Jugando por amor es una comedia que si bien ofrece menos de lo que promete, se deja ver, tiene buen ritmo y es eficaz si buscás distraerte un poco. La historia es muy sencilla, levemente divertida, llevadera, pero más que olvidable y con aporte nulo al género. Lamentablemente la premisa era buena pero...
Un retroceso de Muccino A mediados de los años 90, el término “soccer mom” se popularizó mucho en Estados Unidos. Literalmente se traduce como “mamá de fútbol” o “mamá futbolera” y se utiliza para referirse a un segmento de la población femenina, de clase alta o media alta y con casa en los suburbios (esos barrios hermosos que suelen aparecer en las películas familiares de Hollywood) y dedican gran parte de sus horas a llevar a sus hijos a practicar deportes (dentro de los cuales el fútbol parece ser uno de los preferidos para los chicos y chicas de alrededor de 10 años). Jugando por Amor, el nuevo filme estadounidense del director italiano Gabriele Muccino, apoya fuertemente su relato en la existencia de este extracto de la sociedad yanqui, las “madres futboleras”...
El partido de la vida Está claro que el escocés Gerard Butler puede interpretar cualquier tipo de papeles, desde 300, pasando po títulos como La Cruda Realidad y hasta Posdata: te Amo. En este caso interpreta a un ex jugador de fútbol, quien pasará a la posteridad por su gran talento con el balón. En la actualidad, el retirado de la cancha, George, cuenta con una montaña de deudas y una un mundo de mentiras, escapando de los alquileres y vendiendo su ropa deportiva y medalla. George intentará encontrar una segunda oportunidad entrenando al equipo de su hijo Lewis y buscando de ese modo, recuperarlo. Mientras intenta insertarse nuevamente en el mundo de la fama, conoce a Carl (Dennis Quaid), un codicioso y manipulador padre de uno de los chicos, que busca sacar provecho del ex crack. Uno de hallazgos de Jugando Con Amor, es el cambio de perfil de Jessica Biel, haciendo de esposa y madre, con escaso maquillaje y sin intentar ser una "femme fatal". El rey del fútbol, nota que al acercarse a los chicos, se le suman un número de madres- admiradoras, mujeres con distintos perfiles: casadas (Uma Thurman), separadas (Catherine Zeta-Jones) y desoladas (la genial Judy Greer). Encantador con las mujeres y con su acento extranjero, George termina colocándose en el centro de la atención como en los viejos tiempos, pero también puede perderlo todo. Producida por el mismo Gerard Butler y dirigida por el italiano Gabriele Muccino (En busca de la Felicidad, Siete almas, El último beso, Recuérdame), el equipo está completo para jugar en toda la cancha.
La quemadísima y típica historia romántica de padres separados con hijo pequeño En Jugando por amor, Gerard Butler vendría a ser una especie de Batistuta que ha triunfado en grandes ligas europeas y decide viajar a los Estados Unidos para intentar recuperar el amor de su ex mujer y dedicar por fin tiempo a su hijo. Curiosamente, nuestro protagonista no cuenta con demasiado dinero: alquila una pequeña casa de huéspedes a un casero extranjero, se encuentra en morosidad avanzada respecto de sus cuentas corrientes y demás (¿puede recaer tan bajo un ex jugador que ha sido estrella en equipos de elite del primer mundo?). Así, se ve obligado a reinsertarse en el mercado como comentarista deportivo, a la vez que toma el mando como entrenador de categorías infantiles de un equipo mixto en el que juega su pequeño hijo. Sin nada que no hayamos visto dentro de esta suerte de comedia romántica, Jugando por amor cae en los mismos, reiterados y ultra agotados arquetipos de personajes y modos de relato: por ejemplo, la pareja de la figura femenina a reconquistar siempre resulta un sujeto insulso y aburrido; la complicación o el supuesto punto de tensión resulta el casamiento de estos dos individuos que debe ser frenado y revertido por el intérprete principal para que todo lleve al “happy ending hollywoodense”. Por si fuera poco, los Premios Razzie (se dedican a gratificar a aquello que se considera como “lo peor del cine”) se encargaron de incluir en la nómina de peor actriz secundaria a Jessica Biel. La película es tan común que no entusiasma en lo más mínimo, quedando disminuida a mostrarse de a escasos ratos entretenida para ver en familia y rescatando la garra y el carácter de todo terreno de Gerard Butler para remarla solo en este olvidable film. LO MEJOR: Butler y su empeño. Las escenas “voyeuristas” del casero extranjero. LO PEOR: no ofrece nada nuevo. Súper clásica, falla en la parte conmovedora, previsible. PUNTAJE: 4
La segunda oportunidad En Jugando por amor (Playing for Keeps, 2013), dirigida por Gabriele Muccino, el protagonista se replantea cómo continuará su vida, tanto en el plano profesional como en el afectivo. Gerard Butler y Jessica Biel conforman una pareja que enamorará a los seguidores del género. George Dryer (Gerard Butler) es un reconocido ex jugador de fútbol que debió dejar el deporte tras sufrir una lesión. Desempleado y con deudas, decide instalarse nuevamente en Estados Unidos para acercarse a su hijo de 9 años, quien vive junto a su madre (Jessica Biel) y su futuro padrastro. La vida de George cambia aún más cuando es elegido como el entrenador del equipo de fútbol en el que juega su hijo porque empieza a comprender, quizás por primera vez, lo mucho que el pequeño lo necesita. Su incorporación le traerá problemas al convertirlo en el centro de atención de algunos padres de los chicos, como Barb (Judy Greer ), Denise (Catherine Zeta-Jones), Patti (Uma Thurman) y Carl (Dennis Quaid). Pero también lo obligará a decidir si acepta o no el desafío de recuperar a su familia. Jugando por amor es una comedia romántica que transita la mayoría de los giros propios del género, pero que además indaga en profundidad los sentimientos de un protagonista que tiene que empezar su vida casi de cero, haciéndose cargo de una “fama” que ya no le corresponde. Las diferentes situaciones personales que atraviesa George se suceden en paralelo a la historia de amor, que se destaca por los diálogos que mantienen los personajes de Gerard Butler y Jessica Biel. La dirección del italiano Gabriele Muccino, se suma a la excelente recreación del vínculo padre-hijo que logra Butler junto al pequeño y prometedor intérprete Noah Lomax. Enredos amorosos, importantes decisiones, la incertidumbre de la soledad y el miedo a perder los afectos también están presentes en un film que no defraudará a los amantes del género porque si bien tiene la mayoría de los clichés, la historia permite que surjan numerosos subtemas tan o más importantes que el romance en sí mismo. Jugando por amor asegura una tarde entretenida y, quizás, sirva de disparador para repensar algunas cuestiones.
