Paz y espiritualidad La corta pero intensa vida del artista Bob Marley queda perfectamente resumida en este interesante documental, el único testimonio cinematográfico autorizado por su familia, que cuenta entre sus productores con uno de sus 11 hijos Ziggy Marley y la dirección de Kevin Macdonald, responsable de El último Rey de Escocia y de otro documental llamado Touching the Void. Si bien la estructura narrativa no escapa al convencionalismo y al orden cronológico con un enfoque desafectado que reúne por un lado testimonios de familiares, hijos, compañeros, amigos y allegados al cantante y compositor (entre quienes se destacan el propio Bob Marley, Rita Marley, Bunny Wailer, Ziggy Marley, Lee Perry), también exhibe muchas facetas positivas de Bob Marley para erigirlo al nivel de mito pero sin descuidar su parte terrenal, humana y su particular mirada sobre el mundo y la vida desde los postulados de la filosofía rastafari. Las imágenes de archivo conseguidas, muchas de ellas aportadas directamente por sus familiares, son tan valiosas como algunos entrevistados que se entrelazan en un relato que maneja el salto temporal de pasado a presente de manera fluida y sin cortes abruptos. Los nombres más conocidos que aparecen en pantalla como cabezas parlantes son por ejemplo el de Peter Tosh, guitarrista en un periodo corto del grupo con el que comenzara Marley, The Wailers, quien por diferencias artísticas y personales dejó de participar de las giras que progresivamente llevaron la música reggae fronteras hacia afuera y que a través de su legado musical se expandiera como propuesta pacifista frente a las miserias humanas y a los políticos. El compromiso de este cantante que encontró en la música desde su temprana infancia el vehículo catalizador para transmitir su mensaje y sus emociones marca a fuego toda su preocupación vital; toda su lucha silenciosa contra los prejuicios, los odios de clase y sobre todo el racismo al haber nacido como mestizo por ser hijo de padre blanco y madre negra. Dos puntos de inflexión marcan el derrotero de su vida y también de este documental que abraza desde sus imágenes el espíritu y la filosofía rasta, recorre cada gira con fragmentos de shows plasmando el crecimiento artístico y la expansión continental: el activismo político sin banderas y con la única consigna que se resume en una poderosa frase One love por un lado coronada en un recital histórico en Jamaica donde logró que los adversarios políticos se tomaran de las manos en plena convulsión y momentos de violencia de la que fue víctima al ser herido de un balazo en un atentado y por otro la lucha silenciosa contra un melanoma que devino en cáncer terminal y que lo apagó para siempre a los 36 años, con el final de sus días en Alemania y sin su maravillosa cabellera rasta, mutilada cruelmente por la quimioterapia. Por momentos resulta conmovedor reconocer en un hombre pequeño y tímido a un gigante con un corazón completamente abierto hacia el prójimo y un ego del tamaño de una uña que comprendió rápidamente que la única forma de trascender es dejar de ser lo que los otros quieren que seas y vivir el presente como si fuese el último día, porque el descanso aletarga al espíritu y alimenta la inercia que se manifiesta de diferentes maneras y de formas a veces impredecibles. Seguramente este rastaman, sabio y humilde, tuviese sus dobleces como cualquier mortal y sus errores que el documental no descubre ni sale a buscar es cierto pero más allá de ese defecto que puede deberse a un criterio selectivo o de devoción a su figura y su música resulta innegable su transparencia como persona sencilla y su entrega absoluta a la música, al público y a su gente.
Bob, el constructor Este documental sobre la vida de la máxima estrella de reggae cubre en 144 minutos desde su nacimiento hasta su muerte. Como era esperable por el currículum de su director, Kevin Macdonald (El último rey de Escocia, Los secretos del poder), al hombre le interesa más la dimensión política y religiosa, la historia de vida de Marley, que su universo musical específico. Así es que, pese a lo largo y denso que es el film, que tiene muchísimo material inédito ya que la familia de Marley es coproductora de la película (Macdonald tuvo un acceso total a los archivos y tampoco oculta algunas de las zonas más “complicadas” de Bob, como sus varias mujeres y amantes paralelas con las que tuvo once hijos), no se profundiza mucho en el lado de la influencia musical del reggae ni en su impacto en el mundo de la música. Eso queda relegado, tapado por la dimensión política de Marley en Jamaica, su paso por Africa y su rol de “pacificador” tanto en su país como, luego, a partir de sus canciones, en el mundo. Es un film interesante por la cantidad de material inédito en video y fotos, y para tomar dimensión del peso de la figura de Marley, pero la larga fila de entrevistados y lo poco que parece interesarle a Macdonald si Marley hacía reggae o cha cha cha, le quita cierto interés. O, al menos, es lo que me sucedió a mí, que imaginaba que la película me iba a absorber y me terminó aburriendo un poco por lo previsible de su línea narrativa, especialmente si uno más o menos conoce algunos hechos clave de su vida.
