La nostalgia bien entendida La obsesión con la belleza y la juventud por parte de los medios de comunicación y la enorme mayoría del mainstream de la industria cultural ha generado que durante las últimas tres décadas casi todos los productos audiovisuales destinados al supuesto “gran público” estén protagonizados por adolescentes y/ o jóvenes adultos, una estrategia que tiende a empobrecer la riqueza discursiva y la multiplicidad de facetas de las obras en pos de nivelar hacia abajo, léase hacia el simplismo, la corrección política y los típicos lugares comunes narrativos que suelen aplaudir los espectadores más anestesiados y conservadores, esos que adoran ver cien veces la misma historia y no desean que los problemas reales se aparezcan de sopetón en el arte masivo. Un corolario de lo anterior es la desaparición de la vejez, ya ni siquiera como sinónimo de experiencia sino como “destino” de nuestro presente/ futuro. Prácticamente el único enclave que sigue trabajando el tema es el arty/ festivalero, por lo que debemos celebrar anomalías como Por Siempre Jóvenes (Forever Young, 2016), un opus de Fausto Brizzi que sin llegar a ser una maravilla por lo menos consigue tratar con dignidad e inteligencia el tópico del paso del tiempo y los descalabros que suele provocar en la vida de las personas. Hablamos de una comedia italiana bien light de enredos -con toques dramáticos y costumbristas- que desde el mismo título aclara que su eje será un grupito de “pendeviejos” que no terminan de aceptar su edad y que cuando finalmente lo hacen, el abanico de reacciones es tan variado como diferentes somos los seres humanos los unos de los otros. Con un clima de feel good movie de acento realista, aquí el director se burla de la gama de clichés sociales a la hora de sopesar a los cuarentones y la tercera edad. Más que enumerar a los protagonistas de este relato coral en el que todos los personajes tienen algún tipo de lazo en común con el resto, lo que conviene en esta oportunidad es señalar que el guión de Marco Martani, Edoardo Maria Falcone y el propio Brizzi se pasea por el catálogo de las crisis -o aspectos, si se quiere- que la acumulación de años trae consigo: de este modo tenemos la sombra de la jubilación, la hipocresía otoñal de decir algo y hacer lo contrario, el retiro profesional forzoso por reemplazo, las distancias en materia de vivencias con los hijos, las dificultades al momento de conseguir un nuevo trabajo, la fatiga deportiva y su homóloga sexual, los problemas de salud, las diferencias de edad en las relaciones románticas, la soberbia vía el conocimiento, la infidelidad por curiosidad y/ o fastidio, las mofas de los jóvenes y esas gestas autoimpuestas que hoy duelen mucho más. El tono es mundano y sencillo no obstante el realizador saca el mejor partido posible de cada situación, siempre despertando risas a partir de protagonistas que se mueven por instinto y corazón (definitivamente tiene mucho que ver la extensa labor del susodicho en tanto guionista de cine y televisión). Como él mismo es una “palabra autorizada” en el rubro cómico y ronda la edad promedio de los personajes, a Brizzi le resulta fácil exprimir el costado más patético de esa pose melancólica contemporánea y al mismo tiempo lograr un balance mordaz entre el saberse descolocado en el contexto actual (a ojos de los adultos mayores) y el sentirse eterno y con muchos sueños (la perspectiva de los personajes de menos años). De hecho, Por Siempre Jóvenes entiende bien a la nostalgia porque en vez de sucumbir en ella, simplemente la roza y se concentra en las opciones disponibles para superarla, en especial el no entregarse a la tristeza y la soledad con el objetivo de todavía dejarse sorprender por las vueltas de la vida, sus delirios varios y el amor que nos espera…
