Película de contrastes entre clases, la “Paula” del título es una joven apremiada por la urgencia de necesitar una rápida solución a su incipiente embarazo. Mientras la dueña de casa le rechaza algunos pedidos de dinero, y comienza a dudar sobre las verdaderas intenciones de sus salidas frecuentes, Paula ve como el tiempo se apresura ante la celeridad del embarazo. Filmada con una economía de recursos, y respetando a rajatabla el plano/contraplano y la reiteración de escenas en negativo y positivo (hacia un lado u otro) más la falta de conflictos, resienten la propuesta de Eugenio Canevari, y generan un tedio que nunca termina de superarse.
Detrás de la imagen social Presentada en la sección Nuevos Directores del 63 Festival de San Sebastián, Paula (2015) es la ópera prima de Eugenio Canevari que ganó el premio En Construcción en la edición anterior del certamen español. Una historia de opresión femenina a partir de una adolescente que trabaja para una familia rural burguesa. Tras ganar un premio por su cortometraje Gorila Baila en el 55º Festival de Sitges, el argentino Eugenio Canevari deja Barcelona, ciudad donde vive hace siete años, para retornar a su Buenos Aires natal a realizar su primer largometraje filmado en Pergamino. La película transcurre en una familia burguesa rural de la Buenos Aires bonaerense. Planos parsimoniosos y largos silencios adquieren sentido ante las omisiones familiares y se transforman en tensión como en La ciénaga (2000) de Lucrecia Martel. Se muestran las indiferencias y carencias afectivas de los adultos hacia sus hijos en los vínculos que oscila un clima de opresión. La historia se centra en la chica del título, quien se encuentra en un aprieto al enterarse que está embarazada mientras lo oculta para no perder su trabajo (cuida a los hijos de la familia). En una suerte de desesperación silenciosa, busca en quién apoyarse sin encontrar respuestas a su alrededor para realizarse un aborto. Paula es uno de los mejores retratos que se han realizado sobre la hipocresía familiar. Canevari se posiciona en las vicisitudes que experimenta la niña que no puede expresarse y a la vez debe absorber la presión de la familia para con un trabajo. La familia no sólo niega ayuda a la niña sino que tampoco asume su parte de responsabilidad en el tema. Cuestiones mostradas siempre con una sutilidad sorprendente en la película, evitando decir para sugerir y enriquecer así el relato en fuerza y tensión dramática. La aparente calma y tranquilidad que la imagen del campo genera se contrasta con un clima en constante ebullición. El sonido y la fotografía son fundamentales a la hora de comunicar esa atmósfera latente. La naturalidad de los diálogos y la indiferencia de la familia son captadas con una veracidad angustiante en la película, sumados a la composición de planos con personajes de espaldas y fuera de encuadre que se resignifican en el tema transitado. Canevari logra de esta forma hacer de los silencios, los tiempos dilatados y las omisiones una opresiva experiencia con dura crítica a la hipocresía de clase.
Paula (Denise Labbate), la joven criada de una familia acomodada de la ciudad de Pergamino, descubre que está embarazada. Sabiendo que no puede tener al bebé, acude a una clínica para hacerse un aborto, pero el precio es demasiado elevado para sus humildes bolsillos. De a poco comenzará a buscar la manera de recaudar dinero, sin que sus patrones se den cuenta. En paralelo a las desventuras de la protagonista, el director debutante Eugenio Canevari le imprime al relato un estilo cercano al de Lucrecia Martel en La Ciénaga, mostrando las miserias de personas de clase alta en un lugar aislado, donde la ostentación y la pose es más importante que el amor y el respeto hacia el prójimo. La premisa no resulta muy novedosa y el final no tiene un cierre. Así y todo, se rescata el modo en que el director narra evitando ciertos lugares comunes (nunca se pronuncia la palabra “aborto”, por ejemplo) y sobreexplicaciones. Además, contribuye el uso de planos fijos, lo que permite captar el trabajo naturalista de los actores. Sin llegar a ser una gran película, Paula tiene sus méritos y demuestra que las clases más altas suelen ejercer una oscura impunidad.
