NAZIS EN VILLA... GESELL A la "fórmula" de llevar a la pantalla superhéroes del cómic, se le ha sumado una segunda "subfórmula" que consiste en -luego de un par de entregas normales- filmar la precuela; es decir, contar la historia previa de los personajes. De eso se trata Primera Generación: mostrar cómo surgieron los mutantes, cómo fueron desarrollando sus poderes y cómo fue que se dividieron en dos bandos: los X-Men del Profesor X (Charles Xavier, aquí interpretado por James McAvoy) y el bando de Magneto (Michael Fassbender). Ambientada entre 1944 y la crisis de los misiles de Cuba en 1962, esta película de Matthew Vaughn -el mismo de la mucho más delirante y lúdica Kick-Ass- ofrece lo que el público de este tipo de franquicias exige (espectacularidad a fuerza de bombardeo de CGI), pero carece del tono zumbón e irónico de otros títulos de la Marvel. Si el film se toma demasiado en serio, cuesta creer que se cometan errores tan groseros como el de situar a los nazis que se refugian en la Argentina en una zona cordillerana (con picos nevados y todo) como... Villa Gesell (probablemente Villa General Belgrano no sonara muy bien para ellos). La secuencia que transcurre en un bar de nuestro país es tan penosa que resulta involuntariamente graciosa, pero en los 132 minutos hay, al menos, varias otras que compensan semejante dislate histórico, geográfico y social.
El origen del poder La cuarta entrega de la saga funciona como una precuela que narra el encuentro de estos superhéroes surgidos del universo Marvel y acierta por el ritmo que le imprime sul director, Matthew Vaughn, quien antes filmó Kick Ass. Con un comienzo que sitúa la acción en un campo de concentración y un niño desprotegido con poderes que luego se convertirá en Erik/Magneto (Michael Fassbender), la película muestra la persecución que éste emprende contra su archienemigo y asesino de sus padres (Kevin Bacon). En el otro lado, un joven Charles Xavier (James Mc Avoy) recluta y entrena a los mutantes con poderes que se sienten diferentes al resto. De este modo, el film entrega una mirada sobre la discriminación y el abuso de la fuerza. Así desfilan Mystique (Jennifer Lawrence); Moira (Rosa Byrne), una humana normal; Beast (Nicholas Hoult) y Lucas (Havok). Ellos aprenderán a dominar las "facultades especiales" que poseen. El relato tiene como trasfondo la crisis de los misiles de Cuba y la acción llega incluso hasta Villa Gessell (con montañas!) , donde se refugia el "enemigo". X-Men: Primera Generación es un vertiginoso producto que no da tregua al espectador y que crea suspenso y tensión a lo largo de dos horas. Hasta se permite un cameo de Wolverine (Hugh Jackman) y de Michael Ironside, ícono de las películas ochentosas en las que participó como villano. Los fanáticos harán un retroceso en la historia, serán testigos de los acontecimientos previos a los vistos en la saga y conocerán por qué Charles Xavier junto a sus alumnos terminaron cono enemigos de Magneto.
Cosa de mutantes Producida por Bryan Singer (X-Men, 2000 y X-Men 2, 2003) y dirigida por Matthew Vaughn (Kick-Ass, 2010), X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011) se sitúa en plena Guerra Fría para desarrollar el germen de los mutantes más conocidos de la Marvel. Hace dos años le tocó el turno a Wolverine contar su origen en X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men origins: Wolverine, 2009), ahora es el turno del resto de los súper héroes. La historia parece trasladarse a las universidades, cuando un grupo de jóvenes cada uno por separado -como si se tratara de una historia coral- descubre sus poderes ocultos y, a cambio de mostrarlos, los ocultan por temor a considerarse fenómenos y no ser aceptados socialmente. El profesor X y Magneto, antes de llamarse así –algo que también contará la película- reclutan a este grupo de personajes con súper poderes y los entrenará como un escuadrón especial de la Cía para, en este caso, interceder en el conflicto nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética. X-Men: Primera Generación tratará de relanzar la saga. En este aspecto tiene puntos de contacto con la serie Batman de Christopher Nolan. Todo es tomado seriamente y se relaciona directamente con la realidad. De ahí la necesidad de explicarlo todo y utilizar el contexto histórico –que ya existía en la historieta como base- como sustento racional de lo relatado. No existe la construcción del héroe sino que, el héroe surge como consecuencia de un proceso histórico. Si bien las anteriores películas de la saga se sostenían sobre el personaje de Wolverine, el más salvaje, el más primitivo, X-Men: Primera Generación se apoya en los personajes con poderes más psicológicos, más mentales. Está Charles Xavier (James McAvoy) como el futuro Profesor X, Eric Lensherr (Michael Fassbender) como el futuro Magneto, y el villano de turno Sebastián Shaw (Kevin Bacon), el mejor de todos por el oficio del actor de Footloose (1984) para componer al más cínico de los mutantes. Con estos condimentos, la precuela de la saga será una delicia para los seguidores de la misma, y un poco densa para quienes busquen entretenimiento sin pretensiones, ya que los efectos especiales y los personajes carismáticos cedieron su lugar aquí a los vericuetos del pasado de los mutantes en cuestión.
Secuelas agotadas, seguimos con precuelas... Esta es una fórmula recurrente en la actualidad, ya hace varios años que cuando un film exitoso comienza a engendrar secuelas y el producto se desgasta se busca la vuelta de volver a las bases con dos posibles ideas: 1) Realizar una remake del original. 2) Realizar una precuela, siempre y cuando esto sea posible argumentalmente. Gracias a la conjunción Donner / Singer, la saga del comic X-Men brindó una fresca revitalización sobre aquellos superhéroes de acción que no habían encontrado hasta el momento su salida cinematográfica; la respuesta del público en interesarse por este tipo de propuestas permitieron que superhéroes como Daredevil, Hulk, Watchmen, Iron Man lo logren. Abierta esta brecha gracias a Spider-Man también, ya los héroes como Superman habían quedado un poco en el olvido, resurgieron igualmente con la puja de Singer entre dejar la franquicia de X-Men por una nueva del encapotado. La saga de Batman jamás vió misfortuna, salvo por la segunda incursión de Joel Schumacher que hizo temblar a los chairmans de Warner, por suerte Christopher Nolan no sólo reinventó esta saga sino que le dio un aire fresco y garantizó por el momento unas cuantas secuelas más. Con X-Men y su trilogía que no daba pie a secuelas, comenzó una nueva etapa, la de contar la historia de origen de cada personaje, surgió el olvidable producto X-Men Origins: Wolverine y ahora continuando con Magneto, el proyecto spin off que debería denominarse X-Men Origins: Magneto, curiosamente tomó otra rienda pluralista y abarcar así con su título al resto de los mutantes X-Men: Primera Generación, aunque la columna vertebral del film es la historia de cómo Eric Lensherr se convierte en Magneto. El film inicia al igual que la primer entrega de la saga, con Eric de pequeño torciendo con su poder las barras metálicas de un portón, en pleno auge del nazismo donde se ve confinado por un experto en genética que toma conocimiento de su don, con el afán de adquirir genéticamente las mismas cualidades. Es así como Eric, ante una fortuita e irrecuperable pérdida, matan a su madre frente a sus ojos por no haber podido utilizar sus poderes como le habría sido solicitado. Esto genera en el una fuerza motora que años después despierta tras el conocimiento del paradero del asesino, búsqueda que lo lleva a nuestra región, la Argentina que alberga nazis en una desacertada Villa Gesell con ¡¿montañas?!. Paralelamente se narra la historia de origen de Xavier, el mutante que dirigiera y se convirtiera en el prócer de la escuela de X-Men, con su facilidad para poder ingresar en las mentes y un equipo que le permite rastrear a los demás mutantes sobre la faz de la Tierra. La incorporación de miembros que van conformando un grupo y mostrándose unos a otros sus distintos dones tampoco es novedoso, sí limitado, son pocos, se bautizan con sobrenombres y realizan actos demasiado infantiles en comparación como la violencia y tono que tenía el primer film de la saga. Esto es algo que se ha hecho notar demasiado, el cambio radical de postura, la infantilidad de diálogos, se extirpó la crueldad de los personajes iniciales, todo vestigio de fluidos como lo es la sangre, todo indica que el motivo no es otro más que comercial, debido al reiterado cuidado que estos proyectos tienen para no ser clasificados del tal manera que no puedan concurrir menores a las salas y esto quite una abundante porción de asistentes a las salas de proyección. Primera Generación es un film bastante monótono, algún cameo y posterior comicidad en un diálogo revitalizan la narración, cuyos últimos minutos, grandielocuentes y repletos de efectos visuales terminan por brindarle mayor notoriedad al olvidable producto que en las otras ¾ partes se había convertido. Se torna inimaginable creer que Matthew Vaughn, director de una de las sopresas cinematográficas del 2010 (Kick Ass), haya concebido otra de superhéroes, tan desabrida en comparación con su anterior proyecto. PD: ¿por qué esta copia se veía y escuchaba tan mal en su función de prensa?
X Men primera generación es una película que va muy fuerte por el lado de la historia, por sobre la acción y los efectos. Se meten tanto en los personajes, que debería ser catalogada como drama. La verdad esto me desconcertó un poco al comienzo, porque iba en busca de escenas espectaculares. Pero procesándola, es para felicitar el riesgo que asumieron los productores de hacer una película menos edulcorada y más en profundidad. Si se hace un poco larga, pero porque se detienen bastante en las situaciones de los personajes. Las actuaciones de primera línea son muy buenas, y destaco la tarea de James McAvoy con la fuerza que su personaje necesitaba. También muy bien Kevin "panceta". No es para salir eufórico del cine, pero si para agradecer la tarea realizada. Buenos efectos, muy buena música incidental redondean un buen producto. Dejemos de lado lo de Villa Gesell... que es el momento más gracioso de la peli, y nosotros nos debemos haber comido cada mentira de otras películas, que por que descubramos una... no es para rasgarse las vestiduras... Al director es para tomarlo seriamente en cuenta, porque su laburo anterior super destacable fue la genial Kick Ass Veremos como sigue esta nueva etapa, porque dejaron cimientos muy fuertes. Para ver tranquilo en el cine definitivamente por fanáticos y extraños.
La evolución del neandertal Ya sabemos que Hollywood todo lo puede y para la industria no hay contexto que no pueda ser modificado si el cambio se justifica: lo que comenzó siendo un proyecto centrado en Magneto, escrito por Sheldon Turner y con Zak Penn como realizador, se terminó convirtiendo en una precuela de la trilogía original en la que Matthew Vaughn reemplazó a nada menos que Bryan Singer. El neoyorquino pasó a ocupar la silla de productor y su influencia se siente en X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011), un mega tanque que abre citando a X-Men (2000) y toma elementos varios de X-Men 2 (X2, 2003). Los minutos iniciales pintan a la propuesta de pies a cabeza: mientras que el sanguinario Sebastian Shaw asesina en un campo de concentración a la madre de Erik Lehnsherr con vistas a “desatar” su poder, el joven Charles Xavier decide proteger a la desamparada Raven, conocida años más tarde como Mystique. Durante aquellos ´60 en que los Estados Unidos jugaban a la guerra fría con la Unión Soviética, la CIA recurrirá al futuro Profesor X cuando necesite información acerca de mutaciones genéticas y todo lo referido a la evolución desde el neandertal -salteándose al homo sapiens- hasta estas “fases superiores”. Pese a que la película mantiene algunos tópicos de los dos primeros capítulos, vale aclarar que no alcanza ese nivel de calidad y en términos formales es una “versión corregida” de X-Men: La Batalla Final (X-Men: The Last Stand, 2006), definitivamente el eslabón más flojo de la franquicia. Tambien por debajo de la dinámica X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men Origins: Wolverine, 2009), aún así el producto entretiene y genera empatía gracias a dos factores excluyentes: por un lado la levedad narrativa que instaura un desarrollo ameno y por el otro la labor de un elenco muy bien elegido en donde cada intérprete dignifica su rol. Debemos reconocerle al cineasta una mejoría lenta pero sostenida, pensemos sino en la desastrosa Stardust: El Misterio de la Estrella (Stardust, 2007) o la anodina Kick-Ass (2010). En esta oportunidad acierta respetando el tono prudente de los opus de Singer y “amansando” al estudio para que le permita administrar los tiempos como no pudo Brett Ratner: la progresión dramática que ofrece el guión de Ashley Miller, Zack Stentz, Jane Goldman y el propio Vaughn resulta sumamente natural y logra incorporar la crisis de los misiles en Cuba de 1962 sin banalizar los acontecimientos históricos o caer en el ridículo. El film compensa la superficialidad con la que se tratan temas como la discriminación y el armamentismo con el carisma del trío protagónico, a saber: James McAvoy (Profesor X), Michael Fassbender (Magneto) y Kevin Bacon (Shaw). Con participaciones de Oliver Platt, Michael Ironside, Jennifer Lawrence y la bella January Jones, más un cameo a cargo del genial Hugh Jackman (Wolverine pronuncia el único insulto del metraje), X-Men: Primera Generación entrega solvencia, acción y un verosímil sin sobresaltos. Mención aparte merece el refugio del ex nazi Shaw, nuestra Villa Gesell aunque con lagos y montañas…
Nuevo director para la precuela sobre el origen del poder mutante Como ocurrió (u ocurrirá) con casi todas las franquicias sobre superhéroes surgidos del universo del cómic (y con otras sagas como las de Star Wars o Indiana Jones ), los X-Men encuentran en Primera generación una precuela que sirve para múltiples propósitos: describir los orígenes y el descubrimiento de sus poderes por parte de los mutantes (con festival de efectos especiales incluido), cambiar de director (Matthew Vaughn reemplaza al responsable de las entregas anteriores, Bryan Singer) y rejuvenecer el elenco (Hugh Jackman tiene aquí sólo un cameo mientras prepara su regreso en solitario para 2012 con The Wolverine ), buscando así una mayor empatía con el público adolescente y juvenil. El film arranca en 1944 con una secuencia ambientada en un campo de concentración nazi, pero la trama se desarrolla en su mayor parte en medio de la paranoia propia de la Guerra Fría (y coincidiendo incluso con hechos reales como la crisis de los misiles de Cuba, en 1962). En ese contexto, habrá un primer enfrentamiento entre mutantes -los malvados liderados por un científico a lo Mengele que interpreta Kevin Bacon y por la femme fatale que encarna January Jones ( Mad Men ) y aquellos que tienen a Erik/Magneto (Michael Fassbender) y a Charles Xavier (James McAvoy) como referentes- para finalmente desembocar en el cisma y la rivalidad entre los dos bandos ya conocidos por los fans: los X-Men y los seguidores de Magneto. En las poco más de dos horas de relato, hay un poco de todo: largas secuencias de acción, una pizca de erotismo (además de Jones aparece la ascendente Jennifer Lawrence), contradicciones íntimas entre los mutantes que quieren "integrarse" con los humanos y aquellos que prefieren "diferenciarse" y ostentar sus superpoderes; algunos atisbos de humor (mucho menos de lo que podía esperarse del director que hizo la divertida Kick-Ass ), y hasta un insólito desatino que tiene a la Argentina como protagonista. En efecto, en la primera parte del film, el personaje de Magneto viaja a nuestro país para cazar nazis y vengar a sus padres y termina en un típico pueblo cordillerano (que podría ser Bariloche, La Angostura o Villa General Belgrano) llamado? ¡Villa Gesell! La escena que le sigue en un bar es, por ambientación y acento de los personajes, patética e involuntariamente risible. Cuesta entender cómo una superproducción de 200 millones de dólares de presupuesto no cuenta con una mínima supervisión para chequear los datos históricos y geográficos que su trama aborda. Más allá de este u otros dislates -que, de todas maneras, no resienten demasiado la trama-, X-Men: Primera generación alterna logros (el diseño de producción que incluye el despliegue visual y los decorados son particularmente creativos) y carencias (una excesiva solemnidad que choca contra la vertiente más lúdica de la historieta). Nada de esto, se sabe, tiene demasiada importancia: aquí están los nuevos (viejos) personajes de X-Men , la fuerza arrolladora de la marca Marvel y los millones de espectadores dispuestos a compartir la experiencia simultánea y planetaria de disfrutar de sus nuevas aventuras.
