Deja ya de buscar Al veterano Bryan Mills (Liam Neeson) le tienden una emboscada. Alguien quiere que pase por asesino y de paso haga un trabajo sucio sin saberlo. Es obvio que no se dejará atrapar por la policía y en el camino por limpiar su nombre no dejará enemigo por destruir. Porque aunque a Mills se lo vea ya algo viejo y fuera de estado, la magia del cine le permite enfrentar a matones corpulentos decenas de años menores que él y eliminarlos con facilidad. El agente Dotzler (Forest Whitaker) va tras Mills, no está convencido de que sea responsable de la muerte que le imputan pero tampoco está dispuesto a dejarlo hacer lo que quiera, sin embargo lo único que le queda es ser testigo del caos de sangre y destrucción que el tipo deja como rastro. La saga luce ya tan cansada como su protagonista, y ciertamente no da para más. Sirva esta última entrega como entretenimiento cargado de escenas tan inverosímiles como el género lo permite. Género donde, por supuesto, los malos tienen las armas más sofisticadas pero también una pésima puntería; en tanto el héroe, con una pistola y un par de balas, puede hacer carambola a tres bandas contra sus enemigos.
¿Y, donde está el detalle, joven? Finalmente, luego de tantos años de disputas legales -algunas continúan-, llega un filme dedicado a la figura del gran comediante mexicano conocido como Cantinflas. Claramente, la intención de esta película es homenajear al amo de las carpas que supo conquistar a toda habla hispana y triunfar en Hollywood, sin ahondar en aspectos negativos de su vida. Para semejante empresa consiguieron a un actor catalán, Óscar Jaenada, que impacta por su parecido físico con el cómico y además logra interpretar sus modos de actuar y de hablar de una forma asombrosa, al punto de parecer el mismísimo Cantinflas cuando actúa como él en las escenas que muestran el rodaje sus películas. La historia se narra entre dos tiempos. En 1955, cuando el productor Michael Todd (Michael Imperioli) trabaja en la producción del filme "La Vuelta al Mundo en 80 Días", película que promete ser monumental por su despliegue y especialmente por su elenco. Para ello, Todd trabaja en una nueva idea que consiste en lograr que figuras súper estelares participen brevemente en el filme, gratis; o a cambio de algún regalo o favor. Todd creaba así los cameos. En 1931 vemos a un muchacho esmirriado en busca de trabajo, se llama Mario Moreno y consigue ubicarse en una carpa de variedades para limpiar, asistir a los artistas y echar a algún borracho si hace falta. Las dos historias están en marcha y encaminadas para encontrarse. En ese camino veremos el nacimiento del personaje del "peladito", conoceremos el origen del nombre "Cantinflas", apreciaremos su ascenso social, sus problemas conyugales y su lucha sindical junto a Jorge Negrete. Visualmente atractiva, filmada con buen ritmo, esta película cuenta casi todo lo que se debe saber sobre Mario Moreno "Cantinflas", sin embargo, aunque es apreciable el poder de síntesis que tiene el guión, algunos aspectos de su vida ameritaban cierta profundización, mayor densidad narrativa. A favor cuenta con la soberbia actuación de Jaenada, pero por el contrario, los personajes secundarios no tienen profundidad alguna y muchos de ellos están muy mal presentados. Es incomprensible que Imperioli deba llevar un peluquín de cuarta cuando Todd no lo usaba. Su pésima caracterización se salva por el talento del actor. En general, los personajes famosos que se representan en el filme no están bien logrados, con excepción de Marlon Brando o Liz Taylor, a cargo de la bella Bárbara Mori. El resto es producto de un casting hecho con la luz apagada. "Cantinflas" es un amable homenaje, merecido por cierto, a un hombre que dentro de México fue mucho más que un cómico y que sirve para echar luz sobre su figura, para que muchos la recuerden y otros la conozcan.
