Es un documental premiado en el Festival de Cine de Tucumán, la opera prima de Martin Falci, producido por Benjamín Ávila, que es un retrato del último campamento de varones que se realizó en el Gymnasium, colegio universitario público de Tucumán. Por sus bautismos y rituales, el evento es parte del imaginario colectivo de la provincia desde hace más de medio siglo. Los niños de 10 años que ingresan al colegio y viven el campamento por primera vez, son los personajes de este film. Y es la última vez que será restringido a varones. Lo impresionante del registro es que la cámara desaparece y se tiene la sensación de estar con esos chicos que juegan, compiten, sufren, sobreviven sin los mimos familiares, muestran sus lados salvajes. Una infancia masculina que recordaran con un sentido de pertenencia. Una costumbre muy local que despierta curiosidad, polémicas y que está muy bien realizada.
La prueba Apartir del registro de una actividad extracurricular que data de largo tiempo en un colegio de Tucumán, el realizador Martín Falci refleja en La hermandad (2019), la construcción de identidades y estereotipos desde la mirada ajena, como así también el ingreso en la adolescencia de los más pequeños. El instituto educativo Gymnasium, exclusivo hasta hace muy poco para alumnos varones, tiene una tradición, la de elegir en medio de un campamento de varios días al niño que llevará el traje de zorro, emblema de la escuela. Durante esos días de retiro, en donde niños de diez años son guiados por tutores apenas mayores, la identidad de cada uno de los participantes se pone en juego con el contacto físico, las palabras, los dibujos en la piel, los golpes, las caídas, la división de tareas. Jerarquías y géneros puestos en situación, ese traje de zorro, además, mantendrá en anonimato a quien lleve la prenda, por lo que no se entiende tanta fascinación por ser parte del juego, o sí, porque el pertenecer a un grupo, y más a la edad en la que son convocados, terminará por repercutir, positiva o negativamente, en la construcción de la identidad de los niños. Identidades heteronormadas, se explicitan, a través de actividades, muchas de ellas de riesgo, la configuración del contexto en el que estos niños y jóvenes ingresan al mundo de la adultez, con una impronta masculina que trasciende el cuerpo de cada niño. ¿Qué es lo que se pone en juego de cada participante en cada una de las prendas? Su hombría, porque en la fraternidad no hay que mostrarse débil, y la cámara, hábil y voyeur, nos permite presenciar diálogos en donde los límites de lo aceptable se corren, y en donde los niños, comienzan a ejercer una fuerza en sus cuerpos que tal vez los determine y marque a fuego. Un niño descompuesto intenta mostrarse fuerte ante su tutor temporal en el campamento cuando es consultado sobre su salud: “estoy bien” dice, y se dobla de dolor de estómago. Allí, en ese instante, y en otros momentos en donde los mayores se preparan poniéndose trajes simil Ku Klux Klan, corriendo por el monte, atravesando a gran velocidad los caminos para no ser apresados, se advierte la decisión de empoderar a estos niños que dejan su infancia y se los prepara para manejarse solos en la vida. Técnicamente correcta, con algunas tomas aéreas que brindan aire a la intimidad del registro, La hermandad se presenta como un fuerte testimonio acerca del crecimiento, la imposición de roles y la resistencia frente a los embates escolares, con el bullying a flor de piel, resistencia que posibilita la integración entre grupos, más allá de la fuerte impronta identitaria que se revela en cada palabra y cada escena en la que escuchamos a los más grandes dialogando con los niños.
