Los trabajos y los días. Crítica Lautaro Franchini Hace 1 min 31 En el subsuelo del Teatro Colón se experimenta música. Y antes de cada concierto, entre bambalinas, el día a día se convierte en una rigurosa preparación de sonido, luz y ambiente para vivir y sentir de forma distinta las melodías. Pasen y vean “Los trabajos y los días”, lo nuevo del director Juan Villegas. Pocos saben que abajo del imponente Teatro Colón se sitúa el CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón). Una entidad que nació de la mano del pianista y compositor Gerardo Gandini, a través de la búsqueda de la percepción y el pleno conocimiento de la música. Un referente que abre el documental con imágenes de archivo mostrando sus saberes y éxitos. Minutos más tarde, el relato tendrá su énfasis en cada minucioso y valioso detalle de los diferentes grupos de trabajo que preparan con días de antelación la precisa puesta en escena. El lugar y el color exacto de las luces, los problemas por adquirir el asiento ideal para el público o la ida y venida de elementos, cables e instrumentos, son tantos de los momentos que logran llamar la atención del espectador. Villegas, quien ya tiene en su haber películas como “Sábado”, “Los suicidas” y “Las Vegas”, en este caso llegó al Colón para seguir con su cámara lo que se vive en el subsuelo del imponente edificio. Las escenas de Gandini como tributo, los preparativos y el cierre con una breve participación en el concierto “In nomine lucis” permiten ver y ser parte, no solo de la obra, sino del film y de sus días antes donde todo era nervios y preparativos. Puntaje 70/100. El subsuelo del Teatro Colón y sus días de experimentación.
La idea de esta película surge de un deseo del director, un especialista e impulsor del cine independiente nacional, de contarnos la historia acerca del centro de experimentación del Teatro Colón, un lugar que funciona en el sótano del recinto y que se revela, ante nuestros ojos, como un valioso espacio creativo. Allí, se ponen en escena obras musicales y escenas experimentales de vanguardia de notable interés. Villegas describe y reflexiona sobre este espacio, mostrando el trabajo que hace posible el estreno de una obra, detrás de cuya concreción radica una labor colaborativa vital. Junto a un gran equipo técnico, Villegas lleva a cabo este abordaje, desnudando el detrás de escena que convierte en realidad la puesta. A través de herramientas audiovisuales nobles, visibiliza una institución cultural y una figura revelante de la música contemporánea de nuestro país como Gerardo Gandini, primer director y creador del CTC. El centro, en la actualidad, está dirigido hoy por Miguel Galperín, cuyo testimonio el film recoge, a manera de exponer la valía de este ‘semillero del teatro’. Muchas de las obras que pasan por allí, luego forman parte de la sala central del mítico escenario porteño. El interés del director pasa por la observación del trabajo inclaudible, rutinario y esencial; evidente en la labor colaborativa que hace posible que ese espacio funcione, como una usina permanente de expresiones artísticas, que guarda en su interior una gran belleza, misterio y encanto. Con material recopilado de entrevistas a Beatriz Sarlo, Omar Duca y Federico Monjeau, uno de los críticos musicales más importantes del país, “Los Trabajos y los Días” también se presenta como un homenaje a un referente del mundo cinéfilo Rafael Filipeli, de cuya autoría se incluyen fragmentos -al comienzo y al final- de un film que éste realizara sobre el mencionado Gandini (“Esas cuatro notas”). La creación de atmósferas y de climas, gracias a la vasta experiencia de Villegas en el mundo de la ficción, se amalgaman a este retrato de suma importancia testimonial y cultural. “Los Trabajos y los Días” es una producción independiente, apoyada por el CTC luego de ganar un concurso para generar proyectos que cuenten la historia de este centro neurálgico del arte porteño. Subsidiada por el INCAA y el mecenazgo de la ciudad de Buenos Aires y el Fondo Nacional de las Artes, puede ser disfrutado online a través de la plataforma Puentes de Cine.
Una nueva tradición “Los trabajos y los días” (2019), es un largometraje argentino dirigido y escrito por Juan Villegas. Por un lado, este documental muestra cómo es una semana en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC); paso a paso, se devela el lugar y los roles de los técnicos, los oficinistas, los directores y los conserjes a la hora de armar un espectáculo. Por otro lado, la obra de Villegas reconstruye los orígenes del CETC a través de los testimonios de algunas figuras del espectáculo y la crítica locales. En cuanto la estética, detectamos procedimientos técnicos como los planos fijos, los paneos y los planos enteros. Desde la iluminación, prevalecen pocas fuentes lumínicas. La banda de sonido y la música se grabaron en muy buena calidad y nos sumergen en las charlas, los arreglos y las discusiones cotidianas de los trabajadores del CETC. Por último, las locaciones de la película son los interiores del Teatro Colón; recorremos sus pasillos, sus oficinas, sus salas y sus camarines como pocas veces se ha visto. "En conclusión, Villegas relata los arreglos y las colaboraciones que sostienen un espectáculo artístico de primer nivel. Su documental cumple muy bien con los propósitos iniciales y rinde homenaje al director musical Gerardo Gandini, primer director del CETC."
