El recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan del taller de poesía de la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado. Sobre la película Lunas Cautivas o La poesía como arma cargada de futuro Como un golpe de viento que deshace la sombra, caí en lo negro, en el mundo insaciable. He sido.Luis CernudaLa Reja se estrella contra si misma y yo me estrello contra la reja Liliana Cabrera Nadie que ingresa desprevenidamente a una sala de cine a ver un documental que abordará una temática de encierro en el marco de un festival de Cine de Derechos Humanos que es cuando vimos la pelicula de Paradiso, espera salir de esa experiencia, renovado, conmovido y esperanzado. Sin embargo, esta no es una película cualquiera sobre el encierro. Entonces, la salida del cine es movilizadora. Y ya no se mira ni la cárcel ni la poesía de la misma manera. En su aspecto formal Lunas Cautivas narra el recorrido poético de tres internas de la Unidad 31 del Penal de Ezeiza que participan activamente del taller de poesía que brinda allí la ONG Yo no Fui coordinado por las poetas Maria Medrano y Claudia Prado. Pero si se está dispuesto apenas a inclinar el oído hacia la poesía que recorre la película, no sólo seguiremos ese recorrido poético sino que descubriremos el aspecto revolucionario y transformador de la palabra poética. Marcia Paradiso elige subtitular su película de la siguiente manera: Historias de poetas presas. Coherente y preciso con el planteo del film que no carga las tintas en el encierro sino en cómo esas mujeres se han convertido en poetas. Piensan en poesía, hablan de ella, la discuten, la disfrutan, se ríen con los versos. Las tres poetas presas en las que se basa la narración son Liliana, Lidia y Majo. Pero esos nombres son solo señaladores de un movimiento pequeño pero universal que se evidencia en cada encuentro. La cámara (manejada íntima y cuidadosamente por el equipo de filmación que compartió con las poetas los talleres más de un año y conoció de burocracias y obstáculos para poder lograr la comodidad para trabajar) sigue las bocas de ellas recitando sus poemas. Son los momentos de mayor emoción y también de mayor conmoción para los espectadores. La belleza contundente de algunos versos se erosiona y se funde con el dolor del encierro y lo perdido. La historia personal va trazando versos que se desprenden hasta universalizarse. ¿Y que otra cosa no es la poesía en ocasiones, sino eso: universalizar lo personal a través de la palabra? Poesía como un arma de defensa para enfrentar lo que vendrá, el futuro: las salidas transitorias, la vida después de la cárcel, los hijos, el amor, la sociedad. Un Yo Poético que se instala en cada verso para reinstalar un Yo ante la sociedad. Yo fui un poema de Luis Cernuda es el poema que abre la película y también el que elije María Medrano para leer y analizar en el taller. Es ciertamente, un golpe de viento que deshace la sombra: limpiar la sombra del encierro con palabras, saber de lo insaciable del mundo cuando el mundo te encierra. Yo no fui por Yo fui, reafirmando en esa tensión, la totalidad del estar en el mundo. Lo que se es y lo que no se es, lo que hice y lo que no hice, y lo que hago ahora. Ese es el espíritu de los talleres, un espíritu que la película sabe reflejar. Lunas Cautivas es un documental sobre la poesía. Sobre sus posibilidades y sobre su poder. Sobre las rejas que se estrellan y como escribe Liliana Cabrera, sobre los surcos invisibles en el mosaico, a los que es posible acceder si se está dispuesto a acercar la boca y exhalar.
