El retorno Julieta Ledesma dirige y escribe Vigilia (2016), un drama sobre el regreso del hijo al hogar y las consecuencias que tiene en el seno familiar. Después de la guerra, Santiago (Pablo Ríos) vuelve a su casa familiar. Ernesto (Osmar Núñez), su padre, se mantiene distante y su madre (Mirella Pascual) no lo reconoce. La sequía pegó fuerte en la zona y afectó a todos pero principalmente a los animales. Luego de que Arón, el perro familiar, se vuelve una amenaza para los animales del campo, Ernesto lo sacrifica. Ahora deberán lidiar con las apariciones del perro que regresa de la tumba y amenaza con destruir a la familia. La ópera prima de Julieta Ledesma es un drama familiar. Si bien de la sinopsis se infiere un tono fantástico, Vigilia es un film sobre el regreso del hijo y la espiral de locura que se produce cuando se altera la estructura subyacente en la intimidad de esta familia que parece aislada del resto del mundo. Egresada como Diseñadora de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires y con el mediometraje ¡Al fin, mi vida! y el corto El Plan Perfecto (2006) entre sus trabajos previos, Ledesma realiza un film que impacta en cuanto a lo visual. Sus secuencias, secundadas por una banda de sonido tenue, acentúan el clima opresivo en el que se desarrolla la acción y tienen un efecto hipnótico. El doble regreso al hogar, el del hijo y el del perro, operan cambios en la casa que parece estar rodeada de un halo de misterio onírico. La cámara se mueve lentamente entre los ambientes y el suspenso irá in crescendo con el correr de los minutos. Sobre el final, la directora jugará con lo representado y hará que nos cuestionemos sobre la verosimilitud de lo visto. Vigilia, el debut de Ledesma en el largometraje, es prometedor y la postula como una directora a la que no debemos perder de vista.
Es la opera prima de la cineasta Julieta Ledesma, realizada en Santiago del Estero que habla de los problemas de comunicación entre un padre autoritario y un hijo que regresa después de muchos años distinto, cambiado. Y el rechazo de ese padre será más exacerbado. Claro que una sequía tremenda enloquece supuestamente a los animales pero por sobre todo transforma algunos humanos en animales. Toda la familia es sacudida desde sus cimientos por ese arranque de locura y muerte. Con Osmar Nuñez, Mirella Pascual, Pablo Ríos y elenco, el planteo de la película es ambicioso y solo logra parcialmente dibujar la metáfora de toda una zona en espera de soluciones que no llegan, los mandatos familiares que no se cumplen y desatan conflictos que nunca se resuelven y el hijo rechazado y atacado. El relato se reitera aunque tiene momentos de climas bien logrados.
Cuento de aparecidos que tarda en descubrirse. Una cosa es la ambigüedad, la pluralidad de sentidos. Otra la pluridispersión, el “todo puede ser”. La primera opción pone en jaque las interpretaciones unidireccionales y disemina un relato en varios posibles. La segunda, al no trabajar sobre un verosímil posible sino varios, termina generando un cualunquismo del relato, por el cual, sumado a importantes baches de información, todo da lo mismo. En Vigilia, ópera prima de Julieta Ledesma, un muchacho que podría ser, o no, el hijo de un matrimonio, vuelve a casa de sus padres (o no) en un paraje rural de lo que parecería ser el litoral argentino o uruguayo, es reconocido (o no) por ellos, encaminándose la peripecia a una tragedia que se respira en el aire, pero cuya raíz el espectador ignora. Por la abundancia de silencios, se advierte que las cosas no andan bien entre Ernesto (Osmar Núñez) y Carmen (la actriz uruguaya Mirella Pascual, recordada sobre todo por Whisky). Hay una mujer, Tessie (María Inés Sancerni), a cargo de Carmen, quien por lo que sus reacciones indican viene de atravesar una seria crisis psíquica, cuyas secuelas no se han disipado. En un momento dado aparecerá Santiago (Pablo Ríos), un muchacho de camisa roja y pantalón rojo, a quien Carmen y Ernesto recibirán alternativamente como el hijo o como un extraño que se hace pasar por tal, de modo que el espectador quedará un poco en babia. Sobre todo teniendo en cuenta que la información que la película suministra colabora con ese atontamiento. Como un flashback (que no está claro quién lo tiene) en el que se ve a un soldado que podría ser Sebastián (o no) combatiendo (¿y muriendo?) en Malvinas (¿en Malvinas; pero entonces cuándo tiene lugar el relato?). Sebastián funciona a su vez como una suerte del Terence Stamp de Teorema, pero en menor escala, luciendo aspecto salvaje (o cabello despeinado, al menos), tirándole un piquito a su padre (¿o no es su padre?) y buscando en otro momento contacto sexual con el peón de la finca (Jorge Román, el recordado protagonista de El bonaerense). A propósito de salvajismo, Sebastián se ve asociado con Arón, el perro familiar, adecuadamente negro, quien tras su regreso se habría vuelto cimarrón (¿es esto posible?) y por cuyo lado, y el fusil de Ernesto, se desencadenará la tragedia, como en un cuento campero. Tal vez lo que se quiso contar fue esto, una suerte de cuento rural de aparecidos, pero para ello faltó concentración y sobró dispersión. Hasta el punto que la que más aparece en cámara es María Inés Sancerni, y ese detalle es revelador: si la que más aparece es la enfermera, el cuento de aparecidos no se está narrando bien.
