La confianza es un bien escaso. Ya a esta altura del partido no conviene seguir especulando acerca de qué sería de la industria del entretenimiento si los reality shows no hubiesen hegemonizado la pantalla chica como lo vienen haciendo desde hace tres décadas. Los verdaderos “secretos” de la longevidad de esta receta televisiva los tenemos que buscar en su permeabilidad formal, sus bajos costos de producción y ese clásico convite anímico que suele construir una empatía extasiada, acorde al “sentido común” del espectador promedio. Con certámenes o sin ellos, desde el jet set o los suburbios; lo único realmente importante es que la distancia de antaño para con los protagonistas sea reemplazada por una invasión categórica a la esfera privada. De hecho, una de las principales características del género es su capacidad para expandirse o contraerse según los requisitos del momento, siempre en función del personaje que se considere rentable ensalzar. Simon Cowell, una de las figuras ineludibles a nivel mundial detrás de la vertiente musical de los realities, encontró al tenor británico Paul Potts en 2007, durante la primera temporada de Britain’s Got Talent, un exitoso programa que vino a “complementar” las franquicias de Pop Idol/ American Idol y The X Factor. Mientras que estos últimos respetaban el formato tradicional de los productos de Cowell, Britain’s Got Talent abría el terreno hacia un “polirubro” en el que cualquier amateur podía participar. El eslabón más reciente de esta cadena comercial es la película biográfica de Potts, hoy interpretado por un excelente James Corden que sabe transmitir toda la inmediatez emocional necesaria para que la propuesta resulte llevadera. En esencia estamos ante un combo entre una comedia de “superación personal” y un drama centrado en el “camino del héroe”, aunque por suerte volcado más hacia la primera opción y con una fuerte dosis de cinismo implícito, que por cierto no solemos hallar en obras similares norteamericanas. El “toque inglés” está dado precisamente por los detalles naturalistas que hacen avanzar a la trama, en especial una extensa serie de calamidades y la falta de confianza del protagonista. Aquí recorremos varios estereotipos sobre los “diamantes en bruto” que claman a gritos ser descubiertos, no obstante la vitalidad narrativa del proyecto y la gran labor del elenco hacen que nunca lleguen a molestar: los compañeros de colegio de Potts lo maltratan por su pasión por la ópera, ya adulto comienza a trabajar en un local de venta de celulares, viaja a Venecia para una “master class” que termina siendo un fracaso, se casa con la simpática Julz (Alexandra Roach) y debe sobrellevar distintos problemas de salud. El director David Frankel mantiene un tono ameno que relativiza los preceptos actuales del espectáculo y la cultura masiva, bajándolos en buena medida a la realidad volátil que padecemos a diario…
¡Quiero cantar! Es imposible estar viendo esta película y no acordarse de Billy Elliot, aquella historia del niño que quería dedicarse a la danza pero a quien su padre se empeñaba en apuntarle a clases de boxeo. Si partimos de esa premisa, y sustituimos la danza por el canto de ópera y el boxeo por la siderurgia ya tenemos la trama calcada de una propuesta muy poco original y convincente, aunque en este caso la historia esté basada en un hecho real. Paul Potts era un tímido vendedor que un buen día decidió acudir al casting de un popular programa de televisión, donde emocionó al jurado y a miles de personas que lo vieron por Tv e Internet con sus gorgoritos interpretando un fragmento del Turandot de Giacomo Puccini. El desarrollo argumental se centra en los pocos éxitos y muchos fracasos que tuvo el futurible divo antes de que le llegara ese momento de eclosión mediática. Con una infancia muy dura, donde la incomprensión por parte de su familia y compañeros de instituto se hacía insostenible, Potts consiguió una beca para ir a estudiar canto en Venecia, aunque una fallida prueba delante del mismísimo Luciano Pavarotti le hizo desistir en su empeño. Años después, y ayudado por su madre y su novia, volvería a intentarlo con resultados un poco más alentadores. La propuesta es descaradamente formulista, aunque no exenta de algunos momentos interesantes que suceden sobretodo en la primera parte de la acción. La pena es que mientras lo normal es que el interés fuera a mayores lo que se nos intenta explicar se va deshinchando de manera progresiva, con una serie de situaciones poco creíbles y demasiado almibaradas que acaban por dañar el conjunto. La trama avanza a trompicones, y la carga social que se podía entrever al principio se disipa para dar paso a un culebrón en toda regla con final feliz. Lo único remarcable a destacar es el correcto trabajo de todo el elenco actoral, comenzando por el protagonista, interpretado por el cómico británico James Corden (visto en Haciendo historia y Un chico listo), y secundado por los siempre competentes pero un poco deslucidos en esta ocasión Colm Meaney (ya pasaron aquellos tiempos en los que nos ofreció verdaderas joyas dirigidas por Stephen Frears como La Camioneta) y una algo envejecida Julie Walters (Mamma Mia!, Harry Potter). El resto, algunas canciones populares anglosajonas de las de toda la vida mezcladas con arias operísticas igual de conocidas y un guión que no admite segundas lecturas debido a su impostada superficialidad. Voces poderosas y buenos sentimientos para un film que se olvida en cuanto uno sale del cine.
