En “Solo” (Argentina, Uruguay, Holanda, 2013) el protagonista Nelson (Enrique Bastos) deambula en su rutina cansino y apocado. Busca algún indicio que pueda ofrecerle un cariz diferente a sus días, y más allá que la música, y en particular la trompeta le permiten algún escape, el entorno en el que desarrolla su profesión no es el más adecuado para poder explorar muchas opciones. Será por eso que el director Guillermo Rocamora en su ópera prima se permite detenerse en la vida de Nelson para hablar de algunas instituciones en decadencia y que han erigido su poder desde una impronta que ya casi ni posee razón de ser. La posibilidad de contemplar los días de este músico que sobrevive gracias a su aporte a una banda militar mientras sueña, nostálgico, con poder vivir como un exitoso músico en la vida real, generan una empatía con el protagonista de manera inmediata. Y justamente esta conexión que se produce con el personaje posibilita la superación de algunas situaciones que no hablan bien de él, como para el caso el desapego que mantiene con algunos vínculos cercanos a él. En la relación que tiene con Nelly (Claudia Cantero), en su eterna indefinición ante el vínculo que desea mantener con ella hay algo maniqueo que además permite comprender aún más la psicología de este personaje. Porque si así se mantiene alejado con la persona que más desea estar con él, que le cocina, lo espera, lo escucha, los otros acercamientos, con su madre (Marilú Marini) o la empleada de ésta (Rita Terranova) también hablan de cómo la vida le presenta personas y él va descartándolas sin siquiera reparar en la pérdida. Pero cuando una posibilidad se presenta, la de participar en un certamen de canciones inéditas, con su propio material, su vida se ilumina, y de esa primera parte contemplativa y bucólica, pasamos a una etapa luminosa en donde la música le abre los ojos intempestivamente hacia un mundo nuevo. Claro está que para poder cumplir con las leyes narrativas, Nelson deberá tomar una decisión que lo acerque a su sueño o que lo aleje, porque al mismo tiempo que la suerte comienza a girar el tablero a su favor el guión le pondrá un obstáculo que quizás le coarte su capacidad creativa o no. “Solo” es una película íntima y contemplativa sobre la vida de una persona que sólo quiere vivir para lo que viene haciendo desde niño, pero que además intenta superarse y no quedarse sólo con lo malo y lo negativo que hasta el momento se le vino presentando. Interesante coproducción que reposa en un personaje para hablar de un micro universo particular. La habilidad de Rocamora radica en crear una inmensa historia desde una anécdota, que termina, además, universalizando su propuesta.
Melodías antárticas. Como su título lo indica, Solo (2013) es una película sobre la soledad interior y la imposibilidad de comunicar los vaivenes y el magma que insufla nuestra voluntad. La ópera prima del director y guionista Guillermo Rocamora se adentra en el mundo castrense uruguayo para ver a través de los ojos de un trompetista de más de cuarenta años, miembro de la banda de la Fuerza Aérea. Nelson ensaya con sus colegas en el cuartel y respira la vida militar, pero no se conforma con su carrera. Para escapar de alguna manera de las marchas castrenses, de su hostil esposa y de su anciana madre, el músico busca algunas composiciones y las revive para presentarlas en un concurso musical. En medio del certamen le anuncian que debido a los festejos por la conmemoración de la llegada de Uruguay a la Antártida, Nelson será enviado como representante de la banda y del cuartel a la lejana base, por lo que si su dúo con otro compañero llega a la final del concurso no podría presentarse. El dilema pone al músico en aprietos y lo lleva a reflexionar sobre su carrera militar y su deseo de componer y editar un disco con sus canciones. Mientras conoce a una mujer que se interesa por él y reúne el dinero necesario para inscribirse en la competencia, su superior en la banda le confirma que él será su sucesor, lo que corre el eje de sus preocupaciones, permitiéndole ver su futuro con otra perspectiva. Rocamora expone en Solo la disyuntiva del protagonista a través de primeros planos que demandan de los actores gesticulaciones lacónicas para reforzar la propuesta realista. Con buenas actuaciones, el opus sale adelante creando una atmósfera militar que oscila entre el rigor y esa relajación que impera en las fuerzas armadas de los países del sur del continente, dejándole al guión pequeños momentos que le dan color a la película. Las canciones románticas compuestas por Alejandro Franov e interpretadas por Enrique Bastos siguen el camino de la música popular latinoamericana del estilo de Armando Manzanero. Durante todo el film disfrutamos de las melodías mientras nos adentramos en el drama personal de Nelson, que interpela a todos los seres humanos con inclinaciones artísticas que deben elegir en algún momento entre lanzarse a una carrera incierta detrás de su talento o continuar con la rutina en detrimento de una parte del ser que clama por una oportunidad bohemia a explotar. La calidez de la propuesta de Rocamora y la gran reconstrucción de la vida militar hacen de Solo una buena película de actores en la que desde un comienzo somos llamados a reconocernos en el personaje de Nelson para pensar nuestras propias vidas y ver qué estamos haciendo con ellas, en pos de entender hacia dónde vamos. Sólo queda saber cuál será su elección y si su vida irá por los fríos designios del continente helado como los pingüinos, o si elegirá el cálido impulso de las melodías románticas.