A simple vista Los trabajos y los días le rinde homenaje al Centro de Experimentación del Teatro Colón, cuyos integrantes llaman de corrido cetecé por las siglas C.E.T.C. El documental de Juan Villegas deja en claro la paternidad atribuida al pianista, compositor, director musical Gerardo Gandini (se lo menciona rápido a Sergio Renán), y la influencia que esta suerte de laboratorio ejerce tarde o temprano sobre la apreciación popular de las artes escénicas. El realizador ilustra la relación entre lo nuevo (léase disruptivo, eventualmente revolucionario) y lo aceptado, si se quiere consagrado, con una cámara que nos conduce de los alrededores mundanos del Colón al subsuelo que alberga al CETC hace treinta años, pasando por el foyer y la sala principal. Las obras innovadoras transitarían el camino inverso: del sótano al escenario central y luego a la calle. La película se titula como el poema que Hesíodo escribió en el siglo VIII antes de Cristo. Sin embargo ésta no es una guía didáctica sobre las labores y el calendario que todo hombre de bien debería acatar, sino un registro de las tareas que personal administrativo, de maestranza, de limpieza, sonidistas, escenógrafos, iluminadores realizaron con miras a los ensayos y a la puesta del concierto In nomine lucis, que tuvo lugar en octubre de 2017. Villegas les presta más atención a esos artífices del espectáculo que a la dupla protagónica tradicional, conformada por los músicos y su público. La constatación invita a comparar Los trabajos y los días con este retrato de Victoria Morán que el mismo realizador estrenó en 2015: si bien gira en torno a una cantante –la posible sucesora de la legendaria Nelly Omar– este film coincide en abordar el costado rutinario, para nada glamoroso, de la actividad artística. A juzgar por la eventual relación de continuidad entre ambas películas, el también autor de las ficciones Sábado, Los suicidas, Ocio, Las Vegas parece oponerse a la separación taxativa entre trabajores y creadores. O dicho de otro modo adhiere a la idea de que la cultura es obra de laburantes antes que de individuos extra-ordinarios. De las voces en off que acompañan las imágenes tomadas en el Cetecé y que ayudan a contar su historia (el film carece de entrevistas formales), algunos espectadores reconocerán aquéllas de Beatriz Sarlo y Federico Monjeau, mencionados en los créditos finales. La decisión de no mostrar los rostros de la ensayista y del crítico parece apuntalar el criterio de desestelarización artística, con perdón del neologismo. El mismo cierre consigna la inclusión de segmentos de Esas cuatro notas, documental que Rafael Filipelli presentó a mediados de 2000, sobre la obra de Gandini a partir de una puesta de la ópera Liederkreis en el Colón. Este otro cruce cinematográfico parece reforzar la importancia que Villegas le acuerda a la labor colectiva. En apenas una hora, Los trabajos y los días visibiliza la faceta menos conocida del gran teatro porteño, recuerda a uno de sus impulsores, desacraliza el arte, extiende el alcance de una película que pasó desapercibida tras su pre-estreno en el BAFICI de 2004. Tanto con su nuevo film como con Victoria, Villegas se revela como un cineasta sensible a la riqueza de obras y creadores desconocidos o subestimados por voceros, promotores y consumidores de la producción cultural de factoría industrial.