El cine italiano supo dar comedias que trascendieron toda época, y con nombres que se volvieron íconos, como Alberto Sordi, Ugo Tognazzi y Nino Manfredi. Ya no se hacen films tan desopilantes como aquellos, e Italia no viene dando nombres fuertes (sobre todo si se compara con décadas anteriores), pero es posible toparse con algunas películas capaces de sacar varias sonrisas y carcajadas. Por Siempre Jóvenes (Per siempre giovane, 2016) logra eso. La historia se centra en una serie de personajes al borde de los 50 años o con más edad, cada uno con un conflicto parecido. Diego (Lillo Petrolo), el conductor de un programa de radio de música retro, es desplazado por un chico youtuber de moda. Giorgio (Fabrizio Bentivoglio), jefe de Diego y devoto a las fiestas y otras actividades propias de veinteañeros, se enamora de Stefania (Lorenza Indovina), una mujer más cercana a su generación. Sonia (Luisa Ranieri), una adicta al touch and go con muchachos, descubre que su amiga Angela (Sabrina Ferilli) mantiene una relación con su hijo (Emanuel Caserio), de 19 años. Franco (Teo Teocoli) no quiere dejar de hacer deportes aunque vaya por los sesenta y el cuerpo ya no sea el de antes. La nueva comedia de Fausto Brizzi toca temas como el paso de los años, la vitalidad juvenil y la aceptación de la madurez, y lo hace con humor. Los choques culturales y generacionales, así como los enredos, son el motor de gags físicos y dialogados. El mejor ejemplo, cuando Giorgio celebra que Stefania sepa de qué le habla cuando menciona la Commodore 64. El mérito reside en un guión ágil y divertido, y sobre todo, en un elenco que es pura frescura, que tiene a Lillo y a Fabrizio Bentivoglio comiéndose sus escenas; incluso los más secundarios tienen la oportunidad de lucirse. Mención especial para la banda sonora. De hecho, el título proviene de “Forever Young”, clásico del grupo alemán Alphaville, aunque aquí suena un cover. Sí es posible apreciar las versiones originales de “Alright”, de Supergrass, que abre la película; “Total Eclipse of the Heart”, de Bonnie Tyler, y “Video Killed the Radio Star”, de The Buggles. Éxitos de antaño puestos en función a la trama, pero que juegan un inevitable factor nostálgico, hoy tan decisivo para cautivar a los de más de 30. Sin ser una joya y sin pretender serlo, Por Siempre Jóvenes es un film delicioso y entrañable, que también deja pensando en las etapas de la vida.
La nueva película del director italiano Fausto Brizzi, Por siempre jóvenes, es una efectiva comedia sobre las dificultades de aceptar el paso del tiempo. “Envejecer no es nada; lo terrible es seguir sintiéndose joven”, escribió alguna vez Oscar Wilde. En esta nueva comedia dirigida por Fausto Brizzi, los protagonistas son personas que rondan ya los cincuenta años -uno los sesenta- y se niegan a cambiar un estilo de vida que la mayoría no suele asociar a su edad. Uno trabaja como locutor y dj en un programa de radio y ni se le ocurre siquiera pensar en que ya no es joven, se considera uno más hasta que “la nueva generación” (un muchacho de veinte años con muchos seguidores en las redes sociales) toma su lugar. Otro está a punto de cumplir cincuenta años y tiene una novia a la que le dobla la edad y a quien intenta seguir el frenético ritmo cada vez con menos éxito. El tercero de los personajes principales es un poco más grande ya y, más allá de llevar una vida saludable, buena alimentación y exceso de ejercicio físico, sufre una descompensación y el médico le prohíbe seguir entrenándose como lo hacía. También hay algunos personajes femeninos dando vueltas. Una mujer sola que, aconsejada por su amiga, tiene un amorío con un muchacho joven. Al principio, el único problema parece ser la madre de éste, pero de a poco van aflorando otras cuestiones propias de la diferencia de edad. Otra de las mujeres se encuentra cómoda con su edad y con su vida, un perro y un estante lleno de vinilos, y comienza una relación con quien, sin saberlo ella, al mismo tiempo sale con una chica que podría ser su hija, sí, el que está por cumplir cincuenta. Los personajes se van relacionando entre sí, a veces de manera más aleatoria pero siempre girando ante diferentes tipos de una misma crisis: la edad. Ser adultos ya no es el problema, sino ser viejos. ¿Cuándo uno se convierte en viejo? ¿En qué momento uno se despierta y se supone que ya no puede usar determinada ropa o llevar el cabello de determinada manera? El director utiliza todos estos dramas de modo exagerado, llevando a sus personajes, a veces, a los extremos pero siempre de un modo complaciente. Por siempre jóvenes no aspira a otra cosa más que hacer pasar un buen rato y reírse hasta de uno mismo (si no nos pasó, ya nos va a pasar seguramente). Parte del encanto radica en la buena química que se genera entre las diferentes duplas, siendo una de las más divertidas aquella que componen Teo Teocoli y Stefano Fresi.
