Anna enseña violín en una institución para jóvenes músicos en Berlín. En una votación reñida, ella logra que aprueben el ingreso de Alexander, un chico en el que ve un gran talento. El joven violinista será motivo de obsesión de Anna, y depositario de todas sus frustraciones. Al mismo, su hijo, también violinista, empezará a sentirse cada vez más alejado de su madre. Tampoco las cosas están bien en el matrimonio de Anna, y a medida que se acerca la audición todo parece estar a punto de estallar. La facilidad que tiene el cine europeo para decir obviedades subrayadas y que sean tomadas más en serio que los films norteamericanos es un misterio difícil de resolver, aun en la actualidad. El exceso de crueldad tal vez sea una de las claves, así como el construir escenas imposibles y absurdas, pero que quieren decirnos que así es la vida real. En el universo disparatado y molesto de este film se suceden escenas solemnes y, como siempre, la música clásica le da un sello de arte mayor que también sigue siendo una clave para intimidar espectadores. Y por supuesto, no falta lo más importante, algo que se le suma a la solemnidad, la crueldad y la música clásica: el tedio. Simbolismos varios y volantazos de guión que completamente un cuadro sólido para salir por los festivales, pero bastante endeble a la hora de ver una película que recorre todos temas conocidos sin aportar absolutamente nada.
Virtud paradójica, no exenta de ser practicada por disímiles idiosincrasias, y reconocible más allá de toda nacionalidad, la disciplina revela el carácter y también el modo en el que este se amolda a una cultura. Que Weisse haya elegido al actor francés Simon Abkarian en el papel del marido del personaje de Hoss suma un matiz relevante. La pertenencia a una tradición y las formas de ser también definen una modalidad de ser. La severidad con la que aquí se aprende a tocar una pieza de Bach sugiere que la perfección está por encima del placer, por encima de la expresión singular del músico y su sentimiento puesto en cada nota. La escena en la que Abkarian le hace escuchar un fragmento de una pieza musical a su esposa sin que ella sepa que la ejecutante es ella misma, es clave. Lo que se dice ahí glosa el espíritu alemán, si existe algo semejante, y también su refutación.
Anna Bronsky (la formidable Nina Hoss, que por su trabajo se alzó con la Concha de Plata a la Mejor Actriz en San Sebastián 2019) es violinista y al menos al principio, no se sabe por qué no toca y se dedica a la enseñanza en una escuela de música de élite. En el comienzo se ve una audición de ingreso y Anna discute con sus colegas para que un joven sea admitido. Y lo logra. A partir de allí el excepcional talento del alumno es puesto a prueba por la exigente profesora. Pero a no confundirse, la película de la alemana Ina Wisse no se trata sobre la relación entre ambos personajes, al estilo de la perversa Whiplash: música y obsesión de Damien Chazelle, o si se quiere, La profesora de piano del aún más perverso Michael Haneke -, o al menos no solo de eso. Anna tiene un esposo, un hijo (que también toca el violín, que no quiere, que igual tiene talento y a quien Ana descuida) apenas más chico que su aventajado alumno. Y un amante, también profesor en el mismo instituto donde enseña. La audición trata sobre el esfuerzo, la dedicación, es sacrificio y si, esa dosis de obsesión aparentemente necesaria para desarrollar un don excepcional. El cuerpo, la psiquis y la vida personal sufren las consecuencias, así que la tragedia progresa irremediablemente. LA AUDICIÓN Das Vorspiel. Alemania/Francia, 2019. Dirección: Ina Weisse. Intérpretes: Nina Hoss, Simon Abkarian, Jens Albinus, Sophie Rois, Thomas Thieme, Winnie Böwe, Serafin Mishiev, Ilja Monti, William Coleman, Jana Kuss, Oliver Wille, Mikayel Hakhnazaryan, Stephan Taubert. Guion: Daphne Charizani. Fotografía: Judith Kaufmann. Distribución: Zeta Films. Duración: 99 minutos.
