Unos años para recordar En La guardería (2015) Virginia Croatto consigue un interesante documental sobre la experiencia de haber vivido exiliada junto a los hijos de militantes montoneros en Cuba al cuidado de lo que ellos llamaban los ”tíos”, militantes que hacían la suerte de padres mientras los verdaderos participaban de la lucha armada en Argentina durante los años 70. A partir de los testimonios del grupo de personas que compartió junto a Virginia la experiencia de la guardería, la directora reconstruye esas vivencias. Sin embargo, lo que le importa más allá de la anécdota es el filtro de presente sobre la mirada al pasado. Enfrentar y recordar ya de adultos un momento difícil de comprender en la niñez como el alejamiento y la muerte de los padres. Esos relatos son intercalados con un valioso material de archivo, donde las cartas o audios de los padres y los chicos, dibujos o fotografías terminan por construir esos años fuera de lo común. El silencio al volver del exilio, el miedo, la incomprensión, los constantes cambios, la pertenencia a una familia distinta. Todos estos sentimientos aparecen y desaparecen de los recuerdos narrados. La certeza de haber vivido una infancia fuera de lo normal enfrenta a cada uno con el dilema y el cuestionamiento. ¿Por qué dar la vida por la patria dejando a sus hijos al cuidado de otros? ¿Por qué otros padres no hicieron lo mismo? Las opiniones de todos ellos en la actualidad frente a la militancia de sus padres no es sin embargo de odio o rencor, pero sí está atravesada por la tristeza de un pasado donde las ausencias pesaban. La habilidad de Croatto es hablar sobre una vivencia muy personal. Por eso todos los que ofrecen su testimonio logran conectar con el recuerdo para reconstruir aquellos años, pero también conectan con el dolor y se emocionan frente a cámara. Nunca como un recurso melodramático, sino buscando el acercamiento a lo no dicho, que a veces solo se expresa con un llanto o con una risa. El trabajo es sutil, el recorte del documental sobre los testimonios es muy cuidado. La sensación revelada al final es que era un trabajo necesario. Si bien muchos recuerdos hoy aparecen como felices, también hay un posicionamiento frente al dolor, sea tanto por la pérdida de los padres como por la angustia de no haber elegido vivir esos años sin ellos. La identidad finalmente marca el camino. ¿Qué seríamos hoy sin la guardería?
Aquellas pequeñas cosas… Un signo innegable de que una temática ha llegado a la saturación -en términos retóricos y estrictamente cinematográficos- es la aparición de opus que analizan particularidades hasta ese momento obviadas o que profundizan alguna arista con mayor ímpetu, en relación a lo que ha sido trabajado en el pasado. Las secuelas de la lucha armada de la década del 70 y la locura homicida del Proceso de Reorganización Nacional fueron y siguen siendo uno de los tópicos preferidos del séptimo arte en nuestro país, un recorrido que tuvo diferentes “fases” según el período considerado y a partir del advenimiento de la democracia: durante los 80 pulularon las realizaciones de denuncia explícita de las atrocidades, en los 90 dominaron los films filtrados por el minimalismo del Nuevo Cine Argentino, y los últimos tres lustros estuvieron marcados por un lento agotamiento vía una multiplicidad de obras tangenciales. La propuesta que hoy nos ocupa, el documental expositivo La Guardería (2015), es otro interesante eslabón dentro de esta cadena reciente, que hasta nos permite olvidarnos un poco de la susodicha saturación gracias al hecho de que la película en su conjunto funciona como una suerte de complemento luminoso de Los del Suelo (2014), aquel otro análisis -en este caso, a través de la ficción basada en sucesos verídicos- acerca de las estrategias de los grupos de resistencia para salvaguardar/ preservar a sus familias de los posibles embates de la dictadura, siempre propensa a utilizar cualquier recurso para apresar, torturar y asesinar a los representantes de organizaciones sociales y políticas. Como el título lo indica, el núcleo central del relato es una guardería instalada en La Habana por las huestes de Montoneros para proteger a los hijos de sus miembros mientras los padres estaban ocultos en Argentina. Quizás el elemento más atractivo de la ópera prima de Virginia Croatto, una productora que se pasó a la dirección, es el excelente trabajo en el campo del montaje, una tarea que ella misma llevó a cabo a la par de Lucas D’Alo: el desarrollo combina con inteligencia y muy buen timing las clásicas entrevistas a los protagonistas de tamaña faena con superposiciones animadas de fotos, filmaciones, dibujos