Crítica “Hermanas de los árboles” Combatiendo el patriarcado y el infanticidio femenino. Lautaro Franchini Hace 2 días 0 19 Camila Ménendez, Lucas Peñafort y Victoria Chales, cineastas argentinos encargados de la dirección y producción, viajaron al norte de la India para conocer Piplantri, un pueblo que estableció bases y prioridades difíciles de encontrar hoy en día. La lucha contra el patriarcado, el infanticidio femenino y la protección del medio ambiente son los ítems destacables del documental “Hermanas de los árboles”, el próximo estreno de Cine.ar. Por Lautaro Franchini. Años atrás Piplantri era un pueblo donde los hombres trabajan en la extracción de mármol y las mujeres solo vivían para cuidar a sus hijos. Se les privaba terminar el colegio o realizar actividades fuera del hogar. En casos extremos, cuando una familia tenía más de una hija, se las abandonaba o mataba ya que era vista como una persona no capaz de conseguir dinero por la falta de rubros laborales. Los padres solo buscaban varones. Hace unos años, por suerte, el pueblo encontró innovadora gente al mando que decidió cambiar las cosas. Y no solo revertir el infanticidio femenino sino contrarrestarlo también con un cuidado y mejora de la naturaleza de la región. La idea nació a través de Shyam Sunder Paliwal, quien perdió una hija de 16 años y decidió plantar un árbol en su honor. Inventiva que luego tomó camino hacia lo opuesto: conmemorar cada nacimiento de una niña con la colocación de 111 árboles. El proyecto tomó tanto valor que luego se mejoró el cultivo, el cuidado de agua y la educación completa hacia las chicas. La naturaleza creció y generó nuevos puestos laborales que ayudaron a solventar la economía de cada una de las mujeres. Especialmente la fábrica de aloe de vera, uno de los puntos altos en la agricultura de Piplantri. Ménendez, Peñafort y Chales viajaron hacia el otro lado del mundo para ejemplificar a través del lente y la cámara que existen sociedades que cambiaron y mejoraron. Realizaron un notable largometraje y abolieron ciertos principios inculcados que atrasan. Todo, este jueves en el estreno de Cine.ar. Puntaje 80/100.
Sororidad sin fronteras. Crítica de “Hermanas de los árboles” El filme plasma hermandad entre mujeres y las marcas de un pasado que las dejaba al margen El documental de Lucas Peñafort y Camila Menéndez revisa la historia de un pueblo como Rajasthan en India. Con una mirada que apela a un recorrido sensible, contextualizado y suma soluciones a la estigmatización de género. La película estrena el 5 de noviembre por Cine.ar. Por. Florencia Fico. Hermanas de los árboles": el poder de conjugar feminismo y naturaleza | MDZ Online El argumento del documental “Hermanas de los árboles” se sitúa en India, donde cada vez que nace una niña a esta altura no significa una desgracia. En la antigüedad las familias despreciaban a sus hijas ya que no podían costear la dote. Ahora festejan sus vidas plantando 111 árboles. Dentro de ellas está Kala que alcanzó a trabajar por fuera de sus casa y coordinar a otras. Asimismo, Bhavari que sin estudios la ayuda a su hija Nikita para que continúe con sus deseos de ser enfermera. Hermanas de los árboles», de Camila Menéndez y Lucas Peñafort, premiada en Málaga – GPS Audiovisual El documental fue escrito y dirigido por Lucas Peñafort y Camila Menéndez. Ambos realizadores lograron desarrollar un registro observacional de la realidad en Rajasthan(India). Con fuerte hincapié en los relatos de los lugareños de Piplantri y profundizan en la cotidianidad de las mujeres que poseen un poder inimaginable de hermandad; ya que ha superado viejos estigmas enquistados en la comunidad. La cinta evidencia el nexo íntimo que los directores alcanzaron con las protagonistas: Kala, Nikita, Bhavari, Leela y el alcalde Shyam Sunder Paliwal. Hermana de los árboles» Un documental sobre el empoderamiento de las mujeres de Rajastán. El guion hace una extensa descripción por medio de las imágenes y la narración oral con el eje central en el actor social. Su ritmo de vida y la etnografía para demostrar tanto el resurgir de una pueblo como el maltrato a su naturaleza.
