El realizador Manuel Abramovich explora el después de Fabio Cavobiano y su familia. Acompaña y es acompañado y en un doble juego de poder otorga y quita la función de realizador al objeto que analiza. Fabio se pasea por el mundo y confronta a Manuel y entre ambos terminan configurando un filme incómodo, pero que a la vez reflexiona sobre la familia, los vínculos y las decisiones externas.
Rey sol Reconocido y premiado por sus cortos, La Reina (2014) arrasó en casi todos los festivales que participó, Manuel Abramovich debuta en el largometraje con una ópera prima que sigue con el estilo que venía trabajando, donde prevalecen la solvencia narrativa y la originalidad de la puesta en escena. Solar (2016) son dos películas dentro de una. Por un lado tenemos la historia de Flavio Cabobianco, al que algunos recordarán y otros ni siquiera habrán escuchado nombrar. Flavio fue un mediático niño que a principios de la década del 90, con apenas 10 años, publicó el libro Vengo del sol, un fenómeno en ventas de la literatura new age. Veinte años después el libro está a punto de ser reeditado y Abramovich intenta hacer una película documental sobre su historia. La palabra “intenta” en este caso no está usada peyorativamente sino que es literal, porque en el intento de hacer ese documental, el director, se topará con un montón de situaciones que harán que la película termine transformándose en un documental sobre el detrás de lo que iba a ser la primera película. Cine dentro del cine. Por un lado tenemos la historia primaria de Flavio, su hermano Marcos (encargado de velar por la sabiduría del niño prodigio) y sus padres. La trama busca explicar el fenómeno del impacto social y personal que tuvo la edición del libro. Pero por otro lado hay un director (Abramovich) que pierde el control de su película y a un protagonista que pretende asumir ese rol. El conflicto puede hacer que todo quedé trunco y uno de los dos debe ceder. Sin lugar a dudas la gran virtud de Abramovich es la de encontrar historias donde otros no las ven. Otro director tal vez nunca se hubiera corrido de la idea original y no habría visto que el anclaje de la verdadera historia estaba en otro lugar. La dolorosa frustración de un fracaso muta en un posible éxito. Solar es un verdadero hallazgo dentro del cine documental que muchas veces no puede escaparse de sus propios cánones y estructuras. Abramovich rompe con todo eso y ofrece una película fresca, descontracturada, original, con mucho humor y que reconfirma que todas las expectativas que había sobre él eran acertadas.
Tras un amplio recorrido por festivales, el director de Soldado y Años luz finalmente estrena en un par de salas este documental dedicado a la enigmática figura de Flavio Cabobianco. Flavio Cabobianco escribió (o figuró como autor) de un best seller de 1991 titulado Vengo del sol, que lo convirtió -¡con menos de diez años!- en una figura célebre dentro del universo new-age. Iluminado, mesías, comunicador, niño prodigio, lo cierto es que Flavio y su hermano un poco mayor, Marcos, recorrieron los programas televisivos de la época (Susana Giménez, Andrés Percivale-Graciela Alfano, Silvina Chediek) dando cátedra sobre los cambios espirituales que necesitaba el ser humano contemporáneo. Dos décadas más tarde el director de los cortos La reina y Las luces (y que en Mar del Plata acaba de presentar Soldado y Años luz) se plantea hacer una película sobre Flavio, ya un treintañero que sigue recorriendo el mundo dando conferencias e intenta reeditar (con algunas actualizaciones) su exitoso libro. Pero Flavio no está dispuesto a someterse dócilmente a los dictados de Manuel Abramovich. El también quiere agarrar la cámara, tomar decisiones, (co)dirigir. La no-película es precisamente el registro del largo y tortuoso proceso de realización (“quiero terminarlo de una vez y filmar otras cosas”, se sincera en un momento el frustrado Abramovich), de las disputas de poder cruzadas entre el supuesto realizador y el supuesto protagonista, y del entorno familiar (la madre psicóloga y ligada a las prácticas new age aparece como la gran manipuladora de sus hijos). El resultado es inevitablemente caótico, irregular, tragicómico y Abramovich -conciente de las características del proyecto- decide hacer visible las tensiones y conflictos, subrayar el artificio y las dificultades para articular un relato con cierta lógica. De todas formas, el film -sobre todo con las revelaciones que llegan en la penúltima secuencia- es bastante interesante. Así, Solar nos regala unos cuantos chispazos de su creatividad, inspiración y talento.
