Tiene una historia simpática y poco vista, buenas actuaciones, pero no mucho más que eso. Para que se entienda: si vas al cine creyendo que te vas a reír como loco...
Soy tu fan Robert (Kad Merad) es un empleado de limpieza de una agencia de representantes de estrellas que, gracias a su privilegiada situación (limpia las oficinas por las noches), puede revisar agendas, guiones, robarse invitaciones y conocer los secretos íntimos de las divas del cine francés, por las que está obsesionado al punto de fantasear y hacerle creer a más de uno que él mismo es un poderoso manager artístico. Semejante esfuerzo fabulador lo ha llevado a perder el amor de su esposa (Maria de Medeiros) y de su hija adolescente. Nuestro antihéroe se dedica a participar en las avant-premières, a inmiscuirse en los rodajes y a manipular a los diversos amantes de sus tres objetos del deseo: una estrella veterana (Catherine Deneuve), una de mediana edad (Emmanuelle Béart) y una joven aspirante (Mélanie Bernier). Gracias a sus manejos ocultos, terminará juntando al trío en una película. El problema es que ellas no sólo lo descubrirán sino que tramarán además distintas venganzas contra su fan. El resultado es una comedia de enredos ligera, intrascendente, decidamente menor, pero al mismo tiempo correcta en su factura, inocua en su efecto y medianamente llevadera si uno no tiene demasiadas exigencias. Además, aunque ambas estén lejos de sus mejores trabajos, ver un rato en pantalla a la Deneuve y a la Béart siempre otorga unos puntos extras. De todas formas, Colombani (Loca de amor) no demuestra aquí demasiada creatividad formal, visual, narrativa ni de guión. Estamos ante un producto efímero y, por lo tanto, rápidamente olvidable.
No te metas con las estrellas!!! Mis estrellas y yo trabaja desde el lugar de los roles. En este caso, el rol de los hombres en un mundo de mujeres, planteándose en clave de comedia, quien lleva los pantalones en las diferentes situaciones de la vida. Robert (Kad Merad) es el fan número uno de tres estrellas del cine francés. Su vida gira en torno a ellas, está pendiente de sus decisiones profesionales y privadas tanto, que se siente con derecho a interferir para cambiarlas de vez en cuando. Cada una de ellas pertenecen a una generación de actrices distinta: Solange (Catherine Deneuve) es la veterana, Isabelle (Emmanuelle Béart) tiene su carrera en auge, mientras que Violet (Mélanie Bernier) es la estrella en ascenso. Ambas compartirán cartel en un proyecto al igual que a su molesto fan de quien buscarán vengarse. La película de Laetitia Colombani (directora mujer por cierto) muestra el ascenso y caída de Robert, prototipo masculino cuya imagen está basada en mentiras que, una vez descubiertas, lo convierte en el mas pobre de los infelices. El hombre está rodeado de mujeres bellas, mientras las controla está en la cima de su virilidad, pero al perder el control, sufrirá como el peor de los fracasados. Pero Robert es buena persona, de ahí que la moraleja aleccionadora se convierte en comedia dejando el drama un poco de lado para centrarse en el humor que los hechos provocan. Y no sólo él, todos los hombres del film pasan de un papel fuerte al papel de subordinados por sus damas. Pensemos en el caso del mayordomo o del novio de Isabelle. Inversamente sucede con las mujeres del film. A las estrellas mencionadas, se le suman los papeles de la ex mujer de Robert y su hija, quienes poseen el verdadero carácter fuerte ante las situaciones y, sobre todo, frente a los hombres. Ellas son las que sufren el abandono de Robert -dedicado completamente a sus estrellas- y sin embargo, las encargadas de contenerlo y motivarlo. Mis estrellas y yo propone este juego de roles en clave de comedia que, si bien no arranca carjadas en la platea, logra proporcionar un momento agradable, siempre recostándose en el peso actoral de su destacado elenco.
