Catherine Deneuve es la razón principal que motiva la visión de La última locura de Claire Darling, que dicho así parece una burda copia de una película humorística (remember Mel Brooks), pero esta vez no, es fiel al título original. Es que Claire -quién otra que Deneuve- despierta un buen, o mal, día creyendo que ése será el último de su existencia. La protagonista está al borde de la demencia, pero toma una decisión tal vez apresurada. Hace como una feria americana en su casona en Verderonne, a pocos kilómetros de París, y remata -eso sí: a valores irrisorios- casi todas sus pertenencias. Es lo que algunos llaman venta de garaje, pero Claire incluye muebles de estilo y piezas de arte. Ya que es su último día de vida, qué mejor que alejarse de lo terrenal. Pero gracias a esa actitud es que su hija Marie llega a visitarla. Están distanciadas hace mucho tiempo, y recuerdo va, reproche viene, al menos podrán entablar alguna conversación inteligente. O no. La cuestión es que esta dama que ha vivido gracias a su exitoso marido (manejaba una mina local) se encuentra de golpe relacionada con su hija, una amiga de ella y con su pasado. Es un placer ver a Deneuve charlar con Chiara Mastroianni, la hija que tuvo con Marcello Mastroianni. Sabemos que allí confluyen realidad y ficción, pero no mucho más artísticamente hablando. La directora Julie Bertuccelli fue asistente de Otar Iosseliani, Krystof Kieslowski, Bertrand Tavernier y Rithy Panh, se probó como realizadora de documentales y con su opera prima de ficción, Cartas de París (2003), ganó la Semana de la crítica en Cannes. Tiene un curriculum que llama la atención más que su nueva película, que no está mal, porque tiene a Deneuve, a Chiara y lo antedicho.
Catherine Deneuve es la protagonista, junto a Chiara Mastroianni, de esta película dirigida por Julie Bertuccelli sobre dos mujeres y un duelo que cada una enfrenta como puede. En este drama dirigido por Julie Bertuccelli, Deneuve interpreta a una mujer que vive sola en un caserón rodeada de incontable cantidad de objetos antiguos que ha coleccionado a lo largo de su vida. Tras un sueño, que considera premonitorio, decide hacer una venta de garaje para desprenderse de todo lo que tiene, “de todo”, enfatiza. Lo que le importa es desprenderse de todo eso, y llama la atención en el pueblo por lo ridículamente barato que vende esos objetos viejos y llenos de un valor, tanto afectivo como material. Claire Darling es una mujer que se ha alejado de todos en los últimos años, que ha estado mucho tiempo sola en una casa enorme y hoy tiene visiones que la atormentan y a veces le hacen dudar sobre las cosas que realmente suceden a su alrededor y cuáles sólo imagina. Un poco de eso le pasa cuando llega su hija (interpretada por Chiara Mastroianni), con quien no supo entenderse, que la mira y la toca para comprobar que de verdad está frente a ella. Pero la trama lo que intenta hacer también es reconstruir la historia de estas dos mujeres a través de flashbacks que dejan en evidencia el duelo que siempre están transitando. Los fantasmas del pasado que las acechan, especialmente en esa casa tan grande. Cada objeto va trayendo recuerdos que se materializan. Alice Taglioni interpreta a la versión más joven de Claire y en su apariencia y modo de actuar rememora bastante a Umbra Colombo en la película argentina Julia y el zorro. Aquel personaje también transitaba un duelo y tampoco lograba conectarse, en medio de esa tristeza y desolación, con su hija. Aunque la historia principal sea chiquita, el encanto de La última locura de Claire Darling, basada en la novela de Lynda Rutledge, radica en las imágenes creadas, ya sea de espacios cerrados y los objetos, como de los exteriores inmensos que pueden agobiar, y en la interpretación de Deneuve que nunca permite convertirse en la típica señora mayor y consigue impregnar de humor una historia que podría haber sido densa y solemne.