PASAJE A LA NUEVA INDIA En 1959, Rossellini visitó la India. Obviamente no fue solo y llevó su cámara como buen representante del neorrealismo. Entre documental y ficción, exploró a un país que hacía pocos años se había independizado por completo de la corona británica. En India se observa la pluralidad cultural, habitantes y naturaleza en conjunto, y como si fuera un profeta, el director advierte sobre una industria que arrasa los espacios naturales. Cuarenta y un años después, un equipo de rodaje argentino llega al país asiático, recorriendo en parte los mismos lugares de Rossellini. Deteniéndose en una aldea que puede tener una solución a la inquietud del italiano. Durante varios años, el paisaje de Piplantri era árido e incluso inhabitable. El poco color que se encontraba en las vestimentas de sus habitantes, se deslucía entre lamentos. En dicho lugar, el nacimiento de una mujer no significaba regocijo, era una tragedia. Al estar privadas de trabajar y de la independencia económica, una hija era una carga económica. Motivo por el cual, eran sacrificadas desde su nacimiento. En 2005, tras la pérdida de su hija, un padre decidió plantar un árbol en su memoria. La celebración de la vida como proceso de duelo. Instó a sus vecinos a realizarlo: ante el nacimiento de cada beba, 111 árboles. Transformando no solo el paisaje, sino también la mentalidad de sus pobladores en beneficio de la comunidad. En Hermanas de los árboles conocemos a Kala, quien junto a otras trabajadoras tienen una pequeña fábrica que aprovecha las diversas propiedades del aloe vera. Bhavari, una madre que ayuda a su hija, Nikita, para que obtenga lo que ella no pudo, una educación. La dirección de Menéndez/Peñafort es contemplativa, en una primera instancia, la desolación del terreno, la minería acechando, para luego ser espectadores del reverdecer de la aldea. Asistir a los rituales de siembra, la educación y la responsabilidad que conlleva adoptar un mejor hábito de vida en consonancia con la naturaleza y la equidad de género. Durante varios años, la única canción que se escuchaba en Plipantri era el llanto de los padres y madres que sacrificaban a sus hijas. Actualmente ha sido suplantado por cantos de alegría, trabajo, las risas infantiles, celebrando la vida, generando conciencia. Un proyecto de hace 15 años que ha logrado transformar varias comunidades de la India, y pensando en un futuro. No solo a nivel país, sino también -por qué no- a nivel mundial.
Notable documental en el que se muestra la lucha de mujeres que se suman a un proyecto colectivo que la tiene en cuenta y las empodera y que las rescata de las siniestras garras de un patriarcado feroz que desea evitar el nacimiento de niñas y su crecimiento.
En ciertas regiones del planeta, el nacimiento de las niñas se asocia con el advenimiento de la desgracia. Pero en el interior de aquellos parajes ese concepto no es tan homogéneo. Así ocurre en Rajasthan, un estado del norte de la India que, al hacerle frente a la desertización, encontró un puntapié para luchar contra el patriarcado. Las creencias que circundan a una sociedad afectan íntimamente la vida individual y colectiva de sus miembros. Particularmente en la India, muchas de esas tradiciones perjudican el libre desenvolvimiento de las mujeres. Tal es así que, en materia de capacidad reproductiva, las figuras femeninas sienten una mezcla de ansiedad y temor durante el tránsito del embarazo. Y la causa se resume en un interrogante: ¿Qué les pasaría si dieran a luz a una niña? Ancestralmente, las hijas mujeres son consideradas una carga económica en la sociedad india. El motivo radica tanto en la dote que ellas deben pagar a la hora de casarse, como en el hecho de que, luego de comprometerse, abandonan la casa de sus padres, renunciando a su sostén financiero. Es por eso que, en pueblos donde azota la pobreza y las dificultades para el acceso a la educación, los clanes deciden deshacerse de las hijas mujeres. Pero, sin dudas, el peso de la deshonra familiar sobre las espaldas de las madres surte su efecto como factor complementario a estas cuestiones. El credo que sostiene esta costumbre es claro: una niña no debe nacer y, si lo hace, tiene que ser asesinada. Sin embargo, en 2005 la situación encuentra un viraje en Piplantri, un pueblo ubicado en la región de Rajasthan. Este cambio de paradigma es lo que retrata «Hermanas de los árboles», el documental de 86 minutos dirigido por los cineastas argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort. Con la producción de Victoria Chales y la co – producción en India de Roopah Barua, la historia se posa en el territorio en donde la llegada de una niña ya no es considerada una maldición. Por el contrario, su nacimiento es celebrado al plantar 111 árboles en su honor. La mejora ambiental se anuda con la organización femenina, que amplía lo que significa ser mujer y redefine, junto con ello, las masculinidades. De forma profunda y comprometida, el documental relata la vida de las mujeres de Piplantri. Con gran audacia, logra darles a los testimonios y actividades de aquellas la minuciosidad y el protagonismo que merecen, y que les ha sido negado históricamente. «Hermanas de los árboles» es la historia de mujeres como Kala, que empodera a otras al mostrarles el valor de la independencia económica y laboral. O como Bhavari, que apoya los sueños de su hija de convertirse en profesional. Y, también, como Leela, madre joven que defiende a su niña y busca un proyecto personal. El documental es, en pocas cuentas, una representación bien lograda del abanico de posibilidades disponibles para las mujeres en Piplantri. «Hermanas de los árboles» acierta al mostrar la articulación entre el compromiso ambiental de la región y la protección de las niñas al hacer explícitos los elementos identitarios de la región: sus hijas, su agua y sus árboles. Por un lado, aquel cultivo mejora el entorno desértico y eleva los niveles de las napas de agua, por lo que la salvación de las niñas implica la de la naturaleza. Por otro, las mujeres se ven rescatadas por esta actividad, que no sólo reivindica su papel en la sociedad, sino que les da una oportunidad de desarrollo ajeno al hogar. Aunque por momentos cuenta con un ritmo tedioso, el documental despliega hábilmente su amparo a ese avance femenino al dar cuenta de las agrupaciones que brindan soporte a las madres amenazadas por concepciones arcaicas intrafamiliares, planes de apoyo económico para el futuro de las recién nacidas y posibilidades de empleo para las figuras femeninas del pueblo. Junto con eso, expone una crítica efectiva a los que osan deshacer lo conseguido. En síntesis, «Hermanas de los árboles» es una valiosa puesta en escena de la metamorfosis al interior de una región tan machista como la India. A pesar de la prolongación excesiva de ciertas escenas, logra exponer a través de testimonios poderosos y personajes cautivadores la solidaridad femenina en Piplantri, y las conquistas que ello contrajo. Con su llegada a Cine.ar este 5 de noviembre, el documental sumergirá al espectador en las entrañas de una aldea que ha vinculado con grandilocuencia al activismo feminista con el cuidado ambiental.
