Vera, una actriz cuya fama se ha disipado prácticamente por completo, llega a un paradisíaco lugar del Caribe para rodar el guión inacabado de uno de sus mejores amigos y guionista de culto del séptimo arte: Jean-Louis Jorge. Por Bruno Calabrese. Con el objetivo de realizar una película de ficción dentro de una película en honor al cineasta, escritor y productor teatral extravagante Jean-Louis Jorge (una persona real), los directores traen la película “La Fiera y La Fiesta”. El homenajeado fue un miembro activo de los modernos años 70 y se convirtió en una leyenda en Santo Domingo por la fuerza de sus excéntricas películas de serie B, hasta que su trabajo fue interrumpido cuando fue asesinado por tres adolescentes en 2000 a la edad de 53 años. Una figura que vale la pena recordar La historia reúne a un grupo de viejos amigos que conocían a Jorge cuando eran todos miembros de la escena del club underground. Ahora, en sus setenta años, planean filmar su guión sin filmar en su propia isla, antes de que sea demasiado tarde. Scrappy Vera (Geraldine Chaplin) ha asumido el papel de directora de cine, y el productor Victor (Jaime Pina) ha aceptado buscar financiamiento. El equipo se completa con Martin, el director de fotografía, interpretado por el colombiano Luis Ospina, y Udo Kier como Henry, su leal coreógraf Un hermoso ambiente tropical y las configuraciones de iluminación, un diseño interior moderno, junto con las divertidas opciones musicales , fotos en blanco y negro y Inserciones de las películas de Jorge. A juzgar por estos intrigantes bocados, la vida y la muerte transgresoras de Jorge ciertamente habrían hecho un documental fascinante. Sus tres largometrajes tienen el aspecto de clásicos: “La Serpiente de la Luna Pirata” (1973) sobre una mujer que trabaja en un club nocturno mientras pierde su control sobre la realidad; “Melodrama” (1976) se basa en los romances cinematográficos de Rudolph Valentino y Pola Negri; y en 1998 “Cuando una historia de amor termina” está inspirado en una historia real sobre una mujer acusada de infidelidad y abandono infantil. “La Fiera y La Fiesta” es una película con un elenco de lujo, encabezado por una magistral Chaplin. Un film sensual que rescata a un cineasta latinoamericano desconocido y por descubrir, que retoma fielmente el espíritu excéntrico de Jorge. Puntaje: 80/100.
Bienvenida la locura y la diferencia que esta propuesta trae en tiempos de cine homogéneo y básico. Geraldine Chaplin sigue los pasos de un realizador que supo admirar y amar, y para quien organiza un homenaje cinematográfico que termina de la peor manera. Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas ofrecen un espectáculo único, que por su originalidad y evocación a clásicos como “Arrebato” permiten el disfrute y el interés por la obra de Jean- Louis Jorge, a quien recuerdan.
El rol protagónico acordado a Geraldine Chaplin, las actuaciones secundarias del actor alemán Udo Kier y del cineasta colombiano Luis Ospina, la exhibición en la sección Panorama del 69° Festival de Berlín constituyen tres razones atendibles para mirar La fiera y la bestia. Asimismo, corresponde advertir que la película de la dominicana Laura Amelia Guzmán y del mexicano Israel Cárdenas puede resultar críptica para quienes desconocen a su musa inspiradora: el realizador –también dominicano– Jean-Louis Jorge, asesinado, a sus tempranos 53 años, el 13 de marzo de 2000. Otra aclaración necesaria: la integrante femenina de la dupla autoral es sobrina de este productor televisivo y cineasta olvidado, incluso en su país natal. A contramano de quienes entienden que los documentales y las biopics combaten con mejores armas la desmemoria colectiva, Guzmán y Cárdenas prefirieron imaginar una ficción habitada por el espíritu creativo del homenajeado. En la pantalla, Chaplin encarna a los realizadores cuando interpreta a la directora de un musical in memoriam, condicionado por vínculos afectivos tan históricos como ineludibles. La fiera y la bestia se convierte entonces en crónica del rodaje de este tributo que recrea la estética y sensualidad (incluso retoma algunos fotogramas) de La serpiente de la luna de los piratas y de Mélodrame. Por razones obvias, la película seduce más a la porción de público que conoce –o a aquélla que antes de verla investigó– la trayectoria de Jorge. Sin esa información, la propuesta de Guzmán y Cárdenas resulta una experiencia onírica con fuerte impronta vampírica, que invita a reflexionar sobre la siempre trabajosa realización cinematográfica y sobre el paso del tiempo y sus principales expresiones: la memoria, el (o los) olvido(s), el envejecimiento, la muerte. Por momentos resulta difícil lidiar con las actuaciones de algunos integrantes del elenco. Pero también es cierto que las limitaciones interpretativas que atentan contra la ilusión espiritual y espiritista le rinden honores a ese cine de clase B que Jorge fabricó contra viento y marea. Seguro, La fiera y la bestia gustará sobre todo a quienes conozcan o estén dispuestos a (re)descubrir el espíritu creativo del también autor de Cuando un amor se va. Quizás otro tipo de público habría preferido (re)encontrarlo en una biopic o, mejor todavía, en algún documental.
El oficio de Chaplin Jean-Louis Jorge era un director de cine nacido en la República Dominicana. Prácticamente desconocido fuera de las fronteras de su país, muchos lo consideran un pionero de la cinematografía dominicana. Autor de una obra semi amateur, transgresora, sensual y kitsch, fue brutalmente asesinado por tres adolescentes en el año 2000. Partiendo de esta mítica figura, los realizadores Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas construyen la historia de La fiera y la fiesta (2019) en la que un grupo de viejos amigos y colaboradores de Jean-Louis Jorge, tratarán de filmar uno de sus guiones. La veterana actriz y ex diva Skrappy Vera (Geraldine Chaplin) se hará cargo de la dirección de la película; Victor (Jaime Piña) oficiará de productor; Henry (Udo Kier) será el coreógrafo y Martín el director de fotografía (interpretado por el cineasta colombiano Luis Ospina, amigo de Jean-Louis Jorge y responsable de la preservación de su patrimonio artístico). Entre un rodaje sumamente accidentado, fiestas con un dejo de glamour, recuerdos de juventud y de un pasado más glamoroso, la historia del filme transcurre sin nunca encontrar un horizonte, con vampiros, escenas de baile e introduciendo elementos fantásticos que nunca logran encajar (en claro homenaje a la obra del director fallecido). Los protagonistas parecen encontrarse en un estado de anomia, del que no podrán escapar, incluso cuando se desatan una serie de tragedias. Todos ellos parecen atrapados en el pasado, cuando sus vidas transcurrían en el universo de Jean-Louis Jorge. “Sólo los que tienen frenos pueden parar”, dice en un momento de la película el personaje interpretado por Geraldine Chaplin. La historia naufraga, pero las interpretaciones de Chaplin, Kier, Piña y hasta el propio Ospina, justifican el visionado de esta película. La presencia escénica, los movimientos corporales, las miradas y los silencios de la hija del gran Charlie, son una clase magistral de actuación. En un momento del film, su personaje culpa al fantasma de Jorge por los problemas durante el rodaje. Si algo despierta esta coproducción dominicana, mexicana y argentina, son las ganas de conocer más la historia del director Jean-Louis Jorge. No es un mérito menor.