Cómo resucitar una saga languideciente El director responsable de Kick-Ass encontró la manera de seguir contando la historia de los mutantes con un regreso al mismísimo origen, el campo de concentración nazi donde Magneto y Xavier descubren sus poderes. Kevin Bacon se luce en su rol de villano. Un año atrás, en el film de culto Kick-Ass, el británico Matthew Vaughn armaba y desarmaba, con gusto de metalingüista pop, el mundo de spándex, disfraces y accesorios que habitan no sólo los superhéroes, sino también sus fans. La película llamó la atención lo suficiente como para que, puestos a relanzar una serie que parecía agotada, los productores de X-Men lo pusieran a él al frente del asunto. Buena decisión. En X-Men: Primera generación Vaughn recupera –como quien repasa a toda velocidad, en un par de horas, buena parte de la cultura pop del último siglo– las bases de la serie de Marvel Comics, jugando con la iconografía del comic como lo había hecho en Kick-Ass. Aunque con algunos cientos de millones de dólares más, claro. De Kick-Ass, Vaughn se trajo a la coguionista, Janet Goldman, completando el equipo de escritores con el tándem integrado por Ashley Miller y Zack Stentz, provenientes de las series Fringe y Terminator: The Sarah Connor Chronicles. A la hora de apretar el botón de refresh, los cuatro recurren al mismo nuevo-viejo recurso de Batman inicia y Superman regresa: el regreso al origen. Claro que en este caso se trata no sólo de un regreso al origen de los héroes, sino de la propia saga en su totalidad. Primera generación se abre donde comenzaba la primera X-Men: en un campo de concentración nazi. Y transcurre casi íntegramente a comienzos de los ’60, cuando la historieta original comenzó a publicarse. Ambas decisiones permiten reconectar la saga con una de las vetas más distintivas del arte de su creador, Stan Lee: la fusión entre lo hiperficcional a la enésima (el mundo de los superhéroes, con su despliegue de dotes extraordinarias, entre disfraces y colores pop) y lo histórico-real en su vertiente más trágica, trátese del exterminio nazi o la crisis de los misiles cubanos. En el centro mismo de la cuarta X-Men, un archivillano a quien Kevin Bacon –de rompe y raja– le saca todo el jugo posible. Oberkampführer cínico y refinado, el Schmidt de Bacon es capaz de jugar a una moneda la vida de una prisionera judía, haciéndole pagar por ella a su hijo. Que no es otro que el futuro Magneto, cuando niño. Es en un campo de exterminio que el futuro líder de los mutantes rebeldes descubre sus poderes telekinéticos y la razón para usarlos: vengar a la madre. Si lo de Erik es la telekinesis, lo del niño rico Charles Xavier –par, amigo, socio y en el futuro, rival– es la telepatía, tal como lo prueba en el muy british palacete de su familia. Salto a 1962. En plena paranoia nuclear de la Guerra Fría, la CIA decide armar una división mutante, poniéndola en manos de Xavier, por entonces un scholar menos que treintañero. Mientras tanto (¡qué sería de la historieta sin el “mientras tanto”!), ese demonio de Schmidt, transmutado bajo el alias de Sebastian Shaw, arma su propio equipo de mutantes malos, convenciendo al enemigo de instalar ojivas nucleares en... Cuba, of course. En su primera mitad, Primera generación luce un encabalgamiento de peripecias digno de un serial, de esos de hace un siglo. Como rampas de lanzamiento, los cortes de montaje disparan la acción en todas direcciones. No se trata del vértigo sin cabeza con que Hollywood busca seducir todas las semanas al público adolescente, sino de verdadera bulimia narrativa, producto del placer que Vaughn & Cía. ponen en coser y descoser la tradición no sólo del superhéroe, del comic, del serial, de las formas más pop de la aventura. Producto de ello, durante su primera hora X-Men 4 es pura desfachatez, puro juego, puro Rocambole. Una desfachatez tan desprejuiciada, que confunde sin pudores Villa General Belgrano con Villa Gesell (sí, una secuencia entera transcurre en una Gesell nazi, montañosa y lacustre). Supervisados por el primus inter pares John Dykstra (el de La guerra de las galaxias, la primera Viaje a las estrellas, la primera El hombre araña), los efectos visuales no apuntan al exhibicionismo hueco sino a la máxima elocuencia dramática: ver por ejemplo el miniapocalipsis telekinético que desata Magneto niño en la oficina y sala de torturas de Schmidt. Gobernando con aire de dandy la vida y la muerte de los prisioneros del campo, piloteando en frac un yate de lujo o planeando cómo hacer pelota el mundo mientras toma un drink con una rubia, el Sebastian Shaw de Vaughn & Bacon parece un blend del jerarca nazi de Bastardos sin gloria con cualquier archivillano Bond, batido con granizado Jim West. A partir de la hora de proyección es posible advertir, sin embargo, que cuando Bacon deja de freírse en escena, todo ese burbujeo inicial tiende a disolverse, con mutantes buenos poco desarrollados y mutantes malos poco interesantes. Pero en esa primera hora hay más disfrute que en un semestre entero de estrenos hollywoodenses. Dentro de un elenco que confirma que uno de los fuertes de la saga siempre ha sido el casting, cabe destacar el hallazgo de hacer de la rubia January Jones, gélida versión de Doris Day en la serie Mad Men, una mutante perversa, literalmente de hielo, que no podía sino llamarse Emma Frost. Emma Escarcha, en castellano.
La mutación comienza La escena inicial les parecerá familiar a los conocedores de la saga. La primera película de "X-Men" mostraba al niño Erik clamando por su madre, de quien lo habían separado los soldados nazis. La ira provocó que el muchacho destará su poder y doblara las rejas del campo de concentración. Sólo cuando un soldado le pegó un culatazo en la cabeza cesó en su acción. Hasta ahí habíamos visto. Ahora la escena continúa, nos enteramos que pasó con Erik, se nos presenta la oportunidad de comprender más profundamente el por qué de su posterior comportamiento. Mientras tanto encontramos al joven Charles Xavier, brillante científico que usa su teoría de la mutación para levantar minas. No iremos más allá en el argumento. Es obvio que las vidas de Xavier y Erik se cruzan, que conocen a otros mutantes y juntos deberán luchar contra un enemigo común. Lo interesante de este filme es como consiguen los guionistas incorporar a los personajes de Marvel en un mundo real y reconocible. Así como Erik padeció el régimen nazi, veinte años después los mutantes se ven involucrados en la crisis de los misiles, plena guerra fría. Es gracias a estos aspectos que Marvel ha ganado terreno, sus criaturas provocan empatía a través de situaciones humanas, en lugares y situaciones que nos son familiares. X-Men plantea dilemas morales y éticos. Erik, ya Magneto, no es un simple villano que adora hacer el mal por el mal mismo. Lejos está de semejante simpleza. Es un sujeto que no cree en la especie humana por haber conocido su peor rostro. ¿Quién puede culparlo? Lleva los números tatuados en el brazo y la imagen de su madre asesinada a sangre a fría grabada en su mente. Pero no lucha Magneto por vengar a los judíos sino a su raza mutante, metáfora que aglutina a todos los segregados por la especie dominante. Por su parte, Xavier sí cree en el potencial del ser humano para construir a partir de la bondad y la solidaridad, aunque la realidad lo sacuda y sienta, por un instante, que Magneto tiene razón. Nada es tan lineal en esta película; teniendo en cuenta que se trata de un simple entretenimiento, plantea cuestiones que muchas películas "serias" no alcanzan a abarcar. Si le sumamos que es entretenida, con buenas dosis de acción y buenas actuaciones, especialmente en roles secundarios cubiertos por actores como Oliver Platt, Michael Ironside y Rade Serbedzija. Lamentablemente la producción trastabilla de manera fatal, comete una torpeza que en los tiempos que corren es imperdonable. Como es habitual en el cine, cuando un nazi huye lo hace rumbo a Argentina. Esta vez, a Villa Gesell, para ser más precisos. Risa provocará a los espectadores ver que la toma aérea no muestra playas y mar, sino montañas y lagos. Algo que con solo clickear en Google Earth se hubiera evitado.
Relato del origen de los mutantes En esta nueva entrega de la saga, héroes y villanos son mostrados en sus orígenes y así se devela el camino que los llevó a convertirse en lo que son. Un festín de sorpresas y referencias, esta vez dirigida por Matthew Vaugh. Dentro del universo de Marvel Comics, X-Men es sin duda una franquicia capaz de producir cantidades de películas, secuelas, precuelas y demás derivados. Aun así, y pese al notorio bajón de X-Men 3, las películas de la serie han mantenido cierta dignidad. Esta vez la historia es una precuela, es decir que narra eventos anteriores al comienzo de la saga. Los héroes y villanos de X-Men son mostrados en sus orígenes y se puede ver el camino que los llevó a convertirse en eso que luego todos los espectadores ya conocen. Sin duda hacer una precuela es algo que tiene sus problemas. ¿Cómo hacer algo entretenido e interesante cuando la mayoría de los espectadores ya sabe qué es lo que va a pasar más adelante? Bueno, el ingenio consiste en equilibrar la balanza entre lo que va a pasar y el cómo va a pasar. Todos sabemos en qué se convertirán los personajes, pero no sabemos cómo llegaron hasta allí. Así que de eso se encarga la historia, de narrar cómo los mutantes se conocen entre sí y qué eventos desencadenan los conflictos base de toda la serie. Con indudable astucia, la trama cuenta la historia de Charles Xavier y de Erik Lehnsherr, destinados a ser los dos personajes más poderosos de la saga, y la complementa con varias subhistorias con los diferentes conflictos de los distintos personajes, en particular Mystique y de Beast. Sin caer nunca en la confusión y con un equilibrio notable, la película no pierde nunca el rumbo ni decae en ritmo. Sí es cierto que hay muchas cosas previsibles, como ya se dijo, y que todos los caminos conducen a donde ya se sabe. Pero esto, lejos de molestar a los seguidores, es parte del encanto. Quienes sean admiradores de X-Men pueden prepararse desde ya para un festín, ya que la película está llena de sorpresas y de referencias por doquier. Y aunque el realizador de las dos primeras películas, Bryan Singer, no dirige esta nueva película, no se lo extraña tanto como se lo extrañó en X-Men 3. El director aquí es Matthew Vaugh, el mismo que dirigió Kick-Ass, una gran película de superhéroes que sorprendió el año pasado en las pantallas del mundo. Entretenida y espectacular, no se le podrá pedir eso sí mucho sentido a la confusión ideológica y las lecturas contradictorias de la trama. Tan sólo recordar la simple y no por eso poco importante, consigna estar orgulloso de lo que uno es, más allá de lo que opine el mundo.<
El origen de los X-M, lo mejor de la serie Ya era hora de ir sabiéndolo: la crisis de los misiles de Cuba que casi lleva al mundo a la guerra nuclear a comienzos de la década de 1960 fue un episodio histórico provocado por villanos mutantes. Por suerte, ahí estaban los heroicos mutantes de Marvel Comics para evitar la Tercera Guerra Mundial y formar lo que luego sería conocido como el equipo de los X-Men. Matthew Vaughn, director de una de las mejores películas del año pasado, «Kick Ass», logra el mejor film fantástico de lo que va del 2011 con esta formidable precuela de la franquicia de Marvel. Aquí vemos cómo los distintos mutantes se van formando, desde los campos de prisioneros de la Europa ocupada por los nazis o la elegancia de una universidad inglesa. Los futuros archienemigos Magneto (Michael Fassbender) y Charles Xavier o Profesor X (James McAvoy) se encuentran y forman lo que parece ser una sólida amistad, aunque obviamente el espectador sepa que está destinada al fracaso. Es que, de niño, el pobre Magneto vivió una experiencia traumática cuando un científico nazi mató a su madre sólo para despertar su ira y motivarlo a hacer surgir sus superpoderes mutantes. Pasado mucho tiempo, incluso luego de ir a Villa Gesell, Argentina, a buscar venganza de los nazis refugiados en ese rincón arenoso de Sudamérica, el futuro Magneto no puede reconciliar su espíritu furibundo, aunque sí lo domina lo suficiente como para poder asociarse con el más equilibrado y estudioso de las mutaciones, Profesor X, entusiasmado con la idea de formar una fuerza que trabaje junto con la CIA para evitar un nuevo conflicto global. No sólo la historia, mezcla de fantasía de historieta y eventos históricos, es fascinante, sino que la ambientación de época totalmente sixtie le sienta especialmente bien a esta nueva entrada en la saga de X-Men, muy superior a la precuela anterior con la historia de Wolverine (que aparece aquí unos segundos en un divertido cameo). En realidad es prácticamente la mejor de todas las películas de la serie, por su ritmo y super acción permanente, por las impactantes imágenes fantásticas -el ataque de los mutantes a las dos flotas conjuntas, estadounidense y soviética, es uno de los tantos momentos épicos de antología-, por el lujo y la diversión que propone la estética pop de Vaughn al apelar a todo posible recurso de época, desde todos los budgets de las películas de James Bond a un burdel de Las Vegas digno de la era clásica de la revista «Playboy». Pero, además, el director logra grandes caracterizaciones de todo el elenco mutante y, por qué no, también humano (como el hombre de la CIA Oliver Platt o el almirante Michael Ironside). Aunque tal vez su mayor aporte a estos personajes de Marvel es darle uno de los mejores -o peores- villanos que jamás hayan tenido: Kevin Bacon interpreta a un mutante megalómano con pasado nazi destinado a ser un icono insoslayable en esta saga que, por suerte, esta vez mutó para mejor.
Mutantes con sangre nueva El origen de Magneto y el Profesor X. Si James Cameron hizo creer a media humanidad que el Titanic se hundió porque quien debía vigilar los témpanos se entretuvo mirando a Jack y Rose en la cubierta del transatlántico, es enteramente razonable que nos quieran vender que los mutantes de X-Men fueron quienes evitaron otra catástrofe, la crisis de los misiles en Cuba en 1962. Lo que cuesta tragar, al menos de este lado del hemisferio, y encima en nuestro país, es que Villa Gesell, OK, queda en la Argentina, pero que tiene montañas y un hermos lago... Minucias, nomás, que plantea X-Men: Primera generación , algo así como la precuela para que nos enteremos cómo Charles Xavier (James McAvoy, gran actor) conoce a Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), mucho antes de que se convirtieran en Profesor X y Magneto. E s decir: los líderes de estos mutantes que en un futuro algo lejano pelearán entre sí por mantenerese “al lado de” los humanos, en buena convivencia, o totalmente en contra. Toda la saga, que hasta el momento tenía tres películas y una bifurcación, con la floja aventura solista de Woverline , precisaba transfusión de sangre. Esta Primera generación arranca con una escena conocida: los padres de quien será Magneto son enviados a un campo de concentración. Lo que ahora averiguamos es que el niño Erik verá con sus ojitos cómo su madre es asesinada a sangre fría por el villano médico de turno (Kevin Bacon, que se refugiará en una Villa Gesell lacustre...). Toda precuela debe dejar en claro, esbozar o precisar cómo tal y cual personaje llegará a ser como es. Así, los preMagneto y preProfesor X irán buscando y descubriendo mutantes por todos lados, alguno se pasará al lado oscuro y se asociará con Shaw (Bacon); otros lo combatirán, mientras la tensión entre ambos líderes mutantes va acrecentándose y explicará varios puntos salientes (por qué Profesor X se moverá en silla de ruedas; a qué se debe que Mystique sea afín a Magneto). Pero el tema de la saga -y del cómic original- siempre fue la pelea entre los diferentes, la discriminación de fondo y cómo lograr superarla o, mejor, si la integración es posible. Con escenas de lucha entre espectaculares y rutinarias y un fondo como la Guerra Fría que habrá que ver si interesa a los jóvenes que hoy devoran pochoclo -lo mismo da-, X-Men: Primera generación tiene un público cautivo. Al otro, al que en su vida se cruzó en una pantalla con un mutante, tal vez todo le suene chino básico. Lo importante aquí es que se le insufló aires nuevos a una saga que parecía anémica. Tal vez -todo dependerá de lo que recaude- haya una secuela de esta precuela, con lo cual habrá tres tiempos distintos en los que se muevan los mutantes. Beast, Havoc, Banshee, Darwin y Angel, entre otros, hacen su bienvenida aparición. Sangre joven hacía falta.
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X-Men: Primera Generación no sólo es otra gran producción de los estudios Marvel, sino que además es un gran debut para esta nueva trilogía que se enfoca en las historias previas a los eventos del primer film de Bryan Singer. Esta película se desarrolló a partir del éxito inesperado que resultó para la editorial Marvel el cómic X-Men: First Class, una miniserie publicada entre el 2006 y el 2007 que se convirtió en best seller y tuvo excelentes críticas. La historieta expandía las primeras aventuras del grupo con la formación original que creó Stan Lee en los años ´60, integrada por El profesor X, Cíclope, Iceman, Jean Grey y Bestia . A raíz del interés que despertó esta serie los estudios Marvel decidieron llevar este concepto al cine. La película tomó la premisa del cómic (además del título) para adaptarlo a la saga cinematográfica que inició Singer y concluyó el director Brett Ratnner. En este caso trabajaron con muchos personajes nuevos que no habían aparecido en los filmes anteriores. Algunos clásicos como Moira Mactaggert (Rose Byrne), Banshee y Havok y otros más recientes creados en los últimos años como Angel Salvadore (Zoe Kravitz) y Azazel (padre de Nightcrawler, interpretado en X-Men 2 por Alan Cumming). Esta era una película complicada porque los mutantes ya contaban con el desgaste de la trilogía inicial, más la reciente “aventura solista” de Wolverine que también fue una precuela. Pese a todo, el director Matthew Vaughn se las ingenió para brindar un film entretenido que casi dura lo mismo que el bodrio de Piratas 4 pero en este caso la experiencia en el cine es mucho más gratificante. Resultó un acierto narrar la trama en Plena Guerra Fría y desarrollar la amistad que tenían el profesor Charles Xavier con Magneto antes que tomaran caminos opuestos en la vida. La película de alguna manera retoma el espíritu de los trabajos de Bryan Singer que tenían mucha acción, pero también se enfocaban en las emociones e historia de los personajes, que en definitiva siempre fue una de las claves por las que X-Men se convirtió en un clásico emblemático de la historieta norteamericana. James McAvoy y Michael Fassbender (Magneto) se lucen en los roles principales junto con un excelente Kevin Bacon, quien brinda una gran interpretación como el villano Sebastian Shaw. El personaje tiene muy poco que ver con el de la historieta, pero lo usaron muy bien en la película. Salvo por el error geográfico relacionado con Argentina en una parte de la historia, que es gracioso por lo ridículo y Chandler, ya destacó en otra nota, X-Men: Primera generación es una muy buena película que no defrauda a quienes se hayan enganchado con los mutantes en el cine.