Cada colegio tiene su tradición y transmite distintos valores que compartirán sus alumnos y egresados, incluso tiempo después de haber terminado los estudios. Gymnasium, una prestigiosa escuela de Tucumán, realiza todos los años un campamento único para varones. Martín Falci, director del film y egresado del colegio, retratará una semana en aquel lugar, en medio de un contexto bastante especial. El establecimiento dejará de ser exclusivamente de chicos y justo unos meses antes murió uno de los alumnos del último año. Estas sensaciones se mezclarán dentro del relato. “La Hermandad” plasma entonces la experiencia de un grupo de chicos de 10 años que vive por primera vez este campamento, mientras que son guiados por alumnos mayores. Veremos su adaptación al lugar, los juegos, los desafíos que tienen por delante, a través de un registro observacional. El film es un documental, en el cual la cámara no interviene sino que retrata la realidad a su alrededor. La simpatía de los chicos y las distintas emociones que van atravesando, como alegría, frustración, miedo, entre otras, logran cautivar al público. Muchas de las acciones que realizan son por el mero sentido de pertenencia, no porque elijan hacerlo. Realizando una crítica al estilo de prácticas que vemos en el film, el director nos muestra las contradicciones de aquella experiencia. Mientras que los alumnos más grandes hablan en contra de la violencia, tomando como eje la pérdida de un compañero, los rituales y juegos por los que atraviesan los más pequeños están llenos de contacto físico y violencia verbal, donde la masculinidad de cada uno se pone a prueba. La película aborda el crecimiento de estos chicos, quienes deben dejar atrás la niñez y viajar lejos de su familia a un lugar inhóspito, la superación de obstáculos, la amistad, entre otras cuestiones, desde una mirada puramente masculina. Si bien existen momentos de emoción, la mayoría del tiempo los chicos no se permiten sentirse mal o llorar, tienen que demostrar que pueden con toro. La película busca criticar y deconstruir esta imagen que se crea de cómo debe comportarse un varón mientras busca y desarrolla su identidad. Los aspectos técnicos son correctos, donde se destaca sobre todo la utilización de la locación como un personaje más. Todo sucede en el campamento. En síntesis, “La Hermandad” busca realizar una crítica sobre las prácticas masculinas ligadas a la violencia y los estereotipos de comportamiento, donde el contacto físico supera a las emociones. A partir de un registro observacional y con la experiencia propia del director de base, la película logra cumplir con su objetivo.
El Gymnasium es un colegio secundario dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán y muy reconocido en el ámbito de esa provincia. Hasta hace poco con un alumnado exclusivamente de varones, la institución generaba durante un campamento anual una suerte de bautismo para los ingresantes (niños de diez años) por parte de los estudiantes más experimentados. El director tucumano Martin Falci (egresado del Gymnasium) filmó el último campamento enteramente masculino con más de 500 chicos conviviendo durante una semana en carpas militares instaladas en la montaña. Los rituales de iniciación a la adultez (lucha en el barro, golpes con palos de gomaespuma o cantos homofóbicos) remiten por momentos a ciertas prácticas del servicio militar de antaño, aunque la contracara tiene que ver con la transmisión de valores, los fogones, las guitarreadas y los abrazos de despedida. Falci propone un documental de observación sin testimonios a cámara ni voz en off y -salvo un mínimo uso de la música y una pocas imágenes aéreas- esa austeridad permite acercarse con la mayor pureza posible a los códigos de lealtad y las dinámicas masculinas, que muchas veces tienen una violencia naturalizada en el trasfondo. En ese sentido, la elección de los más pequeños como dueños del punto de vista resulta todo un hallazgo, así como la inclusión de un homenaje que los propios alumnos hacen por la muerte de uno de sus compañeros, Matías Albornoz Piccinetti, de 17 años, durante una pelea ocurrida en 2017. Un momento de fuerte y genuina emoción.
Texto publicado en edición impresa.
