Placeres y límites de la épica histórica Esta épica histórica de 20 millones de dólares, que fue nominada al Oscar extranjero hace dos años, describe el ascenso al poder de Temudjin (el astro japonés Tadanobu Asano), antes de que se convirtiera en Genghis Khan, el gran guerrero que lideró al pueblo mongol en su arrasador dominio por buena parte del planeta. El film se centra en el período 1192-1196 con un flashback en el que vemos a Temudjin a los 9 años, cuando ya conoce al que será el gran amor de su vida y sufre en carne propia la traición de sus enemigos, que envenan a su padre y jefe del clan. Se supone que esta es la primera parte de una trilogía (hasta el momento, no tengo noticias de que estén en marcha los dos siguientes episodios), pero Mongol sería algo así como el "surgimiento de" y luego vendrían "el apogeo" y "la caída" de esta figura clave de la historia universal. Debo indicar que vi la película en DVD (de buena calidad y con un formato que respeta la pantalla ancha), y lamento que ni yo ni ninguno de los lectores pueda verla en fílmico, ya que estamos hablando de una gran producción con un impresionante despliegue de extras para escenas de masas (especialmente de batallas), mucha toma panorámica que expone la inmensidad de los paisajes, y todos los elementos propios de este tipo de épicas históricas. Bodrov dirige el film con buen pulso alternando escenas grandilocuentes con otras más intimistas/románticas/familiares y reconstruye un despiadado enfrentamiento bélico entre hermanos, pero al mismo tiempo hay aquí algo de déjà vu, de seguir al pie de la letra el manual, la receta, la fórmula de la épica histórica. Un buen producto, es cierto, pero con escasa sorpresa.
Reglas para construir imperios El experimentado director ruso Sergei Bodrov, llega a la cartelera con una biopic de la vida de Genghis Kan, que se enfrenta a los grandes problemas del género: ¿cómo rescatar aquello verdaderamente fundamental de la vida de una persona? Mongol, cae en una narración esquemática sin un criterio conceptual que la enriquezca. Mongol se remonta a los enormes paisajes asiáticos del siglo XII para relatar la vida de Temudgin, el heredero de un kan mongol (así se llamaba a los líderes de las tribus nómades de esa región); desde su peligrosa y difícil infancia hasta su transformación en el futuro. Temerario conquistador, unificó a todos los clanes mongoles para realizar uno de los mayores imperios conocidos en la historia universal. En los primeros minutos, ya sabremos todo lo que ocurrirá. Es que entre los esquematismos que aplanan a este film, uno de los principales, es el de anticipar todas las acciones enunciándolas a través del diálogo. De esta manera, la información que se siembra a lo largo de la película será subrayada con énfasis, haciendo obvio lo que sucederá, provocando que Temudgin se nos revele enigmático sólo desde la sobria y eficaz interpretación de Tadanobu Asano. Resulta curioso: da la sensación de una gran identificación entre director y protagonista que no sólo se refleja en la elección de este relato histórico sino sobre todo en la moral con la que Temudgin construye el imperio mongol: reglas claras y transparentes, de fidelidad y honestidad. Bodrov toma estas reglas y las lleva hasta el extremo para construir un relato cinematográfico supeditado a ellas. Hay un intento de claridad insistente y excesivo que por momentos tapa todo interés por la película. El intento del director por construir un Gengis Kan fuera del simplismo con que se retrataba a éste en los manuales escolares de su época, termina por no encontrar su punto de equilibrio y caer también en explicaciones facilistas. Las metáforas y recursos con que se construye a Temudgin diluyen la posibilidad de crear un personaje con matices y ambigüedades para reducirlo al producto de un destino divino. Mongol es un film que ha tenido las buenas intenciones de realizar un relato diferente al hegemónico. Pero lamentablemente se ha quedado a medio camino faltándole decisión en la construcción de una identidad y una profundidad que vaya más allá de la anécdota. Así, este film de Bodrov termina siendo correcto y virtuoso técnicamente pero aburrido y olvidable.
Otra visión sobre la historia de Genghis Khan Mongol ahonda en los dramáticos y angustiosos primeros años del gobernante nacido bajo el nombre de Temudgin en 1162. A medida que acompaña a Temudgin desde su peligrosa infancia hasta la batalla que va a sellar su destino, la película dibuja un retrato multidimensional del futuro conquistador. Y lo muestra, no como la bestia malvada de apariencia vetusta, sino como un líder influyente, intrépido y visionario. Además como un hombre extraordinario y la fuerte relación con su esposa Borte, el amor de toda su vida y su más leal consejera. Plagado de mística y fuerza el protagonista debe reponerse una y otra vez a cada caída. Y cada una de ellas, es una a una más profunda. Con luchas externas y consigo mismo, debe decidir qué es lo correcto para él, su familia y todo su pueblo. Filmada casi en su totalidad en exteriores, en las tierras que vieron nacer a Genghis Khan, Mongol es una excelente forma de conocer esta apasionante historia y desigual cultura, para muchos, bastante desconocida. Este film fue rodado en el 2007 y cosecho a su paso dos importantes nominaciones, una al Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa(2008) y otra como Mejor Película en los Premios de Cine Europeos(2008). Buenas interpretaciones, lugares únicos, una historia legendaria e interesante son algunos de los componentes con los que cuenta esta súper producción dirigida por Segei Bodrov. Que si bien tiene acción, crueldad y escenas de drama, no deja de tener un trasfondo de historia de amor y superación.
