A través de ficciones y documentales, el cine argentino abordó varias veces el suplicio que la desaparición forzada de personas inflige en familiares y amigos que las buscan. El Estado terrorista que chupó a miles de ciudadanos entre 1976 y 1983, la abducción de Luciano Arruga y Julio López en plena democracia, el secuestro de cientos de mujeres con fines prostibularios inspiraron películas que recrean la desesperación ante la ausencia impensada, ante la indiferencia de una sociedad sensible a otros delitos, ante la proliferación de testimonios parciales, sospechas inconducentes, hipótesis incontrastables, noticias malintencionadas. Entre estos films, son pocos aquéllos que recrean de manera exclusiva la lucha cuerpo a cuerpo –a veces sin ninguna asistencia profesional– contra una Justicia que, de manera deliberada o por desidia, impide el avance de la investigación por averiguación de paradero. A esta minoría pertenece Una hermana de Verena Kuri y Sofía Brockenshire, que se proyectó por primera vez (y ganó el premio de la Sociedad Argentina de Editores Audiovisuales y de la Asociación Argentina de Editores Audiovisuales) en el BAFICI de 2017. Quizás esta perspectiva infrecuente tenga que ver con la combinación entre procedencia y lugar de formación de las autoras: Kuri es alemana; Borckenshire, canadiense; ambas estudiaron en la Universidad del Cine de Buenos Aires. En otras palabras, es posible que el maltrato estatal esté tan naturalizado en la Argentina que convoque menos a realizadores nacidos y criados que a sus colegas extranjeros, y al mismo tiempo es necesario que éstos conozcan mínimamente nuestro país para entender y describir los efectos de esa violencia institucional. En Una hermana, Kuri y Borckenshire recrean con sutileza, y no por eso falta de contundencia, el derrotero personal, policial, judicial de Alba en busca de su hermana Lupe. La sensación de desolación e impotencia marca el rostro de la protagonista que Sofía Palomino encarna con notable sensibilidad. Adriana Ferrer y Eugenia Alonso la secundan con la misma calidad actoral. Las realizadoras señalan apenas a los sospechosos de una desaparición que parece vinculada por momentos con el delito de trata, por momentos con una venganza por despecho. A partir del trabajo fotográfico de Andrés Hilarión, Roman Kasseroller y Federico Lo Bianco, Kuri y Borckenshire convierten a la localidad bonaerense de Empalme de Lobos en un escenario siniestro, punto de encuentro entre la acción criminal y la inacción estatal. Una hermana desembarcará el 31 de mayo en el BAMA y el 14 de junio en el cine Gaumont. Entre una y otra fecha, la Ciudad de Buenos Aires será testigo de una nueva movilización bajo la consigna Ni Una Menos. La decisión de estrenar en ese marco aumenta la sensación de que las autoras asumieron un compromiso político cuando produjeron su primer largometraje.
Un Peugeot 505 incendiado a orillas del río. Un policía intenta calmar a una mujer, luego de la desaparición de una de sus hijas, mientras la otra mira el escenario del auto destruido pero sin rastros de Lupe. Mucho más allá, un chico observa, junto a su perro, pero no habla. Así comienza la historia de una pérdida silenciosa, en algún rincón de Lobos, sin repercusión en el pueblo.
Estrenada primero en el Festival de Venecia y con un paso silencioso por el BAFICI del 2017, este jueves llega a nuestros cines “Una Hermana”, la ópera prima de dos directoras argentinas, Sofía Brockenshire y Verena Kuri. La película comienza con un auto prendido fuego, en el cual viajaba una chica de 20 años, Lupe, quien en paralelo desaparece sin dejar rastro alguno. Luego, su hermana Alba empieza a buscarla, enfrentándose a todas las adversidades posibles, como la falta de rastros, un sistema policial que parece hecho para no ayudar a nadie y la poca voluntad de los vecinos y testigos. Es un relato muy oscuro que está contado de una forma muy interesante. No hay villano visible y de la víctima terminamos sabiendo casi lo mismo que al comienzo, ya que la centralidad de la historia no está en ella, sino en su búsqueda. El guión no sobresale pero va de menor a mayor, empieza lento y difícil, pero en su desarrollo va tomando mucho ritmo y tensión, llegando al final con nosotros agarrados de la silla. Tiene un elenco de poca trayectoria pero que nos sorprende. La protagonista, Sofía Palomino (“Kryptonita”), al igual que el largometraje, tiene una actuación de menor a mayor y logra en los momentos de más desesperación, transmitirnos una empatía hacia ella casi a la perfección. Lo realmente destacable es la dirección de arte de la película. Tiene una estética que va siempre a la par de la historia y maneja una paleta de colores más bien de grises opacos que acompaña perfectamente a lo que la trama busca transmitirnos con el relato. El punto fuerte está en la fotografía del film, tiene cuadros realmente hermosos por la oscuridad y sentimientos que se transmiten con un tinte poético que podríamos contemplar horas. En resumen, “Una Hermana” es una película muy interesante, oscura, con un relato que comienza regular y termina bastante bien, acompañado por una dirección de arte muy buena, donde la fotografía se destaca.
