Animación clásica, con personajes atractivos y mucha diversión para el público infantil. Tiene un comienzo muy bueno que apunta a público de todas las edades, pero a partir de que las cigüeñas emprenden su viaje y dejan al gorrión solo a su suerte...
Ser o no ser El cine de animación alemán viene pisando lento y seguro, al apelar a historias clásicas en las que la identidad, y el esfuerzo configuran su universo narrativo con productos orientados al público infantil, en contraste con el cine americano que intenta a toda costa captar la atención de todo el grupo familiar en producciones cada vez más ambiciosas y confusas. Una cigüeña en apuros (Richard the Stork, 2017) se aproxima a sus personajes sin grandes pretensiones, pero con la clara intención de atrapar al espectador más pequeño con una trama simple, sin desvíos, y que, como en este caso, busca desarrollar una trama orientada a valores positivos de la vida en familia como fin principal de la existencia animal. En el desandar la vida de Richard, un pequeño gorrión, huérfano, adoptado por una familia de cigüeñas, los directores Reza Memari y Toby Genkel (Uyyy! Dónde está el arca?) construyen un diálogo con los espectadores desde la búsqueda y reafirmación de identidad de la pequeña ave sobre su especie. Criado por las cigüeñas, pero con la concepción que en un futuro se lo dejaría librado a su suerte, Richard absorbe las costumbres de su grupo hasta que ante la inevitable migración lo ubica en una situación complicada con sus supuestos “pares”. Su familia de cigüeñas decide dejarlo solo para protegerlo y así evitar que, en el intento de continuar con ellos, muera atravesando los cielos en bandada. Pero Richard es terco, y pese a comprender aquello que le han planteado, en solitario, decide que nadie puede impedir su impulso a continuar con los suyos. En esa decisión, de reencontrarse con sus padres y familia, emprende un viaje en trenes, micros, camiones, buques. La película vira hacia la road movie, con el adicional de sumar personajes atractivos en cada país que Richard hace escala, y además suma para la historia a dos compañeros necesarios para activar conflictos y tensión, como Olga, un búho con algunos problemas de personalidad, y Kiki, un perico egocéntrico y narcisista, que lo ayudan (o complican) a cumplir su misión. Ambos además suman el humor y los números musicales que funcionan como transición en el cuento. Detrás del mismo, y tal vez lo más interesante de la propuesta, es que además de la moraleja y el rescate de la identidad como valor positivo frente a las individualidades, Una cigüeña en apuros suma una crítica a la sociedad de la hiperconexión, presentando en postes de luz, a lo largo de la travesía, una serie de aves afectadas por el consumo excesivo de internet, redes sociales, chats que ayudan a Richard a llegar a su destino al tentarlo con mundos virtuales alejados de la realidad. Por eso, la principal virtud de la película es su carácter didáctico acerca de las diferencias, de la diversidad, y el respeto por la identidad, y esto no es poco en un cine actual que se fagocita y precipita hacia el éxito antes de haber siquiera aportado algo en el género. Una cigüeña en apuros no pretende ser otra cosa más que un entretenimiento para los más pequeños, con premisas simples, una animación básica, y un guion claro y conciso, que potencian los valores que predica y asume, anunciándose como un relato clásico de búsqueda y encuentro.
Si prestan atención a los diseños de estos personajes en el afiche promocional van a notar que son exactamente iguales a todas las películas independientes de animación que llegaron a la cartelera en el último tiempo. La película sigue una fórmula familiar que resulta efectiva dentro del cine infantil. A través de un relato de aventuras que tiene personajes simpáticos se desarrolla una historia que tiene el fin de expresar alguna lección de vida. En el caso de Una cigüeña en apuros el foco central de la historia pasa por la búsqueda de identidad. La animación es bastante decente para tratarse de una co-producción entre cinco países europeos y los Estados Unidos que contó con un presupuesto moderado. Si bien no hay ninguna idea original en esta producción que permita marcar una diferencia con otras películas similares, la historia tiene los condimentos diferentes para entretener a los más chicos. Una cigüeña en apuros es una opción que puede funcionar muy bien para niños de entre 4 y 10 años. No es una historia que van a recordar con el paso del tiempo, pero al menos contribuye a brindar un pasatiempo entretenido.
