No fue el mayordomo. noche en que mi madre mató a mi padreDespués de padecer otro casting más entre tantos y aprovechando que sus hijos se fueron de excursión el fin de semana, Isabel (Belén Rueda) ofrece organizar una cena en su casa para que su marido, guionista y escritor de novelas policíacas, y su ex mujer, directora de cine, intenten convencer al famoso actor argentino Diego Peretti de protagonizar y co-producir su próxima película. Aunque el cuadrilátero de cónyuges mantiene una relación cruzada ejemplar, su generosidad es sincera a medias: en el fondo no pierde las esperanzas de que su marido le de un papel en alguna de sus películas y así poder devolver a su carrera el impulso que perdió al acercarse a los cuarenta. Pero la noche se niega a hacerle fácil el negocio y apenas se sientan a cenar aparece el ex marido de la anfitriona con su nueva novia cargando unos papeles que, aunque ella se esfuerza por ocultarlo, la alteran mucho. El clima ya de por sí enrarecido termina de desmadrarse cuando el ex marido se descompone y el resto sospecha que fue envenenado por su ex esposa, por lo que mientras Ángel se convierte en uno de sus personajes de novela policial para descubrir la verdad, Susana ahoga sus nervios en whisky e Isabel improvisa la actuación de su vida, su famoso invitado es arrastrado por los intereses particulares de cada uno y convertido en cómplice de una situación que se les va de las manos a cada nuevo giro. El veneno de Romeo: La noche que mi madre mató a mi padre tarda en tomar forma, casi todo lo que sucede hasta que comienza la cena es prescindible y recién se consolida como una propuesta medianamente interesante cuando al enredo familiar y la superficial parodia al mundo del cine se le agrega la trama policial. Toda la estructura narrativa es bastante teatral y muy hablada, apoyada en el estilo interpretativo caricaturizado que parece ser un sello de estilo en la comedia española. Esto se siente hasta en el trabajo de de Diego Peretti, que hace de sí mismo en un rol secundario pero fundamental para poner en movimiento algunos de los giros que mantienen el interés en una historia que es más compleja de lo que se espera de entrada. Los apartados técnicos son correctos pero sirven sólo como sostén para el verdadero centro de la película que forman las interpretaciones y el guión, al que si bien no le falta originalidad parece tener miedo de cruzar la línea hacia una comedia negra más adulta y se queda un poco a medio camino. Conclusión: La noche que mi madre mató a mi padre es una comedia casi teatral que toma recursos del policial para hacer una parodia de actores y guionistas, que divierte por más que algunas ideas interesantes no están resueltas con la contundencia que hubieran merecido.
La noche que mi madre mató a mi padre, de Inés Paris Mucha gente tiene un prejuicio negativo hacia el cine español y esta película no ayuda a sostenerlo. Es difícil describir los personajes que intervienen y se relacionan en la nueva comedia de Inés Paris (Rivales, Miguel y William), pero tal vez atraiga al espectador rioplatense saber que uno de sus protagonistas no es otro que Diego Peretti haciendo de sí mismo. Si la sola mención del actor que cada día desde 2002 convive con la pregunta “¿para cuándo la película de Los Simuladores?” no convence, habrá que hablar del elenco que lo acompaña y el guión que le da sostén. A Ángel (Eduard Fernández) lo convence su exmujer Susana (María Pujalte), que es directora, de llevar su guión a la pantalla grande. Diego Peretti es el elegido para protagonizarla y habrá que convencerlo además de que la coproduzca en una cena organizada por la actual mujer de Ángel, Isabel (Belén Rueda), que además lucha por demostrarle a su marido que es una gran actriz. La trama se sigue enroscando cuando el ex marido de Isabel, Carlos (Fele Martínez), irrumpe en la cena de negocios con su actual pareja (Patricia Montero). Desde el principio, cuando se presentan la pareja y sus ex, uno adivina que la película es una comedia de enredos y empieza a intuir los rasgos del vodevil. El presentimiento no es nada equivocado, ya que pronto los vínculos entre estos seres humanos son lo que condimentan una trama que comienza con un ritmo lento, pero poco a poco toma carrera y empieza a tener verdadera fuerza a partir del segundo acto. El clima es siempre muy teatral y tiene tintes de comedia negra. Los primeros minutos, los lentos, son un arma de doble filo porque llevan a subestimar casi todo, pero justamente ahí reside la magia cuando las cosas empiezan a torcerse. Se genera un ambiente excelente que da lugar a una comedia que no recurre tanto a los gags, sino al humor que surge de magnificar lo cotidiano. El broche de oro, por supuesto, lo dan los actores, entre los que destacan Belén Rueda y, por supuesto, Diego Peretti, que agrega el condimento extra de desentonar (no sólo por la tonada) con el resto de los personajes. En resumen, es una comedia fresca que no subestima al espectador aunque parezca que lo haga de a ratos. Es cierto que podría acelerarse un poco la primera parte, pero todo el acto final mantiene a todos al borde de la butaca en lo que parece un intento por generar equilibrio. Precisamente eso, equilibrio, es lo que le falta en la cabeza a todos los protagonistas. LA NOCHE QUE MI MADRE MATÓ A MI PADRE La noche que mi madre mató a mi padre. España, 2016. Dirección: Inés Paris. Guión: Inés Paris, Fernando Colomo. Intérpretes: Belén Rueda, Diego Peretti, Eduard Fernández, María Pujalte, Fele Martínez, Patricia Montero. Edición: Ángel Hernández Zoido. Música: Arnau Bataller. Duración: 124 minutos.