Los mutantes también nacen pequeños Otra película de superhéroes, otra película basada en un comic, otra “franquicia” que se vuelve a comer de cero. Si ves películas desde 2000 o antes, sabes qué significa esto, no es la primera vez que pasa y no será la última. Ahora bien, aunque tal vez innecesario, esa movida de borrón y cuenta nueva ha tenido resultados interesantes. Sin tener la intención de desprestigiar las Batman de Tim Burton, la mirada de Nolan sobre el héroe de Ciudad Gótica es por demás interesante, y es la prueba más fácil de señalar que, retomar buenos personajes, vale la pena. Como si fuera poco, aquellos que son amigos de las novelas gráficas (Comics para el resto de los mortales), saben que esto es algo que pasa todo el tiempo, tanto en Marvel como en DC. Los personajes de historietas, han nacido y muerto tantas veces como historias ha habido para contar. Al final de cuentas, los superhéroes son solo una excusa para hablar de otra cosa, acá lo que importa es que tiene Matthew Vaughn para decir, y sobre eso me explayo. La infancia puede ser dura, ser un “outsider”, un “rechazado”, no es fácil. Todos en algún momento nos sentimos así, pero lo interesante es como esto nos define, o en este caso, define a los personajes. Está quien se acepta su distinción, su naturaleza, quien se define por quien es, y está quien rechaza esta idea, y que se define por quien no es. Entre esos dos polos, en esos grises que se van abriendo, se van ubicando cada uno de los personajes de la saga, ya desde sus primeros pasos. Lo curioso de todo esto, es que esa definición, ese “quien soy”, no necesariamente mantiene una relación con el objetivo o meta del personaje. La riqueza de X-Men siempre estuvo en que, más allá de que siempre hubo una figura negativa, el villano no es, necesariamente un “malo”, sino que siempre fue un personaje que se para del otro lado de esa escala de grises. Esta versión de X-Men se dedica a explicar esos origines, situando al film como una suerte de espejo que nos devuelve la mirada de cada uno de los mutantes, no desde el punto de vista del ser humano, sino de cómo se ven ellos a sí mismos, y esta es una distinción que vale la pena hacer. Acá no hay una mirada sobre la legalidad, o metáfora sobre la discriminación, al menos no es sobre eso “de lo que va” la película. Aquí el eje es la identidad. Este cambio de posición sobre la saga, en cierto punto similar al cambio que se dio con el hombre murciélago cuando lo tomó Cristopher Nolan, le otorgó a los mutantes, a falta de una mejor palabra, humanidad. X-Men: Primera Generación se aleja del festival de FX de los últimos dos largometrajes relacionados con el comic de Marvel, y se acerca a algo más emotivo y dramático. Digo esto sin tener la intención de hablar de la película como un drama, sino haciendo clara referencia a que lo que importa no es tanto lo que pasa en la pantalla, que de hecho es por demás entretenido, sino a que la verdadera riqueza está en aquello que le pasa a los personajes a nivel interno, la tensión que se construye entre quiénes son, quiénes creen ser, y como creen ser vistos. Eso es, de hecho, la esencia de la narración. Una vez aclarado eso y yendo directamente a lo cinematográfico, Vaughn logró trasladar esa emotividad a la pantalla. Desde la paleta de colores, ya alejados de los trajes negros, la película propone y va construyendo algo distinto y fresco. El recambio de generación era un desafío para el casting, y debo confesar que si bien se alejan del registro actoral de los interpretes anteriores, el reparto logró adaptarse a las necesidades tanto del film como de los propios personajes, no me cabe duda de que no todos estarán felices con el camino tomado, pero debo decir que James McAvoy, Michael Fassbender y Jennifer Lawrence, lograron algo interesante, principalmente el primero. Dejando de lado el trío protagónico, tenemos a Kevin Bacon en un rol muy peculiar, ya que si bien es un actor que ha demostrado ser muy dúctil para trabajar en distintos géneros, logra un personaje muy rico de algo que tranquilamente podría ser un clisé. Siguiendo con lo actoral, estén atentos a los cameos, no solo de gente vinculada al mundo X-Men, sino a actores reconocidos en pequeños roles. Si bien el film en su afán de dramatizar y darle humanidad a los personajes se topa con algunos detalles inconclusos y escenas que se podrían señalarse como defectuosas, el resultado es claramente positivo. Hay acción bien dosificada, acompañada por una narración encarada con inteligencia, generando un film entretenido y fresco, que no solo resiste la comparación con las X-Men de Singer sino que en más de un aspecto las supera.
Anexo de crítica: Nazis, mutación genética, superpoderes y guerra fría son los ingredientes de este coctel explosivo que detona a medias en esta cuarta X Men dirigida por el británico Matthew Vaughn, quien además contó entre sus guionistas con los mismos que elaboraron Kick Ass, otro film que hace culto a la estética del comic como en este caso. A pesar de la interesante trama que procura acercarse a los orígenes de los personajes principales, el relato a veces se vuelve anecdótico y digresivo al punto de hacerse más largo de lo debido. Lo mejor del film sin duda es Kevin Bacon y su creación de Magneto.
Historia mutante A veces el cine puede ser un niño que juega con el tiempo. La quinta entrega de la saga X-Men vuelve atrás para empezar por el principio y consigue lo que no había conseguido la precedente, X-Men, los orígenes: Wolverine: trastornar la historia y contarla de nuevo en sus propios términos. X-Men, primera generación se enfoca en el origen de la rivalidad entre Charles Xavier, el futuro Profesor X, y Erik Lehnsherr, el futuro Magneto. Todo arranca en Europa a comienzos de la década de 1940: Erik es un niño judío internado en un campo de concentración junto con sus padres. Cuando lo separan de su madre, descubre que tiene poderes paranormales que se activan con la ira. En cambio, Xavier vive en un palacio de la campiña inglesa, es consciente de sus facultades sobrenaturales, y comparte la infancia con una niña de color azul. Esa diferencia guiará sus energías en distintas direcciones una vez que crezcan y el contexto deje de ser la Segunda Guerra Mundial y se convierta en la Guerra Fría. Erik es impulsado por el deseo de venganza. Quiere matar al hombre que lo educó en la maldad: Sebastian Shaw (otro villano perfecto marca Kevin Bacon). Xavier se dedica a estudiar genética en Oxford y a seducir chicas con sus conocimientos sobre la importancia de las mutaciones en la evolución de la especie humana. La coincidencia de sus destinos con el episodio histórico más importante de la década de 1960 forjará entre ellos una alianza ambigua que los hará trabajar juntos para formar un equipo especial (los futuros X-Men) cuya misión es evitar que estalle la guerra atómica entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Detrás del conflicto entre ambas potencias se proyecta la sombra de Shaw, el villano nazi, que pretende imponer el imperio de los mutantes sobre la Tierra. X-Men, primera generación tiene múltiples focos de interés. Los nuevos personajes con alteraciones genéticas son fascinantes, como Frost, una mujer capaz de leer la mente y convertise en diamante, interpretada por la bella January Jones (Mad Men). También es notable el ritmo de la narración, que combina el delirio cientificista de los comics de Marvel con los escenarios de la era dorada del espionaje al estilo James Bond. Cierto, hay algún error geográfico, como transformar a Villa Gesell en Bariloche, un detalle menor en una película que nos hace creer en mujeres-libélulas o diablos que se mueven a la velocidad de la luz. Pero lo más interesante es la libertad creativa que se toma en relación con la Historia. Si bien no llega tan lejos como Bastardos sin gloria, de Quentin Tarantino, que se imaginaba una muerte alternativa de Hitler, se permite plantear una clave distinta, imaginaria, para descifrar una época que ya pasó, pero no por eso está enterrada o embalsamada. Gracias al cine –que en este caso sí es un niño que juega con el tiempo– todo un mundo vuelve a vivir como un fantasma luminoso y terrible a la vez.
Precuela que sorprende y atrae, potenciando la franquicia Siempre empiezo mis críticas sobre films que giran alrededor de comics, porque no soy ni especialista ni fan y esto debe ser considerado un punto de partida para cualquier análisis. Mi infancia (ni mi adolescencia) no transcurrió devorando historietas de Marvel, por lo que tengo una visión más distante que muchos de mis colegas que han transitado mucho el género, quienes ponen el ojo en descubrir las relaciones paralelas entre las versiones originales en papel y su adaptación al cine con mucho detalle. Dicho esto, se darán cuenta que me transformo sólo en un simple espectador y mi impresión se reduce a preguntarme si la película es interesante, me entretiene y si a la gente que me lee podrá gustarle o no. En ese sentido, debo decir que "X-Men first class" me sorprendió gratamente ya que sentí en ella, de alguna extraña manera, que en estos tiempos que corren e incluso haciendo un "tanque" hollywoodense de estas dimensiones, un buen libro puede más que miles de poderosas animaciones digitales. La premisa de la que se partió (cuenta alguno de mis colegas) era hacer un X-Men Origins de Magneto y terminó, bueno, en otra cosa. Tuvimos suerte. Escrita originalmente por Ashely Miller en tándem con los dos directores que tiene la franquicia, Bryan Singer (quien dirigió las anteriores y produjo esta) y Matthew Vaughn, entre otros, esta precuela organiza su mundo con una premisa básica: dar entidad carnal a los héroes que bien conocemos y bucear en los perfiles de cada uno de ellos, individualmente, para saber porqué tomaron la decisión de integrar bandos distintos. En ese sentido, la propuesta termina siendo muy buena y salimos de la sala con una amplia sonrisa en el rostro: estamos satisfechos por lo que vimos y nos quedamos con ganas de más. Para muchos de nosotros, la historia de los X-Men (cinematográficamente hablando) se había agotado con la tercera, donde primaban los efectos y clichés grandilocuentes, todo volaba por los aires y el destino del grupo cerraba de manera forzada. Los estudios consideraron dejar descansar esa versión de estos personajes y centrarse en otros proyectos. Una de las propuestas era seguir atrayendo a los fans con las historias individuales de cada miembro. Así pasó que cuando empezaron a leer las primeras versiones de los guiones se dieron cuenta que la veta era mostrar los primeros pasos de este super grupo de mutantes y mostrar el primer gran conflicto entre los dos históricos enemigos de la saga: el ya nombrado Magneto y el Profesor Xavier, en sus años mozos. Pero claro, había que encontrar de que manera el libro tuviera llegada para abrir una nueva saga y la tarea no era sencilla. Por un lado, cautivar a los adolescentes, primer público potencial y agradar al público adulto más tradicional para que retome su pasión por adentrarse en estas historias. Debemos acordar que dieron con la veta justa: situaron el tema en los años más duros de la Guerra Fría y lo enmarcaron en un momento de mucho peso en la historia (aquel incidente internacional de instalación de misiles nucleares en Cuba en 1962) , con lo cual se permitieron jugar con el absurdo (mutantes luchando entre soviéticos y norteamericanos en esas playas) y darle una referencia atrayente sobre la cual girar. Los X-Men no nacieron como super héroes de la nada, sino que guardan una compleja trama que los lleva a mostrarse después de mucho tiempo ante los humanos tal cual son y eso es lo que aquí veremos: cada trazo que define personaje está bien calculado y da con el efecto deseado, especialmente los principales quienes cargan con el peso argumental de la historia y están muy creíbles en sus roles. "First class" empieza en 1944, en un campo de exterminio (retoma aquel instante en la primera de la triología) donde un niño es puesto a prueba por un oficial nazi que investiga poderes paranormales. Ellos son, nada menos que Sebastian Shay (Kevin Bacon), un cínico investigador cuyo deseo de explorar las mutaciones no tiene límites y Erik, quién será Magneto con el tiempo (Michael Fassbinder). Se conocerán en un campo de exterminio en una escena clave en la película. Luego, los dos se perderán con el cierre de la Segunda Guerra Mundial, aunque Erik tendrá grabada la palabra venganza a cada paso del su camino. El buscará a su mentor y torturador para matarlo como Shawl hizo con su madre. Mientras tanto y en otro lugar, Charles Xavier (James McAvoy), megamente mutante y ávido lector de mentes, se recibirá de profesor en Oxford y junto a su hermana postiza, Raven (Jennifer Lawrence) recibirán una visita inesperada, alguien de la CIA , Moira (Rose Byrne) agente de alto rango, quien les traerá la información de que los soviéticos están en alianza con Shaw y éste trabaja con mutantes para desatar una guerra. De inmediato, Xavier se pondrá a trabajar y tendrá la idea de rastrear a los mutantes a través de su mente, con lo que irá conformando un team de novatos para enfrentar al ex-nazi y sus socios. En esta búsqueda, dará con Erik y juntos moldearán el primer equipo de seres "diferentes" que trabajará para el gobierno, buscando detener a Shaw quien está decidido a promover una guerra nuclear entre Estados Unidos y los rusos. La cinta se detiene mucho en darnos no sólo información histórica abundante sobre el momento en que sucede (lo cual le pone un toque de bizarra "credibilidad") sino también en ambientarla en el tiempo correcto (excepto cuando dicen que los fugitivos alemanes están en "Villa Gesell" - en nuestro país- y el lugar tiene montañas y nieve, lo cual es una "gaffe" imperdonable de los productores). Son los 60 y nos lo hacen saber. El odio post-nazi y el esplendor soviético están presentes y atraviesan la trama, dandole un matiz que complementa el carisma de los personajes. Por otro lado, McAvoy y Fassbinder están compenetrados en sus papeles y cada intercambio que tienen se presenta intenso y significativo: no es casual, son el corazón de la franquicia y en sus palabras está la filosofía que los enfrenta, cómo actuar frente a los demás, siendo diferentes. Esta línea es de las más ricas de la historia, los dos hombres comparten una amistad de peso, pueden pensar diferente, pero respetan la concepción del otro y saben que tienen una gran responsabilidad detrás: ser modelo para los mutantes que llegarán, de manera que los debates "ideológicos" afectan a los personajes y los ponen a prueba durante la aventura. Eso es rico y se disfruta mucho, cada contrapunto y cada discusión está pensada para profundizar y descubrir el mundo interior que define de que lado terminarán. En eso, el libro es genial. En definitiva, todos sabemos que X-Men es un debate sobre los diferentes y cómo la sociedad los acepta, los usa y los descarta a conciencia. Eso el film lo muestra descarnadamente y lo profundo e intenso de ese lineamiento le da un relieve argumental que tiene resultado positivo. Sale airoso de cualquier preconcepto que tengamos: señores, hay espectáculo aquí, "X-Men first class" es un entretenimiento sólido y original que dará que hablar (de hecho ya están preparando secuela) y que no se queda en lo que Marvel iluminó hace unas décadas atrás, sino que avanza y lo transforma en un producto cinematográfico intenso y visualmente interesante, sin dudas, la mejor de las cuatro entregas de la saga.
De hombres y superhombres En esta nueva película de la saga (que es precuela) de las tres anteriores (hay que recordar que Wolvernie es un spin-off, una derivación) se vuelve aún más presente y fuerte la idea de dualidad, de hecho, se asienta desde ese lugar y se dispara hacia lo que quizás sea lo más interesante de toda la serie: la amistad de Charles "Profesor X" Xavier y Erik "Magneto" Lehnshern. Cada uno de ellos representa dos realidades Charles se crió en la riqueza, vivió en un castillo (literalmente) y su poder mutante lo ayudo en su vida. Erik sufrió la persecución nazi y vivió su infancia en un campo de concentración sufriendo vejaciones de todo tipo (incluido experimentos), y su poder mutante solo trajo muerte a sus manos. Es difícil no simpatizar con el vengador Magneto (un gran Fassbender), perseguidor de nazis por todo el mundo (llegando inclusive hasta Villa Gesell en Argentina... pero acaso pensando en Villa la Angostura muestran montañas y un lago, debe ser que para Hollywood todas las villas son iguales) y es ahí en donde la película se hace fuerte, porque uno comprende las razones de Erik, uno siente una profunda empatía con su dolor. Charles lo comprende y sufre a su lado, intentando calmarlo y que eso no nuble la calidad de persona que es. Pero Erik irónica e inevitablemente (y aunque los humanos justifican en parte un posible exterminio como el que sufrió en su infancia) se convierte en un purista, pensando al mutante como un ser superior, como la evolución misma. En este duelo de amigos es donde la película suma y sigue, McAvoy como Charles no queda mal parado pero queda un poco lejos de la profundidad que le imprime a su papel Fassbender. Charles es más frívolo y liviano, igual, es cierto, Magneto es un personaje mucho más interesante. Entonces esta amistad, como dos formas diferentes de un mismo ser humano (se cita inclusive en un momento al Dr. Jekyll y Mr. Hide de Stevenson) es la fortaleza de la película. Porque esta dualidad se explica con ellos: uno es pensamiento, razón y de un físico endeble(hecho que luego se pronunciaría con la silla de ruedas) mientras que el otro controla los cuerpos, es furia y pasión, amolda a su antojo la fría construcción humana(hasta un empaste de dentista). Y como si fueran pocas las dicotomías, surge el enorme duelo ideológico, bélico y político del siglo pasado: EEUU y URSS. Porque es en este contexto donde se desarrolla la película. En plena guerra fría un ex científico nazi quiere iniciar una guerra nuclear para que los humanos se eliminen. Este papel, interpretado por un seductor Kevin Bacon (que parece siempre estar un paso adelante, relajado y con trago en mano incluido) es determinante. Él es el creador del espíritu tumultuoso y sediento de venganza de Magneto, a él necesita destruir para ser libre, aunque como le dice su amigo Charles, con él, su odio no va a terminar. Y tiene razón. Como segunda al mando de Sebastian Shaw (Bacon) esta una gélida, y que bien le sale, January Jones (de la serie Mad Men) como una muy poderosa telépata. También se suman a ellos un par de ayudantes como asesinos mutantes, uno que genera tornados, otro con la capacidad de la tele transportación. Por la otra parte, y de la mano de la CIA, Charles y Erik comienzan un reclutamiento para enfrentar al grupo de Shaw, lo que da lugar a un cameo muy divertido (que no voy a adelantar) y que permite la incorporación de algunos personajes nuevos, todos bastantes menores, poco desarrollados (a excepción de Mystique y Bestia) y no demasiado sorprendentes. La película no da prioridad a las escenas de acción ni al vértigo narrativo, sino que se enfoca en los sentimientos, relaciones y en el concepto de ser diferente (algo que también en las otras también se le dio suma importancia) quizás por eso aquel que vaya en búsqueda de una película al palo y con puro efecto visual, pueda sentirse un poco defraudado. Imperdible para el seguidor de la saga (creo que ni hacia falta aclararlo) y para aquellos que no vieron ninguna, una muy buena forma de empezarla.
Los mutantes y el orgullo de ser diferente De las innumerables películas que se han hecho a partir de la popularidad de los héroes de historieta, la serie de los mutantes resulta una de las más consistentes. Las dos primeras entregas (dirigidas por el inteligente Bryan Singer), además de ser muy buenas películas de acción y aventuras, instalaron el tema de los seres especiales, que disponen de habilidades que los convierten en personas singulares, pero que por esa misma razón sufren discriminación, prejuicios, odio y persecuciones. La tercera entrega de la saga corrió el enfoque hacia la acción, y la cuarta comenzó la exploración de los orígenes de los mutantes, concentrándose en Wolverine, uno de los personajes más populares. Esta película explica el comienzo de todo: Charles Xavier y Eric Lehnsherr vivirán experiencias que los marcarán profundamente e intervendrán decisivamente en un episodio que podría haber desencadenado una guerra nuclear: la crisis de los misiles rusos en Cuba, en 1962. En esos episodios se sentarán las bases que derivarán en la aparición del Profesor X y de Magneto, respectivamente, como archienemigos eternos. El salto atrás en el tiempo responde a requerimientos comerciales, porque la saga aparecía ya un tanto agotada; la presencia de actores jóvenes renueva el interés del público y abre la posibilidad de nuevas aventuras en posteriores entregas, pero por sobre todas las cosas, da pie a una narración entretenida y administrada con excelente ritmo, al punto que las más de dos horas de proyección pasan casi inadvertidas. El director Matthew Vaughn ha sabido recrear el espíritu de la historieta, y presenta personajes consistentes y atractivos, además de introducir con nuevos bríos el tema de la discriminación y del orgullo de ser distinto. De manera que hasta puede perdonarse un error incomprensible en una producción multimillonaria: nuestra Villa Gesell aparece pintada como un apacible pueblito con lago, montañas y cabañas estilo suizo.
