La mirada inocente La directora Francesa Carine Tardieu (La cabeza de mamá, 2007) nos trae un film cotidiano que reflexiona sobre distintos aspectos filosóficos a través de la mirada de una niña de 9 años. La introvertida Rachel atraviesa un momento de soledad. Posee algunas dificultades para entablar amistades y se siente sofocada por sus dos padres, Colette (Agnés Jaqui) y Michel (Denis Podalydès). Todo esto cambiará cuando conoce a su compañera de escuela Valerie, con quien comenzará una gran amistad que la llevará a tener nuevas experiencias jamás vividas. Pequeñas diferencias (Duvent Dans mes Mollets, 2013), está contada desde el punto de vista de la pequeña Rachel y a través de su mirada se abarcan los temas e inquietudes que tiene con respecto a la muerte y al sexo. Sin duda alguna, que los hechos estén contados desde la perspectiva de la pequeña, lo convierte en un film interesante, cómico y a la vez nostálgico, ya que los diálogos del film y las inquietudes de la joven (como la curiosidad que muestra sobre la compañera de escuela que perdió a su madre) logran por momentos transportar exitosamente al espectador a detalles de su propia infancia. Si bien la aparición de su nueva amiga y de la familia de esta, provoca también un quiebre en el entorno de Rachel, el film se concentra principalmente en mostrar el cambio en la personalidad de la niña, quien comienza a tomar riesgos que antes no tomaba y a ver algunas cosas con mayor claridad, como consecuencia de esta nueva amistad. Isabella Rossellini interpreta a su terapeuta, y si bien son pocas las escenas en las que aparece, no podemos dejar de mencionarla, ya que logra como de costumbre cautivar al espectador con sus peculiares rasgos y su naturalidad. El giro de la historia en el desenlace resulta muy inesperado, quizás demasiado, especialmente si nos basamos en el tono que viene trabajando la película. Casi pareciera un intento de Carine Tardieu de que el film tenga un cierre redondo con un efecto conmovedor, y los hechos que desencadenan este final descolocarán a más de uno, pero la directora conseguirá su cierre perfecto.
Ensayo sobre el delicado equilibrio familiar Pequeñas diferencias es una de esas películas inocentonas, inofensivas y autoconcientemente intrascendentes. Todo esto hasta que en un momento deja de serlo. Basada en la novela autobiográfica de Raphaële Moussafir, la sigue a una nena de nueve años oprimida por sus padres, interpretados por la también realizadora Agnès Jaoui y Denis Podalydes. O sobreprotegida, mejor dicho. La irrupción de una nueva amiguita -y sobre todo de su bella madre divorciada- generará un tambaleo en el equilibrio familiar. No hay nada necesariamente malo en el film de Carine Tardieu: la trama fluye, el punto de vista infantil da aire y ameniza la narración y las dos nenas tienen el carisma para llevar el asunto adelante. Pero, sobre el final, Tardieu pega un volantazo de 180º grados, borrando con los codos todo lo previamente construido. Que no era demasiado, pero sí suficiente.