Muñequita de susto El relato inicial nos suena familiar. Las dos jóvenes que narran su experiencia con la muñeca maldita son las mismas que se presentan en comienzo de "El Conjuro". Tiene sentido, sus dichos sirven para ratificar y afianzar el cuento; horroroso, macabro cuento. La acción transcurre en el límite entre la década del 60 y el 70. El joven matrimonio Gordon está a la espera de su primer hijo, viven en una bonita casa, en un tranquilo barrio californiano, y el horror solo les llega desde la tv cuando ven en el noticiero las andanzas del clan Manson. No imaginan siquiera que ese horror vivirá con ellos muy pronto. Mia colecciona muñecas, por eso un día John le obsequia una que ella deseaba tener desde hacía tiempo. La muñeca pasa a ocupar un lugar preponderante en la habitación que pronto será para el bebé que ambos esperan. Habitación que en breve será escenario del trágico hecho que convertirá a esa muñeca en un objeto maldito. Conoceremos el origen de la maldición y la diabólica motivación que lleva al inanimado objeto a perturbar la paz de la pareja. Con un suspenso bien manejado y constante, el filme no da respiro. El director se toma su tiempo para introducir a los personajes y darles entidad propia, al tiempo que hace uso de una cinematografía clásica que por momentos bien nos remite a clásicos como "El Bebé de Rosemary" o "El Exorcista", sin caer en burdos "tributos". "Annabelle" tiene un plus, el de instalarse como un mito contemporáneo apoyado en testimonios de personas reales, lo que le da un carácter más verosímil y por ello, truculento. Es una muñeca que existe, y que, por las dudas, esperamos que siga bien guardada.
Et iudicem quis iudicavit? Algo queda claro desde el inicio mismo del filme, y es que Hank Palmer (Robert Downey Jr.) es un abogado tan exitoso como inescrupuloso, de esos que no tienen culpa alguna en defender al mismísimo demonio si fuera posible. Pero a mitad de un juicio recibe la noticia más dolorosa: su madre ha muerto. Inmediatamente Hank viaja a su pueblo natal en Indiana, donde se reencuentra con sus hermanos y su padre Joseph (Robert Duvall), el juez del lugar. Algo distanció a padre e hijo, apenas si se saludan y la tensión en el lugar es notable. Hank se propone cumplir con estar presente en el funeral y regresar a la gran ciudad, pero sucede un accidente que tiene a su padre como responsable ante la ley y es entonces cuando las diferencias deben hacerse a un lado y el hijo tendrá trabajar en la defensa de su progenitor. Pero no será tan fácil. Orgullo, reproches y viejos rencores salen a la luz para mantener la distancia entre padre e hijo. En ese conflicto está el nudo del relato, y en la formidable actuación que brindan los dos Robert, Downey y Duvall, el motivo por el cual este filme merece ser visto. Toda la película está llena de lugares comunes y situaciones melodramáticas que la mayoría de las veces no suman la relato, pero que sí la ponen en valor en la carrera de los Oscar. Sí, esta es una película hecha para la Academia, como las actuaciones de Meryl Streep. Prácticamente no hay escena en la que Robert Downey no esté presente, él carga el peso de la historia y hace llevadero el cuento de casi dos horas y media de duración en el que se presentan otros conflictos; familiares, amorosos, conyugales, pero que apenas sirven para dar sentido a los personajes secundarios, algunos de ellos estupendos como el de Vincent D´Onofrio, en el rol del hermano mayor de Hank, o el de la siempre talentosa y apetecible Vera Farmiga. En el centro del conflicto se dirime la ética del individuo y su honor, algo que sí logra plantear muy bien el director David Dobkin, y que encuentra en el gran Duvall a un intérprete de excelencia. Por lo demás, el filme exhibe una cuidada producción y fotografía, además de un puñado de escenas de antología entre los dos protagonistas.
