Olmedo, el rey de la risa: Negro querido. Mariano Olmedo, hijo del gran comediante argentino, decide homenajearlo con una película que repasa casi toda su vida. Emocionante. Para quienes no lo conocen, Alberto Olmedo fue un comediante argentino de radio, teatro y televisión que tuvo su apogeo allá por la década del 80. Su estilo irreverente, descontracturado y muy visionario lo destacaron de entre sus pares y lo convirtieron en una estrella rutilante de la escena local. Hubo un antes y un después del “Negro” en la comedia argentina. Nadie podrá superarlo y su repentina muerte fue un shock para todo el ambiente artístico, como así también para el público en general. Partiendo de su infancia humilde, sus comienzos como acróbata y comediante en Rosario, la fuerte relación con sus eternos amigos del alma, su partida a probar suerte a Buenos Aires, pasando por todas las etapas desconocidas para el público de una carrera brillante. Su hijo Mariano, con el afán de homenajearlo, decide filmar la vida de su padre. La película se lleva a cabo contando con la intervención de una periodista (Marcela Baños) que logra, mediante sus entrevistas, hacer confluir el pasado glorioso del genial comediante con la idea de Mariano por realizar el tributo. Mediante una minuciosa edición, se incluyen pasajes de las producciones cinematográficas en las que participó Alberto Olmedo y escenas reales de su vida cotidiana reflejadas a través de videos, películas caseras y entrevistas televisivas, seleccionadas después de una intensa búsqueda. Este material se fusiona con testimonios de distintas personalidades (en las que se incluyen “Palito Ortega”, Diego Capusotto y Guillermo Francella entre otros). Mariano Olmedo logra dar su punto de vista sobre su padre en esta biopic de docu-ficción. Los relatos dramatizados se van fusionando junto a aquellos revelados por sus hijos (todos) y cada uno da su opinión, o lo que pudo llegar a vivir o no con su padre. La fama, el estrellato, la caída, el vacío de su partida. El film no pretende ser un cuento emotivo ni indagar esos momentos que todos sabemos, fueron de locura y éxtasis, sino que se centra en las mejores épocas de Alberto Olmedo. Así, el relato se convierte más en una charla anecdótica de una familia homenajeando a su padre, y el relato se hace carne. Para los que no lo conocen, o para aquellos que lo recordamos y hemos visto, “Olmedo, el rey de la risa” termina siendo una excelente y emotiva memorabilia de una figura que se quedó para siempre en nuestros corazones.
Gracias Rucucu Tal vez Tato Bores y Alberto Olmedo sean los mayores capo cómicos de Argentina y desde su talento fueron los únicos que lograron explicar a nuestro país, con humor e inteligencia, a su gente con una aguda observación del ser nacional y a esa historia de vaivenes y contrafrentes que fueron dominando todo tipo de expresión de cultura popular. Inimitable, este rosarino que se ganó el respeto de muchos, molestó desde su impostura a otros, tiene una gran historia, un pasado de pobreza que entre otras cosas alimentó su ambición por triunfar en Buenos Aires y actuar para vivir aunque también vivir para actuar. En ese sentido, el documental de uno de sus hijos, Mariano Olmedo, se toma muy en serio el aspecto de homenaje a un padre desde el recuerdo, pero además a resaltar al artista detrás del cómico y al cómico detrás del Alberto Olmedo de carne y hueso. En cualquier rincón de Buenos Aires deben existir “Olmedólogos” para quienes esta propuesta no significará otra cosa que un conmovedor ejercicio de memoriabilia, apoyado en material de archivo tanto en la etapa de la televisión como en el cine. Queda más que reflejado que El negro -como le decían los amigos- se manejaba con mayor libertad cuando sus personajes de televisión rompían la cuarta pared; improvisaba cuando no se acordaba la letra pero sorprendía a propios y extraños en esos segundos mágicos de verdad, emoción, sensibilidad e inteligencia para decir las cosas sin que nadie se diera cuenta. Los testimonios que recoge el propio Mariano Olmedo en su recorrido por la vida de su padre buscan en cada persona convocada (Capusoto, Francella, Brieva, Moria Casán y todos sus hijos) dejar en claro por un lado el aspecto humano de Alberto Olmedo y por otro su talento a la hora de crear personajes junto a uno de sus mayores cómplices en la escritura, Hugo Sofovich. Cada anécdota despierta una sonrisa, a veces desde la arista del drama para terminar en comedia. Por ejemplo el entredicho con el Zar Alejandro Romay, con quien el capo cómico se amigara muchos años después cuando por fin aceptara trabajar en canal 9. Esas y otras cuantas anécdotas apenas alcanzan para retratarlo, así como las dramatizaciones en el primer tercio del documental, en su etapa de niño en Rosario hasta su llegada a Radio Belgrano, a Canal 7 donde empezó como tiracables, pasando por el Capitán Piluso y su integridad al haber dejado al personaje con quien miles de niños merendaban mientras miraban dibujitos, debido a la muerte de su co equiper Coquito en los ’80. Para muchas generaciones las imágenes traen nostalgia, desde los comediantes de hoy que en su etapa de niños y adolescentes aprendieron del maestro sin que el maestro lo supiera por supuesto. Si se piensa en la caracterización del mayordomo Perkins, el “bigotito hitleriano” y el saludo a cámara con la mano elevada se entiende algo del personaje de Diego Capusoto Miki Vainilla. Y así se puede encontrar en los referentes más actuales del humor, en los cómicos que hoy cosechan risas de un público que no conoció a Alberto Olmedo, su sello indeleble, aunque único e irrepetible. Para cerrar el círculo y esta nota cabe la reflexión que en sus comienzos Rucucu trabajó en el teatro como aplaudidor, para generar bulla en el público y que la obra en cartel tuviese mejor recepción. Décadas después, Alberto Olmedo y sus personajes llegaron a nuestros corazones y nunca hubo necesidad de poner risas o aplaudidores ficticios porque bastaba con dejarlo libre, mirar la cámara y acariciarnos con sus ocurrencias, con su falta de pudor para transparentar cuando se equivocaba en vivo y por supuesto con esa sonrisa de niño sorprendido que descubrió un día que podía vivir de lo que más amaba: Hacer reír a los demás.