"La hermandad": varones de campamento Ex alumno del exigente colegio Gymnasium, que hasta el año pasado no era mixto, el realizador tucumano filmó el peculiar campamento anual, que funciona como rito de iniciación. En Tucumán existe un colegio llamado Gymnasium, que, como el Nacional Buenos Aires o el Carlos Pellegrini en Capital, depende de la Universidad. Con una diferencia: el Gymnasium es --o era, hasta el año pasado-- un colegio sólo de varones. Todos los años sus alumnos realizan (¿realizaban?) un campamento en las montañas, en el que los que están por egresar hacen de tutores de los ingresantes, transmitiendo la idea del colegio como “hermandad” que debe mantenerse a través de las generaciones. Ex alumno del Gymnasium, el realizador tucumano Martín Falci filmó el campamento del 2017, que venía precedido de un hecho ominoso (la muerte a cuchillo de un alumno, en la excursión previa) y sería precedente de un hecho histórico: al año siguiente, sesenta años exactos después de su fundación, el colegio pasaría a ser mixto. Unas placas iniciales informan del primero de esos hechos, pero sin dar detalles sobre las circunstancias en las que el alumno apodado “Paver” fue asesinado. De la cesación del colegio como entidad exclusivamente masculina informan, en cambio, unas placas finales. Ambas decisiones dan la sensación de ser incorrectas. La falta de información sobre el crimen deja al espectador en ascuas: ante un hecho así no hay espectador en el mundo que no quiera saber más. Y el de La hermandad se queda sin saber. En cuanto al cambio de política sexual por parte de la institución, de haberse informado previamente, hubiera permitido que este campamento fuera visto como lo que fue: el fin de una época. Despojado de ambos datos de peso, lo que queda es… un campamento, como tantos. Los horarios y actividades, los juegos y cantos, las hormonas adolescentes y la relación entre los mayores y los menores. La hermandad sufre de problemas de focalización. Por algún motivo se decidió hacer eje sólo en esos dos grupos etarios, y todo lo que queda en el medio es una masa indeterminada. Eso no quiere decir que los chicos de 5º grado (por lo visto es a esa edad a la que se ingresa en el Gymnasium) y los grandotes de 6º año estén muy definidos tampoco. Lo cual es un problema. Trátese de ficción o documental, el espectador cinematográfico necesita alguien por quien “hinchar”. O a quien odiar. Es muy difícil mantener el interés sin alguno de esos puntos de identificación. Y La hermandad no lo mantiene. Por otra parte, ¿de qué habla la película? ¿De una transmisión generacional, de una iniciación masculina, de la caída de un modelo de conducta viril? Lo primero va de suyo. Las otras dos hipótesis, signadas seguramente por la circunstancia de la que se venía, dan por resultado simulacros de combates, donde lo más violento que ocurre es una muy gentil “pelea” en el barro. Por otra parte se hace difícil sostener el interés por una actividad que tiene por ritual-estrella un “Juego del Zorro” en el que todos parecen correrse entre sí, sin que se entienda cómo, cuándo, por qué o para qué.
La ópera prima del director tucumano Martin Falci, es un retrato del último campamento de varones que se realizó en el Gymnasium, colegio universitario público de Tucumán. Por sus bautismos y rituales, el evento es parte del imaginario colectivo de la provincia desde hace más de 50 años. Los niños de 10 años que ingresan al colegio y viven el campamento por primera vez, son los personajes de este documental que no subraya ni juzga nada de lo que ve, simplemente decide mostrarlo. Quienes conozcan desde adentro la experiencia podrán tal vez establecer los niveles –siempre presentes- de subjetividad que para la mayoría de los espectadores nos resultarán imperceptibles. Lo que la película muestra es un discurso favorable, sin que nadie lo cuestione y sin otros puntos de vista, el conflicto está en que aunque no las juzgan las imágenes y situaciones producen un efecto crítico. Gran mérito un documental que no necesita agregar cosas para tener una mirada crítica. Un elemento particularmente inquietante es que todo el film tiene un personaje que está fuera de campo y que posee una presencia absoluta: Matías Albornoz Piccinetti, apodado Paver. El campamento que aparece en el film, el del 2017, lleva su hombre en homenaje al joven asesinado en una gresca entre jóvenes antes de que se realizara el campamento. No se explica nada del caso, pero en un entorno de jóvenes en un campamento, con elementos de violencia latente, ese fantasma atraviesa todo el film. Es posible que para muchos esta película sea un homenaje a estos campamentos y a la figura del joven asesinado, pero de lo primero no estaría tan seguro. Quienes crean que lo que se en la película es genial, sentirán el homenaje, para los demás será la descripción de un mundo primitivo de violencia masculina, en un colegio que resistió todo lo que pudo para que no se incorporaran mujeres. Justamente el campamento que muestra el film era uno de los espacios que querían conservar solo para hombres.