La mítica del trabajo Si Hesíodo, en la obra que da título a este documental, sostenía que el trabajo es el destino universal del hombre, la película de Villegas se hace cargo de esta idea y propone desmitificar el arte mediante la descripción minuciosa de todas las tareas que conlleva la exhibición final de una obra artística. El director ejecuta este movimiento develador mientras retrata su propia escritura cinematográfica. Toda crítica es metacrítica, dicen; ergo, todo cine es metacinematográfico. Entonces, en una suerte de corrimiento autoreflexivo, al mismo tiempo que se detiene en mostrar los detalles de la cotidianidad de un sótano emblemático para algunos y desconocido para otros, lo que el director de la bella Victoria (2015) pretende –no es descabellado suponerlo– es compartir sus propios lineamientos estéticos: la búsqueda del instante cualquiera; tal vez cierto apego al realismo baziniano que intenta mostrar el alma de las cosas; un tempo narrativo reposado que permite la errancia visual del espectador sobre la superficie del plano. Con motivo del 25 aniversario de la creación del Centro de Experimentación del Teatro Colón, Los trabajos y los días registra el ensayo y la puesta del espectáculo In nomine lucis, un concierto escénico sobre música de Giacinto Scelsi. Sin embargo, el ensayo y la puesta solo ocupan un pequeño fragmento de la duración total del film. La mayor parte está dedicada a todas esas pequeñas –y no tanto– ocupaciones que rodean y hacen posible la realización del show. Como aquí lo importante no son los nombres propios, sino que el trabajo está por delante de la individualidad, por ejemplo, las voces en off que se escuchan relatando la creación de tan célebre espacio de la música contemporánea y contando la importancia que tuvo y todavía tiene en “crear en el público nuevas expectativas” no están individualizadas. Podemos adivinar de quiénes se trata, pero no lo sabemos a ciencia cierta. Tanto el prólogo como la coda del documental están dedicados a Gerardo Gandini, director, fundador y columna vertebral del CETC, cuya figura subyugante es rescatada a través de Esas cuatro notas (2004), la película de Rafael Filippelli. Los trabajos y los días comienza estableciendo un contrapunto entre la banda de imagen y la banda de sonido como una especie de correlato de los dichos de uno de los entrevistados quien define al Centro de Experimentación como “un espacio de tensión con la sala principal”. Es por ello que, a los bellos planos de la entrada del fastuoso Colón, de su sector de plateas de la sala magna, de sus pasillos de alfombra roja, de su concurrencia paqueta, se le adosan los sonidos casi discordantes de una música poco convencional. Enseguida, aparece en pantalla una mano temblorosa que inserta tornillos entre las cuerdas de un plano de cola. ¿Hay algo más fuera de la norma que lastimar así a tan reputado instrumento? Herejía, pensarán los puristas. De esta manera, con economía narrativa precisa, se ubica al espectador en el relato cinematográfico y se lo invita al juego dicotómico de binomios explícitos e implícitos. La música clásica in absentia se coloca frente a la música contemporánea. El arriba de la sala principal se opone al abajo del sótano en el que reina el CETC. Por un lado, se muestra a los asistentes habituales del teatro (¿tradicionalistas?, ¿gourmets?) y, por el otro, a esos otros espectadores, los del subsuelo, los ávidos de vanguardia musical, de gustos eclécticos y arriesgados (¿los entendidos?, ¿los gourmands?). El granulado del film citado resalta contra la nitidez de las imágenes de alta definición de la filmación actual. El último contrapunto, quizás el más importante, consiste en la plétora de oficios que sostienen el backstage, el work-in-progress, con su aspecto desorganizado y su devenir caótico, pero que como resultado final ofrece un espectáculo logrado, profesional, sin atisbos de desprolijidades. Para apreciar la mítica del trabajo, Villegas alumbra la cocina del arte haciendo foco en los detalles: el acarreo de atrezo de un piso a otro; los vericuetos para alquilar un chelo; el cambio del foquito quemado en la luz de un atril; la limpieza de los baños; esa maldita silla que se arrastra en vez de levantarla y su molesto chirrido; la puerta que se sostiene para permitir la entrada de grandes equipos. Sumados, algunos de estos detalles crean historias igual de nimias que de disparatadas, como el innoble caso del periplo de las reposeras que no fueron y su conversión en benditos almohadones negros para las nobles asentaderas del estimado público. Se señalan cuestiones administrativas, técnicas, de mantenimiento, pero también están ahí los ensayos, las afinaciones de instrumentos y las vocalizaciones. Hacia el final, los aplausos conquistados por la obra de música contemporánea se escuchan en el fundido a negro que da paso a la coda del documental. Aquí, de nuevo Gandini, esta vez en un ensayo. El director le dice a la orquesta: “Da capo”. Y el trabajo vuelve a empezar.