Desapareció una noche Tras ser presentada en la 73 Mostra de Venecia, Una hermana (2016) nos presenta un relato con recursos policiales y fantasmales fusionados ante la desaparición de una chica en un olvidado pueblo ferroviario. Dirigida y escrita por Verena Kuri y Sofia Brockenshire, la película comienza con un Peugeot 505 que se incendia en medio de un desolado campo. Una mujer pregunta por su hija Guadalupe Domínguez, quien conducía el vehículo. Su cuerpo no está entre las cenizas, sencillamente desapareció y su hermana Alba (Sofía Palomino) la busca con desesperación. Estamos ante una película de climas, que por más que en el inicio se deslice una investigación policial –que nunca avanza- se entromete en las consecuencias fantasmales alrededor del lugar. La desolada estación de tren de Empalme Lobos, provincia de Buenos Aires, donde llegan trenes de la línea Roca en estado precario. Por la noche los niños juegan en los vagones a las escondidas, dando indicios de desaparición y olvido, los dos temas que atraviesan a la gente de la localidad con dolor. Alba persigue pistas, deambula por los lugares donde se la vio por última vez, y consulta a la gente que frecuentaba a su hermana. Nadie sabe de ella, o no quiere hablar con Alba, no lo sabemos con exactitud. Lo cierto es que su imagen no deja de aparecer entre quienes la conocieron. La narración sigue el mismo formato fantasmal. Se corta, mezcla el pasado y el presente, realidad con fantasía, como si el cuerpo de Guadalupe hubiera quedado suspendido en el tiempo y el espacio, condenado a circular entre los vivos. El film trata de captar la angustia de su hermana Alba, quien avanza y retrocede por los mismos espacios, buscando a su hermana del mismo modo que la narración. Su hermana convive con el dolor, la esperanza de encontrarla y la posibilidad de sustituirla, ya sea tanto en el trabajo como en la crianza de su pequeño hijo. Los habitantes del lugar, acostumbrados al olvido no ofrecen ayuda, simplemente, lo asumen como realidad. Esperan interminables horas en la oficina del fiscal, aceptan las promesas de resolución de la policía, o esperan pacientes la llegada del tren. De esta manera la película sortea la premisa mínima que plantea y evita dar resoluciones concretas, haciendo foco en las descripciones de espacios, personajes y atmósferas al respecto, con algunas incertidumbres narrativas pero con la valentía de afrontar temas conflictivos (el femicidio y la trata sobrevuelan la trama) y llevarlos a la pantalla.
Esta película que pasó por Venecia y el BAFICI se centra en la desaparición de una chica de 20 años y la búsqueda de su paradero iniciada por su hermana menor. Más cerca del drama que del relato de suspenso esta notable opera prima observa desde un lugar inusual e inquietante este tipo de terribles historias que suceden en la Argentina muy a menudo. La película codirigida por Kuri y Brockenshire tuvo su debut mundial en la sección Biennale College del Festival de Venecia, sección en la que proyectan títulos que participan de un programa/beca creado por dicho festival para filmes de bajo presupuesto. En medio del éxito de EL CIUDADANO ILUSTRE poco se habló de esta película, que sin dudas merece mucho mayor atención que aquel sobrevalorado suceso comercial. Es de esperar que esa injusticia empiece a repararse ahora en su estreno tras su bien recibida presentación de este muy buen filme en la competencia nacional del BAFICI en 2017. UNA HERMANA tiene un planteo claro y directo aunque un desarrollo un tanto más esquivo. El filme empieza con un auto que se incendia por la noche y la desaparición de una chica de 20 años en las afueras de Lobos. Se supone que ella estaba en ese auto que es de su familia, pero no está su cadáver ni nadie sabe donde está ni qué le pudo haber pasado. Ante la imposibilidad de actuar de la madre –sobrepasada y aturdida por los acontecimientos– la que se pone al frente de la denuncia y la búsqueda es la hermana menor, Alba (una notable e intensa Sofía Palomino), que con una foto a cuestas empieza a preguntar a todo el mundo, averigua en casas de los conocidos de su hermana que no aportan demasiado y se topa con la infinita burocracia de las autoridades. Su hermana tenía un niño pequeño que queda al cuidado de ellas y, si bien no hay datos firmes, hay potenciales sospechosos. Sin revelar demasiado, diremos que un momento Alba empieza a compartir el punto de vista narrativo con otra mujer (encarnada por Eugenia Alonso) para la que su hermana desaparecida trabajaba. Ella tampoco sabe qué pasó, pero tiene sus sospechas, que no son las mismas que maneja Alba. La película, sin embargo, no tiene el ritmo de un thriller policial sino que se acerca un poco más a lo que podría ser un filme de los hermanos Dardenne, aunque con menos nervio en la puesta en escena. Las directoras siguen a Alba, primero, y a ambas mujeres, luego, cada una por separado, haciendo sus averiguaciones. Y con lo que se encuentran –en especial Alba– es con silencio, evasivas, burocracia infinita y hasta lo que parece ser un desinterés tanto de las autoridades como, extrañamente, de los propios vecinos y conocidos. ¿O acaso ellos saben algo que ella no sabe y por miedo callan? Las realizadoras no dan demasiadas pistas –ni intentan hurgar en la psicología de la víctima– sino que centran su narrativa en una búsqueda que es común tanto en Argentina como en buena parte del mundo: mujeres jóvenes que desaparecen sin dejar rastros. A diferencia del thriller más clásico, aquí no hay villanos evidentes, asesinos seriales u organizaciones mafiosas por detrás (es probable que los haya, pero jamás los vemos). Lo que hay es angustia, desesperación y, sobre todo, impotencia. Y por más que ellas crean verla –en escenas que coquetean con lo onírico sin anunciarse del todo como tal–, la desaparición es real y lo único que deja son espacios vacíos (bosques, riachos, autos, trenes, casas, estaciones) donde antes había alguien. Una hija, una hermana, una madre que ya no está.
Doloroso relato en el que a la ausencia de palabras, se la acompaña con acciones concretas de una joven (Sofía Palomino) para conocer el paradero de su hermana recientemente desaparecida. La dupla Verena Kuri y Sofía Brockenhsire construyen una película que parece que recortara su guion de la primera plana de los diarios o de la sección policiales, y que pese a esto, todo continua de la misma manera.
