En los años ’20 y ’30 llegaban a la Argentina un gran número de inmigrantes provenientes de Europa. Entre ellos se encontraba un grupo de rufianes judíos-polacos que consolidaron una red de trata de mujeres para introducirlas a diversos prostíbulos de Buenos Aires y Rosario bajo la fachada de la Asociación de Socorros Mutuos Varsovia, más conocida posteriormente como Zwig Migdal. “Impuros” es un documental que viene a desenmascarar estos hechos silenciados por más de 100 años ocurridos en nuestro país, donde la legalidad de la actividad y el amparo de la política y la policía hizo de estos actos algo difícil de juzgar, pero que la misma colectividad judía logró expulsar de su comunidad. A través de distintos testimonios y material de archivo, como fotos, diarios o videos de la época, vamos conociendo cómo llegaban los rufianes con las mujeres que traían desde Europa a la Argentina, cómo se agrupaban en sociedades, la cooperación del Estado y la policía que le otorgaban a esta actividad un marco legal y regulado, el control que tenían sobre las mujeres, sus condiciones de vida (enfermedades de transmisión sexual, cómo podían manejar su dinero, etc.) y las consecuencias; un abordaje completo sobre dicha temática. Muchas de las entrevistas son objetivas, donde los investigadores y autores de libros exponen sus conocimientos, y otras tantas son subjetivas y sentidas (se puede ver una lucha personal dentro de sus dichos o el deseo de no seguir ahondando sobre un tema complejo, minimizando la importancia de la divulgación y el conocimiento para no solo saber de un asunto sino para que no se continúe con estos patrones). El documental filmado en Argentina (Buenos Aires y Rosario) e Israel, toma a Sonia Sánchez, escritora y militante contra la trata de persona, como hilo conductor para ir uniendo los distintos momentos de esta historia. Incluso por instantes es la voz de las víctimas, leyendo las cartas de las mujeres con pedidos de auxilio o historias sobre sus desgarradoras experiencias, conservadas en archivos en Tel Aviv. La banda sonora utilizada, con una predominancia de canciones en hebreo o instrumentales pero rápidamente identificables con la cultura judía, ayudan a construir un clima triste y nostálgico. Su fotografía y el uso de la cámara también acompañan bien, sobre todo en los momentos en los cuales no tenemos entrevistas ni material de archivo, sino cuando se sigue a Sonia leyendo las cartas o caminando por los cementerios. Por otro lado, “Impuros” no se queda únicamente en el pasado y en el deseo de sacar a la luz un hecho poco tratado, sino que trae esta historia al presente, nuevamente a través de la figura de Sonia, para continuar abordando la lucha femenina en nuestro país. En síntesis, “Impuros” es un documental que busca visibilizar un suceso histórico de nuestro país poco conocido y que en su momento naturalizaba una práctica legal pero inmoral y terrible (sobre todo por el hecho de que las mujeres prostitutas no lo hacían por voluntad propia sino porque eran parte de una red de trata), a través de distintos materiales de archivo y testimonios que le otorgan su propia impronta (algunos hablando desde su propia investigación y otros brindándole sus sentimientos). Problemáticas del ayer y del hoy, una lucha del pasado que continúa vigente.
La historia de la prostitución en Argentina, de abundante bibliografía y estudiosos, tiene ignotos vericuetos que vistos hoy a la luz de la trata de personas resultan entre espeluznantes e increíbles. Aun así, salvo la película de Tejblum estrenada en 2014, no hay muchos documentales que aborden el tema. Malka, una chica de la Zwi Migdal es un recordado documental de Walter Tejblum que se centraba en Malka Abraham, una de las victimas de la trata de blancas de la red Zwi Migdal que termina escapando de la red e instalando un burdel en Tucumán. - Publicidad - Impuros, se estrena el 15 de noviembre próximo en Malba y Gaumont, está dirigido por una dupla de realizadores, la argentina Florencia Mugica (Parir, La cáscara rota) y el mexicano Daniel Najenson, y aborda nuevamente el tema pero desde un modo más generalizado. Remates de mujeres a principios de siglo XX, en Buenos Aires y Rosario. Mayoristas de mujeres para los burdeles en los que se ofrecían tarifas reducidas, por ejemplo para policías o militares. La prostitución en Argentina, al menos la del siglo XX está relacionada claramente con la llegada de los inmigrantes a partir de 1870: primero arribaban los hombres, luego venían las familias, mientras tanto las mujeres eran explotadas sexualmente por rufianes franceses, judío. Impuros aporta enorme cantidad de datos y miradas específicamente de la comunidad judía: de 6000 mujeres judías que vivían en Buenos Aires entre fin de siglo XIX y 1910, la mitad estaban en condición de prostitución, traídas engañadas de Polonia o Tel Aviv. Libros de prostitutas con fotos casi a modo de prontuarios, descripción física, entradas y salidas de los prostíbulos cada 15 o 20 días, una rotación que aún hoy se realiza. Testimonio de historiadores como Rafael Ielpi autor de “Prostitucion y rufianismo”, o Sonia Sánchez, Ivette Trochon, Myrtha Schalom, coleccionistas de objetos como pulseras que marcaban los servicios, o fichas de cambio que eran de uso común ene estos espacios; una visita al edificio del prostíbulo Madame Safó en Rosario, verdadero museo tematico; los registros médicos de enfermedades venéreas. Muy interesante el capítulo dedicado al teatro Idish, espacio que reunía a a colectividad, a los decentes y a los “impuros”. Narrada desde la mirada del abolicionismo, la película conmueve por su poder de documentación pero fundamentalmente por su tesis central: la prostitución no es un trabajo, es violencia sobre el cuerpo de las mujeres, y más aún la idea de que la Argentina se construyó económicamente, en parte, sobre ese mercado.