“La última locura de Claire Darling”, deJulie Bertucelli Por Gustavo Castagna El manual del cine otoñal, desde sus formas y contenidos, se da cita enLa última locura de Claire Darling. Fusionando el presente con el pasado a través de flahsbacks académicos y previsibles, la historia del personaje central (Catherine Deneuve), su hija Marie (Chiara Mastroianni) y otras criaturas de esos dos tiempos que van y vienen en la narración, presenta varios focos de conflicto que la directora Julie Bertolucci roza en más de oportunidad sin profundizar demasiado. En el presente, Claire está segura que tiene horas de vida y por eso pone su arsenal de muebles y recuerdos a disposición del interesado en el jardín de su casa. Se la ve insegura, con dificultades de memoria y cierta confusión. En tanto, en el pasado, Claire (Alice Taglioni), casada, y entre idas y vueltas con su pequeña hija, muestra algunos síntomas de arrogancia y presuntuosidad. La casa, esa enorme casa, esconde secretos del pasado, acaso una muerte, un llamado telefónico que nunca se hizo, una culpa que parece no florecer en la solitaria Claire, inestable de salud (acaso física, pero también mental) y que prevé muy cerca su final. Por momentos, Bertucelli abre demasiadas resquicios argumentales (la aparición de un novio de la adolescencia de Marie; un curioso cura afín al pasado de Claire), deshilvanando cierta bienvenida descripción del personaje central y la oscilante relación a su hija, al fin y al cabo, el centro operativo del relato por encima del resto. En los paseos solitarios de Claire, en su mirada hacia los jóvenes y en las conversaciones que tiene con Marie (un plus importante es que madre e hija trasladan su “realidad” como tal a la ficción), la película encuentra sus mejores (pocos) buenos momentos. Para sostener el interés hasta el desenlace, el film se vale de Catherine Deneuve, con un presente prolífico más que activo como actriz (2, 3 películas por año), ya lejos de aquella seducción única de los 60 y 70 y de un par de décadas siguientes. Con una composición repleta de matices y pequeños detalles, no puede imaginarse a la veterana Claire sin la piel arrugada de Deneuve, a una distancia importante de corporizar aquel bloque de hielo erótico y sensual. Pero no tanto, tal vez exagero: con sus 75 años Catherine sigue siendo la hermosa Deneuve. LA ÚLTIMA LOCURA DE CLAIRE DARLING La dernière folie de Claire Darling. Francia, 2018. Dirección: Julie Bertucelli. Guión: Julie Bertuccelli, Marion Doussot, Mariette Désert, Sophie Fillières y Lynda Rutledge sobre la novela “Faith Bass Darling’s Last Garage Sale” de Lynda Rutledge. Producción: Yael Fogiel, Laetitia Gonzalez. Fotografía: Irina Lubtchansky. Montaje: François Gédigier. Intérpretes: Catherine Deneuve, Chiara Mastroianni, Alice Taglioni, Samir Guesmi, Johan Ledysen. Duración: 94 minutos.
La historia de una mujer que siente que vivirá el último día de su vida y por eso realiza una venta de garaje, saca todas sus pertenencias al jardín para casi regalarlas, permite comprobar una vez más como Catherine Deneuve puede subyugarnos con un rol que le permite el mayor lucimiento. Basada en el libro de Lynda Rutledge con la dirección y adaptación (con un equipo) de Julie Bertucelli deviene en un film marcado por la melancolía, los recuerdos y secretos mejor guardados fluyendo en la cabeza de una mujer que confunde los tiempos de su vida y permite que estos convivan con la misma intensidad en sus decisivas veinticuatro horas. Habita una casa maravillosa e inmensa en Verderonne, poblada de objetos preciosos (autómatas prodigiosos, potiches, relojes, cuadros, adornos, animales embalsamados) muebles de estilo. Cada objeto pegado a una vivencia. Y en el aquelarre de la venta, donde sus vecinos parecen buitres, está su hija de la estuvo distanciada (la talentosa Clara Mastroianni) y la vivida presencia de los muertos, las desgracias, las maldades, la vida de una mujer que ya no aguanta este mundo. Delicada y emotiva, nunca melodramática, intensa y bella, la película fascina al espectador .
En esta transposición de la novela Faith Bass Darling's Last Garage Sale, de la estadounidense Lynda Rutledge, la acción se traslada a la actualidad en Verderonne, un pueblo cercano a París, durante los primeros días del verano. Claire Darling (la portentosa Catherine Deneuve), dueña de una lujosa casona llena de objetos de valor, luce confusa, aturdida, por momentos desvariada, y decide poner a la venta (a precio simbólico) pinturas, objetos y muebles antiguos. Es que ella está convencida de que está atravesando el último día de su vida y pretende deshacerse cuanto antes de todo. En medio de la confusión general y la avidez de los vecinos, una amiga llama a su hija Marie (Chiara Mastroianni), quien luego de veinte años de ausencia regresa de forma urgente al lugar. El reencuentro entre madre-hija, dominado en principio por viejos rencores y acusaciones cruzadas, será la excusa para que la directora de Cartas de París vaya reconstruyendo la trágica historia familiar a través de varios y largos flashbacks. Tragicomedia llena de espesura psicológica, melancolía, crueldad y negrura, se trata de un ensayo sobre el dolor, la culpa y la posibilidad siempre abierta de una (aunque sea mínima) reconciliación y redención. Un film duro, sin demagogias ni contemplaciones y con el plus no menor de ver a Deneuve y Mastroianni repitiendo en pantalla la relación que mantienen en la vida real.