La creme de la creme. “La audición” de Ina Weisse. Crítica Nuevo estreno proveniente de Europa. Tras una larga carrera como actriz, Ina Weisse dirigió su segunda película “La audición”. Obra que logra retratar las consecuencias que conlleva vivir una vida en la constante búsqueda de la perfección. La misma llegará a varias salas del país el próximo 11 de marzo. Una propuesta diferente a lo que venían proponiendo las carteleras tras reabrir sus puertas. Anna Bronsky, una profesora de violín se compromete a la difícil tarea de tutelar a un joven músico para que logre separar una futura audición. El alumno posee un potencial interno el cual la experta deberá sacar a la luz. Tan enfrascada se encuentra con su trabajo, lo que produce un gran descuido a su familia. Su matrimonio pendía de un hilo y la relación con su hijo se encuentra desgastada. Las relaciones interhumanas tienen una gran importancia en el audiovisual. Pero hay que entenderlas como una forma de socializar diferente. Por dos motivos, el primero es su procedencia. En un mundo hiperconectado y globalizado entendemos que cada región o país tiene su propia forma de relacionarse entre sí. Y, si bien este fundamento se ancla en un estereotipo, Alemania es uno de los lugares con menos contacto físico entre personas. Cuya frialdad se potencia, teniendo en cuenta el ámbito socio económico en el que se desarrolla la narrativa. Un mundo elitista, donde el fracaso jamás es una opción. No existe el espacio para los sentimientos, estos parecieran entorpecer el camino hacia la perfección tan buscada. Al mismo tiempo, la directora elige mostrar acertadamente los dos puntos de vistas de dicho modo de vida. El joven alumno representa a quien aspira a formar parte, la maestra ya lo es. En ambos casos se destaca claramente el sacrificio y el esfuerzo titánico que esta meta conlleva. Comenzar a muy temprana edad y dedicarle gran parte del día al ensayo musical es solo alguno de ellos. Una vez que se consagran como profesionales de elite dentro de la música, comienzan a brotar otros problemas. Ya sea el de mantenerse siempre en un nivel superlativo o la feroz competencia interna que genera entre compañeros con tal de sobresalir. Aquí Anna Bronsky se hace carne de las secuelas que acarrea dicho modo de vida. Desde una infancia marcada por las altas expectativas del padre y una carencia de afecto. A terminar reflejando sus frustraciones y anhelos en su alumno, viendo en él todo lo que ella tenía el potencial para ser. Su hijo, cual daño colateral, es víctima de la gélida crianza de su madre, que se desprende desde su estricto abuelo. Desarrollando claros celos por el alumno, un sentimiento muy humano, el cual se convierte en un invasor de la familia para él. Por no nombrar al desgastado matrimonio que cada día se separa más, haciendo que su marido se encuentre más cómodo en su taller de trabajo que en su casa.
Thriller psicológico alemán Una profesora de música se obsesiona con el aprendizaje de un alumno y llega hasta límites insospechados de su propia salud mental. Terence Fletcher, el recordado villano interpretado por J. K. Simmons en Whiplash: música y obsesión (Whiplash, 2014), se convirtió en uno de los profesores de música más temidos de la historia del cine. Damien Chazelle retrata de una manera visceral el sufrimiento de Andrew Neiman en las clases de Fletcher. Hay escenas violentas pero que a la vez resultan memorables. Hay padecimiento. Hay desesperanza. Y hay, por sobre todas las cosas, una sobre exigencia capaz de brotar sangre de las manos. Sin embargo, toda esta historia está contada desde un solo ángulo. Es el personaje de Miles Teller quien protagoniza la narrativa. Fletcher queda a un lado, se ubica como el antagonista, y conocemos poco y nada. No sabemos si sufre, si lo padece o si todo esto le generó algún trastorno psicológico. Incluso no sabemos nada de sus vínculos. Ansiando que alguna vez Chazelle se apiade de nosotros y nos cuente más de Fletcher en un soñado spin off, llega La Audición (The audition, 2019) para decorarnos este vacío existencial y contarnos una historia similar, pero con el ojo puesto en la profesora y todo lo que genera en su vida este comportamiento obsesivo. Anna, interpretada por Nina Hoss (Barbara), enseña violín en un instituto de Berlín. Pese a la opinión de otros docentes, la profesora aprueba el ingreso de Alexander, un niño con un deslumbrante talento. A medida que pasan las clases, su nivel de dedicación y exigencia comienza a crecer, llegando a niveles muy peligrosos. Esto despierta los celos de su hijo de diez años y, al mismo tiempo, su matrimonio se desmorona. Sin embargo, Anna está convencida en llevar a Alexander a lo más alto. La obsesión por esto coloca a la profesora en un camino resbaladizo. Luego de Der Architekt (2008), la directora alemana Ina Weisse nos regala con La audición una película satisfactoria contada con ese indiscutido sello intelectual del cine europeo. Un largometraje que utiliza a las sutilezas para armar los conflictos. Weisse carga la obra en su protagonistay, con calma, a través de un ritmo pausado, nos embarca en los conflictos vinculares de esta profesora. Una obsesión capaz de destruir mundos, tanto internos como externos. Ideal para todos aquellos que enseñan, La audición se coloca en esa clase de películas donde el vínculo profesor/alumno se desborda. A la ya mencionada Whiplash: música y obsesión le podemos sumar la galardonada El cisne negro (Black Swan, 2010) como aquellas obras que nos dieron su mirada sobre la obsesión de un docente y lo que esto genera en el alumno. Con la llegada de este film alemán celebramos la aparición de los relatos que nos dan otro punto de vista de la situación y que toman como protagonistas a los Fletcher de la educación.