Esta semana se cumplieron 31 años de la muerte de Alberto Olmedo, uno de los humoristas más importantes de la historia argentina, alguien que ha dejado un hueco en la comedia popular que nadie ha sabido llenar desde entonces. Es en este contexto que se estrena comercialmente Olmedo: El rey de la risa, que se presenta como un recorrido por la vida del actor que focaliza en el recuerdo de su núcleo íntimo y el legado que dejó en los referentes de la comedia moderna. El documental realizado por Mariano Olmedo –hijo de Alberto– deja gusto a poco. De personalidad compleja y arremolinada, Olmedo es retratado a puro convencionalismo y lugares comunes, empezando por una impronta de docu-ficción en la que Mariano encarna a un alter ego ficticio que debe cancelar el rodaje de una película de su padre. A partir de ahí, y con la conductora Marcela Baños en la piel de una periodista que entrevista al realizador en la “ficción”, Olmedo: El rey de la risa desanda cronológicamente la vida del actor, desde sus comienzos humildes en su Rosario natal hasta su llegada y la posterior explosión de su figura en Buenos Aires. Lo hace alternando imágenes de archivo televisivo con otras escenas recreadas especialmente para la ocasión, una decisión que emparienta al film a un documental televisivo. Los entrevistados, por su parte, tampoco ayudan demasiado. A lo largo de los poco más de 80 minutos desfilan en pantalla sus hijos y varios actores que reconocen la impronta del rosarino como fundamental para sus carreras artísticas, entre ellos Diego Capusotto y Guillermo Francella. Son testimonios honestos y sinceros, pero que no van más allá del recuerdo cálido, las anécdotas personales o la elección de los personajes favoritos. El resultado es un film que funciona mejor como homenaje que como retrato del hombre detrás de la figura pública.
Este documental, en verdad, un docu ficción sobre el capocómico rosarino, puede definirse más por lo que no tiene, lo que no ofrece, que por lo que es en sí. Porque la vida de Alberto Olmedo, la artística y la privada, es sólo mostrada por pantallazos y hay muchos aspectos, y hechos ampliamente conocidos, que Olmedo, El rey de la risa, no aborda. Mariano, uno de sus hijos, es el codirector del filme, y en la parte de ficción se hace entrevistar por una periodista que está elaborando un informe sobre su padre. El le pregunta si no quiere que hable sobre los impedimentos que tuvo para realizar su película -comenzó a rodarla con Martín Bossi, y por problemas de producción, no se terminó-, pero ella le dice que no. La entrevista, que es ficticia y estuvo guionada, no aporta desde la ficción. Las reconstrucciones de la infancia y juventud del actor en Rosario, tampoco, por más que muestren su pasado humilde y no hagan más que informar que fue acróbata y que de niño ante la ausencia de su padre -no se explica por qué- tuvo que salir a trabajar por ser “el hombre de la casa”, robó alguna vez unas naranjas porque no tenían postre, trabajaba en una carnicería y hacia delivery, y luego viajó a Buenos Aires a probar suerte. Entre quienes aparecen dando testimonios están sus hermanos, y algunas figuras, como Moria Casán, que sí trabajó con Olmedo. O Guillermo Francella, que sólo se lo cruzó en reuniones, o en un avión y apenas intercambió algún gesto con él. Pero las anécdotas de sus hijos, más que esbozar algún rencor por cierta ausencia (lo hace el menor), no dicen mucho del actor, ni como figura ni como padre. No están entrevistadas ninguna de las chicas Olmedo (Beatriz Salomón, Susana Romero, Adriana Brodsky ni Silvia Pérez), ni Susana Giménez, y de su infortunado deceso cayendo de un balcón en Mar del Plata, ni noticias. Hay clips de Piluso y El Manosanta, y otras creaciones conjuntas con Hugo Sofovich, no está El Mago ucraniano. Una ficcionalización de su encuentro con Romay, para testimoniar que Olmedo deseaba mantener a su grupo de actores, lo muestra meando una planta en la oficina del Zar de Canal 9. Por eso, Olmedo, El rey de la risa llama más la atención por lo que no muestra que por lo que se ve. Parafraseando el título de un libro, Queríamos tanto a Olmedo, que merecía otro recuerdo.
Alberto Olmedo fue, sin dudas, uno de los actores cómicos más populares del espectáculo local de los últimos años. Su vida y su labor artística fueron tomadas por su hijo Mariano en este film para reconstruir la trayectoria de ese hombre que, desde su humilde infancia y sus comienzos como acróbata, llegó a lo más alto del podio de los triunfadores. Mediante una minuciosa edición se incluyen en el relato pasajes de las producciones cinematográficas y televisivas en las que participó Olmedo y escenas reales de su vida cotidiana a través de videos y de películas caseras. Así transitan aquí los momentos más emotivos en los que, desde su Rosario natal, ese jovencito se ilusionaba ya con ser alguien importante y ver su nombre en la marquesina de los cines y de los teatros. Varias figuras del ámbito artístico -entre ellas Diego Capusotto, Guillermo Francella, Moria Casán, Dady Brieva y Palito Ortega- rememoran la simpatía que les deparó ese Negro inolvidable de final tan trágico. Entre lo documental y lo ficcional Mariano Olmedo sentó frente a sí a una periodista que logra, mediante sus entrevistas, hacer confluir el pasado del comediante con la idea de construir la existencia de ese ser inolvidable que transita nuevamente por la pantalla grande, como un cálido y merecido homenaje a su carrera plena de éxitos y de halagos.
