Step Up 4, la revolucion, es una película que otorga la oportunidad de disfrutar visual y auditivamente de un gran espectáculo musical, siempre y cuando sea en una buena sala de cine. Las coreografías son espectaculares, muy originales y son realmente...
El baile de los chicos del barrio Con un comienzo a todo ritmo sobre las calles de Miami, Step Up llega con su cuarta entrega, Revolution, y sigue la estela de sus predecesoras que comenzaron en el 2006. En este caso los chicos del movimiento dance callejero llamado “La Mafia” irrumpen en distintos lugares y son filmados para logran la mayor cantidad de visitas en YouTube y poder coronarse así con un premio millonari. Pero el rumbo de la historia se ve modificado cuando uno de los líderes de The Mob, Sean, se enamora de Emily, la hija de un hombre de negocios inmobiliarios que pretende quedarse con un barrio costero de Miami en donde pasa su vida “La Mafia” y allegados. Con grandes coreografías y altos contrastes de colores, Step Up imprime una estética atractiva y un vertiginoso sentido del videoclip, que deja por momentos de lado, la parte cinematográfica. Cabe recordar que se puede ver en su versión 3D, donde se potencian las caídas, la lluvia de dólares y otros pequeños momentos. Con un argumento poco original, el film de Scott Speer entretiene y está destinado a un público adolescente y amante de las danzas del Hip Hop. No mucho más que eso y con el objetrivo del baile en primer plano.
El baile en estado puro Sobre el sublime y lujoso universo de las calles de Miami, sobre la gente que va y viene en traje de baño, sobre ese lugar paradisíaco con el que casi todo el mundo sueña, se hacen ver y escuchar los adolescentes de Step Up 4: La revolución (Step up Revolution, 2012) de Scott Speer. “The Mob” es el grupo de danza flash que encabeza Sean (Ryan Guzman), un joven en constante búsqueda de sus sueños. En este contexto aparece también Emily (Kathryn McCormick), la hija del empresario acaudalado que está por emprender el mejor negocio de su vida: demoler el barrio de Sean para construir un enorme complejo frente al mar, causando el desplazamiento y desempleo de todos sus habitantes. Step Up 4: La revolución es la cuarta entrega de la saga Step Up que es un éxito en los Estados Unidos y que tiene al baile como eje temático para contar historias, en especial de adolescentes enamorados, y que siempre cuenta con un gran elenco de bailarines de todas partes del mundo. La película puede cautivar desde el comienzo cuando el espectador es testigo del impresionante despliegue que hace el grupo en medio de la calle, deteniendo el tránsito y sorprendiendo a todo el que pasa con dos motivos claros: protestar y ganar su público. Luego el film se centra más en la historia romántica e idílica, al mejor estilo Disney, de Sean y Emily, en la que parece que todo se resuelve mágicamente. Speer no deja de lado el cliché del chico pobre y la chica rica que se enamoran, y tampoco algunas contradicciones en el momento de representar a un grupo de jóvenes que se manifiesta en todo momento contra el sistema pero que a su vez cuenta con tecnología último modelo y la mejor ropa. Ese doble mensaje quizá no sea el mejor para la audiencia joven. A pesar de esto, la película no pierde fuerza en el relato y está plagada de color y ritmo, lo que probablemente deslumbrará al público joven acostumbrado a series como Glee, deseoso de distraerse y pasarla bien con una historia fresca de unos chicos tratando de recuperar sus sueños. Step Up 4: La revolución tal vez resulte ser lo que un chico de 12 o 13 años quiere ver en el cine y es un film que tampoco aburrirá al público adulto. Una película colorida con personajes talentosos y variados pero sin una trama demasiado profunda ni original; sin embargo, ideal para aquellos que siguen la saga y para los fanáticos de los musicales “a todo trapo”.
