El largometraje de Cecilie A. Mosli cubre varias bases, piensa a gran escala. Por un lado, se nutre del personaje clásico de Cenicienta, respetando ciertas tradiciones que vienen por añadidura, como el baile real como punto neurálgico, el príncipe como interés romántico, y la madrastra despiadada que complota con, en este caso, una hermana que busca ser el centro de atención. Por otro lado, Tres deseos para Cenicienta también toma elementos de la película homónima de 1973 del realizador checo Václav Vorlíček que se convirtió en una obra de culto, fruto de sus ribetes navideños. Si bien la fusión de ambas ópticas está lograda, algunos tramos de la historia exudan una ingenuidad que no es cohesiva con su desarrollo, donde prima la sensación de peligro y una oscuridad disonante con la génesis del inocente derrotero de la protagonista y su enamorado. En cuanto al vínculo entre los jóvenes, uno que se desarrolla a partir de secuencias de aventuras con una imponente fotografía, este impide que el relato se estanque, sobre todo cuando se empiezan a percibir ciertos guiños a Noche de Reyes de William Shakespeare, ya que el tópico de las máscaras es recurrente. Asimismo, nos encontramos con un auspicioso debut como actriz de la modelo y estrella pop noruega Astrid S. La cantante interpreta con soltura y carisma a esa Cenicienta que es mucho más que el objeto de afecto de un hombre, una sobreviviente que no necesita de la figura del hada madrina para concretar sus objetivos, un bienvenido giro de timón en pos de aggiornar el relato y de prescindir de ciertos arquetipos.
Cenicienta (la cantante pop Astrid S -Astrid Smeplass-) vive con su madrastra (Ellen Dorrit Petersen, caracterizada con un peinado similar al Drácula de Coppola) y con su hermanastra (Ingrid Giæver), quienes la tienen abocada al trabajo de sirvienta. Cuando el príncipe (Cengiz Al) busca una compañera para el baile real, se topa con cenicienta en el bosque helado. Ella evita una cacería deportiva, en clave ecologista, y asiste al baile despertando la furia de su familia. Tres deseos para Cenicienta (Tre nøtter til Askepott, 2021) revitaliza el clásico cuento al cambiar algunas pequeñas cosas para adaptarlo a los tiempos que corren. Cenicienta es aguerrida, luchadora y empoderada frente a las circunstancias adversas. Pelea por salvar al príncipe -y no al revés- para conseguir sus objetivos. El realismo buscado por la directora Cecilie A. Mosli se asemeja a la versión de Blancanieves y el cazador (Snow White and the Huntsman, 2012), sin embargo cuenta con ciertos toques fantásticos (las avellanas mágicas) sin llegar a exageraciones. Por ejemplo tanto los ratones, los búhos como las palomas, ayudantes de la protagonista, no hablan ni tienen forma humana. Las avellanedas mágicas le crean el vestido pero sin la necesidad de una hada madrina voladora. La ambientación en los nevados picos nórdicos le dan un toque distintivo a esta versión. El color blanco forma parte del paisaje y otorga un matiz de inocencia y pureza al relato y a la bondadosa protagonista. Así, el escenario se convierte en un protagonista más del clásico cuento, en esta aventura para toda la familia.
Cenicienta no deja de ser Cenicienta en esta re-lectura del clásico cuento de hadas, no pierde su esencia, la historia de la joven huérfana subyugada por una malvada madrastra que la obliga a realizar las tareas domesticas, que se enamora de un príncipe con la ayuda de su hada madrina, (acá ausente) ha sido recurrente en el cine, la televisión, teatro y literatura, claro. La clave en esta versión se encuentra en el empoderamiento femenino, es la joven la que en esos tres momentos, jugados por tres elementos de su propiedad, transformando en deseos que se cumplen, en que nuestra heroína da rienda suelta a su poder para indicarle al príncipe los actos a seguir.