¿Qué tienen en común John Wayne, Omar Shariff y el actor japonés Tadanobu Asano? Aunque cueste creerlo, los tres, siendo de diferentes nacionalidades y etnias han encarnado al legendario conquistador mongol de fines del año 1100 y principios del 1200, Temudgin, más conocido por su título, Genghis Khan. Poco y nada aporta el hecho de que la película de Bodrov sea co producción mongola. Se trata de una biopic bastante tradicional dentro del género épico. La película narra la infancia, adolescencia y primeras conquistas de Temudgin. Hijo de un Khan (jefe de la tribu) asesinado, es obligado a emigrar a los bosques nevados, escapando del lugarteniente de su padre, que solo podrá ser Khan si asesina a todos los descendientes directos. Temudgin crecerá a su propio resguardo, y la de los lobos, confrontando el miedo al trueno, (lo único a lo que le temen los mongoles, porque es señal de que su Dios está enojado) tramando una venganza sobre el hombre que traicionó a su padre y usurpó su posición. Para darle mayor profundidad al personaje, y no solamente la banal trama de venganza, Bodrov hace hincapié en el perfil romántico y defensor de los valores familiares de Temudgin. El personaje de Borte, su esposa, se convierte es una piedra angular, el sostén psicológico y moral (¿?) del protagonista, quien sobrevivirá a la prisión china, los desiertos, las torturas, en el afán por reencontrarse con su amada, quien irónicamente es la que lo terminará rescatando a él. Será fundamental en su ascenso a Gran Khan, Jamuga, un amigo de la infancia que también se convertirá en Khan, y no tendrá deseos de participar en la campaña unificadora de tribus de Tamudgin, el conquistador, por lo que terminará siendo su enemigo. Mongol es una superproducción que intercala soporíferos momentos románticos con luchas épicas, dignas de una superproducción de Hollywood, aunque no demasiado inspiradas a nivel visual. Bodrov, en cambio prefiere darle énfasis a los hermosos paisajes chino – mongoles, las praderas, los bosques nevados. La fotografía es una verdadera belleza, que lamentablemente, al ser exhibida en DVD, no va a poder ser disfrutada completamente. A nivel narrativo, Bodrov no logra mantener el interés durante las dos horas de proyección. La falta de imaginación en la construcción de los personajes, situaciones previsibles, diálogos vistos en cada película épica (sea estadounidense o china) habida o por haber, convierten a Mongol en un cuadro sin demasiada vida, e inclusive por momentos, demasiado artificial. Los efectos CGI no aportan demasiado, quedan muy expuestos y obvios. ¿Qué ha pasado con las películas épicas que no necesitaban fondos mate, falseados, pantallas? ¿Dónde ha quedado la magia épica de, por ejemplo, David Lean, que trataba de recrear sus decorados en terrenos reales? Más allá de que esta versión de Mongol, victimiza (como si fuera un asesino por naturaleza) y a la vez, pondera la figura de Genghis Khan, se puede destacar la intención del realizador por valorar la identidad mongola, y la importancia que el personaje tuvo para la historia de su nación, a pesar de ser un despiadado conquistador. Lamentablemente, cuando la película empieza a ponerse más interesante, y deja atrás los pocos, pero densos y solemnes diálogos que parecen salir de una tragedia sheakspereana; cuando uno cree que empezará la etapa épica de verdad… o sea, a partir de que Temudgin es nombrado Khan… la película termina. No estoy contando el final, simplemente es así el argumento. Bodrov decide contar solo el ascenso de Khan. El resto de su vida: la unificación de Mongolia, el triunfo sobre la dinastía china, etc. queda afuera esta vez, por lo que el espectador terminará sintiéndose un poco abatido y desilusionado, como si hubiese visto el capítulo piloto de una serie televisiva. A pesar de haber sido nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera en el año 2007, es poco lo que Mongol aporta a la filmografía del personaje: hermosos paisajes, actuaciones demasiado solemnes y calculadas, una guión monótono, episódico, fallido… Personalmente, prefiero verlo a John Wayne calzando las botas con piel de lobo y acento sureño… Es más divertido.