Al paredón. Hilvanar un buen hilo conductor para este documental dirigido por la argentina Florencia Mujica y el mexicano Daniel Najenson es tomar contacto con una época histórica de nuestro país pero también con la idiosincrasia de una sociedad que abrió sus puertas a diferentes comunidades, y que con el correr de las décadas ese crisol de razas la fue transformando no siempre para bien. Los Impuros a los que alude el título de esta obra de 2016, que gira en torno al negocio de la prostitución a principios de siglo y más profundamente sobre el rol de la mujer inmigrante que llegaba engañada desde Europa para quedar en manos de rufianes de su propia colectividad u oscuros señores con poder e influencias, quienes de manera organizada y amparados por la ley manejaban una red de prostitución con descuentos para policías en las que jóvenes judías, rusas o polacas debían someterse al maltrato, abuso y atención de hasta cuarenta clientes por día, tienen nombre y apellido. Esos impuros son aquellos que los judíos “decentes” castigaban con una enorme vara moral, aunque también escondían en cierto manto de piedad para no levantar polvareda dentro de la propia comunidad en pos de la corrección política, claro eufemismo de la hipocresía y el cinismo se trate de la época que se trate. Eso es precisamente lo que queda reflejado a partir de la exhaustiva tarea de investigación que no solamente aporta información y datos concretos sino el complemento con material de archivo entre recortes de periódicos, informes sanitarios y algunas reveladoras piezas para terminar un rompecabezas, donde el pacto de silencio y la confianza en el olvido fueron claves para la impunidad. En ese sentido, los testimonios a cámara de historiadores como Rafael Ielpi autor de “Prostitucion y rufianismo”, o los de Sonia Sánchez, Ivette Trochon, Myrtha Schalom, sumado un trabajo de campo y el recorrido por diferentes puntos geográficos de enorme importancia como el cementerio judío o el prostíbulo de Rosario cierran un círculo casi perfecto. Y el “casi” se debe en parte al tono de denuncia que se cuela entre la investigación propiamente dicha, que por momentos aleja las chances de reflexión, para tomar partido inmediato por las voces dominantes, sin que eso signifique -lejos de los objetivos de esta nota- no estar de acuerdo con las ideas abolicionistas de todo tipo de prostitución o cosificación de la mujer. No obstante, Impuros y Malka, una chica de la Zwi Migdal son dos películas que no deben dejar de verse para aquellos que se preguntan por la trata en estos tiempos y reconocer las mismas prácticas nefastas, la misma impunidad como si la historia argentina de principios de siglo hubiera ocurrido apenas ayer.
