Sepultar la verdad Las aristas invisibles sobre el hermetismo de la comunidad judía, si de secretos bien guardados se trata, se refleja en este debut documental del productor y director Walter Tejblum, quien reconstruye en Malka, una chica de la Zwi Migdal, el pasado de una joven judía, Malka Abraham, quien en plena huida de los pogroms europeos arribó a la Argentina en busca de la tierra prometida, engañada para inmediatamente caer en las garras de una red de trata de personas denominada Zwi Migdal. Las actividades ilícitas de esta organización polaca, que dejó de existir hace ochenta años, fueron repudiadas siempre por la comunidad judía, no obstante, aún en estos días existe una madeja de secretos y revelaciones que oculta una historia más compleja y que el director intenta desentrañar en su búsqueda por conocer más de cerca al personaje de Malka Abraham, dueña en su vejez de una fortuna –se especula cuatro millones de pesos- obtenida gracias a la prostitución y que como parte de su testamento había decidido donar a la comunidad judía tucumana a cambio de ser sepultada en el cementerio judío y aceptada por sus coetáneos. El documental, a veces guiado por la intuición y otras por el olfato periodístico del propio Tejblum, en su extenso periplo investigativo que suma testimonios a cámara, material de archivo y reflexiones propias, en realidad expone más allá de la anécdota de Malka Abraham y su rica historia de vida la cara oculta de la doble moral. Interrogantes tales como: ¿qué es ser judío?; ¿cómo reacciona la comunidad ante la presencia de personajes de reputación dudosa como la que se le adjudicaba a Malka?, orillan, perturban; mientras los pasos firmes del cineasta avanzan a pesar de los obstáculos y el pacto de silencio, reconocible en algunos rostros que no logran disimular la incomodidad ante las preguntas. Las frías líneas de un artículo periodístico publicado en La Gaceta sobre el asesinato de Malka Abraham a los sesenta y ocho años, tras haber culminado su testamento, encierra por un lado el mecanismo del olvido, pero parece querer expresar que además de esa crónica el recuerdo de esta figura rechazada por sus pares merece un mejor destino y al menos eso es lo que persigue este documental.
Olvidada y recordada En el documental que gira en torno a la creación de una red de prostitución a comienzos del siglo XX en Argentina, Walter Tejblum no solo ocupa el rol de director, sino que además es quien encabeza la investigación para conocer más sobre una historia tan enigmática como interesante. Malka es una joven que, traída desde Europa mediante engaños, es metida en una de redes de prostitución más grandes y singulares de nuestro país: La Zwi Migdal. El film narra la investigación que hay detrás de este personaje olvidado por la comunidad judía. El género documental debería esmerarse siempre en lograr el objetivo de descubrir y trasmitir nuevas historias y Malka, en este sentido cumple a la perfección, describiendo un relato novedoso en donde a pesar de que ella esté ausente, se materializa a través de la mirada de los otros. Hasta aquí todo bien, pero está claro que su director optó por priorizar el desarrollo del contenido del film, y olvidarse de que, más allá de que el documental se caracteriza por una estética desprolija, esto no significa que no haya que poner también empeño sobre el aspecto técnico y que siempre se toma una decisión estética, que en este caso, no termina de definirse en ningún momento. Por ejemplo: El documental busca remarcar que nos encontramos ante una investigación policial y que como tal, se recorrerán diversos lugares en busca de más pistas y respuestas. Se entiende entonces que se nos muestren algunas secuencias en donde vemos a Walter caminando hacia su próximo destino, pero la reiteración hasta el hartazgo de estas escenas, simplemente no aportan nada nuevo a la trama y generan una sensación de Deja vu . Sin embargo el error más grave en este aspecto, aparece en la decisión de evitar los títulos que se encargan de identificar a cada entrevistado, ya que a pesar de que algunos de ellos revelan su identidad al comienzo o durante la conversación, esta ausencia es molesta, y no se termina de comprender la decisión de haber eliminado uno de los recursos más esenciales del género. En los 65’ minutos de duración, se logran pláticas interesantes, a pesar del reto que implica buscar personas aún vivas que recuerden o puedan aportar información valiosa sobre una organización extinguida ya hace tanto tiempo. Incluso aunque algunas de las preguntas que el director expone no sean respondidas, se manifiesta con éxito la enseñanza que el director busca dejarle al espectador sobre la doble moral que yace en cada uno de nosotros.