Para saber lo que es la soledad Nelson (Enrique Bastos) es el reputado trompetista de la banda de la Fuerza Aérea Uruguaya, pero en realidad quiere otra cosa: su sueño es cantar temas propios, sacarse el corsé de los clásicos militares. Ese es el punto de partida de Solo, uruguayísima, en el sentido más artístico del término, ópera prima de Guillermo Rocamora que, después de girar durante algunos festivales en los últimos años, alcanza su estreno comercial esta semana en un par de salas porteñas. Filmada cuatro años atrás, Solo acompaña a Nelson en su monótona, solitaria vida diaria, limitada al cuidado de su madre enferma (Marilú Marini) y a una suerte de relación amorosa con su enfermera después de ser dejado por su mujer (Claudia Cantero). El factor sorpresa llega cuando se inscribe en un concurso para canciones inéditas, acercándose así a la posibilidad de llegar a su meta, al tiempo que en su trabajo le ofrecen un viaje a la Antártida que difícilmente pueda rechazar. Rocamora construye una ópera prima atravesada por ese tono entre tristón y melancólico que campea en gran parte de la producción proveniente del otro lado del Río de la Plata sin caer en la solemnidad, convirtiéndola en una suerte de derivación de Historias mínimas, de Carlos Sorín. Sin embargo, son justamente esa amabilidad y pequeñez las que a la larga terminan configurando cierta sensación de estiramiento, de deriva narrativa, como si la película flotara sin arriesgarse a llegar a donde sabe –y quiere– hacerlo.
Entre lo que se debe y lo que se quiere hacer La ópera prima del director uruguayo Guillermo Rocamora cuenta la historia de un trompetista de la banda de la Fuerza Aérea que desea desarrollarse musicalmente. Solo(2015) muestra la necesidad que tiene el ser humano de realizar lo que realmente lo hace feliz y las frustraciones que aparecen durante la búsqueda. Como su nombre lo indica, Solo narra la vida de un protagonista: Nelson (Enrique Bastos) es un músico que anhela concretar los sueños de su infancia y transformar su monótona vida. Si bien es el mejor músico de la banda de la Fuerza Aérea, y posiblemente lo asciendan a director, considera que allí no puede consagrarse como le gustaría. Tras el abandono de su mujer, encuentra en un concurso para compositores la oportunidad de ser reconocido a través de su arte. Pero deberá elegir entre los deseos y las obligaciones, cuando en su trabajo surge un inesperado viaje a la Antártida que coincide con la fecha de la final del certamen. El carácter tranquilo y paciente de Nelson, que en muchos momentos se transforma en resignación, pone de manifiesto una problemática con la que el público se sentirá identificado. ¿Por qué hay que relegar los sueños? ¿Hasta qué punto es más importante la necesidad económica? ¿Es posible no sentirse frustrado? Estos son algunos de los interrogantes intrínsecos del film de Rocamora. Con un tono solemne y melancólico, Solo indaga estas cuestiones existenciales mediante su protagonista. Y en el intento de sobreponerse y cambiar su situación se hace presente un valor fundamental, con el que se demuestra que no hay que conformarse con una realidad que puede parecer “cómoda”. Por otra parte, también se marca la necesidad de un acompañamiento afectivo ya que, luego de ser abandonado por su mujer, su única familia es su madre, interpretada por Marilú Marini. La película de Rocamora es interesante porque a partir de su historia se puede hacer un paralelismo personal. Sin embargo, detalla tanto cada paso de Nelson hacia su consagración, que hubiese sido preciso continuar en esa línea hasta el final. Y por esa razón los últimos minutos dejan sabor a poco. Solo transmite lo que se propone, tanto a través de la historia como de la correcta interpretación de Enrique Bastos. Pero lo más relevante es que plantea interrogantes que deberá descifrar cada espectador al retirarse del cine.