¿Deberíamos imponerles un límite moral a los ejercicios de memoria colectiva? Si no lo hacemos, ¿corremos el riesgo de degradar el derecho a revisar nuestro pasado a la categoría de curiosidad morbosa? El planteo que se desprende de Impuros es tan interesante como la porción de Historia que relata el documental de Florencia Mujica y Daniel Najenson: la trata de mujeres en la Argentina de principios del siglo veinte, a manos de una agrupación de proxenetas judíos oriundos de Polonia. A medida que avanza el largometraje, el historiador Haim Avni y el director de la Fundación IWO Abraham Lichtenbaum se revelan como representantes de dos posturas antagónicas. El primero alienta la investigación histórica metódica y comprometida; el segundo advierte sobre el peligro de reducirla a una insolente y destructiva práctica de onanismo intelectual. Mujica y Najenson articulan las declaraciones de estos dos entrevistados con las apreciaciones de otros investigadores –por ejemplo Yvette Trochon y José Luis Scarsi– y con el material que permite reconstruir el modus operandi de la mafia denominada Zwi Migdal, así como los intentos desesperados de sus víctimas por escapar y reclamar justicia. En este punto cabe destacar un gran mérito de los realizadores: la capacidad para encontrar cartas, artículos periodísticos, documentos oficiales e incluso el testimonio de descendientes de una de las mujeres sometidas a explotación sexual. Los directores erigieron a Sonia Sánchez en conductora de este viaje en el tiempo. El rol acordado a la activista chaqueña, sobreviviente de una red de trata contemporánea, explicita la adhesión a la postura de Avni y demás investigadores que señalan la importancia de desenterrar los secretos del ayer cuando se apunta a construir un hoy menos perverso. El adjetivo Impuro cambia de matiz según el objeto calificado: expresa criminalidad cuando remite al accionar de los rufianes, repulsión cuando se refiere a la condena social hacia estos delincuentes, vergüenza cuando describe el sufrimiento de las víctimas. Desde el punto de vista de Lichtenbaum, también es impura la indagación que –en las antípodas de las hagiografías– desentierra hechos putrefactos y ensucia muertos. Además de visibilizar un antecedente poco (o nada) conocido de la trata de blancas en nuestro país, la película de Mujica y Najenson invita a reflexionar sobre la memoria y el olvido colectivos. A partir del protagonismo acordado a Sánchez, también revindica la importancia del activismo a la hora de combatir la cosificación y explotación de la mujer. Impuros consigue mucho en apenas 86 minutos. Se trata de un documental saludable para quienes entendemos que las sociedades maduran y mejoran cuando les ponen punto final a los pactos de silencio sellados en el pasado.
Historias que deben ser contadas La propuesta de Florencia Mujica y Daniel Najenson, resulta esclarecedora a pesar del tiempo transcurrido y los impedimentos para recabar la información necesaria. Una muestra de cómo la sociedad argentina, en la época de la gran inmigración, eligió la ignorancia e indiferencia a partir de una visión hipócrita que daba por sentado el “no hablar” de ciertas cosas. Impuros (2018) trata sobre como un grupo de proxenetas judíos-polacos se instalan en Argentina a principios del Siglo XX y, ocultándose detrás de la “Asociación de Socorros Mutuos Varsovia”, constituyen una red de trata, que traficó y explotó sexualmente a miles de mujeres traídas desde Europa Central. La comunidad judía local advierte el manejo impune de estos grupos y los expulsa de su seno, nombrándolos “Impuros”. La huella de estas mujeres se desvanecerá a partir de ciertas complicidades que involucran al poder político y policial de aquella época. Esto queda plasmado gracias a una minuciosa investigación que incluye testimonios a cámara, documentos y datos de archivo, incorporando fuentes periodísticas y de la administración sanitaria; un recorrido por diferentes puntos de importancia, como el prostíbulo de Rosario y el Cementerio judío de La Tablada. Seis mil cartas de pedido de ayuda son seis mil vidas destrozadas de mujeres-mercancía, no solo por el crimen organizado, sino también por la complicidad y el silencio, que aún duele, de buena parte de las autoridades y algunos sectores de la sociedad. Nunca sabremos en realidad cuántas fueron.
“Impuros”, de Florencia Mujica y Daniel Najenson Por Marcela Barbaro Sin clientes, no hay trata”. Es el lema que se lee en los carteles de las marchas realizadas cada 23 de septiembre, Día Internacional contra la explotación sexual y la trata de personas. Un flagelo histórico, alimentado por la connivencia de distintos actores e instituciones sociales y políticas que, en la Argentina, comenzó a fines del siglo XIX. Impuros, documental dirigido por Florencia Mujica y Daniel Najenson, indaga sobre el tema y se focaliza en el destino de miles de mujeres olvidadas por la historia. El documental orienta toda su investigación desde ese período, que corresponde a la oleada migratoria proveniente de Europa, la cual desembarcó en Buenos Aires entre 1880 y 1930. Muchos de los que llegaron eran judíos polacos decididos a comercializar y traficar con mujeres de Europa oriental, principalmente polacas, bajo la fachada de la “Asociación de Socorros Mutuos Varsovia”, una red legalizada de prostíbulos, con registros de cada mujer que ingresaba. El poder de los proxenetas creció notablemente, hasta generar indignación dentro de la comunidad judía, que los expulsó llamándolos “impuros”. En ese camino, la historia de las víctimas desaparece y el silencio sobre lo sucedido, encuentra cómplice a muchos miembros de la comunidad judía. Filmado en Argentina e Israel, los realizadores recopilan testimonios de historiadores, investigadores como de algunos testigos, mientras comparten información de los archivos en Tel Aviv e intercalan viejas filmaciones e imágenes, que contextualizan el período histórico. Bajo un formato clásico de documental de investigación, el relato se conduce a través de la activista feminista Sonia Sánchez, una escritora y militante contra la trata de personas. Ella