de los pequeños y distintos tesoros del material de archivo de la época, redondeando un retrato intimista de lo que fue la convivencia forzada entre chicos con una identidad familiar en común, la cual incluía todos los ideales de la liberación nacional y el fin de la explotación capitalista. Entre 1978 y 1983 más de 30 niños estuvieron al cuidado de un puñado de adultos y compartieron los sueños de una izquierda peronista que pasó a la clandestinidad, un lapso intenso que marcaría su vida de allí en más. El problema principal de La Guardería radica en que -en el fondo- no aporta demasiadas novedades a lo ya examinado en otros opus similares, más allá de la anécdota de base y sus implicancias previas y posteriores (entre el golpe y 1978 los militantes estuvieron exiliados en Europa y con la vuelta de la democracia, al regresar a la Argentina, descubrieron que la lucha se había licuado casi por completo y que no eran muy bien recibidos que digamos). Los puntos a favor se concentran en el impecable acabado formal del documental, en el que también debemos destacar la maravillosa música de Nicolás Sorín. La realizadora privilegia en todo momento una perspectiva humanista bastante simple que nos conduce desde la ingenuidad infantil hacia el sinsabor y las añoranzas de la adultez evitando en parte los lugares comunes del tópico, vinculados a los paralelismos oportunistas con el presente…
INFANCIA CLANDESTINA Un nombre simple para una realidad complicada y especial. Es un documental de Virginia Croatto que refleja su propia experiencia y la de otros 29 niños, hijos de montoneros que vivieron durante años en una casa de La Habana. Sus padres los dejaron allí a cuidado de otros militantes, mientras regresaban a nuestro país. Los recuerdos de una crianza absolutamente distinta a la de otros niños, contada con los recuerdos actuales.
Burbuja familiar caribeña En La Habana, Cuba, una gran casa blanca con palmeras y jardín fue durante muchos años el hogar de un grupo de niños de entre seis meses y 10 años, hijos de militantes montoneros, que pasaron parte de su infancia lejos de sus padres, quienes los dejaron allí para protegerlos mientras luchaban en la Argentina. Esos niños, hoy adultos, recrean en este documental su estada entre 1979 y 1983 en esa casa que llamaban "la guardería". La directora Virginia Croatto -que también fue uno de esos niños- pone en foco a varios de esos personajes, quienes, frente a cámara, recuerdan cómo aprendieron a vivir y crecer, como una gran familia, en esa burbuja caribeña. Rodado en la Argentina y en Cuba, sin posición política tomada, La guardería obliga a la reflexión.
El lado b de la Contraofensiva Un lúcido documental con testimonios conmovedores sobre un tema poco tratado en cine. Aunque parezca mentira, todavía quedan historias para que el cine cuente sobre el transitado período 1976-83. Una de ellas es la de la Contraofensiva montonera de 1979 y 1980: Benjamín Avila la abordó desde la ficción en Infancia clandestina, y ahora Virginia Croatto lo hace en formato documental en La guardería, su opera prima. De un modo u otro, ambos directores vivieron esas experiencias en carne propia durante su niñez, y eso explica que en las dos películas sea central el punto de vista de los chicos. Pero mientras Infancia clandestina narraba la vida cotidiana de una pareja de militantes que vuelve al país junto a su hijo para combatir a la dictadura, La guardería cuenta la historia de los hijos de montoneros que fueron dejados por sus padres en Cuba mientras ellos regresaban al país. Esos chicos, ahora adultos, comparten sus recuerdos sobre esa estadía en La Habana, que en algunos casos llegó a durar años (la guardería funcionó desde 1979 a 1983; no se precisa cuántos niños pasaron por ahí). Inteligentemente, la película no se adentra en el debate sobre la lucha armada, pero no elude la controversia sobre los sentimientos que estos hijos de guerrilleros guardan sobre la actitud -abandónica o protectora- de sus padres. También son valiosos los testimonios de los adultos que en ese entonces estuvieron encargados de cuidar a los chicos -una ex militante cuenta que lo hizo por la culpa que le daba no haber querido volver al país a luchar-, aunque en este caso sus palabras dejan más preguntas que respuestas. Las entrevistas están acompañadas por imágenes de archivo de la época no muy vistas, fotos de la guardería, bellas animaciones sobre dibujos infantiles. También por las cartas y -lo más llamativo de todo- las grabaciones que los padres les mandaban a sus hijos desde la clandestinidad en la Argentina. Ahí se escuchan algunas voces que sólo sobrevivieron en esos casetes.