Los trabajos y los días es un documental de observación –y si no lo es estamos en un aprieto- cuyo planteo (el detrás de escena de una obra audiovisual) podría -solo podría- resultar interesante de no ser por lo fácil y reiterativo de su puesta en escena, así como por situaciones corrientes que no alcanzan para atrapar la atención del espectador. Juan Villegas cuenta en su haber con un puñado de films, algunos lo suficientemente buenos (Los suicidas, en realidad muy bueno) y otros, sin ir más lejos, decepcionantes (Sábado), además de varios documentales. Su filmografía se completa hacia el final con Los trabajos y los días, obra pequeña con registro naturalista de apenas una hora de duración. El documental abre con imágenes de archivo de Gerardo Gandini, pianista y compositor, al tiempo que una inquietante puesta sonora lo suficientemente disonante genera una rara disociación para nada desdeñable; quizás lo mejor de la película. Gandini fue el impulsor del CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón), por lo que el documental abre y cierra con su presencia y accionar. Lo que este “relato circular” encierra es la preparación por parte de técnicos y otrora trabajadores cuya tarea es llevar a cabo el concierto In nomine lucis, una puesta audiovisual lúgubre y enigmática. El gran problema con Los trabajos… no es tanto la distancia en que se posiciona la cámara sino la chata textura con que expone sus imágenes, siempre quietas en función de los mismos planos (abundan, por ejemplo, los planos generales) concatenados uno tras otro sin decir demasiado en las acciones que retratan, y cuya reiteración nos hace pensar si realmente había ganas en el asunto. El documental de observación no se caracteriza por una organización narrativa sino más bien por una continuidad espaciotemporal donde la cámara hace del director más un espectador que un autor, aunque en este subgénero (llamémoslo así) al menos suele advertirse una intención por tomar los hechos que desnuda y formular una revelación o alguna peculiaridad que genere interés. Acá hay una idea, sí, pero desaprovechada en pos de caer en este tipo de formalidad tan poco personal. Si la cámara nos permitiese meternos entre los personajes, indagar en sus problemas, realzar situaciones que valoren el accionar y el profesionalismo de los técnicos y especialistas, entonces la cosa sería distinta. Tal vez Villegas pifió no en el “qué” sino en el “cómo”. Un documental donde explore de manera más orgánica, más sanguínea, y no tan distante y fría habría sido, acaso, lo ideal. Teniendo en cuenta que lo más complicado involucra un contratiempo con… unos almohadones y unas reposeras, podemos hacernos una idea de que no había demasiado para decir sobre el asunto sin caer en un espiral de tedio. Acá hay personas empujando carritos o conversando por los colores de la gelatina de las luces, mujeres que hablan por teléfono, algún que otro personal de limpieza barriendo… La sensación de que una obra está por venir, de que el tiempo aploma, brilla por su ausencia. Cuando finalmente eso ocurre, dan ganas de tomar uno de los cojines regados por todo el público y darse una siesta en la oscuridad del show.
Como los topos El arte es búsqueda y experimento basado en solidez y conocimiento de la materia, pero también en la intuición de lo que se busca expresar. Los trabajos y los días es el detrás de escena de un espacio del que hemos oído mucho que hablar pero pocas veces pudimos ver por dentro, mostrado desde todos los ángulos y en toda su dimensión organizativa, desde el más pequeño hasta el más grande punto en la lista de concreción de una presentación y el funcionamiento general para las actividades acordadas. La cámara que expone el costado secreto y el trabajo de cada uno de los que son parte de la preparación de un espacio y las condiciones de un espectáculo da paso a la posibilidad de ver sin ojos abarcativos a toda la realidad. Me gusta hacer paralelismos con la sociedad y lo que somos, y lo que no nos gusta ver. Y eso es a lo que nos abre la mirada y la mente este documental. Tras la maravilla estética y el despliegue hay actividad y coordinación y trabajo duro y tensión. Y eso que no tenemos en cuenta es una muestra del trabajo y el esfuerzo que el arte tiene detrás, o mejor, como sustento; sin esa fuerza no habría expresión posible. Con las ganas de narrar o de crear no es suficiente. Un poco de historia (o de explicación del funcionamiento en la voz de uno de los protagonistas) es interesante para entender las cuestiones internas de coordinación. Hay secuencias graciosas que muestran circunstancias de choque y límites de responsabilidad que tienen que ver más con una cuestión de forma de burocracia que, en lo personal, me parece detestable en cualquier ámbito, pero parece que de ello no nos es posible librarnos. Algunos dicen que es mundial. Vaya uno a saber. En paralelo contar la historia del CETC (Centro de experimentación del Teatro Colón) creado por Sergio Renán por la época en que era director del mismo, entre 1989 y 1996. De alguna manera este acercamiento, esta mirada tras bambalinas puede hacernos sentir a todos la importancia de este espacio prácticamente desconocido en uno de los teatros líricos más importantes del mundo. Y que nadie debería perderse de conocer.
Los trabajos y los días fue el proyecto ganador del concurso 25 años de creación en la categoría Historia del CETC. Si bien se trata de una iniciativa de la entidad cuyo funcionamiento opera como objeto de estudio, la brevísima película del director de Sábado, Los suicidas, Las Vegas, Adán Buenosayres: la película y Victoria está muy lejos de los tópicos y las taras habituales de los documentales “oficiales”. Sucede que a Juan Villegas le interesa menos la mera enunciación de datos que el minucioso registro del día a día de lo que ocurre en las instalaciones del Centro de Experimentación del Teatro Colón, cuya fundación fue motorizada principalmente por su primer director, el pianista y compositor Gerardo Gandini. De allí, entonces, que Los trabajos y los días empiece y culmine con dos fragmentos de Esas cuatro notas (2004), de Rafael Filippelli, que tienen a Gandini sentado ante su instrumento. Ambas secuencias son las únicas que podrían catalogarse como homenaje. Por fuera de eso, Villegas apuesta por una cámara fija y una búsqueda de transparentar el dispositivo para filmar los engranajes que hacen funcionar esta institución (¿alguien dijo Frederic Wiseman?), todo en el marco de los ensayos de una puesta del concierto In nomine lucis. Villegas muestra las situaciones que enfrentan los trabajadores del lugar de cara a la puesta. Situaciones que siempre son solucionadas. Hay, entre otras cosas, preguntas de un músico sobre si su instrumento estará seguro, dudas sobre cuál es la mejor tonalidad para la iluminación o cómo conseguir determinados elementos para la sala. “Una institución es una idea llevada a la práctica”, dice una de las entrevistadas en off, mientras la imagen muestra a un grupo trabajando. De la distancia que va del dicho al hecho se ocupa este documental tan pequeño como valioso.