Radiografía de una vida ¿Quién fue Malka? Esta pregunta es la que se hace un investigador para descubrir los vericuetos de una mujer de la colectividad judía que, a comienzos del siglo XX, fue traída desde Europa mediante engaños e incorporada a una de las redes de prostitución más grandes de nuestro país: la organización Zwi Migdal. El investigador (Walter Tejblum, el director de este documental) recorre diversos lugares de Buenos Aires para reunir materiales para su trabajo, y así descubre que Malka vivió y murió en Tucumán, ciudad hasta la que llega este hombre para ponerse en contacto con quienes la conocieron. Internándose cada vez más en esta investigación, va surgiendo nítidamente la figura de Malka Abraham, una chica de menos de 20 años que logró escapar de la organización para establecerse, en la década del 30, en Tucumán, donde hizo lo único que sabía o conocía para sobrevivir: prostituirse. Frente a cámara, quienes conocieron o sabían de ella descorren los velos de su existencia, tan penosa como secreta que, según algunos de ellos, terminó dejando como herencia una cuantiosa fortuna para obras de caridad y, según otros, fue asesinada brutalmente.
El Columbo de la comunidad judía Como en otros documentales argentinos, el realizador asume el papel de investigador, que sin apuro va desovillando la trama de una pupila de la temible organización Zwi Migdal, que logró escapar de esa red de trata para terminar asesinada. Ante un misterio irresuelto, algunos documentales buscan resolver aquello que la realidad no quiso, no pudo o no supo. Es el caso de Yo no sé qué me han hecho tus ojos (2002), donde los realizadores daban con el paradero de la mítica cantante de tangos Ada Falcón, cuya figura parecía haber desaparecido entre las nieves del tiempo. En Malka, Walter Tejblum emprende un viaje buscando dilucidar qué sucedió con una figura igualmente sinuosa. Pero en esta ocasión el realizador prefiere no ir más allá de lo que el medio que la rodeaba y la investigación policial eligieron no hollar. Con lo cual denuncia, en la propia puesta en escena, una pieza o varias que la realidad prefirió no armar, por motivos que el documental se ocupa de abrir a la conjetura del espectador. El caso es el de una de aquellas “polaquitas” que la red de trata de personas conocida como Zwi Migdal trajo bajo engaños a la Argentina, en las primeras décadas del siglo pasado, para explotarlas sexualmente. Las cifras son espeluznantes, con un aproximado de veinte mil chicas repartidas en tres mil prostíbulos, con reconocida connivencia policial y gubernamental. En determinado momento, Malka (o Malke) Abraham habría logrado zafar de la temible organización, estableciéndose en la lejana Tucumán en los años ’30. Allí habría regenteado ella misma un prostíbulo, amasando una enorme fortuna y muriendo asesinada, a fines de los ’50, sin dejar descendencia. La incalculable herencia habría ido a parar a las instituciones rectoras de la comunidad judía de la zona, entre ellas una escuela, para lo cual previamente hubo de vencerse la condena ancestral que la ortodoxia religiosa tuvo tradicionalmente para con las trabajadoras del sexo. Malka es un documental en primera persona, con el propio Tejblum ocupando el lugar de investigador que Sergio Wolf adoptó en Yo no sé qué me han hecho..., Nicolás Prividera en M (2007) y Sebastián Schindel en El rascacielos latino (2012). Es también un film de viaje, en el que Tejblum se traslada de Buenos Aires a Tucumán para indagar, en archivos y con entrevistas a gente indirectamente vinculada, quién era la tal Malka (a quien en la zona algunos llaman “santa”) y cómo fue que rabinos y autoridades civiles aceptaron recibir la suculenta herencia. En verdad, los datos parecen estar más a la vista de lo que podría suponerse, haciendo pensar que si nadie los vio hasta entonces fue porque no quiso. Un pequeño suelto, en la sección Policiales del diario La Gaceta de octubre de 1957, informa con pelos y señales