La idea como motor (El zorro y el sabueso de Marvel) En el marco de un cine industrial que está empecinado en remitirse a los orígenes de las historias que rindieron en la pantalla grande, vale la pena remarcar el buen desempeño de X men: primera generación como precuela. La película de Matthew Vaughn (responsable de la inconcebiblemente violenta Kick Ass) se sumerge en los inicios de la amistad entre Charles Xavier, destinado a ser el mentor de los héroes mutantes y Erik Lensher, el futuro Magneto, su principal Némesis. Ellos, capaces de ser compañeros a pesar de las diferencias siempre latentes, serán como el zorro y el sabueso: enemigos por antonomasia. Si bien el cine ha sido utilizado varias veces para reinterpretar los hechos, la ambientación durante los años ‘60 en plena crisis entre Estados Unidos y la Unión Soviética no es mero abuso de las situaciones, sino un pretexto para desarrollar una trama que también remite al propio mundo de las viñetas. Así como el cómic Spiderman 11 de septiembre mostraba a superhéroes y villanos colaborando luego del atentado contra las Torres Gemelas mientras El Hombre Araña reflexionaba sobre las consecuencias del ataque de una forma mucho más madura de lo esperable para este tipo de propuestas, el film pone en evidencia cómo los primeros X men fueron los responsables de evitar el conflicto bélico entre las dos potencias. Puede sonar bastante propagandístico pero lo cierto es que por sobre todas las cosas, la película respeta. A los bandos incluidos, y al espectador. Porque el film se presenta como un entretenimiento, y vaya si lo es, pero sin abusar del contexto sociohistórico que toca (y que, casualidad o no, fue el mismo en el que surgió originalmente el cómic). Con un elenco que cumple con creces su labor (se destacan Kevin Bacon y Michael Fassbender) el proyecto mostraba todo un desafío para James McAvoy (Expiación, deseo y pecado, Se busca, El último rey de Escocia). Con los suficientes antecedentes, el actor tuvo el reto de ponerle cuerpo a un personaje que históricamente presentó rasgos fisicos distintos. De todas formas, y a pesar de no ser calvo ni estar en silla de ruedas, McAvoy es Charles Xavier… todo un logro. La inclusión de Bryan Singer (director de las dos primeras partes de la trilogía original) como productor es otro de los puntos fuertes. Inmerso en el mundo creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1963 desde hace años, el cineasta conoce y domina a los personajes, cuestión que se nota desde la butaca. El error geográfico de confundir a Villa Gesell con Villa General Belgrano en el momento de la película que transcurre en la Argentina, se convierte a estas alturas (y luego de lo mucho que se ha dicho al respecto) en una mera anécdota, más que en un pasaje condenable. Al igual que las frases usadas por el joven Xavier a la hora de conquistar chicas, esta quinta adaptación de los Hombres X es parte de esos latiguillos que tiene el cine masivo para atraer la mayor cantidad de público a las salas. Sin embargo, y continuando con la metáfora, ésta es una de las tantas oportunidades en que la repetición de ideas termina por divertirnos, dejarnos una placentera sensación y finalmente, convertirse en una considerable propuesta.
Imagínese una película de espionaje de la Guerra Fría, con el fondo de la Crisis de los Misiles de 1962. Imagínese la parafernalia pop, el aire de época, los gadgets divertidos de las mejores películas de James Bond. A eso súmele superhéroes (muchos) con extraordinarios superpoderes y las posibilidades para crear imágenes que hoy provee la tecnología digital. Eso, en principio, es este nuevo film sobre los X-Men. Lo que en realidad no sería nada si no hubiera una narración bien llevada y actores que nos hacen creer que esos seres maravillosos y ridículos paridos por las historietas no son de verdad. Entre tanta parafernalia, pues, lo que hace que esta película esté entre lo mejor que el Hollywood actual puede parir es, justamente, el costado humano, eso que hace que nos comuniquemos con un tipo que vuela, con otro que tira rayos o con una chica azul que cambia de forma a voluntad. Este género (ya todo un género, con sus reglas y todo) de los superhéroes ya no vale solo por la hazaña técnica –cualquiera con plata lo hace– sino por convencernos de un mundo y dejarnos con ganas de entrar en él, sea o no uno fan (por cierto, todo lo que uno quería saber de cómo estos superseres llegaron a ser lo que son queda develado, pero es lo que menos importa si nunca vio alguno de los otros ¡cuatro! films). Aunque hay elementos trágicos, no falta la comedia: después de todo, “cómic” viene de “cómico”, y los superhéroes son, también, un enorme y divertido circo.
Mutantes y orgullosos de serlo Cuando se habla de la resurrección que tuvieron en esta última década las películas de superhéroes, es inevitable mencionar a la primera X-Men de Bryan Singer como factor fundamental de este fenómeno. El director de Los sospechosos de siempre demostró que se puede adaptar un comic con mutantes y gente superpoderosa con la seriedad que corresponde, bien lejos de los mamotretos cercanos a la clase B que se venían haciendo anteriormente. Lo que siguió después (los Spiderman, los Batman Inicia y demás) ya es historia conocida; la cuestión es que actualmente los dólares y la tecnología han hecho que Hollywood pueda llevar cualquier superhéroe de historieta a la pantalla grande, convirtiendo lo que antes era conocido como un subgénero más dentro de la acción y la ciencia ficción en un género que ya tiene vida propia (y eso que este año todavía faltan dos apuestas importantes, Linterna Verde y Capitán América). Las posibilidades de sacar provecho de esta corriente son muchas, por eso a primera vista la idea de hacer una precuela de la primera X-Men contando los orígenes de Magneto y el Profesor X sonaba más a negocio que a otra cosa, y sumado a la dudosa calidad de las dos últimas películas de los mutantes (X-Men 3 y Wolverine), la cosa no daba para confiar. Por suerte, si bien X-Men: Primera generación no llega a los niveles de un Batman: Caballero de la noche o un Hombre Araña 2, es un paso adelante para la saga de mutantes aunque sin llegar al nivel de la segunda parte (en mi opinión la mejor de la saga). Pero vayamos a los aciertos. El regreso de Bryan Singer en el rol de productor y coguionista se nota ya en la primera escena del film, una réplica exacta del comienzo de la primera X-Men adonde vemos cómo el joven Eric Lensherr es separado de su familia en plena época del Holocausto. Poco después veremos a un pequeño Charles Xavier en la cocina de su mansión descubriendo a la camaleónica mutante Raven (más adelante conocida como Mystique) a quien trata afectuosamente y termina adoptandocomo hermana. En ambos prólogos se delinean los perfiles de los dos protagonistas, y la relación creciente entre ellos constituye el corazón de esta nueva X-Men. La contraposición entre el pasado tormentoso de Eric y la infancia llena de privilegios que tuvo Xavier marcará los puntos de vista que más adelante adopten sobre la posición de los mutantes en la sociedad, uno llevado por el odio y el otro por la compasión. Estaríamos en problemas si estos dos personajes no funcionaran dentro del relato, y acá está el mayor merito de X-Men Primera generación, ya que tanto James McAvoy como Michael Fassbender le otorgan la profundidad y el carisma suficiente a sus papeles como para hacerlos propios sin caer en comparaciones con los actores de la trilogía original (nada menos que Sir Patrick Stewart y Sir Ian Mc Kellen). Otra gran jugada de Singer y el director Matthew Vaughn (que venía de la excelente Kick-Ass) fue la de situar a estos seres fantásticos en el marco de la crisis de misiles entre Estados Unidos y Cuba en los años 60 (similar a lo que Zack Snyder había hecho con Watchmen). Esa época de paranoia y peligro nuclear sirve como marco perfecto para el enfrentamiento posterior entre los mutantes y la humanidad que funciona como base de las primeras películas. También hay fallas, más que nada en el poco desarrollo de algunos personajes secundarios (algunos mutantes como Azazel o Havoc apenas tienen una línea de dialogo), el uso un tanto exagerado de efectos especiales (el maquillaje de Bestia por ejemplo) y la necesidad sobre el final de apurar los trámites para que cada personaje caiga exactamente en el lugar en donde se inicia la primera película (es inentendible en ese sentido la decisión que toma Mystique de pasarse al bando de Magneto). Pero más allá de sus aciertos y errores, se nota en X-Men: Primera generación la intención de sus realizadores de hacer un producto digno y evitar la ridiculez que fueron los últimos filmes de la saga. Mientras tengan a McAvoy y a Fassbender como protagonistas y a Vaughn y Singer detrás de cámaras, los Hombres X estarán en buenas manos.
A partir del gran éxito obtenido, con sus altibajos por supuesto, tanto en la producción como en las recaudaciones, por las cuatro historias fílmicas que le antecedieron, es que se constituyo, como se viene haciendo ya desde hace unos años, con aquellas películas que saga de por medio han tenido éxito, la idea de mostrarle al público cautivo por las mismas los “orígenes” de las historias ya vistas. A esta vertiente se le dio en llamar dentro del ámbito cinematográfico “precuela”, que es en realidad un increíble neologismo, hasta alguien podría decir, a partir de no estar reconocida por la Real Academia Española de Letras, que es un verdadero invento, digo, no la película sino la palabra “precuela” que se desprende de secuela, que esta instituida, no como rastros de una enfermedad sino como derivación, y por supuesto nunca como desenlace, ya que esta acepción acabaría con el negocio. Pero ya había una que, al igual que en esta, sus héroes son personas con diferencias físicas, algunas notables, otras no tantas, que serían discriminados por su apariencia y no por sus actos, estoy hablando de “Freaks”, dirigida por Tod Browning, filmara en 1932. Casi todo el relato se centra temporalmente durante la llamada guerra fría, haciendo hincapié en lo que se conoció como “la crisis de los misiles de Cuba”, durante el mes de octubre de 1962. Pero como los productores se dieron cuenta que la primera generación también debería tener el “origen” de algún lado y hacer una precuela de la precuela, ya hasta es demasiado para los economistas genios de Hollywood, es que la narración se abre en el año 1944. En plena segunda guerra mundial, dentro de un campo de concentración nazi, aclaro, pues también los hubo (¿los hay?) de este lado del mundo. Un niño judío de unos once años es separado de sus padres, esto lo hace enojar y comienza la función. Con sus poderes mentales dobla las puertas metálicas y las rejas que lo separa de sus progenitores, ¡albricias! Es el futuro Magneto. Esto es observado por el malvado capitán del campo, un inescrupuloso casi Dr. Mengele, muy buena actuación de Kevin Bacon como Sebastian Shaw, pero especializado en genética y en las mutaciones que ya sabía de su existencia ¿?. Al mismo tiempo, pero en otro lugar del planeta, específicamente en los EEUU, tal como lo configuran los cómics y la series de los superhéroes, nos encontramos con un niño, también más o menos de edad puberiana, preadolescente, en cuya mesita de luz vemos una foto de Albert Einstein, (yo hubiera tenido una foto de Lana Turner, que quiere que le diga), que puede leer la mente de los demás. Sí, adivino, es el futuro Charles Xavier. El relato se centrara en la construcción de la amistad entre los que luego serían dos líderes oponentes que intentaran ser el jefe único de los X Men. Por un lado tenemos a Charles (James McAvoy) con toda su inteligencia, bondad y amor por la raza humana, sin perder de vista la prosecución de sus derechos inalienables, y por otro esta Erik Lehnseer / Magneto (Michael Fassbender) quien sólo busca vengarse del que lo torturo de niño en el campo de concentración. Todo con el trasfondo de la crisis de octubre mencionada anteriormente. Convengamos que no deja de ser una gran película de acción, sustentada en el montaje clásico para este genero, cortes rápidos, abruptos, pero también se toma su tiempo para describir los personajes e intentar instalar un discurso antidiscriminatorio. Tiene un par de pequeños errores que a nivel de este tipo de producciones serían del orden de lo imperdonable, algunos desde lo estético y otros que mueven a risa, son tan burdos que no es de buena persona anticiparles específicamente, ni tampoco justificarían la degradación en la calificación final de la producción, Si se le perdono a Steven Spielberg que incluyera en la radio de Alemania, en pleno 1942, cantando a Billie Holiday en el filme ganador del premio Oscar “La lista de Schindler” (1993), entonces también se pueden perdonar estos deslices. En definitiva, es entretenida, eso busca y eso consigue.
EL COMIENZO DE TODO Las adaptaciones cinematográficas de los comics de "X-Men" dieron comienzo con dos primeras y muy buenas películas en el 2000, luego una tercera y no tan sorprendente parte en el 2008, y una precuela que contaba el origen de Wolverine, el mutante más conocido y popular de la saga, en el 2009. Una segunda precuela, ahora contando los orígenes de Charles Xavier y Magneto, vuelve a proporcionarle ese espíritu fantástico y entretenido que se perdió con el paso de los años y que, si bien no es la mejor película de la saga, presenta un guión interesante, actuaciones muy buenas y efectos especiales que satisfacerán a los fanáticos. La película da un paneo muy rápido por el pasado de los dos personajes protagonistas, resumiendo en unos cortos, pero efectivos, minutos cómo ellos lograron desarrollar sus poderes. Rápidamente, la cinta viaja en el tiempo y llega a la década de los sesenta, época en la que se desarrolla toda la trama de esta película. Es así, como se van presentando y desarrollando varios ejes narrativos que le dan forma, con inteligencia e ingenio, a la historia. Por un lado, se cuenta la amistad y el apoyo mutuo que tienen Xavier y Magneto antes de convertirse en enemigos. Estos momentos, que son prácticamente todo el argumento, son el eje principal por el cual se mueve el relato. El trabajo realizado por cada uno de ellos es impecable. James McAvoy le da un giro muy interesante al personaje encarnado anteriormente por Patrick Stewart, en especial en los primeros minutos, usando sus conocimientos como arma de seducción, y en todo el entrenamiento con sus alumnos, donde logra transmitir la sabiduría y la fraternidad de su rol. Michael Fassbender también está muy bien, principalmente al mostrar muy correctamente el lado amistoso y vengativo de su personaje. Por otro lado, se cuenta la manera en la que ellos van reclutando a otros mutantes y cómo fundan la Mansión X. Aquí se presentan, además de la máquina "Cerebro", a otros personajes que fueron olvidados en las demás películas. Mystique está presente y encarnada por una muy correcta Jennifer Lawrence; Bestia, muy bien intepretado por Nicholas Hoult; y los nuevos: Banshee (Caleb Landry Jones); Havok (Lucas Till) y Darwin (Edi Gathegi), entre otros. Todos muy bien aprovechados. A su vez, y es allí donde la película triunfa mayormente, se presenta la historia de Sebastian Shaw, interpretado por un excelente Kevin Bacon (le aporta mucho entretenimiento y dinamismo a la historia), y un trasfondo político muy interesante. Toda la cuestión que envuelve a la crisis de los misiles de 1962 en Cuba, dejando de lado que la resolución es totalmente fantasiosa, está muy bien desarrollada en el argumento, ya que le aporta un grado de verosimilitud y de dimensiones mucho más grandes, que aumenta el divertimento y el suspenso. Los efectos especiales son asombrosos, cada uno de los poderes de los mutantes, los vuelos y las escenas finales presentan un despliegue audiovisual que, al igual que en las pasadas películas de la saga, es muy bueno. El cambio rotundo que aquí se puede apreciar, con respecto a las pasadas películas, es que la historia se centró en el guión y no tanto en el espectáculo visual, aunque también está presente. Son muchas las escenas habladas, son varios los planteamientos morales y éticos que la misma presenta (discriminación) y son muchos los matices dramáticos que aquí se introducen, sin duda alguna, lo mejor de está propuesta. Es imposible no dejar de nombrar el vergonzoso error geográfico que se hace con Villa Gesell, un momento que por lo tonto y lo innecesariamente ridículo invita al espectador a reírse y a no tomarse en serio lo que sucede en los minutos siguientes. A su vez, el final es muy diferente al desarrollado en los comics, el cual se ve muy apresurado y decepcionará a quienes hayan leído los escritos originales. "X-Men Primera Generación" es una película entretenida. Una correcta nueva entrega de los mutantes y sus orígenes, que triunfa gracias al muy buen trabajo de sus intérpretes y al guión que se permite entrar en situaciones y sentimientos paralelos a los centrales. La difícil demostración de que una película sin Wolverine sobre los x-men puede ser divertida y mejor que sus antecesoras. UNA ESCENA A DESTACAR: entrenamiento.
A la hora de exprimir al máximo el jugo que dan las sagas, las precuelas suelen ser esas últimas migas que recoge Hollywood para llenarse la panza. O al menos las anteúltimas, justo antes de los cruces con otras sagas. Y esto no corre sólo para Hollywood porque X-Men: Primera Generación está basada en un negocio que ya explotó Marvel en las historietas. Matthew Vaughn, director de las flojas Stardust y Kick-Ass, da un paso al frente al narrar cómo se desarrolló el poder de los jóvenes Xavier y Magnetto durante la guerra fría. Más allá de algunas suceptibilidades heridas a la hora de relacionar a los nazis con nuestro país, X-Men: Primera generación es al mismo tiempo seria y aventurera y, todavía más importante, consigue que se pasen rápido sus más de dos horas de duración.