Tras su paso por el Baficito, llegan a los cines nuevas aventuras desde el cielo de la mano de esta propuesta animada en 3D, donde la prosa y la dirección destacan en un guion no tan sólido. El año pasado, el estreno de “Cigüeñas” (“Stork”) generó sorpresa y empatía por los plumíferos en la pantalla grande. Ante esta adversidad, se encuentra la obra “Una cigüeña en apuros” (“Richard the stork”), que no apela tanto al chiste como su antecesora sino al melodrama y a la epopeya. El film es una versión libre del clásico cuento “El Patito feo”, donde Richard, un gorrión adoptado por una familia de cigüeñas, deberá emigrar a África por su cuenta porque su familia está obligada a emprender ese viaje. La pequeña ave no se dejará llevar por su estatus diferente y tomará la decisión de seguir los pasos de sus seres queridos, cueste lo que cueste. Su composición tarzanica en la familia, y la eterna mirada de un padre que no aprueba su insistencia, hace que Richard quiera demostrar que merece un lugar ahí y que, a pesar de no tener las mismas características, tiene la misma voluntad y decisión que ellos. Junto a un búho excéntrico y un loro frustrado se someterá a un trayecto lleno de peligros y desafíos antes de llegar a la tierra deseada. Sin embargo, cada uno de los personajes del trío protagónico abusa de su rol, generando vaivenes en los mismos diálogos, una deficiencia que se mantiene a lo largo de la cinta. Por el otro extremo, los secundarios responden de forma elocuente y muestran simpatía en su desarrollo, como son los casos de los cuervos y las palomas. Dentro del mundo de la animación antropomórfico, los nuevos animales ejecutados por computadora olvidan sus características principales (solo son imágenes con un parentesco con la realidad). En cambio en este largometraje, los protagonistas no podrán escapar a su esencia natural, algo que se ve reflejado con algunas muletillas dentro de sus propios discursos. Un pequeño gesto que rompe con la construcción impuesta hace años de que los rasgos animales en vez de aparecer naturales son ridiculizados o parodiados. Al momento de emprender, “Una cigüeña en apuros” encuentra su parecido en “Madagascar”, donde se toma a África como el territorio celestial y los personajes mutan para lograr su cometido. La aceptación de las limitaciones propias y la tolerancia por las diferencias hacen que ambas situaciones compartan similitudes. Pero es el ángulo de la inocencia con la que se filma el que hace que la cinta de Toby Genkel y Reza Memari se destaque. La propuesta hace vuelo, metiéndose en un drama con tintes melancólicos y se asegura sus alas de oro en la dirección, en especial énfasis, en las escenas de vuelo. Al fin y al cabo no todo el cine animado queda suspendido en chistes y gags. Puntaje: 3.5 /5
Richard es un gorrión adoptado por una cigüeña que se cría pensando que es una de ellas, hasta que llega el momento de la migración y el queda librado a su suerte, pero con una determinación de hierro para llegar hasta África. En el camino conocerá a dos amigos con iguales crisis de identidad que lo acompañaran en la larga travesía A la manera de las road movies, la película desarrolla las ideas sobre la familia mas allá de los lazos sanguíneos, pero también el sentido de pertenencia a determinado grupo o comunidad, la exclusión y el aislamiento de individuos que no responden a determinados patrones de “normalidad”. Y la bienvenida cooperación y solidaridad frente a la adversidad, y la importancia de la amistad. No son planteos nuevos. Cumple con su función de entretenimiento, aunque los más chiquitos no se enganchan del todo quizás porque el gorrión es algo arrogante, las cigüeñas poco empáticas, el loro algo desagradable. Apuros a medias.