Tres actrices de distintas generaciones y prestigio tienen algo en común: Robert, su fan número uno, cuyo fervor puede convocar tempestades y arruinarle la vida a más de uno. Robert aprovecha su trabajo como empleado en una de las agencias artísticas más poderosas de París, para vigilar las carreras de sus preferidas muy de cerca y manipularlas a su antojo. Usa sus conocimientos del negocio para modificar sus agendas sin que lo noten, meter la púa creando equívocos para que se peleen con sus novios indeseables, además de interferir en sus vidas de manera inquietante en todos los rubros. Cuando a las tres les toca intervenir en la misma película, será la hora de la verdad para el temerario Robert. Guionista, actriz y directora, Laetitia Colombani parece conocer muy de cerca el tema y los personajes que encara en esta comedia con apuntes sabrosos. Catherine Deneuve y Emmanuélle Béart se sacan chispas. Entre ellas, Kad Merad es toda una sorpresa. Una vez más, el inefable toque francés.
Cholulo, loco por las divas Robert (Kad Merad) no es lo que parece, eso queda claro a los pocos minutos de comenzar el filme. Separado, con una hija adolescente y un amor incondicional a sus actrices favoritas, se gana la vida en una agencia de representantes. Es el lugar ideal para estar al tanto de los proyectos de sus adoradas divas, leer los guiones que les ofrecen, fisgonear el elenco que las acompañará y hasta tomarse la atribución de cambiar una foto por otra, dándole así una oportunidad a una actríz joven y desconocida. Robert las asedia, pero con respeto, apenas las incomoda, pero sabe todo acerca de ellas. Mientras tanto su relación amorosa se diluye cada vez más. Para empeorar la situación, Solange (Catherine Deneuve) e Isabelle (Emmanuelle Béart), junto a la debutante Violette (Mélanie Bernier), se confabulan para desquitarse por tantos años de acoso y cambian el juego, ellas pasan a dominar la situación y Robert comienza a descubrir que no todo es glamour y que su vida se encamina hacia un precipicio. O a la salvación. El conflicto puede hacer que Robert cambie su objeto de deseo y encuentre una realidad más cercana y tangible. Paro saber qué sucede deberán disfrutar de esta comedia interpretada magistralmente por la última estrella que ha dado la comedia francesa, acompañado por la eterna Deneuve, una siliconada Béart y la bella Bernier. Ideal para un fin de semana navideño, amable y reconfortante.
El hombre que amaba demasiado La comedia con Catherine Deneuve y Emmanuelle Beárt se centra en un fan... insoportable. El fanático puede ser crónico y crónica de la sección Policiales, o hasta risueño y quedar como una mera apostilla de color en una historia. Robert es fan de tres estrellas del cine francés de distintas edades, pero algunos síntomas pueden llevar a pensar que algo no funciona del todo bien en su cabeza. Se sabe: el fanático no entiende razones y su única razón de ser -fanático- es el objeto de su deseo, admiración o devoción. Mis estrellas y yo parte de una premisa inusual para una comedia. Original idea sobre un fan que vuelve loca a sus estrellas, nada menos que Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart, que juegan unos pasos de comedia para el aplauso, sus puntos más altos están en el comienzo, cuando el espectador ingresa en la trama sin saber demasiado de Robert, de su obsesión o trabajo. El esquema de hacer creer al espectador algo que en verdad no es -pero sin haberle mentido al público, que lo cree por su cuenta como verdadero- es base de muchos enredos, y la guionista, directora y actriz Laetitia Colombani (es la psic cat analista, psicoanalista de gatos) juega con ello reiteradas veces. Por una cuestión, que no conviene adelantar para que no se pierda ese espíritu de asombro o sorpresa, Solange (Deneuve), Isabelle (Béart) y Violette (Mélanie Bernier) terminan reunidas en el casting de una película gracias a Robert, que ha sabido volver loco al chofer de Solange. Y cada una de las actrices trabará relación con el fan, y sabrá cómo vengarse y/o perdonarle lo que les haya hecho sufrir o no su desmedida intromisión en sus vidas. Si las estrellas son otras, quien lleva el rol central en esta simpática y pasatista comedia es Kad Merad, hoy por hoy un actor más taquillero que Deneuve y Béart juntas, al menos para el mercado del cine galo. Protagonista del mayor éxito de su país en años (Bienvenidos al país de la locura, otra comedia, estrenada aquí en octubre), su semblante es fundamental para el éxito del relato. Que no apunta a más que la sonrisa, es cierto, y que Colombani no intenta forzar la carcajada ni virar hacia el disparate es tan cierto como que es un placer ver enemistarse a Catherine Deneuve con quien se le cruce en escena.SRit