El profeta Marley El documental Marley (2012) recorre la historia del mítico músico jamaiquino que, sin importar cuántas producciones haya en la videoteca mundial y cuán conocido sea el relato de su vida, su director Kevin Macdonald lo resuelve en una obra exigente y apasionante sobre el impacto mundial de su música y lo resonante de su mensaje a 30 años de su muerte. Marley trata de un film exquisito que, a lo largo de sus casi dos horas y media de metraje, se plantea el desafío de abarcar la historia entera –lo que, por razones obvias, se traduce al motor aspiracional del relato- sobre lo auténtico, lo fascinante y lo crudo que devela la vida y obra de uno de los músico más importante de la historia reciente. Las múltiples aristas que componen el film no solo dan cuenta de un logrado y ambicioso proyecto fílmico, también revelan al espectador la intensidad con que Marley transitó sus 36 años de vida. A través de una narración minuciosa y repleta de testimonios, se descubre a un hombre tan complejo como humano: su origen humilde en el asentamiento rural de Saint Ann, la misteriosa historia que rodea a su padre blanco, sus comienzos en la música durante la adolescencia, el intento de asesinato que lo forzó al exilio, el retorno soñado al continente africano, la influencia de la religión Rastafari en su creación musical y cómo forjó un camino en común entre la militancia política y su vocación profética de unir al mundo. Sin dudas, Marley es una pieza documental exhaustiva que, respetuosa del género y el continuum cronológico de los hechos, reboza de imágenes de archivo y del testimonio de quienes mejor lo conocieron, recibiendo el apoyo de la familia Marley y, con ello, material inédito del músico. Producida por su progenitor Ziggy Marley y Chris Blackwell –fundador del sello discográfico Island Record que lo catapultó a nivel internacional-, el film tardó algo más de cuatro años en realizarse, primero pasando por las manos de Martin Scorsese y, tiempo después, por su director Macdonald que, por citar algunos de sus trabajos, se destacó por El último rey de Escocia (The Last King of Scotland, 2006) y recibió el Oscar al mejor documental por One Day in September (1999). Lejos de encontrar el típico relato seudo-heroico que, comúnmente, construyen las biopic, la propuesta del documental traza una lectura humanizada de su protagonista y parte de un interrogante fundamental que empuja la expedición biográfica de su director: quién es realmente el hombre oculto tras la figura-ícono.
Un mito nacido en Jamaica “La gente amaba su música por las historias que contaba. Y esas historias tenían tristeza”. Esa es la llave de la devoción que despierta Robert Nesta Marley, ese ídolo cobrizo que en tres letras resume la leyenda: Bob. Hijo de padre inglés y madre afrojamaiquina, Marley refleja la retraída personalidad del astro quien carga desde pequeño con el estigma del mestizaje del cual se libera al abrazar la cultura rastafari. Más que una exhaustiva biografía, el documentalista Kevin Macdonald brinda una profunda lección histórica del desarrollo del reggae. El filme cuenta con entrevistados de lujo como Bunny Wailer, único sobreviviente del núcleo fundador de The Wailers, el mítico grupo que catapulta la carrera de Marley junto al multiinstrumentista Peter Tosh. Las imágenes de archivo laten actuales (observen la nitidez de la visita del emperador de Etiopía a Jamaica), como si el tiempo no pasara, una metáfora de la atemporalidad del legado Marley que se plasma con fragmentos de sus himnos reggae por distintos pedazos del globo: Estados Unidos, Japón, Zimbabwe, Bahamas, Brasil, Inglaterra y, obviamente, Jamaica. Las tomas aéreas de la naturaleza selvática jamaiquina, sus primeros pasos musicales en Trenchtown, su intensa vida en Hope Road -una alta zona residencial de Kingston donde sufre un atentado del que resulta herido- y su fanatismo por el fútbol muestran la versatilidad de temas y recursos con la que el director cuenta para ensamblar un jugoso documental repleto de fotos familiares, audios y videos inéditos. Un dato no menor: uno de los productores ejecutivos es Ziggy Marley, uno de los hijos de Bob. La película es narrada por el entorno de la estrella reggae con algunas placas sobreimpresas con frases célebres y datos de su prolífica carrera que fusionó jazz, rithm & blues y funk en forma única, gestando un género. Eso sí, no abundan las entrevistas audiovisuales de Marley frente a cámara, excepto en una bien informal en la que no se consigna fecha y lugar. El demo No Woman no Cry en clave gospel o la imagen de su mujer Rita que llora mientras mira por la ventana del bus de gira, al tiempo que a Bob se lo nota ausente, refleja la otra cara de la vida de Marley: una cosecha de decenas de amantes y 11 hijos. El extenso, aunque no aburrido, documental maneja muy bien los silencios ante declaraciones de fuerte tenor y jamás cae en el golpe bajo, aun ante las desgracias de salud como la que Bob tuvo que enfrentar luego que una metástasis de un melanoma mal tratado (un voraz cáncer cutáneo) que lo arrinconó desde mediados de 1980 hasta su muerte en Miami el 11 de mayo de 1981. El fallido tratamiento holístico en Alemania, el regreso a América y las imágenes del funeral de Estado bajo elementos de la tradición rastafari, son de una crudeza a la altura de esta leyenda musical de 36 años. Un merecido y respetuoso homenaje fílmico.
