Desprecio. Inevitable no sólo es una película ambientada a mediados de los ochenta sino que además parece haberse escapado de ese período, sin ningún prurito en mostrarse añeja en los modos de hacer cine, hasta pareciera someterse amablemente a esa época en muchos sentidos. Aparecen menciones a la banda Los Twist, posters de marcas ya extintas como la gaseosa Teem, un diario que titula algún esfuerzo del presidente Alfonsín por paliar la crisis, y la frutilla: un escritor ciego (Federico Luppi), quien se sienta con sus dos manos sobre el bastón y es amante del género fantástico como forma para expresar la realidad; específicamente hablamos de la teoría de las dos dimensiones. Claro que nunca se lo llama Borges, todos los personajes que lo rodean hacen un esfuerzo estreñido por evitar la mención de su nombre de pila y apellido (en los créditos su personaje aparece como “ciego”). “Ah, es usted el escritor ¿no?”, le dice el banquero encarnado por Darío Grandinetti en el primer encuentro entre ambos, quien sufre de una crisis cincuentona luego del infarto de un compañero de trabajo, al que acabaron de despedir. La relación entre ambos rápidamente se teje bajo la idea de confesor-confesante bordeada por otro cliché, el del escritor viejo que se las sabe todas, hasta incluso convertirse en una especie de Cupido al aconsejarle sobre una relación non-sancta que tiene el banquero con una artista (una vulgar Antonella Costa), personaje construido también bajo las órdenes del cliché sobre la bohemia. La esposa del hombre en crisis es también un fantasma estereotipado, una psicóloga (Carolina Peleritti) con una paciente gallega. Los cuatro personajes están conectados, todos danzando alrededor del escritor. La palabra que da título al film aparece para teorizar sobre la inexistencia del azar o la fortuna para los encuentros amorosos. Nuevamente, si el cine argentino de los 80 nos reveló algo fue que en una hora y cuarenta minutos se podía inocular mensajes en el espectador, dentro de un parámetro temático que iba desde el pasado político reciente hasta el amor azaroso, como sucede en esta película. Lo peor de todo es cómo el mensaje apaga cualquier voluntad manifiesta de explorar otros aspectos del cine, más allá de los motivos o los temas del momento, y eso es más alarmante que cualquier torpeza orientada a presentar teorías de la dualidad dimensional del espacio-tiempo mezcladas con las relaciones amorosas. Si en el 2014, el cine argentino necesita de una música (que haría sonrojar a Raúl Parentella) para subrayar groseramente los estados de ánimo ante diferentes situaciones, sumado a las maneras ya arcaicas de narrar y de bambolearse por los géneros, estilos y formas de construcción estéticas, es que este supuesto “cine industrial” es llamado así simplemente por la posibilidad de una coproducción europea y de contar con ciertos actores populares, pero de ninguna manera por aducir una madurez en el hacer cine. El mayor desprecio de Inevitable llega hacia el final cuando se pretende vender “gato por liebre” o golpe bajo por vuelta de tuerca y claro, antes de levantarse de la butaca, el espectador se lleva de yapa un lindo mensaje: “nunca es tarde para el amor…inevitable”.
El amor es un eterno destructor. A mitad de los años ochenta, en medio de una ciudad de Buenos Aires que languidece, Fabián (Darío Grandinetti), un gerente de un banco con problemas financieros, sufre de una crisis de identidad y comienza a replantearse su vida cuando conoce en una galería de arte a Alicia (Antonella Costa), una escultora que realiza obras conceptuales en hierro. La crisis se potencia a partir de un encuentro fortuito en el banco de una plaza con un escritor ciego famoso (Federico Luppi), que sin duda alguna es la viva imagen de Jorge Luis Borges en sus últimos años. A la par, Mariela (Carolina Peleritti), la esposa de Fabián, atiende en su consultorio psicológico a Olga (Mabel Rivera), una mujer de edad madura, amargada e insatisfecha con su vida y con las decisiones que ha tomado en la misma, que cuestiona sus métodos psicoanalíticos. En esta Argentina en la que los pequeños bancos sufrían pequeñas perdidas que parecían parte de sus transacciones cotidianas, sin imaginar que esto se convertiría en el comienzo del fin de sus negocios y en una nueva era de concentración bancaria en manos extranjeras, la vida de Fabián es transformada por su obsesión con la atractiva y desinhibida artista, el estancamiento de su matrimonio y la muerte de un colega, circunstancias que lo impulsan a tomar decisiones temerarias y a modificar su vínculo con el mundo que lo rodea. El amor como destrucción es la premisa que Inevitable desarrolla como una parábola sobre el encanto de los encuentros fortuitos y la inevitabilidad de las consecuencias de los actos más ínfimos sobre nuestra vida y la de los demás. En un contexto de grandes cambios políticos y culturales, la personalidad y el carácter de los individuos son afectados y una profesión que otrora parecía una garantía de comodidad y ascenso social pasa a ser un áspero sendero hacia el desastre económico y personal.
