Un Artista al Aire Libre. Crítica de «Marta Show» de Malena Moffatt y Bruno LópezInicioEstrenosUn Artista al Aire Libre. Crítica de «Marta Show» de Malena Moffatt y Bruno López 30 julio, 2019 Bruno Calabrese Marta, Malena y Carolina son las estrellas principales en un documental ideal para quienes utilizan las herramientas artísticas como herramientas de inclusión. Por Bruno Calabrese. Marta tiene 75 años y hace 14 que vive en la calle. Viajó por toda Latinoamérica como bailarina de cabaret y fue una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. A partir de una fuerte crisis emocional que derivó en una internación, se desvinculó de familiares y trabajo quedando así en los márgenes de la sociedad. Pero gracias a su capacidad de lucha y ganas de vivir inventa una nueva tarea que desemboca en la formación de una nueva familia: el «Marta Show». Muchas de las personas que viven en situación de calle sufren trastornos mentales o problemas psicológicos. En la zona de Congreso, vive Marta Bruneta, con su look estrafalario se pasea con su chango y su palmera (si, una palmera) por las calles porteñas. Recogiendo hojas a las que considera hijas de los árboles que han sido abandonadas. Le da de comer a las palomas, les pone ibuprofeno en el agua para que no se enfermen. Todas esas rutinas diarias pueden considerarse anormales para el resto de la sociedad, pero forman parte de la dinámica de Marta. Varias historias se tejen alrededor de Marta, algunas narradas por ella en forma de caleidoscopio, donde uno puede dudar si son ciertas. Pero eso no es lo importante, y tanto Bruno López como Malena Moffatt, directores de la película lo entienden y juntan lo filmado a lo largo de 4 años para entregarnos un documental donde hacen foco en la mirada de los otros (en este caso vecinos y transeuntes) a las personas que no entran dentro de sus canones de normalidad y como el arte funciona como herramienta de transformación para quienes se sienten fuera del «sistema». Malena Moffatt vive en el barrio y sintió curiosidad al ver como Martha pasaba sus días. Malena coordinó talleres de arte en psiquiátricos y se dedica a las artes plásticas. Comenzó observando a Marta hacer sus shows sin público, hasta que un día la mujer la invitó a participar de su espectáculo. Luego se sumó su amiga, Carolina. Juntas consiguieron un equipo de música, elementos de vestuario y utilería para Marta, quien las nombró «artistas estables del show». Pero no todo es baile en la vida de Martha. También hay una realidad dura detrás de ella, vivir en la calle no es fácil y se tuvo que hacer fuerte. Sabe como relacionarse con la policía (En una escena veremos como Malena se angustia por un malentendido mientras Martha hace gala de su verborragia para manejar la situación de manera envidiable). Esa mirada de los otros como ser irracional le sirve como escudo ante los inconvenientes que se puedan suscitar. De la misma manera que pueden sonar irracional sus teorías conspirativas sobre cerebros electrónicos que nos manejan los deseos o nos dicen que pensar (no suena tan ilógico en época de redes sociales, smartphones y big data) La película nos traslada al mundo fuera de lo normal de Martha y nos permite disfrutar de la locura hermosa pero triste a la vez. Pero también nos muestra el valor de Malena y Carolina, que rompen el molde y funcionan como nexo entre Marta y el resto de la gente, alojándola, entendiendo esa dinámica que la hace feliz. Por eso el show de los sábados cada vez se hace más numeroso y muchas personas de la calle, a pesar de la dura realidad que les toca vivir, encuentran ahí su lugar de pertenencia. Dándole otro sentido a sus vidas, aunque sea por un rato. Puntaje: 80/100.
Los realizadores Malena Moffat y Bruno López trabajan con el documental contemplativo sobre un personaje particular que supo en otras épocas de la gloria y hoy, casi en decadencia continúa jugando a ser una estrella. Por momentos duele, y en otros Marta supera su propio personaje.
Si me dan a elegir En Marta Show (2018) Malena Moffatt y Bruno López se centran en Marta Buneta, una septuagenaria ex bailarina de cabaret, precursora del striptease en nuestro país, pero no la hacen desde el típico retrato biográfico sino a partir de como modificaron su realidad. Marta fue una mujer de mundo. Bailarina y una de las primeras en animarse al striptease viajó por toda Latinoamérica. Pero desde hace 12 años que se encuentra en situación de calle. Una fuerte crisis emocional la hizo romper vínculos con familiares y amigos. Mientras pasea una palmera por las inmediaciones del Congreso Nacional ensaya un show. Las bailarinas Malena Moffatt y Carolina Gordon se suman interviniendo su realidad para modificarla. Marta Show es atípico en muchos aspectos pero fundamentalmente por contar como a raíz de un hecho puntual se modifica la vida de una persona. La idea es simple: Marta está en la calle, se hace amiga de Malena y ésta junto a Carolina deciden montar un show callejero donde oficiarán de bailarinas bajo la dirección de Marta. Poco a poco la acción toma otros carriles. Lo que el documental muestra es la transformación y como la vida de una persona puede adquirir otro sentido. Marta Show es un documental de intervención y no porque sus imágenes hayan sido intervenidas sino porque su directora intervino en la vida de alguien para modificarla, exponiéndose tanto como el personaje central y mostrándose desde una vulnerabilidad que la emparenta con la protagonista. Moffatt y su codirector Bruno López no utilizan a Marta para regodearse en sus miserias ni para que el público se burle (recurrencia actual del cine documental) sino todo lo contrario. No hay miserabilidad en lo que se muestra por como se muestra. Marta Show termina convirtiéndose en una película reparadora, que sirve (aunque sea un poquito) para mejorar la realidad. Tanto la de Marta como de aquellos que integran su "Marta Show".