Una elocuencia sin palabras. En su debut como director, Canevari consigue que las miradas, los silencios, los sonidos del ambiente y algunos detalles aparentemente triviales se conviertan en herramientas que aportan al desarrollo de la historia, marcada por profundas diferencias. Las primeras escenas plantean con nitidez las diferencias entre los universos sociales en los cuales se desarrollará Paula, debut del director argentino Eugenio Canevari. Lo hacen de una manera sutil, usando como vehículos a algunos personajes que si bien pueden pasar desapercibidos, son lo suficientemente importantes como para ser incluidos en los títulos finales: los perros. El del comienzo deambula por un basural, revolviendo todo lo que se cruza, a medida que avanza con ese andar despreocupado que tienen los cuzquitos callejeros. Huele algo por acá, mordisquea un poco más allá, se come algunas porquerías que encuentra y termina durmiendo tirado en el piso, entre la basura, mientras cae la tarde y el plano se va cerrando sobre él. Corte a otro perro, de pelaje negro, limpio y brillante, que parece acostumbrado a caminar de memoria por el borde de la pileta de natación de una casa de campo, sin atender a nada, atado a una rutina que le permite no caer al agua, pero también no pisar los azulejitos con los que uno de los chicos de la familia juega a armar un mosaico en el suelo. En la escena siguiente aparece por primera vez Paula, la protagonista, una adolescente que, como se verá a medida que la película vaya avanzando, está más sola que un perro. Las escenas con las que se cuenta la historia de Paula son muy elocuentes, y lo son a pesar de la escasez de palabras. Canevari parece haber entendido que la elocuencia en un buen narrador no está atada de manera directamente proporcional a la verborragia de sus personajes, sino que hay muchas otras lenguas de las cuales servirse para hacer que el relato avance y, al mismo tiempo, transmitirle al espectador toda la información que necesita. El director consigue que los silencios, los sonidos del ambiente, algunos de los detalles aparentemente triviales en la composición de un plano, las miradas, los gestos y los ademanes (incluso los que son apenas perceptibles), se conviertan en herramientas que aportan al desarrollo de la historia. La de Paula, que trabaja cuidando a los hijos de una joven pareja de terratenientes de provincia, que no parecen conectar con nada, ni entre ellos, ni con sus hijos, ni con la realidad. Paula acaba de descubrir que está embarazada y no sabe a quien recurrir. Parca, cerrada sobre si misma, en el voraz intento de conseguir ayuda de las pocas personas a las que puede recurrir, la protagonista se esfuerza para ir en contra de su dificultad para comunicarse. En la vereda opuesta, sus jóvenes patrones, aparentemente dedicados al negocio sojero, no parecen tan distintos, inmersos en la trivialidad. Ella, hastiada hasta de sus propios hijos, con los que apenas se vincula, delegando en Paula el esfuerzo emocional de la maternidad (y la chica hará lo que puede y no lo hará tan mal); él, evadiendo todo, enfrascado en sus llamadas telefónicas y en la lectura de La Nación. En los tres casos (y en el de todo el elenco), los actores logran que sus personajes irradien, con la economía de recursos a la que los obliga la película, todo aquello que permanece en el mundo de lo no dicho. La suma de esos silencios vuelve aún más siniestro el derrotero sordamente desesperado de Paula por sacarse ese hijo de encima. Paula es una galería de personajes monstruosos, aterradores por la frialdad con que van tejiendo esa red de vínculos truncos en la que nunca hay posibilidad de un verdadero diálogo, porque no existen interlocutores. La película acierta en retratar ese mundo oscuro y lúgubre con una fotografía prístina, cuya amplia paleta de colores naturales acentúa, por oposición, lo mortuorio de ese universo. En el medio de esa tela de araña está Paula, pero no está sola. Con ella, en ese centro de inocencia abandonada, están los hijos de sus patrones, dueños de otro tipo de desesperación (una no menos dolorosa), a quienes tampoco nadie rescata del abandono emocional. Las escenas protagonizadas por Paula y los chicos son las únicas en donde los sentimientos fluyen, a los tumbos, es cierto, pero con la fuerza irrefrenable de quien lucha para no ser devorado por la indiferencia. El mayor de los hijos, un adolescente atado a un silencio en el que se intuyen la pena y la furia, es la mejor alegoría de esa batalla perdida. Del otro lado no se salva nadie: entre los adultos el que no es un inepto es un hijo de puta, e incluso quienes tienen buenas intenciones nunca consiguen conectar de un modo eficaz con el dolor ajeno. La larga secuencia final del cumpleaños del hijo mayor, si bien resulta un poco sobrecargada en el retrato crítico de las clases altas, condensa perfectamente tanta desconexión a través de una constelación de diálogos muertos, bajo cuyo peso, de manera clandestina, los sobrevivientes alcanzan a reconocerse. La salida de Paula del extenso plano fijo del final, conjura tal vez la única salida posible para la protagonista, y al mismo tiempo confirma la inteligencia cinematográfica con que Canevari le dio forma a su ópera prima.