Una muestra de la fuerza de la acción Hay, en cada país y en algunas partes del mundo, realidades crueles relacionadas al contexto social y económico particular, pero que por suerte (y por voluntad también de quienes toman fuerza y deciden modificar ciertas cuestiones), se trastocan para bien. Esto es lo que es posible ver en Hermanas de los árboles, el documental dirigido por Camila Menéndez y Lucas Peñafort que tuvo su paso y fue premiado por diferentes festivales. En la sociedad india (atada a la miseria extrema, por un lado, y a ciertas cuestiones ancladas en lo cultural, por el otro), nadie da puntada sin hilo y es claro que como cuestión relacionada con la necesidad de supervivencia en un modo y sistema económico en que solamente el hombre puede ser sostén y herramienta válida como unidad de fuerza de trabajo, eso que menciono se ha empujado para que haga carne en el pensar y accionar. Ojo con lo que subrepticiamente se desea imponer; luego la lucha para desterrarlo es ardua. En un pequeño pueblo, en la localidad de Piplantri, un grupo de mujeres pudo (como adelantaba más arriba) mover y modificar esta realidad, acción acompañada de un fuerte mensaje simbólico, que luego se expandió a muchos otros pueblos de la región: la plantación de 111 árboles, relacionados con la cantidad de vidas de niñas salvadas de la muerte. A veces las distancias, que no son solamente geográficas sino también culturales, hacen más complejo comprender cuestiones tan fuertes y lejanas para el modo de vida al que estamos acostumbrados en estas latitudes, pero importante es no olvidar que las desigualdades se dan de diversos modos y con estructuras que por menos brutales no tienen, dado ello, menos peso en las vidas de las integrantes de una sociedad, tomando el caso que nos ocupa. La búsqueda del documental, desde ya, no es solamente estética sino comunicativa, pero cada espacio de construcción de acercamiento a la intimidad de estas mujeres que procuran torcer fuertemente una realidad avasalladora desde lo cultural es efectivo resaltando lo que no parece poder verse con tanta claridad. Y sin dudas cada paso es fuerte y es efectivo en ese camino. Consideración: Hermanas de los árboles es un fuerte documental, una muestra de la fuerza de la acción, que no es nada más simbólica.
Por lo menos sesenta hachazos le da un hombre a un árbol en Rajasthan antes de tumbarlo al comienzo de esta coproducción entre Argentina e India. Ese conteo parecería una obsesión si descuidamos el hecho de que ya desde los créditos iniciales en negro, se escucha el efecto sonoro del hacha cortando el tronco. Y los montajistas Santiago Esteves y Camila Menéndez luego continúan narrando visualmente esta tala con apenas seis cortes. Los siete balidos fuera de campo de unos chivos circundantes avisan el ataque a esta naturaleza. Esta arbitraria repetición numérica resalta de forma triple los caprichos técnicos del hombre como individuo, primero cuando vemos a través de un plano medio al talador en la séptima toma. También entendamos aquí al hombre como parte de una comunidad consciente. Esta impresión la brinda el niño corriendo mientras ocurre la tala y las voces pueriles fuera de campo preguntándole “qué haces” y “de nada sirve decírselo”. A nivel narrativo veremos más adelante lo innecesario de esta actividad por la relación desproporcionada entre el esfuerzo del hombre y lo improductivo de esto para la naturaleza. “Obtendrías más dinero sembrando árboles que cortándolos”, le dice Shyam Sunder Paliwal a otro talador. Y la ausencia de mujeres en esa primera escena da cuenta de una contradicción con el título de la obra, con las mujeres que veremos caminando de espaldas a la imagen en la siguiente toma, con las dilatadas conversaciones posteriores y con el cuidado de los árboles defendido en Piplantri. Mientras la película progresa, el diseño sonoro acentúa la calidez de unos efectos también presentes en la primera escena: el canto de los pájaros. Así, la tala queda atrás y la calidez de las voces femeninas adquieren más presencia a modo de conversaciones prolongadas donde descubrimos entre ellas alianzas económicas, educativas y maternales. Para la obra, la palabra es un vehículo donde también los hombres promueven el cuidado del entorno y una desesperación acelerada como lo expresan los indios cuando ocurren injusticias. De esta manera no es casualidad que ambos realizadores se repartan labores claves para enhebrar lo significativo de la obra, no solo desde la dirección y el guion. En su séptima obra como directora de fotografía, Camila recurre a la ambigua vivacidad de ciertas tonalidades. Así, los blancos de la mina de mármol acompañan el ruido persistente de las excavaciones y de una forma similar las vestimentas con matices claros de algunos entrevistados le brindan una sensación de cambio a la siembra de árboles o la búsqueda por la igualdad de tener hijos e hijas. Y a medida que termina la obra, los fucsias, anaranjados y violetas aparecen con más recurrencia junto con los amarillos y rojos de los sari vestidos por Kala, Bhavari o Leela. Por su parte, los travellings aquí afianzan a los personajes comprometidos a tales cambios. Con estos movimientos frontales de cámara las hermanas también se acercan a comunidades de mujeres en llanto o a las desconsoladas porque sus suegros las cuestionan por parir más niñas. La variedad de los matices amarillos o rojos por ejemplo permiten que estos colores simbolicen alegrías, tristezas, amores o lutos más profundos que la tala en negro del comienzo. Al final, si tomamos en cuenta la procedencia argentina de los realizadores y parte del equipo técnico, no debemos entender como deslices ciertos movimientos abruptos de la cámara y mucho menos la aparente contradicción en dos escenas de música. La decisión de subtitular el canto final de los hombres mas no el de las mujeres y niñas sugiere de forma sutil que dentro del contexto de la obra, el canto femenino es un acto intraducible como el cantar de los pájaros, al menos para nuestra cultura hispanoamericana.