El ser humano detrás del ícono Imperdible para los admiradores del inolvidable Bob Marley, pródigo en su acumulación de datos biográficos y en la recopilación de testimonios recogidos entre quienes estuvieron cerca del que fue la primera superestrella mundial proveniente del tercer mundo, y bastante próximo a la hagiografía, este extenso documental de Kevin Macdonald (144 minutos) constituye un homenaje sin demasiadas sorpresas, pero respetuoso y vibrante. El realizador ha puesto su atención en que no falte en el film ninguno de los principales acontecimientos de la vida de este artista comprometido y ha puesto especial énfasis en su condición de mestizo (hijo de un blanco inglés y de una adolescente jamaiquina), a lo que atribuye el principal conflicto que padeció Marley durante su corta y complicada vida: no se sentía ni blanco ni negro. (Y hasta la propia Rita Marley subraya que el cáncer que llevó a su esposo a la muerte a los 36 años es una enfermedad de blancos.) Con la misma idea de hurgar en los orígenes, el film se inicia en Ghana, desde donde multitudes de esclavos fueron enviados a Jamaica, y dedica un par de apuntes (y una fotografía) al padre, un blanco inglés del que Robert Nesta Marley heredó apenas el apellido. Y conviene a esta altura detenerse un poco en la génesis de este trabajo, que tuvo como productores ejecutivos a Ziggy Marley, su hijo más famoso, y Chris Blackwell, el fundador de Island Records, lo que es casi como decir a dos de los principales y férreos custodios de la memoria de Bob. Antes de Macdonald, el proyecto estuvo en manos de Martin Scorsese, que por cuestiones de agenda lo transfirió a Jonathan Demme; éste lo abandonaría poco después por desinteligencias con la producción. Quizá, se dice, porque para el círculo de celosos custodios la imagen de Marley no había sido suficientemente santificada. Macdonald obtuvo, de todos modos, otras ventajas: más tiempo para completar el film, la posibilidad de reunir testimonios de sesenta personas en todo el mundo y el acceso al archivo familiar, material riquísimo del que hizo provechoso empleo. Entre las entrevistas las hay tan interesantes como las de Jimmy Cliff y de Rita Marley, primera esposa, madre de tres de sus once hijos y en buena parte de su vida "ángel de la guarda": de Neville Livingstone, que explica cómo el ska devino en reggae; de otros músicos o empresarios que lo acompañaron, y algunas rarezas como Pascaline Bongo, hija del presidente de Gabón, que logró su primera actuación en África. Y, por supuesto, los momentos decisivos de su carrera desde el descubrimiento de la música hasta la formación de los Wailers; su adhesión apasionada al movimiento rastafari; sus diferencias con Peter Tosh y con Bunny Wailer (integrantes del trío original); la exploración en su música de la interracialidad, la identidad y la ideología, hasta su crecimiento como figura influyente en la cultura popular que cantaba contra la discriminación y a favor de la tolerancia; su compromiso con la causa de la paz; el atentado que sufrió; su intervención cuando intentó apaciguar la guerra civil que diezmaba al país, y el viaje a Inglaterra, que fue el primer paso antes de conquistar Europa, África y los Estados Unidos. Y un largo epílogo, cuando la enfermedad lo condujo a morir en Miami, en 1981. Con semejante cúmulo de información, que necesariamente conduce a la simplificación de los aspectos más complejos (la relación con los políticos, por ejemplo) -más el abundantísimo material musical- habría sido un milagro que Macdonald pudiera también, como se lo proponía, descubrir al hombre que estaba detrás del ícono. Pero sí consigue pintar un retrato convincente, en algunos momentos conmovedor y, claro, colmado de muy buena música.
Bob, parecido a una estatua Dada la presencia de la familia en el proyecto, el mayor valor de la película es su material documental. Pero el realizador de El último rey de Escocia no logra desprenderse de cierta rigidez que atenta contra la densidad real de la vida del rastafari. Bob Marley está más vivo que nunca, a pesar de su temprana muerte. Verdad de Perogrullo. Es lo que afirman también las últimas imágenes de Marley, al tiempo que diversas escenas rodadas alrededor del mundo, en lugares tan alejados entre sí como Brasil y la India, evidencian el legado en la cultura universal de aquel pobre chico mestizo de Nine Mile, Jamaica, devenido en súper estrella de la música. Pensado localmente como un lanzamiento dirigido esencialmente a los fans y seguidores ocasionales de Robert Nesta Marley Booker (en varias de las dieciséis salas de estreno se exhibirá exclusivamente en las funciones de trasnoche), Marley llega a las pantallas argentinas luego de su première en la pasada Berlinale y una amplia difusión en festivales de cine. El carácter oficial del documental –que cuenta entre sus productores con la presencia de Ziggy Marley, primogénito y durante un tiempo sucesor natural de Bob en el mundo de la música– se revela más temprano que tarde, permitiendo la utilización del enorme acervo de imágenes y sonidos cuyos derechos son propiedad de los sucesores legales del músico. Marley no es un documental sobre la evolución de los ritmos populares de Jamaica: hay apenas una fugaz mención sobre el mento y una esquemática apreciación acerca de cómo el ska se transformó en reggae (transformando el importante paso por el rocksteady en una suerte de eslabón perdido). Tampoco es, en gran medida, un documental sobre la evolución de la música de The Wailers o del Marley solista, aunque las canciones estén presentes y adquieran en algunos casos cierta relevancia. La película de Kevin MacDonald (El último rey de Escocia), en cambio, prefiere concentrarse en las transformaciones de Marley como ser humano, líder espiritual y eventual figura de enorme poder político. Su infancia en Trench Town y los primeros acercamientos a la música, el misterioso padre blanco, el mestizaje como metáfora de su cualidad de puente entre culturas, la grabación del primer single y la formación de The Wailers, la conversión al movimiento rastafari, el ascenso y rutilante estrellato, las giras internacionales, la manipulación de su figura como elemento de lucha política en una Jamaica atravesada por la violencia, el descubrimiento del cáncer terminal y sus últimos meses de vida. En ese sentido, el film sigue el camino de la hagiografía culposa, superponiendo sobre el gran lienzo general una serie de pinceladas que reconocen algunas zonas no tan luminosas en la vida del homenajeado. Así, su notoria cualidad de mujeriego empedernido es analizada por miembros cercanos de la familia, aunque siempre con un gran respeto por sus decisiones y elecciones de vida. Con casi dos horas y media de metraje, Marley se enfrenta a una estructura cronológica que cae rápidamente en la acumulación de datos y anécdotas, en líneas generales mayormente conocidas. Las comparaciones, por odiosas que sean, se imponen, y es interesante recordar el imponente y complejo trabajo de Martin Scorsese en su documental sobre la vida y obra de otro Bob, Dylan. En el film de MacDonald se extraña una mirada personal que busque caminos para quitarse de encima la impronta estatuaria. Un momento puntual se destaca por su alejamiento de la estructura general del film: el realizador hace escuchar el tema “Cornerstone” a la hermanastra y a un primo segundo de Marley, luego de comentarles que el origen de la letra está íntimamente relacionado con el rechazo del padre blanco a reconocer a su hijo “natural”. Es una escena que se destaca por su intensidad, donde el registro documental le gana por un momento a la rígida estructura general del relato. Porque Marley parece, en definitiva, un plano, un modelo a escala, un guión en formato audiovisual de la eventual biopic ficcional que está en negociaciones desde hace varios años. O bien el correlato documental de Legend, el disco de grandes éxitos lanzado algunos años después de su muerte, a su vez el mayor éxito discográfico de toda su carrera.
