Heridas que no cicatrizan Marcelo Goyeneche (SMO: Batallón Olvidado 2011) reconstruye con testimonios, fotos y material de archivo la historia de la salud pública a partir de la labor de las enfermeras que se acercaron a la profesión gracias a la fundación Eva Perón y a las políticas de sanidad llevadas a cabo por el gobierno de Juan Domingo Perón hasta la caída en 1955 en manos de los militares. En paralelo al desarrollo histórico, reforzado desde el contexto sociopolítico y plasmado con la selección meticulosa de material de archivo, tanto de noticieros de la época como audios y otro tipo de elementos aportados por las propias protagonistas de la obra, Las Enfermeras de Evita busca establecer una dialéctica de contraste entre el pasado y el presente en materia de los avances y retrocesos en el campo de la salud pública tras los embates y turbulencias del clima político que alternó gobiernos democráticos con dictaduras feroces. En materia de información, el documental cumple con las expectativas, sumado al anecdotario de las cuatro mujeres entrevistadas a lo largo de los 85 minutos: Lucy Rebelo, María Luisa Fernández, Dolores Rodríguez y María Eugenia Álvarez, quienes recuerdan con pesar las proezas realizadas en aquellos años, desde los primeros momentos en la fundación, pasando por el terremoto en Ecuador (1949) hasta la enfermedad de Eva Duarte, que luego terminaron derrumbándose por decisiones políticas alimentadas por el odio y la persecución de intereses contrarios a las políticas públicas que llevaron a las protagonistas a continuar sus tareas por caminos disímiles, y para quienes haber conocido y atendido a Eva Duarte, significó todo un símbolo. Esa simbología se traduce para este documental en la puesta en escena de números musicales a cargo de Magali Sánchez Alleno, Melania Lenoir, Andrea Lovera y Deborah Turza, en canciones que aluden tanto a la bandera política como a la labor de las enfermeras en la coyuntura de ese momento. Quizás no existe un equilibrio sostenido entre la columna vertebral de esta producción que transita por los andariveles de un documental clásico y los apéndices musicales que más allá de su propósito empático hacen más ruido de lo necesario. En otro orden y siempre bajo la misma lógica dialéctica, el foco de Las Enfermeras de Evita se traslada al marco de la actualidad cuando toma como punto de referencia la situación de los enfermer@s de hoy y su necesidad de reconocimiento laboral como otra radiografía concisa del estado actual de la salud pública en la órbita general, haciendo énfasis en las dificultades laborales, pero también en el intenso compromiso con la salud y con otorgar el mejor servicio a la comunidad.
Un muy original documental-musical que pone el acento en los testimonios de enfermeras recibidas en la fundación Eva Perón, sus recuerdos, en particular una de ellas, que muy joven asistió a la primera dama en sus últimos días hasta su muerte. Cómo trabajaban y se formaban. Cómo fueron sus vidas y la persecución post revolución libertadora. Muy interesante.
Sana sana Más allá de algunas cuestiones meramente formales y que pueden llegar a molestar a la transición de la historia, Las enfermeras de Evita (2014) de Marcelo Goyeneche, potencia en imágenes las vidas de las cuatro profesionales que supieron hacer de la pasión y la militancia, una manera de ayudar al otro. Con un fuerte manejo de archivo y la narración en primera persona de las protagonistas, Las enfermeras de Evita busca respuestas sobre un momento histórico particular del país en el que la exposición y el logro en materia de Salud Pública, justificaba la razón de ser de un movimiento político que buscaba la equidad social y la igualdad de oportunidades entre los habitantes. Si en los testimonios de María Eugenia Álvarez, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez podemos recuperar parte del trabajo que ellas ejercieron como parte de un engranaje mucho mayor, es porque el director deja que la cámara se pose sobre ellas para relevar argumentos. Nunca se juzga, son ellas las que asumen roles que, más allá de que se los conociera anteriormente, marcan también diferencias buscando cada una tener un posicionamiento diferente al de sus compañeras. Pero Las enfermeras de Evita no habla sólo del pasado y de cómo a través de la plena aceptación y transmisión de algunos de los preceptos más arraigados del justicialismo se buscaba ayudar al otro, sino que también cuenta cómo hoy en día mantienen su mente activa acompañando en charlas a nuevas enfermeras o a quienes quieren serlo. Al tradicional documental Goyeneche le encuentra una vuelta, pasando de la entrevista directa con mirada a cámara o en diagonal a ella, la proliferación de secuencias de archivo (hay un gran trabajo de reconstrucción a través de estas), y redoblando la apuesta cuando con números musicales y canciones se intenta reconstruir el esplendor de la época en la que las enfermeras eran jóvenes. Es en ese hallazgo que Las enfermeras de Evita juega su carta más importante, porque si bien el tradicionalismo aporta verosímil a la narración, y al género al que pertenece el film, es en el quiebre donde más puede jugar a ser otra cosa. Otro punto a favor es la utilización de la película más emblemática, Dios se lo pague (1948), para explicar la vocación y la razón de ser de estas luchadoras que, a fuerza de pasión y esmero, pudieron construir una larga carrera llena de anécdotas y recuerdos que vuelven en forma de documental como homenaje.