Lo inútil: Querer saber en qué piensa una mujer Basado en un best seller mundial, este nuevo filme de David Fincher tiene como desafío impactar sobre aquellos que ya saben de qué va la cosa, los que habiendo leído el libro no se sorprenderán con los giros del relato. Para los otros, todo será novedoso y sorprendente, mas puede que no todo lo impactante que debería. Todo comienza una mañana en la que Nick (Ben Affleck) regresa a su casa y nota que su esposa Amy (Rosamund Pike) no está. Es el día de su quinto aniversario de casados y en el lugar hay una mesa tumbada y algo de sangre en la cocina. Se reporta a la mujer como desaparecida y todo el pueblo se pone en alerta. La policía trabaja sobre la hipótesis de un secuestro y Nick busca apoyo en su hermana, con la que comparte el negocio de un bar. Mientras, el relato usa flashbacks para presentarnos a los personajes, la forma en que se conocieron; pero todo es tan impostado, los diálogos tan jactanciosos, que difícilmente podamos sentir la empatía necesaria por la pareja como para que esa primera hora del filme donde todo debería ser sosobra nos haga sentir algo por ella. La misma indiferencia que los demás notan en Nick ante lo que le está pasando es la que sentimos nosotros por Amy. Hasta que la historia da un vuelco, se pone interesante en el momento justo, pero no tarda en perderse hasta hallar su rumbo definitivo. El ser y el querer ser, la relación de pareja, la decepción y el despecho, todo se ofrece en un cóctel llevado al extremo que no busca, ni logra, desentrañar la pregunta que el protagonista se plantea desde el inicio mismo del filme. Síntesis es algo que se le agradecería a directores como Fincher, especialmente cuando el relato se vuelve tedioso, pero es justo reconocer que el director actúa a tiempo y consigue encausar la cosa hasta un final que para muchos tendrá gusto a poco, especialmente luego de haber estado sentados dos horas y media frente a la pantalla.
Lucy en China con falopa Algo está por cambiar para Lucy (Scarlet Johansson), este no es un día como cualquier otro y el hecho de andar con cualquier gamberro que se le cruzara alguna vez iba tener consecuencias. Pues, hoy es el día. Con un maletín esposado a su muñeca, Lucy ve en pocos minutos todo el horror que no vió antes en su vida. Aterrada, acaba convirtiéndose en mula para traficar una poderosa y nueva droga al servicio de un mafioso chino. Pero el gran cambio en la vida de Lucy no era el convertirse en traficante, el cambio llega cuando la droga que carga en su cuerpo se libera y la convierte en un fenómeno difícil de clasificar. Luc Besson parte de una premisa muy difundida pero poco analizada, la que asegura que los humanos solo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro. Lo que nunca se dice es el diez por ciento de cuánto. Se especula con un poder mental del que se ignora su tamaño, pero se asegura que de ese total desconocido solo aprovechamos como mucho el porcentaje citado. Ok, sigamos el juego. A la buena de Lucy ese porcentaje le va creciendo y así gana poderes sobrenaturales; domina objetos, personas, se convierte en una máquina asesina y al mismo tiempo en una especie única capaz de sintetizar todo lo desconocido en materia de evolución. El filme comienza con todo el buen pulso que Besson tiene para la acción y encuentra en Johansson a alguien muy apropiada para su colección de protagonistas femeninas. Dentro de su propia lógica la trama se presenta interesante, pero no tarda en conspirar contra sí misma al meterse en vericuetos existenciales que atentan contra el relato, volviéndolo denso por momentos, ridículo en otros, pretencioso al final. Eric Serra, como de costumbre, acompaña con una buena banda de sonido las trepidantes escenas de acción que son de lo mejor que tiene para ofrecer la atractiva Lucy.
Relatos vacíos Con un elenco estelar que servirá para llevar público a las salas, el director apuesta a impactar al espectador con la exhibición de situaciones efectistas, y una violencia que cubre al filme como una delgada cáscara que al resquebrajarse deja al desnudo un guión vacío de ideas, y en general obvio. El trazo grueso se impone al momento de presentar a los personajes y no hay profundidad alguna en el planteo de los conflictos que se presentan con sobrada superficilidad. Los seis episodios que forman esta película tienen a la venganza como denominador común, sentimiento que con mayor o menor presencia atraviesa el filme. El episodio prescindible es el primero, con Darío Grandinetti como protagonista. Un cuentito sin mayor valor, que apenas sirve para dejar en claro que hay producción