Ángel, guionista, y Susana, su ex mujer y directora de cine, se encuentran en la búsqueda de un actor para protagonizar su próximo film. Con el objetivo de convencer al argentino Diego Peretti, Isabel, actual mujer de Ángel y actriz, propone realizar una cena en su hogar. Pero en un momento ocurrirá algo inesperado que cambiará para siempre la velada. Podemos definir a “La noche que mi madre mató a mi padre” como una comedia de enredos, debido a la constante sucesión de hechos que se van complejizando y complicando con el correr de la historia. Ya desde un primer momento, cuando se presentan los personajes, nos damos cuenta de que estamos frente a una mezcla de relaciones atractivas, pero es con los giros inesperados cuando la trama nos termina de atrapar. Como bien debe ser una comedia de enredos, la cinta se irá superando y realizando una apuesta mayor en cuanto a la historia, debido a la gran cantidad de giros sorpresivos que presenta. Cuando el espectador cree que el argumento va por un lado o que parecería terminar, la trama lo asombrará. A su vez, el film genera el hecho de querer saber cómo terminará todo al final (aunque tal vez ya llegando a este punto podemos saber cómo será). Todas estas excentricidades, escenas disparatadas e insólitas hacen que “La noche que mi madre mató a mi padre” sea una comedia divertida y plagada de gags, que la hace llevadera, pero tampoco es que el espectador se la pasará riendo, sino que estará más comprometido con lo que sucede en la historia. La locación es prácticamente una sola: la mansión en la que viven Isabel y Ángel, y es por eso que podríamos sentir por momentos que la película parece más una obra de teatro. Incluso, esta utilización del escaso espacio genera una especie de encierro, tanto para los protagonistas como para los espectadores. En cuanto a las actuaciones, podemos destacar a Diego Peretti, quien se interpreta a sí mismo. Será cuando esté metido en medio del enredo, cuando sacará a relucir sus mejores facultades. Completan el elenco los españoles Belén Rueda, Eduard Fernández, María Pujalte, Fele Martínez y Patricia Montero. En síntesis, “La noche que mi madre mató a mi padre” es una comedia de enredos divertida, sorpresiva, aunque tal vez a medida que nos acercamos al final puede tornarse un poco predecible. Gran labor de Diego Peretti y del resto del elenco, que hará que los espectadores pasen un buen momento. Puntaje: 3,5/5
El arte de simular La Noche que mi Madre Mató a mi Padre es una de las comedias españolas más entretenidas que haya llegado a la cartelera argentina en mucho tiempo, un trabajo basado tanto en la inteligencia de su humor negro como en personajes muy bien delineados… La comedia es sin duda uno de los géneros que más ha sufrido el embate idiotizante del Hollywood mainstream y de buena parte de la televisión grasienta y de extrema derecha de nuestros días, lo que generó durante la presente década y la anterior una parva de películas patéticas que no funcionaron en el mercado global, circunstancia que a su vez desencadenó que el campo anglosajón dejase de exportar productos cómicos dirigidos a los adultos de los distintos enclaves regionales del planeta (por suerte…). Como el ideario adolescente y las gansadas románticas probaron no ser exitosas más allá de Estados Unidos y algunos sectores sociales -cavernícolas y burgueses descerebrados, sobre todo- de los diversos países, las industrias cinematográficas de cada nación fueron de a poco llenando el vacío con comedias locales que se enfocan en el costumbrismo, el humor negro y cierta nostalgia. Toda esta nueva camada de comedias se ubican en términos estilísticos en una región intermedia entre lo que fue el cine hollywoodense de antaño (las fórmulas narrativas y la meticulosidad de los remates) y la tradición cómica del país de turno (como se señaló anteriormente, por lo general se suele privilegiar la idiosincrasia autóctona, algún que otro tema de actualidad y las “estrellas” más