Marta Buneta supo ser una reputada bailarina de cabaret y una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. Pero hoy su realidad la encuentra viviendo en la calle luego de una crisis emocional que, 14 años atrás, derivó en una internación primero y el alejamiento de su familia después. Desde entonces, cada semana arma un show callejero con coreografías, playbacks, poemas y canciones que rememoran sus épocas de gloria. Los directores Bruno López y Malena Moffatt –quien se dedica a las artes plásticas y supo coordinar talleres de arte en psiquiátricos– se enfrentan al desafío de mostrar un personaje involuntariamente excéntrico, una mujer que pasea por la zona de Congreso con un look estrafalario y una palmera que cuida como si fuera su hija. Lo hacen sin caer en el golpe bajo ni en la piedad bienpensante, dejando que la mirada de Marta coincida con el punto de vista del film. De allí, entonces, el carácter derivativo y arremolinado de su narración. Marta Show acompaña la rutina de quien, entre otras cosas, pasa sus días recogiendo hojas porque dice que son hijas abandonadas de los árboles y dándole ibuprofeno a las palomas para que “no se enfermen”. En ese contexto realiza un show semanal del que participan otras personas en situación de calle que encuentran allí una válvula de escape ante una realidad para nada confortable. Como en Moacir, del aquí productor Tomás Lipgot, Marta Showtematiza la locura, la soledad y la marginalidad con respeto y sin prejuicios, dándole a esa mujer un poco de luz en medio de tanta oscuridad.
El mundo de Marta Buneta está patas para arriba. Y así, de hecho, mirando todo desde una perspectiva inusual, termina la protagonista de este cálido documental en el último de los singulares shows que Malena Moffat y Bruno Rodríguez hilvanan a lo largo de un relato polifónico que gira en torno de un personaje único y traza hipótesis sobre su lugar en un entorno que funciona con otras reglas. Está claro que Marta, una artista callejera que monta periódicamente sus personales números coreográficos y musicales en una vereda de la zona de Congreso, tiene su propio universo sensorial y afectivo. También que sus rutinas, en apariencia extravagantes, responden más a deseos que a mandatos, algo que la transforma en una individualidad difícil de encuadrar. El horizonte de esta serena septuagenaria es la performance, pero su arte circula fuera de los circuitos de legitimación más habituales. Y la película se compromete en ese mismo camino, acompañándola con respeto, pero sin solemnidad. Si la respuesta social para el que no encaja en la lógica del sistema es el desprecio, o la indiferencia, y la institucional suele limitarse a la dinámica del diagnóstico y la medicación, Marta Show se planta como decidida alternativa: apuesta a la solidaridad y la empatía, dos valores tachados de ingenuos o voluntaristas con un cinismo que esta venerable señora no tiene.
Si bien hay diversas formas de abordar el trabajo documental, una de las más interesantes, de las más magnéticas para el espectador es cuando un realizador encuentra ese personaje con el que uno podría quedarse contemplando por horas. Marta Buneta es, indudablemente, uno de esos personajes que calan hondo y que tiene una historia lo suficientemente potente como para plasmar en la pantalla. Sabemos muy pocos datos de la biografía de Marta. Inteligentemente, tanto Malena Moffatt como Bruno López, los directores de “MARTA SHOW” evitan ir mucho más allá de lo que Marta quiera contar frente a la cámara, como una forma de respetar su dignidad y no escarbar en datos que sólo permitirían profundizar el costado más “amarillista” de la historia. Por lo que se va develando, sabremos que Marta hace mucho tiempo que vive en la calle en el barrio de Congreso –luego se irá precisando que ya son catorce años-, y que más allá de todos los contratiempos pone toda su energía en que una vez por semana el show salga con toda la fuerza que ella le imprime. Marta no improvisa. Por el contrario, ensaya sus coreografías con un rigor profesional que vamos viendo en pantalla: piensa en su vestuario, crea, busca innovar, vuelve sobre sus pasos, es una artista atravesada por su proceso creativo y en la búsqueda permanente de su perfección. Todo ese enorme talento que pone en juego en su show, que pase lo que pase se monta una vez por semana –no hay lluvias ni fenómenos climáticos que hagan que se suspenda la función- hace pensar que una de las tantas historias que Marta nos cuenta, la de haber sido un gran estrella de varieté (y una de las pioneras del strip tease porteño), que ha llegado inclusive a ocupar un puesto de segunda vedette en el tradicional teatro de revistas, hasta podría ser totalmente cierta. Pero López y Moffat intencionalmente dejan fluir al personaje: cosa que pocos directores hacen. Ellos dejan a sus egos completamente de lado para permitir que Marta crezca frente a la cámara, que su historia se potencie a medida que