Viaje emocional y fantástico El inesperado regreso de un hijo a la casa de sus padres es el disparador de esta ópera prima de tono fantástico filmada en Santiago del Estero y San Luis. La trama argumental es ambigua y algo farragosa, pero a partir de un imaginativo trabajo de puesta en escena la directora, egresada de la carrera de Diseño de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires, consigue crear con eficacia una atmósfera densa y enrarecida que funciona como entorno ideal para el despliegue de las pulsiones de los protagonistas, tironeados constantemente por deseos y represiones. Pensada sobre todo como viaje emocional de sus atribulados personajes, Vigilia tiene también el contorno de la fábula, aunque no necesariamente contenga una moraleja ni un sentido único. A lo largo del zigzagueante recorrido del relato hay pocas palabras, violencia contenida y explícita, un perro cimarrón que continúa al acecho aún después de ser fríamente despachado y una serie de situaciones del agobiante espesor onírico de la pesadilla que, apoyadas por una banda sonora adecuada, terminan caracterizando inevitablemente a la historia. Es sólido el trabajo de Osmar Núñez, actor de vasta trayectoria que se revela muy preciso en la composición de ese padre huraño y resentido que esconde como puede sus angustias, debilidades y evidentes contradicciones.
“Vigilia”: hasta el perro es disfuncional En una célebre novela de Sir Arthur Conan Doyle, el detective Sherlock Holmes aseguraba que para conocer la idiosincrasia de un grupo familiar había que observar detenidamente a su mascota. Esto se aplica a "Vigilia", opera prima de Julieta Ledesma con un perro negro que, si cuando se porta bien ya resulta amenazador, cuando se vuelve malo provoca terror, principalmente en el dueño de casa. Pero en realidad, el comportamiento del perro es un reflejo de los profundos problemas familiares. E inclusive los empeora, dado que las circunstancias provocan que el perro vuelva de la tumba para vengarse de su asesino. Esta premisa podría permitir un film de terror y suspenso, que no es precisamente éste. La directora y guionista se toma demasiado tiempo para todo, empezando por el retrato de la familia más que disfuncional que vive en una vieja casa en medio un campo jaqueado por la sequía. El hijo regresa después de haberse ido por un buen tiempo, la madre trastornada cree que fue a la guerra, y el padre abusador lo espera a punta de escopeta. La única voz de la razón es la de la empleada doméstica, quien trata de conciliar las cosas sin éxito. Hay buenas imágenes debidas a una excelente fotografía que aprovecha las atractivas locaciones de San Luis y Santiago del Estero, pero dramáticamente el asunto nunca termina de despegar. Lo mejor es el perro Aron, que lamentablemente aparece menos de lo que uno querría.