acompaña el recorrido de la cámara por el cementerio de La Tablada, donde se destinaron las tumbas de los impuros y de las prostitutas. A esas mujeres, se les negó hasta sus nombres en las lápidas. Esa pérdida de identidad, que es un acto de violencia, también se revela en las cartas donde pedían ayuda y denunciaban su situación de explotación, silenciadas por más de 100 años. Impuros, que tuvo su pre-estreno en la Muestra de Documentales de DOCA, y participó del Festival de Cine Judío de Punta del Este, aporta la mirada conjunta de Florencia Mujica (Escrito en la tierra, La cáscara rota y Parir) y Daniel Najenson (Perros salvajes, Larps y Anatomía), sobre un tema sensible y complejo que se inserta en la problemática de género, la naturalización de los hábitos sexuales masculinos, la hipocresía moral de sectores que acompañan y callan, como de la cosificación del cuerpo femenino considerado una mercancía de consumo. La cronología de los hechos demuestra una historia poco juzgada, y que vincula aquellas mujeres con las de hoy, que aún siguen luchando por sus derechos. IMPUROS Impuros. Argentina, 2018. Dirección: Florencia Mujica y Daniel Najenson. Guion: Malen Azzam y Daniel Najenson. Dirección de fotografía y cámara: Carla Stella. Montaje: Marisa Montes. Música: Leandro Drago. Sonido: Luciana Braga. Intérpretes: Sonia Sánchez, Haim Avni, Yvette Trochon, Myrtha Schalom, José Luis Scarsi, Guillermo Zinni, Rafael Ielpi, Abraham Litchtenbaum, Carlos Martín, Jorge Nieszawski, Jela Rosenthal, Susana Skura, Abraham Schein, Raquel Ferber, Horacio Ferber, Valeria Salum. Duración: 86 minutos.
El documental de Florencia Mujica y Daniel Najenson que cuenta con la participación de Sonia Sánchez, una militante anti-trata y referente feminista, esta realizado en nuestro país y en Israel, y echa luz sobre una historia que siempre tuvo el secreto y la complicidad de la corrupción y el poder como aliados. Es la trata de mujeres llevada a cabo por una organización mafiosa de judíos polacos que a principios del siglo pasado traía mujeres europeas para prostituirlas. Eran chicas engañadas con promesas de casamiento que era cruelmente explotadas y rematadas. Se trata de la temible Zwig Midal, que se instala en nuestro país y luego son expulsados de la comunidad judía. Miles de mujeres explotadas y desaparecidas, de las que solo quedan cartas archivadas en Tel Aviv con pedidos de auxilio. Esa organización criminal que tenía una fachada adecentada con sus integrantes que pasaron a ser los impuros del titulo, y esta historia con los ojos de hoy, son los que muestra esta investigación valiosa.
Migrar es sólo una ilusión de progreso Se debe estar más atento de lo usual con las obras que cuestionan temas moralmente reprobables. La falta de matices en ellas puede tender a conclusiones sustentadas en criticar a partir de prejuicios, válidos o no, pero sin detallar las circunstancias específicas de cada hecho. No porque una película reproche la moralidad cuestionable de otra época, o siquiera la exponga, es una buena obra. Tampoco lo contrario: un film que exponga una conciencia aprobada por nuestros comportamientos actuales no es necesariamente una buena pieza. Impuros (2018) reúne dos temas explotados desde hace décadas: los judíos y la prostitución. Pero aquí hay un giro diferente en principio: investigar la trata de mujeres europeas hecha por los propios judíos en Argentina desde finales del siglo XIX hasta la década de 1930. Así, el documental indaga en el rol de este grupo social fuera del sufrimiento al que usualmente los vinculamos por lo vivido en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. En un primer nivel, los directores están cambiando el preconcepto de asociar a los hebreos con el dolor. El problema de esto es no “desdramatizar” las circunstancias ofrecidas por los realizadores en el segundo nivel. Muchos podemos entender la situación inquietante en la que se encontraron estas mujeres engañadas a casarse para luego ser prostitutas. Y en un momento clave para la violencia de género y la salud pública con respecto al aborto, resulta muy oportuno un documental que aborde este conflicto desde décadas y siglos pasados, como una suerte de antecedente. Sin embargo, ¿qué hay más allá de la moralidad que desvinculó a los judíos de los proxenetas que había entre ellos? El documental presenta, por lo menos, una posición en contra. Abraham Lichtenbaum, el mismo que pide “desdramatizar” la prostitución, cuestiona incluso la necesidad de indagar en la identidad de estas mujeres traídas desde distintos países europeos. Pero los realizadores de inmediato aprovechan la excusa de la vigencia actual, que de a ratos parece un tanto inconexa con el resto de la obra, para exponerla con Sonia Sánchez, una migrante activista que lleva el hilo dramático de la película. Ella visita el sector de los “judíos impuros” en el cementerio, entre quienes se encuentran lápidas anónimas donde se supone que están enterradas algunas de las prostitutas; reflexiona amargamente sobre este rol de la mujer y lee en voz alta las cartas de algunas de ellas. Por su lado, la música contribuye de una manera muy elegante a brindarle misterio a la época investigada. Es probablemente ella la que invita a ver la película hasta el final. Si bien hay pasajes dramáticos que desentonan, la mezcla de clarinetes, cello y contrabajo hacen pensar en la naturaleza subrepticia y diversa con la que funciona la historia a fin de cuentas. Finalmente, que varios de los investigadores señalen el gran alcance económico de estos judíos en la sociedad da cuenta de las conveniencias que se manejan entre los poderes de una ciudad. Estos proxenetas incluso mandaron a construir el cementerio en Rosario para poder ser sepultados ahí y tenían contactos en la policía para hacer la vista gorda cuando fuese necesario. Pero el documental carece de una propuesta diferente que brinde nueva luz sobre las bases inestables que fundaron la sociedad de hoy en día. Por el contrario, propone un somero repaso informativo que, eso sí, impulsa cambios en nuestra manera pasiva de ver la prostitución como un negocio.