Mínima, íntima y sensible Humanismo, sensibilidad, historias mínimas y en este caso también íntimas: sin altisonancias, en el medio tono amable, tibio y sencillo que tan bien se corresponde con la cotidianidad que refleja: todos elementos, incluidas las ligeras pinceladas de humor, que tienden a definir en gran medida al cine uruguayo más interesante de los últimos años. No extraña que Guillermo Rocamora, que hace aquí su debut en el largometraje, haya participado en Whisky (2004), de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, título clave del fenómeno iniciado poco antes por los mismos autores con 25 watts. En Solo, lo cotidiano también ocupa un lugar decisivo. Todo gira, como sugiere el título, en torno de un personaje, Nelson Almada, el primer trompetista de la banda de la fuerza aérea uruguaya, a la que pertenece desde hace más de dos décadas. En una primera parte el film se concentra en la descripción de su rutina diaria, hecha de su vínculo con la banda más que de una relación matrimonial que ha desembocado en la indiferencia o de sus esporádicas visitas a la madre enferma y a su hermana. A los cuarenta y pico, su crisis de la mediana edad se manifiesta en un deseo de liberarse de esa monotonía y retomar el viejo sueño postergado de convertirse en compositor de canciones. Hombre de pocas palabras, las inquietudes de su interioridad no se traducen en líneas de diálogo, sino en las expresiones de su rostro o en sus conductas. Así, lo vemos dispuesto a empezar de nuevo, como lo sugiere la foto de infancia en que aparece empuñando la trompeta y en el rescate de partituras y grabaciones propias y ya añejas. Un oportuno afiche que invita a participar de un concurso de canciones inéditas es el empujón que lo lleva a volver a luchar por cumplir su sueño. Y es precisamente cuando retoma con la trompeta aquellas páginas que le pertenecen, cuando el film recobra un brío algo debilitado en la primera parte. Los sentimientos se exponen ahora a través de su música, y hablan de una vida que parece haber recuperado su sentido. Las obligaciones con la banda pueden interponerse -incluso hay un viaje a la Antártida y una promesa de ascenso-, y Nelson deberá decidir qué camino tomar, pero no importa lo que elija, el quiebre de la rutina ya le habrá regalado un soplo de oxígeno y de fe en sus fuerzas. La sensibilidad que vuelca Rocamora en su pequeña historia se hace visible en el desempeño contenido de Enrique Bastos, también autor de algunas melodías, y en la silenciosa dignidad de su personaje. Además debe señalarse la autenticidad que aportan los miembros de la banda representándose a sí mismos, y la autoridad que exhiben Marilú Marini y Rita Terranova en sus breves intervenciones
Uruguayísima Melancólica, tierna, agridulce, cuenta una historia que va dramáticamente in crescendo. A priori, el título y el país de origen (Uruguay) predisponen a esperar una película melancólica, grisácea, agridulce. El prejuicio se cumple: Solo es uruguayísima. En su opera prima, Guillermo Rocamora cuenta los rutinarios días de un cuarentón en un tono y un estilo similar al de títulos icónicos de la cinematografía oriental reciente, como Whisky, de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, o Norberto apenas tarde, de Daniel Hendler. Hay que tener paciencia para disfrutar de esta historia lacónica, tierna, que parece no arrancar pero va creciendo poco a poco, hasta crear un suspenso inesperado. Cuesta asociar la música a la burocracia, pero en Nelson (muy buen trabajo de Enrique Bastos) se conjugan: él es trompetista de la banda de la Fuerza Aérea Uruguaya. Vive en un mundo quedado en el tiempo, analógico, hecho de casetes y viejos teléfonos de línea. Tiene un matrimonio frustrante y, sin hijos ni amigos, no aparecen estímulos en su horizonte: apenas cumplir con la orquesta, ir y venir de los ensayos y los conciertos a horario y con el uniforme en regla. Hasta que aparece una zanahoria para seguir tirando adelante: un concurso de canciones inéditas. Solo habla de la crisis de los 40, cuando, para bien o para mal, ya gran parte de la vida está hecha y el riesgo del estancamiento es grande. De las segundas oportunidades, de puertas que parecían cerradas y pueden volver a abrirse cuando el destino ya parece trazado e irrevocable. Y también de la eterna lucha entre deseo y deber ser. De la tentación de cobijarse en una estructura o recuperar cierto espíritu aventurero y salir a la intemperie en busca de esas emociones que le dan sentido a la existencia. Una encrucijada a la que, tarde o temprano, la mayoría debe enfrentarse.