“No es tan fácil escribir sobre nada”, reflexiona Patti Smith en su último libro M Train. Un poco lo mismo me pasa a la hora de escribir sobre esta película de Julieta Ledesma. Lo cierto es que la premisa de Vigilia podría haber hecho una película muy diferente (como toda premisa, podría haber hecho muchas películas, siempre dependiendo del camino que su director elegiría), y el resultado termina siendo un aburrido, anodino y largo relato (las casi dos horas de duración comienzan a sentirse… a la media hora). La historia: el regreso del hijo de la Guerra. Una madre que no lo reconoce y un padre que apenas se muestra interesado. Mientras tanto, la sequía se prolonga y eso vuelve loco a los animales. Un perro debe ser sacrificado pero luego aparece como si fuera un fantasma, anunciándose a través de sus incansables ladridos. Los tiempos aletargados, esos largos planos fijos, imprimen misterio al relato. Pero Ledesma también juega con lo onírico, para plasmar así la locura en la que sus personajes van introduciéndose cada vez más. Como ópera prima, no deja de ser un producto muy interesante. Especialmente a nivel técnico, con una fotografía muy destacable y la creación de sus bellos planos. La construcción de climas, el uso de la música, hacen de Vigilia un film notable. No obstante, el guión y una narración lenta, reiterativa, hacen que a Vigilia se la sienta eterna. En la dinámica hay incluso algo muy teatral, pocos personajes. Pero Julieta Ledesma no se queda en eso, y juega y mucho con el exterior, con las diferentes texturas que el campo le propone. Un interesante estudio sobre la locura, los estrechos y vulnerables lazos familiares, en un relato al que le falta dinamismo. Una de esas películas sólo apta para el espectador más pre dispuesto.
Fruto de mi tierra Un largometraje que descoloca y te saca del eje “normal”. Construye un relato onírico donde no se sabe que es real y que no. Perturba la imagen pero es menor a lo que puede perturbar una sequía y la falta de agua en esos escenarios de altas temperaturas. Hay desamor? bestialidad? Animales-hombres o a la inversa. Un piano, música para calmar el alma de las fieras. Como a un cactus cuando se lo acaricia que lastima y deja sus heridas. La naturaleza que crece a fuerza de poder superarse y adaptarse ante la situación. “Vigilia” es abrir la puerta a otros sentidos. Con una maravillosa fotografía y un sólido elenco se estrena “Vigilia“. Excelente primer largometraje de Julieta Ledesma. Film que vale la pena ir a ver. Sin dudas un cine de autor con mayúsculas. Realizado con coraje y sobre todo con mucho corazón.
De amor, de locura, y de muerte. Santiago (el debutante Pablo Ríos) decide regresar a su casa luego de una ausencia que caló hondo. Su llegada a la estancia, al mismo tiempo que la aparición de un perro salvaje, no será como él (o el espectador) podría esperar. Algo sucede en ese paraje perdido en Santiago del Estero. Cuando Santiago partió a la guerra (nunca sabremos bien qué guerra) y nunca regresó, sus padres se perdieron internamente. A Ernesto (Osmar Nuñez) le cuesta reconectar, y además le preocupan los inconvenientes que se suceden en la zona junto con el regreso de su hijo. Carmen (Mirella Pascual) lo toma aún peor, no reconoce en ese joven a su hijo, lo trata como a un extraño, y divaga por la casa y zona cada vez más sumergida en sus delirios, buscando algo de afecto. Hay otros personajes, Tesie (María Inés Sancerni), suerte de mucama o asistente del hogar, que debe lidiar con la personalidad de Carmén, que mantiene una relación complicada con Ernesto, y parece ser la única que acepta a Santiago; y Aguirre (Jorge Román), el ayudante del estanciero, con conocimientos varios, y una conexión con Santiago a descubrir. La sequía invade el paraje al igual que los recuerdos, los animales empiezan a morir, el perro parece tener algo que ver con las muertes, y la locura avanza en los personajes cada vez más alienados. Valiéndose de una dirección de fotografía a cargo de Matías Fleischer que no solo saca el máximo provecho a las locaciones, logra escenas de gran belleza enigmática; Ledesma construye una narración que requerirá de la atención constante del público. Con claras influencias en el cine de Lucrecia Martel, y algo de Leonardo Favio (al verla se darán cuenta de qué película hablo); Vigilia mezcla el drama familiar; un relato que pareciera inclinarse por la fantástico, onírico, y metafórico; con una historia de cierta crítica social más solapada en ese ambiente de olla a presión a punto de estallar. Su entramado no es continuo y habrá que prestar atención a los detalles para comprender qué es lo que sucede; hay una inclinación hacia la falta de diálogos, los silencios profundos, y las expresiones mudas. Más de una vez pareciera no haber una ilación simple entre escena y escena, o problemas de continuidad, que en realidad simbolizan un relato que se cuece por debajo en forma simbólica. La dirección actoral es precisa, cada uno, con su personaje, expresa esa locura en la que están inmersos, la furia que exudan, y lo incómodo de esas relaciones quebradas; hay entre ellos una química compleja pero lograda. Del conjunto de interpretaciones, se lucen Núñez y sobre todo Pascual a quien le tocarán las escenas más jugadas, extremas y cambiantes; siempre convincentes. Conclusión: Vigilia plantea una incógnita que intenta mantenerla hasta el final, aunque las pistas son bastante claras desde las primeras escenas. Su narración pausada, entre cortada y críptica, puede alejar a un espectador que busca relajarse en una construcción lineal. Pero esas falencias narrativas son suplidas por un apartado técnico e interpretaciones de un nivel superior y subyugantes. En todo caso, estaríamos hablando de una propuesta lo suficientemente atípica, lo cual no es algo menor para una ópera prima.