El lugar al que alude el título de la ópera prima de Virginia Croatto es una gran casa blanca en La Habana, Cuba. Un hogar que albergó durante años a niños, hijos de militantes de Montoneros, quienes los dejaron allí para preservarlos de su lucha en el país. Su carácter testimonial forma parte de un fenómeno mayor que comienza a darse a partir de las diversas producciones de Hijos, relatos que depositaron su fe en el arte audiovisual, entre otros, para dar cuenta del pasado e intentar restituir la memoria de una familia disgregada, partida, por el terrorismo de Estado. En este sentido, La guardería pone en escena las historias personales de aquellos niños (hoy hombres y mujeres) a través de un dispositivo que alterna el recuerdo con otros materiales pertenecientes al orden de la esfera privada (dibujos, audios, fotos) y la pública (archivos de la época). El epígrafe inicial, compuesto por fragmentos de poemas de Osvaldo Lamborghini, instala la veta de lo autobiográfico como marca discursiva, poco antes de que las narraciones se vayan armando frente a cámara por los propios protagonistas, y los primeros gestos confirmen los matices que los diferencian al hablar de la experiencia colectiva compartida obligadamente durante su infancia. En ese intento, las estrategias no difieren demasiado pero sí establecen de vez en cuando una rica analogía como la que se escucha al comienzo cuando una de las mujeres cita el cuento de Cortázar, La autopista del sur. El momento es excelente y la protagonista puede explicar su experiencia y las emociones vividas a partir de la puesta en abismo del relato. Paradójicamente, el escritor que huyó del peronismo es invocado para poner el rostro a una vivencia: el embotellamiento y el horizonte incierto de la ficción se hacen carne propia en la realidad. Esta búsqueda de metáforas genealógicas para armar un modo de vida se repetirá en dosis a través del documental y surgirá como la ineludible necesidad de los testigos directos para construir significados alternativos cuando las palabras no son suficientes. Y si bien está latente siempre la posibilidad de interpelar o de revisar el pasado (“Vencer a la dictadura, como lo veíamos en esos tiempos”), los hijos hablan y se ponen en el lugar de los padres para entender la decisión, como los adultos que estuvieron allí también aportan testimonio (“nunca pensamos que la represión tomaría esas dimensiones”). De manera tal que el mosaico de versiones irá cobrando entidad paulatinamente a partir de una dialéctica que no colisiona ideas necesariamente, pero que ofrece argumentos al espectador para que pueda sacar sus conclusiones. Croatto no subraya ni dirige interpretaciones, como tampoco engaña: está claro que lo personal, lo privado, serán los puntos de referencia de identidades cuyos recuerdos se activan, difusamente, entre la memoria y su inevitable enemigo, el olvido. Cuando las imágenes se acaban para otorgar sentido y las palabras no asoman, serán los olores, los sabores, los sonidos, aquellos que irrumpan como signos. ¿Qué es lo real, qué es lo construido por la memoria afectiva? He ahí una de las cuestiones que tematiza la película. Si hay un registro enunciativo privilegiado es el afectivo. A ello contribuyen las cartas leídas y los audios hechos por padres e hijos en ese entonces, algunas de ellas con un fuerte impacto emocional (más allá de una innecesaria música omnipresente), forjadas en el dilema de tener que dejar obligadamente a los niños en la guardería, un lugar que se transformaría en espacio de pertenencia. La honestidad de quien dirige es no evadir esa decisión, por ende, no hay que indagar demasiado aquí en un mecanismo discursivo que ponga en crisis el proyecto elegido por los padres. Esto supone una diferencia con otros films similares donde el reclamo es evidente y las preguntas individuales se ponen por encima de lo colectivo (El edificio de los chilenos de Macarena Aguilo, de 2010, Sibila de Teresa Arredondo, de 2012, por citar dos casos). Si hay una zona en La guardería que se torna segura (al menos en apariencia) es la comprensión hacia una generación que