Solar: la verdad es entretenida y desconcertante En todos los documentales está contenida la cuestión sobre cómo conocer la verdad; en Solar es central al tema y a la forma. El punto de partida es Flavio Cabobianco, quien escribió un libro cuando tenía 9 años, en el que contaba experiencias anteriores a su vida en la Tierra, convertido en figura new age. El film lo muestra de adulto, con sus intenciones de reeditar el libro, y también de chico, a través de material de archivo. El director deja al descubierto hasta qué punto el documental es siempre una construcción, poniendo en escena las tensiones con Flavio por el control del film y la dificultad de llegar a la verdad (de ésta o cualquier otra historia)
No es novedad alguna que hay veces que los padres prostituyen a sus hijos por tener esos 15 minutos de fama que a su edad nunca tuvieron. Lo vemos de manera constante en realities televisivos, en las noticias y hasta en competencias deportivas infantiles de la vida cotidiana. Solar, el nuevo falso documental de Manuel Abramovich, tiene como figura central a Flavio Cabobianco y su momento de gloria, allá lejos en los albores de los años ’90. A la precoz edad de 8 años, Cabobianco presentó en un tour por diferentes programas nacionales el libro “Vengo del sol”, donde procedía a explicar conceptos espirituales de sus vidas pasadas y el cómo había venido a la Tierra con una misión por cumplir. Además de dejar boquiabiertos a los entrevistadores y al público en general, fue tildado por los medios como prodigio y hasta niño Índigo, pero 20 años después su realidad es otra. El objetivo del documental era correr el velo a tanto misterio, pero en el camino Abramovich se cruzó con un pequeño gran escollo: el Flavio adulto, ansioso de volver a figurar con la reedición de su obra. A hombros de un documental hecho y derecho y un falso documental, donde la tirantez entre el director y su estrella se nota forzada, es que transcurre Solar, un hábil tire y afloje que descubre lo que muchos casos realmente son: una farsa. No hay muchas medias tintas para desenmascarar. El Flavio crecido es una persona que sigue siendo espiritual, pero al mismo tiempo lo fascina la cámara, tanto que el mismo Abramovich le proporciona una para grabar su vida diaria, y los primeros minutos del film lo tienen como protagonista exclusivo. Tan exclusivo que es un documental condenado al fracaso. Flavio se torna realizador secundario, y Mariano tiene que jugar a dejarse dirigir, algo para lo que no está preparado y no es el eje de lo que pretende mostrar en su trabajo. Tarde o temprano conocemos al hermano mayor de Flavio, Marcos, quien también fue partícipe del suceso del otro pero reniega de ese capítulo familiar, y a la madre Alba, quizás la titiritera detrás de este movimiento new age, aunque ambos no cambian el panorama de la situación. ¿Ha sido todo un engaño minuciosamente pergeñado? ¿Tiene un ápice de sentido lo que se escribió en esas páginas? El clan Cabobianco encierra interrogantes entre sí, pero no es tarea del director explorarlas sino sobrevivir a su criatura que planea comerse toda la película. Y así lo hace. Solar es un documental a medias, fallido por el ego de un ser de luz que necesita constantemente ser el centro de atención, como lo fue en su infancia, todo lo contrario de un hermano que intuye que ambos fueron canales para los delirios místicos de su madre psicóloga. El destapar un fraude suena a un documental de oro, pero Solar no se permite eso. Los Cabobianco no acceden a hacerlo con su rigidez y con el hambre de cámara de Flavio. En las últimas escenas hay una confesión en off que es la piedra fundacional de toda la película, pero también se nota como un recurso conciliatorio entre director y protagonista, algo sacado a la fuerza y con pocos méritos. Pero si sirve de consuelo, es inspirador y hasta aterrador hasta dónde puede llegar la gente para seguir alimentando una mentira de décadas. Y en ese aspecto, Solar sobresale con creces.