Una birome y una hoja Una birome y una hoja en blanco alcanzan para modificar la percepción de la realidad y mucho más si de romper la inercia del encierro de una cárcel se trata para liberarse y hacer de esa reja una chance más que un freno. Esa parece ser una de las consignas invisibles que motorizan este taller de poesía en la Unidad 31 del penal de Ezeiza y que forman parte del marco de Lunas cautivas, documental de la realizadora Marcia Paradiso, ganador del Premio Mejor Documental Nacional en el 14º Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos, entre otras distinciones. La puesta en escena intenta por un lado reflejar el contacto intimista de la cámara con las protagonistas, focalizadas en tres poetas, Liliana, Lidia y Majo, durante su proceso de transformación a partir de la palabra y de la poesía dentro del penal para afrontar la inminente liberación en el caso de algunas internas y los contrastes que implican vivir en una cárcel y salir transitoriamente para luego regresar. Para muchos el encierro es una palabra pero para ellas fue y es una realidad. El énfasis puesto en el aquí y ahora de cada de una de ellas opera como puente con un pasado ligado a los recuerdos y a lo que en algún momento fueron, donde el vínculo con familias, ruidos, fotos o imágenes son lo suficientemente poderosos para que la palabra viaje, evoque, confronte, llore o anhele. Todo eso teñido de absoluta verdad, franqueza como la que se encuentra en esos textos y cierto orgullo por atreverse a romper los prejuicios de la estigmatización y no aferrarse a los errores cometidos en algún momento. El equilibrio entre las historias de vida que llega por fragmentos, sin afincarse en prontuarios o causas judiciales, y los textos poéticos que fluyen en cada encuentro y desde la reflexión sobre la propia poesía o la ajena son la mayor virtud de Lunas cautivas, que además nos acerca a la temática carcelaria con un enfoque distinto al habitual y aporta otra mirada sobre un tópico universal, que si bien ha formado parte del documental de observación desde diversos aspectos, por lo general estuvo siempre concentrado en el mundo masculino. Por otra parte y más allá de los elementos catárticos aportados por esta actividad coordinada por María Medrano y Claudia Prado – el equipo de rodaje estuvo presente durante un año en el registro de los talleres- es importante rescatar el valor de la poesía como herramienta liberadora ante el encierro mental cuando las barreras del prejuicio social parecen más sólidas que las frías y anónimas del mismísimo penal.
Lunas cautivas es un emotivo documental de Marcia Paradiso, que se estrena este jueves. Un taller para el alma. Su estructura está basada en las historias de algunas de sus protagonistas, quienes se encuentras presas, – algunas a punto de salir-, en la Unidad 31 de Ezeiza. La escritura poética es el motor que genera el diálogo entre ellas y la persona que dicta el taller en el penal. Esto a su vez deviene en una transformación, que se va operando en cada una de ellas. Dicho cambio se produce mediante una reflexión de sus historias personales, material que sirven de base para una re significación de las mismas. Los grandes temas que se plantean desde los sujetos poéticos son la marginación, la libertad, la solidaridad con sus semejantes, la solidez de los vínculos que se construyen en el encierro, sus sueños, sus pesadillas y sus afectos del afuera. Los poemas son muchas veces como dardos, espejismos, realidades, pequeños artefactos, que suceden en ese borde filoso del lenguaje, y que hablan de las cicatrices del alma. Muchas veces poemas en bruto, que se yerguen como estatuas en un mundo que podría ser negro, pero que se ilumina con la experiencia que aporta cada uno de ellos. Una primera parte se articula desde el abordaje del funcionamiento del taller, mientras que la segunda se centra en el trabajo de tres protagonistas. En realidad como espectadora considero, que le hubiesen faltado al menos 20 minutos más, para indagar sobre otras protagonistas de esta historia colectiva, donde lo autorreferencial es una marca que da cuenta del poder liberador del arte. Un documental con una fotografía tan artística como la poesía, que juega con las fotos que sacan estas mujeres- poetas, con veladuras, transparencias, y creatividad. Lunas Cautivas es de algún modo un homenaje al trabajo poético, a la sanación que implica el acto escriturario, que en este caso se realiza con los pedazos de cada yo, que se vuelven luminosos en cada lectura. En síntesis, un muy buen trabajo! Festivales Premio Mejor Documental Nacional, 14º Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos DerHumALC Mención Signis al Mejor Documental Nacional, DerHumALC Voto de Público al Mejor Documental Nacional, DerHumALC Mención al Tratamiento técnico y estético, 14º Festival Nacional Documental Rosario 2012 Selección Oficial MUJERES EN FOCO 2013 Premio Largometraje Nacional, LIBERCINE 2013 Premio Mejor Guión de Largometraje, LIBERCINE 2013 Mención al Aporte a la Difusión de los Derechos Humanos, LIBERCINE 2013 2°Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Uruguay “Tenemos Que Ver”, 2013PREMIO DEL PÚBLICO de Tevé Ciudad, Televisión Pública de la Ciudad de Montevideo MENCION ESPECIAL del JURADO de “Tenemos que ver” “por lograr un relato cálido y sin efectivismo de la vida de las personas privadas de la libertad ,que a través de la poesía, encuentran un lugar donde proyectar una nueva oportunidad. Notas de producción Notas de producción El documental propone aportar una mirada comprensiva, humanizante y transformadora de la realidad en la que viven las mujeres poetas, privadas de su libertad. A su vez, plantea un debate sobre la naturaleza de lo delictivo y una reflexión sobre el sentido del sistema penitenciario. Lunas Cautivas es una mirada intimista dentro del mundo femenino en prisión desde un enfoque observacional. La propuesta del documental, que convierta en poético a un espacio carcelario, configura en sí un desafío al sentido común y una construcción discursiva cuestionadora. La revalorización de la palabra y la mirada de las mujeres presas permitieron construir un relato que recupera la dignidad de sus historias y la defensa de sus derechos. El taller de Poesía es dictado por María Medrano y Claudia Prado. El taller de Fotografía Estenopeica por Alejandra Marín y Guadalupe Faraj, ambas actividades artísticas promovidas por la Asociación Civil Social y Cultural YO NO FUI. Biofilmografía de la directora Documentalista, investigadora, guionista, productora y docente. Es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (1996) y graduada en Realización Cinematográfica por el Instituto de Arte Cinematográfica de Avellaneda (1984). Ejerció la docencia en seminarios de investigación en Comunicación en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en el IDAC, en el Instituto Cineargento y en el Movimiento de Documentalistas. Se especializó en cine documental etnográfico y social. Coordinó el Centro de Producción del IDAC y dictó las cátedras de “Comunicación audiovisual” y “Metodología de la investigación documental” en el IDAC. Cursó seminarios de especialización en “Cine documental” junto a Jorge Prelorán , al realizador brasileño Eduardo Coutinho, a los documentalistas cubanos Rolando Almirante y Jorge Fuertes y a la documentalista Juana Sapire, entre otros. Trabajó en programas educativos para televisión abierta (Canal 7), trabajó en la producción de los documentales sobre temática de Derechos Humanos para la UBA y la Secretaría de Derechos Humanos de Avellaneda. Asimismo realizó documentales sobre problemática de género, con el auspicio de UNICEF para el área Adolescencia (guión, investigación y dirección). FILMOGRAFÍA Entre sus videos documentales se destacan los mediometrajes documentales «LATIDOS” (2002), «EL CAMINO DE LOS ABUELOS» (1996), «INDIOS EN BUENOS AIRES» (1992), «DAMIANA VEGA» (1982), entre otros. Ha recibido premios y menciones por sus documentales, como en el FESTIVAL INTERNACIONAL TRES CONTINENTES DEL DOCUMENTAL, “a la concientización en Derechos Humanos” por «LATIDOS»; Primer Premio Nacional de Cine Documental, Cipoletti, por «DAMIANA VEGA»; Primer Premio Nacional del Certamen «América y su cultura», Mercedes, por «INDIOS EN BUENOS AIRES», entre otros. Actualmente ha iniciado un nuevo proyecto documental, “Aguas Abiertas”, que cuenta con el apoyo del INCAA y de la CONADIS.
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El lugar sin límites En el marco en el que tradicionalmente se suelen mover los documentales “con testimonios humanos” (muy en el estilo del programa con nombre similar y que conducía Gastón Pauls) Lunas cautivas es una rara avis más que interesante. Lo es por su tono bajo, no ambicioso, no bajador de línea, sino pudoroso, observador, formalmente depurado, clásico, sin ostentación técnica de ninguna clase. Con recursos distintos pero con notables puntos de contacto con otra película sobre el encierro como es César debe morir (coinciden ambas en una visión no edulcorada de los presos así como no pensar nada redentor en el espacio de la cárcel, por el contrario, son películas en las que el arte es una circunstancia que libera, pero que no presupone indulgencia de ningún tipo), este documental apela al registro reducido de unas pocas mujeres participantes de un taller de poesía en una prisión. Ahí donde los lugares comunes del registro carcelario suelen mostrar marginalidad y violencia (monotemáticamente), aquí, con recaudos, es algo distinto: la cárcel, como bien dicen varias presas, es también un trabajo. De allí que la frase de Paco Urondo (“de este lado de la reja está la realidad, de ese lado de la reja, también está la realidad, la única irreal es la reja”) resulte acertada: ahí está el comentario político más logrado de una película amable y sin mayores pretensiones que registrar ese tironeo cotidiano con la condena más dura: cómo pasar por encima de esa reja y conciliar ambos mundos (el de la experiencia carcelaria con el de la experiencia cotidiana). Esa tensión, insospechada para muchos que no conocemos la vida en un correccional, es un punto que quedó pendiente. No obstante estamos ante una agradable sorpresita.