Se centra en los que el director y coguionista Fausto Brizi (junto a Eduardo María Falcone y Marco Martani) son los considerados “falsos jóvenes”. En este caso reúne las historias de un deportista de sesenta con un físico envidiable que quiere seguir batiendo récords, un productor que ronda los cincuenta con una novia muy joven, una mujer de 50 que se enamora de un joven que resulta ser el hijo de su amiga, y un DJ de radio que tiene que competir con alguien que tiene el tercio de su edad. Una mirada irónica sobre estos seres que se niegan al paso del tiempo, pero que no pasa de las convenciones cuasi televisivas de la cuestión. Y que en realidad la lección casi la aprenden aceptando el paso del tiempo, y la comodidad de estar con quienes comparten gustos y experiencias vividas. Un entramado que no profundiza en síntomas de .una sociedad exitista y se queda solo en la superficie de una observación muy común de este tiempo. Sólo pasable.
Una afrenta al cine italiano. “¡Una comedia como sólo los italianos saben hacer!”, exclama el afiche promocional del nuevo largometraje de Fausto Brizzi, un realizador experimentado y taquillero en su país de origen, aunque en la Argentina sólo se haya conocido su anterior Todos tenemos un... ex (2009). A todas luces, la frase resulta algo ofensiva para los creadores de los mejores ejemplares del humor cinematográfico italiano de los años 50 y 60: Forever Young (el título original en inglés remite al famoso hit de la banda Alphaville) no llega ni a los talones de esa enorme bota llena de grandes nombres y títulos. En el fondo, la película de Brizzi no es otra cosa que un refrito de lugares comunes oriundos del costumbrismo más ramplón, cosidos con hilo sisal en un relato que casi no deja lugar alguno para las sutilezas. O la gracia, a excepción de algunos chispazos aislados de comicidad tópica. La excusa y leitmotiv que mueve a los personajes principales es el inexorable paso del tiempo: el tránsito por la mediana edad, en tres de los casos, o la cercanía de la tercera, en el cuarto. Tres hombres y una mujer enfrascados en relaciones amorosas con parejas mucho más jóvenes, obsesionados con un ideal de performance deportiva poco apta para su edad o directamente embelesados con un estilo de vida que la portación de canas traiciona a primera vista. Todos muy simpáticos, desde luego, aunque en la vertiente un tanto zopenca del término, con la excepción de la Angela encarnada por Sabrina Ferilli, a la cual se supo dotar de cierta inteligencia y sentido común. El exitoso dueño de una estación de radio FM (Fabrizio Bentivoglio), por el contrario, no puede evitar una casi patológica necesidad de mentirle a todo aquel con quien se cruza, en particular a sus dos amantes: una jovencísima estudiante que lo mantiene social y sexualmente ocupado y una mujer de cuarenta y largos que parece ofrecerle un tipo de solaz más relajado y profundo. El guión de Por siempre jóvenes, escrito a seis manos, se ocupa esencialmente de cruzar esas cuatro líneas narrativas para mantener al espectador atento, sostener hasta las últimas consecuencias los equívocos cada vez más ridículos de algunos de los personajes y disparar cada dos o tres minutos un cliché cultural basado en alguna clase de opuesto (juventud/ adultez, deporte/ obesidad, culto/ popular, hecho en casa/ industrial, etcétera). Una serie de encuentros del así llamado Diego DJ –un conductor de radio otrora muy escuchado y ahora desempleado– con los dueños de diferentes emisoras es sintomático del esquema de sketch televisivo que invade más de una escena. Y si bien la película, afortunadamente, nunca cae en el clásico golpe bajo dramático que pretende sumarle a la ecuación innecesarios aires de relevancia, también es cierto que una apuesta al absurdo y el disparate sin ambages hubiera reencauzado la línea humorística hacia terrenos más saludables. Así dadas las cosas, esta comedia rutinaria en casi todos los sentidos, sostenida en gran medida por un reparto absolutamente profesional, genera esencialmente indiferencia y, por momentos, una pizca de vergüenza ajena.
Juventud, previsible tesoro Fausto Brizzi se ha consolidado en Italia como un renovador de la comedia. No es que haya realizado nada demasiado ingenioso, pero sí ha encontrado un nuevo público: los jóvenes. Su mirada sobre la comedia está más cerca de la universalidad anglosajona que de la sátira de costumbres latina, por ello el timing de sus relatos y la humanización de sus personajes logran contrarrestar la tendencia italiana a la caricatura. De guionista pasó a director en 2006, con el exitazo de Notte prima degli esami (sin estreno por aquí), y desde entonces tanto su cine como sus incursiones televisivas han combinado la entrada de una nueva generación de actores con la tradicional esencia del género cómico: el tratamiento ligero de las pasiones humanas. Luego de tratar conflictos juveniles, desacuerdos conyugales y alguna que otra crisis posmoderna, Brizzi aborda en Por siempre jóvenes los dilemas de la nueva vejez. Con una estructura coral que combina las vidas de cuatro personajes que pasaron la cincuentena y lidian con la decadencia física, las postergaciones amorosas, y las ambiciones profesionales, logra algunos momentos divertidos sin correr demasiados riesgos. Lejos quedaron aquellos directores que exploraban las posibilidades del sonido como Jacques Tati, o del espacio como Billy Wilder. Brizi concibe sus comedias apoyado en algunos gags efectivos, en otros muy previsibles, y refugiado en una puesta cómoda y convencional que tiene la risa como única pretensión.