UNA MUJER DESPOSEÍDA La mirada de Eugenio Canevari, director y guionista, pone en primer plano muchas cuestiones con respecto al rol de una mujer joven, sin recursos, en tremenda desigualdad de posibilidades. La Paula del titulo trabaja como empleada de un matrimonio de estancieros, que se desentienden de sus hijos. Por eso, ella debe estar pendiente de ellos y esa dedicación hace que deba aclararles que no la llamen “mama”. La discriminación no solo se nota en los roles, sino en el lenguaje que utilizan esos empleadores, en especial las mujeres del grupo social. Pero se evidencia dolorosamente cuando la protagonista embarazada quiere practicarse un aborto y el único impedimento es económico. Una historia de tocar fondo y encontrarse sin salida. En un ámbito rural lejos del ideal bucólico donde la indiferencia, la crueldad y el desprecio estan a flor de piel. Bien actuada y ambientada. Un film valioso.
Narrada con precisión, es la historia de una joven que trabaja en una estancia cuidando a los hijos de los dueños, queda embarazada y decide esconder e interrumpir el embarazo, algo que se transforma en crisis durante los preparativos de una fiesta. Como en toda buena película, es la empatía por los personajes los que nos permite comprender un problema de la realidad y no que se declame o subraye. Ganan además el suspenso y el uso perfecto del espacio.
Paula y la doble moral La ópera prima de Eugenio Canevari recuerda bastante a La ciénaga, el debut de Lucrecia Martel. No porque sea una copia, un reciclaje o un homenaje, sino porque ambos films comparten una mirada despiadada, impiadosa, pero nunca subrayada ni discursiva, sobre la hipocresía, la doble moral de la burguesía de esos pueblos chicos-infiernos grandes del interior. Paula es, también, una película de una madurez, un aplomo, una solidez y una convicción poco frecuentes en primeros largometrajes. Todo está muy pensado: lo que se ve y, sobre todo, lo que no. Lo que se dice (poco) y lo que se muestra (suficiente) como para comprender en toda su dimensión, en sus múltiples facetas, en sus distintos matices, los conflictos de una chica que es tan solitaria y tan callada que resulta casi invisible para los demás. Sobria y bella a su manera, pero también descarnada, esta película exhibida en los festivales de San Sebastián, Londres y Mar del Plata es poderosa por lo que expone, pero también por lo que insinúa y hasta por lo que esconde (el uso de la elipsis y del fuera de campo son impecables), con una marcación actoral acorde con el tono austero y riguroso del relato (varios de sus intérpretes son no profesionales). La Paula del título (Denise Labbate) trabaja como niñera y empleada doméstica de una familia que posee una estancia en Pergamino (la familia del director es de ese origen). Los patrones -un matrimonio que vive demasiado preocupado por sus cosas como para prestarle una mínima atención- cuentan con ella para que se ocupe principalmente de los chicos. Pero Paula ha quedado embarazada y nadie (ni siquiera el hombre que la dejó en ese estado) tiene demasiado interés en ayudarla. Película sobre la descontención de la mujer en el interior, sobre los mandatos patriarcales y un racismo contenido, pero evidente, Paula también hace un buen uso de ciertos elementos atmosféricos (una perra que es sacrificada por comerse a tres cachorros, el uso de un avión que fumiga glifosato sobre las plantaciones de soja) para demostrar, una vez más, que la violencia, latente y real, psíquica y física, está entre nosotros.