Anna es una maestra de violín en una escuela para jóvenes músicos. En contra del criterio de sus colegas, aprueba el ingreso de Alexander, un alumno con bastante que aprender pero que ella ve en él un gran talento. A medida que pasan los días previos a la audición, la protagonista se va obsesionando cada vez más con su alumno, e incluso termina ocupándose más que de su propio hijo. «La Audición» es ante todo una película de personajes, a quienes no busca juzgarlos sino mostrar su verdadera naturaleza. Es así como Anna es una mujer compleja en todos los aspectos de su vida, es obsesiva e insaciable, como madre presiona a su hijo más de lo debido, como esposa va en un mal camino en su matrimonio ya que engaña a su marido con un colega, como maestra exige más de lo tolerable y como violista termina autoboicoteándose ante un posible éxito. Existe cierta búsqueda de excelencia constante en todo lo que realiza pero esto termina volviéndose en su contra. Anna está interpretada por la talentosa y galardonada Nina Hoss, quien fue premiada por este papel en el Festival de San Sebastián. La actriz logra manejar este difícil registro en el cual se muestra la fortaleza y la fragilidad de una misma persona a través de una expresividad firme en su rostro y en la forma de comportarse, con algunos pocos momentos donde se la muestra sensible y más humana. No es de esos personajes con los que podemos sentir una empatía directa por sus ambigüedades, pero sin dudas es muy interesante de ver. Al resto de los personajes también se los delinea con la misma naturalidad, mostrando los celos de su hijo y las maldades que realiza para llamar la atención, el derrumbe de su matrimonio o la presión que sufre su alumno. La película transita por varias temáticas inherentes al ser humano, como la disciplina, la presión de lograr la perfección, la frustración, el miedo al fracaso, la culpa, los celos, la competencia, entre otras cuestiones. Muchas de ellas se plasman de manera perturbadora e inquietante en el film, agregándole tensión a las escenas. Por momentos nos recuerda un poco a «Whiplash», pero cambiando el punto de vista del alumno a la profesora. Los aspectos técnicos están muy cuidados, principalmente su cálida fotografía, pero sobre todo tenemos que destacar el uso de la música, que en su mayoría proviene de los distintos instrumentos que utilizan los personajes. Casi no tenemos otro sonido que acompañe a la historia, sino que se basa en los silencios y los acordes del violín. En síntesis, «La Audición» nos presenta una historia sobre la búsqueda de la perfección y el camino hacia la frustración o el desgaste que eso genera. Un relato perturbador e inquietante que está muy bien plasmado por su elenco, sobre todo por la maravillosa Nina Hoss que logra captar la esencia de su papel a la altura de las circunstancias.
Más allá del sesgo hanekeano a la hora de abordar cuestiones como la culpa y el castigo que deviene en un desenlace algo sádico, hay que decir que La audición trasciende los lugares comunes del género maestra-alumno de música para convertirse en una profunda e inteligente incursión en la psicología de sus personajes con una puesta en escena sólida, rigurosa y sin fisuras. En su segundo largometraje como directora después de The Architect, la reconocida intérprete Ina Weisse describe el universo personal de Anna Bronsky (la otra vez extraordinaria Nina Hoss, ganadora del premio a Mejor Actriz en el Competencia Oficial del Festival de San Sebastián 2019 por este trabajo), profesora de violín en un instituto de élite en Berlín. Anna logra que Alexander, un chico sin técnica depurada, ingrese y empieza a prepararlo de forma minuciosa hasta lo obsesivo (patológico), al punto que empieza a descuidar la relación con su marido Philippe (Simon Abkarian) y su hijo Jonas (también un virtuoso intérprete de violín). Mientras mantiene un affaire con su colega Christian, quien además la insta a volver a dar conciertos en un quinteto, nuestra antiheroína inicia un descenso a los peores infiernos personales con resultados inquietantes y desgarradores. Aunque el desenlace no está al nivel del resto de la propuesta, se trata de un valioso segundo paso de Weisse detrás de cámara y -por si todavía hacía falta- la ratificación del talento impar de la protagonista de varios films de Christian Petzold como Yella, Triángulo, Barbara y Ave Fénix. Queremos tanto a Nina Hoss...
