Objeto de una conspiración, el protagonista de este relato, un impecable Gilles Lelouche, vivirá una desesperada búsqueda de honor y libertad a la par que se desnudan mecanismos del poder que facilitan las injusticias.
El filme comienza con imágenes de un bosque y el sonido del viento entre los arboles, de alguien corriendo y música incidental extra – diegética, empática con las imágenes, estableciendo el clima del filme, como corresponde. Hasta que aparece una inscripción a modo de prologo, explicando el nombre del filme. “Kompromat son documentos usados para destruir la reputación de alguien, la palabra al igual que el proceso es inventada por los servicios secretos rusos”. Continuando con la escena es que vemos a Mathieu Rossel (Gilles Lelouch) escapándose de quienes lo persiguen hasta que uno le dispara. Fundido a negro. Analepsis de cinco meses donde nos presenta a Mathieu amigable, sonriente, como el director de la Alianza Francesa en Irkutsk
"Kompromat – El expediente ruso": intriga internacional El título deriva de un término inventado por los servicios de inteligencia rusos y describe el material comprometedor utilizado para ensuciar la carrera y/o la vida privada de una persona. Basada “muy libremente”, como afirma una placa al comienzo de la proyección, en hechos reales, Kompromat – El expediente ruso se ofrece como un batido de drama político, película de escape y thriller de intrigas internacionales. Como ya lo había demostrado en algunos de sus largometrajes previos –Largo Winch (2008), su secuela de 2011 y el policial Zulú (2013)– el francés Jérôme Salle no es un realizador afecto a las sutilezas, y su apuesta a los placeres del cine popular más estandarizado vuelve a confirmarse con Kompromat. El título deriva de un término inventado por los servicios de inteligencia rusos y describe el material comprometedor utilizado para ensuciar la carrera y/o la vida privada de una persona. Poco importa si el carpetazo en cuestión surge de información fidedigna o directamente es inventado para la ocasión. Esto último es lo que le ocurre al protagonista, el nuevo agregado cultural de la Alianza Francesa en una ciudad siberiana que, luego de la presentación de una obra de danza demasiado queer para los estándares del país, recibe la visita de media docena de oficiales que lo arrastran a una dependencia con el fin de ser interrogado. ¿Fue ese el detonante de la detención, esa pieza artística considerada propaganda homosexual por los comisarios culturales? ¿O acaso el hecho de haber coqueteado inocentemente con la nuera de un agente del FSB (es decir, la ex KGB) lo puso en la mira de sus enemigos? Como fuere, lo cierto es que el pobre Mathieu Roussel (Gilles Lellouche), casado y padre de una pequeña hija, es enviado a prisión de forma preventiva luego de ser acusado de abuso sexual intrafamiliar y actividades pedófilas online. Desde luego, las caras de pocos amigos de sus compañeros de celda se ponen aún más serias cuando se enteran de la acusación, transformando así la nueva vida del protagonista en una verdadera pesadilla. Resulta claro para el espectador que Mathieu es completamente inocente, aunque los colegas en la embajada comienzan a preguntarse si no estarán ante la presencia de un espía encubierto. Desde el momento en que la chica del baile –interpretada por la polaca Joanna Kulig, recordada por su gran papel protagónico en Cold War, de Pawel Pawlikowski– comienza a ayudarlo a escapar del país las cosas se ponen un tanto derivativas y, por sobre todas las cosas, un tanto difíciles de creer. Kompromat está siempre al borde de perder el hilo de la suspensión de la credibilidad, ya sea por la torpeza de los captores o la obcecada tendencia del inopinado héroe a enviar mensajes de texto con el celular a pesar del riesgo que ello implica. Salle mantiene de manera profesional el ritmo de la narración durante poco más de dos horas, pero luego de una primera mitad en la cual el interés por la situación atrae e incluso atrapa la trama se desliza por todos y cada uno de los lugares comunes cristalizados por cientos de films. Romance incluido, persecución en un bosque nevado incluida, pelea climática incluida. Producida en pandemia, la película fue rodada en locaciones de Lituania: incluso antes del ingreso militar ruso en Ucrania hubiera sido imposible registrar semejante retrato de corrupción personal y sistémica en el país de Putin.