Aventuras de un cholulo irredimible Mis estrellas y yo, sencillo entretenimiento Haber encabezado el film más taquillero de la historia del cine francés ( Bienvenidos al país de la locura ) tiene sus privilegios. Que lo diga Kad Merad -también el torpe imitador de La canción de París -, que es el verdadero protagonista de Mis estrellas y yo . Y eso que las estrellas son dos tan indiscutibles como Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart. Identificado con el buen tipo sin malicia, un poco ingenuo, bastante sentimental y no siempre muy afortunado, Merad es aquí un fundamentalista del cholulismo, un fan cuyo delirio por dos de las más cotizadas actrices de Francia -una madura y elegante como Deneuve, otra sexy como Béart, más una tercera, joven y en ascenso, como Mélanie Bernier- le ha hecho descuidar a su familia y se ha quedado solo. El azar tuvo parte de culpa. Como empleado de una agencia de limpieza de oficinas, a Robert le ha tocado ocuparse de la de un influyente representante de artistas; allí recoge información para poder seguirles los pasos a sus diosas (bastante humanas, por cierto); inmiscuirse en sus relaciones profesionales o personales, darles alguna mano cuando puede, castigar a sus enemigos y ahuyentarles galanes. En fin, una pesadilla para las tres, que por supuesto ignoran que están siendo víctimas del mismo admirador anónimo. Hasta que les toca actuar en el mismo film y lo descubren: se viene la revancha. Buena idea Laetitia Colombani, que se reservó el papel de una estrafalaria psicoanalista de gatos, tuvo la buena idea que dio origen al cuento, lo desarrolló con módicas dosis de ingenio y lo tradujo en imágenes con más indolente corrección que brillo o ritmo chispeante. Quizá se entusiasmó con las autoparodias (Deneuve, una diva fatigada que está de vuelta y se despreocupa de la silueta, y Béart, una bomba sexy que se enamora tres veces por semana, se divierten bastante jugando ese juego); con los guiños al público (asoman por ahí celebridades locales), y con la buena imagen de Merad, pero no supo explotar la sátira al mundillo del cine, que promete bastante al principio y después se desvanece. La divertida guerra de maldades entre las dos divas dura poco, todo lo contrario de lo que sucede con la apelación sentimental, lo que hace del film un entretenimiento simpático, pero no mucho más.
Francia clona a Hollywood Las buenas condiciones del comediante Kad Merad y la presencia de Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart no alcanzan para que esta réplica de lo que Estados Unidos insiste en llamar “comedia brillante” consiga levantar algo de vuelo. Como el resto del universo cinematográfico no ofrece resistencia al inminente desembarco de los humanoides azules de Avatar, hay en esta temporada porteña un único estreno navideño, apuntado a las señoras. A quienes, se supone, la megafantasía econaïf de James Cameron dejará perfectamente indiferentes. Mis estrellas y yo representa una de las tendencias más visibles del cine francés contemporáneo: la de la clonación hollywoodense. Con ejemplos notorios en otras áreas (thrillers, policiales, terror extremo), en esta ocasión se trata de mimetizarse con la clase de comedias a las que, a pesar de un brillo cada vez más ajado, se sigue llamando “brillantes”. Para consumar la mímesis se pone un cómico en lugar de otro (el argelino Kad Merad por Adam Sandler, Steve Carell o Ben Stiller), un par de estrellas en lugar de otras (la Deneuve y la Béart, haciendo las veces de Meryl Streep y Meg Ryan), se idea un mecanismo dramático funcional, se le da al asunto una vuelta de tuerca moral-redentorista... et voilà, Ho-llywood à Paris. Robert, protagonista de Mis estrellas y yo (el calvo Kad Merad, buen cómico), podría haber dado para cierto patetismo neura, alla Rupert Pumpkin en El rey de la comedia. O para un psycho liso y llano, de película de terror. En lugar de eso funciona como mero perno argumental. Venido a menos, el tipo aprovecha su condición de empleado de limpieza de una poderosa agencia de representación artística para revolver, en el turno de la noche, escritorios y cajones de sus encumbrados jefes. El objetivo: sacar datos que le permitan acceder a las étoiles, haciéndose pasar por agente. Bien para garronear