Una joven desaparece. El único rastro que queda de sus últimos movimientos es su auto, incendiado. A falta de respuesta de las autoridades, su hermana emprende su búsqueda. Pero en paralelo a la intriga por saber qué le pasó a Lupe y al panorama que puede presentarse en torno a un posible femicidio, lo que Una hermana muestra es algo difícil de retratar: el vacío y la ausencia. La opera prima de la canadiense Sofia Brockenshire y la alemana Verena Kuri -egresadas de la Universidad del Cine- transcurre en un paraje impreciso de la provincia de Buenos Aires. Un paisaje rural alejado de cualquier rasgo bucólico, un lugar que parece olvidado hasta por sus propios habitantes. Entre pastizales, estaciones ferroviarias semiabandonadas y oficinas públicas derruidas, Alba transita el via crucis de recabar información para dar con su hermana. Choca contra la pared de indiferencia policial y judicial que a menudo se levanta en casos así. Lo que vemos es la soledad y la desesperación de esta chica en su peregrinación en búsqueda de la verdad. Y las consecuencias de la desaparición en la casa de las hermanas: un nene que sólo repite la palabra “mamá”, una mujer -la madre de Lupe y Alba- hundida en una depresión clínica, una familia que sin ese sueldo no puede llegar a fin de mes. Un hogar que se desbarranca sin remedio. Con sutileza, la película da indicios de que alguien está ocultando algo. Miradas, bocas cerradas, gestos imperceptibles de los testigos a los que Alba (Sofía Palomino, hija de Juan y Adriana Ferrer, que aquí hace justamente de su madre) va confrontando. Parece existir un pacto de silencio, ¿o es todo imaginación de ella, producto de la angustia?
En los planos iniciales de Una hermana vemos cómo un Peugeot 505 se incendia a orillas de un río en las afueras de un pueblo ferroviario de la provincia de Buenos Aires. La dueña del auto quiere ir a revisar los restos, pero la policía no la deja acercarse hasta que llegue el fiscal de turno. Ella -en medio de un ataque de angustia y desesperación- teme la peor de las suertes para una de sus hijas, que no ha regresado al hogar. El cadáver, de todas formas, no será encontrado en el interior del vehículo. Sin embargo, no será la madre sino la hermana menor, Alba (impecable trabajo de Sofía Palomino), quien comenzará una larga e intensa búsqueda. En ese raid se topará con la burocracia estatal y con la frialdad (miedo o desprecio) de muchos vecinos. Sin necesidad de apelar a ningún tipo de subrayado ni denuncia obvia, el film deja en evidencia los prejuicios y las diferencias sociales en esa zona cercana a Lobos. La propuesta de la alemana Verena Kuri y la canadiense Sofia Brockenshire (ambas estudiaron en la FUC porteña) es, en principio, la de un thriller, pero a los pocos minutos se desmarca por completo del cine de suspenso para convertirse en un relato sobre la búsqueda, la ausencia, el dolor, la incomprensión, la frustración y la sensación de vacío. El trabajo visual -sobre todo cuando Alba deambula por campos y bosques- es notable y está en perfecta sintonía con las sensaciones que ella va experimentando durante ese trayecto.
Rompecabezas policial sin respuestas Lejos de los lugares comunes de un caso de desaparición, la película argentina desarrolla la historia de una mujer enfrentada a la barrera infranqueable del sistema judicial. El estreno mundial de Una hermana fue en un apartado paralelo del Festival de Venecia de 2016. Sin embargo, hubo pocas referencias sobre ella en los medios argentinos, en parte porque la atención mayoritaria recayó en el sorprendente éxito de El ciudadano ilustre, con premio a Mejor Actor para Oscar Martínez incluido, pero también porque la propia película hace muy poco por facilitarle el trabajo al espectador. Tan poco hace, que por momentos parece darle la espalda, librándolo a su propia suerte para unir e interpretar los puntos que componen el entramado narrativo. En ese sentido, el debut en la realización de Sofía Brockenshire y Verena Kuri (canadiense y alemana, respectivamente, con estudios en común en la FUC) apuesta por la incomodidad y la falta de respuestas, dos pecados imperdonables en un contexto donde el modelo de cine predigerido y con bajada de línea que abraza el film de Mariano Cohn y Gastón Duprat es considerado sinónimo de calidad. Opera prima que por su solidez narrativa y seguridad formal no lo parece, Una hermana parte de una premisa clara, directa y reconocible que desarrolla de modo sugestivo e inquietante, apelando a la sensorialidad de las imágenes y los sonidos. Todo comienza con el incendio durante una madrugada de un viejo Peugeot 505 a la vera de un río de la zona de Lobos, en la provincia de Buenos Aires. Con las primeras luces del día llega la dueña para revisarlo, pero la policía se lo impide excusándose que debe esperar al fiscal de turno, cuyo horario de arribo es incierto. Ella, desesperada, pide que por favor la dejen acercarse porque su hija no volvió a dormir y podría estar entre los hierros chamuscados. Es un choque directo contra los vericuetos de una burocracia que no sabe de sentido común. El primero de varios, puesto que de aquí en adelante el entramado jurídico se transforma en un bastión inexpugnable, sólido como una roca. La madre, finalmente, comprueba que no hay rastros de la hija. El desgaste emocional y la falta de fuerzas obligan a la hermana menor, Alba (Sofía Palomino), a cargarse sobre las espaldas la responsabilidad de la búsqueda. Y ella lo hará con una tenacidad digna de las mujeres fuertes del cine de los hermanos Dardenne. Como en Rosetta, Dos días, una noche y La chica sin nombre, ella se dará una y otra vez la cabeza contra la barrera infranqueable de un sistema en contra, encarnado en el rechazo y maltrato crónicos de los funcionarios de la fiscalía. Tampoco ayuda que los vecinos digan muy poco aun cuando parecen saber bastante, en particular la jefa de la hermana desaparecida (Eugenia Alonso), que entrega un silencio tan sepulcral como potencialmente cómplice. ¿Qué sabe ella? ¿Por qué su punto de vista funciona como contrapunto del de Alba, volviendo a su búsqueda una narración paralela? ¿Ella tiene, efectivamente, la llave que abre el cofre de lo ocurrido? Todas respuestas que entregaría un policial diríase clásico. Todas respuestas que aquí brillan por su ausencia. Otro elemento característico del cine de los Dardenne es el uso de las coordenadas de un mundo en crisis como elementos fundantes de cada decisión de la heroína. Brokenshire y Kuri replican esa idea a lo largo de un camino que puntea las tensiones sociales y la violencia estatal y hacia las mujeres sin subrayarlas, usándolas además como obstáculos concretos –aunque invisibles– en el camino de Alba antes que como disparadores discursivos. Porque Una hermana es una película concentrada en acciones, tiempo y espacio precisos, un rompecabezas que retacea piezas con inteligencia para atender a las sensaciones de quien lo arma. De allí que las directoras hablaran, en una entrevista al portal Otroscines, de “anti–suspense”: aquí no hay culpables revelados en alguna vuelta de guión tardía; tampoco grandes organizaciones con jefes malvados y sicarios descorazonados; sí un aire de desamparo y falta de contención, de menosprecio e impotencia ante una ausencia que nadie, ni siquiera la película, logra explicar.