Una cigüeña en apuros es una película de animación con dirección de Toby Genkel, Reza Memari producida entre Estados Unidos, Alemania y Noruega. Richard -un gorrión- está convencido que es una cigüeña debido a que ha sido criado por una familia de esta especie. Con una madre un padre y un hermano que le dan mucho cariño y afecto. Pero un día estas aves (las cigüeñas que son migratorias) tienen que despedirse y con dolor abandonan al joven Richard para emprender su vuelo hacia África y poder preservarse. En esa desesperada situación Richard decide afrontar todos los peligros e ir en búsqueda de ellos, en el camino se hará amigo de encantadores personajes que lo ayudaran en semejante travesía. Una cigüeña en apuros es ideal para ir al cine con los más chicos y disfrutar de estas aventuras. Es entretenida, tiene mucho colorido y una muy linda historia.
El gorrión que creía ser cigüeña Un gorrión criado por una familia de cigüeñas. Las cigüeñas, al llegar el otoño a Europa, deben emigrar a África. El gorrión, que se cree cigüeña, no puede, o eso dicen las cigüeñas. Historia de aventuras, de nuevos amigos animales, road movie animada con un aire a Bolt: por el bicho que se cree lo que no es, por el viaje, por los amigos y por alguna música que suena. Hay canciones de la época de oro del disco, que han sido usadas también en Trolls y en otros títulos. Una cigüeña en apuros es parte de la producción europea de animación que apunta al mercado más que a la originalidad. Afortunadamente, esta película lo hace con armas eficaces en términos de ritmo, humor, animación sin precariedades y con un buen personaje como la lechuza, que hasta tiene un pequeño flashback estéticamente distintivo.
Una cigüeña en apuros no fallará a la hora de divertir a los más chicos, aunque su historia para nada memorable ni original la convierte en un entretenimiento apenas pasatista. Cada vez son más frecuentes las producciones animadas provenientes del viejo continente. En un mercado totalmente copado por películas de la factoría Disney/Pixar, Dreamworks, Illumination Entertainment y Sony Pictures Animation; los films animados independientes luchan para encontrar su espacio entre las películas de los grandes estudios. Richard es un pequeño gorrión criado entre cigüeñas. Sus padres fueron comidos por un depredador cuando él todavía estaba en su huevo y la compasiva cigüeña Aurora lo lleva a su nido para criarlo junto a su hijo Max. Claudius, el líder de la bandada de cigüeñas, se opone a esto. Llegado el momento, las cigüeñas deben emigrar a África y el pequeño Max (un ave no migratoria) no podría soportar el viaje. La bandada decide dejarlo atrás pero Richard, totalmente convencido de que es una cigüeña de verdad, abre las alas y sale de viaje para el continente africano en búsqueda de su familia y deseoso de probar que puede ser chiquito, pero no es menos que las otras cigüeñas. En su camino se cruzará con Olga, una lechuza acompañada de su amigo imaginario Oleg y con Kiki, un periquito narcisista que quiere cantar música disco. Una cigüeña en apuros es un film de presupuesto bastante bajo y orientada a un público infantil. La historia es bastante simple y los personajes están bien definidos. La animación está muy bien lograda, con un estilo más cercano a las caricaturas. Sin duda la película podrá divertir a los niños más chicos e inculcarles su mensaje sobre la búsqueda de identidad y perseverancia.
Un (no tan) largo viaje a casa. El relato es, en términos generales, consistente y los personajes principales están bien delineados. Falla, a mi juicio, el trabajo con los personajes secundarios, y la proporción del desarrollo y el conflicto. En cuanto a los personajes secundarios el de Olga la lechuza es interesante, pero no llega a consubstanciarse con Richard pues no se desarrolla ningún vínculo emotivo entre ellos. Kiki el perico cantor, es otro personaje interesante pero desaprovechado. Su ambigüedad no se explota lo suficiente para darle lugar orgánicamente en el conjunto de la trama. Finalmente, la bandada de aves sobre los cables prácticamente no participan del relato de modo integral y han sido utilizadas como un recurso para ilustrar un gag. En cuanto al asunto de las proporciones narrativas, pienso que se pierde demasiado tiempo en momentos intrascendentes para el relato de conjunto, que en tanto tampoco se desarrollan con suficiencia (el origen de Olga, la historia de Kiki), simplemente detienen la acción del acontecimiento principal. A este detenimiento de la acción en la instancia del nudo narrativo, le sigue un desenlace excesivamente apurado; la llegada al continente resulta intempestiva respecto de la imagen que el espectador se pudo haber hecho de lo que significaba tal hazaña. Además, la resolución narrativa queda desviada en su dramaticidad por esa línea secundaria extra de la pérdida del hermano cigüeña de Richard en la madriguera, que es simplemente una excusa del relato para no desarrollar la otra línea de conflicto: el abandono y el rechazo de ese padre que no ha confiado en las posibilidades de Richard. En cuanto a cuestiones visuales, la película se presenta en versión 3D, lo que a mí juicio es absolutamente innecesario e injustificado.