Doble perimetral en verso Lunas cautivas. Historias de poetas presas (2011) es el documental de Marcia Paradiso sobre cómo un taller de poesía transformó la lógica del encierro en potencia creativa y convirtió el escenario carcelario en espacio pujante para proyectos artísticos. El film aleja al espectador del típico relato presidiario focalizado en el delito y su castigo, para incursionarlo poéticamente sin olvidar el profundo desasosiego de su entorno: aislamiento, soledad y locura. La luna somete con implacable destello la inmensidad del descampado bonaerense, parece una nave de expedición atravesando la oscuridad. Noche tras noche, es vista fragmentada y aprisionada sobre el recuadro de la ventana, así es la luna para quienes miran desde la Unidad 31 de la cárcel de mujeres de Ezeiza. Tres capítulos totalizan la narración del film. Tres presas escriben poesía: Lidia, Majo y Lili. Tres fotos escanopeicas servirán de solapa divisoria entre ellas. Lunas cautivas. Historias de poetas presas es el registro audiovisual de los ejercicios que las presas realizaban en el taller de poesía coordinado por María Medrano y Claudia Prado de la Asociación Civil, Social y Cultural “Yo no fui”. Ubicada hacia el final del extenso pasillo, una habitación recortada por cuatro paredes de tres por cuatro hace las veces de biblioteca, aula y taller. Aquí la poesía es postura política; es, inevitablemente, autorreferencial; es oxígeno vital; es un rapto de libertad que trastabilla, aunque sea para no hundirse, con la soledad y la locura del encierro. Las imágenes se multiplican en primeros planos de los rostros, en coloridos paisajes perimetrados, en rústicas fotografías escanopeicas. Y se suceden una tras otra. El hierro pesado de una puerta de mediana seguridad se cierra. El eco estruendoso atraviesa el extenso recorrido de los pasillos, propagándose por las habitaciones, los cuartos de vigilancia, los baños, hasta llegar a la biblioteca ubicada en el rincón extremo del edificio. Allí, algo más de seis mujeres reclinadas sobre cuadernos rayados, siguen atentas al movimiento hipnótico del trazo azul de la birome apretada entre los dedos. También ríen, toman mate, fuman y leen en voz alta lo que acaban de escribir. En términos formales, Lunas cautivas. Historias de poetas presas desestima las estructuras del engaño, ya que no sugiere lecturas ni cuenta más de lo que sucede en pantalla. Elige un registro directo guiado por la primera persona y un uso de la lente en la cual se muestre la huella de la observación. También, la voz narradora se multiplica por cada una de las protagonistas. Una presa del interior del país, otra del extranjero. Una a punto de recuperar su libertad, otra que espera que el tiempo pase. Una comparte la celda con su bebé, otra añora el reencuentro con sus hijos. Cada historia traza los diversos modos del decir y, también, de hacer poesía. En este sentido, Liliana Cabrera es una de las más proliferas, ya que aun en prisión está por publicar su tercer libro de poemas. Lo interesante del documental Lunas cautivas. Historias de poetas presas es todo lo que deja para pensar, sobre todo la importancia del proceso creativo en períodos de encierro, donde la espacialidad concreta de la cárcel tiene un rebote psíquico, el encierro se convierte en una experiencia totalizadora y la palabra liberadora emerge potente ante el bullicio agobiante del mundo interno. Desde una mirada sensible, la directora, guionista y productora Marcia Paradiso, documenta la historia de estas tres presidiarias, a la vez que logra un ejercicio poético conmovedor sea quien sea su espectador.