Imaginen un crossover entre el clásico de Perrault y Game of thrones, pero, claro, sin tanto sexo y muerte. Esta superproducción Noruega, no sólo se destaca por la lograda interpretación de Astrid S en el rol de Cenicienta, sino por su cuidado trabajo de arte y elección en peinado, maquillaje y vestuario, que aportan el marco propicio para este relato que recupera esa historia de amor en el frío del país escandinavo. Cecile Mosli logra una atrapante visita al mundo ya conocido reinventándolo desde una experiencia cinética y emocional única.
Cuando se estrena una versión independiente de cualquiera de los cuentos clásicos de princesas que fueron tantas veces vistos y que tan asociados tenemos a Disney, uno se pregunta inmediatamente qué puede aportarle al cine una cinta de estas características, sobre todo cuando no es tan disruptiva con su esencia. Porque más que curiosidad, a simple vista genera rechazo, incluso con título reciclado, viniendo de un país como Noruega al que no le seguimos la filmografía y con una estética adolescente por el protagónico de la estrella escandinava Astrid Smeplass. Pero quien ama el cine tiene fe autosustentable por lo que siempre está en la búsqueda de aquella película que destrone por una vez a 'El padrino' de la cima. Claramente este no será el caso, pero ahí estamos, frente a la eterna Cenicienta, a ver qué tiene de distinto. SIMILITUDES Los cimientos de la historia son los mismos. Cenicienta, tan bella y valiente como ninguna en el pueblo, es casi la sirvienta de su madrastra y hermanastra. Habrá un baile donde el Príncipe conocerá a su prometida y tras esa noche inolvidable, un zapato será la brújula que intente unir esos corazones que se enamoraron a primera vista. Lo nuevo es que cual efecto mariposa, esa primera vista se repite varias veces y el príncipe se vuelve a enamorar una y otra vez, sin saberlo, de la misma persona. De una desalineada deshollinadora, de un arquero bigotón (de arco y flecha) y de una bella mujer de resplandecientes ojos azules. Un príncipe abierto de mente, que subliminalmente atenta contra los mandatos de la corte y que sigue su instinto. En esta adaptación de `La Cenicienta', el amor rompe prejuicios y se muestra en varias formas. En pleno siglo XXI y con el feminismo en su máximo esplendor, imaginar un príncipe azul caballeroso, una princesa sumisa y sin voto, hadas trocando la realidad con sus varitas mágicas y música haciendo bailar al pueblo entero en verdaderos cuadros de Broadway, sería inoportuno. Por el contrario, esta Cenicienta de puntería precisa, irreverente y desafiante es el sello que motoriza el filme dirigido por Cecilie A. Mosli y que promete, aunque no lo logra en casi ningún momento, ser una caja de sorpresas constante. Algunos giros inesperados entusiasman pero quedan en eso porque su inamovible estructura confirma en cada escena ser un cepo limitante. Con paisajes nórdicos de ensueño, desiertos helados, puentes de época y suntuosos vestidos, 'Tres deseos para Cenicienta' se vuelve un filme ágil, visualmente bello y entretenido. No es una historia que no hayamos visto ni que desconozcamos pero el resultado favorece ampliamente al espectador.
En esta película noruega, en co-producción con Lituania, dirigida por Cecilie Mosli, la heroína encarnada por una cantante famosa Astrid S (Astrid Smeplass) el cuento clásico de la Cenicienta tiene sus simplificaciones y actualizaciones. Básicamente la historia es la misma ya vista tanta veces. La pobre chica que a la muerte de su padre y en su propia casa, es reducida a la servidumbre por maldad de su madrastra, que favorece a su única hija, una chica a la que maltrata de otra manera. La heroína es bellísima, y el cuento en ese paisaaje nevado adquiere un marco especial. Pero la cenicienta en cuestión ama a los animales, y conoce al atolondrado príncipe impidiéndole cazar por deporte. Hay un deslumbramiento, pero ella cuando las cosas se encaminan no está apurada por casarse, pero si por conocerse mejor. Tampoco hay hadas madrinas sino unas avellanas mágicas, que le dan el vestido y los famosos zapatitos,. Pero pueden fallar y la futura princesa toma el destino con sus propias manos para que las cosas salgan como tiene ganas. Pequeños cambios que actualizan el cuento sin sacarle encanto familiar ni despliegue lujoso.