Hermosa a la edad que sea, Catherine Deneuve interpreta a la Claire Daning del título, una anciana de cabello blanco que no deja de fumar y que parece un tanto demente. No reconoce a quienes la rodean, los confunde con su hijo muerto en un accidente, y una mala mañana se despierta en su increíble mansión llena de valiosos objetos de arte, y decide venderlos a precios bajísimos en una venta de garaje. La gente del típico pueblo francés donde está su casona no duda en aprovechar la oportunidad de comprar antigüedades fabulosas a precios absurdos, incluyendo relojes con autómatas mecánicos, cuadros y muebles hermosísimos. Para su suerte, una antigua amiga de su hija la llama para que ordene un poco el asunto. El problema es que parte de la locura de la protagonista es la oscuridad que rodea a la historia familiar, y a la pésima relación con su hija. La nueva película de Julie Bertuccelli empieza como una divertida comedia lunática y se va transformando, poco a poco, en un drama melancólico. La historia es atractiva y el excelente montaje ayuda a que el uso y abuso de flashbacks no atenten contra el pulso narrativo, aunque el recurso necesita de distintos actores para interpretar a los mismos personajes a distintas edades, y eso no siempre convence. Sin embargo, la película se sostiene más que bien, y sólo la asombrosa dirección de arte y los objetos increíbles que aparecen en el film bastan para recomendarlo.
El discreto encanto de la senilidad El film de Julie Bertuccelli es un drama tenue, reposado, que alberga un dramón en su interior. Siempre se señaló que a Catherine Deneuve le gustaba tomar riesgos artísticos, por lo cual suele aparecer en óperas primas de realizadores muy jóvenes, produciendo incluso alguna de ellas. En La última locura de Claire Darling (que no es su película más reciente; la actriz de Repulsión filma mucho) toma un riesgo personal, en tanto interpreta a una mujer mayor que ella, de pelo blanco, con signos de senilidad y una muerte anunciada (por ella misma, que está segura de que así va a ser). Encima, que su hija Chiara Mastroianni desempeñe el mismo papel en la ficción acentúa los paralelismos. Esa senilidad, que lleva a Claire a tomar decisiones caprichosas e imaginar presencias fantasmales, es la que justifica el título, que podría dar a pensar, erradamente, que ésta es una comedia en la cual la mujer que fue República hace muchas locuras. La última locura de Claire Darling es en cambio un drama tenue, reposado –de tercera edad–, que alberga un dramón en su interior. “¿Cuánto cuesta?”, pregunta un interesado en una de las antigüedades que Claire puso a la venta, en una liquidación que más que de garaje es de parque. “50 centavos”, dice Claire para horror de su hija Marie, que trata de poner un poco de razonabilidad en esa venta. Hija de los dueños de la cantera de la zona, Claire reside todavía en la casa familiar, una de esas mansiones europeas con siglos a las espaldas y muros de 20 centímetros de profundidad. Como se despertó convencida de que hoy se muere, decidió que las posesiones de la familia lo hagan con ella. Es una venta de “hoy o nunca”, y ahí están los vecinos inspeccionando antiguos escritorios, bibliotecas y un reloj sostenido por un elefante. “¡No, el reloj no se lo llevan!”, brama Claire, como si se lo estuvieran robando. Es el reloj que la protegía, de pequeña, contra los malos sueños, y que hoy lo sigue haciendo. La última locura de Claire Darling es una película episódica, que tal vez quiso ser elíptica, “carveriana”, pero es más bien inconsecuente. Los episodios tienden a no dejar huella. Marie la visita pero esa visita no trae ecos entre ellas. Marie se reencuentra con un ex novio de la adolescencia (el excelente Samir