Entre el tormento y la locura Vigilia (2016) es el debut de Julieta Ledesma en largometrajes y definitivamente no es una puntada sin hilo. Con una buena dirección de actores y economía de gestos y diálogos, transformó lo que a primera vista era un historia fantasmagórica en un drama psicológico con los paisajes de Santiago del Estero como otro fundamental personaje. La historia comienza con la partida de Santiago (Pablo Ríos) y luego su retorno al hogar de sus padres. Con una madre (Mirella Pascual) que pocas veces se encontraba en el mundo de la cordura, su ayudante Tessie (Maria Inés Sancerni) quien hace lo que puede con ella y el padre Ernesto, sostén del hogar, el siempre efectivo Osmar Nuñez, quien tras la vuelta de Santiago pasará de estar cada vez menos como sostén del hogar y más como su mujer viviendo realidades alternas. Si bien Vigilia es un film que retrata muy bien el descenso de una familia hacia la locura, a veces el drama cotidiano opaca la delicada oscuridad que alcanza, gracias a extrañas secuencias entre Santiago y cada uno de sus padres, o con el perro Arón. La confusión de los personajes se respira y se siente, al igual que los límites de qué es cada cosa, que van volviéndose lentamente borrosos. Más allá de las buenas actuaciones y escenarios naturales, el film presenta dos puntos negativos importantes: un ritmo que por momentos es demasiado desacelerado por un lado y por otro -curiosamente es lo contrario de lo que suelen sufrir las películas que explican todo- en Vigilia los diálogos faltan, por momentos las secuencias se vuelven tal vez muy crípticas y sumado a la falta de diálogo, el hilo conductor puede tornarse difícil de seguir. Tal vez sea la intención para mostrar dicho descenso a la locura, pero no termina de quedar claro tampoco.
BAJOS IMPULSOS ¿Qué queda después de una guerra? Eso explora Vigilia, la nueva película de Julieta Ledesma. Esta co-producción argentina-uruguaya se mete en el inconsciente colectivo de un pueblo rural atravesado por una guerra y una sequía desoladoras. El film se presenta como una mostración de los efectos más devastadores de una guerra arcaica, a partir del regreso de un hijo a una familia que encontrará absolutamente dislocada. A través de los planos, las escenas y las dinámicas entre los integrantes de esta familia (padre, madre, hijo y sirvienta) y con los animales, la película va construyendo una atmosfera densa, cargada de las connotaciones que el entorno genera en los integrantes del clan. Los animales encarnan un elemento fundamental, porque a partir de ellos los espectadores nos adentramos en un mundo pulsional, instintivo y ajeno a la moral: es el mundo que la guerra les dejó. Las relaciones se vuelven básicas, mínimas, animales, lo que sumado a una puesta en escena rica de ver, deja expuesta una interesante influencia surrealista, donde realidad, ficción y subjetividad se entremezclan en un juego de interpretación para los espectadores. La ya nombrada puesta en escena es exquisita, digna de destacar y lo que más sobresale de esta película, ya que roza la experimentación. La misma retrata un pueblo del interior de la Argentina, con sus paisajes despoblados, llenos de naturaleza en estado puro. Las tomas son prueba fiel de eso, a través de un rico juego de sombras, de secuencias largas con sonido ambiente y de gran angulares, habilitando una conexión interesante entre lo humano y lo natural, en un devenir microsocial que remite a un orden primitivo de existencia. Esta animalización de los personajes se refuerza con el poco uso de los diálogos: los mismos son breves -monosílabos en ocasiones- y muchas veces cargados de una violencia incoherente, que permite la deshumanización de los lazos que unen a los integrantes de esta pequeña comunidad. Además, la atmosfera de locura que va creciendo en el devenir de la historia, ayuda a la concreción de una historia más bien mítica, la cual es bien interpretada por los actores. Pequeña historia, repleta de reminiscencias ancestrales, míticas y bíblicas, Vigilia es un buen reflejo de lo que el cine nacional es capaz de hacer, mostrando una historia fuera de lo común del realismo al que generalmente nos tiene acostumbrados la cinematografía local.