Rodada en 2018 en Rajastán, India, Hermanas de los árboles constituye un documental sorprendente, no solo por sus bellas imágenes sino por la historia de sus protagonistas y su comunidad. India es un país tan grande como sorprendente, culturas y rituales milenarios siguen siendo la joya exotista de occidente, lo que este documental nos permite es acercarnos a un drama universal y cotidiano; la falta de oportunidades productos de los crímenes paulatinos y silenciosos del colonialismo occidental. El testimonio versa sobre la comunidad del pueblo Piplantri, al noroeste de India, donde un proyecto encabezado por el alcalde del pueblo impulsa y mantiene el ritual de plantar 111 árboles con cada nacimiento de una niña. La finalidad principal de dicho proyecto se comprende con el dramático testimonio de los entrevistados, el infanticidio de las niñas es una práctica común en la comunidad ante la imposibilidad de solventar la crianza y pago de la dote en el matrimonio. La edición de los testimonios nos da perspectivas y relatos sumamente intimistas sobre el tema. Lo que no se nombra, pero si se muestra, es la continua e incesante labor de la cantera de mármol ubicada en el seno mismo de Piplantri. Esta industria de explotación avanza no solo sobre el entorno natural, sino también sobre la ciudad y las casas de sus habitantes. No resulta muy arriesgado decir que seguramente su explotación responda a capitales trasnacionales y que en el avance sobre el territorio de Piplantri se ha consolidado como la única y principal fuente de ingresos de dicha comunidad. Como el colonialismo es la ocupación de tierras, y de culturas, resulta necesario poder profundizar el concepto de “dote” tratado en el documental. El señalamiento de esta tradición como causa del conflicto retratado resulta una vía simplista y perjudicial que arroja el visionado hacia la conformidad del prejuicio occidental. El sistema de castas, de la India precolonial, contemplaba la “dote” únicamente en la casta superior, la casta inferior y rural realizaba rituales de ofrendas mutuas debido a que tanto la mujer como el hombre desempeñaban trabajos de relevancia. La economía precapitalista India estaba basaba, en gran medida en el trabajo en la tierra de forma comunitaria, como también oficios ancestrales de producción textil entre otros, allí las mujeres desempeñaban funciones importantes en todas las esferas de la vida social. La política pirata británica arruinó la economía rural y familiar india, la mercantilización total de sus territorios desplazó a las mujeres de sus roles productivos instalando, paulatinamente, la noción de irrelevancia en sus trabajos. La privatización de la tierras familiares y comunales desvinculo a la población de sus hábitos y rituales terruños. Sumado a ello la pérdida de identidad de la casta inferior rural buscó absorber costumbres, estilos de vida y legados culturales de la casta superior, mucho más coherentes con los sistemas de valores capitalistas que el colonizador instauró y los independentistas siguieron profundizando. La iniciativa de la comunidad de Piplantri no erradica la “dote patriarcal”, la canaliza por vías comunitarias y la vincula con su territorio, mostrando ser una vía de empoderamiento colectivo que retoma las lógicas productivas de sus antepasados, entendiendo la importancia del trabajo conjunto y el respeto a su tierra y costumbres. HERMANAS DE LOS ARBOLES Hermanas de los árboles. Argentina / India, 2019. Dirección y guión: Camila Menéndez y Lucas Peñafort. Participan: Kali Devi Paliwal, Nikita Paliwal, Bhawari Paliwal, Shyam Sunder Paliwal Fotografía: Camila Menéndez. Montaje: Santiago Estévez, Camila Menéndez. Música: Chandan Singh, Shula Ram, Kishan Singh, Banshi Lal Paliwal, Lalu Ram Bheel, Laxman Bheel. Distribuidora: Punctum Sales. Duración: 86 minutos.