La metamorfosis de Genghis Khan El filme de Sergei Bodrov estuvo nominado al Oscar hace dos años. Una de las cosas de los argentinos que más llama la atención a los extranjeros cuando viajamos al exterior es cuánto tiempo nos pasamos hablando de la Argentina: de cómo somos, cómo no somos, de nuestras costumbres y nuestros hábitos, sea para celebrarlos o criticarlos. Viendo Mongol, el épico filme sobre la vida y ascenso al poder del mítico Genghis Khan era inevitable no recordar esas anécdotas. Gran parte del tiempo que no se va en elegantes, sangrientas y súper producidas batallas entre distintos clanes en un país que luego Khan uniría con mano dura, el director Serge Bodrov se ocupa en que nos enteremos (ellos se lo dicen unos a otros) cómo son los mongoles, qué hacen y qué no, sus ritos, códigos y costumbres. Veamos: "Los mongoles no matan niños". O bien: "Los mongoles no van a la guerra por una mujer". O: "Los mongoles roban y matan". O una más específica y difícil de probar: "Los mongoles mueren en jaulas". Se ve que, además de mostrar las duras circunstancias de la vida de Temudjin (el futuro Khan, encarnado por el japonés Tadanobu Asano), se plantea como la saga fundacional de un pueblo. Superproducción de bella factura visual e increíbles escenarios, armada pensando en un espectador internacional, con la esperable escena de sexo a contraluz y la sangre mezclándose con hielo en cámara lenta, Mongol relata la serie de peripecias que atraviesa Temudjin, que por casarse con la mujer de un clan que no correspondía, debe atravesar un infortunio tras otro: le matan a su padre, le secuestran a su mujer, lo encarcelan y torturan, y siempre logra liberarse, para volverse a meter en problemas. Apenas vemos una escena pacífica ya sabemos que un minuto después un ejército de guerreros vendrán a arruinarle la vida. "Los mongoles necesitan leyes: se los haré entender aunque tenga que matar a la mitad de ellos", dirá. Cerca del final, en un lírico descanso con su fiel mujer, el futuro Genghis le habla de sus planes a futuro. "Algún día todos entenderán mongol", le dice. A juzgar por este visualmente espectacular pero pedestre filme (primero de una planeada trilogía) tal vez no logremos entender el Ser Mongol, pero sí lo que un mongol hace cuando quiere una nominación al Oscar.
Amor y guerra en la historia de Genghis Khan Genghis Khan nació cerca del lago Barikal (actual Rusia) en 1167 y se convirtió en el líder de un poderoso imperio que abarcaba casi toda Asia y parte de Europa. Sergei Bodrov, uno de los más importantes directores rusos ( El prisionero de las montañas, El beso del oso) , recreó en este film parte de su existencia y dibujó un retrato en el que lo muestra no como la bestia malvada de apariencia vetusta, sino como un líder influyente, intrépido y visionario. La historia comienza cuando Temudjin, a los 9 años, es llevado por su padre a un viaje para escoger a una niña como su futura esposa. Así conoce a Börte, quien le dice que le gustaría ser la elegida, y él promete regresar pasados cinco años para casarse con ella. El guión de Mongol examina la trayectoria de uno de los personajes más poderosos de la Tierra, pero es, y tal vez más que otra cosa, una historia de amor. Ese Temudjin que con el tiempo será Genghis Khan aparece aquí como un ser cálido dispuesto a dar su vida por su esposa y por su hijo, mientras se enfrenta con los poderosos enemigos que intentan adueñarse de las tierras de sus ancestros. El realizador no escatimó esfuerzo ni talento para dar esta pintura de Genghis Khan, y supo aunar su vida sentimental con grandiosas escenas de batallas. Rodada en lejanas locaciones de China, Mongolia y Kazakhstán, esta producción revela facetas poco conocidas de su personaje central. Tadanobu Asano compone con calor y emotividad la figura del protagonista, acompañado por un elenco de excelentes méritos, y por todos los rubros técnicos que lograron hacer de Mongol una película de necesaria visión.
Erase una vez en la salvaje estepa No parecen haber sido muy interesantes los años en los que Gengis Khan todavía no era Gengis Khan, sino un muchacho llamado Temudjin. No, al menos, como lo cuenta el ruso Sergei Bodrov en Mongol. Contando con un generoso presupuesto provisto por capitales kazajos, mongoles, rusos y sobre todo alemanes, Bodrov narra infancia y juventud del hombre que llegaría a ser uno de los más poderosos de la tierra con lujos fotográficos, a los que la copia en DVD que a partir de hoy se presenta en salas locales difícilmente haga honor. Lujos fotográficos, cientos de extras, varias cámaras para filmar las batallas y poco más: es asombrosamente escaso lo que el espectador de Mongol puede llegar a aprender sobre esos años de formación. Por más que se atraviesen un buen par de décadas, un largo par de horas y kilómetros y kilómetros de áridas estepas. Todo ocurre a fines del siglo XII, y Bodrov lo narra en dos tiempos. En el primero de ellos, el joven Temudjin, preso como una fiera en manos de su enemigo jurado, Targutai, recuerda cuando era niño y aquél asesinó a su padre, prometiendo llevar la muerte a toda su descendencia. Liberado de prisión gracias a la intervención de su amada, Temudjin (interpretado por el actor japonés Tadanobu Asano, visto en Bright Future, Zatoichi y Café Lumière, entre muchas otras) terminará combatiendo a quien fuera su hermano de sangre, Jamukha, unificando a todas las tribus de la zona, imponiendo una ley donde hasta entonces había barbarie, coronándose Gengis Khan y dando inicio al Imperio Mongol, que a lo largo del siglo XIII llegaría a extenderse desde Europa Central hasta el Océano Pacífico, y desde Siberia hasta Mesopotamia, la India e Indochina. En una palabra, Bodrov se entrega, en Mongol, a una de las pasiones más permanentes de lo que ha dado en llamarse “el alma rusa”: el culto al líder poderoso, el hombre fuerte, llámese Zar, Khan, Emperador, Stalin o Putin. La originalidad –si puede dársele ese nombre– es que en este caso no se asiste al cenit de su poder, sino a los prolegómenos. Más allá de los peligros que ese culto entraña, el mayor problema de Mongol es de orden dramático. Lejos de brindar la posibilidad de conocer a una figura histórica, la película se limita a hacer desfilar hechos, de modo tan ensayado y burocrático como una parada oficial. Matan al padre, secuestran a la madre, el niño huye, conoce a la que será su amada, se convierte más tarde, por lo visto, en el único guerrero de la historia que a la vez haya sido hombre de familia, venga al padre y así sucesivamente.