Este es un filme de animación que intenta dar varios mensajes sobre conservación de la naturaleza, la protección de la fauna y la ecología. Dinámica, colorida y con varios personajes: Palomas vestidas elegantes con un estilo similar al de María Antonieta, cuervos italianos similares a la mafia, entre otros. Su humor es dulce, con gags predecibles y bromas ingenuas, acompaña una linda banda sonora. Dedicada a los chiquitos de la familia.
Es una coproducción entre Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Noruega, y llega a las salas como una opción animada no sólo para el público infantil sino también para el adulto. Sería interesante que no sólo las películas de animación albergaran cierta esperanza en las personas, aunque últimamente, los dibujitos animados parecen ser el único resguardo del humanismo. El mundo ya es demasiado cruel como para que, encima, tengamos que soportarlo en la mayoría de los estrenos de cine. Una cigüeña en apuros es una coproducción entre Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Noruega, y llega a las salas como una opción animada no sólo para el público infantil sino también para el adulto que tenga ganas de dejarse ilusionar por una historia. Al comienzo se ve a unos gorriones en busca de comida y nos instalamos de inmediato en el ecosistema de las aves. A los pocos minutos presenciamos el primer momento fuerte: estamos frente a una tragedia, pero en el modo de contarla hay una decisión formal acertada. Los directores Toby Genkel y Reza Memari utilizan el fuera de campo para dar entender lo que pasa con los padres del gorrión llamado Richard. Pero la vida se impone, y al recién nacido lo descubre una cigüeña y lo adopta sin pensarlo. El cariño de madre que le brinda al instante es sincero y la escena funciona como metáfora, como ejemplo de vida y como lección de cine. Al marido de la cigüeña no le cae bien la idea incorporar a Richard a la familia porque es un ave de otra especie. Sin embargo lo acepta, aunque sólo hasta el otoño, cuando emigrarán hacia África para evitar el invierno. Richard no ve la realidad. Él es un gorrión y por lo tanto no podrá migrar con ellos. Cuando las cigüeñas deciden dejarlo y partir sin él, empieza la aventura. Richard intentará llegar hasta el África a toda costa, y en el camino se encontrará con varios personajes pintorescos, algunos simpáticos y otros no tanto. Una cigüeña en apuros es un manual de ornitología para niños que tiene momentos muy entretenidos y un sentido del drama tan cuidado como efectivo. Lo fuerte de la película es, sin dudas, su pulso para la aventura y para llevar adelante el relato a fuerza de situaciones desopilantes. Y es también una animación sobre la aceptación de uno mismo y del otro, y sobre la perseverancia.
SALIENDO AIROSO Un nuevo trabajo de animación llega a nuestras salas. En este caso nos referimos a Una cigüeña en apuros, una coproducción entre Noruega, Bélgica, Luxemburgo y Alemania, en la cual se cuenta la historia de Richard, un gorrión que convive con una familia de cigüeñas, convencido de que es una de ellas y cuyo mayor deseo es viajar a África junto a su familia adoptiva y las demás integrantes de la bandada, antes de que llegue el invierno. Desde su inicio (un comienzo “similar” a otro reconocido film animado), esta producción se presenta como un rejunte de ideas, personajes y situaciones ya vistas dentro del universo animado, como también al literario, ya que durante toda la película sobrevuela el espíritu de Un patito feo. Esta circunstancia va provocando que el espectador vaya perdiendo interés, hecho que se agrava aún más cuando la película tampoco aporta momentos en los cuales la trama levante y logre abandonar la monotonía que contiene. Además, la construcción de personajes no resulta de lo más destacada, ya que los protagonistas no poseen mucho carisma ni tampoco demasiados contrastes como para hacerlos atractivos, sobretodo ante la vista de los más pequeños. Quizás la historia de estos pájaros, una especie de “rechazados” de sus verdaderas familias, resulta ser lo más atractivo, al mostrar acertadamente que la suma de voluntades puede llegar a algo positivo, siendo un buen mensaje para transmitir. En definitiva, a pesar de todas sus fallas, Una cigüeña en apuros termina saliendo airoso, resultando un producto regular pero aceptable y digno, que seguramente es una buena primera prueba para un nuevo estudio que pretende hacer films animados. Falta mucho (sobretodo brindar más originalidad) pero van por el camino correcto.