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Lo que importa es la bajada de línea Hay un plano que resume la mayor parte de los defectos -nacidos en buena medida de sus ambiciones- de Las enfermeras de Evita. Allí se ve un busto de Juan Domingo Perón en primer plano, ocupando casi la mitad de la pantalla, y una de las enfermeras del título en el fondo, de espaldas, un tanto fuera de foco, observando unas fotografías. Haciendo una rápida interpretación, tenemos a una figura enmarcada como prócer, como custodio y tutor, mientras que la otra persona queda desdibujada, como una parte no precisamente fundamental de algo mucho más grande. Y es que al film de Marcelo Goyeneche le importa más Perón que la enfermera en cuestión, que es apenas una excusa para decir algo, que gira alrededor de un elogio constante del gobierno de Perón. Lo que interesa son la ideología y la bajada de línea, no las personas. La premisa de este documental es contar la historia de un grupo de mujeres que estudiaron enfermería en la Escuela de la Fundación Eva Perón en 1948, vieron sus vidas cambiar de múltiples maneras a partir de integrar esa institución pero luego, con la caída del peronismo y la llegada de la Revolución Libertadora, fueron perseguidas y reprimidas, continuando su lucha por distintos caminos. Pero en verdad a Las enfermeras de Evita le preocupa más contar los supuestos progresos en el sistema de salud durante el gobierno peronista y cómo eso fue supuestamente destruido por la Revolución Libertadora. Hablamos de supuestos porque la visión es tan sesgada, tan burda y sin un mínimo de contraposición, que se hace necesario ponerla en duda. Al film no le basta con escoger filmaciones y grabaciones de la época destinadas no a delinear un contexto sino simplemente a hacer una apología permanente del peronismo; tampoco con rodear casi todas las imágenes de una banda sonora de trazo grueso, que remarca todo lo que muestra, como si no confiara en lo que puede sentir y pensar el espectador, o en el potencial de su propio relato; sino que va más allá y presenta unos musicales casi inclasificables donde el mensaje es reforzado una y otra vez, de manera tan torpe que en vez de producir un acercamiento, termina consiguiendo todo lo contrario. Las enfermeras de Evita no llega a los extremos de Cómo llegar a Piedrabuena, que dejaba a sus protagonistas en un absoluto segundo plano: especialmente en su segunda mitad, es capaz de dejarle el lugar que corresponde a ese grupo de enfermeras, que no sólo recuerdan y extrañan, con pasión y amor, el tiempo en que formaron parte de la Fundación Eva Perón; sino que continúan debatiendo y pensando el rol de la enfermería como profesión y el de la mujer dentro del sistema de salud argentino. Ahí es cuando la película resurge y demuestra tener cosas interesantes para contar, precisamente porque son las protagonistas quienes lo dicen y no el film desde sus arbitrarios enunciados alejados de lo que es el cine. Pero claro, aún en sus mejores momentos, Las enfermeras de Evita parece no poder evitarlo y vuelve a bajar línea, a interrumpir la narración de esas mujeres entrañables que tiene como supuesto centro, dejándolas fuera de cuadro o de foco, recordando incluso a los peores momentos de Néstor Kirchner: la película. El gran problema de Las enfermeras de Evita no es, obviamente, que sea peronista. Esa es una posición, una ideología, una manera de ver el mundo -y nuestro país- tan válida como cualquier otra. Su gran problema es que quiere imponer su mirada con total arbitrariedad, dejando de lado toda ambigüedad y utilizando a sus personajes como meras herramientas discursivas. Y la verdad es que no hay peor paternalismo que ese.