Tener la palabra Documental en torno de un taller literario en una cárcel. Empecemos por el título: “Historias de poetas presas”. Qué distinto habría sido “Historias de presas poetas”, ¿no? Las palabras -a veces, su mero orden- no sólo tienen peso; también tienen filo, ideología, propiedades destructivas o reparadoras, o liberadoras, en algunos casos. Las palabras, como escribe el personaje de Alexis o el tratado del inútil combate, de Marguerite Yourcenar, pueden ser actos. Es lo que transmite Lunas cautivas, documental que hace eje en un taller de poesía en el penal de mujeres de Ezeiza, evitando la retórica y las voces explicativas en off. Marcia Paradiso, su realizadora, prefiere darles la palabra a las protagonistas, que no explican ni se quejan ni se justifican: crean, con lirismo. “No paramos un segundo, aunque estemos detenidas”, bromea una. La película, de sencilla y precisa belleza cinematográfica, va de lo colectivo a lo personal, hasta centrarse en tres de las mujeres. El foco no está puesto en las causas del cautiverio ni en las condiciones de detención, aunque el microcosmos del penal y el de su biblioteca se contrapongan sutilmente a través de imágenes. El centro de la Lunas ... son los sentimientos de las protagonistas, mujeres de uñas chillonas, dientes mellados, exceso de maquillaje y de sensibilidad, que van recuperando la subjetividad gracias al ejercicio del arte. Paradiso no cae en la obvia condescendencia, que suele incluir sentimientos, conscientes o no, de superioridad: retrata, como si no tomara partido. Con una fuerte carga emotiva, que jamás se rebaja al sentimentalismo, el filme refleja miedos -por caso, a la libertad-, vínculos solidarios, angustias, pasados duros, logros, deseos de expiación, percepciones del mundo. Ni historias de vida ni historias carcelarias. Tampoco apologías de la conversión ni de la resiliencia (el patético Tú puedes ). Apenas, preguntas no enunciadas sobre las chances de goce, de cambio, de integración. Y retazos de sensaciones difíciles de expresar: materia prima de este documental y de la poesía.
Transcurre en la cárcel, pero no es un film sobre reclusas ni sobre el encierro. Casi todo lo contrario: es un film sobre cómo la palabra poética puede liberar, cómo en su búsqueda -que es de alguna manera también la búsqueda de sí mismas que emprenden las internas participantes de un taller de poesía- pueden percibir otra realidad distinta de ésa en la que están presas. No todas encuentran el esquivo tesoro que buscan lápiz en mano mientras excavan en sus memorias, en sus sensaciones, en sus sentimientos o simplemente en lo que les sugiere el verso que han leído o la idea que les han propuesto. Pero a todas les basta emprender ese camino para que una luz ilumine los otros mundos que tienen a su alcance y en cuya visión no hay reja que pueda impedir. El lugar es la Unidad Penitenciaria 31, en Ezeiza, donde conviven más de 200 mujeres privadas de la libertad. Pero lo que importa aquí no son los prontuarios de causas judiciales, sino las actividades artísticas propuestas por la Asociación Civil, Social y Cultural Yonofui: un taller de poesía dictado por María Medrano y Claudia Prado, y también el taller de fotografía estenopeica que tuvieron a su cargo Alejandra Marín y Guadalupe Faraj. Más de un año estuvieron las cámaras compartiendo los talleres con las poetas, viviendo con ellas sus inquietudes y sus hallazgos, pero también la intimidad de las reuniones en que se habla de poetas y de poesía, al tiempo que se intercambia con las compañeras lo que se ha conseguido expresar en versos sencillos en los que resplandece, sobre todo, la franqueza y se confían las experiencias que han vivido en este contacto con la palabra, se confiesan historias de vida, sentimientos, pesares, errores cometidos, viejas alegrías, recuerdos significativos que el ejercicio les ha hecho recuperar. La intimidad de la cámara tan próxima a los rostros y tan discretamente atenta a lo que en ellos se refleja da al film una calidez humana y una verdad ciertamente poco habitual en documentos registrados en el ámbito carcelario. Es una nueva aproximación que se vuelve particularmente conmovedora cuando se detiene en tres figuras -tres poetas: Liliana, Lidia y Majo-, y se las escucha -como a otras compañeras- leer sus poemas y apreciar sus hallazgos. A veces, sorprendentes como los que les inspira el poema de Luis Cernuda -"Yo fui"- elegido por María Medrano para ser analizado en el taller. O cuando se reconocen en las fotografías producto del otro quehacer. O cuando salen al exterior para visitar la muestra en un centro cultural sabiendo que después deberán volver al encierro. Que ahora ya no lo es tanto como antes de que la palabra les diera el arma para liberarse y planear un futuro, aunque las rejas todavía estén ahí. El breve pero valioso trabajo de Marcia Paradiso ha merecido distinciones en varios festivales de cine documental. Seguramente las merecía.