que la señora apareció en su cama con el cráneo hundido, en medio de un charco de sangre y sosteniendo en la mano un título de propiedad. Lo cual debería llevar de cabeza a una investigación de rutina, que nadie parece haber emprendido. De aspecto cualunque y un aire como de desinterés, que sus empeños sin embargo desmienten, Tejblum se comporta como una suerte de Columbo de “la cole”. Así se lo ve frente a un prestigioso ginecólogo, asombrado de lo que La Gaceta informaba medio siglo atrás, o la hija de quien, en su carácter de presidente de la equivalente local a la AMIA, concretó en su momento el traspaso de los bienes y levantó con ellos la nueva sede de la entidad. Siempre como quien no quiere la cosa, Tejblum visita el cementerio judío de la capital tucumana, cuyo administrador le señala la tumba de la “santa”, separada del resto, en un terruño que incluso no se considera parte del camposanto. La placa que la menciona es la única que no ostenta símbolo religioso alguno. “Qué curioso que la misma comunidad que la condenó no haya tenido problema en aceptar su donación”, comenta Tejblum en un momento, como quien piensa sin mucha convicción en voz alta. Durante el diálogo con la hija de aquella autoridad da un paso más, recordándole a la señora que hay quienes piensan que el papá guardaba contactos con la Zwi Migdal. El comentario queda algo tapado por la interlocutora, que parecería no registrarlo y por lo tanto ni se molesta en contestar. Así como halla sin demasiados problemas la necrológica, a Tejblum tampoco le cuesta mucho dar con el testamento de la señora. Llamativamente, sus interlocutores abren los ojos cuando comenta que lo tiene, como si el escrito fuera una suerte de Santo Grial judío, súbitamente hallado. Un escribano enumera las muchas propiedades de la mujer, ubicadas en los mejores barrios de la ciudad, y otro interlocutor estima en cientos de miles de dólares de la época el monto de la herencia. Suma que fue a parar a aquella sede y a la escuela Barón Hirsch, la más exclusiva de la comunidad. Nadie se preocupó nunca por investigar quién, cómo, por qué y eventualmente por encargo de quiénes habría martillado insistentemente la cabeza de la “santa”. Tejblum esparce esos puntos ciegos, como Hansel y Gretel las miguitas, dejando picando el tema, por si a alguien le interesa y decide investigar.
Crimen en la comunidad A la manera de una investigación policial transcurre Malka, un documental que reúne información sobre Malka Abraham, una joven prostituida por la organización Zwi Migdal en la provincia de Tucumán durante la década del 30. Años después, Malka siguió en la prostitución, juntó un montón de dinero y fue asesinada en 1957, en un hecho aun no resuelto por la justicia. El trabajo de investigación del director Walter Tejblum, como si fuera una especie de periodista de policiales de la actualidad, resulta encomiable como así también su afanosa búsqueda de la verdad, entrevistando personas, visitando el archivo del diario La Gaceta, hablando con herederos del personaje central. En ese punto, Malka traza un manto de permanente sospecha sobre el caso: declarantes que niegan a testimoniar o retrasan la cita, omisiones y olvidos, sorpresas varias ante el periodista-director que sabe mucho más que otros, o en todo caso, que no recibe las respuestas adecuadas para resolver el enigma. Si Malka, una chica de la Zwi Migdal presenta un cuadro de sospechas sobre un asesinato no resuelto aún, haciendo énfasis en el mutis por el foro de algunos integrantes de la comunidad judía, las elecciones formales del documental no superan una leve medianía que puede observarse en trabajos similares. Las respuestas al caso, las pocos que se visualizan en el film, son presentadas a través de las palabras, dejando a las imágenes en un segundo lugar. Mientras tanto, los cuatro millones de la herencia de Malka Abraham comprueban que todavía subsisten puntos oscuros en tan particular vida y en las de otros más.