Este raro documental argentino recupera la figura de una especie de precursor de la divulgación new age, Flavio Cabobianco, niño prodigio y autor de un libro sobre espiritualidad que lo llevó por los canales de televisión. Pero es también un registro de las dificultades que tuvo el director para lidiar con su protagonista, hoy adulto, y con sus propias ideas sobre el momento de hacer la película que quería. Desprolija, interesante y original.
Solar, de Manuel Abramovich Por Mariana Zabaleta El juego de los niños no tiene reglas rígidas, la única ley que impera es la improvisación que surge de la fuente de la imaginación. Jugar a ser otros es adoptar y “copiar” gestos, roles, registros del habla y el hacer. Mucho de ello se encuentra en la actuación, la dirección, el registro activo y, aparentemente objetivo, de la cámara da espacio a estas performances. Solar explota estos recovecos, el adentro y el afuera son simplemente un punto de vista, lo material y lo metafísico son el correlato de las fuerzas en tensión de la puesta. La figura de Flavio Cacobianco parece la excusa, Vengo del sol se presenta como una experiencia familiar. La figura de una madre, fuerte presencia relatora, construye un nicho en la figura de sus hijos. Enigmática, compleja, y por momentos ruda, artífice apóstol señaló y compiló los dichos de sus hijos en el mencionado título. Repercusiones mediáticas de por medio, contemplamos archivo audiovisual que muestra los jóvenes niños siendo interrogados. Un presente nacional complejo, heridas de una comunidad que aun no podían ser tratadas quizás encontraron su consuelo en estos pequeños rostros mesiánicos. No sabemos si Abramovich y Cacobianco se conocen de antemano, lo suponemos y buscamos los indicios en el trato. Al romper con la cuarta pared, la propuesta torna enigmático todo el entorno, la historia de una realización son los relatos de un colectivo: protagonistas y realizadores intercambian roles multiplicando el interés de la puesta. Solo se torna fluida la expectación si permitimos, en pleno uso de confianza, creer en la espontaneidad que se presenta. Nunca olvidamos que es un juego, lo que la cámara registra podrá ser mil historias. SOLAR Solar. Argentina, 2016. Dirección: Manuel Abramovich. Guión: Fernando Krapp, Javier Zevallos, Manuel Abramovich y Flavio Capobianco. Fotografía: Manuel Abramovich y Flavio Capobianco. Edición: Anita Remón. Sonido: Sofía Straface y Julia Castro. Distribuidora: Cinetren. Duración: 76 minutos.
Es, según su director Manuel Abramovich, una película fracasada, de la que aprendió mucho. Es la historia de una lucha de poder entre el protagonista y su director, sobre como hacer la película, que la aleja de un documental tradicional para meterse en las aguas de la originalidad. Ese objetivo la hace atractiva, definitivamente distinta. Peor el objeto de su trabajo es nada menos que Flavio Cabobianco, que cuando era un niño de 10 años, en 1991, salto a la fama mediática, en pleno auge new age, que lo llevó a programas como el de Susana Gimenez y o el de Graciela Alfano con Andrés Percivale, como se ve en el film. Es que había escrito un libro “Vengo del sol” donde filosofaba sobre dios y otros universos, y comentaba que lo había comenzado a la edad de tres años. Y lo que se ve en el film es a ese chico transformado en un joven de 20 años que se filma con la cámara que le dio el director y discute todo el tiempo con el. Pero también permite ver a su madre y a su hermano y las discusiones familiares sobre lo que paso y su presente. Y un hermano que tiene mucho que decir. Pero son solo jirones de una familia y como quedó en la actualidad, que es un aspecto rico, que despierta curiosidad y es poco mostrado.