Mito y leyenda del cine dominicano, personaje maldito para buena parte del establishment, figura de culto en París y Nueva York, héroe trágico (fue asesinado por tres jóvenes el 13 marzo de 2000, a los 53 años, en su departamento de Santo Domingo), Jean-Louis Jorge llegó a filmar películas como La serpiente de la luna de los piratas y Melodrama (seleccionada para la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 1976), coqueteó con Hollywood y fue bastante maltratado por la cultura oficial no solo por su homesexualidad sino sobre todo por su permanente provocación, su exotismo, su osadía, su trasgresión, su apuesta por el surrealismo y el kitsch incluso antes del boom almodovariano. La codirectora Amelia Guzmán conoció de casualidad la historia de su tío y, gracias a la colaboración del también cineasta colombiano Luis Ospina (quien se formó con Jean-Louis Jorge en la UCLA de California), reconstruyeron su historia personal y artística, y fueron recuperando las copias de sus cortos y largometrajes, así como varios de sus guiones. Uno de los tantos proyectos inconclusos es el germen de esta película que narra el intento de cuatro sobrevivientes por llevar adelante un rodaje caótico y de inevitable destino trágico. La directora es Vera (Geraldine Chaplin, quien venía de trabajar con Guzmán y Cárdenas en Dólares de arena), una veterana actriz en decadencia que encuentra que la mayoría de los artistas de su generación ha muerto; el productor es Victor (Jaime Piña); el camarógrafo y director de fotografía es Martín (el propio Luis Ospina), mientras que el coreógrafo Henry (se trata de un musical cargado de pintoresquismo) está interpretado por Udo Kier. Entre el cine experimental (hay imágenes acuáticas de enorme belleza en ámbitos paradisíacos), el ensayo de las eróticas escenas musicales, múltiples juegos del cine dentro del cine (con las tensiones propias de todo equipo de rodaje), un off omnipresente de espíritu existencialista e irrupciones de vampirismo, La fiera y la fiesta resulta una auténtica rareza con pasajes muy inspirados y de los otros. Más allá de sus desniveles, se trata de un valioso homenaje y reivindicación de un artista en muchos sentidos pionero y hoy injustamente olvidado dentro de los cánones del cine latinoamericano.
Pensada como homenaje a la secreta figura del dominicano Jean-Louis Jorge, La fiera y la fiesta se construye como un extraño rompecabezas en la frontera entre la melancolía y el absurdo. Todo comienza con la llegada de Vera (Geraldine Chaplin) al Caribe para dirigir una película que su amigo Jean-Louis había dejado inconclusa. El recuerdo de su muerte temprana, la presencia de sus fotografías y los retazos de sus emblemáticas películas se amalgaman con una ficción que combina el baile y los vampiros en una oda a la pérdida, en un intento de revivir el legado de un artista maldito. La dependencia de la figura de Jean-Louis Jorge es un arma de doble filo para la película. El intento de narrar una historia -la de Vera filmando, coqueteando con los jóvenes bailarines, fumando como Garbo congelada en el celuloide- se disgrega cuando el fantasma de Jorge le arrebata el protagonismo. Pero Laura Guzmán, sobrina del homenajeado y codirectora junto al mexicano Israel Cárdenas, contagian de un espíritu camp y psicodélico a su historia, suman al crítico y realizador Luis Ospina -uno de los grandes defensores de la obra de Jorge- a la trama, y enlazan la nostalgia con una feroz sensualidad. Chaplin esgrime esa exacta combinación de fortaleza y vulnerabilidad que es tanto síntesis de la figura del mítico Jean-Louis Jorge como epítome de su presencia como estrella.
Se podría decir que La fiera y la fiesta, última película de la dupla matrimonial de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas (Dólares de arena), es más un collage de ideas, todas apuntadas a un tributo a un cineasta olvidado, que una película construida convencionalmente. Es un estado de ánimo colectivo cuyo hilo conductor es el rodaje de una película en base a un guion perdido del fallecido director dominicano Jean-Louis Jorge, quien marcó tendencia en su acotada filmografía antes de ser asesinado y olvidado por el canon latinoamericano cinematográfico. Con La serpiente de la luna de los piratas y Mélodrame, Jorge se adelantó a la estética kitsch presente en las películas de Pedro Almodóvar antes de caer en el olvido absoluto. Pero es la actriz entrada en años Vera de Geraldine Chaplin (Doctor Zhivago) quien no puede abandonar a la suerte de la memoria a su querido amigo y colega, y se dispone a filmar la última locura, que también marca el último trabajo en la pantalla grande en la carrera de la actriz.
Jean Louis Jorge es un director de cine nacido en la república Dominicana, que escapó de los mandatos familiares, abandono su carrera de ingeniero naval y se fue a EEUU a estudiar cine en la UCLA. Realizo cortos y fundamentalmente dos largometrajes donde unió el glamour de Hollywood con la pasión caribeña, lo refinado, lo extravagante y lo surreal. En “Las serpientes de la luna de los piratas” es un homenaje a Greta Garbo, que se considera una versión trash de “Belle de Jour” es considerada por no pocos especialistas como un antecedente del cine de Almodóvar. Su “Melodrama” cuenta la historia, que el protagoniza, de un actor narcisista y homosexual, que es un homenaje a los amores de Pola Negri y Rodolfo Valentino. Su sobrina, que desconocía la dimensión cinematográfica de su tío, guiada por Luis Ospina (director colombiano que aparece en el film, amigo de Jorge y responsable de la preservación de su patrimonio artístico) se dedico a investigar el talento y la influencia de este creador. En sociedad creativa con Israel Cárdenas nos brindan un film que si bien es un homenaje, le escapa a la biopic y al documental. Juntos escribieron y dirigieron esta película que pone en el centro de la escena a una directora punk que regresa a Santo Domingo para terminar un guion inconcluso de su amado Jorge. Un papel que asume con elegancia, fuerza y talento una dúctil Geraldine Chaplin. A su lado se lucen Udo Kier Y Jaime Piña. El film une un caos de filmación, escenas de las películas de Jorge, delirios, imágenes creativas y bellísimas, un desorden narrativo que resulta fascinante y atractivo. Y también es una puerta de entrada para los curiosos, para adentrarse en el mundo del cineasta asesinado en l947.