Poesía en la prisión Siempre se afirma que un buen texto tiene la capacidad de transportar al lector a otras realidades, a otros mundos. La fuerza de la palabra escrita entonces como el pasaje a otras vidas posibles, adquiere una singular perspectiva desde el encierro de una cárcel y esa es la base sobre la que se asienta Lunas cautivas, una película de la documentalista Marcia Paradiso que explora las propiedades liberadoras del arte a partir del relato de un taller de poesía al que concurren algunas de las internas del penal de Ezeiza. Sin testimonios a cámara, sin historias de vida, la lente de Paradiso se incorpora a los talleres como una asistente más, va dando cuenta de los avances, la colaboración, las charlas de esas mujeres a las que se le adivinan vidas difíciles, registra el talento que surge de un verso, en una estrofa dolorosamente autorreferencial. Centrada en tres mujeres –Liliana que llega a publicar un libro, la española Majo que sólo quiere ver a sus hijos y Lidia, que tuvo a Abril en prisión–, la película es un inteligente y sensible fresco de esas protagonistas que están a punto de ser libres y a las que el afuera (como a muchas que todavía tienen que cumplir largas condenas) las llena de zozobra. El documental sugiere o al menos invita a pensar el destino de esos personajes, personas que se encontraron con un talento para escribir (que seguramente no sabían que tenían) y que en libertad será difícil de mantener. Todo eso está en Lunas cautivas, sin estridencias, sin acentuaciones innecesarias, para dar cuenta de que además de promesa, la libertad puede ser agobiante.
Este trabajo de Marcia Paradiso ganó el premio al Mejor Documental Nacional en el 14mo Festival de Cine de Derechos Humanos DerHumALC (que regresa en unos días a ser el centro de atención en su edición 15) y les decimos, que es ampliamente merecido el reconocimiento. “Lunas cautivas” es un registro directo, crudo, humano y extrañamente cálido, que nos presenta la vida de tres mujeres, escritoras, que participan de un taller literario, dentro de la Unidad Penitenciaria 31 de Ezeiza. Ellas comienzan a desarrollar sus inquietudes creativas dentro de un marco complejo (la vida carcelaria) y la habilidad de la directora es acompañar ese proceso, invitándonos a conocer a sus protagonistas, en sus propios términos. Con sus propios miedos y contradicciones. Con su brillo y alas. Y con sus días oscuros. Y su pasado como ancla. El film se estructura en tres partes, cada una dedicada a una poeta “cautiva”. Detrás de los fríos muros, un grupo de mujeres se reune con compañeras, a generar textos que alumbren su interioridad, desde los disparadores que propone la coordinadora docente del grupo. Pero además, varias de las internas que participan en este taller que es el centro de la mirada, forman parte de un grupo que experimenta la fotografía, habilidad y arte que complementa al de la palabra. Cada mujer compartirá con el público, sus motivaciones a la hora de poner en el papel sus contradicciones y luchas intestinas. En cada término que se juega, se percibe cómo cada escritora es atravesada por su obra, sin dudas, este documental analiza la capacidad liberadora de la palabra, la fuerza del arte para transformar vidas, aunque el cuerpo esté oprimido, la cabeza y el espíritu siempre pueden ser libres. De las tres protagonistas, nos quedamos con la de Lili. Una mujer talentosa, con un nivel de autoconocimiento sorprendente, inquieta, potente y comprometida…que arrastra una historia de vida complicada pero que logra resignificar a través