Este film se encuentra en gran parte rodado a través de la cámara en mano donde el protagonista nos muestra su vida cotidiana, parte de su historia cuando Flavio Cababianco, era un niño de 8 años (en los 90) y ya había publicado su libro donde contaba sus experiencias diciendo que venía del sol y con ese material fue recorriendo distintos programas de televisión (Susana Giménez, Graciela Alfano, Andrés Percivale, Juan Alberto Badía, Silvina Chediek, entre otros) desde su niñez hasta la adolescencia, solo y junto a su familia. Ahora quieren reeditar el libro. Esta es la opera prima de Manuel Abramovich, compitió en el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI XVIII). Si bien es un documental fresco y sincero, con toques de humor, le falta ritmo, dinamismo y tal vez el tema no atrape a todo el mundo
Una película en busca de su director. El primer film de Abramovich subvierte usos y costumbres del cine, cediendo decisiones de puesta en escena a su bizarro protagonista. Como ocurre con las liebres en la ruta, que por quedarse mirando fascinadas las luces que vienen de frente acaban reventadas en el asfalto, así parece haber atravesado Manuel Abramovich la realización de Solar, su primera película. Porque aquello que comenzó como el proyecto de retratar a Flavio Cabobianco y su familia termina siendo (también) el registro de un proceso que lo fuerza a desmontar sus certezas acerca del cine. Cabobianco cuando junto a su hermano Marcos deambuló por la televisión como autor del libro Vengo del sol, relato de aristas espirituales enmarcado dentro de la cultura new age. Pero Abramovich está menos interesado en mostrar a los chicos Cabobianco hablando con Susana Giménez, Andrés Percivale o Silvina Chedieck sobre su misión como comunicadores de una nueva verdad universal (o algo así), que en tratar de entender quién es Flavio Cabobianco y cómo conviven él, su hermano y su madre con aquellos años a los que es imposible no ver con cierto escepticismo. Sin embargo no utiliza su cámara para juzgar, sino que se dedica a registrar la vida de los Cabobianco para ir dándole forma a un relato que conforme avanza irá haciendo evidentes las fisuras que el tiempo ha ido abriendo entre ellos. Del mismo modo Abramovich no teme exponer las grietas que irán resquebrajando sus propias convicciones cinematográficas. El cine es un sistema basado en la manipulación en el que el poder se construye de forma piramidal, de arriba hacia abajo. En el vértice superior de esa estructura se encuentra el director, amo y señor de lo que ocurre en escena. En contra de eso, desde el comienzo en Solar parece haber una subversión de los usos y costumbres, con el protagonista grabándose a sí mismo en sus actividades cotidianas. En ese proceso, que constituye el primer cuarto de la película, parece no haber un director, sino un personaje tomando sus propias decisiones, sin que ninguna de ellas parezca justificada más allá de la evidente pulsión del ego. Se trata, claro, de una decisión tomada por el director, pero conforme avanza el relato se vuelve cada vez más evidente que el recurso se le termina yendo de las manos. Y para cuando intenta con tibieza retomar el control ya es muy tarde. En Solar no hay obediencia debida y una escena clave marca el rumbo definitivo de la película. Abramovich sienta a Flavio a tomar un café en la calle y le da indicaciones mientras lo filma: tomá un trago, comé un pedazo de torta, mirá ese auto que pasa, ahora mirá para el otro lado. Cabobianco obedece hasta que se harta y ante la enésima indicación inútil mira a cámara, dice que no con firmeza y sigue con lo suyo pero ya sin que medie la orden del director. ¿Cuál es el resultado? Que nada cambia y la escena sigue siendo la misma. ¿Es acaso Solar una reflexión acerca del rol del director dentro de la trama de un arte de construcción colectiva como el cine? Sí, quizá también sea eso. Pero ocurre que cuando el personaje se revela abiertamente tratando de ser él quien toma las decisiones, la película se vuelve también una comedia. Y las preguntas se multiplican: ¿cuántas películas consiguió meter Abramovich dentro de Solar? Como un espiral que se va abriendo para permitir siempre una nueva vuelta, el relato se va ampliando, generando nuevas