Alejandra, Laura y Daniela son tres hermanas muy distantes que, a la muerte de su madre, se reencuentran para rescatar algunos objetos de valor, poner en venta una antigua mansión y recordar secretos inconfesables. Tristes soledades, un embarazo con poca alegría y rencores que van atados a cada una de sus vidas van surgiendo de diálogos en los que se desatan con fuerza cada una de sus existencias. El director Ernesto Aguilar, con el apoyo de las buenas actuaciones de Florencia Carreras, Florencia Repetto y Yanina Romanin, logró así describir una trama cálida, dolorosa e intimista que va puntuando la trayectoria de sus tres únicas y agónicas protagonistas.
La vida del gaucho Antonio Gil estuvo marcada desde su niñez por la pobreza y la injusticia. En su juventud, y con ansias de justicia, se enrola en las tropas del caudillo Zalazar, pero las atrocidades de esa banda lo obligan a escapar, convirtiéndose en un desertor condenado a muerte. A lomo de caballo, recorre kilómetros ayudando a los desposeídos y convirtiéndose en un hombre que es reconocido por los humildes como alguien digno de venerar. El director Cristián Jure elaboró con estos elementos del folclore alrededor de la figura del Gauchito Gil, apoyado por una muy buena actuación de Jorge Sienrra, una trama atractiva y con buen ritmo.
Cálida travesía, entre el duelo y el futuro Aralia, una pianista que salva su vida gracias a un trasplante de corazón, tendrá otra ocasión para concretar su mayor deseo: reunir a sus hijos, más allá de las diferencias que los separan. Ellos han construido un pequeño mundo que los alejó de esa madre que desea deshacerse de las cenizas de su fallecido marido. En una urna de la que ella nunca se separa, el grupo inicia un largo peregrinaje para cumplir con ese propósito. El director Tomás Sánchez elaboró una trama agridulce en la que los enfrentamientos se transformarán en reconciliación. Cálido y emotivo, el film tuvo en Betiana Blum y en todo el elenco un sólido sustento para esta travesía mortuoria.
En un pueblo de Córdoba vive Rodrigo, un silencioso muchacho que repara las cabañas para los visitantes. El verano está por comenzar y llega al lugar Juan, quien a sus 17 años dejó Buenos Aires para redimirse de su opaca vida. Cuando ambos se conocen Juan intenta un acercamiento afectivo con Rodrigo, pero este se halla sumido en sus tareas y acepta de no muy buen grado la ayuda que le propone ese joven quien, lentamente, va incorporándose a la existencia rural de Rodrigo. El director Julián Giulianelli se propuso aquí mostrar una historia aparentemente simple que pone su foco en el valor de la amistad entre ambos, lo que cambiará definitivamente sus vidas. Guillermo Pfening y Juan Ciancio aportaron calidad a sus taciturnos personajes.
Alejo Ruiz decide emprender un viaje al corazón de una montaña con su esposa. Sin embargo, esto se convierte para él en un singular trastorno de sueño que vuelve difusos los límites de su realidad. La travesía se convertirá en un refugio en el que tanto Ana como un taciturno guía se verán amenazados por Alejo. El director Hugo Curletto plantea un film de historia fragmentada en el que el amor se asemeja a una construcción. Paredes que se levantan con la ilusión de un refugio que ambos construyeron con amor y que empieza a temblar. Las muy buenas actuaciones de Gerardo Ottero y de Guadalupe Docampo suman puntos a este film tan extraño como fascinante.
Una muchacha que se desplaza con muletas y un detective proclive a solucionar rápidamente cualquier caso que caiga en sus manos son los principales protagonistas de esta historia en la se mezclan el terror y la traición. Ella intenta salir indemne de los peligros que la asechan constantemente, mientras que él comenzará a investigar a la joven, sospechosa en dos asesinatos. Amante de las películas clase B, el director Matías Szulansk redujo el argumento a su versión más despojada, lo que sumado a la correcta actuación de Nai Awada, resultó en una de esas rarezas cinematográficas que no pasará desapercibida para los amantes del género.
Ana y Dolo son inseparables amigas. Lo que Dolo no sabe es que Ana mantiene un escondido romance con Leo, su novio. Esta se instala en la casa de Ana y a ellas se les une una vecina indiscreta. De pronto el trío se verá inserto en un involuntario crimen y tratará de deshacerse del cadáver de la víctima. De aquí en más la trama recorre un camino por el que transitarán, también, otra vecina malhumorada y un policía inexperto. Los directores Matías Tapia y Carlos Piwowarski lograron, con las correctas interpretaciones de Sofía Bertolotto, Coral Cabaglio y Azul Fernández, armar una entretenida historia de suspenso.
Empleado de un taller mecánico, Quique es católico practicante. Su vida transcurre entre su trabajo, la iglesia y lo que cree que son los dos amores: su mujer y su moto. Pero un día es despedido de su trabajo, su mujer lo abandona y su mejor amigo lo traiciona. Frente a tal desolación, Quique decide romper con los mandamientos. Cuando todo parecía perdido, el amor volverá a su vida, lo que le dará la oportunidad de reconciliarse consigo mismo y con Dios. Los directores Roberto Salomone y Daniel Alvaredo lograron con este tema construir una entretenida comedia que, bien interpretada por Diego Pérez, habla de fracasos y de felicidad.
Pablo, para olvidar sus desavenencias conyugales, viaja a Río de Janeiro mientras Ana se hace cargo del hijo de ambos, que sufre un constante acoso por parte de sus compañeros de escuela. Para ayudarlo, Pablo regresa y emprende un viaje junto al muchacho, en el que el dúo vivirá una serie de amargas experiencias que, no obstante, se irán convirtiendo en cariño. En su regreso al cine, Juan José Jusid elaboró una tierna trama que aborda diferentes temáticas en el complejo mundo de los adolescentes. Amargura y calidez se dan así la mano en este entrelazado que, protagonizado con solvencia por Pablo Rago, Tomás Wiez y Cecilia Dopazo.
Un anciano que se acerca a la muerte vive solo en una casa totalmente deteriorada mientras recuerda a su fallecida esposa a través de música, bailes solitarios y patéticos brindis. Su joven hijo trata de cambiar sus actitudes y en cada una de sus visitas se producen entre ambos tensas relaciones. El muchacho intenta revertir esa situación de abandono en que se sumió ese ser que apenas puede caminar y que, en cambio, se aferra a su estilo de vida fragmentada por algunos paseos, por las calles de su barrio y por su empeño en mostrarse reacio a que alguien lo ayude en su existencia cotidiana. En esta, su ópera prima, el director Federico Jacobi supo imponer calidez al guion de Gastón Varela, basado en un relato de su autoría, y así la trama se focaliza en el modo de subsistir de ese padre frente a la mirada condicionante de su hijo. Solo con estos dos personajes como protagonistas excluyentes, el film adquiere fuerza dramática y la diestra cámara recorre lentamente, tan lentamente como la agonía de su protagonista, los días opacos de alguien que espera a la muerte con paciencia y con avidez. Daniel Quaranta y Nahuel Yotich supieron imponer enorme emoción a sus respectivos papeles, mientras que una excelente fotografía se encarga de retratar ese micromundo imbuido de dolores y de soledad.