Lo que Anna (Nina Hoss) divisa durante una audición para los futuros alumnos del conservatorio de música es el atisbo del genio. El mismo que ella prometía en su juventud, el que quisiera vislumbrar en el futuro de su hijo, el que escucha en las grabaciones que modelaron sus expectativas de grandeza. Hoy profesora de violín, Anna toma bajo su ala la educación musical de Alexander (Ilja Monti) al que solo cree le falta la disciplina que conduce el talento a su florecimiento. La audición se mantiene adherida al recorrido de su personaje; Ina Weisse sigue de cerca a Anna, su soterrada frustración, sus intentos de liberación. Tanto su entorno académico como familiar refractan esa misma tensión que ella emite, que la genial Nina Hoss condensa en apenas un gesto o una mirada. Y la película logra su equilibrio en esa medida cercanía, y sus momentos más oscuros e impredecibles en el camino de la exigencia que se revela un calculado ejercicio de crueldad. A diferencia de lo que ocurría en La profesora de piano de Michael Haneke, a Weisse no le interesa el pathos de la excepción sino el temor a la mediocridad, esa convicción que agita a Anna de que detrás del fracaso yace la falta de carácter. En los espejos que ofrecen su hijo y su alumno, imprevistos rivales pero también alternativas de su misma encrucijada, Anna nos confina a esa angosta línea que nos separa del abismo.
Una profesora de música talentosa, contenida, aparentemente amable y ecuánime es solo la superficie de un personaje sorprendente. En la película dirigida por la también actriz Ina Weisse, con la talentosa Anna Bronsky, todo es llamativo. Lo que se advierte como pequeños síntomas de una crisis de mediana edad para la protagonista, una mujer consagrada, que ha dejado de actuar por un pánico escénico que se lo impide, es en realidad una pantalla de hielo que oculta la oscuridad: Un padre autoritario a quien desprecia pero ella repite sus exigencia con su hijo y su discípulo, tiene un marido que la comprende o intenta ser paciente con sus caprichos exteriores e indecisiones, a quien declara amar, aunque frecuenta a un amante apasionado que la idolatra. Todo lo que en ella es aparentemente calmo se transforma en torbellino, le aflora la impaciencia, la crueldad con su alumno, la desesperación con sus faltas, la inquietud. Nada es lo que parece y esa mujer se precipita a situaciones límites. Un film complejo, muy bien actuado y atrayente.
"La audición": la disciplina como enfermedad. Una profesora de violín se obsesiona con uno de sus alumnos, en cuyo éxito o fracaso parece proyectar traumas de su pasado familiar. “Tu madre siempre vio su enfermedad como una falta de disciplina”, le dice el padre a Anna, al mismo tiempo que trata al nieto con una severidad que roza el sadismo. En la familia de Anna la disciplina es una enfermedad que se transmite de generación en generación. Abstraída en las inseguridades en las que se formó, Anna “se olvida” de dar afecto a su marido e hijo. Hasta que aparece alguien en quien canalizar la obsesión largamente amasada. Presentada en los festivales de San Sebastián y Toronto, La audición es lo que tiempo atrás se hubiera llamado “drama psicológico”, término que más tarde adquirió cierta connotación despectiva. Tratándose de disciplina y siendo la película de origen alemán, lo que habría que ver es si el opus 2 de la realizadora Ina Weisse trata sobre un caso personal, o cabe hacerlo extensivo a una cultura entera. “¿Te parece que en una semana va a estar en condiciones?”, le pregunta el jefe de una comisión examinadora a Anna (Nina Hoss), profesora de violín en un instituto de música. El aspirante no se muestra del todo seguro, pero Anna sí. A partir de ese momento pasa a ser una suerte de tutora de Alexander (Ilja Monti), cuyo éxito o fracaso en la presentación escolar Anna vive con una intensidad que no es equivalente a la del muchacho. “El sonido tiene que salir de adentro”, le reprocha Anna. “Tenés que oír las notas antes de tocarlas”. Y a él el violín parecería ejecutársele con independencia de sus deseos, como si la relación entre instrumentista e instrumento se hubiera invertido. Al mismo tiempo el lugar de autoridad de Anna empieza a resquebrajarse. Un colega (que es también su amante, papel a cargo de Jens Albinus, todo un icono de las películas del Dogma danés) la invita a tocar en un quinteto de cuerdas, y tocar la retrotrae al corazón mismo de su trauma. A partir de ese punto la examinada pasa a ser ella. Al menos así es como lo vive. En tiempos de reacción antipsicologista, la sola palabra “trauma” puede sonar a poco menos que un sacrilegio. Salvo que se trate de un trauma físico, en cuyo caso no hay problema. Habría que preguntarles a los cientos de miles de personas que en su infancia fueron víctimas de violencia familiar, a ver qué nombre le pondrían a lo que les sucede. La