Un film sorprendente que aborda un tema de la crónica policial, la desaparición de una joven mujer, en un pueblo pequeño, ferroviario, que tiene desde el comienzo un clima de amenaza, suspenso y misterio, que luego se corre del género. Ese comienzo con un auto incendiado a orillas del río la desesperación de una madre y su familia, porque es el auto de una hija que no regreso a casa, avanza en una dirección que impacta en el espectador y aunque las directoras tienen otros objetivos, ese clima permanece tiñéndolo todo. Sofía Brockenshire y Verena Kurl, una canadiense y la otra alemana, formadas en la FUC, avanzan en los sentimientos de la hermana de la joven desaparecida, la madre permanece sobrepasada, que busca desesperadamente y se estrella contra la indiferencia o el miedo de su entorno. Pero lo que se palpa, lo que se materializa, es la inmensidad de la ausencia, la dimensión del desamparo, el dolor del abandono, las sospechas mas terribles que quedaran flotando en una impunidad sin remedio. Gran trabajo de Sofía Palomino, con la intensidad perfecta. Secundada por el trabajo de Eugenia Alonso. Las dos mujeres eje de esta historia de mujeres solas, rodeadas por el dolor.
Como un rompecabezas Un Peugeot 505 se prende fuego a las orillas de un río en las afueras de un pueblo de la provincia de Buenos Aires. La dueña se desespera porque su hija no regresó a su casa y piensa fue víctima del fuego. La joven no está dentro de ese auto pero su madre entra en pánico, su hija menor está desaparecida. Así comienza la historia de una búsqueda de una joven por parte de su hermana mayor y su madre. Una hermana presenta un thriller que se centra en la desaparición de Guadalupe, la hermana de Alba. Alba (Sofía Palomino) indaga sobre lo que sucedió la noche anterior a la desaparición de su hermana menor pero en el proceso se encuentra con conocidos que no quieren ayudar, trabajadores estatales que obstaculizan su búsqueda e historias que no cierran. La película busca mostrar la realidad de muchas familias que deben sufrir la desaparición de sus hijas, hermanas o madres. La situación de desesperación ante lo que pasa, la imposibilidad de resolverlo a través del estado y la falta de empatía por parte de los que los rodean. En Una hermana se destaca el trabajo audiovisual y el montaje. Se muestra a la perfección cómo es la vida en un pueblito de la provincia de Buenos Aires, su gente y sus complicaciones. Cada toma es una fotografía que captura los distintos escenarios y logra hacernos sentir que estamos allí. El río, los trenes, los aviones viejos que aparecen en pantalla sorprenden y nos presentan paisajes que no estamos acostumbrados a ver. La historia se extiende alrededor de un misterio pero jamás entra en tensión con los culpables del crimen. No busca crear suspenso, sino simplemente mostrar la historia de Alba mientras lidia con la desaparición de su hermana, y el estado de su madre y su hermanito. Las actuaciones nos transmiten la angustia y el dolor que viven los personajes. La película es simple pero cumple el objetivo de transmitirnos lo que siente y vive una familia luego de que una hija y hermana desaparezca. No tiene muchos giros, únicamente pretende mostrar la realidad de muchas personas que no conocemos (o no queremos conocer). El argumento pone en foco la situación política y social de nuestra realidad actual. Las directoras buscan que reflexionemos acerca de este tipo de casos, la ausencia, dolor y frustración que viven las familias que tienen que pasar por esta tragedia.
