A otros se los ve más en tareas organizativas. Sufren bastante, porque a cierta altura descubren que no todas las escuelas tomaron el mismo nivel de compromiso, que la Comisión Nacional del Bicentenario les dio una fecha para un gran recital en La Plata y luego se las cambió por otra, más adelantada, en Plaza de Mayo, que encima llueve y no hay solución, salvo que busquen por su cuenta (y la buscan por su cuenta y la consiguen), etcétera. Los chicos tienen sus preocupaciones, por ejemplo el atisbo de miedo escénico de una criatura. Los mayores tienen otras, más cansadoras, seguramente porque arrastran años de postergaciones y frustraciones. De algún modo, sin ínfulas pero con esfuerzo, están representando a toda una nación que trata de ensayar su canto. Y están ensayando cómo llevar adelante una nación. Ambas interpretaciones caben en el título de la película, y ambas se presentan ante nuestros ojos. El registro tiene buen ritmo, y momentos hermosos. Una niña comenta con placer la letra del tema idealista que acaba de cantar. Cuatro revoltosos se quedan quietos apenas la maestra les dice seriamente que piensa llamar a sus padres. Todo un grado canta con entusiasmo. A todos los chicos se los ve atentos, enganchados con la propuesta de sus maestros. Parece ficción, o Argentina del pasado, pero es un documental de tiempos recientes y muestra lo que puede alcanzar un docente que es de veras docente y no empleado público. Diego Balán, Muriel Bourgeois, el recordado Carlos Gianni, encabezaron el proyecto de este gran coro ecuménico, y también aparecen Bracha Waldman, María Celeste Abbas Mahmoud, Betty Rodríguez, Maillo, Kalaidjian, y otros cuantos maestros anónimos, representantes de lo mejor del país que somos. En suma, una obra que merecía mayor difusión.
Un documental luminoso Durante 2010 se produjeron eventos y actividades que celebraban el Bicentenario. Uno de ellos fue juntar a 1800 chicos de decenas de escuelas, provenientes de extractos sociales diversos y de diferentes creencias religiosas, para que juntos interpretaran una cantata en el cierre de los festejos. El proyecto se llamó Argentina Canta por la Paz, y si la mayoría de los espectadores no tiene registro de esta simpática y abarcadora iniciativa, es porque el evento no tuvo la trascendencia que soñaron los que lo impulsaron. Entre el deseo, los sueños, las dificultades, la burocracia, el empuje y la frustración, Alexis Roitman construye su opera prima, un relato que habla de la dificultad de construir un proyecto, aun cuando las intenciones sean transparentes y tengan como eje al futuro, los chicos. Desde adentro del coro en formación, la película sigue los pasos de los maestros en los ensayos de canciones y coreografías con distintos actores (los niños de escuelas públicas, privadas, más humildes y de clase media). A ese gigantesco puzzle, plagado de dificultades, se le suman las idas y vueltas burocráticas, con los cambios de fechas y escenarios. De esta manera, los chicos son protagonistas y a la vez testigos del mundo adulto, un mundo al que están accediendo pero que ya intuyen que es áspero. Sin embargo, y a pesar de las contradicciones y los problemas, el documental es luminoso, en tanto trabaja sobre la idea de un proyecto como metáfora de una nación joven, muchas veces ahogada por los problemas, pero que sin embargo hace pelea y se esperanza. El conflicto y los intereses en pugna son el combustible, un territorio tan fascinante como abrumador: la patria.