Los años no vienen solos En esta comedia hay momentos divertidos, pero son pocos en comparación con los enredos obvios y antiguos. La vejez tiene su aspecto positivo: por ejemplo, que no te moriste joven”. Si Por siempre jóvenes tuviera más chistes como éste, estaríamos hablando de una comedia medianamente efectiva. Pero las situaciones divertidas están perdidas como islas diminutas en un mar de obviedades. La cuestión es reflexionar y reírse del paso del tiempo y la sobrevaloración de la juventud. Y, sobre todo, de la extrañeza que a veces sienten los que tienen esa edad en la que todavía no se es viejo, pero tampoco tan joven: un período de la vida que se fue extendiendo a lo largo de la historia humana, y que ahora puede abarcar desde los 40 hasta los 70. Tres de los protagonistas de estos cuatro cuentos entrecruzados están pisando o transitando la década de los 50 años. Todos ellos, por diferentes motivos, mantienen relaciones -laborales o amorosas- conflictivas con veinteañeros. Quizá la más cómica, tal vez por la simpatía del antiheroico Pasquale Petrolo, sea la del exitoso conductor de radio, un adultescente que no asume su edad y es atropellado por la realidad al ser desplazado de su trabajo por un imberbe desfachatado. En cambio las otras dos, que abordan romances intergeneracionales, naufragan en enredos que atrasan décadas. Tampoco tiene muchas luces el cuarto episodio, protagonizado por un sesentón vigoréxico que no se resigna a las canas y se dedica a entrenarse y martirizar con ejercicio físico a su obeso yerno. La estética publicitaria -tan afecta a las comedias industriales italianas que llegan a nuestros cines- domina una película que se va volviendo más explícita a medida de que transcurren los minutos: ante la duda de que no entendamos algo, nos lo subrayan varias veces. Y que busca, en vano, complicidad en remanidos guiños nostálgicos a la cultura pop, como Total Eclipse of the Heart, de Bonnie Tyler, o Tuca Tuca, de Raffaella Carrá. Para definir su atracción por una “vieja” de 48, un personaje explica: “Si digo Commodore 64, ella me entiende”. Nosotros también, pero no nos causa gracia.
We are young, we run free Por primera vez Fausto Brizzi, director de Notte prima degli esami (2006) y Maschi contro femmine (2010), se da a la sátira costumbrista y explora el universo de los “finti giovani”, esa gente al borde de los 50 que se niega a envejecer. En Por siempre jóvenes (Forever Young, 2016) está Diego, un glorioso DJ radiofónico de mediana edad que cada mañana se levanta cantando “We are young, we run free” (de Supergrass) pero que, en realidad, tiene problemas de cervicales y debe enfrentarse a la amenaza de un rival mucho más joven y aguerrido en la radio. Está Giorgio, de 50 años de edad, con una novia que podría ser su hija, que se las ve y se las desea para aguantar hasta las cuatro de la mañana en las discotecas y que, paradójicamente, se encapricha de una coetánea suya más tranquila y manejable físicamente, apasionada de los vinilos. Luego están las “cougar” Sonia y Angela; a la primera le privan los “toy boy”, mientras que la segunda, a pesar de sus fuertes dudas, está de pareja con un veinteañero. Por último, Franco es un sexagenario adrenalínico y deportista que no quiere renunciar bajo ningún caso a sus maratones para hacer de abuelo. Brizzi opta por no hacer mención alguna a la cirugía estética en su película y lo apuesta todo a la representación de un estilo de vida. Recorrida por bromas centrales, duetos ocurrente (en especial, el que enfrenta a Lillo y Nino Frassica, que encarna a un sacerdote que dirige la fantasmagórica Radio Amen) y un buen ritmo, Por siempre jóvenes no renuncia a posteriori al efecto de la nostalgia, apuntando al corazón de quien fue joven en los 80 y se emociona escuchando de nuevo a Bonnie Tyler y su "Total Eclipse of the Heart" o a los Alphaville de "Forever Young", que da título al film.