Guesmi), que la invita a dar una vuelta en la avioneta que él conduce y por lo que puede verse, en esas cenizas aun arde el fuego. Pero al espectador no le cambia mucho que arda o que no arda, porque sabe tan poco (nada) de los sentimientos de Marie como del resto de su vida. Otro tanto con respecto al padre George, el apuesto cura del lugar, con el cual Claire parece haber tenido alguna que otra historia. Tal vez sí, tal vez no, vaya a saber. Un flashback (hay varios) ilustra sobre dos tragedias familiares, una de las cuales pone a Claire en una situación de franca culpabilidad y la otra es una de esas pérdidas que duran para siempre. Tampoco nada. No se sabe (no se ve) cómo repercutieron en su vida y cómo lo hacen ahora, si es que lo hacen. Claire tiene una valiosa colección de autómatas del siglo XIX, que no está en venta. ¿Por qué? ¿Qué representan los autómatas para ella? ¿Y para nosotros, que en tanto espectadores de cine buscamos que los distintos elementos de un relato “reboten” entre sí para hacer sentido? No se trata de caer en el drama psicologista, que plantea un trauma en el pasado y cuenta todo su proceso de elaboración, hasta la superación. El problema acá es la falta de resonancia de las acciones, como si cada una de ellas tuviera lugar en un frasco aislado. Basada en una novela de la estadounidense Lynda Rutledge, que participó del guion junto a otras cuatro damas, dirige Julie Bertuccelli, que filma espaciadamente y de quien a comienzos de siglo habíamos visto la bonita Cartas de París.
La venta de garaje la asociamos a gente madura que se quiere mudar, amiga de la innovación, deseosa de conseguir una buena recaudación para comprar cosas que en su vida siempre desearon. Por el contrario, Claire Darling pone su exquisita colección de objetos y todo su pasado en una venta que decide el primer día del verano, como fruto de una revelación. Una amiga de su hija es la que le avisará a Marie, distanciada de la madre, quien trata de volver a comprar lo que los vecinos se llevan por nada. En Verderonne, un pequeño pueblo cerca de París, una burguesa de buen pasar parece querer rifar el pasado como un castigo a sus penas o vaya a saber por qué motivos. Cuando Marie, la hija mayor aparezca luego de veinte años de distanciamiento todo se complicará porque recuerdos, decepciones, alegrías, debilidades de una vida larga y rica, la de su madre, comenzarán a ventilarse y a ser revisados. Estamos ante un filme basado en una novela que Linda Rutledge escribió hace siete años por el que ganó el premio de la Liga de Escritores de Texas ("La última venta de garaje de Faith Bass Darling"). La directora Julie Bertucelli elige a una gran comediante, Catherine Deneuve, que con su particular carisma eleva inmediatamente esta comedia dramática que tiene al pasado y al presente como protagonistas, en un entrelazamiento que define una personalidad luminosa y compleja como la de la señora Darling. VIAJE EN EL TIEMPO El filme recuerda algunas narraciones de Flannery O"Connor, la tradicional escritora norteamericana, admirada por Linda Rutledge y en la que el tema del pasado sobresale en la definición de la identidad. Así, en base a flashbacks que contienen historias de lo que ocurrió en la vida familiar de la protagonista, el filme, con toques de humor, buen gusto y melancolía, va desarrollando su viaje en el tiempo. Buen momento para disfrutar de un mito como es Catherine Deneuve y recordar a través de su hija en la película y en la vida real a otro mito del cine como fue Marcelo Mastroianni, que asoma en los ojos de Chiara Mastroianni, una sensible actriz, heredera de su melancolía y calidez. Un filme de objetos bellos, de recuerdos que definen momentos con elegancia y humor fino.