Caminos cruzados La co-producción argentino española dirigida por Jorge Algora presenta a un grupo de personajes cuyas vidas se transforman por sus actos y lo hace a través de un relato que habla sobre el amor, el destino y las decisiones que podrían cambiar todo. El realizador de El niño de barro adaptó una obra de teatro escrita por Mario Diament, que instala la acción en el matrimonio de Fabián (Darío Grandinetti), un ejecutivo bancario, y Mariela (Carolina Peleritti), una psicóloga que tiene como paciente a una mujer marcada por el pasado (Mabel Rivera). Fabián entra en crisis luego de un hecho trágico y conoce a un famoso escritor ciego (Federico Luppi) en el banco de una plaza. A partir de ese encuentro y, siguiendo los consejos del anciano, se obsesiona con Alicia (Antonella Costa), una escultora que vive en La Boca y a la que ve como su amor inevitable. Entre los fríos espacios de una entidad bancaria en crisis y los -no menos distantes- de una cena familiar, la pelìcula se mueve entre el drama romántico, con toques algo ingenuos y las historias y relaciones que se irán descubriendo a lo largo de la película. Cuando el suspenso entra en juego (Fabián se disfraza y empieza a perseguir a su amada Alicia) el clima dramático se pierde y desorienta al espectador. Pese a estos titubeos, el drama romántico con tono agridulce sigue el amor en las distintas etapas de la vida y se sostiene por la presencia de un elenco sólido que da credibilidad a sus atormentadas criaturas. Todos sufren por aquello que no fue o lo que simplemente es, entre caminos cruzadosy un hombre de familia que empieza a transitar por otros carriles.
Los amores cruzados Destino, azar, amores inevitables se entrecruzan en este relato que el director español Jorge Algora (El niño de barro, 2007) lleva al cine, inspirándose en la obra teatral de Mario Diament, donde el drama y el suspenso se mezclan a partir de una trama sólida que gira en torno a las consecuencias de la toma de decisiones cuando la rutina resulta aplastante en el caso de algunos personajes o el precio de la incerteza que a veces puede pagarse demasiado caro en el caso de otros. Por un lado, la descripción de una crisis matrimonial de la pareja conformada por un empleado bancario (Darío Grandinetti) y su esposa psicoanalista (Carolina Peleretti) expone el malestar de sus personajes por la falta de horizonte en sus vidas y la aparente renuncia al cambio arrastrada desde la actitud conformista propiamente burguesa. En paralelo, el errático pero a la vez intenso romance clandestino entre el bancario y una escultora, que vive en el pintoresco barrio de la Boca (Antonella Costa), abre las puertas a la aventura y a los inevitables obstáculos que se presentan en el camino cuando la pasión enceguece a la razón. Sin embargo, quien maneja a modo de demiurgo invitado las coordenadas de estos amores cruzados es un escritor ciego –el fantasma borgiano dice presente- interpretado por Federico Luppi, quien desde sus charlas con el protagonista en el banco de una plaza sutilmente interviene en su vida y reescribe metafóricamente su propia historia, quizás deformaciones del oficio de escritor o simplemente como un pretexto para que la soledad no se siente junto a él en esa plaza poblada de inevitables destinos, que el propio ciego desconoce y sobre los cuales no tiene acceso. La estructura narrativa simple y prolija empleada para el desarrollo dramático adopta por un lado la sutileza y el símbolo como hilo conductor de un guión que se destaca por algunas frases ingeniosas en el duelo verbal cotidiano entre Luppi y Grandinetti, cuando no le llega el turno a Carolina Peleretti con una paciente, interpretada con corrección por Mabel Rivera. La actriz Antonella Costa, por su parte, compone un personaje de personalidad avasallante, misterio sensual y cierta fragilidad para conseguir de inmediato la atención del empleado bancario, su billetera y el goce del juego prohibido cuando éste se expone y se obsesiona al punto de disfrazarse (convertirse en otro) y perseguirla hasta las últimas consecuencias. También se vive desde la propuesta como un juego el coqueteo permanente con los dobleces de las personalidades y el vértigo que implica conectarse con los aspectos más oscuros en las relaciones humanas sin reparar en los daños que pueda causar la necesidad de respirar otro aire cuando la atmósfera parece viciada y asfixiante, en esa letanía permanente que se traduce en la falta de desear un cambio por temor o culpa acumulada. El título del film elude precisamente el significado literal de la palabra inevitable para abrir, aunque más no sea desde la actitud inconsciente, la chance de transformarse y mutar hacia otras realidades menos perceptibles cuando la necesidad perentoria de existir parece algo Inevitable.