En una de las primeras escenas de El desprecio de Jean-Luc Godard, Fritz Lang -que hace de sí mismo, con su parche y su apostura-explica con paciencia la mitología que danza en esas imágenes de dioses pintados y paisajes de Capri que le muestra a su escéptico productor Jack Palance. El oficio del Lang que recrea Godard consiste en condensar el alma de la poesía de Homero en la materia de la experiencia cinematográfica, en la precisión del travelling que dirige en la última escena y en el cuerpo de Brigitte Bardot lanzada al mar. Juan Villegas también lidia con una mitología, aunque pueda parecer de otro orden. Es el concepto musical gestado por el Centro Experimental del Teatro Colón y su creador, Gerardo Gandini, que cobró cuerpo en el sótano del teatro, en la mística de ese territorio habitado por los sonidos y sus secretos espectadores. Allí, desde hace 25 años, se conjugan todas las tareas, las espirituales y las mundanas: el ensayo de una orquesta con la compra de almohadones negros para ubicar a los espectadores, la medida justa de una luminaria con la escritura del texto perfecto para convencer a un funcionario. Los dilemas del arte y la burocracia se entremezclan sin distinciones, formando el cuerpo de una experiencia vital escondido bajo el brillo de su resultado estético. Con los padrinazgos del poema de Hesíodo, del que toma prestado su nombre, y de Rafael Filippelli, al que dedica cita y homenaje, Villegas construye plano a plano, con el arte único de su encuadre, el trabajo paciente y minucioso detrás de la música contemporánea del CETC, esa que nace de las profundidades para elevarse hasta el Olimpo.
Se estrena el 30 de julio en Puentes de Cine, la plataforma de la Asociación de Directores de Cine, PCI . Los trabajos y los días es un poema de Hesíodo, allí el poeta expone el pasaje del caos al orden del mundo, y este pasaje solo es posible a través del trabajo que implica acuerdos, conductas y calendarios. Y de esto trata la película de Juan Villegas; del trabajo como modo de organización “material” aun cuando la esencia sea un hecho artístico. Es interesante la puesta en escena de Villegas, partiendo de ese caos inicial desde donde comienzan a gestionarse los materiales con los que la música va a desarrollarse. Ese CELS ubicado en el sótano del Teatro Colón es como una especie de infierno inicial, donde hombres y mujeres trabajan administrando el espacio, la luz, los almohadones donde se sentará el público. En ese sótano nace uno de los experimentos más interesantes que rodean al fenómeno de la música contemporánea, el Centro de Experimentación del Teatro Colón y su director, figura mítica que también remite al poema de Hesíodo como una especie de Zeus contemporáneo y cercano, quien apela al trabajo sobre y a través de la música. En ese sótano, que se va armando como sala y a la vez como lugar de gestión, conviven todos los trabajadores del arte: administrativos, escenógrafos, atrecistas, personal de limpieza, gestores culturales. Y también conviven computadoras, teléfonos, almohadones, tachos de basura, escritorios, equipos de música, escobillones. Los trabajadores y sus materiales, los acuerdos y desacuerdos, el tiempo que impone su finitud, la buena disposición de los integrantes de este grupo humano que trabaja la materia artística con detalles y precisiones. El sótano es ese “abajo” donde se levantan los restos de ese “arriba” que es el escenario central del Teatro Colon. Una tensión íntima se produce entre esos espacios, aquello que de algún modo se deshecha en el arriba donde finalmente la música se vindica, se aprovecha en el de abajo. Villegas trabaja con sutileza esa tensión; el modo en el que trabaja con la luz casi de una manera pictórica, la manera en que filma los diálogos diarios entre los habitantes del sótano y sobre todo el ritmo interno de la película que respira mientras narra las tareas de los hombres y las mujeres que, finalmente, hacen posible el pasaje al “orden” final; la puesta de la obra de Gandini, en ese sótano donde nace otro espacio posible en el que la música contemporánea reivindica su importancia. Concebida, tal vez, como un doble homenaje tanto a Gerardo Gandini el trabajoso hacedor del CELS, como a Rafael Filipelli director de Esas cuatro notas de quien Villegas apropia algunas escenas de ese gran documental; Los trabajos y los días despliega la mirada de un espectador curioso y entrometido y a la vez distanciado, que revisa y da cuenta de las gestiones administrativas y elecciones estéticas que hacen sus protagonistas. Quizá algunas de las preguntas que sobrevuelan la película sean ¿De qué manera, cómo se