Renacimiento Existen incontables formas de conocer en profundidad a una persona. En este caso, nos encontramos ante una sofisticada mujer, cuya mansión se encuentra repleta de adornos y objetos de arte que la acompañaron durante toda su vida y ahora deberán desaparecer de manera repentina. La última locura de Claire Darling (La Dernière folie de Claire Darling, 2018), es una adaptación de la novela estadounidense "Faith Bass Darling´s Last Garage Sale". La historia sucede en Verderonne, un pueblo cercano a París. Claire Darling (Catherine Deneuve), se despierta convencida de que es su último día de vida y decide vender, -en realidad rematar a precios absurdos- todas sus posesiones en una venta de garage. Esto provoca el regreso de su hija Marie, quien había huído del hogar tras un drama familiar, interpretada por la propia hija de Deneuve (Chiara Mastroianni). Los personajes se relacionan a través de los objetos de gran cuantía, que cuentan historias y testimonios de sucesos familiares, entre ellos un anillo, un reloj y una pintura. La directora y guionista Julie Bertuccelli, mantiene el interés por las relaciones familiares presentes en su anterior trabajo de ficción, El árbol (2010), y habituales en su cine. Con respecto al guion, cabe destacar que es interesante cómo recorre la vida de Claire y Marie a partir de flashbacks, logrando con fluidez que el pasado y el presente se confundan y alternen. Resulta gratificante comprobar que para Deneuve el paso de los años le agregan a su incuestionable talento aún más peso y dramatismo, aunque sin restarle simpatía a su interpretación, lo que confluye en una actuación creíble y emocionante. Este film nos brinda mensajes sutiles y a su vez, muy importantes con respecto a nuestra existencia y pasar por la vida, la cual puede ser tan efímera en comparación, a la de una mariposa, sin embargo depende de la actitud con la que vivimos cada momento, el valor que le damos y la aceptación del fin. La mariposa simboliza un cambio de estado (duelo), la transformación, la metamorfosis de ésta quizás represente el anuncio de la dicha que genera la transición entre dos mundos.
Es el primer día del verano en un pequeño pueblo a pocos kilómetros de Paris. En Verderonne, Claire Darling ha organizado una venta de garaje y está decidida a deshacerse de absolutamente todas sus pertenencias dado que está convencida que ese será el último día de vida. El precio ridículo que le pone Claire a cada uno de los objetos con el fin de vaciar enteramente su casa, hace que una multitud de vecinos se sientan atraídos y es así, como en medio del gran mercado que ha montado en el jardín de su mansión, Claire volverá a conectar con sus recuerdos y sus vivencias en esa casa, a medida que se contacte con cada uno de ellos. Esta intempestiva decisión de Claire hace que su hija Marie regrese al hogar e intente volver a tener contacto con ella después de un largo tiempo sin hablarse, desde que se había marchado de esa misma casa hace ya más de veinte años. Intentará por todos los medios que su madre no cometa esa locura de deshacerse de esos objetos de valor que tanto significado han tenido a lo largo de su vida, pero el reencuentro inevitablemente aviva en ellas algunas cuantas cuentas pendientes y reconocerse dentro de un vínculo complejo que no logran recomponer fácilmente. Los remordimientos y los hechos del pasado que se van presentando a través de los recuerdos con los que conectan hacen que ambas –juntas o por separado- queden atrapadas en ese intento de poder sanar estos lazos y sus recuerdos. Julie Bertucelli, directora y co-guionista de “LA ULTIMA LOCURA DE CLAIRE DARLING” vuelve a la ficción después de haber filmado dos documentales con anterioridad y cuenta con el talento necesario para poder manejar el tono de la historia, sin caer en ningún subrayado, dotándola de cierto realismo mágico para estos dos esos personajes tan necesitados de afecto y de contención. Es, además la excusa perfecta y una nueva oportunidad de ver volver a ver en la pantalla a una leyenda viviente del cine francés como es Catherine Deneuve que con sus lozanos 75 años sigue activamente protagonizando una o dos películas por año. Aun cuando muchas veces, dentro de sus composiciones Deneuve se rinde a ciertos estereotipos y lugares comunes de sus otras creaciones, aquí como Claire Darling, logra atravesar diferentes tonos y matices: desde el drama a la locura, desde el dolor hasta la alegría. Otro punto a favor del nuevo film de Bertucelli es que el rol de la hija de Claire, Marie, está a cargo de Chiara Mastroianni (“Tres Corazones” “Les bien aimés” o su participación en “Persépolis”), quienes son madre e hija en la vida real y esto le da un toque singular, una mayor potencia a las escenas que comparten en pantalla, aprovechando esta química natural y la complicidad que hay entre ellas. Bertucelli, en el guion escrito junto a Sophie Fillières (directora de “La belle et la belle” vista recientemente en la edición de Les Avants Premières de este año) adaptan la novela de Lynda Rutledge y aciertan sobre todo en lo referente a la alternancia de pasado y presente, del entrecruzamiento con personajes de otros tiempos, y lo hacen con suma naturalidad y ese toque de irracionalidad que recorre toda la puesta. Los objetos van contando su propia historia, son el testimonio de una época y de ciertos hechos que las han marcado a ambas para siempre y son el vehículo para que la directora pueda hablar del pasado, de los recuerdos, de sanar las heridas, de la muerte y el paso del tiempo y sobre todo del proceso de transformación de diversas maneras (algunas más obvias que otras) se hace presente en reiterados momentos de la película. Para el cierre, junto con los créditos, una excelente melodía, “El vals del adiós” de Chopin, interpretado por Joseph Flammer, resume perfectamente el espíritu de la película, con una melodía melancólica pero vivaz, tristemente dulce, como esa Claire Darling que se va despidiendo de la pantalla y de su propia vida.