Tengo que confesar que me encantan las películas “de baile”. Si bien nunca tuve constancia para aprender, bailar me encanta y ver esos números súper preparados siempre me atrapa. O sea, lo que todo el mundo detesta o le aburre soberanamente, a mí me encanta. Siendo la entrega número cuatro (y sí, vi todas), esta conserva el mismo ¿Argumento? En el que el chico pobre se enamora de la chica rica que es estudiante de baile. Ella tiene toda la técnica pero requiere de imaginación y para eso, el baile callejero de él, viene muy bien. Sean vive en un barrio de Miami que no es de los más lindos. Junto a sus amigos organizan números de baile urbanos al estilo manifestaciones, metiéndose en galerías de arte, edificios o en plena calle. Están organizados como si fuera un ataque pero más allá de una puesta artística, no pasa nada. Hasta que un empresario amenaza con destruir el barrio en el que él y sus amigos crecieron y para eso cuentan con una nueva aliada, Emily, que es la hija del magnate. Las actuaciones mucho no cuentan, honestamente. Los chicos son grandes bailarines (entre ellos podemos ver a uno de los que había quedado seleccionado para This is It, de Michael Jackson) y los sets rondan siempre en bares donde se baila salsa o calles en las que se baila hip hop. Peter Gallagher es el único actor conocido realmente. Como siempre, es un tipo querible pero no hace demasiado por el film. Tal vez porque no baila. De más está decir que son números de baile extensos y muy bien puestos. Es la que más me impresionó en cuanto a la puesta porque en este caso el protagonista tiene un grupo de baile de aproximadamente 50 personas en el que se hacen escenas simultáneas con luces, elementos diversos y plataformas para diferentes niveles. Scott Spreer, que es el encargado del proyecto, ya ha demostrado sus cualidades filmando grupos de baile en ocasiones anteriores y creo que es el valor agregado de esta entrega. El director logró captar esas escenas y los elementos y hacer el baile todo lo sugerente que la pareja principal no puede transmitir por sí sola. La idea de que con un par de bailes se puede manifestar una idea y un mundo en el que se quiere vivir siempre me ha resultado poderosa. Lo bueno del arte son esas infinitas posibilidades y que el mensaje, si está bien pensado, es realmente simpática…me gustaría decir que realmente termina estando bien lograda. Imponente…claro, si son como yo y aman las películas de bailes. Entretenida sin más.
La Batalla Del Movimiento La nueva entrega de la saga de Step Up (que en su primera película lanzara al candelero a Channing Tatum a quien pronto veremos protagonizando Magic Mike) nos lleva en este caso a las cálidas calles de Miami con la espectacular muestra de baile callejero que interpretan sus protagonistas en medio de un flashmob. ¿Pero qué es exactamente un flashmob? Se trata de un baile callejero, supuestamente espontáneo, que se caracteriza por la numerosa cantidad de personas que lo realizan. Etimológicamente, flash significa destello y mob multitud, siendo entonces sus principales características la gran cantidad de intérpretes en medio de ámbitos cotidianos que resignifican a través de la danza y el impacto que buscan generar en una audiencia impávida que recibe ese ataque -por así decirlo- de baile o danza. Inicialmente fue realizado con fines puramente recreativos, aunque luego y dado el alto impacto logrado en los espectadores ocasionales se fue perfilando como una interesante actividad de marketing y de transmisión de ideas, convirtiéndose la fuerte impresión inicial en el puente para la proliferación de ideas o productos que respalden la acción. Justamente en esto se basa el principal enfoque del film que utiliza el baile como un medio de expresión que permite a través de su brusca irrupción en la cotidianeidad plantear su necesidad de expresión estética. La primera escena nos muestra como un apacible mañana en la ciudad de Miami puede transformarse en un escenario de baile con la sola intervención de un grupo de jóvenes, que lejos de ser espontáneos tienen planeado al milímetro esta intervención citadina. Apareciendo entre los autos y bailando sobre ellos con el marcado ritmo que les impone su DJ de turno (cuidadosamente apostada en la vereda) brindan el primero de los muchos números musicales que enaltecen esta cuarta entrega de la tan esperada saga. Luego, la historia en sí no es mucho más que una excusa para conectar los distintos flashmob que iremos presenciando. Así las cosas, el relato presenta la arquetípica historia de chica joven con vocación artística (interpretada por Kathryn McCormick), sojuzgada por su padre, quien se enamora perdidamente de joven con talento pero sin medios (Ryan Guzman) que la insta a ir detrás de ese sueño que el mandato social le impone como vedado. Las calles de Miami son objeto de una pugna por un proyecto inmobiliario que amenaza con destruir las casas que habitan los jóvenes bailarines. Consecuentemente la manifestación artística se convierte en el vehículo adecuado para la instalación de la resistencia, que encontrará en el baile su medio más adecuado para hacerse sentir con mayor fuerza y energía. Los diversos “ataques” que realizan a lo largo de la trama que aprovecha las bondades de la tecnología 3D son de un alto impacto visual y sin lugar a dudas constituyen el mayor atractivo de Step Up 4: La Revolución que no defraudará a sus seguidores. El film no apuesta a fortalecerse desde el guión, sino en la contundencia de sus imágenes y la cuidadosa realización de los diversos cuadros musicales que ofrece, y desde este punto de vista sin lugar a dudas el ritmo traspasa la pantalla y eso es motivo suficiente para recomendar esta cinta a los amantes de la danza y el impacto visual.