Un film a mitad de camino de un ser gris, músico, empleado en la banda aeronáutica, mezquino, que sueña con un concurso que puede llevarlo a la fama, que le importa más que el abandono de su mujer. Pero se debate entre su carrera militar y sus ansias de popularidad. Discreta.
Sencillez al estilo uruguayo Un sargento músico, trompetista de la Banda de la Fuerza Aérea, es designado para representar a su unidad en ciertos festejos nacionales a realizarse en una base científica polar. La designación es un honor. El problema es que, para la misma fecha, el tipo tendría que estar participando en la última ronda de un certamen musical. El quisiera salir de la rutina y grabar un disco como cantautor. Es su sueño. Si esto fuera una película norteamericana, el tipo haría una actuación via satélite desde el Polo, en comunicación oportunamente interrumpida por una tormenta, y, al volver, la Banda lo sorprendería tocando su tema, que ha ganado por afano y está en el top-ten. Los superiores lo felicitarían, un montón de chicas le pedirían autógrafo, y la más linda se iría con él, dentro de un plano general del destacamento con la bandera flameando a los sones de una marcha de John Philip Sousa. Si fuera una película argentina como las que hacía Palito Ortega, pasaría prácticamente lo mismo, sólo que en vez del montón de chicas estaría toda la familia con la noviecita buena de siempre y, como cierre, detrás de alguna frase retórica, flamearía nuestra bandera a los sones de la hermosa marcha "Avenida de las camelias", del capitán Pedro Maranesi. Pero ésta es una película uruguaya. Las cosas pasan con la sencillez sin alharacas ni triunfalismos de las películas uruguayas categoría minimalista, que es la que consigue los fondos holandeses. El muy serio sargento Nelson Almada, interpretado por Enrique Bastos, arriesga terminar en la Base Científica "General Artigas" sin haber luchado por su sueño, que es una canción melódica digna de una segunda oportunidad (hechos los arreglos del caso). Y el público arriesga irse sin escuchar siquiera la Marcha "San Lorenzo", de Cayetano Silva, que era uruguayo. Se oye algo de Sousa, Verdi, la Quinta de Beethoven en versión disco, un par de temas populares en las salidas de la Banda por el interior, ecos de las viejas retretas de pueblo. No mucho más. Por suerte, y con poco, la canción a concurso es medio pegadiza. Se llama "Destino (relato de amor)", la hizo el protagonista, y refiere el interés del intérprete por una adolescente, en vez de la bruja seca que tiene en su casa ("de mirarme una vez más,/ no responderé de mí). El realizador, Guillermo Rocamora, cumple con lo suyo, dentro de la referida categoría minimalista. Más sentido del humor, más cariño, hubieran realzado la idea. Se agradece la plena participación militar, empezando por el capitán a cargo de la Banda, que también tiene sus diálogos, y la participación argentina, con Marilú Marini en rol de madre, Rita Terranova y Claudia Cantero en breves apariciones, gente de producción y una docena de técnicos encabezados por el sonidista José Luis Díaz.