Pocas actrices lograron tal renombre como Catherine Deneuve, multipremiada y reconocida por actuaciones en películas de directores como Roman Polanski (formando parte del elenco de “Repulsión”) y Luis Buñuel (participando en “Tristana”). Bajo la dirección de Julie Bertucelli, Deneuve se une a su hija Chiara Mastroianni para brindarnos un film más que interesante y perturbador, apoyándose en una novela llamada “Faith Bass Darling’s last garaje sale”, de la estadounidense Lynda Rutledge. Claire Darling (Deneuve) es una señora grande que decide vender todos los objetos de su lujosa casa en un pequeño pueblo en Francia. Para ello, en un acto de dudosa racionalidad, decide realizar una venta de garaje con motivos misteriosos, ya que se encuentra desvariando por momentos y desconectada de la realidad en la que vive. Ante esta situación, vecinos llaman a Marie (Mastroianni) para que cuide de su madre, de la cual se había separado hace ya muchos años por motivos familiares. Es así como, viendo las cosas exhibidas en el patio de su casa, Marie se encuentra con objetos que reactivan recuerdos que son el sustento de un pasado como familia más que perturbador. El guion tiene sus peculiaridades, ya que maneja largas retrospectivas que, a veces, se extienden mucho. También, al realizarse en cantidad, se dificulta la comprensión de la historia ya que algunos cambios temporales (hechos de forma interesante) son instantáneos. A pesar de esto, el movimiento argumental es fluido y, al acompañarse de una buena banda sonora ejecutada en los momentos necesarios, genera el toque de dramatismo necesario para este film. Las actuaciones de Deneuve y Mastroianni son excelentes. Madre e hija en la ficción, madre e hija en la realidad: qué se puede esperar de aquella combinación. Ambas se acoplan muy bien en una relación de idas y vueltas donde, mientras de un lado una se encuentra sufriendo, por el otro se genera una disputa interna entre el perdón o el rencor. En conclusión, “La última locura de Claire Darling” es un film crudo, doloroso y dramático, pero también algo dificultoso de entender dada la fragilidad del manejo del tiempo. A pesar de eso, la dupla protagonista y la buena adaptación y realización por parte de Bertucelli, generan una película que busca un halo de reconciliación y felicidad entre tanto dolor posible de encontrar en cualquier familia.
Su desarrollo nos introduce en el mundo de la protagonista en ese pintoresco pueblo de Francia, su paisaje, su gente y costumbres, allí está el reencuentro entre madre e hija, las protagonistas, pero antes de llegar a cierta armonía hay una serie de reproches, secretos y culpas, y ciertos hechos se van aclarando con el flashback. Su trama resulta emotiva, dulce, delicada, divertida, gozando de una exquisita ambientación, muy buenos diálogos, te da el poder de observación y ciertos mensajes, actuaciones memorables como el caso de: Catherine Deneuve (75 años se ve maravillosa), tiene la fortuna de ofrecer estupendas interpretaciones, junto a la talentosa Clara Mastroianni (en la vida real tienen el mismo vinculo es decir son madre e hija, además su padre era Marcelo Mastroianni), entre otros.
Otro filme mas al servicio del despliegue histriónico, (que se agradece), de Catherine Deneuve, la eterna diva del cine francés, pero que termina siendo el principal atractivo de esta producción. Otro atrayente motivo que despliega la película, en un juego de realidad / ficción, es la relación entre madre e hija, ya que el personaje de la hija es interpretado por Chiara Mastroianni. La hija que Catherine tuvo con el actor italiano Marcello Mastroianni. Basada en la novela de Lynda Rutledge, narra en tono de comedia dramática la vida de Clare. Haciendo anclaje en lo que el personaje se despierta con la certeza que este será el último día de su vida. Por ello decide vender la mayor parte de sus pertenecías, reliquias, mobiliario, cuadros en una especie de venta de garaje, (esto en Estados Unidos, en Francia es venta de jardín). Ante esta situación se hace presente su hija, alertada de las acciones que esta cometiendo su progenitora, quien presenta signos claros de una incipiente demencia senil. Estructurada mas como comedia que como drama, la directora Julie Bertucelli, la misma de “Cartas de Paris” (2003), utiliza el recurso de analepsis para dar cuenta de una vida anterior de cada uno de sus personajes, sin profundizar demasiado, ni tratar de justificar las acciones en la actualidad. A cuenta gotas y sin definir nada, el desarrollo del texto queda atrapado por la actuación de ambas actrices. No mucho mas, no aburre, tampoco despierta tempestades.