Para un debate demorado El documental es el rescate de un grupo de mujeres, que se sumaron a la Escuela de Enfermería. No son pocos los desafíos que se autoimpone Marcelo Goyeneche en Las enfermeras de Evita, su último documental. Por supuesto, en la base aparece el rescate de la historia de un grupo de mujeres, las que durante el primer peronismo se sumaron a la Escuela de Enfermería, un instituto nacional dependiente de la Fundación Eva Perón, creado y timoneado por ella misma. El documental gira alrededor de cuatro mujeres, que podrían replicar las voces de miles. Pero Goyeneche excede lo anecdotario. Cuenta una historia, le da un marco político, la interviene artísticamente con coreografías de época y ofrece su espacio, su película, para darle un contenido actual a la lucha de las enfermeras por sus postergados derechos laborales y profesionales. No es poco. Y en esa abundancia está la dificultad para cerrar un hecho artístisco, que con tantos frentes, ofrece a la vez vulnerabilidades. Hay un buen trabajo de archivo, una serie de entrevistas que con la calidez de las enfermeras equilibra lo reiterativo de algunos testimonios, una osada intervención a través de la danza y el canto que permite crear un clima de época pero a veces rompe la continuidad, y tal vez un exceso de sumisión militante, reflejado en la simbología peronista y en una lectura que, por momentos, replica hasta el hartazgo la propaganda justicialista como reivindicación simplificadora de los debates de época. Todo en pos del impulso político y social a una profesión, de la creciente inserción de la mujer en las políticas sanitarias. “La Libertadora destruyó todo”, dirá una de las entrevistadas. Y no hay por qué dudar. En ese derrotero hay hallazgos, como el de María Eugenia Alvarez, Regente de la Escuela de enfermería desde 1952 y enfermera personal de Evita, que cuenta de primera mano la enfermedad de su líder. Y reivindicaciones necesarias, como la de Ramón Carrillo. Y el traslado a la actualidad de una lucha necesaria, la de los sindicatos de enfermeros y enfermeras. Las enfermeras de Evita es un homenaje de matriz peronista, sí, pero también un rompecabezas para un debate demorado.
HISTORIAS DE LA SALUD Una foto no sólo congela un momento para volverlo inmortal sino que habilita, a través de la mirada y el recuerdo, la transmisión de dicha experiencia. En algunos casos, el contraste entre una imagen del pasado y una actual genera un shock; una sensación de asombro de la cual no se puede apartar la mirada. Eso ocurre con las cuatro protagonistas de Las enfermeras de Evita cuando aparece en pantalla la proyección de una foto en blanco y negro y la misma mujer se contempla en el presente. La película desarrolla las historias de vida de cuatro mujeres que estudiaron en la Escuela de enfermería de la Fundación Eva Perón. Cada una tuvo su primer contacto con la profesión de forma distinta: Lucy Rebelo realizó un curso de primeros auxilios mientras trabajaba para la empresa Phillips, María Luisa Fernández se enteró por los avisos publicados en los diarios, a Dolores Rodríguez la anotaron sus hermanas y María Eugenia Álvarez se sintió conmovida por la mirada de una nena mientras cuidaba a su hermana Rita cuando estaba internada en el hospital Rivadavia. El realizador, Marcelo Goyeneche, reconstruye la época de la creación y desarrollo de la Escuela no sólo a partir de los testimonios de estas enfermeras sino también a través del uso de fotos personales, imágenes de archivo, noticieros, objetos (las pertenencias que se salvaron del fuego tras las persecuciones durante la dictadura de Lonardi y Aramburu), audios de la época (por ejemplo de la muerte de Evita o de la asunción y la renuncia de Ramón Carrillo como primer ministro de Salud Pública de Argentina) y del testimonio de la licenciada en Enfermería, Beatriz Morrone. Pero, al mismo tiempo, el director pone en crisis la idea de documental a partir de la inserción de coreografías y canciones realizadas por estas “enfermeras de Evita” que, aunque en primera instancia puedan parecer