gestionan los hechos artísticos? ¿Cómo se pasa de la idea, del concepto a la puesta en marcha de esa mercancía tan particular? Preguntas que, sin condicionamientos, se podrían aplicar a las tareas que implican hacer cine independiente. Villegas responde claramente, solo a través del trabajo como accionar humano, como organizador de tiempos y materiales, de espacios y de intereses; ese trabajo es el que permite alcanzar esa escena final donde el creador muestra su obra al público. Como en todas las películas de Juan Villegas, los materiales se organizan alrededor de la sensibilidad. La música que no sólo es el concierto escénico del italiano Luigi de Angelis sino que resuenan acordes de La cumparsita o de Los mareados y se mezclan con los acordes también rítmicos de los diálogos, de las palabras y los gestos de los trabajadores. La luz se acomoda y acompaña las emociones que las imágenes destilan; mostrándonos a nosotros los espectadores y al público de la obra (como en un espejo) el recorrido de una experiencia sensible y amorosa. Como el de Hesíodo la película de Villegas está concebida como un poema que empieza en ese afuera tan cotidiano de la puerta y la calle del Teatro Colón, tan atildado y marcado por la clase y culmina en ese adentro también luminoso que es el sótano, espacio que contiene al CELS, tan heterogéneo de nacionalidades y clases sociales, donde finalmente el maestro muestra su excepcional trabajo. LOS TRABAJOS Y LOS DÍAS Los trabajos y los días (Argentina/2019). Dirección y guion: Juan Villegas. Fotografía: Inés Duacastella. Edición: Guillermina Chiariglione. Sonido: Valeria Fernández. Duración: 61 minutos. Disponible en la plataforma de streaming Puentes de Cine
Escrita, dirigida y producida por Juan Villegas, Los trabajos y los días es un documental sobre el trabajo que se hace en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Se estrena a través de Puentes de Cine. El CETC es el Centro de Experimentación del Teatro Colón, creado por Sergio Renán bajo su administración y cuyo primer director fue Gerardo Gandini. En el subsuelo del mítico teatro se trabaja para promover la música contemporánea. En este documental, realizado por Juan Villegas, lo que hace su director es mostrar el detrás de escena, ya sea desde la gente que mueve equipos hasta los encargados de la parte administrativa que deben asegurarse de los instrumentos o conseguir reposeras o almohadones para el público. Gente que le pone el cuerpo, el tiempo y las ganas para lograr una puesta musical que conmueva y cautive a sus oyentes. Y el documental lo hace desde un costado observacional, espiando, a veces desde algún rincón, cómo se mueve esta gente. Todo esto mientras se llevan a cabo los preparativos para el concierto In nomine lucis. A través de algunos testimonios en voz en off, puestos de una manera que a veces es difícil identificar quién está hablando (están Beatriz Sarlo y Federico Monjeau), pero sólo durante unos pocos momentos y, sobre todo, mucha imagen del día a día, es que se construye Los trabajos y los días. Al menos hasta casi la mitad de la película, ya que después se enfoca en la puesta en sí, y nos hace sentir inmersos, ya sea a través de la imagen del público que, sentado sobre almohadones, disfruta de la música, o a través de la imagen de los mismos músicos y su director de orquesta. Esta última parte del film demuestra lo que el esfuerzo colectivo logra, al mismo tiempo que les permite incluso a sus propios laburantes relajar y disfrutar del espectáculo. “En este teatro hay que controlar la ansiedad”, se dice en algún momento. El proyecto resultó la propuesta ganadora del concurso 25 años de creación en la categoría Historia del CETC y, sin dudas, su realizador logra el homenaje. Villegas consigue retratar tanto el trabajo físico como lo más burocrático, con todos sus contratiempos y hasta detalles, a simple vista, insignificantes como el tono exacto de las gelatinas que iluminarán parte del escenario, simplemente observando la cotidianeidad de este espacio de trabajo, que consigue ser íntimo sin necesidad de inmiscuirse demasiado. Y también se permite, junto a todos los demás, dejarse llevar por la música. El documental, además, abre y cierra con fragmentos de Esas cuatro notas de Rafael Filippelli, donde se lo puede a ver a Gandini. Los trabajos y los días es un documental bastante breve que muestra la cotidianeidad de este singular lugar de trabajo, a la vez que expone la necesidad de que existan estos espacios culturales. Villegas pone el foco en el trabajo y consigue homenajear, al mismo tiempo que demostrar lo que los esfuerzos colectivos pueden lograr.