Las pasiones son inmanejables, nos toman de imprevisto, no podemos controlar el apasionarnos o no por algo/alguien, es algo que sucede. Muchas veces estas pasiones responden a un escape de rutina, a buscar una salida en la monotonía que vivimos todos los días y que nos agobia. Esto es lo que le sucede a Fabián (Dario Grandinetti) protagonista de "Inevitable", nuevo opus del español Jorge Algora, recordado por, entre otros films, "El niño de barro". Fabián está casado con Mariela (Carolina Peleritti), una mujer opaca, muy seria, de clase, y que parece haber olvidado cómo encender el fuego en la pareja. Mariela es psicóloga, y repetidas veces la vemos en sesiones con una mujer irritada, Olga (Mabel Rivera). Pero el entorno familiar, al que hay que sumar una hija imposible de tratar, no es lo único que ahoga a Fabían; de profesión banquero, recibe presiones constantes de su jefe capitalista. El clic comienza un día en que uno de sus compañeros (Carlos Kaspar) muere de un infarto repentino, y al no recibir ninguna devolución de su familia haya un oído y consejos de parte de un hombre ciego que se sienta todos los días en la misma plaza que Fabián; este hombre (interpretado por Federico Luppi) funcionará como una voz de la conciencia liberadora. La liberación final llegará el día que nuestro antihéroe conozca a Alicia (Antonella Costa) una artista plástica, bohemia, la cual se convertirá en una obsesión por poseer. Ambientada durante los años ’80 sin una razón demasiado clara, "Inevitable" se presenta como un drama de argumento clásico, en el que se mezclan las pasiones amorosas, las disyuntivas sociales en contra del ritmo que impone la vida capitalista, y críticas a distintos tópicos comunes de una vida acomodada y de clase alta. Estos intentos se resienten en un resultado que luce forzado. Los personajes si bien podrían ser interesantes pecan de lugares comunes y se resienten unilaterales y hieráticos. Aún así, los interpretaciones del conjunto hacen su esfuerzo noble y apreciable para hacer sus criaturas creíbles. Algunos detalles como la falta de una verdadera expresión de amor más ligada en la escena a una obsesión momentánea, sumados a cierta inverosimilitud de diálogo y actitudes, tampoco ayudan a que la historia fluya. La dirección de Algora y la fotografía de Suso Bello son correctas, no tanto una banda sonora algo altisonante. Inevitable es un film con altas y bajas, con ambiciones quizás más grandes de lo que el resultado llega a ofrecer
De gente que convive durante años pero que no llega a conocerse, de rutinas que asfixian y de la imposibilidad de tratar de ser uno mismo más allá de lo que los demás piensan, habla Jorge Algora (“El niño de barro”) en “Inevitable”(Argentina, 2014). En la película, que recientemente se proyectó en Pantalla Pinamar, hay un gris empleado bancario, Fabián (Darío Grandinetti), casado con Mariela, una psicóloga (Carolina Peleritti), con la que apenas cruza palabra en el desayuno y a la que aún respeta porque tal vez en algún momento fue feliz en sus brazos. Pero un día, con la muerte de un compañero de 20 años de trabajo, luego que es echado del banco, algo cambia en su interior y misteriosamente, o “inevitablemente”, conoce a Alicia (Antonella Costa), una joven escultora con la que iniciará una relación paralela hasta obsesionarse. Dos mundos opuestos (la espontaneidad versus la estructura) que colisionarán sin vuelta atrás. Los encuentros con Alicia serán cada vez más frecuentes, y serán impulsados por un famoso escritor ciego (Federico Luppi), a quien Fabián encontrará en el banco de una plaza. El escritor funcionará como una “conciencia” de Fabián, no ya sobre qué debe hacer, sino cómo relacionarse con el mundo. La idea de “Inevitable” funciona. Porque todos sabemos esto de que hay cosas que no se pueden evitar. El amor y la muerte son dos de ellas. Y justamente a estas se las puede “ayudar”, para bien o para mal, para que pasen o no. Aunque cuando un giro de la historia haga entrever otro registro dramático, la potencia inicial se diluye y muta. Algora cuenta la historia principal en una Buenos Aires de los años ochenta, con walkmans, jeans nevados y Ford falcones circulando por las calles, con planos detalles, algunos travellings un poco sucios y la preponderancia de los espacios cerrados (el banco, la casa de Fabián, el atellier de Alicia), tan cerrados como las obtusas mentes de sus protagonistas. Los encuentros entre los “enamorados”, impedidos de una instantaneidad comunicativa (no hay celulares), serán pocos pero fuertes. Hasta que Alicia decide tomar distancia y evitar seguir en una historia que no llegará a ningún lado. Allí la normalidad inicial dejará su lugar a un discurso diferente en el que la idea de “no poder vivir sin arriesgarse” marcará el tiempo de la acción. “Cómo pudiste vivir conmigo sin pasión” le pregunta Mariela a Fabián en un desayuno, y él más que bajar la mirada otra cosa no puede hacer. Hay otra historia que se hilvana en “Inevitable” y es la de Olga (Mabel Rivera) y el escritor ciego (Luppi) a través de las sesiones en las que a Mariela le contará su pasado (un amor que no pudo ser). Y esto a pesar que el tono de comedia por momentos con el que Algora refleja las sesiones de Olga y Mariela contraste con la solemnidad de la trama principal. Olga le pregunta a Mariela por su vida sexual “siento que usted hace años que no tiene un buen orgasmo” y ella le responde “el matrimonio es mucho más que lo que pasa en la cama”. Y mientras ella se afirma a sí misma esto (aunque ansía una descontrolada noche de sexo) su marido deja de pensar eso para vivir otra historia con la joven escultora. La química entre los actores y las interpretaciones logradas de los protagonistas han podido superar algunos vacíos y errores en la trama de “Inevitable”. No hay que pedirle más que lo que propone, pero abre el juego a la lectura sobre aquellas relaciones por comodidad que tan mal pueden hacerle a los seres humanos.