Mi gran oportunidad es una película imperdible para los soñadores, para los que gustan de los cuentos tipo Cenicienta con final feliz y para los que disfrutan viendo historias de la vida real que terminan bien. La actuación de James Corden es sumamente creíble, y seguramente el resultado no sería el mismo sin su trabajo. Y la buena química con...
Con tragicomedias como El diablo viste a la moda, Marley y yo y ¿Qué voy a hacer con mi marido?, David Frankel se convirtió en uno de los directores más exitosos de la última década en Hollywood. Por eso, el estreno de su más reciente largometraje generaba una inevitable curiosidad. El resultado, sin ser vergonzoso, esta vez es un poco decepcionante. Basada en la historia real de Paul Potts, un muchacho tímido, obeso y poco agraciado que se convirtió en celebridad tras ganar la primera edición del reality show televisivo Britain's Got Talent, Mi gran oportunidad arranca como una de esas simpáticas comedias populares inglesas como Tocando el viento, Billy Elliot o Todo o nada: The Full Monty para luego derivar hacia una trama demasiado superficial, subrayada y previsible con enredos musicales y románticos (incluso hay varias secuencias ambientadas a puro pintoresquismo en la hermosa ciudad de Venecia) en un crowd-pleaser que luce demasiado calculado. El antihéroe del film es el mencionado Paul (James Corden), empleado de un negocio de venta de teléfonos celulares. Cantante amateur de ópera, ha sido desde siempre objeto de burlas (y hasta de violentos casos de bullying) por parte de compañeros y vecinos. Hasta su padre (Colm Meany), trabajador de la industria del acero, lo subestima e intenta reprimir todo el tiempo su veta artística. A pesar del apoyo de su madre (Julie Walters) y de la mejora en su autoestima cuando se pone por primera vez de novio con una chica de un pueblo vecino (Alexandra Roach) y obtiene una beca en Italia, las cosas no resultarán nada fáciles para este joven de clase media baja en el universo de la alta cultura. En esta película sobre las segundas oportunidades, sobre la fuerza de voluntad y la redención, se aprecia muy poco de la acidez, la ironía, la negrura, la sensibilidad y la mirada punzante que caracterizaron hasta ahora al cine de Frankel. El realizador apostó aquí por un relato más clásico y emotivo, pero nunca logra trascender el marco de la corrección política y de las buenas intenciones. Habrá que esperar, entonces, a sus próximos proyectos para ver si recupera sus mejores atributos.
El que no arriesga, no gana El director de “El Diablo viste a la moda” toma al tenor Paul Potts, primer ganador de un reality, y cuenta su historia de superación. Los guiones que se basan en historias de superación de la vida real tienen un handicap, pero también algnas contras. Y más aún cuando el personaje es contemporáneo, la gente tiene fresca su historia y, aún más, como es el caso de Paul Potts, surgió y ganó un reality televisivo... Potts triunfó en la primera edición de Britain's Got Talent, en 2007, y no por cantar baladas o pop. Paul era un aficionado a la ópera, pero que la pasó mal -muy mal- ya desde pequeño, cuando el término bullying no se había acuñado ni mediatizado como en el presente. "Si no se arriesga no se gana", le dice su novia. Y tiene razón. El filme, de David Frankel, cuyo as en la manga es haber dirigido aquella brillante comedia que fue El Diablo viste a la moda, toma a un personaje entrañable y lo vuelve más querible aún. Y a aquéllos que conocen la vida real de Potts, la versión les resultará resumida y/o pasteurizada. Para los que sólo saben que triunfó de inmediato en cuanto cantó la primera nota de un aria ante el jurado que integraba Simon Cowell, conocido por su sarcasmo (y que hace de sí mismo en el filme) la película es, si cabe, mucho más disfrutable. Es que cuando la emoción es la que tiene que saltarle a los ojos al espectador, es allí donde, pese a algunas notas falsas, da en el blanco. A Paul, el personaje, lo rodearon de familiares que son, mire, como para la mesita de luz. Desde su novia y esposa -Alexandra Roach, que hacía de joven Margaret Thatcher en La Dama de hierro- hasta sus padres, interpretados por Julie Walters y Colm Meany, que cada vez que abren la boca lo hacen siguiendo un arco dramático previsible, pero bien llevado y sumamente entrador. James Corden debió engordar unos kilos para dar con un phisique du rol que se asemeje a Potts, pero lo suyo no pasa por la apariencia ni la gestualidad. Lo suyo es generar empatía con el público. Y lo hace. Es que Paul, de no ser por su peso, también es para la mesita de luz. Es un naive, un tipo común que tiene un sueño, pero él lo cumplió. Ya lo dijo un coterráneo suyo, un beatle. Pueden decir que Paul es un soñador, pero seguramente no el único, y ésos que son como él seguro se deleitarán con Mi gran oportunidad más que otros.