A 31 años de la muerte del gran capo-cómico, su hijo Mariano pudo por fin concretar un homenaje que, cuando quiso ser un largo de ficción con Martín Bossi encarnado a “El Negro”, se paralizó por falta de presupuesto. Aquí el mismo se encarga del recorrido que cuenta con partes ficcionadas y un material que reúne momentos hilarantes de su paso por la tele y el cine, más valorables materiales caseros. Una recopilación minuciosa y bien lograda. Pero además en las partes de ficción aparecen actuando, sus hermanos Sabrina y la sorpresa de Alberto Olmedo hijo, el menor de todos, que se destaca no solo por su parecido impresionante, sino también por sus dotes y soltura. Los demás hijos también dan su testimonio. Un trabajo que encantará a los fanáticos de Alberto Olmedo y servirá de descubrimiento para las nuevas generaciones.
Piluso reducido al bronce Al modo de un documental televisivo, pero con extensas recreaciones ficcionales, la produción familiar del clan Olmedo se conforma apenas con apelar a las anécdotas y la nostalgia. El martes 5 de marzo se cumplieron 31 años de la inesperada y trágica muerte de Alberto Olmedo, uno de los comediantes más populares en la historia del teatro, la televisión y el cine argentinos. Olmedo, el rey de la risa, dirigida por uno de sus hijos, Mariano Olmedo, se estrena a tiempo para conmemorar esa fecha, confirmando a la vez el tono general del proyecto: la celebración total del homenajeado. Más cerca del documental televisivo -con extensas recreaciones ficcionales de una parte de su vida- que de cualquier formato cinematográfico conocido, la película pone primera con un fragmento de uno de sus últimos ciclos en la televisión, ejemplo del carisma y la picardía del comediante, como así también de su reconocida capacidad de improvisación, de poder transformar la famosa cuarta pared en un vidrio tan translucido como quebradizo. Lo que sigue es bien diferente: la conductora Marcela Baños interpreta a una periodista (un alter ego de ella misma o alguien más, da lo mismo) notablemente feliz por haber conseguido una entrevista con Mariano Olmedo. Hacia el domicilio de su empresa productora se dirige de inmediato, donde una “entrevista” con el hijo del capocómico da inicio al recorrido biográfico. Las imágenes de Mar del Plata, ciudad eternamente ligada a la vida profesional y privada de Olmedo, le ceden el lugar a un puñado de escenas de ficción que intentan describir su infancia y primera juventud. Con un cuidado en el diseño de arte que no se condice con la más que convencional puesta en escena, la película dentro de la película recorre las primeras changas de Olmedo siendo apenas un niño, en una verdulería y una carnicería de su Rosario natal, inevitable apoyo económico a la familia luego de la muerte de su padre. La elipsis no tarda en llegar y el joven da sus primeros pasos en la comedia teatral, poco antes de dar el salto y viajar hacia la conquista de Buenos Aires. La silueta que se dibuja es cercana al bronce, similar a la descripción somera de un prócer en una revista infantil de aquellos tiempos. El tono celebratorio continuará luego con el aporte fugaz de figuras como Moria Casán, Diego Capusotto, Dady Brieva y Guillermo Francella. Sólo Palito Ortega se anima a correrse un poco de ese sesgo marmóreo, describiendo indirectamente una era, con sus luces y algunas de sus sombras. Pasando revista al hiper popular Capitán Piluso y a las primeras experiencias cinematográficas junto a Jorge Porcel, a sus peleas con Alejandro Romay y al éxito de No toca botón, entre otros ciclos televisivos, El rey de la risa va tildando los casilleros obligatorios sin atreverse a raspar la superficie de una vida tan agitada como llena de zonas grises. Los otros hijos de Alberto Olmedo acercan anécdotas familiares, en su mayoría poco trascendentes, al tiempo que el material de archivo aporta momentos de legítima nostalgia. Es muy probable que el hecho de haber sido gestada y producida en el seno de su propia familia haya impedido acercarse a las aristas menos amables o más misteriosas del comediante, pero los trazos finales que dibuja la película son tan insustanciales como un aguafuerte que ha quedado inconcluso.