de las experiencias que la hermanan con otras presas, detrás de las rejas. Paradiso es muy hábil para adentrarse en la vida de esos grupos y también es sólida a la hora de estructurar su narración. Si bien durante la primera parte, “Lunas cautivas” quizás no atrape al espectador, lo cierto es que la última de las historias, resignifica y le da profundidad y gran sentido al film. Un documental atractivo, quizás un poco desparejo, pero efectivo y movilizante. Un registro necesario pero además, esta propuesta es una oportunidad para reconocer al arte y la reflexión, presentes en todos los espacios, incluso en aquellos en que el cuerpo está contenido y limitado…
El poder que tiene la palabra El filme de la realizadora Marcia Paradiso fue rodado en la Unidad Penitenciaria Nº 31, de Ezeiza, en la que se encuentran privadas de la libertad alrededor de 200 mujeres. Presenta a tres mujeres jóvenes y sus historias, que tienen un denominador común: el anhelo de recuperar la libertad. El filme de la realizadora Marcia Paradiso fue rodado en la Unidad Penitenciaria Nº 31, de Ezeiza, en la que se encuentran privadas de la libertad alrededor de doscientas mujeres. En ese lugar en el que nada parece ser posible, existe un espacio para el arte, para el sentimiento. Y aunque cueste creerlo, el final de este documental hace sonreír, porque muestra que todo puede ser posible (para bien). "Lunas cautivas..." presenta a tres mujeres jóvenes y sus historias. Una es extranjera con hijos que extraña, otra tiene una bebé que nació en el penal y está a su lado, la otra se prepara para presentar su primer libro de poemas. Ellas se reúnen con el mate como centro y las palabras como juego interminable. Hacer poesía, o intentar hacerlo, permite que las emociones encuentren un cauce, surjan sentimientos encontrados y eso es posible a través de este taller de terapia a domicilio. SALIR A LA LUZ Todas anhelan la libertad como lo dice la que está cerca de abandonar el penal. "Deseando salir a la luz en primavera", cuentan los versos de una. "Quisiera conocer el mar", reflexiona otra. Todas expresan deseos que salen a la luz, dudas. Marcia Paradiso, la directora cuenta con frescura y pureza el desarrollo de este taller de poesía que María Medrano y Claudia Prado desarrollan en la Unidad 31, de Ezeiza junto con otro dedicado a la fotografía. Con justos estímulos, el disparador de una frase de un poeta, la continuación de un poema, el recorte de palabras y su ordenación, son parte de los resultados que se obtienen y provocan satisfacción entre esas mujeres privadas de su libertad. Las docentes cumplen su tarea de motorizar la acción, la escritura. Arrojan a sus "chicas" pequeños salvavidas, que cada una abaraja a su manera. SABER ENCONTRARSE "Ahora soy sólo quien espera. Yo no fui, ni he sido, pero siento que ya no seré", son parte de unos versos que tendrán luego una optimista modificación final. Estas son mujeres que tejen palabras, arman el juego de la vida futura, silabean el pasado. Pocas veces resulta tan claro el sentido del poder transformador del arte, que logra arrancarles una sonrisa y algunas de las pocas certezas a ese grupo de mujeres, que la directora Marcia Paradiso filma con un estilo libre, espontáneo. La realizadora va armando el rompecabezas de cada historia, sin aludir a las motivaciones que llevaron a estas mujeres a la cárcel. La cámara registra la gratificación que sienten esas mujeres al poder crear, desahogarse, publicar un libro, o armar una editorial, que les posibilita encontrar un nuevo y profundo sentido a la vida.
