Cuando una película se presenta como “novedosa”, apelando a recursos utilizados con anterioridad y vistos en millones de propuestas, esa supuesta novedad termina jugándole en contra. Ya hace años en “Soy tu aventura” Nestor Montalbano había contado la historia de dos ineptos que pretendían hacerse ricos secuestrando a una figura de la música, aquí esto es la anécdota que dispara una comedia (?) dirigida a dos manos por Fernando Díaz y Mad Crampi que acerca a una propuesta televisiva que atrasa.
Secuestro express sin galletitas Una galería de personajes variopintos, humor televisivo, algunos elementos de género y reparto irregular terminan malogrando esta comedia bizarra que gira en torno al cruce de maleantes y de malos entendidos para culminar en una balacera poco creíble. Lola se parece mucho a una cantante pop, Heidi, quien tras una noche de excesos -que incluyen todo tipo de drogas y reviente- parece haber fallecido en el acto. El país la busca por su extraña desaparición, sin conocer la verdadera historia del ícono pop adolescente. También un par de ladrones de poca monta pretenden valerse del parecido de Lola y pedir rescate para liberarla de un supuesto secuestro. La trama apela al humor y a las caracterizaciones de los personajes, bastante planos en términos narrativos con excepción del simpático gángster interpretado por Maxi Ghione, con su característico timbre de voz agudo y esa impostura anacrónica desde el vestuario y el lenguaje. Sin embargo, la propuesta se queda a medio camino entre la televisión o las series web de bajo presupuesto que sobrevuelan el firmamento de youtube. Lo bizarro en este caso puede estar vinculado con el tono y el desparpajo, aunque la puesta de escena resulta prolija y la búsqueda de ángulos o movimientos de cámara algo esmerados (se trata de un film a cuatro manos) dicten lo contrario. Mala vida en su conjunto no alcanza a convencer, pero ciertas escenas bien jugadas por los actores despiertan un entusiasmo que rápidamente se diluye a medida que avanza hacia un callejón sin salida: repetir ideas ya utilizadas no es conveniente en estos tiempos y los resultados están a la vista.
Juegos, trampas y dos tramas livianas Fernando Díaz y Mad Crampi unieron fuerzas para co-dirigir Mala vida (2017), película que tras pasar por el 32 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata desembarcó en la 18va edición del Buenos Aires Rojo Sangre. Con una impronta cercana al primer Guy Ritchie -el de la época de Juegos, trampas y dos armas humeantes (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000)- una combinación de tramas simultáneas, humor corrosivo y personajes coloridos, Mala vida (2017) traduce a códigos locales el subgénero de la comedia negra criminal. Un grupo de ladrones con poquísimas luces decide dar un elaborado golpe en una Buenos Aires posmoderna donde Heidi -la máximia estrella Pop- desparece generando asombro en la opinión pública, al mismo tiempo que una chica sospechosamente parecida a la cantante se debate entre casarse o no con un ladrón de autos. En el medio de todo esto, dos amigos se topan con un bolso lleno de dinero que podría traer más problemas que satisfacciones, y por supuesto todos estos conflictos deberían fundirse en algún momento crucial del relato… Bertha Muñiz y Maximiliano Ghione se destacan dentro de un numeroso reparto que incluye a Belén Chavanne, Joaquín Berthold y Miguel Di Lemme entre otros. El tono cómico que bordea lo absurdo sin abrazarlo completamente es uno de los elementos mejor aprovechados del film, que saca todo el provecho posible de su tan particular propuesta. La producción independiente no sufre a pesar de un evidente bajo presupuesto y su estilo visual saca provecho de la creatividad para disimular otro tipo de limitaciones. Por desgracia la mayor falencia reside en lo poco efectivo que resulta ese tercer acto que promete unir todas las líneas argumentales, en un final que no termina de estar a la altura de todo lo construido previamente y nos deja con ganas de más. En el cine al igual que en el mundo del crimen, a veces las cosas no salen como fueron planeadas… pero siempre dejan algo que contar.