un autógrafo, bien para acosarlas, al borde mismo del síndrome de Chapman. Una institución del cine francés (Deneuve, recibiendo el honor casi mortuorio de hacer prácticamente de sí misma), una de sus competidoras de la siguiente generación (Emmanuelle Béart, con una cara como la de Graciela Alfano en Bailando por un sueño) y una estrellita joven (Mélanie Bernier, linda pero afecta al mohín) descubrirán que fueron sus víctimas. Conspiran entonces para darle su merecido, pero luego intentarán reconciliarlo con su ex esposa (una también desmejorada Maria de Medeiros). Trocados los reproches por ternura, la vuelta del loser al seno familiar será cuestión de unas pocas escenas más. Mis estrellas y yo es la segunda película de Laetitia Colombani, una chica de treinta y pico que parecería concebir el cine como si tuviera el doble o triple de edad. No hay aquí otra pretensión que la de hacer unos buenos euros, dándole al público lo que se supone que le gusta. Si para ello hace falta ponerle al protagonista un gato persa, de puro lindos que son esos bichos, se hace. La presencia del gato permite, de paso, que el dueño lo lleve a una psicoanalista veterinaria. Circunstancia que da pie a un juego de palabras que, por más forzado que sea, en francés funciona mejor que en castellano. La señora es una psy-chat-naliste, y como mucho más no tiene Colombani a mano para hacer reír, ese juego de palabras devendrá su arma casi única, repitiéndose no menos de media docena de veces y especulando, tal vez, con un público lo suficientemente distraído como para reírse cada vez que alguien lo dice. Como si no fuera la tercera, cuarta, quinta o sexta vez que eso sucede.
Otra comedia de enredos a la francesa Como único y solitario estreno navideño, llega a los cines un film galo sostenido por la presencia de Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart que contiene guiños a su condición de divas de la vida real. Otra comedia de enredos francesa, el género for export por excelencia del cine galo. Y Mis estrellas y yo, como tantas otras, resulta un tímido resumen de vicios, gestos y problemas de esa cinematografía. Acaso más “tímido” que “resumen”. Por esa razón, la película se aleja de cualquier cumbre y es tan equidistante de la catástrofe como de la excelencia. Su mayor problema es ya un clásico de este género tan popular: perderse en el vaivén entre el momento de comedia y el dramático. Y pasa lo que pasa siempre: las tres intérpretes llevan tan bien los papeles que la película se puede ver gracias a ellas sin mayores incomodidades. Así, termina siendo una película “de actor”. Ese rasgo, en este caso, podría incluso ser algo más, porque la película es, justamente, sobre actrices. La historia gira en torno a tres de las citadas profesionales, dos de ellas famosas estrellas de la pantalla grande francesa, interpretadas por Catherine Deneuve y Emmanuelle Béart, que son precisamente eso mismo en la vida real. Hay tenues guiños a ese hecho, pero mal resueltos: poco más que un set de filmación donde se rueda la película de ficción que las reúne, uno igual al de Los paraguas de Cherburgo (el gran film de Deneuve), pero que queda simplemente en el dato frívolo. Hay líneas de diálogo ingeniosas que dan cuenta de que estamos viendo a Deneuve-Béart actuar de Deneuve-Béart, algunas disparadas hacia la edad y la trayectoria del personaje de la primera y otros al look de la segunda. La tercera actriz (Mélanie Bernier) es la estrella en ascenso, joven y perteneciente, en teoría, a esa nueva generación, con gran futuro, que renovará el cine francés. El último personaje es un hombre, Robert (Kad Merad), encargado de limpieza de una agencia de representantes de artistas que está obsesionado con estas tres mujeres. Aparentemente tiene un buen conocimiento del negocio y se inmiscuye en sus vidas: las llama, les maneja la agenda e interfiere en sus vidas sentimentales. Todo esto le ha costado su propia vida conyugal y una mala relación con su hija adolescente. Él es quien reúne a las actrices en el mismo film, ejercicio de manipulación del que las tres son víctimas. En cuanto al personaje de Robert, el film también patina: al principio es presentado como un psicótico insalvable al borde del célebre De Niro de Cabo de miedo, razón por la cual después recibe un inmoderado castigo (las actrices deciden unirse para vengarse y maltratarlo), para más tarde ser pintado como una pobre víctima. En definitiva, el conocido ida y vuelta donde la comedia apenas si logra asomar.