Como de Borges, pero con lágrima y reproche Mario Diament, antes periodista, luego dramaturgo, tiene escasa participación cinematográfica. En 1977 colaboró en el guión del melancólico film "¿Qué es el otoño?", de David J. Kohon. En 2003 fue motivo del documental "Recóndita armonía", de Eduardo Montes Bradley (que se ocultó tras el seudónimo de Lupita Vélez, sólo reconocible por los viejos espectadores de cine). Eso era todo. Pero en 2013 Diament fue llevado al cine, no en una, sino en dos películas, ambas basadas en la misma pieza teatral: "Cita a ciegas". Protagonizada por Víctor Hugo Vieyra, dicha pieza disfrutó dos temporadas de éxito en el Cervantes, años 2005 y 2006. El año pasado la repusieron en el Colonial, con Gerardo Longo. Es una obra de reducido elenco, cuyos personajes, tristemente vinculados entre sí, charlan ocasionalmente con un viejo escritor ciego sentado en el banco de una plaza. El ciego ve lo que los demás no pueden, y a veces sugiere algún consejo fácil de dar, o juega con alguna excusa metafísica para soñar que un romance imposible se esté concretando en otra dimensión paralela. Pero en cierta ocasión alguien se toma demasiado de sus palabras, y varias cosas se desbarrancan. Las versiones cinematográficas se llaman "Puzzle", de Andrei Zinca, Rumania (con dinero de EE.UU., donde se estrenará como "Puzzle for a blind man"), e "Inevitable", del autor de "El niño de barro", Jorge Algora, coproducción hispano-argentina que se estrena hoy entre nosotros. En ambas, el ciego apoya las manos sobre el bastón igual que Borges. Sólo que en la rumana usa un moñito estilo Jorge Asís, y en ésta habla con la respiración entrecortada como Borges, pero con la voz todavía firme de Federico Luppi, que sale de su estilo habitual para componer mejor su personaje. El y Darío Grandinetti son los protagonistas. Antonella Costa, la antagonista que despierta la "inevitable" pasión de un señor casado, al que también vemos sentado en otra especie de banco (es gerente de inversiones). Hay algo de provocación y sexo. Pero las mejores actuaciones femeninas están a cargo de Mabel Rivera y Carolina Peleritti, de admirable caracterización como víctimas laterales del drama pasional. Muy buena, la escena sin palabras donde ambas se enfrentan a la desgracia. Escena elogiable, además, porque altera el tono uniforme de la representación. También altera un poquito la obra original, y lo hace para bien. Otros cambios, bastante menores, sólo afectan al precio de un cuadro y a la escalera mecánica de la estación Saint Michel de Paris, cambiada por la tristona y romántica rúa do Villar, de Santiago de Compostela. Se incluye además una reunión de directivos para lucimiento de Néstor Zacco en carácter de cruel financista y Carlos Kaspar como fusible en cargo intermedio. Los créditos finales juegan con la consoladora idea de una realidad alternativa. Se mantienen las referencias a "La educación sentimental", de Flaubert. Y se agradece a la familia Pallarols el bastón labrado que usa el ciego. A fin de cuentas, a Borges también le habían regalado uno.