El joven que quería cantar Con el estreno de esta película, Mi gran oportunidad, se cuenta la verdadera historia de Paul Potts, un tímido e inseguro joven que sueña con dedicarse a cantar ópera. Para quienes conozcan la vida de Paul, este largometraje no ofrecerá mayores sorpresas, pero para quienes nunca hayan oído hablar de él, la película tiene una carga emocional irresistible. David Frankel, el director de filmes como El diablo viste a la moda y Un gran año, cuenta con habilidad, pero sin demasiado vuelo, una historia que se impone por sí misma. Todo el film está enfocado en el gran clímax, que a su vez es lo que tal vez más personas conozcan. Por eso, la calidad de Mi gran oportunidad depende de que tan bien impacte ese momento en la audiencia. Su objetivo es ése y lo cumple. Cuando la emoción debe aflorar, aflora, y se puede decir que la película tiene el mérito de no arruinar aquel gran momento que hizo popular a Potts. Las herramientas que utiliza previo a ese momento cumplen con todos los lugares comunes habidos y por haber, tanto en lo dramático como en lo cómico, en lo romántico e, inevitablemente, en lo musical. Pero el espectador que se entregue a la historia sin cuestionarle sus claras limitaciones podrá encontrar lo que fue a buscar: una historia de vida que emociona hasta las lágrimas. El carisma de los actores hace que la película avance de forma creíble y los curiosos podrán ir a YouTube y comparar lo visto en la pantalla con la historia real.
El amor por la ópera Al igual que la famosa historia que transformó en una estrella a Susan Boyle, esta película inglesa habla de la increíble vida de Paul Potts, un tímido vendedor de celulares que tiene pasión por la ópera amateur y que, luego de sortear varios obstáculos, llega a presentarse en el Britain´s Got Talent, de Simon Cowell, también productor del film. Mi gran oportunidad (Once Chance) es el típico relato de superación personal y tiene varios puntos de contacto con Billy Elliot, donde también trabajaba Julie Walters, acá como la madre de Paul (James Corden), el muchacho obeso que sufre el bullying y la incomunicación con su padre en un ambiente de obreros metalúrgicos de la Gales de los años noventa. El film comienza y desarolla las situaciones de manera ágil, en tono de comedia (el encuentro del protagonista con su novia en la estación de tren) y con momentos que apuntan a la emoción, perdiendo un poco el rumbo sobre el final, pero no por eso deja de ser resultar efectiva gracias a las buenas actuaciones. Al ambiente hostil y la poca confianza que se tiene Paul con su canto, se suma una madre sobreprotectora, una novia que conoció a la distancia, un viaje a Venecia y una pandilla que lo hostiga desde la niñez. En ese entorno se mueve el personaje central, quien luego de presentarse en el certamen se convirtió en un fenómeno de YouTube. James Corden, visto en Los viajes de Gulliver y Los tres mosqueteros, consigue empatía con el espectador en odisea que no deja el romance de lado y utiliza el amor por la ópera como excusa para emprender un camino hacia los sueños. Y el director David Frankel (El diablo se viste a la moda) se despacha a su gusto entre góndolas, escenarios, comida rápida y Luciano Pavarotti (encarnado por Stanley Townsend).
Bella fábula sobre inesperado tenor Esta es la historia real de Paul Potts, un muchacho regordete y tímido que, luego de pasarse la vida intentando cantar ópera contra las situaciones más adversas incluyendo que lo desaliente el mismo Luciano Pavarotti- finalmente logra su lugar en la escena británica gracias a un concurso de talentos televisivo. James Corden simpático y querible en el papel de Potts, y el guión de la película se las arregla bien para adornar la vida del chico de un pueblo galés, de clase trabajadora, quien de vendedor de teléfonos celulares se convirtió en celebridad inglesa de un día para otro. Para lograr esto hay una historia de amor atractiva, con la excelente actriz Alexandra Roachenn, generadora de algunos de los mejores chistes y momentos simpáticos del film, dado que para las partes dramáticas -a veces excesivas- ya está el protagonista, siempre listo para arruinar cualquier ocasión de poder demostrar su talento como tenor. Una cualidad del film es que no sólo los fans de la ópera disfrutarán la historia, lo que no implica que no haya fragmentos de óperas famosas cantados o a veces sólo estudiados por Potts. De hecho, el soundtrack está tan cargado de canciones pop que muchas veces parecen agregadas a la fuerza para vender el CD. Incluso se podría pensar que los espectadores aficionados a la ópera quizá puedan sentirse un tanto decepcionados al esperar más Puccini en medio de tanto insulso pop británico. Pero evidentemente el film está hecho para capitalizar el estrellato de Potts en los medios masivos ingleses, y hay que reconocer que lo hace bastante bien, logrando incluso auténtica emotividad cuando luego de tanto intento frustrado al final llega el momento feliz en un estudio de TV inglés. La película tambien tiene varios excelentes actores de reparto, y muy lindos paisajes galeses y locaciones venecianas.