Entre tramas ocultas. Aprovechando recursos del documental, el film familiar y la investigación periodística, Walter Tejblum -director, productor y narrador- nos lleva al corazón de la Zwi Migdal y la historia real de Malka Abraham , quien fuera traída de Europa con pretextos de “hacerse la América” por dicha red mundial de trata de personas que operó entre 1906 y 1930. La red estaba constituida por delincuentes de origen judío que se especializaban en la prostitución forzada de mujeres del mismo credo. Llegaron a acumular alrededor de 10 mil millones de pesos y contaban con más de 30.000 mujeres explotadas, obligadas a prostituirse. La de Malka es una historia de ocultamientos por parte de la comunidad judía que devela la inaccesibilidad de la misma. La película logra eficientemente mostrar este lado oculto de la comunidad que excomulgó a la Zwi Migdal pero también negó la historia de Malka para siempre. El poder de seducción y atracción del film está enfocado en el yo del narrador que comunica las imágenes como propias, haciéndonos partícipes directos de ese intercambio comunicativo. En efecto la búsqueda de Walter se convierte en una búsqueda personal y a la vez masiva. La película logra transportarnos a dos mundos a la vez: por un lado el mundo de Walter y su pesquisa incansable y por el otro la trama de encubrimientos y desconocimiento por parte de la comunidad judía. En esto reside su originalidad y capacidad de denuncia. A cambio de ser sepultada en un cementerio de la comunidad judía y ser aceptada por sus pares, Malka Abraham decidió en su testamento donar parte de su fortuna -amasada en décadas de prostitución- a la comunidad judía tucumana. Su muerte alrededor de los 80 años y la ocultación e ignorancia acerca de la misma por las autoridades y por muchos de los judíos de la comunidad dejan abiertos muchos interrogantes. La película propone, utilizando archivos periodísticos y documentos legales, correrse del triste destino que tuvo Malka para hacer de su vida un homenaje en pos de contestar algunas preguntas que se le formularán a los que vean la película, en especial acerca de la moral judía y la forma en que la comunidad trata esta temática oculta.
Malka merecía un film mejor La sórdida trama de prostitución relacionada con la comunidad judía en la Argentina aún tiene muchas historias y secretos que contar, y el documentalista Walter Tejblum enfoca uno de estos relatos no contados en esta película sobre Malka, o la "Santa Malka", una prostituta y tal vez también madama de un prostíbulo que en el momento de su muerte en 1957 en la ciudad de Tucumán lego su cuantiosa fortuna de 4 millones de pesos de la época a la comunidad judía local. Esa herencia provocó cierto escándalo en la comunidad judía tucumana dado que, entendiendo el origen pecaminoso del dinero, el establishment no querría hacerse cargo de esa sucesión. La historia sin duda es más que interesante, pero merecía un tratamiento visual y cinematográfico mucho más riguroso. Las imágenes del film se refieren más al cineasta tomando subtes y aviones o hablando por teléfono, o leyendo textos que intentando incluir algún material de archivo al film utilizando algún tipo de recurso propio del lenguaje del cine. Por ejemplo, luego de visitar al rabino de Tucumán o de visitar los archivos del diario "La Gaceta", o una escribanía, los hallazgos encontrados son leídos con cierta rapidez, y culminan en un coloquial "¡Mirá vos!", lo que obviamente le quita un poco de seriedad a una investigación que por otro lado no deja de aportar datos de interés. Al menos hay sentido del humor, especialmente cuando el director sostiene diálogos con gente mayor que podría recordar algo de la época, e incluye imágenes interesantes, como la visita a la tumba de Malka Abraham, a la que incluso hubo quien atribuyó poderes milagrosos. En síntesis, lo interesante del tema es lo principal en un documental que podría haber estado a la altura.
