En 2011, el director Miguel Zeballos fue a ver la obra Hécuba y quedó fascinado con la mirada de su responsable, el artista Emilio García Wehbi. Apenas bajó el telón supo que haría una película con él, que con el devenir del tiempo sería “sobre” él. De ese interés salió La herida y el cuchillo, un film que entrevera lo documental, lo ensayístico y la ficción, y en el que se conjugan distintos lenguajes artísticos. El hilo conductor es una serie de fragmentos de ensayos de una obra García Wehbi. Allí se muestra tanto su manera puntillosa y precisa de trabajar con los actores como la forma en que despliega una concepción del arte como un cruce de múltiples disciplinas. En paralelo hay varias escenas de ficción relacionadas con los tópicos de la obra y una performance donde el cuerpo es la única herramienta de expresión. Filmado entre 2014 y 2019, y estrenado en una de las secciones paralelas del BAFICI del año pasado, el cuarto largometraje de Zeballos (El desembarco, Un recuerdo borrándose muestra sus últimos destellos, Un continente incendiándose) prescinde de las herramientas narrativas más habituales dentro del documental (cabezas parlantes, archivos de noticieros, leyendas informativas sobre placas negras) para, en cambio, abrazar un tono y formato cercano a la experimentación. El resultado es una película libre y despojada de todo mandato. Un film cuyo único límite, al igual que García Wehbi, son los confines más inexplorados de la imaginación.
Emilio García Wehbi fue uno de los fundadores de El Periférico de Objetos, un grupo clave del teatro alternativo argentino. Es un artista interdisciplinario que desde hace años trabaja obstinadamente y sin pausa en el cruce de lenguajes escénicos, siempre con propuestas destinadas a provocar la reflexión, a incomodar, a incentivar al espectador a correrse de su zona de confort. Su campo de acción se restringe necesariamente al circuito independiente y al ámbito del teatro público. La herida y el cuchillo es ideal para aquellos que ya están familiarizados con su particular estética, pero también puede funcionar como una puerta de entrada para empezar a conocer su singular obra, que es vasta y muy diversa. Fiel al espíritu del personaje que retrata, el film no responde al canon de las narraciones clásicas. Es más bien una especie de poema visual que funciona como estímulo para conectar con el viaje particular de Wehbi, autor de óperas, performances e instalaciones que siempre navegan por los márgenes de la producción cultural, poniendo el foco en la crisis, el azar y la inestabilidad. Hubiera sido contradictorio que una película destinada a poner en relieve su labor -en este caso, la de los últimos cinco años, con puestas como Vértigo , Orlando y la trilogía de la Columna Durruti- fuera convencional. Su carácter anómalo refleja con precisión el espíritu creativo de este voluntarioso explorador.
La película sigue el trabajo del dramaturgo Emilio García Wehbi (creador de El Periférico de Objetos) y es la puesta en escena de una obra de teatro. Pero a la vez es la preparación de varias instalaciones de arte y, al decir esto, uno se encuentra frente a muchas obras, a muchas preparaciones como un juego de cajas rusas donde todo se divide y se multiplica de manera creciente y circular. Una libertad que nos hace recordar a los postulados del dadaísmo y hasta el cine más vanguardista de Jean-Luc Godard, donde lo importante es la imagen sonora y visual por un lado y el texto escrito por otro. Como si vinieran de manera anacrónica en un juego de opuestos. Los intertítulos acompañan a la imagen, crean un orden pero tienen su propia identidad. Y entonces el orden preconocido se rompe, se crea una estructura “desordenada” que se entrega al desgaste de la repetición. El cuerpo descubierto con toda su noción sexual explícita y encubierta, siempre en vista de ser su propia sinfonía. Incluso sin ver los cuerpos, los sentimos con un intenso uso del fuera de campo para mostrar que todo se expande siendo el gesto mucho más grande. Desde luego también está el gesto político y aquí su toque surrealista. Pone el cuerpo como su propia ideología, como el único capaz de gestar su propia revolución al mismo tiempo que va multiplicándose. Al final todos los cuerpos juntos son los elementos para construir una imagen potente y directa. Si bien estamos ante un material documental con su cámara inestable y que se pasea entre los actores, hay una línea fuerte de ficción, en la manera en como están las imágenes unidas entre sí. El corte abrupto, los ruidos, las formas en que compone sus cuadros, la alusión al cine mudo y por sobre todo los bloques oníricos como pequeños relatos oscuros, sirven de separadores y de igual forma funcionan como un postulado estético de suspenso y tensión que se respira en toda la película. Un film que está para experimentarse, que responde a nuestros sentidos y no a ser una obra previsible sino entregada a una batalla por su propia obsesión.