va avanzando el relato y que a partir de ella, se comiencen a narrar las historias de las dos bailarinas que la acompañan incondicionalmente en el show y también en su cotidiano -que es la propia Moffat junto a Carolina Gordon-. Es entonces cuando ya no nos interesa si lo que Marta nos cuenta es totalmente cierto o no, cuanto de verdad hay en su relato, o si faltan algunos datos precisos de su historia, o si no nos “cierran” algunos detalles de su presente. Lo más interesante es precisamente que el ojo de los directores nos permite ir alojando a Marta tal como ella ES, sin hacernos demasiadas preguntas, dejando todos nuestros cuestionamientos de lado y sin pretender contrastar ninguna de las hipótesis que se tejen a priori sobre su historia. La propuesta es justamente poder disfrutar de todo lo que ella elige mostrarnos -y lo que elige ocultar(nos) a la vez- y poder acompañarla en este proceso sin intentar intervenir ese universo íntimo al que Marta nos permite acceder y que nos abre tan generosamente frente a las cámaras y que, al mismo tiempo, seduce e integra a su cotidiano. Se adivina, por supuesto, por las huellas que ella misma va dejando en su relato, que su pasado ha sido doloroso: cuando habla de las hojas del invierno que han caído de los árboles como hijas que el viento va alejando de su madre/árbol, podemos saber casi con precisión, que algún hecho traumático y doloroso todavía se hace presente y se impone a través de su poesía. El encuentro, primeramente casual entre Moffat y Marta, ha dado paso posteriormente a un vínculo que fue fortaleciéndose con los años y que ha llegado a permitir que Malena forme parte del show, de su vida, de su despojado cotidiano. La intimidad es tal, que se genera el espacio propicio para que este vínculo quede registrado en este trabajo documental que se plasma en “MARTA SHOW” y que muestra a la bailarina/directora/compañera habitada con sus propias contradicciones frente a un personaje tan fuerte y tan arrollador como el de Marta, que son de algún modo también las que se nos presentan como espectadores, espejándonos de esta forma mientras estamos viendo/disfrutando el documental. La mirada exterior, de ese afuera invasivo y en cierto modo condenatorio de algunos espectadores casuales que pasan por la calle y espían este universo que los sorprende, aquellos a quienes les cuesta ver en Marta a una artista y la etiquetan rápidamente en la locura, esa mirada cargada de prejuicio es un poco inicialmente la de cada uno de nosotros en el momento en que se nos presenta un mundo tan ajeno, tan distante, no tan fácil de comprender. Es por eso que “MARTA SHOW” crece libre de cualquier prejuicio, precisamente porque Malena Moffat ha hecho previamente todo ese recorrido, despojándose absolutamente de cualquier mirada cargada de preconceptos, de cualquier encasillamiento al que uno tiende inconscientemente, aún sin quererlo. Marta es la creadora de su show y al mismo tiempo es la que va a la peluquería, alimenta a las palomas, concurre a la mesa electoral para emitir su voto, protege a su carro de robos “imaginarios” y reales, sabe manejarse con la policía, pide fiado en el chino del barrio que confía en su palabra y es así como nos vamos asomando a su mundo particular. La directora enhebra la historia de Marta con su propia historia, a través de su padre y su registro de la insania y las enfermedades psiquiátricas y logra que el relato penetre en zonas realmente conmovedoras. Frente a tanto documental adocenado y siguiendo una estructura rígida y endógena anclada en el relato familiar, “MARTA SHOW” es una muestra de creatividad, de poder reflejar la cruda realidad, pero atravesada por el arte, por sus vivencias, por su historia. La lucidez con la que López y Moffat se conectan con este personaje va más allá de cualquier estereotipo, de cualquier convencionalismo: su forma de abordarla le permite dialogar en forma directa, de alma a alma, y eso hace que el documental respire un aire completamente distintivo, de profundo respeto y de una honda libertad.
Con la dirección de Malena Moffatt y Bruno López, y la producción de Tomas Lipgot “(Moacir”, “Viva el Palíndromo”) este documental toma como figura central a una mujer muy especial. Se trata de Marta Buneta que tiene 75 años y desde hace 14, por una crisis emocional que derivo en una internación y el corte de relación con familiares y amigos, está en situación de calle. Ella fue y es bailarina, actuó en cabarets, viajo por América Latina, fue una de las precursoras de striptease en nuestro país. Pero lo que muestra este trabajo es la relación tan especial que se gestó entre ella y la directora, también bailarina, junto a otra profesional, Carolina Gordon y como es esta unión amasada en confesiones, interrelaciones, conflictos y alegrías. Las tres armaron un show callejero muy especial, que permite no solo mostrar a sus protagonistas sino a todo un barrio, su gente, sus rostros y sus reacciones.