capas. En ese girar, que en principio parece marearlo, el director pronto encuentra un orden y a él se resigna. Es en ese momento en que la película comienza a fluir con naturalidad asombrosa. Si al comienzo el montaje mostraba una incómoda sucesión de fragmentos en los que era difícil reconocer una dirección clara, a partir de ahí Solar avanza de manera sostenida, con planos más largos que a diferencia de los anteriores, caóticos, van construyendo un cosmos. Como si el orden universal que predica el clan Cabobianco finalmente le aportara a la película la lógica que Abramovich no conseguía hallar. De esa manera Flavio, el chico solar, vuelve a convertirse en el centro: antes de un libro, ahora de esta película, y Manuel es apenas otro planeta orbitando en torno a él. Sobre el final una tirada de I Ching viene a sintetizar, a resumir pero también a condensar, todo aquello que Solar ofreció de manera desbordada, una lectura inmejorable de la película. Del mismo modo la secuencia final, construida a partir del plano y el contraplano del director y su personaje filmándose mutuamente, logra poner en imágenes aquella dualidad que atravesó todo el relato.
Egos y trascendencia Eran los noventa, Argentina esperaba salir del pozo con el menemismo pero rápidamente algunos se dieron cuenta de la falacia y digamos que la fiesta de pocos se transmitía por cadena nacional. El hoy reelecto Senador Carlos Saúl I bailaba con odaliscas en lo de Mirta mientras el desfile de impresentables aplaudía bocado tras bocado de pizza con champan. Pero de repente la diva Susana G. tuvo como invitado a un niño, Flavio Cabobianco, transmitía sensibilidad, con un léxico cuidado y estaba allí para promocionar su libro Vengo del Sol. El tour mediático no se hizo esperar y gracias a los VHS conservados se pudo ver a ese niño en programas diversos, desde los más chantas hasta los supuestos programas serios como el de Silvina Chediek y sus incisivas entrevistas, o el de Andrés Percivale con una Graciela Alfano que actuaba de inteligente. El niño contestaba todo, decía que tenía una misión, que había que fluir y que la muerte no era el final. Vengo del Sol era su libro, una recopilación de sus experiencias y diálogos con su madre en un estado de conciencia superior. Pasó la New Age sin pena ni gloria, el menemismo, Mirta y Susana siguen en TV, pero Flavio ha acumulado barba, saberes, charlas y ahora quiere dirigir un documental sobre sí mismo. Su hermano no está convencido de acompañarlo en el emprendimiento, tal vez por el ego y el pasado; tal vez por la poca necesidad de trascendencia aunque hay un director, Manuel Abramovich, que tras exitosos cortos busca su ópera prima documental. El ABC de todo documental señala la importancia del conflicto, exponer las contradicciones de esa tensión irresuelta entre la representación y la realidad. ¿Qué es verdad?; ¿Cuánto de espontáneo se puede ser? y en definitiva: si prevalece el contenido y la forma por encima de la estética. Estética y ética aparecen una al lado de la otra y como reflejo distorsionado transitan por la frontera de querer creer lo que se cree. Flavio Cabobianco puede ser una construcción de los relatos de una madre omnipresente, quien desfiló por la galaxia mediática, cruzó fronteras y vendió el producto de la espiritualidad durante muchos años. Solar (exhibida en el BAFICI del año pasado) tal vez es la mejor herramienta catártica para confrontar con el pasado, para desmitificar y desacralizar la construcción ficticia de un niño prodigio, para encontrarse con este Flavio que no sólo quiere protagonizar su documental sino que pretende dirigirlo y enseñarle a Manuel la mejor lección de su vida: nada se controla, nada se termina y tampoco nada se empieza. Trascendencia versus ego vaya paradoja; espiritualidad profunda que necesita pantalla, vaya paradoja doble y un director de documentales que fracasa y hace de ese fracaso un material rico -cinematográficamente hablando- con muchas ideas en fase experimental, que a veces llegan a buen puerto y otras se pierden en los devaneos a cámara de Flavio Cabobianco, de su personaje que vino del sol y que conmovió a miles con sus palabras y enseñanzas para quedarnos reflexionando sobre el poder de la imagen y lo que ésta representa.