DETRÁS DE LA MAGIA Hay un detrás de escena que pocas veces se ve en los espectáculos. Hay personas que hacen posible que todo parezca natural. Los trabajos y los días se coloca del otro lado del escenario, en los momentos y los días anteriores a que suceda la magia. Nos encontramos ante un film de pocas pretensiones, pero de una idea clara: mostrar qué pasa detrás y quiénes son los protagonistas que nunca aparecen en escena. La fuerza de esas manos que al aire enhebran los hilos más hermosos, que dan vida a cada uno de los instrumentos en la orquesta, tuvo el nombre de Gerardo Gandini. El es la entrada a ese detrás de escena que propone el film, un claro homenaje a su persona. Nos encontramos dentro del Centro Experimental del Teatro Colón. Aquí confluyen diferentes decisiones para poder mantener al lugar en las mejores condiciones posibles y que se pueda disfrutar de la música. Aquello que se vuelve sublime, la imponente puesta de los músicos, que bien se puede disfrutar en los últimos minutos del film, tiene mucho de mundano. Desde cambiar una lamparita hasta discutir quién sería el encargado de realizar determinadas tareas es de lo que está hecho en mayor medida el teatro. Para dar lugar a todas estas actividades, Los trabajos y los días toma parte de las conversaciones del personal y las vuelve relevantes. La cámara se coloca detrás de los trabajadores para registrar todo aquello que da vida a los grandes espectáculos. Si bien la propuesta tiene una intencionalidad que constituye una revalorización de todas aquellas personas que forman parte de espacios como este, tiene sabor a poco. Lo cotidiano se come a lo mágico volviéndolo un poco desabrido. Son los últimos minutos los que logran encandilar, a través de aquellas manos que arman un mundo en colores con su música.
El documental sobre el CETC del Teatro Colón, Los trabajos y los días, de Juan Villegas (Sábado, Los suicidas, Las Vegas, Adán Buenosayres: la película, Victoria) resultó ganador del concurso 25 años de creación en la categoría Historia del CETC. El documental nos muestra a la manera de un backstage, los procesos de creación y producción de eventos artísticos que se realizan en el mismo Centro, ubicado en un sótano, el lugar donde se cocina cada proyecto antes de ser estrenado frente al público. CENTRO DE EXPERIMENTACIÓN El CETC es una creación de Sergio Renán, director del teatro Colón por aquel entonces, y que en el año 1990 fundó este espacio que tuvo como director al pianista y compositor Gerardo Gandini, prestigioso y notable músico de vanguardia. No es casual que la voluntad irreductible de la música experimental de querer permanecer al margen de la música tradicional o de no ajustarse al canon de la música tradicional, haya relegado al CETC a los sótanos del Teatro Colón. El CETC es un espacio subterráneo, laberíntico e intrincado, tanto como el modo en el que se manejan por sus lóbregos pasillos, los trabajadores administrativos, técnicos, artísticos, y personal de limpieza que lo componen. El centro, como ya dijimos, funciona en el subsuelo del teatro, y recibe todo lo que arriba, en la sala principal, es dejado de lado porque ya no sirve o es desechado. Por eso hay una tensión entre el arriba y el abajo. Ya que lo que está abajo debiera ser lo que esté arriba, nos cuenta uno de los trabajadores del centro. Otro entrevistado declara: “la gente, los espectadores no venían, entonces teníamos que ir a buscarlos. Un asistente iba a la Plaza con un megáfono para reunir gente para el espectáculo. Cuando llegaban, a los diez minutos se iban. Y para el final ya no había nadie. La sala quedaba vacía”. El documental registra el funcionamiento del centro experimental, cómo se mueven los hacedores de los espectáculos que luego serán estrenados en el mismo recinto. Villegas dice: “me gusta filmar músicos, filmar el proceso de creación de la música. La música y el cine están vinculados muy fuertemente, pero me interesa evitar los lugares comunes de cómo se utiliza la música en el cine. Lo que quería era explorar distintas cuestiones: la figura de Gandini, como un artista fundamental de la música contemporánea argentina, y también el proceso que implica crear una obra musical desde su preparación, que no incluye sólo a los músicos sino a toda una institución como el CETC, que de forma similar al TACEC (del teatro Argentino de La Plata), sube a su escenario aquellas propuestas musicales y performáticas que escapan a las clasificaciones y normas. “Una institución es una idea –dice Beatriz Sarlo– la idea del CETC era destinar un espacio dedicado a la música del siglo XX, a la música contemporánea. Gandini, al frente del centro, demuestra que eso es posible. El CETC tiene un perfil muy evidente en la programación musical de Buenos Aires…” y agrega que el Centro tiene dos perfiles de público bien definidos “uno muy joven, en su mayoría especializado en música, y el otro, es viejo, como yo, que representa