Una premisa interesante, que tiene una antigua leyenda de sacrificios como guía, sirve para construir un relato que termina por perderse en los propios laberintos narrativos que enuncia.
No la alimentes Una cosa relativamente a favor que se puede decir del horror contemporáneo industrial es que su mediocridad no es tan mala comparada con las “versiones mainstream” de otros géneros del montón, pensemos por ejemplo en la basura que el Hollywood planetario -ese específicamente de Estados Unidos pero también el de sus filiales a lo largo del globo, que producen la misma mierda pero con estrellitas locales- suele estrenar en géneros cuasi muertos a nivel creativo como la comedia, la ciencia ficción, el thriller, las gestas de acción o el suspenso. Si trazamos dicha analogía entre el horror y el resto del ecosistema del cine de género, sinceramente la comarca de los sustos y los gritos tan mal no está, sin embargo si comparamos históricamente al rubro en cuestión con la variedad, riqueza y efervescencia de otros tiempos la verdad es que esta acepción de hoy en día deja bastante que desear porque arrastra los mismos problemas de todo el acervo audiovisual pretendidamente masivo, nos referimos a un achatamiento formal, discursivo y temático que se profundizó con el predominio de un streaming que apuesta a vender el mismo producto en todo el globo -como el viejo sistema de estudios, precisamente- y en esta patética movida sufre el género en sí porque la prolijidad desabrida, los diálogos huecos y la redundancia retórica son las únicas características que quedan en pie en función de una originalidad ya extinta. Ofrenda al Demonio (The Offering, 2022), el debut en formato largometraje del actor de propuestas Clase B Oliver Park, es un muy buen ejemplo de este estado de cosas ya que hablamos de un film que no es ni bueno ni malo sino anodino y completamente olvidable, como el resto de las realizaciones de horror que nos llegan desde yanquilandia, Europa Occidental, Asia, Rusia e incluso Latinoamérica y España, en este último apartado basta con recordar los bodrios recientes de cineastas otrora maravillosos como Álex de la Iglesia y Jaume Balagueró, Veneciafrenia (2021) y 30 Monedas (2020) por un lado y Venus (2022) y Musa (2017) por el otro, amén del hecho de que el propio Park participó en una antología del espanto controlada por los directores mamarrachescos argentinos Luciano y Nicolás Onetti, A Night of Horror: Nightmare Radio (2019), otra de las tantas bazofias que suele ofrecer el cine latino e hispano “hollywoodizado” de hoy en día, ya sin rasgos autorales o vernáculos de ninguna índole. El guión de Hank Hoffman transcurre en la secta jasídica del judaísmo ortodoxo y arranca con el suicidio de Yosille (Anton Trendafilov), quien encierra en un amuleto a un demonio femenino que había convocado para volver a ver a su esposa fallecida, entidad con look de carnero a lo La Bruja (The Witch, 2015), de Robert Eggers, que responde al folklore de Medio Oriente y Europa y adora alimentarse de niños y bebés. La historia principal no pasa de una combinación de melodrama familiar, espíritu/ demonio homicida a lo J-Horror, detalles de found footage y una relectura invertida de la dinámica del exorcismo, ahora pretendiendo aprisionar al maligno, denominado Abyzou, en vez de expulsarlo del poseso en cuestión, esquema basado en la llegada de Arthur (Nick Blood) y su esposa embarazada Claire (Emily Wiseman) a la funeraria del padre del primero, Saúl (Allan Corduner), quien administra el lugar con un empleado de toda la vida, Heimish (Paul Kaye), y no se da cuenta de que el hijo pródigo regresó no para enmendar el vínculo con el progenitor sino para pedirle que entregue el inmueble de la funeraria como garantía porque Arthur necesita refinanciar una deuda bancaria muy importante por compra de tierras para cultivar limones. Desde ya que pronto llega el cadáver de Yosille, el idiota de