Florencia Mujica, realizadora, guionista y montajista, con una amplia experiencia dentro del campo documental y particularmente interesada dentro de la problemática de género, de suma actualidad, encuentra en “IMPUROS” una manera de abordar estos temas urgentes desde la óptica de la historia reciente y sus implicancias sociales en nuestro país. Entre 1880 y 1930 Argentina recibe un caudal inmigratorio europeo de gran importancia. Es el puerto de Buenos Aires un punto neurálgico en donde desembarcan día a día miles de familias que deciden instalarse en nuestro país huyendo del fantasma de la guerra y el hambre. En este contexto un grupo de proxenetas judíos-polacos ingresan a nuestro país y tras la fachada de la “Asociación de Socorros Mutuos Varsovia” se instala una eficaz red para traficar mujeres desde Polonia –las cuales venían a nuestro país engañadas con promesas de dinero y matrimonio- y generar una red de prostíbulos que fue ganando terreno, provocando la indignación de miembros de la comunidad judía que expulsa a estos rufianes bajo el mote de “impuros”. Esta organización de trata de mujeres instaurada casi legalmente en nuestro país con la connivencia del poder político y policial de aquel entonces –dando una especie de marco legal y regulación-, tuvo fuertes implicancias sociales dado que mediante el poder económico y los ingresos que generaba esta actividad, los traficantes intentaron ascender socialmente y, de una manera u otra, ingresar con estas mujeres esclavizadas y violentadas dentro de la sociedad de la época, naturalizando cada vez más su actividad. Lo más potente que saca a la luz el documental “IMPUROS” es el hallazgo de cartas con denuncias y pedidos de auxilio, escritas por estas mujeres que eran alquiladas, vendidas y hasta subastadas. El material de archivo que hoy se encuentra en Tel Aviv va desenmascarando, junto con testimonios de investigadores, historiadores y nietos de inmigrantes judíos, cómo esta red fue ganando espacios en puntos claves de la sociedad de la época como el teatro y espectáculos de convocatoria social, sus intentos de ingreso en el cementerio o el tratamiento del tema de la salud y las condiciones que debían enfrentar con el tema de las enfermedades de transmisión sexual. Esos registros, cartas y recuerdos de este pasado reciente, toman fuerza y mayor cuerpo en la voz de Sonia Sánchez, sobreviviente de la prostitución, escritora, activista y una verdadera referente en el campo de la militancia feminista (y más en particular contra la trata de personas) que hace que todo el material cobre sentido en el presente. Si bien el documental de Florencia Mujica y Daniel Najenson guarda una estructura clásica, los elementos sobresalientes son la banda de sonido nutrida con canciones relacionadas con la cultura judía y ese puente que se instala gracias a Sonia Sánchez entre el presente y estos hechos del pasado que aún hoy pretenden quedar sepultados en el silencio y el olvido. “IMPUROS” expone y le otorga una voz potente a una historia acallada, la de esas mujeres que han sido sexualmente explotadas y que aún hoy siguen enterradas en tumbas sin lápidas, sin ser identificadas, sumidas en el olvido, el señalamiento social y el profundo silencio.