Melodrama basado en personaje real con mayoría de buenos intérpretes ingleses El norteamericano David Frankel adquirió cierta notoriedad con “El diablo viste a la moda”, su segundo film, al contar con un trío de actrices brillantes. Volvió a dirigir a Meryl Streep en “¿Qué voy a hacer con mi marido?”, junto a Tommy Lee Jones y Steve Carell en una comedia algo menor pero aún entretenida. Ahora sorprende en su sexto largometraje al ambientarlo por primera vez fuera de su país, en Inglaterra, en un relato basado en un personaje real. Paul Potts, interpretado por el desconocido James Corden, adquirió cierta notoriedad con su voz de tenor e interpretación de arias italianas al ganar el show televisivo “Britain’s Got Talent” en el año 2007. “Mi gran oportunidad” (“One Chance”), sigue paso a paso los diversos contratiempos por los que pasó Potts, algunos relacionados con su salud y otros con su timidez y no muy feliz relación con su padre (Col Meaney). Apoyado por la madre (Julie Walters) y por Braddon (Mackenzie Crook,), amigo y también jefe en un negocio de ventas de teléfonos móviles fue sorteando diversos obstáculos hasta alcanzar cierta fama. Decisiva sin embargo fue su relación con Julz, a la que tardó en conocer dado que su contacto inicial se estableció por Internet. La interpreta Alexandra Roach, que hizo de la joven Thatcher en “La dama de hierro”, un nombre a tener en cuenta en el futuro. El primer encuentro se producirá en una fugaz pasada de ella por el pueblo donde vive el joven, durante el cual éste le comentará sobre su proyecto de viajar a Venecia. Su objetivo central será ensayar nada menos que frente a Luciano Pavarotti (Stanley Townsend), lo que logrará aunque no con los resultados esperados. Habrá más idas y vueltas y en algún momento hasta ello podrá provocar alguna caída en el interés del espectador. Pero por suerte hacia el final la película levanta vuelo y logra emocionar. Y aunque se le pueda reprochar a la trama cierta tendencia al melodrama las muy buenas interpretaciones de los actores casi todos ingleses (salvo la bella e italiana Valeria Bilello) justifican ver “Mi gran oportunidad”. Más aún teniendo en cuenta que se acercan las vacaciones de invierno y que la próxima oferta cinematográfica apuntará sobre todo al público infantil y juvenil.
Billy Elliot ahora canta, es gordo, y es un reality star Paul Potts saltó a la fama tras ganar la primer temporada de "Britain´s Got Talent", un reality show inglés, que le dio unas cuantas libras y mucha fama. El video de su audición tuvo millones de visitas en Youtube, y aunque lo neguemos todos nos hemos emocionado alguna vez con alguno de esos videos, en los que un tímido participante por el que nadie daría un peso termina rompiéndola y haciendo que el jurado se trague sus prejuicios. Esta película basada en su vida, interpretada por James Corden, comienza cuando es apenas un niño de escuela primaria en un pequeño pueblo de Gales, donde todos ven fútbol y terminan sus días trabajando en fundiciones. Potts ama la ópera y canta en el coro, por lo tanto es objeto de burlas, corridas y golpizas por parte de sus compañeros. Este trato continúa hasta sus años de juventud, cuando se gana la vida vendiendo celulares, y luego de realizar un curso de ópera en Venecia regresa a casa con sus sueños frustrados. Paul pasa sus días batallando entre sus enormes ganas de cantar, su miedo al fracaso, y sus grandes problemas de inseguridad. Es su esposa Julz (Alexandra Roach) quien actúa en su vida como una especie de hada madrina, estimulándolo a que siga sus sueños. Que ya conozcamos el final, hace que la película sea más llevadera, ya que por momentos parece una oda al bullying. El filme nos recuerda a Billy Elliot en más de una escena, esa especie de diamante en bruto, rodeado de pedazos de carbón, incomprendido por todos, y con posibilidades casi nulas de cambiar de vida, pero finalmente con un mensaje similar: que el talento y las ganas todo lo pueden, y que no importa lo que pase, siempre hay que volver a levantarse y seguir peleando. La pareja protagónica tiene una excelente química, y se transforman en una especie de dúo dinámico de gorditos, que superan una adversidad detrás de otra. Julie Walters y Colm Meaney, quienes interpretan a los padres de Potts, merecen un capitulo aparte, sus actuaciones son excelentes y le aportan una calidad actoral a la película que la distingue de otras pelis con la misma fórmula. Las historias de niños incomprendidos que luego triunfan al ser mayores siempre garpan, y esta es una de esas historias. La de un gordito con una voz increíble y menos autoestima que una ojota, pero que un buen productor de reality pudo convertirlo en estos tiempos en una gran estrella, al menos, hasta la próxima temporada del show.
