Los de medios a las mediaciones. Los medios masivos de comunicación son empresas privadas que construyen, mediante ideologías y discursos sociales, visiones del mundo que sirven a sus intereses y a los de las empresas que representan con sus discursos. Esta es la aproximación con la que Tiro de Gracia nos convoca a analizar la realidad. La ópera prima de Nicolás Lidijover es un thriller sobre un joven que decide robar una tienda de productos farmacéuticos. Desde una clara intención de deconstruir todos los discursos respecto de la delincuencia, el film nos presenta a una persona de extracción humilde que pierde su trabajo y necesita comprar una costosa lecha deslactosada para su hija recién nacida. El robo termina en una toma de rehenes en la que los empleados, los clientes y el asaltante comienzan una relación que tiene como eje el rol social en la cadena de reproducción del capital, mediada por la ideología y la clase social de cada uno. La película está construida a partir de imágenes de cámaras de seguridad en un espacio cerrado como si fuera una obra de teatro mediatizada. También hay tomas amarillistas de medios masivos desde el exterior para plantear diversas interpretaciones de forma tal que cada imagen pueda ser analizada y reinterpretada. La historia desarmada temporalmente es reconstruida como un rompecabezas que busca proponer una negación de las respuestas fáciles y represivas hacia hechos de violencia social. El robo es analizado como un hecho comunal -producto de las condiciones sociales de los personajes- que parece algo inocente y de a poco decanta en una tragedia. El principal problema de la película es que no puede escapar del género de “ensayo”, con personajes que representan imaginarios sociales de clase que en situaciones extremas quedan anulados por el miedo y las reacciones instintivas de temor y supervivencia de la mayoría de los casos. Los actores quieren encarnar discursos sociales y confrontarlos pero el guión se los impide constriñéndolos para quedar atrapados en situaciones estereotipadas sobre el imaginario progresista de la marginalidad. Con muy buenas intenciones y un enfoque correcto del conflicto social, Tiro de Gracia nunca consigue llegar al fondo de la cuestión, quedándose en la superficie de las relaciones al plantear un esbozo de cine social que no permite que las contradicciones de la vida surjan inesperadamente. La explotación existe y los seres humanos somos llevados hacia situaciones extremas pero lo impensado es algo mucho más visceral, va más allá de la muerte y está relacionado con nuestra soberanía o la carencia de ella.
La opera prima de Nicolás Lidijover fue presentada el lunes en Mar del Plata junto con parte del elenco y con altas expectativas, (amigo), y terminó dejando un sabor extraño. De qué va Un asalto que sale mal es registrado por las cámaras de una farmacia y un pibe que no sabe cómo sobrellevar una situación que nunca buscó termina con un desenlace que nadie se veía venir. Toda la situación del robo y toma rehenes exige a los actores a llevar toda la película a cuestas y está logrado en buena manera, más si tomamos en cuenta que el director no estaba en el set y daba las direcciones desde los bastidores. Dos narradores La peli está presentada en los papeles como una situación límite en donde en un espacio cerrado captado por las cámaras de seguridad se desenvolvería todo. El primer tercio de la peli sucede de esta manera con una estructura narrativa partida y no cronológica. Acá está el catch de la cuestión. El comienzo es visto desde una computadora solitaria en la sala de vigilancia que irá cargando distintos fragmentos del asalto. Sn embargo toda la situación no ocurre en la farmacia y se mezcla con otros flashbacks del protagonista que no son seguidos desde una cámara de seguridad sino que son secuencias filmadas de manera convencional y para este fulano que escribe eso quiebra con todo lo que venía pasando antes. Acá entramos en la siempre bien ponderada zona de Se podría haber hecho distinto, que no viene al caso, como siempre en realidad, salvo para rellenar espacio. A Spike Lee le gusta esto Recordando