conocidas por el gran público dentro de las fronteras nacionales). La Noche que mi Madre Mató a mi Padre (2016) es un ejemplo paradigmático en este sentido, una propuesta muy entretenida que no sólo llena el vacío que dejaron los norteamericanos y su mediocridad sino que además satisface las expectativas del mercado en cuestión, España en este caso, y hasta incluye a un actor argentino, Diego Peretti, con un claro destino de exportación al que pocas realizaciones semejantes aspiran. Esta suerte de comedia negra de situaciones de entorno cerrado es de lo más sencilla y se centra en una velada en la que Ángel (Eduard Fernández), un guionista cinematográfico, y Susana (María Pujalte), su productora y ex esposa, tratan de convencer a Peretti (quien hace de sí mismo) para que protagonice y produzca un film noir escrito por el primero. Dos factores destruirán la tranquilidad de la noche: por un lado tenemos la presencia de la actual pareja de Ángel, Isabel (Belén Rueda), una actriz que tiene su propia agenda, y por el otro lado está la visita de Carlos (Fele Martínez), el primer marido de Isabel, y su novia Álex (Patricia Montero). La película adopta un naturalismo sorprendentemente distendido y eficaz para desarrollar la serie de eventos y puntos de vista superpuestos que se aglutinan a partir de la súbita muerte de Carlos y de unas hilarantes sospechas que recaen sobre Isabel. Al guión de Fernando Colomo y la también directora Inés París hay que concederle que lo que le falta en el terreno de la originalidad y la expansión conceptual lo compensa con personajes encantadores y bien delineados, desde la neurosis de Ángel y la desesperación de Isabel, pasando por una Susana que va perdiendo sus inhibiciones, hasta la simpática pareja de Carlos y Álex y un Peretti desconcertado por lo ocurrido. Si bien todo el elenco está perfecto, los que se destacan a puro histrionismo son Fernández, visto hace poco en la excelente El Hombre de las Mil Caras (2016), y una reaparecida Rueda, aquí nuevamente con espacio para lucirse y entregando su mejor trabajo desde Los Ojos de Julia (2010) y El Cuerpo (2012). El film utiliza al crimen para analizar con inteligencia el doble sentido de la simulación, léase el engañar en la vida cotidiana (realidad) y el crear un relato ficcional (arte), obviando en el trajín el que hubiera sido el estereotipo según las reglas no escritas del cine -los engranajes del “whodunit” de vertiente hitchcockiana- con el objetivo de concentrarse en cambio en las reacciones frente al hecho, la ceguera egoísta/ mezquina de los protagonistas y todas esas conjeturas fallidas de cada uno de ellos al momento de tratar de dilucidar qué sospecha el otro y cómo puedo convencerlo para que se sume a mi causa…
La comedia española dirigida por Inés París capta la atención del público con un guión signado por los enredos, el humor y las buenas actuaciones. Isabel (Belén Rueda) organiza una cena junto a su marido (Eduard Fernández) y la ex mujer de él (María Pujalte), una directora de cine que quiere que el reconocido actor argentino Diego Peretti forme parte del elenco de su próxima película. A la reunión también asisten de manera imprevista el ex de la anfitriona (Fele Martínez) con su nueva pareja (Patricia Montero). Pero lo más sorpresivo es cuando ocurre un hecho que puede marcar un antes y un después en la vida de todos. La noche que mi madre mató a mi padre mantiene el ritmo de comedia en todo momento. Y las situaciones se articulan de manera efectiva conformando un relato de “puertas” (que bien podría ser trasladado al teatro). Aunque la intensidad va en aumento y hacia el final decrece. Rueda, Peretti (haciendo de sí mismo), Fernández, Pujalte, Martínez y Montero interpretan de forma excelente sus roles y son funcionales a un film en el que cada personaje está muy bien delineado. Enredos, humor negro y grandes actuaciones hacen de La noche que mi madre mató a mi padre una película divertida para pasar un buen rato.