extrañas le aportan un rasgo original al trabajo. Así se vale de este recurso para enfatizar ciertos hechos o momentos como, por ejemplo, la impotencia de las enfermeras cuando queman sus objetos personales. Además, hay un tratamiento en paralelo del contexto político y económico del país (reforzado por las imágenes, videos y audios de archivo antes mencionados) así como también noticias internacionales, por ejemplo, el terremoto producido en Ecuador en 1949, donde Argentina prestó ayuda. También hace referencia a la cultura cuando incluye fragmentos de la película Dios se lo pague (1947), dirigida por Luis César Amadori y cita a otras ficciones de la época. Sin embargo, Goyeneche se detiene en el aspecto social: por un lado, en el desarrollo y los avances de la salud pública y, por otro, en la importancia del papel de la mujer; rol realzado no sólo por los derechos conseguidos sino también, como dice uno de los testimonios, en la articulación entre enfermería y servicio social. Así como se contrasta la foto en blanco y negro con la mujer actual, también podría conectarse el cierre definitivo de la Escuela, ocurrido en 1955, con la falta de reconocimiento social, en el presente, del oficio de enfermería. Para ello, se muestra una grabación donde varios trabajadores reclaman en la Plaza de los Dos Congresos por el prestigio de su trabajo y donde acuden las enfermeras en claro apoyo o también cuando se presentan en la facultad para transmitir sus experiencias y responder inquietudes de los estudiantes. De esta manera, la construcción del discurso no sólo insta a cuestionamientos dentro de la sociedad para otorgar el valor correspondiente a la enfermería sino también se evidencia como un documento que intenta recrear una época en la convergencia de ficción y realidad. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
“Las enfermeras de Evita”: una emotiva evocación. Fueran internas o externas, de mañana iban a la secundaria y de tarde, a la Escuela de Enfermería. Orden, limpieza, disciplina. Marchaban con el uniforme almidonado, tenían vocación de servicio y amaban a Evita. Eran las enfermeras de la Fundación Eva Perón. Allí se formaron, y asi se presentan, María Eugenia Álvarez, María Luisa Fernández, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez. La más conocida es María Eugenia Alvarez, que con sólo 23 años llegó a ser regente de la Escuela, y fue también la enfermera personal de Eva Perón, hasta el último momento. La Libertadora le hizo pagar después esa fiel cercanía. Es fuerte lo que ella cuenta. Lo mismo, las otras tres, que rebalsan de cariño y de orgullo por la obra en la que participaron activamente, conducidas por los doctores Ramón Carrillo y Ricardo Finochietto, dos grandes eminencias de la salud pública en Argentina, y embebidas de la mística que les transmitía Evita. Algún antifascista desprevenido puede erizarse espantado cuando la más viejita desempolva y entona unas loas que son toda una evidencia del culto a la personalidad entonces practicado, pero la verdad es que da ternura, la viejita. Las cuatro mantienen el espíritu y embellecen los recuerdos. Y el director, un poco, también se está contando una película. Lo evidencia, la selección de recuerdos, de imágenes de archivo muy bien conservadas y elegidas, el fondo con una música típica de película nacional de aquella época, y, un riesgo que le sale bien, la inserción de unos inesperados números musicales. Los mismos están a cargo de unas chicas vestidas de enfermeras, que, digamos, transmiten de forma actualizada los sentimientos que tuvieron esas cuatro mujeres cuando jóvenes, tanto la ilusión al entrar en la Escuela, como la desazón cuando todo aquello se vino abajo. Un recurso interesante, por suerte bien logrado. Otro recurso, la inclusión de una historiadora que aparece cada tanto bajando línea, es innecesario y además interrumpe la emoción. Autor, Marcelo Goyeneche ("El día que bombardearon Buenos Aires", "Carne viva", "SMO, el batallón olvidado"). Música de los números musicales, Gaby Goldman. Letra, Marcelo Kotliar.