Basada en un caso real, de los tantos que se dan a conocer, es la historia de Paul Potts, nacido para cantar pero que sufrió bullying, desprecios, falló frente a una prueba con Pavarotti y un reality lo transformó en estrella. Convencional y previsible, old fashion, bien hecha
"Mi Gran Oportunidad" está basada en la vida de Paul Potts, un vendedor de celulares que se presenta en un reality show como lo es "Britain´s got talent" (que en argentina sería "Talento Argentino") y es la sensación absoluta por el potencial vocal que posee. La peli funciona como una biopic, en donde vas a salir del cine sabiendo toda la vida de este hombre y hasta, quizás, con ganas de comprarte su música. Hay buenas actuaciones por parte de James Corden, Julie Walters y Alexandra Roach, buenos momentos de comedia, bulling de parte de varios personajes y una fórmula que se sabe, si está bien contada, funciona, y eso es lo que pasa en la peli de David Frankel. Una comedia para pasar un buen momento, irse a casa y seguir con la vida, no mucho más.
Mi Gran Oportunidad llega a los cines argentinos reflejando la historia real de un inglés promedio que sueña con ser cantante de ópera y se presenta a "Britain´s Got Talent" sorprendiendo a todo el mundo. Talento Británico Se veía venir que tarde o temprano iba a llegar a la pantalla grande una de esas historias de vida que conmueven a La Gladys, esa señora de las periferias posteadora compulsiva de mensajes de Coelho en el muro y reenviadora de PowerPoint con imágenes de amaneceres. Así que para todas las Gladys acá llegó "Mi Gran Oportunidad" (título original es "One Chance"), para que lloren y se emocionen, como siempre. La nueva película de David Frankel -director de "El Diablo Viste a la Moda" y "Marley y yo"- cuenta la historia real de Paul Potts (interpretado por James Corden), un inglés obeso, bastante feo (¡bah! igual a casi todos los ingleses), víctima del bullying cuando niño por parte de su familia y compañeros, y que tiene una voz privilegiada para la ópera. Sin embargo su vida es una concatenación de fracasos y su sueño de ser cantor sólo lo sacia con presentaciones amateurs en lugares chicos en donde prácticamente ni lo escuchan. Obviamente como es una historia medianamente conocida e incluso su presentación en el "Britain´s Got Talent" (el mismo formato televisivo que acá se llamó "Talento Argentino" con Catherine Fulop, Maximiliano Guerra y Kike Teruel) está incluida en el trailer, no voy a spoilear nada al decirles que la historia va in-crescendo hasta alcanzar su climax en la presentación televisiva de Potts. Comedia de salón "Mi Gran Oportunidad" sigue una fórmula ya probada y efectista de comedia-drama inglés, al igual que películas (como "Billy Elliot" o "Full Monty", para citar las más conocidas) en la cual se comienza un primer acto dramático con una fuerte crítica social que luego se va disipando con el correr de los minutos y termina siendo un film superficial e individualista en el que el protagonista tiene una oportunidad única alcanzando su objetivo pese a la miserable vida. Todo esto enmarcado en tono de comedia, con humor muy ubicado para gente como uno y que nos permita citar esta cinta sin que nos tomen a mal. En cuanto a la estética de "Mi Gran Oportunidad" no hay mucho que decir, tal como se mencionó antes, se siguen fórmulas también en el montaje, la fotografía y los planos sin salir de lo clásico ni arriesgar o darle un tinte distintivo a cualquier otra película hollywoodense de este género. Conclusión Pese a que fue valorada su anterior película "El Diablo viste a la Moda", en esta ocasión no creo que decepcione demasiado al tipo de espectador que apunta con "Mi Gran Oportunidad". Es un film efectista que entretiene y emociona en los momentos indicados y supongo que será valorado por el público que sigue la filmografía de David Frankel. Como casi siempre sugiero, si tienen la oportunidad y el dinero, vayan al cine y saquen sus conclusiones porque no creo que la pasen mal si les agrada este género.
Mi Gran Oportunidad (One Chance) es la biopic de Paul Potts (interpretado por James Corden), ganador de la primera edición del programa de TV Britain’s Got Talent. Paul es un gordito simpático que desde chico canta ópera como los dioses y que debe superar varios obstáculos –entre ellos su baja autoestima, un padre que lo desmoraliza constantemente, el bullying y un contexto desalentador- para poder alcanzar su sueño. Mi Gran Oportunidad no es lo que esperaba de un film de David Frankel. Si bien Frankel logra como resultado un filme simpático y sentido, poco se puede ver aquí de aquel director que manejaba un sentido de humor un poco más negro y ácido en El Diablo Viste a la Moda (The Devil Wears Prada) y Marley y Yo (Marley & Me). La película está plagada de lugares comunes y es predecible – al fin y al cabo, es una biopic: todos saben como termina- pero lo que le suma puntos y lo hace llevadero es el cast. James Corden demuestra ser un protagonista más que carismático y está acompañado de grandes actores secundarios como su amigo Braddon (Mackenzie Crook), su padre Roland (Colm Meaney), su madre (Julie Walters) y su mujer Julz (Alexandra Roach), quienes le ponen onda y sentido del humor a esta historia que peca de insulsona. El film está plagado de lugares comunes y resulta predecible. Mi Gran Oportunidad es una película correcta, dulce y optimista, a la que no se le puede pedir mucho más que un par de risas y un “fueron felices y comieron perdices”.