Para ubicarnos, es la época de la guerra fría, en una Unión Soviética con una policía secreta que tiene la costumbre de armar acusaciones falsas ( en la jerga es el título) contra aquellos de quienes quiere desprenderse. Aquí, en Moscú, un funcionario de la Alianza Francesa presenta un programa cultural de danza homo erótica que no es del agrado del militar que lo “protegía”. De un día para el otro es acusado de poseer pornografía infantil, encarcelado, trasladado a un pueblo en la mitad de Siberia. Además su mujer que se va del país con su niña, declara en su contra. Asi planteado este thriller presenta una historia apretada, tensa, melodramática que atrapa al espectador para no soltarlo hasta el final. Una intriga con ecos de casos reales en épocas en que se habla de la anexión de Crimea y de las posiciones de occidente que son criticadas sin piedad. La “evidencia fabricada” es tan sin salida que al protagonista, asistido por un abogado que hace lo que puede, solo le queda escapar y lo hace de una manera muy ingeniosa. Esta buena intriga policíaca, con momentos carcelarios al límite, impunidad aceitada y situaciones asfixiantes navega un hombre solo, un antihéroe que sacará de la nada lo que haga falta. Gilles Lellouche es el protagonista que le da a su protagónico todo el espesor de sus angustias y debilidades. Con la dirección de Jérome Salle que escribió el guion con Caryl Ferey se construye un devenir sólido y disfrutable. Cuando el mundo nos enfrenta a la maldad metódica y nos rebelamos desde la debilidad.
Gilles Lellouche es acusado sin razón La película de Jérôme Salle (“Operación Zulu”) narra el calvario vivido por un diplomático francés que desarrolla su actividad en Siberia y se convierte en víctima de una operación de los servicios de inteligencia rusos. Basada en una historia real, Kompromat: El expediente ruso (Kompromat, 2022) cuenta la historia de Mathieu (Gilles Lellouche), director de la Alianza Francesa de Irkutsk, quien es arrestado por abusar de su hija sin que esto sea cierto. Los FSB (servicios de inteligencia rusos) le inventan una causa por considerarlo un espía, una práctica anunciada como recurrente por su abogado defensor. Sin chances de una condena a su favor, Mathieu busca fugarse del país. El film tiene un prometedor comienzo al estilo Hitchcock, mostrando al hombre inocente acusado injustamente que debe tolerar una situación traumática. La historia busca por todos los medios que sintamos empatía por el francés, un hombre común con hábitos y costumbres occidentales que no encajan con la mentalidad conservadora rusa. Sin embargo, en su intento de hacer esta afirmación, la película desdibuja la historia, presentando un relato maniqueo en el que los rusos son fríos, brutales y malvados por naturaleza y los franceses buenos y progresistas. Aunque existen excepciones, como la rusa Svetlana (Joanna Kulig), quien está dispuesta a ayudar al francés porque ella misma experimenta la presión del régimen en su propia vida. Mientras cuenta la historia del hombre común en una situación extraordinaria, Kompromat: El expediente ruso es una película efectiva y funcional que nos sumerge en el sufrimiento de Mathieu. Una especie de Expreso de medianoche (Midnight Express, 1978) moderna, con el protagonista luchando por demostrar su inocencia y algunos elementos del cine de espías. Pero cuando la película se empeña en mostrar el progresismo de occidente en contraste con la cultura retrógrada rusa, se vuelve pedante y con subrayados innecesarios que subestiman al espectador. Una escena sintetiza la dicotomía taxativamente: Mathieu programa una obra de teatro modernista donde dos hombres se besan, y un funcionario ruso le recrimina “usted representa la debacle de la moral”.
Increíble pero real. Cuando Mathieu, un diplomático francés que opera en Siberia, se convierte en blanco del servicio de inteligencia ruso (FSB) siendo acusado de un crimen que no cometió, la historia nos responderá las preguntas sobre por qué está donde está y nos dejará sembrada la duda sobre si hay alguna salida sobre esto. Con un efectivo inicio, empieza con una escena entremedia y luego tenemos saltos en el tiempo para conocer porqué el protagonista llegó allí, el director Jérôme Salle sabe hacer atrapante este tipo de historia donde la intriga se adueña de inmediato. Un detalle a destacar es que Kompromat: el expediente ruso se basa libremente en una historia real y con ello los límites de la credibilidad rozan lo fantástico. Si bien me creo que a alguien que se lo acusa no solo de abusar de su propia hija sino de comercializar pornografía infantil (por lo que se juzga al protagonista) tiene un trato “peculiar” en la cárcel, luego la película toma rumbos mucho más cinematográficos al momento de orquestar su fuga. Alternando flashbacks y escenas de acción, Kompromat… es una propuesta que te mantiene atornillado a tu butaca y que no presenta ningún bache a nivel narrativo. Esa mezcla permite empatizar con el protagonista, algo que el filme parece querer mostrarnos siempre. Puedo objetar que en muchas escenas el protagonista tiene situaciones un tanto absurdas como el de tomarse su tiempo para mandar un mensaje de texto o para seducir a la heroína de turno cuando está en una situación extrema, o bien algunos giros un tanto previsibles, pero es consecuencia también del ejercicio de ver tantas películas, tampoco es que arruina el visionado del film ni atenúa su valor como entretenimiento. En definitiva, Kompromat… es un gran thriller político que tiene un enorme despliegue de producción y que se filmó en una etapa complicada como fue la pandemia del Covid-19.