Marcelo Goyeneche dirige este documental centrado en los testimonios de cuatro egresadas de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón. A través de las imágenes de archivo inéditas y de los relatos de las protagonistas conoceremos una parte olvidada de la historia argentina. Una enfermera del amor Con una secuencia de títulos iniciales al estilo de las películas clásicas, Las Enfermeras de Evita nos mete de lleno en su relato nostálgico sobre una época ya muy pasada. Desde pequeñas escenas de Dios Se Lo Pague, pasando por imágenes de archivo inéditas producto de tres años de investigación periodística, números musicales, hasta los testimonios de las protagonistas: María Eugenia Álvarez, María Luisa Fernández, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez, cuatro enfermeras egresadas de la Escuela de Enfermeras de la Fundación Eva Perón, el documental se arma con distintas herramientas que servirán para ubicarnos en el contexto histórico de los de la década del 40 y 50, años en los que de la mano del doctor Ramón Carrillo y sus reformas, la salud publica vivió años gloriosos. De la mano del relato nostálgico de las enfermeras conoceremos en profundidad las tareas que se realizaban en la Fundación, la devoción por Eva que sentían las estudiantes de la Escuela y el importante lugar que llegó a ocupar la mujer en el plano de la salud, en aquellos años donde a través de la ley 13.010 el voto femenino todavía era algo nuevo y revolucionario. Una vez que conocemos a las cuatro protagonistas, se hace presente la primera de las varias coreografías al ritmo de la música de Gaby Goldman, escritas por el mismo Goyeneche. Gran punto el hecho de insertar los números musicales al final de cada testimonio clave de las enfermeras ya que acentúa y ambienta más aun el relato. El documental cuenta con un gran ritmo y jamás decae en su narrativa, a pesar de que algunos hechos que se nombran son archiconocidos como la muerte de Eva Perón, el terremoto de Ecuador y la ayuda brindada por la Escuela, y otros hechos no tan presentes en nuestra memoria, la mirada con la que enfoca esos antecedentes hace que el interés no se pierda nunca. El punto más fuerte a favor de la propuesta es el hecho de que dada la historia en la que se centra y en los testimonios que usa, podría haber caído fácilmente en un relato totalmente a favor del peronismo. Sin embargo el director aborda la historia desde un punto de vista neutral, dejando que las cuatro protagonistas, a través de sus propias palabras sean las que elijan aportar esa cuota de amor a Eva Perón, su labor en la ayuda social y a aquellos años ya muy lejanos. Todo esto se hace más notorio en la parte más emotiva del documental, cuando se hace referencia al derrocamiento del peronismo a manos de la Revolución Libertadora y la persecución que sufrieron las egresadas de la Escuela. Conclusión Gracias a la gran dirección de Marcelo Goyeneche, Las Enfermeras de Evita no busca politizar a través de su narración, sino mostrar el amor que tenían las mujeres hacia la Escuela de Enfermeras y los valores que le fueron inculcados en la misma. Imágenes inéditas, recreaciones de época, historias de vida interesantes y números musicales hacen de esta propuesta una alternativa altamente recomendable.