Quien haya asistido a alguna de las funciones de Máquina Hamlet en el Espacio Callejón, allá por 1995, recordará una de las experiencias más extremas del teatro independiente local. Sobre el escenario, Emilio García Wehbi, uno de los miembros fundadores del grupo El Periférico de Objetos, manipulaba muñecos y animales en esa radical relectura del clásico de Shakespeare, adaptación de la obra del alemán Heiner Müller. Ya sin sus compañeros de aventuras en la compañía, el actor y dramaturgo continuó desarrollando una carrera marcada por piezas arriesgadas y provocadoras. La herida y el cuchillo, del realizador Miguel Zeballos, acompaña a Wehbi en diversas instancias creativas, cubriendo un lustro de trabajo (de 2014 a 2019) en puestas y performances, de 58 indicios sobre el cuerpo a En la caverna de Platón, sin dejar de lado las sesiones de Communitas, el libro que realizó junto a la fotógrafa Nora Lezano. Pero el film no es simplemente un documental de backstage y, entrelazados con los ensayos y diálogos entre el director y los actores, se desarrollan una serie de “ficciones” generadas específicamente para la cámara. Las placas que, de manera godardiana, aparecen de manera recurrente, parecen tener una obsesión: el cuerpo humano. Las imágenes refuerzan esa idea y los cuerpos, vestidos o completamente desnudos, toman por asalto la pantalla y los escenarios del Teatro San Martín, el CCK, Timbre 4 y el Teatro Cervantes, espacios donde tuvieron lugar las diversas experiencias teatrales y performáticas. El propio Zeballos confirma en un texto enviado a la prensa que le llevó años encontrar la estructura de la película. Configuración que, lejos de construirse como un simple recorrido de bambalinas, va imponiéndose como un proyecto ensayístico sobre la creación artística, la relación entre realidad y actuación, los objetos y cuerpos como figuras concretas y como abstracciones. En ciertos momentos, la cámara se planta frente al protagonista mientras corrige y altera el tono, ritmo y nivel de intensidad de un monólogo, pero evita mostrar aquello sobre lo cual se discute. En otros, por el contrario, la performance ocupa todo el espacio y la voz del director parece provenir de un espacio ajeno al proscenio. Sobre el amplio escenario construido en un galpón, Wehbi destruye con un martillo un contingente de juguetes de plástico. Sobre otras tablas, un nutrido grupo de jóvenes se desnuda antes de romper la cuarta pared y confrontar al público. “Me pongo mis nuevas zapatillas Nike y en Palermo hago la revolución”, canta una actriz en lo que parece la parodia de una banda punk. Una placa reza “El cuerpo es vulnerable. Un cuchillo lo hiere. Una palabra lo lastima”. Como muchas de las experiencias teatrales de Wehbi, la película de Zeballos termina de hacer sentido cuando toca y penetra al espectador. Un sentido muchas veces absurdo, otras punzante, casi siempre violento.
La herida y el cuchillo es el último e inquietante estreno del cine nacional de este año que nunca olvidaremos. La idea de esta película es mostrar con lenguaje cinematográfico cinco años de trabajo de Nicolás García Wehbbi, una idea audaz que definitivamente pone al proyecto como una de las propuestas más extrañas de la temporada. Wehbi es el fundador de El Periférico de Objetos, grupo paradigmático del teatro experimental e independiente argentino; se ha destacado en sus actividades como director teatral, régisseur, performer, actor, artista visual y docente. Durante los cinco años de carrera que abarca la película, el director Miguel Zeballos registró el trabajo íntimo de la creación de las obras más emblemáticas de García Wehbi, entre ellas “58 indicios sobre el cuerpo” (en Timbre 4 y en el Centro Cultural Haroldo Conti), “Vértigo” (en la Facultad de Derecho), “Napoleón” (en el CCK), “Orlando” (en el Teatro San Martín), la sesión de fotos para Communitas (libro que hizo con Nora Lezano), “Artaud: lengua madre” (junto a Gabo Ferro), y dos de los tres espectáculos que componen la trilogía de la Columna Durruti, “La Chinoise” y “En la caverna de Platón/La cabeza de Medusa“, entre otras. La cámara se volvió testigo del trabajo infructuoso de Wehbi y sus equipos buscando un lenguaje que involucre también al espectador como participante de las puestas. Hay algo de espíritu situacionista, mucho de intentar subvertir la experiencia del espectador y de sacudir la conciencia del que se acerca a estos trabajos y pasado eso al cine uno no puede dejar de pensar en algunos aspectos de ciertas obras de Passolini. Está claro que Zeballos busca la manera de no hacer estrictamente una película sobre las puestas sino que elabora una especie de ensayo sobre toda la obra del artista que lleva años provocando y poniendo en tensión al espectador desde distintos escenarios. La herida y el cuchillo cumple su misión de meternos dentro de ese mundo disruptivo y se vuelve una experiencia muy particular y por momentos fascinante.