George Lucas inventó con los “Episodio I, II y III” de “Guerra de las Galaxias” eso de la precuela, es decir una secuela pero del principio de la historia. Y esta es la de “X-Men”, un filme de 2000 que abordaba el universo de superhéroes creado para sus comics por la factoría Marvel. Luego vinieron tres pelis más. Aunque no hay que ser tan inocentes. En verdad hacer una precuela es una gran invento de los estudios de Hollywood para continuar una historia desembolsando la menor cantidad de dólares posible. Aquí no hubo que pagarle contratos millonarios a Hugh Hackman ni a Patrick Stewart ni a Ian McKellen, los protagonistas de las otras cintas. En esta ocasión, el relato regresa en el tiempo hasta la niñez de los mutantes. Charles Xavier descubre que hay otros como él y trata de juntarlos cuando los humanos, al descubrirlos diferentes, decidirán combatirlos. Aunque no pueda evitar la escisión de un grupo más extremista, como el comandado primero por Sebastian Shaw (un malísimo Kevin Bacon) y después por Magneto, gran amigo de Xavier cuando jóvenes. Entretenido, con cuidados ciclos de tensión, excelentes efectos especiales y con la magia de la imaginación intacta, la “Primera generación” es una digna representante de los mutantes más famosos.
Anverso y reverso de la equis Contar las "primeras" historias de personajes es artimaña sabida y repetida por las historietas. Es así que X Men: Primera Generación está basada, de hecho, en cómics de mismo título que han explotado, de mil maneras posibles, todos los resquicios respecto del denominado universo mutante del mundo Marvel. Para el caso cinematográfico, el ingenio principal detrás de la creíble plasmación de los X Men sigue siendo Bryan Singer, realizador de dos de los films previos, así como guionista de esta precuela, asentada de manera creíble respecto de la trilogía ya vista, y con el protagónico justo y simétrico entre el Profesor Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), alias Magneto. Entre ambos se juegan el anverso y reverso de la X, a la manera de una moneda marcada, en cuya cara oscura figura la cruz gamada, suerte de X espejada. Allí el pasado y génesis de Erik, futuro líder de mutantes renegados, en quien descansa la ambigüedad justa como para caer en ese otro lado oscuro, aquel que repele y combate, como su antítesis, el Profesor Xavier. Entre medio, los denominados humanos, porque si bien Xavier y alumnos se consideren parte de la sociedad misma, habrán de hacerlo desde una idéntica clandestinidad. Pero para llegar a ello, la historia previa. El desarrollo argumental que discurre a lo largo de esta primera generación de X Men, con todo el encanto necesario como para no perder de vista el momento epocal: experimentos nucleares, colores saturados, guerra fría, Cuba, crisis de misiles, Kennedy, y los sesenta en ebullición plena. Más una Villa Gesell plagada de nazis y de montañas: manera tradicionalmente hollywoodense de entender a Argentina como ámbito exótico (disparate geográfico que de ninguna manera pone en duda el refugio real de los nazis en suelo argentino: historia e historieta coinciden). Pero lo mejor es que no hay primacía de efectos digitales, sino una buena historia que contar y que está bien narrada, aún cuando el espectador pueda no saber demasiado respecto del acervo de historietas enorme que han transitado los X Men, creados en 1963 por Stan Lee y Jack Kirby. Es así que lo que parece un ejercicio comercial más culmina por ser, tal vez, la mejor de las películas sobre los personajes, tan hábil como para sugerir entuertos argumentales posteriores sin desatender el nudo que plantea. De alguna manera podría entenderse a esta Primera generación como un ejercicio mayor respecto de aquella partida de ajedrez que el Profesor X y Magneto sostienen en la primera película. Como si fuese la piedra de toque de un ida y vuelta cíclico. Una disputa de caballeros, de amigos, de rivales. Con toda la fantasía necesaria como para creer que una niña libélula es capaz de existir y de volar y de hacer strip tease. Toda una mutante.
La película que responde los porqués Como bien menciona la sinopsis, X-Men: Primera Generación nos va a contar el inicio de la saga X-Men y buscará responder a los "porqués" de varias preguntas que siempre han existido alrededor de aquellos admiradores únicamente de la saga cinematográfica. A lo largo de sus 132 minutos esta precuela se encargará de mostrarnos cuáles fueron las razones que llevaron a Erik Lehnsherr y Charles Xavier a convertirse en Magneto y el Profesor X respectivamente. También nos mostrarán el porqué del odio hacia la raza humana por parte del gran enemigo de los X-Men. Incluso sobre el final asistiremos a sacarnos una de nuestras mayores dudas: ¿Por qué el Profesor X no puede caminar? Pero sin dudas la cuestión más interesante que devela el film es el nacimiento de esa enemistad, que primero nació como una amistad, entre Erik y Charles. Es por ser "La película que responde los Porqués" que X-Men: Primera Generación se dispone a contarnos minuciosamente los detalles del nacimiento de estos líderes mutantes y no se detiene en secuencias de acción innecesarias que podrían haber tenido un resultado más efectista y espectacular, pero que hubieran perjudicado totalmente a la profundización de los personajes. Seguramente en las secuelas posteriores (si es que se llevan a cabo) veremos menos respuestas y mucha más acción, debido a que esta cinta sirve como puntapié para reiniciar la saga y desarrollar la historia anterior a la trilogía iniciada por Bryan Singer a comienzos de siglo. Metiéndonos un poco más en las secuencias de acción me resultaron muy poco espectaculares y demasiado frágiles, es decir que se notaba demasiado el efecto digital, algo que realmente no termino de comprender que pase en una película cuyo presupuesto resultó ser bastante abultado. X-Men: Primera Generación tiene un elenco conformado por actores jóvenes donde se destacan en demasía por encima del resto James McAvoy en el papel de Charles Xavier y Michael Fassbender como Erik Lehnsherr. McAvoy lleva adelante una interpretación que logra destacarse en un rol que no era sencillo de personificar, debido a la bondad que representa el Profesor X. Al igual que el actor de Orgullo y Prejuicio, Fassbender, se luce con una actuación brillante por representar a un personaje que tiene una ambigûedad mucho más rica de demostrar. Lamentablemente Jennifer Lawrence y el resto de los jóvenes mutantes, separando a Nicolas Hoult y la hermosa January Jones, no logran conformar unas actuaciones sólidas. De hecho Lawrence navega toda la película con una inexpresividad insoportable. Realmente esperaba más de la actriz recientemente nominada al Oscar por su labor en Lazos de Sangre. Del bando de los experimentados encontramos a un Kevin "Panceta" Bacon que tira en la cancha toda su experiencia caracterizando un villano a la altura de lo que una precuela de los X-Men necesitaba. X-Men: First Class es una muy buena vuelta de los queridos mutantes a nuestras carteleras, que más allá de ciertas falencias, cumple perfectamente con lo que se propone.
The Rise of Magneto Dos años después del estreno de la fallida X-Men Orígenes: Wolverine, llega la quinta película de la saga, otra pre-cuela que cuenta el origen de los personajes más importantes de la franquicia, y algunas circunstancias que definen la historia de la trilogía inicial. El director de la buena de Kick-Ass (2010), Matthew Vaughn, se hace cargo de esta parte de la saga. El proyecto original iba a ser sobre el origen de Magneto, pero luego se fue ampliando hasta contar el origen de varios personajes de importancia como Mystique, Beast y Charles Xavier. Esto genera el primer problema de X-Men: Primera Generación, más allá de que Vaughn le imprime un ritmo parejo necesario para el género: en la primera hora se despliega una cantidad de información avasallante y algunos hechos importantes pasan de largo en la narración, reducidos a escenas muy cortas. Entonces con un par de eventos subrayados excesivamente tenemos el por qué de los conflictos de Mystique (Jennifer Lawrence) y Beast (Nicholas Hoult), o el origen de la sabiduría y bondad de Charles Xavier (James McAvoy). Sin embargo, la historia de Magneto (Michael Fassbender) está desarrollada con más solidez, el dramatismo de los hechos que lo definen están a la altura del personaje en el que finalmente se convierte. En cuanto a las actuaciones, McAvoy hace un Charles Xavier exitoso y carismático, con mucho sentido del humor, lo cual dista bastante del Xavier de Patrick Stewart que aparece en el resto de la saga, siempre grave y solemne. De entre los más flojos se encuentra la Mystique de Jennifer Lawrence, dado que su interpretación no tiene el carácter que requiere un personaje de mucho peso para el resto de los capítulos. Con respecto al Hank McVoy/Beast interpretado por Nicholas Hoult , se puede decir que tiene un desarrollo tosco, más bien torpe, y además el maquillaje en el momento de su transformación es bastante malo, una especie de peluche azul digital de apariencia demasiado artificial. A pesar de esto, como todo lo bueno que pasa en la película, el personaje realmente fuerte y no tan superficial es el Magneto de Michael Fassbender, que tiene el físico y la expresión del hombre duro presionado por su pasado, muy necesario para interpretar a tal villano. Y también vale una mención la interpretación a cargo de Kevin Bacon del sádico Sebastian Shaw, el verdadero “malo” de la película. Bacon hace lo que le sale natural: ser alguien despreciable en su discurso, su locura y su mirada; aunque quizás, y esto tiene que ver con el guión, es un poco exagerado su plan para conquistar al mundo. Al igual que en otras historias de Marvel como Capitán América, en X-Men: Primera Generación el contexto sociopolítico está anclado en algunos hechos de la realidad histórica. En este caso, los problemas ocurren durante la llamada “Crisis de los misiles en cuba” en 1962, y los X-Men son fundamentales para el desarrollo del conflicto. En estas películas, en general, se sostiene el espíritu del comic en cuanto la visión, un tanto inocente, burlona y sarcástica de la política. Así los agentes de la CIA son impotentes, los gobiernos inoperantes, burocráticos y los políticos fáciles de corromper con sexo, dinero y algún buen escocés de 12 años. En conclusión, X-Men: Primera Generación es la historia de Magneto, bien narrada en sus circunstancias, pero también es un relato que quiere abarcar más y se queda a medias. A pesar de esto, Vaughn tiene el oficio necesario como para que la película entretenga y levante la mala imagen dejada por su predecesora. Los X-Men son personajes interesantes y con un universo lo suficientemente rico como para estar por encima del promedio de la película de superhéroes. Entonces lo que aquí hay son pocos y bien usados efectos especiales; ritmo y algo de buena acción; unos cuantos buenos personajes; y algo de sentido del humor. Algo es algo. En otro orden de cosas, no se puede dejar de avisar que, luego de ver esta película, quizás den ganas de pasar las vacaciones de invierno en Villa Gessell.
Y así comenzó todo: el profesor Charles Xavier alguna vez fue joven (hasta tuvo pelo), ambicioso y visionario, y sus colegas fueron antes grandes amigos y enemigos, traiciones y desamores mediante. Mystique, la azulada femme fatale que cautivó con su peculiar color de piel en tiempos pre-Avatar, alguna vez sirvió a otro amo, y éste otro amo y Lord a la vez no siempre estuvo de la vereda de enfrente. Todo tiempo pasado fue mejor, en fin, y gracias a ello X-Men: Primera Generación se sostiene por sí sola, permitiendo olvidar -afortunadamente- que los hechos ocurridos en una precuela naturalmente anteceden a los posteriores en los siguientes capítulos de la saga, inclusive aquellos que menos cierran (la tercera parte y Wolverine: Origins, concretamente). Bryan Singer no dirige, pero sí produce y escribe buena parte de la historia, y la diferencia con Brett Ratner se nota. Aquí detrás de cámara se encuentra Matthew Vaughn, esa joven promesa responsable de Kick-Ass y Stardust, y el reparto actoral se renueva por completo: James McAvoy es el joven Xavier, Michael Fassbender interpreta a Magneto (que crecerá hasta convertirse en Ian McKellen), y la sufrida muchacha que se ocupaba de su decadente familia en la nominada al Oscar Winter Bone, Jennifer Lawrence, encarna a la seductora Mystique, a pesar de todo, un personaje infinitas veces menos acomplejado que el anterior. Pero como sabido es que la talla del héroe se mide en cuanto a la calidad del villano, y en este caso particular la talla de por sí debería ser XL, puesto que los héroes son varios, el mérito de que la necesaria amenaza antagonista se sostenga recae en la labor de Kevin Bacon, quien demuestra una vez más ser todo un experto en el tema. La historia comienza con un flashback (uno ya conocido por quienes recuerden la primera parte de la saga), y se adelanta luego a tiempos igualmente pretéritos: el contexto bajo el cual X-Men: Primera Generación se desenvuelve, tiene como telón de fondo la Guerra Fría, y lejos de resultar anecdótico los conflictos de las potencias nucleares juegan un importante rol en la trama. Con ingenio, un inteligente guión y personajes correctamente delineados, esta primera generación se diferencia gratamente de la última que se vio allá por el año 2006, y aunque no sorprende demasiado recupera sí un aire fresco que la franquicia andaba necesitando. Habiendo costado 160 millones de dólares, queda entonces una sóla pregunta flotando: ¿cómo pueden los productores confundir Villa Gesell con Bariloche?
Antes de que Charles Xavier y Erik Lensherr se convirtieran en Profesor X y Magneto eran simplemente dos jóvenes descubriendo sus poderes. Antes de que fueran enemigos acérrimos, eran amigos cercanos. Una saga en franco declive como la de X-Men necesitaba de un cambio favorable para demostrar que aún seguía con vida. Los antecedentes más cercanos no eran los mejores, The Last Stand (2006) fue la peor película de la trilogía original, y Origins: Wolverine (2009) sólo será recordada por el escándalo de la filtración de una copia sin terminar en Internet. Centrarse en el pasado no era suficiente, lo que hacía falta era acertar con un director capaz de llenar el puesto que Bryan Singer había dejado en el 2003 y que tanto a Brett Ratner como a Gavin Hood les quedó enorme. El elegido entonces fue Matthew Vaughn, quien sorprendió en el 2010 con Kick-Ass, un filme capaz de combinar muy buenos niveles de humor con algunas de las escenas de mayor brutalidad vistas en una película de superhéroes. Y el resultado, sin duda superó las expectativas. En los orígenes de la historia, Charles y Erik fueron amigos, dos aliados que decidieron crear una institución capaz de ayudar a otros mutantes como ellos. Décadas antes del enfrentamiento que refleja la trilogía previa, ellos trabajaron juntos contra un enemigo común y buscaron evitar el comienzo de una tercera guerra mundial. Este es el punto de partida para una película con suficientes puntos a favor como para ser considerada de lo mejor que la saga ofreció. No sólo la silla de director está ocupada por alguien que tuvo un paso, reciente pero paso al fin, por el cine de superhéroes, sino que en esta oportunidad hay algo que contar. Hay un grupo de guionistas detrás del proyecto con una historia lo suficientemente amplia como para llenar 132 minutos de película sin necesidad de recurrir a largas y repetitivas batallas que oculten la falta de sustancia. A esto se debe sumar las buenas actuaciones en los roles centrales de Kevin Bacon, James McAvoy y principalmente Michael Fassbender, este último con un meteórico ascenso hacia el estrellato desde hace algunos meses, así como también las escenas de combate, en una dosis justa y con efectos notables, aumentando la eficacia del film en general. El problema de X-Men First Class es inversamente opuesto al que castigaba a la tercera película de la saga. En aquella, el despliegue de efectos, la inclusión de un sinnúmero de personajes y una lucha constante entre mutantes, resaltaba una carencia de argumento y la falta de elaboración del guión. En esta, por el contrario, es tan rica la historia, es tanto lo que se tiene para decir que se tiene que optar por qué temas tratar en profundidad y cuáles no. La infancia de sus protagonistas, la búsqueda de los otros miembros del equipo y su entrenamiento se muestran así como apuntes, un collage en clave humorística, fragmentos que si bien son importantes deben ser resumidos para priorizar otros. Este nuevo producto de la Marvel sorprende y se posiciona como una de las mejores de la franquicia hasta el momento. Si bien X2 aún es la más lograda, con esas inolvidables escenas de Nightcrawler (aquí se recupera ese espíritu con Azazel), esta Primera Generación supera con comodidad a las últimas dos e incluso a la X-Men original, película que no ha envejecido bien. La Fox deberá estar agradecida a Matthew Vaughn… con las buenas críticas que viene cosechando y el éxito asegurado de público, es cantado que habrá mutantes para rato.
Como parte de esa tendencia de Hollywood -llevada a su máxima expresión por George Lucas y sus Star Wars revisionistas-, la serie fílmica de X-Men tiene también su precuela, quizás más justificada y lograda que otras en los últimos tiempos. Con historias que han formado parte en algún momento de los comics originales de Marvel, recreadas y aggiornadas con óptimos recursos visuales y atrayentes alternativas argumentales, y un excelente elenco que combina intérpretes jóvenes y talentosos con otros de trayectoria, X-Men: Primera generación termina de dar forma a un relevante opus de una de las mejores sagas cinematográficas de superhéroes. El director Matthew Vaughn, sin antecedentes realmente valiosos pero contando con el respaldo del gran Bryan Singer, demuestra destreza al narrar una trama que arranca en un campo de concentración nazi (como el primer film de la saga), donde se develarán las razones del odio insondable de Magneto (o Erik Lehnsherr), y su temprana amistad con Charles Xavier (luego Profesor X). Ambos, junto a ese grupo de mutantes y fenómenos paranormales y antes de convertirse en archirrivales, intercederán en el momento más tenso de la Guerra Fría, en donde auténticos discursos de Kennedy e imágenes documentales del conflicto entre Estados Unidos y la U.R.S.S. formarán parte de un tramo importante del film, que sorprende por ese acercamiento histórico dotado de una gran ambientación. Luego del paso en falso de Wolverine -personaje estrella del grupo que aquí aparece sólo en una humorística toma-, y más allá de algún error geográfico (que toca de cerca a nuestro país), el film logra combinar espléndidamente todas sus vertientes estilísticas. Incluso hablado en diferentes Idiomas (alemán, ruso, francés, algo de español además del inglés), otro detalle poco habitual dentro del género, X-Men: Primera generación propone un gran resurgimiento de la saga, tan oportuno para seguidores como para iniciáticos.