y desear que lo que venga sea mejor. Y un poco mejora la cosa, gracias a algunas actuaciones como las de Julieta Zylberbeg, que junto a Rita Cortese llevan adelante el corto titulado "Las Ratas". Ambas trabajan en un bar de ruta; una atiende el salón, la otra cocina. Cierta noche llega un cliente que comparte un pasado en común con la camarera, y con él se despierta el deseo de hacer justicia y el de liberar tanto desprecio contenido. Luego es el turno de Sbaraglia en "El más fuerte", pequeña fábula sobre la violencia desatada desde la impunidad del que se cree poderoso, hasta que cae en la cuenta de que su poder depende de lo externo. Aquí Szifrón demuestra no tener el timing preciso para saber cuando es suficiente, especialmente en lo humorístico. El espacio tribunero lo ocupa el episodio que tiene a Darín a la cabeza. Un ingeniero experto en explosivos, con poca paciencia para el trato burocrático, se siente víctima del sistema del control vehicular de la ciudad y por preferir discutir con los que le llevaron el auto con la grúa, se pierde el cumplaños de su hija. Impreciso y flojo de guión, este episodio privilegia el efecto populista antes que el desarrollo de sus personajes y la búsqueda de sus verdaderos conlictos. Lo más destacable queda a cargo de Oscar Martínez, quien en "La Propuesta" se pone en la piel de un inescrupuloso padre de familia, millonario, que decide cubrir a su joven hijo, responsable de un accidente vehicular que dejó como saldo a una mujer embarazada muerta. Con la complicidad de su abogado, el atribulado padre propone que otro tome el lugar de su hijo a cambio de una importante suma de dinero. En esta ocasión, Szifrón evita el artilugio y se concentra en la historia, que es bien llevada, con matices y vueltas de tuerca que eriquecen el relato. Sin dudas, el mejor de los seis episodios. Para el final, la histeria ataca y Erica Rivas es la encargada de encarnarla con suficiencia. Precipitado y lleno de clichés es este último episodio que en su decenlace desnuda lo débil de su armado. En lo técnico, los efectos van desde lo más realista a lo más artificioso, en tanto el uso del doblaje en algunas escenas suma superficialidad. Escuchar la voz de un actor como si esuviera pegado al micrófono en un estudio, cuando lo vemos en una terraza al aire libre tomado a metros de distancia, ciertamente no ayuda. En lo actoral, hay escenas que tienen un nivel desparejo. Muchos roles secundarios están a cargo de actores publicitarios, poco naturales pero acordes a una puesta que por momentos se acerca más al mundo de la publicidad que al cine. Cada relato merece quedar en algo más que una ocurencia. Pero ahí quedan, porque el director no quiso, no supo o no pudo poner el cuerpo e ir a fondo, involucrarse en el juego que él mismo propuso. En cambio, elige tomar distancia, como en un safari fotográfico, mostrar algo de la naturaleza humana de lejos, y dejarla ahí, como para que no moleste mucho. Después de todo Szifrón solo busca entretener, y para eso le da. Hasta ahí.
Antipurgante Si la primera entrega al menos se apoyaba en reconocidas premisas filosóficas para acabar sentando las bases de una nueva franquicia, esta segunda parte ya da todo por sentado y va directamente a la explotación de la trama que seguramente dará lugar a más películas. La acción transcurre en 2023, es la sexta purga que se realiza desde que los nuevos padres fundadores tienen el poder en los Estados Unidos y todos los que no desean participar toman las medidas para estar seguros en sus casas. Los otros se preparan para matar, sin sufrir consecuencia legal alguna. La distribución de la riqueza por medio de la matanza anual ya tiene detractores. Esa es la novedad que presenta esta entrega, un grupo "contra", pero que dirime esa diferencia por la vía armada, como corresponde en el gran país del norte. Por otra parte, el filme sigue a un vengador solitario, un sujeto que solo quiere saldar cuentas con un tipo en particular pero que en el camino se encuentra ayudando a algunos que quedaron en medio de la noche a la deriva, sin protección. A diferencia del primer filme, donde todo transcurría en un barrio cerrado, esta vez la acción sucede en las calles de la ciudad y con los ciudadanos menos favorecidos como protagonistas. La película es un festival de lugares comunes y obviedades, con discursos berretas para hablar de la diferencia entre los que tienen y los que no, con ruido de metralleta de fondo. Ojo con esto, el cine no se hace con inocencia, siempre lleva un mensaje, en este caso siniestro pero afortunadamente hecho por un petardista sin demasiado talento.