Cantar iba a ser su religión El documental de Kevin Macdonald es ideal para los innumerables admiradores del músico en el mundo, porque incluye canciones íntegras en las que puede verse al gran Bob, acompañado de su banda The Wailers y luego de Bob Marley and The Wailers. El director escocés Kevin Macdonald, del que se vio "El último rey de Escocia", concreta un retrato "monumental", admirable y conmovedor sobre la vida y el arte del músico jamaiquino Bob Marley. Marley murió en 1981 a los treinta y seis años, en Miami, víctima de un cáncer y en compañía de su madre, su mujer Rita, sus once hijos, fruto de sus relaciones, algunos de sus músicos y amigos. El artista cuyo nombre real era Robert Nesta Marley Booker, nació el 6 de febrero de 1945, en Nine Mile, en Saint Ann Parish, Jamaica. Su madre, Cedella Marley Booker, de raza negra, tenía dieciséis años cuando tuvo a Bob, cuyo padre, un hombre blanco, fue Norval Marley, al que llamaban el capitán, tenía sesenta años y había pertenecido a la marina británica. JOVEN MESTIZO Esa mixtura hizo que el hombre que logró imponer la música reggae y la cultura rastafari en el mundo, sufriera más de un rechazo a lo largo de su niñez y su juventud. "Me llaman mestizo -decía Bob Marley- y yo no estoy ni del lado de los negros, ni de los blancos, estoy solo del lado de Dios". Esta creencia se acentuó aún más cuando comenzó a incluir en su música la cultura rastafari, cuyo máximo líder en la década de 1960, era el emperador Haile Selassie, de Etiopía. Para Bob Marley su música era una mezcla de "sentimiento, latido y sentimiento", guiado por una profunda religiosidad. Marley colaboró en ayudar a los suyos a lograr la independencia de Jamaica (1962) y con su música, el reggae, convocó a multitudes a lo largo del mundo, aunque recién en su última etapa consiguió su mayor objetivo, poder interesar a los hombres y mujeres de raza negra en sus recitales. PARA SUS FANS El reggae, según uno de los músicos entrevistados en el filme, es una mezcla de funk, rythm and blues, soul y jazz y Marley fue transformando su música en un sonido de gran conmoción espiritual, la que provocaba que la gente se deslumbrara con sus melodías, su baile y su voz. "Marley", el documental de Kevin Macdonald es ideal para los innumerables admiradores del músico en el mundo, porque incluye, además canciones íntegras en las que puede verse al gran Bob, acompañado de su banda The Wailers y luego de Bob Marley and The Wailers, a modo de respuestas que sus fans esperaban a lo largo de los años. Macdonald, desde la dirección de preocupó por enfocar la figura del artista desde sus múltiples facetas y el suyo no es un filme complaciente, porque mantiene una gran objetividad respecto de su protagonista, a veces algo polémico, pero que logró con su música la unión de los naturales de Jamaica y el amor de millones de admiradores desparramados por el mundo.
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Un documental realizado por Kevin Macdonald (el realizador de “El último rey de Escocia”) que tiene valiosísimos testimonios de familiares, amigos, colaboradores y músicos que estuvieron con Marley en su ascenso a la popularidad. Rescata también material privado nunca antes visto. Y es una manera de redescubrir a este talento que murió tan joven, sus creencias religiosas, sus sueños, su talento enorme, su compromiso político, sus miedos, sus amores, sus hijos.
Exhaustiva y lúcida mirada sobre la vida de Bob Marley Los fans del reggae deben haber visto más de una producción con Bob Marley & The Wailers tocando sus grandes éxitos en vivo. Pero difícilmente hayan visto un documental tan completo como éste en todo lo que se refiere a la importancia extramusical del artista que difundio la música jamaiquina internacionalmente. Kevin McDonald busca por todo el mundo los testigos que pueden hablar sobre Bob Marley, ya sea parientes en Jamaica -incluyendo un primo blanco, ya que su padre lo era- y hasta la enfermera que lo atendió en sus últimos días en Alemania, y hasta la hija del presidente de Gabon, donde Marley fue a tocar sin darse cuenta de que el país era una dictadura. No es que el director no le dé importancia a la música. Los temas de Marley están presentes a lo largo de todo el film, a veces con imágenes inéditas del cantante y su banda, pero el énfasis está puesto en otro lado que, por momentos, es más interesante. Sobre todo en lo que tiene que ver con la extraña vida personal de Bob Marley y también en su participacion en la vida política de Jamaica en los atribulados y violentos años 70. La película comienza en Africa, en el lugar donde salían los esclavos para Jamaica, y luego sigue en las colinas donde nació el pequeño Robert Marley. Ahí hay testimonios de su madre, un primo y uno de los Wailers, y luego la acción se mueve a Trench Town, el ghetto donde Marley empezó a concentrarse en la música como método de escaparle a la miseria que lo rodeaba. En esta parte de la película hay que agradecerle al director un soundtrack nutrido de las primeras versiones de los temas más conocidos, pero grabados con más calidad que en los 70, además de otros hits que en la década anterior hicieron furor en las rockollas de Trench Town, pero que ahora no son tan famosos. También están los sustanciosos testimonios de su esposa Rita Marley, y del dueño de Island Records, Chris Blackwell, así como también de la Miss Jamaica que llegó a Miss mundo y tuvo una relación íntima con el cantante. Para ver a Marley y los Wailers en acción hay que esperar casi una hora de película, pero vale la pena porque la música está integrada en todos los demás aspectos de este ícono del siglo XX. Y además los registros del músico en vivo no tienen desperdicio, igual que este excelente documental.