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Una curiosa mezcla de estilos podrá ser una definición acercada a la idea detrás de “Las enfermeras de Evita”. Está por verse si esa mixtura le conviene o no en función de la historia real que éste documental quiere contar y acaso reivindicar. Cuatro señoras (a las que hace referencia el título) están sentadas frente a cámara mientras la voz en off de Carlos D’agostino, extraída de una vieja edición de Sucesos Argentinos, va metiéndonos en tema. Mientras miran fuera de campo aparecen sus “versiones jóvenes” es decir, cuatro actrices vestidas de enfermeras que, en una muestra de teatralidad muy básica se colocan detrás de las protagonistas reales (una de ellas parece tentada de risa). Esta primera toma tiene como propósito “avisar” al espectador de los tres pilares que a lo largo de poco más de 80 minutos serán el sostén estético y de contenido: realidad testimonial, material de archivo y ficción en el género musical. Hasta animación en stop motion habrá. Así conoceremos los relatos de María Eugenia Álvarez (descubrió la vocación en un hospital), María Luisa Fernández (la menor de siete hijos de inmigrantes españoles), Lucy Rebelo (llegó a la argentina en 1937) y Dolores Rodríguez (la menor de ocho hermanos a quien llevaron de a poco a la vocación), cuatro de las cientos de enfermeras que pasaron por la escuela de enfermería fundada por Eva Perón, el Policlínico Perón, los trenes de Perón, el himno de las enfermeras, cuya letra por supuesto incluía a Eva Perón… Se podría confundir con una intención panfletaria si se analiza superficialmente, pero lo cierto es que esta parte de la historia Argentina se escribió bajo el emblema casi exclusivo de las icónicas figuras. Aislarse deliberadamente de este contexto sería un error histórico pero, desde este mismo lugar la inclusión de números musicales bajando línea en su letra se parece más a la adoración fanática que a la reivindicación. Estos números musicales están grabados en blanco y negro (¿para amalgamarse con el archivo?) casi siempre en un mismo escenario y con encuadres estrambóticos que parecen decididos solamente por no tener a la gente cantando frente a una cámara fija en lugar de pensar su capacidad narrativa. Quedan lindos, lo mismo que las escuetas coreografías de Yanina Bolognese (parecen algo contenidas). En contrapartida, el canto y la música son impecables. Dan ganas de ver más trabajos de Gaby Goldman y Marcelo Kotliar; pero haciendo un musical en serio porque en el caso de ésta producción fílmica tienen tanto de buena realización técnica como de inconexión. Las cuatro actrices cantando son a la historia de la enfermería lo que “Annie”(1982) a la situación de orfandad. La diferencia es que el musical de John Houston (o su reciente remake) pretende (y lo logra) ser una comedia musical cuyas canciones son parte fundamental y homogénea del relato. Esto no ocurre en la obra de Marcelo Goyeneche. En ningún momento logra una justificación más que por el hecho de mostrar que puede hacerlo bien. Ni hablar de los momentos en que fragmentos del clásico ”Dios se lo pague” (1948) dejan de ser una anécdota querible para transformarse en una intención melodramática. Esto y las tres o cuatro canciones provocan hasta desconcierto. “no sé quién puede desearle el mal” reza uno de los versos del número sobre la muerte de Evita. Poco a poco todo va siendo licuado. Lo que se dice en las entrevistas es montado con material de archivo para subrayarlo (la escena en el auditorio en donde se estudiaba, por ejemplo, que encima tiene a una actriz “en personaje” sentándose por ahí) ¿aporta a la historia que se quiere reivindicar? Por momentos parece que los relatos sobre la época por parte de las cuatro sirven más como copetes para el archivo que como testimonio contundente, consecuentemente la solidez del texto se va diluyendo. Está la palabra de alguna especialista en el tema, imágenes como la asunción de Ramón Carrillo en el ministerio de salud, la situación edilicia de antaño montada con la actual, o sea, hay material antiguo repetido cientos de veces y otro muy pocas veces visto como el terremoto en Ecuador o el entrenamiento de las enfermeras. Pese a todo “Las enfermeras de Evita” logra una progresión que eventualmente (gracias a esas voces sabias, cansinas, fuertes y convencidas de las protagonistas) conmueven. Dejan su huella en el documental. Es en definitiva un homenaje a estas mujeres comprometidas que pusieron (tal vez sin saberlo) una de las piedras basales originarias del reconocimiento de los derechos de la mujer.