Buenos muchachos de Jersey Historias sobre bandas musicales hay muchas. En todas hay celos, envidias, desengaños, alguna tragedia. La mayoría trata sobre jóvenes que buscan escapar de una dura realidad, conquistar chicas, hacer dinero. Esta historia no es la excepción, pero cuenta con algo muy importante y que hace la diferencia: Clint Eastwood como director. En el inicio conocemos a Tommy De Vito, quien mirando a cámara -recurso que será habilmente utilizado a lo largo del filme- nos introduce en la historia y sus personajes. Allí está Gyp DeCarlo, "Padrino" del lugar a quien todos respetan y temen por igual. Bajo su ala está el propio Tommy y el aún adolescente Frank, ayudante en la peluquería del barrio. Todo comienza en un vecindario de clase trabajadora en Newark, Nueva Jersey, un lugar del que según Tommy solo se puede salir enrolándose en el ejército -y terminar muerto-, uniéndose a la mafia -y terminar muerto-, o siendo famoso. Está última opción es la elegida por Tommy y Frankie, quienes junto a Nick Massi comienzan a sentar las bases de lo que luego serán los Four Seasons, pero para eso deberán pasar un par de años hasta que conozcan al compositor Bob Gaudio, con el que acabarán formando el exitoso cuarteto vocal. Son los años cincuentas, y Frankie Valli - todavía Valley- se perfila como gran cantante, dueño de una voz particular y calma presencia en escena que contrasta con la intimidante -y mayormente grosera- personalidad de DeVito. Hacia finales de la década, y luego de muchas pruebas el ya asentado cuarteto accede a grabar sus propias canciones. El éxito llega y con él, el dinero y los problemas. Si bien no es un musical, hay lugar para un buen puñado de hits como "Sherry", "Walk like a Man" y la inoxidable "Can´t Take My Eyes Off You", entre otras canciones que activarán la nostalgia en más de uno. Clint Eastwood ha demostrado ser eficaz en la dirección de melodramas, filmes de acción, documentales; también sabe cómo ser políticamente incorrecto y a esta altura cierto es que no tiene que andar demostrando su talento. Por eso este trabajo es tan particular, porque el viejo Clint decide echar mano a su experiencia y demostrar que menos puede ser más. Decide contenerse y evitar la sordidez, los golpes bajos, el regodeo en la tragedia personal de cada uno de los protagonistas y apuntalar un relato amable, luminoso y festivo, donde la única aspereza está en la excelente fotografía del filme. La dirección artística es sobresaliente, la reconstrucción de época notable. Eastwood construye un filme clásico, de esos que ya no se hacen, donde el público puede salir tarareando una melodía y reconfortado luego de ver una película, ni más ni menos. Y eso es un lujo que solo los grandes pueden darse en los tiempos que corren.
Vecinos X Seguramente conocen aquel chiste de la mujer que le dice a otra "Mi marido está hecho un bebé! - Por lo jovial? - No, está hecho un bebé. Se mea encima, duerme todo el día, se caga..." El chascarrillo en cuestión sirve para hablar de la nueva comedia estadounidense, esa a la que algunos le atribuyen un carácter novedoso, osado, políticamente incorrecto; y donde en verdad solo hay chistes pubertos, jeropas, plagados de referencias culturales propias y exaltación de lo más degradado de su sociedad. Hay que decirlo, de la comedia con estilo creada durante décadas por grandes humoristas ya no queda nada. En 1981, Dan Aykroyd y John Belushi protagonizaron un filme titulado "Neighbors", igual que este. En aquel filme, un matrimonio adulto de clase media pasa los días con tranquilidad hasta que la casa de al lado es comprada por una pareja de vida alocada, y sin demasiados motivos se desata una rivalidad entre los hombres que alcanza ribetes delirantes. Treinta y tres años después, aquella idea base es tomada para esta nueva producción donde un joven matrimonio -interpretado por Rogen y Byrne- con un bebé ve amenazada su paz y la del barrio por sus nuevos vecinos, una fraternidad universitaria decidida a quedar en la historia por sus fiestas descontroladas. Obvia, predecible, y para colmo moralizante, así es esta "Buenos Vecinos" plagada de chistes sobre drogas, sexo y fluidos corporales, que no alcanzan a despertar carcajada alguna. Seth Rogen saca provecho de su obesidad y cara de nabo, mientras Christopher Mintz-Plasse es totalmente desaprovechado. Rose Byrne le pone el cuerpo a su rol y se convierte en lo único destacable de este producto más propio para la venta directa que para su exhibición en sala.