Enredados La comedia de enredos es un género popular en el ámbito teatral, sin embargo, también aparece a menudo en el mundo del cine. Se caracteriza por partir de un conflicto o malentendido y a partir de ahí desencadenar situaciones disparatadas que van complejizando la gravedad del problema inicial. La noche que mi madre mató a mi padre (2016) es una película española perteneciente a este género, escrita y dirigida por Inés Paris, quien ya tiene un importante camino recorrido en la comedia con películas como A mi madre le gustan las mujeres (2001) y Semen, una historia de amor (2005). La noche que mi madre mató a mi padre cuenta la historia de Isabel (Belén Rueda), una actriz en crisis por la dificultad de conseguir un papel a su agrado a sus cuarenta años de edad, quien junto a su marido Ángel, escritor de novelas policiales, (Eduard Fernández) organizan una cena en la mansión familiar para convencer a un actor argentino que protagonice su próxima película. Este actor es interpretado por Diego Peretti, quien hace de él mismo, aunque con características más descabelladas. En la reunión también se hacen presentes la ex mujer de Ángel, Susana (María Pujalte), quien es directora de cine; Carlos (Fele Martínez), ex marido de Isabel, que asiste con su nueva novia Álex (Patricia Montero). En una cena en la que se ponen en juego los intereses de cada uno de los personajes, un hecho inesperado sorprende a los protagonistas de la velada y los agrupa en una serie de situaciones tragicómicas de las que será complicado salir airoso sin haber puesto previamente las manos en el barro. “La clave del éxito de la comedia de enredo es gente miserable”, expresó el actor estadounidense- canadiense Matthew Perry. Los personajes de La noche que mi madre mató a mi padre exponen sus miserias al máximo con el correr de los obstáculos que deben superar para salir sanos y salvos de una velada que parecía estar bajo control. Belén Rueda y Eduard Fernández se lucen interpretando a un matrimonio feliz por momentos, desencantado por otros, en los que no falta ocasión para reprocharse mutuamente los defectos del otro. Diego Peretti si bien actúa de sí mismo, arranca mostrándose como se lo puede ver en alguna entrevista televisiva, pero con el correr de los minutos se involucra en las situaciones cómicas con acciones disparatadas y el espectador se olvida de Diego y lo ve como un personaje, todo gracias a su gran labor. El resto del reparto, integrado por María Pujalte, Fele Martínez y Patricia Montero, está acorde al nivel actoral de los protagonistas y cada uno tiene sus escenas de lucimiento. Los inconvenientes surgen en la historia cuando se llegan a predecir ciertas resoluciones de conflictos que aparecen en el relato, debido a que cae en clichés. Por otra parte, si bien se trata de una comedia en la que está aceptado convencionalmente que las situaciones se exageren para generar la risa, algunos hechos parecen incluidos de manera forzada. Respecto a los aspectos técnicos, la película tiene un trabajo de fotografía correcto, con un buen uso de los espacios, sobre todo teniendo en cuenta que casi todos los acontecimientos se enmarcan en la mansión durante una misma noche. La banda sonora a cargo de Arnau Bataller ambienta inmediatamente y de forma precisa las situaciones del film. La noche que mi madre mató a mi padre es una comedia de enredos que reúne todas las características necesarias del género, y a pesar de caer en algunas obviedades del mismo, no deja de ser una buena opción para disfrutar en las salas. Una historia que se enrosca sin parar con el correr del film, en la que se destacan las actuaciones de Belén Rueda, Eduard Fernández y Diego Peretti, y en la que es imposible no reír.
Se trata de una comedia de enredos donde cada uno de los seis personajes juegan una trama precisa donde todo se complica, cada vez en una vuelta de tuerca de delirios, planes y confesiones. Podría ser tranquilamente una obra de teatro, con puertas que se abren y se cierran y personajes acelerados y desorientados buscando la sonrisa. Dirige con buen pulso para el género Inés Paris, responsable del guión con Fernando Colomo. Casi todo transcurre en una cena, en una bella casona, donde un realizador busca interesar en su proyecto a Diego Peretti que hace de si mismo. La esposa y dueña de casa desesperada porque es actriz y su marido y la productora nunca la consideran en sus proyectos, sufre la llegada de su ex marido con su novia actual para enrarecer aun más clima de intrigas. Con todos estos elementos, un toque policial para agregar algo de tensión, se agita y así la trama que se retuerce sobre si misma y se complica, es amable y divertida. Pero también hay que decir que algunas situaciones son sorpresivas y otras previsibles. Con un elenco eficaz: Belén Rueda, Eduard Fernández, Mariah Pujalte, Pele Martínez, y Patricio Montero, además de Peretti. Un entretenimiento amable para aquellos que aman la comedia ligera.