Con guión y dirección de Mad Campi y Fernando Díaz, ambos directores con buenos antecedentes profesionales y reconocimientos. El film es un divertimento de gran calidad visual pero de contenido acotado por las buenas intenciones, limitado por un humor muy obvio, con pocos objetivos claros y una realización que se queda en los enunciados. Varios seres desesperados en una ciudad sin ley. Una cantante pop que desaparece. Una chica igual a la cantante asegura por intuición que esta embarazada sin la certeza de quien es el padre, con un novio reciente que se siente responsable, pero también es un delincuente. Una asociación de maleantes que quiere aprovecharse de la situación y secuestrar a la chica “parecida”. Unos amigos tontos que encuentran a la cantante, con una bolsa de dólares y droga. Un novio mafioso de la cantante que la busca porque le robo esa bolsa mencionada. Todo un enunciado, en eso se va el film, de cada uno de los personajes que se unirán en una escena de acción violenta. Bien los actores, la estética del film, la intención. Falta redondear esas buenas ideas con un guión que no solo sea soporte de presentaciones.
Dos improvisados delincuentes contactan a un tercero, excéntrico y profesional, para dar un elaborado golpe: secuestrar a una joven muy parecida a la estrella pop del momento (misteriosamente desaparecida), hacerla pasa por ella y cobrar el rescate. A su vez, esa joven, que está embarazada, tiene que decidir si acepta casarse con el duro ladrón de autos al que conoció dos semanas atrás. Hay también un dúo de universitarios que sobrevive robando electrodomésticos, un gordo barrabrava enamorado, su gemelo policía y unos cuantos personajes más, igual de disparatados, absurdos, caricaturescos o directamente imposibles. Hasta ahí la premisa narrativa de esta comedia criminal que decide jugar –aunque a veces se hace difícil dilucidar si eso es intencional o no- en el terreno de la parodia por medio de la estilización extrema. Desde los vestuarios y las actuaciones hasta los diálogos, todo está tan saturado que los efectos cómicos a los cuales apuntan los recursos desplegados carecen de efectividad. Desde ya resulta imposible pensar que pueda existir algo de profundidad. Seguramente los directores dirán que eso ni les interesa. Se nota que la idea es jugar en la superficie de las situaciones, divertir y divertirse. Sin embargo, y como suele pasar con este tipo de proyectos, lo que puede percibirse es que sus hacedores la han pasado mejor durante el rodaje de lo que luego terminan pasándola los espectadores. El problema entonces reside en que Mala Vida es fallida incluso considerándola desde sus propias reglas. Pero hay algo que llama la atención y que se destaca muy por encima de las diferentes situaciones del deshilachado relato: la cuidada dirección de arte y, sobre todo, el prolijo y muy logrado trabajo de fotografía. Es evidente que hay detrás gente que conoce el oficio y que se ha preocupado no solo para que cada plano se vea bien, sino también para lograr acentos narrativos o dramáticos en cada una de las escenas y secuencias. Y ello genera, aunque seguramente de manera involuntaria, una contradicción, una tensión estética que le da algo de vida a una película carente de vitalidad, y que pese a su intención de jugar en superficies de regodeo y diversión –empresa por demás limitada, infantil, pero válida seguramente para quien la elige- se acerca más bien al aburrimiento mientras no deja lugar a otra cosa que no sea indiferencia.
Mala vida: aventura salvaje y posmoderna Heidi, la estrella pop del momento, desaparece sin dejar rastro alguno. En torno de esta historia una serie de personajes comienzan a tejer una serie de disparatadas aventuras. Entre ellos están tres malvivientes que planean aprovecharse de la situación y deciden un insólito plan para cobrar un millonario rescate, pero nada resulta como ellos lo esperaban. La trama, dirigida por Mad Crampi y Fernando Díaz, recorre alocadamente ese camino en el que se mezclan el amor, el sexo y la violencia. La película entretiene y muestra una Buenos Aires salvaje y posmoderna.
Este film se proyecto en el 32 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata desembarcó en el 18 Buenos Aires Rojo Sangre. La historia cuenta con un elenco destacado Bertha Muñiz, Maximiliano Ghione, Belén Chavanne, Joaquín Berthold y Miguel Di Lemme, entre otros. Tiene una pequeña similitud a “Delirium” Nos ofrece situaciones absurdas, con toques de humor y sátira, pero con una línea argumental muy pobre.