Los primeros minutos de Mi gran oportunidad son alentadores: una linda canción tradicional, un buen chiste que involucra el nombre de un dictador oriental y un imponente conjunto de travellings aéreos sobre Puerto Talbot, una pequeña ciudad de Gales, vienen acompañados por la voz en off del protagonista, dispuesto a contar su historia. Es uno de nosotros, un ignoto átomo viviente de la gran masa silenciosa que habita el mundo. La moraleja de su historia es una fantasía de muchos: la perseverancia lleva al éxito. Paul Potts, nacido en una familia inglesa de clase trabajadora, se volvió internacionalmente conocido por su participación en el programa televisivo Britain’s Got Talent (la versión vernácula es Talento argentino). El video de su primera aparición en el programa circulaba por la web hasta hace unos años como un motivo inspiracional. “Todos podemos” era el mensaje inequívoco; este biopic perfecciona la ilusión mientras sedimenta una filosofía indiscutible de época: el triunfo como una virtud pública. Si bien el paisaje físico y cultural puede remitir a un filme de Ken Loach, de Mike Leigh e incluso del mayor cineasta inglés de todos los tiempos, Terence Davies, el modelo inmediato de este filme de David Frankel es Billy Elliot, de Stephen Daldry, en el que un chico de origen proletario quería ser bailarín de ballet. Paul, desde muy chico, quería cantar ópera. A sus compañeros de escuela y barrio, más proclives a patotear, les resultaba inusual, no menos que al propio padre de Paul. En una secuencia bastante elegante, mientras Paul cruza una calle, en un falso raccord lo vemos como niño, adolescente y adulto, siempre escapando de sus compañeros. ¿Cómo pudo este empleado de un negocio de teléfonos celulares convertirse en un gran cantante? Como le cuenta a su novia Julz, que conoció primero por vía virtual, supo que amaba la ópera cuando, muy chico, escuchó a Pavarotti interpretando Turandot de Puccini. Cuando está por conocer en persona a su enamorada, Paul consigue reunir el dinero y viajar a una famosa escuela de ópera en Venecia. Allí se encontrará con Pavarotti. ¿Será entonces el gran momento de Paul? La consagración mediática de Paul llega, literalmente, al final de la película, porque lo que le interesa a Frankel es más cómo se constituye y defiende una vocación que el momento en el que la fama parece ser la recompensa de una obstinación. Como es de esperar, el valor supremo del éxito no es examinado críticamente. Nadie sospecha ni de los aplausos ni del cheque, límite ostensible de este cuento de hadas destinado tanto a emocionar como a desvanecer cualquier inquietud frente a la cara siniestra de estos concursos televisivos. Mi gran oportunidad. Comedia dramática. Buena Dirección: David Frankel. Guion: Justin Zackham. Con: James Corden, Alexandra Roach, Julie Walters, Colm Meaney, Mackenzie Crook y Valeria Bilello.
Tras mostrarse en la vidriera de los Oscar con El lado oscuro de la vida, la compañía de los hermanos Weinstein exporta su receta de ganadores losers a territorio británico. Basada en hechos reales y bajo la dirección de David Frankel (El diablo viste a la moda), Mi gran oportunidad cuenta la historia de Paul Potts, un tímido regordete que fue blanco de bullies toda su vida por dedicarse a la ópera, en lugar de ir al pub a hablar de fútbol, hasta que obtuvo su reconocimiento en 2007, tras triunfar en el popular show televisivo Britain’s got Talent. Los Weinstein hacen su habitual truco tribunero: retratan a Potts como empleado de un negocio de venta de celulares en un remoto pueblito galés, mientras el real Potts trabajó para el Partido Liberal en la ciudad inglesa de Bristol. La película alterna entre esta forzada britishness, como sucedáneo de los films de Loach y Mike Leigh, con una historia de amor y una quimérica prueba de suerte en Venecia que realmente dan el voto ganador. Y pese al grand finale excesivo, las actuaciones, en especial las de James Corden como Paul y Alexandra Roach como su amada Julz, son un antídoto contra el pomposo sello Weinstein.