Explotación sexual A comienzos del siglo XX, en la Argentina había seis mil mujeres judías. La mitad eran prostitutas. En la historia del tango abundan las “polaquitas”, chicas traídas de Polonia o de Rusia con engaños, obligadas a “trabajar” a destajo en prostíbulos de la zona de Once y el Abasto, y en el barrio rosarino de Pichincha. Esta trata de personas para la explotación sexual es tal vez la página más negra en la historia de la inmigración en la Argentina, extendida desde mediados de 1870 hasta 1936. En ese momento, la dictadura de Uriburu prohibió las “casas de tolerancia”, llamadas así porque durante ese período la prostitución no era legal pero sí tolerada. En ese tiempo los señores comían y dormían en su casa, pero cogían afuera. Si bien documentales previos abordaban parcialmente el tema, Impuros lo hace de modo más sistemático. Hasta tal punto que se constituye en documento de visión imprescindible para comprender este aspecto esencial de la cultura patriarcal argentina en su pináculo, cuando militares, burgueses e Iglesia formaban un bloque monolítico. La película dirigida por Florencia Mujica y Daniel Najenson tiene como guía a Sonia Sánchez, ex prostituta y militante feminista y en contra de la trata, que lee fragmentos de libros dedicados al tema, expone en una de las marchas del #NiUnaMenos un recordatorio de aquellas mujeres olvidadas, y hace una resonante diatriba final en contra de su manipulación y negación. Lo hace delante de tumbas sin nombre de un cementerio abandonado, en las que esos cuerpos reposan... al lado de sus explotadores, que sí tienen lápidas en regla. Y eso que los cafishos, polacos también, fueron en su momento anatematizados como “impuros” por parte de los representantes de la comunidad judía, expulsados de ella y negadas sus tumbas en los cementerios de la colectividad. Documental de formato clásico, Impuros es una rotunda demostración de que ese formato, bien usado, puede ser del más alto valor. Los testimonios de investigadores, historiadores y autores (y autoras) de libros sobre el tema son concisos, precisos y confiables. Permiten ir armando una historia que se remonta a los pogroms y la pobreza del este europeo, sigue con los miembros de la Asociación de Socorros Mutuos Varsovia viajando al país natal con la misión de detectar chicas solteras, ingenuas y bonitas, prometerles casamiento y un viaje a Buenos Aires, y en el barco que los traía hacia acá, cuando ya no había retorno, informarles para qué se las traía. La Sociedad Varsovia mutó más tarde a Zwi MIgdal, a la que hizo trizas el testimonio de una sola mujer, Raquel Liberman, que se atrevió a denunciar a sus patrones, motivando una detención masiva y la posterior prohibición. Todo eso está aquí, en apretados 86 minutos.
Documental que por coherencia narrativa y unidad conceptual queda registrado en la memoria Durante los tiempos de grandes cambios que hubo en el país, a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, cuando las enormes transformaciones a nivel poblacional y edilicio provocaron un boom social a raíz de las cantidades de inmigrantes que bajaban de los barcos y se instalaban especialmente en las ciudades de Buenos Aires y Rosario, fueron momentos de grandes oportunidades de progreso, y allí estaban también los oportunistas que vislumbraron un gran negocio, a tal punto era redituable que fue legalizado por el Estado y apañado por la policía, como fue la trata de blancas. Este documental reflota un caso muy poco divulgado en la actualidad, pero no por eso menos importante del pasado argentino. Porque hubo una organización, la Zwi Migdal, que traía chicas desde Europa, engañadas con promesas de cambiar sus realidades, pero que, en verdad, terminaban siendo prostituidas y tratadas como una mera mercadería. Con el objetivo de reflotar esta historia, Florencia Mujica y Daniel Najenson investigan y entrevistan a varias personas que saben, o se acuerdan, de lo sucedido, incluso viajan a Jerusalém para conseguir el testimonio de una persona que escribió un libro sobre el tema. Además, se valen de viejas e impecables filmaciones en Polonia, como de aquí también, junto a numerosas fotos de aquellas épocas, registros oficiales, libretas sanitarias, diarios, cartas, donde ciertos fragmentos son mostrados a cámara y leídos por la inestimable colaboración de Sonia Sánchez, quien es una militante abolicionista contra la trata de personas. Su participación es muy necesaria en éste documental, porque ella tiene un perfecto conocimiento de causa y es la que brinda justas dosis de emoción al relato. Todos sabían de la existencia de esta organización, pero nadie la combatía, estaba perfectamente legalizada. Pero todo cambió con el golpe militar de 1930. Ese fue el fin del negocio. El relato es dinámico, informativo, detalladamente descriptivo, gracias a las innumerables pruebas exhibidas en imágenes y narraciones de los interpelados. Y, como una guía, está Sonia Sánchez. Para concientizar al espectador, de lo malo y cruel que es el desarrollo de esa actividad. Con el golpe dado por José Evaristo Uriburu, se ocultó todo con la excusa de no estigmatizar a las chicas. Tomaron la tesitura de que de eso no se habla y lo que pasó, pasó. Es irremediable. Y caso cerrado. Pero para rescatar ese hecho, que muy de vez en cuando se lo recuerda, estuvieron los realizadores del film que lograron con coherencia y una sólida unidad de concepto, para que ésta producción quede definitivamente en la memoria.