Film que destila poesía Coincidieron en julio dos películas sobre los beneficios de talleres de expresión artística en las cárceles: "Cesar debe morir", filmada en Rebibbia, donde van los peores, y la que hoy se estrena, "Lunas cautivas, historias de poetas presas", registrada en la Unidad Penitenciaria 31 de Ezeiza. Teatro en un caso, escritura en otro. Varones y mujeres. Las diferencias no son terminantes, salvo una. Y es que los hermanos Taviani presentan a cada quien con su nombre completo, cargo y condena, como para que lo vayamos sintonizando con el personaje que le toca interpretar. En cambio, Marcia Paradiso, autora de "Lunas...", permite que sospechemos un solo cargo y nos da un solo nombre completo, el de Liliana Cabrera, que ya publicó tres libros. Del resto, apenas algunos nombres de pila y ciertas experiencias, como el fin de la pena o el dolor de ser madre en esa situación. Porque en este caso no necesitamos saber qué macana habrán hecho. El título ya lo sugiere: más que presas que escriben poemas, ante nosotros hay un grupo de poetas presas. Mujeres que encuentran en sí mismas unas frases musicales con las que expresar lo que viven, como aquellos otros las encuentran en un texto de Shakespeare. El ejercicio de la escritura ellas lo practican en reuniones conducidas por María Medrano y Claudia Prado, miembros de una asociación civil y cultural. Detalle simpático, las internas van a esas reuniones más acicaladas que sus profesoras. Será que ahí se sienten libres, otra vez dueñas de sí mismas aunque sea por un rato. Las vemos discutir algunos textos, hacer los suyos tomando como modelo el "Yo fui" de Luis Cernuda, leerlos en el salón ante otras compañeras, participar también en un taller de fotografía estenopeica, tomar algo de sol, y hasta salir a una pequeña fiesta de la mencionada asociación, siempre bajo vigilancia, por supuesto (para no desentonar, los agentes van de civil, pero permanecen todo el tiempo serios incluso cuando las llevan de regreso). Paradiso las sigue, deja que charlen y escriban, y cada tanto muestra también algunas imágenes de la Unidad, con el campo que la rodea, los atardeceres tranquilos, los silencios, los pájaros que vuelan de un lado para el otro sobre el alambrado. No agrega nada, ni falta que hace. La suya también es poesía.
Un documental conmovedor ¿El lugar? La cárcel de Ezeiza, donde conviven más de doscientas mujeres. Allí funciona un taller de poesía que despierta entre las asistentes sentimientos dormidos, necesidad de expresión. A través de tres historias un mundo donde florece la esperanza de la mano del talento.
Las historias carcelarias nos enfrentan con el mayor de todos los temores: la pérdida de la libertad. Este sobrio documental, articulado por las voces y los momentos cotidianos de tres internas del penal de Ezeiza que canalizan sus experiencias a través de la escritura poética, nos permite reflexionar sobre cuál es la verdadera dimensión de esa libertd, sin ahorrar una precisa descripción social. Algunos momentos quizás resultan forzados, pero hay una mirada humana no precisamente edulcorada sobre las protagonistas.
Observing incarceration Argentine filmmaker Marcia Pa-radiso’s documentary Lunas cautivas focuses on the lives of Lidia, Majo and Lili, three women detained at the Ezeiza penitentiary. Through the lives of these three women, the film also speaks about the situation of other convicts. It’s an observational documentary and, as such, the filmmaker never appears on screen or asks direct questions. There’s no testimonies or voiceovers. Instead, the filmmaker actually observes several situations, and allows them to unfold as the camera goes for details in faces, gestures and body language. Over two hundred women are currently imprisoned in the Ezeiza Penitentiary 31 (Unidad Penitenciaria 31 de Ezeiza). Some are single, some have their babies with them, some are local and the rest are foreigners. Convictions can be quite short, but also rather long, and yet in any case the experience of being deprived of your freedom is equally overwhelming. In order to provide some kind of creative output, some kind of therapy, the penitentiary runs two workshops: poetry and photography. In this context, writing poetry and seeing the world (and themselves) through the lens of a camera are the means through which they find their inner personal transformation. Women in pain, but also in joy, because they have made meaningful friendships inside and share an overall sense of companionship and solidarity with other inmates. These women are indeed imprisoned, but they are not alone. Day after day, they rediscover each other. Most importantly, their minds are more and more free. Paradiso’s gaze is compassionate but never condescending. It’s filled with emotion, but never sentimental. It goes for the essence of things, meaning what these women and their memories are like, it explores their fears and anxieties about imminent release, who they were and who they are now. The panorama is wide but never superficial. Lunas cautivas is about discovery and, in a sense, rebirth. Expressive close-ups and large shots of the penitentiary (inside and from a distance) immerse viewers into this little known universe.