Una suerte de misantropía homeopática Como en otros films uruguayos signados por la influencia de Whisky, donde Rocamora fue asistente, en Solo también hay personajes atrapados en vidas rutinarias, algo introvertidos y con problemas para relacionarse con propios y ajenos. Solo llega a las salas argentinas casi dos años después de su estreno en la otra orilla del Río de la Plata, donde inevitablemente fue relacionada con otros títulos y directores de ese país. No parece casual. Su realizador, Guillermo Rocamora, fue asistente de producción de la que quizá sea la película más reconocida del cine uruguayo contemporáneo: Whisky, de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll. Solo comparte con ella –y con otros films producidos allí durante la última década– el deseo de encontrar personajes atrapados en vidas rutinarias, algo introvertidos y con problemas para relacionarse con propios y ajenos, recorriendo un sendero que pisa algunas baldosas de aquel viejo neorrealismo pero que no abandona los pequeños detalles humorísticos por vía del costumbrismo.Más allá de los ismos, esa tonalidad gris que parece haber acompañado durante una buena parte de su vida a Nelson (el debutante Enrique Bastos), protagonista de la ópera prima de Rocamora, permite vislumbrar nuevamente –como en la citada Whisky, como en La vida útil, de Federico Veiroj, como en Gigante, de Adrián Biniez– una suerte de misantropía homeopática que no llega a aplastar del todo a sus personajes, un patetismo que nunca los termina de arrastrar hasta el fondo del foso. Existe siempre un gesto mínimo de afecto y humanidad, una posibilidad, aunque más no sea ínfima, de recuperación e incluso de redención. Polisemia interpósita, ese “solo” del título remite a la soledad del protagonista, trompetista de la banda militar de la fuerza aérea uruguaya –en particular luego de que su mujer lo abandone sin mediar palabras–, pero también a su cualidad de músico y a la posibilidad de ese momento de lucimiento individual en el uso del instrumento.“Ahí está”, repite Nelson siempre algo cabizbajo, aceptando como una condena lógica cada uno de los pequeños y grandes golpes de la vida cotidiana. Una vida de hombres uniformados, de rituales marciales y órdenes (de orden, en definitiva), en la cual la presencia o ausencia de tres mujeres (esposa, madre, amante eventualísima: las argentinas Claudia Cantero, Marilú Marini y Rita Terranova, respectivamente) reafirman ese camino no tanto elegido como impuesto por las circunstancias, las necesidades y las decisiones de un pasado remoto. Como en la vida de Nelson, también hay algo excesivamente formateado en los giros elegidos por Rocamora y su coguionista Javier Palleiro para narrar esta historia mínima, una entrega por momentos casi total a los mandatos de las formas y modos del cine periférico santificado por los festivales internacionales de cine.La posibilidad de acceder a un concurso de canciones inéditas se transforma en un punto bisagra de la trama y, al mismo tiempo, en un mecanismo de suspenso desabrido, marcado por las casualidades impuestas desde el guión. Compensación, a su vez, de una consciente falta de desarrollo del personaje que, de esa manera –y casi como si se tratara de arrepentimiento– se instala a presión hasta el desenlace. Lo mejor de Solo hay que buscarlo en los detalles, en los momentos de verdad habilitados por la descripción de los sitios reales (el film fue rodado en dependencias militares y gran parte de los extras son auténticos miembros de la banda musical de la F.A.U.), en algún apunte sutil construido en el montaje en base a las miradas del protagonista.