La activista Sonia Sánchez camina por un cementerio derruido. En un sector se encuentran enterrados los "impuros" (expulsados de la comunidad judía) y junto a ellos, una cantidad de lápidas sin nombre ¿Son aquellas mujeres que, engañadas por una red de prostitución, llegaron a la Argentina solo para perderse su rastro? Es solo el comienzo de una historia tan perversa como pretendidamente olvidada y que en la denominada Asociación de Socorros Mutuos Varsovia (luego Zwi Migdal), escondía a una poderosa red de prostíbulos. Con una estructura clásica que descansa en los testimonios y en la recopilación de archivo, consigue atrapar revelando uno de los hechos más dolorosos que enfrentó la comunidad judía local y que fuera silenciado durante un siglo.
HIPOCRESÍAS DE AYER Y HOY Hace unos años el documental Malka, una chica de la Zwi Migdal, de Walter Tejblum, reveló, a partir la historia de vida de Malka Abraham -y su asesinato no reconocido oficialmente-, una trama que involucraba a inmigrantes polacos con el tráfico de mujeres que eran traídas al país para ser prostituidas. Esa historia, que se extiende entre fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX, es ahora ampliada a través de otro documental, Impuros, dirigido por Florencia Mujica y Daniel Najenson, que detalla cómo era el accionar de aquella organización conocida como Zwi Migdal y de qué manera se daba la complicidad con las fuerzas policiales y los poderes judicial y político de aquel entonces. Ambas películas se complementan y forman un poderoso alegato. Mujica y Najenson recurren a un formato absolutamente clásico, de entrevistas e investigación, para desandar este camino y exponer no sólo un crimen atroz (o miles de crímenes, para ser más precisos y teniendo en cuenta el material recopilado sobre cartas de mujeres que pedían algún tipo de ayuda ante el sometimiento del que eran víctimas) sino la culpa que pendía sobre la comunidad judía, y que se extiende hasta estos días. El “impuros” del título hace mención a la calificación que alcanzaron aquellos proxenetas una vez que eran enterrados en el cementerio, a regañadientes del resto de la comunidad y con el objetivo de cumplir con los procedimientos religiosos de rigor. Pero “impuros” es, también, una forma cínica de silenciar una historia, de no aceptarse en el otro y de correrse para no asimilar la culpa. Señalar que esos judíos no eran realmente como los otros judíos. Como relata Haim Avni, del archivo central de la historia del pueblo judío en Jerusalem, uno de los mayores escollos que encuentran quienes quieren investigar este asunto es la idea de que da motivos al antisemistismo. Impuros avanza sobre dos frentes. Por un lado, la trama judía, el accionar de aquellas instituciones que se respaldaban en la legalidad obtenida (la lectura de documentos oficiales de aquellos tiempos genera escozor) y en el entramado social y económico que les otorgaba cierto estatus. Pero a partir del testimonio de la militante anti-trata Sonia Sánchez, también trasciende el hecho histórico y reflexiona sobre un presente que no dista tanto de aquellos tiempos. El rol social de la mujer y el hombre, una herencia cultural sobre lo femenino y lo masculino que habilita diversas aberraciones, y un silencio oficial que se construye sobre muerte y sangre de sectores relegados. Sobre el final (en el pasaje más vibrante del documental y donde se exponen las rispideces internas de una comunidad que no se abre demasiado a la autocrítica), Abraham Litchtenbaum, de la Fundación IWO, deja en claro esa hipocresía sobre la que se sostiene el silencio y nos deja el trago amargo de lo que debería cambiar y no puede hacerlo mientras no se derriben determinados muros.