luchó con sus ideales y en todo caso el esfuerzo se intensifica a la hora de lidiar con la ambivalente sensación que se legó de la experiencia de la infancia, un lugar fantasmagórico entre el desarraigo y el placer de un mundo inventado para evitar el sufrimiento (nótese al respecto la historia de “la tía Porota”). “Era lo más parecido a una familia” se escucha decir a modo de consuelo. De todos modos, no hay que confundir esta palabra. No se trata de un consuelo proveniente de un estado melancólico autoindulgente. La operatoria testimonial de la película se suma a un mecanismo (a esta altura genérico) más profundo y que tiende a restituir justamente una idea de comunidad, de generación, frente a un Estado que, apoyándose en los valores supuestos de la preservación familiar, persiguió, asesinó sistemáticamente y se apropió ilegalmente de los hijos de las víctimas. Por ello la posibilidad de un único discurso, pero con voces diferentes, si bien evita la confrontación dialéctica, es un intento conmovedor por recuperar una experiencia que se transforme en vida frente al dolor de la pérdida (de allí la secuencia en que, a modo de backstage, vemos a todos juntos con sus hijos), una terapia compartida para otorgar sentido, donde la propia directora se suma detrás de cámara y en dos o tres momentos cruza el límite cuando los demás le hablan como a un par. La carga traumática como producto de la violencia del pasado se exorciza, con distintas reacciones (los gestos en el habla de cada uno serán relevantes en este aspecto) y entonces queda claro que el ya mítico lugar de la guardería implica algo más que su significado topográfico; es principalmente donde se guarda la memoria grupal y se restituyen la experiencia colectiva y los lazos de filiación. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Infancia custodiada Emotiva reconstrucción de las historias de vida de los hijos de guerrilleros que vivieron en La Habana mientras sus padres participaban en la "Contraofensiva" montonera. La guardería a la que refiere el título no es igual a todas. Por el contrario, fue consecuencia de un tiempo y espacio específicos, ojalá irrepetibles. Durante la dictadura, un grupo de niños de entre seis meses y 10 años, todos hijos de militantes montoneros, fueron dejados en una casa especialmente adecuada de La Habana con el objetivo de protegerlos de la persecución militar mientras sus padres encaraban la llamada "Contraofensiva". El film de Virginia Croatto –una de esas niñas- recupera la historia de ese establecimiento mediante los testimonios de aquellos niños devenidos en adultos y de quienes en su momento dedicaron su tiempo a cuidarlos. La guardería es un documental que destina casi la totalidad de sus 70 minutos a escuchar, a atender y cuidar los sentimientos de los oradores, a proponer la reflexión del espectador antes que a servirle respuestas en bandeja. Hay, es cierto, algunos excesos musicales o una última escena que subraya demasiado aquello que ya había quedado claro, pero La Guardería terminará convirtiéndose en una película pequeña, honesta y, en sus mejores momentos, sinceramente emotiva.
Con sensibilidad y compromiso, la directora Virginia Croatto recoge los testimonios de un grupo de adultos que fueron niños de La Guardería, una casona en La Habana donde los dejaron sus padres, militantes montoneros, para preservarlos mientras preparaban la contraofensiva. Algunos jamás volvieron a sus progenitores, desaparecidos por los militares. Esa experiencia creó entre ellos un lazo que se mantiene en el tiempo. El documental consigue algo curioso en tiempos de grietas políticas: mostrar sin juzgar, y desde una mirada afectiva, involucrada, los efectos de la política en la vida de las personas y un episodio de nuestra historia reciente.
El tiempo y la ausencia El documental de Virginia Croatto reconstruye desde la mirada refelxiva del presente el pasado en el exilio de Cuba, donde hijos de militantes montoneros fueron criados por otros militantes a quienes apodaron “tíos” mientras sus verdaderos padres participaban de la contraofensiva contra la dictadura militar.