Solo no puedo “Solo no puedo”, dice Nelson. Una vez. Dos veces. Lo reafirma. Y lo dice en relación a su próxima participación en un concurso de canciones inéditas, en el que se anota y donde deberá estar acompañado por un colega guitarrista, porque solo, con su trompeta, no puede. Pero bien podría decirlo por su vida sentimental, ya que su mujer lo acaba de abandonar y se encuentra girando en vacío, buscándola y tratando recuperarla, pero también sin afrontar demasiado a fondo esa situación. Solo, la opera prima de Guillermo Rocamora, multiplica los ecos del título e indaga en la experiencia de ese hombre enfrentado a la soledad: lo sigue en sus paseos en moto, en su obsesivo abordaje de la ejecución musical como integrante de la Fuerza Aérea uruguaya, en los encuentros con su madre, otra mujer que está lejos dentro de su vida. Solo parece atravesada por esa estética habitual del denominado Nuevo Cine Argentino, donde aparenta suceder poco y en el que los personajes se comportan crípticamente, con diálogos dichos a media y una escala de conflictos mínima. Sin embargo, hay en la película de Rocamora algo del orden de lo uruguayo, que cambia aquella apatía por una amabilidad y bonhomía evidentes, y que termina conectando a Solo con otros films de ese país como Gigante o Whisky: la soledad de los personajes es algo menos buscado o conectado con una herencia generacional, y sí relacionado con el orden de lo rutinario en la vida de esos personajes. Ese mínimo cambio le otorga a estos relatos una mayor liviandad y ligereza, acercándolos a un tipo de comedia introvertida, cercana al drama, pero sin caer en el melodrama. El acierto de Rocamora está en los detalles, en cómo construye la soledad de su personaje aprovechando tanto los espacios privados (el hogar) como los públicos (las calles y los paseos en moto, los ensayos de la banda militar), y en cómo trabaja con una mixtura de actores nóveles, integrantes de la Fuerza Aérea que nunca habían estado delante de una cámara y actrices profesionales y de calidad probada como Claudia Cantero, Rita Terranova y Marilu Marini, sin que se note la diferencia. Allí se ve la mano del director, que nunca es deliberada (como sí ocurre en muchas películas del Nuevo Cine Argentino atravesadas por excesos formalistas) aunque su obra parezca sucumbir en algunos instantes al encanto del cine festivalero. En definitiva la película habla de la soledad como una instancia en la que, después de todo, hay posibilidades de lanzarse ante lo imprevisible. Nelson acciona y toma decisiones, y se balancea entre el deseo y las obligaciones que su trabajo le imponen. Tal vez la película, formalmente, no se arriesga tanto como su personaje y ahí pierde algo de fuerza. Es que este tipo de películas pueden agotarse velozmente, no tanto como movimiento sino, incluso, como obras únicas. Porque cuando uno les descubre la apuesta estético-conceptual se hace difícil ir un poco más allá. A Solo la dignifica en definitiva ese clima amable que campea durante todo el relato y la gran actuación de Enrique Bastos, que hace de la soledad un lugar propicio para las segundas oportunidades. En su pedido de auxilio (“solo no puedo”), sin una angustia marcada en exceso, hay algo que vibra y hace avanzar el relato.
Filmada en el 2011 y en la mejor tradición de la cinematografía uruguaya de Whisky ( Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella) y Norberto apenas tarde (Daniel Hendler), Guillermo Rocamora, -en esta su ópera prima-, nos cuenta la historia de un personaje bloqueado emocionalmente y rodeado de una una inmensa soledad e insatisfacción. Él también va en busca aquello que lo apasione, que lo haga sentir vivo, para lo cual tiene la necesidad de realizar un giro en su vida. Y su lucha apunta a ser fiel a su deseo o al deber ser, que en este caso implica no sólo lo que ha sido una elección, sino lo que es su sustento para vivir. Nelson es un músico, que forma parte de la Banda Militar de la Fuerza Aérea Uruguaya como trompetista. Su vida en pareja es una mentira…luego su mujer lo abandona, allí se acentúa la crisis y comienza su cambio. Las bandas han estado desde sus orígenes ligadas al mundo militar, ya que han servido incluso para alentar los combates, y subirles la moral a las tropas. Ese es el contexto elegido que lo muestra en una tensión continua entre la elección entre lo artístico y lo militar, lo que en principio parecen dos mundos irreconciliables. La cual es una metáfora de su combate interior. Poco a poco vamos viendo que lo formal y acartonado es posible que pueda llegar a convivir con lo musical. Nelson es sin duda “otro” cuando toca la trompeta o canta sus propias canciones, y ese es precisamente su sueño, ganar un concurso con sus canciones inéditas, hacerse conocido… de algún modo aquello que se supone llamamos triunfar en la vida. El modo de abordar el relato tiene un tono intimista, y juega sobre todo en la primera parte con mostrar esa monotonía centrada en ir al trabajo, regresar, comer y ya. Esto se ve reforzado por la repeticiones agobiantes de las rutinas militares. Que posiblemente opera como estrategia narrativa. A la vez que Nelson pasa de cierta hosquedad e imposibilidad de comunicarse, lo que le aporta un tono marcadamente nostálgico, en contraposición con la alegría y cierta ternura, que le aflora cuando canta, o toca la trompeta. De eso se deriva la lucha interior que se produce en el personaje, que sin duda tiene un crescendo dramático, que está logrado, y que de hecho se parece a un combate. Un muy buen film de autor, algo diferente para ver y disfrutar en sus variados costados musicales, con una muy buena fotografía, buena música, buen sonido, y una excelente actuación de su personaje principal. Muy recomendable!