Snobs italianos con rebote planetario El título original es "Forever Young", así, en inglés, pero la comedia es bien italiana. Sólo que el título se ríe de (y con) esos que insertan expresiones en inglés para sentirse en el "top" del momento, y se topan con el abismo del ridículo. Acá hay uno así, que arriesga ser desplazado por alguien más joven. Perdón. Desplazado por alguien realmente joven. Otros tienen otras manías, pero todos afrontan el mismo dilema: pretender que el tiempo no pasa, o asumir las cosas como son y disfrutar la correspondiente etapa de la vida. Ahí está el pendeviejo que insiste en hacer deportes peligrosos para su provecta edad, y están las maduritas que practican otra clase de deporte. El fanático del inglés y del pirateo las pondría en los rubros "cougar" y "milf". Hay más opciones. Lo singular es que casi toda esa gente de edad tiene amantes jóvenes. Pero hay quien insiste en la relación más allá de lo conveniente, y quien sabe retirarse a tiempo, dejando el buen recuerdo. Por ahí va la mano, y llega la moraleja. Dirigida por Fausto Brizzi, se trata de una comedia menor, pero con buenas caricaturas, apuntes acertados y situaciones graciosas (siempre que las sufra otro). Se pasa el rato, y algo se aprende. A destacar, Sabrina Ferilli, que acá dice tener 49 y estamos totalmente dispuestos a creerle. La música es de los '80.
La necesidad de probarse vital en la tercera edad, ha sido no pocas veces materia prima para la comedia. Con esta premisa llega a las salas argentinas Por Siempre Jóvenes, comedia italiana que -aunque no aporta ninguna novedad, ya sea por tema o formato- se muestra funcional a las metas que se propone. Joven aún… Por Siempre Jóvenes nos cuenta cuatro historias: la de una peluquera que tiene un affaire con un joven mucho menor que ella, la de un fanático del deporte a quien la salud le juega una mala pasada y tiene a mal traer tanto a su hija como a su yerno, la de un productor de radio que engaña a su joven amante con alguien de su edad, y la de un DJ que se ve desplazado por un joven un poco arrogante. El guión se nos presenta de forma coral, y durante la primera mitad de la película tiene su interés puesto en desarrollar cada una de las historias, para que luego de la mitad se nos detalle con naturalidad cual es la conexión existente entre ellas. Este procedimiento termina beneficiando al costado cómico de la historia que cumple con lo que se propone, tratándose de humoradas que contribuyen tanto al avance de la trama como al desarrollo de los personajes. Los únicos defectos que le encuentro son que la resolución de una de las historias queda a la deriva y que, llegando al desenlace, el relato incurre en un ligero abuso de la elipsis que contribuye a que este flujo que se sentía natural durante gran parte del metraje, no lo sea tanto. Temáticamente hablando, la película no se queda en el simple temor a envejecer, se atreve a calar un poco más hondo en el por qué de ese temor, lo que radica no tanto en no poder hacer lo que se hacía de joven, sino en que la juventud actual los deje de lado (no pocas veces de un modo irrespetuoso y arrogante). En materia actoral, el plantel de intérpretes está a la altura del desafío, particularmente Pasquale Petrolo, quien da vida al DJ venido a menos; y la particular química existente entre el atlético personaje de Teo Teocoli y Stefano Fresi, personificando a su yerno violinista. Por el costado técnico, no hay mucho que decir ya que es funcional a lo que propone el apartado interpretativo. Cabe aclarar que la selección de los temas preexistentes que componen la banda de sonido está hecha con cierta inteligencia: muchas veces lo que dice la letra está siendo escenificado en ese mismo momento por los personajes. Conclusión: Aunque no ofrece novedades en materia comedia o narrativa, Por Siempre Jóvenes se limita a usar lo conocido para entretener al espectador. Con base en un guión decente, y apoyada por un plantel de actores a la altura de las circunstancias, estamos hablando de una propuesta cumplidora y disfrutable.