El tema de la dictadura militar en Argentina no deja de ser recurrente en la cinematografía nacional, digamos gracias a obras como “La historia oficial”(1985) de Luis Puenzo, recientemente reestrenada, que ganara el premio de la Academia de Hollywood en la categoría de filme en lengua extranjera, o la maravillosa “Garaje Olimpo” (1999) de Marco Bechis, pasando por los documentales ”Cazadores de utopias”(1996) y “Botin de guerra” (2000) ambas de David Blaustein, que con sus errores y aciertos tenían una idea directriz sobre que versar en aquello que quiero mostrar, contar, dar a conocer. Había un trabajo de investigación y se notaba, o el director quería que se note. Luego “Los rubios”, un docudrama, (2003), la directora Albertina Carri aparece contando su propia historia, o la de sus padres, que luego de vivir en la clandestinidad fueron secuestrados y permanecen desaparecidos o los recuerdos, y lo hace ficcionalizando sus memorias. En este caso la directora se vale de fragmentos, fantasías, relatos, fotos y hasta muñecos Playmobil, en un relato que enfoca al pasado y se proyecta en el presente. Un equipo de filmación que por momentos aparece en cámara y una actriz completa la construcción del universo fracturado en que la protagonista descubre una y otra vez lo imposible de la memoria. Ahora Victoria Croatto en ”La Guardería” construye su realización a partir de reportajes a los involucrados directos, no hay investigación, no parece haberla, su directora es una de esas personas, utilizando grabaciones en casettes, cartas, e imágenes familiares de archivo sólo intenta reconstruir su memoria, y si bien el montaje es correcto, cada espacio de tiempo puesto en función del tema que los protagonistas relatan, esto es que los entrevistados cuentan sus experiencias y recuerdos de esa infancia, otro punto es que no sabemos quiénes son hasta que comienzan los créditos. La historia de un grupo de niños argentinos que son dejados en una guardería en La Habana, Cuba, al cuidado de algunos compañeros para que sus progenitores pudieran llevar a cabo la lucha armada. Aquellos niños hoy son adultos. Pero el filme sólo construye ese recuerdo de la guardería como un gran espacio familiar, eran familia, todos entre si. Pero nada dice de cómo fueron esos años allí compartiendo con los niños cubanos, un tema del que no se sabe mucho, aquí se lo nombra pero no se lo utiliza. Una amiga me dijo alguna vez porque razón la historia personal de cada uno le pueda ser interesante a los demás, digamos que no es así, y algo de eso hay. El único requisito entonces sería que las formas también sean apropiadas para el espectador. El tema no está agotado, son importantes las producciones que lo abarquen, ya hice mención sobre el particular en la nota critica de “Recuerdos secretos” de Atom Egoyan respecto del ejercicio de la memoria para no olvidar. Pero insisto, habría que pensar bien el vehículo que se utiliza para ese fin.
Detrás de la historia que cuenta el documental “La Guardería” (Argentina, 2014) de Victoria Croatto está presente el esfuerzo que un grupo de personas hicieron, en el marco del exilio impuesto por la última dictadura cívico militar. Hay un logrado trabajo a partir de entrevistas y resemantización del material de archivo para, sensibilizar de una manera ineludible acerca del destino de niños que no tuvieron la posibilidad de decidir su destino, momentáneo, y que a partir del recuerdo volverán a rememorar esa época. La palabra cobrará una fuerza inusitada, en donde conceptos claves para poder comprender la situación, como zurdo, derecha, montonero, terminarán por completar la idea de un espacio “no espacio” que determinó la infancia a fuego de un grupo de personas y que ahora vuelve de una manera diferente, en donde el encuentro y la narración permiten su desafectación y cambio de mirada. “Nosotros nos quedamos esperando a que vuelvan los padres” dice uno de los testimonios más fuertes de uno de los entrevistados. Y en esa espera, que en muchos casos no tuvo el resultado esperado, estaba signado también el destino de La Guardería. Cuando llegaron a La Habana, aquel lugar idealizado, cuna del hombre nuevo, pero también de la posibilidad de efectivizar y ver en acción ideas revolucionarias, estos niños, hijos de pertenecientes a la organización política Montoneros, estuvieron alejados de sus padres con el claro objetivo de poder superar, desde allí, cualquier intento de apropiación, desaparición y muerte, que los militares pudieran haber implementado sobre ellos. “La Guardería” habla de esa convivencia, de las impresiones de muchos de esos niños de entre seis meses y diez años, que de un día para otro vieron como el destino los dejaba en los