Existen en la Argentina dos millones de hipoacúsicos que no ven cine nacional porque no entienden lo que se dice debido a las distintas dificultades en su audición. El subtitulado, junto al aro acústico y el lenguaje de señas, es una las grandes herramientas que ayudan a subsanar las deficiencias del oído. Los productores, responsables del subtitulado en español, por lo general se muestran reticentes a realizarlo, pese a que en muchos casos deben efectuarlo en inglés cuando sus películas son presentadas en distintos festivales por el mundo. En este último caso no se entiende bien por qué el retaceo a un segundo subtitulado. Por otro lado, están aquellas películas argentinas que por su trama los personajes se trasladan al extranjero y en esas locaciones surge el subtitulado, ya que se habla en un idioma foráneo. Sin embargo, en estos casos, tampoco se subtitulan los pasajes en castellano, pese a que el costo sería inferior. Hubo algunas excepciones. Me casé con un boludo (Juan Taratuto – 2016) fue lanzada al circuito comercial por la Disney con algunas funciones subtituladas que las cadenas de cine programaban en las primeras horas del día (12 y 14). El beneficio duró tan solo un par de semanas. Dos años más tarde, ¡Viva el palíndromo! (Tomás Lipgot – 2018), lanzó su película con una función semanal subtitulada, mientras que El amor menos pensado (Juan Vera – 2018) y Yo soy así, tita de Buenos Aires (Teresa Constantini – 2017), brindaron funciones especiales. Este año, De acá a la China (Federico Marcello – 2019) y Método Livingston (Sofía Mora – 2019), también comenzaron a ofrecer funciones inclusivas muy puntuales. El otro recurso para una ínfima minoría es el subtitulado en inglés. El estudiante (Santiago Mitre – 2011) y Plan B (Marco Berger – 2009) se proyectaron en el Malba con esta facilidad. Del mismo modo, se pueden apreciar las películas argentinas en secciones de competencia en el BAFICI y en el Festival de Mar del Plata. Cabe destacar en esta campaña a Rosario García, que a través de su página web “Juntos por los subtítulos” ha golpeado puertas de organismos oficiales, ministerios y del Congreso de la Nación, para ser escuchada y transformar el reclamo de los hipoacúsicos en ley. El productor Benjamín Ávila, con su película La hermandad, convirtió en regla lo que antes era una excepción, ya que el film que representa será el primero en ser exhibido en todas sus funciones comerciales con subtítulos en español. Sin duda, un gran primer paso en el cine argentino. La ópera prima del director tucumano Martín Falci retrata el último campamento de varones (a partir del 2018 comenzó a admitir mujeres en su alumnado) que realizó el Gymnasium en el año 2017, un colegio universitario público de Tucumán fundado en 1948. El film se centra en los niños de quinto grado que tienen su primera experiencia fuera del hogar, donde la supervisión está en manos de tutores adolescentes en reemplazo de los padres. Los jóvenes campamentistas ayudados por los mayores, levantan sus carpas rodeados de una naturaleza tupida propia del monte selvático. Atrás quedaron los cánticos entusiastas en el micro que los transportaba, es tiempo de cumplir con obligaciones y responsabilidades. Comienza una nueva etapa de maduración. Falci, ex alumno de la institución, recoge con su cámara los rostros en primeros planos, mezcla de inocencia y sorpresa, de los recién llegados. En todas las imágenes brota la espontaneidad, nada surge de modo artificioso. Los pequeños tendrán una experiencia que los enfrentará ante lo nuevo y lo desconocido, en donde la realidad desplazará la recreación imaginaria. Los ritos, como el fogón y los juegos de cacería, se comparten con las tareas diarias: guardias, corte de leña y lavado de ollas. La fisicidad, el roce de los cuerpos se hace presente en las competencias de fuerza donde el desafío provoca el contacto mientras se revuelcan en el lodo o persiguen a un rival para tumbarlo, en las rondas al saltar juntos abrazados dando hurras, en las pinturas de los torsos y rostros que realizan entre ellos. El espíritu de camaradería y el rechazo a la violencia está siempre presente en los mensajes impartidos por los tutores, que incitan a la participación en las distintas actividades para fomentar la integración. Al retornar, duermen en el transporte abatidos por la intensa semana que los puso a prueba. La flamante enseñanza práctica los devolverá más autosuficientes y formados. Los mitos y fantasmas han quedado atrás, una nueva existencia los aguarda. Valoración: Muy buena.