Un paisaje de mármol y un hachero que tira abajo un árbol. Parece no haber mas sequedad que esa. Estamos en el Norte de la India, la provincia de Rajhastan, el paraíso de las piedras naturales. A esos planos fijos iniciales del documental de los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort le sucede un plano con cámara en movimiento que acompaña a dos mujeres con sus túnicas coloridas, estruendosamente coloridas de rojos y amarillos fuertes que contrastan sobre el paisaje árido. Bello choque que la fotografía exalta a lo largo de todo el film cuya introducción, más bien descriptiva, ya presenta las tres ideas que va a desarrollar el documental: el trabajo, la ecología y las mujeres, puestas en lógico equilibrio. Sin lo uno no hay lo otro. La cantera avanza y el pueblo de Piplantri queda más pequeño. Tres personas entran a una casa abandonada y encuentran las herramientas de su padre. Ellos saben que algún día deberán dejar la aldea, que ya pasó la época de las plantaciones de manzanos y de plátanos. El 70% de la población india vive en este tipo de aldeas: los hombres mayormente trabajan en las canteras, las mujeres intentan escapar a las rígidas normas ancestrales: se reúnen y organizan para contenerse y acompañar a aquellas que esperan una hija, a las que muchas veces las familias pobres no solo rechazan sino que son capaces de deshacerse de ellas. Camila Menéndez y Lucas Peñafort (también se ocuparon del guión) “fueron a la India movidos por el sueño de retratar la vida y la muerte en una cultura que es la madre de las creencias religiosas de la humanidad.” ¿Cuántas películas argentinas se filmaron en la India? Al menos una: Unicornio (el jardín de las frutas) de Pablo Cesar, un director que prefería estos paisajes extraños, en Unicornio un joven era sacrificado en una aldea habitada por mujeres. Distinta postura política tiene Hermanas de los árboles en un mundo que también necesita otras historias. La historia de Piplantri es fascinante: a partir de la idea que un alcalde tuvo en el año 2005, motivado por la muerte de su hija adolescente, establece no solo un plan de empoderamiento de las mujeres sino que las convierte en motores de la reforestación y de la abundancia de agua. Una cosa lleva a la otra y en ese entramado el documental se convierte en vidriera de una experiencia modelo, sin desplegar metáforas, sino paraísos posibles en este mundo tan castigado.
El abrazo a la naturaleza. Dirigida por los mendocinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort, este documental relata la historia de cómo un grupo de mujeres residentes de Piplantri (India) decidieron comenzar a salvar la vida de sus hijas plantando, exactamente, 111 árboles por cada nacimiento. Generando así una lucha contra el patriarcado de su pueblo y a la vez, una lucha contra la desertificación de la zona. Antes en Piplantri, las mujeres sufrían el temor de tener que parir una hija, ya que culturalmente eran consideradas una carga económica por diferentes razones. Es por eso que, a las bebas, a poco tiempo de su nacimiento, les ponían una semilla en la boca con el objetivo de que, al lastimarse, se produjera una infección que acabaría con sus vidas. En 2005 un padre llamado Shyam Sunder Paliwal perdió una hija de 16 años a causa de la deshidratación, y para recordarla decidió plantar un árbol. A causa de esta dolorosa experiencia Paliwal propuso un modo diferente de celebrar la vida de las mujeres de su pueblo. Es por eso que decidió convencer a todas las familias de la zona para que, en cada nacimiento de una mujer, la familia plante 111 árboles. Es así como en poco tiempo, se cambió la aridez de la zona y la falta de agua, por el canto de los pájaros y el regreso de la humedad. Donde antes había desechos mineros, hoy hay un oasis, agua potable, y amplias oportunidades laborales. Esta idea no solo ayudó al clima de la zona y al crecimiento de la aldea, sino que también sirvió para implementar un nuevo sistema que previene los matrimonios infantiles, alfabetiza, y otorga a las mujeres una independencia económica a través de trabajos comunitarios o trabajos de producción. Hermanas de los árboles es un documental de registro observacional, que pone la mirada en la deconstrucción de una sociedad patriarcal que busca, sin perder de vista su propia cultura, generar igualdad de oportunidades sin distinción alguna. El relato de los personajes (en especial el de dos mujeres) será el hilo conductor que, junto con la poética de las visuales, irán construyendo un muy bello relato de superación personal y colectiva. Es así como los directores mendocinos consiguen construir una película que, a pesar de las características un poco abrumadoras que suelen poseer estos documentales observacionales, no pierde el ritmo ni decae en ningún momento. La cantidad de información y la cantidad de relato terminan siendo el equilibrio justo y necesario para que esta se pueda desarrollar tranquilamente, sin alterar su curso. Y a la vez, es este correcto desarrollo el culpable de que Hermanas de los árboles, consiga sembrar en nosotros la necesidad de seguir construyendo un futuro mejor; tanto para las mujeres como para el medio ambiente.