Inside-man con Clive Owen y Denzel Washington, Tiro de gracia tiene varios personajes que en primera instancia parecen responder a un estereotipo porteño claro: la señora bien, el tachero, el abogado chanta, el pibe chorro, y así. Pero cada uno tiene su historia y un modo de llegar a ese momento. El pibe chorro, el petizo morocho, tiene un léxico tumbero que al principio suena forzado pero los flashbacks vienen a explicar a esto luego. No todos son lo que uno cree ni la situación lo es. Los finales de Tiro de gracia son inesperados como así lo fue para el director la reacción del público. Conclusión La peli es una idea muy buena con un laburo atroz de fondo y una actuación soberbia que es el punto máximo. Pero también la forma al estar partida en dos resulta un poco confusa pero que en ningún modo bate las columnas de la narración. Así que vayan a verla y saquen sus conclusiones. No me pregunten a mí, sólo soy un blogger…
¡Cuidado!: Usted está siendo filmado Un asalto con toma de rehenes contado a través de las imágenes de las cámaras de seguridad de una farmacia (se utilizaron 19 GoPro para el rodaje), pero con una estructura narrativa que va y viene en el tiempo. No es la primera vez que se utilizan esos dispositivos de vigilancia como elemento (gancho) narrativo y el director (egresado de la FUC y asistente de realizadores como Adolfo Aristarain, Marcelo Piñeyro, Eduardo Milewicz, Eduardo Mignogna y Sebastián Borenztein) lo aprovecha con ingenio y destreza técnica. El principal problema de esta suerte de Tarde de perros en versión Nac & Pop es (incluso más que las por momentos grotescas actuaciones) la forma manipuladora a la hora de delinear los personajes: el infortunado y humilde pibe chorro que en verdad sólo quería leche para su bebé, el patético encargado del lugar y los penosos exponentes de la peor y más rancia clase media argentina entre los clientes/rehenes. En lo formal, por lo tanto, se deja ver. En lo ideológico, aun comprendiendo su espíritu provocativo a la hora de abordar un tema espinoso como la lucha de clases, todo resulta demasiado obvio y maniqueo.
El tiro del final La ópera prima de Nicolás Lidijover, Tiro de gracia (2013), es un retrato sobre la inseguridad pero abordado desde la visión de las cámaras de seguridad del lugar y con el foco puesto sobre la hipocresía social que rodea a un tema tan debatible. La acción de Tiro de gracia se desarrolla durante un asalto con toma de rehenes a una cadena de farmacia y perfumería. Un joven entra a robar y ante la llegada de la policía toma por rehenes a todos los que están en el lugar. Pero lo que el film retrata, más allá del acto en cuestión, es que llevó a ese joven a cometer esa locura, y como la sociedad es cómplice de que situaciones como esas se den tan a menudo. El hecho concreto, de esta ficción moderna, es narrado en su mayor parte a partir de la utilización de las cámaras de seguridad del lugar, que serán las que irán armando el relato y brindando los diferentes puntos de vista. Es decir, que de acuerdo a cómo se muestre cada escena se determinarán las conclusiones del caso. Así, a través de un montaje alternado en el tiempo y los diferentes espacios, que irá para adelante y hacia atrás permanentemente, se manipulará la opinión que se tenga, poniendo en el banquillo de los acusados tanto al captor como a sus rehenes. Dos puntos debatibles del film son la pérdida del punto de vista y del realismo. Si el punto de vista elegido es el de las cámaras, tanto de seguridad como de la televisión, hace un poco de ruido cuando en determinadas situaciones se recurre a flashbacks donde no intervienen estas. En cuanto al segundo cuestionamiento, el debate se produce ante la decisión de contar el hecho en un tono realista que pierde su tono en el final "tarantinesco" elegido para la resolución del conflicto, que a pesar de no estar mal y ser impredecible no se condice con el tono elegido para narrar el resto de la historia. Dos puntos cuestionables para una película con ritmo, buenas actuaciones, original en su forma y que deja abierto el debate sobre las responsabilidades sociales en hechos como el que cuenta.