La exacerbación de la masculinidad. Crítica de “La Hermandad” de Martín Falci Los alumnos del Gymnasium de la UNT organizan todos los años a modo de bautismo de los niños de 5º grado. En esos diez días que dura el campamento, los chicos, se encuentran tutoriados por alumnos mayores. Realizan todo tipo de actividades deportivas y lúdicas al aire libre, duermen en carpas, hacen fogones, reflexionan, cantan consignas, se pelean, comen capelletinis con salsa, desarrollan una cierta adicción a los chupetines, profieren toneladas de improperios en tucumano básico o cuentan chistes escatológicos. Sin la presencia de ningún adulto, La Hermandad es un relato iniciático, de separación de los niños de sus padres y maestros, y de convivencia cotidiana con sus casi hermanos mayores, adolescentes al borde de la adultez que asumen los roles de cuidadores o jefes durante los diez días del Campamento. Con la cámara prendida, como un testigo presencial que se limita a ver, sin intervenir, Falci cuenta lo que ha visto a través de las imágenes. En la película no existe la voz en off, lo que significa un enorme acierto de “La Hermandad”. También las fotografías del hermoso paisaje tucumano es impecable, así como los planos generales muy bellos de la multitud de carpas azules y los niños corriendo detrás del Zorro. Los planos cortos de los protagonistas reflejan la inocencia de esos rostros infantiles, sobre todo de diez niños seleccionados por el director previamente. La decisión de Falci de que los niños no fueran informados que las cámaras y la acción se centrarían sobre ellos hizo posible que la espontaneidad de los chicos, su desenfado al hablar y moverse dentro del plano, lo que logra una frescura y constantes toques de humor al film. Pero no solo es una muestra de niños en actividades reacreativas y un tierno relato de la infancia , la película es una reflexión profunda sobre la construcción de la identidad masculina y sobre el ejercicio del poder. Las escenas en que los tutores ordenan a los niños revolcarse en el barro y competir entre ellos hasta que gane el más fuerte, tienen cierto aire militar que rememoran de alguna manera a films como “El Experimento” de Oliver Hirschbiegel. Con una gran carga de agresión, a pesar de la orden dada por los tutores de no ejercer violencia en ningún caso, a raíz de la muerte de un alumno del colegio durante un terrible altercado con alumnos de otros colegios, en los días previos al Campamento. Sin embargo, los mismos jóvenes que establecen ese código no son capaces de cumplirlo. En un momento, los tutores dan golpes a los chicos con un flotador, y aunque quizás esto podría verse como algo “divertido”, finalmente resulta bastante violento. Los niños no parecen felices de participar en algunas contiendas sino que más bien las padecen. Con imágenes fuertes, el director toca la fibra íntima del espectador y lo invita a reflexionar sobre estas prácticas, “La Hermandad” es una muestra, dentro de la revolución feminista, de los modos del patriarcado enquistado en algunos colegios universitarios de Tucumán. Una película que intenta no quedar en el mero relato, sino que invita a la transformación de la realidad a través del arte
SOLOS LOS CHICOS El reconocido colegio secundario tucumano Gymnasium realizaba hasta el 2017 un tradicional campamento donde 500 alumnos varones de 10 a 18 años convivían durante diez días en medio del monte y alejados de adultos, en el cual se buscaba generar los valores de fraternidad entre compañeros. Tratando de reflejar lo que sucede en el que sería el último, ya que al año siguiente la institución aceptaría la inclusión de mujeres, el documental nacional La hermandad presenta las distintas actividades que se realizaron allí, priorizando la experiencia de los niños de 10 años que viajaban por primera vez al esperado campamento de su colegio. Dirigida por Martín Falci, la producción se dedica a ser una mera observadora de lo que sucede, centrándose en todo momento en mostrar lo que pasa. Nunca se contextualiza o plantea posición sobre lo que acontece, solo se dedica a presentarlo de la manera más fiel posible y es allí donde está su valía. Con una precisa utilización de planos y recursos visuales, el film va exhibiendo las distintas aventuras que viven los alumnos del colegio en ese monte desolado, siendo los chicos de quinto grado los principales protagonistas de cada hecho, ya que al ser primerizos en esa estadía, sus reacciones son más frescas y naturales que las del resto, permitiendo que el documental crezca en su registro. Por otra parte, se debe señalar algo que quizás no pertenece al ámbito exclusivo de la producción, ya que el tratamiento elegido no le permite tomar posición sobre determinadas prácticas que ocurren en el campamento. Allí se fomenta la no violencia física pero determinados actos que se observan remiten a otros tipos de violencia que pueden tener consecuencias aún peores, y que remiten a cierto ordenamiento militar. Más allá de esta particularidad, desde el punto de vista formal, La hermandad es una correcta producción que logra su cometido de presentar como mero observador lo que sucedió en aquel último campamento. Quizás algunos hechos que se exhiban le quitan cierto mérito a esta película.