Arthur libera al demonio femenino sin saberlo y éste provoca una retahíla de alucinaciones pesadillescas que llevan a la muerte al judío veterano y generan la intervención primero de Heimish, que por cierto odia al protagonista, y luego de Chayim (Daniel Ben Zenou), un demonólogo o exorcista que le pasa la posta al personaje de Blood. Park redondea un clima opresivo algo eficaz y consigue buenas actuaciones de Corduner y Kaye pero lamentablemente satura el desarrollo narrativo de jump scares redundantes que licúan todo el nerviosismo acumulado. Como afirmábamos con anterioridad, Ofrenda al Demonio es otra faena intercambiable del mainstream contemporáneo que desconoce los planteos originales, se toma demasiado en serio a sí misma y ni siquiera sabe condimentar el asunto con gore, desnudos, practical effects imaginativos y/ o un discurso inconformista, optando en cambio por utilizar un CGI inocuo símil plástico y por refritar la obsesión con el “no nato” de El Bebé de Rosemary (Rosemary’s Baby, 1968), de Roman Polanski, los rituales esotéricos de El Exorcista (The Exorcist, 1973), de William Friedkin, ese Abyzou de Posesión Satánica (The Possession, 2012), de Ole Bornedal, los sustos de El Conjuro (The Conjuring, 2013), de James Wan, aquellos pentagramas fetichizados de Una Canción Oscura (A Dark Song, 2016), de Liam Gavin, los motivos de la funeraria lúgubre y el cuerpo maldito de La Morgue (The Autopsy of Jane Doe, 2016), de André Øvredal, y el sustrato folklórico/ religioso/ cultural hebreo de La Vigilia (The Vigil, 2019), digna obra de Keith Thomas. Si bien el horror actual resulta más heterogéneo que el del inicio del nuevo milenio, aquel saturado de propuestas como la presente de entidades inmateriales varias, el aparato hollywoodense continúa produciendo opus mediocres como Ofrenda al Demonio que llegan a las salas tradicionales cuando otros trabajos muchísimo más interesantes se pierden en el limbo de la distribución hogareña…
Luego de unos cuantos años fuera de su casa natal, Art (Nick Blood) hijo de un judío ortodoxo, junto a su esposa embarazada Claire (Emily Wiseman) decide volver a Brooklyn para reconciliarse con su padre Saul (Allan Couduner), quién es dueño de una funeraria. Saúl parece encantado de volver a ver a su hijo, sin embargo, se muestra un tanto confuso por la repentina llegada de este, sin aviso previo. Además de estos tres personajes principales, se encuentra Heimish, un viejo amigo de la familia que trabaja en la funeraria. Quien al contrario de Saul, le cuesta mucho creer que Art haya decidido volver sólo porque extraña a su padre. Heimish tiene la firme sospecha de que algo se esconde detrás de ese inesperado retorno.
Es una película que cumple con el título en castellano, pero también es un film que indaga entre las relaciones de una familia judía ortodoxa. El regreso de un hijo casado con una mujer que no es de la comunidad, una gentil, rechazada al comienzo de la relación, pero ahora aceptada porque espera un hijo. La vuelta al hogar esconde dos cosas: el hijo está en bancarrota y para una hipoteca necesita la casa de su padre en garantía. Una casa muy particular que es la funeraria de la zona y tiene todo para recibir cadáveres y presentarlos correctamente para los velatorios. Intrincada si. En uno de esos cadáveres que deben ser preparados se alberga un demonio femenino estéril, que se venga con embarazadas y chicos y se presenta con forma de niña antigua. Un error, el demonio es liberado y comienzan los problemas. La película bien ambientada, con buenos climas logrados por la dirección de fotografía, con un director como Oliver Park familiarizado con el género, tiene un guion de Hank Hoffman que va cambiando los puntos de vista, no concentra el terror en las angustias de un solo personaje lo que aliviana un poco el impacto, pero dentro de las películas del género es una cuidadosa producción que cumple con el susto y el suspenso.