Un cuento de hadas pequeño Con talento camaleónico, el norteamericano David Frankel se viste de director británico for export para contar la historia de Paul Potts, uno de los más emblemáticos ganadores de esa búsqueda televisiva de talentos conocida como Britain’s got talent. Y lo que a simple vista luce como otro de esos biopics para ensalzar la figura de don nadies que logran el éxito y emocionar a la platea con un mensaje positivo sobre el poder hacerlo, encuentra alguna vuelta como para convertirse finalmente en un cuento de hadas moderno, una astuta y serena reflexión sobre cómo esos productos televisivos esconden, detrás de toda su parafernalia marketinera, un horizonte de posibilidades para personajes ignotos. Frankel, con El Diablo viste a la moda o Marley y yo, se había convertido en un hacedor de fábulas tristes, que escondían tras el éxito de sus personajes una melancolía absoluta. Sin marcas autorales evidentes ni estridencias de gran narrador, pero con astucia para dejar de lado el aspecto más superficial de sus historias y hallar lo más profundo de sus criaturas. Y es esa falta de pretensión autoral la que determina que Mi gran oportunidad pueda ser vista como una de esas fábulas sociales tan británicas como universales (en la onda Billy Elliot), aunque su toque americano le permita ser más cálido y menos cínico: Frankel es, después de todo, un director invisible. Lo que sí aparece, nuevamente aquí, es el tema del éxito como motivación de sus personajes: Potts, cantante aficionado, desea ser algo más que ese laburante que indica su padre. Esa es su lucha, y lo que decide contar la película. Es cierto que al director le cuesta encontrar aquí esos niveles de lectura que podían tener sus películas mencionadas anteriormente. Es que Mi gran oportunidad no puede escapar a cierta mecánica de película sobre personajes desconocidos que logran sucesos: están las constantes crisis, los fracasos que determinan el no poder, los reiterados intentos. Es como si a Frankel tener que contar el proceso con un espíritu tan bonachón (la película es demasiado simpática), le restara tiempo para descubrir otras facetas de sus personajes. Por ejemplo el giro de su padre es tan obvio, que se ve venir desde el minuto uno y ocurre sólo porque el guión así lo indica. Si Marley y yo o El Diablo viste a la moda lograban escaparse al mote de comedias románticas para construir personajes ambiguos, en Mi gran oportunidad todo es demasiado llano; tal vez porque la historia real le quite libertad al relato. Pero Frankel es un tipo inteligente, y uno se da cuenta cuando termina la película que en definitiva ese suceso que marca a fuego la vida de Potts no ocupa más de 15 minutos en el film, porque eso no era lo que le importaba al director. Es decir: creímos ver la película del tipo que se convertía en leyenda, cuando en verdad nos estaban contando la de los tropiezos que tiene toda leyenda. Esa falta de épica del final, ese tono medio con el cual trabaja el triunfo de Potts es la aceptación por parte de Frankel de que estos reality shows no son más que un elemento mágico que dan lugar a los sueños. Lejos de preocuparse por los entresijos de estos espacios (esa sería otra película), Frankel les reconoce su capacidad de motorizar cuentos de hadas modernos. Sin dudas un film menor, pero no exento de cierta inteligencia para hacer de eso mínimo que tiene para contar una historia humana, alejada de cualquier pretensión y grandilocuencia.
David Frankel es un reconocido director estadounidense con suficiente experiencia tanto en televisión como en el cine. Tras algunas películas exitosas como “Marley y yo” y, sobre todo, “El Diablo se viste a la Moda”, ahora decidió trasladarse a Inglaterra para contar la historia de quien fue quizás la primer gran sorpresa que el programa “Britain’s Got Talent” tuvo (un par de años antes que Susan Boyle). Y es la de Paul Potts, un gordito tímido con poca confianza en sí mismo que en su primer audición en el programa deslumbró al jurado y al público que lo aplaudió de pie, al cantar ópera con una voz privilegiada. Pero “One chance” se enfoca muy poco en esa parte de la historia. Así como recién escuchamos cantar a su protagonista pasados los primeros veinte minutos del film, es una hora después de ese momento que recién lo vemos anotarse por internet para ese concurso. La idea del guión es centrarse en su historia de vida. En la película vemos a un Potts que siempre supo que quiso: ser cantante de ópera. Pero vive con una madre que lo apoya como puede y con un padre que lo alienta al trabajo duro, a olvidarse de esos sueños que no suelen llevar a ningún lado. Trabaja en un local de celulares junto a quien sería su mejor (y único, parece) amigo y es gracias a él que conoce, al menos personalmente, a Julz, una muchacha simpática que siempre lo va a alentar a más y es quien parece mover a Paul. Porque cuando ella le dice que no la llame hasta que esté en Venecia estudiando ópera, como él le había contado que quería hacer, él cumple su palabra. El actor que tuvo que meterse en la piel de Paul es James Corden, un actor más bien televisivo y abocado a la comedia, que logra transmitir emociones y generar risas casi por igual. Es quien interpreta a esta persona que parece siempre destinada al fracaso, sin importar el talento que tenga. Porque por cada cosa que le sale bien, una le sale peor. Claro, eso hasta el final conocido. Lamentablemente esta “historia de vida” se termina pareciendo más bien a un telefilm, bastante edulcorado y con una dosis de humor que no siempre funciona. Es cierto que hay escenas para destacar, probablemente su primera interpretación en público sea una de ellas. El soundtrack incluso presenta temas pop (hasta hay uno de Taylor Swift) además de la ópera. Y cuando el que canta es el protagonista, quien le pone voz es el propio Paul Potts. A grandes rasgos, el film termina siendo una biopic poco atractiva, con unos pocos momentos de interés, pero un desarrollo desparejo. Y no logra plasmar el fenómeno que supo ser su presencia en el programa, más allá del final. “One chance” no es mala, pero es de esas películas que no se quedan con uno más que lo que ésta dura.