Subordinación y valor Si existe o no un nuevo o –al menos- un cine uruguayo a secas, lo sabremos seguramente más adelante. Lo que es irrefutable es que un pelotón de películas, provenientes del otro lado del charco, comparte estilos y formas de presentación de sus personajes en constante conflicto con la rutina diaria, los otros y el entorno, algo que no es necesariamente lo mismo en función a espacios, lugares y personas. Con Solo -2013-, opera prima de Guillermo Rocamora, quien fuera asistente de producción en la película Whisky, se puede encontrar una unión temática con la película Gigante, de Adrián Biniez, en primer lugar porque el protagonista se encuentra atrapado en una inercia de trabajo que lo vuelve invisible a los ojos ajenos. Algo parecido ocurría con Julio Chavez, en su papel de El Custodio, de Rodrigo Moreno: pasar desapercibido por el lugar designado. En este caso, formar parte de la banda de la Fuerza Aérea Uruguaya, como trompetista, entre tantos otros instrumentos que destacan aún más. Nelson, debut de Enrique Bastos, es un hombre de pocas palabras, no por parco sino por su acostumbramiento de sentirse solo en diferentes sentidos del término. En su vida de pareja, abandonado -sin mediar frase alguna- por una mujer -Claudia Cantero- que le pregunta si ha cobrado; en su relación con una madre enferma -Marilú Marini-, quien machaca la idea que, a pesar de estar en la Fuerza Aérea, no es piloto, sino músico. Ella está al cuidado de una enfermera -Rita Terranova-, interés amoroso y espejo en el que Nelson prefiere verse frente a su contrastante derrota con la mujer que lo ha dejado. Pero Nelson tiene otras aspiraciones como músico de un instrumento de viento, y mucho más desde el anhelo interno que la palabra solo connote un lugar de preponderancia, donde finalmente pueda explotar su condición de compositor e intérprete ante un público que valore su papel de trompetista, escindido del mero acompañante de una banda militar, que recorre distintos lugares con un repertorio de marchas militares y temas populares. Guillermo Rocamora expone desde la trama la tensión entre el deseo de su protagonista y su subordinación por el rol y mucho más implícitamente por la mirada de las diferentes personas con las que interactúa. Esa travesía personal que se desarrolla con pequeños detalles que se incorporan, de manera paulatina pero constante, al derrotero de Nelson, se conecta con otra travesía que debe leerse desde un punto de vista simbólico y donde la soledad no se tiñe del mismo color, como así tampoco esa tristeza que emana en cada nota cuando Nelson toma su trompeta y la pantalla se deleita con la melancolía uruguaya, que no es igual a la argentina.
La canción no es siempre la misma Historia de aprendiz de músico con ansias de triunfar, la opera prima de Guillermo Rocamora se maneja en ese tono asordinado y melancólico tan recurrente en el cine uruguayo de los últimos años. Historia de aprendiz de músico con ansias de triunfar, la opera prima de Guillermo Rocamora se maneja en ese tono asordinado y melancólico tan recurrente en el cine uruguayo de los últimos años. Aquellos títulos fundacionales de una forma de producir y hacer películas concebidos por la dupla Rebella y Stoll (25 Watts; Whisky), Stoll a solas (Hiroshima) y continuada, entre otros, por Daniel Hendler en su debut detrás de cámaras (Norberto apenas tarde) se establecen en la pequeña historia de Nelson (apático y funcional trabajo de Enrique Bastos), un trompetista de la Fuerza Aérea y su afán por ganar un concurso de música que lo alejaría de la rutina y de los temas reglamentarios que se tocan en un acto militar. El comienzo sorprende por la originalidad de la propuesta, ya que allí se observan los lugares comunes en la vida de un músico embanderado por una causa o tarea patriótica, como un componente más de la banda militar. Pero el rostro melancólico de Nelson es el elegido por el director para mostrar su rutina también familiar: una madre aquejada por la salud (Marilú Marini), una mujer que le habla con el mayor de los respetos (Rita Terranova), una hermana construida como personaje a base de silencios (la excelente Claudia Cantero) y cada uno de los compañeros militares, superiores o no en el ideario castrense. En el medio, la disyuntiva del personaje por seguir manteniendo su vida gris (que incluye la monotonía laboral como integrante de la banda) y la posibilidad de triunfar con una música personal en el democrático concurso. Solo pertenece a ese grupo de películas amables en donde las imágenes, las situaciones y la empatía de los personajes dan la sensación de acariciar y proteger a un espectador deseoso de historias bonitas y de conflictos humanos y a flor de piel. En ese territorio tan peligroso, Solo encuentra sus virtudes y también choca con sus propias debilidades y con el poco vuelo de muchas situaciones que requerían una puesta en escena de mayor tensión y no tanta blandura. Solo eso es Solo.