Bestias Sagradas Como homenaje a su viejo amigo con quien supieron compartir proyectos en los setenta, Vera (Geraldine Chaplin) está decidida a producir la película que dejaron inconclusa hace décadas, antes de que él decidiera instalarse definitivamente en República Dominicana donde eventualmente lo encontró la muerte. Ella supo ser una actriz de fama en su juventud, pero emprende su primer desafío como directora para rodar el ficticio guión póstumo del directorJean-Louis Jorge. Viaja a Centroamérica con la esperanza de que el resto de sus amigos de aquellos años se le unan en el proyecto, el que sabe será el último para ella. A lo ya de por sí ambicioso del proyecto se le suman otras dificultades extras, porque además de las diferencias creativas, en el medio hay viejos rencores y secretos que tienen su cuña puesta entre ellos. Aunque ni recuerdan por qué se distanciaron hace décadas, Vera se esfuerza por mantener encaminado el proyecto mientras revive con cierta amargura sus épocas de gloria, donde cada noche era una fiesta diferente, consciente de que ya están bastante lejanas y ahora son terreno de una nueva generación que no comparte sus mismos valores ni intereses. La Fiera y la Fiesta Además de ir cambiando de tonos a lo largo de su metraje, La Fiera y la Fiesta es bastante autoconsciente de la mezcla de ficción y realidad que hace, al tomar un director real para meterlo en una historia que rescate el espíritu de su obra sin recurrir explícitamente a ella. En su primera parte, trata con ironía las luchas de ego que existen entre los distintos miembros de un equipo de filmación, burlándose un poco de cada cual a medida que Vera va descubriendo los problemas con los que deberá enfrentarse si quiere cumplir con su sueño. En simultáneo muestra el ánimo sombrío de su protagonista, constantemente asaltada por fantasmas del pasado a los que ve materializarse para interferir con sus designios, a la vez que mira con desprecio la algarabía superficial de los más jóvenes, a quienes seguramente ve indignos de comparar con su propia juventud marcada por el arte. Poco a poco la fantasía y lo onírico ganan terreno, desplazando al realismo sin que a nadie le parezca extraño. Los componentes sobrenaturales se insinúan y no se explican, así como todos esos secretos del pasado de Vera y su equipo de los que nadie quiere hablar aunque sea claro que los siguen atormentando. El elenco logra un buen balance al mostrar como serio algo que no lo es, tomando con naturalidad situaciones que deberían espantarlos o confundirlos en una película de tono más realista. Vera es al mismo tiempo joven y vieja con un simple cambio de postura, alguien que se mueve con la misma naturalidad en una fiesta llena de desconocidos que en la deprimente soledad de un vaso de licor para el desayuno. Aunque exacerbados, no siempre con la misma sutileza, el resto del elenco se mueve por el mismo espectro dejando siempre la sensación de estar ocultando algo, de haber contado un secreto un segundo antes de entrar en plano. Aprovechando el entorno natural Dominicano para muchas de sus escenas, La Fiera y la Fiesta es de esas películas donde la belleza visual es más importante que la solidez narrativa, permitiéndose dejar indefinidas algunas cosas con tal de poder mostrarla de una forma más interesante. Puede resultar frustrante para quien espera que todas las preguntas reciban una respuesta explícita, pero mucho de lo mostrado deja la sensación de que aunque no lo entendamos, significa algo. Y por más que deje más dudas que certezas, es disfrutable incluso en esa indefinición.
En busca del prócer perdido No es necesario saber quién fue Jean-Louis Jorge para acercarse al nuevo largometraje de la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas, la dupla de realizadores responsable de Dólares de arena, Cochochi y Sambá, exponentes del cine producido recientemente en República Dominicana. No es necesario, pero puede ayudar a comprender los motores lógicos y emocionales detrás de La fiera y la fiesta. El también dominicano Jorge estudió cine en los Estados Unidos junto a otros futuros realizadores, como el colombiano Luis Ospina (presente aquí como actor secundario), iniciando luego una filmografía realizada en gran medida fuera de su país y cuyos títulos más relevantes, La serpiente de la luna de los piratas y Mélodrame, fueron producidos en los 70 bajo el manto del autorismo underground, con un pie firmemente apoyado en el melodrama queer y el otro en el surrealismo camp. Figura de culto, Jean-Louis Jorge –quien fue asesinado en 2000, a los 53 años– es un figura esencialmente desconocida en el mundo, aunque en su país se lo venera como a un prócer. Ficción total con múltiples referencias a personas, hechos y creaciones reales, La fiera y la fiestacomienza con el arribo de Vera, actriz veterana y amiga cercana de Jorge, a la ciudad de Santo Domingo, con la intención de dirigir una película basada en un guion inconcluso del cineasta. A poco de instalarse en un resort moderno que hará las veces de escenario principal de la historia, quedará claro que las dificultades no serán pocas, no sólo por los inevitables conflictos con los coproductores, sino también por razones más íntimas. Haciendo gala de su poliglotismo, Geraldine Chaplin vuelve a ponerse a las órdenes de Guzmán y Cárdenas (ya lo había hecho en Dólares de arena) y su Vera encarna en una criatura frágil, marcada por el recuerdo de un tiempo que fue hermoso y los miedos crecientes a serle infiel a la sensibilidad única del homenajeado, que parece merodear por allí como un fantasma. Para llevar la empresa a buen puerto, el productor ha contratado a un director de fotografía que también conoció a Jorge (Ospina), pero Vera insiste en llamar a un viejo amigo y confidente, un coreógrafo que, a pesar de su edad, “mantiene su atractivo germánico” (Vera dixit). Henry es el irreemplazable Udo Kier, ícono del cine europeo de los años 70, actor de una ingente cantidad de películas, entre otras esa particular relectura del mito vampírico dirigida por Paul Morrisey bajo los auspicios de Andy Warhol, Blood for Dracula, que aquí es referenciada literalmente y en más de un sentido. La historia del film dentro del film incluye un club nocturno y a sus bailarines y bailarinas, un vampiro suelto y cierto romanticismo kitsch que hoy puede parecer anacrónico. La primera escena en rodarse, siempre durante la “hora mágica” del atardecer, a la cual se volverá una y otra vez, como si se tratara de un laberinto sin salida, es un paso de baile sobre una pileta artificial, cuyo halo pretensioso forma parte del componente paródico de La fiera y la fiesta. Si todo parece conducir al desastre, a un proyecto condenado a la repetición infinita de tomas, lo que ocurre en bambalinas es bien diverso: hijos distanciados y nietos desconocidos, empleadas de hotel transformadas en vedettes, fiestas de disfraces nocturnas que remedan encuentros pasados, desapariciones misteriosas y alguna muerte sangrienta, baños desnudos en lagos idílicos, lazos y pactos secretos, acentos diversos empujados por la coproducción con México y Argentina. Como podría serlo la película dentro de la ficción de llegar a concluirse la filmación, La fiera y la fiesta mixtura la belleza con un sentido del ridículo consciente y si sus resultados creativos no siempre están a la altura de las ambiciones al menos intenta abrazar con candor una forma de entender (y hacer) el cine que hoy parecen condenados a la extinción.