Como una fuerte autocrítica De a poco, la autocrítica se ha vuelto una sana costumbre en la comunidad judía argentina. Aunque sería injusto reducir Malka, una chica de Zwi Migdal a esta tendencia, no podemos dejar de advertir el hecho, desde Jacobo Timerman a Shlomo Slutzky, que en Sin Punto y Aparte aborda entre otros temas el papel de los dirigentes argentinos durante la última dictadura. Pero ésa es otra historia, acá nos ocupamos del documental de Walter Tejblum, quien comete algunos excesos propios de un Michael Moore de estas pampas, mientras desgrana su investigación sobre Malka. ¿Quién fue Malka? Una inmigrante que llegó a nuestro país en los años ‘20, traída por la tristemente célebre Zwi Migdal, la organización judía que explotó a miles de mujeres de su colectividad como prostitutas. Tejblum sigue el camino de Malka, que lo lleva a Tucumán, donde muere asesinada el 21 de octubre de 1957. Con material de archivo y entrevistas a viejos referentes de la kehilá, Tejblum intenta develar un caso con connotaciones éticas y mucho misterio. Tres años antes de su muerte, Malka, que regenteaba prostíbulos tucumanos, llega a un acuerdo con los líderes de la comunidad. Les dejará todos sus bienes, y 4 millones de pesos de ahorros, si la sepultan en el cementerio judío. ¿Fue Malka parte de la Zwi Migdal? ¿Los fueron algunos de los miembros de aquélla comunidad? ¿Por qué no hay una sola placa con su nombre, siendo que les dejó una fortuna? Prostitución, prejuicios y un asesinato no resuelto en una historia tapada por la propia colectividad. “Por más que seas un transgresor eres parte de nuestro pueblo”, dice uno de los entrevistados. ¿Aplicable al caso de Malka sólo porque les dejó su dinero?
Pacto de silencio ¿Quién fue Malka Abraham? ¿Cuánto hay de verdad y cuánto de mentira en los mitos construidos alrededor de su figura? Sobre esas preguntas parte Walter Tejblum en Malka, una chica de la Zwi Migdal. A la manera de los policiales clásicos de la literatura y de varios documentales recientes, con El rascacielos latino como el exponente hasta ahora más novel, Tejblum se pone en la piel de un detective -con sobretodo incluido- para dilucidar los hechos ocurridos varios años atrás. Varios que en realidad son muchos, ya que se sabe que Malka llegó a la Argentina un siglo atrás. A partir de aquí, las suposiciones: que vino en engañada por una red de trata de personas conocida como Zwi Migdal de la cual logró escapar y fugarse a Tucumán, donde empezó a regentear su propio prostíbulo. Mal no le fue, ya que llegó a acaparar una fortuna estimada en cuatro millones de pesos y varias propiedades en las zonas más caras de la capital provincial ¿Qué ocurrió con ella? La asesinaron en 1957 ¿Quién? Aún no se sabe ¿La herencia? Fue a parar a distintas entidades judías locales, permitiendo incluso la refacción de la escuela religiosa más prestigiosa de la ciudad. Tejblum parte a Tucumán para reconstruir el caso mediante los testimonios de distintos personajes de la comunidad. Personajes que no dudan de mirarlo de reojo ante la mención de Malka, como si sobre ella existiera un manto de silencio que nadie parece muy predispuesto a romper. Salvo Tejblum -claro- quien, en su rol de periodista/investigador, logra incomodar a más de uno a fuerza de información, precisión y determinación. Las fisuras de un relato preestablecido y la forma en que el film muestra cómo progresivamente comienza a resquebrajarse son los puntos más altos. Punto alto que, paradójicamente, conlleva al más bajo. Quizás demasiado preocupado por la narración/investigación y el valor periodístico de su trabajo -que lo tiene, y mucho-, Tejblum nunca intenta llevar su relato más allá del formato tradicional de los documentales expositivos, con cabezas parlantes diciendo muchas veces aquello que podría haberse expresado a través de las imágenes.