Un grupo de parejas cruzadas -ex, actual, hijos de antes y de ahora- coincide durante una cena destinada a convencer a Diego Peretti -haciendo de sí mismo- de entrar en el proyecto de una película. El director y la productora, que son ex, quieren leerle el guión. La mujer actual del director, que es actriz, quiere algún papel. Pero las cosas se tuercen cuando el ex de ella llega intempestivamente con su nueva amante, una chirriante pelirroja que se desvive por Peretti. La comedia de enredos, por carriles más o menos conocidos, va hasta ahí haciendo uso de algunos clichés de las relaciones argento-españolas que harán sonreír a muchos. Con diálogos que por momentos tienen la puntería de la más brillante coloquialidad castiza al servicio del humor negro ("Isabel, si vas a suicidarte, que no sea metiendo la cabeza en el horno, que eso está muy visto"). Pero, en casi una única locación, el caserón de los anfitriones, las situaciones se estiran y los chistes se van desgastando, hasta el giro que le inyecta sangre de comedia negra, un camino que lleva a varias sorpresas. Menor y simpática, se beneficia en grande del trabajo de sus intérpretes: Eduard Fernández, Peretti o la bella Belén Rueda (El Orfanato).
La noche que mi madre mató a mi padre: comedia de enredos sin ambición Una familia española ensamblada compuesta por un padre novelista y guionista de cine, ex mujer productora, nueva esposa actriz divorciada de un actor desocupado. Unos cuantos hijos en común y por separado, y una película en busca de protagonista. A todo ese enredo se suma Diego Peretti, que interpretándose a sí mismo redondea un elenco notable. Belén Rueda, Eduard Fernández, Fele Martínez, María Pujalte y Patricia Montero aportan su oficio y su timing para la comedia a un relato más bien predecible y sin demasiadas pretensiones. Los intérpretes no cuentan con demasiada tela para elaborar sus personajes, aunque por momentos sí logren llevarlos más allá de la caricatura.
Comedia que desbarranca Las situaciones son demasiado forzadas e infantiles como para hacer reír. Si el arte de hacer reír siempre fue complicado, a esta altura del partido lograr una comedia de enredos que funcione parece misión imposible: ejemplos como Mujeres al borde de un ataque de nervios son cada vez más raros, casi como ejemplares de una raza en extinción. Conseguir que los personajes tengan comportamientos disparatados con gracia, siguiendo cierta lógica interna y sin caer en infantilismos es materia delicada. Una materia que no aprueba La noche que mi madre mató a mi padre. Por sus características de vodevil y de las clásicas comedias de puertas que se abren y se cierran, este filme español bien podría tener una adaptación teatral. Casi toda la acción sucede en una noche, en un mismo lugar: la casa del matrimonio formado por una actriz (Belén Rueda) y su marido guionista (Eduard Fernández). El prepara una película junto a su habitual socia, que es su ex mujer (María Pujalte), directora y productora, y el elegido para protagonizarla es Diego Peretti, que hace de sí mismo (o de un personaje que es un actor famoso llamado Diego Peretti). El argentino viaja especialmente a España para interiorizarse del proyecto; con el objetivo de convencerlo, y de que además sea coproductor, le preparan una cena en el hogar del matrimonio. Pero todo tomará otro rumbo cuando aparezcan en escena el ex marido de la actriz dueña de casa junto a su joven y pulposa nueva novia. Si de entrada la cuestión empieza más o menos bien, con alguna divertida reflexión sobre las dificultades que afrontan las actrices mayores de 40 para conseguir trabajo, de a poco todo va desbarrancando. Las situaciones se vuelven demasiado forzadas, los chistes van perdiendo nivel y los actores terminan haciendo lo que pueden con un guión que no los invita al lucimiento, sino todo lo contrario.
No soy yo, es mi otro yo El recurso de hacer que un actor haga de sí mismo puede dar buenos resultados, y aunque haya sido utilizado desde tiempos inmemoriales, siempre vuelve a lucir original. En esta comedia española, el que se personifica a sí mismo es nuestro compatriota Diego Peretti, que llega a España para tener una primera reunión con el guionista y la productora de un policial, pero se encuentra con una situación irreal que involucra una mezcla de ex maridos y esposas cuyos conflictos, inclusive llegan a provocar un muerto durante la cena. "La noche que mi madre mató a mi padre" empieza bien, con ritmo y gags eficaces, y una vez que Peretti entra en escena nunca termina de agotar los chistes autorreferenciales. El actor se luce y el argumento explota bien su dualidad de intérprete y médico psquiatra. También sobresale Belén Rueda, como la actriz esposa del guionista que quiere a toda costa un papel en el film a producir. Sin embargo, promediando la proyección, el ingenio empieza a agotarse y los chistes se vuelven un poco previsibles. La película daba para más. La banda sonora jazzística es excelente.