La inseguridad en el foco Puntos a favor y en contra dividen el resultado de esta ópera prima, Tiro de gracia, que pese a la manifiesta posición ética de no tomar partido por sus personajes comete excesos a nivel formal y narrativo que malogran el conjunto de la propuesta del debutante Nicolás Lidijover. Tomar prestado de lo cotidiano un tema tan urticante como el de la inseguridad a partir de la recreación de un robo a una farmacia con toma de rehenes supone de antemano abrir una polémica en el espectador sobre las causas que conducen a la delincuencia más que sobre los acontecimientos que se producen a diario en la realidad y no como sensación de la paranoia, que sigue siendo la carta marcada de muchos discursos y retóricas de la política de turno. En esa divisoria de aguas –izquierdas y derechas, sordas y falsas- se encuentran aquellas voces condenatorias de todo acto de delincuencia que abraza un discurso radicalizado afín a la caprichosamente llamada mano dura frente a otro coro de voces que idealizan palabras que hoy no tienen valor como derechos humanos, reinserción social y justifican modos y prácticas culturales que parten de premisas antojadizas o falsas en muchas ocasiones para evadir análisis más agudos sobre un fenómeno sociológico de enorme magnitud. Por ese motivo circunscribir conceptualmente o cinematográficamente hablando a un punto de vista dominante, el reducido enfoque de una cámara de seguridad (muchas cámaras de seguridad indiferentes), condiciona la mirada de quien observa más allá de sus prejuicios o idiosincrasia particular arrastrado por esa urgencia tan enfermiza y propia de los tiempos que nos tocan atravesar. Esto no deja de ser atractivo en cuanto a propuesta desde la puesta en escena pero se ve rápidamente alterado por el propio director que se acorrala -por así decirlo- en su propio mecanismo de representación para empañar el realismo buscado en procura del mensaje. Algo así como una traición implícita del mensaje perpetrada por el medio. El argumento es simple y no se escapa de la anécdota que podría haber sido más efectiva en el formato de un cortometraje aunque es justo decir que aquí no hay exceso en el desarrollo sino reiteraciones inconducentes: un joven (Nicolás Goldschmidt) entra a una farmacia, el personal de seguridad sin arma advierte una actitud sospechosa al empleado que atiende la caja (Ignacio Godano) y acto seguido saca un revolver para tomar rehenes, entre ellos una mujer embarazada (Julieta Vallina) y desatar el caos en el reducido espacio, previo enfrentamiento con el policía de calle que hiere gravemente al seguridad en otro acto de gatillo fácil. La estructura que se vale del juego de cámaras del presente registra en tiempo real, aunque sesgado al recorte dramático, los acontecimientos que se impregnan del nerviosismo de las víctimas y el victimario. Sin embargo, la trama adopta un recurso cinematográfico válido en el empleo de flashbacks que complementan el pasado del delincuente y justifican su estado de desesperación y toma de malas decisiones al momento de optar por la vía del robo con rehenes. Un guión un tanto elocuente en la elección de los diálogos denota y connota diferentes idiosincrasias, discursos de clase y altas dosis de hipocresía social, sin declamaciones irritantes pero con poca sustancia en los planteos vertidos. A pesar de esas contradicciones que no son en sí un obstáculo sino el resultado de un síntoma en una sociedad enferma y esquizofrénica como la que se representa aquí debe destacarse la buena elección de actores como Ignacio Gadano, Julieta Vallina, Guadalupe Docampo, Nicolás Goldschmidt y Arturo Bonín, entre otros.