Cine y Teatro Argentino Hoy Los que se quedaron. “Buenas noches malvinas” de Ana Fraile y Lucas Scavino. Crítica Inicio/Adelantos AdelantosArteCineCritica Crítica de “La herida y el cuchillo” de Miguel Zeballos Julian Esteban De Santo 22 noviembre, 2019 0 33 El director nos sumerge en el mundo de la actuación y el teatro , el reconocimiento de los cuerpos y la puesta en escena . En este marco, nos brinda una mirada cruda sobre los actores, los cuerpos , y las personas. Por Julio Esteban El teatro es un mundo lleno de prejuicios . Es común escuchar a la gente decir “Los actores están todos locos “ , “tienen el ego muy alto” , entre otras frases trilladas. Esta película se burla de eso, y lleva a la locura del actor al extremo . No hay tabús ni temas que no se puedan tocar . No hay pudor con los desnudos ni con la sexualidad , y mucho menos vergüenza a hacer el ridículo . En ese contexto, la película transforma en una locura. Pero no esa locura desorganizada, sino una locura linda . Una manifestación particular del director y los actores de expresarse y desahogarse , rompiendo con todos los tapujos establecidos. En varias escenas vemos a actores rompiendo cosas, una metáfora de romper con las cadenas internas que nos impone la sociedad. La herida y el cuchillo te lastima, pero no te termina de matar. Es filosa y contundente. Una locura digna de ver.
El documental busca erigirse como un mensaje visual y sonoro potente, resguardado en las bondades de la poesía y el arte rupturista. Humana, esta obra audiovisual acompaña y espía el trabajo del prestigioso autor Emilio García Wehbi, reconocido dramaturgo argentino que ha sacudido con sus perturbadoras obras a espectadores de todo el mundo. Con algunos matices surrealistas y dadaístas, el documental desnuda el trabajo del director con los actores a lo largo de varios años en cada una de sus obras. Activa, onírica, sin diálogos huecos, se propone aquí también una experiencia audiovisual dialéctica que incomode al espectador. Grávido de humor y acidez, el documental logra por momentos alcanzar la tozudez poética con la que Wehbi y su pluma se han propuesto sumergir de un sacudón existencialista al público. En cambio, otros momentos son rehenes de la quietud y la confusión, que podrían provocarle al espectador una sensación de aburrimiento. Una película donde el director Zeballos logra, desde la observación in situ, abrirnos las puertas de la cocina y su resultado en varias de las obras de Wehbi, brindándonos así un privilegiado acercamiento a su modo de trabajar. Una pieza audiovisual que le huye al conformismo como estrategia y punta de lanza para el choque. El documental, además contiene en sí un tesoro, que es la presencia del artista recientemente fallecido Gabo Ferro.
Poderoso registro sobre el acto creativo a través del seguimiento del trabajo de Emilio García Wehbi. La cámara acompaña el proceso de armado y ensayo de diferentes piezas, y el espectador, por primera vez, compartirá la previa de aquello que luego verá en escena. El realizador se invisibiliza para darle voz a aquel que pocas veces vemos.