Vigilia: la vida es sueño... ¿o no? El debut en el largometraje de Julieta Ledesma brinda al espectador la posibilidad de participar en una fantasía onírica que por momentos le hará dudar de su propia percepción. No es fácil engañar a los espectadores y eso algunos cineastas lo saben muy bien, y saben cómo manipular la vista para que, en cierto momento, surja la duda. Y eso es lo que genera esta “Vigilia”, el debut cinematográfico de Julieta Ledesma, que hasta este momento había realizado el mediometraje “¡Al fin, mi vida!” y el corto “El Plan Perfecto”, y con esta experiencia construyó este relato en el que lo único que importa es saber cómo sigue. La historia cuenta cómo Santiago regresa a su hogar desde un lugar muy cómodo para él y a su llegada quiebra el delicado equilibrio emocional de sus padres: Ernesto, su progenitor, lo rechaza y su madre directamente no lo reconoce. A pesar de esta actitud, Santiago decide quedarse en la chacra familiar, que parece alejada de todo lo conocido, y cuyo único habitante amigable es Arón, su perro, que se está volviendo cimarrón. El resto de este experimento cinematográfico se revela como un ejercicio constante de Ledesma por forzar al espectador a dudar de lo que está viendo. ¿Es esto una historia lineal? ¿Es un sueño u ocurre esto realmente? Una atmósfera onírica prima en las imágenes que se van sucediendo, una tras otra, hasta que algún suceso hace temblar la trama. Y en esto, la directora se encarga de que las imágenes se queden bien grabadas en la retina como una en la que perro mata a una cabra, y que llevan a preguntarse cuánto de real y cuánto de ficción hay en el plano. Asimismo, la realizadora abre la puerta de la imaginación al obligar al espectador a figurarse qué es lo que están viendo los personajes, en planos cerrados en los ellos parecen percibir situaciones o visiones que alteran su propio mundo interno. Sin embargo, en la mayoría de los casos, dichas visiones quedan fuera del alcance del espectador y eso contribuye a aumentar la angustia por averiguar qué es lo que está sucediendo, por terminar de armar un rompecabezas al que siempre le falta una pieza. Y, entre tantos planos por los que preocuparse, Ledesma le hace un lugar a la psicología, con personajes que emprenden acciones que llevan a preguntarse qué nivel de estabilidad mental ostentan. Para terminar, destacar que tanto la fotografía como las actuaciones son otros de los puntos fuertes de un film que no sólo roza lo onírico sino que cruza la línea y vuelve una y otra vez…
En ese estado confuso de la conciencia que antecede al sueño, se dispone el registro de esta ópera prima que relata el regreso de un hijo al hogar. Los adjetivos utilizados en el título de esta nota hacen suponer que el film de Julieta Ledesma es una especie de Pánico y locura en Las Vegas (1998), de Terry Gilliam. Pero muy por el contrario, su ópera prima, a pesar de generar situaciones oníricas, surrealistas y hasta mágicas, mantiene un ritmo pausado y contenido. El homoerotismo, la violencia, la alusión a la guerra y al instinto animal, son temas muy potentes que se alinean latentes en el marco de la narración. En algún lugar recóndito de Santiago del Estero, en donde el tiempo parece estar suspendido, Santiago (Pablo Ríos) regresa al hogar tras haber combatido en la guerra. Su madre (Mirella Pascual), parece no reconocerlo, lo trata como un completo extraño, y su padre (un imponente Osmar Núñez), distante, actúa con recelo y desconfianza, como si este fuera una amenaza. Debido a la gran sequía que asecha la zona rural, adicionada la inesperada llegada de Santiago, la extraña calma del lugar parece sublevarse. La falta de agua y el enfrentar nuevas emociones hacen que tanto las personas como los animales saquen a relucir sus