Año 1981. Francia, ciudad pequeña. Una familia: padre, madre, hija de ocho años, abuela materna enferma. La niña es introvertida o, mejor mirada, su personalidad sufre averías debido a unos padres poco recomendables. Ella (Agnès Jaoui afeada) es una madre con "conciencia social" que, entre otras cosas, no le quiere dar Nutella a su hija. Él (Denis Podalydès) es un sobreviviente de los campos de concentración nazis. Y tienen más problemas: entre ellos, con el mundo, con las Barbies. La niña es Rachel (Juliette Gombert) y la compañerita del colegio de la que se hará amiga para poder salir de este ambiente dañino es Valérie (Anna Lemarchand). Hay más personajes que importan, como la mamá de Valérie y la terapeuta interpretada por Isabella Rossellini. Desde ella podemos orientarnos en esta película: la fotogénica Isabella desde hace un tiempo ha sido eliminada como actriz realista y ganada por su personaje incandescente. Rossellini, aún en un papel secundario, convierte a casi todo lo que toca en un relato artificioso, con aspecto de fábula extraña de diversos tonos. El tono de cuento infantil grotesco recuerda parcialmente al de Matilda de Danny DeVito (basada en el libro Roald Dahl). Pero hay una gran distancia: si Matilda era una película explosiva, grande, asertiva, aquí estamos en un universo más cotidiano, en el que no calzan del todo bien muchos seres de caricatura (esa maestra, ese director) esas metáforas reforzadas una y otra vez (¡la cocina!). Así, Pequeñas diferencias usa el colorido y el trazo de cuento infantil sin la convicción necesaria, por lo que todo cambio abrupto en los personajes se atempera pero no lo suficiente. Las crueldades de la primera parte del relato se digieren peor debido a ese tono intermedio que se genera entre apelaciones realistas y psicologistas y la fábula demasiado tímida. La musicalización también es oscilante y combina supinas obviedades con algunas canciones mejor colocadas y que nos permiten aguantar mejor el exceso de expresión ocular de la actuación de los padres de la niña protagonista. El título de estreno local, que traiciona el original de "el viento en mis pantorrillas", aporta a los vaivenes de esta película lograda a medias y que estuvo entre las diez producciones francesas más vistas del año pasado. En el tramo final la película encuentra más decidida el tono, las metáforas simplonas (esa ventana abierta en la casa de campo) ya son aceptadas como parte del paisaje, e incluso la tragedia más extrema se integra con cierta fluidez y decoro, o al menos con una forma menos dubitativa. Ahora bien, para llegar a ese cierre hay que atravesar metáforas visuales sexuales que pueden ponernos en la disyuntiva de abandonar toda confianza en la película o aceptar que se trata de una fábula de crecimiento un poco atolondrada pero que -aún con sus tremendos golpes y su barullo temático (muerte, frustración, educación, paternidad, amistad, pareja, pasado, etc.)- exhibe cierta calidez, cierta confianza en la energía infantil que registra.
Una comedia encantadora, dirigida y adaptada por CorineTardieu, con grandes actores y dos niñas increíbles. El proceso de crecimiento de una nena de 9 años, su visión del mundo, la crisis de sus padres, el descubrimiento de una compinche. Un lenguaje fresco, inteligente, que le escapa al golpe bajo y brinda un entretenimiento liviano cargado de talento.
Agridulce visita a la fantasía infantil Acá se llama "Pequeñas diferencias". El título original es algo así como "el viento en mis canillas". El de distribución internacional en inglés, "The Dandelions", por esa plantita silvestre que en muchos lados llaman diente de león, y acá panadero. No importa, es igual. Como es igual en todas partes la costumbre de soplar la florcita seca del panadero, para ver cómo vuela, tan liviana, y se deshace, sabiendo que de ese modo transporta sus semillas. A veces el soplo va con un pedido, o un versito. Por ejemplo, aquel de la costarricense Carmen Lyra, bastante adecuado para esta historia: "Somos las semillas del diente de león/ unas arañitas de raro primor,/ que unidas nos puso la mano de Dios./Ahora viene el viento:/ -hermanas, adiós". Ambientada en 1981 en un pueblito típico, la película nos muestra a la pequeña Rachel Gladstein, de 9 años, toda tímida y bien educadita hasta que se hace amiga de otra nena más despabilada, Valérie, y las dos se desatan, se ríen de cualquier cosa, cometen picardías inocentes. Los padres de Rachel están perplejos. La madre y el hermano de Valerie las festejan sin problemas. Paulatinamente surge un acercamiento entre ciertas partes de ambas familias, pero eso no es lo principal (salvo, claro, para el señor y la señora Gladstein). Lo principal en esta película es su captación simpática, entusiasta y exacta de la vida de dos niñas, con sus alegrías y fantasías, su particular interpretación del mundo de los mayores, y también con un dolor que llega inesperado, aún cuando ya se lo anticipe por partida doble al comienzo mismo de la historia. Uno de esos anticipos es el dibujo animado que acompaña los títulos en preciosa síntesis. Dibujo, historia y personajes responden a la historieta original de Raphaelle Moussafir, que ella misma adaptó para novela, teatro y película, en este caso junto a la directora Carine Tardieu. Elenco, las nenas Juliette Gombert y Anna Lemarchand, que ojalá hagan carrera, Agnés Jaoui, Isabelle Carré, Denis Podalydès, e Isabella Rossellini, esta última en papel de psicóloga que parece salida de un cuento, porque así la ve la nena. Tierna, tocante, provocadora de recuerdos, "Pequeñas diferencias" también es más incisiva de lo que parece. Vale la pena.