Jóvenes directoras egresadas de la Fundación Universidad del Cine de Buenos Aires, Sofía Brockenshire es canadiense y Verena Kuri, alemana. Tal vez cierta distancia les permite introducirse en el terrible mundo de la desaparición de mujeres en Argentina. Más precisamente en una zona rural, Empalme Lobos a unos kilómetros de Buenos Aires. Ambas codirigen su ópera prima luego de ganar una beca de estudio en la Biennale College de Venecia y de estrenarla en aquel festival. Se animan a ese tema candente: la desaparición de una joven de 20 años, y qué queda hacer frente a esto. La película inquieta, molesta, lo que se sugiere, inmediatamente después parece negarlo, para después volver a instalarlo. La soledad de esta hermana (impecable Sofía Palomino) que debe enfrentar la denuncia frente a la policía o al fiscal es desoladora. A nadie parece importarle los detalles de por qué desapareció Lupe, ni se registra su nombre, su identificación o la ropa que llevaba. Uno verá muchos casos a través de éste, podrá imaginar muchas cosas, lo que realmente pasó lo que podría pasar. Ante una madre paralizada, Alba mueve la historia hacia adelante, bajo su punto de vista la película ella es la que da pequeños pasos hacia una posible resolución, para eso el guión apela a la elipsis constante, a una notable reducción del diálogo, al insert de un juego de niños en un vagón abandonado, a los planos neblinosos del campo en invierno en la fotografía de Roman Kasseroller, Federico Lo Bianco y Andrés Hilarión. El bebé que deja Lupe en un momento se irá solo en la noche y hasta que Alba lo encuentre (también con elipsis ahí) caminará entre los pastizales o en la calle solitaria alejándose de su casa de chapa. Momento angustiante de esta película que pone en el centro qué pasa con una hermana, con una familia, con una sociedad cuando una chica de 20 años desaparece. Pero ese punto de vista se desdobla cuando aparece la patrona de Lupe, (Adriana Ferrer) ella también parece verla caminando por la ruta y puede tener una sospecha. En ese desdoblamiento la película se vuelve a llenar de más preguntas sin agotarlas. A unos días de un nuevo Ni una menos la película potencia todas los reclamos y todas las denuncias. Hay que verla. Bama 21.10 hs. 14 JUNIO en el Gaumont
Con una interesante trayectoria en diversos festivales, que se inició con su estreno en una sección del Festival de Venecia y pasando por el BAFICI 2017, “UNA HERMANA” narra un suceso propio de una crónica policial pero atravesándolo de lleno con tema intensamente vigente en la sociedad actual como es la violencia de género. Un auto que aparece quemado a la vera del río y en el mismo momento, la desaparición de Guadalupe, de quien solamente la policía puede aportarle a su madre que no estaba en el vehículo comido por el fuego. Todo se desarrolla en la localidad de Lobos, Provincia de Buenos Aires, dato que no es menor dado que ese pueblo será uno de los grandes protagonistas del film. La desolación que genera esa geografía, la inmensidad de ese campo atravesado por el rio y un paisaje abierto e inmenso que no favorece a la contención sino que, por el contrario, se presenta como un escenario hostil e inabarcable, que hablará por sí mismo e interferirá, sin quererlo, sobre el destino de los personajes. La madre de Guadalupe queda completamente inmovilizada frente al impacto de la desaparición, sin que haya ningún tipo de rastros de lo sucedido, sin que nadie en el pueblo pueda aportar ninguna pista, algún dato que pueda facilitar u orientar la búsqueda. Es así como Alba, la hermana menor, no solamente se cargará al hombro sostener a su madre y a su sobrino sino que deberá ser ella quien motorice la investigación debiendo lidiar cuerpo a cuerpo con la violencia institucional, la burocracia oficial, la inacción policial y sufrir la indiferencia con la que los potenciales testigos decidan permanecen amparados en el silencio. Las jóvenes directoras de “Una hermana” son Sofía Brokenshire y Verena Kuri, quienes se han formado en FUC y provienen de Canadá y Alemania, respectivamente. Ellas han logrado impecablemente la compleja tarea de generar un clima angustiante frente a la desaparición y el desamparo, que claramente remite a diversas lecturas de acuerdo con el contexto en el que se desee instalar la historia. Ya sea en inconsciente colectivo, donde la narrativa de una desaparición tiene connotaciones inmediatas con la dictadura sufrida en nuestro país, así como las cuestiones de género, los casos de trata y los femicidios que son temas tan vigentes y tan vinculados con los compromisos colectivos actuales. Puede abordarse desde una mirada más adherida a la ficción, esa sensación fantasmática con una Guadalupe onmipresente en todo el relato, presencia que subraya aún más su propia ausencia, como pasaba con ese marido que “pierde” Charlotte Rampling en “Bajo la arena” de François Ozon. En su desesperada búsqueda, Alba lidiará con un sistema completamente expulsivo que no hará más que minar de piedras su camino (la escena en el juzgado es desgarradora y retrata con abrumadora veracidad la forma con la que la justifica se maneja en nuestro país), con testigos que no quieren hablar y con un pueblo que le da la espalda. Luego aparecerá otra figura en el rompecabezas, cuando Alba intente acercarse a la empleadora de su hermana para cobrar el dinero que le debían al momento de su desaparición. Y aquí se pone en juego otro de los puntos interesantes de “Una hermana” que es la puesta que hacen las directoras enhebrando ciertas pistas que dejan caer sutilmente dentro del relato. Nada es estridente, nada es subrayado, nada es contundente. El clima de pérdida en todas sus acepciones va ganando tensión a medida que el relato avanza y los climas se van enrareciendo, generando incertidumbre y dudas sobre lo acontecido y acompañando a Alba con su desesperación y su impotencia. Sofía Palomino tiene la enorme responsabilidad de cargarse la película en sus espaldas y demuestra su potencial como actriz en este “tour de force” que le demanda la composición de Alba, a la se ofrece con una total entrega y los resultados quedan reflejados en la pantalla con su magnética presencia. Adriana Ferrer como la madre y Eugenia Alonso como la empleadora –en un papel secundario pero de vital importancia para la trama- construyen sus criaturas con gran oficio y poniendo en juego sus vastas trayectorias (con galardonados trabajos en teatro) para estar atentas a cada detalle en sus composiciones. Un pueblo que calla, una búsqueda a pleno desamparo y la desesperación del correr del tiempo sin saber del paradero de un ser querido. Sensaciones que las directoras logran plasmar y generar climas inquietantes, con la mirada alejada de las convenciones de un thriller para poder instalarla en el pequeño universo de una familia de pueblo a la que le ha desaparecido una hija, una madre, una hermana.