Resulta una cálida comedia coral, llena de personajes, enredos y con toques de sátira. Por un lado se encuentra Diego (Lillo), un importante DJ radiofónico de mediana edad, divorciado, que se levanta a las seis de la mañana cantando, aunque tiene ciertos problemas en realidad y un día debe enfrentarse a los cambios porque es reemplazado por un DJ más joven (Francesco Sole) y las peripecias que debe hacer para recuperar su lugar. El caso de Giorgio (Fabrizio Bentivoglio), de 50 años de edad, esta de novio con una jovencita (Pilar Fogliati), le complace todos sus caprichos, hasta que conoce a Stefania (Lorenza Indovina), una mujer de 48 años, apasionada de los vinilos y mas afín a él. Dos amigas que trabajan en la peluquería: Sonia (Luisa Ranieri), es madre del joven Lucas (Emanuel Caserio) y Ángela (Sabrina Ferilli) se enamora de Lucas, en una situación en la que ambas desconocen las relaciones filiales entre ambos. Por último, Franco (Teo Teocoli) es un sexagenario inquieto y deportista que no quiere renunciar a participar de una maratón, aunque sufra del corazón y este a punto de ser abuelo (su hija, Claudia Zanella, y su yerno, Stefano Fresi). Personajes apasionantes en una comedia fresca, irónica y muy divertida.
Una comedia de costumbres italiana –con mucho menos grotesco que la commedia all’italiana, se avisa–, sobre el amor, el trabajo y las relaciones en esa difusa edad que va de los 45 a los 65. Lo que, en cierto sentido, no deja de ser original. Un relato coral, por momentos televisivo pero que se sostiene por la simpatía de sus intérpretes.
Los italianos han sabido aprovechar el consenso acerca de su particular idiosincrasia pasional; sobre la base de esa característica que supuestamente abarca a todo hombre nacido en la tierra de Dante y Fellini inventaron una tradición cinematográfica que consiguió el beneplácito de varias generaciones. La comedia italiana es mucho más que un género asociado a un país; es un mito, y también materia de nostalgia. El último genio de esta gloriosa tradición es Nanni Moretti. Tiene 63 años. Fausto Brizzi tiene unos 15 años menos que Moretti y cree pertenecer a esa tradición. En esta oportunidad, Brizzi dio a luz a varios personajes que sienten el paso del tiempo en sus propios cuerpos e intentó matizar la angustia de lo irreversible con algunas situaciones simpáticas y aleccionadoras: un cincuentón se enamora de una cuarentona, pero está casado con una veinteañera; a un mítico conductor radial le llega su hora de resignar su eterno espacio de emisión central porque la audiencia joven quiere otra cosa; la dueña de un centro estético se enamora del hijo de una amiga que tan solo tiene 19 años; un abogado obsesionado con el deporte debe aceptar la edad que tiene y sus problemas cardíacos. Todos los personajes aprenden algo, no necesariamente la audiencia.
Dicen que los hombres italianos están muy preocupados por la edad, por el paso del tiempo, por la entrada a la vejez. Dicen que para contrarrestar esos estados se buscan novias jóvenes con quienes viven experiencias fascinantes: bailar en boliches de adolescentes, hacer fiestas interminables en casa, vestir ropa de youtubers, pelo largo, o hacer running, etc etc. Esto dicen de los italianos, pero podría ser tema universal, perfectamente. Las parejas intergeneracionales que no funcionan porque, por intereses o gustos musicales siempre es mejor estar con alguien de la misma edad; todo eso parece ser el tema principal de esta comedia italiana de excesivos absolutos y pocos cuestionamientos, en donde las mujeres son tontas, o interesadas, o abusivas y los hombres realmente superficiales. El estreno comercial de esta película italiana de Fausto Brizzi, es la verdadera sorpresa de un producto que bien podría verse en un avión, gratis online o en cualquier otra pantalla sin necesidad de dejar afuera a otra película que tal vez merezca más sala que esta. Evidentemente en estos tiempos las salas comerciales van a ser cada vez más para este tipo de productos; los festivales, y pocas salas alternativas para el cine verdaderamente interesante.