En mitad de cancha El italiano Gabriele Muccino, en una nueva incursión en Hollywood, deja de lado los solemnes dramas de superación como En Busca de la Felicidad (The Pursuit of Happyness) o Siete Almas (Seven Pounds) para contarnos en tono de livianita comedia cómo el ex futbolista escocés George Dryer (Gerard Butler) se muda a los Estados Unidos para recuperar la relación con su hijo Matt y de paso intentar reconquistar el amor de su ex esposa Stacie (Jessica Biel). Para comenzar a andar dicho camino decide convertirse en el entrenador de fútbol del equipo de su hijo, aunque no sospecha que esa decisión lo acercará demasiado a las madres de sus entrenados. Jugando por Amor (Playing for Keeps) avanza en el terreno de la comedia con un buen comienzo en donde se presenta a modo de comparación el pasado de Dryer como futbolista, mostrando el glamour, el éxito y las chicas que eran moneda corriente en su vida, y su actualidad vestido a medias en traje y sentado en el sillón de su modesta y desordenada casa grabando una cinta de audición para convertirse en comentarista deportivo. Luego de esto se sigue prosperando hacía la línea de gol con el adentramiento a la distante relación del citado protagonista y su pequeño hijo. Inmediatamente después de ese comienzo altamente prometedor (?) comienzan a atisbarse los primeros traspiés debido a que Muccino y el guión de Robbie Fox empiezan a abrir distintos focos de conflicto que más adelante no tendrán casi ningún peso en la trama, de hecho en varios pasajes serán abandonados y en el ¿mejor? de los casos serán retomados torpemente quitando fluidez y naturalidad a este film. Tal es el caso del protagonismo que adquiere el excéntrico Carl, encarnado por el querido Dennis Quaid, a medida que avanza la película para que inexplicablemente sea "borrado" de la misma y luego se lo invoque sobre el final de manera torpe y exclusiva para dar pie al último giro narrativo característico de las obras que se precien de ser clásicas. Más allá de esos gestos poco comprensibles y exagerados y esos diálogos disparados desde esa boca de "côté", banco a Gerard Butler y creo que es un actor bastante "solvente" a la hora de protagonizar una producción de acción o este tipo de comedias. Acá se mueve con la pelota cortita y al pie y no realiza ningún amague que lo deje en orsai. Jessica Biel no es una gran actriz y de hecho debe haber llegado un poco por su talento (aún por demostrar) y otro bastante porque está fuertísima. Ahora, querido Muccino, si Biel está más buena que el Programa de Fantino luego de que pierda alguno de los equipos grandes de la Argentina ¿Para qué la ponemos en frente de una cámara con ropa suelta, despeinada y casi sin maquillaje? ¿Para que esa "fealdad" la haga más creíble? ¿Y entonces no era mejor convocar a una actriz con un talento más acorde a tus intenciones para el personaje? En fin... Ojo, Biel no está mal en su papel, pero considero a este tipo de acciones totalmente innecesarias. Jugando por Amor maneja con soltura el balón cerca de su propia área, pero a la hora de tomar riesgos y comenzar a definir las situaciones creadas no logra avanzar más allá de la mitad de cancha.
Cuando semejante elenco está en cartelera, siempre desconfío un poco del resultado final. Si a eso le sumamos a un director con su grato recorrido, bueno…mis alarmas empiezan a sonar. Aún así, me encontré con una buena historia que, si bien responde a la romcom con sus espacios comunes y predecibles, termina siendo una película disfrutable. George (Butler) es un personaje un poco patético, que fue una figura del fútbol europeo hace tiempo y una serie de malas decisiones hoy lo tienen alicaído. En esos momentos en los que los flashes se empiezan a apagar, hace un balance de su vida y para eso, tiene que criticarse su rol de esposo y padre. A lo largo de la película lo vemos cómo pasa de ser un padre ausente, a ser entrenador del equipo de fútbol de su hijo, a playboy/trofeo de las madres de los compañeros del nene y a intentar ser un mejor padre en el proceso. Mete la pata todas las veces que puede hasta que finalmente empieza a entender cómo jugar. Butler siempre me ha gustado mucho para comedias. Tiene pasta de galán, esa facha un poco torpe y un poco tierna que me cae bien y que va muy bien con el género. El tema es que Jessica Biel no parece tener interés en nadie más que en su botox (paupérrima su interpretación de la ex), pero como tiene una buena batería de secundarios como la monumental y siempre preciosa Catherine Zeta Jones, Uma Thurman y Dennis Quaid, la cosa se relaja por momentos. El escenario es un barrio en los suburbios de Virginia, lejos de las grandes ciudades que solemos ver en estas cintas y eso promueve mucha magia en la fotografía para poder relajar sobre aquello que no pasa en los diálogos. Sostengo que a la pareja le falta química, lo cual en una de estas películas es casi insalvable. Gabrielle Muccino ya ha demostrado en "En Busca de la felicidad" que sabe manejar muy bien las relaciones entre padre e hijo en la pantalla. El guión, si bien es divertido, trae pocas cosas nuevas. Sigue remarcándose el rol de él que más que mujeriego se va convirtiendo en rehén de mujeres (muy tano. Disculpen pero me hizo pensar en Marcello en la Dolce Vita donde erraba de mujer en mujer) y un lindo ritmo cómico. Dista de ser la película del año, pero no decepcionará a muchos
En tu cabeza hay un gol Gerard Butler, el de “300”, es un ex crack de fútbol perseguido por las mamás de los chicos a los que entrena. Las películas románticas de Hollywood con deportistas retirados -no que estén por el piso, sino que ya no practican lo que mejor saben hacer- suelen ser sobre béisbol o fútbol americano, pero ¿sobre fútbol (soccer)? Que Gerard Butler sea el protagonista y uno de los productores mucho tiene que ver: es amante de este deporte, y no hace falta ponerle un doble cuando el escocés George Dryer, su personaje, hace jueguito con la pelota. Pero más que un filme sobre el deporte, Jugando por amor, del romano Gabriele Muccino (El último beso) el trata sobre los enredos en los que el divorciado George se mete. No se sabe por qué se separó de Stace (Jessica Biel), aunque se intuye que el que metió la pata u otra cosa fue él. Los hechos son que para estar más cerca de su hijo Lewis (9 años), se muda a Virginia, EE.UU., donde su ex ya formó pareja y hasta está ordenando un nuevo vestido de novia. Un buen día George acompaña a Lewis a una práctica de fútbol de la escuela y termina siendo él quien dirige a los alumnos, para alegría de unas cuantas madres. Que como hay presupuesto son Catherine Zeta-Jones, Uma Thurman y Judy Greer. También está Dennis Quaid, aunque no se involucra románticamente con Butler como las otras, pero sí juega ese papel de ganso que tan bien le sale a él y a su hermano Randy. Un poco desperdiciado, sí, pero está. La película empieza realmente muy bien, con diálogos, ritmo y situaciones que hacen querible al personaje -endeudado, no sabe cómo pagar el alquiler, todo le sale mal-, hasta que la comedia pega el volantazo o habrá que decir da un pase de 40 metros- hacia el almíbar. Lo que parecía un gol de media cancha pasa a ser una jugada estudiada, pensada, bien ejecutada, pero que se caía de maduro el camino para llegar al gol. Bien Butler (Thurman -como Quaid- podría ser más pretenciosa), la película entretiene; pintaba para goleada y termina ganando apretada, pero sin pedir la hora.