Una hermana, retrato del vacío tras una ausencia forzada. Una propuesta que interpela al espectador desde la injusticia y la desazón, sostenida por la actuación de Sofía Palomino, como Alba, quien busca a su hermana, una mujer joven y pobre, en este fin del mundo. (Por Patricia Chaina (Especial para Motor Económico)) Con la gran interpretación de Sofía Palomino, como la joven que busca a su hermana, desaparecida en un pueblo casi abandonado de la provincia de Buenos Aires, Una hermana, la opera prima de las directoras Sofía Brockenshire (Canadá) y Verena Kuri (Alemania), nos ofrece una acertada descripción del vacío que genera en el entorno familiar, esa ausencia forzada. Y es su actuación lo que convierte a la película un título imprescindible para comprender el sinsentido de las lógicas corrosivas y perversas enquistadas en las estructuras sociales que juegan la trama de lo cotidiano, cuando el entorno es la pobreza, cruel y apabullante. Un filme de bajo presupuesto y con sello social, realizado con apoyo de la Biennale College del Festival de Venecia, donde se estrenó en 2016. Al año siguiente, su buen recibimiento en el BAFICI (ganó el premio mayor en Montaje) la posicionó como una obra de su tiempo. La fotografía de clima y el guión, que va del realismo a lo onírico; permiten dar una dimensión real al peso de la ausencia, porque allí, en la impotencia y en la tenacidad de esa hermana que busca a su hermana, en ese hijo que llama a su madre, en el silencio cómplice que tiñe las casas del pueblo, la desaparición de esa mujer adquiere densidad. El andamiaje cinematográfico elegido, refuerza la trascendencia del vacío, al establecer el código de lo no dicho, como hilo conductor de la narración. Logra que las respuestas se pierdan cíclicamente en los meandros de un arroyo de aguas estancadas y potencia el clima de ahogo y desasosiego con un registro fotográfico que instala al paisaje de los matorrales como un protagonista activo. La desaparición Lupe Domínguez, mujer y pobre, en un pueblo que agoniza a orillas de las vía del ferrocarril y cercano a un arroyo, es el inicio de una odisea interior, la que azota a su madre (una sensible interpretación de Adriana Ferrer), a su hermana Alba y a su pequeño hijo Mateo. Y permiten a estas directoras, formadas en la FUC; elaborar un recorrido por fuera del cine de suspenso o del policial. No se plantean la búsqueda de Lupe en función de las expectativas del espectador. Lo interpelan desde la angustia, desde la injusticia y la desazón. Es el protagónico de Sofía Palomino, sorprendente en la humildad con que aborda al personaje, quien logra transmitir el peso de la tragedia que comienza con la aparición del coche familiar que conducía su hermana, incendiado, a orillas del arroyo, una madrugada. Aún cuando los ajustes, o desajustes de guión, hagan visibles ciertos puntos inconexos para la lógica formal del relato, Una hermana apela a una inusual propuesta cinematográfica para plantear un tema silenciado en tiempos donde ya el silencio puede hablar. La vida real, no siempre da respuestas. La pobreza estructural es madre de injusticias. La impotencia del desamparo es difícil de retratar. “Una hermana” lo logra, gracias a la ductilidad de Sofía Palomino para interpretar a Alba, un personaje desmesurado en su tragedia y contenido por el vacío que se abre frente a su inmensa soledad. Una hermana flyer.jpg Ficha: Una hermana / Drama / Argentina, 2017 / Dirección: Sofia Brockenshire y Verena Kuri / Elenco: Sofía Palomino, Adriana Ferrer, Eugenia Alonso y Mateo Goménez / Duración: 68’/ Clasificación: APM 13 / Salas: BAMA (Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1145), y a partir del 14 de junio en el Gaumont.
Después de su paso por Venecia y por la Competencia Argentina en el Bafici 2017, se estrena finalmente Una hermana, la ópera prima de Brockenshire y Kuri, un drama cuyo tema es una realidad vigente y dolorosa en nuestra sociedad y el mundo. Alba (muy buen trabajo de Sofía Palomino) sale en busca de su hermana Guadalupe que no ha regresado a la casa y no da señales de vida. El auto familiar se encontró quemado a la vera de un río. Su cuerpo no está entre los restos del vehículo pero nadie sabe de ella. Alguna amiga que la vio por última vez ha testificado en la comisaría pero Alba supone que sabe algo más de lo que dice. La burocracia de la justicia y, muy especialmente, el maltrato del personal judicial no colaboran frente al desamparo, la angustia y la desesperación de quien sufre y ve que nada pasa, salvo los días. Sin dinero, con una madre que se da al abandono ante lo sucedido y un pequeño que llama a la ausente, Alba arrastra su dolor y su bronca pero sigue buscando la verdad. Vivir en los márgenes de la ciudad (todo transcurre en Empalme Lobos, una localidad bonaerense a 80 km del centro) complica los movimientos para acceder más rápidamente a una ayuda y a la atención que debiera ofrecer el Estado, pero tampoco los vecinos se acercan. Mientras tanto alguien empieza a sospechar lo que pudo haber sucedido. Después de su paso por Venecia y por la Competencia Argentina en el Bafici 2017, se estrena finalmente Una hermana, la ópera prima de Brockenshire y Kuri, un drama cuyo tema es una realidad vigente y dolorosa en nuestra sociedad y el mundo. Alba (muy buen trabajo de Sofía Palomino) sale en busca de su hermana Guadalupe que no ha regresado a la casa y no da señales de vida. El auto familiar se encontró quemado a la vera de un río. Su cuerpo no está entre los restos del vehículo pero nadie sabe de ella. Alguna amiga que la vio por última vez ha testificado en la comisaría pero Alba supone que sabe algo más de lo que dice. La burocracia de la justicia y, muy especialmente, el maltrato del personal judicial no colaboran frente al desamparo, la angustia y la desesperación de quien sufre y ve que nada pasa, salvo los días. Sin dinero, con una madre que se da al abandono ante lo sucedido y un pequeño que llama a la ausente, Alba arrastra su dolor y su bronca pero sigue buscando la verdad. Vivir en los márgenes de la ciudad (todo transcurre en Empalme Lobos, una localidad bonaerense a 80 km del centro) complica los movimientos para acceder más rápidamente a una ayuda y a la atención que debiera ofrecer el Estado, pero tampoco los vecinos se acercan. Mientras tanto alguien empieza a sospechar lo que pudo haber sucedido.