La soledad de la niñera La opera prima de Eugenio Canevari es una historia de contenido social que no cae en el panfleto. Una familia de clase media alta, sus largos días en una quinta y la pileta como centro neurálgico de la (in)actividad general. Es imposible no pensar en La ciénaga al ver Paula, pero aquí no se habla de la decadencia de la aristocracia, sino de la tensión entre clases, y hay una protagonista excluyente: la niñera de la casa, una adolescente que carga con el secreto de su embarazo. A partir de esta circunstancia, la opera prima de Eugenio Canevari denuncia una de las tantas consecuencias de la inequidad social: si la prohibición del aborto es un problema para todas las mujeres, para las pobres es directamente una condena. Paula no quiere tener a ese bebé, pero carece del dinero para interrumpir la gestación. A la par de esta problemática, aparecen otras: el machismo, la hipocresía, el sometimiento de las clases bajas a los deseos de las altas. Todo inscripto en el contexto del campo sojero argentino, con el conflicto de las fumigaciones de glifosato como telón de fondo. Canevari tiene la habilidad de mostrar estas situaciones y dejar sentado su punto de vista sin caer en el panfleto. Casi todo queda dicho con más silencios que palabras, con más climas que explicaciones. Los personajes hablan con sus actos y, en muchos casos, las omisiones expresan más que las acciones. El registro es, por momentos, similar al de un documental, con la cámara fija como testigo de las distintas relaciones de poder. Este tono, ayudado por la expresividad neutra de la protagonista, evita que la película se vuelva un drama intolerable, la salva de caer en la moraleja y la diferencia de historias parecidas. Es una pena que ese clima tan logrado no haya tenido un correlato en el desenlace, que parece haber sido elegido no por mérito propio, sino por falta de otro mejor.
SOY SOLA Paula tiene poco más de veinte años, cuida chicos ajenos de una familia acomodada y está embarazada. Así, en una línea, se podría resumir a la ópera prima de Eugenio Canevari pero sería una injusticia porque la película es mucho más que eso, porque cuenta muchas cosas desde un ascetismo que se agradece y porque es un relato sensible potenciado por una puesta precisa y cerebral. El universo que muestra Paula es restringido, una casa quinta del interior de la Argentina, un pueblo, una panadería, la belleza del campo intervenido por la soja y las fumigaciones, una 4×4, una moto, la familia burguesa con niños y un adolescente, una perra desamorada de sus crías, la crueldad de las clases altas, una clínica clandestina y no mucho más. Pero allí están los personajes, en primer lugar la protagonista (buen trabajo de Denise Labbate) con su tragedia, sola para afrontar todo -no hay parientes, tampoco una pareja, apenas una amiga más grande- y sus patrones, que con sus diálogos y un puñado de actitudes exponen su miserabilidad y la de su entorno -el cumpleaños de uno de los chicos se impone como un catálogo de la tilingería de la clase media alta-. Y el lenguaje de todos, corto, seco, preguntas que no encuentran respuestas, comentarios hirientes. La crispación a flor de piel. Presentada en la sección Nuev@s Director@s en la última edición de San Sebastián (aquí la entrevista que le hicimos a Canevari en el festival vasco) en donde se convirtió en un pequeño suceso, desde sus silencios y centrada en la opresión femenina, sin remarcar nada ferozPaula dialoga con el mejor cine argentino contemporáneo –La ciénaga de Lucrecia Martel, La tercera orilla de Celina Murga- , mostrando la hipocresía del infierno de cabotaje de una pequeña comunidad y las consecuencias de ese entorno en los más débiles, que puede ser un adolescente que no encaja en su familia, una perra que sigue sus instintos o una niñera. PAULA Paula. Argentina/España, 2015. Dirección y Guión: Eugenio Canevari. Intérpretes: Denise Labbate, Estefanía Blaiotta, Pablo Bocanera, Nazareno Gerde, Justo Carricart, Carolina Herrera, Meme Santoro, María José Sharry, Bernardo Calabia. Producción: Eugenio Canevari. Duración: 67 minutos.