“Demasiado ego” es un buen disco de Charly García. También es una expresión que le cabe a Solar, la película que no busca ser una película o que pretende ser el registro de la imposibilidad de hacer una película. Desde el comienzo, la utilización de la cámara como un juguete tecnológico por parte del protagonista entra en consonancia con una idea que demanda un tipo de espectador capaz de soportar la negación del encuadre, la saturación de un sonido sucio y la paciencia para observar primeros planos recurrentes. Se puede participar del juego, o apenas soportarlo. Esa es la cuestión. Hay un objeto en cuestión: una familia cuyos hijos, en la década del noventa, se dicen “misioneros”, “comunicadores”, almas que tienen algo que transmitir en la tierra. El menor de ellos, Flavio Cabobianco, escritor precoz, publicó un libro llamado Vengo del sol y se convirtió en una atracción mediática. Esta historia puede seguirse a partir de archivos de programas seleccionados y mostrados a lo largo del documental. Pero la película de Abramovich es otra y corresponde al presente, un mosaico de escenas en las que el director propone una discutible performance que consiste en hacernos creer que registra un proceso en el cual intenta filmar al Flavio adulto, a su madre y su hermano. Si todo documentalista establece un pacto con sus protagonistas, aquí la escenificación de dicho contrato no logra evitar las costuras. ¿De qué modo admitir líneas de diálogo donde se escucha al director decir “me gustaría filmarte yo”, o susurrar cómo tienen que posar? Del mismo modo, ¿hay que tomar en serio las palabras del protagonista cuando expresa “qué foco tan choto” o “es lo mismo que me acerque o haga un zoom”? ¿Hay alguien capaz de creer que Solar es un proyecto que se le escapa de las manos a su realizador? Si la respuesta es afirmativa, entonces se encontrará antes que placer, un material valioso para todos aquellos que escribirán diatribas sobre la muerte del autor, o un discurso acerca la tensión entre la ficción y la realidad, entre otros posibles asuntos elegantes. También hay muchos ruidos en Solar. Los ruidos externos son molestos y provienen de sacudir la camarita con la que juega el protagonista. Pero también están los otros ruidos: las charlas filmadas como si fueran espontáneas, el tono pedante y la pose de ese murmullo dando indicaciones detrás de cámara. Pero sobre todo, la fachada cool de reality, siempre al límite del culto a la afectación. La palabra tramposa en estos casos siempre será “búsqueda”. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Flavio Cabobianco, quien lleva la voz cantante de éste documental dirigido por Manuel Abramovich fue hace más de 20 años un chico distinto. Junto a su hermano mayor, Marcos. Tuvieron su gran momento de reconocimiento público a comienzos de la década del ´90, cuando eran convocados a hablar de sus experiencias sensoriales y telepáticas, contadas en un libro titulado “Vengo del Sol”, redactado por Flavio a los 10 años, pero que lo había comenzado a escribir dos años antes En ese entonces llamó tanto la atención que fue un suceso de ventas y eran invitados a charlar en emblemáticos programas de televisión, animados por recordados conductores de aquella época. Cuando parecía que en el futuro los hermanos se iban a destacar dentro de la sociedad desaparecieron, o los medios se olvidaron de ellos, o prefirieron correrse del protagonismo y escudarse en el anonimato. Aquí no se esclarece la situación. El film intenta recordar y rescatar lo que ocurrió en sus vidas buceando en archivos televisivos y con los testimonios de la madre. El relato no tiene consistencia, no se sabe qué es lo prioritario, si el recuerdo o puntualizar las acciones de Flavio, porque se filma a sí mismo como si fuera un simple video casero. Las imágenes son en “crudo”, porque lo vemos acomodando constantemente la cámara o complicado con hacer foco. También aparece en pantalla el director, quien tiene diferencias de criterio con el protagonista, además se ve a la sonidista mostrándonos el backstage de la película. Pero insisto, no se explica lo que quieren contar. Si mostrarse como filman y encaran el plan o rememorar lo que fueron, a modo de auto homenaje en vida. Pero más inexplicable es que hayan conseguido financiamiento para realizar este proyecto.