Los tiempos cambiaron y podemos decir que la juventud se ha extendido. Es el tema principal de esta película. Forever Young , como reza el título, es sobre la generación que hoy tiene 50 años y se niega a envejecer, pese a la inclemencia del tiempo, que es implacable, pero que la medicina moderna puede permitirnos disfrutar un poco más de esta vida. Tenemos a un DJ famoso Diego, ( Lillo ) de 40 y pico, que tiene una audición de radio con mucho suceso, pero ve su futuro sacudido por la llegada de un joven DJ-conductor al que ponen como su reemplazo y los esfuerzos que hace por retomar su viejo puesto. También tenemos a Giorgio (Fabrizzio Bentivoglio) un empresario de 50 años, con una novia tan joven, que bien puede ser su hija, que le cuesta seguirle el ritmo y hasta soporta ir a bailar hasta las cuatro de la mañana con tal de compatibilizar , claro que al día siguiente sufre los embates de la edad. Están dos amigas Sonia (Luisa Ranieri) y Angela (Sabrina Ferilli) a las que les gustan los muchachos más jóvenes, a tal punto que la casi cincuentona Angela conoce a Luca (Emanuel Caserio), un joven de diecinueve años con quien comienza una relación amorosa. Por último está Franco (Teo Teocoli) es un sexagenario adrenalítico y deportista que no quiere renunciar bajo ningún concepto a sus maratones para hacer de abuelo del bebe que espera su hija Marika (Pilar Fogliati), y tortura con las comidas a su regordete yerno Lorenzo (Stefano Fresi). El director no hace mención alguna a las cirugías estéticas pero hace hincapié en la representación de un estilo de vida. Utiliza el efecto de la nostalgia de los que fueron jóvenes en la década de los ochenta , con un momento en el que cantan un tema de Bonnie Tyler, Total Eclipse of the Heart, y también suena el tema de Alphaville, Forever Young ( quien dio el título al film). Una gran comedia Italiana, escrita por el Fausto Brizzi, Marco Martani y Edorado Falcone que recuperan la tradición de enredos que hay en estos films . Una satírica e hilarante visión de esta generación que se niega a reconocer que el tiempo pasa y hay que dejar paso a las nuevas generaciones así como también entender que el físico nos pasa factura y hay que aceptarlo. Excelente propuesta para pasar un gran momento con el séptimo arte y reflexionar estos tiempos de grandes cambios, en lo emocional y en lo físico, que debemos soportar los que ya pasamos los cincuenta años.
De un tiempo a esta parte, se ve que en Italia funcionan las comedias sobre la cómoda y confortable vida de la clase media, y sus tribulaciones económicas y sociales en virtud de situaciones como la inmigración, el desempleo y las redes sociales. Este nuevo trabajo de Fausto Brizzi (anoten “Notte prima degli esami” como referencia si quieren conocerlo en esencia), sin embargo se corre un poco de ese target tan de moda en esa industria y explora la cuestión del paso del tiempo en una sociedad donde la cultura imperante (y global), impulsa a no envejecer y detener ese proceso a cómo de lugar. Todo, en un paso de comedia que pretende ofrecer aristas vistosas y divertidas en relación a ese tema. “Por siempre jóvenes” se afirma en una observación sagaz de Brizzi, quien afirma que ya no hay más adultos, (“todos hacen pilates”, dijo en alguna entrevista) sino que hay una descarnada lucha por acercarse al ideal de juventud y belleza que explota en los medios y redes sociales. Ser viejo, o adulto mayor, o estar ahí de serlo, es sinónimo de desaparición. Te vas del radar. Todo lo que importa es la cultura del cuerpo, y quienes mejor la representan son los jóvenes, por una cuestión meramente biológica. Brizzi arma un cuadro de varios cincuentones, por así decirlo, todos muy bien conservados, que enfrentan la cruda lucha por llevar adelante sus inquietudes, en una cruda carrera contra el tiempo. Tenemos a Franco (Teo Teocoli), deportista que no se detiene ante nada en su afán de cuidar el cuerpo, descubre que las cosas ya no son lo que eran, cuando un partido de tenis lo hace terminar en el hospital. Y a eso se agregará otra cuestión que dinamitará su percepción del paso del tiempo… También cononceremos a Angela (la voluptuosa Sabrina Ferilli), quien luego de manifestar su tristeza por no encontrar pareja y charlarlo con una amiga, se relacionará con el atractivo hijo de la misma, de apenas veinte años, en una relación controversial. Por otra parte, Giorgio (Fabrizio Bentivoglio), juega a dos puntas. Vive con una mujer alrededor de 30 años más joven que él, pero comienza una incipiente relación con otra de su misma edad, y más allá de sentirse halagado, vive la contradicción de a quién elegir como pareja estable y monógama. Y finalmente tenemos a Diego (Lillo, figura cómica italiana de gran popularidad), un DJ que acaban de echar de su empleo en una radio y manifiesta su enojo porque además de quedarse sin trabajo, la empresa ha contratado a un animador… joven. Los personajes irán lentamente cruzándose en el recorrido y también desplegarán sus historias individuales, en una trama que no denota demasiada intensidad ni humor. Brizzi elige un correcto punto de partida para su trabajo, pero quizás en su afán de volver a la cinta accesible, pone a los personajes en una situación de confort extremo, que hace que la identificación con ellos sea claramente menor para el espectador promedio. Es decir, la angustia por el paso del tiempo, genuina, no alcanza para conectar si los protagonistas son exitosos y viven una vida casi de ensueño (en relación con los standares locales). Esa sensación de “frío”, de distancia, no colabora con la atmósfera necesaria para sentirnos cerca de la cinta, y a eso se suma un guión que curiosamente, no es demasiado divertido ni explota a fondo la temática que propone. Es demasiado “contenido”, cuando el tradicional cine italiano siempre se caracterizó por detonar los parámetros y subir la apuesta al extremo. Nada de eso sucede aquí. Dentro de las interpretaciones, no hay nada demasiado destacado. Los populares intérpretes siguen los pasos del guión y no aportan candidez ni desenfado a lo que transcurre en las historias. Los rubros técnicos son muy sólidos y la fotografía y la banda de sonido se lucen, señalamiento que a pesar de ser positivo, no alcanza para compensar cierta debilidad en promedio del trabajo de Brizzi. Si buscan una comedia liviana y europea, probablemente podrían darle una chance a “Por siempre jóvenes”, en lo personal creo que esta era una gran posibilidad para que el director jugara con transgredir el paradigma italiano de comedia tradicional, y enriqueciera la perspectiva, con un producto más jugado. Me quedé con ganas de más, sin dudas.