A 31 años del trágico fallecimiento del gran capocómico Alberto Olmedo, su hijo Mariano decidió, con la participación de sus hermanos, Javier, Sabrina y Albertito (increíble parecido físico) más Moria Casán, quien trabajó mucho con él, y otros colegas que lo admiraron (Guillermo Francella, Dady Brieva, Palito Ortega, Diego Capusotto), hacer un documental de su vida. El film comienza con un falso reportaje a cargo de Marcela Baños donde Mariano cuenta varias anécdotas que comienzan con su humilde infancia, donde fue el “hombre de la casa” ante la ausencia de su padre. Muestra la tierna relación con su madre, sus primeros trabajos en una verdulería y carnicería, hasta las “juntadas con sus amigos de toda la vida”, sus comienzos en la acrobacia y como “claque”. Pero su verdadero destino estaba en la comedia y la actuación, por eso un día decide venir a Buenos Aires e inmediatamente triunfó en televisión, radio y cine. Muestra al Capitán Piluso, donde se hizo muy conocido hasta que decidió dejar de hacerlo, ante el deceso de Humbero OrtiZ, su gran compañero. La película mezcla entrevistas (faltan TODAS las chicas Olmedo y Susana Giménez, eso es un punto en contra) y tampoco se cuenta el por qué de su distanciamiento con Jorge Porcel. Se muestran partes de películas y reportajes hasta el final, en la cúspide de su carrera. Una lástima muy grande, porque sin dudas, hubiéramos tenido a Alberto Olmedo para rato, ya que no hubo ni habrá ninguno como él. ---> https://www.youtube.com/watch?v=KzVZRNFZyXA ---> TITULO ORIGINAL: Olmedo: el rey de la risa DIRECCIÓN: Mariano Olmedo. ACTORES: Alberto Olmedo. GUION: Mariano Olmedo. FOTOGRAFIA: Flavio Dragoset. MÚSICA: Pablo Sala. GENERO: Documental . ORIGEN: Argentina. DURACION: 82 Minutos CALIFICACION: Apta para todo público con leyenda DISTRIBUIDORA: 3C Films Group FORMATOS: 2D. ESTRENO: 07 de Marzo de 2019
“Olmedo: El rey de la risa”, de Mariano Olmedo Por Ricardo Ottone A poco de arrancado este documental dedicado a la figura de Alberto Olmedo, su director Mariano Olmedo (hijo del popular cómico) se presenta en cámara hablando directamente al público y declara desde un principio que lo que vamos a ver es su punto de vista acerca de su padre. Con este movimiento da cuenta de las intenciones del film pero, en cierta manera, también de sus límites. Olmedo, el hijo y realizador, estructura la historia utilizando como eje una entrevista ficticia que le realiza una periodista interpretada por Marcela Baños acerca de la realización del mismo film que supuestamente está en preproducción. Esto le permite ponerse a sí mismo como el narrador que va contestando las preguntas y así va haciendo un seguimiento mayormente cronológico de la vida de Alberto Olmedo. Hay uso de archivo y entrevistas en lo que hace a su época ya como artista consagrado mientras que su infancia y juventud en los 40 y 50 en Rosario se recrean por medio de dramatizaciones (con Juan Orol como el joven Olmedo) e incluyen también sus primeros pasos en el espectáculo y alguna anécdotas más específicas de su vida posterior. Un formato que aproxima a la película más al documental televisivo que al cinematográfico. El hecho de que el film está dirigido por el propio hijo del cómico da la pauta de que su intención va a ser celebratoria. Esto no tiene porque necesariamente ser así, pero efectivamente es lo que sucede y el propio realizador no lo esconde. Se trata de un homenaje del que también participan el resto de los hijos, artistas que lo conocieron en el plano personal y profesional (Moria Casán, Palito Ortega) y algunos actores/cómicos actuales que hablan de su influencia (Diego Capusotto, Guillermo Francella, Dady Brieva). No hay un acercamiento más profundo al personaje, no se muestran grises en su vida ni se exploran sus conflictos. El tema de su muerte, cuyas circunstancias nunca fueron del todo claras, es apenas mencionado. Tampoco hay un intento de diseccionar su estilo y las características de su humor por parte de los actores mencionados, que siguen la tónica celebratoria pero, salvo levemente por Brieva, no hay un intento de ver que es lo que convirtió a Olmedo en un artista tan fascinante. El archivo que acompaña el relato está en parte compuesto por fragmentos de sus películas o algún hallazgo como una antigua entrevista de 1960. El material televisivo más antiguo está ausente y esto se debe a la nula conciencia de preservación del archivo de televisión en el país que dio como resultado que la mayoría esté fatalmente pedido. Gran parte de los que se ve entonces en el documental son fragmentos de sus programas de los años 80. Esto muestra sin embargo un hecho notable, y es que la visión de este material sigue siendo disfrutable, entretenida y hasta desopilante, aun cuando está mucho más visto y es más fácilmente recordado. Y esto es algo que debe no solo a la nostalgia sino que tiene que ver con el carisma y el talento de un artista que brillaba independientemente de los guiones, los cuales muchas veces eran olímpicamente ignorados. Tanto así que los mejores momentos suelen ser aquellos en que se sale del libreto y se abandona a la absoluta improvisación. Treinta años después, esa magia parece intacta. Mariano Olmedo declaró que este film era algo así como una cuenta pendiente con la memoria de su padre, la última materia “para dejarlo descansar en paz”. Un objetivo así es algo absolutamente personal y si a ese nivel la película cumplió su objetivo es algo que solo su realizador puede saber. En lo que hace al film en sí, sus ambiciones y logros formales son limitados, su visón es amena y amable pero no aporta más de lo que ya se conoce y rasca apenas la superficie de un personaje que tiene muchas más aristas para explorar. OLMEDO: EL REY DE LA RISA Olmedo: El rey de la risa. Argentina, 2018. Dirección: Mariano Olmedo. Intérpretes: Marcela Baños, Juan Orol, Vitto Marchessi, Marcelo Mininno, Sabrina Olmedo. Testimonios: Dady Brieva, Diego Capusotto, Moria Casán, Guillermo Francella, Alberto Olmedo (h), Javier Olmedo, Marcelo Olmedo, Mariano Olmedo, Sabrina Olmedo, Palito Ortega. Guión: Mariano Olmedo. Fotografía: Flavio Dragoset. Música: Pablo Sala, Mariano Olmedo, Humberto Ortiz. Edición: Ezequiel Scarpini. Producción: Mariano Olmedo, Guillermo Roig. Producción Ejecutiva: Jorge Zelasco. Duración: 81 minutos.