La última locura de Claire Darling tiene como atractivo principal contar con la presencia de la icónica actriz francesa Catherine Deneuve, en esta ocasión acompañada de su hija Chiara Mastroianni, que a la vez será hija también en la ficción. Esta comedia dramática francesa viene a ser el tercer largometraje de la directora de cine y guionista Julie Bertuccelli, realizadora de las películas Cartas de París (2003) y El árbol (2010). La historia trata sobre Claire Darling (Deneuve), una mujer de edad avanzada con claros problemas psicológicos que la aquejan, que despierta una mañana de verano con la idea fija de que ese será el último día de su vida. Lo primero que decide hacer entonces, es sacar de su casa la mayoría de los objetos que formaron parte de su vida, y ponerlos a la venta, sin importar en absoluto el dinero que le ofrezcan por ellos, con la idea central de liberarse de todo lo posible. Esta peculiar locura llamará la atención de los vecinos y otros cercanos, entre los cuales se encuentra Martine (Laure Calamy) una amiga de la infancia de su hija Marie (Mastrtoianni) que le hará saber la noticia, y quien tras enterarse de la misma, decide regresar a ver a su madre, con quien no se ven desde hace unos 20 años. Tanto su regreso, como los objetos que circulan en escena, traerán recuerdos y mostrará parte de las historias que atormentan desde hace tiempo a Claire, y que a su vez también visibilizan el distanciamiento entre madre e hija. El tener como protagonista a la inmensa Catherine Deneuve es claramente la razón principal para ver este nuevo filme de Julie Bertuccelli, que vuelca en los hombros de la actriz de clásicos como Belle de Jour o Repulsión todo lo que se puede pedir. La idea central está clara, lo que permite que La última locura de Claire Darling tenga una primera parte a la altura, ciertamente entretenida y con un foco claro. Bertucceli acierta bastante en la forma que decide traer al presente los viejos recuerdos, intercalando con momentos de la actualidad, imprimiendo una dinámica muy favorable a la película. Pese a esto, la segunda parte decae a causa de un guión un tanto confuso, y sin la fuerza inicial, lo que hace que el atractivo se diluya progresivamente. No obstante, sin ser una cinta fuera de serie, las actuaciones de Denueve y Chiara Mastroanni le dan un plus, y la historia en si es aceptable y un poco más, dejando entrever un análisis más que interesante, pese a su cierre no tan convincente.
Cada nueva película de Catherine Deneuve tiene un problema: se parece demasiado a la película anterior de Catherine Deneuve. Y eso distancia al espectador. Porque cada director se entusiasma demasiado en que la historia gire exclusivamente en torno a ella, y la actriz no expone una versatilidad expresiva interesante. Se repite con roles de otros filmes como "En un patio de París" y "Ella se va", por lo que uno vuelve a ver más de lo mismo. Esta es la historia de Claire, una señora mayor que un día decide vender todos los objetos de su casa, ubicada en un pueblo parisino, porque asegura que esa misma noche se va a morir. La directora recorre el pasado y el presente de la relación de Claire y su hija Marie (sólido rol de Chiara Mastroianni) y de a poco van alumbrando secretos y angustias. Incluso hay una situación muy parecida al filme argentino "El hombre de al lado", que cualquiera que recuerde aquella película de la dupla Cohn-Duprat la va a recordar de inmediato. Hay muchas cosas no subrayadas que suman y otras que deberían subrayarse para que se entiendan. Por eso la película termina flotando con sabor a poco. Y hay más metáforas que esencia sensible.