Buen muestrario de un drama La película está correctamente contada por el director Jorge Algora, él que también supo guiar muy bien a sus actores, para que cada uno le aporte naturalidad y espontaneidad a sus personajes. Un drama romántico, en el que sus protagonistas pertenecen, en su mayoría, a la generación que va de los cuarenta a los cincuenta años, es el que propone el director español Jorge Algora. El filme, una adaptación de la pieza teatral "Cita a ciegas", de Mario Diament, fue rodado en locaciones de Buenos Aires y parte de la crisis que estalla en la vida de Fabián Ladner (Darío Grandinetti), un gerente de inversiones de un banco, cuando se entera de la muerte de un compañero de trabajo. Este fue víctima de un infarto, pocos minutos después de que el presidente del banco le informara que había sido despedido. Fabián está casado con Mariela (Carolina Peleritti), una psicoanalista, con la que tiene una hija adolescente. Todo es rutina en la vida de la familia, comen, duermen y prácticamente no se hablan. La suya es una casa sin novedades, sin cambios. Pero a éstos finalmente los va a dar Fabián, cuando se le cruce en su camino una escultora, Alicia (Antonella Costa), que vive en el barrio de La Boca, con la que termina teniendo sexo y que finalmente se convertirá en una obsesión para el hombre de saco y corbata. LOS CAMBIOS En el medio de la "tormenta" por la que atraviesa el protagonista, un mediodía, en el banco de una plaza conoce a un escritor, al que sólo se menciona como "el ciego" (Federico Luppi). Este personaje que imita ciertas posturas de Jorge Luis Borges, alude al autor de "Historia universal de la infamia", aunque nunca se menciona su nombre. Finalmente entre la "movida" situación por la que atraviesa Fabián, el escritor se convertirá en una brújula, en un guía que le hará replantearse algunas cosas de su vida al gerente ahogado por la monotonía. "Si algo es inevitable va a suceder", le dice un día "el ciego" a Fabián y así se van sucediendo varios hechos, que lleva a todos los personajes a tomar una determinación en sus vidas. "Inevitable" está correctamente contada por el director Jorge Algora, él que también supo guiar muy bien a sus actores, para que cada uno le aporte naturalidad y espontaneidad a sus personajes. Desde este punto de vista ninguno desentona y entre algunos tangos que se escuchan de fondo y acompañan ciertos climas del filme, se admiran las actuaciones de Darío Grandinetti, Federico Luppi, Carolina Peleritti y Antonella Costa.
Crisis y desencuentros Dos jóvenes caminan por la calle en la España de mediados de los cinecuentas, se miran, vuelven a mirarse, pero ninguno de los dos se anima a acercarse al otro, cada uno sigue su camino, y tal vez se arrepientan toda su vida de no haberse dicho nada. Treinta años después, en Buenos Aires, el matrimonio de Fabián (Darío Grandinetti) y Mariela (Carolina Peleritti) atraviesa una crisis. Ambas historias están relacionadas. Fabián es un ejecutivo bancario, y Mariela es psicóloga, ambos son exitosos en sus trabajos, llevan una muy buena vida junto a su hija, pero sus exigentes carreras los tienen estresados y han perdido la pasión por lo que hacen. Mariela cree que un viaje solucionará sus problemas maritales, pero Fabián encuentra otra solución a su apatía y comienza un fogoso romance con una joven escultora (Antonella Costa), que saca de él toda la emoción que hace años no sentía, lo que hace que comience a manejarse de forma extraña; en pocas palabras, deja de ser quien era. Mientras la pareja se aleja cada vez más, dos extraños personajes: un escritor ciego (Federico Luppi) con el que Fabián mantiene largas charlas en un parque, y Olga (Mabel Rivera), una demandante paciente de Mariela, darán vueltas alrededor de la historia, hasta que el circulo se cierre. Las actuaciones son correctas, y la historia está llevada con dinamismo, aunque muchas situaciones parecen poco creíbles, y no llega a crear un clima de suspenso interesante. Por momentos parece que no solo la estética fuera ochentosa, sino también la forma de sobreactuar algunas situaciones. El principio es realmente prometedor, es una hermosa escena, en la que nos quedamos con ganas de saber que ha pasado con esos jóvenes, si algún día volverán a encontrarse. Pero lo que comienza de forma tan prometedora, se va desintegrando en una historia bastante común de crisis de la mediana edad, relatada con unos cuantos lugares comunes, y un final, por suerte, bastante inesperado.
Es una película interesante que contrapone la vida rutinaria y acomodada de un matrimonio formado por un banquero y una psicóloga. Un quiebre, un amor pasional y el encuentro con un escritor -obvia referencia a Borges- y un destino de dolores y reencuentros. Muy buenas actuaciones de Dario Grandinetti, Federico Luppi y Antonella Costa. Aún con algunas obviedades vale la pena.