George Dryer (Gerard Butler, galán de belleza rústica y desaliñada) es un ex jugador de fútbol. Antes era exitoso, ahora no. Jugaba en grandes clubes de Europa y no se nos explica cómo llegó a no tener un peso ni para pagar el alquiler. Ahora vive en una ciudad pequeña de los Estados Unidos, para estar cerca de su hijo, que vive con su ex mujer. George quiere ser comentarista deportivo en TV, pero frente a la inactividad y el hecho de que el entrenador de fútbol de su hijo es un bueno para nada, se convierte en DT infantil. Hay, por supuesto, madres de los otros chicos y chicas (es un fútbol mixto) que están interesadas en el "escocés que está fuerte". Con estos elementos, Jugando por amor se ve tironeada en sus dos tercios iniciales entre la "película deportiva" de niños que parece despuntar, pero que se ahoga en la nada y unos minutos de vodevil con pocas puertas y ritmo ausente. Sobre el final se decide por ser una comedia de rematrimonio sin prepararla antes (en todo caso se ponía el acento en la relación de George con su hijo). Este descalabro estructural se ve acompañado por música que podría explicarle a un ciego lo que está sucediendo, hasta con letras de canciones que dicen literalmente lo que está pasando. Y con algunas actuaciones que nos llevan a sonrojarnos: hay que tener capacidad de daño cinematográfico para que Uma Thurman quede ridícula, o para que alguien de estirpe clásica como Dennis Quaid sea apenas un monigote (y con un personaje que se ausenta tanto tiempo que parece que se lo hubieran olvidado). Las claves argumentales son de un alto nivel de capricho (esas fotos del final, por ejemplo), y no logran disimular que había poco y nada para contar y que se contó mal y con obviedad carente de encanto. El director de esta irrelevancia rayana en la tontería supo, en los comienzos de su carrera en Italia, trabajar con situaciones obvias y dotarlas de brío, energía, velocidad, emoción. Gabriele Muccino encantó con los problemas del amor en Ecco fatto , Ahora o nunca y El último beso . Luego comenzó una decadencia y una caída libre en Hollywood cuyo punto más bajo es, por ahora, esta película aguachenta y carente de atractivos.
Muchas jugadas de pizarrón La nueva producción hollywoodense del director italiano Gabriele Muccino es una comedia romántica a la que por momentos le agrega elementos de drama. Y se enreda. Las películas no tienen que ser todas imprevisibles; hay muchos géneros e historias cuya base es justamente que el espectador sepa cómo va a terminar y que la diversión consista en ver como desarrolla el camino su director. La comedia romántica es una de ellas. Ahora bien, Jugando por amor es una comedia romántica que por momentos es simplemente una comedia y por otros es una comedia dramática. Es decir que su mayor problema es que no define con claridad sus objetivos. El director italiano actualmente en Hollywood Gabriele Muccino tiene una interesante carrera donde juega con todas estas ideas de género. En Italia hizo films muy populares como Ahora o nunca y El último beso. En los Estados Unidos impactó con Siete almas y En busca de la felicidad. Aquí cuenta la historia de una ex estrella del fútbol inglés (Gerard Butler) que vive en los Estados Unidos e intenta conseguir trabajo en televisión como periodista deportivo y a la vez recuperar la relación con su pequeño hijo. El trabajo y el hijo, el superar aquellos años de gloria y asumir una nueva etapa con madurez. La cercanía aumenta cuando él dirige el equipo de fútbol infantil donde juega su hijo. Esos son los temas de la película, al menos los que se presentan desde el comienzo. Sin embargo, el guionista deseó agregar la historia de amor. Y se enredó por completo. Jugando por amor tiene algunos momentos cómicos, otros incómodos pero se va desarmando en su emotividad forzada. Muccino maneja, al menos en este caso, mejor el humor que la emoción. Se abandonan situaciones, se prometen cosas y luego todo se va resolviendo de forma acelerada. Esta falta de rigor obedece a que la historia quiere llegar a un final y para que el espectador no adivine ese final es capaz de hacer cualquier cosa con el guión. Pero esto a la película la desarma, no la mejora. El ritmo narrativo es bueno, los actores tienen algunos momentos simpáticos y el hijo del protagonista (interpretado por Noah Lomax) brilla en una interpretación sobria y efectiva. Justamente la exploración de la relación padre hijo parecía ser el tema original de la película, pero los personajes de la madre (Jessica Biel) y varias madres de otros chicos, interpretadas por Uma Thurman, Catherine Zeta-Jones y Judy Greer, lo complican. Incluso el hombre rico y poderoso que interpreta Dennis Quaid tiene poco para aportar. La película es divertida, pero es muy difícil encontrarle un sentido.
Cuando el fútbol une a todos Es una comedia sobre padres e hijos. El guión de Robbie Fox, es liviano, nada trascendente, pero el director logró transformarlo en una historia atractiva, a través de un marcado ritmo en las escenas y la gran simpatía que derrochan sus protagonistas. Esta es una comedia sobre padres e hijos, bien condimentada por el director italiano Gabriele Muccino, lo que permite que seae disfrutable, para pasar un buen momento en familia y, de ser posible junto a los hijos. "Jugando por amor" tiene la sutil picardía de un grupo de adultos que juegan a enamorarse, como si fueran adolescentes, y en particular las mujeres son capaces de seducir, sin ningún prejuicio, al entrenador de fútbol de la escuela, a la que van sus hijos. El guión de Robbie Fox, es liviano, nada trascendente, pero el director logró transformarlo en una historia atractiva, a través de un marcado ritmo en las escenas y la gran simpatía que derrochan sus protagonistas. FAMOSO JUGADOR Su principal personaje es George (Gerard Butler), un ex futbolista que años atrás se hizo famoso en el campo de juego. Ya retirado decide viajar a una pequeña ciudad de Estados Unidos, a reencontrarse con su hijo Lewis (Noah Lomax) de unos ocho años, que no ve desde tiempo atrás. El chico vive con Stacie (Jessica Biel) su madre y la nueva pareja de ella, Matt (James Tupper), con el que la mujer está próxima a casarse. La cuestión es que a poco de llegar a la ciudad, George alquila una casa, ve a su hijo, está feliz, pero no tiene trabajo. Y un día en que acompaña al chico a su entrenamiento de fútbol, le ofrecen hacerse cargo del grupo. George acepta encantado la propuesta, porque además le permitirá estar junto a Lewis. Pero las madres de los chicos se enteran que el nuevo entrenador es un ex futbolista famoso y concurren a conocerlo. A partir de ese momento George será "tironeado" por Carl (Dennis Quaid) el celoso padre de uno de chicos y por su esposa Patti (Uma Thurman); a la vez que descubrirá que una de las madres, Denise (Catherine Zeta-Jones) es una ex entrevistadora deportiva que alguna vez conoció. Al verlo ella se siente intensamente atraída por George, al que le ofrece presentarlo a la señal ESPN para hacer una prueba para un programa deportivo. SOLTERO "CAZADO" En el medio de tantas madres que intentan "cazar" al separado y soltero George, también se ubica su ex mujer, Stacie (Jessica Biel), la madre de Lewis, la que al verlo tan seguido por su casa, aunque no lo dice se vuelve a enamorar de su ex marido. "Jugando por amor", habla de la familia, las reconciliaciones, el volver a empezar y el entender que los hijos, como en este caso, se merecen cualquier sacrificio por parte de los padres. El equipo actoral, desde Gerard Butler (George), hasta Jessica Biel (Stacie), el pequeño Noah Lomax (Lewis) o Catherine Zeta-Jones (Denise), resultan más que convincentes en sus actuaciones.