Gengis Khan Inicia. Tranquilamente se podría haber titulado de esa manera este estreno, ya que la frase es un resumen perfecto de lo que vas a encontrar en esta excelente película del director ruso, Sergei Bodrov, nominada al Oscar el año pasado como mejor film extranjero, que narra el origen y ascenso al poder de uno de los más grandes bastardos en la historia de la humanidad. Mongol es la primera entrega de una prometedora trilogía que narró como nunca se había hecho hasta ahora en el cine la vida de este personaje histórico. La segunda parte tiene su estreno planeado para este año. Gengis Khan fue uno de los más grandes genocidas que pasaron por este mundo, que pese a la enorme imagen negativa que tiene en muchos países, no son pocos los historiadores que lo rescatan como uno de los máximos estrategas militares. En Turquía, por ejemplo, es considerado un héroe y es muy común que los chicos lleven su nombre. El fundador del imperio más extenso de la Historia fue un pionero de la guerra psicológica que se concentraba en sembrar el terror en las poblaciones que conquistaba con la perpetración de numerosas masacres donde no excluían a las mujeres y los niños. En el cine Gengis no tuvo mucha suerte. Su vida que es digna de una película épica fue desaprovechada muchas veces con filmes pedorros como los que protagonizaron John Wayne en la controversial (ver Dato Loco) The Conqueror, de1956 y Omar Shariff en Gengis Kahn, de 1965, que presentaron versiones hollywoodenses de este personaje que poco tenían que ver con el líder mongol. En el 2007 se estrenó otra impresentable versión japonesa, To the end of Eart and Sea donde hicieron cualquier cosa con la vida de Kahn. Mongol es la posta. El director Bodrov presenta la versión que más se acerca a la verdadera historia de Gengis, algo que no es para nada un dato menor debido a que este hombre siempre resultó un enorme desafío para los historiadores. Hasta el día de hoy se debate el año de nacimiento exacto del líder mongol y las circunstancias de su muerte tampoco son claras. Esto se debe a que los mongoles solían conservar su historia a través de relatos orales, por lo tanto no abundan demasiados textos originales que describieran los hechos. Bodrov realizó su film a partir del libro “La Historia secreta de los mongoles” que es un poema épico que narra el ascenso al poder del Gengis Kahn y el resto de la familia real. Es el único material escrito que procede de los propios mongoles. Lo cierto es que esta película es la producción que más se tomó en serio el trabajo de los historiadores sobre este personaje y de todas las cosas que se hicieron en el cine es por lejos la más interesante. Esta primera entrega de la trilogía nos presenta al joven Tedmujin antes que se convirtiera en Gengis Khan, que fue el nombre que adoptó después como emperador. El director hizo un trabajo fabuloso al presentar a este personaje en su juventud, mucho antes que llegara a liderar su ejército. A diferencia de otros filmes que nos mostraron a Khan directamente como un guerrero sanguinario, acá tenemos la posibilidad de ver cómo un joven común y corriente que podía haber tenido un destino diferente se transforma en esa figura temible que terminó por convertirse en uno de los hombres más poderosos del mundo. Desde la realización Mongol presenta una producción impecable que sobresale por su hermosa fotografía, la acertada reconstrucción de época y espectaculares secuencias de acción. En la media hora final, donde el director Bodrov deja un poco la rigurosidad histórica para meterse de lleno en el terreno de Corazón Valiente y 300, Mongol ofrece una batalla épica brillantemente planificada. Es imposible contar esta historia en un solo film y esta primera entrega de la serie augura una trilogía que apunta a ser espectacular. Mongol es una película para ser disfrutada en su primera visión en una pantalla de cine, ya que tiene todos los ingredientes de un gran espectáculo cinematográfico. Por estos días el director trabaja en la post producción de la segunda parte, The Great Khan, que se concentrará en la vida de Gengis como emperador y sus campañas militares. No se pierdan el primer capítulo de la trilogía que es uno de los mejores estrenos de este mes. EL DATO LOCO: Una historia tremenda relacionada con Gengis Khan y el cine. En 1956, Howard Hughes produjo The Conqueror, donde se contó la historia de este personaje con John Wayne como protagonista. Los exteriores de esa película se filmaron cerca de una zona militar de Utah, donde el ejército norteamericano hacía pruebas de armas nucleares. Es famosa y recordada la imagen de Wayne junto a un contador Geiger, que permitía medir la radiactividad en el set. Lo cierto es que el director Dick Powell, los protagonistas John Wayne, Susan Hayward y Pedro Améndariz junto con varios miembros del equipo técnico fallecieron de cáncer en los años posteriores. Una investigación de la revista People reveló que 91 miembros de los 220 que conformaban el equipo del film murieron por esta enfermedad a raíz de la exposición radioactiva. Howard Hughes que siempre se sintió culpable por lo que había ocurrido compró todas las copias e impidió que el film se exhibiera durante más de 17 años.