Un set de filmación con percances La Fiera y la Fiesta (2019) es una película dramática dirigida y escrita por Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán. Coproducida entre República Dominicana, México y Argentina, la cinta está protagonizada por Geraldine Chaplin. El resto del reparto incluye a Udo Kier, Pau Bertolini, Luis Ospina, Jackie Ludueña, Jeradin Asencio, Jaime Pina, entre otros. La cinta participó en la sección Panorama del Festival de Cine Internacional de Berlinale. La historia se centra en Vera (Geraldine Chaplin), una anciana actriz y directora de cine que llega a Santo Domingo, capital de República Dominicana, con el objetivo de filmar una película musical a partir de un guión inacabado de su amigo fallecido Jean-Louis Jorge. Junto a sus compañeros de trabajo que conoce desde la década del 70, Vera intentará hacer lo mejor posible para honrar a Jean-Louis, no obstante el rodaje se verá afectado por las diferentes opiniones creativas, las condiciones climáticas e incluso la muerte de un par de bailarines. Película dentro de otra película. La Fiera y la Fiesta es un filme que fue concebido únicamente para brindar homenaje a Jean-Louis Jorge, un director y productor dominicano que fue asesinado violentamente en su apartamento el 13 de marzo del 2000. Jean-Louis solo adquirió relevancia en su país de origen, por lo que para los demás su nombre, carrera e historia de vida resultan totalmente desconocidos. Así es como llegamos al primer error que tiene este largometraje: todos los espectadores que no tengan idea de la figura de Jean-Louis y cómo era el tipo de cine que hacía, aquí se sentirán completamente perdidos. En vez de otorgarnos un contexto o darnos información sobre este director transgresor al que se lo llegó a considerar como el precursor del cine de Almodóvar, las directoras y escritoras prefirieron armar un filme que solo va a ser comprendido por los que consumieron películas de Jean-Louis tales como La Serpiente de la Luna de los Piratas (1973), Melodrama (1976) o el corto Afrodita. A pesar de que Geraldine Chaplin da una correcta interpretación al encarnar a una mujer súper dispuesta a que su película llegue a buen puerto, la trama rápidamente va perdiendo el ritmo. En muchas partes prácticamente no sucede nada, lo que hace que el espectador pierda el interés que en un principio tenía. Por otro lado, cuando la cinta instala un poco de misterio a partir de la muerte de un par de bailarines, se decide no profundizar más en el tema, dejando al espectador en pleno desconcierto. Aunque La Fiera y la Fiesta cuenta con una bella fotografía e iluminación que establecen un tono tan surreal como exótico, el contenido del filme solo podrá llegar a ser disfrutado por una minoría. Si se desea conocer más a este extravagante director, ver directamente su filmografía es la mejor opción.
Cine dentro del cine. Cine que homenajea a un director, explora su mundo y a la vez intenta hacer una reflexión sobre el arte cinematográfico. El director dominicano Jean-Louis Jorge fue un director de culto, conocido en el circuito de los festivales, desconocido para el público en general. Vera es una directora que busca filmar un guión inconcluso de este realizador. Así, la biografía del director y su cine, se mezcla con un relato de ficción. Vera está interpretada por Geraldine Chaplin, lo que le agrega capas de cinefilia y emoción a la historia. Y luego llega un coreógrafo interpretado por Udo Kier, para que todo tenga un profundo sabor a cine de culto. Pero con eso solo no alcanza. Si bien Geraldine Chaplin está particularmente brillante, el relato se mueve entre el homenaje y la búsqueda propia, sin que lo segundo se vuelva realmente interesante. Tal vez, solo tal vez, sea la puerta de entrada para conocer a Jean-Louis Jorge, pero más allá de la mencionada presencia de Geraldine Chaplin, la película sólo tiene interés y fuerza en el pequeño gran mundo de los festivales de cine.
Tributo a un artista emblemático del cine caribeño: La inmensidad del océano da cuenta de la distancia que separa a Vera de su amigo Jean Louis Jorge, ahora fallecido y a cuyo espíritu le habla en voz en off contándole cuánto lo extraña y que va rodar la película que nunca filmó sobre vedettes y vampiros de la cual le habló en las afueras del teatro Le Palace en París, donde se frecuentaban en su juventud, antes de su brusco retorno a su Santo Domingo natal. Así comienza La fiera y la fiesta (Holy Beasts, 2019), nueva película en conjunto de los realizadores Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, que hibrida el realismo documental con la ficción y el fantástico. La película tuvo su estreno en la ultima edición de la Berlinale. Vera (Geraldine Chaplin), una mujer que roza los 70 años, llega a Santo Domingo para rodar y protagonizar Water Follies, película inconclusa de director dominicano Jean Louis Jorge, hoy de culto pero incomprendido en los años 70. Su estilo especial y transgresor se caracterizaba por emular las grandes producciones del cine clásico de Hollywood a la cuales mixturaba con el exotismo del caribe y con la extravagancia de criaturas de la noche tanto marginales como sobrenaturales. Jean Louis es entonces tanto un personaje de ficción, como el más conocido realizador cinematográfico dominicano de su tiempo, que falleció en el año 2000 en circunstancias trágicas y en cuyos guiones inconclusos está basada la película de Cárdenas-Guzmán. A su llegada a Santo Domingo, Vera se reencuentra con diversas personas que también conocieron de cerca al realizador. Será recibida por el productor Victor (Jaime Piña, que produjo en la realidad varias películas de J.L Jorge). En una fiesta donde se reunen los amigos del difunto, que evoca los años locos de juventud compartidos y donde se proyecta en homenaje su última película, se topa con Martín (Luis Ospina, que fuera amigo de J.L), quien se ocupa de la dirección de fotografía, y con Yony (Jackie Ludueña), bailarín y enigmático nieto suyo, producto de una hija con la cual no se habló durante muchos años. El grupo se completa con Henry (Udo Kier), coreográfo y amigo de Vera. El elemento fantástico-sobrenatural es anticipado cuando, a poco llegada al hotel, Vera se detiene en un cuadro selvático y del estanque emerge un fugaz y jocoso Victor, y a la vez en ese altar que le ha realizado Vera a Jean Louis en su habitación, hacia el cual habla y dirige sus cavilaciones en diversos momentos del film. Vera cae en la cuenta de que los viejos amigos ya no están para acompañarla en la película y mantiene constantes desavenencias con Víctor pugnando por su libertad creativa en un contexto en el cual su memoria y sus fuerzas físicas comienzan a flaquear. Lentamente los límites entre la película y la película dentro de la película comienzan a desdibujarse. El rodaje de la exótica escena de baile rodeada de aguas alocadas vira hacia la tragedia, y entonces el paraíso selvático de la abundancia, la lujuría y la sensualidad deviene en su reverso pesadillesco a instancias de una misteriosa mano negra (¿acaso de la deidad creadora y oscura de Jean Louis?) de cuya sed de sangre ninguno de los personajes podrá escapar. En La fiera y la fiesta, la dupla Cárdenas-Guzmán consigue correrse del clásico documental de revisionismo y homenaje. Los jóvenes realizadores logran transmitir la esencia del cine del director dominicano Jean Louis Jorge construyendo una ficción que lo evoca al retomar la atmósfera melodramática, inquietante y poblada de criaturas excéntricas que estaban presentes en sus películas. Es en medio de esta narración fantástica y poética que insertan de manera ingeniosa los usuales recursos a archivos fotográficos, fílmicos o de entrevistas al entorno cercano al artista en cuestión, logrando de este modo un mayor dinamismo. La fotografía, el sonido y el arte aportan la sutileza y belleza necesarias para acompañar las destacadas labores de Geraldine Clapin y Udo Kier, cautivantes ya desde su presencia. La fiera y la fiesta homenajea y da a conocer a un artista olvidado, pero con la dosis justa como para crear cierta fascinación que lleve al espectador a indagar en su singular filmografía.