La película se basa muy libremente en hechos reales. Esto está debidamente aclarado, para que nadie mire para un costado y crea que el concepto de entretenimiento que Kompromat: el expediente ruso es por eso menos valiosa como denuncia del accionar de la inteligencia rusa. Mathieu, diplomático francés y miembro del instituto francés de Irkutsk, un día es sorpresivamente arrestado y encarcelado por las autoridades rusas acusado de abuso sexual a su propia hija. El “Kompromat” es un término ruso para describir materiales comprometedores sobre políticos o figuras públicas. Con la ayuda del FSB (Servicio Federal de Seguridad de Rusia), alguien ha creado un falso caso para incriminarlo. Sin ninguna chance de recibir justicia, la única opción que le queda a Mathieu es escapar. La película transmite la angustia y la claustrofobia de un sistema totalitario de una absoluta impunidad, al mismo tiempo que busca entretener con las herramientas del cine de género. La combinación entre ambas cosas no siempre consigue estar equilibrada, pero la contundencia de lo que cuenta, licencia más, licencia menos, termina mostrando toda su dimensión de horror.
Creo que para analizar «Kompromat», debemos abrir dos líneas de abordaje. Por un lado, la naturaleza del hecho verídico que propone (a medias o quizás, un poquito menos) que presenta, con todo su contexto, y el otro, la trama en sí, con la vorágine y el vértigo que implica una búsqueda frenética en un territorio hostil. En estos sentidos, hay que decir que sí, «El expediente ruso» de Jérôme Salle es una película de espías, traición y fuga bien lograda, aunque la forma en la que presenta el conflicto principal, luce esquemática y de alguna manera, ingenua. Vamos por partes. «Kompromat» parte de una historia inspirada «libremente» en un caso real. El caso en el que se inspira Salle es el de Yoann Barbereau, galo que dirigiendo una filial de la Alianza Francesa en Rusia, fue acusado de pedofilia y que puede leerse en «En la Prisión de Siberia». Pero Salle elige no comprar los derechos de la obra y reinterpretar la temática instalada en tono de thriller de espías, con su predicamento y visión. El primer inconveniente que nos abre es preguntarnos… ¿esta versión libre recupera el espíritu del incidente? Habiendo sólo ojeado el libro, creo que no. Lo cual, no implica que Salle no haya hecho un sólido producto de suspenso con tintes de drama y acción. De hecho, lo intenta. Y de alguna manera, lo logra, parcialmente. Aquí tendremos a un francés a cargo de un órgano cultural en la fría Siberia, que es acusado falsamente. «Kompromat» define un término que implica, en ruso, «causa armada», en el sentido de que se construye una acusación basada en hechos falsos, para llevar a alguien a prisión. Aquí el tema (la acusación) es sobre pedofilia pero sucede, luego de un par de sucesos (una muestra de arte y un coqueteo con una mujer) que hacen que el poder político mire a Mathieu Rossel (Gilles Lelouch) con malos ojos. Y él cae y su estancia en la cárcel, lo llevan a pensar que la única salida es una fuga. Pero volvamos a mi reflexión inicial, ¿por qué hago esta salvedad en una obra sobre la vinculación entre hechos reales y ficción, que en definitiva, es puramente cinematográfica? Quizás porque noto cierta inconsistencia en la forma en que se estructura la acción rusa durante el relato. Pensamos que si el régimen quiere hacer caer su furia sobre un sujeto determinado, no cometería tantos errores como aparecen en la trama. Digo esto además, porque me gusta el cine de Salle (si no vieron «Zulu», se las recomiendo) pero aquí quizás confunde el hecho de dotar de intensidad el relato con avasallar algunos criterios lógicos que deslucen su diseño. Tal vez si el relato fuera más verosímil o no estuviera condicionado por el cartel «hechos reales», sería más fácil de disfrutar. Sin entrar en mayores detalles, me costó escindir el contexto y dejarme llevar por la historia presentada. Y si bien, reconozco que «Kompromat» es un producto con mucho ritmo (y también una extensión discutible), que se deja ver y le da otra mirada al cine de espías, intriga y política al que habitualmente nos acostumbra Hollywood. Quizás esa su mayor fortaleza, presentar una historia con la mirada francesa de un conflicto de intereses donde la libertad de expresión pueda estar en juego y resolverse, incluso en terrenos hostiles.