Hay un gorrión adoptado por una cigüeña. Por supuesto, crece convencido de ser otra cigüeña y desea hacer como todas: migrar. Pero claro que no puede, aunque un par de amigos lo ayudan para que lo logre. Sí, claro que no es una gran genialidad el punto de partida pero no hace falta tampoco: a diferencia de mucha animación “de marca”, esta pequeña y ágil película noruega tiene un hermoso diseño, siempre funcional, una serie de gags que funcionan bien y, aunque lastra su trama la necesidad aleccionadora, no se pasa de literalidad, sino que mantiene en vuelo a los personajes y construyendo la aventura secuencia a secuencia. En el balance, hay algunos momentos de poesía abstracta, puro efecto del diseño de personajes, que pertenecen con nobleza a la tradición “Disney” del género, con toda la expresión en los ojos.
Un pichón de gorrión queda solo en el nido y es adoptado por una cigüeña. Crece convencido de que pertenece a la misma especie, pero resulta que su familia migra, de Europa a África, y claramente no puede ser parte del viaje. Así de conmovedora es la premisa con la que los directores de Una cigüeña en apuros arman esta aventura, una road movie con plumas y picos, que llevará al pequeño gorrión, negador y desesperado, a cruzar fronteras y mares, con dos amigos del camino: una lechuza pigmea que habla con un amigo imaginario, y un loro homosexual, egoísta y vedette. La animación es virtuosa, sobre todo en los paisajes y detalles, y hay muchísimo humor en esa ruta, y la inteligencia suficiente como para hablar de diversidad sin bajar línea.
Divertida road movie con una mirada inteligente hacia la familia y la amistad “Una cigüeña en apuros” (“Richard the Store” / “A stork’s jouney”) es un filme con todos los componentes que lo asemejan al sello Disney o Pixar: un relato a la manera de pequeño melodrama infantil, en cuyo final padres e hijos cierran el ciclo llorando. La historia es sencilla, narra el viaje ritual de esas aves zancudas que, allá lejos y hace tiempo, anunciaban el arribo de un hermanito. Las cigüeñas emigran en invierno y van desde Alemania hasta, el gran lago en África, para luego regresar al punto de partida. Un recorrido de miles de kilómetros para que sobreviva la especie. Meses antes de ese viaje una cigüeña, Aurora, rescata a un pequeño gorrión, cuyos padres fueron devorados por un oso, al que llamará Richard. A pesar de la oposición de su esposo, Claudius, éste crece junto a Max, la cría de las cigüeñas. Por copia y repetición él cree que también es una cigüeña e imita todos los movimientos de las mismas, sin omitir detalles, incluso hasta en el parloteo de sus picos. La película animada en 3D está realizada por compañías productoras de Alemania, Bélgica, Luxemburgo y Noruega, como excelente ejemplo de colaboración. La apuesta audiovisual no apunta hacia la innovación o el despliegue técnico que los estudios más comerciales alcanzan, sino a la sencillez del diseño y al guión que posee hallazgos interesantes focalizados en la ridiculización del mundo de los humanos adultos, especialmente en el de la conexión global y redes sociales. De modo muy creativo éstos son aludidos por palomas u otros pájaros que se posan sobre los cables telefónicos, y su adicción, que se torna obsesión, de la cual es muy difícil desconectarlos, cuando