No soy fan de la música reggae y es importante que sepan esto antes de leer mi review. Considero que es un género interesante, pero no es de mis favoritos, por lo cual, tuve cierta distancia con este documental de Kevin MacDonald (quien alterna ficciones y documentales en su carrera), elemento que me parece que le aporta panorama al espectador no fan de Bob Marley que se adentre en este film. En líneas generales, se puede decir que es un recorrido muy lineal, conservador y pautado, de la vida del genial músico jamaiquino. Hay en "Marley", mucha información, interesante data inédita y una estructura sólida, desde lo técnico que apoya lo que se transmite desde el guión. Produciendola Ziggy, uno de sus hijos, suponíamos que sería "políticamente correcta". Y lo es. Con creces. La historia nos dice que Bob Marley era un chico pobre que vivía cerca de una zona montañosa en Jamaica y que desde muy pequeño tuvo interés por desarrollarse como músico. El documental ofrece entrevistas con sus maestros, vecinos y algunas familiares que narran pequeñas anécdotas de su vida infantil. Luego, llegará el momento del salto a la gran ciudad (Kingston), y de ahí, a armar una banda y salir a buscar la fama. Dentro de los relatos que van apareciendo, destacamos el de Peter Tosh, ex- integrante de The Wailers que se separó después de la primera gira, quien aporta una visión de Bob que no conocíamos, como compañero, en la discrepancia. A medida que la película avanza, se suceden eventos, recitales, imágenes de archivo, montajes, todo, para explicar la dimensión histórica y musical de Bob Marley. Y se logra. Hay mucho espacio para explicar su noción de la espiritualidad "rasta" y de su pasión por ayudar a los necesitados, así como una cuidadosa caracterización de los últimos meses de vida, cuando se le detecta el cáncer (en el punto más alto de su carrera). Todo es prolijo, está bien documentado y la musicalización es de primera. Si, en el debe, quizás sentimos que algunas cuestiones (el tema del abordaje de la tenencia y cultivo de marihuana quizás se queda corto y la manera de vincularse con las mujeres -tuvo muchas y muchos hijos con ellas, por nombrar un par), también podrían haberse tratado de manera más profunda. Otras, muy curiosas (el tema de su pasión x el fútbol, su decisión de acompañar los derechos del pubelo africano, etc), están bien presentadas y son realmente lo mejor del film. Ir advertidos, sin embargo de que dura 144 minutos y en varios cines se da en función trasnoche, así que vayan descansados y predispuestos a conocer a un líder musical, global, que hizo historia, en un documental que cuenta desde su nacimiento a su muerte... Aprobada (imposible no salir conmovido por la fuerza que transmite la cinta), y si consiguen el disco, mucho mejor aún!
El mito, al detalle Antes que nada, una advertencia: este documental es largo, dura más de dos horas y es de lo más minucioso. Vale avisar por cuanto ha sido programado en algunas salas locales en horarios de trasnoche y será inevitable que, a la salida, el espectador se encuentre con la madrugada golpeándole la frente. Eso sí, tendrá la más completa aproximación al mito, el primero construido en la cultura rock desde el Tercer Mundo. Marley es el tácito del párrafo anterior. Es el filme sobre la vida más que sobre la obra de Bob Marley que realizó el director Kevin MacDonald (El último Rey de Escocia), luego de que Martin Scorsese dijera "no" por problemas de agenda y de que Jonathan Demme dijera "paso" tras vivir algunos desencuentros sin retorno con los celosos guardianes del legado del músico jamaiquino. Les pongamos nombres propios a estos "ángeles": Rita Marley, primera esposa de Bob; Ziggy Marley, hijo de Bob y de Rita; y Chris Blackwell, propietario del sello Island y principal responsable del alcance global de la música de Bob. Fueron ellos, precisamente, quienes le permitieron a MacDonald contar con el "valor agregado" que en definitiva exhibe Marley en relación a otros documentales: las imágenes exclusivas, los testimonios de todos, la cronología exacta. Por otra parte, el triunvirato permitió la revelación de datos no siempre funcionales a la canonización de Marley como "santo invicto", como un rasta de comportamiento ejemplar y sin ninguna agachada. En este punto, resulta valioso que se rescate el testimonio de Bunny Wailer en relación a la primera gira por Inglaterra, en la que The Wailers no percibieron haberes por cuanto se trató de una movida "promocional". "Como rasta, me parecía inconcebible esa jugada de un empresario babilónico. No la acepté y me fui; mis compañeros no razonaron como yo", dice Bunny a cámara, insinuando que Bob era un copado pero también ambicioso, y que tenía la palabra "éxito" entre ceja y ceja. No le baja el pulgar con idéntica fuerza a Peter Tosh, quien siguió de gira pero se bajó poco después. También hay cierta condena por parte de su hija Cedella Marley, hermana de Ziggy, por considerar que Bob fue un padre ausente y no siempre adorable, con una llegada nula en cuanto estrella apetecible que puede terminar en pareja con una Miss Mundo (Cindy Breakspeare, otra de sus tantas mujeres y con aparente buena relación con Rita, tiene regulares aportes en la película), y en cuanto rasta sin respeto hacia la institución matrimonial, que terminó sus días con 11 hijos de siete relaciones distintas. El resto del material sí tiende a exaltar la figura de Marley atendiendo todas las instancias de su curva existencial: su conflictiva vida de niño mestizo (padre inglés y blanco, madre jamaiquina y negra, separados por una importante diferencia de edad); su tránsito del campesinado al gueto urbano de Trench Town, en Kingston; sus despertar musicale y progresos sostenidos; su éxito puertas adentro; su autoexilio en Estados Unidos; su éxito puertas afuera; su nuevo autoexilio a Inglaterra, ya como estrella de rock; sus sueños concretados como tocar en África; su capacidad para pacificar a una Jamaica convulsionada (haciendo caso omiso, incluso, a que fue víctima de un atentado), y así hasta que el cáncer lo consumió. McDonald ha logrado imprimirle ritmo al muestreo de la gran cantidad de información acumulada, y ha optimizado los audios de entrevistas históricas a Marley para contextualizar cada capítulo de esta vida fascinante. Vida fascinante que merecía una aproximación definitiva como ésta.