Una saga que va por la cuarta entrega, pero ahora se trata de salvar la cultura de un barrio de Miami, con performance de baile, para lograr la revolución del título. Ingenua y elemental hasta la máxima potencia, con muy buenos musicales.
El baile como forma de protesta Esta cuarta entrega de la saga de baile "Step Up", es tal vez, la más impactante de las ofrecidas hasta el momento, por su vitalidad, el despliegue de la energía de los bailarines y un ritmo contagioso, que invita a bailar en las butacas, claro que eso es para los que aman el baile. Los que no aprecian el vértigo del ritmo espontáneo que surge de la danza callejera, quizás se sientan un poco excluídos, porque como lo demuestra muy bien el extraordinario cuerpo de baile, la danza, el hip hop, el breakdance es algo que se lleva en la sangre. La historia de "Step Up 4...", es tan añeja como los clásicos, de hecho en ella puede encontrarse el paradigma de "Romeo y Julieta", el de los "60 con "Amor sin barreras", pasando por "Footlosse". Lo que se cuenta es la típica historia de la chica rica, que se enamora del chico de barrio, que trabaja de mozo y en sus ratos libres, se reúne con sus amigos a bailar, beber y divertirse con chicas. LOS INMIGRANTES El argumento de la película está planteado a partir de la aparición de Emily (Kathryn McCormick), en el barrio de la zona costera de Miami, en la que viven en su mayoría inmigrantes latinos. En ese lugar Emily, descubre en un bar de la playa a un seductor, con gorra y musculosa, al que todos conocen como Sean (Ryan Guzman). El muchacho junto con su amigo Eddy (Misha Gabriel Hamilton), lideran un grupo de bailarines callejeros, que hacen apariciones espontáneas y se hacen llamar Mob. Pero el conflicto eclosiona cuando hace su aparición el padre de Emily, Bill (Peter Gallagher), un magnate inmobiliario que piensa arrasar la zona de los muelles con un complejo inmobiliario. El resultado: un filme de guión simple, llano, que se apoya en las extraordinarias coreografías, entre otros de Jamal Sims, uno de los coreógrafos de Madonna, en la gira "The Madonna: Sticky and Sweet tour" (River, 2008).
Con la formula de las viejas cintas de baile como “Dirty Dancing” o “Footloose” como estandarte, y las nuevas tecnológicas digitales a mano, la cinta nos presenta una serie de coreografías espectaculares que gracias a la profundidad de las tres dimensiones, logran impactar. Y esto es lo único a rescatar, de un filme que nunca logra superar el cliché ni los estereotipos. Para musical, mejor uno de Broadway, y para comedia romántica, le falta humor y química entre los personajes. La banda de sonido y los rubros técnicos correctos, son lo mejor de este filme ideal para espectadores poco exigentes.
No te quedes quieta Miami. Imágenes típicas de publicidad de aperitivo. Relieve del 3D usado sin pudor alguno para los músculos de los chicos y las curvas de las chicas, que se arquean para las cámaras. Chico que trabaja de mozo. Chica hija de magnate hotelero. Ambos bailan. El magnate, en algún momento, tendrá un proyecto inmobiliario en el barrio del chico. Las peripecias y los nudos argumentales ya los conocemos, incluso hemos oído infinidad de veces las frases que los actores dicen convencidos y sin sonrojarse. Hay planos que ya reconocemos, situaciones musicales familiares: ya vimos Flashdance y Breakdance , y también West Side Story (ir más atrás no tiene sentido, no estamos en el mundo del musical clásico). La historia de Step Up 4 ya la sabemos de memoria, podemos adivinar el final. En ese sentido, los defectos de esta película son más que evidentes, se resumen en las preguntas ¿otra vez lo mismo? y ¿para qué estirar los conflictos que se generan por el ocultamiento de información entre personajes? La repetición de estos mecanismos y de los componentes melodramáticos (el origen de clase, las peleas padre-hija) es lo que menos interesa de Step Up 4 . Pero hay otros elementos más allá de la historia-fotocopia: las coreografías que realiza el grupo del protagonista, llamado The Mob, son en su mayoría pequeñas joyas de ritmo, montaje y utilización del 3D. El baile y la planificación del movimiento (gran trabajo del coreógrafo Jamal Sims y su equipo) son brillantes, energizantes, espectaculares. Cuando la película baila todo mejora -salvo en el número ominoso, equivocado en las intenciones-, y el 3D se vuelve crucial para separar los múltiples líneas de bailarines en estas "flashmobs" (multitudes instantáneas), para que sus movimientos impacten más. Con referencias simples pero atinadas a la cultura web y puro infantilismo anticorporativo (que se evapora velozmente al sol), Step Up 4 es una película mediocre cuando se queda quieta, pero que cuando se mueve es extraordinaria y asombrosa, sobre todo en la primera performance "de protesta", en los múltiples bailes del final y en el maravilloso principio en Ocean Drive, la calle más emblemática de Miami Beach (no lleguen tarde al cine).