Mariano Olmedo decidió documentar la vida uno de las personalidades más reconocidas de la historia de la televisión y comedia argentina, da la casualidad que esta persona fue su padre, Alberto Olmedo. El documental viaja por toda su vida exponiendo el lado artístico y humano del humorista. Y más llamativo aun, para el no conocedor de la materia, es que la cinta deja en claro el impacto cultural que ha tenido este personaje en clamor popular. Olmedo o “El Negro”, como era conocido por sus amigos, le tocó una vida sencilla y humilde en los años 50’s en Rosario. Como cualquier niño debía ir a la escuela pero también debía trabajar de diferentes cosas para colaborar en la casa, quizás eso (nunca queda claro) le dio contacto con la gente de a pie y, también soñar en el éxito, en vivir sin preocupaciones. El humor o la “payasada” era algo natural en él, y en su ciudad natal se dio cuenta que bailando tango, haciéndose pasar por español o aplaudir sin parar, podía generar ingreso siempre que estimulara las risas. Así decidió irse y probar a Buenos Aires, donde la historia ya es conocida por cualquier televidente de las décadas de los 60’s, 70’s y 80’s. El documental es un vivencia personal del impacto de Olmedo en la cultura. Repasa sus mejores sketch, personajes, películas y anécdotas. En este tiempo de montaje la nostalgia es el principal motor para engancharse y la manera en que el director maneja todo el ida y vuelta, es muy bueno. Cualquier persona que haya vivido la experiencia de ver en vivo los números del Negro, inmediatamente recordar con mucho humor todo lo logrado por el Rey de la Risa. Los testimonios de grandes personalidades de la televisión y, de sus propios hijos, ayudan la entender la magnitud que tenia su presencia. El no poder ir a comprar zapatos para su hija en un shopping tranquilamente, por ejemplo. O el de pedir comida a la habitación con múltiples idiomas para ver que lograba obtener. Con cualquier altos y bajos que pudo tener la persona detrás del humorista, se puede notar las marcas positivas que dejo en todos. Por decisión del director (imaginamos) no se tocó a fondo el tema de su muerte. Eso es un punto bajo ya que sin importar las circunstancias, morir es parte de la vida y no contar el final, es no comer completo la cena. En conclusión, Olmedo: El Rey de la Risa, termina siendo una cinta que apunta a la nostalgia y, a conocer un poco más a fondo quien ha sido uno de lo máximos influyentes en la televisión argentina.
A más de 30 años de la muerte del genial Alberto Olmedo, uno de los más grandes cómicos de la escena, el cine y por sobre todo, la televisión nacional, su hijo Mariano Olmedo en su doble tarea de guionista y director rinde un tributo a la persona y al personaje, en el documental “OLMEDO: EL REY DE LA RISA”. La propuesta que elabora Mariano Olmedo parte de fragmentos de una película a la memoria de su padre que no pudo ser y una periodista (interpretada por Marcela Baños) que investiga ese filme trunco y que le solita una entrevista, a través de la cual se podrán ir hilvanando anécdotas de su historia. Todo suena demasiado forzado y poco creíble en esta excusa que propone el guion para comenzar a construir la historia, como desconociendo que la figura del propio Alberto Olmedo no necesita absolutamente ningún motivo puntual para rendirle homenaje y repasar su vasta trayectoria. Lamentablemente, a poco de iniciar el documental, nos damos cuenta que la propuesta no se estructura en base a una idea fuerza bien clara y que intenta, por prueba y error, ir avanzando en la historia pero la falta de un concepto claro atenta contra su atractivo. La figura del rosarino, adorado por su público y reconocido por sus entrañables personajes es de por sí magnética y cada vez que se muestran fragmentos de sus programas, de sus películas, de sus participaciones, es imposible resistirse a la tentación de querer ver más y más y de repasar todos y cada uno de sus personajes. Desde sus orígenes, pasando por su gran éxito arrollador de “Piluso y Coquito” hasta sus trabajos televisivos y cinematográficos con Hugo Sofovich que quedaron como los últimos de su carrera: cada parte de ese collage de personajes es sumamente atractivo y, aún con el paso del tiempo, se puede palpar el talento y el profesionalismo que desplegaba Alberto Olmedo, en todas sus facetas. Mariano Olmedo elige como forma de llevar el relato adelante, la de entremezclar esa “falsa entrevista” con los fragmentos de la carrera de su padre y otros de ficción que representan a su infancia, sus orígenes humildes y sus trabajos como acróbata y comediante en Rosario hasta la llegada a la gran ciudad para intentar probar suerte y emprender su carrera como artista. El resultado es notablemente desparejo dado que los fragmentos de ficción –relatos dramatizados- no aportan demasiado al contenido general de la historia ni tienen una potencia desde la puesta en escena o de las actuaciones que justifique su inclusión (uno de los segmentos menos logrados es una entrevista con el zar de la televisión, Alejandro Romay en pleno apogeo de su imperio televisivo). Queda plasmado en mayor medida, como un trabajo que se estructura a partir del material con el que se cuenta, que –por el contrario- de una propuesta generada a partir de un concepto con el que quiere trabajar el director para abordar a este enorme personaje. “OLMEDO: EL REY DE LA RISA” no logra presentar un ángulo diferente a todos los documentales, programas televisivos, homenajes, programas periodísticos en torno a su fatal desenlace o todo lo ya escrito y dicho sobre la carrera y la figura del Negro Olmedo. Como puntos a favor, cuenta con entrevistas a personalidades como la de Moria Casán, Daddy Brieva, Palito Ortega, Diego Capusotto o Guillermo Francella, que a través de diversas anécdotas –de mayor o menor importancia- , hacen que la figura se pueda abordar no solamente desde lo profesional sino también desde lo humano y que, en esa diversidad de miradas, la silueta de Olmedo, crezca. Sus trabajos con Moria y Susana, su particular vínculo con Jorge Porcel con una separación abrupta e inesperada, sus amigos y compañeros de toda la vida, sus trabajos con Portales y César Bertrand, sus don de la improvisación, su pasión por su profesión, van tejiendo esta red de recuerdos que lo reafirman como la gran figura que todos conocemos. Tal como sucede en el documental “Piazzolla: los años del tiburón” donde la figura de Astor Piazzolla era edificada a partir de la mirada de su hijo, justamente aquí en “OLMEDO: EL REY DE LA RISA” los testimonios más ricos y plurales son los que brindan sus hijos que presentan diversas miradas y apuntes, anécdotas y recuerdos, los sentimientos que siguen presentes en cada uno de ellos en torno a la figura del gran “Negro” que era a la vez el ídolo popular pero al mismo tiempo, su padre. Y a través de ellos poder asomarnos un poco más a las contradicciones de una imagen tan fuerte como la de Olmedo, en lo personal, en lo profesional y por sobre todo, en su concepción de la familia y los momentos compartidos con sus hijos.