¿Una infancia feliz? Rachel (Juliette Gombert) es una nena de 9 años, callada, tranquila y un tanto introvertida a la que le cuesta hacer amigos, por lo que su sobreprotectora madre decide enviarla a terapia, cuando en realidad lo único que necesita es un poco más de libertad. La vida de Rachel cambia cuando el primer día de colegio se sienta junto a Valérie (Anna Lemarchand), una nena simpática, decidida y charlatana que parece ser todo lo opuesto a ella. Sin embargo, rápidamente se hacen amigas y juntas exploran el mundo a su alrededor, espían a los adultos, juegan, y se hacen todas las preguntas típicas de la edad. La película esta contada desde la perspectiva de las niñas, la realidad se mezcla con las imágenes que crean en sus mentes, y esto le aporta originalidad y encanto, no solo a la estética sino también a la narración, por lo que película tiene una agilidad que parece reflejar la personalidad de las nenas. Ambas niñas realizan muy buenas actuaciones, y tienen la gracia y el carisma suficiente como para sostener la película. Es por eso que hubiese sido suficiente con contar solo la relación entre las pequeñas, pero la historia no se queda ahí, sino que mezcla también a los personajes adultos, los padres de Rachel y la madre de Valérie, en una historia que no termina de cerrar y que no aporta nada al relato. Como si esto no fuera poco para aburrir y distraer al espectador, el final es extraño e inesperado, y parece no tener nada que ver con el hilo de la historia. Es una narración sencilla y simpática sobre la infancia, con un guión lleno de elementos que no aportan nada, y solo confunden al espectador.
Una niña le escribe a alguien, aún es muy temprano para saber a quién, que está triste. Ése es el comienzo de esta película francesa que se centra principalmente en la figura de esta niña, Rachel, con su punto de vista, y la amistad que nace, tras no poder entablar relaciones fácilmente con nadie, con una niña revoltosa y traviesa, Valérie, que va a pasar a ser su mejor amiga. Es que cuando decide festejar su cumpleaños e invitar a cada uno de sus compañeros, es ella la única que asiste. “Pequeñas diferencias” es el segundo largometraje de Carine Tardieu y en ella actúan intérpretes francesas de renombre como Agnes Jaoui, interpretando a la madre, Isabella Rossellini, como su terapeuta, e Isabelle Carré, la madre de su nueva amiga. Porque cuando esta niña aparece en su vida, también lo hace su madre, irrumpen de manera inesperada en esta familia, para terminar cambiándolo todo. Rachel comienza a estar más desinhibida y abierta tras su amistad con Valérie. Pero no es la única que va a sufrir una transformación. La trama secundaria de los padres es de vital importancia. Porque esa pareja funciona como la casa en la que viven: se está cayendo a pedazos. Y se cae porque nadie se detiene a remacharla. Mientras el marido se dedica a eso en su trabajo, deja su propio hogar olvidado. Cuando Collete descubre que le está arreglando la cocina a la madre de la amiguita de su hija, interpretada de manera natural y bella, sexy sin querer serlo, Isabelle Carre, comienza a poner cartas en el asunto y a preocuparse por no ser más la fría esposa. El film es rico en esas tramas que van y vienen de cada uno de los miembros de la familia, pero cuando se está acercando al final parece convertirse en otra película. Todo lo lindo y tierno que tenía la primera parte se desvanece en un enorme golpe bajo que cierra la película de una manera decepcionante, sobre todo teniendo en cuenta que antes de ese momento la película, así chiquita como era, se nos hacía agradable y divertida. Pero ese cambio brusco e inesperado de tono duele.