Una película con problemas, enredaderas e infidelidades, pero prometedora para los seguidores de la saga. X-men: First Class, es la película que cualquier fanático de los comics o seguidor de la saga querría ver. Situada en la juventud de Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender) revive el básico concepto de “Orígenes” que encasilla a varios personajes importantes para la saga y muestra sus acciones pasadas dando a entender aspectos que nunca antes podíamos comprender. Si bien Primera Generación cuenta con una fuerte trama y ata varios cabos sueltos, Jeff Parker y Roger Cruz nunca hubieran imaginado que la cinta seria una adaptación tan lejana e infiel al comic publicado alrededor de 5 años atrás. La premisa es básica: El telépata y profesor en genética Charles Xavier es convocado por la CIA junto con Raven (Jennifer Lawrence), una joven que puede cambiar su aspecto físico, a colaborar ante una situación meticulosa que puede generar una fuerte Guerra Nuclear entre los Estados Unidos y Rusia. Obviamente, en el asunto, están metidos un grupo de Mutantes que desean crear el caos y arrasar con la raza humana, con el fin de que estos gobiernen el mundo. Entre una masiva cantidad de problemas Erik Lehnsherr se ve involucrado en la cuestión y une fuerzas con Charles para buscar otros mutantes y formar una suerte de ejército clandestino para derrotar a Sebastian Shaw y su séquito. Si bien la película contiene escenas de acción se basa mas en mostrar como ocurrieron ciertas cosas, los roces entre Charles y Erik y la fuerte formación de las personalidades que hace de esto una precuela con un fin mucho mas constructivo e informativo sobre sus pasados filmes precursores. Mirando a First Class con ojos de lector de comic podemos decir que la historia y los personajes difieren, pero hay varios giros (tal vez totalmente involuntarios) que deslumbran poco a poco. Si bien el equipo de la versión original de esta adaptación al cine son Jean Gray, Cíclope, Angel, Iceman, y Beast en la película el único miembro del grupo que se mantiene es Bestia. Pero como se dijo, hay ciertos giros. Si bien hay una chica con el apodo de Angel, no es la integrante original del cómic si no una adolescente con alas de mariposa y, por otro lado, esta Alex Summers / Hankov que es el hermano menor de Cíclope. Por otro lado Primera Generación cuenta con varias trastabilladas y errores de continuidad entre otras entregas de la saga, pero otros elementos forman a la cinta en una “joyita” para detallistas. Si bien Charles Xavier pierde su capacidad para caminar en First Class y sigue con su pelo y su juventud; en Wolverine Orígenes hace una aparición tras un cameo, pelado, algo rejuvenecido y caminando tranquilamente mientras baja de un helicóptero. Hay otros errores de continuidad mas centrados en lo que son los comics, como que Hankov, ya mencionado como hermano menor de Cíclope, aparece en la película sin que su hermano, Scott Summers, haya nacido incluso. Pero First Class nos trae varias alegrías y divertidas cosas; chistes sobre tiempo futuro y suposiciones sobre este, una aparición que nadie esperaba, y una conexión entre el final de X-Men 3 y esta película, ya que, Moira (representada por Rose Byrne) aparece al final de la tercer filme de los mutantes como una enfermera donde Charles da señales de vida tras su fugaz muerte a mediados de “La Batalla final”. Más allá de las cuestiones de conexión con el comic y las X-men antecesoras, Primera Generación, contiene una trama contundente y centrada mucho mas en el diálogo y la interacción de los personajes. Con efectos no muy deslumbrantes, igual nos trae las viejas escenas características de las anteriores películas con un poco de “acción mutante”. La última película estrenada de los mutantes forma cimientos con actores que recién se integran fuertemente en la pantalla grande (exceptuando a Kevin Bacon y Rose Byrne, que tienen un repertorio mucho mas amplio que otras figuras). Si bien las actuaciones no son memorables cada uno complementa y forma bien su personaje, destacando las actuaciones de McAvoy y Fassbender sobre las de sus colegas. El director, Matthew Vaughn, podría ser llamado un “emprendedor novato” por sus escasas direcciones, remarcando en ellas su anterior película, “Kick-Ass”. El trabajo hecho en X-Men Primera Generación es el básico en casi todas las filmes de superhéroes donde no se espera mucho a nivel cinematográfico pero si a nivel entretenimiento. Finalizando, podemos decir que, la precuela y quinta integrante en la filmografía mutante de Marvel, promete entretenernos y hacernos comprender un poco mas la línea temporal que parecía algo incompleta en las anteriores entregas.
Sangre nueva para una franquicia cansina Muchos señalan a X-Men 2 no sólo como la mejor de la franquicia, sino también como una de las grandes películas de superhéroes. El riesgo de las películas de X-Men siempre fue apoyarse demasiado en los efectos visuales: así no sólo han envejecido, sino que se ven más bien como apenas películas simpáticas. Lo que hacía que esa película fuera un paréntesis comparada con el resto, es la humanidad que Singer (por entonces director, ahora sólo ideólogo) le quería imprimir al relato. X-Men: Primera generación, es la mejor de la serie, no sólo porque deja la pirotecnia para el final, sino porque es la que mayor atención presta al desarrollo de sus personajes. También es consciente de la fuente de inspiración, y eso la ennoblece. Como el subtitulo indica, esta es una precuela: la historia sobre "los orígenes de". En este caso, de los hombres X, aunque los protagonistas son Charles Xavier y Erik Lehnsherr. El primero será el futuro líder la patrulla de mutantes, el hombre abnegado por la raza humana. La otra cara de la moneda es Erik, perseguido por un pasado tortuoso en los campos de concentración nazis, donde perdió a su padre. Él perdió toda la confianza en la humanidad, y sólo quiere vengarse de sus antiguos captores. James McAvoy está bastante bien su rol: se mueve con comodidad y otorga las dosis necesarias de comedia y sabiduría (¡qué sería si un maestro no supiera cuando ser cómico!). Michael Fassbender (el crítico de cine -doble agente- de Bastardos sin gloria) tiene un rol más dramático y difícil. Por un lado, tiene que demostrar el pasado a través de los ojos. Por el otro, controlar los metales como si fuera telequinesis implica un esfuerzo mayor que la telepatía de Xavier. McAvoy se lleva el dedo índice y el anular a la cabeza y uno ya tiene la impresión de que está invadiendo mentes ajenas. Fassbender, debe estirar las manos, poner cara de esfuerzo hercúleo y convencernos de que puede mover una antena gigante. Imaginen un plano medio de un actor haciendo eso: borda lo risible. No para Fassbender que congenia las dos cosas: hacernos creer que es un tipo resentido y dolido, y que puede mover los metales. Un gran actor sin dudas y habrá que esperar a A dangerous method, de Cronenberg, para ver si confirma esto y recibe nominación de la Academia. El elenco de Primera generación es grande. Entre sus filas se destacan Jennifer Lawrence (bellísima Mystique) que aporta en iguales cantidades dosis de sensualidad y fiereza, y January Jones (Mad Men) como la malvada Emma Frost, también, igual de sensual y peligrosa. Zoë Kravitz (la hija de Lenny) integra al resto de los X-Men, que bien podría ser jóvenes que participen de un capítulo de Glee. Después de todo, de eso se tratan los cómics: la aceptación del diferente. Kevin Bacon es Sebastian Shaw, cuyo plan no consiste en dominar el mundo, sino en armar la tan temida guerra nuclear. El marco es la Guerra Fría (lo cual, sumado a la estética y los créditos finales, confirma la pasión del director por la saga de James Bond) y allí es donde los mutantes deberán luchas. Si bien el trasfondo histórico no termina de cuajar (parecen más bien injertos) la película solventa sus problemas con trajes coloridos (a diferencia de los oscuros trajes sin vida de las películas anteriores), montajes divertidos (el reclutamiento de mutantes) y mucho corazón. Aporta energía y diversión a una franquicia que cada vez lucía más agotada y seria.
Segunda “precuela” de una famosa serie de películas comercialmente exitosas que rompe sin embargo el esquema de previsibilidad. La creciente participación de secuelas, remakes y precuelas del cine norteamericano en la cartelera porteña (y mundial) es una realidad inquietante para los espectadores que buscan algo más que un simple cine de entretenimiento, sin imaginación y “pochoclero”. Luego de las tres X-MEN, dirigidas en 2000 y 2003 por Bryan Singer y en 2006 por Brett Ratner, se presentó en 2009 una fallida precuela (“X-Men Orígenes Wolverine”) del sudafricano Gavin Hood, que parecía cerrar un ciclo. Y de golpe surge otra precuela: “X-MEN: Primera generación” (“X-MEN: First Class), que aparecía a priori engrosando la larga lista de películas comerciales de fórmula. Por suerte no es este el caso ya que por una vez un buen guión y la dirección a cargo del inglés Matthew Vaughn (“Stardust”, “Kick Ass”) logran justificar su realización. Sin duda la propuesta será mejor apreciada por la importante legión de espectadores que ya han visto las anteriores y están familiarizados con los personajes principales, en su mayoría mutantes con poderes especiales. El comienzo de la que ahora nos ocupa no difiere en mucho de la primera de la serie, al estar ambientada en un campo de concentración en Polonia en 1944. Un muy joven Eric Lehnsherr sufrirá con horror la separación y posterior aniquilación de su madre, que será el germen del que nacerá Magneto, personificado por Michael Fassbender (y en las series anteriores y con mayor edad por Ian McKellen). Cambio de escenario para pasar a Inglaterra, también en 1944 para presentar al aún niño Charles Xavier y casi 20 años después, estamos en 1962, al ahora joven profesor de Oxford interpretado por James McAvoy. Para los seguidores evidentemente el mismo que en su madurez encarnaba Patrick Stewart. De Wolverine en esta precuela poco y nada, apenas un cameo de Hugo Jackman. Pero sí en cambio un nuevo personaje, Sebastián Shaw, que en 1944 se llamaba Klaus Schmitt dirigiendo el campo de concentración antes mencionado. Un gran acierto del casting de esta “primera generación” es la elección de Kevin Bacon para interpretar al siniestro Shaw. En cambio, aunque no afecte mucho a la historia, un despropósito mostrar al nazi en un paisaje montañoso de Argentina donde se confundieron de “villa” al denominarla Villa Gesell. Otros personajes con poderes diversos se irán sumando a lo largo de la primera mitad de la película, destacándose en los roles femeninos Jennifer Lawrence (Raven/Mystique), January Jones (Frost) y Rose Byrne (Moira). La extensa parte final de esta precuela estará centrada en un evento real que tuvo en vilo al mundo. Nos referimos a la crisis de los misiles en Cuba que casi enfrenta a los Estados Unidos, era la época de John F. Kennedy, con la Unión Soviética en una posible tercera guerra mundial. Los imaginativos guionistas le agregaron una parte de ficción en la que intervienen los X-men, evitando el conflicto. Hay en esta parte mucha acción con ambas flotas enfrentadas y enfrentando a los mutantes creados por Stan Lee, el artífice de la famosa Marvel Comics. Finalmente “X-MEN: Primera generación” le agrega un plus a los fanáticos de la saga al ofrecer una explicación de cómo Erik y Xavier, que se consideraban hermanos (“mutantes y orgullosos”), terminaron enfrentados a muerte en las tres secuelas estrenadas entre 2000 y 2006.
Todo comenzó cuando a alguien se le ocurrió querer contar la historia de Erik Lehnsherr en el cine, un niño judío que perdía a sus padres en un campo de concentración que tras el trauma y la ira terminaba por desatar sus poderes magnéticos, lo que lo lleva más adelante a convertirse en Magneto. Todo esto lo vimos en X-Men (2000) y es recreado casi escena por escena en X-Men: First Class, pero con un plus que continua un poco más allá esa historia. Cuando en el 2000 salió la primera entrega de X-Men, de Bryan Singer, sorprendió mucho en la modo maduro que estaba tratada la película, hasta con dosis dramáticas importantes, algo que en ese entonces los comiqueros no valoraron tanto, pero con el tiempo supieron apreciar aún más que los críticos. Este año se redobló la apuesta, no solo se contó una historia sólida, sino desde sus orígenes, sin los personajes estrellas, pero con un argumento y desarrollo de personajes bien hechos. EL director, Matthew Vaughn, quien ya dirigió dos adaptaciones comiqueras con anterioridad, pero muy distintas, encara la película por el lado de Erik, primero a modo homenaje de las primeras escenas de X-Men (2000) y luego, como pilar principal del argumento total. Ésta terminó siendo casi la peli de Magneto que nunca fué (X-Men Origins: Magneto), y eso, que puede sonar desafortunado, termina siendo un acierto. Algo que se sabía desde un principio, y llamaba la antención, es el grupo elegido, ya que First Class/Primera Promoción o Generación en los comics eran Jean Grey, Cyclops, Iceman, Beast y Angel, y de estos en la peli solo contamos con Beast, pero pese a eso, el grupo guiado por Xavier y su búsqueda por controlar sus habilidades le da una frescura dinámica al film. Para recalcar, Bacon, siempre más que correcto, pero las actuaciones de McAvoy y Fassbender (Xavier y Magneto) son no solo buenas, sino MUY bien acertadas para dichos papeles. Algo menor que no hace a la historia, pero seguro que llamará su atención, es la aparición de Villa Gesell - Agentina, donde figuran montañas y lagos, osea un lugar similar a Bariloche. Un error estúpido, que no molesta a la historia, pero que si sos argentino, sobresale a la vista. Con respecto a las continuidad de esta precuela con pelis anteriores, se obvia la tercera entrega (X-Men: The Last Stand - 2006), y si bien toma muchos parámetros de la primeras dos partes, respetando varios puntos, ésta es la primera de tres entregas y deja varias puntas para seguir. Si quieren ver una buena película, con acción, drama, buen guión, excelente desarrollo de los personajes, cameos, guiños, buena edición y música certera... tiene que ir al cine a ver X-Men: First Class.
Tiene una historia bien elaborada que no sólo cuenta el origen de cada una de los mutantes, sino que indaga en lo psicológico de cada uno de los personajes de forma tal que no te queda ninguna duda sobre cada uno de ellos. Imperdible para los fanáticos de la saga y una excelente opción para que los novatos...
X-Men: primera generación es una película de superhéroes, pero también una de espionaje internacional, que abreva fuertemente en el imaginario audiovisual de la saga de James Bond. A esta altura, las películas de superhéroes parecen haber encontrado un molde sobre el que navegan sin mayores sobresaltos. Con personajes instalados y carismáticos, y una generación de espectadores a los que ya no hay que explicarle demasiado estos mundos fantásticos para justificárselos, hay que ser muy inútil para que las cosas no salgan, al menos, un poco bien. O tenés que ser Gavin Hood y arruinar Wolverine. Eso sí, cuando las historias son abordadas por directores con una visión, ahí podemos aspirar a resultados mucho más interesantes: El caballero de la noche (Nolan), Spiderman (Raimi), Hulk (Lee), Singer (X-Men 2). El caso de X-Men: primera generación de Matthew Vaugh tiene un poco de todo: por momentos un film rutinario, otras veces es un producto interesante con la rara virtud de saber que está contando algo ridículo (mutantes mezclados en la crisis de los misiles de la década de 1960) y lo hace de la manera más seria posible. En esa extraña mezcla de tonos, X-Men: primera generación encuentra su mayor virtud. Hay que decirlo, Vaughn no será (todavía) Nolan, Ang Lee, Singer o Raimi, pero ha demostrado con Stardust, Kick-Ass y este nuevo filme, que tiene talento suficiente como para exprimir todo lo pop que los cómics tienen, y cohesionarlo cinematográficamente con coherencia y talento. Es más, todo lo irónico o satírico que podían tener aquellas dos películas, es aquí reconvertido y concentrado: no hay atisbo de parodia en el registro de X-Men: primera clase, simplemente porque el director entiende que no es necesario: ya ver a los mutantes involucrados con hechos de la historia política del siglo XX convoca a la mirada en sordina del mundo. Incluso, Vaughn le imprime cine al asunto: ver por el ejemplo el genial contraplano de la primera escena. Pero atención, esto tampoco es Watchmen, donde la fusión entre fantasía y realidad tenía un carácter reflexivo y filosófico más hacia el mundo exterior que hacia el universo del cómic. X-Men: primera generación, en sus mejores pasajes, es una muy divertida actualización de la franquicia, donde vemos qué motivó la división entre mutantes diplomáticos (liderados por el Profesor Xavier) y mutantes militantes (liderados por Magneto). Porque un gran acierto del director y de sus guionistas Ashley Miller, Zack Stentz y Jane Goldman es hacer totalmente comprensibles las posturas de Xavier y Magneto, más allá de las diferencias que pueda haber entre ambos. X-Men: primera generación es una película de superhéroes, pero también una de espionaje internacional, que abreva fuertemente en el imaginario audiovisual de la saga de James Bond, incluso con un villano maravillosamente interpretado por Kevin Bacon. Si toda esta sumatoria de conceptos y estéticas no termina por dar un producto excelente, es porque la primera hora de película avanza un poco a las apuradas, con escenas mínimas que merecían mayor tiempo y respiración, pero además porque los conflictos de los personajes, vinculados con la identidad y su postura ideológica, suenan un poco a cosa ya vista y transitada con anterioridad. De todos modos no deja de ser un buen ejercicio compararla con la reciente y muy menor Thor, y descubrir que la seriedad y el rigor no entendido como solemnidad pueden hacer de estos universos ridículos un espejo sobre este mundo que se puede seguir con interés, incluso sufriendo por el destino de aquellos que lo integran.