Mariano le había dedicado un lindo libro, “El Negro Olmedo, mi viejo”. También armó con su hermano Marcelo un biopic de buen elenco, que quedó interrumpido por falta de fondos a poco de iniciarse el rodaje. Con parte de lo filmado, un noticiero de 1960 donde aparece Fernandito recién nacido, fragmentos de películas y programas televisivos, y recuerdos de la prole y de algunos colegas, hizo finalmente la película que ahora vemos. Para hilvanar la trama, él mismo se pone en diálogo con Marcela Baños. Los fragmentos están bien elegidos y dan ganas de más. Lo filmado permite apreciar la composición de Juan Orol como Olmedo adolescente, Javier Castro como Alejandro Romay, tomado en lo que hubiera sido un juego de plano-contraplano, el rosarino Tito Gómez como el carnicero con quien trabajó Olmedo niño, Marcelo Mininno y Manuel Wirtz como Pancho Guerrero y Manuel Alba, y Sabrina Olmedo encarnando a su propia abuela. Por ahí, perdido, hay un par de palabras en rosarigasino. Palito Ortega evoca los tiempos en que era vendedor ambulante y “se paraba la venta de café apenas empezaba ‘El capitán Piluso’”, y luego, cuando era productor en EE.UU. y Olmedo encabezaba el rating de la cadena de Telemundo los domingos a la noche. Moria Casán recuerda la felicidad del trabajo conjunto. Lástima grande que no participen también otras compañeras de trabajo, que aún quedan. Francella y Brieva hacen rápidos y elogiosos análisis del estilo olmediano. Cálidas, las anécdotas de los hijos, y tocante la respuesta de Albertito cuando recuerda haber extrañado “mucho, las cosas que hace un padre”. El nació después, y esas cosas “las suplantó mi tío”. Pero nadie habla de tristezas. Al Negro se lo recuerda con una sonrisa, que puede convertirse en risa imparable, y hasta “políticamente incorrecta”, apenas uno se descuide.
El corazón de la carcajada El 5 de marzo se conmemoraron los 31 años de la partida de uno de los humoristas más emblemáticos de la Argentina. Esta vez, Mariano Olmedo decidió rendirle un homenaje a su padre a través de un documental-ficción. “Olmedo, el rey de la risa” propone diversos recorridos. Sin embargo, en esta oportunidad nos centramos en cómo la película borra los límites establecidos entre la ficción y la realidad, y cómo este desplazamiento repercute en lo temporal, permitiendo que el espectador reconstruya la vida del capocómico desde múltiples aristas. por Juan Páez La película se inicia con un plano general de las playas de Mar del Plata. El paso del atardecer a las luces de la noche, advierte la fugacidad del tiempo. El largometraje articula tres puntos clave de la biografía de Olmedo: en primer lugar, su infancia donde podemos ver al pequeño Albertito en su Rosario natal cuando, siendo apenas un niño, debió trabajar para sostener la economía familiar. En segundo lugar, sus inicios como acróbata y sus primeros pasos como comediante. Y, finalmente, guiado por el deseo de convertirse en un artista consagrado, el momento en que decide mudarse a Buenos Aires para probar suerte. Como se dijo, el film desdibuja los límites establecidos entre la realidad y la ficción. Este deslizamiento comienza con la entrevista que Mariano Olmedo le brinda a una periodista, personaje interpretado por Marcela Baños. El marco temporal en el que se desarrolla este diálogo corresponde a la preproducción del film. Por lo tanto, en la pantalla podremos ver cómo Mariano y su entrevistadora hablan de la película estando en la película misma. En este sentido, decimos que se borran los límites entre la ficción y la realidad en tanto el director se ficcionaliza para interpretarse a sí mismo. Este desvanecimiento de la frontera también se plantea en el plano temporal, más precisamente, en el vínculo pasado-presente. En la película, la conversación que mantienen ambos personajes produce saltos temporales hacia el pasado, reconstruyéndolo con fotografías, testimonios y fragmentos de producciones fílmicas y televisivas donde Olmedo interpreta sus más recordados personajes. Reconstruir el pasado con las piezas correctas del presente constituye otro de los puntos clave. Esto puede observarse, por ejemplo, en la multiplicidad de voces que la biopic articula. Desde esta perspectiva, el testimonio de sus hijos y el de numerosos artistas argentinos tales como Diego Capusotto, Guillermo Francella, Moria Casan, Dady Brieva y Ramón “Palito” Ortega, brindan al espectador una imagen completa del Olmedo persona y personaje. En suma, esta propuesta cinematográfica resulta una narración conmovedora que recorre la vida y la carrera de una de las grandes estrellas del cine, el teatro y la televisión. Su genialidad, su decisión de crecer y, sobre todo, su enorme talento, se mezclan con videos, películas y entrevistas, construyendo un relato biográfico del humorista, cuya risa todavía sigue viva en el corazón de todos los argentinos.