Los primeros pasos de un conquistador Este film del ruso Serguei Bodrov explora los años de infancia y juventud del legendario Gengis Kan. Planificada como la primera parte de una trilogía (y acaso por eso), la película se toma su tiempo para contar cómo el pequeño Temudjin pasa de niño valiente a joven perseguido, para abandonarlo en el momento en el que es ungido Kan. El trabajo de Bodrov con la historia es minucioso y enmarcado en un relato épico que, si bien nunca apuesta a la grandilocuencia, luce un poco extenso. La película comienza con un Temudjin de sólo nueve años que, acompañado por su padre en una visita a un clan mongol, elige a la que será su futura esposa, Börte. Una elección equivocada, ya que, en realidad –y por una deuda que tenía su progenitor con otro clan–, el niño debía escoger una muchacha perteneciente al grupo del que su padre era deudor. El error es fatal: esos mismos hombres llevan al padre a la tumba. Desde ese momento, el futuro gobernante de Mongolia es perseguido por propios y extraños, mientras a cada paso debe dar pruebas de su entereza y su coraje. Que el film se estrene en DVD ampliado es una mala noticia (cada película que no llega en fílmico encarna una mala noticia en sí) ya que Bodrov utiliza largas y trabajadas panorámicas para dar real dimensión de lo inmenso de la llanura, así como se empeña en ilustrar con muchos detalles (que no excluyen una buena cantidad de sangre) las escenas de batallas. Con todo, Mongol porta una extraña placidez, como si el director hubiese planificado la trilogía muy seguro de realizarla. Será por eso que se preocupó por dar real dimensión a cada personaje y carnadura al protagonista, que en su adultez es interpretado por el actor japonés Tadanobu Asano. Un Temudjin nacido para ser Kan que se muestra cariñoso con sus hijos, justo con quienes lo han ayudado e implacable con sus enemigos. Y que conoce su destino de gloria desde el principio.
Mongol es una ambiciosa película épica rusa, que no tiene nada que envidiarle a muchas producciones estadounidenses del mismo género. Relata la vida de los primeros años de Temudgin, ese hombre que la historia mundial recuerda como Genghis Khan, fundador del gran imperio Mongol, que dominó el mundo durante gran parte del siglo XIII. El relato abarca desde su primera infancia hasta que se establece como el líder carismático, que luego buscará la unificación de los mongoles y así extender el imperio más extenso geográficamente que ha conocido la humanidad. Temudgin es hijo de Yesugei, jefe de un poderoso clan, quien tenía bastantes enemigos, de hecho lo terminan envenenando, dejando a su familia diezmada, a la intemperie y sin ningún tipo de protección, excepto cierta ley que prohibía matar a los niños, aunque el pequeño, ya tenía el juramento que cuando crezca iba a ser asesinado por el máximo enemigo de su padre. A partir de allí se ve como este niño, luego hombre, adquiere el más poderoso instinto de supervivencia, no sólo por las condiciones climáticas adversas y geografías extremadamente peligrosas, sino también por los distintos clanes que buscan aniquilar la herencia de Yesugei. Durante la infancia Temudgin establecerá dos vínculos que marcarán su destino para siempre, uno es Borte, su esposa elegida cuando él aún tenía corta edad y no sólo fue la principal motivación para sobrevivir, sino también una gran consejera, reforzando aquel famoso dicho: “detrás de un gran hombre hay una gran mujer”; y el otro fue Jamukha, un niño que le salva la vida, forjando una amistad en la cual hacen un pacto de hermandad que luego sería su principal aliado pero también su más poderoso y respetado enemigo. Confieso que siempre me atrajeron las películas biográficas, porque además de asistir al verdadero placer de ver cine, el plus viene con una cátedra de historia, que en lo personal me convoca a seguir investigando la cuestión, pero a menudo este tipo de personajes devoran por completo la objetividad del cineasta, lo mismo le suele pasar a los historiadores, y se termina reduciendo una figura tan polémica a un imaginario sobreidealizado de la persona o a su polo contrario con una devastadora crítica del sujeto abordado. Por eso rescato lo hecho por Oliver Hirschbiegel en La Caída, quien supo retratar de manera brillante, el costado humano de ese monstruo que encarnó lo más monstruoso de lo humano (Hitler). Genghis Khan se caracteriza por ser una de las personalidades más polémicas y enigmáticas de la historia mundial. En Mongol, vemos a un gran estratega pero que aparece como una especie de Mesías, quien está lleno de valores, respeta los códigos y la legalidad de la palabra, con una ética intachable y sobretodo un hombre enamorado de su causa y de su mujer, no hay ambiciones de poder más allá de unir y preservar a los mongoles de enemigos externos. Pero se sabe que una vez instalado el imperio Mongol, una de sus estrategias para avanzar sobre sus rivales fue usar el terror psicológico, realizando masacres masivas en poblaciones para luego exhibirlas y generar el espanto generalizado. En este punto de fascinación del director por el conquistador es donde la película decae, la estructura narrativa se centra en la historia de amor y en todas las habilidades de este buen hombre para librarse del mal, así la trama por momentos se hace interminable y hasta casi predecible, hay un circuito de atraparlo, escaparse y redimirse que se repite unas cuantas veces. La dirección artística, merece un párrafo aparte, es lo mejor del film, las escenas de las batallas son coreográficas, con una tonalidad de color que impregnan a la obra de una belleza singular, la fotografía, los planos de los escenarios naturales y los distintos climas que tiene que atravesar Temudgin para sobrevivir le brindan al relato los momentos de mayor calidad. Los trabajos interpretativos son buenos, en especial la dupla que hacen Tadanobu Asano (Zatoichi) y Honglei Sun (El Camino a Casa) como esos hermanos y rivales. Asistimos a una muestra de una buena película épica, proveniente de un país como Rusia, Sergei Bodrov utiliza su mirada de artista para brindarnos lindas imágenes, cuya estética nos podría remitir, por momentos, al mejor del cine oriental, aunque su admiración total por el personaje nos prive de encontrarnos con la otra faceta de un conquistador histórico, que es su ambición desmedida de poder y las contradicciones internas que tiene cualquier existencia humana.