Llega al Gaumont en estas horas, "Mala Vida", una producción de Machaco Films dirigida por el dúo Mad Crampi y Fernando Díaz, realizadores de importante recorrido en el indie local. En esta oportunidad se lanzan a cranear una cinta casi coral, de varias historias que se entrecruzan en algún punto, enmarcadas en una Buenos Aires colorida, extraña y llena de teléfonos a disco! La trama arranca con un programa de tevé que muestra la preocupación en el ambiente artístico por la desaparición sorpresiva de "Heidi"(Belén Chavanne) , una artista teen pop de la que se sabe poco y nada. La misma, terminará apareciendo en el living de la casa de dos vagos, desocupados, inconciente, y aferrada a una cartera llena de dinero. Algo le pasó a Heidi pero no entendemos bien qué. Si bien pareciera que esto implicaría un secuestro extorsivo, la realidad no es tan simple como parece. Por otra parte tenemos a una parejita conformada por un pibe que roba autos y una chica que se parece mucho a Heidi, excepto que claro, no es estrella de la música. Ella le cuenta que está embarazada, y el caballero, mostrando toda su galantería, decide ofrecerle casamiento. Eso si, no es su hijo y aún no han intimado ya que su relación apenas acaba de comenzar. A partir de estos ejes (en apariencia distantes) se van sumando personajes, algunos más definidos (el asaltante profesional de bancos) y otros más difusos, con la intensión de enriquecer el conflicto principal y favorecer situaciones de desencuentros y absurdos. La cinta, intenta mantener un ritmo alocado a través de gags cortos, que no siempre son efectivos. Quizás el guión podría ofrecer algunos matices más interesantes dada la ductilidad de personajes que transitan la escena. El humor no es tan natural pero hay mucho histrionismo en el elenco y eso favorece el clima de delirio, aunque nunca termina por alcanzar niveles de cohesión narrativa para llevar al film a otro nivel. Esto se manifiesta en una historia que luce desbalanceada, donde se percibe que fue pensada con entusiasmo, pero cuyo ensamble final . "Mala vida" es movimiento puro y merece un párrafo aparte el carisma de Chavanne , auténtico imán para el espectador (Joaquín Berthold también juega con el absurdo en su rol de Julián y no se le puede negar que entiende el juego). Ambos protagonistas son de lo mejor de la cinta. Crampi y Díaz han hecho un gran esfuerzo en "Mala vida" y han elevado los estandares de producción un poco más allá de lo que habitualmente vemos en este tipo de propuestas. Los rubros técnicos aportan lo suyo y la banda de sonido está muy bien (la canción principal, "Mi alma lloró" cantada por "The Tormentos" suena increíble), son una grata sorpresa. Me atrevo a decir que abona un camino de ideas novedoso para el cine de género local que invita a explotar guiones más arriesgados. De todas maneras, es siempre una noticia alentadora ver cómo día a día, la industria sigue explorando formatos mainstream y buscando afianzarse en un sello distintivo con sello local.
Mala Vida, película dirigida a cuatro manos por Mad Crampi y Fernando Díaz, es una especie de comedia coral, donde varias tramas conviven en paralelo deviniendo en una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes que la componen: dealers, cantantes desaparecidas, ladrones y barrabravas forman parte de un cóctel que se hace difícil de disfrutar.