obsesión de la profesora por su alumno favorito recuerda a la de la protagonista de La maestra de jardín (Nadav Lapid, 2014), con la diferencia de que lo que allí estaba al borde del abuso infantil aquí responde más a una ilusión proyectiva, con Anna deseando que Alexander triunfe donde ella perdió. La audición no es una sesión de terapia: no son las palabras sino las miradas las que construyen sentido. La mirada ladeada de Philippe, marido de Anna (el francés Simon Abkarian), que la observa en silencio, como en un round de estudio. La mirada de reproche del hijo, Jonas (Serafin Mishiev), que se encuentra compitiendo de pronto con un rival inesperado (él también estudia violín, en el mismo instituto donde Anna da clase). El cruce de miradas entre Anna, Philippe y Jonas, durante una cena en la que la cuerda se tensa. Se tensa, pero no se rompe. Esto no es Whiplash, donde el profesor le revolea un platillo por la cabeza al baterista que equivoca un compás. Siendo un chico, es bastante lógico que sea Jonas el que en un momento dado “pasa al acto”. Pero el de los adultos es un mundo de emociones férreamente acorazadas. En este sentido la elección de Nina Hoss, actriz fetiche del realizador Christian Petzold, es ideal: la protagonista de Barbara y Ave fénix es capaz de “narrar” en dos planos, el de lo aparente y el de lo reprimido. Sobre todo cuando la cámara se aproxima a su rostro y comunica capas superpuestas de culpa, angustia y ansiedad. Como si se estuviera desmoronando, sin que el gradiente de la brújula se corra ni un grado de su eje.
En su segunda película como directora, la actriz alemana Ina Weisse nos interna en un tenso relato que tiene como eje medular la dinámica entre una profesora de violín y un joven estudiante que aspira a ingresar en un prestigioso instituto. Como tantos films que abordan el proceso de aprendizaje artístico en un riguroso ámbito académico, la disciplina y los niveles de obsesión para alcanzar una determinada meta, se conjugan en un cuadro de situación que tarde o temprano tendrá su correspondiente estallido. Sin preámbulos, la historia comienza con una seguidilla de adolescentes que hacen su intento frente a una implacable mesa examinadora. Bajo la mirada de los docentes, los chicos interpretan un fragmento de una composición clásica en un pequeño auditorio. Cuando Anna (formidable Nina Hoss) descubre un futuro promisorio en Alexander (Ilja Monti), convence a sus colegas para que la dejen oficiar de tutora de cara a la audición que definirá el destino del alumno. Narrativamente, la película funciona sobre fórmulas transitadas y se sostiene con interés, aunque sin aportar una mirada diferencial sobre el pelotón de títulos que han cultivado estos tópicos. Anna está en una crisis integral, que abarca desde un notorio desgaste en su relación de pareja, hasta ríspidos cruces con su hijo que, al igual que Alexander, es estudiante de violín y no tardará en sentir celos por el nuevo protegido de su madre. La presencia de un amante orbitando en el mismo ámbito musical, termina de completar este endogámico combo con rumbo de destino fatal. El problema con este tipo de films que no trazan el curso de la crisis existencial de sus personajes, sino que arrancan de lleno con sus protagonistas sumergidos en un cúmulo de conflictos; es que la apuesta se reduce a la expectativa de lo que sucederá en la resolución. Una poderosa catarsis o la irrupción de eventos inesperados, suelen ser pasos fijos del menú de estas propuestas que avanzan a partir de la acumulación de múltiples capas dramáticas. A favor de La audición, hay que destacar que el desarrollo cumple con un minucioso retrato de la protagonista. En este sentido, resulta fundamental la gama de matices que aporta Hoss, ganadora del premio a mejor actriz en el Festival de San Sebastián por esta performance. Mientras que a contramano de tantos dramas que encuentran un sólido pico en su final, aquí la resolución prioriza una pirueta melodramática, que lejos de la tensión contenida y del rigor psicológico orquestado durante todo el relato, coquetea con la crueldad de algún film de Michael Haneke; aunque sin llegar a su maestría en el dominio de la sordidez. Lo más interesante de La audición, radica sin dudas en su filoso abordaje de la obsesión por la disciplina, que como es sabido cuenta con un particular historial en Alemania; y su colisión contra el trauma por aquellas metas no alcanzadas que se traslada de generación en generación. Nina Hoss es capaz de apresar esa enorme montaña de dolor con su mirada, y su meticulosa presencia alcanza para dimensionar los bordes de un abismo inexorable. Das vorspiel / Alemania-Francia / 2019 / 99 minutos / Apta para mayores de 13 años / Dirección: Ina Weisse / Con: Nina Hoss, Simon Abkarian, Jens Albinus, Sophie Rois. Funciones en Cine Universidad (Nave UNCuyo).