Un muro de silencio La Zwi Migdal fue una red de trata de blancas manejada por ciudadanos de origen judío que allá por las primeras décadas del Siglo XX traía por engaño mujeres judías al país y las obligaban a prostituirse. Su centro de operaciones era Capital Federal, pero la red terminó involucrando a unos 3.000 prostíbulos y más de 20.000 mujeres, según los datos que acerca Walter Tejblum, director y protagonista del documental Malka, una chica de la Zwi Migdal, que sigue esta historia singular y a la vez bastante desconocida. Pero hay un dato más interesante: Malka Abraham fue una de esas mujeres, que logró liberarse de la red y terminó trabajando como prostituta en Tucumán. El recelo de la comunidad judía sobre su figura y los curiosos entresijos que existen sobre su vida y -especialmente- su muerte, nutren los pasajes más atractivos de este documental. Si bien es cierto que desde la forma el film no sale de cierta rutina y falta de ambición, el director sabe que tiene entre manos una historia que anda sola y que no precisa siquiera explicitar demasiado: le bastarán un par de preguntas, a los personajes adecuados, para dejar en evidencia que en esa comunidad judía de Tucumán subyace un pasado oscuro y algo perverso. Malka… es, entonces, un documental donde importa más lo que se dice y donde lo que se ve importa cuando revela miradas o movimientos corporales incómodos, como los de aquel ginecólogo cuyo padre parece haber estado involucrado fuertemente en la historia. A la manera de las películas de procedimiento, Tejblum no sólo indaga en la Zwi Migdal y en la figura de Malka, sino que además, a partir de su investigación, consigue -sin demasiado esfuerzo- material que demuestra el desdén sobre la figura de la mujer: despreciada por la propia comunidad, y luego de cosechar una fortuna, fue asesinada de una manera brutal aunque el hecho nunca se aclaró. La escena del crimen es curiosa, según detalles de un diario de la época: su cráneo estaba hundido y en la mano del cuerpo sin vida se halló un título de propiedad. Decíamos que Tejblum consigue esos datos sin demasiado esfuerzo, y esto no es una crítica. Todo lo contrario: el director deja en evidencia que los rastros sobre aquel crimen están ahí, al alcance de quien tenga un poco de voluntad de actuar, pero es esa especie de pacto de silencio que se cierne sobre la comunidad judía de Tucumán la que impide que el final de Malka Abraham se esclarezca. De la misma forma, Tejblum propone un documental sin demasiados alardes visuales o narrativos: lo suyo es la voluntad por desnudar aspectos del pasado y brindarlos a la sociedad (su film es en todo sentido un trabajo periodístico) antes que por dejar una marca autoral en el universo del cine. Son precisamente esos momentos, donde se descubre lo repelente detrás de la normalidad que pretenden ciertos ancianos reputados de una sociedad o comunidad, los que le dan cuerpo a la línea principal del film. Pero por suerte no hay en Tejblum un ánimo de denuncia o de protagonismo a lo Michael Moore, sino más bien el de poseer el espíritu de incomodar a una sociedad que silencia y calla sus propios pecados e imperfecciones, y que se inculpa con apenas abrir la boca.
Malka, una chica de la Zwi Migdal, ópera prima de Walter Tejblum, rescata la historia de un personaje poco conocido en la comunidad judía argentina, Malka Abraham. La Polaca Malka Abraham era una judía polaca que fue traída a la Argentina en la década del 30 por la Zwi Migdal, una organización de polacos que traía mujeres de Europa a Buenos Aires y las obligaba a prostituirse (dicho más corto, una organización de trata de personas). Afortunadamente, logró escaparse de la Zwi Migdal y se estableció en Tucumán. Allí se desempeñó como prostituta, lo que causó que nunca fuera del todo aceptada en la comunidad judía. Con los años, Malka cosechó una gran fortuna que decidió donar a la comunidad judía de Tucumán, a cambio de ser enterrada en el cementerio judío. Walter Tejblum viaja a Tucumán para investigar sobre la historia de vida de Malka, de la que se sabe muy poco, y cuestiona la postura de la comunidad judía en esa época. Un documental de gente que no mira documentales Es una desilusión tremenda que de una historia interesante y repleta de misterio se haya hecho un documental tan flojo. Las formas dejan mucho que desear, me da la impresión de que es un documental que está hecho por personas que no miran documentales. Malka aburre, es poco clara a la hora de plantear la información y desaprovecha lo interesante del personaje y los hechos históricos. Tampoco me parece un acierto que Walter Tejblum tenga tanta presencia delante de la cámara. Está bien, es una película sobre su búsqueda de la historia de Malka Abraham, pero aporta poco y nada verlo hacer llamados telefónicos y hablar con los comerciantes de un mercado, por citar un ejemplo. Se vuelve muy autorreferencial y no se sostiene para nada, porque no es su historia la que se está contando y tampoco él tiene una relación particular con el personaje histórico (a diferencia de La chica del sur, donde tiene muchísimo sentido la presencia de José Luis García en su propio documental). Otro aspecto que quizá parezca un detalle, pero que a mi parecer tiene mucha importancia en películas independientes, es el poster de la película. Si estoy en el Gaumont decidiendo qué película mirar y veo este poster (sin saber de qué trata Malka), automáticamente la descarto como opción. Conclusión Malka, una chica de la Zwi Migdal es un documental que no hace más que desaprovechar su contenido. Es muy poco interesante desde lo formal, no engancha al espectador y no parece tener mucho trabajo detrás. Es una propuesta válida para quien quiere conocer la historia de esta mujer, pero no tiene mucho más para ofrecer.