La noche que mi madre mató a mi padre es una comedia de enredos española con algunos tintes dramáticos y por qué no, tragicómicos. Bajo la dirección de Inés París responsable del guión junto con Fernando Colomo. Con las actuaciones de Diego Peretti, Belén Rueda, Eduard Fernández y María Pujalte. La historia transcurre en una hermosa casa donde es invitado Diego Peretti, recién llegado de Argentina, por Isabel (que es actriz) y que organiza esta cena junto a su marido (escritor/director) para contarle del proyecto: proponerle que sea parte en su futura película. No solo eso, sino que también sea coproductor. Por otro lado, también está la ex esposa del director que es productora del film y se lleva de maravillas con su ex, y en el medio de la velada caerán sin aviso el ex esposo de Isabel con su joven novia. Divertidísima película contada con las herramientas clásicas del cine. Con una historia eficaz y atractiva que con picardía nos descoloca por momentos y nos deja sin saber claramente que está ocurriendo, aunque tal vez lo intuimos.
Conspiraciones para una comedia de bulevar. Se conoce como “teatro de bulevar” la modalidad teatral apuntada al puro escapismo, en la que, generalmente entre las cuatro paredes de una mansión burguesa y protagonizadas por un grupo integrado por parientes, amantes y allegados, se suceden una serie de conspiraciones eróticas y amorosas, que eventualmente pueden incluir algún cadáver en el ropero. Escrita por la realizadora Inés París con colaboración de su colega, el veterano Fernando Colomo, la española La noche que mi madre mató a mi padre (¿no debería ser La noche en que mi madre mató a mi padre?) es una comedia de bulevar en toda la regla, en la que el microclima en cuestión (la comedia de bulevar remite siempre a un ambiente cerrado) es el del cine. Evidenciando su popularidad en España, Diego Peretti hace aquí de un actor argentino llamado… Diego Peretti. Angel (el catalán Eduard Fernández) y Susana (María Pujalte) son ex marido y mujer, y siguen siendo una pareja de guionistas, que tienen listo un guion para el cual esperan contar no sólo con la participación de Peretti sino con algún aporte económico de su parte. Con la que no cuentan, porque no la ven para el género, es con Isabel (Belén Rueda, conocida sobre todo por El orfanato), actual pareja de Angel y experimentada actriz. Para recibir a Peretti han preparado una cena en el impresionante palacete que Angel e Isabel tienen en las afueras (¿tanto se gana escribiendo guiones y actuando?), con Susana como invitada y la inesperada visita de Carlos, ex de Isabel (un irreconocible y semicalvo Fele Martínez, el muchacho de Tesis) y la nueva novia de éste, una típica “bomba” descerebrada (Patricia Montero), que en cuanto ve a Peretti se pone a bailar bachata con él. En medio de ese clima entre distendido y ligeramente incómodo, y sin que parezca haber razones, Isabel envenena a Carlos con veneno para ratas. Como corresponde al género, es el comienzo de un juego de máscaras, con sus engaños cruzados, corridas, alianzas y resucitaciones. Versión inofensiva de Gran Hermano, La noche… es una película para matrimonios en salida de sábado a la noche. Todo es tan insustancial como la mousse de vainilla en la que Isabel disimula sus venenos (las comidas son esenciales a la comedia de bulevar). Son insustanciales las relaciones familiares (¿por qué algunos hijos son adoptados?) y las amorosas (¿odia Ángel a Isabel, o nos pareció nomás?). Insustanciales los oficios: ¿cómo puede ser que un escritor de policiales con oficio se comporte como un pavo cualquiera a la hora de resolver el crimen? Y la lógica: Alex y Susana son, por lo visto, la primera pareja de coguionistas-productores que se conozca. Insustancial, finalmente, la vida humana: el resultado de una muerte es que una actriz consiga un papel, y esto no parece afectarle a nadie. En su cuarto papel en el cine español, Diego Peretti está, como de costumbre, notable, incluso en una escena de comicidad muda que se sale de su registro habitual y donde resulta francamente desternillante.