Marta Show: un psicodrama indigente Retrato de Marta Bunetta, una performer callejera, la película de Moffat y López se involucra de modo muy singular con su personaje. No debe haber muchas películas, si es que hay alguna, en las que el director o directora lloren en cámara. Es lo que sucede en este documental, cuando una comisión policial, llamada seguramente por algún vecino, intenta ponerle punto final al show que Marta Bunetta, una mujer en situación de calle, monta cotidianamente en la vereda, a espaldas de la plaza 1º de Mayo. Aterrada ante los portadores de gorra, Malena Moffat, codirectora de Marta Show, llora de nervios. En una escena posterior Moffat (hija de Alfredo, creador de la clínica de psicología social El Bancadero, donde se atendía “a la gorra” a pacientes indigentes) le confiesa a su compañera “de elenco” (ambas actúan de coristas de Marta, en la vereda de la calle Alsina) que no soporta a la líder del show y protagonista del documental. Carol, la compañera de Malena, cuestiona su actitud. Documental confesional, al borde mismo del acting sobreemocional, Marta Show es también en parte un psicodrama indigente, que pone a la correalizadora en la huella de su padre. “Hace treinta años que estoy acá”, afirma con autoridad Marta Bonetta. En el momento del rodaje Marta acusa 70. Casi medio siglo atrás fue, asegura un señor que pasa, una pionera del strip tease porteño. “Me lo voy a voltear a ese negro”, confiesa Marta a cámara en otro momento (aquí todo se dice a cámara), refiriéndose según parece a un mozo senegalés, vendedor de chucherías. Marta no jode a nadie. Salvo quizás en términos auditivos, producto del volumen del grabador a cassette que reproduce las canciones que ella mima y actúa, haciendo lo que los sajones llaman lip sync. Ataviada de modo estrafalario, con propensión por las calzas, una dentadura postiza extralarge y abundancia de pelucas de plástico, peinados de todo tipo y gorros hechos con pulóveres andinos, Marta hace que canta y presenta también sus coreografías, acompañada de Malena y Carol. Marta es entre otras cosas un prodigio del funcionalismo urbano, dando todos los usos imaginables a las bolsas negras de basura y cargando todas sus posesiones (que incluyen una palmera que le es robada) en un carro con rueditas, que por lo visto estaciona todas las noches en la sede porteña de las Madres de Plaza de Mayo. ¿O no es acaso también ella, a su manera, otra loca de la plaza? Como suele suceder con la gente que está en el borde, o lo pasó, Marta pasa de alguna ocurrencia genial a un disparate total. Convencida de que todos nuestros males son culpa de ciertos cerebros electrónicos malintencionados (la paranoia es una de sus compañeras de ruta, sospechando incluso de la realizadora y su socia coreográfica), es capaz de observar que los transeúntes se divierten con ella, pero después “vuelven a la Idea”, sintetizando de ese modo la neurosis urbana. “Son todos fantasmas necesarios”, afirma, antes de echar unas gotitas de ibuprofeno en el agua servida, con intención de curar a sus amigas, las palomas. Doblando seguramente las reacciones que despertará el propio documental en el público, ante las exuberancias del show de Marta los paseantes oscilan entre el asombro, el escándalo y la participación, como el compuesto señor asiático que se suma a una coreo original de “Beat It”.
Retrato documental argentino de Malena Moffatt y Bruno López. Les directores se centran en Marta Buneta (75), una ex bailarina de cabaret, precursora del striptease en nuestro país, y quien vive en las calles del barrio de Congreso luego de una fuerte crisis emocional que la hizo alejarse de la familia y de los amigos desde hace ya catorce años. La película inicia con una clara perspectiva audiovisual subjetiva, revelándonos desde el minuto uno la posición que tomarán sus realizadores durante todo el relato. Su plano de apertura connota compañerismo, paridad y empatía para con el personaje, lo que nos ofrece una cercana dinámica del retrato captada desde una observación directa que nos involucra a cuestionarnos, lejos de una moralina, sobre las miradas socialmente impuestas. Por ello lo primero que conocemos de Marta es su voz fuera de campo mientras la cámara nos brinda una falsa subjetiva del personaje que se va trasmutando en la mirada de un otre que acompaña. Es ahí cuando descubrimos visualmente a la protagonista y su distintiva sonrisa, quien nos habla desde una frontalidad desprolija como pulso que marcará el tono intimista del film. El back es que Marta vive en la calle y Malena Moffatt (codirectora y participante activa del film) se hace amiga de ella luego de observarla bailar y cantar durante un largo tiempo. Ese lazo las llevará a crear juntas un varieté llamada “Marta Show” que servirá como columna vertebral para que podamos ir descubriendo a la persona detrás de la artista pero desde su hogar, la calle. Es un documental que logra transformar una vereda, un espacio de tránsito, un no lugar, en el mejor punto de vista de su protagonista, pues como espectadores dejaremos simplemente de ver para poder observar un colorido escenario teatral donde lo impredecible domina y el tema central se expone como reflejo social ante las miradas estereotipadas. “No siempre la persona supuestamente al margen es infeliz y necesita que la traigamos para este lado. Ese afán de corregir, y de traer para el lado de la mayoría, no me parece sano. Porque no me parece sano cómo va la mayoría” expresa Moffat como parte de su testimonio en la película. Palomas, hojas, piedras y una alta palmera roban el sensible corazón de esta protagonista quien nos deja enseñanzas a pulir pero sobre todo alegrías. Marta Show es un retrato documental sobre Marta Buneta, una sonriente bailarina que vive en la calle, pero lo que sus directores logran también poner en foco son las miradas de las otredades ante lo que Marta les representa.