Torrente pasional Transposición de la obra teatral Cita a ciegas, de Mario Diament, Inevitable (Jorge Algora, 2013) cumple con la premisa de poner el acento en lo cinematográfico, más allá de su origen. Es la historia de un vínculo que surge como una aventura y muta hacia un final inesperado. Un viejo escritor ciego, sentado en una plaza. Un alto ejecutivo bancario de mediana edad, con una vida rutinaria. Un cruce casual entre ambos y una serie de hechos que se precipitan de allí en más hacia la tragedia. Y en el medio, tres mujeres: la del propio empleado, la que pudo ser el amor del escritor, y un joven artista que es la hija de la segunda. Todo en Inevitable está conectado; de allí que se hable tanto de los encuentros, de lo casual y de lo probable. Y en esa conexión está la mirada (aunque suene paradójico) del escritor ciego, que no es otro que el mismísimo Jorge Luis Borges, interpretado con verdad por Federico Luppi. Inevitable sigue con detenimiento cada uno de los sucesos de la obra de Diament, que en la puesta ofrecida algunos años atrás en el Teatro Cervantes (actualmente la obra está en cartel en otro teatro) dividía el espacio escénico en varios espacios dramáticos. Una cualidad que muchos críticos señalaron como “cinematográfica”. Tal vez por ello, la película fluye y no se advierte la génesis teatral. A la vez, se hace evidente un trabajo eminentemente fílmico; en la secuencia inicial (que vuelve una y otra vez a la mente del escritor) y en otros momentos no presentes en el texto dramático. La historia comienza como una reflexión sobre los “laberintos de la vida” pero desde una mirada plácida, se diría levemente inofensiva. La historia de Fabián Ladner (Dario Grandinetti) tiene mucho del Bartleby, aquel personaje que dice “preferiría no hacerlo”. Sólo que él… lo hace. De la vida rutinaria del trabajo a la vida rutinaria familiar, con su esposa psicoanalista (Carolina Peleritti, en una muy buena actuación) que en su consultorio bucea en la vida de Olga (Mabel Rivera). Ella es una mujer de avanzada edad que funciona como un reflejo especular de lo que podría ser su propia psicóloga si se entregara al pesimismo. Alicia (Antonella Costa), la hija de Olga, es una artista con poco éxito, tema central de sus sesiones que devendrá en la perdición de Fabián. Lo que no termina de convertir a Inevitable en una propuesta sólida son, precisamente, algunos momentos que en la obra eran aludidos, y que aquí no se cohesionan con la propuesta integral. Cuesta mucho ver en la obsesión de Fabián un signo humorístico, por más que algunos diálogos tiendan a buscarlo. Como también cuesta no ver en el final una precipitación innecesaria resuelta con flashbacks. Un recurso que se percibe forzado y algo obvio, y resume el torrente pasional con escenas pueriles que relegan el luminoso plano final en un encuentro poco trascendente, cuando es allí en donde se cierra la trama amorosa.
Son demasiadas, y bastante forzadas, las casualidades que hilvanan la historia de esta película del español Jorge Algora. Basada en la obra teatral Cita a ciegas, de Mario Diament, tiene como protagonista a un gerente bancario agobiado por las miserias de su trabajo y la rutina de su matrimonio que se enamora perdidamente de una escultora, cuya madre es paciente de su esposa psicoanalista. Al mismo tiempo, el gerente se encuentra por fortuna con un escritor ciego que escucha sus problemas y lo aconseja. De ese escritor -que Federico Luppi compone a imagen y semejanza de Jorge Luis Borges- está enamorada desde hace años, y en silencio, la madre de la escultora que se psicoanaliza. Hay que hacer un esfuerzo importante para comprar esa trama llena de vínculos calculados desde el guión, para terminar de aceptar su verosímil. Y también para no aburrirse con una serie de tópicos muy transitados sobre los que la película de Algora no dice nada nuevo: la abulia de la vida en pareja, el impiadoso mundo de los negocios, la extravagancia de los artistas... Inevitable, una palabra repetida hasta el hartazgo en el film, parece condenada desde su propio título a replicar lugares comunes de un cine solemne y didáctico que por acá estuvo en boga en los 80. El elenco resuelve con eficiencia las ataduras que impone un argumento tan remanido, aun cuando los actores estén obligados a decir cosas como "acá no se viene a trabajar, sino a hacer dinero" y "mientras usted se compra esa blusa hay gente que no tiene para comer" y deban moverse en el ámbito de una ficción donde los artistas callejeros odian a los banqueros y un marchand es necesariamente gay. Sobre el final, una abrupta vuelta de tuerca que sataniza al alienado personaje interpretado con solvencia por Grandinetti termina por confirmar que la sutileza nunca estuvo en los planes de Algora.