Miradas pero también reflexiones El documental de Alexis Roitman Ensayo de una nación privilegia la observación antes que la búsqueda. Este parece ser su principio ante el desafío de filmar horas y horas de trabajo para compactarlas en casi ochenta minutos. No es un dato menor, la capacidad de síntesis que evidencia el trabajo de montaje es un logro. La cámara, cuya ambición es inmiscuirse en todos los recovecos posibles, también. Los propósitos éticos están por sobre los estéticos a la hora de dar cuenta del proceso que implicó juntar a 1810 chicos y 50 docentes con el objetivo de participar en los festejos del Bicentenario de la Revolución de Mayo. No obstante, los mejores momentos de la película transcurren cuando el director recorta ciertos perfiles (sean alumnos o docentes) y deja que fluyan para transformarse en entes cinematográficos. Por allí andarán algunos revoltosos jugando, durmiéndose o conversando (no demasiado involucrados en el proyecto) como si fueran frescos comediantes; por otro lado, las reuniones entre adultos, que parecen repetir los excesos de optimismo, como de pesimismo, tan caros a los tiempos presentes, pero que no pueden más que concordar al final en un proyecto colectivo loable. Hay dos decisiones formales que se destacan y hablan del cariño que el realizador manifiesta frente a lo que ve. Uno: jamás pierde de vista quiénes son los protagonistas y capta muy bien raptos de inocencia, rostros ingenuos y diálogos jugosos de los chicos. Dos: utiliza ángulos contrapicados en oportunidades para ensalzar la extenuante tarea docente. Se trata de dos resoluciones justas y necesarias. En consecuencia, el seguimiento de Roitman es honesto y no hay nada que objetar. Incluso, se permite incluir algunas pocas disidencias en torno a temas educativos actuales como el alcance de términos “integración” y “trabajo”, las cuales enriquecen una visión que corre el riego de encarrilarse uniformemente. Además, hay una historia, un poco trillada pero no por ello carente de afectos y de voluntades. Se puede reconstruir en ella la clásica secuencia de “atravesar una serie de vicisitudes para obtener un logro”. De todos modos, no parece ser la intención aquí erigir héroes o sobredimensionar acciones sino mostrar las dificultades que tamaño proyecto encierra: la desgastante labor cotidiana, las directivas que vienen de esferas ajenas y que ponen en jaque el objetivo, los tiempos que se acortan y encima, las inclemencias climáticas. Por supuesto, que el final debe ser feliz, o al menos, gratificante. Tampoco hay nada que objetar. Tal vez, sólo sea necesario destacar dos o tres cuestiones para este tipo de documentales, con el fin de pensarlas. Primero: es inevitable la naturaleza institucional que adquiere la película. No parece haber forma de disimular esto cuando los involucrados se sienten condicionados ante la cámara frente a lo que miran y lo que dicen. Son los momentos menos creíbles y poco disfrutables. Segundo: si se hace extensivo el carácter utópico que se desprende de esta labor concreta y momentánea hacia la idea de una nación, corremos el riesgo de neutralizar las profundas diferencias discursivas que hoy (y desde siempre) marcan a la Argentina como país. El lema reiterado “muchas escuelas, un solo coro” (una invitación a “muchas ideas, un solo país”) no tiene por qué verse más allá de una expresión de deseo. Esto último, tal vez, no tenga que ver con la mirada del propio Roitman (quien, en todo caso, emplea la palabra “ensayo”) sino con ciertos comentarios críticos que se detienen sólo en palabras laudatorias ante el objeto de representación, perdiendo de foco que lo que hay es una película. Tercero: es importante e ineludible su valor pedagógico y por ende, merecería más allá de las salas, su primer hogar, otros medios de difusión para hacer justicia a sus nobles fines.
POTENCIAS VOCALES Palmas, movimiento de brazos, zapateos, todas formas de reforzar el repiqueteo de un tambor. En el piso, carteles, donde los alumnos pintan la bandera argentina, dibujan el contorno de sus manos o escriben deseos. Estas imágenes pertenecen a diferentes instituciones y, sin embargo, están montadas de tal forma que simulan un todo, donde no puedan distinguirse ni nombres ni condiciones económicas. Allí radica la fortaleza, en la unión como vehículo de creación de algo mayor. El documental Ensayo de una nación, dirigido por Alexis Roitman, expone las diversas instancias de un proyecto realizado para la celebración del bicentenario argentino: conformar seis coros de alrededor de 300 chicos para brindar seis funciones con el propósito de reflejar la fraternidad y la unión en esa multiplicidad de instituciones, nacionalidades, religiones y recursos. Una vez formalizada la propuesta, los colegios comienzan a realizar prácticas y el director enfatiza exhibir la diversidad de metodologías. “¿Saben cuál es la vocal que nos ayuda a encontrar los sonidos acá arriba?