El joven Gengis Khan En Un tiro en la noche (The Man Who Shot Liberty Balance, John Ford), se pronuncia la celebre línea ”en el oeste, cuando los hechos se convierten en leyenda, se imprime la leyenda”. Parece que lo que ocurre en el oeste también es aplicable a Mongolia, y por más que los realizadores de Mongol hayan explicitado que su intensión era la de desmitificar la versión corriente de un Gengis Khan cruel y sanguinario, que en el imaginario popular lo emparenta con personajes como Atila el Huno (para los que tenemos cierta edad Gengis Khan también era un luchador de Titanes en el Ring, y era malísimo), lo cierto es que aquí la operación más que de desmitificar es la de construir un mito opuesto: el de un Gengis Khan sabio, justo y valiente que ya de niño estaba predestinado a una grandeza que las dificultades y derrotas que sufrió en la juventud no hicieron más que retardar o, mejor aún, preparar. Y no está mal, porque en todo caso es una opción tan valida como la de ajustarse a un realismo histórico igualmente sospechoso y cuando para el espectador esta claro desde el vamos que lo que se va a contar es eso: la leyenda del joven Gengis Khan. Mongol vendría ser entonces como una precuela o un episodio uno del que luego sería el personaje más conocido. Así como el niño y luego joven Anakin se convertirá en Darth Vader en la saga de La guerra de las galaxias, el niño y luego joven Temudjin se convertirá el Gengis Khan guerrero y conquistador. Un personaje que para cumplir su destino recorrerá un camino plagado de dificultades y pruebas, que nacerá como el hijo del jefe de una de las tantos pueblos nómades de Mongolia, que siendo aún un niño elegirá a la que será la mujer de su vida (y a la que lo unirá un lazo indestructible e incondicional), que sufrirá el asesinato de su padre, la persecución y la esclavitud, que se sobrepondrá, luchará, ganará amigos y combatirá a sus enemigos, para finalmente unificar a las tribus y (ya no en esta película, pero esa es la historia conocida) construir un imperio que conquistó la mitad del mundo entonces conocido. Hay varios elementos que hacen al carácter mítico del relato y lo alejan del naturalismo. Los más evidentes son aquellos que pueden tranquilamente considerarse sobrenaturales: un monje que al ver a un Temudjin derrotado y prisionero puede ver no obstante su destino de conquistador, o los elementos de la naturaleza que, como los truenos que según la tradición mongola expresan la ira de los dioses, se manifiestan en escenas clave. El más claro ejemplo esta en los momentos de orden sagrado en que Temudjin, en las circunstancias de mayor desamparo e incertidumbre, ira a implorar la ayuda del Señor del Cielo y entonces un lobo (o quizás otra entidad con esa apariencia) aparecerá para acecharlo, observarlo en silencio y dar cuenta de que sus plegarias son escuchadas desde el otro lado. Se trata de una épica y la puesta responde a esa tónica: grandes batallas filmadas con brío y emoción, la presencia imponente del paisaje de la estepa mogola y un protagonista cuyas cualidades exceden a lo humano. La narración es bien clásica y si bien es previsible funciona si uno entra en ese código y acepta la solemnidad y cierta grandilocuencia en diálogos y situaciones como consustanciales a esa épica. Si uno es capaz de hacer esa operación, esta gran producción de países poco habituales para este tipo de films, como Rusia, Mongolia o Kazajstán, se vuelve un producto entretenido y una experiencia interesante al ver una épica diferente a la hollywoodense pero no por ello menos afecta al mito. Ya se sabe, la leyenda imprime tan bien…
La ira del Khan Los estrenos de la cartelera en dvd ampliado (que algunos cines exhiben cobrando el mismo valor de la entrada como si se tratara de una copia en 35 mm) son y serán motivo de polémica entre quienes sostienen el argumento de la posibilidad de tomar contacto con títulos poco comerciales y aquellos que, en defensa de la calidad de la imagen, consideran a este punto un tanto endeble. Más allá de tomar una posición por uno u otro bando, es justo decir que no todas las películas ampliadas en dvd resisten, en términos cinematográficos, este formato hogareño y realmente pierden total sentido en cuanto a calidad de imagen, sonido y nitidez. Por esas incongruencias de los distribuidores locales llega con dos años de atraso Mongol, film del director ruso Sergei Bodrov, financiado con capitales rusos, kazajos y mongoles que reconstruye los primeros años de la vida de Genghis Khan, quien se convirtiera tras vencer en una épica batalla a su propio hermano, en emperador de Mongolia y luego -con el correr de los años- en prácticamente de la mitad del mundo, extendiéndose su imperio por toda Asia y Europa. Si había algo que precisamente justificara el estreno de esta película de segunda línea, sin lugar a dudas era su despliegue visual; su bella fotografía y el lucimiento de sofisticadas panorámicas, así como grandes movimientos de extras en las escasas secuencias de batallas. Pero lamentablemente estos elementos se ven gravemente disminuidos en la proyección que no sólo no deja apreciar las bondades del cinemascope, sino que por contar con una baja luminosidad hace por momentos bastante tediosa su visión. La historia, esquemática y convencional, se