La primera película dirigida por Oliver Park, con guion de Hank Haffman, nos sitúa en Brooklyn, New York, cuando Art (Nick Blood) un hijo de familia judía-ortodoxa, pero alejado de su religión, regresa de Londres para ver a Saul (Allan Corduner), su padre, luego de un distanciamiento. Es que Art se ha casado con Claire (Emily Wiseman), una mujer no judía y ahora ambos esperan su primer hijo. Claire se siente reticente ya que anteriormente sintió que no era aceptada por no ser parte de la religión judía. Ya en la casa, llega a la funeraria, el negocio familiar que dirige su padre con la colaboración de Heimish (Paul Kaye), el cadáver de Yosille (Anton Trendafilov) quien murió de forma confusa trayendo dentro suyo un antiguo demonio femenino estéril que se alimenta de niños. Su nombre es Abyzou. El encargado de poner presentable a Yosille es Art y a partir de allí, cuando se pierde el amuleto protector que traía el difunto consigo, las cosas se salen de control. Además de la aparición de Abyzou, que genera todo tipo de ruidos y apariciones, Saul y Heimish descubren que Art no fue sólo a su antiguo hogar para visitar a su padre sino por un interés económico. Hay rezos en hebreo, las típicas voces ininteligibles y el espectro que rodea la casa representado a veces en una niña, otras en un CGI mediocre, que genera pocos sobresaltos, previsibles. Los personajes no tienen mucho desarrollo pero las actuaciones son buenas. Al film lo salva un poco algún que otro giro del guion
El diablo es la superstición de toda religión, que a su vez es la favorita y más persistente superstición de la humanidad, por lo que el crossover se mantiene siempre actualizado por el cine de terror con tendencia al gótico. En un subgénero dominado por temas y lecturas del cristianismo, The Offering (Oferenda al Demonio) surge como una alteración teológica, donde la premisa clásica de posesión demoníaca se asocia con la comunidad judía.
Esperando la quinta entrega de The Evil Dead, o Diabólico (como la titularon en Argentina), me vi Ofrenda al Demonio y se las cuento. Un tal Arthur (Nick Blood) que venía peleado con su padre judío jasídico por casarse con una chica goy, decide hacer las paces y viaja con su esposa embarazada a Brooklyn con la intención de reconciliarse para obtener un favor. En este contexto llegan a la casa familiar de su infancia, una funeraria donde se está velando a Sarah, una nena que había desaparecido y fue encontrada muerta. Pero esto no es todo, la cosa se pone realmente turbia cuando por la noche traen un nuevo cuerpo. El muerto es Yosille, un académico que habiendo perdido a su esposa decide revivirla y en una confusión en vez de negociar con el arcángel de la vida conjura a un sheidim. Pues, ¿qué es un sheidim? Hay muchas historias para esto, la que me llama la atención dice que son criaturas sin cuerpo, fueron creadas con el fin de ser humanos y al llegar el sábado (día de descanso) Dios no los completó. Esto les da la posibilidad de adoptar fisonomías fantasmagóricas según los miedos o deseos de sus víctimas. No hay forma de deshacerse de un sheidim, Yosille lo sabe, pero encuentra la forma de contener un ser incorpóreo atrapado dentro de un cuerpo humano. La película sugiere que este sheidim es femenino y se puede vincular con Abyzou, un demonio del folclore de Oriente Próximo y Europa vinculado a los abortos y sacrificios de niños. El problema es que a Yosille le fallan los cálculos y no prevé que después de muerto su cuerpo irá a una funeraria y será despojado de sus amuletos. ¡PUM! Nada mejor para un demonio que se alimenta de niños encontrarse liberado en una casa con una mujer a punto de parir y sabor a no kosher. Esta película de terror paranormal dirigida por Oliver Park promete sacrificios, fantasmas, demonios, niños muertos y por morir, incluso comienza con una muy buena escena, para luego ir desintegrando expectativas con personajes que desencadenan “el infierno” en base a acciones tontonas y poco justificadas, para llegar a un final que no está tan mal, pero con gusto a muy poco.