“La fiera y la fiesta”, de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas Por Jorge Bernárdez Nada como convocar a una figura un poco mítica para homenajear a otra figura de culto, cuyo conocimiento en términos globales no es demasiado pero que claramente es un estrella oculta de la cultura de dominicana. Jean Louis Jorge (La serpiente de la luna de los piratas, Melodrama) es la figura homenajeada por esta película de la sobrina del director muerto en el año 2000. La muerte del artista a mano de tres hombres dejó una marca trágica y el relato trata de transferir a los espectadores de esta época el legado de un artista que es un especie de secreto venerado en París y en Nueva York. ¿Todo esto aparece de alguna forma en la película? Parcialmente. Vera (Geraldine Chaplin) viaja a República Dominicana para encarar con los amigos del director la filmación de un proyecto inconcluso de aquel artista con el que ella habla constantemente, dándole espacio a una voz off omnipresente y un poco molesta. No es la única dificultad, pero la más significativa sin duda son los cuadros musicales que bordean el concepto de lo que alguna vez se conoció como “videodanza”. Hay muchos temas y ninguno termina de explotar, la abulia y los días vacíos terminan sumiendo a los equipos de filmación en cierta angustia existencial , hay una historia de vampiros que sale del guión que la directora que interpreta Geraldine Chaplin quiere filmar y hay una cierto erotismo en el aire, que por momentos se vuelve un poco incómodo. La fiera y la fiesta es una película extraña para el panorama del cine actual, donde todo parece uniforme y standard, así que marca una diferencia aunque el resultado final sea algo inasible y en suma, fallido. LA FIERA Y LA FIESTA La fiera y la fiesta. República Dominicana/México/Argentina, 2019. Guión y dirección: Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas. Intérpretes: Geraldine Chaplin, Udo Kier, Luis Ospina, Jaime Piña, Jackie Ludueña, Pau Bertolini, Yeraldin Asencio y Fifi Poulakidas. Fotografía: Israel Cárdenas. Edición: Andrea Kleinman, Israel Cárdenas y Pablo Chea. Sonido: Leandro de Loredo. Distribuidora: Cinetren. Duración: 90 minutos.
No es fácil hablar de una película que une secuencias fascinantes con otras de gusto discutible, diálogos imposibles a veces, y momentos que aspiran a la seriedad y despiertan risas o desconcierto. La historia sigue la llegada de Vera a la selva tropical, una actriz de más de setenta años que viene a homenajear a un ser querido, Jean Louis Jorge, director dominicano ya fallecido. Lo hará filmando una película. Momentos fragmentados permiten armar una posible historia de amor no convencional, con excesos y alegrías que incluyen drogas, música, filmaciones y alguna cuota de vampiros y magia negra. La película transcurre entre la realidad y la fantasía. Hay fragmentos de dos de las películas del tal Jorge, que luego sabremos que existió realmente e inspiró el mundo cinematográfico dominicano en las décadas del "70 y "80. También se puede escuchar música tropical fascinante y visualizar una fotografía exquisita en ambientes sofisticados y "modernosos" perdidos en la selva tropical, con anacrónicas figuras danzantes. PASTEL KITSCH Para acumular ingredientes a este pastel kitsch se suma la presencia de Luis Ospina (ex crítico de cine y director del Festival de Cine de Cali), que hace de jefe de fotografía de la película que se filma dentro de la película, y un chico de melena hasta la espalda (estupenda su secuencia de gimnasia artística) que resulta ser "un nieto revivido de Vera, la actriz septuagenaria". Al festín se suma Henry, se supone que amigo de Vera y que con ella arrastraría una condición secreta de vampiros. Un detalle de camarín: Henry es interpretado por Udo Kier, un alemán que se hizo famoso por películas de terror y de "exploitation" al rojo vivo. En síntesis, un "extrañamiento cinematográfico" filmado por un mexicano y la sobrina de Jean Louis Jorge, del que luego nos enteramos (y no por la película) que nació en República Dominicana, estudió cine en Estados Unidos, filmó películas como "La serpiente de la luna pirata" en cabarets chicanos de Los Angeles con una protagonista de doble vida y una travesti negra revolucionando el mundo bohemio de Dominicana y muriendo asesinado en el 2000 en una secuencia que recuerda la muerte de Pasolini. Esta suerte de Almodóvar tropical es homenajeado por una Geraldine Chaplin luciendo un atuendo de neoprene negro y fumando un cigarrillo automático, acompañada de un posible nieto gimnasta que nos enteramos es argentino (Jackie Ludueña), en medio de un hotel boutique en plena selva. Un exotismo cinematográfico.