Sólo se salvan algunas coreografías en 3D Hay un dicho que asegura que las películas musicales se parecen a las pornográficas, debido a que hay que aguantarse las partes habladas hasta que llegue el próximo número musical. En el caso de este film lo que hay que aguantar es bastante pesado, ya que la trama y el elenco no dan para mucho. Por otro lado, las partes musicales tienen coreografías tan exageradas que a la tercera escena de baile el asunto se vuelve repetitivo y excesivamente fantasioso (aunque algunas lucen en 3D), más allá de que no se espere realismo de esta franquicia que ha tenido el olfato, al menos en su primera entrega, de lograr que desconocidos se vuelvan estrellas. De todos modos, es difícil pensar que alguien de este elenco pueda llegar al estrellato con esta trama así como está ejecutada. Hay una chica que llega a Miami con todas las ganas de ser bailarina profesional y, no bien llega, empieza la chispa romántica con un joven local, justo el que ve amenazado su barrio por el emprendimiento inmobiliario del padre de la protagonista. Este enfrentamiento no llega a un «Romeo y Julieta» ni tampoco a un «Amor sin barreras», pero permite agregarle la palabra «revolución» al título de la película, ya que pronto se organiza una especie de protesta danzante contra el emprendimiento amena La música, con algo de Jennifer Lopez y una pizca de Justin Bieber tampoco ayuda mucho.
La revolución en la era Glee La cuarta entrega de la exitosa saga Step Up, que comenzó allá por el 2006 con el lanzamiento de la carrera del ascendente Channing Tatum, llega a los cines argentinos para contarnos la historia de un grupo de baile llamado The Mob que irrumpiendo y bailando en cualquier momento y lugar de la cotidianeidad en la ciudad de Miami busca ganar un concurso en el cual el vencedor se llevará un suculento premio de 100.000 dólares. Los objetivos del talentoso grupo se ven drásticamente modificados cuando un magnate quiere demoler su barrio para convertirlo en un lujoso hotel, allí The Mob intentará parar dicha obra con espectaculares secuencias de baile a modo de protesta. La saga Step Up siempre se ha caracterizado por apuntar a un público juvenil que busca pasar un buen rato con espectaculares coreografías, una historia de amor ¿palpable? y sensible y no mucho más que eso. Aunque hay que destacar que en Step Up 4: La Revolución hay un interesante planteo del baile como lucha contra el sistema y como elemento principal para desarrollar una revolución. Si nos basamos en el realismo, pensar que por medio de un par de bailes van a derrocar dictadores o evitar que se destruyan sus casas es ridículo, pero justamente una de las cosas para las cuales está el séptimo arte es para hacernos creer por un poco menos de dos horas que un par de espectaculares coreografías pueden cambiar el mundo. Obvio que la revolución es edulcorada y con poca profundidad, pero no podemos pedir más a un musical que se desarrolla dentro de los parámetros que ha impuesto la era Glee desde la televisión. Tampoco hay que dejar de lado que ese idílico planteo tiene como consecuencias que la película sea más ambiciosa en su desarrollo y por lo tanto más riesgosa en su apuesta. El resultado que da esa apuesta es un film regular que si bien no llega a justificar tamaña postura, tampoco tira por la borda sus buenas intenciones. Las escenas de danza ideadas por Scott Speer son lo mejor de Step Up 4: La Revolución y resultan altamente disfrutables y espectaculares, aunque hay en la puesta en escena de las mismas una repetición de recursos que las torna algo monótonas y poco innovadoras, dejando demasiado en soledad el talento expresado por los bailarines. El elenco encabezado por Ryan Guzman y Kathryn McCormick no se destaca demasiado por sus labores cómicas/dramáticas y la lógica de este tipo de cintas indica que sus actuaciones sólo deben servir para justificar el paso a las secuencias de baile. El problema aquí se da porque hay una historia detrás (con todas sus limitaciones) que intenta trascender más allá de los límites de esa justificación y es allí cuando se necesitan actores más comprometidos con el curso romántico y dramático de la película. Step Up 4: La Revolución se queda a mitad de camino de ser un buen producto de entretenimiento por sus propias pretensiones y limitaciones.