Kompromat es el término instaurado por los servicios secretos rusos que define lo que aquí llamaríamos el armado de una causa falsa para incriminar a una víctima inocente. Algo que por lo visto puede pasar aquí como en Irkutsk, el pequeño pueblo ubicado en la fría Siberia donde transcurre esta historia. La película comienza con la huída por los bosques de nuestro protagonista, quien está siendo perseguido por un grupo de hombres armados. La cosa no pinta bien y todo indica que lleva las de perder. Luego, a partir de sucesivos raccontos, se nos irá revelando cómo es que llegamos a este punto. Es un buen inicio. En general, estos esquemas que comienzan por algún tipo de escena límite o muy dramática (utilizado tanto en la novela El túnel, de Ernesto Sábato, como en la serie Breaking Bad, por citar dos ejemplos dispares) logran atrapar, ya que instalan desde el primer momento la intriga y nos hace preguntarnos cómo es que el personaje llegó a esa terrible situación. Pronto sabremos que Mathieu Roussel (Gilles Lellouche), instalado con su esposa y su pequeña hija hace pocos meses en este helado pueblo siberiano para dirigir el espacio cultural de la Alianza Francesa, cometió ciertas “imprudencias” que enojaron a algunos rusos, y sabemos que los rusos son por definición gente de pocas pulgas y muy, muy mala. En la inauguración del nuevo auditorio, al cual asistieron las autoridades del lugar, Mathieu presentó un espectáculo de danza moderna bastante sensual protagonizado por dos hombres (la libertad francesa incomodando a los rústicos locales) y luego en la fiesta tomó de algo de más y se puso mimoso con una rubia con la que no debía meterse. Tiempo después, una tarde cualquiera mientras jugaba con su hija, irrumpe violentamente en su hogar un comando que se lo lleva a golpes y gritos, sin mediar explicación. En esta secuencia violenta y angustiante en la cual Mathieu no tiene la más remota idea de lo que está sucediendo, comienza el calvario de nuestro protagonista en un relato cargado de lugares comunes y clichés que se sostienen en la premisa - explicitada incluso - de que los rusos son malos, violentos y atrasados, y que los franceses son buenos, libres y humanistas. Son varios los problemas que podemos analizar en Kompromat, pero en principio hay un “vicio de origen” y es que la misma premisa que origina la historia resulta desmedida o inverosímil. Los pequeños “desatinos” de Mathieu al inicio de esta historia no guardan ninguna proporción con la tremenda reacción que involucra a las fuerzas de seguridad, el gobierno, los medios y la Justicia rusa para difamar, encarcelar y condenar a este funcionario francés por causas inventadas de violencia domésticia y pedofilia. Es liviano el abordaje de su matrimonio en crisis y no es verosímil el romance con “la chica rusa” (Joanna Kulig) que lo arriesga todo, ni los rusos arrepentidos, ni la actitud del consulado de Francia, ni su escape (además de violentos, crueles y antidemocráticos los rusos son bastante tontos), y qué decir del enfrentamiento con el temible sicario de la FSB (ex KGB), que además sabemos mató niños en la guerra, por si fuera poco. De la misma manera que el hecho de que una película se presente como “basada muy libremente en hechos reales” no la hace mejor película, esta representación esquemática de buenos y malos tampoco nos llevaría necesariamente a una mala película. Y vaya que la historia de un hombre encarcelado y torturado sin razón daría para una muy buena historia con elementos dramáticos, políticos, de acción y de romance. Es la falta de convicción, un conjunto de problemas en el guion, en los aspectos formales del relato y en las interpretaciones, que hacen de Kompromat una película predecible, intrascendente e inverosímil en todo momento. Algo que pudo haber sido y no fue.