Tres deseos para Cenicienta (Tre nøtter til Askepott, Noruega, 2021) es uno de esos estrenos incomprensibles que llegan a las salas de Argentina. Seguro que sus derechos son más baratos que los de muchas mejores películas, pero eso no es excusa para que una película tan irrelevante ocupe espacios en la cartelera. Cuando uno ve películas europeas como esta, se da cuenta hasta qué punto el cine norteamericano ha sido capaz de desarrollar una industria que, con todos sus defectos, está por encima del promedio del mundo. Volvé, Hollywood, te perdonamos. Esta es la vieja y conocida historia de Cenicienta, pero con un giro. ¿Acaso se puede hacer Cenicienta sin un giro hoy en día? La historia de Cenicienta es tan antigua que ya tenía vida antes de pasar a ser un texto literario. Lo que cuenta tuvo formatos en todo el mundo y se han hecho versiones muy distintas incluso antes de la llegada del cine. Walt Disney hizo la versión más famosa en 1950 y luego una y otra vez apareció en todo tipo de estilos, tonos, géneros y formatos. Tanto en el ballet, como en el teatro, la televisión y el cine, es un personaje sobre el cual se vuelve porque hay algo que el imaginario colectivo que conecta bien con los personajes. Acá Cenicienta es bien siglo XXI, aunque la historia siga siendo de época. Tiene también un casting daltónico y un concepto más alejado de la fantasía y sin tantos efectos visuales. La protagonista es carismática pero la narración es muy básica y sin mayor vuelo. Se aprovechan los paisajes y se busca cierta verosimilitud en el entorno. La heroína ya no solo es bella, inteligente y destinada a la grandeza, también es una arquera que haría quedar a Guillermo Tell como un novato. La película no es divertida pero tampoco es larga. Si alguien encuentra una versión hablada en noruego le damos un premio, ya que es fácil de conseguir doblada al inglés y a las salas de Argentina arriba, previsiblemente, doblada al castellano.
La batalla contra la malvada madrastra no descansa La relectura de los clásicos permite a las nuevas generaciones ver con sus propios ojos los cuentos con los que sus antepasados crecieron y, eventualmente, se formaron. Ello pasó varias veces con Blancanieves, la propia Cenicienta (recordar la versión con Drew Barrymore y Angélica Huston es obligación) y hasta Hansel y Gretel. Esa parece ser la idea de la directora Cecilie A. Mosli, que plantea un nuevo acercamiento discursivo a la historia del personaje popularizado por los Hermanos Grimm. Con el papel protagónico a cargo de la cantante pop Astrid S, el film noruego propone una nueva idea que en orden de una reversión ligera, deriva en una producción aceptable y honesta. Con una serie de pergaminos en su haber, la realizadora pone el foco en el sostén de su idea con lineamientos narrativos que pueden ser naif, pero que funcionan en el todo. Con base estructural en la situación que depende del consabido baile, todo a partir de ese punto se define en una sucesión de situaciones, enmarcadas en un perfecto trabajo de fotografía. La disposición de las secuencias resulta en evitar la caída del interés del espectador. Las máscaras resultan en un punto de adecuado adorno estético, que remite a relatos de similar tenor. Sin la dependencia de la figura mágica que resuelve todos los problemas, el personaje interpretado por la debutante logra mayor vuelo. Por supuesto el príncipe sigue allí, tanto como la madrastra, pero en pos de reordenar algo de la historia original debe quedar. Así el sentido imaginado en su momento no desaparece de manera absoluta. La confluencia de los jóvenes resignifica todo lo que se propone Tres deseos para Cenicienta. En suma, la novedosa forma que adquiere el mundo de Cinderella invita a verla como opción valorable, considerando la selección de los estrenos de esta semana.