Un documental que acompaña a Marta Buneta, una mujer de más de setenta años, en situación de calle, que, lejos de estar triste por su realidad, todos los días disfruta de realizar un show en la vereda, al cual denomina: “Marta show”. Marta, en el pasado, ha sido una de las principales bailarinas de cabaret de Buenos Aires. Los directores, Malena Mofatt (una de las mujeres que acompaña y ayuda a Marta), y Bruno López, logran transmitir la pasión que Marta siente por el espectáculo. Además, a lo largo del documental, conocemos otros aspectos de su vida: Su particular manera de cuidar a los árboles y a las palomas y algún que otro dato de su pasado. A Marta en ningún momento se la ve intimidada por las cámaras, sino que podemos sentir que la acompañamos en su día a día. El show que brinda a diario, generalmente, consta de algún número de baile o de la interpretación de canciones reconocidas. Con el correr de los días, va adquiriendo una función social importante y cada vez se vuelve más concurrido por otras personas, también en situación de calle, quienes son invitados a participar y lo hacen con muchísima alegría. Un documental que nos invita a reflexionar y a reformularnos varias preguntas. La sociedad señala a Marta como una “loca”, pero para ella, en cambio, es la sociedad quien ha enfermado hace mucho tiempo. A Marta no le importa que la señalen, ni quedar mal con la gente. Tampoco busca dinero, ni que alguien la saque de la calle. Ella solo quiere hacer su show, y cuando lo hace, se siente absolutamente plena y deja de importarle todo lo demás.
Marta solía ser una bailarina exótica. Recorrió Latinoamérica haciendo shows y fue quien introdujo el striptease en Buenos Aires. O por lo menos eso dicen. Hoy Marta Buneta hace puestas en la vereda de una plaza del barrio porteño de Congreso y su documental, escrito y dirigido por Malena Moffatt y Bruno López, muestra el día a día de este peculiar personaje.
Hace tiempo que los documentales no políticos resultan, en general, más interesantes que los otros. Marta show es un nuevo ejemplo de eso. Marta tiene setenta y cinco años y vive en la calle, supo ser una bailarina de cabaret y una pionera del striptease en Buenos Aires. Una crisis personal la alejó de su familia y hoy, luego de haber estado internada, revive sus años de artista haciendo espectáculos en la calle, con una nueva troupe que la acompaña en esos momentos de locura y felicidad que supone cada uno de sus actos. Marta Show es una película que podrá causar algo de tristeza y angustia en el espectador, pero gracias a la inteligencia de los directores, también somos capaz de ver como Marta disfruta de esos momentos que son un poco delirantes pero a la vez tienen luz propia. Nadie juzga a Marta, nadie siente lástima por Marta. La co directora del film participa frente a cámara de esos shows, otorgándole un mínimo de orden a la caótica mente de la protagonista.
La posibilidad de descubrir un secreto: aquí se trata de una pionera del strip-tease en la Argentina. La historia de una mujer que vive en la calle puede resultar patética en principio. Pero también la posibilidad de descubrir un secreto: aquí se trata de una pionera del strip-tease en la Argentina que, muchos años después, intenta una reconstrucción, una supervivencia más cerca de la picardía y el optimismo que de la miseria. Esa mirada sobre el descubrimiento es el que le da peso a esta película pequeña que esconde mucho más de lo que parece.
La fascinación entre márgenes Aunque las comparaciones nunca son buenas -y para aquellos críticos que se valen de ese recurso transmite cierta vagancia intelectual- si se me permite no es casual que uno de los productores de este documental, dirigido por Malena Moffatt y Bruno López, sea Tomás Lipgot porque para los memoriosos la nostalgia con Moacir y su maravillosa trilogía es instantánea. Tan instantánea como las marcas que atraviesan el universo de Marta Show. El problema de esta propuesta que parte de la base de acompañar a la protagonista, otrora bailarina de striptease -que para muchos fuese pionera en sus años de esplendor- y quien por elección y algunos temas familiares comenzara a vivir de sus actuaciones en plena calle y de sus acopios de elementos en sus diferentes carros sin encajar en la etiqueta habitual de ciruja versión femenina, no es otro que la predominancia de una mirada demasiado eclipsada por el personaje más que por la persona de carne y hueso, su circunstancia, pasada y presente. El show de Marta entonces a diferencia de Moacir se come y fagocita todo buen intento en el Marta Show. No surge la espontaneidad cuando toda ella es un personaje. Eso no significa que Malena Moffatt busque singularidades, ni tampoco que marque a veces algunas discrepancias ante la avasallante mujer de 75 años, de agilidad en el manejo del cuerpo indiscutible. Pero el equilibrio entre catarsis y proceso documental a secas, sea la puesta que sea, se pierde en las buena intenciones por la necesidad real de aproximarse a Marta y su manera de pensar su mundo con un enfoque que va hacia afuera de ella y no en su íntima vulnerabilidad emocional. Para aquellos que conozcan el nombre de Alfredo Moffatt, su famosa obra desde El Bancadero, así como su trabajo de décadas e intento de romper paradigmas en materia de la concepción vetusta de enfermos psiquiátricos o lo que seguimos tildando como “locos”, sin lugar a dudas para Malena, su hija, haber tomado contacto con Marta también le generó otro tipo de vínculo. De otro modo no se entiende sino el para qué sumarlo a su proyecto personal con la colaboración de Carolina Gordon. Sin embargo, entre esas experiencias y los delirios que ya hoy forman parte de lo cotidiano en Marta Buneta no hay un ápice de incoherencia más que la sensibilidad de una persona que se hizo y reinventa por la elección de vida tomada en la etapa menos luminosa de una vida entre márgenes, pese a los bailes en la calle, las actuaciones espontáneas y el efecto de espejo deformante al enfrentar a una persona excéntrica que puede encontrarse en algunas plazas o veredas sin cámaras que la registren.