Hay una máxima en el cine, filmar sobre lo que se conoce, si este no es el caso queda la variable de la investigación. “Desesperado por pagar sus deudas, un hombre intenta secretamente manipular a su padre para que venda su funeraria. Sin saberlo, desatará a un espíritu maligno que tiene la mirada puesta en su esposa embarazada”. Esta seria la primera síntesis argumental, hay una pequeña diferencia, el hijo necesita que el padre salga de garante con la propiedad, no venderla. Segunda sinopsis un poco mas certera: “El hijo de un funerario judío ortodoxo regresa a casa, acompañado de su esposa embarazada, con la esperanza de reconciliarse con su padre. Lo que ninguno sospecha es que un demonio ancestral ha poseído un cadáver y quiere arrebatarles al nonato”. El filme se estructura como cualquier otra producción que se adhiera el genero del terror, sin embargo la diferencia radica en que en principio no recurre a los exabruptos sonoros para sobresaltar al espectador. Se apoya mas en el detallismo de los espacios, el interior predominantemente lúgubre, de
Al salir de sala pensaba que el mayor acierto de «The offering» es el abordaje de una temática de género poco transitada por la industria: la mitología judía en relación a los demonios. Las escrituras ofrecen mucho potencial para desplegar escenarios donde esas palabras impulsen historias con potencial. Y esto, es lo que sucede en «Ofrenda al demonio». Ópera prima de Oliver Park, esta propuesta presenta un escenario inquietante. Primero, tiene lugar en una funeraria. Segundo, hay una familia judía practicante involucrada en el evento y finalmente, todo lo que sucede, deviene de una intervención demoníaca («Abyzou») que refiere al folklore místico de las creencias de ese pueblo. Arthur (Nick Blood) es el hijo rebelde de Saul (Allan Corduner), un religioso comprometido, que tiene una funeraria. Alejado de su padre, se casó hace poco tiempo con Claire (Emily Wiseman) quien no es judía y está embarazada. Saúl recibe con extrañeza el pedido de su hijo de visitarlo, pero se pone feliz al saber que pronto será abuelo. El problema es que Arthur no está retornando a su casa por cuestiones emocionales, simplemente necesita convencer a su papá que ponga su negocio como garantía de una operación comercial que necesita hacer. Así es que mientras esta cuestión se comienza a trabajar en el entorno familiar, a la funeraria ingresa el cuerpo de un hombre que posee un amuleto extraño, como colgante. Arthur se extraña del mismo y luego de tocarlo, accidentalmente se cae al piso y al romperse, libera un espíritu milenario que tiende a acosar y atacar a mujeres embarazadas. La noche comienza a avanzar y con ella, el demonio soltado comienza a hacer de las suyas, en un ambiente tenebroso y sugerente, bien logrado y donde nadie parece estar a salvo. Es otro acierto del film, poder explorar el concepto de aquellos seres a los que Dios no creó con cuerpo («sheidim», en la literatura judía) y verlos en acción en la vida natural. Podemos acordar que hubo modestos recursos para esta producción pero fueron usados con ingenio. El guión de Hank Hoffman y Johnatan Yunger muestra su fuerte al inicio (todo lo que conocemos de Yosille y su intento de encapsulado del demonio fue logrado) y al final, pero ofrece ciertos desniveles narrativos durante gran parte del desarrollo. Si, el CGI de algunos tramos podría ser mejor pero cumple con el propósito planteado. Las actuaciones también no son parejas, siendo Paul Kaye (Heimish, el compañero del padre de Arthur en el negocio) y Corduner, los que mejores entienden su rol. En definitiva, el film luce cuidado y transcurre de acuerdo a los cánones del género, aunque en el cierre, la tensión le hace ganar puntos y el resultado final es más que positivo, a todas luces.