brazos y cuidados de otros que no eran sus progenitores. El lugar funcionó entre 1979 y 1983, y muchos de los niños por primera vez tienen que reencontrarse consigo mismos y con esa situación de eterno esperar y suspensión en la que sus padres los colocaron. Una de las mujeres recuerda que cuando leyó “Autopista al Sur” de Julio Cortázar, tuvo la impresión de estar ahí, detenida, sin saber qué pasaba delante de sus narices, pero con la plena convicción de saber que algo diferente se cocía en otro lugar más allá del relato que le hacían esas personas que los cuidaban en la guardería. La directora intenta despegarse del relato, utilizando todo su conocimiento sobre aquello que es su objeto de estudio y análisis (ella fue una de las niñas de la guardería), pero aprovechando su archivo personal, como por ejemplo grabaciones de audios o imágenes de Super 8 para poder ir armando una atmósfera de época, y, principalmente, de la lucha que formaron parte sin siquiera saberlo. La elección de hacer las entrevistas en estudio, aprovechando varias cámaras en simultáneo, como así también la cuidada edición y puesta en escena, permiten que “La Guardería” se distancie de cualquier otro tipo de documental mucho más efectista y tradicional. “La Guardería” recupera un tipo de cine que intenta a partir de una anécdota construir una parte de la historia que duele y que además es necesaria para seguir teniéndola presente y evitar así cualquier idea de derecha de volver hacia ese lugar.
La Guardería is a documentary about the Cuban house for Montoneros’s children POINTS: 6 To tell its painful, sometime ominous, yet ultimately life affirming story, the Argentine documentary La guardería, by Virginia Croato, goes to back to 1978 in Havana, Cuba, at a time where the Argentine military dictatorship was at the peak of its powers. It is then when an especially prepared day care centre was set up by the Cuban government for children aged between six months and 10 years whose parents were Montoneros militants fighting against the Argentine dictatorship in what was called the Counteroffensive. Croatto, the director, was also one of those many kids and she’s selected a group of many others to give their valuable testimonies to an audience — perhaps for the first time ever — and thus memory is kept alive. Those kids are now adults and so are the people who took care of them then, who also give their testimonies. Speaking up for the camera, their speech is calm and reflexive, never belligerent or furious. Which makes sense for La guardería is no piece of agit-prop, but instead an honest account meant to have viewers reflect upon what’s said and so allow them to draw their own conclusions. While it’s true that this documentary is quite conventional in its film as it resorts to archive footage, super 8mm footage, voice over and testimonies, it’s equally true that its heart lies somewhere else. It’s certainly not its film form what matters the most — though it would’ve been great if a more creative approach had been taken — but what makes the difference here is the way these individuals recall their past and in so doing they draw a panorama of the past of an entire generation marked by one of the most infamous times in Argentine history. On the minus side, at times the incidental music is a bit unnecessary and so comes across as too easy a way to underscore feelings and sentiments, which is compensated by the fact that the filmmaker never goes for blows below the belt in depicting such a harsh reality. So you could say that all in all La guardería is an honest, often heartwarming story of a different childhood with aching, bittersweet memories and unfulfilled dreams. Production notes: La Guardería (Argentina/Cuba, 2015). Directed by Virgina Croatto. Written by Gustavo Alonso upon an original idea by David Blaustein and Virginia Croatto. Cinematography; Marcelo Iaccarino, Ignacio Masllorens. Editing: Lucas D’Alo, Virgina Croatto. Music: Nicolás Sorín. Sound: Carlos Olmedo. Running time: 70 minutes. @pablsuarez