Nuestra cartelera habitualmente no recibe cine de muchas latitudes. Es más, la pandemia intensificó lo que ya era una tendencia: la mayor parte de lo que vemos en pantalla grande, viene de Hollywood. Por eso, cada vez que alguna cinta llega a nuestro país de otra geografía, es motivo de curiosidad. Precisamente esto fue lo que me llevó a adentrarme en esta nueva versión de «Cenicienta», «Tres deseos…» de la directora noruega Cecilie A. Mosley, realizadora cuyo mayor desempeño ha sido en series de TV locales. La premisa, en principio, parece haber sido respetar bastante la historia original de Cenicienta e incorporar mínimos elementos para explotar la profundidad de los paisajes y esbozar algún cambio para adecuar a los protagonistas a los tiempos que corren (de empoderamiento femenino) «Tre nøtter til Askepott» parece estar pensada para no ser disruptiva ni generar debate. Sencillamente presenta el conflicto clásico que todos conocemos y hemos visto hasta el cansancio, en un escenario distinto. Bello, bien fotografiado y con una cantante en ascenso como protagonista. Sí, me refiero a quien juega el rol de Cenicienta, Astrid Smeplass, una de las figuras del «Pop idol» noruego allá por 2013. Ella lidera las acciones, como la pobre niña a la que su familia trata de martirizar y molestar con tareas domésticas. Astrid se muestra como una mujer decidida, dispuesta a defender sus ideales y creencias, a tono con un perfil menos sumiso y más fuerte. Su coprotagonista es el príncipe que interpreta Cengiz Al, un simpático y decidido muchacho que queda deslumbrado no sólo por la belleza de la dama, sino por su ímpetu y convicciones. Y es aquí importante destacar que a diferencia de las historias al estilo Disney, hay menos magia y más paisajes helados. Es decir, el tono del film bucea en una historia más humana, y menos etérea. Esto no funciona en forma tan ajustada y se nota cierta confusión a la hora de avanzar con la trama. Lo esperable no se corporiza tan fácil excepto el rol de la villana, la impecable Ellen Dorrit Petersen, quien luce centrada, incluso dentro de su peinado, lo cual no es poco! El ritmo del film es adecuado y la canción principal, una delicia (pueden verla aquí: https://www.youtube.com/watch?v=qehdAKRYf9w ) y un gran hit de la Cenicienta noruega. Los rubros técnicos cumplen, con la fotografía como ariete principal, desde ya. En líneas generales, no considero que esta versión aporte algo distinto a las anteriores (aunque está basada en otra peli checa de 1973 que sí era original por su mix navideño) y no está bueno (creo) que sólo pueda verse doblada. Pero entiendo la necesidad del mercado para ser lanzada aquí. Considero que podría darsele una oportunidad de visionado, si están dispuestos a redescubrir un personaje clásico, desde una óptica nórdica. Podría funcionar.
UNA CENICIENTA INSÍPIDA Tres deseos para Cenicienta se suma a la larguísima lista de adaptaciones del cuento tradicional oral transcrito por Charles Perrault y los hermanos Grimm, entre otros. Esta en particular es en realidad una remake de una película Checa del ‘73 que adaptaba la versión del cuento de la autora Bozena Nemcová, la cual escribió durante la primera mitad del Siglo XIX. Al tratarse de una historia tan conocida, el espectador no puede sino preguntarse por qué medios buscará la película cierta originalidad, ya sea mediante recursos formales o cambios narrativos que la distinga y le dé personalidad. En el largometraje de Cecilie Mosli se respetan los puntos centrales de la trama: una joven inocente es obligada a servir a su madrastra ambiciosa, la cual quiere casar a su hija con el príncipe del reino; con la ayuda de algo de magia y un incidente con un zapato de por medio, la joven enamora al príncipe y se casa con él. Se perciben, también, algunos pequeños cambios casi obligatorios a la hora de actualizar los conceptos que giran alrededor de los roles de género en el cuento original. Más allá de si estos virajes son el resultado de decisiones de Nemcová o de los guionistas, lo cierto es que la Cenicienta de Mosli desarrolla un modelo de feminidad apenas diferente de aquel que Disney inmortalizó con sus mujeres protagonistas durante sus primeras décadas de