Las dos caras de la diferencia Cuando en 1963 Stanley Martin Lieber (más conocido como Stan Lee) tuvo la idea de unos superhéroes inexpertos cuyos poderes provienen de una mutación genética, sintonizó con la realidad de su tiempo. Después de todo, a esa altura los nacidos en 1944-45 (cuando comenzaron las experiencias con armas atómicas) ya rondaban los 17 ó 18 años. Pero también se inspiró en una sociedad estadounidense que estaba cambiando, agitada por los movimientos de igualdad de derechos. Por un lado, los primeros grupos de diversidad sexual, que reivindicaban una “diferencia” que comenzaba a notarse en la adolescencia. Por el otro, los afroamericanos, encabezados por dos líderes: el reverendo Martin Luther King Jr. (ejemplo del reclamo pacífico) y Malcolm X (referente de la revuelta violenta). Y es en los ‘60 donde Sheldon Turner y Bryan Singer (director de los primeros tres filmes de X-Men, ahora en la producción y el guión) ubican la historia de “X-Men: primera generación”, combinándose con hechos reales. Crisis El comienzo retoma la célebre escena del campo de concentración, donde Erik Lehnsherr descubrió sus poderes, para luego ser investigado por un oscuro personaje. Por otro lado, se ve la acomodada infancia del pequeño telépata Charles Xavier y su encuentro con una niña metamorfa llamada Raven. Ya en los ‘60, el descubrimiento del fenómeno mutante lleva a la agente Moira McTaggert a convocar a Xavier, ahora un genetista. Sebastian Shaw (aquel que experimentó con Erik) está planeando generar una escalada entre Estados Unidos y la Unión Soviética para que la raza mutante prevalezca sobre la humanidad. Para eso cuenta con varios colaboradores mutantes, entre los que se cuenta la sugestiva telépata/piel de diamante Emma Frost. En ese contexto se conocerán Charles y Erik, para comenzar a reclutar mutantes y enfrentar a la amenaza en ciernes. Con la crisis de los misiles cubanos de fondo, estos “diferentes” tendrán que tomar posiciones frente a una humanidad que comienza a temerles, y de la que algunos deben ocultarse (aquellos cuya apariencia los separa de la sociedad). Esencia Por supuesto, como corresponde en estos filmes, los creadores hacen una verdadera melange de personajes, sin guiarse demasiado por temporalidades. Así, del grupo original en los cómics sólo aparece Hank McCoy (Bestia) cuya mutación azul se adelanta; aparecen los tardíos Shaw y Frost (cuyo poder de diamante se sumó en la última década), o la aparición de Alex Summers (Havok) antes que su hermano mayor Scott (Cíclope). Pero lo importante en estos casos es capturar el espíritu que animó a estos personajes desde su origen: un grupo de personas que usa sus poderes para defender a una sociedad que les teme y trata de destruirlos, confrontando a aquellos que por búsqueda de poder o de venganza luchan por la supremacía del que tal vez sea el siguiente paso en la evolución. También se atrapa el contexto de la Guerra Fría, en el que fueron gestados los superhéroes de la Marvel: una era de intrigas y espías, en la que cualquier superhumano podía ser un elemento clave para terciar en la candente geopolítica. Desarrollo Se dice que Matthew Vaughn es un fanático de los X-Men, tanto como el propio Synger. Y eso es un elemento clave para cuidar el producto y tomarlo en serio. Director y productor/guionista cooperan para retomar la calidad del producto de los tres primeros filmes, algo que se había abandonado un poco en “X-Men orígenes: Wolverine”. La narración es fluida (se incluye una gran cantidad de información, excelentemente dosificada) y la reconstrucción de época incluye material documental, mientras que la tecnología ficticia tiene la estampa hoy anticuada de los cómics dibujados por Jack Kirby. Por lo demás, la puesta visual (fotografía, dirección de arte, efectos especiales) luce similar a las primeras entregas. Para los fanáticos, aparecen aquí remozados los clásicos trajes negros y amarillos, que caracterizaron a la primera formación (y siguieron usando los estudiantes). Encarnación Generalmente los filmes de acción, y las obras corales no suelen dar oportunidades para el lucimiento actoral, pero acá hay cierto margen. Por razones obvias, se lucen James McAvoy como un juvenil Charles Xavier (bastante interesado en chicas, y en proceso de convertirse en el sabio Profesor X) y Michael Fassbender como un Erik Lehnsherr todavía a medio camino entre su humanidad (en términos espirituales y no genéticos, entiéndase) y el resentimiento que va gestando a Magneto, convirtiéndose en lo mismo que aquel que lo “creó”. Jennifer Lawrence demuestra que no la eligieron por su belleza para interpretar a Raven/Mystique, mientras que Nicholas Hoult hace un Hank McCoy sensible y divertido. Rose Byrne compone a una aguerrida MacTaggert, que debe soportar frases “como por esto no hay que poner mujeres en la agencia”. Del lado de los villanos, a Kevin Bacon no le cuesta mucho ponerse en la piel del inescrupuloso Sebastian Shaw, mientras que a January Jones le basta su figura (siempre desabrigada, y con algo de la Barbarella de Brigitte Bardot) y su pose desdeñosa para interpretar a la temible Emma Frost. Llama la atención la participación de reconocidos actores en papeles menores, como Oliver Platt, Matt Craven, James Remar o Michael Ironside. Procesos Entre las peculiaridades (además de una inexplicable ubicación de Villa Gesell en una zona parecida a Bariloche) está la falta de cameo de Stan Lee (quien suele reservarse una aparición en todos los filmes marvelianos) y la fugaz presencia de Hugh Jackman como Logan (fuera de créditos) entre los candidatos quienes vieron “X-Men I” saben cómo será el reencuentro. Y hacia allí apunta el relato. Como todas las precuelas (una palabra que se acuñó para la segunda/primera trilogía de “La guerra de las galaxias”) nos cuentan el pasado de personajes que conocemos, y algo del proceso que los llevó a ser lo que son. El compasivo Xavier y el inflexible y sanguinario Magneto alguna vez fueron amigos y parecieron compartir un sueño; las ideas y lo hechos los pusieron en bandos opuestos. Casi como en la vida real.
Mutación Positiva X-Men: First Class es la 1ra entrega de una nueva franquicia de los mutantes más famosos del mundo, esta vez volviendo a los inicios de la historia con una Precuela que profundiza en la historia de personajes clásicos + la introducción de nuevos mutantes que aparecieron con el cómic que lleva el mismo título. Dirige la película Matthew Vaughn (Stardust / Kick Ass), un británico que hasta hace poco era más conocido por su trabajo como productor de films, sobre todo de la taquillera "Snatch, Cerdos y Diamantes". Protagonizan esta producción un cast totalmente renovado que incluye nombres como James McAvoy (El Último Rey de Escocia / Se Busca), Michael Fassbender (Bastardos Sin Gloria / 300), Kevin Bacon (Río Místico / Río Salvaje) y anoten este nombre, Jennifer Lawrence, que hizo un papel increíble en la película nominada al Oscar "Lazos de Sangre". Las precuelas constituyen un nuevo fenómeno que está muy de moda desde hace algunos años, impulsadas por los Episodios 1, 2 y 3 de "Star Wars" y las nuevas y fabulosas "Batman" de Christopher Nolan. Si bien estas modas suelen convertirse en formas de prolongar la entrada de dinero a las franquicias, en el caso de los X-Men creo que ha sido un acierto como pocos, trayéndonos esa anhelada satisfacción a la necesidad de ver en pantalla enfoques más serios y profundos de los personajes de cómics, que no debemos olvidar, que más allá de la atracción natural que producen en el plano Pop, tienen historias que tocan temas tan profundos como la discriminación, la manipulación genética y la introspección entre otras. A su vez, calma en cierta forma esa curiosidad de "reality" cada vez más notoria de saber todo de la vida de los personajes, su infancia, sus comienzos, sus metamorfosis y su decadencia. En esta caso podremos ver como comienzan las rivalidades entre Magneto y el Profesor X, qué produce la parálisis de éste último, como eran Raven y Hank antes de ser Mystique y Bestia, como nace la famosa Escuela de Mutantes de los X-Men y más. Para ir redondeando, resalto la exploración de la profundidad de los personajes, el enfoque más adulto y el buen ritmo de la película, que va de muy entretenido a momentos de drama que pueden enervar o hacer soltar una que otra lágrima. Le bajo sólo un punto, por el error muuuy yanquilandia, de confundir Bariloche con Villa Gesell cuando el personaje de Magneto visita la Argentina en el film, ya que demuestra un descuido en hacer los deberes que con tanta producción debería haber sido más cuidado. También expreso mi cansancio por la participación del ejército estadounidense y la bendita CÍA en el 80% de los films de acción y ciencia ficción... Podríamos pensar en algo más original muchachos. Por lo demás, creo que esta maravillosa precuela dará mucho que hablar y dejará más que contento a los fans de los mutantes con poderes sobrenaturales. También hay algunos "guiños" divertidos para dejar contento al fan de la saga anterior.
Los superhéroes en apuros Esta nueva entrega de la saga de los superhéroes creados por Marvel, la factoría de historietas que dio a otros conocidos "amigos" como el Hombre araña, Los 4 fantásticos o el Capitán América, ofrece un interesante entramado de intriga, peligro y acción en dosis bien equilibradas de suspenso. Claro que los X-Men en relación a los otros superhéroes son quizás los que ofrecen un mayor entramado de misterio, a la vez que el atractivo extra de la aparición de esas criaturas mutantes, capaces de contar con la imagen común de cualquier ser humano, pero con poderes que les permiten lanzar círculos mortales de fuego, convertir en hierros retorcidos grandes estructuras de metal, provocar un tornado de energías mortales, o leer el pensamiento de los otros. PASADO TRAGICO "X-Men: Primera generación" es una precuela, porque remite su historia a los orígenes, cuando dos de sus protagonistas los "enemistados" Profesor X y Magneto se conocieron, allá por los años "60 en la Universidad de Oxford y descubrieron sus superpoderes. Aunque el segundo carga en su mochila una tragedia que se remite a la Segunda Guerra Mundial, cuando un nazi -Sebastian Shaw- pone a prueba la manipulación genética practicada en el chico y lo obliga a demostrar el don particular que tiene de "doblar" metales, ante la amenaza de matar a su madre. Para Erik Lehnsherr, al que más tarde se lo conocerá como Magneto, aquel momento dejó huellas indelebles en su vida e hizo que su ira y su odio hacia los humanos lo acompañara hasta su adultez. La historia de estos "X-Men..." se apoya en tres vértices. Magneto y el Profesor X, los que juntos a otros mutantes intentan liquidar al temible Sebastian Shaw, aquel nazi que marcó la vida de Lehnsherr-Magneto. LOS MISILES Ambientada en la década de 1960, cuando el gobierno de Kennedy debe enfrentarse a la Unión Soviética por el asentamiento de misiles en Cuba, el filme ofrece un dato curioso: se indica que algunos de los nazis más buscados encontraron refugio en la Argentina y más precisamente en Villa Gesell, a la que la ignorancia de sus productores, llevaron a mostrarla en una zona que parece Bariloche, en lugar de las tranquilas playas de la costa atlántica. Pero éste resulta un dato no tan importante, en relación a la manufactura que pone en marcha el filme, con un sólido entramado de intriga, contenido bélico construído de una manera muy cercana a la historieta y escenas que en sí mismas podrían ser el inicio de otra producción. Entre ellas, puede mencionarse el encuentro lúdico entre los mutantes, mientras esperan a sus jefes; la invasión submarina y por tierra a Bahía de los Cochinos, en Cuba; el desvío de los misiles y un final que aclarará algunos de los misterios que encierran los "X-Men...". La recuperación del color de los trajes originales similar a la historieta, el diseño que recrea la estética de los "60, la música que acompaña las escenas y las muy interesantes actuaciones de James McAvoy y Michael Fassbender, en los papeles del Profesor X y Magneto, cierran esta película que resulta un nuevo y gratificante reencuentro con los "X-Men...".
Antes de que fuéramos superhéroes. Para el pasado nada de pisoteos. Al menos de parte de los creadores de X-Men, que después de cuatro adaptaciones del famoso cómic vuelven el tiempo atrás para contar la historia de la primera generación de estos míticos superhéroes. La película muestra la estrecha y sincera relación que unía a Charles Xavier y Eric Lehnsherr (antes de que fueran Professor X y Magneto y de convertirse en enemigos) y, a su vez, la forma en que cada miembro de los X-Men tuvo que superar los obstáculos de sus propias inseguridades y dudas antes de llegar a ser el superhéroe que hoy conocemos. Casi como cualquier adolescente (casi, porque “adolescente y mutante” denota, quizás, otras cosas), los personajes evolucionan en gran parte de la película a través de acciones mentales: dudan, cambian de opinión y de grupo, luchan contra sus mismas limitaciones y las que les imponen los demás. Aspecto fundamental que se relaciona con una idea general que subyace y da sentido a esa forma de acción: la lucha del ser, diferente en algún aspecto, por afirmarse en la sociedad. Hoy, casi ochenta años después del (en ese momento) escandaloso film Freaks del director norteamericano Tod Browning, la esencia en X-Men: Primera generación sigue siendo la misma que la de aquella película en la que los freaks eran personajes con defectos físicos y/o mentales relativamente comunes que luchaban por que los aceptaran. Al fin y al cabo, los X-Men vendrían a ser como los freaks de los tiempos cinematográficos modernos: solitarios, apartados y también físicamente defectuosos, aunque un poquito (apenas) menos humanos que los otros. Esto es algo de lo que Vaughn plasma en esta nueva entrega y que resulta sumamente enriquecedor: la esencia del freak por sobre todo, y la lucha por superar sus desventajas. Para poder definir mejor esta primera naturaleza del superhéroe y a través de la alusión (y por qué no, el homenaje) aparecen nombrados ciertos personajes, famosos y sustancialmente freaks, que fueron llevados en algún momento al cine, tal es el caso de Frankenstein o de Dr. Jekyll y su inseparable enemigo Mr. Hyde. Eso sin contar la influencia reconocida por los mismos realizadores de líderes como Malcolm X o Martin Luther King que parece dilucidarse con claridad en la escena inmediatamente posterior a la muerte del integrante afroamericano de esta primera generación (y llamado Darwin, sospecho, no casualmente) en la cual los superhéroes restantes deciden seguir adelante, aunque mas no sea para vengar la muerte del fallecido X-Men. Esos personajes populares presentes en algunos diálogos terminan por definir y aunar la principal característica de esta precuela acerca de los comienzos de los X-Men: el recorrido a través del superhéroe siguiendo el hilo de sus debilidades. La fortaleza titubeante –sobre todo en el final– del profesor Charles Xavier (a cargo del nunca desapercibido James Mc Avoy), el rencor desbordante de Eric (un genial Michael Fassbender) o la inseguridad de Raven (la bella y prometedora Jennifer Lawrence) conformados en un grupo humano (o casi humano) como tantos otros, pero con la decisión de hacer de sus diferencias o aparentes defectos una ventaja y una virtud. El gran Robert Louis Stevenson dijo una vez que lo santos son, en realidad, pecadores que siguieron adelante. Quizás no haga falta aclarar qué eran los jóvenes mutantes antes de convertirse
Hacia rato que no veía una película que me entusiasmara tanto como esta y mucho menos me la esperaba dentro de una saga que venia tan alicaída como X-Men, historia de comic que en la gran pantalla brilló bajo la dirección de Bryan Singer pero tras su partida de a poco se fue agotando. Y como prueba, no es casualidad que en esta precuela justo la base del guión sea de Singer. Igual el merito del guión llega hasta la idea y el resto de los laureles se los lleva el director y co-guionista Matthew Vaughn, un tipo que ya trabajó en dos muy buenas adaptaciones de comics ("Stardust" y la brillante "Kick-Ass") y entiende muy bien que tomar del material original y que cosas mejor dejarlas solo para las historietas; resumiendo, un tipo del que Zack Snyder debería aprender mucho. En esta ocasión, el gran acierto de Vaughn fue ambientar la peli en los 60's y meter en la trama la mismísima crisis de misiles entre USA-Rusia-Cuba. Una jugada arriesgada y que crea un puente demasiado grande con las pelis anteriores aunque claro está, siempre se pueden hacer más secuelas para llenar el hueco. Y lo más importante, esta ambientación le permite al director hacer un film mucho más cercano en estética e historia a un film de James Bond que a una peli de superhéroes convencional. Y lo mejor es que no desentona para nada, después de todo es la misma época en que los X-Men debutaron en comics y hasta detalles mas modernos (como el sexy traje de Emma Frost) van muy bien con la onda de la película. Lo que si se le puede reprochar a los realizadores es que hay muchos personajes que tienen un desarrollo casi nulo de personalidad pero los films sobre grupos suelen tener ese inconveniente y en este caso es más que claro que el centro de la película es la historia Xavier & Magneto vs. Sebastian Shaw (los tres muy bien interpretados por James McAvoy, Michael Fassbender y Kevin Bacon respectivamente) y al resto de los personajes les toca hacer una comparsa adecuada. Eso sí, cada uno con su momento para lucirse; en especial las escenas de Azazel y Havok están muy buenas. Los más puristas de la continuidad también van a criticar hechos puntuales que contradicen escenas de las pelis anteriores (de "Wolverine" y "X-Men III" especialmente) y si bien es cierto, me parece que "X-Men: Primera Generación" hace un esfuerzo notable por mantener la continuidad de algo mucho más importante, algo que se notaba de sobra en las dos primeras "X-Men": la calidad de una buena historia y de un film bien hecho. Dos detalles a destacar: atenti a los cameos, hay uno excelente y otro que casi pasa desapercibido; por otro lado, IMPERDONABLE el error con "Villa Gesell"
Blade (1998) fue la cabecera de playa del desembarco de la Marvel en el cine, y pronto se sumarían una parva de adaptaciones de comics de la editorial. Pero la verdadera prueba de que el negocio era muy rentable para la editorial fue el masivo hit de X-Men (2000). En lo personal, los filmes de los hombres X siempre me parecieron muy inteligentes pero demasiado estáticos - la acción era poca o no era memorable -, aún con toda la parafernalia desplegada en X-Men: The Las Stand (2006). Como todavía esa vaca tenía leche, la Marvel decidió seguir ordeñándola con precuelas, primero con X-Men Origenes: Wolverine (2009) y luego con la de Magneto, la cual terminó por mutar a último momento en un reboot / precuela de todos los hombres X. El resultado final es el filme que ahora nos ocupa. Por suerte tuvieron el tino de despedir al imitador Brett Ratner y trajeron a un tipo con talento real como es Matthew Vaughn - Layer Cake, Kick Ass -. La buena nueva es que Vaughn le aporta la adrenalina que le faltaba la saga; si bien los filmes de Bryan Singer tenía una excelente caracterización de personajes, a veces se excedían en palabras y retaceaban en acción, o las proezas superheroicas se quedaban algo cortas. Acá hay mucha más acción y es realmente espectacular, pero esto se logra a cambio de sacrificar la tridimensionalidad de los personajes. El único desarrollado como la gente es Erik Lenseherr / Magneto, después hay un borrador a trazos gruesos del profesor Xavier, y el resto es absolutamente anónimo. Si hay una palabra para definir a X-Men: Primera Generación sería inconsistencia. Es un filme que hace muchas cosas brillantes y hace algunas terribles, y da la sensación que el libreto es un conglomerado de aportes sin que hubiera un guionista rector que hiciera el control final de calidad (o puliera las desprolijidades). Si bien esto es un reboot uno no puede dejar de toparse con algunos detalles chocantes, como que todos los hombres X ahora son adultos jovenes de la misma edad - trasladando esto a la saga dirigida por Bryan Singer, cuesta imaginar que el veterano Patrick Stewart (o el mismo Ian McKellen) figure con la misma edad que la bellísima y fresca Rebecca Romijn -. Por supuesto el libreto se despacha con una explicación no muy creible para esto, lo que equivale a tapar al muerto con un diario y seguir adelante con el partido. Otro punto pasa por el cast, que es dispar. Aún cuando tengan edades similares, Michael Fassbender parece el papá de James McAvoy; y en el caso de Jennifer Lawrence, se ve demasiado insulsa en comparacion a la Mystique / femme fatale que componía Rebecca Romijn en la saga original. Bah, también es cierto que McAvoy no exhibe esa presencia imponente que tenía Patrick Stewart, aunque resulta mucho más natural imaginar a Fassbender (con toda su furia e intolerancia) como la versión joven de Ian McKellen. Otro detalle es que la mayoría de los origenes de los personajes están cambiados respecto del comic original, pero ya eso es un tema para los especialistas. Quizás mi ultimo pero hacia el filme sería la insistencia en forzar la marcha, metiendo con calzador cosas vinculadas con la saga original de Singer. El cómo Magneto se transforma en villano parece una invención de ultimo momento del libreto y no el resultado de una evolución natural dentro de la historia. Luego está la aparición del avión Blackbird característico de los X-Men, la mansión de Xavier, el incidente en donde el profesor queda lisiado, la construcción del dispositivo Cerebro para ubicar mutantes, etc, etc... cosas que yo hubiera incluido con mayor discrecionalidad en los siguientes filmes. A final de cuentas, ésta es la primera entrega de una nueva trilogía, ¿no?. Ahora que uno ha terminado de ennumerar defectos y desprolijidades, corresponde hablar de los méritos de X-Men: Primera Generación. Si uno perdona esos detalles, el filme es una gozada. El villano de Kevin Bacon es muy bueno, aunque el libreto omite imperdonablemente una explicación de cómo este tipo adquirió super poderes de un día para otro. Aquí Bacon hace de super villano (al estilo de los filmes de James Bond) dotado de su propio plancito para destruir al mundo. Lo que hace tan disfrutable a X-Men: Primera Generación es que tiene el tino de convertir a la trama en una especie de versión alternativa (y secreta) de los sucesos que llevaron a la famosa crisis de los misiles cubanos en octubre de 1962. Esto es, una epica retro de superhéroes con toques de intriga internacional. El escenario es tan gloriosamente rico que uno perdona las pifias del libreto o los errores de casting. El otro enorme punto a favor es la historia de origen de Magneto, que es realmente potente. Es una lástima que dichas escenas provengan de la canibalización de un libreto descartado - el que habían escrito para la abortada película sobre el personaje -, porque tienen una energía y calidad enorme, además de que su nivel contrasta seriamente con el resto de las secuencias (que tienen tufo a añadido). X-Men: Primera Generación es una desprolijidad brillante. Es espectacular y entretenida, aunque cada tantos minutos tenga alguna pifia. Pero como arranque para una nueva trilogía me parece excitante, y no veo la hora de ver las nuevas entregas... aunque espero que en la próxima ocasión esta gente se tome la molestia de pulir la historia como se debe. (en nota para la trivia, para los libretistas yanquis Villa Gesell es una especie de fiordo a orillas de los Andes en donde viven millones de nazis escondidos. ¡Cómo se nota que para esta gente el limite del universo es la frontera con Mexico!)