REGISTRO DEL CAOS El perfil interdisciplinario del universo teatral de Emilio García Wehbi lo hace una figura fundamental del teatro independiente nacional por su fuerza dramática y sus provocadoras obras que reflexionan sobre las presiones sociales, el hiperconsumo y problematiza en torno a como representar esta subjetividad con simbolismos que nunca pierden al cuerpo humano de la escena. Es un teatro afincado en el posmodernismo -que tiene entre sus principales referentes a Antonin Artaud-, que no teme ir al choque ni utilizar otros medios como la música o el video arte para comunicar desde el teatro. En La herida y el cuchillo, su segunda película, Miguel Zeballos intenta aproximar su cámara al proceso creativo, el escenario y la tarea observacional del espectador y de los intérpretes. El resultado es un documental fragmentario que por momentos carece de una línea narrativa y se pierde en la indulgencia y la declamación, a pesar de algunos segmentos logrados. La cámara de Zeballos se desplaza detrás de bambalinas y hace del sonido una línea que va hilvanando y le da ritmo al documental. Esta forma de conectar momentos de punk, música melódica e incluso hip hop, es uno de los mayores aciertos que se presentan a la hora de representar el mundo de Wehbi y su naturaleza esquizofrenica. Por fuera de esto, la fragmentación también se traslada a lo visual: los planos enteros y generales son escasos, a menudo Zeballos deja que los cuerpos fragmentados de los actores en un plano medio desnuden la esencia de la obra teatral y sus interpretes. El cuerpo y la desnudez dan un espacio de solidez y armonía entre el caos narrativo y el ruido. Otros momentos muestran la rigurosidad de la dirección actoral de Wehbi, pero en el medio del caos nada es aleatorio. El problema central de este aproximamiento radica en algo que parece adrede y es la carencia de una línea narrativa. La idea se desplaza del testimonial a la contemplación de la obra, sin llegar a dar un marco al documental. Hay una búsqueda indulgente de dejar asentado un manifiesto, las ideas que definen a ese mundo de Wehbi, y que casi podríamos resaltar en un texto y subrayar reiteradas veces desde su voz en off (con el tradicional fibrón amarillo). El problema es que estas sentencias y algunas secuencias de escenas de sus obras se montan sin dar un marco y no hay un diálogo con el espectador: más bien parece un ejercicio intelectual. Esto desnaturaliza los segmentos más sensibles del documental, el registro de los ensayos y su enorme complejidad para llevar a cabo la obra. Todo ocurre entre paréntesis. Confuso y por momentos indulgente, sin embargo Zeballos logra algunos momentos memorables registrados en los ensayos. Pero la falta de un marco y una idea clara que cristalice la esencia del documental, más allá de su catártica secuencia final, hace que sea mejor idea aproximarse a una sala para conocer la obra de este interesante autor teatral. Luego sí, piérdanse en el documental.
“La herida y el cuchillo”. Crítica Siguiendo los pasos del artista Emilio García Wehbi. Lautaro Franchini Hace 1 semana 0 19 Un ensayo sobre el cuerpo. El director de cine y teatro Miguel Zeballos se introduce en el mundo del exitoso artista Emilio García Wehbi para retratar a través del lente “La herida y el cuchillo (notas para una película sobre García Wehbi)”. El documental atraviesa los cinco años de preparación de la imponente e irruptora obra vanguardista. Estrena el 31 de diciembre a las 22hs en CinearTV. Por Lautaro Franchini. La cámara de Zeballos pasea sigilosamente entre bambalinas. Entre 2014 y 2019, el film recorre el trabajo de García Wehbi y su obra, relato, borrador o ensayo. En sí, un cumulo de ideas que va más allá de lo tradicional y que expone al cuerpo humano como el verdadero protagonista. Un manifiesto constante a dar el salto al vacío. Puro teatro artístico y experimental. La talentosa figura de García Wehbi queda evidenciada en el salpicado de escenas en acción, encaminando y liderando el proyecto. De la mano, abundan los pasajes teatrales y su imponente lenguaje escénico. Dos puntos que se complementan a través de la docencia y los saberes del director. El cuerpo y el hombre. Zeballos, quien escribió, dirigió y produjo “El Desembarco” (2011) y “Un recuerdo borrándose muestra sus últimos destellos” (2013), decidió introducirse en el mundo García Wehbi al conocer y obnubilarse con “Hécuba”, uno de los aclamados espectáculos del protagonista. Una especie de homenaje de un colega al otro. Estreno 31 de diciembre a las 22hs y repite el sábado 2 de enero a la misma hora. A partir del 1 de enero disponible de forma gratuita en la plataforma Cine.ar. Puntaje 75/100.