Un poco de humor francés Comedia que para ser liviana es bastante pesada, dicho sea de paso. Los problemas de guión de Mis estrellas… son notorios. Se demora un rato largo en mostrar las ingenuas intromisiones de Robert en la vida de sus estrellas y se detiene mucho más en cada una de las tres respectivas estrategias de sus estrellas una vez que deciden alinearse en una suerte de constelación vengadora. En cambio abrevia donde no debería y los objetivos de cada uno de los personajes no son fuertes o están desdibujados y todo parece reducirse a situaciones que a veces pretenden ser graciosas y en casi todos los casos son aburridas y desubicadas. Si a la historia le falta energía, a las escenas les falta resolución. El humor del que hace uso es demasiado ingenuo y previsible, hecho que podría salvarse si el guión fuera más contundente a la hora de rematar. Demás esta decir que Catherine Deneuve es un lujo inmerecido de esta película y ni siquiera su aura alcanza a esconder el hecho de que estamos en presencia de una de esos formatos ñoños que dominan a la perfección los norteamericanos pero hecha con lo peor de los franceses.
Otra comedia francesa que transita por la medianía A veces uno no tiene referencias de un actor y de repente el tipo se le hace más conocido que un pariente: en apenas dos meses se estrenaron tres películas con Kad Merad (Bienvenido al país de la locura, La canción de París y esta Mis estrellas y yo), un buen actor y mejor comediante, que maneja los tiempos del género con singular soltura. Merad es un tipo que sabe usar el cuerpo y que, además, lleva los diálogos con gracia. Claro que debería elegir mejor los productos que lo tienen como protagonista, o de lo contrario terminará derrochando su talento en películas que no son dignas de el. El problema de Merad, a juzgar por Bienvenidos al país de la locura y Mis estrellas y yo, es que el tipo es un especialista en comedias populares, familiares, sin mayores riesgos, de esas que se hacen en Francia por kilo y que -llamativamente para un país que está dejando que las mejores comedias norteamericanas lleguen directo al dvd- se estrenan por estas tierras. Con todo, Mis estrellas y yo, al lado de los otros films mencionados, resulta algo más decoroso, jugado con un mínimo de gracia y sin mayores pretensiones. Merad interpreta aquí a Robert, un empleado de limpieza de una agencia de actores, que se obsesiona con las actrices al exceso de querer controlar sus carreras e intrometerse en sus vidas privadas. Las estrellas en cuestión en el film son Solange Duvivier (Catherine Deneuve), Isabelle Séréna (Emmanuelle Béart) y Violette Duval (Mélanie Bernier), tres actrices que representan de cierta manera el cambio generacional del cine francés, y que en la película son autorreferencias constantes de las divas que las tienen que personificar: Deneuve y Béart, sobre todo. Evidentemente la directora Laetitia Colombani no cree en la obsesión como algo oscuro o perverso, y ni siquiera para jugarlo desde la comedia negra como lo hizo Scorsese en El rey de la comedia. Por el contrario, si bien Robert es mostrado en un comienzo como un tipo obsesivo, con el correr del metraje se podrá reconocer en él a un tipo patético, pero que sólo quiere ser amado y recuperar a su familia. Una ternurita vea, que en todo caso es funcional a lo que la directora quiere decir: que siempre hay segundas oportunidades y que se puede recomenzar desde algún lugar. Lecciones morales que nadie pidió y que Mis estrellas y yo se preocupa por dibujar en el aire. Ni las referencias al cine dentro del cine (la película que filman las tres actrices tiene escenarios similares a los del clásico Los paraguas de Cherburgo, con la Deneuve) funcionan porque para Colombani el cine no es más que un accesorio: en eso se convierten también los guiños, gestos sin profundidad. Y ahí, cuando la película se pone pesada y edulcorada, es cuando la mínima gracia se diluye por completo. Aunque es bueno reconocer que tampoco es tanto lo que se pierde.