Goles son amores "Jugando por amor" es una comedia romántica, clásica, centrada en el personaje de George Dryer (Gerard Butler), un ex jugador de fútbol escocés a quien luego de conocer el éxito en la liga europea, pasados los treinta, una lesión lo deja fuera de la cancha. Perdido y tratando de comenzar de nuevo, decide mudarse cerca de su ex esposa y su hijo, para reconstruir la relación con él. Las cosas no resultan fáciles, su hijo ya tiene diez años, y George no tiene experiencia como padre, así que como primer paso para intentar acercarse al pequeño, se convierte en el entrenador del equipo de fútbol infantil. Con esto, no solo logra acercarse más a su hijo, sino también convertirse en el objeto de deseo de las madres de los pequeños jugadores; señoras con dinero, y bastante aburridas con sus roles de esposa y madre. Mientras trata de ver qué puede hacer con su vida, cómo ganar dinero sin patear una pelota, cómo ser un buen padre y averiguar qué le pasa con su ex, tiene que lidiar con el acoso de las madres, y con el padre manipulador y canchero de uno de los niños, que está fascinado con la llegada de la celebridad deportiva. La historia alcanza un equilibrio bastante justo entre humor y momentos emotivos, con un protagonista que atraviesa una serie de situaciones graciosas, pero que por primera vez en su vida esta tratando de ser responsable, y de enmendar errores cometidos. Si bien Gerard Butler tiene la gracia y el carisma suficiente para que la película gire en torno a él, da la sensación que actrices tan buenas como Catherine Zeta Jones o Uma Thurman parecen estar de adorno, y solo caen rendidas a sus pies, sin tener nada muy interesante para decir o hacer. La fotografía y la música son correctas, sin destacarse demasiado, y si bien la película cuenta con la dirección de Gabriele Muccino, no está a la altura de otras de sus obras como "Siete Almas" o "En Busca de la Felicidad", ya que no logra profundidad en su relato, y acaba construyendo no más que una comedia liviana.
Gabrielle Muccino es un director italiano que trascendió internacionalmente por su película El último beso, que luego tuvo una olvidable remake norteamericana. El suceso de aquel film hizo que despertara interés en Hollywood y así fue que terminó realizando En busca de la felicidad, que brindó un gran trabajo actoral de Will Smith y su hijo Jaden. Jugando por amor es la segunda apuesta de Muccino en Estados Unidos, donde fue literalmente masacrado por la prensa de ese país. Sinceramente no me pareció que la película fuera tan terrible para que castigaran al director con tanta saña, donde en algunos casos hasta lo catalogaron de misógino. No entiendo que les pasó a los críticos yankees con esta producción. Dentro de las comedias románticas el cine norteamericano ofreció filmes muchísimos peores que este que no recibieron tantos palos. Si viste El último beso te das cuenta que este fue un proyecto que Muccino hizo por encargo, ya que hay un abismo entre ambas obras, pero tampoco es tan terrible como para matarla. Gerard Butler se maneja muy bien con los momentos humorísticos y está rodeado de buenos actores como Dennis Quaid y Catherine Zeta Jones. Si bien la trama es predecible y ya la vimos en otras películas, el director lleva muy bien la historia apoyado en un buen elenco. No es un relato que emocione y uno lo recuerde como uno de los grandes filmes románticos de los últimos tiempos, pero zafa y brinda un buen entretenimiento dentro de este género.
Desde el gran salto que dio Gerard Butler por el lado de la acción con 300 que su carrera no ha sido la misma. Metido de lleno en el territorio de las comedias románticas, el galán escocés lamentablemente no hace pie en un medio en el que no se lo ve cómodo, pero que le sigue siendo atractivo según corren los años. Qué se puede decir entonces de Gabriele Muccino, quien desde la lacrimosa The Pursuit of Happiness no logra un éxito en suelo americano. Quizás este paso desde Italia hacia Estados Unidos haya hecho que Playing for Keeps sea una tediosa y vulgar comedia romántica -que poco tiene de humor y lo básico en historia del corazón- que atrasa en vez de innovar o al menos reciclar elementos comunes. No es que sea insoportablemente mala, sino que resulta demasiado lineal, sin un ápice de sapiencia o inteligencia, con un guión firmado por Robbie Fox, que con tan sólo ver que su último guión fue una comedia bizarra de 1994 ya dice todo. La historia es la de un jugador de fútbol caído en desgracia que llega a un pequeño pueblo buscando recuperar a su familia mientras sufre los embates de las soccer moms, esas madres futboleras en busca del soltero codiciado que interpretan sin carisma ni pasión Catherine Zeta-Jones y Uma Thurman -como las más experimentadas-, o Jessica Biel y Judy Greer -las jóvenes-, todas en conjunto con actuaciones acartonadas para el olvido. Butler, por muy simpático que resulte, empieza a mostrarse un poco lastimoso en la evolución de su filmografía, sin un rumbo fijo amén de la sanidad de su cuenta bancaria. Hace rato que no se veía de una manera tan clara un film en el cual todos los involucrados firmaron por el cheque, desde el director con su trabajo más que seguro, hasta el elenco. La película carece de una evolución de personajes coherente y en cambio repite una y otra vez los mismos esquemas hasta la edulcorada conclusión, que se hace obvia desde los primeros cinco minutos. Los pilares de la comedia de enredos entre las mujeres y el seductor irresistible, los problemas familiares, las emociones prefabricadas, la banda de sonido, todo es tan reiterativo que sobrevivir a este telefilm de sábado en la pantalla grande es tarea para los aficionados a este tipo de cine, en donde la tendencia misógina de un macho cabrío frente a los avances de amas de casa desesperadas prepondera sobre cualquier otra linea argumental. Más que jugar por amor, el lema de Playing for Keeps debería ser jugar por jugar, como lo hacen los involucrados en el proyecto, que mal que mal, se llevan su dinero bien ganado a sus casas. ¿Y el espectador? Bien, gracias.
Gerard Butler se luce en una comedia romántica entretenida, dejando de lado su estereotipo de ganador nato, para componer un personaje con matices y mas humano. Con buenos gags y un elenco a la altura en el que se destacan JESSICA BIEL que logra muy buena química con su galán y un trío de amas de casas desesperadas y acosadoras compuesto por CATHERINE ZETA JONES, UMA THURMAN Y JUDY GREER.
Típica comedia con toques agridulces, donde un ex jugador de fútbol partidario de la vida loca, intenta, ya en quiebra, reconquistar a su esposa, y especialmente reconstruir su vínculo con su hijo. En el ínterin lo siguen asediando las más lindas y él intenta la buena letra. Jessica Biel es linda pero inexpresiva, se lucen Uma Thurman y Gerard Butler la juega de lindo triste. Nada nuevo, agradable.
Un italiano suelto en Hollywood En sus primeras películas, de fines de los ’90 –Ecco fatto, que no se vio por aquí, Ahora o nunca, que sí se vio–, el romano Gabriele Muccino supo convertir el entusiasmo y urgencia de sus jóvenes protagonistas en pura energía cinética. Y lo cinético es, como se sabe, pariente directo de lo cinematográfico. El último beso conservaba el gusto por la velocidad. Pero una velocidad que mostraba ya una tendencia a girar en el vacío. Vacío temático que la siguiente Ricordati di me (2003) dejaba más en evidencia. Con su traslado a Hollywood (definitivo, por lo que puede verse), Muccino extendió el vacío a lo estilístico. Como quien retira su firma. Como quien se retira. Del cine, al menos, para mantenerse sólo como escruchante, lunfardismo de origen italiano. Las lacrimógenas En busca de la felicidad y Siete almas reunieron el Hollywood más redentorista y golpebajero con el mar de lágrimas all’italiana, mientras que Jugando por amor muestra ahora un apurado rejunte de fórmulas varias, rellenado con un elenco de rostros conocidos. ¿Alguien conoce a alguna estrella de fútbol europeo, ex del Milan, la liga francesa y la selección de su país, que, tras retirarse en edad jubilatoria, sea un muerto de hambre? Si no lo conocían, aquí lo tienen. Siguiendo a un amor, el escocés George Dryer (interpretado por el escocés Gerard Butler) fue a parar a la lejana Virginia, donde tras tener un hijo terminó separándose. El típico caso del tipo al que la mujer echa de casa, por no ocuparse del chico. ¿Alcohol, drogas? No, la única sustancia que Jugando por amor distribuye es la sacarina. George anda sin laburo y encuentra uno, el día que acompaña al pequeño Lewis a una práctica de fútbol. El presunto entrenador es un chanta que les enseña a patear “con los dedos” (¿?), por lo cual el bueno de George se convierte en nuevo coach de los Ciclones, preparándolos de allí en más para la conquista del campeonato. Original, ¿verdad? Junto con esa película “deportiva” convive el drama familiar en el que el padre desaprensivo deberá reconquistar al hijo y, de taquito (de fútbol se trata), a la mamá (la bella Jessica Biel, aquí revelando insospechados progresos actorales). Con todo esto se entrelaza un asomo interruptus a la picaresca sexual (sin sexo: ésta está pensada para toda la familia), con las mamás Catherine Zeta-Jones, Uma Thurman y Judy Greer echándole los galgos al churro del nuevo entrenador. Se pega todo eso con la elegancia de un Funes Mori tirando paredes y se obtiene una película que confirma que lo del signore Muccino comenzó siendo ahora y terminó siendo nunca.