El moto arrebatador, Los dueños, La Hermandad. Es bueno el nivel de las películas tucumanas que cada tanto se estrenan en cines. Con ideas originales y una producción cuidada. En este caso, desde el documental, con esta ópera prima que registra las actividades del último campamento de varones de un colegio público, antes de volverse mixto. Un encuentro que es parte del imaginario tucumano desde hace más de cincuenta años, con sus rituales de iniciación y bautismos de los más pequeños: los chicos de 10 años que ingresan. Sin narradores ni estructuras que lo dividan, La Hermandad se va construyendo como un relato sobre la masculinidad naciente, en sus rituales y códigos. En la naturaleza, los fogones, los juegos y las canciones típicas de campamento, los chicos protagonistas viven un campamento atípico, porque ha muerto uno de ellos el año anterior y este le está dedicado. Con lo cual, a los mensajes de fraternidad y compañerismo clásicos de este tipo de eventos, se suma aquí el componente del duelo colectivo. Entre pequeños hombres bautizando a niños, casi como estudio de las distintas etapas de ser varón, la película crece en la medida en que lo hace la intensidad de esos vínculos, hasta la despedida. Cuando se termina una convivencia igual de intensa y esos varones, de distintas edades, son capaces de abrazarse y decirse al oído "te quiero mucho".
El tucumano Martín Falci nos presenta La hermandad, un documental que retrata los días de convivencia por los que pasan cerca de 500 estudiantes en el desarrollo del campamento del Gymnasium. En el año 1948 se fundó Gymnasium, la única escuela universitaria sólo para hombres (hasta el 2018). Allí, todos los años, se organiza un campamento obligatorio en el que conviven los más de 500 alumnos del instituto. Martín Falci nos sumerge en este evento, sobre todo desde la mirada de los niños de 10 años, que son quienes participan por primera vez. La cámara sigue las actividades de los chicos, pero sin intervenir demasiado. Simplemente está ahí, captando el día a día, los juegos, las conversaciones, el descontrol que se da en algunos casos, pero sobre todo “la hermandad” entre estos jóvenes. Los planos generales nos dejan ver la inmensidad del predio donde se encuentran, la cantidad abismal de chicos, quienes por más de una semana comparten sus secretos, sus inquietudes, se divierten y aprenden a conocerse, no sólo entre ellos, sino a sí mismos. Si bien este documental nos cuenta que de este campamento participan cerca de 500 chicos, la historia se focaliza principalmente en un grupito centrado en los más chicos. Un grupo de nenes que refleja la amistad durante este periodo de la vida. Una relación inocente, que no pide nada a cambio más allá de momentos de risa, de diversión y de complicidad, sobre todo a la hora de tener que realizar algún tipo de travesura. Al fin y al cabo La hermandad es un documental sobre la amistad y el cuidado entre los pares. Difícil no sentirse identificado y regresar por un momento a aquella época donde, rodeado de nuestros compañeritos, todo era risas y bromas internas. Por ahí había alguna que otra pelea, pero nada que no se pudiera arreglar en lo que duraba un chasquido de dedos. La hermandad es una película que refleja la inocencia y la amistad casi incondicional que sólo se puede dar en ese momento de la vida. También muestra, justamente, “la hermandad” que se da entre los más chicos y los más grandes.
Película sobre la infancia y el tránsito hacia la adolescencia. “La Hermandad” se interna en el campamento Gymnasium (UNT), gigantesco evento inserto en el imaginario colectivo de la provincia de Tucumán. Estrenado en el festival Gerardo Vallejos antes de su llegada a las salas, resulta un producto interesante y llamativo: se trata de un metraje filmado en 2014, en pleno campamento, donde un total de 500 chicos van solos hacia la montaña. Bajo este esquema, Martín Falci retrata la construcción de la ‘hermandad’, desde el mito popular de iniciación -del rito violento e intrínseco en la sociedad tucumana- hasta el hecho antropológico de tratarse del ultimo campamento solo realizado con hombres, ya que al año siguiente se incorporarían mujeres. Esta suerte de retrato bisagra en el historial del campamento, fija en el tiempo un momento verdadero de la evolución natural de los vínculos en sociedad, prestando especial atención a la intimidad masculina, poderosa, que denota cierta incomodidad respecto a la cercanía de la lente de este talentoso realizador tucumano. Con el apoyo del INCAA, el Instituto de Cine y la producción del prestigioso Benjamín Ávila, “La Hermandad” encuentra su fuerza y valor documental concibiendo la civilización como identidad colectiva, siendo ecuánime a la hora de visibilizar tanto aquello que estamos acostumbrados a ver, como aquello otro que no. Y no teme incomodarnos. Sin recurrir a imágenes de archivo ni entrevistas ni voz en off, se trata de otra forma de percibir el género documental, tomando el desafío de mostrar una realidad cruda difuminando las fronteras entre ficción y realidad.