Coproducción entre República Dominicana, Argentina y México, inspirada en los proyectos que el director dominicano Jean-Louis Jorge dejó inconclusos antes de su muerte. El film realiza su apertura con el sonido del mar desde una pantalla negra. Luego de unos segundos, observamos en el encuadre una masa de agua ligeramente embravecida, como si el mar ahogara la pantalla que lo contiene mientras va tiñéndose de negro. Esta secuencia poética es acompañada por una voz en off en francés que interpela al director fallecido, dejando fluir sus pensamientos. La cámara realiza un movimiento de ascenso generando aire al encuadre y podemos divisar un horizonte que alinea y aliviana la carga emocional con la que ingresamos a la historia. Posteriormente descubriremos que la voz en off pertenece a Vera (Geraldine Chaplin) quien será la protagonista de esta historia. Ella encarna a una actriz, cuya fama se ha disipado prácticamente por completo, que decide ir a Santo Domingo tras la muerte trágica de uno de sus mejores amigos, el director y guionista de culto: Jean-Louis Jorge, para poder rodar su guion inacabado. De esta forma, el relato irá avanzando a medida de que Vera encuentre respuestas a sus propios fantasmas y, mientras reúne a los distintos amigos que, en algún momento, fueron grandes estrellas del cine, se ocupará del desarrollo y realización del film como homenaje póstumo. Con relación al diseño formal del largometraje, pareciera que les realizadores decidieron contar la historia del dominicano a través de su particular estética visual y sonora, quien siempre ha oscilado, provocado y confundido las líneas entre realidad y fantasía. Esta arriesgada elección quizás perjudique a les espectadores que asistan y desconozcan la (bio)filmografía de JL Jorge, dado que el material de archivo documental agregado al film se da a través de fotos personales en blanco y negro, de intervenciones de pequeños fragmentos proyectando sus películas y diálogos con frases claves sólo descifrables para aquellos seguidores del autor, todos insertados implícitamente como elementos de la trama. Incluso les directores no sólo han trabajado la fotografía haciéndole un guiño a su espíritu y esencia modernos, sino que también emulan encuadres de los films La serpiente de la luna de los piratas y de Mélodrame, como tributo a su mirada. Posiblemente al comienzo de la película nos resulte difícil creerle a algunos actores en sus interpretaciones, eso quizás se deba a dos situaciones: 1) pueda que no estemos acostumbrados a un registro de tono actoral del cine clase b, exagerado y kitsch; y/o 2) parte del elenco de la película ha sido conformada por amigos no actores del director, convocados para agregarle veracidad a la historia y sumarle anécdotas directas desde sus protagonistas, tal es el caso de Luis Ospina (como el director de fotografía Martín) y Jaime Piña (como el productor Víctor). Por otro lado, los trabajos profesionales de la actriz Geraldine Chaplin (directora y actriz Vera) y del actor alemán Udo Kier (el coreógrafo Henry) reflejan registros actorales acordes a su talla, ofreciéndonos un rango dinámico que va desde un minúsculo naturalismo hasta un absurdo que jamás abusa de lo teatral. Supongamos que vas al cine y no sabes nada sobre Jean-Louis Jorge, pues entonces vivirás una experiencia onírica, provocadora, sexual, sensual, poética. La misma juega con improntas vampíricas como signo de la no aceptación a la vejez, invitándonos a reflexionar sobre el oficio cinematográfico, sus anécdotas, sus dificultades, sus orígenes; y además pone sobre la pantalla el destrato de las nuevas generaciones para con las pioneras y la visión disruptiva como vanguardia. Nos plantea el existencialismo y su propósito individual como fuerza motriz desde una ausencia, donde la memoria se codicia y los olvidos se temen, donde la muerte, incomprensible pero siempre trágica y traicionera, está latente y donde la vida continúa… aún con ausencias y sin preguntas. La fiera y la fiesta es un film creado para combatir la desmemoria colectiva hacia un pionero del cine dominicano de culto, pero al abordar su impronta desde su esencia onírica quizás, les realizadores, no logren sacar al director de las sombras en las que fue enterrado.
Dirigida y escrita por el dueto compuesto por Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, “La fiera y la fiesta” es una co-producción que pretende homenajear al director de culto dominicano Jean-Louis Jorge, con un sublime protagónico de Geraldine Chaplin. Vera lleva una consolidada vida de actriz pero también fantasmas que la acarrean. Y antes de irse de este mundo, quiere terminar un proyecto inconcluso de un viejo amigo fallecido. Así que a su edad decide ponerse además detrás de cámara para dirigir una película de vampiros y erotismo, y para eso viaja a República Dominicana y sus paisajes paradisíacos. En esta película dentro de película, Vera estará también entre la ficción y la realidad, la realidad y los sueños... “La fiera y la fiesta” es una película de climas oníricos y extrañados, siempre melancólicos y a veces absurdos. Y en ese elenco multicultural que habla diferentes idiomas uno de los actores que acompañan a Chaplin es Udo Kier. Ambos interpretan a dos vampiros que quieren consumir a jóvenes bailarines. Pero llevar adelante la película no es fácil. Las ambiciones son grandes y el lugar se torna un impredecible enemigo. En medio de este viaje caótico que es el rodaje, también Vera se reencuentra con viejos amigos de su amado director y se rescatan imágenes de sus películas y anécdotas. Al mismo tiempo se conecta con su propia historia, con su propio pasado. La interpretación de Geraldine Chaplin, sensual y delicada pero también de una fortaleza propia de la punk que fue, es de lo mejor que tiene una película interesante y atractiva pero que a veces en el regodeo de ese universo extrañado pierde un poco el eje. Por suerte no es necesario saber quién fue el director homenajeado para disfrutarla y sin dudas logra que nos interesemos por conocerlo. Otro detalle atractivo es la participación del director Luis Ospina como el productor del film que ruedan. Intrigante y cautivante por momentos, un poco irritante durante otros, y siempre extraña, “La fiera y la fiesta” deriva en una curiosa y fascinante reivindicación al cine de los osados, los raros, los que experimentan. Una rareza valiosa aunque no del todo sólida.