De pequeñas historias que conmueven. ¿Quién no tuvo alguna vez un amiguito intrépido cuya presencia molestaba a nuestra madre? ¿Cómo no recordar a esa maestra de escuela que siempre nos castigaba? ¿Y los primeros amores? ¿Con cuántos problemas puede enfrentarse una niña de nueve años? Pequeñas Diferencias es una película basada en la novela de Raphaele Moussafir, Du Vent Dans Mes Mollets, que nos acerca una reflexión sobre el mundo de los adultos, con sus sacrificios diarios, sus heridas, responsabilidades, complicaciones e incluso la muerte; con la particularidad de estar narrada siempre desde la inocente -pero no por eso poco incisiva- mirada de Rachel Goldstein y su amiga Valérie. Rachel tiene 9 años y es hija única. Inteligente, observadora e introvertida, es una niña especial, extrañamente estresada para su corta edad. A Rachel le cuesta un poco tener amigos por la poca libertad que le brindan sus dos peculiares padres: su ansiosa y activa madre Colette (Agnès Jaoui), y su no tan dulce padre Michel (Denis Podalydès), un sobreviviente de los campos de concentración nazis...
Infancia idealizada La presencia de Agnès Jaoui es lo rescatable de esta comedia sobre una hija única. ¿A quién no le gustan las películas sobre la infancia, esa etapa de la vida tan a menudo idealizada? La sola presencia de niños suele otorgarle al cine un automático toque de ternura y una frescura inusual. El problema es cuando esa ternura no aparece naturalmente (o sin que se note el artificio), sino que es buscada y provocada una y otra vez, hasta el empalago. Eso es lo que ocurre con Pequeñas diferencias -la traducción del título original es Viento en mis pantorrillas-, cuyos personajes y situaciones son tan, pero tan encantadores, que terminan exasperando. La historia transcurre durante un año (1981) en la vida de Rachel, una conflictuada nena de ocho años que es hija única de un padre semi ausente, sobreviviente de Auschwitz, y de una madre tan neurótica como progre: cocina sano, considera a Barbie casi una mala palabra, es capaz de darle a su niña como regalo de cumpleaños un bono para ayudar a algún africanito famélico. Para colmo, Rachel comparte cuarto con su depresiva abuela. El panorama mejorará cuando en su nueva escuela conozca a Valérie, una pequeña zarpada que viene de un hogar menos rígido y más divertido, comandado por una joven madre soltera que da todas las libertades habidas y por haber. Es una reflexión un tanto básica sobre la educación: la moraleja es que padres esquemáticos, por más bienintencionados que sean, pueden cargar a sus hijos con sus angustias hasta apagarles las ganas de vivir; en cambio, padres ligeros criarán niños alegres. Hay que admitirlo: las nenas son divinas, Agnès Jaoui tiene tanta gracia como siempre, y, por momentos, la atmósfera de la película es, efectivamente, cálida y simpática. Pero ¿hacía falta esa musiquita para subrayar la ternura? ¿Era necesario que todos los personajes formaran una querible pandilla de locos lindos? ¿La única forma de atenuar tanta dulzura era con un sopapo amargo? La respuesta es no.