“Tiro de gracia”: No sonría, lo estamos filmando Vivimos en un país en el que los medios constantemente informan malas noticias. Matan a un chico para robarle el celular en Villa Luro, atropellan a una pareja durante la madrugada en Rivadavia, violan a una menor de edad en la provincia de Chaco o secuestran y torturan a una mujer embarazada en Córdoba. Todo negativo. Ahora bien, ¿quién es el culpable de todo esto? ¿El mismo accionario? ¿La familia? ¿El sistema educativo? ¿El gobierno? ¿La sociedad? ¿O acaso todos ellos juntos? “Tiro de gracia”, la nueva película argentina dirigida por Nicolás Lidijover, que estuvo compitiendo el año pasado en el Festival de Mar del Plata, utiliza esta temática para plantear un grave problema inmerso en nuestra sociedad: la delincuencia. Este film es presentado por su productor, Juan Pablo Buscarini de “Un cuento chino”, y no por su director. Y si esto pasa, probablemente algo raro está por suceder. La acción sucede a partir de una toma de rehenes en un almacén tipo farmacia, de esos que te venden desde perfumes hasta útiles escolares, comida y remedios. La policía espera afuera por una negociación, los periodistas siembran el caos en la tele, los rehenes discuten inserviblemente, el joven asaltante, asustado, busca desesperadamente la forma de escapar y las cámaras de seguridad observan los hechos desde un lugar privilegiado, el mismo que tienen los espectadores. Y a partir de la utilización de estos espacios, se irán sembrando los hechos. Uno de los puntos interesantes de este film es su estructura. La película está dividida en varias partes y arranca con una de ellas cerca del final. A partir de ahí, se empiezan a hacer viajes al pasado más cercano para encontrar la causa de lo sucedido. Sin este recurso, seguramente la película sería lenta y aburrida, a pesar de sus 72 minutos de duración. Ya cuando corre más de la mitad de la historia, se vuelve al que para el público fue el punto inicial y se conoce el desenlace, que por cierto es muy malo. Este final -no lo voy a adelantar- no convence para nada ya que la psicología de los personajes no está trabajada para que lleguen a tal destino. Probablemente pudo haber sido un problema de los actores que no supieron interpretar al director o seguramente fue un grave y simple error del guionista. En consecuencia, el desenlace resulta inverosímil y arruina lo poco bueno que tiene la película. De esta manera, la historia termina devorando al verdadero mensaje. Por otro parte, los protagonistas son actores que tienen una amplia trayectoria en televisión y por eso, seguramente los reconozcamos por haber actuado en una novela de canal de aire más que por algún papel de segunda que tuvieron en cine. Sus nombres: Nicolás Goldschmidt (el mejorcito) que es el asaltante; Nicolás Gadano, el vendedor; y Arturo Bonín, el policía que intenta negociar. El resto del reparto, al parecer más preparados para aparecer en alguna publicidad, cubren los papeles de los clientes y empleados del negocio. En fin, la película parte de la premisa que detrás de todo delincuente hay una sociedad violenta, pero al fin y al cabo, eso no se refleja. El espectador será el juez y se encargará de condenar no sólo al que crea culpable de los hechos que se ven en la pantalla, sino también al culpable de haberle dado el visto bueno a esta película, que aunque es mala, podría haber sido peor. Uno puede pagar la entrada y verlo con sus propios ojos. Es cine, es argentino, y por eso, claro que vale la pena.
Círculo de violencia sin muchas luces Humilde y desocupado, Jesús es uno de los tantos muchachos que transitan sin destino fijo por Buenos Aires. Necesitado de dinero, planifica el asalto a una farmacia. El delito se complicará cuando uno de los encargados de la guardia del local le haga frente y Jesús no vacile en dispararle. Los rehenes comenzarán a tratar de calmar a ese joven que se enfrenta a la policía, a los medios periodísticos que buscan la nota sensacionalista y a los vecinos, que reclaman justicia. El director Nicolás Lidijover, que hace aquí su debut en el largometraje, intentó describir una historia que reflejase, desde la mirada de su protagonista, un episodio cada vez más frecuente en ciudades como la nuestra. Para ello se preocupó en utilizar cámaras ocultas en una sola locación y registrar las escenas a través de un sistema de video de seguridad. La idea no dejaba de ser interesante, pero la trama se demora en avanzar y el film, que busca el suspenso y la violencia, se convierte en una especie de débil muestrario de lo que puede ocurrirles a los rehenes y, sobre todo, a Jesús, cada vez más desesperado en su intento de fuga. El elenco procuró dar verosimilitud al entramado, pero terminó cayendo en casi todos los casos en una nota altisonante. En definitiva, un intento malogrado.