eso sucede descubren que existe una realidad de la cual se habían aislado. El guión de Reza Memari posee un contenido muy acorde con el universo infantil y la realidad actual de miles de niños huérfanos, abandonados, perdidos en los mares, en medio de oleadas de migraciones, en medio de bombardeos, de terrorismo, o robados. La crisis de identidad no es un tema novedoso en la literatura infantil llevada a la animación y filmes para toda la familia, basta recordar la historia de Mowgli en “El libro de la selva” (Wolfgang Reitherman, 1967), Tarzán, (Chris Buck, Kevin Lima, 1999), en donde la adopción y el sentido de pertenencia, problemáticas muy propias de niños cuyas edades oscilan entre los cinco y diez años, se acoplan al crecimiento y la madurez. En este filme estos elementos juegan un rol destacado. La historia, dirigida por Reza Memari y Toby Genkel, sobre el pequeño gorrión llevará a descubrir con Richard que existen otros seres marginales e inadaptados que a semejanza de él tampoco conocieron a sus padres. Un búho, Olga, y un excéntrico y colorido perico, Kiki, que le teme a las alturas y quiere ser una estrella de la canción. Éstos serán sus compañeros de aventuras, en este road movie animado en busca de la familia perdida. Otra de las problemáticas de los niños también se hace presente en el filme, con Olga, el búho, es el tema del amigo invisible, ese personaje imaginario (especialmente para los hijos únicos) que lo acompañará en una etapa de la vida, y que le ayudará a expresar sus miedos, sus alegrías, sus inquietudes, y sus más profundos deseos. Para Olga, su amigo era Oleg, y en un momento de la historia éste también desaparece, para luego ser reencontrado y poder seguir el camino. En esa etapa del pensamiento mágico esos amigos invisibles pasan a tener vida propia y como tales ocupan un espacio importante en la creatividad de los niños. Es a través de estos protagonistas marginales, solitarios, presos en su propia realidad, que el itinerario de Richard no sólo será físico, sino también de autodescubrimiento e iniciación. Es semejante al viaje del héroe que va en busca del conocimiento para acceder a un estadio superior. Richard en realidad va en busca de su familia cigüeña para demostrar a sus padres adoptivos que él es capaz de recorrer el camino que ellos hicieron y poder estar junto a ellos. Cuando los encuentra tendrá otra tarea de héroe y será demostrar que es capaz de rescatar a Max, su hermano cigüeña, de las garras de un horrible tejón. “Una cigüeña en apuros” es una reflexión sobre la búsqueda de identidad, sobre su necesidad de autoestima, de tener un sentido de pertenencia, de sentirse acompañado por los padres, porque la separación de la madre biológica, provoca en él una herida primaria, un sentimiento de pérdida y abandono que le obligará a buscar distintos caminos para relacionarse con los otros, sean adultos o niños. El mensaje más importante del filme es el tema de la orfandad, la adopción, la familia sustituta, y la búsqueda de unos padres que, a pesar de adoptivos, darían todo por él. “Una cigüeña en apuros” es una inteligente y divertida realización que revela a través del juego el complejo mundo infantil, muy frágil, pero a la vez muy rico, en el que se señala el modo de forjar el camino hacia el propio destino.