Entre las tierras áridas de Ragastán, India, rodeado de yacimientos de mármol, existe un pequeño pueblo llamado Piplantri en el que las mujeres ya no tienen miedo de dar a luz a una niña. En algunas culturas de ese país los niños son considerados más valiosos que las niñas. Desde 2005, cada vez que nace una niña en ese lugar se plantan 111 árboles con su nombre para celebrar este acontecimiento y en medio de todas ellas un hombre decidió plantar un árbol en memoria de su hija muerta. En su dolor se da cuenta de que los árboles deberán plantarse para recordar la vida, y así transita entre esas mujeres de rostros sonrientes próximas a dar a luz o con sus pequeñas hijas en sus brazos. Los directores Camila Menéndez y Lucas Peñafort viajaron con su cámara hasta esa aldea casi perdida en el mundo y así lograron una cálida muestra de ese poblado rico en tradiciones en el que descubrieron la magia de los nacimientos de esas niñas que suman árboles a esa tradición. Con una impecable fotografía, este documental va descubriendo la necesidad de ser madres a esas mujeres de costumbres ancestrales y se detiene en recorrer ese micromundo. Así el film va imponiéndose en su deseo de mostrar una forma de vida tan distinta a la del resto del mundo.
El documental Hermanas de los árboles (2018), dirigido por los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort, se rodó en un pueblo del noroeste de la India en el estado de Rajastán. Este valioso testimonio nos muestra cómo las mujeres han logrado llevar adelante el trabajo de riego y mantenimiento de viveros que han contribuido al mejoramiento del medio ambiente castigado por la naturaleza con quince años de sequía, y por la explotación de la mina de mármol más grande de Asia. Pero el recorrido que hace el filme, a través de los testimonios de las mujeres, nos llevará aún más lejos, a la lucha de esas mismas mujeres para combatir prácticas culturales milenarias en torno a las niñas, el infanticidio, por razones económicas, y al empoderamiento de la mujer a través de la alfabetización, y de la capacitación para trabajar fuera del ámbito familiar. EL ÁRBOL, EL AGUA, LA NIÑA El filme es rodado enteramente en el pueblito de Piplantri, cuya principal fuente de ingresos es la explotación de la minería que produjo algunos desastres ambientales tales como la sequía y la pérdida de altura de las montañas lo que impactó negativamente degradando la calidad de los suelos. En este sentido, el alcalde del pueblo, Shyam Sundal Paliwal, luego de sufrir la pérdida de su hija de dieciséis años por deshidratación, decidió tomar cartas en el asunto. Por un lado, organizando la construcción de un vivero, y de presas para la provisión de agua necesaria para su mantenimiento, y por otro lado, ayudando a reunir fondos para asistir a las familias que tuvieran niñas y no lograran recaudar el suficiente dinero para la dote, proveyéndolas del saldo restante para evitar así, en principio, el infanticidio, o más tarde, un casamiento de la menor por conveniencia, dándole a la niña la libertad de elección para que siga estudiando, si así lo deseara, hasta cumplir los dieciocho años. 111 ÁRBOLES Por cada niña que nace, el alcalde implementó la costumbre de plantar 111 árboles por parte de la familia. En principio, el alcalde había plantado un árbol para honrar la memoria de su hija muerta. Por eso tuvo la idea de que al nacer las niñas, las familias plantaran árboles, en vez de intentar deshacerse de ellas por cuestiones meramente económicas. Esta práctica no sólo ayudó a mejorar el medioambiente, sino que además contribuyó a revitalizar la naturaleza del lugar. La fauna y la flora prosperaron como nunca antes. Al notar que los árboles plantados eran atacados por termitas, las mujeres a cargo del cuidado del vivero y del riego de los árboles dispusieron aloe vera a su alrededor utilizado como insecticida. A la vez, el crecimiento del aloe vera resultó tan vertiginoso que las mujeres decidieron instalar una pequeña fábrica para procesar el arbusto con fines cosméticos, y así contar con dinero para destinarlo para su propia economía doméstica y para fines comunitarios. El modelo creado e impuesto en la comunidad por el alcalde Piplantri es replicado en otros 147 pueblos del norte de la India. Ya que no sólo el hecho de plantar árboles ha mejorado las napas de agua, y por consiguiente los suelos así como la flora y la fauna del lugar, sino que además, siguiendo su consigna de salvar a los árboles, al agua y a las niñas, ha logrado la concientización de la importancia del cuidado y la protección del medio ambiente por parte de los habitantes de los pueblos más próximos. Ha conseguido además que los habitantes de los pueblos desistan del infanticidio cada vez que nazca una niña dentro de la familia, o de que las niñas sufran la imposición de casamiento siendo aún menores de edad. Para ello, un grupo de mujeres visita a las familias cuyas madres están por dar a luz y las convencen para llegar a un trato. Esa familia depositará 10.000 rupias, y el gobierno, hará otro tanto, aportando la misma cantidad, para que la niña pueda decidir sobre su vida, contando con ese dinero de dote llegada a los dieciocho años, sin que otros lo hagan por ella. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