Un delincuente profesional y bastante maniático, dos rateros de poca monta que encuentran más dinero del que pueden imaginar gastar, y otros dos que quieren ascender a secuestradores aprovechando la desaparición de la estrella pop del momento. Todo se cruza de forma caótica en la nueva película de Mad Crampi (Run run Bunny!) y Fernando Díaz. Hay muchas líneas en Mala Vida, pero tres son los ejes principales que avanzan en paralelo antes del anunciado cruce en el clímax de la trama. Por un lado, un ladrón de autos obsesionado con la chica que cree amar aunque la acaba de conocer, donde ambos parecen ignorar que es idéntica a una estrella pop que lleva varios días desaparecida. Por otro, dos estafadores pretendiendo aprovechar la situación y fingir un secuestro para cobrar rescate. Y finalmente la verdadera estrella apareciendo inconsciente en el living de dos rateros, junto a una valija repleta de dinero y drogas. No tiene sentido buscar al bueno de la historia, ninguno es trigo limpio en esa lista pero, por sobre todo, a ninguno le falta su buena dosis de absurdo. Con una estética absurda pero cuidada, Mala Vida arranca generando expectativas de ser una película mejor armada de lo que suele ser el estándar del género. Con una paleta de colores intensos remarca los rasgos de las extrañas criaturas que la pueblan; no decepciona visualmente, aunque pronto muestra que no hay mucho más que eso. La historia no es tan compleja como para que termine siendo contada de forma tan desordenada: no refuerza la narración sino que la diluye, queda perdida bajo una maraña de chistes obvios. Los mejores momentos vienen de la mano de algunos destellos actorales de Maxi Ghione y su trío, pero se contrarrestan con otros que hacen desviar la mirada de la pantalla esperando que pasen. Conclusión Desordenada y con un simplón humor adolescente como base fundamental, Mala Vida se queda al borde del absurdo sin saber explotarlo para ser una comedia realmente divertida.
Mala Vida: Violencia Pulp. Llega el nuevo opus de Mad Crampi y es todo lo que esperamos y más. Miguel Moliterno, más conocido por su nombre artístico, Mad Crampi es de esos directores arriesgados, que no le temen a nada. Quizás como los personajes de sus filmes: seres que destilan violencia, inocencia, que son llevados por la avaricia o los más bajos instintos. Ya desde su primer largometraje “RUN RUN, BUNNY! (2003)” sentó las bases de lo que sería su cine, mayormente influenciado por el descontrol y la atmósfera de Russ Meyer y Quentin Tarantino. En el año 2009 gana con “TODOS MIS MUERTOS (2009)” el concurso de largometraje digital del INCAA, un Spaghetti Western mezclado con muertos vivientes, una verdadera obra maestra del género que tanto nos gusta. Ahora llega Mala Vida, un filme que explota literalmente con personajes totalmente sacados, aprovechadores y criminales de poca monta en situaciones delirantes al 100 %: En un Buenos Aires salvaje, posmoderno, de colores intensos y pasiones urgentes, Heidi, la estrella pop del momento, desaparece sin dejar rastros. Tres oscuros mal vivientes planean aprovecharse de esa situación y urden un insólito plan para cobrar un millonario rescate y resolver este tema que tiene en vilo a todo el país. Pero nada resulta como ellos habían esperado y tras confusos incidentes y grandes casualidades, todos los protagonistas confluyen armados en un bar dispuestos a matar o morir. En Mala Vida, Mad Crampi ahora acompañado en la dirección por Fernando Díaz (Aterrados, 2018) nos lleva de excursión en un colectivo lleno de psicodelia donde hay un claro homenaje y crítica a la música pop basura de niñas ricas y cosentidas, de criminales que no saben más que hacer para conseguir dinero, de jóvenes que están “en babia” y se encuentran con un destino mejor al que aspiraban, con una violencia estilizada al más puro estilo tarantinesco, todo esto llevado al máximo exponente con el rock-surf de la banda argentina The Tormentos. Lo que hacen Díaz y Crampi en Mala Vida es un Pulp Fiction nacional y popular, con personajes grotescos pero que podemos cruzarnos todos los días y hasta podrían ser nuestros vecinos. La historia es simple, pero efectiva y no para un segundo. En todo momento hay una escena que te hace reír, saltar de la emoción y hasta aplaudir. El clímax final es de lo mejor que se vio en el cine de género nacional en años. Mala Vida es una propuesta de culto, solo para aquellos paladares exquisitos que nos gusta la adrenalina, la cafeína y las buenas pistolas humeantes (sí, también hay guiños al cine de Guy Ritchie).