Con las mejores intenciones Una toma de rehenes desencadena el drama, y el thriller, en este filme con Nacho Gadano, opera prima de Nicolás Lidijover. Por azar, por destino o por obra de esas infinitas causalidades que no alcanzaremos a entender, como decía Borges, hasta el robo más tímido puede complicarse de la manera menos esperada. Hasta el argumento más trillado puede jalonarse con salidas insólitas. Eso es lo que ocurre en Tiro de gracia, opera prima de Nicolás Lidijover, cuando Jesús (Nicolás Goldschmidt) entra al local de una farmacia porteña para comprar leche para su hijo. Casi sin querer el lugar se convierte en escenario de una curiosa toma de rehenes, donde clientes, empleados y el forzado ladrón cruzan sus historias y miserias con la inoperancia policial y el cinismo mediático. Con mejores intenciones que resultados el director interviene la línea argumental de la película, cuestionando, denunciando una situación social desde el guión y desde la estética del filme.Apela, por un lado, al recurso de las cámaras de seguridad con escenas que avanzan y retroceden, porque Tiro de gracia es un canto al flashback. Y sitúa al espectador en el lugar del televidente fisgón, dispuesto al frívolo (mas no gratuito) consumo de sangre en la pantalla. Lo que la película gana en sorpresa y cuestionamientos sociales, lo pierde en la profundidad de la historia, presentando al asaltante como víctima, un chico de la Villa 31 que perdió el trabajo y que sólo quiere alimentar a su familia. Sobra información de ese afuera cuando el mayor mérito está en la atmósfera que se logra en la farmacia. Con actuaciones aceptables, como la de Nacho Gadano, Marcelo, el encargado del local, que busca convencer a Jesús y sufre los embates de sus clientes. Una apuesta conceptual, un intercambio de roles entre víctimas y victimarios con el que Lidijover busca generar preguntas, exponiendo prejuicios y quiebres sociales desmoralizantes. Habla de una sociedad agonizante que, como cierto periodismo, ¿merece un tiro de gracia?
El ojo espía por la cámara Rodado con casi 20 cámaras GoPro, el film de Nicolás Lidijover reconstruye un asalto con toma de rehenes en una farmacia y gana al poner a los personajes en situaciones límite. Tiro de gracia empieza por el final o casi, dentro de una farmacia multirubro donde se observan personas tiradas en el piso, y entre otras, a alguien apuntando con un arma a un joven sangrando mientras el resto llora y grita. Pero quien observa la situación es una cámara de seguridad, una de las casi 20 GoPro que se utilizaron para el rodaje. De allí en más, el rompecabezas queda en manos de las cámaras, ubicadas dentro o fuera del local, narrando hacia atrás y adelante en el tiempo para comprender un asalto con toma de rehenes. Esta especie de Tarde de perros en versión "ojo que nadie escapa a una cámara de seguridad", construye la historia a través de personajes estereotipados de la clase media argentina: el encargado del lugar, la chica que escucha música en los auriculares para evadirse del mundo, el tachero medio facho, el abogado sin ética, la mujer embarazada (lugar común como pocos), la señora de buen corazón que ayudará a los heridos. En medio de ellos, el pibe chorro que necesita leche para su hijo y no tiene la plata suficiente para la compra. Nicolás Lidijover, a través de las múltiples cámaras, describe las motivaciones del joven ladrón y de su ilegal entorno, en tanto, expresa por medio de pequeños retazos las particulares personalidades de los rehenes. En este punto, Tiro de gracia manipula con pocas luces las emociones del espectador, llevando la trama a un punto muerto donde el maniqueísmo y las situaciones estereotipadas ganan la partida. En ese mundo asfixiante y a punto de estallar (como sucederá en el final en medio de un río de sangre), donde la tensión gana puntos cuando el delincuente habla con el jefe de policía (Arturo Bonín) o al momento en que cree salvar su vida gracias a la ayuda de la mujer embarazada, la película resulta válida como recorte de un contexto determinado, donde nada es lo que parece ser, mucho menos si las máscaras políticamente correctas de los personajes son arrastradas a una situación límite, peligrosa y al borde de la muerte.
Vale como experimento de estilo, falla como policial Aquí tenemos un producto original que cuenta un asalto con toma de rehenes. Lamentablemente el detalle que hace que esta película sea original también es lo que la arruina como película y tal vez sólo la justifica como extraño experimento de estilo. Es que "Tiro de gracia" está contada a través de las múltiples cámaras de seguridad de la única locación del film, lo que resulta totalmente cansador y no ayuda a que la historia se desarrolle fluidamente. El cine, como lenguaje narrativo, depende de la capacidad de contar una historia en planos. El plano general sirve para establecer una situación, el plano americano para describir un personaje y un primer plano se puede usar para resaltar un detalle o una acción. En esta película, sobre todo al principio, abundan lógicamente los planos generales propios de la típica cámara de seguridad que uno ve en la cajas cuando va a un supermercado. Obviamente, esto no ayuda para meter al espectador dentro de la historia, y aun cuando a medida que avanza la acción el director intenta falsear esos planos tratando de llegar a planos medios, esto tampoco luce creíble, y el resultado es algo permanentemente frío y distante, más allá del asunto policial que se pretende narrar a través del recurso en cuestión. Una pena, dado que el tema, de candente actualidad, sobre un chico de clase muy baja, totalmente resentido y dispuesto a todo al realizar un sangriento asalto, daba para mucho más, y hubiera tenido mayor efecto con un formato más adecuado.