Malena Moffatt y Bruno López nos llevan con su última creación al universo de Marta Buneta, una mujer estrafalaria, que rompe con los cánones del deber ser. En un país donde la pobreza aumenta día a día y cada vez nos encontramos con más personas en situación de calle, Marta Show nos abre la puerta a un contacto íntimo con una realidad que a puertas cerradas nos resulta ajena. Incomodo, sí. Bien podría ser un retrato de decadencia, cargado de golpes bajos y morbosidad, pero con la irreverencia propia de sus protagonistas, nos sorprende un relato cargado de entereza, de mirada amplia y respetuosa. Libre de juicios normalizadores. 4 años de un trabajo que comenzó mucho antes se reflejan en un eterno presente en el que la calle y la mirada ajena juegan el rol de coprotagonistas de esta historia. Marta se destaca entre lo gris del asfalto. Rompe con el rimo propio de la ciudad. A nivel visual, pero también a nivel de energía en movimiento. Su apariencia no es parte del patrón, pero su vitalidad y sus acciones tampoco. Marta es una mujer que no es del todo lo que podríamos esperarnos de ella. Podemos adivinar que nunca lo ha sido, otrora como pionera del striptease, hoy como persona que hace 14 años vive en la calle, y lejos estar abatida re significa con pasión su vida y la de otras personas con un Show de Arte Callejero que cada vez tiene más adeptos. Sorprende la flexibilidad de su cuerpo, quizás como reflejo de la flexibilidad mental que le ha permitido sobrevivir en un contexto hostil. Marta Show no tiene una estructura narrativa lineal, y si bien tiene movimiento constante, de a momentos parecería un movimiento estático, que no avanza. No obstante, de esa lentitud nace una transformación irreversible de la que Malena Moffatt bien da cuenta. En un principio, uno podría llegar a quedarse con ganas de un viaje más profundo al interior de la vida de Marta, pero reflexionando, es fácil darse cuenta que esa vida interior, se refleja en sus acciones, en sus palabras, en sus metáforas, en su forma de (des)conectar con el mundo, en la vitalidad con la que afronta la vida, en el empuje y en la garra con la que le pone el pecho a esa vida, que podemos ver -porque no hace falta mostrar con morbo algo que se deduce por si mismo- que ha sido dura con ella… Su intimidad, a un nivel sutil, está expuesta porque su vida es la calle y en la calle. Marta Show es un documental sobre la amistad y la aceptación pura del otro tal y como es. Una invitación a pensar y repensarnos frente a lo que estamos viendo. https://www.youtube.com/watch?v=ls5GvvZb-6o Dirección y Guion: Malena Moffatt y Bruno López. Fotografía y Edición: Bruno López. Elenco: Marta Buneta, Malena Moffatt, Carolina Gordon. Distribución: Duermevela. Duración: 75 minutos.