Los que tenemos cierta edad recordamos, vagamente, el fugaz paso por la televisión de Flavio Cabobianco, un niño que a principios de los ’90 empezó a circular por los medios tras haber escrito un libro titulado “Vengo del sol”, una suerte de texto new-age que sorprendía por venir de un púber que encima decía haber empezado a escribirlo… a los tres años. Con su hermano Marcos, unos años mayor, y con su madre detrás de cámara (y de todo el andamiaje), el locuaz e inteligente Flavio se convirtió en una celebridad breve e instantánea. Pasaron los años, poco y nada supimos de los Cabobianco fuera de los circuitos new-age que pululan por el mundo. Aquí, el director del corto LA REINA lo reencuentra para ver qué es de su vida hoy. Eso, en realidad, se resuelve fácilmente (ya lo verán) y lo que termina importándole al director es armar un documental en el que el realizador y el sujeto “documentado” discuten por ver quien controla el relato. Es así que SOLAR ocupa la mayor parte de su tiempo en poner en escena ese conflicto ya que Abramovich tomó la decisión de darle la cámara a Cabobianco para que él se filmara a sí mismo y luego el ahora treintañero gurú espiritual quiso tomar el control de la narración, de qué se filma y cómo. No hay dudas que el tema de la relación entre documentalista y sujeto documentado da para varias tesis y cursos académicos, pero aquí por momentos la discusión sobre el dispositivo domina tanto el relato que prácticamente se pierde la historia de Flavio, con todas sus peculiaridades, las que pasan a segundo plano y parecen más ricas de analizar por momentos que los debates sobre lentes, cámaras o iluminación. Los mejores momentos del filme aparecen cuando los dos temas se funden bajo la cuestión de la autoría, ya que tanto el documental como el libro “mítico” ponen en discusión quien es, finalmente, el autor: ¿cineasta o sujeto? ¿Niño peculiar o madre ambiciosa? En cierto modo SOLAR es la crónica de un fracaso: el de Abramovich siendo doblegado por su sujeto, quien parece terminar ganando la pulseada, boicoteando el documental desde adentro. Ese “fracaso” genera sin dudas grandes momentos cinematográficos: algunos reencuentros y conflictos familiares (el gran personaje parece ser en realidad el hermano) y algunas discusiones reveladoras entre el director y su muy sagaz e ingenioso (aunque un tanto insoportable) sujeto, a los que hay que sumar los insólitos materiales de archivo. No hay que desestimar, de todos modos, que buena parte de esos conflictos no sean del todo reales, sino parte de un juego metalinguístico de un documental que quizás tenga más elementos ficcionalizados de los que suponemos. Es noble y valioso el intento del realizador de alejarse del documental convencional, pero aquí tal vez se topó –al menos en apariencia– con un hueso demasiado duro de roer.