instala en dos períodos históricos que se yuxtaponen entre tiempo presente y flashbacks: el de la infancia del niño Temudjin, quien a los nueve años viaja con su padre para elegir a su futura esposa y al regresar debe soportar la pérdida de su progenitor, envenenado por el clan enemigo, y luego padecer tras el vacío de poder los castigos propinados por los traidores al régimen de su padre, para quienes jura venganza en el futuro. El segundo segmento lo compone lo que podría llamarse la juventud del protagonista, donde se siembra el germen de lo que -tiempo después- se transformaría en un gran guerrero y emperador. Salvo algunas escenas de acción bien filmadas y un correcto trabajo de los actores principales en las situaciones dramáticas, no hay mucho para destacar de esta biopic enfocada en el culto al personaje, con una innegable mirada complaciente e idealizada (como la que tuviera Mel Gibson con su William Wallace de Corazón valiente). Si bien se ha dicho que ésta es la primera entrega de una trilogía sobre la figura del Emperador mongol, lo cierto es que a dos años de su estreno aún no ha habido indicios por parte de los productores y su director de una secuela que estaría basada en el apogeo del imperio, para terminar en una tercera parte focalizada en la decadencia. Por ahora es lo que hay y eso es realmente poco.
Este film está llegando un "poco" tarde a la Argentina, ya que es del 2007, pero la espera valió la pena. Imponentes escenarios naturales, excelentes actuaciones, impecable...
“Ten el valor de la astucia que frena la cólera y espera el momento propio para desencadenarla” Gengis Kan Es una de las grandes fascinaciones del cine contar la historia de cómo un héroe llega a convertirse en ese ser mítico. El director ruso Sergei Bodrov eligió relatarnos cómo Gengis Kan se convirtió en uno de los hombres más poderosos de la Historia. Lo realmente interesante de este film es cómo elige estructurar el relato. Porque a pesar de que hay una clara intención de revitalizar una de las grandes leyendas de oriente, el modo en que elige hacerlo es profundamente occidental. Bodrov se sirve de numerosos elementos de la tragedia griega y del mito del héroe en particular para desentrañar a este personaje tan célebre. En primer lugar está el hecho de que, al igual que en las tragedias, se toma a un personaje de la realeza, de una familia gobernante, que tiene poder (y puede perderlo). Temudgin, nombre de nacimiento de Gengis Kan, interpretado por el actor japonés Tadanobu Asano (Zatoichi, 2003), es hijo del “rey” de su clan. Sus desventuras comienzan a la edad de nueve años, cuando su padre lo lleva a una tribu vecina para que elija esposa. Allí se compromete con Borte. Esta relación marcará la trama del film, que básicamente atraviesa los momentos de unión y separación de la pareja, mientras Temudgin lucha por recuperar el poder que le fue arrebatado cuando asesinaron a su padre y a él lo convirtieron en esclavo. Ya sea que Bodrov haya extraído la idea del poema “La historia secreta de los Mongoles”, ya sea que lo haya especulado de sus otras investigaciones sobre el tema, lo cierto es que la relación entre Temudgin y Borte está llevada a la pantalla de una forma muy moderna y occidental. Si bien el film está ambientado en la segunda mitad del siglo XII, Bodrov nos habla de un hombre fiel a su esposa, capaz de ir a la guerra por recuperarla y dispuesto a aceptar como propios a los hijos que ha tenido con otros hombres durante sus ausencias. La otra relación que marca la vida de este príncipe es con su hermano Jamukha (Honglei Sun). Éste es otro ingrediente típico de los relatos clásicos, el de los amigos que se convierten en enemigos. El actor chino aporta las pocas dosis de humor del film, creando un personaje que es la contraparte ideal del protagonista. Pero quizá el elemento más propio de la tragedia es la idea de que por un acto de hybris (una suerte de ceguera producida por la soberbia), la familia queda de alguna manera maldita. Son los hijos quienes deben pagar por estos actos de arrogancia de los padres. Así, el padre de Temudgin roba a su madre de uno de los clanes enemigos – incluso cuando ella ya estaba casada. Muchos años después, este marido despechado robará a la esposa de Temudgin. El concepto de venganza por las ofensas realizadas es lo que desencadena la mayoría de las desventuras de este personaje. Un dato interesante es la banda de sonido. La conducción orquestal estuvo a cargo del compositor finlandés Tuomas Kantelin, pero el film cuenta además con la participación de una banda folk-rock mongola de ocho integrantes llamada Altan Urag, quienes proporcionan unos ritmos vocales guturales que realmente aportan mucho a la construcción del relato. Mongol, que estuvo nominado al Oscar en el 2008 como mejor película de habla no inglesa y como mejor película en los Premios del Cine Europeo el mismo año, no tiene una intención biográfica. Si bien el director ha hecho un extenso trabajo de investigación, es evidente el propósito de construir un cuento, una leyenda, haciendo uso de todos los elementos espectaculares que el medio cinematográfico le ofrece. Así, la ambientación de época, los vestuarios, las escenas de batalla, no tienen nada que envidiarle a otras producciones que se han realizado en Hollywood.