Rebolu(ción) Burlarse de este tipo de películas es algo qua ya se hizo miles de veces. Así que no se dejen llevar por el título de esta reseña, ya que fue un chiste arjonesco (por Arjona), oportunista e inevitable relacionado con el subtítulo de Step Up 4. ¿Cuarta? Y sí, los bailes están de moda en concursos televisivos: ojo que no vi las otras tres, pero intuyo que mucho no debe importar. Lo básico es: chico conoce chica, todos bailan como poseídos por el demonio y los conflictos de los personajes se superan en la pista de baile. Lo curioso de los conflictos de Step Up 4: la revolución es que se centran en un grupo de bailarines “guerrilla” que impacta en las calles de Miami y se termina enfrentando a un hombre de negocios que quiere tirar abajo el barrio obrero y construir algo más residencial y empresarial. Claro está, nada acabará mal, se terminará dando una inverosímil comunión cultural-empresaria y todos felices. ¿Conté el final? Claro, como si en este tipo de propuestas importara el final. Lo que importa es el baile, y hay que reconocer que el director Scott Speer la tiene clara en ese sentido. Es decir, Step up 4: la revolución es como esas películas de acción con diálogos malísimos pero con buenas escenas de tiros y explosiones y persecuciones (una de Martin Campbell, ponele), aunque aquí reemplazamos eso con baile y coreografías. Y cuando eso ocurre, cuando los personajes bailan, el film levanta vuelo, más si sumamos una muy buena utilización de escenarios de Miami y disfrutables coreografías. El grupo que protagoniza la película es una especie de pandilla danzarina apodada The Mob, que irrumpe sorpresivamente en lugares impensados (la calle, museos, restaurantes, etcétera) con el fin de generar cierta conmoción pública. De hecho, el número que abre la película, puesto en escena como si de un robo a un banco se tratara, sorprende gratamente al espectador de la misma manera que ocurre con los “espectadores” dentro del film. Y que conste, no sé ni me gusta bailar, pero Step up 4 tiene cierto vértigo y energía que se transmiten por ósmosis. Otro detalle del film, que lo convierte en digno referente de su tiempo (de ahí cómo impacta esta saga en un público adolescente), es la recurrencia a movidas culturales del presente: si usted no sabe lo que es el freestyle o una flashmob o viralizar un video a través de Youtube posiblemente quede un poco afuera o recurra a Wikipedia para ponerse al tanto. Claro está que Step up 4: la revolución se muerde la cola y es víctima de sus propias decisiones estéticas: dentro de dos años ya será vieja. Pero ¿en todo caso no es ese el impacto de las flashmob, algo inmediato y enérgico? Consciente o inconscientemente, Speer acierta en eso del espíritu que se traduce a la obra. Por supuesto que la débil trama pesa, los actores son simpáticos y amigables pero no transmiten una sola emoción cuando se quedan quietos, y todo esto contrarresta los aciertos del film. Mucho peor, cuando el eje central (el grupo de baile) se une con la subtrama (empresario malo), y las coreografías pretenden convertirse en una pancarta política: allí aparece lo peor de la película. ¿Recuerdan las películas de Porcel y Olmedo en las que aparecía un cantante y se hacían planos cortos de personajes que bailaban o hacían gestos supuestamente chistosos? ¿Y que los que bailaban o hacían gestos solían ser los que hasta hace cinco minutos eran los malos? Bueno, esto pasa en Step up 4: la revolución. Revolución que se termina con los jóvenes revoltosos vendiendo su arte a una empresa de ropa deportiva universal, que seguro manda a confeccionar sus prendas en talleres clandestinos de China. De revolucionarios a rebolú en un pestañeo. Al final de la película debería aparecer un letrero que diga: “chicos, no hagan esto en sus casas”. No, nos referimos a bailar en las calles, sino a eso de venderse al mejor postor. Step up 4 era mejor cuando los chicos y las chicas bailaban y cerraban la boca.
Todo el poder del dubstep Expresión artística y lenguaje universal. El baile traspasa fronteras y culturas para convertirse en un medio de comunicación. Es la cuarta entrega de la saga "Step Up" que es un éxito en Estados Unidos. Y claro, no es para menos, cuando uno ve las paradisíacas playas de Miami y el choque de las clases altas con las más bajas, dan un producto interesante que representa a muchos norteamericanos. Emily es la hija de un hombre de negocios que llega a Miami con el sueño de convertirse en bailarina profesional. Pero su vida cambia cuando conoce a Sean, quien integra el grupo The Mob. El padre de Emily quiere comprar el barrio en donde vive Sean para construir un complejo hotelero. Allí comenzará una lucha donde el baile será protagonista y pasará de ser una expresión meramente artística a arte de protesta. Si bien la trama no va mucho más allá del enamoramiento de un chico pobre y una chica rica, la película brilla por la excelencia de los bailarines que hacen coreografías insólitas. El grupo The Mob irrumpe en restaurantes, museos de arte o en la misma vía pública con un despliegue a todo trapo que incluye desde sofisticados vestuarios hasta música a todo volumen. Una película para disfrutar de la belleza visual de los colores y coreografías en 3D y sobre todo, de la exquisita y poderosa música dubstep presente a lo largo del filme.