Manuel Abramovich debuta en el largometraje con su película Solar que fue parte de la competencia argentina del 18 BAFICI. Abramovich viene del cortometraje, con mucho éxito y grandes trabajos como La Reina, ganador de numerosos festivales. Con Solar debuta en el largometraje, pero manteniendo sus características a la hora de filmar. Solar es un documental, o por lo menos eso intenta. La idea es registrar la reedición de un libro escrito por Flavio Cabobianco que en la década de los 90 fue un suceso mediático. Cuando digo que intenta ser, es porque a medida que avanza el documental Flavio le complica las cosas al director y, como ya supo “resolver” en otros trabajos, Abramovich se nutre de eso para sacarle más jugo a su película. Abramovich demuestra, en su debut en el largometraje, que a la hora de realizar un documental en cualquier lado hay una historia, un hecho o suceso digno de ser mostrado. Pero esta premisa no es válida para todos, es válida para él que en Solar, como dice el dicho, consigue sacar agua de las piedras.
Solar es dos películas en una, las dos extraordinarias pero que se eclipsan la una a la otra. La secuencia introductoria es perfecta y pertenece a una de esas dos películas. Vemos imágenes de un hombre que se graba a sí mismo en un viaje, de forma amateur. No entendemos quién es ni qué está haciendo. Habla acerca de la cámara que le prestaron, con la que está grabando esas imágenes. Al final, con la imagen de una ciudad nocturna vista desde el avión (probablemente Buenos Aires), escuchamos un diálogo telefónico entre él mismo y un tal Manuel (que no es otro que Manuel Abramovich, el director de la película que estamos viendo). Manuel le dice que le gustaría filmarlo, que no alcanza con que él se filme. Que ya grabó escenas con su madre y su hermano, pero necesita grabar algunas con él. “No lo sé, dejame sentirlo, tengo que ver la parte operativa”, contesta el hombre. Y vamos al título. Una de las películas es esa: un documental sobre un tipo que no se deja dirigir por el director y que exige todo el tiempo ser él mismo quien dirija la película. Pero ese tipo, que se llama Flavio Cabobianco, es fascinante como sujeto de un documental. A los 10 años publicó el libro Vengo del sol, que fue un best seller, y con él recorrió todos los programas de la época: fue a Hola Susana, a Graciela y Andrés (el programa de Graciela Alfano y Andrés Percivale), a El show de Cristina, estuvo con Badía y con Silvina Chediek. Ahí, esa especie de niño superdotado y a la vez con un aura sobrenatural y medio new age, contaba que todos los seres humanos veníamos del Sol, que él era de los pocos que podían recordar su vida previa a su nacimiento. ¿Qué fue de la vida de ese niño hoy? ¿Qué rol jugaron en su vida, y en el libro, su madre y su hermano? Esa es la otra película. Hacia el final de Solar, Abramovich capta un diálogo extraordinario entre Marcos, el hermano de Flavio, y la madre de ambos. En ese diálogo se ponen al descubierto los conflictos familiares ocultos detrás de aquel libro famoso y de la gira mediática de los hermanos (Marcos acompañó a su hermano a los programas). Esa escena y una posterior en la que Flavio y el director suben una montaña y conversan, dejan entrever que fue la madre la que influyó en sus dos hijos para lograr un objetivo quizás económico, o tal vez apenas de reconocimiento mediático. Pero esa otra película queda insinuada, y esa insinuación despierta el interés del espectador, que no termina satisfecho. Al final, no terminamos sabiendo demasiado acerca de la familia Cabobianco, o no lo suficiente. Y ese diálogo en el que Flavio compara su libro con la película, en el que se interroga acerca de quién es el verdadero autor de uno y de la otra, genera una especie de cierre ilusorio: no es lo mismo la historia del libro que la de la película. En el primero, adivinamos una madre manipuladora, columna vertebral de una familia disfuncional; en la segunda, nos interrogamos acerca de quién es el autor de un documental. Son dos cosas igualmente interesante, pero completamente distintas.