Mathieu Roussel es el director de la Alianza Francesa en Irkutsk, una de las principales ciudades en Siberia, una figura influyente en la comunidad aunque deba desarrollar su trabajo en una sociedad bastante cerrada y profundamente tradicionalista. Algo de eso se pone de manifiesto cuando organiza un espectáculo coreográfico que presenta en escena un sutil juego homoerótico que deja bastantes butacas vacías. De todo esto el espectador se entera luego de la primera aproximación que el film hace a la figura de Mathieu, cuando corre a través de un bosque y pasa a esa evocación de cinco meses atrás cuando aún no había sucedido la denuncia, el drama y la persecución que son la base de este relato hábilmente escrito por Jérôme Salle y Caryl Ferey. El título define los documentos, habitualmente fraguados, que suelen ser utilizados para destruir la reputación de alguien y que –de acuerdo a la narrativa presentada por Salle- son la resultante habitual de la manipulación inventada por los servicios secretos rusos. Eso le sucede a Mathieu con una denuncia que –de la mano del artículo 242 del Código Penal de la Federación de Rusia- lo deposita en la cárcel. Kompromat además plantea la corrupción policial, la manipulación de la Justicia y la ambigüedad política como elementos del debate contemporáneo que conviven con la trama en la cual Mathieu (un excelente Gilles Lellouche) intenta demostrar su inocencia para luego tomar otras determinaciones y además afirmar, incluso ante diplomáticos franceses, que no es un espía secreto. Pero si algo intenta el film de Salle es situarse también en el debate de la “cultura de la cancelación”, mostrando sus aristas más oscuras y cómo la manipulación mediática de características totalitarias consigue hacer mella en el entendimiento social gracias al miedo y a la imposibilidad del derecho a réplica ¿Qué es lo inteligente de Kompromat? Que todos esos elementos son incluidos sutilmente en una trama de espionaje bien manejada y de creciente tensión. ¿Qué es lo que desdibuja ese perfil tan directo? Un relato que comienza con toques “hitchcockianos” pero que progresivamente incluye una historia romántica que no termina de conseguir el necesario verosímil pese a que el rostro del amor lo encarne la bella actriz polaca Joanna Kulig (Ida, Cold War), quien representa asimismo a una joven rusa que sufre los sistemas de control social basados en la mentira y la impunidad. Dado el contexto mundial en el cual se estrena, y atendiendo a su leyenda “Inspirada muy libremente en hechos reales”, la película de Salle busca movilizar con su “impresión de realidad” pero resulta un contundente thriller muy bien contado, con un bien pormenorizado trabajo de las escenas de acción que funcionan como un mecanismo de relojería, si bien algunas son exclusivas de un cine muy lejos del verosímil desde el cual busca erigirse como relato. Kompromat propone y consigue entretener pero también dejar una reflexión sobre nuestra compleja contemporaneidad.
El diplomático Mathieu (en la piel del siempre soberbio Gilles Lellouche) ha bailado con la mujer equivocada (la bella Joanna Kulig, de “Cold War”), pero puede que haya peores crímenes de los cuales se lo acuse, porque el fin justifica los medios. La palabra ‘kompromat’ que da título este intrigante thriller designa una táctica militar en clave, que recurrirá a documentos falsos comprometedores utilizados para perjudicar a algún agente enemigo del estado ruso. Basada -libremente- en hechos reales, esta notable película gala formó parte del último Tour de Cine Francés, celebrado durante el pasado verano en nuestro país. Con buen pulso, el realizador Jerome Salle retrata la fuga de un político francés radicado en Siberia, víctima de un acto extorsivo, en complot orquestado por los servicios secretos rusos. Encarcelado y aislado, es despojado de todo instrumento de la ley. El objetivo se adivina con nitidez: deberá escapar de un mayúsculo entramado mafioso y a toda costa intentar probar su inocencia. Un hombre que de la noche a la mañana pierde todo, se ve involucrado en un nudo político y social que lo excede, sentando las bases narrativas de un thriller político hecho y derecho, con suficientes tintes hitchkockianos como para identificar cuál será el derrotero que seguirá la víctima encuadrada dentro del inescrutable punto de mira. La cacería se ha desatado en el gélido bosque e inmerso en un callejón sin salida, sufrirá el francés el hostigamiento y la difamación del nada amistoso séquito soviético. El conflicto divide las aguas entre ambas embajadas y la tensión escala de modo intermitente del otro lado de la pantalla. Aún con las previsibilidades del caso, no podemos más que empatizar. “Kompromat” se erige así como un film de corte clásico rodado con estilo y sapiencia técnica, mostrando buen gusto por la tradición del cine de espionajes.
El Basada en un caso real, esta historia sobre un diplomático francés acusado falsamente de un crimen en Siberia y parte de un ajedrez político casi inextricable muestra algo kafkiano: el hombre frente al poder absoluto, poder creador incluso de mundos de mentira. Bien actuada y con un excelente ritmo que permite comprender lo complejo de la situación.