El baile del cambio Bailar por el arte mismo o con un fin de protesta, allí está la disyuntiva, el quiebre de Step Up 4: la revolución donde The Mob, un grupo under de bailarines urbanos, irrumpe sin aviso en distintas locaciones de la glamorosa Miami. Bajo furiosos ritmos dubstep y hip hop, entre otros estilos, chicas y chicos con cuerpos sin un gramo de grasa y torneados a puro gym que despliegan impresionantes flashmobs (lo mejor de la peli) en Ocean Drive, un museo de arte, sobre una explanada y hasta encima de varios containers. Todo ese trabajo es para cosechar 10 millones de visitas en YouTube y ser financiados. Aunque el fin es otro: hacerse notar, ser conocidos. La bailarina Kathryn McCormick encarna a Emily Anderson, una aspirante a entrar en un selecto elenco de danza y además es hija de un poderoso constructor cuyos designios financieros se interpondrán con Sean (Ryan Guzmán), el amor de Emily y uno de los líderes de The Mob quien la incluirá en el team urbano sin desenmascarar el acaudalado origen de la muchacha. Pero fallará. Cuando los planes de la empresa de papá Anderson se interponen con las propiedades costeras donde Sean vive, en el corazón de Emily latirá la lucha: padre vs. novio. ¿Qué pasará? Las escenas acarameladas de los tortolitos le quitan vibración a un filme que promete, pero hacia el final roza la banquina del ridículo.
La hija de multimillonario emprendedor inmobiliario se enamora del humilde empleado de uno de los hoteles de su padre. Amor prohibido, dividido por las diferencias económicas pero saneado por el amor al baile, ambos jóvenes encontrarán la manera de sortear los obstáculos y permanecer juntos. No necesitamos de muchos renglones más para resumir la trama de una historia que tiene todas las de perder desde su costado argumental, pero que logra momentos musicales y coreográficos de excelente nivel. Lamentablemente una cosa no llega a compensar a la otra. Todos los miembros del cast parecen modelos de ropa interior que se mueven en un mundo irreal, salido de un comercial donde la gente bonita no tiene preocupaciones y cuyo mayor objetivo es tener diez millones de visitas en su video de YouTube. Cuando los flashmobs (bailes coreografiados espontáneos en lugares públicos) pasan a ser un arte de protesta, logran aún mejores cuadros musicales. Si cuando la película intenta tener momentos de seriedad y “actuación” uno desearía irse de la sala, las interpretaciones coreográficas son para sacarse el sombrero. La banda de sonido, muy actual y electrónica, cuenta entre sus tracks con Justin Bieber y Far East Movement (Lime my life), Jennifer López y FloRida (Goin’ in), MIA (Bad grils), Fergie y Pitbull (Feel Alive), Travis Barker (Let’s go), Timbaland y Ne-Yo (Hand in the air) y Haley Reinhart (Undone). La selección musical es de lo mejor de esta propuesta.