Una cigüeña en apuros (extraña traducción ya que el título original es Richard the stork) no es una mala película, es una película irregular que además comete el peor pecado de todos: es olvidable. Esta co-producción entre cinco países (entre ellos Alemania y Estados Unidos) cuenta una historia muy simple. Un gorrión luego de perder a sus padres es adoptado por una cigüeña que no le dice qué es. Cuando ella junto a su familia debe migrar a África, él decide acompañarlos, pero los gorriones no pueden volar tanto. Parece simple la historia pero es un poco extraña, como si hubiera algo doloroso en esto que nosotros sabemos pero el protagonista no. No creo que haya sido la intención de los directores tampoco, porque al final parece reducirse a una excusa para mostrar que hay vida más allá de Pixar o Disney, aunque el resultado sea uno de esos films que sólo si la enganchás un domingo a la tarde lluvioso la ves. La película tiene un gran trabajo en el diseño de personajes a los que se nota que se cuidó hasta el mínimo detalle, tiene también unos excelentes paisajes y un efectivo 3D con algunas imágenes que son realmente impactantes, sobre todo aquella en la que vemos a tres aves protagonistas volando en un atardecer. Visualmente está bastante bien, el problema es el guión, que es demasiado simplón, en el que se nota que la mayoría del esfuerzo fue al aspecto visual. Su humor en general o no funciona o simplemente se perdió por tratarse de copias dobladas y por ser de un estilo europeo que acá es inentendible. Esto no quiere decir que a veces no sea graciosa, pues hay esporádicos instantes originales e inspirados; el más conseguido es el continuo gag de las aves conectadas a internet, e incluso uno de los personajes más divertidos, para ser más concreto Kiki, un ave con sueños de estrella de la música disco, que es el único que logra robarse la película. No se puede decir lo mismo del protagonista. Por más que tenga el conflicto principal no nos importa y tampoco está bien resuelto, al final de la historia pareciera que no aprendió nada, que nunca se enteró o hasta ni le interesa saber que es un gorrión, no hay aceptación de quién es. Y eso se refleja en el espectador, porque tampoco le importa a nadie. Una cigüeña en apuros termina siendo una de esas películas cuyos personajes secundarios brillan más y hace preguntarnos si no preferiríamos ver una película de ellos. Para variar, la historia se alarga en muchas subtramas que no aportan nada y que quitándolas el resultado hubiera sido el mismo. Para cuando llega el clímax uno ya está esperando que se resuelva rápidamente. Y acá viene el principal problema, porque en el desenlace uno se queda pensando por qué tanto lío para encima dejar un cabo suelto que capaz se justifique con alguna secuela, que esperamos sea mucho mejor.
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Siempre digo que es muy bueno que el mercado de la animación que haya nuevos jugadores. En este caso particular nos llega una corproducción europea independiente (Alemania, Belgica, Luxemburgo y Noruega aportaron a él), dirigida nada menos que por un irani que vive y trabaja en el primero de esos países. Interesante mix no? "Richard the stork" es otra muestra de que la animacion es un campo a abordar y si conseguís buenos circuitos de distribución para tu material, todo es posible. Hay una demanda por este tipo de peliculas importante a nivel global y suma un montón que la oferta sea lo más variada posible. Reza Memari, escritor y codirector de este film , nos trae una conflicto más bien universal, en forma de una road movie familiar, sobre un simpático gorrión que quiere mostrar su valor como cigueña, para poder acompañar a sus seres queridos en la travesía obligada que hacen esas aves a lugares más cálidos durante el invierno. Richard, el protagonista, es un ave adoptada por cigueñas. Al estar junto a ellas, él busca mimetizarse y comportarse de acuerdo a lo que ve y hacen, de manera de ser parte a pesar de no pertenecer a la misma especie. El tema es el inicio de la temporada fría, porque ellas (las cigueñas) deben migrar, cosa difícil para un gorrión, siendo que no posee las condiciones para soportar un viaje en tanta altitud y por tanto tiempo, hacia Africa, cuna de los climas cálidos. Richard se encuentra una madrugada solo en el nido y no se resigna a separarse de su familia. Se lanza a la increíble aventura de lanzarse a concretar ese viaje, aunque no pueda hacerlo volando. Su inquebrantable voluntad, lo llevará a hacer tándem con una lechuza muy simpática (Olga, que tiene trastorno de doble personalidad), y luego con un loro fanático de la música disco, con quienes intentará atravesar Europa para unirse con su familia en otro continente. La cinta es divertida, muy simple desde lo narrativo e ideal para los peques de la familia. Si ya se acercan a los diez años, quizás no la disfruten tanto como los mas chiquitos. Memari y Toby Genkel (los directores) trabajan bien las transciones y sostienen el interés de la trama a través de una serie de cortos gags cada vez que la cinta decae en su voltaje. Hay algunos apuntes coloridos (las aves que están en los cables y que se conectan a las redes sociales, el festival de San Remo para loritos, etc) y otros no tan inspirados (las secuencias de vuelo y la relación con los humanos), pero en líneas generales, "RIchard the stork" es una pequeña cinta que puede funcionar para un sector de la familia. Como nota saliente, se aprende bastante de las conductas de las aves y es muy didáctica para mostrar la variedad de dicha fauna.