El aprendizaje de la vida por una chica de nueve años Inicio de la década de los ochenta. Rachel (Juliette Gombert), una chica de nueve años, tímida y un poco sola, quiere ser la amiga de Marina Campbell, la chica más linda de su clase y que recién perdió a su madre. Tiene también pequeñas angustias. Sueña que su madre, Colette (Agnès Jaoui), está muerta. Obviamente ésta, sobreprotectora como es, no es ajena a esto. Además, Rachel comparte su cuarto con su abuela (Judith Magre), que ya parece medio muerta, y su padre, Michel (Denis Podalydés), pretende haber sobrevivido a un campo de exterminación nazi. En esta atmósfera un poco mortífera, no hay mucha alegría. La irrupción de Valérie (Anna Lemarchand), una de las compañeras de Rachel en la escuela, viva y atrevida, y de su madre, una hermosa divorciada (luminosa Isabelle Carré), aportarán en la vida de esta familia gris esos colores que tanto faltan. Sin embargo, este remolino no llega hasta la puesta en escena, demasiado banal, a veces torpe, en particular cuando la directora Carine Tardieu busca representar a toda costa lo que pasa por la cabeza de Rachel, como si tuviera miedo del poder de su (nuestra) imaginación. Por suerte, la mirada se vuelve más justa cuando observa las relaciones entre las mujeres, en particular en la estupenda confrontación entre las madres de las dos chicas, ayudada en esto por el talento de las actrices, tanto las grandes como las pequeñas. Sin revelar demasiado, la ráfaga de colores será de corto tiempo. Al final, lo que cuenta esta película, a través de los ojos de una chica de nueve años, es cómo aprender a vivir y seguir viviendo, a pesar de la muerte, que siempre está al acecho, pero que nunca impide (tal como indica el título original de la película) que el viento siga soplando entre las pantorrillas.
A crowd pleaser, not much more French writer and director Carine Tardieu’s Du Vent Dans Mes Mollets / Pequeñas diferencias, an adaptation of the novel of the same name by Raphaële Moussafir, who also co-scripted the film, tells the story of Rachel Gladstein (Juliette Gombert), a nine-year-old girl suffocated with love by her Jewish mother, Colette (Agnés Jaouis). Rachel’s father, Michel (Denis Podalydes) is a cheerfully cynical man ,and her grandmother (Judith Magre) is an adorably treacherous woman. Rachel dreams of being loved by her nasty blond teacher, of being accepted into the Barbie Fan Club and becoming the only friend of Marina (Laura Genovino), a classmate whose mother is dead and whose father is an English baron. But now it’s back to school. Rachel sleeps with her schoolbag on and wets her bed. Her mother insists on therapy with Madame Trebla (Isabella Rossellini), a most unusual psychiatrist keen on helping her out. And then there’s Valerie (Anna Lemarchand), another classmate who wants to become Rachel’s best friend — even if it means pestering her non-stop. By now, you’d probably think that the theme of a child growing up and a rocky relationship with her parents has already been tackled too often to be relevant today. What could another film bring to it? Perhaps nothing much. Pequeñas diferencias is not that different from previous films about the same subject. However, since it’s quite accomplished in its own terms, and it has a charming, lightweight approach that makes it very honest, then it’s worth seeing, and even very enjoyable at times. The actors’ fine performances have a lot to do with it. All these thespians are clearly resourceful as to what it means to build nuanced characters, even if the screenplay doesn’t provide them with distinctive traits. The kids are worthy of special mention: they are effective in many scenes thanks to their chemistry, which renders their friendship believable. Some moments with the unusual psychiatrist are also fun to watch. Being a crowd pleaser, Du Vent Dans Mes Mollets aims at viewers’ emotions in a very straightforward manner, and for the most part, it has no missteps. But it’s also true that there are other times when the comedy side is overstated. That’s when you miss the more subtle scenes that speak of the girls’ enchanting childhood world. All in all, Carine Tardieu’s new feature is watchable and, at times, also inspired. Expect a well-executed genre piece and you won’t be disappointed. Just don’t ask for originality.