Pocas figuras en la historia tienen una trascendencia que excede a sus logros. Van más allá de sus propios sueños, convicciones, expresiones, y se transforman en íconos culturales inermes al paso del tiempo. Se impregnan en el inconsciente colectivo, aún en aquellos ignotos en la materia para los que, un simple nombre, resulta someramente familiar. Se hacen presentes en todos lados y de todas las formas. Mochilas, remeras, graffitis, posters, pines, tatuajes... Resuenan todo el tiempo como hijos adoptivos de cada generación. Por eso son pocos. El Che Guevara, Marilyn Monroe, Jim Morrison (el líder de The Doors)... y no muchos más a ese nivel de representatividad, más allá de los idiomas, los países y las clases sociales. Bob Marley es, sin dudas, una de esas figuras. Se escriben ensayos, libros, artículos periodísticos, y nada del análisis parece ser capaz de abarcar el mito. Con este contexto se estrena “Marley”. Uno pensaría que hay que ser realmente un pésimo realizador para equivocarse con semejante material, por lo tanto, quedarse en las convenciones del género documental puede ser un buen camino para no caer en lo pretencioso. Se requieren las dos o tres preguntas fundamentales para cualquier documentalista, y mucha investigación. Kevin McDonald, el director de “El último rey de Escocia” (2010), hizo bien los deberes. Viajó, filmó Jamaica, entrevistó a cuanta persona tuvo contacto con Bob (desde familiares a amigos, pasando por productores y músicos), reunió material de archivo inédito hasta esta producción, y sobre todo tomó una decisión clave para su abordaje: mostrar que parte del mito se construyó por su condición de mestizo. Se puede estar de acuerdo o no; pero sin dudas ofrece una mirada que va mucho mas allá del marketing. En todo caso todo el contenido político de la discografía tiene grandes momentos de redención y reivindicación en este documental. Cada persona que pasa ante la cámara brindando su testimonio colabora con el logrado objetivo final: desmitificar la leyenda y a la vez mitificar al hombre, ergo, todos los espectadores están incluidos. Los fanáticos de su música lo conocerán mucho más y los que no sepan sólo su nombre saldrán de la sala con ansias de conocer su obra. “Marley” ofrece las piezas que faltan del rompecabezas a partir de un buen nivel técnico y sin más intenciones que exponer todo lo que se puede saber. El resto seguirá siendo lo que es a medida que pasan los años: una leyenda. Esta realización alcanza para entender que Bob Marley es (como decía La Bersuit en la gran canción "Murguita del Sur") un muerto que no para de nacer.
Recorrido previsible y sin fisuras Hay veces en las que el mero hecho de citar un nombre provoca ganas de cine. Es decir, un film sobre Bob Marley no puede resultar indiferente a quienes gusten del músico. De manera tal que la expectativa viene sola, está dada de antemano. Y si lo que se promete es documentar su vida, aparecen también la posibilidad de exhumar material de archivo, de ver testimonios de primera mano, de asistir a un retrato siglo XXI acerca de alguien que ayudara a definir, justamente, el siglo precedente. Todo esto está en Marley, título rápidamente elegido para la película del escocés Kevin Macdonald (El último rey de Escocia), pero lo que no está o quedó por el camino son las ganas de cine. Por eso, y en síntesis, Marley es de una previsibilidad mayúscula. Algo que se intuye desde su mismo inicio porque, en tanto comienzo, elige el principio de la historia a narrar. De allí en más, un devenir cronológico inevitable, que pareciera dar razón a la manera con la que André Bazin supiera definir a la muerte: la victoria del tiempo. Si la muerte es la victoria del tiempo, el cine es su transgresión. En la también reciente George Harrison: Living in the Material World, que Martin Scorsese realizara para la televisión, se asiste a un rompecabezas temporal que desarma, rearma, hace confluir, mientras permite al espectador completar con sus saberes o también intuir. Nada de esto en Marley sino, antes bien, una explicación de manual para seguir carrera y vida del gran músico jamaiquino. (Sin olvidar que el propio Scorsese, a partir de diferencias de contrato, se bajó de este proyecto) Para ello, un desfile de bustos parlantes comparece con sus datos y experiencias de manera ordenada ante la cámara. Y cuando aparecen cuestiones más urticantes -caso Peter Tosh, las desavenencias y diferencias de criterio comercial, también espiritual- sólo se las menciona como datos al pie, sin necesidad de profundizar. Como pastillas de color que no quitan progresión musical a unos Wailers que rápidamente encuentran reformulaciones desde el sostén intocable de Marley. Y la música, que llena la pantalla y hace de este viaje algo con ganas de ser revivido. Hay grabaciones primerizas, otras matutinas (momento en el que a Marley le gustaba componer), siempre al compás de la marihuana primera, capaz de relajar lo suficiente como para hacer música. Claro que a la película bien le habría venido un poco más de este humo particular.