- indica una maestra y se señala la cabeza-. La ‘u’, para empezar bien abajo y después subir”. Otro de los profesores privilegia el uso de gestos asociados a las vocales. Y una docente trabaja desde la comprensión de la letra de una canción asociada con los valores, los timbres de voz a partir de las acciones que acompañan a la música. De la misma manera que se muestran los ejercicios y los métodos de las escuelas, el documental busca exponer lo que ocurre del otro lado, aquello que tiene que ver con el equipo que coordina el evento junto con el comité del bicentenario. Para ello, no sólo incorpora las reuniones generales donde se debaten los logros, compromisos o las debilidades de las instituciones sino también las modificaciones que surgen en eventos de tal magnitud y cómo manejarlas. El trabajo de Roitman sobre la idea de “ensayo” está planteado, por un lado, dentro del marco burocrático y, por otro, desde la integración de los chicos. En el primer caso, una de las dudas iniciales tiene que ver con qué tipo de espectáculo se va a brindar y cómo enmarcarlo pero también con los trámites y trabas a partir de las constantes modificaciones de fechas, lugares y horarios, que implican una serie de acciones para mantener el número de escuelas, la realización de ensayos, las visitas por parte de los coordinadores, su interacción con los chicos, el traslado hacia el lugar designado, entre otros. En el segundo caso, la búsqueda de un todo indiscernible, una única voz a través de la confluencia de alumnos de diversas nacionalidades, recursos y creencias. Es asombroso ver una escena donde hay cuatro chicos que hablan sobre el muro de los lamentos según su religión y origen, como si se tratara de adultos, o cuando una niña señala: “en vez de estar escuchando a los grandes cantando, los grandes nos van a escuchar a nosotros”. La unión coral contrapone características de adultos (como el compromiso) frente a rasgos de niños (la ingenuidad). De esta manera, la voz se elabora y reconstruye de forma permanente durante todo el documental, una voz que, en principio, se presenta fragmentada y que más tarde adquiere una unidad difícil de quebrar. Un coro que retumba con las manos agarradas y que pretende, a partir de estas nuevas generaciones, hacerse de herramientas para exaltar la historia. Por Brenda Caletti redacción@cineramaplus.com.ar
Una utopía cantada. La ópera prima de Alexis Roitman, Ensayo de una Nación, expone las aristas de la Argentina contradictoria que nos toca padecer a diario como habitantes y ciudadanos porque el contraste entre la buena voluntad y la falta de voluntad es notorio en el derrotero de cualquier iniciativa que tenga por objeto una meta más que ambiciosa. Utopías alcanzables para algunos como la creación de un proyecto cultural y educativo, Argentina canta por la paz, cuyo objetivo central era la amalgama de diferentes colegios del país, contenedores de alumnos de distintas clases, credos y estratos sociales para interpretar como cierre de los festejos por el Bicentenario en el 2010 una cantata con un mensaje claro de integración y tolerancia de cara al futuro. Los entretelones y las idas y venidas de esta unión de fuerzas entre docentes, alumnos de quinto grado y los propios hacedores del proyecto, la mayoría jóvenes y entusiastas que contaron con la enorme colaboración de experimentados directores de coros, músicos y maestros de escuela, fue registrada en arduas jornadas por la cámara de Roitman con la distancia adecuada para no contaminar la puesta en escena. El mérito de Ensayo… más allá de su costado emocional en esa mezcla de combo que refleja las frustraciones y las soluciones creativas cuando los obstáculos de la burocracia y la falta de voluntad de las instituciones hacen mella en cada uno de los involucrados, lo constituye su despojo de didactismo, así como su equilibrio a la hora de pensar el documental como un apéndice visual y no meramente desde un espacio institucional, sea del cuadro político que sea. El montaje ágil y una cuidada selección de escenas y testimonios para habilitar los caminos de la reflexión a pesar de la emoción significan para esta ópera prima una carta de presentación por demás interesante.
Frente a eventos tan importantes como los festejos del Bicentenario ocurridos durante todo 2010, y que fueron atacados por distintos frentes pese a su aceptación y convocatoria multitudinaria, debe haber cientos de anécdotas para contar. Extraer una pequeña porción de ese universo es el objetivo de “Ensayo de una Nación”. Muriel Bourgeois y Diego Balan se presentan con un proyecto cercano a la utopía en su concepto y también en su ejecución. La idea es acercar una propuesta para los festejos del Bicentenario que consiste en reunir 1800 chicos de primaria provenientes de distintas escuelas de Capital y el conurbano que a su vez representan la diversidad de clases, etnias y religiones. Todos juntos para formar un gigantesco coro que le de forma concreta al deseo de unión, o al menos una versión palpable (y audible) sobre el concepto de Nación cuando las preguntas pasan por saber qué nos une. Una canción que cantan todos, formando una sola voz. Junto a colaboradores como Carlos Gianni, Rubén Segal y otros tantos, “Ensayo de una Nación” parte de esta idea y se desarrolla con los registros de la organización del evento pasando por todo tipo de avatares. En poco más de una hora, el debutante Alexis Roitman logra, tal vez sin proponérselo, una impronta de tintes épicos en pos del objetivo y de hecho provoca distintos estados emocionales frente a tamaña gesta. La frescura y naturalidad con la cual los chicos absorben la presencia de la cámara le quita solemnidad a un tema que a priori hay que explicar bien para generar interés en verlo. La película es honesta con los elementos de los cuales dispone y eso se nota en el producto final. Transformar una anécdota de asado en un documental entretenido y llevadero es el gran logro que impulsa a acercarse al cine.
En muy pocas ocasiones tenemos la posibilidad de ver un documental tan bien narrado y realizado, donde los directores logran reunir 1800 niños de clases sociales, religiones y colegios, como así también maestros, músicos y cantantes, para ser parte de los festejos del Bicentenario nacional llevados a cabo en 2010. Contiene momentos de mucha emoción, estupenda su fotografía, bellas canciones y el nerviosismo del evento. Termina siendo un deleite para la mirada, el corazón y los oídos.