Despite how conventional it is in its film form, Malka remains an unusual documentary as regards its content: the title character, Malka Abraham, was a 20-year-old Jewish woman who arrived in Argentina from Europe in the 1920s under the false promise of a bright future. Instead, she was forced into prostitution by the Zwi Migdal, a Jewish organization involved in the trafficking and sexual slavery of Jewish women from Eastern Europe. Primarily based in Buenos Aires, but with branches in Rio de Janeiro, Sao Paulo, New York, and Warsaw, the Zwi Migdal operated from the 1920s to the late 1930s, with yearly proceeds of 50 million dollars. In the 1920s, it already had over 400 pimps and 2,000 brothels with 30,000 women in Argentina alone. Like many other women, Malka also suffered the humiliation of being a forced sex worker. But unlike many others, she managed to flee the organization in the 1930s and went to reside in Tucumán, where she kept on doing the only thing she knew how to do: prostitution, yet this time out of her free will. “How could this be possible? The Jews, those of my religion and my family’s religion, who had to escape Europe to avoid being victims of humiliation and under the risk of being assassinated, these Jews were exploiting women of their own religion,” wondered in astonishment Walter Tejblum, who wrote and directed Malka with the hope of finding out the many facets of such a disgraceful phenomenon. The story of Malka didn’t end when she arrived in Tucumán. Instead of being reinserted into a normal life, she was criticized and ostracized by the people of Tucumán at large — including the Jewish community. She was disliked to the point of almost not being buried in the Jewish cemetery when she was murdered in her late 50s (the identity of the killer remains unknown). And even when she stated in her will that she wanted her fortune to go to her own community, there was a debate as to whether to accept it or not for it was “dirty money.” Of course, in the end the money went somewhere (though perhaps not all of it to where it was destined to). From a journalistic and exploratory point of view, Walter Tejblum’s documentary is very valuable in its careful and detailed exposition of the facts, events, episodes around Malka’s story. It does what many of the best documentaries do: it unveils and exposes what has been hidden. Against all odds, the filmmaker interrogates and raises uneasy questions that most interviewees opt not to answer — which nevertheless means answering the issue is not up for debate. Against the oblivion Malka had been sentenced to, the filmmaker forces her figure to surface. And in so doing, he also draws a portrayal of how hypocrisy, prejudice and discrimination are deeply ingrained in any order of society. In his quest for finding out the truth, Tejblum finds some unexpected allies who give him essential information as well as honest, heartfelt testimonies. And unlike those who condemned Malka, Tejblum doesn’t really judge them. Better yet: he leaves them exposed to their own. Most important, he vindicates Malka, the black sheep of the family who had been long forgotten. Until now.
A veces la potencia del contenido de un documental supera las decisiones estéticas. “Malka, una chica de la Zwi Migdal” es un ejemplo. Walter Tejblum aclara con palabras, al comienzo, que estamos, ante todo, frente a la posibilidad de satisfacer la curiosidad. “Haciendo la cola para sacar el pasaporte polaco escuché de alguien la historia de su abuela que perteneció a la Zwi Migdal. Yo había escuchado hablar de esta organización de principios del siglo XX. Algo me inquietaba: judíos explotando a mujeres judías. Entre todas las historias me llamó la atención la de una chica llamada Malka.” Estas frases sobreimpresas insertadas con imágenes de búsqueda de información (on line primero, con libros después) sirven como introducción para la composición de una suerte de personaje detectivesco que lleva a cabo, impulsado por la intriga, una investigación con punto de partida en Buenos Aires pero que, a lo largo de poco más de una hora, llegará al corazón de Tucumán, lugar en el cual se mantiene un secreto a voces entre la comunidad judía. Cuando se habla de la Zwi Migdal, pero en especial al mencionar a Malka. Sería cruel con el espectador revelar los pormenores de este camino, pues justamente es en el proceso de preguntas, reuniones y averiguaciones donde reside lo más jugoso de éste documental sobre un período nefasto en el cual la vida humana no valía demasiado. “Malka, una chica de la Zwi Migdal” muestra con buen pulso narrativo varias aristas de una sociedad que todavía hoy baja la vista frente a la mirada que revisa el pasado turbio, como si fuera algo que debe morir sin ser revelado. El espectador va cobrando una sensación de repudio al mismo tiempo que, en aras de contar una historia, va imaginando lo interesante que sería una ficción sobre este tema muy cercano al policial negro. Walter Tejblum le quita solemnidad a la temática para poder abordarlo desde otro lugar más terrenal. Así, todo el contenido llega tan fácil como contundente. Puede que haya mucho más por conocer sobre el tema y que esto sea la punta del iceberg. Esta película es un gran comienzo.