A ver si disimulan un poco más chicas. Encontrarse en un momento de la vida en que ya no se tienen metas claras y en que uno siente que la edad le pide a gritos madurez y responsabilidades adultas, es algo que sucede muy a menudo. Eso es lo que le va a pasar a George (Gerard Butler) en esta nueva película ‘familiar’ que no se aleja demasiado del estilo ‘Disney’ para un domingo a la tarde. George es un escocés, ex estrella del fútbol europeo que tras una grave lesión se ve obligado a retirarse antes de tiempo. Su desafortunada condición lo obliga a abandonar todo sueño no alcanzado regresando a épocas pasadas, y lo hace volviendo a Virginia (Estados Unidos), lugar de origen de su ex esposa que vive junto al hijo que tuvieron 10 años atrás. George se culpa a sí mismo cada día de su ahora miserable vida, y lejos de los lujos que gozaba en su juventud deportiva, vive un presente endeudado hasta el cuello que lo obliga, incluso, a vender sus más preciadas preseas futbolísticas. Para colmo de males, la joven y bella Stacie (Jessica Biel) aparenta tener una vida ya resuelta, con una nueva pareja, nueva casa, nuevo auto… Y pese a que su hijo le obsequia un suspiro de alivio frente a tanta adversidad, George no sabe siquiera cómo ser un buen padre y se encuentra totalmente perdido en cada aspecto de su vida. ¡Pero! Cuando menos creía que lo que iba a conseguir era una oportunidad laboral, el equipo de fútbol escolar en el que se desempeña su pequeño Lewis necesita de un buen entrenador. Y allí comienza entoncesla carrera por el oro. Gerard es un tipo 10 para ayudar a estos niños a ganar el campeonato y, ni lentas ni perezosas, las madres que asisten a los partidos enseguida intentarán sacar provecho del gran ejemplar. De repente, el tipo se ve rodeado de situaciones incómodas que envuelven diversos intereses, mientras intenta encontrar unequilibrio adecuado que deje a todos contentos. Falso amigo que va, falso amigo que viene, Jugando por Amor (Playing for Keeps, 2012) es un film que entretiene gracias al aporte de frescura del protagonista, pero que no se puede destacar más que en eso. Sorprendentemente, los nombres que completan el cartel de actores secundarios son interesantes; UmaThurman, Catherine Zeta- Jones, Jessica Biel, Dennis Quaid, entre otros. Sin embargo, el reparto conocido no basta para que la historia no caiga en lugares comunes y sea absolutamente predecible. Quizás desde el plano visual hay un par de detalles interesantes, pero también hay situaciones que quedan a medio resolver, enfocando la película en el lugar más básico que tiene el relato, y es por eso que no pasa de un film ‘del montón’ con una calificación apta para mayores de 13 años. Si te interesan los deportes, en especial el fútbol, te va a gustar ver el espíritu competitivo que tiene el film… No mentira, en realidad te va a gustar ver a Gerard Butler patear pelotas con un simpático acento escocés y a Jessica Biel cabecear y hacer tacos un par de veces. También vas a obtener una cuota de autos deportivos para el infarto y alguna que otra situación que hará incomodar al protagonista pero sonreír al espectador. Ya viendo el título de la película uno puede anticipar cuán original será el guión de la misma y cuán viciosamente repetitivas pueden llegar a ser las escenas. En fin, yo apuesto a que Gerard Butler puede marcar goles mucho más interesantes y es por eso que le saco una tarjeta amarilla de advertencia. Ya saben, a la quinta no juega el próximo partido. @CinemaFlor
Sólo para tardes de zapping en el cable Esta es la clase de película que puede verse tranquilamente por televisión haciendo zapping. No es que sea mala. Está bien hecha, se hace bastante llevadera para públicos familiares y culmina con las debidas moralejas. Sólo que su historia es harto repetida, las instancias del argumento son siempre previsibles, la puesta en escena es rutinaria, la música es melosa y los intérpretes practican gestos inverosímiles de primer año de una mala escuela actoral (o de añares de mala escuela de televisión), salvo el protagonista, que mantiene la misma cara de cansancio y fastidio hasta cuando se le tiran encima Catherina Zeta-Jones y otras buenas señoras. Bueno, de vez en cuando tiene alguna sonrisita, por ejemplo cuando le avisan de un lindo trabajo de comentarista deportivo. En otros tiempos el hombre tuvo cierto cartel dentro del fútbol inglés, pero ahora está en algún pueblo de Louisiana como director técnico de fútbol infantil, todo para estar cerca de su hijo en edad de crecimiento, y, de paso, ver si recupera a su ex esposa que está por casarse con otro. En fin, ya más o menos se sabe lo que va a pasar con el equipo infantil, el trabajo de comentarista, el hijo, la ex y las demás. Quizás haya alguna inquietud respecto a las posibles reacciones del nuevo novio de la ex o el actual marido de alguna desesperada, un desubicado con plata que por suerte provee el único chiste bueno de toda la película, cuando los dos grandulones están peleando abrazados por el suelo y los niños creen que es un festejo y saltan formando una pila de alegría. Lo contamos, por si alguno ya se aburrió y quiere cambiar de canal. Intérpretes, el escocés Gerard Butler, Jessica Biel, Zeta-Jones, Judy Greer, simpática, Dennis Quaid y Uma Thurman. Director, Gabriele Muccino, que en Italia supo hacer comedias románticas de atendible nivel.