El aburrimiento de “Paula” contagia al espectador En el bañado zumba una mosca. Un perro mordisquea carne cruda en el basural. Después no sabemos si está estirando la pata, o sólo le cayó mal la comida. Un flaco le enseña a usar la escopeta al gandul del hijo matando a la perra de la casa "porque se come las crías". No vemos nada. Pasa un avión fumigador. Tampoco vemos gran cosa. Hay leves comentarios sobre novillos muertos y un lote salvado. Cuatro aburridas oyen una charla radial sobre cáncer y glisofatos. Otras aburridas hablan de "cabecitas" regalados. Bueno, acá todos los personajes practican un contagioso aburrimiento, incluso la protagonista, que más o menos discretamente busca plata para hacerse un aborto. La narración misma es aburrida. Según gacetillas, la chica trabaja de niñera en una casa de campo. Viendo la forma desconsiderada con que saluda a sus patrones, o el comentario acerca de una moto que dice que le robaron, más bien parece una parienta agregada a la familia, y hasta da para hija mayor no deseada. Quién sabe. Esta película integra eso que llaman "cine sustractivo". Sustraen de la historia muchos datos, como para que el espectador tenga que deducir casi todo, quitan la emoción, y hasta las ganas de verla. Es un recurso de moda, sólo elogiado por la crítica snob y los programadores de algunos festivales. El autor es un argentino que estudió en la escuela de cine Bande a Part, de Barcelona, y ahí se quedó a vivir. Supo que vendían la casa de sus abuelos en Pergamino y se vino para filmar algo allí, entre amigos y parientes. Pero la casa, prácticamente no se ve. Y varios de los participantes tampoco vieron a nadie que les enseñe algo de actuación.
Paula es una joven tranquila y callada, y la niñera de una familia rural bonaerense de bien. Un matrimonio joven con varios hijos a los que no les prestan demasiada atención, para eso está la niñera. Pero Paula se encuentra en aprietos al quedar embarazada, y nadie parece querer ayudarla. El padre del bebé nunca está, la interrupción del embarazo está muy fuera de su presupuesto, su patrona no le brinda el adelanto que ella pide, y ni siquiera cuando quiere vender su motito, lo único que tiene, le va bien y le terminan ofreciendo mucho menos de lo que esperaba. La película se sucede entre silencios, planos y contraplanos, sin banda sonora extradiegética, situaciones reiterativas, que van retratando la opresión femenina de una manera cruda. Paula va y viene continuamente, esconde todo lo que le pasa, especialmente esa panza que cada vez amenaza con asomarse más, y parece que más que vivir, existe. No se podría decir que es un personaje que espera que la solución de un modo u otro le llegue, se mueve por donde puede, entre quienes la escuchan aunque sea a partes, pero también de a poco todo parece indicar que no, que esa solución no va a llegar. El problema principal de la película dirigida por Eugenio Canevari es que presenta un conflicto interesante pero no lo deja ser, no termina de desarrollarlo, da la sensación de que no evoluciona y la hora y pico que dura la película se termina sintiendo anodina y con una resolución apresurada. Es un ensayo que funciona como tal pero que a nivel narrativo le falta fuerza. Hay en la trama también detalles, algunos más sutiles que otros, que en sí solos podrían parecer pequeños, sin embargo ayudan a fortalecer ideas. Y además, la construcción de una atmósfera angustiante y opresiva es más que efectiva, con una fotografía sin pretensiones y el uso del sonido (con el silencio como uno de los recursos principales). Paula es una película intimista y chiquita, y al mismo tiempo poderosa. Lamentablemente sus tiempos aletargados y un conflicto que no termina de funcionar la dejan un poco a medio camino. Interesante ópera prima.