Dirigda por Julie Bertucelli, esta adaptación de la novela estadounidense “Faith Bass Darling´s Last Garage Sale” (de Lynda Rutledge), nos presenta una interesante metáfora que siembra sobre nosotros, espectadores y consumidores de arte, una plétora de inquietudes que exceden la gran pantalla, para cobrar simbolismo existencial. ¿Cuánto atesoran de nuestra vida, verdad y realidad aquellas obras de arte que nos acompañan durante nuestra existencia? ¿No son esos preciados objetos, acaso, silenciosos testigos de experiencias, traumas, silencios y secretos inconfesables? ¿Qué valor intrínseco portan esas obras de arte tal y como si fueran pistas que descifran los sentidos de una vida? El simbolismo cobra una fuerza inusitada: en “La última locura de Claire Darling” las obras de arte son más que valiosos objetos de colección. Son las piezas de un gran rompecabezas. Son los pedazos de su memoria. Son el alma esa gigante mansión que habita, detenida en el tiempo. Una soberbia Catherine Deneuve hurga en sus recuerdos crepusculares, como aquel inolvidable protagonista de la freudiana “Fresas Salvajes” (1956), de Ingmar Bergman. Esta búsqueda de la magdalena proustiana nos cautiva y nos interpela: ¿puede ser tan poderoso el simbolismo como para explicar el sentido (o la ausencia de éste) en una vida? ¿Cuál es el rol del arte, como silencioso testigo de esta familia disfuncional? ¿Qué sentido tiene esta bestial subasta de objetos preciados y poseedores de una huella afectiva imborrable? El arte es un salto al vacío, actividad valiente repleta de imponderables y llevada a cabo, generalmente, bajo la total ausencia de cálculos. Ser artista es un riesgo, es saltar sin red. A veces también aceptar la propia historia y su designio. El arte es transgredir, resistir, avanzar, pronunciar. Entonces, el arte es reescribir la mirada sobre el mundo bajo la pulsión del propio sentimiento. Claire, acaso, reescribe su propia mirada. Intenta hacer las paces con su pasado. Si fuera un pintor, daría su pincelada final. Si el artista debe estar dispuesto a seguir los designios de su deseo y sin perseguir un fin mercantil, ¿qué lugar ocupan estos objetos olvidados, apilados y luego rematados? Preparémonos a contemplarlo, Claire está a punto de concebir su obra maestra. Los mundos repletos de creaciones, donde el artista puede ejercer libremente su capacidad, están condicionados por los filtros del negocio del arte: galerías, museos y coleccionistas. El almacenar objetos bellos se refiere a lo que conocemos hoy como coleccionismo, una empresa que comenzó con gran éxito a partir del Renacimiento italiano, en el siglo XV. Prefigurando valores que determinan una noción cualitativa, el coleccionismo de arte en la actualidad predispone artistas seriados que producen y fabrican su arte para vender de modo masivo, sometiendo su sensibilidad a una necesidad mercantil. Aquí se encuadra la ecuación económica bajo la cual la dueña de casa planea su imponente subasta. Una obra de arte, para ser considerada como tal, no puede prescindir de tres instancias: el artista, la obra en sí y el público. El artista y su creación necesitan invariablemente de un receptor, que complete el hecho artístico, participando activamente del proceso creativo. Y aquí la película nos ofrece una profundidad magnífica, si sabemos descubrir el velo de esas capas que subyacen, bajo lo que a primera vista observamos. Una obra de arte es un objeto poderosamente cargado de valores, ideas, conceptos y cultura. Incluso, a menudo, atravesada por las ideologías imperantes, reflejo de su tiempo. Estas variables prefiguran aspectos fundamentales del arte contemporáneo: engranajes imprescindibles dentro de los procesos interpretativos de una obra. Retorno a la pregunta inicial: ¿puede la insignificancia de un objeto convertirse en portadora de una verdad reveladora? La colección de obras de arte de Claire Darling nos devuelve su eco trasladando propias experiencias y miradas del mundo a un territorio creativo pleno de significaciones. Espejo de su propia realidad y de recuerdos reprimidos, el arte codifica las experiencias de una vida otoñal atravesada por un delicado asunto familiar que Claire esconde en lo más recóndito de su memoria. Solitaria y corroída por la culpa Claire anticipó su finitud en este plano durante casi una y media de metraje. Un accidente (¿o no?) comprobará su profecía. Y un acto cotidiano se convertirá en la truculenta y cómplice mueca del destino. La película necesitará, en la penumbra nocturna de esta mansión que -por momentos- nos recuerda a la palaciega morada final de Chales Foster Kane- de un desenlace poético que maximice la metáfora: la explosión será radical y literal. Aquí no habrá ‘Rosebudes’ que puedan explicar los porqués, sino objetos bellos volando por los aires.