Baile caliente para la nueva generación Desde que el cine es tal tuvo en la danza y la música el segmento que le permitió registrar para la posteridad el ritmo de su tiempo. ¿Acaso Ginger Rogers y Fred Astaire no marcaron pasos de tap y figuras de salón que los jóvenes de su época admiraban? Generación tras generación hubo cintas icónicas: los chicos de los '70 bailaron con Fiebre de sábado por la noche y con Grease a principios de los '80. En los '90 fue Baile caliente. De la década pasada a la que transitamos, la propuesta, mucho más segmentada, se dividió entre los High School de Disney para la franja infantil --con las primeras entregas en películas para televisión y un cierre en pantalla grande--; y Step Up para los mayores de 13 según la calificación oficial. La primera vio luz en 2006, con protagónico de un apenas conocido Channing Tatum y se situó en Baltimore. A la secuela de 2008, titulada Step Up 2: The streets, le sucedió la de 2010, Step Up 3D , ya aprovechando los beneficios de la nueva tecnología. Step Up 4: Revolución sigue con la tradición del melodrama romántico, consecuencia de la historia y justificación cinematográfica del baile caliente que, en esta oportunidad, se sitúa en la aún más hot ciudad de Miami. Arena, sol, mar azul y cuerpos bronceados son centro y entorno en el cuento de amor entre Natalie y Luke, la chica rica y el muchacho pobre. Ella desea convertirse en bailarina de una reconocida compañía de danza contemporánea, una vocación que su padre --propietario de la importante constructora Anderson-- no apoya. Él, mientras tanto, subsiste como camarero mientras vive para "La Mafia", un grupo de bailarines de hip-hop que asalta los espacios públicos con megaproducciones coreográficas que luego sube a Youtube, a la espera de que millones de visitas le abran la puerta a un concurso y a la "salvadora" fama. Habitantes de la ribera, estos chicos se ven compelidos a comprometerse cuando Anderson amenaza con convertir ese barrio popular en el epicentro de un moderno proyecto constructivo. Entre tanto, baile y más baile, con coreografías, música y puestas en escena tan espectaculares como costosas. Preguntarse cómo estos chicos de bajos recursos, que danzan al compás de un ritmo de protesta, logran reunir los fondos para realizarlas es tan cliché como la magia con que todo se resuelve. Sucede que la película no está hecha para otra cosa que reiterar, como si se tratara de un sticker, el ideal "lucha por tus sueños", al compás de la danza urbana de estos días. Así sucedió, así seguirá sucediendo desde que el cine es cine, y desde que busca entretener a los jóvenes con el lenguaje musical y corporal de su tiempo.
En mi adolescencia tenía una novia que siempre me planteaba lo mismo. No importaba ni siquiera si el conflicto era por los gastos que implicaban tener una mascota, o por la demora de la universidad donde estudiaba su carrera a la hora de darle los resultados de los parciales. Yo la escuchaba y le contestaba seguramente con frases que a ella le resultaban igual de tediosas y obvias. Ahora que lo pienso, incluso escuchábamos las mismas canciones mientras todo esto sucedía: Charly García, Fito Paez... entre ella y yo, lográbamos vaciar de contenido esas canciones al punto de creer que sonaban todas iguales. Vaya a saber por qué repetíamos siempre lo mismo. De igual manera la discusión, igual manera de resolución. Insisto, el quid de la cuestión era lo de menos. Supongo que se trataba de inventar un conflicto donde no existía y, para peor, resolverlo con alguna cursilería, de modo tal que diez minutos después de acontecido el hecho ninguno recordaba el motivo que lo había originado. Era como ver cada edición de “Gran Hermano”, año a año hay un intento de trasgresión que depende tanto de los participantes como de los espectadores, pero en definitiva se trata de la misma rutina. ¿Por qué hablaba de todo esto? ¡Ah Sí...! Se estrenó “Step Up 4. La revolución”, y para hacer un culto al “aguante”, es en 3D. ¿Vio las anteriores? No importa. Las mismas heces con distinto olor. Similar a esas discusiones tendientes a avivar el fuego como para que suceda algo, pero que terminan repitiendo todo. En la línea de mezclar “Fama” (1979) con “Flashdance” (1984), y argumentos inconsistentes, Hollywood está empeñadísimo en enterrar para siempre las buenas ideas en pos de la taquilla y de sacar "estrellas" salidas de un pantano de mediocridad. Un fast food del arte apoyado en los conflictos de siempre. Repitiéndolos hasta el hartazgo, casi con las mismas coreografías de los musicales de antaño. Vea alguna de las “High school musical” (2006), “Hanna Montana” (2009), o cualquier producto de Cris Morena, y se dará cuenta de la espantosa reedición de fórmulas creadas para un público lo suficientemente naif como para perpetuarlas en pos ese merchandising efímero que termina ocupando un lugar importante en los centros de reciclaje. Cinematográficamente, el género musical intentaba contar una historia a través de la lírica y su banda sonora. Esta fábrica de chorizos tiende a olvidar todo esto para convertirse en un semillero de celebridades efímeras de las cuales una o dos sobreviven al mainstream. Canciones forzadas, coreografías independientes del relato (como si fueran un conjunto de videoclips para la TV) y actuaciones más preocupadas por mostrar perfiles favorables que por transmitir algo. Para sostener lo que digo no haré referencia a los intérpretes de esta cuarta entrega ni al director. Son funcionales a lo que se pretende de esta manufactura con la cual estoy en contra. En todo caso la ficha técnica está más arriba si quiere consultarla. Me va a disculpar, pero hasta que se estrene la nueva versión de “Los Miserables” (sin esperar gran cosa) prefiero las discusiones con las novias de antes. Al menos conservaban algo de espontaneidad al principio, y en esto ni Charly ni Fito tienen la culpa. El séptimo arte tampoco.