SILENCIOS QUE HABLAN Con elementos indisimulables que la vinculan con el cine de Lucrecia Martel (la represión en el interior argentino, cierta banalidad de las clases pudientes, la mirada clasista de sus personajes ligeramente solapada, el sonido con el espesor de un personaje más), Paula de Eugenio Canevari es el retrato de un par de adolescentes en fricción con un mundo que no los contiene. Ella, la empleada y niñera de un matrimonio de clase media elevada agraria, está embarazada y quiere abortar. El, el hijo de aquel matrimonio, carente de todo tipo de empatía con el exterior, especialmente con lo familiar, que viene de sacrificar obligado por el padre a su perra. Desde sus silencios, su estricto trabajo formal y un sonido que enrarece constantemente (como en La ciénaga de Martel), Paula es una película sobre aquello que no se dice (la palabra “aborto” falta a la cita en sus 65 minutos) pero que está latente amenazando con explotar. En este tipo de propuestas, bastante comunes dentro del cine argentino más festivalero, ese “no decir” resulta muchas veces una ausencia de recursos por parte del realizador para evitar decir, en términos cinematográficos, aquello que no sabe cómo decir. Es, amén de la experiencia formalista que aparenta, una postura cómoda. No es el caso de Canevari, quien evidentemente juega ese silencio tanto desde la inexpresividad de sus personajes, la marcación actoral, como desde la precisión formal con que sonidos e imágenes construyen un universo sórdido. Tal vez el mayor problema de Paula sea su falta de originalidad dentro del amplio panorama del cine argentino, como que se trata de un tipo de propuesta algo transitada, y de una última secuencia en una fiesta familiar donde los diálogos terminan por exponer demasiado aquello que hasta entonces estaba bien expresado en imágenes.
A scene from Eugenio Canevari’s promising debut feature Paula. By Pablo Suarez Written and directed by Argentine filmmaker Eugenio Canevari, Paula is a debut feature that shows the firm hand and acute eye of a promising new director right from the start. Featured in Mar del Plata, San Sebastián and London film festivals, Canevari’s opus focuses on an unhappy time in the life of the title character — absorbingly played by newcomer Denise Labbate — a young babysitter and live-in-maid working for an upper-class family on a large rural estate in Pergamino, Buenos Aires province. Paula leads an ordinary, even dull life as all she does is take care of the family’s children and doing some house chores, with little time for friends or fun. She did recently have a boyfriend, an older man, yet they are not together any longer and haven’t stayed friends either. Which makes it all the more difficult for her to deal with an unexpected pregnancy. Having the baby is out of the question and having an abortion costs much more money that she can afford. Her ex-boyfriend couldn’t care less about it and won’t give her a dime, and Paula clearly knows that talking to the family she works for would definitely mean losing her job. What first strikes about Paula is its atmospheric cinematography together with the near perfectly tuned performances. Technically impeccable, the photography and the camerawork often isolate and distance Paula within the spaces she dwells in. In this sense, you can deem the film a heartfelt meditation on the loneliness of a character left to her own devices. Not only physical loneliness, but also emotional, which often hurts the most. With restrained body language and gestures, little dialogue and plenty of pauses and silences, Canevari coaches his actors with strong assurance — some of them are non-professional actors performing in front of the camera for the first time. It is essential for viewers to sensitively relate to Paula’s tribulations, but she should never come across as a hopeless victim. Of course class differences play a central role: if Paula were a member of the class she works for, then her fate would be completely different. But not being one doesn’t turn her into a martyr either. Ultimately, Canevari is after a realistic portrayal of the state of things. So you see Paula in her everyday quietly turned upside down by her pregnancy. You see her in her mute suffering which could easily be taken for sheer apathy. And you see the others, who are oblivious not only to her needs and wants, but also to those of their own family members. An overall feeling of malaise permeates the entire scenario of well-off parents who don’t connect between themselves or with their offspring and children who don’t connect with themselves. Occasionally too leisurely-paced, with minor glitches in dramatic progression and with a somewhat overemphasized ending at a too symbolic birthday party, Paula is nonetheless a welcomed debut film which has something that similar outings often lack: narrative coherence and a sense of style. Production notes Paula (Argentina, 2015). Written and directed by Eugenio Canevari. With Denise Labbate, Estefanía Blaiotta, Pablo Boccanera, Nazareno Gerde, Justo Carricart, Amelia Carricart. Cinematography: Kasty Castillo, Pali Molentino. Editing: Didac Palou. Running time: 66 minutes.