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Luego de un documental para E. Kodak y algunos cortos promisorios (además de ser responsable del guión de “Amor a mares”), llegamos al primer largo de ficción de Nicolás Lidijover: “Tiro de gracia”. Lo primero que hay que decir, es que esta propuesta llama la atención por la manera en que fue filmada, más que por el conflicto que presenta (universal y ya abordado en varias oportunidades). Lidijover propone un registro cuasi teatral, de un grupo de personas en un asalto seguido de toma de rehenes. Hasta ahí, suena convencional. Pero no. Lo original se produce en el enfoque, el director rueda su film con cámaras GoPro (17 para ser exactos) diseminadas a lo largo del espacio donde se desarrolla la acción. Ellas registran los movimientos e interacciones del elenco desde distintos ángulos y transmiten la sensación de que todo lo que vemos es real, dado que es habitual usarla para seguridad. tiro_de_gracia_2_Ew Jesús (Nicolás Goldschmidt) es un chico humilde, que trata de hacer las cosas bien. Sin embargo, tiene problemas laborales, lo despiden de su trabajo y su economía precaria se resquebraja con la noticia. Es cierto que en los primeros minutos ya sentimos que a pesar de su honestidad, llegado el momento la necesidad traicionará sus principios. Y ese instante se produce cuando su bebé se enferma y su mujer le pide que vaya a una farmacia a conseguir leche y otros elementos, sin saber que él ya no tiene plata ni trabajo. Es ahí cuando Jesús entiende que ya no tiene otra opción que no sea asaltar el lugar para conseguir lo que necesita y asistir a su hijo. En esa vuelta, al realizar el asalto en busca de simples elementos para cuidado del bebé, se topará con una situación fortuita que hará que el mismo se frustre y termine atrincherado con todos, buscando una salida parar escapar al asedio de la policía. El encargado del lugar, Marcelo (Nacho Gadano), será quien intente clarificar la situación y lograr que esa toma de rehenes se resuelva sin violencia, tarea difícil por la cantidad de variables que tendrán lugar en la farmacia. La técnica para rodar, es original y le aporta cierta tensión al relato. Es cierto que algunos flashbacks distraen la atención y brindan más información de la que uno necesita para adentrarse en la historia. El guión, por otra parte, de a ratos transmite un ritmo furioso aunque en otros, se desgrana en situaciones predecibles y que sólo distraen del conflicto principal. Se percibe un trabajo en los actores de gran compromiso pero el ritmo errático que se plantea para la organización del relato le resta brillo a esa labor y termina por desgastar al espectador en esa vuelta. tiro_de_gracia_3_Ew Por otra parte, la caracterización ideológica y el trabajo con los prejuicios que propone, rozan el estereotipo (chico pobre que sin experiencia roba por necesidad y clase media que está por la represión en tanto afecten sus intereses) ,perdiendo la oportunidad de mostrar un cuadro más complejo y rico que el presentado. Además, cuando entramos en la zona de definición del film, algo no parece ajustado (ya verán porqué) y el cierre termina dejando un sabor extraño en el público. Lidijover tiene buenas ideas y desarrolla aprendizajes veloces (el manejo con la dinámica que generaron las cámaras GoPro son prueba de ello), así que estamos seguros que capitalizará de esta experiencia mucho. Como espectador puro, debo decir que “Tiro de gracia” a priori parecía un film inflamable pero no fue así. No quedé satisfecho a la hora del análisis final. Eso sí, es importante apoyar a los que arriesgan e innovan y en ese sentido, un voto de confianza nuestro va para el próximo trabajo de este director. A tenerlo en cuenta.