Ponerle el cuerpo al arte "Aprovechando el terreno fértil que provee documentar el proceso creativo de un artista experimental de semejante talla, la película de Miguel Zeballos trascenderá el mero registro para volverse un hecho artístico en sí mismo." La herida y el cuchillo (2019), es varias cosas, o por lo menos tres: un documental, una ficción y un ensayo. Un documental que registra 5 años del proceso creativo del artista Emilio García Wehbi (2014 - 2019), una serie de escenas de ficción que dialogan con su trabajo y una suerte de ensayo sobre el cuerpo. En ese sentido, la puesta en escena se sitúa en el fragmento, no solo en los fragmentos de las obras de Wehbi, sino también en los de los cuerpos que componen esos trabajos. Así, un poco a la deriva y con una estructura de rompecabezas, en La herida y el cuchillo el director manifiesta una constante voluntad de saltar al vacío, de ese modo la película se niega a sí misma como obra cerrada, sino más bien, lo que intenta ser es un borrador, las notas sueltas que sobreviven a su propio proceso. Esta obra, que tiene un interesante enfoque sobre el cuerpo (tanto como objeto en sí mismo y desde la puesta en escena, como en su importancia política en la contracultura), logra interpelar y erotizar al espectador. Esto se debe, primordialmente, al gran manejo del montaje para intercalar con mucha libertad y de manera no lineal el documental con la ficción. El resultado, un cine más puro como lenguaje, libre de toda estructura narrativa convencional y con algunos intertítulos que se agolpan para resignificar las imágenes (emparentado un poco con las últimas películas de Jean-Luc Godard; donde no quedará otra opción que entregarse a los estímulos audiovisuales. En este sentido, cabe señalar también como el director trabaja los contrastes en pos de ser más efectista: ya que de un plano a otro puede pasar, por ejemplo, de una escena de cuerpos desnudos en un set moviéndose en slow motion con una fotografía casi pictórica, con una puesta en escena y distancias focales que no dejan nada librado al azar, a otra escena de zooms y brusca cámara en mano en donde la cámara sigue Emilio García Wehbi por la calle o los pasillos del teatro y con un sonido ambiente apenas distinguible grabado de la cámara. "En conclusión, a través de una mirada que pone al cuerpo en discusión, La herida y el cuchillo logra imágenes muy poderosas. Y, como todo hecho artístico, primero nos llegará -o nos cortará- antes de que podamos entenderlo."
Hay un continente donde nada tiene nombre En La herida y el cuchillo (2019), Miguel Zeballos ensaya paradojas temáticas y técnicas. Estos fragmentos para una película sobre el director teatral Emilio García Wehbi hurgan en los límites de su propuesta creativa. A partir de once presentaciones teatrales ocurridas entre 2014 y 2019, esta obra hecha de cine y teatro muestra frontalmente la conveniencia de cierta pose artística que pretende ser disruptiva: siempre se critica una ideología, en este caso la del capitalismo, desde una sutil comodidad. Los choques entre el quehacer teatral y sus búsquedas políticas aparecen por ejemplo en la escena donde el actor ensaya fuera de campo las entonaciones de aquello que decía Platón en La República. También surge en la función donde las actrices denuncian con ferocidad ciertos engaños sociales, y en la escena siguiente Wehbi aparece sentado durante varios segundos. De esta manera el montaje de Zeballos y Valentina Flynn ensaya ficción y documental para hallar una armonía momentánea entre los cuerpos, sus fragmentos y el diseño sonoro de Fernando Soldevila. Los diálogos y las confrontaciones de actores, efectos de golpes y ecos, y los títulos sobre el plano aparecen como formas de invadir lo visual. Ya en su obra anterior Un continente incendiándose (2017) Miguel trabajaba el abismo entre lo audiovisual y lo verbal. En ese momento lo hizo con la variación de las voces narradoras cuando la protagonista, Mercedes Muñoz, y el propio realizador hablaban de forma omnisciente mientras paisajes o material de archivo aparecían en escena. Incluso Zeballos mostraba a Mercedes ensayando sus primeras líneas en la película luego de que hubiésemos escuchado la versión “definitiva” minutos antes. La mayor paradoja trabajada ahora está en los ensayos teatrales donde el artista parece ser el público y no solo el director. Sentado en una butaca, Emilio García marca las intenciones de sus actores. Esa escena sin contraplanos da la idea de que él es a la vez un espectador activo y un solitario de sus ideas. El impasse posterior con una de sus actrices en un momento similar mostrará que ningún director es el único que comanda su propuesta teatral, aun si así lo cree. Además, inmortalizar estos ensayos en escenas documentales asoma una paradoja técnica: las variaciones para conseguir la intención certera pueden convertirse en algo definitivo. Ahora, si estamos de acuerdo en que ambas obras ensayan maneras contradictorias de habitar espacios o lugares; la de 2017 partía de la geografía neuquina para tantear la zona previa a la memoria que menciona el narrador. En cambio, esta trabaja los espacios teatrales desde lo no convencional. Hay escasos planos generales y los desnudos son marcas de identidad fragmentadas por planos detalle. Parece que se tratara de notas a pie de página o comentarios de un espectador que conoce como amateur los funcionamientos de la escena. Corregite Y aunque en entrevistas Zeballos no se considere un experto teatral, tiene experiencia en las tablas. Así, se vuelve comprensible que La herida y el cuchillo desnude con precisión la inutilidad de la puesta en escena. Al final el director de cine o de teatro no es el único ni el que más arriesga en una obra. Acaso Miguel esté diciendo que el artista, sean cuales sean sus posturas o su rol en un proyecto, es quien debe enfrentar con más precisión sus contradicciones ante el público. Tal vez sea como aquello que señalaba Samuel Beckett a través de unos de sus personajes en Rumbo a peor. El artista es a quien le toca “fracasar cada vez mejor”.