El rematrimonio tan temido Una ex estrella del fútbol europeo aparentemente (nunca se nos dice por qué, pero no puede pagar el alquiler de su casa) en bancarrota; ese mismo jugador, George Dryer (Gerard Butler), tratando de conseguir trabajo como periodista deportivo; Dryer, afincándose en un pueblito de los Estados Unidos para ver si puede recuperar el lazo con su pequeño hijo del cual está distanciado; Dryer, como entrenador de fútbol del equipo del hijo; Dryer -con espíritu de vodevil-, como objeto del deseo de las madres de las compañeritas del hijo; los padres de los chicos, incentivando y tomando conductas reprobables para que sus hijos avancen en el plano deportivo; Dryer, intentando recuperar a su ex esposa que está a punto de casarse nuevamente. Son muchas las posibilidades que Jugando por amor tenía para ser, dentro de las convenciones -y no hay nada de malo en ellas-, una película atractiva: a eso había que sumarle un buen elenco y la velocidad habitual del director Gabriele Muccino. Incluso, queda subterráneo un tema mayor, como es el choque cultural en la visión sobre el fútbol que pueden tener un europeo y un norteamericano (sumémosle que el director de la película es italiano). Pero no. Entre todos los ítems mencionados anteriormente, elija usted el menos interesante. Y no fallará: Jugando por amor es, poco felizmente, una película que se termina conformando con ser una de rematrimonio. Muccino fue una de las miradas más vitales del cine industrial italiano de la nueva era: Ahora o nunca o El último beso fueron películas inmensamente populares, renovadoras en cuanto a un sistema de estrellas que estaba vetusto y también voraces en la forma en que Muccino entiende el ritmo cinematográfico. No es un director clipero, las escenas duran lo que tienen que durar, pero el italiano casi no entiende de transiciones: sus películas son intensas. Bueno, un poco eso quiso trasladar a los Estados Unidos. Pero la mudanza ha sido trágica: y si bien En busca de la felicidad y Siete almas son películas cuestionables desde lo ético, tenían al menos esa voracidad narrativa típica de Muccino; los personajes se definían por acciones extremas, el ritmo era el latido del relato. Sin embargo con Jugando por amor ya no sólo la película es pobre conceptualmente, sino que además cualquier rasgo autoral se ve sepultado por una historia romántica de bajo vuelo que encima se construye mal. Los diferentes tópicos abordados en el primer párrafo no son caminos posibles, son instancias que el propio film instala histéricamente: casi como un delantero soltado en velocidad, la película amaga en ir para cada uno de esos lados. Pero recién sobre la última media hora, fija su objetivo: la posibilidad de que el protagonista Dryer no sólo haga fuerte el lazo con su hijo, sino que además se quede con Stacie, su ex. Y si bien con la temática del rematrimonio el cine de Hollywood ha entregado excelentes piezas, no es este el caso porque básicamente no se lo propone desde el comienzo sino que es una especie de manotazo de ahogado con el que intenta cerrar este relato feliz y perdicero. Jugando por amor pierde efectividad porque se nota la escritura del guión, cada giro se hace demasiado explícito y algunas situaciones que bordean el ridículo (unas fotos) sólo están ahí como trampolín para el final. De esta manera, Muccino termina por perderse en el panorama de un cine industrial escasamente satisfactorio, tal vez menos pretencioso -y por eso mismo más agradable- que sus dos primeros films en Hollywood, pero igual de inocuo. No obstante, lo que termina por molestar de esta película es el nivel de berreteada de su guión, que mete y saca personajes sin ninguna lógica, construye comic relief fallidos (el dueño de casa árabe) y se empeña sistemáticamente en hacer de buenos intérpretes como Dennis Quaid y Uma Thurman unos monigotes sin gracia. ¿Cuál es el sentido de todas las mujeres que se le lanzan a Dryer? ¿Por qué se lo muestra sin dinero si eso no tiene mayor injerencia en su desarrollo? ¿Qué pasa con el dinero que un personaje le da para que ponga al hijo? Un montón de incógnitas sin resolver. Jugando por amor apila elemento pero no define nunca (como esos delanteros vuelteros). Y todo para no mostrar, desde un comienzo, que se trataba nada más y nada menos que de una película de rematrimonio.
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AL FINAL SE BORRA A veces el fútbol deja extrañas secuelas. Esto le pasa a este ex crack que por esas cosas raras del cine, tras jugar en los mejores equipos, anda sin un peso, solitario, intentando recuperar el amor de su hijo y, si se da, poder llegar a una semifinal con su ex. Al final consigue un puestito de entrenador en un equipo escolar. Y allí la vida le devuelve una sonrisa: los chicos lo quieren, llegan los resultados, las mamis lo acosan y hasta su mujer empieza a valorarlo. Es un tipo familiero, tosco pero muy raro: dos mamis irresistibles (nada menos que Uma Thurman y Catherine Zeta Jones) le imploran para que las lleve a la cama, pero el técnico las rechaza porque está enamorado de una ex esposa que se va a casar con otro. Y eso que la Zeta Jones hasta le consiguió un buen trabajo. Es que el goleador sueña con otro arco. Ni el peor marcador de punta hubiera dejado pasar semejante oferta. Pero bueno, así son los cracks.
Un hombre en busca de una segunda oportunidad. Todo gira en torno a un ex jugador de fútbol profesional George (Gerard Butler), quien fue una gran estrella, y ahora se encuentra en quiebra, escapando de varias situaciones. Se muda a Virginia, Estados Unidos, divorciado de Stacie (Jessica Biel), esta vive en pareja con Matt (James Tupper). Él hijo de ambos es Lewis (Noah Lomax) de nueve años, y necesita la atención de su padre que lo ha descuidado bastante por sus ocupaciones. Aparentemente uno ya deduce que cometió varios errores. En el bolsillo de George solo hay 300 dólares, y pensar que fue un hombre que lo tuvo todo, se destacó en clubes importantes, quiere recuperar el amor de su hijo, pero en una de las salidas con este se entera que su ex pronto se casará con su novio Matt. Rápidamente nota que su hijo no se encuentra bien entre sus compañeros, y un día durante un entrenamiento George comienza a mostrar sus cualidades , a tal punto que termina siendo contratado por Carl (Dennis Quaid) para guiar al este equipo juvenil en el campeonato (o casualidad las cosas no iban del todo bien). Esto le viene “Como anillo al dedo”, ya que de esta forma puede conquistar a su ex esposa y recuperar la relación con su hijo, pero lo que él no tiene en cuenta es que varias madres comienzan a prestarle demasiada atención. El director italiano Muccino ha elegido inteligentemente como protagonista al escocés Butler (protagonista de “300”, y que ahora intenta destacarse en la comedia) se lo ve muy sexy, una barba incipiente, con ese color de cabello claro y enrulado, una mirada encantadora y su cuerpo con una buena musculatura, y da el perfil para que varias mujeres caigan a sus pies como: Denise (Catherine Zeta-Jones), la ex presentadora de televisión, está intentando conseguirle un trabajo en ESPN, madre de Samantha (Marlena Lerner); otra es Barb (Judy Greer) la madre de Billy (Grant Goodman) y Patti (Uma Thurman), la esposa de Carl, y como suele suceder en todo vecindario quien ve todos los movimientos de la casa es Param (Iqbal Theba, “Transformers: El lado oscuro de la luna, en 2011”). Esta historia se encuentra producida por Gerard Butler y dirigida por el italiano Gabriele Muccino (“En busca de la felicidad 2006”; “Siete almas 2008”;”The Last Kiss 2006”), es una comedia romántica de enredos, con toques picarescos, (no es muy subida de tono porque la idea es captar a la familia), entretenida, bien naif, muy previsible, sin sorpresas, el mayor atractivo es el destacado elenco, quienes intentan sacar un film que tiene un flojo guión.