producción. Estas apreciaciones son, sin embargo, poco importantes en el contexto de Tres deseos para Cenicienta. Lo cierto es que la película noruega destaca por su falta de carácter, su tibieza y su manera insípida de hacerse cargo del cuento en el que está basada. No se la juega, diríamos hablando mal y pronto, y se ubica en una posición en extremo cómoda dentro del amplio espectro que va desde la adaptación rebelde al estilo de Romeo + Juliet hasta el respeto absoluto por la fuente de películas como la Madame Bovary de Sophie Barthes. La discusión del modelo femenino de la obra original no pasa de cierta masculinización de la protagonista que se disfraza ocasionalmente de hombre, sabe disparar con arco y flecha y se interesa por una vida de libertad en la naturaleza antes que por la sólida estructura del matrimonio. Nada sustancialmente distinto a lo que el propio Disney viene haciendo con las correcciones políticas llevadas adelante en sus reversiones live-action. Solo que, al menos, la compañía del ratón apuesta firmemente por este lavado de cara siempre impostado, mientras que Tres deseos para Cenicienta lo hace de forma tangencial y nunca lo asume como el centro o propósito del relato. Más allá de este asunto, poco tiene para aportar la película de Mosli, que transcurre sin regalar un personaje destacable, una escena bien lograda o una secuencia entretenida.
Tres deseos para Cenicienta es una remake noruega del clásico homónimo del viejo cine soviético de fantasía que solía brindar el director Václav Vorlíček. Un maestro del género que realizó numerosos cuentos de hadas que luego obtuvieron estatus de culto dentro de las producciones europeas. The Prince and the Evening Star (1979) es otra joya genial de su filmografía. En 1973 sorprendió con una de las mejores y más creativas adaptaciones que se concibieron en torno al cuento de Cenicienta y que desde entonces se convirtió en un clásico de la temporada navideña en Rusia, la República Checa y Eslovaquia. La particularidad de esta propuesta es que desarrolla un relato más inspirado por la versión de los Hermanos Grimm, y el relato homónimo checo de Božena Němcová, que trascendió por darle a la heroína un rol más activo en el conflicto, a diferencia del cuento de Charles Perrault, donde el hada madrina le resolvía todo los problemas a la protagonista. El tema con esta propuesta es que desde su debut en la pantalla grande en 1899, con el corto de George Méliès, la gran mayoría de las adaptaciones siempre tomaron como fuente la obra de Perrault; en parte porque fue la interpretación más accesible para el público infantil. En la producción soviética los elementos fantásticos estaban representados por tres avellanas mágicas y Cenicienta se desempeñaba como una impecable cazadora disfrazada de hombre. La remake noruega narra el mismo conflicto con la particularidad que mejora algunos aspectos que hacían ruido en la película original. El cambio más importante es el retrato del príncipe que era un imbécil pusilánime y en este film tiene un papel mucho más digno. Nunca quedaba claro por qué Cenicienta se enamoraba de semejante marmota y la directora Cecilie A.Mosli corrige con acierto esa cuestión. El rol principal quedó a cargo de Astrid S, una cantante pop que sorprende con una muy buena interpretación para tratarse de su primera incursión en el cine. Dentro del reparto es la figura más carismática y cuenta con sus momentos destacados junto con Ellen Dorrit Perersen, a cargo de una macabra madrastra. Un par de cuestiones que no funcionan tan bien en esta versión son el tratamiento del humor que no llega a dar gracia y el contenido de inclusión forzada, representado en una pareja gay que metieron con un calzador para darle un perfil moderno a la remake. Dos personajes que no tienen ninguna relevancia en el conflicto y aparecen casi como extras para recordarnos que la película se filmó en el 2021. La resolución del acto final también se siente un poco acelerada como si hubieran obligado a la directora a presentar un corte que durara menos de 100 minutos. Salvo por esos detalles en general es una buena propuesta de fantasía que trae una versión de Cenicienta que la gran mayoría del público desconoce.