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Secondary Navigation HomeNosotrosContacto Leedor.com Primary Navigation Inicio Artes Visuales Cine Literatura Teatro Concursos Heterodoxia Especiales malka Malka, una chica de la Zwi Migdal Alejandra Portela on 15 septiembre, 2014 at 17:43 Una de las redes de prostitución más grandes que actuaron en la Argentina en la época de la inmigración de principios de siglo XX fue la Zwi Migdal, manejada por judíos que atraían mujeres amenazadas por los pogroms en Europa. La particularidad de esta red ademas de que era muy poderosa es que fue combatida por la propia comunidad. La historia que explora este documental de Walter Tejblum es la de Malka Abraham , una mujer victima de la trata de blancas que termina escapando de la red y que instala un burdel en Tucumán. Una historia que tiene muchas aristas interesantes porque, rechazada por la comunidad judía de aquella provincia, Malka termina siendo asesinada en un crimen nunca esclarecido y sepultada en el cementerio judío en Tucuman, con el detalle que dona antes de morir (en octubre de 1957) todos su bienes a la comunidad judia. En el medio, su figura se va cargando de un significado de santidad a la vez que se discrimina su recuerdo por ser prostituta, pero con debates internos en los que prevalecía por ejemplo que “todo miembro del pueblo judio por mas que sea transgresor nunca dejará de serlo”. La donación de 4 millones de pesos, “muy tergiversada”, no registrada y finalmente olvidada como algo que pudo no haber existido en realidad termina siendo el tema central de una red de complicidades y silencios que cruzan varios temas la violencia de género, la discriminación social y el funcionamiento de una comunidad en el interior de la Argentina atravesada por poderes e intereses no menos oscuros. Tejblum escribe y dirige este documental pero tambien se pone en el papel del investigador periodístico de la vida de Malka, de quien queda apenas una foto desdibujada sacada de la noticia de su asesinato, en el escenario de Tucumán. En una de las paredes de la ciudad, la pintada del siguiente texto”Este cuerpo es mío, no se toca, no se viola, no se mata” firmado por un grupo Rebeladas, Casa de las mujeres, son los restos seguramente de la marcha de mujeres, no pasa desapercibido por la cámara dándole de algún modo el tono general a la pelicula. La visita a los archivos del diario La Gaceta, al Archivo de Escribanos de la ciudad, las entrevistas a descendientes de antiguos miembros de la Kehila con algunos contrapuntos interesantes como el de la nieta y un sobrino del albacea de la fortuna de Malka , una mujer catalogada como innombrable, van armando de modo sobrio y ajustado el modo interactivo de este documental que se propone desenredar los matices de una historia cargada de pactos ocultos, circunscribiéndose a los vericuetos del olvido y el paso del tiempo. Walter Tejblum comenzó en cine como asistente en el corto Niños Envueltos de Daniel Burman en Historias Breves I en 1995. Desde entonces, se ha desempeñado en diversas áreas de la industria de la televisión, publicidad y cine. A través de su productora WAP, ha producido y co-producido entre otras, las películas: Lesbianas de Buenos Aires, de Santiago García (2003); Un Año Sin Amor, de Anahí Berneri (2005); El Cine de Maite, de Federico Palazzo (2008); Otro Entre Otros, de Maximiliano Pelosi (2010); Una Familia Gay, de Maximiliano Pelosi (2012). Las Chicas del Tercero (2014).