LOS JÓVENES VIEJOS Nada como el cine para evocar fantasmas. Y no necesariamente desde mansiones góticas o tenebrosos ambientes adornados de telarañas u objetos aristocráticos. La fiera y la bestia comienza con un azulado mar caribeño y una voz en off, la de Vera (Geraldine Chaplin), una actriz y amiga del fallecido director Jean-Louis Jorge. Ella pertenece a la ficción; él, a la realidad. Jorge fue un referente del cine dominicano, venerado por sus películas dentro del circuito under. Lo que veremos es una historia atravesada por los signos más característicos de su filmografía, donde el surrealismo, el queer y las filiaciones vampíricas pasearán por un lujoso hotel perdido en espacio y tiempo, reducto de viejos jóvenes intentando darle forma a un proyecto inconcluso que dejó el realizador y ahora está en manos de su compañera. La figura diminuta y el rostro apergaminado de Vera la colocan en esa dimensión espectral que sobrevuela con frecuencia. Con aspecto de condesa, habla con su amigo y le dice “todos han muerto. Quedamos tú y yo”. Jean Louis será su interlocutor a medida que intente rodar una película que no parece encontrar nunca la forma. El miedo por no estar a las expectativas y la desazón por una época que ya fue marcan la extraña y oscura nostalgia predominante en la vida de estos seres que apenas logran revivir esos años con fiestas y proyecciones, pero que son sólo diminutas luces que se apagan progresivamente. El equipo se completa con dos viejos amigos (tanto en la ficción como en la realidad). Uno es Martín (Luis Ospina, colombiano, compañero de estudios de Jorge en EE.UU., referente del cine latinoamericano y creador de joyas como Agarrando pueblo y Pura sangre, dos grandes historias, cada una a su modo, de cómo chupar la sangre de los otros), quien oficiará de director de fotografía; el otro, quien evoca el costado más sanguíneo, literalmente hablando, es Henry (Udo Kier, el legendario actor de Blood of Dracula, entre tantos referentes del cine europeo de los setenta principalmente). El es un coreógrafo. En los ojos de Vera y de Henry está una de las claves de la película. La mirada melancólica de ella expresa la añoranza por un pasado imposible de recuperar más allá de arrebatos espectrales; en los ojos de él (una especie de homenaje al Ray Milland de El hombre con rayos X) está la sed vampírica. Son los dos intentos por inmortalizar el pasado, una gloriosa época de excesos, de vitalidad sin caretas y de fiestas interminables. Lo peor que puede pasar, acaso, sea ser sobreviviente de ello y llegar a viejo. Los directores no escatiman en mostrar los cuerpos en la pileta de sus protagonistas y los contrastan con jóvenes bailarines. Porque de eso se habla, de la desaparición de hacer y festejar el cine de una manera que ya no parece posible. El proyecto de Jean-Louis Jorge está desfasado en el tiempo. Por eso, otra de las claves aparece en la presentación a base de créditos que intercalan fotos del pasado con el presente de los actores. Sólo el vampirismo puede salvarlos de la catástrofe del paso del tiempo. El insistente fracaso por rodar una película que parece eterna e infinita genera una sensación de angustia propia del absurdo existencial. Nunca se siente seguridad sobre lo que vemos y hacia dónde vamos. Una pátina de melancolía fusionada con el terror despojado recorre como un velo las imágenes. Destellos de alegría pueden conducir a silencios cómplices. En medio del rodaje los accidentes derivan en zonas delirantes, cercanas a la sensación de ahogarse en un sueño del que nadie puede despertar. En este juego aparecen involucradas las viejas estrellas como los nuevos artistas. Las diferencias generacionales no son sólo de edad, sino de espíritu. En el presente, los jóvenes no tienen qué celebrar, parecen olvidarse de las cosas y los viejos tienen zonas vedadas en la memoria, sobre todo las referidas a los lazos familiares. De allí la sensación de incomodidad que transmite la película, con secuencias que crean una atmósfera de pesadez, pero que nunca resignan la belleza de lo onírico. Con respecto a esta idea, el filósofo Jacques Derrida en una entrevista llamada El cine y sus fantasmas habla de la fascinación hipnótica del cine y del encuentro con los fantasmas en la sala oscura refiere: “La experiencia cinematográfica pertenece de cabo a cabo a la espectralidad, que yo relaciono con todo lo que se puede decir del espectro en el psicoanálisis. El cine puede poner en escena esa fantasmalidad. Todo espectador, durante una función, se pone en contacto con el trabajo del inconsciente. La percepción cinematográfica es la única que puede hacer comprender por experiencia lo que es una práctica psicoanalítica: hipnosis, fascinación, identificación. El cine permite así cultivar lo que podríamos llamar “injertos” de espectralidad, inscribe rostros de fantasmas sobre una trama general, la película proyectada, que es ella misma un fantasma”. De este tipo de espectralidad está hecha La fiera y la fiesta, de monstruos sagrados que se niegan a desaparecer con y en el cine.
Geraldine Chaplin y UdoKier se embarcan en un rodaje que intenta honrar al fallecido escritor director y productor caribeño Jean-Luis Jorge.Podría imaginarse que la resultante sobre semejante acercamiento concibe un extraño y encantador mosaico de los años ’70, que los realizadores Amelia Guzmán e Israel Cárdenas intentan realizar con su film en rodado en conjunto “Holy Beasts” El objetivo de esta obra era realizar una especie de meta film en honor al excéntrico realizador, escritor y productor teatral Jean-Luis Jorge una figura emblemática que fuera un miembro activo en las tendencias underground de la escena, en eclosión en aquellos setentas. Tomando como referentes a artistas transgresores como Andy Warhol y las vanguardias europeas, esta singular figura se convirtió una leyenda en Santo Domingo gracias a sus excéntricas películas ‘clase B’ hasta que su carrera fuera trágicamente acotada por su asesinato. Cabe aclarar, que Jean-Luis Jorge murió a mano de tres adolescentes en el año 2000 y su trayectoria no resulta frecuentemente conocida fuera de Santo Domingo. No cabe duda que su impronta vale la pena este ejercicio retrospectivo. Tarea nada sencilla resulta clasificar el estilo de sus películas: bizarras, irritantes. Aunque visualmente encantadoras.La historia de un grupo de antiguos amigos que conocieron a Jorge tiempo atrás -cuando todos eran miembros de un club de la escena under-, planean, ya septuagenarios, grabar una película inédita sobre un guión acerca de la propia isla que cobijó al artista en sus mejores años. El personaje de Geraldine Chaplin asume el rol de director del film mientras busca un productor que acceda a financiarlo. Es una película caótica que dialoga con los propios códigos fílmicos, la eterna Geraldine luce arriesgada, osada e inspirada. “HolyBeasts” recrea la atmósfera tropical, amparándose en una excelente fotografía, en un moderno diseño de interiores y en una fantástica música como acompañamiento. A juzgar por las intrigantes decisiones que signaron la vida artística de Jorge, la transgresión de la que hacía un culto su persona y lo misterioso acerca de su muerte remarca la estética de este film, cuya línea divisoria entre el testimonio documental y la ficción parece difuminarse.
Vampirización La terminación o al menos el intento de culminar con un guión de una película inconclusa es el pretexto que utilizaron desde la historia de Vera (Geraldine Chaplin) la pareja de realizadores Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas para rendir homenaje a la figura de un cineasta dominicano llamado Jean-Louis Jorge, conocido en el ámbito festivalero o circuitos under como uno de los exponentes del cine camp, con películas de bajo presupuesto y estética kitsch que tuvieron su época de auge en los 70. La idea básica de este opus se remonta a otra más utilitaria en el cine, la de aprovechar al máximo los vaivenes de un rodaje sumamente caótico y hasta surreal para jugar los límtes de la representación. En ese sentido es Vera quien lleva adelante tamaña aventura y para ello se hospeda en un resort de lujo donde comienzan a mezclarse percepciones, fragmentos de películas del propio Jorge y un sinfín de imágenes que van del surrealismo salvaje a los colores ardientes para introducir el tópico del vampirismo tanto en un personaje (Udo Kier) que hace las veces de actor, coreógrafo y además emblema viviente de un cine ya extinto. Lo mismo ocurre con Chaplin -también a las órdenes de los realizadores en el film Dólares de arena- quien no sólo carga consigo la cruz de un apellido mundialmente reconocido sino que también mantiene su capacidad de recrearse y reinventarse en cuanto personaje acepte. Más allá del relato lineal puede pensarse en la idea de lo vampírico en función del cine, desde el punto de vista de la demanda constante de energía y sangre de sus hacedores y actores. Una insaciable bestia que siempre exige el cuerpo, la mente y el alma pero que como demuestran sus víctimas predilectas vale la pena resignarse por el solo hecho de crear imágenes eternas o eternizar historias cada vez que una pantalla reúne personas para compartir sueños o pesadillas. Y ahí la fiera que se alimenta de nuestros propios deseos y excesos siempre vivirá de fiesta.