Intenta ser una comedia original y pretende a través de una serie de enredos ser graciosa pero sin ninguna sorpresa y termina siendo algo trillada. Desea tener algo de parodia, de policial y de farsa. El espectador que la elija sentirá si esto resulta. Es entretenida, con diálogos chispeantes, un toque de humor negro y una bella fotografía. Cuenta con un buen elenco pero no todos logran lucirse. Podría ser muy efectiva en teatro.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
Buenas intenciones Entre guiños e intenciones, la comedia de la española Inés París busca tener ese tipo de guión lleno de imaginación y un humor que busca escandalizar a partir de personajes generalmente trágicos y decadentes, todo esto propio del cine de Pedro Almodóvar, y por otro lado, intenta lograr el tono oscuro y siniestro de las películas de Alex de la Iglesia... Lo cierto es que “La noche que mi madre mató a mi padre” se queda a mitad de camino, es decir, desborda de buenas intenciones y hasta se desvive por escandalizarnos e incomodarnos por sus grotescas situaciones, entre brutales, trágicas y ridículas, pero... no te hace reír. Y, en pocos minutos, su aparente consistencia se desvanece como agua nieve entre los dedos. “La noche que...” es una comedia española donde la estrella es el argentino Diego Peretti que interpreta al actor Diego Peretti, quien llega a España para protagonizar una película comandada por un escritor y cineasta algo inestable junto a un grupo de personajes grotescos, entre ellos su socia y ex mujer y su nueva esposa actriz divorciada de un actor desocupado, y un cuarteto de hijos en común y por separado. A este enredo algo predecible se suman Peretti y un muerto en el baño, pero lo mismo la historia desbarranca.
MAS PAVA QUE NEGRA Con aires de vodevil y película de misterio –whodunit incluido-, la guionista y directora Inés París elabora una comedia negra que ronda de manera autoconsciente el mundo del cine: un guionista y su productora (ex pareja) se juntarán a cenar con Diego Peretti (haciendo de sí mismo) para ofrecerle el protagónico y su participación en la producción de una próxima película. Del encuentro participará la esposa de aquel (actriz), y se sumarán -casi que se colarán- el ex de la esposa y su nueva novia. Como verán, no sólo de cine irá el asunto sino también de exposición descarnada de las miserias de la vida en pareja. Y ahí, en ese apartado, es donde el film comenzará a derrapar hasta perder la gracia por completo. En el comienzo las cosas no estaban del todo mal: había diversión y hasta cierta incomodidad en la mirada sobre las familias ensambladas, las nuevas paternidades (que incluye la adopción de niños de otras etnias), la neurosis de los habitantes del mundo del cine y la dificultad de las mujeres de cuarenta para conseguir trabajo. Incluso en ese arranque, París parece tener las herramientas y la receta de la comedia veloz y en movimiento. Pero así como las cosas se encausan hacia el único espacio que resultará la casa del guionista y la actriz, y ahí la justificación formal y el homenaje a las viejas comedias de bulevar, La noche que mi madre mató a mi padre comenzará a trabarse con enredos que suceden porque sí y sin demasiado sustento cómico. Además, con ideas mal ejecutadas y resoluciones que no logran sostener el rigor de su propio verosímil. Uno de los problemas principales de la película es apostar a que las cosas deberían resultar cómicas por propia definición: si hay enredos, confusiones, idas y vueltas, tiene que ser divertido. Y la verdad que no lo es, mucho menos incluso cuando los personajes se van revelando como una cohorte de cínicos que se odian y desprecian: si al final terminan todos juntos, en definitiva no nos importa demasiado porque son personajes odiosos. En todo caso, eso no estaría mal si el grado de oscuridad de la comedia fuera avanzando hasta derribar límites (como suele hacer la comedia británica), pero París tira algunas piedras y esconde las manos de una manera escandalosa. Aquello que puede salir mal, termina saliendo no tan mal, y al final de cuentas pocos salen lastimados en una película que simula agresividad y se desdice con cobardía. En un momento determinado Diego Peretti se pregunta “¿qué estoy haciendo acá?”, en lo que termina siendo una lastimosa premonición sobre los resultados de esta comedia regular.