Esta vuelta a los orígenes de la popular serie basada en los comics de Marvel se propone dar respuesta a cómo se conformó el grupo conocido como X-Men, cómo Charles llegó a ser paralítico, quién fue el creador del neurotransmisor Cerebro, entre muchas otras incógnitas. Cabe destacar que es notoriamente más atractiva, poderosa y contundente la mirada sobre el origen de los personajes del futuro bando de los malos que de quienes se convertirán en los héroes de la saga. Algunos personajes nuevos son novedosos y hasta sorprenden dos cameos que deleitarán a los seguidores de la historia, pero es justo decir que esta quinta entrega de la franquicia es la menos inspirada de todas.
Políticos mutantes No queda más remedio que admitirlo. Existen algunas tentaciones en las que, al momento de ser el timonel de una película basada en un comic, los directores suelen caer. El prurito aquel según el cual las historietas de superhéroes continúan siendo un producto para el público infantil/adolescente deriva en que la mala elección de un equipo de producción suela generar una pieza que no hace honor ni por asomo a la obra original. Quizás por eso Frank Miller exigió a Robert Rodriguez ser parte activa del rodaje de “Sin City” y tal vez por el motivo inverso, Zack Snyder destrozó Watchmen, aprovechando el paso al costado de un suspicaz Alan Moore. Es por eso que me fue inevitable recordar a Snyder al terminar de ver X-Men First Class. Y es que Matthew Vaughn pareciera ser el némesis del director de moda del mainstream de Hollywood a la hora de dirigir una película de superhéroes, por lo que la pregunta que se impuso casi de inmediato fue: ¿Qué hubiera pasado si la misma tónica del nuevo largometraje mutante se hubiese aplicado en una cinta como Watchmen?… para los desprevenidos, recordemos que Snyder transformó esa maravillosa novela gráfica en un subproducto espantoso, desvirtuando el mensaje central de la historia original para dar forma a una película de acción, tan burda como insoportable. La nueva película del universo mutante de la Marvel Comics -la quinta de ellas- es por lejos la mejor lograda, ubicándose a una distancia escandalosa de sus predecesoras. Y ahí es justo destacar en primer lugar el trabajo de Matthew Vaughn, que como director y guionista, confirmó todo lo bueno que había insinuado en Kick-Ass, operando exactamente a la inversa que Snyder. Es decir, priorizando la historia, la estética y los recursos audiovisuales en pos de la realización de una buena película, independientemente de que se trate de personajes surgidos de uno de los grupos más importantes de la historia del comic. X-Men: Primera Generación Vaughn evita ser embaucado por los lugares comunes del género fantástico y construye una cinta sólida, consistente, de soberbios personajes y hasta se anima a ubicarla en un período histórico real, exponiendo los entretelones de los problemas diplomáticos entre los líderes del mundo bipolar durante la guerra fría. Así, y con el conflicto de los misiles en Cuba como marco, coloca mutantes en ambos bandos, dotándolos de papeles fundamentales que exceden largamente el de ser un mero superhéroe colorido y pirotécnico. Estos mutantes, son más políticos que paladines de la justicia. Su batalla pareciera ser más de la pluma que de la espada. Este guión salda una de las grandes deudas que tuvieron las tres primeras películas de los X-Men: el tratamiento del origen mismo del fenómeno mutante y sus efectos colaterales a nivel social, con la euforia anti-mutante como una metáfora fantástica de problemáticas tan reales como el segregacionismo de cualquier minoría. Pero contrariamente a sus predecesoras, aquí no somos testigos de turbas enfurecidas pidiendo el escarnio público de esta nueva raza. Las diferencias no están “allá afuera” sino que comienzan a delinearse en la mente misma de los personajes principales: Magneto, el megalómano con el mote autoimpuesto de “homo superior” para diferenciarse de una raza humana a la que delezna, y Charles Xavier del otro lado, un telépata experto en genética que cree profundamente en la convivencia pacífica y la integración de ambas razas. X-Men: Primera Generación Michael Fassbender y James McAvoy, son los encargados de interpretar a estos dos mutantes originales. Y es justicia afirmar que cumplen roles encomiables sin necesidad de hacer uso y abuso de las luces de colores. Junto a ellos, Kevin Bacon sorprende con su soberbia interpretación de Sebastian Shaw y más atrás el resto del reparto no desentona, siempre eludiendo la postura del superhéroe plástico, apolíneo, omnipotente y embutido en leotardos. En ese afán, cumple un rol fundamental la decisión de darle a la fotografía un tono oscuro, casi frío y antagónico a lo que marca el manual del (mal) género fantástico y permitir que los trajes ya no sean del brilloso látex de rigor, sino más bien la indumentaria de un alpinista, con cremalleras y mosquetones a la vista y un diseño simple pero logrado. La inclusión del Hellfire Club es también un acierto. El argumento prescinde de un enemigo único y opta por este club social de mutantes de la alta sociedad para medir las fuerzas de los novatos aspirantes a héroes. Y por medir fuerzas, nuevamente debemos olvidarnos de la concepción básica del cine superheroico. Aquí, los X-Men no se limitan a disparar sus rayos de energía contra el rival a vencer. La propuesta es mucho más compleja, mostrando personajes que utilizan sus habilidades para inmiscuirse en temas de Estado buscando satisfacer sus propios intereses. El entramado político de las potencias durante la Guerra Fría, es entonces manipulado por estos villanos modernos, que en sus actitudes, se antojan demasiado reales para tener poderes como la teletransportación o la absorción de energía. En resumidas cuentas, X-Men First Class es una luz de esperanza en las adaptaciones al cine de clásicos del noveno arte. En tiempos donde las exigencias del mercado permiten que se lleve a la pantalla grande a los personajes más irrisorios, esta película arroja luz sobre el aluvión de largometrajes que se vienen y marca un saludable camino que deberían seguir los directores/guionistas venideros. Esos que como Snyder, entienden todo sobre la ciencia ficción audiovisual, pero nada sobre un medio de expresión artística tan noble como la historieta.
Mutantes politizados El cine norteamericano suele exprimir sus productos hasta agotar sus más ínfimas gotas: la era contemporánea parió así a las “precuelas”, invento sintáctico que intenta nombrar a aquellas películas que narran hechos acontecidos antes de una serie original, como ocurrió ya con Batman o La Guerra de las Galaxias. El problema suele ser que estos productos no buscan más que aprovechar los últimos dividendos de series ya agotadas, que en su momento tuvieron su cuarto de hora, pero cuyo tiempo ya pasó: la idea de narrar “cómo llegaron los personajes a ser lo que son” no suele ser suficiente para conseguir una buena película, que se justifique por sí misma, sobre todo teniendo en cuenta que sus responsables casi nunca son los mismos que los de la serie inicial. Ejemplos sobran, pero para el caso viene a cuento la primera X-Men Orígenes: Wolverine, un bodrio insoportable que despilfarró todo el prestigio acumulado por las primeras tres películas de la serie, que acaso estuvieron entre las mejores adaptaciones de cómics de la historia. Pero Hollywood siempre da revancha, y ahora nos llega X-Men: Primera generación (primera clase en el original, una diferencia que podría resultar significativa), una película bastante más digna, que consigue retomar el espíritu original de la serie (y de su respectivo cómic) y levantar su calidad. El centro de todo en X-Men siempre fue el problema filosófico del Otro: la adaptación, o no, de sus protagonistas mutantes a la sociedad, o cómo enfrentar la discriminación y el desamparo que ejercen los humanos, cuando encima se posee la fuerza suficiente como para sojuzgarlos. Se trata de un problema eminentemente político, que divide a los mutantes en dos bandos, aquellos que pregonan una integración pacífica con los humanos, aquellos que quieren dominarlos, incluso exterminarlos, con la idea de que los mutantes son una etapa superior en la evolución de la vida en la tierra (y lo interesante es ver cómo funciona la traducción política de esta dicotomía: el capitalismo norteamericano, con su darwinismo social, sólo puede ser entendido en esta segunda categoría, aún con Barack Obama en la Presidencia). El gran acierto de la nueva entrega de X-Men (dirigida por Matthew Vaughn, pero comandada tras bastidores por Bryan Singer, el responsable de las primeras dos películas) es retomar este núcleo central de la serie, y desarrollarlo aún más en la exploración de sus orígenes, que coherentemente la película encontrará en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría. No casualmente el inicio será el mismo que el de la primera entrega de la serie: los campos de concentración nazis, donde el niño Erik Lehnsherr, que en su madurez se convertirá en Magnetto, será primero separado de su madre, y luego testigo de su asesinato a manos del jerarca Schmidt (un excelente Kevin Bacon), que ha descubierto los poderes excepcionales del pequeño, y pretende utilizarlos a su favor. La película saltará a los años ´60, con Erik embarcado en una cruzada vengativa como cazador de nazis (lo que lo traerá a una Villa Gesell inusualmente fría y montañosa, pues fue confundida con Bariloche y Villa General Belgrano), que lo llevará eventualmente a cruzarse con Charles Xavier (James McAvoy), joven profesor especialista en genética, avezado mentalista, que se convertirá en su mejor amigo. Xavier y Erik formarán un equipo especial de la CIA que se enfrentará a Schmidt, escondido ahora bajo el nombre de Sebastian Shaw, que también lidera su propia tropa de mutantes y está operando para que se desate la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Sus visiones, sin embargo, no son las mismas, y aquí comenzará el germen de su futuro enfrentamiento. Narrada de manera eminentemente convencional, aunque sabiendo utilizar los efectos especiales en función del desarrollo dramático (y no como meros fuegos de artificios, como nos tiene acostumbrados Hollywood, ver si no la versión de Wolverine), la nueva entrega de X-Men vuelve a ganar espesor y simpatía en la fusión de la historia real con la ficción (algo que se traduce además en cierta preocupación por reflejar el espíritu de época y engarzarlo con la narración a través de la puesta en escena), en ciertos dilemas filosóficos-políticos que se anima a replantear, en cierta voluntad por trascender los límites de la fórmula y desafiar mínimamente al espectador (que podría preguntarse ¿quiénes son los malos?), aunque también persistan los típicos defectos del cine del norte (psicología elemental para explicar personajes y conflictos, cierta incontinencia narrativa que afecta los desarrollos dramáticos, visión manierista que vuelve a instalarse hacia el final). Se trata quizás de requisitos mínimos exigibles para cualquier película (asumirse política y atravesada por la historia), aunque quedará al lector decidir si es suficiente. Por Martín Ipa
Y asi quedó pelado Xavier! Te digo que escucho por el fondo alguien que me dice: “Ehhhh amigo!!! esta es otra precuela!!! Cómo roban!!!! La verdad es que sí, roban nuevamente con los X-Men, pero esta precuela no es otra, es una precuela bien hecha. La película nos cuenta el inicio de la evolución de los mutantes donde nos vemos a un joven Charles Xavier a punto de recibirse de Profesor contactado por una agente del gobierno para asistir en una investigación sobre una posible conspiración para desatar la tercera Guerra Mundial. Por otro lado, la historia en paralelo la protagoniza Erik Lehnsherr que nos muestra cómo durante el holocausto descubre sus poderes mutantes. Los caminos de ambos se cruzarán cuando se den cuenta que comparten al mismo enemigo: Sebastian Shaw (interpretado por Kevin Bacon). James McAvoy interpreta muy bien el papel de Xavier, como un pacifista a favor de los derechos humanos y de una convivencia harmoniosa entre mutantes y humanos. La contrapartida, Michael Fassbender, refleja ese personaje moralista y sombrío que luego se convierte en Magneto. En especial la actuación de Michael es la que quiero destacar metido en el papel y acompañando la historia a cada momento. Mencion especial a January Jones que interpreta a una sensual y “poco vestida” Emma Frost. Adicionalmente, la peli, tiene varios toques de humor y guiños a las 4 películas de X-Men. La historia no resulta aburrida y logra llevar los 132 minutos con emoción y aventura. Cierra muchas situaciones y cuenta el por qué de algunas rivalidades ý alianzas en las películas anteriores. La película es muy buena, en mi caso, fui sin ninguna espectativa, y me fui contento porque era uno de esos films para ir al cine. No me pareció excelente dado que algunas cosas podrían haberse explotado un poco más. Los fanáticos de X-Men, Chris Claremont, y Marvel deben estar contentos dado que los x-men volvieron….y al parecer para quedarse…
Poderes políticos Situarse en 1944, Polonia, un campo de concentración separa los destinos del pequeño Erik Lehnsherr (el futuro Magneto) y de su madre. El maléfico Dr. Schmidt (Kevin Bacon) toma de rehén al niño y lo obliga a ejercer su principal don: manejar los objetos metálicos a discreción: retorcerlos, lanzarlos a gran velocidad, atraerlos hacia él. Al no lograrlo ejecuta de un disparo a la madre de Erik quien enfurecido demuestra todo su poder. Lehnsherr iba a ser un arma homicida al servicio del Führer, pero la historia marca el fin del régimen alemán y casi dos décadas después Erik solo tiene una cosa en mente: encontrar al asesino de su madre. Y para ello recae en un destino donde se refugiaron algunos jerarcas nazis exiliados de la Segunda Guerra Mundial: Villa Gesell. Y aquí aparecen uno de los momentos más cómicos de la película, y no por lo humorístico precisamente: el director Bryan Singer piensa que la ciudad costera argentina tiene montañas y un lago. ¿Qué pasó por la mente de los realizadores para imaginar un paisaje patagónica (o alpino) como representación de la comunidad gesellina?. En fin. La otra pata de la película es Charles Xavier o el Profesor X (James McAvoy) quien es un graduado de Oxford, quien desarrolla una tésis sobre mutación, clave para conocer a los X-Men. Su poder es leer la mente de las personas y así anticipar lo que sucederá. El es hallado por la agente de la CIA (Moira Mac Taggert), y vía telepática percibe que hay otros seres con poderes especiales. Los mutantes. Desde ese momento se diferencian los bandos de siempre, los buenos y los malos. Los primeros con Charles y Erik a la cabeza. Y del lado de enfrente el misterioso Sebastian Shaw (el reconvertido Dr Schmidt) quien tiene la simpática idea de crear una guerra entre las naciones más poderosas del momento. Allí es donde el film se pierde en la turbulencia política de 1962 con el litigio entre soviéticos y estadounidenses. El país del norte descubre que la Unión Soviética está instalando misiles nucleares en Cuba y Shaw genera diferencias entre las dos naciones para detonar una guerra nuclear. Los efectos especiales (ver un submarino emerger gracias al poder de Magneto, una isla atacada por misiles o la guerra entre mutantes) rescata a X-Men: Primera generación del montón de adaptaciones hechas precuela del universo Marvel. La alfa girl Emma Frost, en la piel de la gélida mujer diamante, o el demoníaco Azazel -que se transporta de un lugar a otro- condimentan una peli que no defrauda.