la vanguardia de los sesenta.” EL TEATRO MUSICAL Y LA ÓPERA El Centro fue creado con el fin de abrir caminos a las nuevas manifestaciones artísticas dentro de lo que es la ópera, y la música de vanguardia. Y hacer accesible al público en general estas nuevas manifestaciones artísticas experimentales. “Me interesaba investigar cómo funciona una institución oficial pública para difundir y promover un arte experimental, de vanguardia, me parece interesante, y necesario, que el Estado cumpla esa función. Y que aunque el CETC está en el sótano, sea parte del Colón: una política cultural importante tiene que poner en el centro aquello que suele estar en los márgenes, visibilizar aquello que está más oculto pero que es valioso, y así formar a un público. El CETC lo logró, y es un pequeño milagro de la política cultural. Con un montón de problemas, por supuesto, elementos burocráticos que frenan, goteras, pero aún en esas circunstancias se pueden generar obras muy sofisticadas. Para mí ese es el rol que tienen que cumplir las instituciones públicas ligadas al fomento del arte”, afirma Villegas. Con cámara fija el director registra los avatares de todos sus trabajadores realizando las tareas que permitirán llevar adelante la puesta de una obra a estrenar In nomine lucis del músico italiano, Luigi de Angelis. Dificultades que oscilan entre conseguir un cello para un músico extranjero, junto con el seguro del instrumento, y conseguir reposeras para el público que luego serán reemplazadas por almohadones negros por obvias razones de presupuesto. El filme se abre y se cierra con imágenes de Esas cuatro notas (2004) de uno de los maestros de Juan Villegas, el cineasta Rafael Filippelli, que a su vez se basa en la vida y obra del hacedor del Centro de Experimentación, Gerardo Gandini. Por Gabriela Mársico @GabrielaMarsico
Contra viento y marea La nueva película de Juan Villegas (Las Vegas), Los trabajos y los días (2019) desanda los pasos de los empleados del CETC, el Centro de Experimentación del Teatro Colón, que bajo la dirección de Gerardo Gandini e idea de Sergio Renán, impuso, hasta la fecha una suerte de tensión entre la música clásica y la contemporánea que se alberga en el mítico edificio. En dicho lugar, el sótano del teatro, con todas las connotaciones que se le pueden atribuir, bajo versus alto, la elite y lo popular, las nacionalidades se multiplican y se enlazan con el fin del llevar a cabo las mejores experiencias y realizaciones a los espectadores, porque es así como se pensó al CETC, un lugar para explorar y animarse a romper con lazos y mandatos de la música tradicional. La película avanza en las rutinas, en la burocracia, exponiendo una mirada amorosa y sensible sobre aquellos que dedican sus días y trabajos, tal como anuncia el título, conservando una distancia prudencial para enterarnos de los vericuetos de la música, que muchas veces nada tiene que ver con la creación y mucho menos con los sonidos. Un pedido de alquiler de un instrumento, unas reposeras que no llegan, telas que se pueden reutilizar y pasillos que se recorren con materiales para los ensayos de “In nomine lucis”, de Luigi de Angelis, Segio Policicchio, Tempo Reale y Spectra, sobre música de Giacinto Schelsi, configuran el escenario para que el director nos hable de la convivencia de una multiplicidad de factores y agentes en la creación y también de los impedimentos que atraviesan. Por ahí alguien dice “el CETC creo nuevas expectativas de experiencia, e inaugura una tradición para plantear la ópera y el teatro musical de una manera sistemática, que no era parte de la agenda de los compositores”, posicionando al espectador a tomar también partido sobre aquello que las imágenes devuelven para comprender la disrupción y su necesidad de existencia. Juan Villegas, con habilidad y precisión, revela con su cámara, casi espiando, los intersticios del lugar, con sus diferencias de trabajo, presupuesto, con los vaivenes de empleados que podrían bien responder al estereotipo de los trabajadores estatales, pero que en la pasión del día a día y en la satisfacción de saber que colaboran con la generación de nuevas corrientes y estilos, escapan a cualquier rótulo o etiqueta. Gerardo Gandini, pianista, compositor, figura clave de la música moderna Argentina, supo en el CETC desarrollar la posibilidad de nuevos emergentes en un espacio que hasta el momento había sido reservado solo para elites y determinado tipo de música. Sus discípulos y continuadores de la obra del espacio, avanzan allí abajo con paso firme en sus labores. Y en ese mostrar la cotidianeidad, de mostrar los espacios más íntimos del lugar, por acumulación y cercanía, cada tacho de luz que se direccióna, cada pieza que se ubica en ese sótano, que funciona como un todo en contra de la imposición estética, Juan Villegas permite que transitemos en la cocina del acto creativo y con la misma rebeldía y fascinación con la que sus hacedores trabajan.