La religión católica se ha apoderado de la casi totalidad de los films demoníacos. Por eso Ofrenda al demonio (The Offering, 2022) obtiene nuestra atención a tener como monstruo a Abyzou, un demonio femenino del folklore judío. A esta criatura se la considera responsable de abortos involuntarios y muertes de bebés. Ambientada en el mundo de los judíos ortodoxos, las tensiones familiares y los conflictos económicos, la película aprovecha su originalidad en su primera parte. Aunque va de lleno al conflicto va postergando los momentos de terror puro, sin caer jamás en el exceso de efectos visuales. La trama gira en torno al hijo de un funerario judío ortodoxo que regresa a casa, acompañado de su esposa embarazada, con la esperanza de reconciliarse con su padre. El regreso tiene intereses que van más allá de lo afectivo, lo que arma el clima de desconfianza y vulnerabilidad ideal para la irrupción del mal. Ninguno de ellos sospecha que un demonio ancestral ha poseído a un cadáver en la funeraria y que este tiene como objetivo arrebatarle a la pareja el niño por nacer. La película puede ubicarse entre las aceptables dentro del cine más adocenado pero muy lejos de los buenos exponentes de cine de terror que contamos hoy. Se le suele llamar terror elevado a todo aquel que tiene una ambición artística o no se resigna a repetir fórmulas. Pero hay muchos buenos títulos que no califican de elevados y son realmente buenos. Ofrenda al demonio es aceptable en comparación con las malas y mediocre si se la observa junto a las buenas. Lo segundo tiene más peso que lo primero, claro.
Crítica de "Ofrenda al demonio", terror entre tradiciones judías y cultos satánicos Centrado en la figura de lo demoniaco, el film cuenta una historia que pueda producir impacto y emoción a partir de sus vínculos con la oscuridad y el ocultismo, pero sobre todo, con la muerte. A partir de un drama familiar, Ofrenda al demonio (The Offering, 2022) utiliza los espacios para mostrar el surgimiento de un ente que los personajes tendrán que enfrentar mientras resuelven el misterio de su origen. Arthur (Nick Blood) regresa a la casa familiar dentro de la colectividad judía, con su esposa Claire (Emily Wiseman) embarazada. Ahí lo recibe su padre Saul (Allan Corduner) y vuelven a tener una buena relación en el trabajo funerario familiar. Arthur se encarga de preparar el cuerpo de Yosille (Anton Trendafilov) quien acaba de fallecer, y encuentra pistas de que algo extraño sucedió con su muerte. Mientras tanto, del cuerpo de Yosille se ha liberado al demonio Abyzou y está en busca de un alma, más precisamente la del bebé que Claire está esperando. Todo empieza por el ritual a partir del cual se desencadena todo el drama. De manera directa el film dirigido por Oliver Park plantea la figura de lo demoniaco como un elemento que no se puede ver al principio. La curiosidad de saber la forma y presencia del ente, así como el misterio de la historia principal, es lo que produce la tensión en el relato. Asi mismo, el espacio de la casa tiene mayor protagonismo al tener la forma de un laberinto con sus pasillos, escaleras y diferentes niveles. Es atractivo que la historia de Ofrenda al demonio se centre dentro del judaísmo con sus tradiciones y creencias, y que justamente estos personajes estén relacionados laboralmente al tema de la muerte. Eso permite que el conflicto se construya rápidamente. Al ser del género de terror, el film cuenta con los elementos necesarios, construye el clima para la acción y además enfatiza la idea de los espectros y la transformación del demonio (que parece ser un círculo interminable al tener posesión de los cuerpos). No obstante, contiene situaciones predecibles y desaprovechadas que podrían haber tenido un impacto mayor.