Imperfecta búsqueda de lo perfecto La búsqueda de la perfección puede ser un punto sin retorno. Hacia allí apunta la directora alemana Ina Weisse en este filme que, más allá de mostrar un desenlace demasiado tremendista e innecesario, no deja de ser una buena lectura de la complejidad de la condición humana. Anne es una profesora de música exigente hasta el hartazgo. Y también de una sensibilidad poco frecuente. Esa sensibilidad le permitió percibir que Aleksander, ese joven tímido que fue a una audición de violín para entrar a la escuela de música, tiene verdaderas condiciones para tocar su instrumento. Ella será la profesora que le dará todas las pautas necesarias para que el joven supere la prueba de ingreso. Pero con el paso del tiempo sus métodos de enseñanza serán tan intensos que por momentos se parecerá al personaje de J.K.Simmons en “Whiplash”. La directora traza paralelamente un perfil de la vida íntima de esta docente, que le confiesa amor a su esposo pero lo engaña sin miramientos con un compañero músico; y que no puede lograr que su hijo, a quien también hostiga para que estudie violín, le regale un beso cariñoso. Anne, excelente interpretada por Nina Hoss, también es un reflejo de la insatisfacción natural del artista, que tiene como norte la búsqueda de la excelencia sin reparar en los efectos colaterales que eso conlleva. “La audición” también sirve para ver cómo seguir después de un fracaso. Y hasta qué punto vale la pena la autoexigencia a cualquier costo.
Esta película alemana protagonizada por Nina Hoss se centra en una violinista que debe lidiar con problemas personales y laborales, haciéndole perder su centro y sacando afuera las peores zonas de sí misma. El segundo largometraje de la actriz convertida en directora tiene un gran punto a favor que sostiene su relato aún cuando las decisiones formales o narrativas empiezan a generar muchas dudas. Se llama Nina Hoss y es su protagonista. La actriz alemana (de casi todas las películas de Christian Petzold, entre muchas otras) es, como dicen por ahí, una fuerza de la naturaleza, una presencia tan magnética y potente que hace que por un buen rato pasemos de largo los problemas aparentes del film, los que van a hacerse más evidentes sobre el final. Es tan claro el punto de quiebre en LA AUDICION que uno hasta podría dividir a la película en dos partes: una muy buena primera hora y una bastante desagradable media hora final. Es que la película de Weisse viene contando de manera sutil, ingeniosa e inteligente la vida de una violinista talentosa, autoexigente y complicada cuyas idas y vueltas están mostradas de una manera comprensible y humana, aún con sus más extraños tics y peculiares costumbres. Uno entiende a Anna porque se da cuenta que está presa de una gran serie de presiones a las que no siempre sabe responder bien. Y esa debilidad la humaniza. La vida de Anna, la profesora de violín y concertista frustrada, está marcada por un padre exigente, un marido en apariencia amable y bondadoso (Simon Abkarian), un colega/amante y, especialmente, dos figuras que casi sin conocerse compiten por su atención: su hijo y su alumno más avanzado. Ambos tocan el violín pero Anna parece más preocupada por los avances de su alumno en función de una inminente audición, algo que no le sienta del todo bien a su más pequeño y perturbado hijo. Las idas, vueltas y complicaciones en la vida de Anna a lo largo de la primera hora del film están contadas con un enorme grado de realismo y verdad. Da la impresión que la directora no juzga a sus personajes sino que comprende y acepta que se equivoquen, que no actúen siempre de la mejor manera y que mezclen gestos nobles con otros egoístas, como seguramente lo hacemos todos. Pero hay un momento en el que eso se corta y es lo que yo llamo el Ataque Haneke. Veamos. Sin spoilear diré que la tensión narrativa va creciendo a partir de una serie de hechos específicos (la presión que Anna se autoimpone cuando tiene que tocar en vivo es tremenda) y de allí en adelante el personaje se desarma y la directora toma distancia de él. La sutileza y la ambigüedad desaparecen y Anna (y no solo ella) se convierte en un monstruo en una película que en un momento se abandona a sí misma y decide convertirse en un mix de LA PROFESORA DE PIANO y LA CINTA BLANCA. Crueldad, brutalidad, una maldad que se pasa de generación en generación, una idea de que la bondad y la inocencia en el mundo solo serán castigadas por la lógica cruel de nuestros recelos y egoísmos varios. Todo eso aparece en la película. No de golpe —hay varias pistas de que todo puede derivar en algo parecido a eso desde mucho antes— pero sí de una manera que le hace muy mal a THE AUDITION ya que no solo simplifica, y