La mirada oficial Son difíciles los análisis centrados en la modalidad de documentales sobre músicos, y más aún si uno ama las canciones que nos dejaron. No es mi caso con respecto a Bob Marley y al reggae, uno de los estilos más bastardeados y banalizados por generaciones. No obstante, sin ser un seguidor, jamás negaría su talento. Es así que me acerqué a Marley sin demasiada expectativa. Los antecedentes del género muestran, en términos generales, una admiración incondicional sin puntos de vista confrontados o una apología del desastre basada en la idea romántica del artista que se destruye a sí mismo. Son pocos los que salen airosos (me atrevería a decir que los de Scorsese sobre Dylan y Harrison son dos ejemplos contundentes). La mirada de la película de Kevin Macdonald sobre Marley se construye desde un marco oficial, dada la abrumadora presencia de testimonios de familiares (algunos participaron como productores) y amigos. Si bien representa una ventaja por la cantidad de archivos inéditos aportados, por otro lado no logra despegarse de una cierta hagiografía casi inevitable en esta clase de retratos. Lo interesante es que lo anterior no es una constante y sí se pueden destacar momentos valiosos. Entre ellos, la evolución musical del protagonista. Hay aquí una cautivante revisión de los Wailers en los sesenta y de cómo se fue definiendo el estilo posterior. También, el análisis sobre su conflictiva condición de mestizo en la Jamaica de entonces y las contradicciones que surgen cuando se pega el salto a la fama. Como otros artistas, Marley fue utilizado en los setenta por intereses políticos de pandilleros más que ideólogos (algo similar le ocurrió a Lennon). El director alterna las canciones con hermosas locaciones bien captadas en sus ambientes y el montaje posibilita una narración fluida. El didactismo cumple a la hora de referirse a cuestiones en torno a la religión rastafari, a los prejuicios de la industria musical y a los tensos vaivenes de la banda. También hay una escena que merece destacarse porque es un punto central en esta clase de documentales. En un determinado momento, se les da a los parientes auriculares para que escuchen la canción Cornerstone luego de aportarles información sobre su contenido. La resignificación evidenciada en sus miradas es también la de los espectadores cuando escuchan las canciones de cualquier músico en el contexto de una sala y las vuelven a considerar desde otro punto de vista gracias a la habilidad del director. Extraño momento que es, a criterio personal, lo mejor del film. Sin embargo, hacia el final (cuando los minutos empiezan a pesar) el film cae en los laudos que había tratado de evitar y en algunos golpes bajos (siempre será discutible cuando se muestran fotos de personas enfermas). Entonces aparece un interrogante que bien podría formularse al respecto: ¿la película se trata de una confirmación de lo sabido o de un aporte enriquecedor? La respuesta la tendrán los incondicionales a Bob.
Natural Mystic 'Though I've tried to find the answer to all the questions they ask / aunque he tratado de encontrar las respuestas a todas las preguntas que hacen 'Though I know it's impossible to go livin' through the past / aunque sé que es imposible continuar viviendo del pasado Bob Marley no murió. Bob Marley es eterno. Vive en su música, en la cultura popular, en la influencia religiosa, política, espiritual. Capturar la esencia del verdadero artista, conocer al hombre es lo que Kevin Macdonald consigue en su nuevo documental. Reconocido sobretodo por sus trabajos de ficción como El Último Rey de Escocia, Los Secretos de Poder o la inédita The Eagle, Macdonald ha conseguido una exitosa carrera como documentalista con trabajos destacados como One Day in September o Touching the Void. Acaso lo más interesante de su filmografía es la forma en que prioriza el perfil humano y a la vez la preocupación de sus personajes con el contexto social y político. Con Marley, realiza una biografía bastante completa sobre la vida del cantante jamaiquino que dio a conocer el reggae fuera de su país natal. En forma cronológica y sin detenerse a analizar demasiado cada etapa de su vida, sino limitándose a narrarla, comprendiendo el fenómeno musical y al mismo tiempo observando los orígenes del género musical, de la cultura y religión rastafari, el contexto socio – político y musical de Jamaica y el impacto de Marley en diversas partes del mundo, Macdonald da a conocer la vida completa del artista desde la intimidad, a través de las personas que estuvieron cerca de él. Aprovechando que el documental es producido por el manager de Marley y su hijo Ziggy, se abren las puertas al universo de Robert. Universo con aristas, donde conocemos su pensamiento y donde no quedan afuera sus humildes orígenes, la crianza sin figura paterna (un capitán británico blanco), el rechazo de sus compañeros por su mixtura, su carácter mujeriego y la poca atención que tuvo con sus hijos, pero también, su principal legado: llevar la filosofía de pacificación rastafari, influencia del emperador de Etiopía, Haile Selassie. Con total transparecia y honestidad, Macdonald deja que los entrevistados hablen. Su interpelación es limitada. No se trata de un documental político, sino de un retrato pacífico y sin prejuicios de la vida de uno de los cantantes más importantes e influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Posiblemente, para los seguidores de Marley, la información no aporte demasiado al conocimiento popular del mito, pero conocer la intimidad, le da un caliz más humano y menos mítico. El material de archivo con entrevistas, testimonios del propio Bob, recitales y fotos es inmenso. La película se detiene lo suficiente es las causas y consecuencias del atentado contra su vida en 1979, así como hace una excelente construcción de los hechos que lo llevaron a su fallecimiento en 1981 sin caer en un lugar común sentimentalista o golpes bajos. Aunque la mayoría de las imágenes son entrevistas fijas de personajes sentados – mejor conocidos como bustos parlantes – los planos aéreos de Jamaica, así como las recorridas por los barrios humildes de Kingston, le dan una perspectiva más cinematográfica que televisiva. En ese sentido la fotografía de Mike Eley, Alwin H. Küchler y Wally Pfister (colaboradora de Christopher Nolan) le aporta una estética colorida y cálida al documental. Más destacable como trabajo periodístico casi objetivo, que como producto cinematográfico en sí, Marley es completamente disfrutable gracias al dinámico montaje – a pesar de durar casi dos horas y media - tiene buen ritmo y la duración podría haber sido más extensa incluso, profundizando un poco más en la cultura rastafari y un análisis específico de las canciones de Bob, que lo diferencian de la mayoría del resto de los artistas reggae.