La Zwi Migdal fue una organización de prostitución, que a principios del siglo pasado, funcionó enmascarada tras el disfraz de Asociación de Socorros Mutuos y levantó millonarias ganancias. Organizada por una red de polacos judíos, que en número de 400 se instala en el país para explotar mujeres traídas desde Europa, llegó a tener alrededor de 2000 prostíbulos, 3000 mujeres y complicidad policial y judicial, logrando por la denuncia de Raquel Liberman, víctima de la trata, ser juzgada. Sólo 108 socios fueron juzgados en 1930 y menos de un año después, expulsados del país. La comunidad judía especialmente los radió desde su aparición considerándolos "impuros" y sus restricciones obligaron al grupo a tener sus propias sinagogas y enterratorios. NEGOCIOS Y CORRUPCION La película de Florencia Mujica y Daniel Najenson filmada en Israel y la Argentina asume el formato de documental con fragmentos fílmicos de la época, diarios y archivos, entrevistas, visita a lugares como la casa de Mme Safo en Rosario y el cementerio de Avellaneda (realizada en vivo por una feminista y escritora Sonia Sánchez). El investigador Haim Avhi desde el Archivo Central de Tel Aviv habla de las restricciones que había para hablar del tema, incluso en 1963 cuando él investigaba la historia del pueblo judío en la Argentina ("de eso no se habla"). Cartas conservadas en Israel de víctimas que eran explotadas en Buenos Aires, son leídas por la militante Sonia Sánchez, incluso pedidos de ayuda al gobierno argentino. La escritora Josette Trochon ("La ruta de Eros") se refiere a las campañas que diarios como La Prensa y otros -Crítica, Acción- llevaron a cabo contra estas asociaciones, principalmente judías y francesas. El filme subraya la legalidad de las casas de tolerancia y esto se observa en la exposición pública de carteles con tarifas, remates de mujeres, registros municipales de prostitutas y enfermedades venéreas registradas entre ellas. Casas en Rosario como Pichincha, la muy elegante de Mme Safo, Petit Trianon son citadas por escritores como Ielpi, Zinni y Scarsi, sumados a los valiosos testimonios de la investigadora Myrtha Schalom, autora de "La polaca", libro en que se basó Patricia Suárez para su recordada trilogía teatral y los nietos de Raquel Liberman. "Impuros" visibiliza este momento de la sociedad argentina en el periodo que va de 1880 a 1930, subraya la condena que durante años mantuvo la colectividad judía contra ellos y la complicidad de estado, policías, jueces. Pero también hace oír la voz de aquellos que prefieren el olvido de los nombres de culpables, actitud que el documental descarta publicando nombres de socios de la Zwi Migdal en los créditos finales.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.
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Cuarto documental de Florencia Mujica, éste en codirección con Daniel Najenson, abordando un tema tan importante como necesario, sea la década que sea, la “trata de blanca”. Impuros. Así se los denomina a todos aquellos que en el comienzo de 1900 y la década del ’30, dentro de la comunidad judía prostituían y “comercializaban” con mujeres traídas desde Europa: rusas, polacas, etc. Toda esta red estaba muy bien organizada y amparada desde muchos lugares por ámbitos del estado nacional. “Impuros” era el mote que les ponían dentro de la comunidad judía a todos aquellos que abusaban de la mujer y la colocaban dentro del negocio de la prostitución. Claro está que los tildaban como ya hemos dicho, pero no los entregaban con nombre y apellido porque para adentro todo, pero fuera de la comunidad se mantenían las formas. Impuros es un documental de denuncia, pero también de investigación. El camino que van haciendo los directores lo vemos en las entrevistas con historiadores, autores de libros, luchadoras por los derechos de la mujer, referentes de la comunidad judía, etc., en los textos, en las fotografías. Todo el material que se va aportando para ir desenmascarando ese universo de más de 80 años.
La historia de la prostitución en Argentina a principios de siglo, y en Rosario con Pichincha a la cabeza, vuelve a estar en el centro de un relato con "Impuros". La estructura, el guión y la diversidad de testimonios contribuyen a que el drama que está en el centro de la película adquiera una sorprendente actualidad. Filmada entre Jerusalem, Buenos Aires y Rosario, el trabajo incluye los testimonios de los nietos de Raquel Liberman, militantes, investigadores y escritores, entre los cuales figuran los rosarinos Rafael Ielpi y Guillermo Zinni, hijo de Héctor Zinni, coautor junto a Ielpi de "Prostitución y rufianismo". El título del filme es el nombre que la comunidad judía argentina le daba a judíos de origen polaco que en ese momento se dedicaban al tráfico de mujeres y al proxenetismo y que llegaron al país procedentes de Polonia. Las cifras dan la dimensión del enorme negocio de la explotación sexual, algo constituido con los recaudos de cualquier actividad comercial. Entre 1900 y 1936 ingresaron al país 6 mil mujeres judías, y en ese mismo período, según los registros de prostitutas, figuraban tres mil que probablemente fueron traídas a Argentina por la asociación Zwi Migdal, además de las 6 mil cartas con pedidos de ayuda conservadas en Tel Aviv y que llegaban a Argentina con promesas de matrimonio o trabajo. El documental recuerda el drama de las víctimas y cómo la presión de la propia comunidad judía para expulsar a los "impuros" generó una sucesión de hechos -la intervención de una asociación judía de ayuda a mujeres con sede en Londres, la ley impulsada por Alfredo Palacios, la denuncia de Raquel Liberman y la intervención del comisario Julio Alsogaray y del juez Rodríguez Ocampo- provocaron el colapso de la asociación.