UNA OFRENDA QUE NO QUIERO Como el porno, el terror parece rendir siempre. Funciona en las carteleras, en los servicios de streaming, en todos lados. No hablamos de éxitos masivos (aunque a veces los hay), pero sí de un género capaz de repetir la misma fórmula una y otra vez, y aun así atraer espectadores. En el fondo tiene que ver con la experiencia sensorial, con la posibilidad de sentir miedo. Por eso el terror siempre encuentra su lugar entre los jóvenes: es un espectáculo desafiante para los sentidos. Un espacio habilitado para disfrutar viendo cómo otros la pasan mal y cómo, en muchos casos, mueren de maneras horribles. La cosa sana. Claro que, para quien consume este cine desde hace tiempo, la repetición de estructuras y conceptos alcanza un límite; hace falta algo más, un valor agregado que distinga a esa película por sobre el resto. Pero ojo, no hablamos de un terror pretencioso o “elevado”, porque así como una buena hamburguesa con queso le gana a cualquier otra con ingredientes exóticos, una película de terror con voluntad para el susto (y sangre en las venas) le termina ganando a cualquier Ari Aster. Si los responsables le ponen ganas y entienden por dónde pasa el compromiso del género con el público, es muy probable que funcione. El acierto pasa más por la ejecución que por la novedad. Ofrenda al demonio, dirigida por Oliver Park, no tiene ganas ni voluntad. Apenas quizás una distinción temática: ocurre dentro de una comunidad judía ortodoxa en Nueva York, un ámbito poco frecuente para el terror (hay antecedentes, como es el caso de The Vigil, de 2019). Art es el hijo del dueño de una funeraria, que vuelve a casa con su esposa embarazada para intentar sanar el pasado y, de paso, utilizar a su padre para solucionar unos problemas económicos. En paralelo, un miembro anciano de la comunidad, volcado a lo esotérico después de la muerte de su mujer, invoca a un demonio ancestral. Las dos líneas se cruzan cuando el cuerpo del viejo va a parar a la funeraria, llevando consigo a esta entidad que, según la leyenda, se roba a los niños. Incluso a aquellos que todavía no nacieron. Si somos justos, la escena inicial de Ofrenda al demonio no está mal. Tiene algunos efectos berretas, pero nos introduce al tema y nos deja expectantes. El problema viene inmediatamente después, cuando aparecen los protagonistas. Dos actores que no logran conectar nunca para dar forma a un matrimonio y a la crisis que vendrá. Desde ahí se plantea una anti naturalidad de la que resulta imposible escapar, a menos que la película decida correrse de sus personajes y apostar a la creación de climas. Adivinaron: no lo hace. Desaprovechando el espacio de la morgue y la casa, que ofrecía la posibilidad de jugar con la sugerencia y el fuera de campo, Park decide volverse efectista y sacudir al espectador con algunos jumpscares, más un demonio hecho con CGI que parece una cabra estirada. Decimos “sacudir”, pero ocurre lo opuesto: lo que se impone es la indiferencia. Si le sumamos una sección intermedia larguísima, con conflictos imposibles de llevar a cabo por los intérpretes, y concluimos con veinte minutos de lucha contra el Mal, con idas y vueltas filmadas a los tumbos, lo que queda es una película lisa y llanamente mala. Genérica en el peor de los sentidos, olvidable con toda justicia. Por lo menos con el porno, a menos que las cosas se pongan raras o falle la propia biología, la satisfacción llega en algún momento. Con Ofrenda al demonio, ni siquiera eso.
Ofrenda al Demonio es una propuesta de terror que contaba con enorme chances de brindar un espectáculo decente si la dirección hubiera quedado en manos de un director competente. Una película terriblemente frustrante ya que la premisa presentaba varios elementos interesantes que no supieron ser explotados desde la realización. El argumento toma conceptos de la religión judía que en este caso se combinan con la mitología del folclore europeo relacionado con la figura de Abizou. Un demonio femenino vinculado con los abortos involuntarios y la muerte de bebés que previamente tuvo referencias en otras películas, como Posesión satánica (con Jefrey Dean Morgan), pero nunca había contado hasta la fecha con un rol protagónico. El vínculo que se establece en este relato con el judaísmo es muy atractivo porque nos sumerge en una cultura diferente que no suele tener visibilidad en este tipo de cine. Lamentablemente el film quedó en manos de un director ignoto como Oliver Parks a quién no se le cae una idea más que narrar la historia en base a jumpscares trillados que resultan agotadores. Más allá del recurso de generar sustos con efectos de sonido o falsas situaciones de peligro la dirección no hace el menor esfuerzo por desarrollar el relato a través del suspenso. La premisa cuenta con una mitología rica que pide a gritos ser explorada en detalle y Parks la desperdicia en una película desganada que termina contaminada por los clásicos lugares comunes del terror sobrenatural. Una pena porque encima el conflicto se centraba en un reparto adulto que evadía a los típicos protagonistas adolescentes con hormonas excitables. En fin, a quienes les interese la temática la pueden esperar en la televisión y no desperdician una entrada de cine.
Luego del filme sobre la androide diabólica, llega a los cines un demonio roba niños. “Ofrenda al demonio”, dirigida por Oliver Park, plantea una maldición capaz de quitarnos el sueño.