Emerge la fundamental figura de Emilio García Wehbi, un artista interdisciplinario experto en el cruce de lenguajes escénicos. Director teatral de referencia, performer de culto, brillante artista visual. Inquieto ser creativo, escritor y docente. Emblema del teatro experimental nacional, que fundara, hacia 1989, El Periférico de Objetos. Su prolífica obra incluye óperas e intervenciones urbanas. Ha llevado su talento a diversos festivales alrededor del mundo. “La Herida y el Cuchillo” se inspira en su figura, concibiéndose como un documental de imprescindible visionado. Su director es Miguel Zeballos, fundador y editor de “Indie Hoy Libros”; también conocedor del género de no ficción, el que abordara anteriormente en “Un Continente Incendiándose” (2011). La película registra, desde 2014 y a lo largo de cinco años, más de diez de los espectáculos llevados a cabo por García Wehbi. Abordando el proceso creativo del artista, consuma un emocionante ensayo sobre el cuerpo artístico en incesante acción. Imbrica escenas de ficción como si de un diálogo poético se tratara. A lo largo de poco más de una hora de metraje, rescata la esencia de un artista de naturaleza independiente desde la mirada cinematográfica que simula una puesta en abismo. Finalmente, esta gema documental mixturada rinde tributo a un especialista del cruce de lenguajes escénicos comportándose de idéntica forma. No existe mejor manera de homenajear su legado.
El director Miguel Zeballos realiza una aproximación al modo experimental que Emilio García Wehbi co – creador de El periférico de Objetos, ese mito del teatro argentino, sostiene como su forma de hacer teatro. Lo de experimental tendría mínimo dos acepciones, para la primera es un “producto” intelectual artístico que reúne: letras, artes y tecnología con la intención de establecer otro significado y sentido a los textos que exponen, en sitios o lugares en que se realiza la acción ante los espectadores. La otra no tan popular es que nadie sabe que hacen, se justifica con teorías pseudo intelectuales y experimentan con el espectador.
El film transita un territorio intermedio entre el documental y la ficción para dar cuenta del trabajo de Emilio García Wehbi, artista interdisciplinario autodidacta que trabaja en el cruce de lenguajes escénicos.
Es un género bastante habitual el documental argentino que trata sobre otras disciplinas artísticas. A veces con resultados interesantes, pero en general provocando un desinterés tanto por el artista elegido como por la película que lo tiene como objeto. La herida y el cuchillo sigue el proceso creativo del dramaturgo Emilio García Wehbi durante cinco años. Sin ánimo de arruinar el misterio, hay que decir que lo sigue pero no llega a ningún lado. La película busca ser disruptiva y evitar la lógica de la narración clásica, como el propio autor, pero eso se sostiene un rato y luego se vuelve simplemente anodina. Luego de un comienzo interesante va perdiendo fuerza, al mismo tiempo que describe, mal, un proceso creativo que no parece relevante. Si luego de cinco años lo único que se pudo realizar es este documental, entonces o el exceso de material le jugó en contra o bien no había nada para contar. En el mundo del teatro este documental tal vez tenga algún valor, en el del cine, definitivamente no.
Emilio García Wehbi, uno de los creadores del Periférico de Objetos y renovador constante del lenguaje teatral en la Argentina, es objeto de este film que combina ficción, documental y libertad absoluta. No solo es una exposición respecto del trabajo del artista sino, con más precisión, de lo que sucede en su interior, plasmado con varios tipos de registros, el límite entre lo ficcional y lo real. Más que recomendable.