Búsqueda desesperada Un automóvil se incendia en la orillas de un río. La dueña del auto entra en pánico, no tanto por el vehículo: su hija no regresó a casa y parece estar desaparecida. Su cadáver no se encuentra dentro de ese Peugeot 505, pero igual la sospecha de la tragedia es fuerte. A la mujer la sobrepasan los hechos, y será Alba, la hermana menor de la desaparecida, quien deba emprender una búsqueda en la que todas las puertas se cierran. Una hermana habla de las pérdidas, de la soledad, de la desesperación, y también de las desigualdades. La historia transcurre en un pueblo del interior profundo de Buenos Aires, y no es este un lugar al azar. En esas zonas, las complicaciones parecieran acrecentarse más. Alba sale a buscar a su hermana pero se topa con que nadie le brinda gran ayuda, desde la burocracia sindical, hasta las personas que pertenecen a otra clase social y no hacen más que despreciarlas, a ella y a su hermana, a su clase. Permanentemente da la sensación de que si el hecho hubiese ocurrido en otro contexto, en otros niveles, en otro lugar, con otras personas, el destino sería diferente. El relato es ajustado, plantea un misterio y la búsqueda de una solución. Pero el foco no está puesto en el suspenso como uno podría esperar de un film como La Sospecha. Una hermana es un drama sobre las penurias de una mujer, no la desaparecida, o sí, pero en un segundo plano: su figura es Alba. A un guion sin fisuras que se anima a plantear denuncias sin remarcarlas, y a la puesta en escena deliberadamente sencilla y que sabe hacer uso de los escenarios en los que se mueve, se les suma la verdadera fuerza del film: Sofía Palomino. La joven actriz de Kryptonita se carga Una Hermana al hombro y resulta en una interpretación asombrosa. No podemos decir que nos sorprenda, Palomino ya viene tanto en cine, como en teatro y televisión demostrando un gran talento al que le entrega todo su cuerpo. Desde las miradas, las posturas y el modo de sentir sus parlamentos, Alba cobra vida en Sofía y es imposible que pensemos en otra actriz para interpretarla. A la arrolladora creación de Palomino debemos sumarle otra actriz con mucho teatro encima como Eugenia Suarez, que aquí compone a una suerte de contraparte de Alba, la empleadora de la joven desaparecida. Los contrapuntos entre ambas forman parte del gran jugo de la propuesta. Una hermana está lejos de ser un film sencillo, el modo de hablar de los problemas que aquejan a un pueblo chico con muchas diferencias sociales no es el tradicional, y resulta tan duro como efectivo. Que dos directoras jóvenes y noveles se hayan animado a tanto es una buena señal. Conclusión Una intriga que interesa, la exposición de problemas sociales palpables y dos actrices que le ponen el alma al film hacen de Una hermana una propuesta muy llamativa dentro del panorama del nuevo cine argentino.
Ajustada narración sobre la desidia social e inoperancia juridica En la localidad Empalme Lobos, anexa a la ciudad de Lobos, en la provimncia de Buenos Aires, habita poca gente, todos se conocen y la parsimonia es lo habitual. Pero, inesperadamente una noche alguien desvía un viejo auto de la ruta, lo estaciona en la orilla de un arroyo y le prende fuego. Un vehículo, cuya dueña es Beatriz (Adriana Ferrer), pero que en esos momentos no lo manejaba sino que estaba al volante una de sus hijas, Lupe, (Lorena Stadelmann), que no está adentro del auto, ni en los alrededores. Desapareció, como si se la hubiese tragado la tierra, no la encuentran por ningún lado. Por decisión propia, su hermana Alba (Sofía Palomino) se involucra activamente en el caso y Beatriz se queda en casa esperando. Alba se maneja por las vías legales, denuncia a la policía e interviene la fiscalía, pero se demoran demasiado en poner en marcha toda la maquinaria para buscar su paradero. Las directoras Sofía Brockenshire y Verena Kuri llevan a la pantalla grande un ejemplo, un caso policial como tantos, para que los espectadores vean cómo se atienden este tipo de situaciones. Con una descripción detallada de la evolución en la personalidad de Alba, y un buen manejo de climas en cada escena, de acuerdo al momento dramático que va transitando, junto a los diálogos exactos, de pocas palabras, pero efectivas, para hacer avanzar la historia en los momentos justos, las directoras tienen bien en claro lo que quieren contar y de qué manera. Para no perder más tiempo la protagonista investiga por su cuenta, toma las riendas de la búsqueda. La incertidumbre acecha, no recibe ayuda de nadie, tanto en el pueblo como en el sistema judicial, que le dan la espalda, ella se encuentra sola, incluso su madre no colabora, y hace lo que puede o se le ocurre. La película realiza una aproximación bastante fidedigna de lo que sucede con este tipo de casos en el país, porque los familiares de la víctima tienen que hacer el trabajo de la policía y la justicia. Como le sucede a Alba, quien actúa no como una vengadora anónima sino que asume en parte el rol del estado que no hace lo que tiene que hacer, el que sólo genera agotamiento y desesperanza.
Un Peugeot 505 aparece incinerado en un descampado. El plano es fascinante: una carcasa escupiendo fuego con creciente rabia sobre un fondo crepuscular. El auto será de la madre de Guadalupe, una chica desaparecida. ¿Qué se sabe de su paradero? Casi nada: se fue de un boliche para nunca más volver. Este “casi nada” parece signar el tono de la ópera prima de Sofía Brockenshire y Verena Kuri, tanto en buenos como en malos términos. Desde el guion de Una hermana no hay necesidad de establecer certezas. En definitiva, una desaparición es la vacante del sentido, el limbo del saber. Aquí todo será indicio, posibilidad, especulación, un imaginar sórdido que hará de Guadalupe un cadáver o una víctima de la trata de personas. O alguien que decidió fugarse. La ausencia de respuestas es una decisión osada que alejará al filme de la prosa y lo arrimará al lirismo. Justamente, en esa orilla las directoras parecen asustarse y no dar el salto definitivo para enrarecer el relato. Alba, la hermana de Guadalupe, se encargará de iniciar la búsqueda por sus propios medios, lidiando con la angustia de su madre y con el cuidado del mismísimo hijo de Guadalupe. Hay en el detalle del niño abandonado –junto a la condición precaria de la familia– cierta gula por el infortunio, por suerte no acentuada gracias a Sofía Palomino, que desvía la atención del golpe bajo para guiar al espectador por su travesía frustrante: averiguar un paradero sin pistas sólidas. A medida que las esperanzas de Alba se derriten, las directoras desordenan la estructura del relato: el tiempo se confunde y se vierte un manto de sospecha sobre determinados personajes (algunos anónimos). Pero todo será un bucle de sugestión. La sumatoria de imprecisiones le imponen al filme un bienvenido clima pesadillesco, sólo que este clima no llega a profundizarse. Habrá tomas extrañas, sucesos incomprensibles, metáforas crípticas, pero siempre bajo el pulso prosaico que dio inició al filme. El quiebre formal será en extremo mesurado y esto logra que el espectador clásico exija más datos y que el espectador sensorial se quede corto en su narcosis.