El cine popular y militante, el cine como instrumento de conciencia y de acción política en la argentina tiene una rica tradición que podría comenzar con el grupo liberación que produciría la famosa película “la Hora de los Hornos” con referentes fílmicos e ideológicos de peso como Octavio Getino, Gerardo Vallejo y Fernando “Pino” Solanas, que buscaban a través del documental avivar el debate político. También podríamos rescatar el cine de Leonardo Favio que trataba de escenificar desde la ficción los conflictos sociales. Ambos asumían su militancia peronista. El documusical de Marcelo Goyeneche Las enfermeras de Evita que se estrenó esta semana se inscribe en esa tradición de cine militante, en tiempos en que las barreras del documental y la ficción se han caído para potenciar sus atributos en su mixtura. Se trata del relato de cuatro enfermeras egresadas de la Escuela de enfermería creada por la Fundación Eva Perón, y a través de sus testimonios conocemos momentos históricos de la Argentina como la muerte de Eva, el golpe militar al General Perón y las atrocidades de la Revolución Libertadora. Estas mujeres cambiaron sus vidas para siempre en su dedicación a los demás, vivieron la gloria y la humillación de un país que se desangraba gracias a una oligarquía que deseaba continuar con sus privilegios. Ese país que parece muy lejano, aún conserva las heridas de la dictadura militar, heredera de aquella que privará a las protagonistas de la continuidad de su vocación al servicio del enfermo y del necesitado. María Eugenia Álvarez, María Luisa Fernández, Lucy Rebelo y Dolores Rodríguez son las enfermeras del título y transmiten todos los sentimientos posibles, admiración, pesar, vergüenza pero por sobre todo orgullo de ser enfermeras, orgullo de haber trabajado para un proyecto nacional, y orgullo porque no fueron derrotadas ni quebradas no solo por el poder de los tiranos de turno sino por la indiferencia y la injusticia. Nostálgicas de un país que no pudo ser aún conservan su fuego interior, para orientar a las nuevas generaciones. Interpretadas en la ficción por las actrices y cantantes Magali Sánchez Alleno, Melania Lenoir, Andrea Lovera y Deborah Turza, la película conjuga de una manera armónica el testimonio, el documental y un cierto aire de musical que si bien no aporta al mensaje indica una búsqueda del director por lograr nuevas estructuras estéticas para plasmar la vieja tradición del cine militante. Además la pelicula gana en claridad conceptual, histórica e ideológica con los aportes de la licenciada en enfermería Beatriz Morrone. Sigue importando que los hechos producidos y a su vez silenciados por las dictaduras sean visibles a través de sus protagonistas, que con valentía quieren contarles a las nuevas generaciones como se construyó y se destruyó un proyecto popular. El cine militante pese a quién le pese sique vivito y coleando.
Escuchá el audio (ver link).
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Una docuficción muy especial sobre un tema muy especial Los documentales tienen siempre el fin de enseñar, mostrar, educar o informar sobre un tema en particular. Puede ser un documental llano, es decir testimonios e imágenes de archivo, o una docuficción, cuando a lo anterior se suman momentos de ficción para representar momentos especiales. Por todo esto es que “Las enfermeras de Evita” es una rara avis dentro de los documentales. A una docuficción, le suma momentos musicales entonados por cuatro de las mejores actrices de los musicales de la Argentina (Magali Sánchez Alleno, Melania Lenoir, Andrea Lovera, Deborah Turza) junto a uno de los mejores directores musicales del país (Gaby Goldman), A todos ellos Marcelo Goyeneche los reúne con imágenes de archivo, momentos de ficción y los testimonios de cuatro protagonistas. Esas mujeres van contando la historia de lo que fue la Escuela de Enfermería de la Fundación Eva Perón, una de las mejores escuelas de la especialidad no solo del país, sino de su época. Ellas, todavía de pie, nos cuentan su orgullo de ser enfermeras, pero también la persecución sufrida por la Revolución Libertadora. Una de ellas, incluso, atendió a la mismísima Eva en su lecho de muerte. Cuatro mujeres que resaltan su dignidad, su integridad, su vocación de servicio y un conjunto de valores que siguen respetando aún hoy. Goyeneche realiza un film ágil, por momentos risueño, por momentos emocionante, por momentos triste, pero siempre inteligente y atrapante.