Los riesgos de un amor infiel La película recuerda a algunos films de la década del '80, a pesar de los giros originales. Casi siempre se debe andar con cuidado cuando se cruzan el teatro y el cine, en este caso, a través de una pieza de Mario Diament. El riesgo está presente por tratarse de diferentes lenguajes que tensionan sus características con alto riesgo. Inevitable, en ese sentido, es un ejemplo atípico de esa relación, inclinada a describir a un matrimonio en crisis (él, empleado bancario; ella, psicoanalista), un escritor ciego que aconseja sentado en el banco de una plaza y una escultora del barrio de La Boca. Desde ese cuarteto de personajes, a los que suman otros periféricos, como una paciente de la psicoanalista y la hija de la pareja, el director español Algora reflexiona sobre el amor, la infidelidad, el paso del tiempo, la rutina laboral y la posibilidad de romper con una monotonía y empezar una nueva vida. Inevitable, en sus momentos de interés, evita los clisés de una pareja burguesa en crisis, más aun cuando el guión decide narrar la historia de infidelidad del esposo (Grandinetti) con la escultora (Costa). Allí, la película acomoda ciertas piezas dispersas que, a medida que transcurre el relato, irán conectando al ahora sexteto de personajes. Por su parte, los diálogos entre el marido en crisis y el escritor oráculo, bien expresados desde ambas interpretaciones, se sumergen en esa temible caja cerrada que caracteriza al teatro. En esos instantes dialécticos, Inevitable recuerda a algunos films de la década del 80 contaminados –para mal– por el lenguaje teatral. Ese sistema narrativo, oscilante por sus subas y bajas, modificará su tono en el último segmento, revirtiendo una sexual historia de amor infiel hacia un relato de connotaciones criminales. En ese costado oscuro que elige Inevitable para resolver su trama, seguramente procedente de la obra original, la película suma puntos, descreyendo definitivamente de su look de historia sobre pareja en crisis para meterse de lleno en las dificultades que puede ocasionar una infidelidad con sus buenos momentos de sexo y placer carnal.
El amor en los ’80 La reciente colaboración de realizadores españoles con el cine argentino ya ha entregado algunos títulos de real valía, como Atraco! y Séptimo, y ya sea haciendo participar a intérpretes de aquí o rodando en nuestro país, esta integración está rindiendo sus frutos. En el caso de Inevitable, el director Jorge Algora, responsable de la atrayente El niño de barro, aborda una trama completamente distinta, aunque también un extraño pero hipotético crimen se produce. Inspirándose en una obra del notable autor Mario Diament, esta película vuelve a poner a Darío Grandinetti en un protagónico fílmico, acierto que se extiende a otros intérpretes talentosos como Federico Luppi y Antonella Costa. Ubicada en unos indeterminados años ’80, el film propone devaneos amorosos, filosóficos, psicológicos y hasta metafísicos, en una amalgama que, con inteligencia y sensibilidad, no se aparta de la peculiar línea narrativa pero que podría haber dado aún para más. En medio de un matrimonio desgastado y una muerte cercana, el protagonista tomará decisiones inesperadas, que sacudirán sus vínculos y su vida rutinaria, mientras que un escritor ciego (referencia clara a Jorge Luis Borges) intervendrá otorgándole nuevos devenires a la historia. Un estupendo Grandinetti, pleno de matices, junto a una Costa intrigante y bella, comandan un elenco en el que también se destaca la española Mabel Rivera.
Algo tenía que suceder "Un ínfimo detalle puede torcer el rumbo de nuestra vida", dice un anciano escritor en "Inevitable", que aunque nadie lo nombre es el mismísimo Jorge Luis Borges. La frase es clave en el filme de Jorge Algora ("El niño de barro"), porque es lo suficiente para que Fabián (Darío Grandinetti) torne su destino en algo realmente inevitable. Basada en la obra teatral de Mario Diament, "Cita a ciegas", la película está ambientada en los años 80 básicamente porque es la época en la que el autor de "Ficciones" y "El Aleph" estaba con vida. Se trata de un homenaje al vuelo del consagrado escritor, pero también, y más aún, la película es un culto al amor, a jugársela por los sentimientos, cueste lo que cueste. Y dejar el mensaje que nunca es tarde para conquistar aquel amor que daba cosquillas en el estómago. La historia se desanda a partir del derrotero de Fabián, el gerente de un banco cuyo presidente adhiere a "la ley del gallinero", esa que reza que "la gallina de arriba caga a la de abajo", así, sin eufemismos. Una tragedia laboral comenzará a hacerle ruido en la vida supuestamente ordenada a Fabián, quien en su intimidad apenas cruza palabras con su mujer (Carolina Pelleriti), una terapeuta maltrada por una paciente insatisfecha (Mabel Rivera, en buen rol). El gris muta en rojo cuando Fabián conoce accidentalmente a dos personas. La primera es aquel viejo iluminado, que en la película se lo identificará como Ciego (Federico Luppi, en notable interpretación de Borges), y la segunda es Alicia (Antonella Costa), una artista sin demasiados pruritos para entablar relaciones. De estos vínculos asomarán mundos paralelos que en algún momento se van a cruzar. Y allí será donde Fabián se encontrará con una parte de sí que jamás hubiese imaginado.