La película que no fue Casi sin proponérselo Olmedo. El rey de la risa (2019) cuenta los problemas que tuvo la producción para llegar a convertirse en una biopic convencional (al estilo Yo soy así, Tita de Buenos Aires) pero que por una u otra razón no llegó a concretarse. Mariano Olmedo toma las riendas y completa un proyecto con forma de Frankenstein en el resultado final para homenajear a su padre. Alberto Olmedo es un icono de la cultura popular Argentina. Merecía un homenaje sin lugar a dudas y era una tentación llevarlo a la pantalla grande. La forma biográfica de su vida, con infancia humilde y ascenso a la fama, cumplía con los requerimientos del género. Pero algo sucedió y la película deambula –y por momentos naufraga- entre imágenes ficcionales de un joven Olmedo, con el riquísimo material de archivo que va desde grabaciones inéditas hasta los fragmentos de sus clásicos programas y películas. Cuando la figura e imagen de Olmedo aparece se enriquece este proyecto que busca recordarlo con una sonrisa. La entrevista de una redactora de una revista a Mariano es la excusa para darle una estructura unificadora a Olmedo. El rey de la risa. La voz de Mariano articula los inicios de su padre con las imágenes de la biopic en un primer momento para luego ir directo al “Olmedo grande” ya con imágenes de los programas y personajes que supo crear: Capitán Piluso, El manosanta, El dictador de Costa Pobre, el mayordomo Perkins, y tantos otros. En su faceta documental la película continúa con entrevistas a Dady Brieva, Guillermo Francella, Diego Capusotto y Moria Casán. Es llamativo porque no son figuras que lo hayan conocido de cerca (salvo Moria), y están simplemente en calidad de humoristas contando una suerte de legado que el Negro Olmedo les dejó. Por otra parte están las entrevistas a sus hijos que buscan narrar la parte familiar y cometen el pecado de darles mayor protagonismo a ellos (con Mariano a la cabeza) que al personaje homenajeado por la película, siendo el tramo de menor interés del film. Es interesante ver el carisma del Negro Olmedo imponerse, como si su espíritu de improvisación tantas veces visto en la pantalla emergiera en esta producción para tapar sus sin sentidos (¿por qué empieza con imágenes de Mar del Plata?) e invita más allá de sus defectos a querer ver y saber más de este enorme cómico argentino.
APENAS UN COMEDIANTE Las buenas intenciones se aprecian, pero no hacen necesariamente a la construcción de una buena película. De hecho, la mayoría de las veces, pasa todo lo contrario. Uno entiende que Mariano Olmedo, director del documental Olmedo, el rey de la risa, pretende hacer una suerte de homenaje a su padre, uno de los máximos referentes de la comedia popular en Argentina, que abarcó tanto teatro, como cine y televisión (sobre todo televisión donde aportó algunas ideas interesantes acerca de cómo desestructurar el formato). Lo entiende y lo acepta, incluso si en la apuesta fusiona diversas texturas demostrando un interesante nivel de ambición. El problema con la película es cuando los resultados están lejos de las pretensiones, cuando el relato se adivina como una serie de retazos que no terminan por conformar una estructura sólida. Y cuando la forma falla, lo que termina pasando es que la mirada se desvía hacia el tratamiento que se hace del personaje. Y Olmedo, el rey de la risa resulta demasiado blando y lavado, temeroso de meterse en las zonas grises de un personaje con sus luces y sombras. La película de Olmedo se construye a partir de una entrevista que el propio director le da a una periodista. El objetivo es hablar de su padre y será la oportunidad para que el relato haga el primer quiebre, en forma de docu-ficción de la infancia y adolescencia del comediante en su Rosario natal. El otro quiebre vendrá luego, cuando la docu-ficción dé paso al documental más convencional, con testimonios a cámara y un repaso puntuado por los grandes hitos del personaje. Si aquella entrevista luce demasiado guionada y pobremente actuada, la dramatización de la vida de Olmedo no pasa de la mera ilustración con una ambientación aceptable. Ya en el terreno de los testimonios y los archivos, la película encuentra sus mejores momentos cuando las imágenes del pasado repasan varias de las virtudes del Olmedo: su impronta, su capacidad para improvisar, su apelación a un humor autoconsciente que rompía con el verosímil de la televisión, destapando aquello que pasaba en el detrás de escena. Si el comediante está relacionado -especialmente por lo hecho en el cine- con un humor excesivamente conservador, el documental permite ver que había en sus formas algo mucho más interesante. Por ejemplo en un viejo sketch donde Olmedo se hacía entrevistar y confesaba que el teatro de revistas le parecía un horror. Y es curioso que en una película donde prestan testimonio tipos que han trabajado la comedia, como Guillermo Francella o Diego Capusotto, lo más interesante lo digan las imágenes de archivo. Lamentablemente Mariano Olmedo se queda con la celebración y el bronce. Y si bien nadie pide que se meta con lo más sórdido de la vida del personaje (después de todo es su padre y hace el recorte que cree conveniente), hay detalles sobre el humor de Olmedo y cómo puede ser visto desde el presente que se escapan al documental. Incluso, quién es Olmedo para las nuevas generaciones, si lo suyo sigue vigente o no. Obviamente, las películas son lo que hay y no lo que uno cree que deberían estar. Si lo analizamos por lo que hay, Olmedo, el rey de la risa es un film bastante deficiente que no pasa de la superficie.