levanta el dedito moralista acusador en lo que queda del relato, sino que hace repensar lo que habíamos disfrutado antes. De todos modos tengo la impresión de que hay suficiente buen material aquí como para no desmerecer la película por completo, ya que durante una buena parte del relato se trata de una inquietante historia acerca de la difícil vida de una mujer profesional presionada por la vida, el trabajo, la familia y sus propias obsesiones y traumas. Hasta que hay que sacar el martillo y dictar sentencia, Weisse y Hoss parecen controlar lo que hacen. Después, ambas son cooptadas por ese mal del cine contemporáneo que es la necesidad de impactar brutalmente al espectador con un golpe duro en el rostro y el rumbo se pierde por completo. Una lástima. Con algunos pequeños pero fundamentales cambios, THE AUDITION podía haber sido una mucho mejor película que la que terminó siendo.
Profunda reflexión sobre la difícil tarea de acompañar a jóvenes en el camino de la música profesional, a partir de una mirada sobre una profesora que tiene en el debe muchas cosas más que en el haber.
CRISIS INTELECTUAL "Desde Alemania, la Directora y Guionista Ina Weisse -The Architect (Der Architekt), 2008- nos presenta su film Das Vorspiel, 2019, en donde tenemos la gran oportunidad de comprender que: -El todo es más que la suma de sus partes-, en un inmejorable trabajo íntegro. Un guion para aprovechar y aprender. Ideal para estudiantes en búsqueda de lecciones." Das Vorspiel (2019) Anna Bronsky es una profesora de violín que trabaja en un instituto de secundaria especializado en educación musical. Ella impulsa el ingreso de Alexander, un alumno en quien detecta un talento singular, y a pesar de la oposición de los demás profesores, se compromete a ayudarlo en la preparación del examen intermedio, llegando a descuidar a su propia familia, incluido su hijo violinista, lo que genera una gran tensión a su alrededor. Día a día, Anna se obsesiona cada vez más con llevar a la perfección a Alexander, exigiéndolo severamente, pero cuando llega la fecha del examen, los acontecimientos se tornan inesperados. Más allá del excelente trabajo cuidado y detallista al extremo de Dirección, fotografía, banda sonora, escenografía, locaciones, etc, todo nos habla de un riquísimo y simple estilo. Contrastes permanentes aportan armonía destacando a la protagonista en donde se encuentre, situación y con quien interactúe. En el vestuario, colores de las paredes, maquillaje, utilería, escenografía, todo, de manera muy sutil, habla solo de ella. Nina Hoss responde a la altura de semejante personaje, desde la gestualidad, la postura y las miradas que preponderan sobre los silencios. La comunicación real, muchas veces, no sucede con las palabras. Lo que más me impresionó es el tremendo guion, digno de un profundo análisis, con lo cual, y para realmente apreciarlo, considero que si no sos guionista o estás en formación, dudo que comprendas en verdad lo brillante de su ejecución. Nada es obvio ni inocente. No se trata de una película más, no es un simple thriller. Sí, una buenísima construcción psicológica de un gran personaje que tiene un conflicto íntimo, acompañado de una muy buena ejecución y de gran elenco. La premisa queda planteada, una vez que se define el verdadero antagonista de nuestra protagonista, es el momento en el que avanzamos hacia un relato que cuenta con tramas, subtramas, pistas, y un ritmo perfecto. Resultando algo engañoso, en el astuto sentido de no regalarle nada al espectador, sino que sea activo y le apasione no ser subestimado, es que se activa esa pasión por el cine y elegimos el difícil camino de no quedarnos en la superficie. Me puedo extender mucho más, no obstante lo cual, le dejo al apasionado del guion, descubra por si mismo el maravilloso trabajo y obsequio de este film. Solo agregar que a través de ciertos principios descubiertos, los elementos que llegan a través de los canales sensoriales (percepción) o de la memoria (pensamiento, inteligencia y resolución de problemas), en la experiencia que tiene el individuo en su interacción con el medio ambiente, tiene un carácter primario sobre los elementos que la conforman, y la suma de estos últimos no podría generar por sí sola la comprensión del funcionamiento mental. "Somos lo que hacemos y no lo que somos, aplica para sociedades como las nuestras. Este inmejorable film, nos rompe la estructura mental, enseñándonos que para ciertas idiosincrasias, en este caso, la alemana, lo aprendido de pequeño en nuestro hogar y con nuestros padres, gestará nuestra estructura mental. Pretender que alguien desconfigure dicha forma, no es necesariamente sano para su vida y una de las cosas imposibles inherentes al ser humano."