Nelson (Enrique Bastos) is a trumpet player who has been in the Uruguayan Air Force for over twenty years. Although he is a good musician, he feels unsatisfied because his art has only been displayed in the Air Force, always playing the same tunes. To top it all, he’s been recently dumped by his wife. Which may be compensated for by the possibility of entering a music contest meaning, hopefully, a big break. But what if he does well at the contest and then the Air Force assigns him to play at a very important event at a base in Antarctica. Would he drop out of the contest in order to fulfill his duty? Or would he continue in it and leave aside his responsibilities? Because sooner or later, that’s exactly the decision he will have to make. Solo, the opera prima of Uruguayan filmmaker Guillermo Rocamora, is a charmingly understated character study of a lonely man in pursuit of a more satisfying life, instead of being your typical story of a man with a grey life who becomes a star after overcoming all odds. So that’s the first reason that makes a singular feature with an otherwise overworked premise. The second reason would be it is its tone of general melancholy and bitter-sweetness, which permeates a languid narrative inhabited by laconic beings that always rings true. Little by little you get to know what Nelson is like, what goes on in his heart and mind, what makes him feel alive. But judging from some of his doings, one would presume there are also other sides of him that remain undisclosed. This way, opacity and transparency mix to great effect. It’s also in the silences and pauses where much of the drama occurs, as the dialogue — inserted when necessary — is somewhat scarce. Instead, there’s an invisible camera that observes the scene and allows viewers to grasp the essence of things. The ending is neither predictable nor forced. It’s the kind of ending that goes well with the dramatic arc of a character silently struggling to make a difference in his own life. Production notes Solo (Uruguay/Argentina/Holland, 2014) Directed by Guillermo Rocamora. With: Enrique Bastos, Fabián Silva, Bartolo Aguilar, Claudia Cantero, Rita Terranova, Marilú Marini. Cinematography: Bárbara Álvarez. Sound: Fabián Oliver, José Luis Díaz. Editing: Juan Ignacio Fernández, Guillermo Rocamora. Produced by Séacuático, Sudestada Cine, Volya Films. Running time: 90 minutes.
Los cines de Argentina reciben el estreno uruguayo Solo, opera prima del director Guillermo Rocamora. Nelson tiene cuarenta y cinco años y es trompetista de la banda de la Fuerza Aérea hace más de veinte. Siente que no ha logrado nada en su vida . Su esposa Nelly lo abandona. Nelson se entera de un concurso para músicos. Piensa que es una oportunidad para convertirse en un artista famoso. Con la promesa de un posible ascenso, la Fuerza Aérea le impone a Nelson un viaje a la Antártida. La fecha del viaje coincide con el día de la final del concurso. Nelson deberá decidir entre su futuro militar y su carrera musical. La opera prima de Rocamora transita los esquemas de un hombre perdido en la soledad de un grupo. Por momentos, incapaz de expresar lo que desea ya sea en su circulo familiar, con su esposa, su madre y la señora que la cuida; y por otros con la banda musical de la fuerza armada. Esta oportunidad de descatacarse como solista es un grito de independencia pero a su vez de autosuperación por parte de Nelson. La manera en que esta dirigida y algunos detalles del relato confieren a Solo un contacto con el documental; a pesar de que se trata de ficción.