Empecemos por el principio: Kevin Macdonald, el realizador de este film, quizás le suene al espectador porque su primer largo de ficción, “El último Rey de Escocia”, tuvo su peso en las carteleras argentinas y se llevó algún Oscar. Después realizó una película sobre periodismo y política (“Los secretos del poder”, muchísimo mejor, con Russell Crowe y Helen Mirren) y ahora vuelve al documental, género en el que ya había hecho una más que importante carrera. El recuento es importante porque Marley toma el material documental sobre la vida del símbolo del reggae, los testimonios y la música y combina todo no en busca de que el espectador reconstruya a los personajes o tenga su propia opinión, sino tratando de emocionarlo, de guiar sus sentimientos de acuerdo con las reglas de la ficción. Y aunque en muchos casos, cuando esto se intenta, suele haber algo de impostura, aquí funciona. Especialmente porque el personaje es atractivo y porque permite ir más allá del lugar común “porro+reggae” que el esclavo de la moda suele adosar a Marley para intentar comprenderlo como emergente y metonimia de una cultura mucho más compleja. En ese sentido, y más allá de los momentos realmente divertidos de la película o del gusto (o disgusto) que nos cause ese cadencioso ritmo, se trata también de un film político que permite comprender una sociedad a través de uno de sus artistas.
Guerrero del Amor "Marley" es el que dicen, será el documental definitivo y más importante sobre la vida de ese artista increíble que fue Bob Marley. ¡Ojalá así sea! El trabajo del prolífero director escocés Kevin Mcdonald ("El último rey de Escocia", "Los secretos del poder") es completo, emotivo sin ser cursi y muestra varias facetas de la persona que estaba detrás del ídolo. Creo que tanto a los fans más fieles de Bob como a los espectadores ocasionales, curiosos por saber algo más sobre la vida del astro, les va a encantar este documental y se van a llevar algunos datos históricos de esos que pocos sabían hasta el momento. El metraje comienza con los orígenes del rey del reggae, desde su ascendencia inglesa/jamaiquina, pasando por la dura vida en los barrios pobres de Jamaica, los comienzos musicales, la fama, los excesos, la familia y los eventos que llevaron a su prematura muerte. Sin duda, el material fílmico y fotográfico que aportó su entorno más cercano, es de gran valor y forma parte de uno de los atractivos más fuertes de este documental. Se podrá disfrutar de entrevistas a personajes legendarios como Jimmy Cliff, Bunny Wailer y Rita Marley entre otros, y también se podrá conocer a otro entorno no tan difundido de Bob que aportará algunas anécdotas y rasgos de su personalidad que sorprenderán y maravillarán. En un momento del documental, se entrevista a una antigua amante jamaiquina que no duda en decir en cámara que Bob era muy egoísta con las mujeres, haciendo alusión claro a sus infidelidades, pero termina la nota riendo y diciendo que por más egoísta que era, ella era consiente de que no había forma de resistirsele. Este tipo de situaciones son las que hacen atractivo a un film documental, mostrando que el ídolo no era perfecto ni un santo, pero sí fue un ser humano que pudo trascender sus errores para convertirse en una leyenda mundial. Quizás lo más flojo tenga que ver con algunos manejos de edición, pero nada muy crítico que le baje muchos puntos a la propuesta. 144 minutos pueden resultar agotadores para cierta parte del público, pero que va, ¿cuántas veces más se podrá disfrutar con calidad de los detalles acerca de la vida de Bob? Un documental que más allá de que está centrado en un figura que de por sí sola es magnífica, sabe entretener y mantener interesado al espectador, tomando no sólo los aspectos más positivos de la leyenda, sino todos aquellos que lo hicieron una persona con aciertos y errores que supo dejar su huella en su paso por este mundo.
Exhaustivo y sentimental, se estrena el documental definitivo del ícono del reggae. Alrededor de siete años atrás, Kevin Macdonald estaba en Kampala, Uganda, dirigiendo el que sería su film más conocido para el público en general... (ver link).