Concebida como una auténtica superproducción llevada adelante por Kazajistán, Rusia, Mongolia y Alemania, Mongol es un épico y extraordinario film del realizador ruso Sergei Bodrov que compitió hace un par de años por el Oscar en su rubro. Con notorias y casi indisimulables influencias de Akira Kurozawa, el film ahonda en los conflictivos primeros años de la vida de alguien nacido bajo el nombre de Temudgin que luego se transformará en el poderoso, proverbial, casi mitológico líder Genghis Khan. Bodrov elige una pintura benigna acerca de la niñez y juventud de quién fue considerado un salvaje y despótico emperador, retratado como un duro guerrero pero también como un hombre tenaz, visionario y generoso. Todo el enorme crisol de costumbrismos cotidianos, ancestrales y guerreros de esas regiones están recreados de manera espléndida en la película de Bodrov, como la ceremonia o pacto de sangre que sella una hermandad, la elección varonil de las prometidas, el temor a los truenos, y la astrología, que titula y segmenta el film, en varios capítulos de acuerdo al animal correspondiente (caballo de fuego, tigre, etc). Si bien el film progresa de manera cronológica, no tiene un tono biográfico y prefiere contar sus incidencias con toques poéticos, elipsis sugerentes, figuras que se recortan en el paisaje imponente y miradas poderosas que resumen en silencio pasajes de la trama.
Esta realización épica cuenta la historia de Genghis Khan desde su niñez. Como a todo niño, los sucesos de esa etapa de su vida lo marcaron para siempre y justifican, en cierto modo, las acciones y decisiones del conquistador mongol cuando ya fue adulto. El guerrero Temüjin, tal su verdadero nombre, fue quien logró unificar a las dispersas tribus mongoles y formó un gran imperio con el que conquistó el norte de China y casi todos los reinos asiáticos además de parte de la Mesopotamia y Europa Oriental. En esta historia el espectador comprueba que la férrea voluntad de Temüjin se ve fortalecida por la similar personalidad de su esposa Börte, justamente el secuestro de ésta es la que provoca la reacción guerrera que comienza a gestar el imperio mongol. Esta obra es el séptimo trabajo cinematográfico del realizador ruso Sergei Bodrov y fue filmada en el año 2007 como producción de Kazajstán, Rusia, Mongolia y Alemania. El guión del mismo Bodrov acompañado por un equipo compuesto por otros cinco guionistas, respeta rigurosamente la historia del personaje central y si bien hace algunas ligeras referencia filosóficas en cuanto a que el derecho a gobernar un pueblo tiene un origen divino, no profundiza en este terreno abocándose, en la mayor parte de la proyección a mostrar magníficas escenas de batallas en las estepas asiáticas y mostrar la firme relación del protagonista con su esposa. También se desarrollan por completo subtramas que enriquecen la semblanza que se lleva el espectador del legendario conquistador al tocar temas como la envidia, la ambición desmedida, la traición y también la sólida amistad y el temple anímico. Es de destacar que se trata de una producción que fue nominada al Oscar como Mejor Película Extranjera (2007) y que si bien contiene algunas reiteraciones que por momentos la hacen lenta, no está hecha con un sistema didáctico sino como una historia cinematográfica que debe atrapar al espectador, algo que sucede en la mayoría de los 126 minutos que dura la proyección. Además forma parte de la trilogía sobre Genghis Khan que Sergei Bodrov tiene preparada y cuya segunda entrega será “El gran Khan”, que ya finalizó su etapa de postproducción y tiene previsto su estreno para fines de este año. Quizá habría que señalar que a Bodrov se la pasó por alto que el personaje del traidor Targutai (encarnado por Amadu Mamadakov) no puede tener exactamente la misma fisonomía a lo largo de veinte años, y mucho menos en el seco clima estepario. Las interpretaciones son correctas, los roles están perfectamente definidos y cerrados desde el guión por lo tanto eso facilita las labores de los actores destacándose el trabajo realizado por Khulan Chuluun como Börte, la esposa del protagonista; aunque como la madre del mismo, la actriz Aliá muestra por momentos una gesticulación un poco europea poco acorde con la de una mujer mongol. El actor chino Sun Honglei en el rol del “hermano de sentimiento” Jamukha logra transmitir hábilmente los cambios anímicos que su personaje le exige. Y Tadanobu Asano, como Genghis Khan, apoya su labor en un phisique du rol muy adecuado. El espectador se entretiene y llega a conocer una parte de la historia internacional que no figura en los libros escolares argentinos con demasiada extensión.