La mirada de una niña de 9 años sobre su entorno. Sobre su familia, la vida, la muerte, el sexo y el amor. Una entrañable visión de quién detrás de la inocencia logra encontrar un nuevo significado en la vida. Pequeñas Diferencias es la adaptación de la directora francesa Carine Tardieu sobre el libro de Raphaële Moussafir (que también colabora en el guión): Du vent dans mes mollets, que cuenta la historia de una niña de 9 años de nombre Rachel Goldstein, quien vive sobreprotegida por sus padres (una oftalmóloga y un ex sobreviviente del holocausto) que en 1981 se encuentra con una patología muy particular: duerme con sus mochila puesta. Todo cambiará cuando en su vida llegué no sólo su terapeuta: la doctora Trebla – una enigmática Isabella Rossellini – sino Valérie, una compañera de colegio intrépida, divertida, irreverente y por sobre todo, encantadora. pequeñas diferencias - review La amistad que surge entre ambas será para Rachel la posibilidad de sumergirse en un mundo nuevo. En un mundo donde la posibilidad de salirse de los mandatos paternales solo por travesura (antes algo ni siquiera pensado), su visión del amor cambia cuando aparece el hermano mayor de Valérie, y del sexo cuando descubren a su maestra teniendo una aventura con su profesor de gimnasia. Todo lo que Rachel creía de su mundo va tomando otro color de la mano de su amiga, incluso ese mundo familiar estructurado va tomando forma a partir que la hermosa divorciada madre de Valérie aparece en escena generando otro conflicto entre sus padres. Su madre también como su hija viene a irrumpir en el seno de los Goldstein, viene a socavar los cimientos y a poner sobre la superficie aquello que por costumbre, habito o rutina prefieren no ver. Llena de metáforas, la película de Tardieu nos lleva por la historia de la protagonista siempre guiados bajo su mirada. Esa mirada que solo un niño puede tener y que permite revelarnos otros niveles de sobre temas trascendentales como el amor, la vida y por sobre todo la muerte. Esta última es clave para entender esa mirada que la directora y el propio autor de la novela han puesto sobre esa niña. Ella vive a la espera que su abuela (que duerme con ella en la misma habitación) se muera, espera que sus padres se mueran para poder tener la casa para ella sola y poder ordenar cuando le plazca y, espera la muerte de los demás como escape de ese mundo que la tiene atrapada. Quizás sea la muerte la vía de salida a esa realidad, quizás la muerte sea también la única manera de darse cuenta de qué significa la vida. pequeñas-diferencias Todo el cambio de la familia Goldstein se da durante todo el film y será su final el más claro y pre anunciado, pero no deja de ser realmente interesante verlo para poder disfrutar de la transformación que sufren los personajes durante su hora y media de duración. Las pequeñas Juliette Gombert (Rachel) y Anne Lemarchand (Valérie) hacen un gran papel, definitivamente logran una gran empatía y hacen una dupla cálida y divertida; el elenco adulto rodeado de excelentes actores como la actriz y directora Agnes Jaoqui (Colette, la mamá), Denis Podalydes (Denis, el papá), Isabelle Carre (Catherine, la mamá de Valérie), Judith Magre (La abuela) y Isabella Rossellini (Madame Trebla) acompañan y dan forma a este relato que pinta como una comedia dramática pero que termina siendo un drama a puras lágrimas. Si bien la película está muy correcta, lo más destacable es la fotografía de Antoine Monod (Le premier jour du reste de ta vie – 2008) y las actuaciones de todo el elenco. El uso excesivo de la metáfora para poder dar cuenta de quién es la persona que lleva el relato hacen que por momentos existan algunas muy buenas escenas y otras, que generen una gran saturación. Sin querer generar un spoiler, Pequeñas Diferencias sigue un poco el camino de El Encanto del Erizo de Mona Achache. Ese hermoso film de 2010 entre una niña y la portera de su edificio que a todos nos encantó y que nos ha puesto en un lugar de reflexión. Pequeñas Diferencias no está a su nivel pero lo intenta.
El texto de la crítica ha sido eliminado por petición del medio.