La vigencia de la infancia La infancia es, como se sabe, una etapa fundamental para comprender el desarrollo de un ser humano y la riqueza de sus facultades sociales a lo largo de toda su vida. Del cómo se encuentra atravesada por una coyuntura sociopolítica y cómo eso ha dejado una marca en las vidas que resulta indeleble para quienes pasaron por la guardería mencionada en el título es el núcleo de este documental, ópera prima de Virginia Croatto. Esta guardería fue el espacio donde crecieron niños, hijos de militantes de la agrupación Montoneros, en Cuba entre 1979 y 1983. Alejados del caos y los años de persecución tras la operación de la contraofensiva, esos niños crecieron alejados de sus padres en otro país donde podían encontrar más puntos en común que en aquel donde habían nacido, además de un lugar estable donde podían crecer tranquilos. De ese pasado, la vigencia de ese pasado y las preguntas que aún deja es de lo que habla La guardería. El hecho de haber sido parte de esa guardería hace de la directora un testimonio más, quizá en off, de lo ocurrido, reforzando este recurso a lo largo de todo el relato. Las voces de los que están, los que ya no están y la mirada de Croatto hacen del film un mosaico de memorias y sensaciones que delatan la vigencia del pasado en el presente, pero también esta riqueza cumple el papel de ilustrar lo que los archivos visuales, en su escasez, no pueden. Subrayando la fuerza de los testimonios se encuentra el detalle de que Susana Brardinelli (esposa de Armando Croatto y madre de Virginia) era una de las encargadas del lugar. La pregunta sería si este entramado de voces, fotos, archivos de grabaciones por casete y material histórico puede realmente alcanzar al espectador para comprender desde las emociones lo que un juicio apresurado y superficial llevaría a una lectura errónea y poco consistente. Y aquí está uno de los aciertos más grandes del documental: no hay certezas, sólo preguntas, y a menudo hay distintos puntos de vista que colisionan al referirse a, por ejemplo, los alcances de la contraofensiva y sus consecuencias. Lo que sí parece responderse con certeza por unanimidad es lo atípico de la situación en que esos niños fueron contenidos: a diferencia de sus padres, que militaban y eran conscientes de sus decisiones, sus hijos no tomaron la decisión de radicarse en Cuba. Es esta cuestión lo que nos lleva a la pregunta que abre el documental a través de una notable analogía con el cuento La autopista del sur, de Julio Cortázar: ese pasado forzado por diversas circunstancias sin embargo llevó a una experiencia colectiva recordada de forma entrañable, llevado a un futuro incierto que sólo despierta más preguntas pero que no son la cuestión que enmarca al documental. La guardería es un documental que cuando se comunica a través de sus voces se abre como un libro para descubrir emociones y sensaciones, antes que una lectura apresurada de un momento sociopolítico de nuestro país. Pero no hay que confundir a esto con una lectura segmentada e imparcial, sino que es la forma en que realiza preguntas donde se justifica la fuerza del relato. Ante esta incertidumbres, el film se queda con las emociones, como el reencuentro documentado hacia el final, donde quienes formaron parte de la guardería ponen en común recuerdos, objetos y anécdotas de esos años.
La Guardería de Virginia Croatto, es un documental sobre los hijos de militantes montoneros que fueron forzados a irse a Cuba. Otra película sobre la Dictadura. Eso es, lo que no es, ni quiere ser el documental de Virginia Croatto. Primero y principal, por el objeto que utiliza como foco: una niñez vivida en un lugar lejos de casa, pero que comienza a sentirse como tal. Y por otro lado, porque el tono elegido es uno más bien optimista, sí melancólico porque su temática nunca es agradable y sobre todo no resulta ajeno. Con testimonios mayormente de personas que fueron esos niños, el film va contando cómo era la vida en una guardería de La Habana, en la que compañeros montoneros protegían a niños hijos de militantes buscados y muchas veces desaparecidos por la Dictadura. Chicos que fueron criados por padres muy seguros de sus ideales, que no ocultaban nada a sus hijos, ni los motivos por los que luchaban felices de tener esos ideales, ni tampoco las tristes consecuencias que en esa época podría ocasionar. A través no sólo de hechos relatados más conocidos, como las ausencias, sino también enfocándose en pequeños momentos que hacían de aquella estadía algo agradable, como ciertos juegos o los textos de las cartas que recibían, Croatto, quien llegó a esa guardería a los 3 años de edad, brinda luz a una época oscura. Porque aunque todos venían de situaciones difíciles y traumáticas, la guardería logra convertirse gracias a esa gente en un lugar de contención, en una gran familia. En su último tercio es cuando el film se tiñe de un tono más melancólico y agridulce, con el regreso al país como algo tan deseado y extraño al mismo tiempo. La guardería es un documental que más allá de estar enfocado en una época oscura, destila luz y habla sobre la importancia de los afectos y la identidad, con un interesante agregado de ilustraciones en su estructura.
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Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
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