La cantante desaparecida Mala vida es una comedia nacional dirigida y escrita por Mad Crampi (Run Run Bunny!) y Fernando Díaz. El reparto está compuesto por Belén Chavanne (El ciudadano ilustre, Hipersomnia), Joaquín Berthold, Maxi Ghione, Matías Marmorato, Vera Spinetta, Federico Liss, Ana María Orozco, Berta Muñiz, Magnus Mefisto, Lucio Greco y Miguel Di Lemme. Heidi (Belén Chavanne), una cantante pop súper famosa que usa peluca roja, pareciera haberse esfumado de la noche a la mañana. Lola (también interpretada por Belén Chavanne), una chica ingenua, está de novia con Julián (Joaquín Berthold) hace dos semanas. Ella cree estar embarazada de otro, sin embargo Julián quiere cuidarla a toda costa y le urge casarse aunque recién se están conociendo. Debido al parecido físico que tiene Lola con Heidi, Acuña (Maxi Ghione), un delincuente de poca monta que tiene a dos secuaces incluso más inútiles que él, idea un plan: secuestrarán a Lola, la harán pasar por Heidi y pedirán una exuberante cantidad de dinero como rescate. Mientras tanto, en el noticiero, conducido por los personajes de Vera Spinetta y Matías Marmorato, entrevistan al “Gordo Grampa”, novio de Heidi que le lleva unos cuantos años de edad. Muchos adjetivos pueden describir a esta película y ninguno es bueno. Grosera, bizarra, absurda, sin gracia, insoportable y la lista continúa. Hay tanta cantidad de personajes que el desorden es inevitable, causando un revoltijo sin ningún tipo de atractivo. Los “chistes” no funcionan, las actuaciones son pésimas porque el guión es un disparate atroz y debemos bancarnos hasta el hartazgo ver a gente drogándose porque sí. Cada vez que aparece un nuevo actor en pantalla, esta se congela por unos segundos en unos tonos de color eléctricos y con un texto que nos indica nombre, signo, ocupación, expectativas y preocupaciones. Como el reparto es inmenso, el recurso se torna súper repetitivo y no funciona. El interés por la historia es nulo porque nada es tomado en serio. Esto no sería un problema si la película hiciera reír, pero el humor aquí no está presente aunque se supone que a eso aspiraron los guionistas. Aunque solamente dura 72 minutos, la película se torna interminable. No logra captar la atención del espectador porque no existe un hilo conductor, no hay desarrollo: la película es un rejunte de escenas sin argumento. La fotografía, a cargo de Salvatore Luccerto, es lo único que puede destacarse ya que logra remarcar matices intensos de un Buenos Aires imaginario. Mala vida constituye un producto cinematográfico terrible que vas a olvidar en pocos segundos.
Esta película de humor negro condensa varios géneros y estilos dentro de una misma historia. En principio puede notarse la parodización de personajes claves de cada género representado, así como también marcas de directores que ya tienen huella en la historia del cine, como Tarantino, en cuanto a ese gusto amargo que dejan determinadas escenas, en la exageración en las reacciones o el juego de las voces, por ejemplo. También en la ambigüedad que presentan los personajes, en lugar de quedar determinados como “buenos” o “malos”. Los títulos y la introducción resultan originales y placenteros audiovisualmente, así como la presentación de cada personaje. La historia no trae nada nuevo, pero sí lo hace el relato, el cuál a través de la coyuntura entre imagen, sonido y efectos especiales, logra escenarios destacables. Si bien hay un patrón que se repite y algo cliché, el de los delincuentes con pocas luces, resulta interesante la inclusión y la deconstrucción que hay con respecto al personaje de la travesti. La única relación amorosa es entre Lola y Julián, y resulta interesante la dinámica entre ellos porque se complementan de una forma en la que no se estamos acostumbrados a ver en películas argentinas. Lola es una combinación entre femme fatale y la “Lolita” de Kubrick. Julián, es el chico rudo y violento tratando de salir del tipo de vida problemática que lleva, sin embargo, tiene una debilidad por Lola. La banda sonora es clave, es una elección excelente para este tipo de películas y muy precisa para cada escena. Mala Vida, cumple perfectamente con la función de entretener al espectador y ayudarlo a evadirse, como lo hacen Lola y Julián cuando van al cine. Por María Victoria Espasandín