Esta producción instala a la comedia italiana en terapia intensiva, luego de la mediocre “La hora del cambio” estrenada recientemente, invadiendo con un intento de comedia costumbrista, demasiado fallida. Lo que intenta ser, o por lo menos así parece, una pintura de aquellos sujetos a los que el paso del tiempo no les cae nada bien, sin ser realmente representantes de su grupo etáreo mostrados de manera tan patética que no mueven a risa, sino a lamento. Un grupo de mayores de medio siglo de vida, casi todos hombres, son burlados en una cinta que debería haber sido una sátira, pero no lo logra. Una de las razones principales a que esto ocurra lo encontramos en el guión y en el final “happy end” que promueve con todas y cada una de las historias que desarrolla de manera coral. El filme abre con Diego(Lillo), un célebre DJ radiofónico de mediana edad que cada mañana se levanta cantando “We are young, we run free”, pero que, en realidad, convive con sus dolores de cuello y de cervicales y, por si esto fuera poco, es reemplazado por un conductor radial mucho más joven, aguerrido e inmensamente más inculto (Francesco Sole). Giorgio (Fabrizio Bentivoglio) de 50 años de edad, (aclaración al margen, el actor era en la vida real un cincuentón arruinado al momento de la filmación, ya es un sexagenario), con una novia, Marika (Pilar Fogliati), que podría ser su hija y lo exprime hasta las cuatro de la mañana en las discotecas para luego funcionar a base de Dios sabe que, simultáneamente conoce una contemporánea suya más tranquila y adaptable corporalmente Stefania (Lorenza Indovina), apasionada de los discos de vinilo y de Bonnie Tyler con su opus de los ‘80´, “Eclipse total del corazón”. A ellos se les suman las historias de Angela (Sabrina Ferilli); se pone en pareja con un veinteañero, Luca (Emanuel Caserio), situación que siempre critica a una de sus mejores clientas de su centro de belleza, pero la vida sorprende. Por su lado Franco (Teo Teocoli) es un viudo sexagenario adrenalínico y deportista que no quiere renunciar bajo ningún caso a nada que le haga recordar su viudez, ni sus competencias acuáticas, de tenis o a su sus maratones, pero va a ser abuelo, anunciado por su hija Marta (Claudia Zanella) y Lorenzo (Stefano Fresi), su yerno, eso pondrá sus prioridades de cabeza. Todo un “orfeón” de personajes en busca de inmovilizar la marcha del maldito reloj biológico. El director, si bien no recurre al facilismo de criticar las tan mentadas cirugías estéticas, toma partido por hacer una pseudo representación de una forma de vida. Se instala en situaciones duales, tratando de imponer un humor, por momentos chabacano, por otros fatuos, siempre previsibles. Por lo tanto a la ausencia total de sorpresas, aburre. Toda una tragedia para una farsa. Sólo los temas musicales elegidos, que si dan cuenta de una intencionalidad intertextual, pero evidente, aplicando en la nostalgia del espectador, sin golpes bajos por suerte, todo el resto es olvidable inmediatamente. Buenas actuaciones, en realidad hacen lo que pueden con lo que les toco, sobresalen Sabrina Ferrelli y Stefano Fresi. Por lo demás, muy lejos de lo que fuera la gran comedia italiana.