La historia del cómico más grande de la Argentina contada por su hijo. Imperfecta, es cierto, pero esta película tiene algo. No sólo porque cuente la historia de un auténtico genio (Olmedo lo fue; requiere otro espacio demostrarlo, pero créalo) sino porque también cuenta por qué no se filmó una película de ficción que narrase su historia. El hijo del cómico dirige entonces un cuento sobre su papá y sobre su propia experiencia trunca. Y sin querer, trasluce algo más universal: por qué necesitamos películas, por qué queremos fijar todo en el cine. Curiosidad.
No se merecía el rey de la risa esta película. Y mucho menos de manos de sus hijos, quienes reflexionan a lo largo del relato sobre qué significó Alberto Olmedo para ellos y para la cultura. Pésimas decisiones, el ego del director sobre la figura del padre configuran un film olvidable para un personaje que merecía otro homenaje.
Después de varios contratiempos, postergaciones, falta de fondos, llega a la cartelera argentina una película que homenajea al inolvidable Alberto Olmedo. Un personaje único, que hizo divertir a tantas generaciones, desde chicos hasta adultos. Quien tomó las riendas de semejante desafío fue uno de sus hijos, Mariano, que con mucha voluntad pudo concluirla. Durante una primera parte muy bien lograda por su ambientación, textura de la imagen, vestuario, locaciones y vehículos, en Rosario, cuando Alberto era chico y luego adolescente, en los años ‘40 y mediados de los ´50, debemos mencionar a su hija Sabrina, que interpreta a quien fuera la madre del negro, y también destacar a Juan Orol, en el rol del futuro actor cuando era joven, en los tiempos en que ingresó al mundo del espectáculo en su ciudad natal y luego fue a probar suerte a Buenos Aires. Él supo captar la esencia y el espíritu de Olmedo con su gestualidad, personalidad y destreza corporal. Pero, lo que venía siendo una cálida ficción, se convierte en poco tiempo, en un documental insípido, con las llamadas “cabezas parlantes”, es decir alguien sentado frente a cámara que opine sobre el ídolo popular. Casi todos los que hablaron fueron sus hijos. También cuentan cosas otros cómicos o comediantes, y la única “chica” Olmedo entrevistada es Moria Casán. Hay una importante cantidad de notorias figuras que lo conocieron y todavía viven que no participaron del film. No sabemos si por decisión de ellas o del director. Con abundantes imágenes de archivo, aunque no repasa a todos sus emblemáticos personajes, es contada la historia como si fuese un reportaje que le hacen al realizador. Ana (Marcela Baños), oficia como una cronista que le pregunta distintos aspectos de la vida y obra del cómico, para que entre todos construyan una narración uniforme, sin golpes bajos, carente de emoción y nostalgia, donde todos lo recuerdan con una sonrisa. Si hubo algo malo, no lo revelaron. Sólo lo reprocha levemente, su hijo menor, Alberto, quién nació luego de la muerte de su padre. Semejante personaje nacional merecía una mayor profundidad y rigurosidad en la descripción de su existencia. Con una mejor utilización de las viejas imágenes que perduran en el recuerdo de los argentinos, para descubrir y comprender mucho mejor, como de ser un nene que se crió en la pobreza, pudo llegar a ser lo que fue en el cine, el teatro y la televisión.
Alberto Orlando Olmedo (1933-1988), apodado el Negro, actor y humorista argentino, uno de los capocómicos más importantes en la historia del espectáculo, que se destacó por sus trabajos en televisión, cine y teatro, llega a la pantalla grande con un documental que mezcla realidad y ficción. Es un gran homenaje a él, a sus seguidores y a los que aun lo llevamos en el corazón. El 5 de marzo se conmemoraron 31 años de la trágica muerte de Alberto Olmedo, y uno de sus hijos Mariano Olmedo logró estrenar este documental. En el film, se va recreando su infancia, los inicios en su Rosario natal, su viaje a Buenos Aires para concretar un sueño: ser famoso y triunfar. Hay testimonios de sus hijos contando algunas anécdotas y como vivieron los momentos junto a su padre famoso, hablan frente a cámara y a través de material de archivo de algunos artistas como es el caso de: Moria Casán, Palito Ortega, Dady Brieva, y Guillermo Francella, entre otros. Pero faltan entrevistas de figuras que fueron importantes por ejemplo: Susana Romero, Adriana Brodsky, Silvia Pérez y Susana Traverso, entre otras. A pesar de que material de archivo se perdió, se logra una buena edición con pequeños fragmentos de películas y programas de televisión entre otros; no contiene golpe bajo porque no se incluye el triste momento de su fallecimiento, aquí el espectador lo recuerda con alegría y emoción.
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Polémico y controversial. "Olmedo: el rey de la risa" comenzó a rodarse con Martín Bossi, y por problemas de producción, no se terminó. Finalmente, su director e hijo del cómico rosarino, Mariano Olmedo, decidió abordarla como un docu ficción y en el inicio del filme asegura que mostrará la vida de su padre desde su punto de vista. Su infancia humilde, su trabajo en la carnicería del barrio con apenas 8 años, sus comienzos como aplaudidor y su decisión de irse a Buenos Aires . Así, "El rey de la risa" transita momentos de entrevistas entre Mariano Olmedo y la periodista Marcela Baños y escenas ficcionadas de la vida del capocómico. La película también cuenta con testimonios de Guillermo Francella y Moria Casán. Sin embargo, las ausencias se sienten mucho: no están ninguna de las chicas Olmedo, ni Beatriz Salomón, Susana Romero, Adriana Brodsky ni Silvia Pérez. ¿El resultado? Una biografía tibia que desiste de toda emotividad y de lugares oscuros.