Mientras la gente hace girar los engranajes del sistema y camina preocupada de acá para allá dejando el vestigio de la rutina inexorable, Marta Buneta, más conocida como Marta Show, pulula por el barrio de Congreso arrastrando consigo una palmera, hojas secas y flores rotas. También lleva sus pocos petates y algunos atuendos. A veces pareciera que enuncia incoherencias, pero en los intersticios de sus palabras leemos algunos razonamientos demoledores, análisis bastante atinados sobre la gente oficial, aquellos que están jugando dentro del régimen. Marta adora y alimenta a las palomas de la plaza. A veces también las droga con ibuprofeno, quizás con el afán de quitarles el dolor perpetrado por algunos seres humanos. Detalles al fin, porque allí mismo, en la vorágine de Congreso, acontece una verdadera expresión de libertad que la tiene de protagonista. Coordina un pequeño show de danza callejera a la gorra. La postal del pasado indica que Marta supo ser una bailarina de éxito nacional e internacional, pionera del striptease y del varieté porteño. No sabemos muy bien cuál fue su devenir ni por qué terminó en situación de calle, y aunque algunos bosquejos se trazan y se sugiere fragilidad, lo que esencialmente importa es que Marta jamás claudicó a la danza. Y en ese transcurrir de bailes y playbacks es feliz. En ese escenario improvisado que es la vereda se siente bien. El show de Marta es también gracias a dos muchachas, una de ellas directora del documental, quien interesada por aquello que sucede a los márgenes de la sociedad, la descubrió bailando un día por la ventana. De allí en adelante se acercó, nació una amistad y el espacio de lo lúdico se transformó también en un espacio de contención. Los transeúntes pasan y observan el espectáculo. Marta coordina, tararea las canciones que quiere y que Malena, su nueva amiga y ahora miembro fijo del show, se encarga de conseguir. El documental es un registro sincero que se aleja de cualquier premisa moralizante. La directora reflexiona sobre la intención que tiene el mundo oficial de querer absorber a los marginales y traerlos de nuevo al casillero. Y quizás sea ese lugar que ocupa la mayoría lo que está mal. El universo de Marta no es color de rosas, vivir en la calle resulta muy violento y por ello desarrolla una personalidad aguerrida y desconfiada, por momentos incluso paranoide, pero a pesar de los vaivenes emocionales necesita y le gusta entablar conversaciones y precisa de un abrazo como cualquiera de nosotros. No hay golpes bajos ni patetismo alguno, una mirada límpida y tierna y un amor inconmensurable de Marta por la danza. Y claro, una pronunciada intención empática y desinteresada de Malena y Carolina por ella como ser humano. Un documental de tintes musicales con un personaje fascinante que pese a las adversidades de la vida danza con felicidad. También hay lugar para las tristezas, tristezas que son más llevaderas gracias a Malena y Carolina que brindan todo su amparo cultivando también un cable a tierra para ellas mismas.
"Marta Show. Con Malena y Carol" reza el cartel casero contra la reja de una plazoleta barrial. Lo que viene mezcla lo extravagante, lo imposible y lo puramente bizarro. Suerte de performance con grabador sobre la calle, la música acompaña a dos chicas jóvenes con tutús clásicos sobre calzas oscuras y a una estrafalaria señora de más de 75 años, también de calzas, que, gozosa, acompaña con agilidad un ritmo ochentoso. La película de Malena Moffat y Bruno López permite conocer uno de los increíbles personajes que habitan Buenos Aires. Esta señora que presenta su show en la calle (le suena mal que digan "show callejero") fue bailarina de cabaret y una pionera del striptease en Buenos Aires, según confiesa un contemporáneo de la performer que no dudamos visualizó a Marta cuando escandalizaba a desprevenidos y complacía a otros. Ahora está en situación de calle, como metaforiza la actualidad para suavizar los significados. Algo pasó: Marta fue internada por una crisis emocional y salió sola a la realidad habitual. Pero lo increíble es que, elegido el espacio callejero donde vivir, hace catorce años, también diagramó un show, ahí nomás, en la Plaza 1º de mayo, del barrio de Balvanera, donde ahora, con la ayuda de dos chicas jóvenes improvisa su espectáculo. HAPPENING URBANO Documental inquieto como su protagonista, la cámara sigue a la incansable Marta con el carrito improvisado que atesora sus pertenencias y una palmera envuelta que alguien le dijo que iba a crecer. Dar de comer a las palomas, bailotear y hacer playback con sus ropas coloridas, luciendo unos dientes que no van con el resto de su persona, son sus tareas habituales. La directora (hija de Alfredo Moffat, creador del Bancadero, mutual psiquiátrica gratuita), que es también actriz, la conoció en un taller de arte y con una amiga la ayudaron para mantener el show, una maratón donde la música de Sandro, Los Chiringuitos o Demis Roussos tienen su lugar con algún desarrapado que se incorpora a la celebración. Porque a Marta no sólo la miran asombrados los paseantes, hasta hay un turista oriental que baila con ella, mientras algún contemporáneo la espía disimulado por la cortina de la ventana de una planta baja. "Marta Show" visibiliza a una de nuestras desconocidas. Esa que en la línea del mejor Cronenberg ("Videodrome") habla de las máquinas electrónicas que te dicen cosas malas de otra persona para que vos te molestes con ella, pero también afirma que su show distrae, saca la mufa y que la vida es una ilusión óptica. Con Malena Moffat y Carol, Marta -como diría el creador del Bancadero- ""redistribuye la locura"" entre música, canciones de Raffaella Carrá o Sandro. Socializa un show ""con buena onda"", protagoniza su psicodrama para los demás.