Homenajear a un artista fallecido realizando una obra póstuma, es un arma de doble filo muy peligroso de manipular. Porque captar el espíritu, la sensibilidad, la mirada personal, etc., del personaje en cuestión es difícil de ser recreado por otro. Eso es lo que ocurre en esta película codirigida por Laura Amelia Guzmán, sobrina del homenajeado, oriunda de República Dominicana, e Israel Cárdenas, mexicano. Ambos recuerdan y dan a conocer al público a un director de cine muy reconocido en el Caribe que fue asesinado en el año 2000. Jean-Louis Jorge filmó algunas películas exóticas con bailes sensuales, asesinatos y vampiros. Fragmentos de esos films integran la trama, junto a fotografías, música caribeña, y también algún tango. Realizada en Santo Domingo dentro de un Lodge paradisíaco, se alojan allí quienes van a interpretar al equipo técnico y artístico que va a rodar un largometraje sobre un guión de 1980, que fue encontrado por una gran amiga de Jean Louis,-Vera (Geraldine Chaplin), que es actriz y directora. En ese sitio se va a reunir con gente que conoce hace años y confía en ellos. El relato recorre momentos de la producción, filmación, inconvenientes de toda índole, alternados con otros donde a Vera se la ve preocupada o desconcertada. Fantaseando con situaciones o recuerdos, que no queda muy en claro, si fueron reales o pura imaginación de la protagonista. Narrado con mucha calma, se percibe que la falta de dinámica es muy natural en esos territorios, donde el calor y la humedad convierten a las personas en más aplacadas y pacientes, alejados de los ritmos que se viven actualmente en las grandes ciudades. Filmar una película dentro de otra, se ha hecho varias veces, cubriendo prácticamente todos los géneros cinematográficos, pero en este caso, resulta indescifrable hacia donde quiso apuntar la dupla de realizadores, porque cuando no muestran la “cocina” de cómo se hace una película, se regodean mostrando imágenes de paisajes o de una persona bailando, en la que no logran plasmar en la pantalla los sueños y fantasmas que atormentan a Vera. Sólo queda claro, para comprenderlos un poco mejor, una frase que dijo ella al final: No sé si es la película que hubieses querido filmar, pero tómalo como un regalo. A buen entendedor, pocas palabras.
La película muestra como máxima debilidad la necesidad de apoyarse en ciertos clichés perezosos y falsa poesía. Lo mejor de esta película es Geraldine Chaplin, actriz que tiene la capacidad de hacernos creer cualquier cosa (lo que implica, en otras palabras, que es una actriz perfecta). Aquí es otra actriz (imperfecta) que decide tomar el guión inacabado de un amigo y filmarlo en una locación caribeña. Donde, juego de idas y vueltas, realidad y ficción se cruzan, los secretos familiares, también, y la imaginación del personaje invade todo para que película en la película y fuera de ella se vuelvan una sola cosa. Suena complicado, pero no lo es: en ese sentido la película incluso muestra como máxima debilidad la necesidad de apoyarse en ciertos clichés perezosos y falsa poesía. Pero la Chaplin logra disolver el efecto molesto de tales elecciones y queremos ver qué sucede con su personaje, con sus historias y con sus fantasías. Cine al servicio de la interpretación, y no está mal.
La realidad y los sueños De la mano de Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas, llega esta película que fue presentada mundialmente en la Sección Panorama de la 69° edición de la Berlinale, dedicada a nuevas obras de directores consagrados, óperas primas y descubrimientos. Antiguos amigos del palo del cine vuelven a reunirse y todo vuelve a fluir creativamente entre ellos…hasta que el revival es de lo más sangriento. Una como siempre excepcional Geraldine Chaplin en el papel de Vera, en este caso acompañada por Udo Kier y Luis Ospina, reúne al antiguo equipo con quienes trabajó tanto como vivió profusamente la vida, para realizar un último homenaje a Jean-Louis Jorge, culminando una película que quedara inconclusa por su temprana muerte del director. Un dato también a relevar es la reconstrucción de archivo y la inclusión de dicho material en el entramado narrativo. Una historia absurda pero increíblemente poética y estéticamente maravillosa en todos los sentidos. Un gusto ver a un elenco que, aún en cierta sobreexageración ciertamente planificada, está a la altura del estilo kitsch que logra con creces culminar con el homenaje deseado. Permanentemente se mueve en una mágica narración que va de lo raro a lo sublime; bien podría pasar por una típica película clase B. Esto no significa un desprecio de este tipo de producciones; todo lo contrario. Tienen un excelente construcción de mundos tan increíbles que se vuelven reales a los ojos del espectador. Este es el caso de La fiera y la fiesta, con el detalle de un excelente guión a cargo de la pareja de directores y un elenco inmejorable. Un muy buen elenco, un guion excelente.
Nos encontramos frente a un cine experimental, en una película dentro de otra, mostrando todos los problemas y tensiones que trae un set de filmación, con fragmentos de películas de Jorge, en un sentido homenaje a Jean Louis Jorge (1947-2000), cineasta dominicano de culto («La serpiente de la luna de los piratas», «Cuando un amor se va»), agraviado por su homosexualidad y que fue asesinado en su departamento. Frente a su desarrollo se encuentra Geraldine Chaplin, quien ya trabajó con la dominicana Laura Amelia Guzmán y el mexicano Israel Cárdenas en «Dólares de arena» – 2014. En un relato apasionante, con un escenario situado frente al mar, un paisaje paradisiaco, se muestran las tentaciones, seguido de imágenes acuáticas pintorescas, una puesta en escena con cuerpos que bailan, se mueven, se desean, se besan y un espectáculo impresionante. Incluyendo tensión, sensualidad, secretos, fantasías y temores. Pero para ciertos espectadores puede resultar un poco soporífera, absurda de un ritmo pausado. Tiene un elenco de lujo, en un film alucinante y cautivante.
Vera, es una actriz alejada de las cámaras que llega hasta República Dominicana para rendirle homenaje a su amigo y director Jean-Louis Jorge (1947-2000). Ahora le toca a ella -última sobreviviente de una generación de artistas- continuar su obra. Claro que esa no será una tarea sencilla. A la difícil situación de tener que filmar un guion inacabado, se añade una serie de conflictos que cambian las expectativas del grupo de producción y se traducen en extraños sucesos dando la señal de que nada va a terminar bien.