instintos más salvajes y primitivos. En todo momento, los estados reprimidos que se sugieren están a punto de estallar y será en medio de un delirio ¿inconsciente? que la catarsis decantará violenta para que todo vuelva a una aparente normalidad. Vigilia es una historia árida, casi no hay diálogos, todo se basa en gestos, miradas cómplices y miradas espías, voyeristas. La dirección de actores está muy bien ejecutada, es precisa y se ciñe a lo que se quiere expresar. La puesta en escena, el paisaje y la cuidada fotografía, nos sumergen en una especie de sueño donde hay lugar para desplazamientos y condensaciones. Por esto el vestuario de campo es tan colorido y un perro puede volver de la muerte. En este espacio todo puede suceder… y sucede. Si de algo peca Vigilia es que se enamora tanto de sus formas, que el relato puede tornarse un tanto extenso, y a pesar de la economía de recursos verbales, está saturada de simbología y psicologismos que le restan efecto de conmoción al trágico final.
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El joven Santiago regresa a su hogar y se reencuentra con su padre, Ernesto , que lo recibe distante y su madre , Carmen , no lo reconoce. Ese retorno al hogar traerá muchas implicancias , en un paraje aislado del interior de país y con una sequía muy fuerte. Además está Aron, el perro familiar, alterado por el clima, que se torna muy agresivo con los animales y lo sacrifican. Pero vuelve, y es ese segundo retorno el que comienza a complicar las cosas. Santiago (Pablo Rios) cumple un rol correcto, por momentos confuso sobre todo en el vestuario, pero se sostiene a lo largo del film. Ernesto (Osmar Nuñez) desarrolla un muy buen personaje, hostil, agreste, como es su vida en ese lugar. Carmen (Mirella Pascual) tiene a su cargo un papel muy tortuoso, que linda con la locura en varios momentos. La fotografía a cargo de Matthias Fleischer es muy buena, con momentos muy logrados retratando el lugar sombrío y seco. La música juega un papel muy importante remarcando el clima opresivo imperante ritmo. El sonido es muy bueno, recreando el ambiente de campo con mucha naturalidad. La dirección no llega a la altura de los rubros técnicos tan bien desarrollados.
La película comienza con el retorno de Santiago (Pablo Ríos) a la casa de sus padres: Ernesto (Osmar Nuñez) y Carmen (Mirella Pascual). Tras varios años de ausencia, se encuentra con un extraño panorama familiar, cada uno está en su propio mundo. Sus padres tratan de lidiar con las dificultades del día a día persiguiendo los propios intereses y fantasías, retirados mentalmente del entorno en el que se encuentran, e incluso, del regreso de su hijo. Un fiel can, la ayudante de toda la vida (Maria Ines Sancerni) y un peón (Jorge Román) completan el cuadro familiar. En un pueblo escondido de la provincia de Santiago del Estero la directora y guionista Julieta Ledesma cuenta esta historia envuelta en la demencia, la alucinación y el delirio que enfrentan personas aisladas en respuesta a las cargas del pasado que llevan sobre sus hombros. Se vislumbra una buena dirección de actores, una excelente fotografía, con paisajes casi inhóspitos de la provincia. El filme presenta pocos diálogos, las escenas se basan en largos silencios y miradas que reemplazan las palabras. En su defecto hay actos que incluyen violencia animal o sugerencias sexuales que redundan sobre hechos que ya habían quedado claros. La falta de diálogos que dinamice el relato, así como presentar temas inconexos a la historia principal, torna a la película monótona y sin un destino definido. Vigilia es un producto muy bien realizado desde el punto de vista técnico, pero no exhibe un relato que brinde a esa técnica un contenido atractivo y efectivo. Por Mariana Ruiz @mariana_fruiz