Es atractiva a partir de su formato en 3D, con grandes coreografías, chicos y chicas lindas, y mucho color. Para salir bailando. La saga comenzó en 2006, y a partir de ese momento fueron transcurriendo distintas historias. En esta nos trasladamos a las calles de Miami y sus playas, donde un grupo de jóvenes llamados “La Mafia” bailan y danzan contorsionando sus cuerpos, chicas y chicos ambos mostrando sus seductores cuerpos, van por distintos lugares siendo filmados, la idea es lograr mayor cantidad de visitas en YouTube y alcanzar un importante Premio. En la ribereña de Miami, como casi todos sabemos viven un importante número de inmigrantes latinos, entre otros, allí se encuentran amigos Eddy (Misha Gabriel Hamilton), Sean (Ryan Guzman), con gorrita y un estilo muy seductor. En el bar de la playa mientras todos bailan se conocen Emily (Kathryn McCormick) y Sean se seducen y se enamoran todo a través del baile, ella tiene un sueño ser bailarina profesional, estudia para eso y logra ingresar al grupo, el problema es su origen, es una chica rica, su padre Bill (Peter Gallagher), un importante empresario quien tiene la idea de demoler todo ese lugar y crear un complejo. Esto causará un grave problema para todos los habitantes de ese lugar no solo se quedarán sin viviendas, diversión y trabajo, ahora viene la dura batalla de salvar su lugar, ellos para esto tienen su sistema, para que el capitalismo una vez más no destruya sus vidas. El argumento es muy simple, poco original y muy trillado, todos bailan bien, aunque los protagonistas no tengan una gran química, contiene impactantes coreografías, imponentes primeros planos, la tecnología del 3 D le da un mayor impacto, el destacado coreógrafos Jamal Sims, trabaja con Madonna, además estuvo en: "Step up - Camino a la fama"; "Jack y Jill, "Footloose"; "Miley Cyrus: Live at the O2"; entre otras. Muy Colorida, entretiene, sin ninguna duda la propuesta es para el público adolescente, pre adolescente y amante de las danzas, si eligen una buena sala dan ganas de bailar Hip Hop, entre otros ritmos.
Este ha sido un año de grandes estrenos. Enormes propuestas han pasado por la cartelera, una tras otra, algunas verdaderamente extraordinarias, otras simplemente pasatistas. Pero como suele ocurrir, nunca se escapa la película que pretende salir adelante solo con agregar el formato 3D y, si bien para algunos incautos puede funcionar, les aseguro que Step Up Revolution está lejos de ser un producto recomendable. De movida su argumento es predecible, desde el primer momento en que presentan a los personajes y el conflicto en general, ya uno se puede dar una gran idea de lo que va a pasar. No esperen algún giro inesperado por parte del director Scott Speer, ni nada que pueda salvar a la narración porque eso no ocurrirá. La historia de amor que traman los protagonistas Ryan Guzman y Nicole Debeau está ya tan trillada que aburre de estar esperando el desenlace. También es difícil ignorar que al parecer el casting sólo se propuso encontrar jóvenes carilindos que sepan bailar antes que actuar, como en el caso de Misha Gabriel Hamilton y con el elenco femenino. Uno ya sabe de antemano que cuando va a ver una película como esta, lo único que pasa a primer plano es la danza, pero se esperaría que se tomen la molestia de trabajar un poco más aquellos elementos que hacen a una película. No todas son piedras, ya que siendo una propuesta de baile sería injusto no hablar de ello. Estos aparecen a lo largo de todo el metraje y son los únicos momentos eventualmente rescatables. Hay que saber reconocer la gran labor de los especialistas que generan esas asombrosas coreografías, en donde se puede apreciar que todo el enfoque del producto estaba puesto en ellas. Es a raíz de esto que sólo se pueden decir cosas amables en ese aspecto, dado que esta Step Up bien podría ser definida como cuatro videoclips de gran producción. Música y bailes, si, ¿pero qué pasa con lo que la hace una película? Por más que los productores hayan querido agregar el 3D, este no suma en absoluto a lo largo del film y no se percibe en casi ningún momento. Esto la convierte en una excelente opción para aquellas adolecentes que solo quieran ver chicos lindos moviendo sus cuerpos e historias de amor de plástico, si es que se le puede llamar "historia de amor". A los amantes del buen cine les recomiendo hacer frente a sus novias, en caso de que decidan arrastrarlos a las salas.