Búsqueda frenética Ante tantas noticias sobre desapariciones de chicas y las mismas historias de ausencia del Estado, desamparo de las víctimas directas e impunidad para los perpetradores de hechos aberrantes, la película de Verena Kuri y Sofía Brockenshire va reconstruyendo esa ausencia no sólo en el cuerpo, sino también en el espacio por el que deambulan la protagonista interpretada por Sofía Palomino y su entorno completamente hostil en esa desesperada búsqueda de su hermana Lupe. La precisión en el uso de los planos, la distancia de la cámara para explorar la profundidad de campo son elementos plásticos importantes en el tratamiento de la imagen, pero mucho más desde el punto de vista narrativo y cinematográfico. Resulta más que interesante que el film transite “el durante” sin caer en la tentación de explicar “el antes” y más todavía “el después” porque el tiempo del relato parece estancado a pesar de que un avance cronológico acentúe la desesperación y pregone una tragedia tan cercana como el dolor de sentirse desamparada en una búsqueda sin horizonte, sin testigos al alcance y con muchos secretos que tardan en revelarse.
Ejercicio de estilo que procura sugerir varias cosas con el mínimo de elementos, "Una hermana" es una suerte de corto extendido a 63 minutos, debut de dos estudiantes extranjeras de la FUC: Sofía Brockenshire, canadiense, y Verena Kuri, alemana. Y es también un lujo indiscutible de tres directores de fotografía con buen sentido pictórico: Román Kasseroller, Federico Lo Bianco y Andrés Hilarión. Los paisajes invernales junto a un arroyo del Partido de Lobos son una exquisitez. La anécdota es mínima: un auto quemándose al amanecer, la madre que clama por su hija, dueña del auto, la hermana menor que de mal modo y sin perspicacia alguna interroga a posibles testigos y se brota en las oficinas, alguien que va por el campo con sus perras, el cuerpo de una mujer muerta, otra que de golpe detiene su auto, un mensaje en un celular milagrosamente aparecido (mensaje que hace suponer que la muerta era acosada por su jefe y amenazaba contárselo a su esposa), los patrones que al parecer se quedan con el último sueldo, despaciosos paneos por el lugar. Eso es todo, pero, como deja tantos hilos colgando, los espectadores pueden entretenerse en sacar conclusiones. Protagonista, Sofía Palomino.
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El filme comienza con una imagen potente que dispara el conflicto: un auto en llamas en el medio de un campo raso. Una joven ha desaparecido, no está allí su cuerpo, aunque la escena trágica lo sugiera. Guadalupe es la joven que está ausente y sin rastros de su destino. A partir de este drama familiar y la inoperancia de la policía y el estado. Alba, su hermana, emprende una búsqueda sin pausas, y desde esa acción se construye la trama entera del filme. La desaparición de Lupe narrada como lo hace esta propuesta sugiere más de lo que define y abre dos potenciales lecturas: la desaparición de una mujer y sus consecuencias como un espejo del tema crucial de la violencia de género y el femicidio; la otra lectura posible a su vez es la de la imposibilidad frente a la ausencia sin explicación de un “otro” que es parte de nuestras vidas a quien creemos conocer y que de repente se nos presenta como un misterio a develar. La búsqueda de Lupe pone en el camino de Alba a varios personajes críticos: uno es la sociedad y sus instituciones que se presentan inútiles y vacías de valores morales frente a la necesidad de esta joven, donde se produce un abismo frente a la falta absoluta de respuestas, contención y atención. Por otro lado quienes circundaban a Lupe: el núcleo familiar y algunas personas que aparentemente la frecuentaron y que Alba ignoraba, los patrones de su trabajo cotidiano, y una pareja que podría no solo tener un lazo laboral con la desaparecida. Podría es la palabra clave ya que el filme se construye a partir de sugerencias, ambigüedades, indefiniciones y potenciales respuestas que no encierran una certeza definitoria. El estilo de narración difuso, más contemporáneo que clásico en la propuesta de cómo resolver el conflicto, deja ver hilos de su entramado argumental, que el espectador se ve obligado a unir, cuestionar o afirmar para organizar la posible respuesta a la pregunta policial: ¿Qué pasó con Guadalupe? Está envuelta por un paisaje árido, desolador, solitario, es el vacío de lo desértico lo que domina el marco protagónico del universo visual en esta historia. “Lo que falta” domina el clima narrativo, el subtexto es determinante en los espacios y los diálogos, lo no visto – lo no dicho. Y el campo arrasado, lo que queda después de ese auto en llamas determina la estética de una paleta gris y sin contrastes como una masa uniforme que remarca el tono del filme. Esta ópera prima nacional ha pasado por festivales como Venecia (2016) y BAFICI (2017) antes de llegar hoy a la cartelera. Dirigida por dos realizadoras nacionales de orígenes extranjeros: Sofía Brockenshire (Canadá) y Verena Kuri (Alemania). Sofía Palomino interpreta a Alba en una composición versátil y justa en ese tono de indefinición y angustia insoportable que el personaje padece. La suma de todas las variables propuestas en este filme llevan a Una hermana al lugar de privilegio que una obra puede tener cuando aborda con calidad cinematográfica y sutileza narrativa temas que podrían caer en el golpe bajo o la narración de puro efecto amarillista. Una película sobre mujeres, hecha por mujeres. Por Victoria Leven @levenvictoria