¡Trabajadoras del mundo, unías! Después de un lindo recorrido festivalero, la ópera prima de los argentinos Camila Menéndez y Lucas Peñafort, ganadora del Premio ADF a Mejor Fotografía en el último FIDBA, es, entre otras cosas, una delicada oda a la solidaridad. Un hombre con un hacha, corta un árbol laboriosamente. El árbol finalmente cae y permite a sus cabras comer el follaje en un paisaje desértico. Este es el primer plano de Hermanas de los árboles (2019). Unos minutos después, una familia en su casa, al borde del abismo formado por una gigantesca mina de mármol, se pregunta si va a poder seguir viviendo ahí. Estas dos secuencias resumen uno de los dilemas centrales que se plantea la película: a veces, para sobrevivir, se mata lo que es fuente de vida. Y se pregunta: ¿Cuál es la solución a eso? ¿Desde lo individual, lo colectivo? Piplantri. Pequeño pueblo de Rajasthan, India. Sus mujeres se enfrentan a un doble problema. Por un lado, la mina de mármol, fruto del capitalismo salvaje, tiene consecuencias sobre el ecosistema: el acceso al agua escasea, hay sequías y las plantas crecen con dificultad. Por otro, su condición de mujer en su día a día. La película se enfoca en particular sobre un real problema social en India, donde la llegada de una niña, sinónimo de dote obligatoria, implica un peso económico altísimo para la mayoría de la población. Muchas familias deciden entonces matar a las recién nacidas para evitarlo. Frente a esto, algunas habitantes de Piplantri deciden actuar y fundan un fondo de ayuda para las madres de recién nacidas. Además, deciden con el alcalde que cada nacimiento de una niña será acompañado por la plantación de 111 árboles. El espectador sigue a estas mujeres y su lucha para el presente de su pueblo pero también para las generaciones futuras. La filmación de esta batalla es púdica. Sin voz en off, ni textos o placas explicativas, deja existir las voces de sus protagonistas pero sobre todo sus acciones. El equipo de la película parece haber construido una relación de confianza con sus personajes que aceptan la cámara. En este sentido, es una pena que su presencia no esté explicitada. Desde las discusiones en asamblea, hasta el mantenimiento de su fábrica autogestionada de productos a base de aloe vera, la organización laboral de estas mujeres es impresionante. Su emancipación pero también la salvación del pueblo parte de esta organización y solidaridad laboral. De ahí, la película construye un interesante tríptico entre el grupo de trabajadoras; los árboles que ellas plantan, fértiles, lujuriantes; y la cosmogonía hindú, donde las figuras principales son diosas. A partir de la historia de este pequeño pueblo de Rajasthan, la película presenta problemas universales. Las palabras de las protagonistas sobre la empresa titanesca que implica ser mujer (criar a los hijos pero también trabajar y administrar la casa) entran en resonancia con la vida de muchas de cualquier lugar del mundo. Así, la película lleva consigo un mensaje claro, pero siempre lejos de toda tentación moral.
En un contexto tan particular como el que estamos transitando, con el mundo atravesado por una pandemia que lejos de haber significado una inflexión de cambio de paradigmas en la humanidad, ha terminado por subrayar las diferencias y la carrera por la supervivencia individual; Hermanas de los árboles nos trae una historia de lucha conjunta y transformación. Este documental rodado en un pequeño pueblo del estado de Rajastán, llamado Piplantri, ubicado al norte de la India, ha sido labrado con sensibilidad por la mendocina Camila Menéndez y Lucas Peñafort en la dirección. Esta dupla se dedicó a registrar, con una mirada tan minuciosa como empática, el proceso de profundo cambio de la comunidad que retrata. Hasta hace algunos años, en Piplantri muchas de las niñas que nacían estaban predestinadas a morir ya que sus familias no podían afrontar económicamente el pago de la dote obligatoria para que sus hijas se casen. Lejos del regodeo en el dolor, Menéndez y Peñafort se aproximan a las mujeres que habitan en el lugar y son ellas quienes irán contando su historia personal y colectiva. Más allá de la temática de género, Hermanas de los árboles también aborda la preocupación de los vecinos de Piplantri por transformar su desértico medioambiente, afectado por la explotación de una minería que si bien ha representado la fuente de ingreso central del pueblo, también ha crecido sin control dejando ver en carne viva sus montañas literalmente taladradas y aproximándose a las viviendas de algunos pobladores. El ensamble de la voluntad política y la acción comunitaria es el meollo de este atrapante documental, que entre otros cuenta con el testimonio de un hombre que hace un par de décadas atravesó el duelo de perder una hija adolescente, y que luego como intendente Piplantri, pautó en conjunto con sus habitantes la idea de plantar 111 árboles por cada niña que naciera. De esta manera, el plan de avanzar hacia un pueblo que sane sus heridas marcadas por las diferencias de género, y a la vez la reconstrucción de un ecosistema que le devolviera a la tierra su fertilidad, se convirtieron en el talismán de lucha de toda una comunidad; pero sobre todo de un conjunto de mujeres que tomaron la voz activa en este proceso de transformación. Como es sabido, no existen resoluciones de realismo mágico para salir de conflictos instalados durante largo tiempo. Por lo tanto, las vecinas de Piplantri se dedican a generar un fondo de ayuda para aquellas que se conviertan en madres, y a su vez comprometen a esas futuras mamás a que acompañen el proceso de educación de sus hijas. También la reapertura de una fábrica para procesar el cultivo de aloe vera, es un ejemplo de puesta en marcha del entramado solidario entre estas mujeres. A nivel cinematográfico, Hermanas de los árboles logra aproximarse a la historia y a los personas que retrata, con una cámara siempre a una prudente distancia, sin interrogatorios ni voces en off; y con un notable trabajo de dirección de fotografía a cargo de la propia codirectora. Menéndez y Peñafort logran esquivar abordajes tan comunes en este tipo de documentales, como el del registro didáctico o la poética contemplación de lo "exótico". Dando en la tecla justa, la dupla opta por privilegiar una narración apoyada en un acertado tono confidente. La propuesta además, se presenta entre nosotros en el marco de la esperada vuelta a una sala de cine en Mendoza. Un momento de alquimia tan único como necesario. Hermanas de los árboles / Argentina-India / 2019 / 86 minutos / Apta para todo público / Dirección y guion: Camila Menéndez y Lucas Peñafort.