Pura superficie Jorge Algora repite en Inevitable lo rasgos de un modo de realización que ya había mostrado en El niño de barro: una producción cuidada en tanto registro obsesivo del escenario, una construcción plástica realista y por momentos capaz de determinar más el relato que el vacío narrativo, una fotografía pretendidamente cuidada (esta película no sólo tiene salto de continuidad visual, sino también registros que sólo sirven para quebrar el sentido dramático incluso en el exceso visual) y por sobre todo, una notable carencia de ritmo narrativo. Basada en Cita a ciegas, la obra de teatro de Mario Diament, la película cuenta la historia de un gerente de banco, hombre de altos ingresos y familia ordenada interpretado por Darío Grandinetti. Darío, conmocionado por la muerte súbita de un viejo compañero de trabajo a punto de ser despedido, conoce una mujer joven que lo fascina desde el comienzo. Descentrado, en crisis con su vida cotidiana, se encuentra con un viejo y famoso escritor ciego en el banco de una plaza, y será él quien le hable del amor, de lo inevitable del destino y de la muerte. La idea del amor y lo trágico desde la versión borgiana, donde ya no hay un Dios que sobredetermine al hombre, sino el destino, es central para entender esta historia de, por qué no, amor, locura y muerte. Ante esta nueva condición, el camino hacia lo inevitable, el amor y el destino propio será lo que busque a pesar de su mundo ordenado y previsible. La trama tiene el apoyo de la solidez del relato de Diament, que cruza ideas del universo borgiano con La educación sentimental de Flaubert, pero el guión en muchos momentos no logra articular la idea de la infalibilidad de aquel amor único y el destino. Lo que circula en Inevitable -y nos parece muy pertinente el título de la película- semeja lo que estructura El muerto, cuento de Borges donde el protagonista sabe que todo amor no es inevitable, sino que lo inevitable es el destino que cada amor incluye antes mismo de ser amor. Algora como director muestra el mismo registro que ya presentó en El niño de barro. La película carece de ritmo (aclaración, ritmo no es vértigo, sino un conjunto de relaciones internas de los elementos que lo componen, que regulan la tensión del relato, de acuerdo por supuesto a la intención del realizador y a la trama). Monocorde, el relato nunca alcanza la tensión necesaria para recuperar incluso las tensiones de los personajes. Inevitable parece por momentos más una parodia que una tragedia. El realizador nunca apela al fuera de campo, a los silencios, a los supuestos. Todo está dicho, todo está mostrado, todo está iluminado. La película así se pierde rápidamente e incluso el supuesto erotismo que carga -todo erotismo es una posible fuente de tensión entre los personajes que pugnan por la verdad de un amor- parece un cuidado ejercicio plástico. Desaprovechando la fuente sobre la que está basada la película, Algora parece no entender profundamente aquello que elige contar. De este modo, en Inevitable lo que termina entregando es una obra banal y construida sobre la pura exterioridad.
Inevitable está basada en la pieza “Cita a ciegas” del dramaturgo Mario Diament (responsable también de la reconocida obra “Tierra del fuego”). El protagonista es Fabián, un ejecutivo bancario cuya rutinaria existencia dará un sorprendente giro al conocer a un escritor ciego, inspirado claramente en Jorge Luís Borges, y una joven artista que despertará los más oscuros deseos de Fabián. Los créditos de apertura están acompañados por una secuencia en ralentí en la que dos personas se cruzan azarosamente en calles españolas muchas décadas antes de la época en la que se sitúa el relato. Ese breve encuentro entre el escritor y la mujer dejará huellas en ambos personajes y dinamizará la narración. El recurso de la cámara lenta aplicado a una secuencia de varios minutos claramente no es la decisión más adecuada para comenzar una película, pero una vez que el relato, ambientado en la Buenos Aires de los años 80, empieza a desarrollarse el director Jorge Algora (El niño de barro) demuestra gran habilidad para disimular el origen teatral del texto y darle aire y dimensiones cinematográficas. A favor de Inevitable también debe decirse que hay una sólida dirección de actores, la composición de Federico Luppi encarnando a ese casi Borges crepuscular es notable, pero el resto de los intérpretes encabezados por Darío Grandinetti y Antonella Costa también brindan sólido trabajos. Algora cuenta esta historia de un oficinista enloquecido dispuesto a arriesgarlo todo por una mujer más joven, ensayando motivaciones y lecturas borgeanas vinculadas al amor y su sino trágico, pero la profundidad del guion no está a la altura de ese intento. Por otra parte Inevitable en ningún momento transmite esa tensión, ese nervio que siente el protagonista y que lo lleva a movilizar la acción del relato. Más correcta que lograda, inevitable termina siendo una película perfectamente evitable. Por Fausto Nicolás Balbi fausto@cineramaplus.com.ar