Sólo se vive una vez. Gales, años 80. Un introvertido chico de barrio es permanentemente acosado por sus abusivos compañeros de colegio, por el simple hecho de preferir la ópera por encima del rugby. Paul (James Corden) es un gordito simpático que alcanza la mayoría de edad y aún vive en casa de sus padres. Conoce a su primer amor (Alexandra Roach) gracias a internet, y el único trabajo que ha podido conseguir hasta ahora, es como empleado en un negocio de venta de celulares. Este hecho ofusca a su propio padre, quien tiene deseos de ver a su hijo esforzándose a lo macho cabrío en la fábrica metalúrgica, y no soñando convertirse en una estrella a lo Pavarotti. Sin embargo, el joven Paul Potts consigue su primera chance en Venecia, pero fracasa. La vida lo golpea en todo sentido, pero él sigue firme frente a su vocación. Contrae matrimonio y vive un presente lleno de deudas, enfermedades, accidentes, y demás cosas indeseables. Hasta que un día, de casualidad, se topa en su PC con un anuncio que busca artistas para el famoso programa: ‘Britains Got Talent’. El tenor manda la solicitud y en un abrir y cerrar de ojos, es el nuevo ganador y dueño de toda Gran Bretaña con su exquisita voz y su increíble historia de lucha y perseverancia. cuerpo2 Sí. Es un guión basado en hechos reales. Una vez más, la historia de un don nadie que vive un cuento de hadas, es llevada al cine cual relato biográfico. Aunque leí bastante sobre la historia de Paul Potts y los productores se han tomado el libre atrevimiento de manipular abiertamente el material verídico, el film está bellamente realizado, con tiernas actuaciones y el toque de un director que ya ofreció trabajos como: El diablo se viste a la moda (2006), Marley y yo (2008) y The Big Year (2011), entre otros. Fuera de si es fiel o no a la increíble proeza del protagonista, la película posee el encanto de verse desarrollada en un pequeño pueblo, donde sólo importan las aspiraciones banales, y es lógico que un joven persiguiendo un sueño de esas características, resalte por sobre los demás y genere descontento en algunos de sus compatriotas. De hecho, su personalidad sumisa, hace que una vez alcanzada la fama, acceda a todos los pedidos que la misma requiere; ya sea cambios físicos, agendas atiborradas, relocalización… cuerpo Pero en este caso, podrías viajar hoy a ese pequeño pueblo donde nació Paul, y tocarle timbre en su casa, donde reside felizmente junto a su mujer. La popularidad no dura por siempre, pero a este chico las cien mil libras le fueron suficientes para asegurarse la posteridad y la ovación en pie de millones de personas. Mi Gran Oportunidad (One Chance, 2014) es una historia que merece ser contada y utilizada como ejemplo; funcionaría muy bien para proyectar en colegios, gracias a la inocencia que caracteriza a la trama. ¿La humildad ante todo? Sí, por favor. ¿Renunciar a un sueño por más imposible que parezca? Jamás.
La inesperada inteligencia y sensibilidad de películas como El diablo viste a la moda, Marley y yo y ¿Qué voy a hacer con mi marido? hicieron que el nombre de David Frankel empezara a resonar y también a unirse a una serie de imágenes. Sus protagonistas siempre algo ingenuos suelen tener un sueño envuelto en dudas; sueño que, luego de recorrer el mundo amplio y luminoso en el que habitan, pueden aún querer cumplir o no. Mi gran oportunidad no es la excepción: Paul Potts (James Corden) sueña con ser cantante de ópera, tiene dudas acerca de su talento y un mundo que se expande cuando se anima a avanzar. A diferencia de los films anteriores del director, sin embargo, la trama está basada en la historia real de Potts, un cantante de ópera amateur que ganó el programa de talentos Britain’s Got Talent en 2007. Así, Frankel se apropia de un personaje verídico que no sólo sorprende y conmueve por su voz sino también por sus vivencias en la infancia y la juventud, ambas repletas de sufrimiento por episodios de bullying, accidentes y operaciones. Pero lo que constituye un relato rico en drama y comicidad, con obstáculos tan empáticos como las inseguridades y tan simpáticos como las caídas, no conforma en sí una gran película. Sí una correcta, como la que hace Frankel en este caso, eligiendo ceñirse a su historia tanto como el personaje principal a su sueño. Y quizás eso es lo que no termine de convencer: Mi gran oportunidad es el registro lineal y unívoco de una sola ambición. La evidencia yace sobre todo en la falta de matices de Paul, que está lejos inspirar algo parecido a la ocasional vulnerabilidad de Miranda Priestley o el dejo de tristeza en la voz en off de John, el dueño de Marley. La mirada inocente es la herramienta y no un efecto posible como sí lo es, justamente, en Marley y yo, donde preferir la historia de un perro inquieto a la del hombre frustrado por el paso del tiempo también vale. En Mi gran oportunidad no hay, en suma, un más allá de las cosas: como en un programa de talentos, la profundidad permanece contenida en una historia personal y se aísla del entorno como de la chatura de un decorado televisivo.
Publicada en la edición digital #263 de la revista.
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