Un cachetazo ácido pero con buena onda Emerald Fennell y Carey Mulligan nos llevan a la dura realidad de muchas mujeres, con cuotas de humor que ayudan a llevar una traumática historia hasta el final. Las comedias negras tienen un curioso poder: el de llevarnos a través de una historia dura o un hecho oscuro con ciertos momentos de gracia como para que sea soportable. Así es Promising Young Woman, un viaje a través de la realidad de muchísimas mujeres del mundo que golpea fuerte pero que, gracias a situaciones hilarantes de más y a ciertos gags cuidados, permite que lleguemos al final sin la necesidad de contratar a un psicólogo o salir a la calle a matar a quienes lo merecen. Crítica Promising Young Woman review Promising Young Woman nos cuenta la historia de Cassie (Carey Mulligan), una joven que en sus días universitarios podía visualizar un grandioso futuro. Sin embargo, un traumático hecho la marcó y su vida cambió para siempre. Su mejor amiga fue violada, poco después terminó con su vida y los culpables, como un fiel reflejo de la realidad, quedaron impunes. Por estas razones la protagonista lleva una doble vida: durante el día es una desganada empleada de una cafetería pero por las noches, en diferentes antros, se convierte en una sensual mujer que solo busca venganza. Como podrán ver por su premisa, lamentablemente la película de la directora Emerald Fennell es el retrato de una realidad que nos rodea día a día, es testimonio de miles de mujeres que son abusadas y que nunca obtienen respuesta, que callan aunque no deberían. Pero algunas se levantan, deciden alzar la voz y hacer que caigan quienes deben caer y ese es el caso de Cassie. El personaje de Carey Mulligan representa esa sed de venganza que se nos enciende a todos cuando escuchamos un caso más de esos que abundan, en los que la víctima sufre el resto de su vida y los victimarios andan por ahí sin pagar culpas. Crítica Promising Young Woman Promising Young Woman podría bien ser un drama desgarrador o también una película de Tarantino, al estilo Kill Bill, con una mujer pintando las paredes con las tripas de los hombres. En su lugar elige el humor y una protagonista un tanto más inocente, que logra su cometido dejando un mensaje. Estos gags que aparecen en los momentos justos permiten que la película se cuente con un tono más soportable, aunque no por eso pierde fuerza. Cuando nos queremos dar cuenta estamos sumergidos en la realidad de su protagonista y en la de su fallecida mejor amiga, nos damos cuenta de lo terrible que puede ser la vida de alguien que ha pasado por un episodio traumático, empatizamos con las miles de historias que nos rodean pero, como ha decidido hacerlo Fennell, afloja un poco la cachetada cada vez que está por impactar con nuestra mejilla. Acá no hay personajes del todo agradables ni historias cliché, hay personas y hay historias que bien podrían ser la que le pasó a nuestra vecina, nuestra amiga o nuestra hermana. Hay diálogos lógicos aún en la excentricidad de ciertos momentos y hay quiebres, todo el tiempo hay fracturas que no permiten que nos estabilicemos nunca. El único problema de la obra de Emerald Fennell es que por momentos se pierde en sus propios mensajes y acaba intentado reforzarlos con algunas escenas que están algo de más, minutos que sobran y se nota, que dilatan un final que de haber llegado un poco antes, estaríamos hablando de una película mucho más redonda. Sin embargo, hay que dar mérito a la directora por la audacia. Toca temas tan delicados y juega tan al límite que podría incluso generar grandes polémicas entre quienes decidan sumergirse en este relato. Promising Young Woman es una mezcla enorme de géneros, entre comedia negra, thriller de venganza y drama intenso, alrededor de un tema delicado como la vida misma, como la integridad de una persona. Al frente de toda esta carga emocional está una Carey Mulligan extraordinaria, en uno de los mejores papeles de su carrera que da todo los puntos a las íes de un guion sólido que, como mencionamos antes, apenas tiene algún que otro bache. Concluyendo, Promising Young Woman hace de comedia negra mientras combina muchos géneros para contar la verdad de muchísimas mujeres alrededor del mundo. ¿Lo hace con tacto? No, ¿funciona? Sí, porque el relato de Cassey nos permite ver una realidad con las cuotas justas de humor como para que seamos conscientes de todo lo que pasa, pero sin que terminemos con la necesidad de ir a terapia. Un thriller de venganza en una realidad que merece ser contada, que nos mantiene atrapados desde el principio hasta su oscuro final.