Se parece a una linyera, pero no lo es. O a una loca, pero no lo está. O son ambas cosas, pero lo disimula muy bien, para convertirse en un personaje pintoresco que habita en la ciudad de Buenos Aires. Eso y mucho más es Marta Buneta, una mujer septuagenaria que vive en la calle. Hace una suerte de espectáculos musicales, con danza, interpretaciones y canciones cantadas con playback, junto a dos chicas más jóvenes, Malena Moffatt y Carolina Gordon, en la vereda de una plaza, desde hace mucho tiempo. Ella no siempre fue así. En su juventud resultó ser una innovadora dentro del teatro de variedades al hacer un show de striptease, que incluía un desnudo total. También estuvo casada, tuvo una casa, viajó a otros países, hasta que un día un desbalanceo psicológico provocó un alejamiento de todos, y de todo, para transformarse en una marginal social. El documental codirigido por Malena Moffatt y Bruno López nos muestra las actividades diarias de las tres mujeres al aire libre, también la cámara las sigue hacia otros lugares, de vez en cuando le hacen una entrevista y, desde sus expresiones, nos podemos dar cuenta de que todas las ideas que tiene Marta en su cabeza no están muy bien ordenadas. Tiene divagues o reflexiones místicas que las dice seriamente, para convencer a su interlocutora. Los días pasan, pero la historia se repite. Frente a cámara la protagonista no explica por qué llegó a esa situación, ni tampoco se la preguntan. O, tal vez, Marta no quiere hacerla pública. Entonces, así planteado el film, sin una jugosa historia para contar se hace muy difícil de comprender cuál fue la necesidad de realizarlo. Porque de esta manera el relato no avanza, podrían perdurar las distintas imágenes que se van sucediendo, hasta el infinito. No es una indigente. Gracias a la recaudación a la gorra que hace todos los sábados, puede comprar lo que necesite. También sabe cuáles son sus derechos y figura en el padrón electoral. Ella se automarginó del sistema, no la apartó el Estado de su órbita. Se podría inferir que goza de una libertad absoluta, no le rinde cuentas a nadie, pero debe lidiar contra un ladronzuelo que le roba cuando está distraía haciendo su show. Amigo lector, si a usted le interesa observar estos personajes urbanos, donde la sociedad no le da su lugar, pero tampoco pasan desapercibidos por el ciudadano común, vaya al cine, pero si no es así, ni lo intente, porque se va a aburrir mucho.
Marta tiene 75 años y hace 14 que vive en la calle. Viajó por toda Latinoamérica como bailarina de cabaret y fue una de las pioneras del striptease en Buenos Aires. A partir de una fuerte crisis emocional que derivó en una internación, se desvinculó de familiares y trabajo quedando así en los márgenes de la sociedad. Pero gracias a su capacidad de lucha y ganas de vivir inventa una nueva tarea que desemboca en la formación de una nueva familia: el “MartaShow”. Marta Show se trata de un show callejero, mezcla de varieté y happening dirigido por Marta en un sector de la vereda, contra las rejas de una plaza, donde ella tiene su parada hace años. Está formado por coreografías, playbacks, poemas y canciones, remembranzas de los años dorados en que Marta fue bailarina. Guionada y dirigida por Malena Moffatt y Bruno López, y con producción de Tomás Tomás Lipgot, Marta Show es una fantasía cruda y dolorosa hecha documental. La dureza de la calle, el vínculo sanador con el arte, las peripecias y la no aceptación e incluso, el rechazo de la gente ante, quizás, el miedo a lo diferente, son una muestra de una sociedad que no puede ver en el otro más que una amenaza o, tal vez, el miedo a lo que pueden sufrir en algún momento cuando el sistema los vomite. La voz (y el cuerpo) cantante se divide en tres y cada una de las protagonistas, en sus diferentes relieves sensoriales y emocionales, llevan adelante un cuento que es ni más ni menos, que el enfrentamiento a la vida diaria de las miles de personas que no son, para muchos, -inclusive para los más voluntariosos y bienintencionados-, más que un número, una estadística. Probablemente porque el miedo les impide ver más allá en esos rostros plenos de una frustración que ganó la partida. Los secretos de Marta, sus anhelos, el propio miedo a perder lo poco que tiene, en un giro y un despliegue simbólico relacionado con objetos entre brillantes y deslucidos, con una que otra planta colgando ocasionalmente, como contacto entre la fantasía del tener y de la posesión como único significado de la existencia y la sensación de poder perderlo todo, cuando ya casi se lo ha perdido antes. Malena Moffatt coordinó talleres de artes plásticas en psiquiátricos y de allí el vínculo de comprensión y espejo que establece con Marta, a partir del momento en que se suma a su show y lo convierte en una rareza que a veces cosecha inesperados espectadores, y en otras partenaires que también buscan su espacio, a la deriva, en una ciudad que no los reconoce ni los considera.
Marta Show describe una ciudad, cuenta parte de su vida, su lucha y muestra sus shows callejeros. Marta Bruneta es una persona que vive en situación de calle, tiene sueños y a pesar de todo vive su mundo. Por allí van circulando distintos personajes, muestra su forma de vida y el contacto con la actualidad. Un estilo de vida que a los más sensibles va a conmover.
Después de la función privada de prensa en la sala de proyección de Directores Argentinos Cinematográficos (DAC), la co-directora Malena Moffatt nos confió que su colega, el montajista Bruno López, es quien más se ocupó en cranear el lenguaje cinematográfico de ‘Marta Show’, mientras que ella, por su parte, a pocas instancias de recibirse como Psicóloga, aportó todo lo que consideraron pertinente de su experiencia en clínicas psiquiátricas para la elaboración de este proyecto que tiene un interés muy secundario con respecto a auto catalogarse como documental.