Paula (2015) es la opera prima de Eugenio Canevari y se destaca, entre otras cosas, por ser una propuesta de hondo carácter minimalista que apela a los recursos cinematográficos para narrar en imágenes lo que las palabras callan.
Con bajo perfil, un tono medido, ajustado y una puesta en escena controlada y con un sutil uso del sonido, PAULA es una película irreprochable desde un punto de vista formal. Es la historia de una niñera de los chicos de un gran caserón/campo que descubre que está embarazada –de un chico del barrio, casi seguramente, aunque se deja entrever que puede no ser así– y que trata de conseguir dinero para abortar sin lograrlo. Ni un adelanto de sus patrones, ni del huidizo padre. Así, la callada y mesurada Paula irá soportando una pequeña humillación tras otra mientras trata de ordenar su vida personal. Al filme puede faltarle algún giro dramático o alguna situación que lo saque del tono medido y pausado que tiene a lo largo de su hora y poco más de metraje, pero eso no es necesariamente un problema. Mucho cine nacional ha funcionado a partir de sutiles cambios de tonos, pequeñas situaciones, giros dramáticos menores y minimalismo de principio a fin. Y el de Canevari lo hace. El problema, acaso, es que llega demasiado tarde a un “sistema” que el cine argentino viene practicando hace ya bastantes años. A PAULA le pesa su similitud con LA CIENAGA –familia del interior de clase alta y veladamente racista con muchos hijos girando alrededor, una pileta y una mucama incómoda y fuera de lugar que trata de disimular su furia contenida– y con muchos otros filmes nacionales que circularon por zonas similares. En sí misma, es una película valiosa y respetable. Dentro de un ciclo determinado de cine nacional, llega demasiado tarde…
Escuchá el audio haciendo clic en "ver crítica original". Los domingos de 21 a 24 hs. por Radio AM750. Con las voces de Fernando Juan Lima y Sergio Napoli.
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Se estrenó la ópera prima de Eugenio Canevari que destacó en el ultimo Festival de Mar del Plata y en el de San Sebastian. Heredera de lo mejor del nuevo cine argentino Paula enlaza, sin duda, con la terribilidad de La ciénaga de Martel y con la niñez aislada de Una semana solos de Murga: niños y adolescentes librados a sus suerte, expulsados de la mirada de los adultos, puestos a elegir entre jugar al sol y las difíciles decisiones de la vida. A la amenaza de las tormentas de Martel se le suma acá, otra más contemporánea la de los campos envenenados por la fumigación. A la vaca sacrificada en la ciénaga, el inexplicable sacrificio de la perra que mata a sus cachorros. Todo eso tiene consecuencias silenciosas: Canevari elige no mostrar algunos rostros, como el de la mujer que practica abortos, el niño que cumple años o las mujeres que hablan de la moda de adoptar chicos.. Poniéndolos así, desde lo forma, en una equiparación simbólica, Paula la película, funciona como una bisagra entre aquellas clases sociales en decadencia económica de La ciénaga previo a la caída de De la Rua, y estas en decadencia moral de la segunda década del siglo XXI. La larga escena de la fiesta de cumpleaños, tratada en planos cerrados, primeros planos y planos detalle con sus diálogos incompletos, sus fuera de focos, sus elipsis y fuera de campo, resulta el corazón donde la película resume las miserias de sus personajes y los tiempos de un relato donde la historia de la joven niñera que queda embarazada y junta dinero para practicarse un aborto, es apenas la excusa de un film que tiene pleno dominio de lo que quiere contar.