Hablada en alemán y francés, esta segunda película dirigida por una actriz, la alemana Ina Weisse, tiene frente a cámara a una intérprete fantástica, Nina Hoss, como una rigurosa profesora de música. El link con La profesora de piano de Haneke viene a la cabeza enseguida (así como buena parte de “la bibliografía” sobre el vínculo maestra alumno). Pero, aunque también aquí se explora la capacidad de crueldad, la culpa y la ausencia de perdón, la densidad se compensa con un relato atrapante. Una exploración acabada de la psicología de sus pocos personajes o, más bien, la crónica de una mujer en el pico de su neurosis. Hoss, que ganó como mejor actriz en San Sebastián por este trabajo, es Anna. Enseña violín en una academia rigurosa y se encapricha con Alexander, un chico tímido, al que le falta técnica, pero por el que decide apostar. De a poco, mientras Anna va y viene a paso rápido, de casa al trabajo, con la misma bufanda al cuello y el mismo sobretodo, iremos descubriendo cuánto de esa apuesta es depósito de sus propias frustraciones y anhelos. En casa está su hijo Jonas, que se niega a tocar el violín para ella, y un marido luthier que la contiene con paciencia y todavía algo de amor. Fuera de casa, un amante, también músico, cuya presencia parece despertar en Anna tanta pasión como inquietud y desorden. Y aunque la sutileza narrativa se pierda un poco hacia el último acto, la potencia de este espectáculo, el de una mujer en crisis, bordeando los límites del control, es contundente y digna de verse. La puesta, rigurosa como el universo de la academia musical, y la fotografía, con iluminación tenue, atenta a los detalles sin invadir a los personajes, acompaña con virtuosismo. Hay algo en la composición de Hoss de esta mujer madura, a veces misteriosa y otras tantas repelente, que produce una tensión, una irritación similar a la de los agudos de un violín. Que repite, y repite, y repite las mismas notas, hasta que salga perfecto.
Con enorme dedicación y afecto, Anna enseña violín a un joven de inusual talento. Una audición trascendental lo aguarda mientras la obsesión se apodera de la docente, canalizando en el superdotado aprendiz sus antiguas frustraciones. Las cuerdas se tensan, la melodía se intensifica y la sinfonía se convierte en la música de fondo para un drama apremiante. El Premio a la Mejor Actriz otorgado a Nina Hoss, en el Festival de Cine de San Sebastián, valida los pergaminos de un soberbio tour de forcé actoral. La germana Hoss utiliza su lenguaje corporal como un perfecto instrumento que transmite emociones a flor de piel. El suyo es un acto de fe que se convierte en una razón de vida que hace de la fijación un viciado síntoma. La frustración y los temores del joven aprendiz enciende el estado de alarma e inseguridad que afectará al círculo íntimo de la tutora. Hoss se balancea ante el abismo de su duda existencial. La certeza de su visión como instructora acaba de derrumbarse y con ello todo a su alrededor. El segundo largometraje como directora de la también actriz Inna Weisse posee un sólido guión firmado por Daphne Charizani. De una sobriedad casi ascética, “La Audición” se nos revela como un pormenorizado retrato psicológico, una perturbadora indagación moral. En las antípodas del temible y en extremo subrayado retrato de Damien Chazelle en “Wiplash” (2014). Las intenciones son, afortunadamente, otras. Existe en su atribulada protagonista una fallida búsqueda de afecto y aceptación. La confrontación con su propia agonía existencial hace del film un agudo acto reflexivo acerca de la culpa y el castigo.