Mujeres al poder Una comedia ambientada en el mundo del cine, alimentada por los negocios, los contratos y los egos. Y supervisada atentamente bajo una mirada femenina. Robert (Kad Merad) trabaja en una agencia de talentos y está obsesionado con las tres personalidades que por allí desfilan, al punto que llega a crear un mundo personal ficticio, plagado de intromisiones en sus vidas privadas. El tiene la necesidad de brillar como ellas. Lo que este personaje no se imagina es que sus famosas actrices se transformarán en victimarias y él en su víctima. Una película filmada con ritmo, entre flashes y ovaciones, y que acierta en las actuaciones y en su cuota de glamour. Ver a Catherine Deneuve siempre es un placer, una actriz que ilumina la pantalla haga lo que haga. Es magnetismo, es una estrella, como la que interpreta en la ficción. Pero el relato aprovecha además el otro costado del protagonista: el familiar. Y ahí entra en acción la actriz portuguesa María de Medeiros, como su ex-esposa, levantando el nivel de la historia. Por su parte, Emmanuelle Beart (cada vez más parecida Angelina Jolie y vista en la recomendable 8 mujeres) y Mélanie Bernier, aportan su encanto a esta comedia que, si bien resulta previsible, tampoco hay que quitarle sus méritos. El star system y el poder femenino, revisados con corrección.
Kad Merad se convirtió instantáneamente, luego de Bienvenidos al País de la Locura, en uno de los nuevos capo cómicos franceses, tal fue su éxito y poder de convocatoria que ahora le toca codearse con un elenco de actrices de renombre como la diva Catherine Deneuve y Emmanuelle Beart. El film gira alrededor de un empleado de limpieza, Robert, (Merald) que vive una doble vida, trabaja limpiando oficinas de un representante de actores, fanatizado con el cine, los guiones que lee en las tardes mientras debería estar realizando su labor, con su sector lleno de postres de actrices y films. Robert es un ser melancólico, tiene una hija de una mujer a la que ama, por la cual ha sido abandonado al ver su "no crecimiento". Especialmente de Solange Duvivier (Deneuve) a quien acecha hace tiempo, ella y su asistente le tienen la entrada prohibida, desmerecen ante tantas molestias ocasionadas al escuchar el timbre de entrada pulsado por el pulgar de Robert. Su fanatismo llega a un punto tal, que mediante un juego entre las fotos seleccionadas para el casting de un nuevo film, Robert deja planteada en la mesa del representante, su parecer. El casting se completa, su vision es aceptada, pero, dentro del anonimato, nadie sabe que ha sido él, el responsable de ese cambio. Mis Estrellas y Yo, refleja con mucha sutileza y comicidad la relación entre tres actrices de edades diferentes, una diva, una actriz consagrada y una novata, con sus pesares personales, a la idea de que “no todo lo que brilla es oro”. Arman una venganza hacia su acechador que generará un efecto boomerang. El resultado es una comedia con un acercamiento a producciones hollywoodenses, perdiendo en cierta forma el actractivo de la tradicional comedia francesa. Existe una pequeña participación de Patrice Leconte, en un rol de dirección, El store es exquisito salvo pequeñas inclusiones de temas musicales.
Durante los años ’40 y ’50 existió una gran excusa narrativa para filmar comedias musicales: mostrar el detrás de cámaras del mundo del cine o de las mismísimas comedias musicales de Broadway De esta manera se justificaba el hecho de que los protagonistas cantaran de forma diegética y verosímil sobre el escenario o set de filmación, aunque también cantaban cuando tenían ganas. Dentro o fuera de la ficción, todos cantaban. Así surgieron excelentes películas como Cantando Bajo la Lluvia, Cover Girl, Melodías de Broadway o la mayoría de películas de Vincente Minelli, acaso el que más exploró el género, aún cuando no haya canciones de por medio, como en Cautivos del Mal. Pero también se hacían musicales de este estilo en varias partes del mundo como en Argentina se hizo La Cabalgata del Circo de Mario Soffici, por ejemplo. Y por supuesto, una “estrella” no es “estrella” sin algún fanático loco que las persiga. Por esta senda transita Mis Estrellas y Yo de Laetitia Colombani. Esta vez sin canciones de por medio, la película combina diferentes modelos de cine estadounidense clásico, de tono efectista y no demasiado ingenioso. Pero no estamos hablando de comedia burda, como la sobrevalorada “nueva comedia estadounidense” con los descendientes de Saturday Night Live, sino de aquella donde brillaban Ava Gardner, Bette Davis, Joan Crawford, Gene Kelly, Fred Astaire y Marilyn Monroe, entre otros. En el