Película de fórmula a ultranza. Ninguno de los clichés habidos y por haber que se hayan conocido en los ciento diecisiete años, y la yapa, que tiene el cine, y que alguna vez se haya utilizado, no deja de estar presente en esta producción del director nacido en Roma, y que ahora se ha ganado el mote de italo–norteamericano, Gabriele Muccino. Situación que provoca que todo sea demasiado previsible, pero que no estaría en el orden de la gravedad extrema si sólo fuese esta la cuestión, ya que a priori se sabe que se encuadra en el género de comedia romántica para toda la familia, ergo, con final anticipado. Decía que esto no sería tan grave sino fuese por la superabundancia de elementos tratando de conseguir una organicidad interna del producto, donde no hay una base sólida que lo sostenga, resulten cuestiones que tornan al filme entre tonto e inverosímil. Estoy hablando de todo aquello que desplegando las sub-tramas hace avanzar la trama principal. Abocándome a la historia todo se hará más claro. George Dryer (Gerard Butler) es un escocés, ex figura del fútbol de su país, goleador como pocos, casi un Messi (perdón) de habla inglesa, hasta que una lesión lo deja fuera de las canchas. Con una síntesis de sus hazañas deportivas se abre la narración. Elipsis temporal mediante, años después nos encontramos en los Estados Unidos de América, específicamente en Virginia, con un George derrotado por la vida, con deudas de todo tipo y color, sumándole que está allí para recuperar el amor de su hijo luego de la separación, sin trabajo y sin dinero. Sólo un poco de ambición como para erigirse en comentarista de fútbol en el canal local. Su hijo vive con la madre y con la nueva pareja de ésta, a punto de casarse. Entre la prosecución de un trabajo a su nivel de “sapiencia” y lograr que su hijo lo vuelva a tener como ídolo, George apenas conseguirá ser entrenador del equipo infantil de fútbol, del que su hijo es integrante, el peor de toda la red escolar, donde su entrenador actual, otro padre, gordo, fofo, desalineado, que nada sabe de ese deporte y vive más preocupado por sus negocios que por dedicarle atención y tiempo a los niños. La llegada de nuestro héroe, ex deportista de elite, todavía en muy buenas condiciones físicas, será muy bien recibido por todos los chicos del equipo, por algunas madres (Uma Thurman, Catherine Zeta Jones), y un padre poderoso (Denis Quaid) que consigue lo que quiere con el dinero que tiene, quien terminará por constituirse en otro antagonista de hielo, o sea que inevitablemente se derretirá. El terreno esta sembrado con un George desahuciado, lo que dará lugar a situaciones un poco subidas de la tonalidad imperante en éste tipo de comedias, pero nada original. En el medio de todo esto, justo cuando necesariamente el género de comedia pide a gritos un poco de dramatismo para equilibrarla, Stacie (Jessica Biel), la ex esposa, sentencia (pues no lo dice)… “Si viniste con la idea de recuperarme, estarás perdiendo el tiempo y en el camino vas a volver a dañar a tu hijo”. Pregunta: ¿Hacia falta esto? ¿Ya se dio cuenta de cómo sigue y en qué termina todo? Si quedaba algún resquicio de ver algo diferente lo acababan de asesinar. Las actuaciones son buenas, hay química entre los actores, pero el texto es muy burdo y la construcción demasiado ordinaria y todos los demás rubros al servicio de lo mismo. No siempre un centro atrás es gol, a veces las formulas no funcionan. Mire que tanto “Ahora o nunca” (2000) como “El ultimo beso” (2002), del mismo director, pero con diferente productor, aunque ambas de origen italianas, eran muy rescatables. Esperemos un pronto retorno de Muccino a sus orígenes, por el bien del cine y de los espectadores.
Una “comedia” de objetivos poco claros, conflictos débiles y distracciones varias. Habitualmente empiezo cada artículo con un pensamiento referente a los temas que trata una película. Pero cuando ni la trama ni el tema son claros, es difícil escribir algo, menos que menos inteligente. ¿De que la va? George Dryer (Gerard Butler) es un ex-futbolista que dejó el juego por una lesión, obligándolo a buscar suerte como comentarista deportivo. Mientras tanto trata de compensar la esporádica presencia en la vida de su hijo convirtiéndose en el entrenador del equipo de futbol de este. Pero se le complicaran las cosas por los avances de las madres de los chicos a los que entrena. Ahora bien, estoy sospechando que el apellido del protagonista es una declaración subconsciente de principios por parte del guionista. Dryer es similar a “Drier”; o sea, secador en inglés; o sea, que se le seco el cerebro tratando de pergeñar esta historia; o peor, que ya lo tenía seco desde el vamos. Es una película que no tiene claro lo que quiere. Cacarea para un lado, pero pone los huevos del otro lado. Es la historia de un tipo que quiere afianzar los lazos con su hijo entrenando a su equipo de futbol, mientras intenta reconquistar a su mujer. Pero luego es la historia de las muchas aventuras que tiene con las madres de los chicos, mientras hay un padre superentusiasmado que le paga una coima. En resumen; esta película es el ejemplo paradigmático de “El que mucho abarca, poco aprieta”. La enorme cantidad de conflictos, más que ser un palo en la rueda que atrape al espectador, termina por ser una ensalada que no tiene un desarrollo sensato y cuando llega el cierre, el clímax más que surgir de una necesidad dramática surge como un “tenemos que terminar la película YA, y mira todos los cabos sueltos que hay”. La película tira muchos elementos y no desarrolla ninguno, y cuando el metraje le empieza a morder los talones, tienen que cerrar todo por el simple hecho de que lo tienen que cerrar. Si hubiera ahondado en la historia del entrenamiento de los pibes y se hubiera limitado a una sola de las aventuras con las madres, para poner en riesgo la reconciliación con su ex, la historia iba a tener más gancho. ¿Cómo está en la pantalla? Gabrielle Muccino no deja de irse a la B. En Italia, era un grosso. En USA, lo único más o menos decente que hizo fue En Busca de la Felicidad, de ahí para adelante todas son cuestionables. Este título demuestra que lo de Muccino en Hollywood parece cada vez menos el pago de un derecho de piso y parece cada vez más un suicidio profesional. La película estéticamente está muy bien. La dirección de actores también está muy bien (salvo por Dennis Quaid, que en cada toma que aparece, parece que esta apurado; ¿Habrá filmado la peli en un recreo de la serie Vegas?); a tal punto que Muccino le tiene que hacer un monumento al carisma de Gerard Butler y otro monumento a la sensualidad de Catherine Zeta Jones, Uma Thurman y Judy Greer. Pero concretamente, ¿Cuál es el error de Muccino? Uno solito: Haber elegido este proyecto. Que vuelva a Italia y haga una peli ganadora del Oscar y ahí se vuelva a USA o bien que se quede pero que haga una película independiente. Porque si este es el precio que tiene que pagar para ser un director Hollywoodense con todos los chiches, ya le digo que no lo vale. Y si hace lo que hace para sumar puntos y hacer un proyecto que hace mucho que está gestando y solo lo puede hacer en la meca del cine, me permito citar a Gaspar, el amigo del abuelo Simpson, que dijo: “Más vale que me guste o te mando al demonio”. Conclusión Esta película tendrían que cambiarle el poster y más que “Jugando por Amor”, tendrían que llamarla “GERARD BUTLER VS. EL EJERCITO DE LAS MILFS” y ponerle un sello de aprobación con la cara de Virginia Lago diciendo MARAVILLOSO!!!. Aunque el carisma de Butler es lo que hace llevadera la película, no suma ningún punto en absoluto para pagar, por lo menos no voluntariamente, un boleto para ver esta película.
Ya integrado totalmente a Hollywood, el italiano Gabriele Muccino -el de El último beso- sigue contando historias de amor humanas y agridulces. Aunque no siempre acierta, hay que reconocerle convicción en lo que hace. Esta historia de un ex jugador de fútbol entrenando el equipo de su hijo para reconquistar a su familia tiene simpatía, calor humano y convicción, más allá de que a veces los convencionalismos de la trama suenan más a pereza narrativa que a tradición de género.