La directora y guionista Inés Paris se adentra en una tarea difícil, la de hacer reír con armas nobles, hasta podría pensarse, desde otra variable, en el texto de Sigmund Freud, “El chiste y su relación con lo inconsciente” (1905) El filme es tan difícil de definir como lo que intenta producir, humor, gracia, y conjuntamente dos pequeñas rupturas de algunos cánones de la cotidianeidad del siglo XXI. Si bien la apertura mostrándonos a una pareja de director y actriz en medio de ensayos muy delirantes de la obra “Camille Claudell”, uno desaparece inmediatamente y el otro, Isabel Paris (Belén Rueda), se quedará para cumplir el rol de protagonista de la cinta, y sobre ella recaerá la circulación, desarrollo y conflicto de la historia.. Claro que la presentación de los personajes es de manual de comedia que se desboca en la secuencia siguiente, en el que estarán todos presentes, salvo Diego Peretti, quien participara del filme representándose así mismo, en este momento sólo nombrado varias veces. Todos están en un estacionamiento: Angel (Eduard Fernandez), un escritor de policiales devenido en guionista de cine, con su ex esposa Susana (Maria Pujalte), directora de cine, padres de Alba (Claudia Nortes), su hija adolescente, esperando a Isabel, la actual mujer de Angel,, que llegue para entregarle algo a Estrella (Alejandra Yu Pastor Pedreros), la hija adoptiva de ambos. Pero su tardanza hizo que el micro en el que debería haberse ido Estrella, partiera. Isabel llega con Carlos (Fele Martinez), actor, y su ex marido, los acompaña Dylan (Lucas Paris), el hijo de ambos, ahí se resuelve que Dylan intente alcanzar al micro, lleve a Estrella y como acompañante a Alba. La escena cierra con una frase “dramática” que genera una sonrisa, desde el lugar que se emite, “Espero que esta no sea la última vez que vemos a nuestros hijos”, por boca de Angel. El punto es cómo hacer comedia de un planteo de base dramática, pues el tema que subyace y sostiene el texto es, y en este punto es el personaje de Camille Claudel,, que cobra significación y peso: ¿Qué hacer cuando tus afectos más cercanos no creen en tus posibilidades? Entonces recordemos que la escultora vivió muchos años sumida a los deseos de su hermano, el poeta Paul Claudel, pero mucho más importante la relación de todo tipo con Auguste Rodin. Sólo le fue de utilidad cuando esa relación se quebró. Luego de esas primeras imágenes se termina por definir la razón de la película, la historia en si misma, pero nadie tiene la sartén por el mango. Con un fundido a negro presentan el espacio físico importante, casi un personaje más, pues casi todo transcurrirá en esa mansión heredada por Isabel. Durante la noche siguiente, en una cena preparada para recibir al actor argentino, en la que Susana y Angel trataran de convencer a Diego que además de protagonista sea coproductor del filme, Isabel tratara de convencer a Susana, Angel y a Diego que ella es la mejor opción como co-pratogonista. Angel intentara a capa y espada convencer que su guión es perfecto, y protegerlo de la invasividad anticipada por Susana e Isabel sobre la forma de actuar de Diego con los guiones. A la amable cena caen de improvisto Carlos (Fele Martínez) y Alex (Patricia Montero), su novia actual, para convencer a Isabel que la necesidad de dinero no es ficticia, que hay un hijo en común, etc. Lo cual se podría establecer (parafraseando) en “Seis personajes en busca de un autor” de Luigi Pirandello, para quedar determinada en alguna de las novelas de Agatha Christie, pues aparece un muerto, no hay asesino, ninguno tienen un móvil, todos son testigos. Lo dicho, de estructura clásica, jugueteando con la comedia de enredos y haciendo un buen uso de las proximidades del vodevil, en que los diálogos superan la media, y las actuaciones, todas son muy buenas. Entretenida y ¿si quiere? identifíquese y piense.
INDICIOS DESENCONTRADOS Mientras Ángel guía al recién llegado reprochándole la tardanza, Isabel baja las escaleras para indicarle los inconvenientes al fontanero. Sin embargo, el rostro se le llena de asombro cuando encuentra a su marido junto a un actor argentino frente a la puerta del baño hediondo. “Diego, Diego Peretti”, lo reconoce ella y Ángel lo mira con sorpresa. Había llegado la persona que, posiblemente, cambiaría su preciado guión. La última película de la española Inés París está plagada de escenas hilarantes, lúdicas, de desencuentros, de sospechas o del absurdo que no sólo responden al género, sino también apelan a la posibilidad y al imaginario como ejes centrales. Se podría pensar que la construcción narrativa de La noche que mi madre mató a mi padre se asemeja con la de La soga de Alfred Hitchcock puesto que en ambos filmes la acción que se desarrolla es el soporte de una anterior premeditada y ocurrida en el fuera de campo (española) o casi (inglesa), que busca ser percibida en su totalidad y para ello aparecen ciertos indicios o gestos de los personajes que subrayan la duda o extrañeza. Por otra parte, hay constantes guiños hacia lo cinematográfico expuestos en, por ejemplo, la bronca de Ángel hacia el actor que puede modificar su brillante guión, la confusión de Peretti (que hace de sí mismo) con un plomero y con Ricardo Darín, el cuestionamiento al género negro, entre otros. Seis personas en una casa gigantesca que distorsiona, un poco más, las relaciones que ya parecían extravagantes. Las pistas se presentan para develar el misterio. Es hora de comenzar a jugar. Por Brenda Caletti @117Brenn