homenaje a este tipo de cine se encuentran los mayores valores de la película de Colombani. Sin caer en momentos melodramáticos demasiado lacrimógenos como Notting Hill, en donde también se explora la relación entre una “estrella” y un tipo común, Colombani también hace una comedia de venganza femenina en la línea de Las Brujas de Eastwick. Quizás abusa un poco del uso de un gato (las comedias estadounidenses suelen usar perros o chicos) como efecto humorístico adicional al argumento central, o también otra simple excusa para poder ella misma aparecer mínimamente en pantalla. De todas formas Mis Estrellas y Yo nos permite disfrutar de una Catherine Denueve, realmente deslumbrante, que se permite burlarse de ella misma, como una diva que vive confinada en una mansión con su cochero, mayordomo, y enfermero, quien en algún momento fue su co protagonista hasta que cayó en el olvido. Cualquier semejanza con Sunset Boulevard – El Ocaso de una Vida, la obra maestra de Billy Wilder no es pura coincidencia. Y sin dudas es el mayor placer cinéfilo que tiene la obra. También desfilan la joven Melanie Bernier y una Emmanuel Beart madura, pero alejada de las vibrantes interpretaciones que supo dar durante los ‘90s en el cine de francés. De, aquella Beart, la de El Infierno de Chabrol o La Pequeña Mentirosa de Rivette ha quedado solo un rostro un poco modificado por cirugías estéticas. Una lastima. Pero, es Kad Merad, encasillado como el eterno perdedor es el que brilla sobre todas las “estrellas” relegando a un segundo plano incluso a María de Medeiros, que solo busca roles secundarios para juntar efectivo para financiar sus propios proyectos. No se justifica , de otra manera, que la protagonista de Henry y June tomara un rol tan insignificante. Colombani, sin demasiadas pretensiones, con precisión, simpáticos detalles (por ejemplo, el tamaño de los trailers de las protagonistas según su fama) hace una comedia sencilla, estéticamente no demasiada inspirada, con un timing humorístico de manual. No es un estudio sobre el fanatismo o sobre la fama demasiado exhaustivo. Pero tampoco es necesario. Una fábula, un cuento de hadas como el de Cenicienta con final felíz… dentro del mundo de las celebridades.
Por fin después de ver varias películas francesas pesadas y aburridas, encontré una que es todo lo contrario. Una comedia corta con buen ritmo y entretenida. Una historia original, bien contada y con dos excelentes actrices como Catherine Deneuve y Emmanuelle Beart. No va a ganar ningún premio pero al menos se pasa un buen rato y en el cine francés eso ya es mucho.
Estrellita(s) mia(s) Kad Merad (el protagonista de "Bienvenidos al país de la locura" estrenada recientemente) es ahora Robert, el encargado de limpieza de una agencia de representantes de artistas. Y realizando la limpieza de las oficinas, tendrá la oportunidad de revisar agendas, robar entradas a premières, obtener números de teléfono y otros datos de las estrellas con las que está completamente obsesionado. A punto tal de intrometerse en sus vidas privadas en vez de resolver la suya propia: su mala relación con su hija adolescente y el complicado vínculo con su ex-mujer. Estas actrices que son objeto de su obsesión son nada menos que Catherine Deneuve y Emmanuel Bèart, dos megastars en la vida real, que hacen prácticamente de ellas mismas. Se suma, completando el trío, la joven Mélanie Bernier -representando así un abanico de tres generaciones en la actuación-. Y cuando las tres se enteren de las cosas que les ha hecho Robert, unirán fuerzas para ejecutar un plan de venganza y ahí se iniciará la comedia de enredos. Pero pese a las buenas atuaciones, la extremada liviandad del argumento y el tono general con el que la directora elige contar la historia, la hace parecerse más a una comedia para el horario central de la televisión que a un producto cinematográfico -reconociendo que la gran mayoría de las sitcoms tienen líneas de diálogos sumamente más ingeniosas que las que se escuchan en esta película-. Hay situaciones resueltas demasiado ingenuamente, otras prácticamente sin desarrollo, hay gags que no terminan de producir el efecto esperado y superado el planteo incial, la comedia empieza a empantanarse, siempre dejándose ver con una sonrisa, pero sin crecer nunca en interés para el espectador. El brillo de Deneuve que ilumina la pantalla en cada escena en la que aparece, la indudable plasticidad de Merad para la comedia y la belleza post-botox de Béart se conjugan para sacar a flote este producto simpático, que de no contarlos en su elenco, hubiese pasado seguramente sin pena ni gloria directamente al DVD.