Sólo un partido más No es esta la primera vez que el cine comercial se propone narrar el ocaso y la redención de un deportista retirado. Hay toda una tradición fílmica asociada a veteranos que intentan rearmar su vida laboral cerca del ser amado y no muy lejos del campo. Tampoco es original el hecho de que el protagónico sea encarnado por un probado galán. El mismísimo Kevin Costner se puso dos veces en ese lugar, primero para la taquillera Bull Durham, junto a Susan Sarandon, en la que interpretaba a un exitoso catcher devenido en entrenador de nuevas estrellas; y en una segunda oportunidad, encarando a un beisbolista cuarentón y lesionado al que le pasaron retiro forzado, en la más dramática Entre el juego y el amor. Pese a que no tiene la contundencia y la sorpresa de un gol de media cancha, Jugando por amor tampoco puede equipararse a esos partidos aburridos en los que no pasa absolutamente nada. George Dryer es un guapo futbolista desempleado, en apuros económicos, que llega a Virginia para pedirle una revancha a su pequeño hijo y su ex esposa. Un guión predecible que se mantiene pegado a jugadas estratégicas, pero llevado adelante por un equipo sólido, con más de un jugador estrella. Gerard Butler (también productor del filme) y la actriz y modelo americana Jessica Biel son la dupla delantera que capitanea la historia, con el apoyo de tres defensores de lujo: Uma Thurman, Catherine Zeta- Jones y Dennis Quaid. Cansado de mirar su fracaso desde el banco, Dryer se reivindica como hombre y como padre convirtiéndose en el entrenador del equipo de su hijo Lewis. La comedia se dispara cuando las madres de los pequeños jugadores comienzan a orbitar como planetas alrededor del astro del fútbol que, en el entretiempo entre su nueva y su vieja vida, se permitirá clavarla dos o tres veces más en el ángulo. Sin sobresaltos que hagan levantar a la tribuna de su asiento, la cinta mantiene atentos a los espectadores hasta la hora de la definición gracias al magnetismo que ejercen sus actores protagónicos y sus figuras de reparto. La química de la pareja es altamente verosímil, y el espectador ansía el encuentro pasional entre ambos, que sin embargo queda postergado para un invisible y no filmado tiempo complementario. Con el vínculo padre e hijo finalmente restaurado, al protagonista sólo le resta jugarse el último trofeo contra su rival Matt, actual pareja de Stacie. La gran final, dos desproporcionales adversarios y un resultado cantado.
George Dryer era uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo allá lejos y hace tiempo, en 1996. Sus mayores logros y sus mejores partidos son compilados al inicio de la película, que retoma su historia a los 36 años, ya retirado, endeudado y con serios problemas para mantener el estilo de vida al que estaba acostumbrado. Esto se suma a los inconvenientes con su ex-mujer, sus intentos por continuar siendo un padre presente para su hijo y las ofertas laborales que escasean. Es tras una de esas discusiones con su otrora esposa que decide hacerse cargo del equipo de fútbol infantil de su hijo y transmitir a los chicos el amor que él continúa sintiendo por el deporte que le brindó una carrera. De allí en más, la película entra en un declive absoluto en donde Gerard Butler se trasforma en el objeto sexual de deseo de cuanta madre insatisfecha lleva a su hijo a las prácticas deportivas. Incongruencias y ridiculeces varias, situaciones imposibles propias de un cine carente de ingenio. La frivolidad es la cualidad predominante en este grupo de padres (olvidables trabajos de Catherine Zeta-Jones, Uma Thurman, Dennis Quaid) que parecen más fanáticos y preocupados por el equipo infantil que sus propios hijos.
Una comedia hecha para lucimiento de Butler El italiano Gabriele Muccino, muy recordado por El último beso, filmada en Roma y con un cierto perfil testimonial, reside desde 2005 en Estados Unidos. Allí filmó En busca de la felicidad (2006), Siete almas (2008) y ahora Jugando por amor. Su incorporación a Hollywood fue, para él, un acierto en términos económicos, pero el precio a pagar, como le ocurrió a otros directores europeos, era la pérdida de su identidad creativa, de un estilo narrativo y una temática que sólo pueden consolidarse con los valores y la cultura de su país. Y lo que era previsible, ocurrió. Jugando por amor es una genuflexión total al cine de Hollywood y también, en este caso, al coproductor y protagonista de este filme, Gerard Butler. Butler interpreta a George Dryer, un ex jugador de fútbol que hizo su campaña en equipos europeos y se retiró a los 36 años; casado con Stacie (Jessica Biel) y un hijo llamado Lewis (Noah Lomax). Pero como fue un tarambana, se divorció cuando Lewis tenía cuatro años. Madre e hijo, después de nueve años, residen en un pueblo de Virginia. En el inicio del relato George manifiesta dos propósitos: convertirse en comentarista de fútbol, para lo cual parece tener algún talento, y recuperar el afecto de su hijo. Lo que no tiene es vergüenza y dinero. Nadie puede explicar y el director tampoco lo hace, en qué invirtió o perdió las ganancias obtenidas durante sus exitosas temporadas en Europa. Convencido de que alguna vez debe procurar ser responsable, George se instala en el pueblo donde vive su hijo y su ex esposa, que está en trance de contraer nuevo matrimonio. Y resulta lícito pensar que donde hubo fuego, brasas quedan. Por cuestiones ajenas, debe asumir la condición de entrenador del equipo de fútbol en el que juega su hijo, y esta circunstancia lo convierte en centro de atención de varias madres de otros chicos, que desde el primer día manifiestan dos vocaciones muy fuertes: la de ser extremadamente estúpidas y potenciales prostitutas. También debe soportar el acoso, pero por otras razones, del patrocinador del equipo, el arrogante Carl King (Dennis Quaid), un empresario con mucho dinero, pero aun así es dueño de una sola Ferrari. La película está pensada para lucimiento de Butler, que demuestra algunas aptitudes actorales y también para el fútbol, pero se desenvuelve, por propia elección, en un mar de tópicos y clisés, y todo enmarcado en una estructura fílmica que hace agua por varios flancos. Resultan lamentables las patéticas actuaciones de Uma Thurman (Patti), Catherine Zeta-Jones (Denise) y Judy Greer (Barb). La necesidad tiene cara de hereje, dice el refrán, y algo de eso parece que les ocurre a esas damas y al señor Quaid. Lo rescatable de este filme es el afán de George de corregir su deplorable comportamiento de otros tiempos y su búsqueda de redención personal a través de la reconquista del cariño de su hijo. Es el filón más positivo y el único realmente rescatable de esta propuesta fílmica.
El soltero más codiciado George (Gerard Butler) es un ex jugador de fútbol profesional que vive sin dinero y trata de restablecer la relación con su hijo Lewis (Noah Lomax), ya que desde su divorcio con Stacie (Jessica Biel), se ha ocupado muy poco de él. De repente, Gerard pasa a ser el entrenador del equipo de fútbol de su hijo, puesto que lo vuelve automáticamente popular. A partir de ese momento, al protagonista se le empiezan a abrir múltiples posibilidades, desde el ámbito profesional hasta el personal, donde gana amigos y sobre todo mujeres. Se convierte en el hombre soltero más codiciado por las madres, pero cuidado, porque no son madres descuidadas y obesas. Se trata nada menos que de Cateherine Zeta-Jones, Uma Thurman y Judy Greer, unas cuarentonas sexies y desesperadas por tener una noche de pasión. Ellas lo persiguen y lo acosan, pero para Gerard lo más importante será recuperar la relación con su hijo y al verdadero amor de su vida. “Jugando con amor” resulta una comedia romántica pasatista. El desfile constante de estrellas le dan dinamismo al filme, aunque no logra contar una historia realmente interesante, por lo que los actores resultan desaprovechados para tan insignificantes personajes. En fin, una película pochoclera que muestra que todo se acomoda en la vida, que algunas cosas se van, pero otras, llegan para quedarse.